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POLÍTICA CRIMINAL EN MÉXICO

2018
FACULTAD: DERECHO Y CIENCIAS POLÍTICAS.

ESCUELA: DERECHO.

CICLO: VIII - B

ÁREA: ELECTIVO VIII-POLÍTICA CRIMINAL.


ELECTIVO VIII – POLÍTICA CRIMINAL

DOCENTE:

MG. WILLIAMS RODRIGUEZ SILVA.

ALUMNOS:

 CASTILLO INCA CARMEN



ELECTIVO VIII – POLÍTICA CRIMINAL

IMAY LEON ARYMAR


 HERRERA TARAZONA MARCOS
 SALINAS PEREDA FERNANDO

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INDICE:
1) INTRODUCCIÓN…………………………………………………… PÁG. 3

2) HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE LA
POLÍTICA CRIMINAL……………………………………………… PÁG. 4

3) CARACTERÍSTICAS DE LA POLÍTICA
CRIMINAL…………………………………………………………… PÁG. 5

4) PRINCIPIOS RECTORES EN MATERIA DE


PREVENCIÓN DEL CRIMEN Y JUSTICIA
PENAL………………………………………………………………. PÁG. 5

5) PRINCIPIOS DE LA POLÍTICA CRIMINAL……………………… PÁG.6

6) ACTUALIDAD DE LA POLÍTICA CRIMINAL


EN MÉXICO…………………………………………………………. PÁG.8

7) PROGRESOS Y REZAGOS DEL DERECHO


MEXICANO…………………………………………………………... PÁG.9

8) LA VIOLENCIA Y POLÍTICA CRIMINAL………………………….. PÁG.10

9) NORMAS QUE REGULAN LA POLÍTICA


CRIMINAL EN MÉXICO…………………………………………….. PÁG.12

10) GRÁFICO ESTADÍSTICO ACERCA DEL


GOBIERNO, CRIMEN ORGANIZADO,
PREVENCIÓN Y SEGURIDAD PÚBLICA
EN MÉXICO…………………………………………………………… PÁG.16

11) INCREMENTO DE DELINCUENCIA


ORGANIZADA EN MÉXICO………………………………………… PÁG.20

12) LAS ESTADÍSTICAS DE LA VIOLENCIA EN


2017……………………………………………………………………. PÁG.21

13) CRIMEN ORGANIZADO ROMPE RECORD:


PERPETRÓ 11 MIL EJECUCIONES EN PRIMER
ELECTIVO VIII – POLÍTICA CRIMINAL

SEMESTRE DEL 2018………………………………………………. PÁG.22

14) PRINCIPALES ORGANIZACIONES


CRIMINALES EXISTENTES EN
MÉXICO………………………………………………………………...PÁG.23

15) CONCLUSIONES……………………………………………………...PÁG.24

16) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS………………………………….PÁG.25

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1) INTRODUCCIÓN:

En presente trabajo investigativo versa sobre el tema “Evolución de la


Política Criminal”, dentro de una sociedad que convive, evoluciona y
se desarrolla en medio de los diferentes entornos sociales, resulta
indispensable estudiar el rol que cumple la política criminal, como
interviene el estado, como el contorno social.

Comenzaremos por definir política criminal. Como propone


Lazarges,por política criminal debemos entender “una reflexión
epistemológica acerca del fenómeno criminal, una descodificación del
fenómeno criminal y de los medios empleados para luchar contra los
comportamientos desviados o delictivos; la política criminal es
igualmente una estrategia jurídica y social basada en las elecciones
ideológicas, para responder con pragmatismo a los problemas
planteados por la prevención y la represión del fenómeno criminal,
entendido en toda su extensión”.

La política criminal aglutina, así, a todas las ciencias penales,


penitenciarias, policiales y, finalmente, al aparato jurisdiccional
punitivo del Estado, así como a todaslas políticas de intervención
social de control. Bien, pues no obstante que numerosos países han
optado por una política criminal que hace de la pena privativa de la
libertad el instrumento principal en el que finca sus expectativas de
reducir la tasa de la criminalidad, diversos estudios han mostrado que
dicha política, que durante la última década ha significado el
encarcelamiento en masa en contra de los excluidos, no ha producido
los resultados prometidos.

La concepción de la política criminal ha pasado, a través de la historia


por diversos cambios significados. En un primer momento se le
consideró como “ciencia independiente” al derecho penal, el
conocimiento de la pena como uno de los medios para la lucha contra
el crimen, puesto en manos del Estado, nos lleva más allá del derecho
vigente.

En un segundo momento se ha entendido por la posición de algunos


autores, que se empeñan en sobredimensionar a nuestro juicio el
valor histórico de esta institución; en consecuencia consideramos que
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esta posición doctrinal hace inoperante e insostenible la política


criminal; aunque no podemos dejar de decir que el valor histórico de
cualquier ciencia es importante porque la misma necesita para su
desarrollo un punto de partida, un origen, que inciden notablemente
en el esclarecimiento de algunos conceptos y categorías entre otras
cuestiones.

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2) HISTORIA Y EVOLUCIÓN DE LA POLÌTICA CRIMINAL EN MÈXICO


Feuerbach asume la paternidad del término ahora tan debatido de Política Criminal,
incorporándolo para siempre en la enciclopedia de las ciencias penales. A partir de
entonces y de comprender su concepto, efectos y alcances, las culturas occidentales
hemos impulsado los contenidos de esa política, que por definición, es – o debiera
ser- función exclusiva y permanente del Estado.
El propio feuerbach se refirió a esta disciplina como la sapiencia del Estado
Legiferante. Población, territorio y sus circunstancias geopolíticas y gobierno,
acumulan una sabiduría expresa, un conocimiento real y objetivo de su propia cultura
y modo de vida y reaccionan en consecuencia, a través del marco normativo que se
dan, a fin de ordenar la conducta de los individuos y los grupos que informan a una
sociedad determinada.
El Estado traza e impone coercitivamente, un orden preciso, a partir de esa fuente
específica de conocimiento, que se recoge de la cultura social de la que abreva y a la
que vuelca su esfuerzo sintetizador, de orden estrictamente cognoscitivo de la realidad
imperante y se convierte en la tesis pública, invariable y firme, que se aplica
cotidianamente, en el esfuerzo estatal de prevenir y reprimir las manifestaciones
antisociales, propias o autóctonas del conglomerado social a que respondan.
Este esfuerzo de la actividad pública, bien pronto llamó la atención de especialistas y
enterados, tanto de las trincheras del penalismo, cuanto de los frentes estrictamente
políticos. Aquellos, los penalistas, quisieron encontrar en la política criminal,
finalmente, un principio de orden a sus pensamientos y estructuras enteramente
abstractas, en torno al delito, la pena y el delincuente, antes dispersos y carentes de
guía o destino cierto; estos, los políticos responsables de la construcción ideológica
que cimentaran la actividad de un gobierno, vieron a la política criminal, como un
instrumento valioso para sus propósitos de gobernabilidad y de oferta legitimadora al
poder público.
Para ilustrarnos, es necesario presentar algunas posiciones doctrinarias.
Franz von Liszt, asumió la política criminal con la categoría de ciencia y la definió como
la disciplina que se ocupa de las formas o medios a poner en práctica por el Estado
para una eficaz lucha contra el delito, auxiliándose, siempre, por la criminología y la
penología.
Por el contrario, Jiménez de Asúa nos dice en su Tratado, que la Política Criminal
parece considerarse más como arte legislativo y que podría definirse como el
conocimiento de aquellos medios que el legislador puede hacer, según la disposición
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de cada Estado, para impedir los delitos y proteger el derecho de sus súbditos.
Bajo estas dos concepciones, probablemente antagónicas se debatió y se debate la
disciplina a que hacemos referencia ahora. Pero una cosa es innegable: La Política
Criminal es hoy por hoy, uno de los medios más importantes y valiosos para fundar la
revisión crítica de nuestras leyes y nuestras instituciones, partiendo, así de la
dogmática penal, para encontrar los defectos y las formas en que éstos pueden
corregirse.

