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Semana 3 -4-5

SEMA
NA 3-
4-5
MÓDU
LO 1

Ética y deontología
profesional
Unidadesiii y iv

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Semana 3 -4-5

UNIDAD III
CONCEPTOS FUNDAMENTALES DE LA
DEONTOLOGÍA

En continuidad con la percepción espontánea del ser y del bien que le es


propio, de la que es capaz el intelecto humano, su sentido moral
(sindéresis) le lleva a formular con carácter preceptivo (obligatorio) los
principios del orden práctico o moral. Tradicionalmente la formulación
de estos principios recibió el nombre de "ley natural" o "ley moral
natural".
Conviene en este punto, tener presente el concepto de virtud moral y la noción
de las virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
Arribamos entonces al gran tema de la conciencia moral. Su naturaleza es la
de un juicio prudencial que realiza el intelecto práctico sobre la bondad de un
acto. Este punto se relaciona en forma inmediata con los anteriores: los
principios del orden moral (o ley moral natural) forman el conjunto de
convicciones morales básicas de la persona que sirven de fundamento del
juicio moral. Asimismo, el juicio moral es realizado por el hombre, con el
concurso de sus virtudes; la prudencia, pues se trata de un juicio
prudencial (determinar lo debido concreto); la justicia, pues se trata
de querer lo bueno y lo justo; la fortaleza y la templanza, por
constituir el soporte antropológico para la rectitud del juicio.
Finalmente, se analiza con mayor detalle, siguiendo a Gómez Pérez, (v.
Bibliog.) Algunos aspectos específicos, como los estados de la conciencia, las
condiciones y condicionamientos de los actos humanos y la determinación de
la moralidad de un acto.
3.1. LA LEY MORAL NATURAL. SUS PROPIEDADES Y SU MODO DE
CONOCIMIENTO
Si el fundamento de la moral es el bien y, en continuidad, la preceptividad de
los principios del orden práctico, resulta ineludible demostrar mediante qué
proceso el hombre conoce el ser, el bien que le es propio y conoce el primer

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principio del orden moral.


El hombreno posee conocimientos "innatos"; es decir, no nace con
conocimiento alguno. Por medio de sus sentidos se abre al cosmos, de modo
tal de que "nada hay en el intelecto que no haya pasado por los sentidos".
Siguiendo el esquema de exposición de Joseph Gevaert (El Problema del
Hombre - Introducción a la Antropología Filosófica) el conocimiento de la
verdad por parte del hombre es EXPERIENCIA más PENSAMIENTO
CONCEPTUALIZANTE.
Mediante éste se da, no solo la posibilidad del discurso racional, sino también
la de la comunicación. El pensamiento conceptual revierte sobre la
experiencia enriqueciéndola mediante el nuevo horizonte que le aporta. De allí
que -en tercer lugar- nuestro autor agrega un tercer factor: la actividad
dialéctica, tensa, permanente, entre la experiencia y el pensamiento
conceptualizante, abierta hacia el absoluto, develando el misterio del ser, en
toda su riqueza.
La capacidad natural del intelecto de percibir el ser fue llamada en el
pensamiento escolástico LUMEN, NATURALE (iluminación natural).
Pero Gevaert llama la atención en que esto no sea entendido en forma
unidireccional, como que sólo la inteligencia "ilumina al ser"; por el contrario,
también la inteligencia es iluminada por el ser.
LOS PRINCIPIOS DEL ORDEN MORAL
Sus propiedades son
AUTOEVIDENCIA. OBJETIVIDAD. «Lo mismo que los primeros
principios de la razón especulativa le son dados al espíritu por una evidencia
inmediata (P. ej. el principio de no contradicción); así también los principios
del obrar deben sernos dados con una evidencia semejante".
Messner: Se intuyen en forma inmediata, no son susceptibles de
fundamentación, «se le presentan (al hombre) con tanta certeza y validez como
el hecho más cierto de inmediata experiencia interna».
Graneris (Contrib., 67, modificado con fines didácticos): (si lo bueno es
aquello adecuado al ser) «a veces esta adecuación es evidentísima en
cuanto «está escrita» tan claramente en la misma constitución de las cosas que
quien las ve no puede menos que ver aquella (la adecuación). Es una
adecuación totalmente objetiva y absoluta, la obtenemos por intuición

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directa, no a través de un razonamiento».


Jolivet, 84, (refiriéndose al primer principio «el bien ha de
hacerse»); «(es) perfecta y esencialmente objetivo, ya que su
especificación depende de la noción de bien, sacada de la experiencia».
UNIVERSALIDAD. (Jolivet. 83) «... se refieren a toda la extensión de la
actividad humana como tal, y a toda actividad humana, es decir que valen de
todo el hombre y de todos los hombres, por lo que son doblemente
universales».
PRACTICIDAD. Porque enuncian las leyes de la actividad humana. Son el
objeto del intelecto en su función práctica (Jolivet, 83)
OBLIGATORIEDAD. Jolivet, 85: ..los principios generales de la moralidad, así
como las conclusiones inmediatas que de ellos derivan, se imponen, por su
dependencia del primer juicio del sentido moral, independientemente de
cualquier intervención positiva. «En realidad, por su adecuación racional al
bien propio del hombre, resultan el fundamento de toda moral positiva y de todo
derecho positivo.

MÁXIMA GENERALIDAD. LIMITACIÓN A UNA «PRIMA DIRECTIO». (NO


CONSTITUYEN UN SISTEMA CERRADO Y COMPLETO). Messner: El grado
de generalidad de estos principios es el máximo; precisarlos se
hace difícil por su misma generalidad. Kalinowski: Son sólo
principios de comportamiento, los principios primarios, absolutamente
inmutables y sus conclusiones inmediatas.

...Estos principios son inevitablemente generales y por ello vagos y necesitan


ser completados y concretizados. Ello compete a la moral positiva y
al derecho positivo» .

Graneris: «el concepto de lex naturalis (realista) es refractario a toda tentativa


de codificación. Es sólo una inicial inclinatio o indicatio que espera llamadas
ulteriores y más precisas, es la «prima directio actuum nostrorum ad
finem» (primera dirección de nuestros actos al fin). ... Requiere su
misma naturaleza el complemento de las normas positivas, a través de las
conclusiones y de las determinaciones de la autoridad competente o de la

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costumbre. Hasta entonces, la lex naturalis es insuficiente para regular la vida


humana y especialmente la
vida en sociedad.
Recapitulación de concepto
• LA LEY MORAL NATURAL. Los principios que gobiernan la acción del
hombre, en cuanto son conocidos por su razón natural y están basados en el
bien propio de la naturaleza humana, han sido llamados tradicionalmente «ley
natural» o «ley moral natural». Son considerados universalmente válidos
en razón de que -no variando los caracteres esenciales del hombre- tienden
a realizar sus fines permanentes y consecuentemente tienen valor práctico en
todo tiempo y lugar.
• INSUFICIENCIA. Sin perjuicio de ello, por ser nada más - y nada menos- que
principios, resultan de por sí insuficientes para responder a todas las
necesidades prácticas de la vida humana, de allí que requieren
ineludiblemente que el hombre 1) saque las conclusiones pertinentes y -sin
dejar de tenerlos en cuenta: 2) determine prudencialmente lo que fuere
menester hasta conformar la totalidad de las normas necesarias para
conducirse en lo individual y en lo social. Estas consideraciones nos
hacen desechar la idea de que la Ley Moral Natural conforma un sistema
cerrado y autosuficiente: nada más irreal que esto.
• HISTORICIDAD Y MORAL POSITIVA. Es necesario enfatizar que la
misma percepción intuitiva de los principios la realiza el hombre histórico, por
lo que tanto la comprensión de los mismos, cuanto su formulación, están
necesariamente «impregnadas» por la cultura del medio y las
peculiaridades personales del «intérprete». Sentado esto, se comprenderá que
las «conclusiones» y «determinaciones» que se dan en el plano de
la moral positiva (= vigente históricamente) están fuertemente «teñidas» de
los factores señalados. Ello explica que la moral positiva vaya cambiando a lo
largo del tiempo en todas las culturas. Porque los «intérpretes históricos»
son otros; porque cambia en sus matices la percepción de los
principios; porque cambian, en suma, las circunstancias.
• UNIVERSALIDAD DE LOS PRINCIPIOS. No obstante la realidad del
cambio, la percepción de lo medular de los principios de máxima
generalidad del orden moral, también se mantiene con gran coincidencia a lo

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largo de la historia. Las coincidencias que se receptan en la moral positiva son


mayores y más constantes que las diferencias. Y la explicación radica, no en
la casualidad, sino en la racionalidad: la capacidad metafísica natural del
hombre que, en el orden práctico, lo hace tender intuitivamente hacia la
satisfacción de sus finalidades esenciales.

Explicación
El sentido moral común del hombre conoce este principio de manera evidente e
intuitiva, de él obtiene conclusiones inmediatas y mediatas que,
como ya fuera dicho, conforma el conjunto de las convicciones morales
básicas de la persona.
Claro está que este conocimiento del primer principio esta como «supuesto» en
el razonamiento práctico del hombre corriente, lo tiene antes de cualquier
reflexión al respecto. La explicación de esto radica en que la capacidad
metafísica natural (del hombre corriente, del hombre primitivo, del niño) deduce
del concepto que tiene de bien y del mal -sin una reflexión consciente
al respecto y en forma inmediata- tal principio.
Explica Jolivet (op. cit. pág. 84) que en el principio del orden práctico se verifica
una situación análoga con el conocimiento intuitivo del primer principio del
orden especulativo «... así como el principio de contradicción nace
inmediatamente de las nociones de ser y de nada, que son las primeras
nociones de la razón. «con respecto al deber de hacer el bien, dice: (no hay)
ningún otro principio práctico que sea más simple y más claro. «Es evidente por
sí y captado inmediatamente en las nociones del bien y de mal, que son los
datos absolutamente primarios de la actividad práctica.
A la posible objeción a que este principio es pura forma sin contenido (p. ej.
«todo depende de qué sea considerado como bueno») dice Jolivet
(Pág. 85) «No hay duda que la noción formal de bien recibe inmediatamente
un contenido o una determinación en función de las exigencias fundamentales
de la naturaleza humana.
Transposición al plano Jurídico. El orden jurídico integra el orden práctico o
moral, si bien se refiere específicamente a aquellas relaciones de alteridad
donde debe verificarse una conducta que se ajuste a los títulos de otro.

