Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
HH 1
Formación General PFA
MODULO N° 01
2018
I. LA PERSONA HUMANA.
Persona es un concepto que se viene usando desde la época romana para referirse a quien es titular de derechos,
y es incorporado a la Filosofía como una necesidad de la teología cristiana para poder explicar el misterio teológico
de la Trinidad. Se sigue usando en la actualidad especialmente en el ámbito jurídico para referirse al titular de
derechos: en caso que se haga referencia a un miembro de la especie humana se trata de personas naturales,
visibles o físicas, en caso que las personas hayan sido creadas por personas físicas o por la ley se habla de personas
jurídicas. Sin embargo, aunque es un concepto que se usa popularmente e incluso en Sociología, Psicología y
política y, en general, se aplica a todo ser humano, sigue habiendo, desde su origen, desde la Filosofía,
cuestionamientos a esta identificación de conceptos. El que no sean conceptos o calificativos equivalentes suele
generar consecuencias respecto de la atribución de derechos a un ser vivo e, incluso, a nivel de respeto o
reconocimiento del valor de esa vida. Hoerster, por ejemplo, ha propuesto cambiar la expresión derechos
humanos por derechos de la persona desde una postura positivista de los derechos humanos. En este caso se
habla de derecho positivo, pero también puede hallarse esta distinción en autores que hablan de ética, ámbito
de reconocimiento de derechos que precede al derecho positivo, como Singer. Este autor diferencia claramente
el valor de la vida de un ser humano del de una persona, atribuyendo a ésta facultades diferenciadoras, como la
autoconciencia y la racionalidad que le otorgan dignidad.
A partir de ese momento histórico del pensamiento occidental, se asocia al ser humano con un sujeto racional
protagonista de la historia, referencia de toda moral y por consiguiente de todo conocimiento y política. El sujeto
moderno no sólo se conoce a sí mismo, sino que ese conocimiento le permite juzgar acerca de la verdad y el bien:
su razón es la medida de esa verdad y ese bien, y el resultado de ello es claramente una ciencia sustentada sobre
una objetividad establecida por el sujeto y una ética sostenida por un mandato, un imperativo que debe ser
identificado y obedecido por un sujeto. Ese sujeto es el hombre, el ser humano, el quien que no es un qué ni
puede serlo. Kant, el representante más preclaro de la modernidad, pone al ser humano como el protagonista
único de lo moral y por consiguiente como lo que debe considerarse más valioso, lo que es el fin de cualquier acto
moral. El hombre, su dignidad, es innegociable, no puede cambiarse por nada.
Ese hombre que se convierte en el pivote sobre el que gira la historia, el conocimiento, la política y la ética, es el
sujeto autoreferido, el dueño de una conciencia racional que es la medida de la verdad y el error, del bien y del
mal. Esto genera una dificultad que no afrontaban ni griegos, ni cristianos que definían la esencia del ser humano
de manera ontológica, es decir como una entidad cuya esencia era independiente del conocimiento humano. Así
la filosofía griega, especialmente Aristóteles, había definido al hombre como una sustancia animal con una
diferencia específica que era la racionalidad; el cristianismo, más tarde, lo define como creatura imagen de Dios.