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Con una adecuada planeación de la política criminal el Estado se puede dotar un


poderoso instrumento que si no propiamente desaparezca la criminalidad, por lo
menos disminuirá enormemente, lo que a su vez le permitiría atender otras
responsabilidades de gobierno.
3) CARACTERÍSTICAS DE LA POLÍTICA CRIMINAL:
 Pluralista: Porque en la actividad delictiva influyen múltiples factores
relacionados también con situaciones o condiciones diversas, que demandan
tener en cuenta varios métodos y varias vías o caminos para la obtención del
fin propuesto.
 Dinámica: Porque debe tener en cuenta los cambios sociales y las variaciones
que surgen y se producen tanto en la naturaleza, la sociedad como en el
individuo.
 Multidisciplinaria: Porque debe ser una obra colectiva de politólogos,
criminólogos, economistas, sociólogos, médicos, psicólogos y de juristas, dado
que no debe depender sólo de las apreciaciones de estos últimos sino de las
de un colectivo.
 Realista: Porqué debe basarse en hechos observados y comprobados en
forma científica, y adecuarse a las necesidades de la colectividad de forma que
pueda llevarse a cabo con los medios disponibles o con los que se puedan
crear, es decir, no debe ser empírico ni improvisado.
 Democrática: Debe evolucionar desde el humanismo individual, al socialismo
humanista.
 Política: Debe dedicarse a poner fin a las injusticias culturales, políticas,
sociales y económicas.
 Internacional: Debe tener en cuenta las experiencias y resultados de otras
latitudes y países.”

4) PRINCIPIOS RECTORES EN MATERIA DE PREVENCIÓN DEL CRIMEN Y


JUSTICIA PENAL
• Los cambios en la estructura social y económica deben ir aparejados con
reformas pertinentes de la Justicia Penal a nivel nacional e internacional.
• Deben erradicarse las injusticias socioeconómicas.

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La búsqueda de nuevos rumbos debe tener en cuenta los Principios de la Carta


de las Naciones Unidas.
• Se insiste en la necesidad de una planificación de la Política Criminal como
aspectos no sólo de la nacional como un todo, sino también en relación con la
de sus diversos sectores.
• La prevención del crimen debe estimarse como instrumento de Política Social.
• Existe una evidente correlación entre criminalidad, desarrollo y justicia penal.
• Periódicamente debe llevarse a cabo una reevaluación de la política y prácticas
en materia criminal.

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• Debe establecerse acceso ilimitado a la justicia penal, así como asegurar en


ésta la participación de la comunidad, tener debidamente en cuenta los
derechos humanos, crear una justicia social penal.
• La prevención del crimen sea eficaz en la formulación del sistema penal y en
su funcionamiento han de tenerse muy presente el estudio cuidadoso de los
costos directos e indirectos del crimen, así como las consecuencias sociales
que entrañan su aumento.
• La tecnología debe utilizarse, pero no hacer uso indebido de ella.

5) PRINCIPIOS DE POLÍTICA CRIMINAL

 Principio de Legitimidad
Este principio señala la facultad del Estado para planificar, actuar y adoptar las
medidas necesarias para combatir la criminalidad. La facultad se encuentra
referida a la soberanía estatal, su forma de gobierno, el bien colectivo y los
fundamentos constitucionales que dotan de validez los actos
de autoridad tendiente a prevenir y a reprimir las conductas delictivas.
El Estado, como expresión de la sociedad organizada, está facultado para
reprimir la criminalidad por medio de los instrumentos de control social como
legislación penal sustantiva y procesal, policía preventiva, órganos de
procuración de justicia penal, tribunales e instituciones de readaptación social
que constituyen la legítima reacción de la sociedad, dirigida a la reprobación y
condena del comportamiento desviado de los individuos y a la reafirmación
de los valores y de las normas sociales.
 Principio de Mínima Intervención
El derecho penal, por la naturaleza de la sanción, por la relevancia de
los bienes jurídicos que tutela, debe ser la última ley aplicable. Nos
encontramos entonces a la ley penal como última ratio legis. Siempre que se
puedan utilizar otros medios menos drásticos para ordenar una
determinada conducta con eficacia, debe prescindirse del derecho penal, que
para el logro de sus objetivos debe previamente acudir a otros medios jurídicos
menos drásticos, y sólo cuando éstos resulten insuficientes e ineficaces debe
acudir al derecho penal, siempre y cuando se tenga la plena convicción de que
éste será el mejor recurso.
Existen bienes jurídicos que requieren de una tutela por parte del Estado y que
en ocasiones la tutela puede darse por medios distintos al derecho penal que
garantizan precisamente el respeto a los mismos; estamos hablando de
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medidas de derecho administrativo e incluso, de otro tipo de medidas que


resultan menos lesivas en cuanto a la sanción para el infractor de la norma.
Este principio, que es complementado con el principio de bien jurídico,
garantiza que únicamente los bienes de mayor valía permitan la aplicación de
una norma que tutelará penalmente los intereses sociales contenidos en la
misma.

