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Alicia
(Un caso clínico de Jorge García Badaracco)

Contexto histórico del tratamiento: Es una persona que fue asistida en los años Setenta del
siglo pasado en la clínica psicoanalítica privada de García Badaracco, que funcionaba en la zona
de Belgrano, en Buenos Aires. Los pacientes que allí concurrían para ser tratados eran personas
con un gran poder socio-económico y, generalmente, de clase social alta. La clínica era una casa
muy cómoda, de dos plantas, donde los pacientes –no más de treinta- residían y tenían un
proceso de rehabilitación psicosocial y un psicoanálisis de cinco sesiones semanales con algún
psicoanalista de la lista ofrecida por la clínica. El eje del proceso era el tratamiento
psicoanalítico al que se subordinaba muy claramente el proceso de rehabilitación psicosocial
que era realizado en grupos, con diferentes actividades (expresión corporal-musical, laborterapia
y otras). Parte del tratamiento era el trabajo psicoanalítico con las familias que luego García
Badaracco desarrolló y al que llamó Psicoanálisis Multifamiliar. García Badaracco concurrió en
numerosas ocasiones al Uruguay, invitado por la Clínica Psiquiátrica de la Facultad de Medicina
de la UDELAR (Prof. Probst), la Asociación Psicoanalítica del Uruguay y por Castalia –a fines
de los 80 y 90. Posteriormente, la organización Ciprés incorporó el modelo del Psicoanálisis
Multifamiliar a su trabajo con personas con trastornos severos. (Nota de EMGR).
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Se trata de una paciente de 28 años –con un diagnóstico de esquizofrenia- que estuvo en


tratamiento psicoanalítico durante muchos años con escasos resultados.

Al comenzar el tratamiento conmigo (García Badaracco), Alicia mostraba una


personalidad infantil y hablaba con una voz monótona y aniñada. Era dulce y sumisa, y
cuando terminaba de hablar se arrodillaba en forma servil pidiendo perdón; temiendo
haber sido ofensiva. Sentía que no merecía nada ni a nadie y repetía continuamente:
“Usted es demasiado para mí”.

Hablaba usando frases de otros, y actuaba como si yo conociera las personas a quienes
se refería. Tenía miedo de dañarme, como sentía que había dañado a sus otros
terapeutas. A veces me dejaba ver que detrás de esta apariencia había otro personaje.

Las sesiones, apoco de comenzar, se volvieron muy confusas e incoherentes. A la


manera de un rompecabezas, comencé a entender que detrás de este lenguaje críptico,
surgía una verdad dolorosa con la misma vigencia que en otros tiempos. Podía percibir
la agresión y violencia subyacentes que aparecerían unos meses después.

El discurso de Alicia era un monólogo repetitivo destinado a tomar distancia y control


de la comunicación. Ella nunca podía hablar en nombre de sí misma. A veces inventaba


Tomado de la versión inglesa: Identification and its vicissitudes in the psychosis. The importance of
the concept of the maddening object, Int. J. Psycho-Anal. (1986) 67, pp. 143-45. Presentado ante el
34avo. Congreso Internacional de Psicoanálisis realizado en Hamburgo, Alemania, julio de 1985. Uno de
los artículos en español apareció en la Rev. de Psicoanálisis, Buenos Aires, tomo XLII, No. 3, mayo-junio
1985, pp. 496-515 y otro en el Libro Anual de Psicoanálisis, 1986, Lima, pp. 217-227. (Ninguna de las
publicaciones en español trae el caso clínico).
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historias para evitar que yo hablara. Parecía aterrorizada de lo que pudiera decirle.
Luego supimos que cuando era pequeña, su madre le repetía interpretaciones
psicoanalíticas de forma fría y estereotipada. Esto la hacía sentir que era tratada como
una enferma o como un robot (“sin alma”). (Al nacer Alicia, su madre sufrió una
depresión melancólica y comenzó un análisis que duró muchos años.)