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Conclusiones inmediatas y mediatas. La moral positiva y el juicio de la


conciencia

PRIMER PRINCIPIO EL BIEN HA DE HACERSE Y EL MAL EVITARSE

CONCLUSIONES HE DE PRESERVAR MI PROPIA VIDA


INMEDIATAS

NO SE HA DE DAÑAR AL LA VIDA HA DE
PRÓJIMO TRANSMITIRSE

EL SABER HA DE LA COMUNIDAD HA
TRANSMITIRSE DE PRESERVARSE

EL SUSTENTO HA DELOS PADRES LA


PROCURARSE HAN DE CUIDAR A LOS HIJOS

LA AUTORIDAD
HA DE OBEDECERSE

CONCLUSIONES
MEDIATAS

(REGULACIONES S/ LA FAMILIA HA DE CASTIGARSE


LA PROPIEDAD) HA DE SER AL TRANSGRESOR
RESPETADA DE LA LEY

(PROH. DEL INCESTO)

LA PROPIEDAD HA EL MATRIMONIO HA LA SUCESION DEL


DE SER INVIOLABLE DE SER ESTABLE PODER HA DE
DARSE DE (X) MODO

Los padres han de tener autoridad sobre los hijos


Los padres han de elegir el cónyuge de los hijos
MORAL El divorcio vincular ha de ser considerado ilícito
POSITIVA El divorcio vincular en casos de excepción ha de ser ilícito
(ejemplos) El divorcio vincular ha de ser lícito si es voluntario
Sucede al Rey el mayor de sus hijos varones
Los diputados han de tener inmunidad de opinión

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ÁMBITO DEL JUICIO PRUDENCIAL DE LA CONCIENCIA MORAL

En primer lugar, en la realidad no existe una línea divisoria rígida


entre las conclusiones inmediatas, las mediatas y las aplicaciones concretas.
Por eso no las hemos trazado en ese sector del esquema.

En segundo lugar, debe advertirse que no todos los preceptos morales tienen
el mismo grado de certeza y por lo tanto de obligatoriedad.
Digamos que tanto el primer principio del orden moral cuanto sus
conclusiones inmediatas (principios de máxima generalidad) son
conocidos con evidencia directa: «encontramos las líneas de acción en las
mismas cosas; quien ve las cosas, no puede menos que ver el bien que les es
adecuado en forma objetiva.» (Graneris, op. cit.)
De modo tal que, en el nivel de las «conclusiones mediatas» el
contenido del precepto moral debe «complementarse» o,
hablando más precisamente debe
«concluirse». Y ello es competencia del hombre histórico, que es en definitiva
el «intérprete» de los principios de máxima generalidad para su
«recepción» en lo que se irá configurando como moral positiva. Así,
nos encontramos con que no hay un sólo sistema de organización de la
propiedad moralmente válido (siempre teniendo en cuenta las circunstancias
históricas), ni una única manera de regular la institución familiar, ni una sola
modalidad de castigar al transgresor de la ley.
En la segunda línea de ejemplos (porque de eso se trata) de las
conclusiones mediatas tenemos que la posible diversidad de
contenidos concretos de los preceptos morales, se amplía. Así, en
los modos de la transmisión legítima del poder cuya variedad, a lo largo
de la historia, ha sido amplísima.

En lo que respecta a la estabilidad del matrimonio ¿esta ha de


ser absoluta o admitirá excepciones? las uniones ¿serán
monogámicas o poligámicas? Si bien entendemos que el matrimonio
monogámico estable se encuentra en la línea del mayor bien moral por
cuanto se ordena de un modo más adecuado al principio superior,
que es el de la institución de la familia, no podemos dejar de conocer que las
preceptos morales han variado en esta materia a lo largo del devenir histórico.

No ocurre así con la prohibición del incesto que, con extraordinaria


similitud, ha sido adoptada por las diversas civilizaciones por la
certeza con que la razón natural del hombre primitivo le hiciera advertir
que dicha práctica redundaba contra el bien de la institución familiar.

En el tercer ejemplo de este grupo (propiedad privada) tenemos que se


reconoce una constante en cuanto a su legitimidad moral en lo que respecta los
bienes de consumo y los útiles necesarios para el sustento familiar.
No así en lo que se refiere a los llamados bienes de producción donde se
ha sostenido la inmoralidad de su apropiación privada: tenemos en este
sentido un arco que va desde los antiguos lugares de pastoreo común
hasta las modernas concepciones socialistas.

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En síntesis, mientras más nos alejamos de la evidencia


objetiva de los principios de máxima generalidad y, por ende,
mayor es el grado de conclusión que debe realizar el hombre histórico,
tenemos que los preceptos así obtenidos, son susceptibles de diferencias
legítimas en sus contenidos concretos, de acuerdo con las circunstancias
de cada civilización, o bien hasta la relativización y supresión parcial (propiedad
privada).

La MORAL POSITIVA. La sindéresis y sus conclusiones, sumadas a las


circunstancias históricas, van conformando la moral positiva. Esta es la vigente
en un medio y un tiempo determinados.
En el esquema, se han tomado una serie de ejemplos de
preceptos de moral positiva. Algunos son anacrónicos, oros vigentes; algunos
están en continuidad mayor con el principio de hacer el bien y evitar el mal en
forma coherente con los principios de generalidad máxima, otros parecen no
guardar la coherencia debida.

Pero guardamos para el final los ejemplos relativos a preceptos aceptados


como morales por alguna moral positiva determinada que, no
obstante, entran en franca oposición con los principios morales evidentes y
objetivos:
Ha de suprimirse al deforme» «Ha de abortarse siempre que la vida intrauterina
no sea querida por la madre» «Ha de disponerse de la vida del
enemigo o reducirlo a la esclavitud, a la elección del vencedor», etc. Estos
preceptos han sido, o son tenidos por morales. Ahora bien, ¿SON morales?
Cuando la razón humana se convenció que la persona humana es
más que un bien económico y se convenció de que le forma es
una persona humana, inmediatamente el precepto del ejemplo se «derogó»
por inmoral.

Cuando la razón humana hizo trascender a todo hombre la calidad de persona


(y no sólo al ciudadano, cual era la estrecha concepción de las antiguas
civilizaciones), dejó de ser tenido por moral tratar al vencido como cosa.

Cuando los hombres que viven en las sociedades en las que es


lícito el aborto voluntario, se convenzan por la fuerza de su razón que el
embrión cuya vida se suprime es persona humana inocente, se hará
patente la inmoralidad de esa práctica.

A tales usos, no los hemos calificado como morales, sino como «tenidos por
tales» y susceptibles de tajante derogación. Es que en realidad no
fueron ni serán preceptos que merezcan la calificación de «morales»
por encontrarse en franca contradicción con el precepto de que «la vida ha
de preservarse» -en inmediata conexión- con el primer principio del orden
moral.

3.1. La virtud. Noción de las virtudes fundamentales

Tomamos como bibliografía de consulta en este punto, la obra de Josef Pieper;


las Virtudes Fundamentales, Ed. Rialp, Madrid (seguimos el texto de la 2ª ed.).

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Conviene dejar sentado lo dicho en la Introducción de esta obra, a


fin de que quede clara la impronta humanista del pensamiento del realismo
filosófico, del cual

Pieper es uno de sus preclaros cultores:

«Asociamos al concepto de moral la idea de una doctrina del hacer, y sobre


todo del no hacer, del poder y no poder, de lo mandado y lo prohibido. ...La
primera enseñanza de Santo Tomás es que la Moral trata de la
idea verdadera del hombre, la idea del hombre bueno.» Esta concepción
refleja una idea de que la Moral es una doctrina de las virtudes.

Virtud, en términos completamente generales, es la elevación del ser en la


persona humana. Ello, mediante la actualización de sus potencias de
perfección.

«La virtud... es lo máximo a lo que puede aspirar el hombre, o sea la


realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural.»

En sentido estricto, la virtud moral es un hábito operativo bueno. Respecto de


la explicación de este punto y de la noción de las virtudes
fundamentales, me remito a la obra de Pieper. No obstante, al exceder su
extensión y profundidad los requerimientos de esta signatura, basta con
refrescar la noción de estos puntos con la bibliografía elemental de
Introducción al Derecho y Filosofía del Derecho.

No obstante, receptamos la enseñanza de Pieper en cuanto que la prudencia


es la primera de las virtudes morales. En general «domina» toda la virtud
moral. La supremacía de la prudencia deviene del hecho de que la
realización del bien exige el conocimiento de la verdad. «Lo primero que se
exige del que obra, es que conozca», dice Tomás de Aquino.

Entonces, el bien presupone la verdad, y ésta el ser del conocimiento del ser
de las cosas surge cuál es su bien, y de allí el qué hacer y el qué no hacer.
Esto evita caer en los vicios del «moralismo» que predica la obligación de
determinados «deberes» sin marcar adecuadamente su correlación con el ser
(y con el bien) del hombre. El moralismo dice «esto es debido porque es
debido»; el realismo filosófico dice: «esto es bueno porque es
conforme o adecuado con la realidad del hombre y, en consecuencia, es
debido».

ALGUNAS NOCIONES LÓGICAS PREVIAS


Definición del Juicio
El juicio es el ACTO POR EL QUE EL ESPÍRITU AFIRMA UNA
COSA DE OTRA. "Dios es bueno", "el hombre no es inmortal", son juicios en
cuanto el uno afirma de Dios la bondad, y el otro niega al hombre
la inmortalidad. El juicio encierra, pues, necesariamente TRES
ELEMENTOS, a saber: un SUJETO, que es el ser del cual se afirma o
niega alguna cosa; un ATRIBUTO O PREDICADO, que es lo que se

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afirma o niega del sujeto; una AFIRMACIÓN O NEGACIÓN.

Definición de la Proposición
La proposición es la EXPRESIÓN VERBAL DEL JUICIO. Se compone, como el
juicio, de DOS TÉRMINOS, sujeto y predicado, y de un VERBO
llamado CÓPULA (es decir lazo), porque une o separa los dos términos.

Clasificación de las proposiciones


SEGÚN LA CANTIDAD:
UNIVERSALES: convienen a TODOS los individuos de un género o de una
especie determinada. "El hombre (o todo hombre) es mortal".
PARTICULARES: se aplican de manera INDETERMINADA sólo a una PARTE
de una ESPECIE o de una CLASE DETERMINADA."Algún hombre es
virtuoso".
SINGULARES: no se pueden aplicar sino sólo a un individuo."Pedro es
sabio".
SEGÚN LA CALIDAD:
AFIRMATIVAS: la relación del atributo al sujeto es de CONVENIENCIA.
NEGATIVAS: la relación del atributo al sujeto es de NO CONVENIENCIA.

