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Ser mujer y ser indígena, un peligro en la Guatemala del despojo

Videoconferencias de Gladys Tzul y Silvia Federici, enviadas a un encuentro a celebrarse este 4


de noviembre con la comunidad de Totonicapán, al que no pudieron asistir por amenazas de las
élites locales.

México, Distrito Federal. El papá de Gladys y de Jovita, don Delfino Tzul, recibió los avisos de
muerte. Pronto se esparció el rumor en la aldea de Paqui, departamento de Totonicapán, de que
una de sus hijas había sido asesinada. A su casa empezaron a llegar pésames, gente llorando,
flores para la difunta. El clima de miedo que pretenden instalar las elites locales para frenar la
defensa del territorio se había echado a andar en una región fortalecida desde la matanza de seis
comuneros ocurrida el 4 de octubre de 2012.

Consideradas mujeres peligrosas para los planes de despojo en Guatemala, las hermanas Jovita y
Gladys Tzul Tzul, representan el clima actual contra quienes revitalizan el tejido comunitario. Su
caso, por supuesto, no es aislado. Se trata de desactivar una emergencia política, un trabajo que
se viene dando desde abajo, desde lo pequeño y, por lo mismo, tan verdadero y peligroso para
quienes representan el poder económico y político en este pequeño y grandioso país
centroamericano.

Este 4 de noviembre, la aldea de Paqui tenía todo listo para recibir a la feminista y activista
Silvia Federici, acompañante desde hace cuatro décadas de los procesos de lucha que cuidan y
defienden lo común. Un encuentro -organizado también por las hermanas Tzul- con las mujeres
y los hombres de un pueblo que a todas luces resultó amenazante para las élites locales que
pretenden devorar el territorio, pero que finalmente no pudieron parar, pues la comunidad
decidió reunirse y escuchar la participación en video de las mujeres amenazadas.

¿Por qué amenazan a las hermanas Tzul, a Gladys y Jovita Tzul Tzul? “Gladys y Jovita Tzul son
dos mujeres jóvenes, comprometidas con su comunidad, profesionistas y estudiosas capaces y
activas; quienes, después del 4 de octubre, como muchos otros jóvenes y mayores de los
cantones y aldeas de Totonicapán se volcaron a llorar y a enterrar a los muertos de la Masacre
del 4 de octubre de 2012; pero no sólo a eso: ellas han participado, colaborado y contribuido a
generar, junto con muchos otros, la revitalización del tejido comunitario de Totonicapán. Ellas,
como muchos otros, han convertido el dolor en indignación y desde esa fuerza se han volcado a
diversas iniciativas que contribuyen a que el pueblo conserve su historia, a que se aclaren
colectivamente las amenazas que atraviesan las tierras comunitarias y los derechos de todos….
Ellas no son distintas a las demás, son activas, comprometidas y capaces… Son parte activa de
un proceso de lucha en marcha más allá de la Masacre de octubre de 2012. Por eso han recibido
amenazas de muerte”, se asienta en la denuncia que recorre en estos momentos el mundo de la
solidaridad, para regar la indignación.
Originaria de Paquí, uno de los 48 cantones de Totonicapán, Gladys Tzul forma parte de diversos
colectivos en Guatemala, uno de ellos es “Con Voz Propia”, conformado por mujeres fotógrafas
indígenas, y otro es “Comunidad de estudios mayas”, integrado por antropólogos e historiadores,
que están (re) escribiendo una historia sobre Guatemala. La otra historia. O una de las historias.

Gladys desmenuza la situación actual en Totonicapán y en Guatemala. Luchadora comprometida


y rigurosa, ofrece datos, nombres, lugares y estrategias del despojo. A continuación la entrevista
concedida a Desinformémonos.

Totonicapán, centro de la lucha indígena

Totonicapán en este momento representa un lugar de articulación política de la lucha indígena a


nivel regional, en el sentido en que es desde ahí que se ha defendido el uso de las tierras
comunales y la soberanía que tenemos los pueblos indígenas sobre ellas.

Varias de nuestras luchas, su proceso de actualización y las distintas formas en que varios
jóvenes nos hemos involucrado en el tejido político social en Totonicapán, tiene que ver contra
una lucha porque la Constitución no sea cambiada. El gobierno de Otto Pérez Molina, que es un
presidente que participó en las políticas genocidas de los años ochenta, quiere reformar la
Constitución; precisa cambiar, en materia indígena, los artículos 1 y 66.

