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INTRODUCCION

Este escrito es parte de una compilación del curso de Biblia y Misión que como estudiante
de maestría he recibido y luego profesor de teología me ha tocado impartir en diferentes
seminarios e institutos bíblicos. En este trabajo se puede observar claramente que está
hecho desde la perspectiva bíblica, ya que tratamos el tema de las misiones a la luz de la
palabra de Dios como por ejemplo el paradigma misionero en el antiguo testamento
difiere del modelo del nuevo testamento en que Dios pide al pueblo de Israel ser un
ejemplo de vida “Que su luz brille” para que otros pueblos vean su relación con el creador
e imiten su ejemplo. En el Nuevo Testamento es diferente, ahora el creyente (La iglesia)
tiene que ir al encuentro del pecador y testificarle del amor de Dios.

Atte. Pr. Daniel Espiritu


despiritualvarez@gmail.com
MISION EN EL ANTIGUO Y NUEVO
TESTAMENTO.
DEFINICIONES PREVIAS:
DEFINICIÓN DE “MISIÓN”
Las palabras "misión" y "misionero" están entre las más repetidas y consagradas en
nuestro vocabulario evangélico.

Se dice frecuentemente que "misión" significa llevar las buenas nuevas a otras culturas
y naciones, en contraste con "la evangelización" entre quienes son de nuestra propia
cultura y nación.

Misión, así entendida, es por definición "transcultural", y "misionero" es alguien que va


a otro país (antes en barco, ahora por avión), aprende otro idioma (el cual
probablemente pronuncia mal), y realiza su ministerio en una cultura que no es la
suya.
Sin embargo, si buscamos los vocablos "misión" y "misionero" en nuestra
concordancia, nos encontraremos una gran sorpresa:

¡Ninguno de los dos términos son palabras bíblicas!

La única "misión" en toda la Biblia es la de Saúl, que consistía en matar a todos los
amalecitas (1 Sam 15.18,20).
Aparte de ese pasaje, ni "misión" ni "misionero" aparece en todas las Escrituras.

El lenguaje bíblico para nuestro tema parte más bien del verbo "enviar"

Hebr. Shalach;
Gr. apostéllein, pémpein

…y se utiliza para toda clase de tarea a la que Dios envía a sus siervos y siervas

El judaísmo tardío llamaba Shaliach al "enviado" misionero, que en griego se traducía


apóstolos.
En terminología estrictamente bíblica, deberíamos hablar del:
Misionero como "enviado"
Misión como "envío" o "apostolado".

Con eso comenzaríamos a comprender que "la misión" es integral y mucho más amplia
que aquello que hemos entendido como "misiones foráneas" o transculturales.

Sorprendentemente, un análisis lingüístico del conjunto semántico de enviar /enviado


/envío", única terminología para la "misión" en el AT, muestra que nunca se usa en
nuestro sentido moderno de ir a otros países a convertir a los extranjeros.

Como señala, David Bosch, "No hay, en el AT, ninguna evidencia de que los creyentes
del antiguo pacto fuesen enviados por Dios a cruzar fronteras geográficas, religiosas o
sociales con el fin de ganar a otros para la fe de Yahvéh" (Bosch 1991: 17).

El término MISIÓN en el sentido moderno tiene su origen más bien con los jesuitas del
siglo XVI
Así los orígenes del término "misión" estaban íntimamente vinculados con la
expansión colonial del Occidente. Como la misma colonización, implicaba viajar a
países distantes para "subyugar" a paganos a la única religión verdadera.

Bosch de ninguna manera pretende negar que Cristo es el único Salvador del mundo,
ni tampoco negar que la iglesia del Señor vive bajo una comisión divina para llevar las
buenas nuevas a toda nación y pueblo pero su argumento demuestra que el concepto
"misión" no se define por su naturaleza transcultural ni mucho menos se limita a la
labor "foránea".

El concepto de "misión" en ambos testamentos abarca “cualquier tarea” a la cual Dios


nos ha enviado.

El uso del verbo "enviar", con Dios como sujeto, es amplísimo en el AT.
Dios envía su Palabra (Isa 55.11; Sal 107.20; 147.15; Dan 10.11).
Dios envía su Espíritu (Sal 104.30, Ezq 37.9s)

Este doble "envío“ es el origen de toda misión.


Ejemplos:
1. Toda la actividad política de José en Egipto fue una misión sagrada: "Para
preservación de vida me envió Dios... Dios me envió delante de vosotros, para
preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran
liberación" (Gn 45. 5,7; cf 50.20).
2. Dios envió a Moisés en una misión de liberar a los hebreos y forjar la
nacionalidad unida de ellos (Ex 3.10-15; 4.13; 5.22; 7.16; Sal 105.26).
3. Dios "envió" también diez plagas como las "misioneras" de su mano poderosa
(Ex 8.21; 9.14; 15.7 "enviaste tu ira"; Sal 105.28; 78.49).
4. Dios envió a los jueces a liberar al pueblo de sus opresores (Jue 6.8,14; 1 Sm
12.11).
5. Dios envió también a los profetas a denunciar toda injusticia, dentro y fuera del
pueblo escogido (Jer 1.1-10; 7.25) y a anunciar su reino venidero.
Todos estos son los primeros "misioneros" de Dios, y todas esas tareas eran su
"misión".
Podría sorprendernos que, según los profetas, Dios envía también a tres figuras
paganas de gran relieve político en la historia de Israel.

1. Dios envía al asirio Senaquerib "contra una nación pérfida, el pueblo de mi ira“
Israel! Isaías 10.6
2. Al babilonio Nabucodonosor (Jer 25.9; 27.6; 43.10; "mi siervo")
3. A Ciro el rey persa (Is 43.14; 48.14s: llamó "mi pastor" 44.28; "su ungido"
45.1).

Estos también son "enviados de Dios", una especie de "misioneros al revés" desde las
naciones paganas hacia Israel para su castigo o su liberación.

Hacia finales del AT, Dios revela que enviará a su "misionero por excelencia", el Siervo
Sufriente (Isa 42.6; 49.5). Según una gran proclama misionera que Jesús recogerá
después para el "discurso inaugural" de su ministerio:
El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a
predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a
publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel;
2 a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios

nuestro; a consolar a todos los enlutados;


3 a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo

en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados
árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya.
(Isa 61.1-3).

¡Qué cuadro más perfecto de un verdadero misionero, que de hecho no es otra cosa
que un retrato del Mesías, nuestro Señor Jesucristo!
Pero debemos notar que, explícitamente, no tiene nada de "transcultural"; se trata
más bien de un ministerio a "los afligidos de Sión" (Isaías 61.3).
El bello lenguaje del pasaje nos dibuja el perfil amplísimo de una verdadera misión
bíblicamente integral.
De hecho, con esta promesa mesiánica Dios comienza a revelar también que su Ungido
será el Salvador para todas las naciones:
Te pondré por pacto al pueblo, por luz de las naciones, para que abras los ojos de los
ciegos, para que saques de la cárcel a los presos, y de casas de prisión a los que moran
en tinieblas (Isa. 42.7; cf 49.6s; 51.4; 60.3)

Nuevamente, la misión es integral y dirigida al mismo pueblo de Dios ("por pacto al


pueblo").

En el pensamiento del AT, en ningún momento es el "ir" a otra cultura lo que


constituye por definición la "misión" sino más bien el "ser enviado" por Dios a
cualquier tarea. Por cierto, en la perspectiva mesiánica de Isaías 40-66, el pueblo de
Israel participará en una proyección internacional de su Mesías (Isaías 43.10-12).
Pero este aspecto es poco enfático, y curiosamente, no se usa el lenguaje de "envío"
en estos pasajes.

2.-El Dios misionero del AT

Si creyéramos que "misión" significara, exclusivamente, evangelización transcultural


(envío a otros países o culturas para llevarles al conocimiento del Dios verdadero),
tendríamos que confesar que el AT nos ofrece poco o nada de tal mensaje misionero.
Ya hemos analizado el uso del término "envío" en el AT y hemos mencionado la
conclusión de David Bosch:
“En el AT Dios envía a sus siervos para casi todo, menos el de ir a otras culturas para
convertir a otras gentes” [Bosch 1991:17].
También H.H. Rowley, después de analizar una amplia gama de pasajes (aparte de los
cánticos del Siervo Sufriente) concluye que "en ninguno de estos pasajes se considera
a Israel como agente activo entre las naciones para llevarles el nombre y la adoración
de Dios", pues "no aparece ninguna idea de un propósito misionero de Israel" [Rowley
1944:36,40].
En cambio, si la misión se entiende en la amplia perspectiva multidimensional de
"misión integral", el AT ofrece las bases indispensables para todo el mensaje misionero
de ambos testamentos. El Dios de las escrituras es un Dios que está constantemente
enviando a seres humanos para llevar adelante los intereses de su Reino, de su
soberana voluntad de bien para toda su creación. “Misión”, bíblicamente entendida, es
toda tarea a la cual el único y soberano Dios envía a hombres y mujeres a realizar en la
historia.

El Dios del AT es un "Dios enviador", un Dios misionero.

La creación es el punto de partida más importante para esta visión de misión integral.

1. Porque Yahvéh es el Creador de toda la tierra y toda la humanidad, todos los


pueblos han de llegar a conocerlo. Porque Dios es Creador, como enseñan
tantos pasajes del AT, es el Señor de toda la vida y de todas las naciones.
2. Porque el AT nos enseña que el Señor es el Creador de todo, el NT podrá
enseñarnos que el Hijo ha muerto por todos y nos envía a todos para compartir
con otros el mensaje de redención.

El teólogo evangélico Bernard Ramm ha expresado con gran claridad este nexo vital
entre creación y misión:
1. Es en la teología de la creación donde encontramos la raíz definitiva de una
teología de la evangelización...
2. Podemos evangelizar con integridad moral sólo en la medida en que tengamos
una profunda teología de la evangelización, y esa teología de la evangelización
comienza con una teología de la creación

Ramm pregunta, ¿qué derecho tiene el evangelizador para presentarse ante el otro
con un mensaje divino y único? ¿Cómo podemos, con integridad, atrevernos a hacer
tal cosa? Ramm señala que los profetas, precisamente cuando el prestigio nacional de
Israel era nulo, fundamentaban su autoridad para profetizar sobre cualquier nación del
mundo en el hecho de que Yahvé es el Creador de toda la tierra y de todos los pueblos.
Los profetas afirmaron que Dios, por ser Creador y Juez de todas las naciones, había
enviado a Asiria y a Babilonia para castigar a Israel por sus pecados. Al comprender
que Yahvé es Dios de justicia sobre todas las naciones, su poder se llega a entender
como universal y se "cosmifica" más que nunca antes. Dios envía sus mensajeros a
toda la creación, no porque su pueblo tuviera cualidades superiores a los demás
pueblos, sino porque todo el universo es de Dios por derecho de creación y redención.

Mervin Breneman, en una valiosa serie de artículos en la revista Misión, ha destacado


también esta fundamentación de la misión en la creación.
"La creación de todo el mundo y de toda la humanidad por parte de Dios significa que
todos deben sujetarse a su soberanía
(Sal 24.1-2; Ef 3.8-11)

Los profetas, comenta Breneman, subrayan que Dios es soberano en la historia de


todas las naciones, de modo que el Pueblo de Dios tiene la responsabilidad de llegar
con la Palabra de su Señor a todos los pueblos de la tierra [1984:28].Este Dios, Creador
del universo, es Dios de amor y compasión. En esta enseñanza del AT nace el pulso
vital del corazón misionero, que llegará a toda su fuerza conmovedora ya con el
mensaje del NT.