Las cuatro proposiciones


Como toda proposición tiene a la vez una cantidad y una cualidad, podemos
distinguir cuatro especies de proposiciones, que los lógicos designan
con vocales:

1. UNIVERSAL AFIRMATIVA (A): Todo hombre es mortal.


2. UNIVERSAL NEGATIVA (E): Ningún hombre es espíritu puro.
3. PARTICULAR AFIRMATIVA (I): Algún hombre es sabio.
4. PARTICULAR NEGATIVA (O): Algún hombre no es sabio.

EL FUNDAMENTO Y LOS FINES DEL DERECHO


El Naturalismo
En conclusión, la tesis central del IUSNATURALISMO puede formularse
del siguiente modo: "Alguna moral no proviene de la voluntad del hombre".

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Como podemos advertir, se trata de una proposición de tipo particular


negativa (O).
El Positivismo Su tesis central es:
"Toda moral proviene de la voluntad del hombre". Vale decir, se trata de una
proposición Universal Afirmativa (A).
En definitiva, las proposiciones enunciadas por el NATURALISMO y por
el POSITIVISMO son CONTRADICTORIAS. Optar por una de ellas es
pronunciarse ineludiblemente contra la otra.

Centrándonos ahora en las enseñanzas del realismo moral, una de las


vertientes del naturalismo, tenemos que, en primer lugar, debemos tener
presente que todo ser existe en razón de algo y, por consiguiente, existe para
algo, para su fin propio.
Por lo tanto, toda actividad se explica por esa tendencia intrínseca
del ser hacia su fin, que es también su bien, porque bien y fin se identifican
(Derisi, "Los fundamentos metafísicos del orden moral", Educa, Bs.
As., 1980, pág. 25). El movimiento revela el tránsito de la potencia
al acto que lleva a cabo todo ser creado para alcanzar su
perfección y acabamiento. Ahora bien, ese proceso no puede acaecer
de una manera caótica, sino ordenada y orgánica, porque de lo contrario, el
ser no verá satisfechas las exigencias de su estructura esencial. Se precisa,
entonces, de un modelo, ejemplar o paradigma que guíe la
conducta u obra del sujeto agente. En nuestro caso, LA REGLA Y MEDIDA
DEL OBRAR

SON LAS NORMAS O LEYES MORALES (NATURALES Y POSITIVAS,


GENERALES Y PARTICULARES), LAS CUALES CONSISTEN EN
PRECEPTOS O PRESCRIPCIONES QUE DICEN LA CONDUCTA VIRTUOSA.
La ley expresa cómo ha de ordenarse la conducta humana en la
relación del hombre consigo mismo, para el logro del bien personal, y con los
demás, para alcanzar mediatamente el bien común.
En segundo lugar, la ley moral no sólo dilucida la conducta
virtuosa a fin de iluminar la acción (nuestro movimiento en el campo de lo
moral) sino que también lo impera. Exige determinadas conductas, con la

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amenaza de una cierta sanción para el supuesto que no se satisfaga el


débito. En otras palabras, la ley no se limita a describir una conducta a modo
de ejemplo, modelo, paradigma o idea imitativa, sino que la manda, pretende
que efectivamente se lleve a cabo. La ley moral es una proposición imperativa
dirigida a ordenar eficazmente las operaciones de todo el hombre y de todos
los hombres. Por ese motivo, LA
LEY MORAL NATURAL Y LAS NORMAS MORALES POSITIVAS
EJERCEN COERCIÓN PORQUE INFLUYEN SOBRE EL LIBRE ALBEDRÍO
DEL SUJETO, IMPULSÁNDOLO AL CUMPLIMIENTO ESPONTÁNEO DE
SUS DEBERES ÉTICOS. Así como el escultor es la causa eficiente de
donde procede el movimiento que tiene como término a la
estatua, las reglas (naturales y positivas, generales y particulares) son la
causa eficiente de la moral porque instan a los sujetos, que son sus
destinatarios, a que encarnen en sus
conductas lo virtuoso que han definido y mandado.
Si la ley moral, en ejercicio de sus funciones de ejemplaridad y de eficiencia, se
dirige al hombre como ser inteligente y libre, debe consistir en una
medida racional de sus actos. Por ello, se trata de un producto, del resultado de
un acto de la razón. "El valor intrínseco de los preceptos morales
procede… inmediatamente, de su carácter racional" (Lachance, "El
concepto de Derecho según Aristóteles y Santo Tomás", pág. 185, 1953, Bs.
As.). La primera norma de la razón es la ley moral natural, por lo que "toda ley
humana tendrá el carácter de ley en la medida que se derive de la ley de la
naturaleza" (Santo Tomás). Si una ley se adecua a la naturaleza, entendida
como la esencia o estructura misma del ser, su propósito o finalidad será
promover la satisfacción de las exigencias de la condición humana y
salvaguardar la posibilidad de la plenitud personal (Casares, "La
Justicia y el Derecho", pág. 117, Abeledo Perrot, 1974, Bs. As.). En tal caso,
tienen fuerza de obligar en conciencia.
LEY
ORDENACIÓN DE LA RAZÓN
ADECUACIÓN A LA NATURALEZA
PROMOCIÓN DE LA SATISFACCIÓN DE LAS EXIGENCIAS DE LA
CONDICIÓN HUMANA QUE SÓLO PUEDE OBTENERSE MEDIANTE LA

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VIDA EN RELACIÓN Y SALVAGUARDA DE LA POSIBILIDAD DE LA


PLENITUD PERSONAL
OBLIGATORIEDAD
EN CONCIENCIA

Precisamente, LA LEY MORAL NATURAL CONSISTE EN LOS


PRIMEROS PRINCIPIOS JURÍDICOS, UNIVERSALES Y NECESARIOS, QUE
DEBEN REGIR LAS RELACIONES DEL HOMBRE CON SUS
SEMEJANTES PARA QUE LA PERSONA ALCANCE SU BIEN PROPIO, SU
PERFECCIÓN.
Por lo tanto, no toda regulación moral que se impone, QUE PREDOMINA, QUE
ESTÁ VIGENTE en la convivencia por el consenso logrado en la comunidad
social o por voluntad de la mayoría es obligatoria. Por el contrario, ESA
REGULACIÓN SERÁ VÁLIDA Y POR LO TANTO OBLIGATORIA,
SÓLO SI ES CONFORME CON LA LEY MORAL NATURAL.
POR SER PRIMEROS EN TODO SENTIDO, LOS PRINCIPIOS DE LA LEY
ÉTICA NATURAL PREEXISTEN A LA MORAL POSITIVA, PREVALECEN
IDEALMENTE SOBRE ELLA Y ES POR ELLOS QUE LA MORAL POSITIVA
ES JUZGADA.
Ahora bien, ¿de dónde provienen o cómo surgen esos principios? La
LEY ETERNA es la misma razón y voluntad de Dios que establece y
prescribe el cumplimiento y conservación del orden natural del universo.
La LEY MORAL NATURAL es la participación del hombre en la ley
eterna. 1) LA RAZÓN PRÁCTICA DEL HOMBRE capta sus propias
inclinaciones, sus tendencias, su misma naturaleza, sus exigencias
ontológicas y, 2) POR VÍA INDUCTIVA, las ABSTRAE, FORMULA LOS
PRECEPTOS CONSTITUTIVOS DE LA LEY MORAL NATURAL, MEDIANTE
UNA PROPOSICIÓN UNIVERSAL, Y 3) LOS PRESCRIBE COMO DEBER. La
razón práctica, reiteramos, conoce el ser, aprehende lo bueno de la cosa en
sí misma y, a partir de la misma naturaleza humana, formula los
preceptos o dictámenes de la ley moral natural : los originarios,
primarios o comunísimos, captados de manera inmediata en su verdad
evidente y enunciados por la SINDÉRESIS, y los preceptos secundarios ,
que no se pueden captar inmediatamente sino inferirse con mayor o

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menor facilidad a modo de conclusiones próximas o remotas de los


anteriores. NO HAY EN EL HOMBRE PRINCIPIOS "A PRIORI" O
INNATOS, como sostienen algunos autores como San Agustín.
El paso 1) corresponde a la "EXPERIENCIA" mencionada en el módulo, y el
paso 2) al "PENSAMIENTO CONCEPTUALIZANTE", que en el paso
3) se "revierte", que vuelve a la experiencia, prescribiendo el deber ser,
enriqueciéndola y permitiendo una comprensión más profunda de las
cosas. Esa experiencia enriquecida será, a su vez, el punto de partida para
un nuevo proceso, en lo que constituye una "actividad dialéctica tensa y
permanente".

Esos principios son universales y obligatorios, puesto que promueven


la satisfacción de las exigencias de la naturaleza, para que el hombre pueda
alcanzar su fin. Ello, me adhiera íntimamente a esos principios o no, me
convengan o no. Por cierto, soy libre de respetarlos o no, pero en este último
caso mi proceso de perfección habrá quedado trunco.
Cabe destacar que no obstante ser los primeros principios, tienen un grado
máximo de generalidad, siendo necesariamente vagos. Necesitan, entonces,
ser complementados por la moral positiva y por el derecho positivo, que
provienen de la voluntad del hombre (legislador o comunidad social). Así,
al principio moral natural consistente en que "Todo hombre tiene una dignidad
eminente", la moral positiva precisa cómo debe ser la vestimenta decorosa de
un hombre y una mujer en la República Argentina a comienzos del siglo XXI
(muchas veces esas reglas se encuentran en una zona fronteriza con
las normas de buenas maneras y urbanidad). Pero, bueno es
precisarlo, aunque es necesario el aporte de la moral positiva, no toda moral
positiva por el sólo hecho de ser tal es válida, sino que, para tal efecto, debe
estar adecuada a la ley moral natural.

Las Virtudes Morales


(Exposición basada en las enseñanzas del Dr. Tomás Catapano Copia y del Dr.
Juan A. Casaubón) La rectitud ética de los actos humanos no puede lograrse,
con habitualidad, sin la
posesión y ejercicio de las virtudes morales. Virtud como palabra,

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deriva de la latina virtus, y ésta de vis, que significa fuerza. De manera que la
virtud no es una actitud negativa y cobarde, sino por el contrario, algo positivo y
hasta viril (varón viene del latín vir, y este término tiene también su
origen etimológico en vis, fuerza).
En una primera época, pre - filosófica, virtud significó cualquier
habilidad, sobre todo en el orden técnico (la virtud del guerrero - su valentía y
destreza - o la del zapatero, por ejemplo) o aún cualidades positivas de entes
irracionales, como la virtud de tal o cual caballo.
En cuanto a la significación filosófica de la palabra virtud, se trata de un hábito
operativo bueno. Es un hábito, o sea una cualidad firmemente implantada; y no
es cualquier hábito, sino un hábito operativo bueno, es decir, que
se dispone a operar bien. A la virtud se opone el vicio, que es un hábito
operativo malo, que dispone a obrar mal.
Las virtudes, en el orden natural, se dividen en intelectuales, que perfeccionan
el intelecto, y las morales, que perfeccionan nuestras tendencias apetitivas
(voluntad y apetitos sensitivos). Circunscribiéndonos a las virtudes morales,
tenemos que son más propiamente virtudes que las intelectuales,
porque no se reducen a facultarnos para operar bien, sino que
esencialmente son inclinaciones hacia el buen uso de las respectivas
facultades, o sea, inclinaciones a obrar bien. Recordemos que Santo
Tomás de Aquino reconoce al entendimiento y a la voluntad sus
respectivos ámbitos. El objeto del entendimiento es la verdad, vale decir, el
ser en su cognoscibilidad, en tanto que el objeto de la voluntad
es lo bueno, el ser en cuanto apetecible. Pero son inseparables, porque la
voluntad no conoce, es ciega de por sí, y el entendimiento no apetece.
Sabido es que distinción y separación no es lo mismo. El bien presupone la
verdad, es decir, el entendimiento precede a la voluntad iluminándola para que
vea lo que debe y lo que puede querer. Y a su vez, el entendimiento
es activo solamente cuando la voluntad lo saca de la potencia al
acto. La voluntad es, como toda facultad apetitiva, una fuerza
impulsora, motor, principio de actividad. En este sentido, es superior al
entendimiento. Para la virtud no basta el recto saber solo. En esto reside el
error del intelectualismo griego, que es tan intenso en Sócrates,
quien vincula indisolublemente el conocimiento del bien con el obrar positivo

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conforme a él. Este intelectualismo no tiene en cuenta la importante


función de la voluntad.
Nuestra experiencia nos demuestra que muchas veces nuestro
entendimiento
capta el bien y no es puesto en obra a causa de la debilidad volitiva. Ovidio
decía: "veo que sea lo mejor, lo pruebo, pero sigo lo peor".
Las virtudes morales principales se llaman cardinales, porque sobre
ellas se fundan las demás virtudes morales, y todas las virtudes
morales secundarias pueden reducirse a las cardinales o sea principales.
Las virtudes cardinales son cuatro, tanto por razón de su sujeto como por razón
de su objeto. El objeto propio de las virtudes morales es el bien moral, o sea, el
bien que es tal según el recto dictamen de la razón práctica.
Este bien moral o racional puede considerarse:
1º)en los medios para alcanzarlo, que son discernidos e imperados por la virtud
de la prudencia (la cual es a la vez virtud intelectual y virtud moral);
2º)en cuanto bien (fin) referente a las operaciones relativas a otros, que es
logrado por la justicia ;
3º)en cuanto se refiere a las pasiones que impiden alcanzar un bien o fin difícil,
arduo, y que la razón sin embargo dictamina como necesario o conveniente,
tales pasiones son ordenadas y moderadas por la virtud de la fortaleza, la cual
vence el temor y refrena la audacia ciega; y 4º)en cuanto se refiere a las
pasiones que impelen a bienes deleitables de un modo contrario a la
razón, tales pasiones son moderadas por la templanza.
En cuanto al sujeto de tales virtudes, la prudencia reside en la razón práctica; la
justicia en la voluntad; la fortaleza en el apetito llamado irascible (el que tiende
al bien arduo, difícil) y la templanza en el apetito llamado
concupiscible, que tiende a lo deleitable a los sentidos.
Como puede observarse, de las cuatro virtudes morales mencionadas,
tres serefieren al fin del hombre: la templanza (bien propio), la fortaleza (bien
propio) y la justicia (bien del otro). Efectivamente, la templanza dispone
al hombre a no apartarse del debido fin por la concupiscencia; la fortaleza, a
que no se aparte de él por temor; la justicia, a que no se aparte del debido fin
por quedarse con el bien del otro. En cambio, la prudencia se refiere a los
medios para alcanzar ese fin; es decir, versa sobre las obras singulares,

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ordenándolas hacia el debido fin último. La prudencia, por lo tanto, inclina a


juzgar rectamente, con juicio estrictamente práctico, sobre las obras
singulares, en orden al fin último.
Las virtudes morales consisten en un justo medio entre dos excesos, que son
dos vicios. Así, la fortaleza está en un justo medio entre la cobardía y la
audacia ciega.
Pero conviene añadir que:

1. ese justo medio no es de mediocridad sino de eminencia, así como el


vértice superior de un triángulo está en el medio de los otros dos, pero no a la
misma altura, sino más arriba; y
2. en ciertos casos, ese justo medio está más cerca de uno de los vicios que
del otro; por ejemplo, la fortaleza está más cerca de la audacia que de la
cobardía.
Usando el mismo ejemplo metafórico del triángulo, cabe decir que a veces, en
materia de virtud moral, ese triángulo no es perfectamente equilátero o no
perfectamente isósceles.
Las virtudes morales están todas conectadas entre sí y con el último fin. La
falta de una perjudica a las demás. Por ejemplo, un Juez sin virtud
de fortaleza, puede sentenciar injustamente por temor a alguna
amenaza; asimismo, un gobernante puede obrar imprudentemente por
excesiva afición al alcohol, esto es, por no poseer la virtud de la
templanza.
Centrándonos en la virtud de la prudencia, tenemos que es una
virtud moral cardinal que reside en el entendimiento práctico, y que su objeto
propio no es el fin de la acción humana, sino la determinación, en cada caso,
de los debidos medios para llegar a ese fin. Puede definirse como una virtud
del entendimiento práctico que habilita al hombre para dirigirse
rectamente en la elección de los medios conducentes al último fin.
A la prudencia toca, por lo tanto, determinar en cada caso cuál es el
justo medio en que cada acto virtuoso consiste, teniendo en cuenta las
peculiares circunstancias en que ese acto se dé, y ayudándose con la memoria
del pasado, la inteligencia del presente y la previsión del porvenir.

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Santo Tomás de Aquino se plantea lo siguiente:


1. ¿Tal virtud radica en la voluntad o en la razón? Y contesta
diciendo que la prudencia es providente (cuida de lo porvenir; lo pre – ve);
por lo tanto, es acto de la razón, no de la voluntad.
2. ¿Está sólo en la razón práctica o también en la especulativa?
La prudencia incluye el consejo; tal acto es de la razón práctica, y por lo
tanto, la prudencia radica allí solamente.
3. ¿Conoce los singulares? Sí, pues ella aplica los principios universales y
particulares a los casos singulares y concretos; y por eso es
necesario que conozca a éstos. Así, el Juez aplica la ley al caso
concreto, y para hacerlo debidamente, tiene que examinar y valorar
prudentemente a ese caso con todas sus circunstancias.
4. ¿Es una virtud? Sí, pues es un hábito operativo bueno, y más aún: no es
sólo virtud intelectual (por residir en la razón práctica), sino que a la vez es
virtud moral, pues su objeto es el justo medio en los actos humanos.
5. ¿Es una virtud especial? Sí, porque tiene un objeto propio. Su misión
consiste en dirigir debidamente hacia el fin a todas las demás virtudes
morales, eligiendo los medios adecuados a cada caso.
6. ¿Prescribe el fin a todas las virtudes morales? La prudencia no determina el
fin (último). Tal fin se conoce por la sindéresis y lo apoyan la fortaleza, la
templanza y la justicia. La prudencia aplica los principios universales (fundados
en el fin último), a los casos singulares.
7. ¿Determina el justo medio en las virtudes morales? Sí, le corresponde en
cada caso determinar el medio racional de la conducta virtuosa, evitando los
dos extremos, que implican otros tantos vicios. Por ejemplo, determinará
que la virtud de la fortaleza, en tal caso determinado, debe realizar un acto
valeroso, que sea ciega audacia, ni mucho menos cobardía.
8. ¿El acto más propio de la prudencia es el imperar (o preceptuar)? Sí,
porque la prudencia dirige a) el consejo, b) el juicio discretito de los
medios y c) su aplicación a la práctica (uso) mediante el imperio. Por
eso, las leyes son imperativas, son reglas prudenciales (por lo menos, las
leyes positivas).
9. ¿La prudencia se extiende al gobierno de la multitud?. Santo Tomás
distingue el bien particular de cada uno, del bien común de una sociedad, y

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sostiene que la prudencia es necesaria tanto para regirse a sí mismo como


para regir a la multitud.
10. ¿La prudencia que busca el bien propio es la de la misma especie que la
que se extiende al bien común? No, porque siendo el bien común diferente
por esencia del bien particular, la prudencia que dirige hacia el bien común no
es de la misma especie que la que procura el bien particular: hay entre
ellas solamente analogía, no identidad de especie. Porque la prudencia
individual, que basta para dirigirse a sí mismo, no basta para la más difícil tarea
de dirigir la multitud hacia el bien común. Un particular prudente en su vida
privada no es necesariamente un buen gobernante. Y de allí toma Santo
Tomás ocasión para dividir la prudencia en tres clases: la individual,
la doméstica o familiar (que dirige hacia el bien de la familia y reside en los
padres), y la política, que dirige el bien común de la sociedad política, y que
debe residir principalmente en el legislador o autoridad, luego en el juez
(prudencia judicial) y en menor grado en los súbditos o ciudadanos.
Finalmente plantea Santo Tomás el problema de las partes de la
virtud de la prudencia, y distingue tres clases de partes: las
integrales, las subjetivas y las potenciales.
Las partes integrales son aquellas que concurren juntamente para
formar un todo, así como la cabeza, el tronco y las extremidades son partes
integrales del cuerpo humano. La prudencia tiene parte integrales,
esto es, virtudes parciales que, juntas, forman la virtud total de la
prudencia; esas partes son: memoria, inteligencia, docilidad,
sagacidad, razón, providencia (previsión del futuro), circunspección
(virtud que toma en cuenta todas las circunstancias que rodean a un caso
concreto) y precaución.
También tiene la prudencia partes subjetivas. Se llaman así, las especies de un
género. En la prudencia tenemos como especies o partes subjetivas, la
prudencia particular, la prudencia doméstica o familiar, la prudencia social o
política, dividida en gubernativa y cívica (y podríamos añadir la prudencia
judicial) y la prudencia militar.
Las partes potenciales de una virtud son ciertas virtudes que no
llegan a ser prudencia, pero le sirven como auxiliares; ellas son la eubulia, o
virtud del buen consejo; la sinesis, esto es, la sensatez, así como la gnome,

