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Sarah Myers©2016
Los personajes y situaciones que se
narran en esta historia son ficticios,
cualquier hecho parecido a la realidad
es mera coincidencia.
—¿No…te gusta?
—Me gusta tu olor natural.
Preferiría que no lo volvieras a alterar
—comentó mientras acariciaba mi
mejilla.
A pesar de la oscuridad, pude ver
sus ojos cristalinos sobre mí, una mirada
penetrante, pero sin una ternura
reflejada.
—Eres traviesa —dijo con una
media sonrisa admirando mi atrevido
atuendo.
Una fugaz risa se escapó de mis
labios, sin embargo pronto quedó en una
nerviosa retención de aire cuando su
mirada bajó con lentitud, repasando
cada parte de mi cuerpo de forma
lasciva y sin tener ninguna intención de
disimularlo. Sus labios me rozaron unos
instantes antes de atrapar el lóbulo de
mi oreja con sus dientes, sin dejar de
acariciarlo con la lengua. Fue lo último
que necesité para dejar de estar pasiva y
empezar a actuar. Mis brazos se
cernieron alrededor de su cuello,
atrayéndolo y dejando escapar, al fin, la
pasión que bullía dentro de mí.
Esta vez fui yo quien empezó a
retozar mi lengua con la suya. Mi
temeridad le complació, ya que escuché
un gemido que me alentó a seguir. Su
mano acarició mi espalda, se deslizó
hasta mi cadera y me apretó contra su
duro cuerpo.
Mientras tanto, una de mis manos se
deslizaba por su suave cabello y la otra
desabrochaba los primeros botones de
su camisa para acariciar la piel que
escondía detrás.
No podía creer que estuviera
viviendo una situación semejante. Me
sentía vibrar por primera vez. Tan llena
de vida que solo quería explotar la
pasión que bullía dentro de mí.
James dejó mi ávida lengua para
volver a acariciar mi cuello con sus
labios y bajar hasta mi hombro.
Encontró el tirante que en ese momento
le molestaba y lo apartó. Dejé de
acariciar su cabello para quitarle esa
cazadora de cuero que parecía llevar y,
sin tantas capas que le cubrían, pude al
fin levantar su camisa.Acaricié la piel
de su espalda, dura y fría al tacto,
mientras él seguía martirizándome con
sus labios sobre mi clavícula y mi
cuello.
Mi impaciencia empezaba a ser
palpable, enredé mis dedos otra vez en
su pelo para atraer su boca junto a la
mía y devorarla sin pudor.
Mi cuerpo empezaba a moverse
instintivamente contra él.
James emitió un sordo gruñido en
mis labios antes de darme cuenta de que
con una sola mano mantenía sujeta mis
muñecas encima de mi cabeza. Su
cuerpo estaba haciéndome prisionera
encima de mí. No podía moverme a no
ser que él lo hiciera antes.
—Me toca a jugar, traviesa mía. —
Se voz era tan profunda que llegó a
acelerarme el corazón.
Sus ojos me miraban con una
promesa escondida que pronto puso en
acción.
Con su mano libre hizo el recorrido
que antes su mirada lasciva parecía
anhelar. Me acarició la mejilla y
después de depositarme un rápido y
corto beso en los labios, descendió su
mano por mi descubierto escote y sentí
su tacto en mi pecho, y aunque era por
encima de la tela, me sacudí y dejé
escapar un gemido deseo a punto de
desbocarse
—¡Oh, no!
Exclamé al despertarme y ver cómo
los rayos del sol inundaba mi
habitación. No hacía falta levantar la
mirada al otro lado de la cama, ya sabía
que lo encontraría en el mismo estado en
que en ese momento se encontraba mi
corazón: vacío.
Me levanté con pesadez,
acariciando los músculos doloridos por
la repentina acción de la noche anterior
y entonces visualicé algo más que
sobresalía de la blancura de mis
sábanas. Uno más de sus detalles. No me
acordé de preguntarle por qué me
regalaba flores...
En esta ocasión, una rosa con
pétalos rosados se encontraba en medio
de la almohada donde había descansado,
pero no estaba sola, una nota se
encontraba debajo.
Mi corazón martilleó con
fuerza al darme cuenta de lo que
significaba. Podrían ser las últimas
palabras que tendría de él o el principio
de un futuro juntos.
Con las manos temblorosas, me
acerqué al papel y comencé a leer: