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Dilema del tranvía.

El dilema del tranvía es un experimento mental en ética, ideado por Philippa Foot y analizado
extensamente por Judith Jarvis Thomson y, más recientemente, Peter Unger. Problemas similares
han sido tradicionalmente tratados en derecho penal y, algunas veces, regulados en los códigos
penales, también en derecho civil. Un ejemplo clásico de esos problemas es conocido como la
tabla de Carnéades1, elaborado por Carnéades para atacar la inconsistencia de las teorías morales
estoicas.

1. Definición del problema


Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco personas
atadas a la vía por un filósofo malvado. Afortunadamente, es posible accionar un botón que
encaminará al tranvía por una vía diferente, por desgracia, hay otra persona atada a ésta.
¿Debería pulsarse el botón?

La mayoría de los que consideran este problema creen que está permitido accionar el
interruptor. La mayor parte de estos siente que no sólo es una acción permitida sino también la
mejor opción moral en este caso, siendo la otra no hacer nada.Por supuesto, un cálculo
utilitarista justifica esta decisión, aunque los no-utilitaristas también suelen mostrarse a favor de
la misma.

2. Problemas relacionados
El problema inicial del tranvía llega a ser interesante cuando es comparado a otros
dilemas morales.

2.1. El hombre gordo (J.J. Thomson)

Como antes, un tranvía descontrolado se dirige hacia cinco personas. El sujeto se sitúa en un
puente sobre la vía y podría detener el paso del tren lanzando un gran peso delante del mismo.
Mientras esto sucede, al lado del sujeto sólo se halla un hombre muy gordo; de este modo, la
única manera de parar el tren es empujar al hombre gordo desde el puente hacia la vía,
acabando con su vida para salvar otras cinco. ¿Qué debe hacer el sujeto?

En este caso se encuentra una gran resistencia a decidir una participación activa. La
mayor parte de la gente que en el caso anterior aprobaba el sacrificio de uno en favor de los
otros cinco no aprueba, en esta situación, lanzar al hombre gordo a la vía. Esto ha llevado a que
se intente encontrar una diferencia moral relevante entre ambos casos.

1
En ética, la tabla de Carneades es un experimento mental propuesto por primera vez por Carnéades de
Cirene que explora el concepto de defensa propia en lo referente al asesinato. En el experimento mental,
hay dos marineros naufragados, A y B. Ambos ven una tabla en la que se puede apoyar solamente uno de
ellos y ambos nadan hacia ella. El marinero A consigue llegar a la tabla primero. El marinero B, que va a
ahogarse, empuja a A lejos de la tabla y, así, hace en última instancia que A se ahogue. El marinero B
consigue la tabla y se salva más adelante gracias a un equipo de rescate. El experimento mental plantea la
cuestión de si el marinero B puede ser acusado de asesinato porque si B tenía que matar a A para vivir,
podría ser interpretado como un caso de defensa propia.

1
Una distinción clara está en que en el primer caso no hay una intención clara de dañar a
nadie —el daño efectuado sobre el individuo de la vía alternativa es un efecto secundario de
apartar el camino del tranvía de los otros cinco—. No obstante, en este segundo caso el daño va
directamente parejo al intento de salvar los otros cinco . Por ello, hay quienes consideran que la
diferencia entre ambos casos consiste en que se pretende la muerte de alguien para salvar a
cinco, lo cual es malo, mientras que en el primer caso no existe tal intención. La solución es
esencialmente una aplicación de la doctrina del doble efecto, según la cual uno puede tomar una
acción que concurra con perniciosos efectos secundarios, mientras que causar daño activamente
—aunque fuere por una buena causa— es incorrecto. Mientras que puede ser justificable
sacrificar al hombre gordo para salvar a las otras víctimas, que todo suceda como está planeado
no es algo seguro, por lo que podría resultar una pérdida innecesaria del hombre gordo por
añadidura a la de las otras cinco personas.

Por otro lado, Thomson argumenta que la diferencia esencial entre el problema inicial
del tranvía y la segunda versión radica en que en el primer caso el daño ocurre en paralelo a la
acción del sujeto, mientras que en el segundo el sujeto debe realizar una acción directa sobre el
hombre gordo para salvar a los demás. Según Thomson, nadie en el primer caso tiene ningún
derecho sobre cualquier otra posible víctima a evitar el tranvía, mientras que en el segundo el
hombre gordo tiene derecho a no ser lanzado a la vía. Los utilitaristas, desde luego, rechazan
esto. Lo mismo hacen, empero, algunos no-utilitaristas como Peter Unger, quien rechaza que
haya una diferencia moral substancial entre llevar el peligro a un individuo o poner un individuo
en el camino del peligro.

2.2. La vía en bucle

La afirmación de que es incorrecto utilizar la muerte de uno para salvar a cinco aparece
en un problema con una variante de bucle como esta:

Como antes, un tranvía se mueve por una vía hacia cinco personas. Al igual que en el primer
caso, es posible desviarlo a una vía distinta. En esta vía hay un solo hombre. Sin embargo, más
allá del hombre gordo, la vía se encamina de vuelta a los otros cinco. Si no fuera por la
presencia del hombre gordo, pulsar el interruptor no salvaría a los otros cinco. ¿El interruptor
debería ser accionado?