Esa infinita compasión divina se manifiesta en la elección, por gracia, del mismo Israel
(Dt 7.6-8; Ezq 16.4-7) y en su voluntad benéfica hacia todas las naciones (Gn 12.3).
El libro de Jonás termina con una declaración lindísima de ese amor compasivo del
Dios misionero:

Tuviste tu lástima de la calabacera...¿Y no tendré yo piedad de Nínive, aquella gran


ciudad donde hay más de ciento veinte mil personas que no saben discernir su mano
derecha y su mano izquierda, y muchos animales?
Jonás 4:10

Porque Yahvé es el Creador del universo y el Señor de la historia, y porque su


compasión redentora alcanza a todos los pueblos, las escrituras hebreas llegan a
afirmar que un día todas las naciones llegarán a adorarlo.

Este es un tema recurrente en los Salmos (22.27; 67.2-4; 96.1-9; 117) y llega a su
máxima expresión en las visiones de Isaías 40-66. Yahvéh traerá justicia a las naciones
(42.1-6; 51.4; cf 60.3) y salvación a todos los términos de la tierra (45.21s; 49.6) Sin
embargo, lo que no aparece en el AT, ni aun a finales, es una comisión al pueblo de
Israel para ir a las naciones y convertirlas.
Hay un mensaje de misión integral, pero no hay en el AT un llamado a Israel para la
evangelización transcultural. Johannes Blauw y otros han señalado que la visión
misionera del AT no es centrífuga (enviar a Israel a ir a las naciones) sino centrípeta
(esperar que las naciones vengan a Jerusalén).

Tampoco es el esfuerzo de Israel que traerá a las naciones a Jerusalén, sino la acción
exclusiva de Dios al fin de los tiempos. David Bosch destaca este aspecto muy
enfáticamente:
Israel, sin embargo, no saldría a las naciones. Tampoco llamaría expresamente a las
naciones a creer en Yahvéh. Si vendrán, será porque Dios las traerá. Si hay un
"misionero" en el AT, es Dios mismo quien, con su acción escatológica por excelencia,
traerá las naciones a Jerusalén para adorarle ahí junto con el pueblo de su pacto.
MISION EN EL NUEVO TESTAMENTO

MISIÓN EN EL N.T.
Jesús inaugura el reino
El envío de Jesús al mundo estuvo en consonancia con el patrón de la misión de Dios
de enviar, tal como aparece en el Antiguo Testamento.

No podemos olvidarnos de que Jeremías dijo: “Desde el día en que sus antepasados
salieron de Egipto hasta ahora, no he dejado de enviarles, día tras día, a mis servidores
los profetas” (7:25). Y aun así este “envío” de Jesús fue único.

La condición de caída de la humanidad era tan aguda y tenía tanta necesidad de


redención, que sólo la encarnación de Dios y la expiación de la cruz pudieron proveer
la salvación del pueblo de Dios.

LAS GENEALOGÍAS

Al comenzar la historia de Jesús de esta manera, Mateo establece una continuidad con
todo lo ocurrido antes. Jesús es “hijo de David, hijo de Abraham” (Mat. 1:1).

Viene como “el Cristo de Dios, el Mesías anunciado y esperado, el verdadero heredero
del trono de David y el heredero de todas las promesas que le fueron hechas a
Abraham”.

Como Emanuel, “Dios con nosotros” (Mat. 1:23), él vino para liberar a su pueblo y para
establecer un reino eterno que cumpliría la esperanza mesiánica de Israel (Luc. 1:32-
33, 51-55, 68-79; 2:29-32).
Al mismo tiempo, su vida y su ministerio terrenal serían desafiados por seres humanos
caídos, por líderes religiosos y políticos, y particular mente por los poderes
demoníacos.

El ministerio de Juan el Bautista marca la línea divisoria entre dos épocas.


Juan fue el último profeta de la antigua dispensación (Mat. 11:12-13; Luc. 16:16).

Él llamó a un arrepentimiento nacional y adoptó la postura de una condenación radical


del orden establecido: “El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles” (Mat. 3:10).

Él denunció a los líderes religiosos como víboras y de manera puntual afirmó que
confiarse en descender físicamente de Abraham no tenía ningún valor (Mat. 3:7-9).

Temprano en su ministerio, Juan bautizó a Jesús, y los dos se involucraron en una


actividad similar por casi un año, preparando a la nación para su encuentro con su
destino.
Cuando Jesús pidió el bautismo, Juan se replegó. Él reconoció el contraste severo entre
la condición del pueblo a quien estaba ministrando y la falta de pecado de Jesús.

Aquí había uno que no tenía pecados para confesar (Mateo 3:13-15). Pero Jesús
insistió, y Lucas afirma que “mientras oraba, se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó
sobre él en forma de paloma” (3:21-22a).
Dios respondió a la oración de Jesús con aprobación y con la unción del Espíritu Santo.

A partir de ese momento, Jesús representó plenamente todo lo que Isaías había
anticipado como características del Mesías: el Siervo Sufriente del Señor, recto y
ungido por el Espíritu.
Es significativo que fue sólo cuando el Padre habló y el Espíritu descendió, que Juan se
dio cuenta de quién era realmente Jesús (Juan 1:31-36).

El comienzo del ministerio del reino de Jesús


Marcos nos dice que cuando Jesús oyó acerca del arresto de Juan, se replegó hacia
Judea y hacia el valle del Jordán, y se dirigió prestamente a Galilea (1:14).
Fue a Nazaret, “donde se había criado, y un sábado entró en la sinagoga, como era su
costumbre” (Luc. 4:16).

En esa ocasión, inaugura una nueva era en su ministerio.


Jesús introdujo un tema enteramente nuevo: el evangelio ya no era una esperanza
futura, sino una realidad presente, llena de significación escatológica. Esto sirvió para
aumentar las expectativas del pueblo.

La oposición a Jesús fue inmediata (Luc. 4:24-29). Sus palabras ofendían a la gran
mayoría de las personas, particularmente cuando enfatizaba las dimensiones
espirituales y éticas, enfocándose en la actividad salvífica de Dios, más que en el
derrocamiento de Roma.

La convocatoria
El reino de Dios entró en la escena humana de manera sin precedentes y
completamente nuevas.
En su predicación y en su enseñanza, Jesús procuró despertar el interés en sus
características dominantes, haciendo la clase de declaraciones aforísticas que
provocaban y obtenían una respuesta.
Él esperaba de manera plena que sus oidores más tarde formularan, a partir de su
enseñanza, un cuerpo de verdad que anunciaría claramente quién era él y para qué lo
había enviado su Padre al mundo.

Los que oían las buenas nuevas del reino y se preocuparan por recibir el perdón que
Dios ofrecía a sus hijos e hijas, tenían la obligación de tomar una decisión inmediata de
arrepentimiento y de fe.

“Si alguno quiere ser mi discípulo, que se niegue a sí mismo, lleve su cruz cada día y
sígame” (Luc. 9:23).
Esto implicaba el renunciamiento a toda otra lealtad, la aceptación incondicional de la
voluntad de Dios (Mat. 16:24-26) y la participación activa en la tarea de reclutar a otros
(Mat. 4:19).
Características del ministerio del reino de Jesús
La era mesiánica tiene una distinción sorprendente. Ya el pueblo de Dios no tiene que
ser una comunidad encapsulada que adora en medio de las naciones.
Debe enfrentarse a las naciones, proclamar la presencia del reino en palabra y en
hechos, y hacer un llamado a la conversión.

Antes de la cruz, debían concentrarse en la casa de Israel (Mat. 10:5-16; 15:24). Incluso
entonces había sugerencias de que la compasión y la gracia electiva de Dios iría más
allá del mundo judío, para alcanzar al gentil (Mat. 8:5-13; Mar. 7:24-30; etc.).

La fe universal que surgiría después de la resurrección sería proclamada a todos los


pueblos en todas partes y demandaría que todos se arrepintieran de su egoísmo y de
su pecado, para someterse a Jesucristo el Señor.

Su comunidad mesiánica debía evitar la preocupación trágica de Israel, que estaba


constantemente absorbido en sí mismo con su propia supervivencia nacional.
Más bien, esta nueva comunidad de discípulos del Mesías resucitado debía llegar a ser
“luz para las naciones,” para que pudiera llevar la
salvación de Dios “hasta los confines de la tierra” (Isa. 49:6).

Jesús como siervo del Señor


El aura de mesianismo cubrió todo lo que Jesús dijo e hizo. Su descendencia davídica
no pasó desapercibida (Mar. 10:47-48). Aunque renuente a anunciar su mesianismo de
manera abierta (Mat. 16:16-20), la confesión de Jesús delante del Sanedrín fue clara y
nada ambigua (Mar. 14:61-62).
Él procuró por todos los medios describir un reino mesiánico, que vino por el poder de
Dios y no por el poder político o por la acción militar. No tuvo ninguna intención de
establecer un reino terrenal.
Específicamente le dijo a Pilato que su reino no era “de este mundo”
(Juan 18:36). Como resultado, estuvo en constante tensión con los líderes de los judíos,
cuya preocupación dominante era la liberación política del poder de Roma.

Su comportamiento, sus enseñanzas, su servicio y su muerte, claramente reflejaron al


Siervo del Señor descrito en Isaías. El Nuevo Testamento está lleno de referencias a
esta descripción mesiánica de Jesucristo como Siervo: “nada más, ni nada menos”
“La figura del Siervo le da unidad a
todo lo que Jesus dijo e hizo”
2.- Jesús como hacedor de milagros
Jesús no hizo milagros para “probar” su mesianismo o para vindicar su autoridad
personal. Tampoco sus milagros debieran ser considerados como hechos humanitarios
de compasión.
En realidad, el énfasis sobre su compasión es sorprendentemente mínimo a lo largo de
los Evangelios. En contraste con esto, sus variados milagros señalaban la realidad del
reino como “ya” presente en medio de Israel.

Estos milagros eran “señales” mesiánicas:


Cuando los discípulos de Juan confrontaron a Jesús con su pregunta referida a si él era
el Mesías, su respuesta fue que ellos debían considerar la importancia de sus milagros
de sanidad y su predicación del evangelio a los pobres.

Sus citas de Isaías 35 y 61 mostraron que estas eran las señales mesiánicas que, según
Isaías había anticipado, precederían al acto decisivo de Dios de redimir a su pueblo.

El ministerio de Jesús demuestra el reino


El ministerio de Jesús es una demostración vívida del carácter dinámico del reino de
Dios. El ministerio del reino de Jesús debe continuarse y extenderse mientras la iglesia
sale a hacer la misión a las naciones.
Hacer del modelo de ministerio del reino de Jesús el objeto de nuestra reflexión y
acción, significa enfocarnos en la preocupación de Dios por el mundo de Dios y por las
necesidades físicas, sociales y espirituales de otros.
Solamente siguiendo un ministerio del reino es que uno puede mantener las
actividades “de iglesia” en correcta subordinación a la voluntad de Dios.
Cada vez que la iglesia se ha visto a sí misma como el verdadero cuerpo de Cristo y ha
buscado deliberadamente ejemplificar todo lo que esto significa, ha “trastornado al
mundo” (Hech. 17:6).
Hay algo marcadamente familiar acerca de la iglesia después de Pentecostés:
La preocupación amorosa, desinteresada y extendida hacia afuera que tenía la iglesia
por las personas, desplegada en el deseo de proclamar el evangelio es una
reminiscencia del ministerio único de Jesús.
Ninguna era anterior en el desarrollo de la larga historia de la salvación demostró un
concepto de ministerio que siquiera comenzara a parecerse a éste.
El ministerio personal de Jesús proveyó “un modelo único de servicio, motivado por un
nuevo impulso, el de servir a los demás.

Roles de Jesús
El ministerio de Jesús siguió los roles bien definidos en el Antiguo Testamento de los
que han sido llamados y enviados por Dios para el ministerio dentro del pueblo de
Dios.
Además del ministerio de tres facetas de Cristo, derivado del Antiguo Testamento
(munus triplex de Cristo: profeta, sacerdote y rey), agregaremos un cuarto, el de siervo.

Profeta
La voz profética había sido silenciada en Israel por muchos años, desde el tiempo de
Malaquías (c. 450 a.C.). Como resultado, la gente en los días de Jesús casi se había
olvidado de esos individualistas no convencionales que habían procurado una y otra
vez en el pasado ejercer un ministerio correctivo en Israel.
Debido a la ausencia de ellos, las personas estaban “agobiadas y desamparadas, como
ovejas sin pastor” (Mat. 9:36). No sabían cómo aplicar la verdad de Dios a ellas mismas
y a las situaciones en las cuales se encontraban.
Pero cuando Jesús asumió el rol profético en medio de ellos, todo cambió. Él proclamó
fielmente la Palabra de Dios, de manera muy personal. Les habló a los corazones de las
personas y a su condición.
Hizo que los que lo oían tomaran consciencia de lo que ellos verdaderamente eran
delante de Dios.
Aunque era un profeta, Jesús no estuvo interesado en visitar cortes reales para dar
consejos o advertencias a reyes o a príncipes, tal como lo habían hecho los profetas del
Antiguo Testamento como Elías, Eliseo, Isaías o Jeremías.
A diferencia de ellos, Jesús dijo poco acerca de problemas nacionales apremiantes y no
tuvo ninguna palabra de advertencia para las naciones gentiles.
Se negó a protestar en contra del craso materialismo y de la corrupción ampliamente
difundida de Roma.
En cambio, llamó al pueblo profesante de Dios a practicar la bondad y la hermandad.
No dijo nada acerca de la esclavitud y no denunció públicamente el dinero mal habido
de los publicanos. Mientras que abogaba por compartir con los pobres, no condenó el
sistema económico que ayudaba a que algunos se hicieran ricos. Aunque expuso los
peligros de las riquezas, advirtió particularmente en contra de la codicia.
Se mezcló con gente común, interpretándoles la voluntad de Dios para ellos,
enfatizando valores personales tales como el amor, la sinceridad, la veracidad, el
servicio humilde y la prudencia.
Más aún, despertó incentivos para hacer la voluntad de Dios. Fue un profeta cuya
preocupación principal fue tratar con hombres y mujeres como personas delante de
Dios.
Los cuatro Evangelios hablan de Jesús como de un profeta.
Ciertamente, sus discípulos también lo consideraban así (Luc. 24:19), y este fue el
juicio de las multitudes: “Ha surgido entre nosotros un gran profeta” (7:16, 39).
Esto se deriva de la propia identificación personal de Jesús: “no puede ser que muera
un profeta fuera de Jerusalén” (13:33). Después de Pentecostés, tanto Pedro como
Esteban identificaron a Jesús como el cumplimiento de la predicción de Moisés, de que
Dios levantaría un profeta para Israel de entre su propio pueblo, así como Moisés había
sido levantado (Deut. 18:15-16; Hech. 3:18-23; 7:37).
Más aún, ellos enfatizaron la advertencia de Moisés de que los que no lo escucharan
serían destruidos por la gente (Hech. 3:23).

Sacerdote
Es bastante extraño que la descripción de la venida del Mesías del Antiguo Testamento
no contenga la rúbrica sacerdotal. El Mesías no está representado como el que entra
en la presencia de Dios en nombre del pueblo, proveyéndoles acceso a Dios y
aceptación de parte de Dios. Aun así, la carta a los Hebreos está dedicada mayormente
a mostrar que sólo Jesús pudo calificar como el puente prefecto entre la humanidad y
Dios.
Jesucristo fue completamente divino y completamente humano. Más todavía, Hebreos
también muestra que Jesús, siendo sin pecado, pudo ofrecerse a sí mismo y en efecto
se ofreció como una ofrenda por el pecado aceptable a Dios (9:11-14).
Y además, incluso ahora él continúa ejerciendo una función sacerdotal a favor de su
pueblo: “Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se
acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos” (7:25). De manera
continua, él se presenta en la presencia de Dios a favor de ellos (9:24).

En su ministerio, Jesús no buscó ninguna de las prerrogativas de los sacerdotes que


tenían el control exclusivo del sistema sacerdotal. Tampoco demostró ni autorizó una
mediación sacerdotal formal. No obstante, en su contacto real con el pueblo, él
mantuvo el corazón del rol sacerdotal (acercarse a Dios en lugar de otros) y, por
precepto y por ejemplo, sostuvo la idea de un sacerdocio de servicio.
Demostró que el ministerio del reino significaba un interés en los demás, expresado
por la oración intercesora y por la acción de gracias espontánea.
Oró para que la fe de Pedro no flaqueara (Luc. 22:31-32).
Oró por sus discípulos en la noche de la crucifixión (22:40).
Oró por los que lo crucificaron mientras pendía de la cruz (23:34).
Por su ejemplo y su enseñanza “el estatus religioso oficial fue sucedido por un interés y
una preocupación especial por los demás.

En el ejemplo de Jesús, la función sacerdotal fue motivada por las personas y centrada
en ellas”.
Y, en su oración de sumo sacerdote en la víspera de su pasión y muerte, Jesús oró por
sus discípulos y por todos los que en siglos venideros llegarían a ser sus discípulos
(Juan 17).

Rey
Fue inevitable que Jesús, en los Evangelios, fuera presentado como el Rey.
Los detalles de su nacimiento están repletos de una implicación regia (Mat. 2:2; Luc.
1:32-33).
Algunas de sus parábolas tenían que ver con la relación entre un rey y sus ciudadanos:
El siervo que no perdonó (Mat. 18:23-35),
La fiesta de bodas (22:2-14)
Y el gran juicio (25:31-46).
La última vez que él entró en Jerusalén lo hizo cabalgando como un rey (cf. Zac. 9:9 con
Mat. 21:5). Las multitudes lo saludaron como a tal (Luc. 19:38), y los judíos usaron su
pretensión de ser rey para traerlo delante de Pilato (23:1-2).
Es significativo que la primera pregunta de Pilato a Jesús fue: “¿Eres tú el rey de los
judíos?” y Jesús replicó “Tú lo dices” (Mat. 27:11).
Los soldados romanos que abusaron de él, lo coronaron para mofarse y se burlaron de
él como “rey de los judíos.” La inscripción que Pilato hizo poner sobre la cruz subrayó
esta hostilidad (Juan 19:19-22). Y aun así, Jesús era
verdaderamente el Rey de Israel.
Natanael lo confesó como tal (Juan 1:49).
Santiago y Juan estaban tan convencidos de esto, que fueron tras su promesa de
lugares de privilegio en el reino que viene (Mat. 20:21).
Y en el día final, Jesús será reconocido universalmente como Rey de reyes y Señor de
señores (Apoc. 19:16).

Siervo
Justo antes de que Jesús les diera a sus discípulos sus instrucciones finales en el
aposento alto, e instituyera la Santa Cena, lavó los pies a sus discípulos (Juan 13:1-11).
Por medio de este acto de carácter servil, él dramatizó su rol como único Siervo de
Dios y llamó a sus discípulos a poner el servicio en el corazón de su comprensión del
ministerio (Juan 13:12-17).
Al hacerlo, subrayó el rol del siervo como preeminente en el reino de Dios.
Dado que lo esencial de todo servicio es la obediencia, no es sorprendente que con
frecuencia encontremos a Jesús diciendo: “Mi alimento es hacer la voluntad del que
me envió” (Juan 4:34); “Porque he bajado del cielo no para hacer mi voluntad sino la
del que me envió” (Juan 6:38).
Por medio de su conducta, él ejemplificó todo lo que Israel debiera haber hacho bajo el
antiguo pacto y demostró todo lo que la iglesia debe hacer bajo la rúbrica del reino de
Dios.
Más aún, él encarnó en su vida y en su ministerio, todo lo que Isaías había profetizado
sobre la venida del Mesías (52:13--53:12). Esto significa que él no sólo sirvió a las
personas con alegría, sino que abrazó y llevó a cabo la imponente tarea de
reconciliarlas con Dios, a través de su vida de obediencia y de su sumisión a la muerte.
Por esto él fue vindicado por Dios al ser levantado de los muertos (Rom. 4:25).

Roles distintivos de la misión de Jesús


Además de los roles tradicionales del Antiguo Testamento que Jesús adoptó y modificó
en su ministerio, él también asumió tres nuevos roles misionales:
Evangelista, apóstol y mentor de líderes misioneros.

Evangelista
La evangelización es generalmente definida como todo lo que implica llevar a hombres
y a mujeres a un encuentro personal con Dios, a través de la fe en Jesucristo, de modo
que éste sea recibido como Señor y Salvador.
Esta conversión integral debería conducir a un movimiento, de parte de los nuevos
cristianos, hacia la vida y la adoración de la congregación local, a través de la confesión
de la fe en Cristo y por la sumisión al bautismo.
Debido a que estamos preocupados por mantener claramente a la vista la dimensión
del reino, vamos a subrayar el significado de la transferencia de autoridad implicada en
recibir a Jesucristo (Juan
1:12-13; 20:31), porque esto estaba en el corazón del evangelio que Jesús predicó.

Consideremos el encuentro de Jesús con Saulo de Tarso en el camino a Damasco


(Hech. 26:12-18). En esa ocasión, él lo comisionó para su servicio apostólico:
Predicar el evangelio a los gentiles (Gál. 1:16).
Incluida en esta comisión había un mandato evangelizador, que es de lo más explícito
(Hech. 26:18).
Después de examinarlo, encontramos que refleja la secuencia que Jesús mismo siguió
durante su ministerio terrenal, al tratar con un amplio espectro de individuos
diferentes.
Dicho esto, este patrón implicaba los cinco pasos sucesivos que aparecen a
continuación.

“Les abras los ojos”


Debido a que las personas son ciegas a las buenas nuevas del reino y a su Rey, y sólo
son vagamente conscientes de su verdadero estado espiritual, deben primero darse
cuenta de su necesidad.
Esto está ilustrado por el acercamiento de Jesús a la mujer junto al pozo de Sicar
(samaritana) Juan 4:7-42.
De acuerdo a un verdadero estilo del reino, ignoró las cuestiones raciales y religiosas
que mantenían separados a los judíos y a los samaritanos, y construyó un puente de
amor y comprensión para con ella. Su meta fue aceptarla como a alguien que merecía
aceptación.
Luego, él despertó su interés y creó un hambre por su solución a su problema de
necesidad social y espiritual.
Él hizo esto al hablar del agua que da vida y luego sugirió que esta agua que da vida era
un don de Dios.
Esto abrió los ojos de ella a su necesidad, algo de lo cual ella no había estado
consciente previamente. Inevitablemente, ella deseó que él le hablara más a su
corazón.

“Se conviertan de las tinieblas a la luz”


Luego Jesús se reveló a sí mismo como la gran solución indispensable, el verdadero
Salvador, el Dios todo suficiente.
Un examen de las afirmaciones de “Yo soy” de Jesús en los Evangelios, lo muestran
como siendo:
Poder contra la tentación (Juan 8:34-36)
Paz para el corazón atribulado (Juan 14:27)
Propósito en la vida (Mat. 4:19)
Presencia para los que están solos (Juan 14:18; 16:7)

Luz para los que están en oscuridad (Juan 8:12),


Provisión para los necesitados (Luc. 22:35),
Vida Eterna para los que tienen temor de la enfermedad y de la muerte (Juan 11:25-
26).
Él perdona el pecado y anima a los débiles, pero no sin primero decir: “Síganme.”

“Se conviertan ... del poder de Satanás a Dios”


En su ministerio evangelizador, Jesús llamó a los que serían sus discípulos a que se
confesaran a sí mismos como pecadores delante de Dios.
En realidad, la primara palabra de su evangelio es “¡Arrepiéntanse!” (Mar. 1:15; Hech.
20:21).
La mujer de Samaria tuvo que ser confrontada con lo que ella era y tuvo que confesar
su pecado antes de poder llegar a ser el recipiente feliz de la misericordia salvadora de
Jesús (Juan 4:16-18).

“Reciban el perdón de los pecados”


Jesús se deleitaba en pronunciarle las palabras del perdón al pecador. Mar. 2:5, 9; Luc.
15:7, 10.
Y aun así, este gran regalo debía ser apropiado por la fe, antes de que alguien pudiera
verdaderamente entrar al gozo de la limpieza moral y de la renovación personal que él
estaba listo para proveer.
En realidad, sin esta experiencia de haber sido perdonado, obrada por la fe y la
experiencia subsiguiente de paz con Dios, nunca estará el gozo que acompaña al
ofrecimiento personal en servicio a Dios y al prójimo.

“Reciban ... la herencia entre los santificados”


Otro paso más de fe es aceptar la relación de uno la familia de Dios, y entrar a sus
privilegios y responsabilidades.
Jesús logró esto atrayendo a las personas hacia sí mismo y haciéndolas miembros de su
nueva comunidad, el “rebaño pequeño” a quien él les estaba entregando el reino (Luc.
12:32).

Apóstol
El motivo fundamental del misionero en el Antiguo y Nuevo Testamento es el de la
compasión de Dios. Dios rechaza pasar por alto la humanidad: el envía profetas,
mensajeros, aún a Su Hijo, al mundo. Esta divina compasión se manifiesta ya en la
elección de Israel. Israel no había demandado la atención de Dios, pero Dios tuvo
compasión de Israel. En ninguna parte está esto más ilustrado dramáticamente que en
Ezequiel 16:4-7a:

Esta es de hecho, una de las declaraciones más poderosas “declaraciones de la misión”


de la Biblia entera, puesto que representa a Dios como el que tiene compasión de los
perdidos y marginados.
Este es también el por qué del acontecimiento del Éxodo (“Yo soy Jehová tu Dios, que
te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre” — Ex. 20:2) que se convirtió
en la piedra angular de la confesión de fe de Israel: Dios tuvo compasión de un grupo
de esclavos en Egipto y los salvó. “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios es
su santa morada. Dios hace habitar en familia a los desamparados. . .” (Sal 68:5-6).

Jonás. Tendemos a verlo en términos modernos, como la historia sobre un misionero


que fue enviado para proclamar la palabra de Dios a una nación pagana. No es nada de
eso, puesto que no enviaron a Jonás a predicar un mensaje de salvación sino a
anunciar juicio contra Nínive. La verdad de la historia yace en otro lado. Pone en
ridículo el estrecho etnocentrismo de Jonás (¡e Israel!), que “permitía” solo la obra de
Dios dentro de Israel (cf. Verkuyl 1978:97) y refunfuñando sobre el trato de Dios con
aquellos fuera del pacto, de la misma manera que trata con aquellos de adentro (Ibid.,
99; Legrand 1990:24-25). Es una historia sobre la compasión de Dios, quien no conoce
límites, y el cual irónicamente forma la base de la queja de Jonás contra El (4:2):

¡Jonás es el único misionero que conozco, quien esperaba fervientemente que sus
oyentes no prestaran atención a su mensaje! Pero, Dios no permite que su compasión
sea trastocada. Así que la historia de Israel, es un llamado a Israel para que sea
compasivo tal como lo es Jehová.

Es, sin embargo, en la persona y ministerio de Jesús de Nazaret que las dimensiones de
la misión de la compasión ilimitada de Dios se expresa de una manera sin igual. Por
ejemplo, es llamativo observar la manera en la cual representan a la gente de la cual
Jesús tiene compasión; ellos son llamados los pobres, los ciegos, los paralíticos, los
leprosos, los hambrientos, aquellos que lloran, los enfermos, los niños, las viudas , los
cautivos, aquellos que están cansados y que llevan cargas pesadas, y otros similares.
(cf. Nolan 1976:21).

Como Dios tiene compasión de Israel y los demás, y como Jesús derribo los códigos de
la sociedad en la compasión ilimitada hacia los marginados, así también nosotros
somos llamados a demostrar compasión. Este es un empuje fundamental del cuadro
bíblico de la misión.
Cuando Jesús mira a la muchedumbre, “desamparada y dispersa, como ovejas que no
tienen pastor” (Mt 9:36), es movido a compasión.

Martyria
De la compasión fluye la pasión — en el sentido original de la palabra, que significa
sufrimiento y martirio. La misión no es una empresa triunfalista. Es por definición
hecha en la debilidad.

Vemos esto en el Antiguo Testamento. El poderoso Israel se convirtió, al menos su


existencia reveló una dimensión misionera: las naciones se movieron a segundo
término y permanecieron a la distancia. Al contrario, entre más Israel era desarmado
del poder y la gloria terrenal, más los profetas reconocían una dimensión misionera en
su vida. Isaías es un ejemplo.

Refleja un período en la historia cuando Israel era, políticamente hablando,


completamente insignificante. Pero estos capítulos representan un gran ejemplo en el
pensamiento misionero del Antiguo Testamento. En el caso del siervo del Señor, ser el
testigo de Dios no solo implicaba predicar sino también el sufrir en silencio por el bien
de otros. Isaías 53 revela así las dimensiones más altas y más profundas de la misión
en el Antiguo Testamento: por medio de su sufrimiento muchos encontrarían la
salvación.

No es de extrañarse que, desde el principio del movimiento cristiano, vieron al siervo


sufriente de Isaías 53 como un arquetipo de Jesús de Nazaret: “el Hijo del Hombre no
vino para ser servido sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mr
10:45). Su misión fue darse así mismo (cf. Neely 1989).

Lo que es verdad de la misión del Maestro, es verdad para sus discípulos también.
Después de la conversión de Pablo, el Señor resucitado dice a Ananías: “Yo le mostraré
cuanto le es necesario padecer por mi nombre” (Hch 9:16).

Y así fue, dondequiera que Pablo predicaba, se levantaba oposición: en Pisidia de


Antioquía, en Iconio, en Corinto, y finalmente en Roma. En ninguna otra parte es mas
evidente, que en la segunda carta de Pablo a los Corintios (cf. Bosch 1979). Pablo no es
un “vendedor ambulante del evangelio” (II Co 2:17) como los “súper-apóstoles,”
quienes definen la misión en las categorías del triunfalismo.

En griego, un testigo es un mártir. Sin embargo, casi imperceptiblemente, el sustantivo


mártir adquiere un significado agregado en la primera iglesia: “mártir,” es aquel que
sella el ser testigo (martirio) con el sufrimiento, incluso la muerte. En Hechos 22:20
Pablo se refiere a la sangre de Esteban como “testigo” de Cristo. Podríamos, sin
embargo, también traducir aquí martys como “mártir”, porque en esto se convirtió
Esteban, debido a su testimonio, a su misión. William Frazier está en lo correcto cuando
dice que los escritos de Lucas, en particular, tienen un significado que va más allá de la
iglesia del primer siglo

N.-P. Moritzen (citado en Triebel 1988:9) expresa la misma convicción: “Pertenece a la


esencia (de la fe cristiana) que necesita el testigo débil, el impotente representante del
mensaje. La gente que será ganada y salvada, debe, como lo fue, tener siempre la
posibilidad de crucificar al testigo del evangelio.” Hans von Campenhausen (1974:71)
subraya esta noción: “Martirio y misión — tal experiencia nos enseña — a pertenecer
juntos. El martirio está especialmente en casa o en el campo de la misión.” Este es
también el empuje de la famosa declaración de Tertuliano, a finales del siglo segundo:
Semen est sanguis Christianorum — traducido libremente: “La sangre de los mártires
es la semilla de la iglesia” (véase Treibel 1988).

LA MISION DE DIOS A TRAVES DEL


ESPIRITU SANTO
El Espíritu Santo inaugura la iglesia misionera
HECHOS 2
Con la venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, la actividad redentora de
Dios se desplazó de operar a través de un pueblo en particular; a operar en medio de
todos los pueblos. Esto marca la reanudación de la historia universal con la cual
comienza la Biblia (Gén. 1-11). Como tal, su significación es de importancia primaria
para todos los que se preocupan por la naturaleza y el propósito de la iglesia,
particularmente su mandato de predicar el evangelio del reino por todo el mundo,
como testigo a todas las naciones (Mat. 24:14).

Pentecostés marca el cumplimiento de la fase inicial de la obra redentora de Cristo.


Antes de Pentecostés, los Evangelios hablan mucho de Jesucristo en su relación con el
Espíritu Santo:
1. Fue concebido por el Espíritu Santo (Mat. 1:20)
2. Fue ungido por el Espíritu en su bautismo (Mat. 3:16-17; Hech. 10:38)
3. Fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo (Mat. 4:1,
RVR), y a continuación de esta victoria, “regresó a Galilea en el poder del
Espíritu” (Luc. 4:14) para comenzar su ministerio.
En el Evangelio de Juan, Jesús es descrito como:
1. El portador del Espíritu (que le fue dado de manera plena, 3:34-35)
2. Aquél en cuyo nombre el Padre enviará el Espíritu (14:26).
3. Más todavía, Jesús habla de sí mismo como enviando el Espíritu (15:26).
4. Directamente después de su resurrección, él dramatizó la manera en el Espíritu
pasaría de él a sus discípulos (“sopló sobre ellos,” 20:22).
5. Aquél sobre quien descendió y permaneció el Espíritu (en su bautismo) se
torna en el que bautiza con el Espíritu (1:33).

La proclamación de Pedro cuando “con los once, se puso de pie” (Hech. 2:14) fue la
primera expresión de la obediencia cristiana a la tarea de la misión.
Al identificar las señales pentecostales como estableciendo el escenario para el día del
Señor profetizado por Joel (2:28- 32), Pedro usó las llaves del reino para inaugurar el
comienzo de un nuevo día de salvación.
Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, ahora podían llegar a ser nuevas criaturas en
Cristo (Jer. 31:33; Ezeq. 36:27; 2 Cor. 5:17) y podían participar en la misión mundial de
la iglesia.
En respuesta, muchos judíos y más tarde una variedad de pueblos gentiles comenzaron
a volverse a Dios en arrepentimiento y en fe.
Un nuevo Israel estaba siendo formado, que consistía en judíos mesiánicos y en “todos
los extranjeros ... todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar” (Hech.
2:39).
La característica fundamental de esta nueva comunidad que confesaba a Cristo era que
todos sus miembros recibieron el don del Espíritu. Hechos 2:17-18 habla de que fue
derramado sobre todos, varones y mujeres, jóvenes y ancianos, esclavos y libres.
El carácter inclusivo mismo de este bautismo constituyó la democratización de la
consciencia profética.
Todos recibieron poder para dar testimonio de la resurrección (2:32).
Su nueva experiencia del Espíritu Santo era algo que ellos tenían en común, más que
algo que guardaban de manera privada, porque trascendía las diferencias de sexo, de
edad y de casta. Como resultado, emergió un nuevo sentido corporativo.

La iglesia de Jerusalén proclama el reino de Dios


Algunos han procurado hacer de Hechos un libro de texto sobre el “crecimiento de la
iglesia,” repleto de modelos y de métodos considerados como directamente aplicables
a la práctica misionera en el siglo XXI.
Las tesis es que Hechos registra una historia continua de éxitos: la manera en que el
evangelio fue de Jerusalén a Roma.
Bruce Metzger afirmó que, dentro del libro de los Hechos, uno puede identificar seis
períodos separados de la expansión de la iglesia, y que cada período concluye con una
declaración resumida del crecimiento de la iglesia (1965).

1. Por toda Jerusalén (1:1—6:7). “Y la palabra de Dios se difundía: el número de


discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén” (6:7).
2. Por toda Palestina (6:8—9:31). “... la iglesia ... se consolidaba en toda Judea, Galilea
y Samaria ... creciendo en número, fortalecida por el Espíritu Santo (9:31).
3. Más allá de las fronteras judías (9:32—12:24). “Pero [a pesar de la persecución] la
palabra de Dios seguía extendiéndose y difundiéndose” (12:24).
4. Por toda Chipre y la parte central de Asia Menor (12:25—16:5). “Y así las iglesias se
fortalecían en la fe y crecían en número día tras día” (16:5).
5. Hasta Europa, Grecia y el Asía Menor occidental (16:6—19:20). “Así la
palabra del Señor crecía y se difundía con poder arrollador” (19:20).
6. El viaje de Pablo a Jerusalén, su arresto y su regreso a Roma (19:21—28:31).
“Durante dos años completos permaneció Pablo en la casa ... Y predicaba el reino de
Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo” (28:30-31).

Lucas no atribuyó el crecimiento de la iglesia a métodos evangelizadores específicos.


La mano de Dios sobre los apóstoles era evidente en todas partes, ellos con frecuencia
se esforzaban y Dios los movía aun contrariamente a su voluntad (Hech. 16:6-10 y
22:17-21).
Y durante todo el tiempo, Lucas ilustró lo que Pablo luego enseñó (en Col. 1:24-29), es
decir, que la iglesia no crece si no se paga un precio. Y este precio, aunque fue
pagado en sufrimiento, produjo el resultado directo del crecimiento de la iglesia
Hech. 4:23; 5:40-42; 8:1-4; 14:22).
Entonces, este es el cuadro del crecimiento de la iglesia en el libro de los Hechos.
Fue cualitativo tanto como cuantitativo. Las congregaciones eran más heterogéneas
que homogéneas en su membresía, porque Lucas estaba ansioso por mostrar la
manera como “las buenas nuevas del reino” superaban las barreras de religión, de
raza, de clase, de sexo y de prejuicio, en su marcha hacia adelante en busca de “los
hijos de Dios que estaban dispersos, para congregarlos y unificarlos” (Juan 11:52).
Y en todas partes adonde los apóstoles iban, su testimonio era acompañado por
señales del reino.
En realidad, las manifestaciones de estas señales en Hechos nos recuerdan una y otra
vez el ministerio de Jesús, y demuestran la realidad de las dimensiones presentes del
mensaje del reino.
Estas señales apuntan al repliegue del diablo y de “los poderes,” ante el avance del
Rey.
El fuerte ha sido vencido por el Más Fuerte en la cruz, y sus posesiones le están siendo
arrebatadas (Mat. 12:29; Luc. 11:22).

¿Cuáles son estas señales que se describen a los largo de Hechos?


La primera señal del reino fue (y todavía es) Jesús mismo en medio de su pueblo,
cuya presencia liberadora trae gozo, paz y un sentido de celebración.
La segunda señal es la predicación del evangelio a todos, particularmente a los
pobres, lo cual le señala a la gente el reino mismo.
La tercera señal es el exorcismo; la liberación de todo mal, es decir, la victoria sobre
las inteligencias satánicas, es posible a través del encuentro de poderes, en los cuales
el nombre de Jesús es invocado.
La cuarta señal es la curación y los milagros de la naturaleza, anticipando el reino
final, del cual toda enfermedad, todo desorden y toda muerte van a ser expulsados
para siempre.
La quinta señal es el milagro de la conversión y del nuevo nacimiento. Se dice que
los convertidos que han sido traídos de las tinieblas a la luz y del poder de Satanás a
Dios han “saboreado ... los poderes del mundo venidero”
(Heb. 6:5).
La sexta señal es el pueblo del reino, en el cual se manifiesta “el fruto del Espíritu.”
Las buenas obras son las señales del reino; la evangelización y la responsabilidad social
están indisolublemente unidas.
La séptima señal es el sufrimiento: el Rey sufrió para entrar a su gloria, dejándonos
un ejemplo para que podamos seguir sus pasos.
Sufrir por causa de la justicia, por el testimonio que damos de Jesús es una clara señal
de haber recibido el reino de Dios.

La evangelización creativa
Veamos algunos casos en el libro de los Hechos, los cuales subrayan las maneras
creativas en las cuales “mediante la clara exposición de la verdad,” los apóstoles
procuraron recomendarse “a toda consciencia humana en la presencia de Dios” (2Cor.
4:2).

1. Cornelio y su familia (10:1—11:18)


Dios trajo a un judío mesiánico (Pedro) ante la presencia de un gentil (Cornelio) y de su
familia, quienes “eran devotos y *temerosos de Dios” y realizaban “muchas obras de
beneficencia para el pueblo de Israel y [Cornelio] oraba a Dios constantemente” (10:2).
Pedro debe haberse sentido muy impresionado por este hombre. ¡Y con razón! Pedro
da un testimonio generoso de esto, porque pudo detectar el accionar previo de Dios,
en lo que Cornelio compartió con él.
Cuando Pedro llegó a la casa de Cornelio, ocurrió una cosa extraña. Cornelio se postró
delante de Pedro (10:25). Lejos de recibir esta expresión de profundo respeto, Pedro lo
tomó del brazo, lo hizo levantar y le dijo las palabras memorables que los cristianos
nunca deberíamos olvidar: “Ponte de pie, que sólo soy un hombre como tú” (10:26).
Aquí está la base para el verdadero diálogo religioso: el reconocimiento cándido por
parte del cristiano del carácter común de la experiencia humana. Pero Pedro no fue
solamente humilde en espíritu. El manifestó una apertura de mente, que tocó el
corazón anhelante de Cornelio. Él dio un testimonio espontáneo de que Dios estaba
tratando con Cornelio a través de este encuentro: “Ahora comprendo que para Dios
no hay favoritismos” (Hech. 10:34).
Pedro estaba recibiendo una ampliación de su comprensión: ¡Dios tenía la voluntad de
recibir tanto a gentiles como a judíos! Por supuesto que esto era lo que Dios le había
prometido a Abraham, que a través de su simiente, todas la familias de la tierra serían
benditas (Gén. 12:3). Pero Cornelio todavía estaba en una gran necesidad espiritual.
Dios ya había obrado “unos pocos milagros y había cambiado unas pocas actitudes
básicas,” pero Cornelio todavía tenía que creer en Jesucristo, ser bautizado y recibir el
Espíritu Santo.

La última escena describe al Espíritu Santo confirmando el evangelio a Cornelio y a su


familia.
Ellos creyeron el mensaje y recibieron la obra interior del Espíritu. Ya no sentían el
hambre que anteriormente habían experimentado a pesar de su devoción, de sus
oraciones y de las limosnas que daban. Se habían encontrado con el Señor Jesús
resucitado y habían recibido el Espíritu Santo.
Y confesar a Jesús como Señor significaba, por lo tanto, que debían vivir bajo su
dirección y para su gloria.

El testimonio a los judíos (13:16-41)


Cuando Pablo fue invitado a hablar en la sinagoga de Antioquía de Pisidia, encontró
que su audiencia estaba formada por judíos y por algunos gentiles temerosos de Dios,
aun así, su mensaje no fue diferente del discurso de Esteban delante del concilio de
Jerusalén y consistió mayormente de una revisión del trato de Dios con Israel, desde
los patriarcas hasta David.
Al hacer esto, Pablo siguió el modelo del Antiguo Testamento, dado que su discurso
narró “precisamente esos actos redentores de Dios, de los que los israelitas daban
testimonio, al recitar las obras de Dios” Lo que es más, Pablo se movió directamente
de David hacia Cristo.
En realidad, Pablo veía en Cristo no sólo el cumplimiento de la historia redentora del
Antiguo Testamento (las promesas a Israel como un todo), sino también el
cumplimiento de las promesas de Dios a David.
Aunque Cristo es el Señor que reina ahora, la obra de Dios a través de él está todavía
incompleta, porque sólo en su segunda venida se revelará plenamente el reino de
Dios.
Cuando Pablo comenzó a identificar a Jesús como el libertador mesiánico de la casa de
David, virtualmente usó la misma forma de relato que Pedro usó con Cornelio (Hech.
10:37-38).
Su acento sobre la resurrección de Jesús también nos recuerda el desarrollo de este
punto por parte de Pedro en su sermón de Pentecostés (1:24-36).
Al final, Pablo, al igual que Pedro, también llamó al arrepentimiento y ofreció el perdón
de los pecados para todos lo que creyeran.

La predicación a los intelectuales (17:22-34)


En su carta a los Colosenses, Pablo exhorta a los cristianos: “Que su conversación sea
siempre amena y de buen gusto. (4:6).Pablo fue un modelo de esto cuando les habló a
los atenienses. Encontró a la ciudad de Atenas en declinación y deteriorada. La filosofía
se había degenerado en sofismo y el poder político había pasado a los romanos. Aun
así, la ciudad era todavía la capital religiosa y cultural de mundo, con su incesante
proliferación de estatuas: dioses, semidioses y héroes.
Los altares estaban por todas partes. Era una ciudad “llena de ídolos” (17:16).
Tanto los epicúreos como los estoicos enseñaban sobre la necedad de la idolatría.
Sus alumnos se burlaban de los que llenaban los templos. Pero ni el ateísmo de los
epicúreos, ni el panteísmo de los estoicos podían satisfacer plenamente a los inquietos
atenienses, quienes “se pasaban el tiempo sin hacer otra cosa más que escuchar y
comentar las últimas novedades” (17:21).

Pablo y la misión a los gentiles

Samuel Escobar
… San Pablo es el único de los escritores del Nuevo Testamento que ofrece una visión
muy profunda y sistemática del cristianismo universal.

El encuentro con Cristo: la clave del impulso misionero

Su biografía
Filipenses 3:4–16, nos permite penetrar en el centro del impulso que movía su corazón
misionero.
En medio de una polémica con misioneros judaizantes, Pablo afirma que si de lo que se
trata es de hazañas y marcas de prestigio desde el punto de vista puramente humano,
él puede presentar un curriculum vitae impresionante.
Ofrece una lista de sus títulos dentro del judaísmo, impecables desde el punto de vista
nacionalista: «del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos».

No es menos desde el punto de vista religioso: «circuncidado al octavo día», es decir,


proveniente de familia judía devota, no un gentil convertido.
Por decisión propia se había hecho miembro del partido mas celoso de la tradición
hebrea, «fariseo», y había dado muestras de rigor y celosa devoción a la causa judía:
«perseguidor de la iglesia».
Aquí, literalmente, dice «cazador» de herejes, término que usan Lucas y Pablo mismo
para describir su grado de devoción a la causa (Hch. 9.4–5; 22:4, 7, 8; 1 Co. 15:9; Gl.
1.13ss., 23). En lo moral, medido por la obediencia a la ley, era «irreprensible.»
TODA LA BIBLIA ES UN LIBRO
MISIONERO

Desde los días de Guillermo Carey, hace dos siglos, los defensores protestantes del
misionero han argumentado que estaban defendiendo y propagando una empresa que
tenía sus raíces en la Escritura. Y de hecho, hubo mucho problema para encontrar la
autorización bíblica para la empresa misionera. Desafortunadamente, esto fue hecho
con frecuencia, al investigar en los “supuestos versículos misioneros” de la Biblia para
apuntalar la empresa misionera contemporánea.

Por lo que al Antiguo Testamento concernía, se aceptó, aunque solamente implícito


que era “particular” y por lo tanto apenas útil para apoyar la misión.
Sin embargo, si miráramos cuidadosamente entre las rocas y el escombro,
detectaríamos pequeñas pepitas de oro puro del “misionero” — historias de paganos
como Ruth y Naamán quienes aceptaron la fe de Israel, las expresiones “universalistas”
dispersas a través de los Salmos e Isaías, historias como la de Jonás, un profeta del Dios
de Israel; quien fue enviado como misionero a Nínive, y así sucesivamente. La “mina”
algunas veces no daría fácilmente tales pepitas de oro claramente identificables.
Entonces tendríamos que fundir el mineral bíblico, para así extraer nuestro oro
“misionero”.

El Nuevo Testamento, por supuesto, rindió su oro a lo lejos, más rápidamente. Pero los
defensores de la misión tendieron incluso a acercarse al Nuevo Testamento como mina
de la cual se pueden extraer versículos aislados sobre el misionero. Esto es, por
ejemplo, lo que Carey hizo al respecto de la llamada Gran Comisión al final del
evangelio de Mateo (28:18-20). El, aisló estos versículos del resto del Evangelio,
viéndolos como un mandato al pie de la letra del Señor Resucitado, y construyó su caso
sobre una misión mundial en sus propios días, sobre el argumento de que, si la
promesa de la presencia de Jesús (Mt. 28:20) seguía siendo válida, su comisión (28:19)
también tenía validez.

Detrás de todo este acercamiento yace la asunción de que uno ya sabía lo que era la
“misión” y que ahora solo tenía que probar que era un mandato dado por la Escritura.
Y, por supuesto, en la era moderna significa (y por un largo tiempo más) el movimiento
geográfico de una localidad cristiana a una pagana con el propósito de ganar
convertidos y plantar iglesias en esa área. Observe por favor, que por lo menos — en
esta etapa — no estoy diciendo que la misión no significa esto. Lo que digo es que, en
la búsqueda de un fundamento bíblico para la misión, el misionario lo defiende como
un asunto ordinario dando por hecho que fue la empresa que ellos conocían y con la
cual estaban comprometidos, la que tenía que ser justificada bíblicamente.

Puede, a este respecto, ser saludable recordarse que el término “misión” utilizado en
el sentido apenas perfilado, es de origen reciente; fue introducido por los jesuitas en el
siglo dieciséis para presentar el ministerio de esos miembros de la sociedad, enviados
a los lugares distantes para reconvertir a los protestantes o convertir a los paganos —
el último particularmente en esos territorios recientemente colonizados por las
naciones de la Europa “cristiana”. Los orígenes del término “misión” fueron así
íntimamente ligados con la expansión colonial del Oeste. Como la colonización que
implicó viajar a los países distantes y “subyugar” a los paganos a la única y verdadera
religión.

No llamo la atención a estos orígenes del concepto misión” fuera del deseo de
participar en la misión- y el intento misionero, un pasatiempo muy popular en algunos
círculos hoy. De hecho, me convencen de que los misioneros eran, generalmente una
casta fundamentalmente diferente de sus compatriotas colonizadores. Sin embargo, el
contexto socio-histórico en el cual se encontraron no podría sino influenciar su
teología, el trabajo de la misión, y la conducta cotidiana. Llevaron el olor de la empresa
colonial con ellos — como el humo del cigarrillo que se impregna a la ropa de un no
fumador que sale de una habitación llena de fumadores.

A pesar de estas circunstancias irritantes los términos “misión” y “misionero” pueden


jactarse de un pedigree bíblico respetable. “misión” significa “enviar,” la idea
expresada por los verbos pempein y apostellein, que juntos aparecen 206 veces en el
Nuevo Testamento. El “misionero,” quien es el enviado, es un apostolos (79 veces), y la
tarea del apóstol o la “misión” es apostolē (cuatro veces) (cf. Legrand 1990: xiv).

Sin embargo, si deseamos reflejar esto en el “fundamento bíblico de la misión” nuestro


punto de salida no debe ser la empresa contemporánea que buscamos justificar, sino
el sentido bíblico de lo que significa ser enviado al mundo. También significa que, no
obstante lo importante que puedan (parecer) ser los versículos bíblicos, la validez de la
misión no debe ser deducida de máximas asiladas, sino de la verdad del mensaje
central de la Escritura. En otras palabras, cada misión — entendida correctamente —
yace en el Corazón del mensaje bíblico o es tan periférico a ese mensaje que no
necesitamos referirnos excesivamente a el.

Afortunadamente, en décadas más recientes los eruditos han comenzado, de hecho, a


leer la biblia entera misiológicamente. Incluso antes de la Conferencia Internacional del
Misionero en 1910 en Edinburgh, Martin Kähler sugirió que la misión era la “madre de
la teología” o del Nuevo Testamento: esto debido a su involucramiento en la misión
que los primeros cristianos empezaron a teologizar ([1908] 1971:190).

Más recientemente, Martin Hengel dijo esencialmente lo mismo: la historia y la


teología de los primeros cristianos era sobre todo la “historia de la misión” y “la
teología de la misión” (1983:53). Por otra parte, escribe Heinrich Kasting, “misión era,
en las etapas tempranas... una expresión fundamental de la vida de la iglesia. Los
principios de una teología misionera son por lo tanto también los principios de la
teología cristiana como tal” (1967:127). Ben Meyer concurre: “El cristianismo nunca
había sido mas el mismo, más consistente con Jesús y más evidentemente en el
camino a su propio futuro, que en el lanzamiento de la misión mundial” (1986:206). Y
Donald Senior (1984) habla sobre la misión como la “posición ventajosa” para la
investigación del Nuevo Testamento. Rudolf Pesch (1976:61) describe el Evangelio de
Marcos como una Missionsbuch; y podría decirse lo mismo de los otros tres evangelios
y de las cartas de Pablo (cf. Bosch 1991:56-178; Legrand 1990:107-45; Senior 1984:71-
81).

La ventaja de leer el Nuevo Testamento misiológicamente (volveré al Antiguo


Testamento) es que, en lugar de la reflexión de los “versículos misioneros” aislados,
debemos verlos como un todo. Y podemos reconocer que una de las razones
principales de la existencia de este cuerpo de la literatura es el propio entendimiento e
involucramiento de la gente que le dio a luz.

Contra este trasfondo general podemos ahora proceder a delinear los contornos de
una “teología bíblica de la misión”. Tal proyecto busca las respuestas (cuyas
necesidades tendrán que ser preliminares y relacionadas a los contextos específicos) a
tres preguntas básicas (cf. Spindler 1988:139-40):
1. ¿Por qué misión?
Aquí procuramos reflexionar, desde la perspectiva de los testigos de las escrituras
judeo-cristianas, sobre el esquema fundamental de la misión. Robert Schreiter (1982)
se refiere a esta reflexión en “the Bible for mission”. Estamos explorando la convicción
de que la iglesia es enviada porque Jesús fue enviado, en términos de las palabras del
Jesús de Johannine: “Como el Padre me ha enviado, yo los envió” (Juan 20:21).
2. Misión, ¿cómo?
Aquí examinamos la convicción de que la iglesia fue enviada, como Jesús lo fue. Me
refiero una vez mas a Juan 20:21: “Como el Padre me ha enviado, así yo os envió.” Hay
una relación íntima entre el envió de Jesús y el envió de la iglesia. Volveré a este tema
más detalladamente.
3. ¿Qué es misión?
Aquí exploramos lo que Schreiter (1982) se refirió como “the Bible in mission”. ¿Cuál es
el contenido de nuestro involucramiento misionero en el mundo? Al reflexionar en esto,
es importante darse cuenta que el ser fiel a los modelos bíblicos de la misión no
significa copiarlos minuciosamente. Tampoco lo hicieron los discípulos de Jesús, y la
primera iglesia simplemente imitó a Jesús. Mejor dicho, como Stanton lo pone, “las
primeras comunidades cristianas practicaron algo de las tradiciones sobre la vida y la
enseñanza de Jesús. . . con una libertad creativa pero responsable. Las tradiciones
fueron conservadas cuidadosamente, pero también fueron modificadas para resolver
nuevas circunstancias” (1985:72). Hugo Echegaray hace un señalamiento similar: Jesús
no nos ha dejado un modelo rígido de acción; antes bien, el “inspiró a sus discípulos a
prolongar la lógica de sus propias acciones en una forma creativa en medio de las
nuevas y diversas circunstancias históricas en las cuales la comunidad tendría que
proclamar el evangelio. . ” (1984: xv-xvi). En nuestro involucramiento misionero actual
debemos hacer lo mismo.

A la luz de nuestra exposición anterior debe quedar claro que no se debería construir
una teología bíblica de la misión sobre los versículos-prueba aislados. Esto no es
sugerir que lo que hemos referido como versículos clásicos misioneros no tienen
ningún valor para nuestra búsqueda. Significa, sin embargo, que debemos verlos
dentro de sus contextos y procurar extrapolar nuestra teología de la misión de allí. Por
lo tanto en este capítulo identificaré cuatro motivos cardinales misioneros en la
Escritura y discutiré algunos de los versículos clásicos misioneros en el marco de estos.
MISION EN EL APOCALIPSIS
Es común decir que la Biblia es un libro misionero, la revelación de un Dios misionero.
Por eso esperaríamos muy especialmente que el último libro del canon sea también un
libro misionero.
Pero la lectura cuidadosa del Apocalipsis bajo una lupa misionera nos desconcierta
mucho. ¿Dónde están la Gran Comisión y la tarea evangelizadora aquí? ¿Se puede
realmente encontrar un enfoque misionero en este libro?

A primera vista resulta difícil decir que sí. Entonces, ¿tendríamos que decir que la
Biblia termina con un libro que no es misionero? ¿O tendríamos que enfocar de otra
manera lo que entendemos por «misionero»?

Intentaremos analizar este tema por medio de un estudio de los términos propios del
lenguaje misionero y por medio de los principales temas del Apocalipsis que parecen
constituir su visión de la misión.

Misión como envío

El Apocalipsis nunca usa la palabra «envío» para referirse a la misión de los cristianos.
En tres pasajes alude a Jesús, quien envía a su ángel para dar la revelación a los fieles
(1:1 y 22:6 con apostéllo; 22:16 con pémpo).
Según 5:6 (con apostéllo) y 11:10 (con pémpo), Dios envía al espíritu de vida por toda
la tierra.
En 1:11 se le manda a Juan enviar (pémpson) su libro a las siete iglesias.
Y, en 14:15, 18, se les manda a los ángeles meter (pémpson) su hoz para la cosecha.

Ni poreúomai («ir») ni matheteúo («hacer discípulos»), que se encuentran en Mateo


28:19, aparecenen el Apocalipsis.

En realidad, el concepto del «envío» de la iglesia brilla por su ausencia en el último


libro del canon.
Nada señala claramente un llamado de los fieles a evangelizar a los incrédulos (la
posible excepción de 11:3–13 se analizará bajo «Misión como testimonio»).
En los mensajes a las siete congregaciones, a ninguna se la felicita por haber
evangelizado con éxito, ni se le culpa por no haberlo hecho.
En el contexto de la aparente ausencia general de lo que se suele considerar como el
«mensaje misionero» en el Apocalipsis, la falta del tema en los dos capítulos más
específicamente pastorales no deja de sorprendernos.

LA MISION DE LA IGLESIA EN EL
APOCALIPSIS
Juan Stam
¿Se puede realmente encontrar un enfoque misionero en este libro?

1. Misión como envío


El Apocalipsis nunca usa el lenguaje de "envío" para la misión de los cristianos.
En tres pasajes, Jesús envía su ángel para dar la revelación a los fieles:
(1.1 y 22.6 con apostéllo;
22.16 con pémpo).
Según 5.6 (con apostéllo)
y 11.10 (con pémpo), el espíritu de vida es enviado por Dios por toda la tierra.
En 1.11 se le manda a Juan enviar su libro a las siete iglesias (pémpson),
y en 14.15,18 se les manda a los ángeles meter (pémpson) su hoz para la cosecha.

Ni el verbo poreúomai ("ir") ni matheteúo (discipular) de Mat 28.19 aparece en el


Apocalipsis.

En realidad, el concepto del "envío" de la iglesia brilla por su ausencia en el


Apocalipsis.
En los mensajes a las siete iglesias, a ninguna se le felicita por haber evangelizado
con éxito, ni a ninguna se le culpa por no haberlo hecho.
El silencio del "mensaje misionero", en los dos capítulos más específicamente
pastorales no deja de sorprendernos.
2. Misión como anuncio de buenas nuevas
El verbo euaggelízo se usa sólo dos veces en todo el libro (10.7; 14.6).
En 10.7
7 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la

trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los


profetas.
Se refiere al "misterio de Dios" que Dios "evangelizó" a los profetas y que ahora va a
consumarse con la séptima trompeta.
En el 14.6 el sujeto del verbo es un ángel que "evangeliza" el evangelio eterno a
toda nación.
6 Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para

predicarlo a los moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo,

Tanto en 10.7 como en 14.6 se trata de un mensaje de juicio, ambas veces a partir de
la creación, más que de "buena nueva" de salvación a partir de la muerte de Cristo.
De forma parecida:
El verbo kerússo (proclamar) aparece una sola vez (5.2), también de un ángel, cuya
pregunta retórica no tiene que ver con la proclamación del evangelio.
Aunque el verbo sózo (salvar) y el sustantivo sóter (salvador) no aparecen en el
libro.
El sustantivo sotería (la salvación)aparece tres veces en himnos de alabanza por la
redención
7.10 por los mártires;
12.10 y 19.1, por "una gran voz del cielo"
Ningún verbo para "creer" (pisteúo, peítho, etc) aparece tampoco en todo el libro.
Las cuatro veces que ocurre pístis (2.13,19; 13.10; 14.12), el énfasis cae en la fidelidad,
no en el acto de fe.
El perdón de los pecados y la justificación por la fe no parecen ser tan centrales
aquí como en Pablo.
Aquí tampoco, nada apunta específicamente a una tarea evangelizadora de la
iglesia.

Interesa averiguar dos cosas:


(1) pasajes que podrían referirse a la labor evangelizadora sin usar el vocabulario
clásico del tema.
(2) en términos más generales, ¿cómo entiende el Apocalipsis "la buena
nueva"? ¿Cuál es el "evangelio" del último libro de la Biblia?

(1) Hay tres pasajes que podrían relacionarse con la proclamación del evangelio
por la iglesia.

El primero.- 11.3-13, lo analizaremos mejor bajo el siguiente tema, "misión como


testimonio".
Los otros son la "puerta abierta" de la carta a la congregación de Filadelfia (3.8) y
la figura del caballo blanco y su jinete (6.1-2).
La puerta abierta
La carta a Filadelfia se construye alrededor del símbolo de la puerta.
Cristo es quien lleva las llaves de la casa de David; abre y nadie cierra, cierra y
nadie abre (3.7).
En seguida anuncia a los filadelfios que él ha puesto ante ellos "una puerta abierta
que nadie puede cerrar" (3.8).

interpretación
“Puerta abierta" como oportunidad evangelística.
“Conversión" de los judíos como fruto de dichos esfuerzos evangelizadores.
“Puerta abierta" como la del reino escatológico.
Hay mucha ambigüedad hermenéutica del pasaje para que no podamos sacar
conclusiones en cuanto a la misión de la iglesia.
Caballo blanco
Serios exégetas han visto en este simbolismo todo desde Cristo hasta el Anticristo.
La verdad es que los datos del texto no dan base exegética para ninguna conclusión
firme, como para poder sacar inferencias en cuanto a la misionología del libro.

la interpretación de Cullmann, Ladd, Boer y otros dicen que:


Este primer sello corresponde a Mat 24.14 (Mr 13.10) y señala la marcha triunfante
del evangelio por todo el mundo.
ENTONCES
¿Cómo entiende el Apocalipsis el mensaje del evangelio?
Creemos que la soteriología del Apocalipsis puede resumirse bajo cuatro títulos:

2.1. La buena noticia de la muerte y resurrección del Cordero

La cristología del Apocalipsis es fuertemente dominada por la figura del Cordero


(29 veces).

Con su muerte y resurrección (5.6,12) el Cordero nos ha redimido (5.8 agorázo, cf


14.3s).
El testigo fiel y primogénito de entre los muertos nos libró de nuestros pecados
(1.5 lúo) por su sangre.
Para Juan como para Pablo, la buena nueva es que "Cristo murió por nuestros
pecados...y resucitó el tercer día" (1 Cor 15.3s).
Juan sin embargo, trae un énfasis diferente al de Pablo…
Las referencias al perdón de pecados en 1.5 y la redención en 5.9 (y 14.3s) son
aisladas en el Apocalipsis; el mismo lenguaje no aparece en otros pasajes.

El enfoque del Apocalipsis corresponde más bien a la situación amenazada de las


congregaciones.
De la misma manera en que el Cordero puso su vida, los fieles también deben
seguir al Cordero hasta la muerte.
Aquí la teología de la muerte del Cordero es a la vez una ética de discipulado
radical que llama al creyente a ser fiel hasta las últimas consecuencias.
No cabe duda de que Juan de Patmos rechazó todo esfuerzo de "suavizar" el
evangelio en su tiempo y hubiera gritado su protesta profética contra "el evangelio
de ofertas" de hoy.

2.2. La buena noticia del reino de Dios:

Mucho más enfáticamente que en Pablo, en el Apocalipsis la buena nueva se


relaciona con la realización del reino de Dios sobre todas las naciones.
La terminología del apocalipsis
reino (basileía) ocurre 9 veces,
rey (basileús) 19 veces,
y reinar (basileúo) 7 veces.
El Apocalipsis, que recapitula casi todos los temas principales de la Biblia, es
también la culminación definitiva de toda la teología bíblica del reino.

El triunfo del reino es la buena nueva que proclama el último libro del Nuevo
Testamento.

Para Juan de Patmos, ser cristiano significa participar en el reinado de Cristo (1.9),
porque la obra salvífica del Cordero nos ha hecho reyes y sacerdotes (1.6; 5.10).
El primer ciclo de cartas (cap.2) termina prometiendo al vencedor "autoridad
(exousía) sobre las naciones"
El segundo ciclo termina con el mismo tema: en una figura algo curiosa, los
vencedores subirán al mismo trono de Cristo, como él ha subido al trono de su
Padre (3.21).
Según 20.4-6 los fieles:
“Reinarán con Cristo mil años“
En la nueva creación, "reinarán por los siglos de los siglos”
Todo este lenguaje típicamente político señala lo realista y concreto del "evangelio
del reino" según Juan

El interés del profeta de Patmos por las naciones y las etnias (éthne, phulé) es en
realidad impresionante; eso en sí es una dimensión misionera del libro, como
teología del reinado universal de Cristo.

El Cordero ha redimido con su sangre a personas "de todo linaje y lengua y pueblo
y nación“.
En la reafirmación de la vocación profética de Juan, el ángel le comisiona a
"profetizar sobre muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes" (10.18).
En forma parecida, el ángel de 14.6 proclama su "evangelio eterno" a "los
moradores de la tierra, a toda nación, tribu, lengua y pueblo".

" Tanto la misión de Juan (y de la iglesia) como el evangelio que predica


(euaggelísai) el ángel tienen que ver precisamente con el internacionalismo del
reino de Dios.

Las visiones finales del Apocalipsis parecen gloriarse en este internacionalismo


multicultural del reino de Dios.
él morará con ellos y ellos serán sus pueblos“ "autôn theós",
("para la sanidad de las naciones").

"Las naciones caminarán a su luz, y los reyes de la tierra irán a llevarle su


esplendor...y traerán a ella el esplendor y los tesoros de las naciones".
Es claro que el evangelio del Apocalipsis es, hasta el final, el evangelio del reino
universal.

2.3. La buena noticia de victoria:

La buena nueva es el anuncio del triunfo del Cordero sobre todos sus enemigos y
todas las fuerzas malignas.

En ningún pasaje aparece la meta de "crecer" en el sentido de ganar nuevos


miembros.
Ni aun a la luz de las catástrofes que se van realizando y el temible juicio final que
se acerca, no aparece una preocupación de rescatar a los perdidos.

Aunque esta actitud nos sorprende, y hasta nos puede escandalizar.


Se debe en parte al enfoque escatológico, del fin de los tiempos cuando ya todo
está prácticamente decidido.

El "llamado evangelístico" de Juan es el llamado a resistir a la bestia hasta la


muerte.
Eso, para Juan, significa "vencer", y esa victoria es la buena nueva del Cordero que
primero venció en su muerte y resurrección, quien vuelve a vencer en cada
creyente que sigue fiel hasta la muerte y quien al fin vencerá definitivamente.
2.4. La buena noticia de la nueva creación:
El tema creación, que culmina el Apocalipsis (y por ende todo el canon), es tan
central al libro que nos obliga a verlo como definitivo para su comprensión del
evangelio.
De hecho, a través de toda la Biblia la salvación va vinculada con la creación; se
formula muchas veces como recuperación con creces del proyecto original del
Creador.

El "esquema" del final del Apocalipsis, apunta fuertemente a un enfoque


creacional y terrestre:
El reino de los mil años (20.1-10, dentro de nuestra historia y en este mundo)
El juicio final en un intervalo sin cielo ni tierra (20.11-14)
Y la nueva creación, nueva Jerusalén, y nuevo Paraíso (21.1-22.5).

No cabe duda de que este aspecto, junto con la buena nueva del reino y de la
victoria y del juicio justiciero, es más definitivo para la soteriología del Apocalipsis
que el perdón de los pecados o la justificación por la fe.

Conclusión
De todos los libros del Nuevo Testamento, el Apocalipsis es quizá el que
comprende las buenas nuevas más concreta, histórica e integralmente

3. Misión como discipulado


El concepto de discipulado, tan central a la gran comisión, aparece explícitamente
en un solo pasaje del Apocalipsis, pero no por eso carece de importancia.

De hecho, todo el concepto de misión en este libro podría describirse como


"discipulado radical", aunque expresado bajo otros términos.

Los 144,000 que están con el Cordero sobre el Monte Sión, redimidos como
primicias de toda la tierra (14.3s).
Cinco características:

A) son vírgenes que no se han contaminado con mujeres 14.4;


B) siguen al Cordero dondequiera que va;
C) fueron redimidos como primicias para Dios y el Cordero;
D) no hay mentira en su boca 14.5; y
E) son sin mancha delante del trono de Dios.
Los 144,000 son verdaderos discípulos del Cordero que le siguen hacia el altar de
sacrificio.
Surge entonces una relación coherente entre todos los elementos del pasaje:
los discípulos fieles son corderos sacrificiales en Jesucristo, el gran Cordero por
excelencia.
Igual que él, están dispuestos a entregar sus vidas.
Igual que él también, son ceremonialmente sin mancha y cumplen los requisitos
rituales para el sacrificio (son "virgenes").

En resumen:
En el Apocalipsis el discipulado pertenece a la esencia de la misión del pueblo de
Dios, y se entiende como seguir al Cordero hasta las últimas consecuencias.

4. Mision como testimonio

Los términos:
"testigo" (mártus),
"testimonio" (marturía)
y "testificar" (marturéo) son de los más típicos del libro del Apocalipsis.
Nos toca ahora averiguar qué concepto de misión se trasluce en el uso de estas
palabras, tan propias del léxico de la evangelización y la misión, en el pensamiento
específico del Apocalipsis.

Dos sentidos de este complejo semántico son evidentes en el libro:


(1) el acto de "atestiguar" una verdad o un escrito.
y (2) testimonio, hasta poner la vida, en lucha contra la bestia.

Revelación de Jesucristo, que Dios le dio...y la declaró...a su siervo Juan, quien


testificó de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo...el testigo fiel (1.1s,5)...
Yo Juan...estaba en Patmos por la palabra de Dios y el testimonio de Jesús (1.9)...
La llamativa redundancia de "testificó...el testimonio" en 1.2, en un autor tan
cuidadoso como Juan[24], indica desde un principio que el concepto "testimonio"
(marturía) va a ser importante en el libro.

5. Misión como resistencia


Otro tema muy característico del Apocalipsis, que obviamente pertenece a la
vocación de la comunidad creyente, es el de la "paciencia" (`upomoné).
El léxico de Bauer da entre otros sentidos "mantenerse firme", "resistir",
"perseverar".
Lejos de una resignación pasiva, es una resistencia activa contra el mal con
esperanza indomable.
Quizá la mejor traducción sería "tenacidad“ o "intransigencia absoluta”

Juan afirma su solidaridad con los lectores en tres realidades:


en la tribulación (thlípsis),
reino (basileía),
y tenacidad (`upomoné).
Por compartir con ellos las pruebas y las luchas, Juan mismo se encuentra en
Patmos.

Por eso, entre sus presentes tribulaciones y la presente y futura realidad del reino,
él y ellos se mantienen firmes en la fuerza tenaz que nace de la solidaridad del
mismo Jesús (en Iesoû).

Lo más importante que Juan les podría decir de sí mismo no tenía que ver con su
rango, ni aun de sus credenciales proféticos, sino de su incondicional
participación con ellos en las luchas y presiones (bajo la bota del imperio), en la
inextinguible esperanza que nace del reino, y mientras tanto en la terca
perseverancia de una fe que jamás se doblega.

A la iglesia de Filadelfia, que ha sido fiel bajo la persecución y no ha negado el


nombre del Señor, Cristo le dice "has guardado la palabra de mi paciencia“
Porque ellos habían guardado "la palabra de la tenacidad mía", Cristo promete
guardarlos (teréo ambas veces) de la hora de prueba que vendrá
Varios pasajes más del Apocalipsis implican que esta "paciencia" a la que Juan nos
llama no es de ninguna manera pasiva sino muy activa.
El mismo hecho de rechazar la marca de la bestia era un acto de desobediencia
civil, que Juan exige a sus lectores.

Es también "Salid de ella [de Babilonia, del "sistema" que para ellos era el Imperio
Romano], para no ser copartícipes de sus pecados".
El verbo "salir" aquí no parece referirse a alguna especie de exilio físico, ni
tampoco de una "fuga social“, sino una molestosa presencia y tenaz perseverancia
como contracultura.

Un tercer pasaje, con otro enfoque pero también pertinente, es 11.5s,10.


Ya hemos visto que los dos testigos representan a la iglesia entera en su testimonio
ante el mundo.
No importa cómo se interpreten los detalles, este discutido pasaje simboliza
necesariamente una resistencia activa al sistema.
Aunque la serie de las trompetas presenta básicamente las plagas que Dios realiza
sobre los seguidores de la bestia, aquí se afirma que los dos testigos participan
también en estas plagas con "poder para herir la tierra con toda plaga, cuantas
veces quieren" (11.6: Richard p.115).
Los ecos del éxodo y del poder de Moisés son evidentes. Los testigos tienen
también poder de matar a sus enemigos; con agresividad "atormentan" a los
impíos (11.10).

En realidad nuestra palabra "paciencia" hace poca justicia al significado de la


palabra griega `upomoné.
Juan parece estar convencido de que la iglesia está llamada a una misión de
tenacidad, resistencia y contracultura dentro del sistema corrupto que lo rodea.

Conclusión
¿Está presente la gran comisión en el Apocalipsis?
¡Claro que sí!
Analicemos los elementos de Mateo 28.18-20 para ver su presencia en este libro:

1) Toda autoridad me es dada en el cielo y en la tierra


El testigo fiel es "soberano de los reyes de la tierra" (1.5).
El Cordero comparte el "trono establecido" con "el que está sentado en el trono"
(4-5; 3.21) y es Rey de reyes y Señor de señores (19.16). El Cordero ha triunfado por
su sacrificio en la cruz; "ha vencido" (5.5) precisamente por su entrega hasta la
muerte (5.6; cf Fil 2.8). Los fieles están llamados a unirse con él en el poder de su
muerte y resurrección y a sentarse con él en su trono (3.21).

2) Yendo, discipulad a todas las naciones:


Este libro proclama el alcance universal de la victoria del Cordero.
Los fieles están "redimidos para Dios de todo linaje y lengua y pueblo y nación"
(5.9).

3) Enseñándoles que guarden cuánto yo os he mandado


Apocalipsis comienza con una bendición para los que "guardan las cosas escritas
en esta profecía“
Igual que la gran comisión, todo el libro es una exigencia de obediencia al Señor.
Apocalipsis enfoca este discipulado como obediencia hasta la muerte y resistencia.
4) He aquí estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo:
Cristo se manifiesta como presente en medio de su pueblo.
Él no ha abandonado a los suyos.
Anda entre los candeleros, conoce a las comunidades y les habla.
"El Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de
aguas de vida" (7.17).
Hoy la iglesia necesita urgentemente el mensaje misionero del Apocalipsis.
Sin reducir, ni mucho menos abandonar, su constante esfuerzo evangelizador,
debe aprender del Apocalipsis que la tarea de la iglesia es ser fiel, en última
instancia, hasta la muerte.
BASES BIBLICAS PARA MISIONES
…a imagen de Dios lo creó
 Con inteligencia
 Con un espíritu
 Con dones y talentos
 Con sentimientos
 Capaz de razonar
 Capaz de tomar decisiones por voluntad propia
 Capaz de comunicarse
 Un ser moral
A través de toda la Escritura veremos tres aspectos fundamentales:

1. La Universalidad de Dios
2. La Revelación de Dios
3. Nuestra Participación en el Plan de Dios
Entra el pecado
Génesis 6: 5 - 8

LA GRAN COMISION
MATEO 28:19
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones...

MARCOS 16:15
Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda
criatura...

LUCAS 24:47
Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de
pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén...

JUAN 20:21
Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el
Padre, así también yo os envío.
Somos llamados a ejercer nuestro papel de reconciliadores y sacerdotes.
“Mas vosotros sois
linaje escogido, real
sacerdocio, nación
santa, pueblo adquirido
por Dios, para que
anunciéis las virtudes
de aquel que os llamó
de las tinieblas a su luz
admirable”. 1Pedro 2: 9

Somos llamados a representar a Dios en las naciones:

 Enseñando sus caminos

 Revelando su carácter

 Ofreciendo su perdón

 Invitando para que juntos le alabemos y adoremos


2 Corintios 4:4

“El dios de este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz
del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.

¿Cuál es el propósito de Dios para los hombres ?

“ El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más


bien, El tiene paciencia con nosotros, porque no quiere que nadie perezca sino que
todos (a) se arrepientan.
2 Pedro 3:9

Alcance del Ministerio de una Iglesia Local


Jerusalén Santiago Iglesias y sus
alrededores.
Judea Apoyo a Misiones locales
Apoyo Iglesia en San Germán
Samaria Proyecto con niños en
Venezuela – Escuela.
Apoyo a Misioneras en
México y Chile
Ultimo de Alcanzando musulmanes
la Tierra Apoyando a misioneros

La acción de la IGLESIA determina la Venida del Señor


MATEO 24:14 Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para
testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.

2PEDRO 3:9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza,
sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que
todos procedan al arrepentimiento.
Mateo 9:37 y 38
“Entonces dijo a sus
discípulos: a la verdad
la mies es mucha, mas
los obreros pocos.
Rogad, pues, al Señor
de la mies, que envíe
Obreros a su mies”.

CONCLUSION
Dios es el Señor del Universo.
Le conocemos porque El se reveló a nosotros y se da a conocer a través de su
Palabra.
El nos hace partícipes de su Plan Redentor.

La tarea misionera es ocuparnos en cumplir SU plan y SU propósito.

¿Por qué tenemos que convencer a los creyentes y líderes de hoy de trabajar en
MISIONES; o sea, aquello para lo cual existimos como IGLESIA?
10 versículos claves en cuanto a las
misiones mundiales
1Génesis 12:2-3
Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás
bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán
benditas en ti todas las familias de la tierra.

2Isaias 49:6b
También te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación
hasta lo postrero de la tierra.
3Mateo 24:14
Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las
naciones; y entonces vendrá el fin.
4Mateo 25:35-36
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero,
y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y
vinisteis a mí.
5Mateo 28:18-20
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he
mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.
6Lucas 4:18
El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los
pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los
cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos.
7Juan 3:16-17
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo
aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo
al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
8Hechos 1:8
Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis
testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.
9Romanos 10:14-15
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de
quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no
fueren enviados? Como está escrito: ¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la
paz, de los que anuncian buenas nuevas!
10Apocalipsis 7:9-10
Después de esto miré, y he aquí una gran multitud, la cual nadie podía contar, de todas
naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del
Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz,
diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al
Cordero.
Bibliografia

1. Arana Quiroz, Pedro. 1998. “La misión en el Evangelio de Juan”. En Padilla 1998,
273-306
2. David Bosch Mision en Transformacion , Libros desafío 2005
3. Davies, Pablo. 1998. “La misión en el Evangelio de Lucas y en los Hechos”. En
Padilla 1998, Pág. 249-272.
4. De Carvalho, Levi. 2006. “Rumbo a las misiones: Lecciones de la vida de Bernabé”.
En De Carvalho 2006, 81-93.
5. Escobar, Samuel. 1998. “Pablo y la misión a los gentiles”. En Padilla 1998, 307-350.
6. Glasser, Arthur F. 2009. El anuncio del reino: La historia de la misión de Dios en la
Biblia. Pasadena, California: School of World Mission, Fuller Theological Seminary.
7. Juan Stam, LA MISIÓN DE LA IGLESIA EN EL APOCALIPSIS
http://www.juanstam.com/dnn/Blogs/tabid/110/BlogID/7/Default.aspx
8. Jonatan P. Lewis, Las Bases Biblicas e Históricas, Editorial UNILIT
9. Padilla, C. René. 1984. Hacia una hermenéutica contextual. Encuentro y Diálogo 1.
10. Padilla, C. René. Bases Biblicas de la Mision. PERSPECTIVAS LATINOAMERICANAS
11. Van Engen, Charles. 1996. “La relación de la Biblia con la teología de la misión”.
Traducido por Apolonia López Aguilar de un capítulo en Mission on the Way (Grand
Rapids, MI: Baker Books).
12. http://www.capacitacionmisionera.org/10-versiculos-claves-en-cuanto-a-las-
misiones-mundiales/

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