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INTRODUCCIÓN

E
n una sociedad democrática requiere, entre otras cosas, un sistema de
derechos fundamentales y, por consiguiente, el reconocimiento de la
titularidad de éstos a todos los ciudadanos, garantizándoles su ejercicio y
protección.

Nosotros no podríamos imaginar que viviésemos en una sociedad donde estuviese

permitido que cada persona pudiese imputar a otra un comportamiento, que sea

demeritorio hacia ella y que además no se ajuste a la realidad.

Recordemos la obra El Quijote, que es una paradoja de la paradoja. Es un lector de libros

de caballería que quisiera restaurar los valores medievales del honor, la justicia y el coraje

y para hacerlo sale de su casa a los campos de Castilla, montado en un caballo derrengado

y acompañado de un escudero pequeñín y regordete sobre un burro.

A lo largo del tiempo se ha establecido que el honor está configurado de tal manera que

amerita una importancia merecedora de tutela penal, es decir se basa en funcionamiento

y evolución del sistema social en el que vivimos.

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“Todos aman la vida, pero el hombre valiente y
honrado, aprecia más el honor”
W. Shakespeare.

1. DIVERSAS APRECIACIONES SOBRE EL TÉRMINO HONOR

- Salvador Coderech, señala un concepto factual del derecho al Honor, “Es la

buena y merecida fama; la gloria y buena reputación, que sigue a la virtud, al

mérito y una acción heroica”.

- Lorenzo Capello considera que el honor se concreta en la consideración o

estima de la que goza una personal en la vida social, esto es su reputación, este

dato que se funda en la posición social y otras variables dependientes o no de

su titular.

2. CONCEPCIÓN NORMATIVA DEL HONOR

Hablemos de la concepción normativa - personal que, considera al honor como

aquella expectativa de reconocimiento que permite el desarrollo de las personas en

sociedad, esta tesis al igual que el anterior concepto objetivo-subjetivo, es inherente

al ser humano como ser social y de esta manera, se considera que hay un momento

estático del honor que le pertenece a todos los seres humanos por su condición de

tal y poseer dignidad, aquí no se hace ningún tipo de diferencia entre personas,

posteriormente, se reconoce un momento dinámico, en donde el honor se gradúa

conforme al comportamiento que realice cada sujeto en particular dentro de sociedad.

Estamos, de este modo, ante un concepto construido en el acoplamiento del derecho

y la sociedad, que es a su vez dinámico y funcional.

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Por tratarse de un derecho social y no individual, el honor no desaparece con el

fallecimiento de la persona natural ni con la extinción de la persona jurídica, el honor

trasciende a este fenómeno natural para seguir posibilitando normativamente la

interacción social, aunque la persona ya no participe en ella directamente.

Esta idea encuentra su respaldo legal en el art. 138 del CP., donde se señala que “si la

injuria, difamación o calumnia ofende a la memoria de una persona fallecida,

presuntamente muerta, o declarada judicialmente ausente o desaparecida, la acción

penal podrá ser promovida o continuada por su cónyuge, ascendientes, descendientes

o hermanos”.

Todo eso nos hace concluir que el honor es un objeto digno de tutela penal, no

obstante, consideramos que solo aquellos comportamientos que afecten de manera

grave al honor deberían estar tipificados en el Código Penal, por lo que, la injuria, a

nuestro entender, no reviste de esa especial dañosidad que amerite su tipificación.

3. EL HONOR COMO BIEN JURÍDICO PROTEGIDO

Dado que el objeto de la tutela se sitúa en la reputación social efectiva, la lesión

del bien jurídico no dependerá de la verdad o falsedad de la imputación ofensiva,

sino únicamente que esta influya de modo negativo sobre la buena fama de la que

goce de hecho el afectado.

Desde el punto de vista normativo, el honor aparece como un atributo de la

personalidad que corresponde por igual a cualquier humano por el solo hecho de

serlo. El núcleo del bien jurídico se sitúa en el honor interno identificado con la

dignidad de las personas constituyendo la fama y autoestima simples reflejos en

el mundo exterior de esa dignidad.

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4. LIBERTAD DE EXPRESIÓN, UNA MIRADA GLOBAL.

Hoy en día, la simple posibilidad de que un medio de comunicación pueda ser

demandado por difamación coloca un gran peso sobre ellos.

Por ejemplo, los periódicos enfrentan tres elementos básicos de responsabilidad

potencial en la conducción diaria de sus operaciones.

- Responsabilidad por afirmaciones falsas.

- Responsabilidad por invasión de la privacía a pesar de que el material es cierto.

- Responsabilidad por comentarios, criticas u opiniones.