En el artículo 1º quiere establecer que Guatemala es una nación única, con un territorio
indivisible. Anteriormente no estaba registrada de esa manera. Su interés de colocarla como
nación única y pueblo indivisible significa para nosotros cerrar todas las posibilidades de
existencia en el marco de la Constitución. Aunque nos desconocieran en la Constitución vamos a
seguir existiendo, pero cambiar eso significa un paro a nuestras demandas.

Con respecto al artículo 66, en la Constitución actual dice que somos grupos étnicos, que
tenemos cultura, idioma y formas de organización social. En la reforma dice que somos pueblos
indígenas que tenemos cultura, que tenemos vestidos diferente y que hablamos idiomas, pero el
central es el español, y borra de tajo formas de organización social que en muchos casos nos han
servido para defendernos y decir que tenemos organización social es porque está encima de la
tierra comunal. Por eso saben que tienen que cambiarlo, y contra eso nos opusimos el 4 de
octubre de 2012 (día de la masacre).

Nos opusimos a esa reforma y a las del 256, del 253 y del 252, que lo que quiere es reformar el
papel de la policía y del ejército. En la reforma se dice que el ejército podrá auxiliar a la policía
en labores de seguridad y de contención, siempre y cuando el presidente lo requiera. Eso es abrir
la posibilidad a fuerzas combinadas, que deja también de lado lo que se acordó en los Acuerdos
de Paz, respecto a que se tenía que desmovilizar el ejército y la policía tenía que convertirse en
civil, y que no tenía que estar armada. Ahí de nuevo se vuelve a constitucionalizar el uso de las
fuerzas armadas.

El 4 de octubre salimos a protestar también porque había un proceso de negociación por los altos
cobros de la tarifa de la luz. Se estaba cobrando demasiado, y en algunas comunidades se nos
hacía un cobro por el uso del alumbrado público y no se tiene ese servicio. Cuando las
comunidades empezaron a hacer sus cuentas, había por ahí 16 mil quetzales de recolección de
pago de alumbrado público por un servicio que no se tenía. Se salió a protestar también porque
se estaba aumentando el costo del kilovatio.

Era una lucha a nivel nacional, no únicamente por Totonicapán, se llevó por un año y se
estableció que sí se iba a negociar con la empresa eléctrica.

Otra lucha por la que se salimos a manifestarnos es porque querían aumentar los años de
formación a los estudiantes, los que aquí se llaman normalistas, allá se llaman estudiantes de
magisterio. Para poder trabajar como profesor en Guatemala necesitas estudiar tres años, y ahora,
la Ministra quiere reformar la ley y aumentarle dos años, y convertir eso en un bachillerato en
educación y no en un profesor de educación rural, que es lo que te da la licencia para poder
trabajar. Los hijos de la gente que está defendiendo la luz, los hijos de la gente que estamos
defendiendo las tierras comunales, son a los cuales se les quieren cargar estos años, y por eso se
salió a protestar.}

El 4 de octubre del 2012, por los testimonios que tenemos de las compañeras y los compañeros,
es que el ejército acampó un día anterior, porque se encontró el lugar donde estaban. No es que
fortuitamente llegó el ejército y se dio un enfrentamiento; el ejército estaba ahí y lo que quería
era reprimir, y murieron seis compañeros ahí.

Lo que está en juego en este momento en Totonicapán es desestructurar a toda la red


organizativa que está luchando contra la reforma constitucional, la luz, y que aparte está llevando
un proceso de juicio por esa masacre, porque eso no fue un accidente, fue un acto organizado,
deliberadamente ordenado. En este momento también tenemos un proceso de juicio en los
tribunales, y están todas las trabas jurídicas y legales.

El aniversario de la masacre

En octubre de 2013, organizamos una marcha y un mes de actividades. Son varios compañeros
que nos constituimos como un colectivo que se llama Cartaginem, que significa un nuevo
despertar, con una serie de eventos, una marcha, una toma en la carretera, la develación de una
plaqueta con el nombre de los mártires, y organizamos actividades culturales: se hicieron
conciertos, unos compañeros se organizaron y tomaron todas las imágenes que se tenían de los
celulares, los descargaron e hicieron videos de alta resolución.
Nosotras como colectivo organizamos una muestra fotográfica, que es una especie de mapeo del
despojo actúa, con las mineras, las cementeras y las hidroeléctricas. Y, sí es un mapa del despojo
pero también es un mapa de mujeres que portamos los huipiles, que estamos luchando en contra
de esos procesos.

