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ANÍBAL NÚÑEZ

Figura en un paisaje
y
Gormaz a sangre y fuego
Figura en un paisaje
y
Gormaz a sangre y fuego
ANÍBAL NÚÑEZ

Figura en un paisaje
y
Gormaz a sangre y fuego

Diputación de Salamanca
2012
Ediciones Diputación de Salamanca
Serie Autores Salmantinos, nº 50

© De esta edición Diputación de Salamanca


© Herederos de Anibal Núñez
© Del prólogo: Tomás Sánchez Santiago

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I.S.B.N.: 978-84-7797-364-5
Depósito Legal: S. 129-2012

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DEL MÁS ALLÁ DEL VER

«para perder la vista en ver más alto»


A. N.

Quien era hasta la obcecación el enemigo de lo im-


pecable no podía dejar un rastro fácil de seguir. Vein-
ticinco años después de la desaparición del poeta en
marzo de 1987, esa escritura suya continúa en suspenso
–como un globo que ávidas manos mantienen vivo para
que no toque todavía tierra– y no sedimentada en la
fosa común de las adscripciones, aun a pesar de con-
tar ya con un cuerpo crítico certero que durante este
tiempo ha filiado admirablemente su obra, ese carácter
escurridizo y arenoso que definió siempre la poesía de
Aníbal Núñez.

Y es que el lugar que ocupa esta obra poética no es,


no podía serlo, un lugar común. Su reconocimiento si-
gue activado siempre un poco más allá de las órbitas
que marcan con nombres y adjetivos previsibles el
consabido territorio oficial poético, un territorio al que
ha sido convocado también el poeta salmantino como
testigo ineludible en los censos y consultas poéticas

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b
Figura en un paisaje

más exigentes del último cuarto del siglo XX; pero in-
cluso en esos recuentos en los que el nombre de Aníbal
Núñez está presente, su poesía parece exhalar la reso-
nancia de otro idioma, un idioma distante que la aparta
de toda congregación en torno a lo que pudieran consi-
derarse rasgos comunes de época.

La legión escogida de lectores y el admirable coro


crítico –cada vez más numeroso; cada vez más alejado
de la guardia pretoriana de primera hora que se ocupó
de atender con cuidado y exigencia la escritura del
amigo– siguen pendientes de esta poesía y conjugan la
pasión por su lenguaje con la distancia medrosa y obli-
gada que provoca todo aquello que sabemos que puede
estallarnos en cualquier momento entre las manos. Ma-
terial combustible, la obra poética de Aníbal Núñez se
mantiene en vilo, frágil y vigorosa a la vez –José Ángel
Valente habló de su naturaleza rocosa y quebradiza,
como el cuarzo– sobre la circunstancia de un país como
este nuestro en el que, para poder acabar desechán-
dolo, lo extraordinario se quiere confundir siempre con
lo extravagante.

Una escondida facilidad sigue protegiendo esta es-


critura, que se planta ante la actualidad con maneras
atemporales –en ocasiones, incluso, con decidida elec-
ción de lo anacrónico– que por eso mismo no se some-
ten a envejecimiento ninguno; al contrario, la falta de
ligazón con la realidad programada es lo que sin duda
a día de hoy aún alza –sobre la ruina general– la poesía
de Aníbal Núñez.

En la mesa revuelta que constituye la persecución cro-


nológica de la escritura de Aníbal Núñez, los dictámenes

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b
Aníbal Núñez

coinciden en que el año 1974 es una verdadera pie-


dra blanca para el poeta, quien empieza por entonces
a atravesar la treintena. Al modo de un crisol agitado,
ese año de 1974 resuelve el quehacer poético de Aníbal
Núñez en distintos estadios de condensación: desde lo
solamente planeado hasta lo redactado o lo, ¡por fin!,
culminado. Estas relaciones con el lenguaje exclusivo
poético han de dar lugar antes o después a nueve libros
distintos, cifrados todos ellos en torno al eje feliz de
1974. Nueve libros que, cambiando «de botellas y de pla-
yas», como él mismo dejó escrito con sorna y exactitud
en aquella página relativa a Estampas de Ultramar, ter-
minarían por publicarse tras vicisitudes más o menos
chocantes que refrendan aún más el decidido escabu-
llimiento que todo tuvo en las inmediaciones de aquel
poeta (casi) siempre imprevisible. Libros como Natu-
raleza no recuperable, Estampas de Ultramar, Definición de
savia, Cuarzo o Clave de los tres reinos ya se gestaban a
su modo en ese año de 1974; y hubo otros –Casa sin
terminar o Figura en un paisaje– que fueron empezados
y culminados realmente en ese mismo año de gracia y
excitación.

