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I.

TRATAMIENTO DE RESIDUOS GASEOSOS UTILIZANDO METODOS FISICOS


QUIMICOS Y BIOLOGICOS
El control de las emisiones de compuestos volátiles orgánicos e inorgánicos y sus efectos
medioambientales, básicamente en áreas urbanas, constituye un objetivo prioritario del
incremento de calidad ambiental que se está iniciando en estos últimos años.
La producción y utilización de estos compuestos volátiles en amplios sectores
industriales, su consideración como precursores de otros contaminantes, el grado de
toxicidad y la presencia de olores han provocado un incremento del interés por el estudio
de distintas tecnologías para reducir los efectos negativos de estas emisiones, que van
desde problemas derivados de la corrosión de los equipos de tratamiento hasta la
presencia de fuertes olores, que se considera actualmente como una nueva forma de
contaminación ambiental.
En este sentido, las acciones para disminuir la contaminación ambiental causada por las
emisiones de vertidos gaseosos, han conducido al desarrollo y aplicación de diversos
métodos depurativos con objeto de reducir y/o eliminar aquellos compuestos más
contaminantes. Los residuos industriales gaseosos han sido tradicionalmente tratados por
métodos fisico-químicos tales como absorción y oxidación química en torres de relleno
con hipoclorito sódico, oxidación con ozono por vía húmeda, adsorción sobre filtros de
carbón activo y, en casos más extremos cuando la eliminación debe realizarse en gases a
elevada temperatura por incineración catalítica regenerativa. Frente a estas tecnologías de
alto coste, los tratamientos biológicos representan una alternativa plausible para la
eliminación de determinados compuestos volátiles presentes en los efluentes gaseosos
industriales. Además, comparado con las tecnologías fisico-químicas, en las que los
componentes son simplemente transferidos de una fase a otra, los tratamientos biológicos
presentan la ventaja de degradar completamente los productos a otros inocuos o menos
contaminantes a una temperatura y presión normales. (STEWAERT, 2001)
1.1.TRATAMIENTO DE RESIDUOS GASEOSOS POR METODOS FISICOQUIMICOS
1.1.1. ABSORCION Y OXIDACION QUIMICA EN TORRES DE RELLENO CON
HIPOCLORITO SODICO
Uno de los sistemas de desodorización más utilizados es el de la neutralización
oxidación química de los compuestos causantes de los malos olores. Existen
situaciones en que el olor viene causado por una mezcla de compuestos
susceptibles de ser oxidados y también neutralizados mediante soluciones de
lavado ácidas ó alcalinas según sea necesario. El proceso consiste en utilizar un
reactivo oxidante en un equipo de absorción de gases. Se combina la absorción
física del gas en el líquido y la reacción química, siendo el conjunto de ambos
fenómenos la solución más eficaz para el caso de compuestos causantes de malos
olores. Los productos de la oxidación son sustancias que no huelen o que son
fácilmente absorbidos en una segunda torre.
Como reactivos de oxidación existe una amplia gama. Los más utilizados
industrialmente son:
 Hipoclorito sódico en medio alcalino
 Agua oxigenada
 Permanganato potásico
 Ozono

El sistema de tres reactivos en dos etapas está constituido por una instalación de
lavado de gases del tipo oxidación - neutralización de 2 etapas, consta de dos torres
de lavado en serie conectadas entre sí mediante conductos del diámetro adecuado
(Figura 1).En la primera torre se efectúa un lavado de neutralización utilizando
como reactivo H2SO4 mientras que en la segunda torre tiene lugar una reacción
de oxidación- neutralización con un reactivo oxidante, como el NaClO y NaOH
para la neutralización química. El gas a lavar entra por la parte inferior de la
primera torre impulsado por un exhaustor que proporciona el caudal y presión
necesarios para aspirar el aire y hacerlo pasar por las dos torres. Cada torre dispone
de una bomba de recirculación para impulsar el líquido de lavado hasta las
boquillas de pulverización que están en cabeza de la torre, de manera que el lavado
sea a contracorriente.