La dificultad comienza cuando la modernidad define al hombre por su conciencia, es decir la capacidad de
autoconocerse, autogobernarse, autodefinirse y que no tiene nada que ver con lo natural; ese hombre es un
alguien que no es un algo como lo que puebla el mundo natural y que se superpone a la naturaleza para conocerla
y sobre todo dominarla. El cristianismo es dejado de lado por la modernidad que busca, sobre todo, definir al
hombre y su naturaleza de una manera ajena a la teológica. Por ello la modernidad pretende volver a los griegos,
para recuperar una filosofía previa a la teología judeocristiana. Sin embargo, al definir al hombre, los griegos,
especialmente Aristóteles, consideraban tanto la sustancia animal como la diferencia racional, de modo que un
ser humano no podía ser sólo animal ni sólo racional, ambas características se sostenían una a la otra: no hay
racionalidad en el ser humano sin “animalidad”, ni animalidad sin “racionalidad”. Los conceptos animalidad y
racionalidad están entrecomillados, puesto que su alcance simbólico no es el mismo. para los griegos que para
los modernos. La modernidad llena de valor negativo a la “animalidad” del ser humano, o la recupera con el
romanticismo como imagen en que la animalidad es lo contrario de la racionalidad, el animal es un ser irracional,
brutal, bestial, y el romanticismo busca recuperar lo mejor de esas características reivindicando la pasión. De allí
que el iluminismo y el positivismo
Con el propósito inicial de recuperar un ser humano integral, revalorizando todo el costado no racional del
hombre: su corporalidad que implica lo biológico más los afectos, los sentimientos y los deseos, pero también y
sobre todo su religiosidad, surge, a fines del siglo XIX, el personalismo. Esta escuela filosófica rechaza
fundamentalmente, por su pobreza y su esquematismo, la imagen de hombre elaborada por las ciencias positivas.
Pretende construir una imagen simbólica del hombre, diferente de la que nace de esas ciencias herederas directas
de la modernidad y para ello acude a conceptos y supuestos provenientes del cristianismo. Lo que subyace al
personalismo es la creencia de que la deformación existente en la imagen del ser humano proviene de los rasgos
“negativos” de la modernidad como son la traducción de razón por ciencia positiva, la inmanencia del yo, la
concepción maquinal del cuerpo y sobre todo la negación explícita de la Ontología y la trascendencia religiosa.
Pone especial énfasis en rechazar una imagen del ser humano como una máquina cuyo centro de operaciones es
el cerebro. Nace en Francia de la mano de Mounier como una antropología y es aplicada sobre todo a principios
del siglo pasado a la Ética y a fines de siglo a la Bioética. Esta antropología mantiene los fundamentos modernos,
aunque buscando “humanizarlos”, comprendiendo por este término tener una imagen más integral del hombre.
Para ello considera que el hombre es una persona, cosa que hace pensar en un modo de vida que se alimenta del
mundo social y natural. La persona es desde la perspectiva personalista, el ser humano integral que no puede
rechazar su corporalidad y que está llamado a cumplir con su destino divino. Al considerar al hombre como
persona, debe hacérselo tanto en su dimensión individual como social, tomando en cuenta el valor absoluto de
su vida como creatura de Dios y todos los costados en que ésta pueda desarrollarse.
Pensar en una persona, siguiendo a Ricoeur, es pensar en un ser humano íntegro e idéntico a sí mismo, integridad
e identidad que sólo puede construir en relación con otros; por ello, estas características tienen que ver con algo
más que la autoconciencia racional del sujeto moderno, con la autoidentificación en un yo individual. La integridad
forma parte de la identidad que se construye con el reconocimiento del otro debido al carácter contingente y
dependiente del ser humano. Según Ricoeur cada ser humano va construyendo al otro mediante un relato. La
identidad de cada uno nace de los diferentes relatos de los otros que van construyendo su personalidad, su
identidad, los caracteres de su integridad. Esos relatos son los que conforman su “persona”, su “máscara” en el
sentido griego, su rol, su identidad.
Es el ser humano como totalidad el que es valorado cuando se habla de dignidad humana, no se valora sólo la
racionalidad, ni tampoco, como podría comprenderse en otras teorías antropológicas, la “animalidad”, es decir
su costado biológico: lo que comparte con el animal y el vegetal, sino la integridad del ser humano. Esta valoración
implica el reconocimiento de la multiplicidad de aspectos que implica el ejercicio de la humanidad, entre ellos, el
fundamental, que es su relación con el otro humano y con lo no humano que le permite descubrir todo lo que es
y todo lo que le falta ser.
Cuando se hace hincapié en la persona y en su dignidad se busca subrayar el valor del hombre como tal. Se debe
entonces valorar al ser humano, o a la persona, mediante el reconocimiento del valor de su vida, proclamándolo
merecedor de derechos: del derecho a la integridad, a la identidad, a la buena vida, al futuro, a la Salud y la
Educación entre otros. La persona humana no es otra cosa que un ser humano y la referencia a éste puede ser
enriquecida con significados provenientes del concepto de persona, mientras se reconozca su igualdad en
dignidad.
Mg. Jorge Orlando Larios Miñano. Escuela: Ing. Civil
UNIVERSIDAD CÉSAR VALLEJO - FILIAL- CHIMBOTE Constitución y DD.HH 4
Formación General PFA
II. PERSONA HUMANA, SOCIEDAD Y NECESIDAD DE LOS DERECHOS HUIMANOS.
Hubo antaño un mundo sin derechos humanos. En él las personas no valían
igual: había aristócratas y plebeyos, y una profunda grieta los separaba:
habitaban en lugares distintos, no se casaban entre ellos, los aristócratas
vivían del Estado, mientras los plebeyos los mantenían y pagaban ellos solos
los impuestos. Este mundo existió hasta hace poco más de doscientos años
en Europa.
Hubo también seres humanos de raza negra que fueron considerados
esclavos, una suerte de cosas con vida humana. En el Perú, de acuerdo con las
leyes, esta situación se prolongó hasta 1854. En los Estados Unidos de
Norteamérica, los humanos de raza negra no podían sentarse a lado de los de
raza blanca ni acudir a los mismos lugares públicos que estos hasta la década
del sesenta, y en Sudáfrica, hasta poco antes de que acabara el siglo XX.
La mujer no tuvo derechos políticos en el Perú, porque se la consideraba inhábil para votar en elecciones nacionales,
hasta el año 1956. Además, de acuerdo con las leyes, al menos hasta 1980 la La esclavitud de la raza negra, constituye una
mujer vivía sometida al marido: este decidía por sí solo cosas muy importantes las más oprobiosas muestras del
desconocimiento de la dignidad humana, hecho
para la familia, como el lugar en que vivirían, el dinero que gastarían, si la que contó con la aprobación de las clases
gobernantes que en aquel entonces ejercieron
mujer podía o no trabajar fuera de casa, y así sucesivamente. el poder.
Fueron estas y muchas otras las circunstancias en que los seres humanos
carecieron, precisamente, de derechos humanos, porque así lo mandaban las leyes, en contra de lo que la
naturaleza dicta. Y es que todos los seres humanos son distintos en muchos aspectos pero iguales en lo esencial:
su común pertenencia a la humanidad. Como se puede ver, no hay que ir muy lejos en la historia para encontrar un
mundo sin derechos humanos. Muchas de las personas que se nos cruzan por la calle, o que viven con nosotros
dentro de casa, fueron tratadas por las leyes como desiguales en algún momento de sus vidas.
Hemos insistido en las diferencias en el tratamiento de las personas por la ley, porque, en verdad, los derechos
humanos son establecidos a partir del Derecho para ser aplicados en todas y cada una de las circunstancias de la
vida. Como humanos, vivimos en una constante tensión entre lo que nos hace iguales y lo que nos hace distintos.
Cada uno de nosotros es único y distinto a los demás en muchas cosas, desde nuestros rasgos faciales y nuestra
figura humana hasta nuestros pensamientos y convicciones más profundas. En realidad, cada uno de nosotros debe
ser él mismo y distinto de los otros si quiere realizarse plenamente como persona.
Pero, al mismo tiempo, todos tenemos en común nuestra constitución humana: el cuerpo que nos pertenece,
nuestras emociones, nuestra inteligencia, nuestros valores, nuestra creatividad y nuestras creencias divinas y hu-
manas. En todo esto los seres humanos somos iguales. Precisamente, la individualidad de cada uno, y su realización,
consisten en partir de estas características comunes para construir nuestra propia realización personal, inimitable
y única.
Poco a poco, el ser humano fue dándose cuenta de que, para alcanzar una vida mejor en sociedad y una mayor
realización personal, era indispensable reconocer ciertos derechos aplicables a todos por igual: esos derechos que
permiten ejercitar nuestras potencialidades para mejor realizarnos y ser cada vez más humanos.
a) Universalidad
Lo cual quiere decir que todos tienen los mismos derechos, de forma igual y sin excepciones ni
discriminaciones que se basen en razones como la nacionalidad, la raza, el sexo, la edad y cualquier otra condición.
