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Decidí escribir filosofía para niños porque los pequeños están por naturaleza en una edad
filosófica y es fundamental acompañar sus preguntas para que ellos no se apaguen. Pienso
que si uno siembra los cuestionamientos y las dudas eso va a hacer que su pensamiento
nunca se quede quieto.
¿Cómo escribir filosofía para niños?
Palabra por palabra, para no perder el ejercicio filosófico, pero tampoco hacerlo inaccesible
para los niños. Es un trabajo que parte de la tensión que surge al traducir la complejidad de
la idea a un vocabulario comprensible para los niños.
Las palabras son la herramienta con la que uno moldea el pensamiento, no existe otra
manera. Una de las injusticias más grandes que se puede cometer con un niño es no darle
las palabras, porque es como no darle a un escultor la arcilla. Cuando ellas faltan, también
lo hace el pensamiento, y así creamos ovejas que siguen al jefe y no pueden pensar. La
filosofía en las palabras da la posibilidad de construir un ser humano lo más libre posible.
Se trata de no volverse una víctima del jefe de estado, del trabajo o un gurú, es tener la
libertad de construirse a sí mismo.
La relación entre las dos es muy íntima porque en la mayoría de textos literarios para niños
hay preguntas filosóficas.
Muy difícil (risas), entre lágrimas y sangre. Partí de ideas filosóficas sobre un tema dado,
los primeros dos manuscritos fueron La guerra y la paz y El trabajo y el dinero. Trabajé
mucho antes de llegar a esta estructura, a esta manera de dirigirme a los niños.
La filosofía hace parte del corazón de la vida cotidiana, del día a día. Procedí entonces de
esta manera porque las preguntas nacen de la vida diaria. Los problemas surgen cuando la
filosofía se vuelve un asunto académico separado de la vida. Y lo que quiero mostrar es que
estas preguntas están ahí, en lo cotidiano. Por eso las historias, para acercar la filosofía a la
vida.
Aun así es una narración muy directa, sin usar por ejemplo una fábula o algo similar...
Quería hablarle directamente a la inteligencia de los niños, a su intelecto. Tenía mis dos
manuscritos y fui a ver a muchos editores en Francia y todos me dijeron que no porque
ellos querían que escribiera historias con personajes y con héroes. Ellos decían que esta era
una voz muy elitista para los niños. Y Milán, esta casa editorial, se atrevió a hacerlo y ahora
sabemos que en realidad son los adultos los que piensan que es una voz elitista, no los
niños. Además, creo que dirigirse a la inteligencia del niño, a su capacidad y su espíritu
crítico, es respetuoso. Todos los caminos son buenos para dirigirse a los niños, pero lo que
encuentro de importante en Píldoras de sabiduría es que se reconoce y respeta el estatus
intelectual de los niños.