Figura 01: Planta de lavado químico


Cada torre dispone de una bomba de recirculación para impulsar el líquido de
lavado hasta las boquillas de pulverización que están en cabeza de la torre, de
manera que el lavado sea a contracorriente. Las torres de lavado van dotadas de
sondas de nivel que comandan una electro-válvula y permiten disponer de un
volumen de agua constante en el depósito de recirculación. También disponen de
una sonda de medición del potencial redox y dos sondas de medición de pH para
mantener siempre la solución en su estado óptimo de trabajo. Tanto en la primera
torre (lavado neutralización) como en la segunda torre (lavado oxidación -
neutralización) se adicionan los reactivos mediante unas bombas dosificadoras
cuyo funcionamiento viene gobernado el set point del controlador de potencial
redox. (STEWAERT, 2001)
1.1.2. TRATAMIENTO DE GASES CON OZONO POR VÍA HÚMEDA
El principio de funcionamiento del tratamiento de humos es el lavado de los gases
mediante un elevado caudal de agua en recirculación que retiene los
contaminantes, principalmente restos parcialmente quemados que provocan
opacidad y olores, así como aceites, que son arrastrados y fijados por el agua y
oxidados por el ozono, que oxida asimismo los compuestos químicos procedentes
de la combustión. A la hora de diseñar un sistema de lavado de gases con ozono,
ya sean de origen industrial o procedentes de cocinas, se debe actuar en primer
lugar aislando los gases en cuestión y conduciéndolos hasta la zona de tratamiento.
Para ello se extrae el aire de las instalaciones mediante turbinas o extractores
adecuados; los gases, dirigidos por tuberías, ingresan en la torre de lavado a través
de una tolva de entrada. A partir de ahí, se hace pasar el gas por una columna de
agua ozonizada propulsada por una bomba de acero inoxidable auto aspirante, que
recircula el agua del depósito inferior. La inyección de ozono se realiza a la salida
de la bomba de extracción, en la tubería encargada de llevar el agua aspirada por
la bomba hasta la parte superior de la torre. Desde ahí, el agua ozonizada es
expulsada mediante una tubería llena de toberas; estas toberas generan chorros
entrecruzados que aumentan el tiempo y superficie de contacto, creando así una
densa columna que deja el gas libre de residuos. El agua, una vez terminado el
lavado, cae por gravedad al depósito de recirculación situado en la parte inferior
de la torre. Finalmente, el aire, ya libre de partículas, sale al exterior por la
chimenea de escape, donde un separador de gotas asegura que la humedad relativa
del aire de salida sea la adecuada, pasando previamente por un destructor de ozono
que asegura que no haya emisiones de este gas al ambiente. (LAGREGA, 1996)
1.1.3. INCINERADORES CATALITICOS
Los incineradores catalíticos emplean un lecho de material activo (catalizador),
que facilita la reacción total de combustión. El catalizador tiene el efecto de
aumentar la proporción de reacción, facilitando la conversión a temperaturas de
reacción más bajas que en las unidades de incineración térmica. A pesar de eso, la
corriente residual debe ser precalentada a una temperatura lo suficientemente alta
(usualmente de 300 a 900 o F), para iniciar las reacciones de oxidación. La
corriente residual es precalentada ya sea directamente en una cámara de
combustión del precalentador o indirectamente por intercambio de calor con el
efluente del incinerador o con otro calor de proceso o con ambos. La corriente de
gas precalentada es entonces pasada sobre el lecho del catalizador. La reacción
química (combustión), entre el oxígeno en la corriente de gas y los contaminantes
gaseosos toma lugar en la superficie del catalizador. La incineración catalítica
puede, en principio, ser utilizada para destruir esencialmente cualquier compuesto
oxidable en una corriente de aire. Sin embargo, hay límites prácticos a los tipos
de compuestos que pueden ser oxidados debido al efecto de envenenamiento que
algunas especies tienen sobre el catalizador. Estos límites se describen después.
Adicionalmente, la mayoría de las configuraciones requieren un bajo valor
calorífico del gas de entrada y un contenido de particulado que sea menor que
algún valor pequeño.
