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• Dios te salve
Imagínate cómo es la mirada de Dios sobre la mujer que Él creó y eligió para que
fuera su madre: una mirada llena de amor, de predilección, de gozo y
complacencia. Hasta donde te sea posible, cuando comiences el Avemaría
apropia la mirada de Jesús sobre su Madre y salúdala con las palabras del
Arcángel Gabriel en la anunciación (Lc. 1,28). Desde lo más profundo de tu
corazón dile: "alégrate María".
• María
Porque Dios está con ella María está completamente impregnada de gracia, como
una esponja bajo el agua. María está llena de la presencia de Dios y Dios es la
fuente de la gracia. El poder del Altísimo la cubrió con su sombra (Lc 1,35), es
decir, Dios descendió para habitar en ella.
María es "la morada de Dios entre los hombres" (Ap 21,3) Dios se da por completo
a María, la colma de belleza, y ella, que desborda Gracia divina, la entrega a la
humanidad.
María es la viña fecunda que nos entrega el mejor de los frutos, el alimento que
sacia. El fruto de su vientre es fruto del amor de Dios, de la maravillosa y fecunda
colaboración entre el Espíritu Santo y esa pobre jovencita de Nazareth. A mí me
ayuda mucho contemplar el icono de la "Madre del signo" que nos muestra a
Jesús en el vientre de María en forma de Eucaristía: "el pan vivo, bajado del cielo.
Si uno come de este pan, vivirá para siempre" (Jn 6, 51)
Nos duele escuchar: "Y los suyos no le recibieron" (Jn 1,11) pero María sí lo
recibió y hoy nosotros, cultivando la vida de gracia, queremos recibirlo como lo
hizo ella.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, me declaro pecador, necesito que
desbordes sobre mí tu corazón misericordioso.
• Ahora
Decirle ruega ahora por mí, es decirle: te necesito siempre a mi lado María,
siempre; no te separes de mí.
Así como estuviste junto a Jesús en la hora de su muerte (cf Jn 19, 27), así desde
ahora te pido que cuando termine mi vida terrena estés conmigo. Si paso mis
últimos días enfermo, quiero que como buena madre me acompañes de día y de
noche. Al morir quiero tener un Rosario en la mano y sentir tu mejilla en mi frente,
mientras me dices al oído: No tengas miedo, que no te aflija cosa alguna, ten
confianza, ¿qué no estoy yo aquí que soy tu Madre?
Quiero que mis últimas palabras sean: "María, Jesús", y que habiéndolas
pronunciado me cargues en tus brazos y me pongas en los brazos del Padre.
Quiero que tú me lleves con Jesús, y que al despertar allá en el cielo tenga mi
cabeza reclinada sobre Su pecho, y estar sintiendo tus caricias por toda la
eternidad.
• Amén
Es una palabra aramea (la lengua de Jesús) que significa fuerza, solidez, fidelidad,
seguridad. Se usa para afirmar y confirmar. Decir Amén es decir que sí, que así
es, que estamos de acuerdo y afirmamos con fuerza y seguridad lo que creemos.
Decir amén al final del avemaría es decirle: "Sí, Madre, yo sé que cada vez que te
dirijo esta oración tú trabajas mi corazón, me estás formando, me vas modelando
poco a poco, me vas ayudando a crecer en las virtudes de la humildad, la pobreza,
la caridad, la pureza, la prudencia, la generosidad, la misericordia.... Sí, Madre,
hazlo con toda libertad, te lo suplico: amén."