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resolución equitativa, que sirven al acto del juicio prudencial; la


sensatez, en los casos ordinarios; la resolución equitativa en los casos
extraordinarios, en que para servir debidamente a la justicia, resulta
necesario apartarse de la ley general para adecuarse a lo imprevisto
del caso concreto.
La Conciencia
Según Gómez Pérez, la conciencia es un juicio o dictamen del
entendimiento práctico que califica la bondad o la malicia de un acto hecho o
por hacer. Hay que recordar que la inteligencia humana posee dos
dimensiones: una teórica y otra práctica. Sus juicios están basados en
primeros principios evidentes por sí mismos e indemostrables. El primer
principio del entendimiento teórico es el de no contradicción: nada
puede ser y no ser a la vez, en el mismo sujeto y en el mismo aspecto. El
primer principio del entendimiento práctico también es evidente: hay
que hacer el bien y evitar el mal. El hábito intelectual de los primeros principios
morales es la sindéresis, y la conciencia es un acto que, en
forma de juicio, dictamina sobre la bondad o maldad de un caso particular.
Para ello, la conciencia juzga de acuerdo con unos criterios anteriores,
que ella no crea, sino que descubre: la ley natural y la ley humana en
cuanto aplicación o explicitación de la ley natural. En otras palabras, la
conciencia no es autónoma si por autonomía se entiende crear su propia ley; si,
en cambio, por autonomía se entiende libertad, la conciencia es autónoma,
en el sentido de que nunca es lícito coaccionar la conciencia.
Estados en que puede encontrarse la conciencia
En razón del acto.
Conciencia antecedente y conciencia consecuente. La antecedente juzga
sobre un acto que se va a hacer; la consecuente, sobre un acto ya realizado.
En razón de la conformidad con la ley moral.
Conciencia recta y conciencia errónea.
Conciencia recta, llamada también verdadera, es la que juzga rectamente, de
acuerdo con los principios verdaderos, aplicados al caso concreto. Por ejemplo,
se actúa con conciencia recta o verdadera cuando se dictamina que el
homicidio es ilícito.
Conciencia errónea, llamada también falsa, es la que, de acuerdo con

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principios falsos (que, sin embargo, se estima que son verdaderos) juzga
sobre la licitud o ilicitud de algo.
La conciencia errónea puede presentarse también en otras situaciones:
• conciencia escrupulosa: la que estima mala una acción, basándose en
razones que no lo son y, a menudo, en detalles que carecen de importancia;
• conciencia perpleja: la que por todas partes ve mal, tanto si se decide por un
extremo como si se decide por el otro;
• conciencia laxa: la que no concede importancia a lo que, en sí, es
objetivamente grave y moralmente negativo; si esa laxitud se hace crónica,
hasta el punto de no plantearse problema moral alguno, se habla de
conciencia cauterizada;
• conciencia farisaica o hipócrita: la que concede gran importancia a asuntos
que no la tienen y, simultáneamente, pasa por alto actuaciones gravemente
inmorales.

En razón del asentimiento.


Conciencia cierta, conciencia probable y conciencia dudosa.
La conciencia cierta es la que juzga con seguridad que una acción es buena o
mala. Se está seguro y no hay miedo a equivocarse.
La conciencia probable es la que dictamina que un acto es bueno o malo, pero
con temor a equivocarse.
La conciencia dudosa es la que pronuncia un juicio positivo con prudente temor
de equivocarse, o pronuncia un juicio negativo declarando que no sabe si el
acto es lícito o no.
Una conciencia cierta no es necesariamente una conciencia recta. Se actúa
con conciencia cierta cuando no se tiene duda alguna sobre la bondad o
malicia de la acción; sin embargo, ese juicio puede estar equivocado
y darse, por tanto, una conciencia cierta y, a la vez, errónea.
Ordinariamente, toda conciencia recta es conciencia cierta, porque la verdad
comunica la certeza; pero también es muy frecuente que una
conciencia cierta, segura de sí misma, esté objetivamente equivocada.
Se puede resumir, entonces, que para la buena actuación moral, es preciso
obrar con conciencia recta y cierta.
Conciencia verdadera y conciencia errónea

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La conciencia invenciblemente errónea es cierta, es decir, se cree que


es verdadera subjetivamente. El acto de una conciencia invenciblemente
errónea es un acto humano libre, una decisión a favor de la ley moral (aunque
se equivoque).
Como esta equivocación no es conocida, no seguir esa conciencia sería ir
contra la ley moral y contra la propia libertad: sería, en definitiva, elegir el mal
en lugar del bien. Santo Tomás enseña que el que obra con conciencia
errónea, creyendo que es recta (de lo contrario, no obraría con conciencia
invenciblemente errónea sino contra conciencia), no hace sino adherirse a esa
conciencia errónea por causa de la rectitud que supone haber en ella. Es decir,
cuando la conciencia errónea no puede corregirse normalmente (es
invenciblemente errónea), no se le puede imputar la malicia del acto.
Ante los casos de conciencia venciblemente errónea, lo ético es
superar ese error (cosa posible); estamos obligados a corregir la
conciencia venciblemente errónea puesto que serían moralmente
imputables los actos realizados en esa condición, sobre todo cuando
están comprometidos legítimos intereses y expectativas de terceros; por
lo tanto, es muy frecuente en la actuación profesional.
Ordinariamente siempre es posible salir del error a través de una
investigación más atenta, pidiendo consejo, revisando precedentes, etc. Nunca
es lícito, por lo tanto, mantenerse conscientemente en una conciencia
venciblemente errónea. Esto equivaldría a una conciencia laxa.
En el extremo contrario se sitúa la conciencia escrupulosa. La
conciencia escrupulosa no ha de ser seguida nunca. En el lenguaje corriente,
por conciencia escrupulosa se entiende a veces (sin propiedad) la
esmerada, legítima y obligatoria investigación de todos los detalles. En ese
sentido impropio, la llamada conciencia escrupulosa no es más que la rectitud
de conciencia.
A mitad de camino entre la conciencia laxa y la escrupulosa está la conciencia
perpleja, es decir, la que en los dos o más supuestos que se ven como posibles
encuentra el mismo peso y valor. En este caso, lo ético es superar esa
perplejidad mediante los mismos medios válidos para salir de la
conciencia venciblemente errónea: mejor investigación, consulta, etc.
Si, por cualquier motivo, esto no es posible, lo ético es decidirse, sin

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escrúpulos, por la solución que mejor salvaguarde los principios morales. Hay
que tener en cuenta que la perplejidad acompaña con frecuencia la
actuación profesional, sobre todo en los inicios del desempeño de
una ocupación. En cierto modo, la competencia profesional equivale a
salir progresivamente de la perplejidad.
Conciencia cierta y conciencia dudosa
Con conciencia cierta, la voluntad se decide por algo sin miedo a
errar. La certeza es la adhesión firme del entendimiento a lo que
se conoce. Puede ser intrínseca (basada en la misma naturaleza de
las cosas: ahora es de día) o extrínseca (se apoya en el testimonio
autorizado de otra persona).
Clásicamente, la certeza también se divide en física (el sol saldrá
mañana), metafísica (hay que hacer el bien, lo que ha sido no puede haber no
sido) y moral (mi mejor amigo me engaña). La certeza puede ser estricta, que
excluye cualquier duda razonable, y lata, basada en motivos fundados, pero sin
excluir algún género de duda. Finalmente, la certeza puede ser directa, que es
la que nace de principios claros y manifiestos, o indirecta, que se basa
de ordinario en presunciones (por ejemplo, estoy en la certeza de que A no
es culpable de parricidio porque toda su vida y conducta apoyan la presunción
de una actuación claramente filial).
La certeza total, plena y sin el más mínimo género de duda es
poco corriente, salvo en algunas cuestiones fundamentales. Ahora bien, sólo la
conciencia cierta (directa o indirecta) es regla suficiente para actuar, pero de
ordinario basta con una conciencia lata. Es decir, puede ser conciencia cierta la
que llega a la certeza a través de presunciones fundadas, aunque quede algún
tipo de inquietud.
En general, se presupone que existe conciencia cierta cuando se actúa con
diligencia, cuando no se abandonan los estudios profesionales, cuando existe
un interés positivo por estar al día, cuando se repasan con frecuencia los
principios fundamentales, cuando los asuntos son resueltos después de
seria y madura reflexión, cuando existe el hábito de aconsejarse con
personas que conocen mejor el tema.
Lo contrario de la conciencia cierta es la conciencia dudosa. Se
trata de un estado en el que se da un asentimiento sin certeza, con algún

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miedo al error. Los motivos de duda no impiden el asentimiento, pero hacen


que éste sea inseguro y frágil.
Existen varios tipos de duda:
• duda de derecho (falta de certeza sobre la existencia de una norma) y duda
de hecho (falta de certeza sobre si se ha dado no un hecho concreto);
• duda positiva (se funda en graves razones; hay motivos serios para dudar de
la rectitud de lo que se va a hacer) y duda negativa (las razones son leves o
colaterales a la sustancia del asunto).
El principio fundamental en esta materia es el siguiente: no es
lícito actuar con conciencia prácticamente dudosa (es decir, si hay duda sobre
si esto, en concreto, es bueno o malo) cuando la duda es positiva
(fundada en graves razones). Por ejemplo, no es lícito que el Juez que
duda de la comisión de un delito (con una duda fundada en graves razones)
dé sentencia absolutoria. Las dos únicas soluciones éticas son: resolver la
duda, si es posible, o absolver al presunto reo, ya que toda persona es
inocente, mientras no se demuestre lo contrario.
La duda puede resolverse apelando a principios directos (mayor y mejor
investigación, consulta, etc.) o a principios indirectos. La práctica jurídica
conoce desde antiguo aforismos que son principios indirectos para resolver la
duda.
Determinación de la moralidad de un acto
Nos preguntamos ahora a qué criterios hay que atender para determinar que
un acto es bueno o malo. Estos criterios son:
1. el contenido o resultado que trae consigo la acción u omisión;
2. las circunstancias que rodean al acto; y
3. el fin subjetivo que pretende el que realiza el acto. Estos criterios de
determinación de la moralidad de un acto se denominan también
principios o fuentes de la moralidad.
El objeto o finalidad objetiva de la acción
Aquello a lo que tiende cualquier acción humana es la finalidad intrínseca de
esa acción, su objeto. En cuanto al criterio de moralidad, el objeto de un robo
no es la cosa en sí robada, sino adueñarse de la cosa en cuanto es ajena, sin
el permiso de su dueño. El objeto del soborno no es entregar dinero u otra
clase de bien a alguien, sino entregarlo a cambio de una acción injusta.