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 Principio de Bien Jurídico


El bien jurídico se refiere a la tutela de un ente protegido por el Estado; cuando
el legislador observa que ese "ente" es valioso para el ser humano, aplica una
tutela prevista en una norma. Hablamos aquí entonces de un bien jurídicamente
tutelado. Cuando ese ente resulta ser de gran valía y de fundamental protección
para el creador de la ley, y requiere tutelarlo mediante una norma penal, lo
vincula a la descripción típica de una hipótesis legislativa que tutelará desde el
ámbito de las leyes penales. Como lo señala Moisés Moreno Hernández: "El
derecho penal se caracteriza por proteger los valores fundamentales del orden
social, por ello, debe limitarse al castigo de conductas que violan los más
elementales deberes ético-sociales. Elemento fundamental para que sea
admisible la tipificación de un delito es que exista una necesidad social digna
de protegerse. Esa necesidad social es condición sine qua non para dar
intervención al derecho penal. Si no nos encontramos ante un bien jurídico que
merezca ser protegido penalmente, se estaría violando el principio de la
intervención mínima penal".
Dentro de este principio, se encuentra un doble carácter fragmentario, permite
proteger los bienes jurídicos fundamentales de una comunidad y sobre la base
de ataques que realmente impliquen peligro o menoscabo a estos bienes
jurídicos, donde basten la reparación del daño y la indemnización del perjuicio,
ha de retraerse el derecho penal, por ser la pena la reacción más enérgica. Una
característica más de este principio en relación con los bienes jurídicos es que
los que serán protegidos se encuentran vinculados con valores e intereses que
son percibidos universalmente en la conciencia de todos los ciudadanos como
comportamientos capaces de desencadenar la reacción social, es decir, de
suscitar indignación moral e irritación, en la colectividad.
 El Principio de Acto O Conducta
Este principio se refiere a la necesaria vinculación delito-conducta. Los tipos
penales sólo prohíben u ordenan acciones u omisiones. Se garantiza entonces
un derecho penal de acto y se elimina la posibilidad de aplicar un derecho penal
de autor. Se castiga por lo que se hace o deja de hacerse cuando existe una
norma prohibitiva o una norma preceptiva, no "por lo que se es".
 Principio de tipicidad
Está relacionado al tipo penal como garantía de legalidad. Las conductas que
aparejan una sanción deben estar consideradas en una hipótesis normativa
preceptuada en un cuerpo legal. Para el castigo, entonces, debe existir una
perfecta adecuación entre los elementos de la descripción típica y la conducta
desplegada por el actor de la misma.
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No existe pena sin tipicidad. Este principio debe referirse también a la anti
juridicidad de la conducta ya que, como sabemos, el encuadramiento de una
conducta al tipo sólo indicia la anti juridicidad. Podemos entonces señalar que
para el estudio de la existencia del delito sobre la base de la relación lógica de
los elementos del delito, debe fincarse la misma en la existencia de una
conducta que reúna todas las circunstancias y supuestos del tipo penal que se
trate.

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 Principio de Culpabilidad
En este principio se estudia el grado de la pena. Esto es, la cantidad de sanción
que debe acompañar a un tipo penal, los límites y máximos alcanzados en
cuanto a la imposición de la pena por una conducta cometida. La pena, pues,
no debe rebasar la medida de culpabilidad. Aquí, el principio de culpabilidad
tiene la función de asegurar al particular y que el Estado no extienda su
potestad penal más allá de lo que le corresponde a un individuo respecto a
su responsabilidad.
 El Principio de Presunción de Inocencia y Retribución
Encontramos en este principio varios fundamentos sobre la relación
culpabilidad-responsabilidad, así como fundamentos constitucionales de
legislación sustantiva y adjetiva que debe garantizarse si contamos con una
política criminal adecuada.
En primer lugar, nos referiremos a la garantía constitucional de demostrar la
culpabilidad de un sujeto conforme a las leyes establecidas por el orden
positivo, la aplicación de una pena debe ser justa retribución de la conducta
cometida y con la sanción equivalente al grado de culpabilidad demostrado. Así
pues, la pena entendida como retribución (además de su finalidad preventiva)
debe ser equivalente, e impuesta con legalidad.
De aquí, pues, la necesidad de contar con ordenamientos penales que
equilibren y no adopten medidas ni de flexibilidad ni de exceso en el quantum
de la pena. Por otra parte y en atención a la búsqueda de la certeza y a la carga
probatoria, se señala la necesidad de que el Ministerio Público demuestre la
culpabilidad del sujeto antes de la aplicación de una medida penal.
 Principio de la Prevención
La pena debe tener la función no sólo de retribuir, sino también de prevenir el
crimen. La pena se justifica por la ejemplaridad de su aplicación. La prevención
vista, pues, desde la esfera de prevención general, para evitar futuras
conductas ilícitas y, en especial, para evitar la reincidencia. Una exigencia
incuestionable para el estado de derecho contenida en el principio nulla poena
sine lege.

6) ACTUALIDAD DE LA POLITICA CRIMINAL EN MÉXICO.


Indudablemente, El Estado de Derecho Mexicano, no es perfecto, pero es algo más
que la sola proclamación constitucional. El propósito de la Constitución mexicana no
es prometer un Estado ideal, perfecto, no garantiza la felicidad, tampoco asegura una
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igualdad perfecta, pero sí asegura el vigilante mantenimiento de la paz social y la


seguridad jurídica, poniendo como base las garantías individuales de cada uno de sus
gobernados.
La política criminal mexicana sigue la corriente que se asienta en la existencia del
Estado de Derecho y por ello, reconoce como imprescindibles a los principios
universales de nullum crimen sine lege, corolario de nuestra garantía de legalidad,
consagrada en el artículo 14 constitucional; en la responsabilidad individual, que
reconoce nuestro Derecho Penal, así como en la legalidad del proceso y la

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independencia judicial. No deja de lado a la víctima del delito y propugna por su


protección, poniendo el acento en los grupos vulnerables o marginados de la sociedad.
Como vemos, nuestras reformas constitucionales recientes, se inscriben en esos
propósitos fundamentales.
Esta tesis es la que recoge la aspiración mexicana por su sentido humanista,
moderado, pragmático y con claro acento en la prevención del delito, aunque sin
abandonar la represión del delito mayor.
7) PROGRESOS Y REZAGOS DEL DERECHO PUNITIVO MEXICANO.
El código penal que nos rige desde 1931, con todo y sus múltiples reformas, tuvo
vigencia ambivalente durante casi siete décadas y durante ese periodo histórico, las
aspiraciones de nuestra Política Criminológica parecieron ser las mismas, o bien, con
sus matices, se adaptaron a épocas muy diversas, como lo fueron los últimos
despliegues del siglo XX.
La exposición de motivos de ese código penal Histórico, planteó, desde el ya lejano
1931, las siguientes orientaciones generales: Eliminar los residuos de sistemas
feudales (privilegios, formulas, ritos, verbalismo) y hacer leyes claras, prácticas y
sencillas; adaptar las leyes a las necesidades y las aspiraciones reales (biológicas,
económicas, sociales y políticas).
Con maestría planteó un desiderátum aún vigente, veamos: No sujetar servilmente la
Ley a la realidad actual y a la fuerza de los hechos y de las costumbres imperantes,
porque eso sería fomentar el estancamiento, el retraso y el retroceso, sino hacer de la
legislación una fuerza viva y una orientación de progreso social. El hombre no puede
aumentar o disminuir las fuerzas naturales; pero sí puede encausarlas y acelerar o
retrasar su movimiento.
Nuestra legislación se interesó y se manifestó en torno a las concausas del delito y en
su propia Exposición de motivos expuso, con el lenguaje de su época, pero con plena
actualidad, que se debía: Procurar la uniformidad de la legislación en toda la
República. Consagrar como funciones del Estado las que son de interés colectivo y
reclaman la intervención y vigilancia del poder público:
 Control de los medios de producción mediante vigilancia directa,
administración nacional, socialización o nacionalización, según lo
permitan las posibilidades (leyes agrarias y Derecho industrial);
 Coordinación de las energías productivas del país, facilitando la
organización de la fuerza humana y el aprovechamiento de los
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recursos naturales, y
 Realización de las funciones esenciales del Estado moderno
(Política económica, fiscal, agraria, criminal,
Educativa, sanitaria, de comunicaciones, de regadío, etc.).

Recordemos ahora y comparemos con ésos párrafos, el texto vigente del artículo 25
de la Constitución de la República, que fue reformado en 1983, establece:
Corresponde al Estado la rectoría del desarrollo nacional para garantizar que éste sea
integral, que fortalezca la soberanía de la Nación y su régimen democrático y que,

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mediante el fomento del crecimiento económico y el empleo y una más justa


distribución del ingreso y la riqueza, permita el pleno ejercicio de la libertad y la
dignidad de los individuos, grupos y clases sociales, cuya seguridad protege esta
constitución.
El Estado planeará, conducirá, coordinará y orientará la actividad económica nacional,
y llevará a cabo la regulación y fomento de las actividades que demande el interés
general en el marco de libertades que otorga esta constitución.
Al desarrollo económico nacional concurrirán, con responsabilidad social, el sector
público, el sector social y el sector privado, sin menoscabo, de otras formas de
actividad económica que contribuyan el desarrollo de la Nación.
El sector público tendrá a su cargo, de manera exclusiva, las áreas estratégicas que
se señalan en el artículo 28, párrafo cuarto de la Constitución, manteniendo siempre
el gobierno federal la propiedad y el control sobre los organismos que en su caso se
establezcan.
Basta comparar ambos textos, el de la exposición de motivos y el del precepto
constitucional transcrito en algunos de sus párrafos para constatar la congruencia en
los propósitos; en el primer caso – la exposición- se buscaba disminuir la actividad
antisocial, mientras que el texto fundamental, anhela un desarrollo justo de la Nación:
sin embargo en ambos está implícito el mismo propósito: El bienestar que evita la
práctica criminal.
La propia exposición de motivos de 1931, que hemos venido revisando, nos deja
diversos principios de Política Criminológica moderna, que hoy por hoy debemos
asumir y tomar en cuenta.
Aquí nos dice que: El delito es principalmente un hecho contingente. Sus causas son
múltiples: es una resultante de fuerzas antisociales y encontramos entre las más
conocidas al desempleo, la falta de oportunidades, la carencia de educación, la
insalubridad y promiscuidad, en una palabra, la falta de desarrollo que conduce al
delito.
También menciona que, la pena es un mal necesario y se justifica sólo en conceptos
parciales, como la intimidación, la ejemplaridad, la expiación en aras del bien colectivo,
la necesidad de evitar la venganza privada, etc. Pero la pena se sostiene,
fundamentalmente, por la necesidad de conservación del orden social.
8) LA VIOLENCIA Y POLÍTICA CRIMINAL EN MÉXICO
La violencia, siendo por naturaleza un instrumento, puede considerarse racional
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cuando sea efectiva en alcanzar el fin que pueda justificarla. Tomando en cuenta que
cuando actuamos nunca sabremos con certeza las eventuales consecuencias de lo
que estamos haciendo, la violencia puede ser racional solamente que persiga
objetivos a un corto término. La violencia no promueve causas, ni busca la historia ni
la revolución, pero puede, por cierto, servir para dramatizar agravios y llevarlos a la
atención pública; se requiere de la violencia, en algunas ocasiones, para que pueda
ser escuchada la voz de la moderación.

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Y, la violencia, la contrario de lo que sus profetas tratan de decirnos, es un arma mucho


más efectiva para las reformas que lo que pudieran ser los revolucionarios (las
vehementes denuncias que a menudo hacen los marxistas de la violencia no nacen
de motivos humanos, sino de su conciencia política que siempre han tenido de que
las revoluciones no son el resultado de una acción violenta o una conspiración).
México nunca hubiera tenido las profundas reformas políticas, desde 1917, sin el
movimiento estudiantil de 1968 y el levantamiento de Chiapas en la época de Carlos
Salinas.
No obstante, el peligro de la práctica de la violencia, aún cuando se oriente
conscientemente buscando logros a corto plazo, siempre resultará que los medios
habrán de apabullar el fin que se pretenda. Si los éxitos no se logran rápidamente, el
resultado no sólo será una derrota sino la introducción de la práctica de la violencia en
todo el cuerpo político. La acción será irreversible y el regreso al estado en que se
encontraban las cosas en caso de una derrota es siempre improbable. La práctica de
la violencia, como en toda acción, cambiará el mundo, pero lo más probable es que el
cambio tenga como resultado un mundo más violento.
Entre más grande sea la burocratización de la vida pública, mayor será la atracción a
la violencia, porque en una burocracia muy desarrollada no queda nadie con quien se
pueda argumentar o ante quien se puedan presentar los agravios o a quienes las
presiones de los poderes puedan advertir lo que eso significa y tomar de ello consejos.
La burocracia es la forma de gobierno en que a todos se les priva de libertad política,
o del poder para actuar; porque la regla que rige ante nadie es que no hay reglas, y
cuando todos están igualmente sin poderes tenemos una tiranía sin que exista un
tirano. La característica esencial de las rebeliones estudiantiles es la de que están
dirigidas contra la burocracia dominante.
Esto explica lo que a primera vista parece tan perturbador. Las grandes maquinarias
de los partidos han tenido éxito para negar la voz a los ciudadanos, no obstante que
en nuestro país la libertad de expresión y de asociación están establecidas en la
Constitución.
Lo que hace al hombre un ser político es la facultad de actuar. Le permite unirse con
sus iguales para actuar en concierto y lograr los fines y proyectos que nunca ante
habían tenido, para embarcarse en algo nuevo.
Todas las propiedades de la creatividad adscritas a la vida en manifestaciones de
violencia y poder pertenecen a la facultad de acción. Y, pienso, puede fácilmente
demostrarse que ninguna otra habilidad humana ha sufrido tanto por el progreso de la
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actualidad.
El progreso —tal como ahora lo entendemos— significa crecimiento, el proceso
continuo de uno más y más de más grande y más grande. Un país es más grande, es
mayor, si crece en población, en objetivos, en posesiones; esta grandeza, en esos
términos, necesitará una administración y con ella el poder anónimo de los
administradores. Necesitamos una democracia participativa de los ciudadanos, esto
podría ser para México un nuevo ejemplo, si no, vamos a ser una civilización de
primates, de changos.

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Este nuevo ejemplo que pedimos difícilmente podría ser puesto en práctica con la
violencia; creo que en gran parte la glorificación que se hace en México a la
democracia se debe a la severa frustración de la facultad de acción. Es una verdad
que los movimientos estudiantiles como el Yo Soy 133 hacen pensar y sentir a las
personas que están actuando de común acuerdo de una manera en que difícilmente
pueden hacerlo. No sé si estas cosas son el inicio de algo nuevo, del nuevo ejemplo
o los dolores agudos de la facultad de la humanidad que está en camino de perder.
Como están las cosas en este momento en que vemos a los superpoderes pasmados
bajo el monstruoso peso de sus negocios y empresas multinacionales, pudiera
parecer, pensamos, que el nuevo ejemplo tendría oportunidad de levantarse, si acaso,
en un país con tantas carencias como México, o tal vez en sectores bien definidos en
grupos sociales de los grandes países.
Para los procesos de desintegración, puestos de manifiesto en los años recientes,
vemos como están decayendo en México los servicios públicos, las escuelas y la
policía, el servicio de correos del país y el sistema de transporte sobresaturado, las
muertes del crimen organizado y los accidentes en las carreteras y los graves
problemas de tráfico en las ciudades, todo lo que concierne a los servicios masivos
que trata de prestar el gobierno a la sociedad. La enormidad está afectada por la
vulnerabilidad, y si no podemos saber con certeza cuándo y dónde vendrá el punto de
quiebre, podemos observar, hasta el punto de medirlo, cómo la fuerza y capacidad de
recuperación se está destruyendo, goteando si se quiere gota a gota, de nuestras
instituciones políticas que se supone están para servir las necesidades políticas de
nuestra sociedad, hacer posible un gobierno representativo con una verdadera
democracia, sin embargo, realmente no lo hacen porque no hay lugar para que todos
puedan participar, no caben todos.
De nuevo, no podemos saber a dónde llevarán a México estos acontecimientos, pero
podemos ver las roturas en la estructura de poder que se están abriendo y ampliando.
Y sabemos —o debemos saber— que toda disminución del poder es una invitación
abierta a la violencia, porque sólo aquéllos que tienen el poder y ven que se les va de
las manos siempre encontrarán difícil resistir la tentación de sustituir la violencia por
ese poder.
9) NORMAS QUE REGULAN LA POLITICA CRIMINAL EN MEXICO

En México conforme al propio texto constitucional, impera la teoría de la división de


poderes que en su momento sostuvo Montesquieu en su teoría de “separación de
poderes”, en la cual en esencia señaló que el poder no podía residir en un solo ente del
Estado; en efecto en México “la soberanía nacional reside esencial y originalmente en el
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Pueblo” , asimismo, “es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una República
representativa, democrática, laica, federal…” , soberanía que se ejerce “por medio de
los Poderes de la Unión” a saber, legislativo, ejecutivo y judicial; siendo el primero el
facultado para crear normas generales de legalidad y únicamente, el poder
constituyente, reformar el texto constitucional; por tanto, sólo será el poder legislativo
a través del Congreso de la Unión quien cuenta con la facultad de legislar sobre la
política criminal que imperara en el Estado Mexicano.

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En relación a ese tópico, debe precisarse que en la reforma constitucional de dieciocho


de junio de dos mil ocho, donde entre otros preceptos los artículos 16, 17, 18, 19, 20,
21 y 73 constitucionales fueron reformados, se estableció un nuevo sistema nacional
de seguridad pública, se creó la figura de extinción de dominio, se incorporaron
disposiciones en materia de delincuencia organizada, se transformó el sistema
penitenciario y de ejecución penal y se implementó un sistema penal de corte
acusatorio y oral. En ese sentido debe citarse el contenido del artículo 16 de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que dice:

“Artículo 16. Nadie puede ser molestado en su persona, familia, domicilio, papeles
o posesiones, sino en virtud de mandamiento escrito de la autoridad competente,
que funde y motive la causa legal del procedimiento.

No podrá librarse orden de aprehensión sino por la autoridad judicial y sin que
preceda denuncia o querella de un hecho que la ley señale como delito,
sancionado con pena privativa de libertad y obren datos que establezcan que se
ha cometido ese hecho y que exista la probabilidad de que el indiciado lo cometió
o participó en su comisión.

La autoridad que ejecute una orden judicial de aprehensión, deberá poner al


inculpado a disposición del juez, sin dilación alguna y bajo su más estricta
responsabilidad. La contravención a lo anterior será sancionada por la ley penal.

Cualquier persona puede detener al indiciado en el momento en que esté


cometiendo un delito o inmediatamente después de haberlo cometido, poniéndolo
sin demora a disposición de la autoridad más cercana y ésta con la misma
prontitud, a la del Ministerio Público. Existirá un registro inmediato de la detención.

Sólo en casos urgentes, cuando se trate de delito grave así calificado por la ley y
ante el riesgo fundado de que el indiciado pueda sustraerse a la acción de la
justicia, siempre y cuando no se pueda ocurrir ante la autoridad judicial por razón
de la hora, lugar o circunstancia, el Ministerio Público podrá, bajo su
responsabilidad, ordenar su detención, fundando y expresando los indicios que
motiven su proceder.

En casos de urgencia o flagrancia, el juez que reciba la consignación del detenido


deberá inmediatamente ratificar la detención o decretar la libertad con las reservas
de ley.

La autoridad judicial, a petición del Ministerio Público y tratándose de delitos de


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delincuencia organizada, podrá decretar el arraigo de una persona, con las


modalidades de lugar y tiempo que la ley señale, sin que pueda exceder de
cuarenta días, siempre que sea necesario para el éxito de la investigación, la
protección de personas o bienes jurídicos, o cuando exista riesgo fundado de que
el inculpado se sustraiga a la acción de la justicia. Este plazo podrá prorrogarse,
siempre y cuando el Ministerio Público acredite que subsisten las causas que le
dieron origen. En todo caso, la duración total del arraigo no podrá exceder los
ochenta días.

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Por delincuencia organizada se entiende una organización de hecho de tres o más


personas, para cometer delitos en forma permanente o reiterada, en los términos
de la ley de la materia.

Ningún indiciado podrá ser retenido por el Ministerio Público por más de cuarenta
y ocho horas, plazo en que deberá ordenarse su libertad o ponérsele a disposición
de la autoridad judicial; este plazo podrá duplicarse en aquellos casos que la ley
prevea como delincuencia organizada. Todo abuso a lo anteriormente dispuesto
será sancionado por la ley penal.

En toda orden de cateo, que sólo la autoridad judicial podrá expedir, a solicitud
del Ministerio Público, se expresará el lugar que ha de inspeccionarse, la persona
o personas que hayan de aprehenderse y los objetos que se buscan, a lo que
únicamente debe limitarse la diligencia, levantándose al concluirla, un acta
circunstanciada, en presencia de dos testigos propuestos por el ocupante del lugar
cateado o en su ausencia o negativa, por la autoridad que practique la diligencia.

Las comunicaciones privadas son inviolables. La ley sancionará penalmente


cualquier acto que atente contra la libertad y privacía de las mismas, excepto
cuando sean aportadas de forma voluntaria por alguno de los particulares que
participen en ellas. El juez valorará el alcance de éstas, siempre y cuando
contengan información relacionada con la comisión de un delito. En ningún caso
se admitirán comunicaciones que violen el deber de confidencialidad que
establezca la ley.

Exclusivamente la autoridad judicial federal, a petición de la autoridad federal que


faculte la ley o del titular del Ministerio Público de la entidad federativa
correspondiente, podrá autorizar la intervención de cualquier comunicación
privada. Para ello, la autoridad competente deberá fundar y motivar las causas
legales de la solicitud, expresando además, el tipo de intervención, los sujetos de
la misma y su duración. La autoridad judicial federal no podrá otorgar estas
autorizaciones cuando se trate de materias de carácter electoral, fiscal, mercantil,
civil, laboral o administrativo, ni en el caso de las comunicaciones del detenido
con su defensor.

Los Poderes Judiciales contarán con jueces de control que resolverán, en forma
inmediata, y por cualquier medio, las solicitudes de medidas cautelares,
providencias precautorias y técnicas de investigación de la autoridad, que
requieran control judicial, garantizando los derechos de los indiciados y de las
víctimas u ofendidos. Deberá existir un registro fehaciente de todas las
ELECTIVO VIII – POLÍTICA CRIMINAL

comunicaciones entre jueces y Ministerio Público y demás autoridades


competentes.