Poco a poco se hizo evidente que el monólogo repetitivo surgía de una identificación
con su madre. Alicia la había percibido como una “máquina infernal que manejaba a
todos como muñecos mecánicos sin sentimientos”. En relación a Alicia, pensamos que
debajo de su apariencia tranquila y tolerante, escondía un control obsesivo y sistemático
de una intensa agresividad.

En la transferencia vimos como Alicia, identificada con su madre “vacía de


sentimientos”, me hacía sentir en carne propia lo que había sentido frente esta madre-
robot durante años. A través de la identificación con los aspectos más amenazantes de
su madre; Alicia ahora amenazaba a su analista.
Luego de seis meses de tratamiento psicoanalítico individual, Alicia comenzó a
empeorar. Me decía que lo que le sucedía no era psicológico y que se sentía muerta; que
se estaba pudriendo. Le dolía el cuerpo, lo sentía deforme y demandaba con
agresividad que la tocaran para confirmarlo. Yo me sentía perseguido por estos
dolores. No pensaba que fueran síntomas de cuño histérico para llamar mi atención.
Sentía que eran formas sádicas de actuar conmigo y con los otros a través de su cuerpo.
Sus quejas me llegaban como distorsiones perversas de sensaciones que, sin duda,
condensaban muchos elementos.

A menudo cuando se volvía agresiva, parecía estar buscando un castigo, como si me


provocara para ser golpeada. A veces parecía excitada y erotizada. De esto podría
hablar mucho después. Luego de actuar en la transferencia sus identificaciones
patológicas y toparse con la puesta de límites, pudo modificar la compulsión a la
repetición que la invadía y no podía controlar.

Poco a poco comencé a entender que el material que traía Alicia contenía muchas
condensaciones y desplazamientos. Por la forma en que traía las fantasías de muerte y
de podredumbre, descubrimos que ella me imponía un maltrato a través de sus quejas
vengativas. También estaba destratando a sus padres diciéndoles cosas locas y
agresivas. Luego vimos que Alicia se había sentido desde muy niña invadida por
sentimientos de muerte relativos a la enfermedad de su madre. (Ésta permaneció un año
en cama a causa de su crisis melancólica).

Identificada con los aspectos mortíferos de su madre, la perseguía ahora de forma


vengativa. Las agresiones de Alicia hacia su madre también tenían otros componentes.
Eran formas de sacudir su depresión mortal para revivirla. Muchas veces, cuando era
muy pequeña, golpeaba a su madre en el pecho con su muñeca, para hacerla reaccionar.
También era una forma de sentirse viva. Ahora, en la transferencia, Alicia me perseguía
con estas identificaciones patológicas y enloquecedoras como un desplazamiento de la
venganza y de las quejas compulsivas dirigidas a su madre. Aun cuando actuaba sus
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reproches vengativos y sus quejas compulsivas, permanecía atrapada en un círculo


vicioso auto-destructivo y buscaba una reparación por el daño sufrido.

Luego de dos años de tratamiento, Alicia comenzó a sentirse mejor. Toleraba mejor las
sesiones pero no las separaciones. Hacía todo lo posible por retenerme. Decía necesitar
“un permanente suministro de afecto”.

Durante varios meses tenía la necesidad de que la acompañara permanentemente alguna


persona significativa de la clínica1. Pudo empezar a verbalizar que se sentía atacada y
dañada cuando la dejaban sola y que el dolor se transformaba rápidamente en odio. Esto
también se canalizaba en un comportamiento autodestructivo. El odio hacia sus padres
fue ampliamente analizado como una consecuencia de intensos sentimientos de
abandono sistemáticamente vividos en situaciones infantiles dolorosas y traumáticas,
debido a falta de cuidado y límites; provocando en Alicia un intenso resentimiento.
Estos aspectos pudieron trabajarse en la transferencia durante la cual Alicia me atacaba
a través de su desvalimiento como una demanda indirecta de “ayuda” que provenía de
su dependencia patológica que la paralizaba completamente.

En la transferencia Alicia actuaba las situaciones traumáticas de su infancia. Este


comportamiento también reproducía el de sus padres. Especialmente el de su madre,
que parecía ser muy paciente y tolerante y que generalmente podía controlar su
agresividad; pero que, a veces, perdía el control. Estos episodios eran muy
amenazadores para Alicia durante su infancia. Ahora ella se identificaba con esos
aspectos amenazadores y amenazaba a su analista.

Su padre, un hombre europeo cultivado, pero infantil, era vivido por Alicia como
peligroso y seductor que nunca supo poner límites. Alicia tenía, desde la niñez, una
confusión entre los roles paterno y materno. Solo pudo modificar su compulsión a la
repetición, luego de encontrarse con una puesta de límites a sus actuaciones
transferenciales.

Alicia había sufrido mucho durante su infancia. Juntos pudimos reconstruir los
primeros años de su vida, durante los cuales su madre permaneció un año en cama, que
fueron muy traumáticos para ella.

Era claro que su padre, que trabajaba todo el día, al llegar a la casa se ocupaba de su
esposa enferma, por lo que Alicia estableció con su hermano menor un estrecho lazo,
como suele suceder con los niños abandonados. Se hizo cargo de su hermano, pero
como no tenía una imagen materna con la cual identificarse, ocupó el rol de madre
sustituta como pudo. Nadie estableció límites en forma adecuada a su comportamiento
infantil y seductor y, por lo tanto, no logró resolver su conflicto de la infancia, ni
edificar un adecuado superyó.

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DITEM (Diagnóstico y tratamiento de las Enfermedades Mentales). Así se llamaba la clínica
psiquiátrico-psicoanalítica que tuvo García Badaracco en la calle O´Higgins, en el barrio de Belgrano, en
Buenos Aires; desde 1968 hasta los Noventa.
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Las tempranas relaciones sexuales durante su adolescencia, eran con parejas narcisistas
e incestuosas con escasa diferenciación. Era una forma de simbiosis con el otro. La
promiscuidad sexual era producto de su incapacidad para permanecer sola. Todo esto le
produjo un intenso dolor y resentimiento.

Alicia comenzó a entender que, cuando se sentía débil o asustada en lugar de admitirlo,
tenía “ataques de confianza enfermizos”; o “se volvía perversa”. Pensaba que tenía
miedo de ser sumisa porque la habían tratado muy mal. También pensaba que yo era tan
inteligente que mi presencia la intimidaba. Decía que no podía sentir gratitud por nadie
y que estaba llena de malos sentimientos. No podía ver nada bueno en sus padres y a
menudo quería matarlos. Las personas la asustaban porque las veía cómo demonios,
igual que a sí misma.

A través de un proceso de des-identificación, Alicia comenzó a cambiar positivamente


y logró ser agradable con sus padres, quienes se sorprendieron mucho por este cambio
y no podían entender el nuevo lenguaje y actitudes de Alicia. Los técnicos, en la
clínica, observaron con enojo, la incapacidad de la familia para acompañar su proceso
analítico. Sugirieron un tiempo de separación que trajo alivio tanto a Alicia como a su
familia. Esto le dio la oportunidad de sentirse más autónoma. El odio que sentía cada
vez que se contactaba con ellos fue disminuyendo. Poco tiempo después pudo ir a su
casa y hacer tareas domésticas, tratando de “dar vida al hogar” como ella decía. El
progreso continuó sin altibajos y Alicia logró estabilizar su vida emocional y generó
una vida social activa y rica.

(No es el lugar aquí de precisar los pasos subsiguientes del proceso terapéutico).

Traducción de Elina Goñi (2006) para el Seminario de Psicopatología-II (Psicosis) de AUDEPP. Prof.
Lic. Eliseo M. González Regadas.

Bibliografía:

1. García Badaracco, J.E. (1982): Biografía de una Esquizofrenia, Buenos Aires,


FCE.

2. García Badaracco, J.E. (1990): Comunidad Terapéutica Psicoanalítica de


Estructura Multifamiliar, Madrid, Tecnipublicaciones.

3. García Badaracco, J.E. (2000): Psicoanálisis Multifamiliar, Buenos Aires,


Paidós.

4. García Badaracco, J.E. (2005): Demonios de la mente, Buenos Aires, EUDEBA.


(Reedición con modificaciones de Biografía de una Esquizofrenia).

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