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El objeto es el primero y principal criterio de moralidad. La cualidad del objeto


se conoce atendiendo a la ley moral. Hay que mirar a la ley moral (natural y
positiva) para saber qué actos son moralmente buenos, malos o indiferentes.
Las Circunstancias
Circunstancia es una condición que modifica más o menos gravemente la
sustancia del acto moral. No se aplica a las circunstancias que para nada
afectan a la actuación moral. Por ejemplo, un robo no es más o menos grave
porque el ladrón tenga los ojos negros o azules.
Las circunstancias que afectan el acto moral han sido clasificadas
tradicionalmente así:
Quién: se refiere a la calidad del agente. No es lo mismo la mentira de un
amigo a otro que la mentira de un testigo en un proceso.
Qué: designa la calidad o cantidad del objeto. No es lo mismo robar cinco
pesos que un millón. No es lo mismo falsificar el propio documento de identidad
que un billete.
Dónde: es la especificación del lugar. El robo en una iglesia de un objeto
sagrado es, además de robo, ofensa a la religión y sacrilegio.
Con qué medios: el apropiarse con engaño de lo ajeno es estafa; con violencia
es robo.
Por qué: expresa el fin extrínseco que se pretende con el acto. Esta
circunstancia se confunde con el fin del agente.
Cómo: indica el modo moral (no instrumental) con el que se realiza el acto: con
pasión, por juego, etc.
Cuándo: es la especificación moral. No es lo mismo mentir durante
una charla informal con el propio abogado que en el desarrollo de un proceso.
Las circunstancias tienen importancia porque pueden modificar e incluso
cambiar totalmente la calidad del acto. En unos casos disminuyen la
culpabilidad, en otros la agravan. Son las circunstancias eximentes, atenuantes
o agravantes, dicho con la terminología jurídica.
La finalidad del agente
Se entiende con esto, la finalidad subjetiva que persigue el agente, o mejor, los
motivos que lo llevan a obrar así. El fin del agente modifica la moralidad del
acto.
Por ejemplo, un acto indiferente (pasear) puede convertirse en algo bueno si se

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pretende con ello acompañar a alguien que lo necesite; es malo si se hace con
el objeto de encontrar una ocasión de robar. Un acto bueno (por
ejemplo, ayudar económicamente a otro) puede hacerse menos bueno si se
pretende presumir de ello; o incluso malo, si se pretende sentar las bases
para un chantaje posterior.
Finalmente, el fin pretendido con una acción mala puede disminuir
su gravedad
(robar para ayudar a uno que necesita dinero), pero nunca
convertirla en una acción buena, ya que el robo sigue siendo robo a pesar de
la "buena" intención del agente. El fin no justifica los medios.
Condiciones y condicionamientos de los actos humanos
Acto humano es el que procede de la deliberada voluntad del
hombre.
La expresión acto humano es sinónima de acto libre, acto voluntario, acto
moral, acto imputable. La ética se refiere sólo a esos actos, excluyendo por lo
tanto los actos meramente naturales (la respiración), los físicamente
coaccionados (que llegan a anular por completo la voluntad), los no
imputables (los de enfermos mentales graves, niños pequeños, los
realizados en sueños, etc.).
Condiciones para que se de un acto moral
El hombre, a diferencia de los animales, está dotado de
inteligencia y de libre
voluntad. Por eso, para que se pueda hablar de acto moral han
de darse dos
condiciones o requisitos: el conocimiento o advertencia y la voluntad libre.
El conocimiento o advertencia
El acto moral requiere, para serlo, que se sepa lo que se hace,
que haya conocimiento, advertencia. Ese conocimiento ha de ser anterior a la
realización del acto.
Impedimentos a la advertencia
El principal impedimento a la advertencia es la ignorancia o carencia de la
ciencia debida, de aquel conocimiento que se debe y se puede tener.
Ignorancia no es nesciencia (carencia de conocimiento no debido),
inadvertencia (falta de atención), ni olvido (ausencia de un conocimiento que se

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tenía).
En los ordenamientos jurídicos se prescribe que la ignorancia de
las leyes no excusa de su cumplimiento. En el orden moral, en cambio, la
ignorancia ejerce un influjo indudable en la culpabilidad.
Se distinguen diversos tipos de ignorancia:
a. Según el objeto: ignorancia de derecho (se ignora que exista la
ley que manda o prohíbe algo) e ignorancia de hecho (se ignora que un
hecho esté comprendido en determinada ley).
b. Según el sujeto: ignorancia invencible (ignorancia que no sabe que lo es y,
por lo tanto, no puede ser evitada, vencida) e ignorancia vencible (la
que puede ser vencida, superada, con una razonable diligencia). La
ignorancia vencible juega un papel importante en la actuación moral. No es lo
mismo la ignorancia vencible simple (implica la simple ausencia de una
acción que podría superarla) que la ignorancia crasa (indica que nada se
ha hecho expresamente por vencer la ignorancia). Mayor gravedad
revisten los actos realizados con ignorancia vencible afectada, es decir,
conscientemente falsa: no se quiere poner los medios para vencer la
ignorancia.
c. Según el tiempo: ignorancia antecedente, es la que precede a la voluntad y,
por lo tanto, es en parte involuntaria; en realidad, en muchos casos
se identifica con la ignorancia invencible; ignorancia concomitante,
cuando acompaña a la acción, pero no la origina y el acto se hubiera originado
aunque no hubiera habido ignorancia; ignorancia consiguiente es la que sigue
al acto y supone una negligencia querida por la voluntad, con lo que, de alguna
forma, se asemeja a la ignorancia vencible.
En la práctica, los tipos de ignorancia más influyentes son la
invencible y la vencible, en su combinación con la antecedente y la
consiguiente. El concepto clave es la diligencia debida, y de ahí la
importancia de estas nociones en la actuación profesional.
Sentadas estas bases, pueden deducirse las siguientes conclusiones:
• la ignorancia invencible no trae consigo responsabilidad moral, aunque sí
posible responsabilidad jurídica, porque se presume siempre el conocimiento
de la ley, ya que de otro modo, cualquier norma podría ser burlada apelando a
la ignorancia;

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• la ignorancia vencible trae siempre consigo responsabilidad moral; más leve


en la ignorancia simple que en la crasa; la ignorancia afectada aumenta la
malicia moral del acto;
• la ignorancia antecedente excusa de culpa moral si es invencible;
no excusa si es vencible. Hay que añadir que no se puede éticamente admitir
una ignorancia antecedente en aquellos temas o asuntos que, por oficio
o profesión, han de conocerse bien;
• la ignorancia concomitante revela también una falta de disposición habitual
para conocer la moralidad y, por este motivo, puede ser culpable;
• la ignorancia consiguiente de ordinario implica culpa moral. Por ejemplo, un
profesional es responsable de las consecuencias que se siguen de
sus actos cuando con una diligencia razonable podrían evitarse. Así, en el caso
de una intervención quirúrgica en una persona gravemente afectada de una
dolencia cardiaca desconocida por el médico, pero que podría haberse
conocido y debería haber sido conocida.
La Voluntariedad
Acto voluntario es el que procede de un principio intrínseco, con conocimiento
del fin. Ese principio es la voluntad. No son actos voluntarios, por
no cumplir estos requisitos, los naturales (la circulación de la sangre), los
instintivos, los físicamente coaccionados.
El acto voluntario que se realiza con plena advertencia se llama
perfecto; imperfecto, si falla en algún aspecto la advertencia. El acto voluntario
que se quiere por sí mismo, intentándolo directamente, se llama voluntario
libre; el que no se quiere por sí mismo pero es permitido al intentar otro que sí
se desea, se llama voluntario indirecto.
Los actos voluntarios también se clasifican según la atención con
la que son realizados: actual (atención mantenida en la realización), virtual
(atención que se mantiene durante la realización pero no de forma expresa),
habitual (atención que se ha tenido alguna vez y se presume que sigue
existiendo mientras que no haya actos en contra).
En la práctica, estas distinciones tienen, como consecuencia, los
siguientes principios:
• el voluntario imperfecto disminuye la responsabilidad moral, bien por falta de
advertencia o por falta de consentimiento;

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Semana 3 -4-5

• el voluntario realizado con atención actual, virtual y habitual es


imputable moralmente, de modo especial en los asuntos ordinarios y en los
actos de la ocupación profesional. La atención se presume siempre.
Se llama voluntario indirecto al acto que no se pretende por sí mismo, pero que
es consecuencia de otro que sí se desea en sí mismo. Un acto voluntario
indirecto puede tener de ordinario dos efectos: el querido
directamente y el que sucede indirectamente. En el caso de que esos dos
efectos sean buenos, no hay problema moral alguno. Los problemas, muy
frecuentes, se plantean cuando, al realizar una acción, se sigue un efecto
bueno y otro malo. Por ejemplo, un farmacéutico vende un fármaco y el cliente
lo utiliza para suicidarse.
Para que sea lícito realizar un acto del que se sigue un efecto indirecto malo,
se requieren todas estas condiciones:
a. que la acción sea buena en sí, o indiferente;
b. que el efecto primero o inmediato sea el bueno, es decir, que el bien que se
pretende no debe ser consecuencia del efecto malo;
c. que el fin del que actúa sea honesto, es decir, que intente primera y
únicamente el efecto bueno, no queriendo expresamente el efecto malo; a lo
más, se limita a permitir el resultado malo ya que es inseparable del bueno.
Así, el médico que interviene quirúrgicamente a una mujer embarazada
y aquejada de un tumor (de lo cual se sigue el aborto) quiere la curación (efecto
bueno), y sólo permite el posible aborto (efecto malo). Caso muy distinto, y por
lo tanto es un supuesto de ilícito, es de matar a un niño en el seno de la madre
para salvar la vida de ésta; aquí lo que se intenta primera y directamente es un
acto malo. Tampoco es lícito mentir para ayudar a otra persona. Un fin bueno
no justifica nunca el empleo de un acto intrínsecamente malo;
d. que exista una causa proporcionada a la gravedad el efecto
malo que se produce. En el ejemplo anterior de la extirpación de un tumor
existe esa causa proporcionada. Se da también una justa causa en la actuación
de un abogado defensor que, con el fin – intrínsecamente bueno – de defender
a su cliente, ha de descubrir situaciones que suponen, para otras personas,
la revelación de hechos que les perjudican pero hasta entonces desconocidos.
Impedimentos a la Voluntariedad.
Afectan a la voluntariedad del acto: las pasiones, la violencia o

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Semana 3 -4-5

coacción, los hábitos o costumbres.