Este es el contexto de las actuales amenazas. Lo que quieren es desestructurar esta emergencia
política de varias organizaciones, porque cuando se celebró el 4 de octubre, vinieron los
compañeros de Nebaj, los de Huehuetenango, de San Marcos, de Chimaltenango, de Sololá, que
son los lugares donde se están implantando estos proyectos extractivos.

El despojo. Se firmó la paz, pero no nos dimos cuenta que llegaron las hidroeléctricas

Hay más de 73 licencias de exploración minera otorgadas; hay también cientos de órdenes de
captura de hombres y mujeres en la región de Altiplano Occidental, porque es el lugar donde está
la vena montañosa, con una diversidad biológica y ecológica, pero también es donde se
concentra la mayor cantidad de fuentes de agua potable, que está ligada al cuidado del bosque.

Los que nosotros conocemos más es el caso de la minera Montana, en Huehuetenango, en San
Miguel Ixtahuacán, que tiene ya más de siete años de operación; en el cual el proceso de
resistencia está en el sabotaje permanente del funcionamiento de la mina. Un colectivo de
compañeras se dedica a botar los postes. Saben que la mina ya está funcionando, que ya se metió,
que no se dieron cuenta. Dicen los compañeros cuando les preguntamos que cómo es que no se
dieron cuenta de que llegó así, y es que ellos entendieron muy bien que muchos de nosotros nos
pasábamos a México para el proceso del corte de café. Cuando nosotros no estábamos y nos
íbamos a las fincas, es cuando comenzaron a llegar y a poner la maquinaria. Ellas, las
compañeras de San Miguel Ixtahuacán, ahora están en un proceso de sabotaje del
funcionamiento de la mina.

En el caso de Barillas hay un fuerte proceso de resistencia encabezado por las mujeres, por
Hermelinda Simón, por Isabela Gaspar, y por varios compañeros que también están
criminalizados. Allá están cerrando los caminos para evitar el ingreso de la policía y el ingreso
del ejército a estos lugares. El ejército lo que hace es llegar en helicóptero.

En San Juan Sacatepequez, lo que quieren es instalar una de las cementeras más grandes a nivel
centroamericano, y la quieren construir en el territorio de 12 comunidades kajchiqueles. El
compañero Concepción, que está en este proceso de lucha y de resistencia, nos dice que hay más
de 14 compañeros en la cárcel, y es mucho más dificultoso porque ellos están a 14 kilómetros de
la capital, con lo cual tiene muchos más cerca el ejército y a la policía. Aquí hay dos procesos de
seguridad: la seguridad del ejército y la seguridad de ellos. Mi hermana acaba de volver de ese
lugar y me dice que hay dos puestos de control: el que tiene el ejército, que deja pasar, y el de las
comunidades, que son quienes deciden a quienes dejan pasar.
Y el caso de las compañeras del Ixil, que decían que qué bien que hubieron acuerdos de paz,
porque eso hizo que el ejército se desmovilizara y se fuera. El problema, decía una compañera,
es que nos emocionamos mucho con que se firmó la paz, pero no nos dimos cuenta que llegaron
las hidroeléctricas y que llegaron los proyectos mineros. También estas compañeras están
jóvenes, nietas de las mujeres que declararon por la violación en el juicio contra genocidio, que
se dan cuenta de que están ingresando las hidroeléctricas porque ellas siguen buscando a sus
muertos, ellas siguen buscando en las osamentas clandestinas y eso significa que tienen un
conocimiento territorial. Ahí se dan cuenta de que está ingresando gente a hacer exploración, y
de que hay más de 14 licencias otorgadas por el Ministerio de Energía y Minas a esa región del
ixil.

Son varias luchas que se van articulando, y en este momento Totonicapán es el lugar de
confluencia y de denuncia, no sólo de la masacre contemporánea, que pone en tela de juicio a
Otto Pérez Molina, sino también en el caso de Nebaj. Totonicapán es un lugar donde se han
estado expandiendo y confluyendo varias luchas, y eso es lo que quieren frenar.