Hasta hace poco, el uso de la oxidación catalítica para el control de contaminantes
gaseosos había estado realmente restringida a compuestos orgánicos conteniendo
solo carbón, hidrógeno y oxígeno. Los gases conteniendo compuestos con cloro,
azufre y otros átomos que pueden desactivar los catalizadores de metal noble
soportado que frecuentemente se utiliza para el control de COV, no fueron
adecuadamente controlados por los sistemas de oxidación catalítica. Sin embargo,
existen ahora catalizadores que son tolerantes de tales compuestos. La mayoría de
estos catalizadores son óxidos de metal solos o mezclados, a veces soportados por
un soporte mecánicamente fuerte tal como la alúmina. Tal vez la mayor parte del
desarrollo de catalizadores tolerantes a venenos se ha enfocado a la oxidación de
COVs conteniendo cloro. Estos compuestos son ampliamente utilizados como
solventes y desengrasantes y con frecuencia son la causa de preocupación en el
control de COV. Los catalizadores tales como los de cromo/alúmina, óxido de
cobalto, y óxido de cobre/óxido de manganeso, han sido utilizados para la
oxidación de gases conteniendo compuestos clorados. Los catalizadores a base de
platino son activos para la oxidación de COVs conteniendo azufre, aunque son
rápidamente desactivados por la presencia de cloro. Los compuestos conteniendo
átomos tales como plomo, arsénico y fósforo, deben, en general, ser considerados
venenos para la mayoría de los catalizadores de oxidación. No obstante, su
concentración puede ser suficientemente baja, de modo que la proporción de
desactivación y, por lo tanto, los costos de reemplazo del catalizador, pudiera ser
suficientemente baja para considerar la oxidación catalítica. (LAGREGA, 1996)
1.2.TRATAMIENTO DE RESIDUOS GASEOSOS POR METODO
MICROBIOLOGICOS
Durante años se han desarrollado diferentes tecnologías para el tratamiento de
efluentes gaseosos. De forma similar a como sucedió en el ámbito del tratamiento
de aguas residuales años atrás, el tratamiento de efluentes gaseosos se ha
establecido, en gran medida, mediante la utilización de sistemas físico-químicos.
Tecnologías tales como la incineración, oxidación química, absorción y adsorción
han sido utilizadas a nivel industrial para el tratamiento de efluentes gaseosos de
emisiones puntuales de fuentes estacionarias. Estas tecnologías convencionales
adolecen de importantes inconvenientes, tales como su elevado coste de operación
y limitada eficacia. A medida que la legislación sea más exigente con los límites
de descarga, pues desgraciadamente la legislación actual no es suficientemente
restrictiva, estos inconvenientes adquirirán mayor relevancia.
A pesar de los grandes esfuerzos e inversiones, la contaminación del aire continúa
siendo un problema ambiental. La búsqueda de sistemas de tratamiento
«medioambientalmente amigos» ha desembocado, en los últimos años, en una
revolución en la utilización de sistemas biológicos para la depuración de aguas.
Esta revolución está todavía por llegar en el campo del tratamiento de gases, si
bien se dispone actualmente de los elementos necesarios para su materialización.
Las técnicas biológicas para el tratamiento de efluentes gaseosos contaminados
tomaron enorme importancia en Europa a partir de la década de los noventa debido
a su eficacia, bajo coste y aceptación desde el punto de vista ambiental. En países
punteros como Alemania y los Países Bajos en Europa, y Estados Unidos y
Canadá en el continente americano se ha apostado por esta tecnología y ya
disponen de notable experiencia en el desarrollo e implementación de sistemas
biológicos de tratamiento de efluentes gaseosos a nivel industrial.
La amplia variedad de procesos que generan efluentes gaseosos contaminados y
el amplio espectro de contaminantes que contienen hace que no exista una
tecnología mejor que otra, sino que cada caso debe ser evaluado de forma
específica. De forma general, los tratamientos biológicos son aplicables al
tratamiento de compuestos contenidos en efluentes generados en fuentes
estacionarias de procesos industriales como son los compuestos orgánicos
volátiles (COV) generados por la industria química, petroquímica y alimentaria,
o los compuestos orgánicos reducidos de azufre (CORA) en la fabricación de
papel, esponjas sintéticas y textiles como el rayón. Igualmente, importantes son el
tratamiento de los efluentes gaseosos, generados en la industria relacionada con el
tratamiento de residuos, tales como los de las instalaciones de compostaje,
biorremediación de suelos, colectores de aguas residuales, plantas depuradoras de
aguas residuales (tanto urbanas como industriales) o vertederos. Instalaciones que
se caracterizan por generar mezclas complejas de olores, generalmente debidas a
compuestos derivados de la actividad bacteriana en condiciones anaerobias y a los
procesos de aireación habituales en la mayoría de sistemas de tratamiento de
residuos. Por el contrario, las emisiones de partículas y otros gases de combustión
han de ser tratados mediante sistemas de tratamiento físico-químicos, pues los
tratamientos biológicos no son efectivos.
Los biorreactores para el tratamiento de efluentes gaseosos utilizan la actividad
metabólica de microorganismos para tratar contaminantes en fase gas, los cuales
son fuente de energía y materia, esenciales para el crecimiento microbiano. Los
contaminantes deben ser transferidos de la fase gas a una fase líquida y/o a una
fase de biopelícula antes de ser degradados biológicamente. Para que el
tratamiento biológico sea efectivo, los contaminantes de interés deben ser, en
cierto grado, biodegradables, no tóxicos y presentar cierta solubilidad. De forma
general, el tratamiento biológico es efectivo y económico para bajas
concentraciones de contaminante, normalmente inferiores a 5 g m-3, y grandes
caudales de aire de hasta 5·105 m3 h-1. En la pasada década y en la actualidad,
los bioreactores están siendo utilizados para el tratamiento de efluentes gaseosos
con contaminantes de naturaleza diversa, desde compuestos inorgánicos como
sulfuro de hidrógeno, amoníaco y óxidos de nitrógeno, a compuestos orgánicos
como alcoholes, COV o compuestos orgánicos clorados; bien como
contaminantes únicos o como componente principal de un efluente gaseoso. En la
mayoría de aplicaciones, los contaminantes que han sido exitosamente tratados en
biorreactores son compuestos de bajo peso molecular y altamente solubles.
Aunque existe cierto número de configuraciones y alternativas diferentes de
biorreactores para el tratamiento biológico de efluentes gaseosos, durante los
últimos años, los utilizados más comúnmente son los de tipo biofiltro (biofilter) y
los biofiltros percoladores (biotrickling filters) por haber demostrado su eficacia
ante un amplio rango de contaminantes y por su simplicidad y bajo coste de
operación. Existen otros sistemas de tratamiento menos comunes como los
biolavadores (bioscrubbers) y otros más específicos como el tratamiento de gases
por difusión a través de lodos activos (AS Air Difussion). Si bien los mecanismos
de eliminación del contaminante son comunes para todos ellos, los biorreactores
se diferencian en la fase en la que los microorganismos están presentes, ya sea en
suspensión (biolavadores y lodos activos) o bien en forma de biopelícula (biofiltro
y biofiltro percolador) y por el estado de la fase líquida, en forma estacionaria
(biofiltro) o bien en flujo (biolavador, biofiltro percolador y lodos activos). En
cualquiera de los tipos de bioreactores, la caracterización de la transferencia de
materia entre las interfases presentes (gas-líquido, líquido-biopelícula, gas-
biopelícula) es un aspecto clave para mejorar la eficacia de los sistemas de
tratamiento.
El sulfuro de hidrógeno (H2S) es un claro ejemplo de compuesto tremendamente
problemático que es fácilmente tratable mediante sistemas biológicos. El sulfuro
de hidrógeno se genera esencialmente en procesos industriales como el refinado
de petróleo, la fabricación de papel y pulpa de papel, el procesado de alimentos y
en el tratamiento de gas natural y otros combustibles. Asimismo, es uno de los
principales productos generados en los colectores de las plantas depuradoras de
aguas residuales urbanas y forma parte de la mayoría de los olores generados en
otras zonas de las industrias de tratamiento de residuos. En este ámbito, y
desgraciadamente, en el caso de Cataluña, se ha convertido en la primera causa de
accidente mortal debido a la presencia de gases tóxicos en entornos de trabajo.
El tratamiento tradicional del sulfuro de hidrógeno ha venido realizándose
mediante sistemas físico-químicos, esencialmente torres de absorción a pH básico,
con o sin adición de un oxidante químico. Este tipo de tratamiento es muy efectivo,
aunque sufre importantes problemas tales como elevados costes de operación y
riesgos de accidentes debido a la utilización de productos químicos y la generación
de halometanos, conocidos por su poder tóxico. Además del incremento de coste
por un mayor uso de productos químicos, la precipitación de CaCO3 y MgCO3
también conlleva una acumulación en la superficie del relleno del reactor. Es
habitual pues, la realización de lavados periódicos con ácidos como el HCl para
evitar la acumulación de precipitados.
En cualquier caso, las torres de absorción son efectivas para el sulfuro de
hidrógeno, pero tienen limitaciones si, simultáneamente, se pretende la
eliminación de COV y compuestos nitrogenados. Así, el NH3 es difícil de eliminar
a pH básico y tiende a formar cloroaminas en presencia de hipoclorito.