Las intervenciones autorizadas se ajustarán a los requisitos y límites previstos en


las leyes. Los resultados de las intervenciones que no cumplan con éstos,
carecerán de todo valor probatorio.

La autoridad administrativa podrá practicar visitas domiciliarias únicamente para


cerciorarse de que se han cumplido los reglamentos sanitarios y de policía; y exigir

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la exhibición de los libros y papeles indispensables para comprobar que se han


acatado las disposiciones fiscales, sujetándose en estos casos, a las leyes
respectivas y a las formalidades prescritas para los cateos.

La correspondencia que bajo cubierta circule por las estafetas estará libre de todo
registro, y su violación será penada por la ley.

En tiempo de paz ningún miembro del Ejército podrá alojarse en casa particular
contra la voluntad del dueño, ni imponer prestación alguna.

En tiempo de guerra los militares podrán exigir alojamiento, bagajes, alimentos y


otras prestaciones, en los términos que establezca la ley marcial
correspondiente.”

Así de una lectura al contenido del artículo 16 constitucional, se deriva que el Estado
Mexicano como política criminal implementó dos sistemas en materia de investigación y
sanción de delitos, uno común y otro específico; el primero para aquellas personas
imputadas por delitos considerados del fuero común o aquellos del fuero federal que no
guarden relación con la delincuencia organizada; y el segundo, restrictivo del derecho de
aquellos sujetos que se relacionen en la comisión de delitos sobre delincuencia
organizada o derivados de ésta, al establecer un sistema diferenciado de reglas de
procedimiento y valoración de la prueba, a un régimen distinto de ejecución de penas y
medidas de seguridad, así como al catalogó de beneficios por colaboración por la
autoridad.
Lo anterior derivó a consecuencia de la perspectiva que prevalecía sobre el sistema
de justicia penal tradicional en el sentido de lentitud, inequidad, corrupción e
impunidad; así como que el problema de justicia residía en el diseño del procedimiento
penal, caracterizado por la falta de una investigación eficiente, un sistema escrito que
no reflejaba la verdad histórica de los hechos delictivos, la ausencia de los jueces en
el desarrollo de las etapas procesales así como la aplicación excesiva de la prisión
preventiva y la mínima participación de la víctima en el proceso.

Así como la hecho de que la delincuencia organizada, definida como la


“organización de hecho de tres o más personas, para cometer delitos en forma
permanente o reiterada” ; es uno de los problemas más graves por los que
atraviesa la sociedad mexicana, pues es un hecho notorio que éstas al operar se
relacionan con la comisión de diversos ilícitos como se sustenta en la propia Ley
Federal contra la Delincuencia Organizada, que tiene por objeto “establecer reglas
para la investigación, persecución, procesamiento, sanción y ejecución de las
ELECTIVO VIII – POLÍTICA CRIMINAL

penas, por los delitos cometidos por algún miembro de la delincuencia organizada.
Sus disposiciones son de orden público y de aplicación en todo el territorio
nacional”; y donde en su artículo 2° además de reiterar la definición de tal ilícito,
refiere que guardaran relación con tal hecho delictuoso las conductas atinentes al
terrorismo, financiamiento al terrorismo, terrorismo internacional; contra la salud,
falsificación o alteración de moneda, operaciones con recursos de procedencia
ilícita, acopio y tráfico de armas, tráfico de indocumentados, tráfico de órganos,
corrupción de personas menores de dieciocho años de edad o de personas que
no tienen capacidad para comprender el significado del hecho o de personas que

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no tienen capacidad para resistirlo, pornografía de personas menores de


dieciocho años de edad o de personas que no tienen capacidad para comprender
el significado del hecho o de personas que no tienen capacidad para resistirlo,
Turismo sexual en contra de personas menores de dieciocho años de edad o de
personas que no tienen capacidad para comprender el significado del hecho o de
personas que no tiene capacidad para resistirlo, lenocinio de personas menores
de dieciocho años de edad o de personas que no tienen capacidad para
comprender el significado del hecho o de personas que no tienen capacidad para
resistirlo, asalto, tráfico de menores o personas que no tienen capacidad para
comprender el significado del hecho, delitos en materia de trata de personas, las
conductas previstas en los artículos 9, 10, 11, 17 y 18 de la Ley General para
Prevenir y Sancionar los Delitos en Materia de Secuestro, Reglamentaria de
la fracción XXI del artículo 73 de la Constitución Política de los Estados
Unidos Mexicanos; y los previstos en las fracciones I y II del artículo 8; así
como las fracciones I, II y III del.

ARTICULO 9 estas últimas en relación con el inciso d), y el último párrafo de dicho
artículo, todas de la Ley Federal Para Prevenir y Sancionar los Delitos Cometidos en
Materia de Hidrocarburos.
Al respecto, cabe citar algunas estadísticas que evidencian el problema social criminal
sobre delincuencia organizada en México.
Informador.Mx

10) CUADRO ESTADÍSTICOS ACERCA DEL GOBIERNO, CRIMEN ORGANIZADO,


PREVENCIÓN Y SEGURIDAD PUBLICA EN MÉXICO.

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Por estas razones, es que el Estado Mexicano creó un sistema especial para hacer
frente al fenómeno criminal de la delincuencia organizada, resultando de la labor
legislativa sobre política criminal la Ley Federal contra la Delincuencia Organizada ya
citada, donde se contienen la mayoría de las disposiciones legales que de acuerdo a
lo dispuesto por el artículo 16 constitucional deben aplicarse en materia del combate
del crimen organizado.
Sin embargo, ¿por qué la implementación del sistema penal especial es incongruente
con el sistema garantista de derechos humanos?
Para dar respuesta a tal interrogante, debe precisarse que los derechos humanos son
definidos comúnmente como aquellos derechos inherentes al ser humano, sin
distinción de nacionalidad, sexo, origen étnico, color, religión, lengua o cualquier otra
condición; derechos humanos, que conforme a la Convención Americana sobre los
derechos Humanos, adoptada en San José de Costa Rica adoptada el veintidós de
noviembre de mil novecientos sesenta y nueve y aprobada por la H. Cámara de
Senadores del Congreso de la Unión el dieciocho del mes de diciembre del año de mil
novecientos ochenta, según Decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación
del día nueve del mes de enero del año de mil novecientos ochenta y uno, deben ser
respetados en los términos marcados en el propio artículo 1, que sustenta:

“Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos. 1. Los Estados Partes en esta


Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a
garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción, sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas
o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición social.”

Ahora bien, en México por Decretos publicados en el Diario Oficial de la Federación,


el seis y diez de junio de dos mil once, se llevaron a cabo las reformas constitucionales
en materia de juicio de amparo y derechos humanos, donde se implementó la
obligación del Estado Mexicano de prever la interpretación más favorable al individuo
así como la observancia obligatoria y oficiosa de los instrumentos internacionales en
materia de derechos humanos suscritos por el Estado Mexicano, lo que derivó en la
aplicación del principio de convencionalidad y control difuso de la Constitución.

En efecto, al modificarse la denominación del Capítulo I, Título Primero de la Constitución


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Política de los estados Unidos Mexicanos, para quedar “De los Derechos Humanos y sus
Garantías” en lugar del denominado “De las Garantías Individuales”, se implementó el
reconocimiento expreso de todos aquellos derechos humanos reconocidos en la
Constitución y en los Tratados Internacionales de los que el Estado Mexicano sea parte,
las garantías para su protección así como la obligación en la promoción, respeto,
protección y garantía por parte de todas y cada una de las autoridades en los ámbitos de
su competencia, estableciendo firmemente, que el ejercicio de tales derechos “no podrá
restringirse ni suspenderse, salvo en los casos que esta Constitución establece”; siendo,
entro otros, los motivos de las diversas propuestas, por ejemplo, lo expuesto por el
Diputado Federal José Gildardo Guerrero Torres, quien expuso:

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“Los Estados del orbe, han conceptuado los términos de derechos humanos y
garantías individuales en sus distintos ordenamientos jurídicos, como los
mecanismos legales para proteger el recurso más importante de sus países, es decir,
al ser humano. El reconocimiento de aquellos ha estado ligado a la historia de la
humanidad desde la cultura Griega, en la que se puede vislumbrar una primera esfera
jurídica de derechos políticos y civiles, a la Romana y posterior Edad Media con el
predominio de la arbitrariedad y el despotismo sobre la libertad humana, pasando por
el Renacimiento, hasta la Revolución Francesa, donde el ius-naturalismo fijara la
bases que determinarían para siempre las relaciones entre el poder público y los
gobernados. La historia de los derechos y garantías humanos no ha sido ajena a
nuestro país, pues desde el México prehispánico en el que es evidente que el
gobernado no era titular de algún derecho frente al gobernante, a la etapa colonial
en la que la actuación del gobernante estaba supedita a los principios morales y
religiosos derivados de los postulados cristianos; hasta la emancipación política de
España en la que adoptando los principios de la Revolución Francesa, se exaltaría
la importancia del hombre, aboliendo la esclavitud, para posteriormente expedir por
primera vez en la Constitución de Apatzingán un capítulo dedicado a las garantías
individuales, considerándolas como elementos insuperables que debían ser
respetados en toda su integridad; elementos que jamás abandonaríamos a la fecha,
pues en todas las constituciones (1824, 1857, y 1917) han estado insertas. En este
andar del perfeccionamiento de los mecanismos de respeto de las garantías y
derechos humanos la comunidad internacional incluyendo a México, ha establecido
en instrumentos como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948,
que por la naturaleza inespacial e intemporal del humano como ser que ha sido y es
la causa y el objeto del devenir histórico, debe ser protegido en su calidad de persona
y de ente socio-político con independencia del estado al que pertenezca, sin
diferencias de raza, sexo, idioma, religión para realizarse plenamente como ser
humano.”
Por último, la participación del Diputado Leonardo Magallón Arceo, quien expuso:
“La aceptación y promoción a los derechos humanos y el derecho a estos se
encuentra en la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, aprobada por
la Organización de las Naciones Unidas en 1948. La Asamblea General proclama
la siguiente: “DUDH como ideal común por el que todos los pueblos y nacionales
deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como las instituciones,
inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y la
educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas
progresivas de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación
universales y efectivos, tanto entre los Estados miembros como entre los
territorios colocados bajo su jurisdicción”. Del texto aludido se desprenden 3
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aspectos que comprende esta garantía fundamental:

Los derechos y libertades. Medidas progresivas de carácter nacional e


internacional. Reconocimiento y aplicación universales y efectivos, entre los
Estados miembros. 1) Los derechos y libertades incluyen: a) derecho a la vida, b)
a la libertad y c) a la seguridad de su persona. 2)Medidas progresivas de carácter
nacional e internacional incluye: a) derecho a establecerse a un orden social e
internacional en que estos derechos proclamados en la declaración se hagan
plenamente efectivos. 3) Reconocimiento y aplicación universal y efectivos entre los

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Estados miembros: a) nada de esta declaración podrá interpretarse en el sentido de


que confiere derecho alguno del Estado, a un grupo o a una persona, para emprender
y desarrollar actividades o realizar actos tendientes a la supresión de los derechos y
libertades proclamados en esta declaración. De la redacción de la declaración se
derivan los derechos que tiene toda persona como ideal común por el que todos los
pueblos y naciones deben de esforzarse a llevarla a cabo. A partir de 1948, muchos
países incorporan a su legislación interna ya sea nivel constitucional o legal los
contenidos de los derechos humanos en su triple vertiente. México a través de los
años ha avanzado en el reconocimiento de los derechos humanos tomando fuerza
por la trascendencia de la declaración universal. No obstante ello, el marco jurídico
en México en cuanto a reconocimiento y goce de los derechos del hombre, se ha
enriquecido, aunque a primera vista, por una parte, si se considera que los
instrumentos internacionales que el país ha ratificado constituyen parte del orden
jurídico interno y, por la otra, el papel que juega la jurisprudencia tanto la de órganos
internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), y la
interna en virtud de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. El régimen mexicano
permaneció inalterado hasta la reforma del 2001 que dio como resultado tres párrafos
en el artículo 1o. de la Constitución, que se refiere el primero de dichos párrafos al
“principio de igualdad”, el segundo de la “prohibición de la esclavitud” y el tercero el
principio de la “no discriminación”.

Ante las consideraciones, en el sistema jurídico mexicano a pesar de que permea la


obligación de todas las autoridades del Estado de promover, respetar, proteger y
garantizar los derechos humanos reconocidos en la propia Constitución y en los
tratados internacionales en los que México sea parte; también lo es, que en tratándose
de la materia penal, específicamente en aquellos delitos de naturaleza de delincuencia
organizada, como ya se vio, se establecen diversas restricciones, prohibiciones,
limitaciones y excepciones al goce de estas prerrogativas, lo que evidentemente
permite sustentar la coexistencia de un derecho penal ordinario que atiende a los fines
de la pena, reinserción y derechos humanos; y otro específico que tiene entre otras
finalidades, sancionar aquellos que cometan hechos derivados de la delincuencia
organizada donde se permite la restricción de derechos humanos, ante la justificación
de ser una limitante plasmada en la propia Constitución y en la trascendencia y
afectación social.
Circunstancias que, como se apuntó, además de sustentar figuras procesales que de
suyo resultan violatorias de derechos humanos, permiten que al momento de llevarse
a cabo el procedimiento penal se vulneren derechos humanos, como el de presunción
de inocencia, de aquellos individuos que se consideren presuntos responsables en la
comisión de los citados antisociales.
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Ante esas consideraciones, aun cuando se justifique la restricción de ciertos derechos,


ello no puede ser base para ejecutar actos que de suyo afectan derechos humanos
bajo el amparo de un derecho penal específico, pues atendiendo al propio texto
constitucional en su artículo 1°, no existen individuos de primera o segunda clase con
diversas prerrogativas respectivamente.