En ciertos escenarios, es probable que los jueces no tengan una idea bien clara de los

derechos de los medios de comunicación o de lo que significan términos tales como

“figuras públicas” o “privilegio”.

Por estas circunstancias es importante que el personal que trabaja con la información

y en especial la gerencia de los medios, comprensa no solo las definiciones

relacionadas con la difamación e invasión de la privacidad, sino también las decisiones

claves que los tribunales han conformado a lo largo del tiempo.

5. LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN NO ES UN DERECHO ABSOLUTO

Ningún derecho lo es. Si alguno lo fuera dimensión de la vida humana anularía al

resto. El derecho a la libertad de expresión tiene una raíz común con el derecho a la

libertad religiosa, la libertad de conciencia.

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La libertad de conciencia está en la raíz de la dignidad humana y no puede ser

constreñido -cada cual puede pensar y sobre todo pensarse como quiera- a diferencia

de sus manifestaciones exteriores, como la libertad de expresión o la libertad de

religión, susceptibles de limitación y regulación.

Para el desarrollo personal y social son imprescindibles todos los derechos. En su

ejercicio unos derechos pueden entrar en conflicto con otros. Lo que procede,

entonces, no es sacrificar una libertad en beneficio de otra, sino buscar un equilibrio

que limite lo mínimo posible cada uno de los derechos en presencia. Esta

armonización puede hacerse por la vía de la regulación y por la vía judicial, que será

siempre la que en definitiva aprecie las condiciones concretas de cada conflicto. En

ambos casos, el criterio de ordenación debe ser privilegiar las manifestaciones de

estos derechos que sean más esenciales para la vida y la dignidad humana.

Por ejemplo ¿debe prevalecer el secreto a las fuentes informativas cuando está en juego la vida de un

secuestrado? La respuesta requeriría el análisis de las circunstancias del caso.

Personalmente el término límites no me gusta, prefiero la idea de armonización y

equilibrio. Hablar de límites de la libertad de expresión presupone ya una cierta

desconfianza hacia el poder de esta libertad. El texto mítico de la Declaración de

Derechos de Hombre de 1789 ya preveía su limitación en los casos de abuso en los

casos determinados por la ley. Así que la mayor parte de las constituciones liberales

de la Europa del XIX y primera parte de XX declaraban solemnemente el principio

y luego lo limitaban prolijamente en las leyes ordinarias.

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6. CONFLICTO ENTRE DERECHO AL HONOR Y DERECHO A LA

LIBERTAD DE PRENSA.

¿Estamos ante un auténtico conflicto entre la libertad de expresión y el derecho

al honor o más bien es un conflicto entre el contenido esencial de la libertad de

expresión y sus límites?

A partir de lo explicado anteriormente se puede responder que sí estamos ante un

conflicto entre la libertad de expresión y sus límites, pero en la medida en que el

derecho al honor es un límite de ésta, “nos encontraremos ante un auténtico

conflicto de derechos, con la trascendental consecuencia de que el respeto al

contenido esencial y al principio de proporcionalidad deberá ahora predicarse no

sólo de las restricciones que se impongan a la libertad de expresión, sino también,

en sentido inverso, de las que, en su caso, debe sufrir el derecho que actúa como

límite de ésta”.

La controversia existente entre ambos derechos ha ido evolucionando a lo largo

del tiempo, ya que la respuesta jurisdiccional no ha sido siempre la misma.

7. DELIMITANDO EL ÁMBITO DEL INTERÉS PUBLICO.

Determinar el interés público no es una tarea fácil, ya que dependerá en muchas

ocasiones de lo que entendamos por opinión pública en una sociedad

democrática.

Es necesario para ello analizar de manera conjunta y no separada tres elementos

como son el objeto del mensaje, el sujeto pasivo y el sujeto activo.

Respecto al objeto del mensaje, es decir, su contenido, debe tener un interés

público, y éste debe ser determinado de forma objetiva y no subjetiva. Existen

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materias como la política o la administración de justicia que suelen gozar de dicho

interés.

En cuanto al sujeto sobre el que versa el mensaje emitido, éste debe tener

relevancia pública bien por el cargo que ostenta, bien por la función pública que

lleva a cabo, aunque se refiera a ámbitos personales de su vida.

En este sentido será importante la capacidad que tienen los personajes públicos

de convertir en interés público todo lo relacionado con ellos, lo cual no implica

que realmente exista dicho interés.

Habrá que distinguir entre personajes públicos stricto sensu, personajes públicos

por su profesión y personajes con relevancia pública.