Las pasiones
Se entiende por pasión el movimiento de la sensibilidad (apetito sensitivo) que
se origina de la aprehensión del bien o del mal sensible, lo cual
produce cierta conmoción en el organismo. Abarcan las pasiones todo
lo que, en el lenguaje ordinario, se entiende por emociones, estados
intensos de sensibilidad.
La clasificación clásica de las pasiones nace de la distinción entre
el apetito o tendencia al bien que agrada (apetito concupiscible) y el apetito
que tiende hacia el bien arduo, difícil de conseguir (apetito irascible).
Respecto del bien agradable, al que tiene el apetito, resulta:
• Cuando es aprehendido … el amor
• Cuando algo se opone a ese bien … el odio
• Cuando se trata de un bien futuro … el deseo
• Cuando se trata de un mal futuro … la aversión, la fuga
• Cuando se trata de un bien presente … el gozo
• Cuando se trata de un mal presente … la tristeza
• Respecto al bien difícil de conseguir, resultan las siguientes pasiones:
• Cuando ese bien es considerado posible … esperanza
• Cuando es considerado imposible … desesperación
• Cuando se trata de un mal todavía no presente pero superable … audacia
• Cuando se trata de un mal aún no presente pero insuperable … temor,
miedo
• Cuando se trata de un mal presente … ira
Por otro lado, estas pasiones pueden ser antecedentes al acto o
directamente queridas. En general, las pasiones antecedentes
aumentan la voluntariedad del acto, pero disminuyen su libertad. Otra
cosa son las pasiones directamente queridas para reforzar el acto; en este
caso aumentan la responsabilidad moral.
Por ejemplo, el que es "atacado" repentinamente por una pasión
como la ira e
injuria a otro, es moralmente culpable; pero lo es más aún si alimenta esa ira
para obrar con más fuerza y contundencia.
Las pasiones fuertes no directamente queridas, resultado

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quizás del temperamento o de una situación difícil y no buscada, disminuyen


la libertad. El que, pensando que en un accidente ha matado a alguien, cae en
la desesperación y en la tristeza y huye, es culpable; pero esas pasiones son
también atenuantes de su conducta.
Entre las pasiones hay que situar el miedo, o estado ansioso ante un mal
presente o futuro. Lo que se realiza con miedo o por miedo es plenamente
voluntario; sin embargo, pueden darse casos de miedo antecedente grave, que
ofusca la razón y, por lo tanto, disminuye la responsabilidad moral, llegando a
veces a suprimirla del todo. Para que el miedo pueda ser atenuante o
excusante ha de tratarse de un miedo injusto, lo que equivale a una forma de
violencia.
La Violencia Violencia es la presión física o moral ejercida contra alguien, para
que haga lo que no quiere o no haga lo que quiere. No puede haber violencia
contra el acto interno de la voluntad que obedece sólo a la propia libertad.
Ahora bien, la violencia moral, quien obra es la víctima y lo hace
como sujeto con voluntad y libertad, aunque notoriamente
afectadas. Sin embargo, el reproche moral va dirigido al sujeto
agente de la coacción. Y en cuanto a la violencia física, quien obra es el sujeto
productor de la fuerza, no así la víctima que, en este caso,
cumple el papel de objeto o mero instrumento. El reproche moral
también aquí va destinado al generador de la violencia. La
inmensa mayoría de las hipótesis que podemos plantear están
referidas a la violencia moral, en sentido de presión para que se
realice o no un determinado acto. Incluso las amenazas de un daño físico o una
feroz golpiza a una persona para que lleve a cabo o no cierta
conducta, constituyen violencia moral, porque aquí quien actúa (como se dijo
anteriormente) es la víctima, si bien con su libertad manifiestamente
amenguada. En lo que respecta a la violencia física, los supuestos que
podrían señalarse son muy pocos y casi de laboratorio, como si alguien
presiona la mano de otro para que estampe sobre un papel su impresión
digital, o lo empuja hacia una vidriera para que ocasione un daño.
En estos ejemplos, quien actúa es el sujeto productor de la
violencia, valiéndose del otro como mero instrumento. En ambas
situaciones de violencia, los actos no son, por lo tanto, morales para la víctima

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y su autor no es responsable de ellos. Moralmente, si no existe consentimiento


interno en aquello a lo que se es coactivamente llevado a hacer, no hay
tampoco culpa. Se trata de actos involuntarios y, por lo tanto, no morales. Los
Hábitos Algunas actuaciones morales están enraizadas en
hábitos adquiridos. Puede darse que, por la fuerza de un
hábito inmoral, la persona realice inconscientemente o con
una atención habitual actos que conscientemente reprobaría. En estos
casos, los actos son voluntarios, pero están disminuidos en su libertad, con tal
de que exista la voluntad de corregir ese hábito. Sin embargo, cuando los
hábitos no sólo son rechazados sino reforzados, los actos procedentes de él
son más voluntarios, tanto si se trata de un acto moral como si es un acto
inmoral. Por ejemplo, quien ha adquirido el hábito de mentir,
es culpable moralmente cada vez que miente, aunque tenga la impresión de
que lo hace sin darse cuenta. El habituado a recibir injustamente dinero u otros
bienes a cambio de un favor que lesiona la justicia distributiva, es
responsable por diversas razones: por haber adquirido ese hábito,
por no desarraigarlo, por cada acto de injusticia. Condicionamiento de
los Actos Humanos Ordinariamente, se justifica la inmoralidad de
algunos actos recurriendo a expresiones tales como "presión social",
"condicionamientos externos", "ambiente en que se vive", etc. Otras
veces esas justificaciones hacen referencia al temperamento
(introvertido, extrovertido, estable, inestable), a la edad, al sexo, a la herencia,
etc. Hay que decir que, en los casos normales, esos factores
constituyen, a lo más, circunstancias atenuantes de la moralidad del acto, por
falta de advertencia y, más raramente, por falta de voluntariedad.
Sin duda, los condicionamientos pueden hacer más difícil el conocimiento
de la ley moral o su práctica, pero no convierten los actos en algo
desligado de la moralidad. Si así fuera, cualquier comportamiento
inmoral se justificaría por el simple darse: un usurero estaría
condicionado por su condición de tal, por el hábito adquirido, por el ambiente
en que se mueve; un explotador del trabajo ajeno tendría fácil excusa en una
situación más o menos extendida de explotación. En el límite, un
comportamiento ético en un ambiente de falta de ética tendría que ser
considerado inmoral, precisamente por escapar de esos condicionamientos. Es

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distinta la perspectiva en los estados patológicos, en los trastornos mentales de


diversa gravedad. Es suficientemente conocido que algunos de estos
estados patológicos eximen completamente de responsabilidad moral, al
afectar a las dos condiciones esenciales de los actos humanos: la advertencia
y la voluntariedad.

UNIDAD IV
EL ORDEN MORAL Y EL ORDEN JURÍDICO. DISTINCIÓN Y
RELACIÓN. EL ORDEN JURÍDICO POSITIVO. OBLIGATORIEDAD MORAL
DE LAS NORMAS JURÍDICAS POSITIVAS. LÍMITES A LA
OBLIGATORIEDAD MORAL DE LAS NORMAS POSITIVAS. EL CASO DE LA
LEY INJUSTA

La ÉTICA O MORAL se refiere a todas aquellas conductas voluntarias y libres


que corresponde realizar al hombre para el logro de su BIEN PERSONAL, de
su PLENITUD O PERFECCIÓN EN EL PLANO NATURAL. Las
distintas inclinaciones y potencias inscriptas en la naturaleza humana
deben ser "actualizadas" y satisfechas para que, de esa manera, la
persona logre su acabamiento entitativo, su realización perfectiva.
Entonces, atendiendo a las exigencias del SER, la ley moral es un imperativo
de la razón que prescribe a la conducta ciertos "DEBER SER". "La
DEONTOLOGÍA es fruto de la ONTOLOGÍA" (Olgiati, "El Concepto de
Juridicidad en Santo Tomás de Aquino", p. 140, EUNSA, 1977, Pamplona).
Por su lado, el DERECHO concierne a las conductas justas que una persona
debe realizar a favor del otro, por necesidad legal y con estricta
igualdad, para la consecución del BIEN COMÚN TEMPORAL. "El
bien individual y el bien común no pueden separarse, porque siendo
el hombre naturalmente social, su propio bien le indica que debe
procurar la conservación y perfeccionamiento de la comunidad en que vive"
(Mouchet – Zorraquín Becú, "Introducción al Derecho", p. 17, Editorial
Perrot, 1987, Bs. As.). Y de esa necesidad provienen los deberes para con
los demás, las conductas tendientes a dar o respetar "lo suyo" del otro,
el bien del otro: respetar la vida y la propiedad ajenas, cumplir las
obligaciones, no hacer daño a otro, fortalecer la familia, etc. Lo

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"suyo" de cada uno está determinado, no arbitrariamente y sin


razones objetivas, sino con un fundamento ontológico, en aras de
la plenitud personal y social. Por tal razón, resulta incuestionable que El
Derecho pertenece al orden de la moral
Así las cosas,
COMO EL OBJETO MATERIAL DE LA MORAL Y DEL DERECHO ES EL
ACTO HUMANO, LA CONDUCTA PROVENIENTE DEL HOMBRE COMO
SER INTELIGENTE Y LIBRE (CONTINGENTE – OPERABLE O
REALIZABLE – AGIBLE), SE TRATA DE SABERES PRÁCTICOS. Y TODA
VEZ QUE, EN ESE CARÁCTER, SUMINISTRAN REGLAS Y MEDIDAS PARA
EL OBRAR, SON ASIMISMO NORMATIVOS.
No obstante, se impone aclarar que NO CORRESPONDE IDENTIFICAR
MORAL Y DERECHO, por las siguientes razones:
MORAL
DERECHO

1) POR SU
FINALIDAD BIEN, PERFECCIÓN O PLENITUD DEL HOMBRE
BIEN COMÚN TEMPORAL

EN EL PLANO NATURAL

La RELIGIÓN propone una determinada forma de vida, basada en un conjunto


de creencias y reglas de conducta, a fin de que el hombre alcance su
BIEN, PERFECCIÓN O PLENITUD EN EL PLANO SOBRENATURAL. A ella se
vincula el destino final de cada uno, la salvación eterna (para los
creyentes judeo – cristianos).
Conforme a lo señalado, la Moral y el Derecho pueden regular una
misma conducta, pero en tal caso, no coincidirán el sentido y alcance de lo
mandado por una y otro. "Por ejemplo: la moral ordena al deudor que satisfaga
al acreedor lo que le debe, de acuerdo con lo estipulado en un
contrato lícito, y el Derecho preceptúa también el pago de la deuda … La
norma moral, al ordenar el pago, lo hace para conseguir la bondad y pureza de
intención del deudor, para que éste no se deje arrebatar por una pasión de

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codicia, o por una pasión de hostilidad, para que no agravie un principio cuyo
cumplimiento es necesario para la honestidad de la persona íntima … Por
el contrario, el Derecho ordena el pago, sencillamente para que el
acreedor cobre, para garantizar a éste algo que se estima en justicia
como suyo" (Recasens Fiches, "Introducción al Estudio del Derecho",
p. 88, Editorial Porrua, 1985, México).