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11) INCREMENTO DE DELINCUENCIA ORGANIZADA EN MÉXICO


México atraviesa el momento más sangriento de su historia. La cifra acumulada de
asesinatos durante 2017, 70 muertes al día, supera a los peores años de la guerra
contra el narco.
Ni en los años más crueles de la guerra contra el narcotráfico se registraron unas cifras
de homicidios tan altas como las que ha soportado el pasado 2017. Unas 70 personas
fueron asesinadas cada día en México, en total se cometieron 25.339 homicidios
dolosos. Hasta ahora, el año más letal para México había sido 2011, en plena batalla
abierta contra los capos de la droga, una época donde los cadáveres llenaban las
primeras planas de los periódicos nacionales. El último año rebasó, no obstante,
aquella etapa oscura y batió el récord más sangriento de su historia.
Los primeros datos públicos que hay en la página del Secretariado Ejecutivo sobre
homicidios son de 1997. En ese año se contaron 16.866, unos 46 al día. Aquella cifra
subió sin piedad hasta llegar a los 61 asesinatos al día de 2011. Muchos creían
entonces que la violencia en el país había tocado techo. En los años siguientes los
números se relajaron, hasta tocar un suelo en 2014, año en el que paradójicamente
se produjeron dos de las matanzas más simbólicas para el país: la desaparición de
los 43 estudiantes de Ayotzinapa y la matanza de civiles a manos del Ejército en
Tlatlalya, dejando un reguero de 15 cadáveres.
En 2016, la violencia estuvo a punto de remontar a la que vivió el mortífero 2011. Y
comenzaron a saltar las alarmas. En mayo del año pasado, la prensa nacional advertía
de que se trataba del mes más letal en dos décadas. Y, al mes siguiente, se rompía
un nuevo récord consecutivo con 43 víctimas más.
Mientras se sucedían las detenciones o muertes de los grandes capos, las cifras
volvían a entrar en ebullición hasta la última cifra de noviembre, un mes en el que el
Gobierno de Peña Nieto ha perpetuado el uso policial del Ejército en el país con la
entrada en vigor de la llamada Ley de Seguridad Interior, una medida polémica que
han denunciado cientos de asociaciones civiles, además de la ONU y la Organización
de Estados Americanos (OEA).
Descabezados los grandes carteles, la atomización de los grupos del crimen
organizado ha provocado una nueva lógica violenta, protagonizada por pequeñas
células autónomas que han extendido además sus redes otro tipo de delitos: extorsión,
robo, trata. El supuesto oasis que durante años representó Ciudad de México frente
al crimen organizado ha terminado por evaporarse con acciones inéditas como el
operativo militar del verano pasado en el sur de la capital para liquidar a un capo
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mediano.
La violencia se ha ensañado también en los focos turísticos del país. Baja California
Sur, la perla del Pacífico, ha registrado en los últimos cinco años una crecida de
asesinatos de más del 400%: pasando de 35 homicidios en 2012 a 560 en 2017. Otra
joya paradisíaca, Cancún, ha pasado de 86 homicidios en 2016 a 220 en 2017, casi
el triple.
Otros delitos estrechamente relacionados con el crimen organizado, como la
extorsión, sufrió también un importante incremento durante el año pasado. En 2017

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se contabilizaron 5.649 casos, casi 400 más que el año anterior y mil más que en
2011. El secuestro también se ha incrementado con respecto al año anterior: 1.148
casos, tres al día. Aunque no ha rebasado la preocupante cifra de unos 300 casos
más de 2011.

12) LAS ESTADÍSTICAS DE LA VIOLENCIA EN 2017


 Homicidios. Hubo 25.339 asesinatos. Hace dos décadas la cifra alcanzaba los
17.000.
 Secuestros. Se registraron 1.148, más de tres al día.
 Extorsión. Hubo 5.649 casos, casi 400 más que en 2016 y un 23% más que
en 2011.
 Violación. En promedio, 35 mujeres fueron violadas cada día; 12.740 casos en
total.
 Robo con violencia. Cada hora se producen 26 robos violentos. En total, se
contabilizaron 232.259 casos.

13) CRIMEN ORGANIZADO ROMPE RÉCORD: PERPETRÓ 11 MIL EJECUCIONES


EN PRIMER SEMESTRE DEL 2018
El reporte del Semáforo Delictivo indica que hubo un incremento de 28% en relación
con el mismo periodo del año anterior, es decir, se realizaron 60 ejecuciones por día
El titular de la organización civil Semáforo Delictivo, Santiago Roel, informó que en el
primer semestre del año, el crimen organizado perpetró más de 11 mil ejecuciones -
60 por día- lo que representa un incremento de 28% en relación con el mismo periodo
del año anterior y un récord histórico.

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14) PRINCIPALES ORGANIZACIONES CRIMINALES EXISTENTES EN MÉXICO

Tras el año más sangriento de la historia de México, con cerca de 29.000


homicidios, 2018 va camina de ser aún peor. En los seis primeros meses, el país
registró 15.973 asesinatos, en torno a un 18% más que la cantidad de homicidios
registrados en el mismo periodo de 2017. El crimen organizado es responsable
de buena parte de estas muertas. Estas son las principales bandas.

 Cártel de Sinaola
Fundado a finales de los ochenta por Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán, El Cártel
de Sinaloa es la organización narcotraficante más importante del mundo,
según el gobierno de Estados Unidos. La extradición de «El Chapo» a
Estados Unidos en 2017 debilitó al poderoso cártel. Actualmente está
dirigido por Ismael «El Mayo» Zambada.

 Cártel Jalisco Nueva Generación


Creado en 2009 por «El Mencho», el Cártel Jalisco Nueva Generación es
una de las organizaciones narcotraficantes que más rápido se han
expandido a lo largo del país. Surgió como una escisión del Cártel de
Milenio. A día de hoy, es visto por diversas organizaciones como el cártel
más poderoso de México.

 Cártel de Juárez
Se trata de un cártel que controla gran parte del estado fronterizo de
Chihuahua, aunque específicamente la estratégicamente importante
Ciudad Juárez. No es una organización muy extendida por el territorio
mexicano, sin embargo, goza de gran fuerza debido a las ganancias que
obtienen al contrabando de drogas, migrantes y armas de un lado a otro de
la frontera.

 Los Zetas
Se extiende a lo largo de la costa este de México. Estados como Tabasco
o Tamaulipas son algunas de sus áreas de influencia. Han perdido poder
últimamente. ELECTIVO VIII – POLÍTICA CRIMINAL

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15) CONLUCIONES:

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16) REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:

 https://ux.edu.mx/wp-content/uploads/5-POLITICA-CRIMINAL-EN-MATERIA-
DE-DELINCUENCIA-ORGANIZADA-EN-ME%CC%81XICO-.pdf

 Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

 Contreras López, Rebeca Elizabeth. Derecho Penal; Parte General.


Universidad Veracruzana, México, Veracruz, Xalapa, 2009.

 Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española

 Diccionario Jurídico Mexicano, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la


Universidad Autónoma de México.

 González Rus, Juan José. La criminalidad Organizada, Monografias. Tirant Lo


Blanch.

 México Distrito Federal, 2013.

 Hassemer Winfried-Muñoz Conde, Francisco. Introducción a la Criminología y


a la Política Criminal. Tirant Lo Blanch. Espeña, Valencia, 2012. Semanario
Judicial de la Federación.

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