El caso de Figura en un paisaje es el del libro iniciado


y cerrado de manera fulgurante en el otoño de 1974.
La datación de los poemas de la primera y segunda
parte, «En pintura» y «Vedado de poetas» respectiva-
mente, permite comprobar una aglutinación creativa
que habla con toda seguridad de un libro perpetrado a
partir de un inicial plan programático. En este sentido,
el testimonio de Luis Javier Moreno, el gran poeta se-
goviano y gran amigo de Aníbal ya por aquellos años,
es elocuente. Dice en uno de sus diarios el autor de
Contemplación de la pintura que los poemas que glosan

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b
Figura en un paisaje

las pinturas de la primera parte de este libro surgieron


tras repasos y comentarios que aquellas tardes de 1974
ambos jóvenes hacían de los álbumes y libros de arte
que había en casa de la familia del poeta salmantino
(el padre de Aníbal, el fotógrafo José Núñez Larraz, era
un gran aficionado al arte); y, de pronto, surgió el juego:
escribir poemas a partir de cuadros preferidos por uno
y otro. Los dos poetas se pusieron a ello. El desafío es-
taba servido.

Tal vez ese sesgo programático de Figura en un


paisaje, libro que luego se extendió por acumulación
a otras referencias más allá de la pintura que son sus
partes segunda y tercera –esta última en otro tenor y
bajo la advocación a Hölderlin–, ha supuesto que no se
haya analizado con la misma fortaleza crítica que otros,
como si Figura en un paisaje cumpliera en el conjunto
de la obra del poeta solamente una función ratificadora,
y por ende menor, de otros títulos primordiales en la
poesía del escritor salmantino.

Pero lo cierto es que a través de estos poemas –que


ahora vuelven a salir al aire tras la anterior edición sal-
mantina de 1993, también propiciada por Aníbal Lo-
zano–, respira la misma conciencia lúcida, traviesa e
insobornable que hay en toda la escritura de Aníbal
Núñez. Esta apreciación es primordial para no descol-
gar del resto de su producción Figura en un Paisaje, una
obra que no puede ser considerada simplemente como
fruto de época o como un alarde de aggiornamento por
parte del poeta. La manía culturalista que por aquellos
años setenta del siglo XX arrastra a tantos autores a un
postalismo poético no podía encontrar en Aníbal Núñez
a un secuaz. Justamente, como dice Vicente Vives en el

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b
Aníbal Núñez

estudio preliminar a La luz en las palabras, toda su poe-


sía estuvo «marcada por su crítica al entorno social en
que surge», orientándose siempre «al valor perceptivo
(nunca preceptivo) de la experiencia poética». De ahí
que la sección «En pintura», de Figura en un paisaje, no
se conforme con mimetizarse al son de aquella hora de
fatuo (a menudo) esteticismo. En este ejercicio de de-
liberación, Aníbal Núñez hace equivaler una vez más
artificio y convicción, dos conceptos que él alía siempre
con poderosa naturalidad hasta su identificación («Parece
mentira pero lo es», decía alguna vez el escritor al hilo de
cualquier situación excepcional). Por eso mismo, vecto-
res centrales de su poesía como el gusto por la inmovi-
lidad, la ley fatal y hermosa del abandono, la abolición
de todo orden constrictivo o la advertencia sobre la ‘de-
significación’ de las realidades naturales están del todo
presentes en Figura en un paisaje, y con tanta solvencia
como en cualquier otro libro del poeta de Salamanca.
Así, en los quince poemas de «En pintura» alusivos a
quince cuadros –Gauguin será el más cercano; tampoco
pasarán las referencias poéticas de la segunda parte del
libro más acá del siglo XIX–, Aníbal Núñez vuelve a
plantear sin complejos toda su poética.

La clave mayor que empaña los poemas de «En pin-


tura» consiste en una cuidadosa distinción, deslizada
como una pátina a través de todos ellos, entre interpre-
tación y recreación. Como siempre, el poeta se cuida
mucho de elucidar con pamplinas teóricas sobre espe-
culaciones innecesarias. Que si galgos, que si poden-
cos…, su poema «Disputa de eruditos ante el sueño
de la doncella», sobre el cuadro de Lotto habla de esto
bien a las claras. Esa actitud de quienes pugnan por
añadir explicaciones externas e innecesarias («Actitud

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b
Figura en un paisaje

que sería de desprecio / si la pintura oyese») es materia


de desdén para el poeta poco reverencial que siempre
volvió la espalda a lo académico. En cambio, lo que sí
entra sin empacho dentro de su interés es alargar por
recreación la pintura más allá de sí misma. Este alarga-
miento supone dotar de otra temporalidad a los cuadros
mediante la imaginación, un derecho del poeta para
trastocar legítimamente la realidad con la que se en-
cuentra. Y a ello se aplica en poemas como «Regreso de
los cazadores», sobre el conocido cuadro de Brueghel
el viejo, o en «Le fendeur de bois», de Millet, alegato
contra el progreso y la prosperidad, muy cercano a las
divertidas morbosidades y a los sarcasmos que surten
Fábulas domésticas. En ambos poemas, entre otros de
este libro, la pintura sirve de pretexto para activar una
poética: la poética que emana del más allá del ver y que
incluye también esas operaciones de la imaginación
llenas de despreocupación y de inocencia.

Entremos por menudo en dos ejemplos nada más.


En «Regreso de los cazadores» el poema es el relato
suspicaz en boca de un misterioso voyeur que monologa
apostado fuera de campo –como ocurría con esa otra
voz en off del poema «Batalla entre Alejandro y Darío
en Isso»– mientras observa la vida del cuadro, que él
despierta –«mueve» el cuadro, sí, lo empuja– en tanto
llegan y no los cazadores, insuflándole así a la pintura
una temporalidad verbal; hasta que en la última estrofa
esa misma voz resuelve una vez más estancarse y reco-
nocer al cuadro como última y estricta realidad sobre el
posible poder mutante de las palabras, que así se detie-
nen ante él y lo respetan. Incluso la tentación del sím-
bolo supersticioso de unas urracas «descuideras» como
explicación para no intervenir –ni siquiera con palabras–

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b
Aníbal Núñez

más en el cuadro acaba por dar en una solución material,


objetiva: las aves son «una línea de tinta negra»; trazo y
no figura. La falta de acción lo gana por fin todo.

Y algo parecido ocurre en «Vista del jardín de Villa


Médicis» sobre el famoso cuadro de Velázquez. Una
entrometida voz poética se inmiscuye en la pintura sin
tener en cuenta suposiciones críticas anteriores sobre la
presencia allí de tres figuras humanas («lacayos», dice
Aníbal Núñez), probablemente hombres estudiando
un arreglo arquitectónico. El poema se niega a admitir
aclaración externa ninguna («Qué habrá? No sé. La es-
tatua / no esclarece el misterio») hasta que, de nuevo,
el final enrosca a la pintura en sí misma salvando cual-
quier tentación de reinterpretarla simbólicamente: «la
sombra es sólo mera ausencia / de la luz otoñal que
todo invade». Luz y sombras como agentes que propi-
cian los cuadros (en «Concierto», sobre una pintura de
Gerard Terborch, leemos: «Sólo de un terciopelo tan
ajado, / a punto de extinguirse con sus brillos, / puede
salir tal luz») y los dotan de absoluta autonomía mate-
rial, análogamente a lo que en otros lugares –en «Arte
poética», de Cuarzo, por ejemplo– había expresado
Aníbal Núñez sobre la poesía.

En fin, no querría este simple excurso inicial sobre


Figura en un paisaje convertirse en lo que su autor des-
deñaba. Dejemos aquí, entonces, las disquisiciones.
Tan solo insistir, aun a riesgo de repetirme, en la perti-
nencia de la postura de Aníbal Núñez ante un ejercicio
poético que, sin perder comba en el juego al alimón
con su amigo Luis Javier Moreno, mantiene indemnes
las convicciones de su mundo poético. Desde el gusto
cabalístico que desafía todo pensamiento lógico (ese

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b
Figura en un paisaje

número «treinta y cuatro» en que todo desemboca en


el grabado de Durero, ¿no está, a la postre, formado por
el tres y el cuatro que provocan la misma sensación de
estrangulamiento que él expresaría luego así: Trino en
estanque?) hasta la pata de banco como figura retórica
con que suele explotar el poema en su final (véanse los
últimos versos del poema sobre la pintura de Renoir
o, en «Vedado de poetas», el poema sobre «Le lac» de
Lamartine). Y más y más…

Mención aparte merece la última sección, «Capitán


Hölderlin», con toda seguridad el espacio poético me-
nos visitado de toda la producción de Aníbal Núñez.
Da la sensación de que es un poema adherido al libro
–pero en el original manuscrito de 1974 ya está pre-
sente, sí– cuyo tono alucinado deja entrecruzar re-
ferencias argumentales bien ajenas entre sí. Hay una
especie de emboscada relación entre tiempos y si-
tuaciones distintas (la víspera de una batalla; la vida
errabunda en la ciudad que parece en fiestas) donde de
nuevo la belleza se impone sobre lo demás, como suce-
día en el poema que glosa el cuadro de la batalla entre
Darío y Alejandro. Esa voz clandestina con que arranca
el poema evoca ya el tono esteticista de Taller del he-
chicero, libro a la orilla de Figura en un paisaje, y cuida
de mantener la categoría de la hermosura por encima
del horror («quién sabe si vigilo para que / las adargas
reluzcan con una luz bruñida / que merezca esta luna
ya menguante») antes de volver a las confesas obsesio-
nes del poeta: «Esta ciudad me acoge, sé sus límites. /
Mañana partiré.». En todo caso, el discurso se desarma
en harapos luminosos que lo dejan así, abierto y lleno
extraña sustancia enigmática.

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b
Aníbal Núñez

Una sorpresa más guarda esta edición conmemora-


tiva. El poema «Gormaz a sangre y fuego», compuesto
en 1982 después de la visita que Aníbal Núñez, Ben-
jamín de Pedro y yo mismo hicimos a la fortaleza ca-
lifal de Gormaz durante unos días que el poeta pasó
en Burgo de Osma, precisamente –y ya es casuali-
dad– cuando fue invitado a hablar en un instituto de
enseñanza sobre pintura. El rescate del poema, que ya
aparecía con alguna variante mínima en la Obra Poética
(II) de Hiperión, tiene ahora ese sentido último de re-
cuperar esos indicios de lo que a la postre iniciaría la
despedida poética del escritor.

Dispóngase el lector a entrar a toda costa en la be-


lleza, en su consideración por encima de todo lo de-
más y, también, en su dificultosa pervivencia en aquel
mundo del poeta que escribió compulsivamente en
el autumnus mirabilis de 1974 Figura en un Paisaje. Un
mundo que es, nos tememos, todavía este. Eso ha de
dar lamentable actualidad a lo que nació para el vuelo
intemporal sobre los asuntos de los hombres, con el
único afán –y si acaso– de

a ver qué puede hacerse a estas alturas


con tanto mutilado paraíso.

Tomás Sánchez Santiago

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b
I
EN PINTURA
Figura en un paisaje

Botticelli

LA DERELITTA

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b
Aníbal Núñez

Lienzos de la tragedia por las gradas


tendidas a cordel. Se han congelado
el rosa, el siena, el gris. Desventurado
el que tiene las puertas clausuradas.

Clausuradas están. Soñar espadas


contra el bronce tenaz es un pecado
de inocencia. No hay llave ni candado
que te abran paso al Reino de las Hadas.

No te tapes la cara; nada puedes


hacer contra la faz del abandono
si ya pasó el umbral de tus retinas.

Por más que trates de abolir el trono


de la ausencia con llanto, las paredes
del dolor ya han formado cuatro esquinas.

4-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Lorenzo Lotto

DISPUTA DE ERUDITOS
ANTE EL SUEÑO DE LA DONCELLA
DE LORENZO LOTTO

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Aníbal Núñez

«Nuestro cuadro presenta, bajo una luz huidiza,


un bosque en que dos sátiros enmarcan
–en hermoso contraste– a una figura
que, si lloviera oro, sería Dánae...».

«Pero son flores lo que llueve


sobre la amada del poeta:
Laura, dice el laurel, es la doncella
cuya actitud amanerada
no ha podido explicarse satisfactoriamente...».

Actitud que sería de desprecio


si la pintura oyese.

10-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Durero

MELANCOLÍA
redeunt Saturnia regna

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b
Aníbal Núñez

Para qué proseguir con el trabajo


de Babel si hay señales en el cielo
de que llega el reinado de Saturno?
Sierra, garlopa, regla, esfera, clavos,
martillo que ha tallado un poliedro
se ofrecen de alimento a las raíces,
que no van a tardar como tampoco
el compás en caerse de tus manos.

Por que el reloj de arena y la campana


no puedan recordarte los horarios
del afán, te han surgido esas dos alas
y alguien ha coronado tu cabeza.

Dieciséis, tres, dos, trece;


cinco, diez, once, ocho;
nueve, seis, siete, doce;
cuatro, quince, catorce, uno. Es la suma
–en diagonal incluso– en cada hilera
treinta y cuatro. Que sea...! Que se afane
cupido en apuntar cuentas y dardos
sobre la piedra del molino inmóvil.

Ya no quieren saber nada tus ojos


de las llaves del Número, que penden
muertas de tu cintura. Ya se apaga
el crisol. Tu mirada se ha asomado
más allá de la bóveda celeste
y espera que descienda de los astros
la abolición de toda Geometría.

22-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Altdorfer

BATALLA ENTRE ALEJANDRO


Y DARÍO EN ISSO

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b
Aníbal Núñez

Desde este escondrijo puedo ver la batalla,


pero prefiero ver ponerse el sol.
(El sol y sus celajes
de jaspes que han estado
ensayando este ocaso desde el alba).
No sabe –el sol es ciego– que ilumina no solo
el lago, las montañas
erizadas, las torres, los tejados, las tiendas
de lona, los velámenes...
sino algo más en ruinas que aún humea.

Sí, ya sé que se lucha a vida o muerte,


que vuelan estandartes, que enarbola
el corazón coraje y una pica
una cabeza hostil ensangrentada.

Sé que se juega el mundo,


y que las huestes blancas
cuentan con el apoyo de los dioses.

Quiero mirar al horizonte: todos


los días no se ve un atardecer
así. No me preguntes por el combate; corre,
si quieres, y pregunta a algún macero
qué causa ha convocado tanta sangre.

(Toda causa es injusta, si pisa los sembrados...)


Yo sigo aquí: ninguna
flecha puede perderse donde nadie la llama.
Las ramas me protegen y las rocas.
Y nada me separa de la savia.

5-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Tiziano

VENUS CON EL AMOR Y LA MÚSICA


Y VENUS RECREÁNDOSE EN LA MÚSICA

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b
Aníbal Núñez

Ha caído la tarde en la alameda


que converge en lo azul, sigue posado
en la fuente del sátiro (otra fuente
para la misma sed) la misma ave
de Juno; la pareja de amadores
y el ciervo se han quedado suspendidos
en su apresuramiento hacia la nada.

Y tú, Venus de espuma, haces el mismo


caso al perrito fiel o al vil Cupido
–sólo un ligero cambio de aderezo
te hace seguir hermosamente vana.

Por más que se enmascare la Medusa


detrás de la carátula y el bozo
no sea tal bozo ya, todo prosigue:
la música inspirándose en tu pubis
y el cielo como única esperanza.

7-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Brueghel El Viejo

REGRESO DE LOS CAZADORES

Podemos esperar a que desciendan


la colina los pobres cazadores
y su hambrienta jauría que no tiene
ni para un mal bocado con la única
liebre cobrada para tanto blanco.

Y acercarnos al fuego que alimentan


los mesoneros bajo el colgadizo.

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b
Aníbal Núñez

Y, mientras esperamos, deslizar


la mirada por todos los canales
helados, por el cielo
verde, por las montañas que rechazan
la nieve de lo abruptas;
ver los patinadores del domingo
–qué caída se ha dado aquél!–, el puente
por donde pasa la mujer del loco
cargada con un haz de leña. Cuatro
campanarios se ven, una carreta
por el camino principal, un hombre
allá a lo lejos solo, la escalera
del deshollinador y los tejados
blancos y... mira el humo cómo sale!
Podemos esperar –ya están llegando
al puente de ladrillo– a que se pierdan
de vista tras la casa del herrero.
Y saltar por encima de la zarza
y coger la pendiente –hasta se puede
bajar rodando!– hasta el canal más próximo.
Sí, porque, aunque tengo frío y cien florines
en la bolsa, me da muy mala espina
el que esté desprendido el rótulo de un lado
y la ventana abierta.
No, porque –y como señal de que no debo
moverme de mi sitio– cada poco
cruzan por turno el aire las urracas
descuideras, tachando la posible
apacibilidad con una línea
de tinta negra (el blanco de su vientre
sin querer se confunde con la nieve).
3-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Velázquez

VISTA DEL JARDÍN DE VILLA MÉDICIS

32
b
Aníbal Núñez

Cuando se vayan esos tres lacayos


y cese su tarea misteriosa
–qué hace en la balaustrada uno de ellos
desplegando ese lienzo?: pareciera
que pone una mortaja a muertas piedras
como si reclamaran los cipreses
un aire funeral– debo acercarme
a ver por las rendijas de esas tablas.

Qué habrá? No sé. La estatua


no esclarece el misterio, nada quiere
saber: es muda piedra. Me imagino
que nada malo habrá tras ese arco
donde la sombra es sólo mera ausencia
de la luz otoñal que todo invade.

5-10-1974

33
b
Figura en un paisaje

Velázquez

EL PRÍNCIPE DON BALTASAR CARLOS

34
b
Aníbal Núñez

¿Indica posesión de algún paisaje


el que sirva de fondo a tu retrato?
No, alteza: acaso eso crees tú bajo ese palio
–o sobre tu montura imaginada–
que te ofrecen el roble y el artista
que lo pintó por orden del sentido
de la composición. Nadie posee
lo que no sabe ver. Si das la espalda
a todo un territorio de matices,
cómo van a ser tuyas las montañas?
Son del pintor. No siempre. A veces pierde
la vista en recoger –es suya entonces–
tu candidez, tu gracia, que tampoco
será tuya por mucho tiempo, príncipe:
tu altivez borrará tu donosura,
a no ser que la muerte antes lo haga.

21-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Gerard Terborch

CONCIERTO
a Tomás H. Rozas

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b
Aníbal Núñez

Sólo de un terciopelo tan ajado,


a punto de extinguirse con sus brillos,
puede salir tal luz, sutil reflejo
de la mañana reflejada en seda.

En la silla la dama, sobre el mástil


dedos de afán: hermoso contrapunto
a la espineta dócil a unas manos
avezadas en todas las tristezas.

No escuchamos la música; podemos


hacerla de misterio; materiales
(rostro oculto, paisaje ya velado
por el humo de pábilos) nos sobran
para rehacer un dúo en el otoño
con la esperanza de la primavera:

fruta más que madura y su perfume


acompañada a la «viola da gamba»
por una agridulzura de cereza.

4-10-1974

37
b
Figura en un paisaje

A. Pereda

VANITAS
(el sueño del caballero)
Aeterne pungit, cito volat, et occidit

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b
Aníbal Núñez

De la superviviente miniatura
sobrevive la joya, no la dama.
Cera y flores se han ido en luz y aroma
donde libaron las abejas llamas.

Máscara o calavera, tiara o cetro:


oros, bastos, espadas, copas: sólo
lo circular persiste, las monedas...
volverán a nacer las horas como

terca esperanza de tener dos alas


para volar más rápido que el tiempo
arde en los ojos del espejo fatuo
y en las cuencas vacías sigue ardiendo.

22-11-1974

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b
Figura en un paisaje

Millet

LE FENDEUR DE BOIS

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b
Aníbal Núñez

Ese olor a resina, ese contorno


de leña palpitante –que si deja
pasar algo es la luz– bien te protege
de la rueda dentada en la que pones
toda tu ciega fe.

         (De aquella cinta


tricolor de Progreso, como ahorcado,
penderá la ilusión de que tus nietos
no huelan a corteza).

          Si supieras
que no, que ya ni huelen –que si huelen
a alguna cosa es a falso prado
debajo de los hombros–..., que del bosque
donde humea tu cabaña ya no queda
–es una carretera– sino prisa
para olvidar del todo a los abuelos...,
buscarías una rama que pudiera contigo
o pondrías fuego a toda
–excepto a– la madera de tu féretro.

21-10-1974

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b
Figura en un paisaje

Millais

LA MUCHACHA CIEGA

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b
Aníbal Núñez

Te has sentado de espaldas a un arco iris doble


que no ves pero sientes: tus mejillas
aún húmedas de lluvia se encienden
–ha venido
el sol tan de repente, con tan buenas
palabras, que el rubor...–. En tu harapiento
regazo se entreabre
tu anciano acordeón con un suspiro.

Oyes pastar, revuelo de plumajes


azules. La campana
del santuario gótico está a punto
de tocar a oración. Tu frágil guía
olfatea en tu mantilla: huele a hermana
mayor, a estambre húmedo,
a todos los caminos.

Por fijarme
en una mariposa roja y negra,
que se posó en tu hombro sin que tú lo notaras
–así llega la muerte a los arcángeles–,
no he visto que tu mano
derecha acariciaba una corola
blanca. ¿Cómo has sabido que era blanca?

2-10-1974

43
b
Figura en un paisaje

Boecklin

ULISES Y CALIPSO

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b
Aníbal Núñez

Una roca de pórfido en la playa


busca en el horizonte alguna vela
tejida por Penélope.

La lira
es un trasto inservible, un cepo inútil
en manos de la diosa de caliza
que, siguiendo el ejemplo de la gruta,
comienza a bostezar: ha sido en vano
llenarle de corales.

Las caricias
que aprendiste del mar, reina de alciones,
no hacen mella en la roca que quisiera
poder volar a Itaca.

9-10-1974

45
b
Figura en un paisaje

Renoir

LA BARCA
Colección Lady A.

46
b
Aníbal Núñez

Barca de luz de todos los colores


que tiene el agua esta mañana. Lleva
los remos una gasa; se desliza
un copo de algodón teñido en rosas.

El puente de metal se desvanece


en aromas del óxido de hierro.
Tensa el azul las velas; nos perfuma
el añil del chalet de la otra orilla.

………………………………………..

(Llueve y el agua gris no tiene alas


que hagan que salten chispas de los peces.
Un limpiaparabrisas anti-vaho
da lustre a la postal de aquel recuerdo).

31-10-1974

47
b
Figura en un paisaje

Gauguin

AREAREA

48
b
Aníbal Núñez

Es curva la inocencia; sinuosa


la maldad de mi ajado continente.
Sigue tañendo, tú, tu flauta dulce
de jugo vegetal; seguid ungiendo,
tierra ruborizada, hierba ingenua,
de bálsamo mis llagas. Vuestros dioses
os protejan de ver en estos ojos
agua de Francia turbia, tenebrosas
palabras del diablo. Dadme fruta,
no quiero la limosna de la fama.

Seguid siendo sonrisa, A mí, dejadme


pintar: es mi venganza contra aquellas
piedras que nos tiraron en Bretaña.

Soy un lobo, la luz de vuestras islas


no es para mi pelaje. No tardando
mucho, reventaré.

Mi último cuadro
será una aldea nevada.

25-10-1974

49
b
II
VEDADO DE POETAS
Figura en un paisaje

ANÓNIMA DEFENSA DE NARCISO

52
b
Aníbal Núñez

Los dioses se equivocan. Si Narciso


no abrió su corazón al de Eco, abierto,
fue porque Amor –un dios– en el reparto
no adjudicó igual hielo al de la ninfa.

Eco languideció. Y, encadenada,


repite en cada bóveda (perenne
diversión de viajeros) cada sílaba.

Qué culpa tuvo aquél de que del otro


lado se prolongase su sed, qué culpa tuvo
de enamorarse de su simetría.

Su sangre se cultiva en los jardines


y en los invernaderos. Las corolas
no doblan en señal de arrepentidas
el peciolo: prosiguen a la busca
de la imagen perdida en las vitrinas.

Los dioses se equivocan. Son injustos.


No los temo. Que vengan con su enorme
muestrario de castigos. Nada pueden
hacerme: soy palabra inexpugnable,
voz inmortal contra los dioses mudos,
dueños de todas las floristerías.

7-12-1974

53
b
Figura en un paisaje

LORD BYRON HACE EXCURSIONES


DESDE «DIODATI»

Para que al extranjero no le falte la imagen


de su tierra, extendieron una alfombra de césped
cayendo sobre el lago, que sería aquel lago
si a más altas montañas no sirviera de espejo.

Un álbum de viajeros donde estampar su nombre,


una casa de campo de discreta nobleza,
una barca alquilada por Shelley, una tormenta,
Clara Clairmont que hizo más de 800 millas
para pasar a limpio las cóleras del genio.

Qué falta –hasta unos polvos dentífricos ingleses


le traen unos amigos– al nadador? Qué falta?:
A la altiva cojera le sobran mil glaciares,
abismos a quien hizo de ellos su costumbre.

Pero en aquel verano de azules y de verdes


en todo su esplendor, nace un diario
de bruma recordada: la nostalgia de Augusta
y el corazón culpable de demasiado amor
han escogido,
entre todo un catálogo glorioso,
un bosque «destruido por un único invierno»
y un castillo que hicieron inmortal otras penas.
12-11-1974

54
b
Aníbal Núñez

UN SOIR, T’EN SOUVIENT-IL?


NOUS VOGUIONS EN SILENCE

Una tarde –te acuerdas?– en silencio remamos


hasta dejar la barca en una isla de menta.
Nos bañamos desnudos en el agua injuriada,
nuestras ropas se amaban con pasión en los juncos.

Hoy me pides que olvide aquel hogar inútil,


que llene de papeles sensatos la corriente,
que me vista de amianto contra el fuego de Octubre
y que venda la casa del valle, que era nuestro
patrimonio del sueño, a alguna Inmobiliaria.

8-10-1974

55
b
Figura en un paisaje

HAZ NOVILLOS, RIMBAUD!

56
b
Aníbal Núñez

Una constelación lleva tu nombre


y Ofelia hace mil años que navega
a lo largo del Mosa: suficientes
motivos entre cientos de nenúfares
para no ir a clase esta mañana
ni viajar por los libros de aventuras
en esa biblioteca de carcomas.

Se dice igual espuma o musgo;


te es igual ir al río o ir al bosque:
(ver a los sirgadores en la orilla,
ver a los carpinteros en los claros).

Se bebe igual llanto o cerveza


por los caminos pedregosos:
(perdido en la hojarasca has visto a un fauno
que cree que has sido tú el que se ha perdido).

…………………………………………………

Cuando vuelvas a casa, ni tu madre maternal


ni la ciudad asmática sabrán de dónde vienes,
ni que has ido –es un golfo!– a rezar tu plegaria
a la casta Cibeles entre las campanillas
para que a los obreros no les falte aguardiente.

17-11-1974

57
b
Figura en un paisaje

IRRESISTIBLES GANAS DE ESCRIBIR


UN POEMA SOCIAL

La calidad de piel de la doméstica


y su idílico y triste –«en mème temps»– relato
de la aldea de los niños que se duermen
en el pupitre tras llevar las vacas
con las primeras luces a que pasten,
y, sobre todo, la inicial frescura
de la piel es capaz de en el poeta
resucitar veneros –admirables
por su tenacidad en no agotarse–
de inspiración, si lírica lo justo
para aliño del canto hecho de todos,
para aderezo de ese pueblo sano
como una manzana, de ese pueblo
que quiere para dueño de sus ansias,
para vecino efímero en su lecho.

5-12-1974

58
b
Aníbal Núñez

COBIJO DEL POETA, FRAGILÍSIMO AVE

Faltándole una péndola al plumaje,


la que abreva en su dulce escribanía,
deriva por los aires el poeta.

Sóbrale una milésima de polvo


de un pedazo de música que habiten
recuerdos, una arista de una estrella
de nieve por almohada, una techumbre
donde se hagan las tejas pesebre de palomas,
para perder la vista en ver más alto.

No habita en la ciudad, sí en los pasillos


que en las calles el sol deja y la lluvia
para que entre la luz y entren las tiernas
consignas montaraces, los mensajes
del haz y del envés que le preguntan
a ver qué puede hacerse a estas alturas
con tanto mutilado paraíso.

3-12-1974

59
b
III
CAPITÁN HÖLDERLIN
Aníbal Núñez

CAPITÁN HÖLDERLIN

Recuéstate, ha bajado
el colega del Etna, caudillo; tú, que ordenas,
sabrás obedecer –sahumerios ardan
en tu honor... Mi mando sabe
lo que es una tormenta,
y en ello halla la paz, donde las flores,
todas las bellas flores encontraran
campo para pastar.
He querido borrar todas las trazas
del fuego y del saqueo
con ese rosa de los horizontes.
Pero no encuentro tregua ni en la noche:
quién sabe si vigilo para que
las adargas reluzcan con una luz bruñida
que merezca esta luna ya menguante.
Recuéstate;
mañana, en la batalla,
te ignoraré.

La guardia
quizás espere mi visita.
Mis ojos llevarán frío de la luna...
Acaso no bastante para frustrar sus mofas.

63
b
Figura en un paisaje

Siempre fue fiel y amiga esta ciudad


–no se acostumbran, duros son sus cantos,
las recuas a sus vías–.

La taberna
de la luz me protege; me he sentado
con una copa demasiado excelsa,
pero no desconfío.
En cada esquina unos amantes queman
lo transitorio, sé;
y trazo planes de supervivencia
difusamente, limpia
la tinta, el fingir arduo.
Pienso en mi esposa y temo que la invento.
Me asaltan unos labios ofrecidos
hace sólo un instante.

Invocar a qué luna si me creo


–es el alcohol, es el alcohol, son besos–
airado Marte contra mis espadas.
Esta ciudad me acoge, sé sus límites.
Mañana partiré.

64
b
Aníbal Núñez

Mis compadres me alientan, luego, si


bajo a mis circunstancias, a mis aciagos, dulces
escondrijos,
aunque olvide el camino de encontrarlos,
me los encontraré:

Li-po, lejano;
la del pájaro blanco que me ofreció corteza
de sauce, tan cercana
como amorosa (y agria
nuestra amistad: ¡Nuestra amistad!)

Se abrirá, inesperado,
el embozo; el capote
me cubrirá del sol.
Alejandría
sus haces dispondrá de flechas, miles
de rayos
que acarician
cada mañana como aquella
de mañana, compadres,
combatientes,
nuestra común victoria no aceptada jamás.

65
b
Figura en un paisaje

Giran los artificios: substraerse


a su deslumbramiento
es un odioso menester durante
la fiesta.
¿Para qué reprimir –por otra parte
recibiríamos palabras,
cohetes suplementarios– el retozo
de la que incluso, sí, llegamos a admirar?

El deseo circular sube hasta el cielo,


disponed los cañones para salvas,
¡a ver!, no,
el campamento
se disolvió, se mueve, gira, brinca.
La danza ha terminado:
viene otra
pausa o tregua.

Sí, tomad mi cabeza, el simulacro


de tiro puede de ella disponer.
¡Una amante!
Pero la guarnición se ha disipado, dije.

66
b
GORMAZ A SANGRE Y FUEGO
GORMAZ A
SANGRE
Y
FUEGO

1982

68
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1

Soterradas semillas
cenizas hácense
bajo cimientos rotos

70
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71
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2

Gesto de la doncella
en quebradizos pomos:
sangre la mano de los asaltantes

72
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3

Harina calcinada,
impronta de azulejos,
huella de las vasijas:
el perfume voló cuando entraron los cuervos

74
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75
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4

Bóveda del aljibe:


los jóvenes cadáveres
por el brocal cayeron

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5

Recogidas señales
para bajar al río
un día sin merodeos
que no llegó

78
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6

Mimbres y sedas:
todo ardió en la cruel alba,
nítida la victoria en el signo del garfio

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81
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7

Los remaches del yelmo,


el pecho de los mozos
saltaron. Dura muerte
escribió la inicial del viento inconsolable.

82
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83
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ÍNDICE

I. EN PINTURA
La Derelitta. Botticelli.................................................. 20
Disputa de eruditos ante El sueño de la doncella de
Lorenzo Lotto . ........................................................... 22
Melancolía. Durero ...................................................... 24
Batalla entre Alejandro y Darío en Isso. Altdorfer ....... 26
Venus con el amor y la música y Venus recreándose en la
música. Tiziano ............................................................ 28
Regreso de los cazadores. Brueghel el Viejo ................. 30
Vista del jardín de Villa Médicis. Velázquez ................. 32
El príncipe Don Baltasar Carlos. Velázquez ............... 34
Concierto. Gerard Terborch . ....................................... 36
Vanitas. A. Pereda . ...................................................... 38
Le fendeur de bois. Millet . ............................................ 40
La muchacha ciega. Millais ........................................... 42
Ulises y Calipso. Boecklin ............................................ 44
La Barca. Colección Lady A. Renoir.......................... 46
Arearea. Gauguin . ....................................................... 48

II. VEDADO DE POETAS


Anónima defensa de Narciso ..................................... 52
Lord Byron hace excursiones desde Diodati ........... 54
Un soir, t’en souvient-il? Nous voguions en silence . 55
Haz novillos, Rimbaud! ............................................. 56
Irresistibles ganas de escribir un poema social . ....... 58
Cobijo del poeta, fragilísimo ave ............................... 59

III. CAPITÁN HÖLDERLIN


Capitán Hölderlin . ..................................................... 63

GORMAZ A SANGRE Y FUEGO................................. 67

85
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Se acabó de imprimir este libro,
titulado Figura en un paisaje
y el Poemario Gormaz a sangre y fuego
en los talleres de Gráficas Lope de Salamanca,
en marzo de 2012, comemoración
de los XXV años de la desaparición
de Aníbal Núñez

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