Por ello, la tutela de los derechos se ha ido extendiendo al nivel planetario, mediante estructuras de defensa y
garantía activas, tanto en el plano interno de la legislación y jurisdicción de los países, como en el ámbito
internacional. La universalidad de los DH abarca a las personas físicas y morales, en lo que les sea aplicable.
“Los derechos humanos son universales porque todos los Miembros de la familia humana los poseen. Se derivan
de la dignidad inherente e igual de todas las personas”
B) Imprescriptibilidad
La existencia de los derechos humanos no ha de extinguirse nunca, ya que al ser consubstanciales a la naturaleza
humana, tendrán vigencia en tanto existan “seres humanos”.
El uruguayo Gros Espiell sostiene que los Derechos Humanos no se extinguirán nunca, pues siempre existirán
ontológicamente.
C) Inalienabilidad
Significa que los derechos humanos son inextinguibles, inajenables, no pueden transferirse ni separarse del
hombre, pues al estar más allá de la manipulación del ser humano, le es imposible disponer arbitrariamente de
ellos.
“La persona humana no puede, sin afectar su dignidad, renunciar a sus derechos o negociarlos. Tampoco el Estado
puede disponer de los derechos de los ciudadanos. Se entiende que en situaciones extremas algunos derechos
pueden ser limitados o suspendidos, pero nunca alienados (eliminados, extinguidos). Ejemplificaremos esto con
dos situaciones típicas.
Por un lado, el que por determinadas circunstancias se suspendan las garantías constitucionales no implica que
desaparezcan o estén extinguidos los derechos, sino que por un lapso de tiempo limitado y dentro de las razones
que originaron la suspensión, las formas de protección están sujetas a restricciones; sin embargo, el derecho a la
vida, a no ser torturado, ni incomunicado, siguen vigentes.”
D) Inviolabilidad
Implica que los derechos humanos siempre están vigentes por encima de todo poder, grupo o individuo y no
pueden ser subordinados o limitados por ninguna causa o circunstancia, menos por interés alguno, incluso
enarbolando la defensa del propio Estado.
Concierne a todos la obligación de respetar los DH, deber que corresponde especialmente a los funcionarios
públicos y al Estado mismo. Los ciudadanos también están en la obligación de respetar los derechos de los demás
y tienen el derecho de hacer respetar los suyos de acuerdo con la Constitución y las leyes.
E) Trascendencia a la norma positiva
Estos derechos no requieren estar reconocidos expresamente por la legislación interna de un estado para que sus
ciudadanos se vean protegidos a nivel internacional por dichas normas; además aun cuando el estado mismo no
sea parte de los Pactos y Declaraciones que confieren dichos derechos, la comunidad internacional no duda hoy
en considerar a los Derechos Humanos como una opinio juris (obligatoria jurídicamente aunque no sea ley escrita),
es decir, se encuentran convencidos de su necesaria practica más allá del hecho de que se encuentren o no
efectivamente positivizados.
F) Irreversibilidad
Un derecho humano una vez reconocido por un Estado, no resulta válido después derogarlo. Defender los
derechos humanos implica ser beligerante en el sentido de impedir que se den pasos hacia atrás y se destruya lo
que ha tardado siglos en ser reconocido. No podemos eliminar el derecho a la protección de la salud o el derecho
Mg. Jorge Orlando Larios Miñano. Escuela: Ing. Civil
UNIVERSIDAD CÉSAR VALLEJO - FILIAL- CHIMBOTE Constitución y DD.HH 8
Formación General PFA
al trabajo sólo porque nos cueste convertirlos en derechos universales. Es necesario luchar para que lleguen
realmente a todos. Es necesario luchar por la irreversibilidad de los derechos que se han empezado a conquistar.
G) La igualdad en derechos.
Los derechos humanos protegen en igual medida todo ser humano, por lo que hay una identidad absoluta de
derechos en todas y cada una de las personas. Este principio que negativamente podemos enunciar como el de
no discriminación se halla en la base de la concepción de estos derechos.