Las luchas contra el neoliberalismo se dan en los pueblos

Sí, porque es el lugar donde vivimos, es el lugar que habitamos y es el lugar que gobernamos. Sí,
es cierto, vivimos en esos territorios, y en esos territorios hay estructuras políticas que tenemos
los pueblos indígenas, y por eso se explican estos procesos que están cobrando envergadura.

Son procesos históricos, políticos, y funcionan de acuerdo a con quien hay que pelear. Cuando
hay que pelear contra la hidroeléctrica, se dice: esto es territorio nacional. Pero cuando hay que
luchar contra el Estado, se dice: esto es territorio comunal y aquí el Estado no tienen que ver.
Hay distintas formas de lucha, hay distintas formas discursivas que tenemos que apelar en el
momento de la lucha.

Y es una lucha protagonizada básicamente por mujeres. Son las que organizan las luchas, las que
llevan la comida para que se resista más tiempo en los paros, las que buscan a sus hijos y
desaparecidos y se dieron cuenta de que está ingresando otra gente a querer tomar las tierras.

Las mujeres en lucha

Actualmente hay una mayor visibilidad de las mujeres en lucha. Es el reconocimiento de lo que
permanentemente se ha dado. Todas nuestras abuelas, nuestras tías, nuestras madres, se rebelaron
todo el tiempo. Mi abuela trabajo de niña dentro de una finca, y me contó cómo se rebelaron
contra los malos tratos, porque no les daban de comer.

Es como dice Silvia (Federici), una revolución silenciosa. Aparentemente no es revolución, pero
siempre se manifestaron.
Ahora es mucho más difícil de ocultar. Este hecho de hacer la comida, el cuidado de los niños, es
la base para que lo otro se pudiera mantener, si no, no sería posible. Aunque sí es cierto que hay
mucha más visibilidad ahorita, o mucho menos ocultamiento, porque también ha habido un
proceso de formación, hay un manejo de español, eso significa que es muchos más público
nuestro discurso. Antes era únicamente en quiché –y sigue siendo así en muchas partes- y eso
significa que ha sido mucho más difícil malear y cooptar los procesos de las mujeres. Ha sido
mucho más fácil malear y cooptar a los compañeros hombres porque han tenido un lenguaje de
comunicación liberal mucho más igualador.

Del encuentro con Silvia Federici y las actuales amenazas

Nosotras, cuando nos enteramos que venía Silvia Federici, empezamos a hablar con nuestras
compañeras del colectivo de fotografía, con quienes traíamos un proceso en la lógica del mapa
del saqueo, y queríamos colocar a los huipiles en el centro. Los huipiles los hacen las mujeres,
los portan las mujeres, y sufrimos quienes los portamos. Entonces hicimos fotografías de estos
procesos contra hidroeléctricas, contra cementeras, contra minas, y por la lucha contra el
genocidio y por el sistema de gobierno en Totonicapán.

Ahí nos encontramos con todas estas luchas invisibles que hacen las mujeres, y cuando en el
seminario del doctorado que estoy tomando leemos el libro de Silvia Federici, decimos, aquí
encontramos palabras que nos ayudan a describir qué es lo que nos pasa y por qué nos es tan
difícil presentarnos más allá de la clásica teoría del machismo y del patriarcado que está
oprimiendo permanentemente. Entonces, con estas compañeras del colectivo de fotografías, y
con una compañera que se llama Andrea Ixchuc –que en este momento es presidenta de la junta
de Recursos Naturales, una chica bastante joven- le digo, mira, tenemos esta oportunidad,
podemos gestionar que venga Silvia Federici y que tengamos un encuentro con todas estas
mujeres que están en los procesos de lucha, y las mujeres que están haciendo su servicio
comunal –porque nosotras vivimos en un sistema en el cual hay un proceso de rotación de
autoridades en el que no hay pago, tenemos que hacer nuestro trabajo, y hay un importante
número de mujeres jóvenes haciendo su servicio en este momento, que es el cuidado del bosque,
del agua, de los caminos, de las escuelas, en la organización de los procesos de entierro cuando
hay que enterrar a los muertos. Hay que traer a estas compañeras y que hablemos, tener un lugar
para hablar, así lo planeamos.

También, hace un mes, con el proceso de fotografía, hubo un rumor de desacreditación.


Comenzaron a decir que nosotras, las mujeres fotógrafas, estábamos vendiendo las fotografías a
la prensa. Se rumoraba que las viudas se habían vendido, y que las que habían tomado las fotos
de esas mujeres que se habían vendido éramos nosotras. Entonces ya hay un proceso atrás,
también de querer socavar las actividades que íbamos a desarrollar en octubre.
Creo que nos atacan a nosotras y no directamente a los dirigentes, porque saben que de alguna
manera contribuimos a facilitar y a participar en igualdad y activamente en los procesos
organizativos.

Los mecanismos son los mismos que en los años ochenta, en la guerra. Comienzan con estos
procesos de deslegitimación, como lo que nos ocurrió el mes pasado, y lo que pasó ahora fue un
rumor. Llegaron a mi casa a decir –y a mi comunidad completa- que a una de las hijas de mi
papá, don Delfino, la habían matado, que no se sabía cuál era pero que ya pronto iba a llegar el
cadáver. Entonces en mi comunidad se dice que yo o mi hermana estamos muertas y que el
cadáver sería entregado.

Lo que luego se comienza a decir es que seguro porque andan metidas en cosas políticas, seguro
que anda agitando. Ellos, porque son políticos, creen que nosotras actuamos de la misma manera,
que también intentamos acarrear gente como ellos lo hacen. Deslegitimando de esa manera y
utilizando el rumor para después convertirlo en verdad. Llegaron a la casa de mi papá a dejarle
flores y coronas, y a decirle: lamento mucho que su hija haya muerto, y le llevaban un té. Fue un
estado de caos terrible, como ocurría en la guerra. Esto fue el domingo 27 de octubre.

Y después de la amenaza…

Lo que planeamos con varias compañeras es sentar un proceso de denuncia a nivel nacional e
internacional, porque esta amenaza viene claramente de las élites locales, que están vinculadas
con Ríos Montt. Son élites que se constituyen desde los años ochenta, y van cobrando
protagonismo. Logran acumular poder político y poder económico a partir de que Ríos Montt
vuelve al poder político y se hace presidente del Congreso. De ahí han tenido una continuidad
hasta ahora, que este tipo, esta familia –de apellido Arévalo- llega a ser presidente del Fondo de
Inversión Local, y es quien va a detentar la gran cantidad de presupuesto para los procesos de
reconstrucción después de la guerra, y que ahora es presidente de la Comisión de Finanzas en el
Congreso. Es un tipo que ha estado permanentemente socavando y queriendo dividir el tejido
comunitario. Está en eso.

Como estamos encontrando maneras para visibilizar el papel de corrupción que estos tipos tienen
–estamos ensayando con el arte, con conciertos, con foros de esta naturaleza, en el cual no
únicamente nos dediquemos a decir lo que son, sino a mostrar la lógica de cómo funcionan- yo
siento que es ahí lo peligroso que ellos vieron y por eso lo quieren frenar.

Ahora hay un proceso de denuncia nacional e internacional, de tal manera que en las estructuras
más altas se llegue a decir a estas estructuras locales que no pueden actuar con total impunidad, y
que si pudieron intentar frenar la visita de Silvia, pues les va a costar demasiado caro el hecho de
que lo hayan intentado hacer.

Mi familia va a empezar un proceso de denuncia en la Fiscalía, en el Ministerio Público, y en la


Procuraduría de los Derechos Humanos.
Y en el caso de cómo replantearíamos la visita de Silvia, decidimos no presentarnos porque no
queríamos darles el lujo de que nos reprimieran tan fácilmente. La represión en este momento
contra la gente que está en procesos de luchas sociales, no es como en los años ochenta. Ahora
llegan, dan una llamada y dicen: en ese lugar están vendiendo droga, o en ese lugar hay alguien
secuestrado, o en ese lugar está pasando algo de los que ellos están queriendo buscar, y bajo ese
argumento llegan y pueden intervenir.

Peligro: Mujer e indígena

Ser indígena significa que el proyecto de Estado nación no triunfó, básicamente eso, y que si el
Estado nación no triunfa, significa que el territorio no es único, que la lengua no es única y que
no hay una sola ciudadanía. Y quienes representan eso somos las mujeres indígenas, en primer
lugar.