La única diferencia entre este caso y el problema original del tranvía está en la porción
de vía añadida, que parece una diferencia trivial (especialmente dado que el tranvía no la
transcurrirá en principio). Intuitivamente puede sugerirse que la respuesta debe ser la misma que
en el problema original —está permitido accionar el interruptor. En este caso, empero, la muerte
de uno forma parte necesaria del plan para salvar a los otros cinco. La variante del bucle no
tiene por qué ser fatal para el argumento de estar usando a una persona como medio. Esto ha
sido sugerido por M. Costa,2 apuntando que al no actuar en este escenario se estará
forzosamente utilizando a las cinco personas para salvar al hombre gordo: ya que, al no hacer
nada, el tranvía se ralentizará a su impacto con las cinco personas, no manteniendo ímpetu
suficiente para alcanzar al hombre gordo. Como en este caso cualquier situación implica el uso
de unos para salvar a otros, está permitido un mero recuento de personas a la hora de escoger a
quienes salvar. Esta vía de comportamiento requiere restar importancia a la diferencia entre
hacer y permitir.

2.3. El hombre en el jardín

Unger argumenta extensivamente contra las tradicionales respuestas no-utilitaristas al


dilema del tranvía. Este es uno de esos ejemplos:

2
Como anteriormente, un tranvía se mueve por una vía en dirección a cinco personas. Es posible
desviar su dirección haciéndolo colisionar con otro tranvía pero, de hacerlo, ambos
descarrilarán y se precipitarán colina abajo, atravesando una carretera, hasta el jardín de un
hombre. El dueño del jardín, que se halla durmiendo en su hamaca, resultará muerto. ¿Debería
desviarse el tranvía?

Las respuestas a esta pregunta dependen parcialmente de si el lector se ha topado


anteriormente con el primer problema del tranvía (habiendo, desde luego, un deseo por
mantener una coherencia en las propias respuestas), aunque Unger puntualiza que las personas
que no se han encontrado previamente con dicho problema más probablemente responderán, en
este caso, que la acción positiva propuesta sería incorrecta.Unger argumenta que, por lo tanto,
las respuestas dadas a los diferentes problemas se basan más en la psicología que en
consideraciones éticas. En este último caso, dice, la única diferencia importante es que el
hombre del jardín no parece particularmente involucrado. Sostiene Unger que la gente, en
consecuencia a lo anterior, cree que matar al hombre no es jugar limpio, pero al mismo tiempo
afirma que este estar involucrado no puede suponer una diferencia moral.

Unger también considera casos que son mucho más complejos que el dilema original,
incluyendo más de dos cursos de acción posibles. En un caso así, es posible no hacer nada y
dejar que mueran los cinco, o hacer algo que (a) salvará a los cinco y matará cuatro, (b) salvará
cinco y matará a otros tres, (c) salvará a los cinco y matará dos, o (d) salvará a los cinco y
matará uno. La mayor parte de los sujetos más ingenuos a quienes se presenta un problema de
este tipo, según Unger, escogerán la opción (d): salvar a cinco y matar uno, incluso si esta vía de
resolución incluye hacer algo muy similar a matar al hombre gordo, como en el caso de
Thomson antes mencionado.

2.4. La variante de la esperanza (Daniel Zubiria)

Como antes, un tranvía descontrolado se dirige hacia cinco personas. El sujeto se sitúa en un
puente sobre la vía con 2 botones a su alcance. El primero sirve para cambiar de raíl del tren
hacia una vía en la que matará a una persona. El segundo botón sirve para hacer descarrilar el
tren. Como consecuencia de descarrilar el tren con el segundo botón obtenemos un 50% de
posibilidades de matar a todas las personas, y un 50% de posibilidades de salvarlas a todas.
¿Cómo debería actuar el sujeto?

El filósofo Jonás Barnaby opina que es moralmente ético descarrilar el tren, ya que el
sujeto no sería el responsable efectivo de la seguridad de los pasajeros (que en este caso, la
responsabilidad recaería en la empresa de trenes, ya que su obligación es asegurar la protección
de sus viajeros ante un imprevisto de tal calibre). Por tanto, el que acciona el interruptor de
descarrilamiento no tiene por qué dudar de la fidelidad del tren, así que está haciendo algo
moralmente correcto. El sujeto cree que, si la empresa de transportes funciona como es debido,
el tren no causará víctimas al descarrilar. Si no tiene motivo para dudar de la fiabilidad de la
empresa, está actuando con el método más fiable, y por supuesto, el más acorde con la
humanidad que supone salvar a la persona que se enfrentaba a una muerte segura.

3. En el derecho español
Desde el punto de vista legal, quien apretara el botón se encontraría, en derecho
español, ante un supuesto de estado de necesidad, que habría de resolverse aplicando el párrafo
5º del art. 20 del Código Penal, donde el sujeto activo, en estado de necesidad, para evitar un
mal lesiona un bien jurídico de otra persona —dando por supuesto que la situación de necesidad
no ha sido provocada por el sujeto activo ni tiene obligación de sacrificarse por razón de su

3
cargo u oficio— y el mal causado, al menos desde la perspectiva de quien pulsa el botón, no es
mayor que el que se trata de evitar.

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