Debe quedar en claro que EXISTE UN ORDEN MORAL OBJETIVO,


FUNDADO EN LAS EXIGENCIAS ONTOLÓGICAS DEL HOMBRE Y
CONSTITUIDO POR JUICIOS O PROPOSICIONES DE LA RAZÓN
PRÁCTICA, ENCARGADA DE DIRIGIR LAS CONDUCTAS HACIA EL
BIEN O PLENITUD NATURAL DE LA PERSONA. ESE ORDEN MANIFIESTA
EN FORMA DE DEBER LAS EXIGENCIAS, TENDENCIAS O
INCLINACIONES NATURALES DEL SER DEL HOMBRE. ES LA
LEY NATURAL ÉTICO – JURÍDICA, QUE A SU TURNO, ES UNA
PARTICIPACIÓN DE LA LEY ETERNA EN LOS SERES RACIONALES.
Por consiguiente, LA MORAL NO PROVIENE DE LA CONCIENCIA
INDIVIDUAL DE CADA SUJETO (en cuyo caso habría tantas
morales como individuos).
NO ES EL SUJETO QUIEN SE DA LEYES MORALES A SÍ MISMO.
Precisado lo anterior, cabe ahora advertir que una norma moral,
objetiva y ciertamente dotada "per se" de plena validez y vigencia, y no
obstante el deber de obediencia absoluta que existe a su respecto, SÓLO ES
SUSCEPTIBLE DE SER EFECTIVAMENTE APLICADA O EJECUTADA
CUANDO EL SUJETO LA HA INTERNALIZADO, LA HA
INCORPORADO A SU MANERA DE SER Y DE OBRAR, COMO
RESULTADO DE UN RECONOCIMIENTO O ADHESIÓN ÍNTIMA A LA
NORMA Y A SU OBLIGATORIEDAD, POR LA FINALIDAD QUE
LA INSPIRA. EN ESTE SENTIDO Y SÓLO EN ESTE, SE
HABLA DE LA AUTONOMÍA DE LA MORAL. Obviamente, el hombre es
responsable del camino elegido y está sujeto, en su caso, a las sanciones
propias de la moral.

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En cambio, la norma jurídica ES SUSCEPTIBLE DE SER


EFECTIVAMENTE APLICADA O EJECUTADA DESDE EL MOMENTO
MISMO EN QUE UNA VOLUNTAD AJENA Y SUPERIOR AL INDIVIDUO
ASÍ LO HA QUERIDO, SIN QUE DEBA VERIFICARSE
NECESARIAMENTE, A TAL EFECTO, ACTO ALGUNO DE LA PROPIA
CONCIENCIA DEL SUJETO, DE ADHESIÓN O RECONOCIMIENTO
ÍNTIMO A LA NORMA. EN ESTE SENTIDO, SE HABLA DE HETERONOMÍA
DEL DERECHO.
En la mayor parte de los casos, la observancia del derecho se
produce espontáneamente, por considerar el sujeto que es también un deber
moral o por cualquier otro motivo. Pero si no cumple libremente, de
todos modos podrá hacerse efectivo el mandato de la norma, de
manera forzosa, por medio de los organismos creados para ello, atento a
la heteronomía del Derecho.
Si el sujeto paga, pero al hacerlo maldice íntimamente a su
acreedor, la norma moral no ha sido cumplida sino transgredida. Y si
el deudor quiere de buena fe pagar pero no puede hacerlo, no se ha violado
la norma moral.
Por otra parte, cuando decimos que al Derecho le interesa
"preponderantemente" que se dé a cada uno lo suyo, queremos
significar que enfoca primariamente el aspecto externo de la
conducta y que, de ordinario, se limita a esa faceta. Pero no
prescinde, en absoluto, de considerar las intenciones. Por ejemplo, el
Derecho Penal distingue entre delitos dolosos y delitos culposos; y pondera
que el sujeto no haya podido en el momento del hecho comprender la
criminalidad del acto o dirigir sus acciones, a los efectos de la
inimputabilidad. Asimismo, en el Derecho Privado se han elaborado
las teorías de los vicios de la voluntad, de la buena fe, etc. Pero cuando el
Derecho toma en cuenta las intenciones, lo hace sólo en la medida en que
éstas han podido exteriorizarse y juzgándolas en cuanto al alcance que puedan
tener para otras personas o para la sociedad.
Se ha llegado a sostener que el Derecho no es la cosa justa en toda su
perfección, sino un justo imperfecto , en cuanto puede darse
independientemente de la disposición de ánimo del agente, y no

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exige habitualidad en los actos justos. ¿Estamos autorizados, entonces, para


hablar de la "amoralidad del derecho"? De ningún modo, puesto que
la mencionada adecuación objetiva y exterior de la conducta, que interesa al
Derecho, lo es respecto de las NORMAS JUSTAS y no de toda
regla establecida imperativamente por las autoridades públicas, cualquiera
sea su contenido.
El objeto material del Derecho es la conducta humana social, la
que concierne a las relaciones del hombre con sus semejantes y
con la comunidad como tal. Se trata, pues, de actos humanos, reflexivos y
libres.
Por este motivo, EXISTE EL DEBER DE OBEDIENCIA DE LAS NORMAS
JURÍDICAS, PERO EL SUJETO ESTÁ OBLIGADO A NO CUMPLIR
AQUELLAS QUE VULNEREN DEBERES SUPREMOS HACIA DIOS,
HACIA SÍ MISMO Y HACIA SUS SEMEJANTES, O
DESCONOZCAN LOS GRAVES PRINCIPIOS MORALES QUE
REGULAN LAS RELACIONES ENTRE EL ESTADO Y LOS
INDIVIDUOS. Serían injustas por atentar contra el orden más
elevado, por ejemplo, las leyes que prescribieran la apostasía, el
juramento falso, las que prohibieran la práctica de los deberes religiosos, las
que aconsejaran el suicidio, las que dejaran de sancionar el homicidio,
las que prescribieran la poligamia o abolieran la autoridad de los padres
sobre sus hijos, las leyes opresivas y tiránicas.

Si bien es cierto que el Derecho es heterónomo, que la voluntad


del legislador tiene una eminencia fundamental con respecto al
arbitrio individual, ello es así SIEMPRE Y CUANDO LA NORMA
HAYA SIDO ESTABLECIDA PARA EL LOGRO DEL BIEN
COMÚN Y, MEDIATAMENTE, PARA QUE LOS HOMBRES
ALCANCEN LA PLENITUD DE SU BIEN PERSONAL (RAZÓN
ÚLTIMA DE LA SOCIEDAD POLÍTICA). DE LO CONTRARIO, FRENTE
A UN MANDATO LEGAL INJUSTO, COMO LOS DE LOS EJEMPLOS
QUE HEMOS DADO, LA HETERONOMÍA CONCLUYE Y EL DEBER
DE OBEDIENCIA QUEDA SIN FUNDAMENTO. IGUALMENTE, SIGUIENDO
LA DOCTRINA ESCOLÁSTICA, EL SUJETO ESTÁ AUTORIZADO A CIERTA

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RESISTENCIA EN LOS RESTANTES CASOS DE LEYES INJUSTAS,


SIEMPRE Y CUANDO ELLO SEA OPORTUNO Y NO SE CAUSE
UN
PERJUICIO SUPERIOR CON EL DESORDEN.
Recordemos que Sócrates no trató de eludir su suerte y cumplió la
sentencia injusta que lo condenaba a beber la cicuta, acusado de corromper a
la juventud, de no honrar a los dioses de la ciudad y de tratar de
introducir en la polis dioses ajenos. Y lo hizo considerando su deuda hacia
la polis, a la que debía mucho más de lo que él le podía dar. Sócrates ve en la
Ciudad una realidad ética fundada en el orden divino de las cosas. Esta
legitimidad esencial no es destruida por errores accidentales. Él mismo
afirmaba que es preferible padecer la injusticia que cometerla. Por eso,
al tener que afrontar la injusticia, Sócrates rindió a las leyes el sacrificio de
su propia vida para no menoscabarlas con el mal ejemplo de su
desobediencia pública.
Conviene tener presente que, según Aristóteles, la inclinación social que tiene
el ser humano hacia la polis a través de la cual se perfecciona, le impone
respetar el orden jurídico que ésta sanciona. Pero este deber de
obediencia no es incondicionado, ya que la sociedad encuentra su
razón de ser en la naturaleza racional de sus miembros, no pudiendo
proponerse otro fin, que el de servir a los hombres que viven en su seno.
Por lo tanto, en el caso de que la sociedad no conformara esas
exigencias naturales de los hombres, que obstruyera el desarrollo de las
personas individuales que viven bajo su protección, existe el
derecho a desobedecer las leyes injustas, basándose en la justicia natural.
De todo lo analizado surge palmariamente que HAY DEPENDENCIA DEL
ORDEN JURÍDICO CON RESPECTO AL ORDEN MORAL PORQUE HA
DE ACORDARSE PREFERENCIA AL MANDATO DE LA CONCIENCIA
MORAL SOBRE EL DE LA LEY POSITIVA, PORQUE NO PUEDE
PRETENDERSE LA EJECUCIÓN DE UN ACTO MORALMENTE
REPROBABLE POR EL SOLO HECHO DE ESTAR MANDADO POR LA
LEY.

Por ello,

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TODA LEY JURÍDICA, EN CUANTO TAL, ES DECIR, EN CUANTO JUSTA,


ES UNA LEY MORAL
A su turno, la Moral regula también aspectos que no interesan al Derecho: por
no existir alteridad, como el juego de mociones y movimientos
interiores, la templanza, la prohibición del suicidio, etc.; por no
configurarse la igualdad ("deudas impagables"), como en las virtudes de la
religión, de la piedad y de la veneración, referidas a los débitos para
con Dios, los padres y la patria, y las personas constituidas en
dignidad, respectivamente; o por no verificarse un débito legal o estricto (no
se puede forzar su cumplimiento), como en las virtudes de
veracidad, gratitud, liberalidad, afabilidad, amistad, etc. De manera que NO
TODA LEY MORAL ES UNA LEY JURÍDICA Recuérdese que EL ORDEN
MORAL OBJETIVO ES LA LEY ÉTICA NATURAL, QUE ABARCA TODO
EL CAMPO DEL BIEN HUMANO Y, POR LO TANTO, INCLUYE
NORMAS QUE PRESCRIBEN DEBERES SOCIALES JURÍDICOS
(DERECHO NATURAL) Y NO JURÍDICOS.

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