Y también porque somos las mujeres las que estamos en estos procesos de denuncia, de defensa,
y porque hay una forma de hacer entre mujeres que es más disruptivo. No sólo son las marchas,
son estas formas de organización y de cuido. En un lugar que se llama La Puya, donde quieren
poner una nueva mina, a las señoras se les ocurrió que para evitar que entre el ejército, ir a rezar
el santo rosario a ese lugar. Yo me declaro atea, pero yo les dije, señoras, yo voy a ir a rezar con
ustedes. Se apostaron frente a la mina, y entonces el hecho de llevar sus cuadros de San Juan, de
San Judas Tadeo, y de la Virgen María y la Virgen de Guadalupe, y estar todos formados en el
camino, pues coloca a los soldados y a los policías en otro lugar. Y cuando quieren ingresar,
comienzan a rezar de nuevo el santo rosario.

Entonces, son esas formas políticas de defensa bien interesantes, que en la lógica de los hombres
no las entienden. Hay un hacer femenino ahí, como en el caso de la declaración de la violación
sexual por los casos de genocidio. Eso era un gran problema, decían, quiénes van a denunciar,
para qué van a denunciar, se va a exponer otra vez. Pero las señoras dijeron, vamos a denunciar,
y lo vamos a hacer con el rostro tapado, no porque tengamos vergüenza, sino porque esos que
están ahí nos van a reconocer y nos van a volver a perseguir. Y entonces algo en lo que los
hombres –porque finalmente operan sus lógicas de honor- no estaban de acuerdo, ellas dijeron,
sí, vamos, y lo hicieron. Y también es una forma disruptiva, una forma liberadora del papel de
las mujeres.

En ese sentido, las mujeres indígenas son claramente un peligro, porque las formas de hacer no
están capturadas ni canonizadas de la misma forma de cómo se hace la lucha.

Hay muchas formas de hacer la política desde las mujeres, y por eso representan un peligro.
Ahora, cuando estábamos en un encuentro en Oaxaca, una compañera decía eso: sus formas de
intimidación ahorita son con la familia, porque creen que la familia, el papá, va a seguir
ejerciendo autoridad sobre la hija para decirle que no, o el esposo a su esposa, que le va a decir,
pues no te metas, pues no vayas.
Por eso hacen de esa manera la amenaza en mi contra. Llegan directamente a mi padre a decirle,
tenga mucha paciencia, su hija ya murió, y le llevan flores y coronas y todo, porque saben que de
esa manera –de hecho, ese enfrentamiento lo tuve yo con mi papá, yo lo llamo y lo primero que
hace es regañarme: “ya viste, yo te dije, no te tenés que meter mucho, y mirá, ahora está pasando
esto”.

Peor que en los ochentas

Si no nos han matado es porque hemos encontrado las maneras de cómo hacer para que no nos
maten.

Ahora la represión es mucho más compleja y son más múltiples los lugares de las que llega, o
son hidroeléctricas vascas, o son mineras canadienses, o son cementeras de capital nacional.
Sabemos quiénes son.

Yo estuve el 9 de agosto, día de los pueblos indígenas, también en Totonicapán. Fue la


declaración de los pueblos indígenas. Ese día, mientras nosotros estábamos en una asamblea,
estaban reprimiendo en San Juan Sacatepequez. Y ese mismo día, una señora de un lugar que se
llama Santa Catarina Ixtahuacán, dijo, es que aquí sabemos muy bien quiénes son: son la
empresa vasca y nos dio el nombre y quién es el representante legal, y quién es el gerente
general. Y dice, ellos creen que pueden funcionar de manera solitaria, como si tuvieran
autonomía, pero no, quienes los apoyan son el ejército y la policía. Sabemos de dónde vienen, y
sabemos que los políticos locales están enquistados con ellos, están de acuerdo.

Yo sé muy bien que la amenaza contra mi viene de la familia de los Arévalo. De ahí está
llegando.

Creo que la diferencia de la represión es que tiene estructuras más locales en la actualidad, pero
sigue teniendo en el centro al ejército.

Los tribunales de justicia están funcionando acorde a los intereses de estas empresas, y hay un
proceso de ductibilidad de la ley: cada vez se está rompiendo la ley y poniendo reformas tras
reformas.

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