Por último, el tercer elemento a tener en cuenta es la persona que emite el

mensaje. No es un criterio muy importante para establecer el carácter de interés

público o no de las expresiones emitidas, pero es útil cuando el objeto o el sujeto

pasivo no son suficientes para determinarlo.

Generalmente se hace referencia a los medios de comunicación como emisores

habituales de opiniones y noticias. En este sentido, posteriormente se analizará

este sujeto activo sobre todo cuando el emisor de la opinión es un representante

político en el seno de un debate político o se trata de un abogado, ya que se

entiende que deben tener un mayor margen de amplitud en su libertad de

expresión.

En el caso del abogado ejerce su libertad de expresión unida al derecho de

defensa en un procedimiento.

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RESUMEN.

Como puede observarse, el honor hoy en día se encuentra tutelado por el Derecho

Penal, aun cuando el pedido de derogación de los delitos contra el honor es cada vez

mayor, sobre todo por el sector de la prensa, quienes consideran que su derecho a la

libertad de expresión e información se ve enormemente limitado con la tipificación

de estos delitos. Lo cierto es que, en muchas ocasiones, las personas suelen realizar

de manera temeraria y tendenciosa, afirmaciones que afectan el derecho al honor sin

llevar cabo, una mínima verificación sobre la veracidad de los hechos, para luego

escudarse en el anonimato que brinda la internet y las redes sociales, es por este

motivo que, consideramos que estos comportamientos – a excepción del delito de

injuria-, deben seguir siendo tutelados por el Derecho Penal.

El interés general o la relevancia pública justifica así, en ocasiones, sacrificar el interés

particular a la singular contribución de la libertad de expresión a la formación de una

opinión pública libre de los ciudadanos en una sociedad democrática como la nuestra.

Quizá uno de los mayores problemas entre ambos derechos es la amplitud de

escenarios donde puede surgir la colisión entre la libertad de expresión y el derecho

al honor. Las condiciones no son así las mismas de cara a la manifestación del interés

público de lo expresado. En todo caso, la contribución a la formación de la opinión

pública libre, en general, se fundamenta en el carácter público de las personas sobre

las que recae la crítica, por el objeto del mensaje o el contexto en el que éste es

expresado, o, en fin, por los sujetos que emiten dichas opiniones.

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CONCLUSIONES

PRIMERA. La libertad de expresión se erige como un cauce para que las

personas puedan participar en la vida pública y política, pues en caso de no existir

ésta los individuos no podrían formar su opinión e intervenir con criterios propios

en los asuntos públicos. Sin la existencia de una opinión pública libre no sería

posible régimen democrático alguno. No obstante, la libertad de expresión no

amparará aquellas expresiones hirientes o injuriosas, ya que no existe un derecho

al insulto amparado constitucionalmente.

SEGUNDA. Es una tarea muy compleja la delimitación del derecho al honor.

Pese a la evolución que dicho derecho fundamental ha ido sufriendo con el tiempo

y su tratamiento en los diferentes textos normativos, aún no hay una definición

exacta del mismo, lo cual evidentemente tampoco facilita la labor jurisdiccional

para alcanzar una respuesta unánime a las situaciones conflictivas que puedan

tener lugar. En todo caso deberá partirse de la conexión existente entre este

derecho de la personalidad y la dignidad de la persona para saber qué debe

entenderse por honor.

TERCERA. Hoy la tolerancia no es sólo respetar las ideas ajenas, sino al otro en

su conjunto, con sus creencias, costumbres, formas de expresión. La blasfemia no

puede volver a ser delito, la religión debe estar sometida a escrutinio, crítica y

sátira. No dejemos que las creencias de unos se impongan a todos. Pero no

ofendamos gratuitamente al otro.

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CUARTA. Partir de la coexistencia de los derechos fundamentales en nuestro

ordenamiento nos lleva a afirmar que no hay ningún derecho jerárquicamente

superior a otro, reconocido como derecho fundamental. Ello hace necesario

garantizar su convivencia pacífica y correcto ejercicio para alcanzar su máxima

eficacia.

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BIBLIOGRAFÍA

- REATEGUI SANCHEZ, J. (2014) Derecho Penal Parte Especial (1ra Ed.)

Lima: Editorial y Distribuidora Legales E.I.R.L.

- SALINAS SICCHA, R. (1998) Derecho Penal Parte Especial. Lima Palestra

Editores S.A.C.

- SALAS ARENAS, J. (2007) Aportes al debate jurídico de la Libertad de

Expresión. Lima. Editorial Ergo.

- DE DOMINGO PÉREZ, T., (2001) ¿Conflictos entre derechos

fundamentales?, Madrid, ed. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

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