Desafortunadamente, tanto COV como NH3 son componentes habituales en
efluentes gaseosos junto con H2S en plantas depuradoras de aguas residuales
urbanas lo que limita el tratamiento de olores en este tipo de instalaciones
mediante sistemas físico-químicos de tratamiento.
El tratamiento biológico del sulfuro de hidrógeno se ha realizado esencialmente
en reactores tipo biofiltro percolador y biofiltro, en este mismo orden en número
de aplicaciones. El mecanismo de oxidación biológica depende esencialmente de
la población microbiana del reactor, así como de la concentración de oxígeno.
Cuando la oxidación biológica es completa tiene lugar la siguiente reacción
catalizada por microorganismos autótrofos, aunque el proceso de oxidación es
complejo y puede tener lugar a través de numerosos intermedios: (LEVIN, 1997)
H2S + 2 O2 SO42- + 2 H+
La producción de protones implica un continuo descenso del pH en el interior del
reactor a medida que el H2S es degradado, por lo que es necesaria la adición de
agua u otro agente basificante para mantener el pH del biofiltro percolador dentro
de unos valores adecuados. Los microorganismos encargados de la oxidación de
H2S realizan el proceso a pH bajo, al cual son tolerantes, y pertenecen
habitualmente a especies del género Thiobacillus. Puesto que las condiciones son
hostiles para el crecimiento de la mayoría de especies microbianas, suelen ser los
microorganismos colonizadores mayoritarios en el interior del sistema. El pH, así
como la concentración de sulfato en el sistema son parámetros críticos durante la
operación. De forma general, el pH de operación debe ser mantenido entre 1 y 3
para asegurar una velocidad de degradación óptima, aunque se han descrito
biofiltros y biofiltros percoladores en los que la oxidación tiene lugar a pH entre
4 y 8. Igualmente, se ha determinado que concentraciones de sulfato excesivas,
superiores a los 25 g S-SO42- (kg relleno) -1, son inhibitorias para los
microorganismos sulfuroxidantes.
Una de las limitaciones de los sistemas de biofiltros y biofiltros percoladores
frente a las torres de absorción químicas, en el caso del sulfuro de hidrógeno, es
que los biorreactores requieren habitualmente tiempos de contacto de entre 10 y
60 segundos, mientras que en columnas de absorción química la misma eficacia
se consigue con tiempos de retención de entre 2 y 3 segundos. Debido a ello, se
requieren biorreactores de mayor volumen que los de las torres de absorción para
tratar iguales cantidades de contaminante. En consecuencia, es necesario llevar a
cabo estudios de la operación y diseño de los biofiltros percoladores a fin de
competir, no sólo económicamente si no en eficacia, con sistemas tradicionales de
tratamiento.
Comparativamente con otras tecnologías para un amplio espectro de compuestos,
una de las principales limitaciones de los sistemas de tratamiento de gases es la
necesidad de un mayor tiempo de residencia del aire en el interior del reactor para
conseguir capacidades de tratamiento similares a las de los sistemas de tratamiento
físico-químicos. Es decir, se requieren reactores de mayor volumen para tratar
idénticos caudales. Es por ello que, en la actualidad, existe una limitación en la
aplicación de este tipo de sistemas, más aún tratándose de una tecnología
emergente comparada con los sistemas físico-químicos plenamente establecidos
y estudiados en las últimas décadas. En cualquier caso, el tratamiento de aire
contaminado requiere de un conjunto de tecnologías capaz de tratar tal
variabilidad de la forma más económica y efectiva posible en cada caso. Los
tratamientos biológicos de efluentes gaseosos se han demostrado capaces de
conseguir la primera de estas premisas, pero no han demostrado de forma general
ser más eficaces que los sistemas convencionales de tratamiento. Pese a ello, y
aunque no se pueda decir que se trata de una nueva tecnología, el todavía limitado
nivel de conocimiento, tanto de los fenómenos que tienen lugar en el interior del
sistema como de la aplicabilidad a nivel industrial para el tratamiento de efluentes
gaseosos complejos indican que el potencial de estas tecnologías está aún por ser
plenamente aprovechado. (LEVIN, 1997)
II. BIBLIOGRAFIA
 STEWAERT, D. 2001. Wastewater Treatment. The New Brewer.
 LAGREGA, M. 1996. Gestión de residuos tóxicos. Volumen II. Editorial
McGraw-Hill.
 LEVIN, M. 1997. Biotratamineto de residuos tóxicos y peligrosos. Editorial
McGraw-Hill. Madrid. España.

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