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FACTOR ATRIBUTIVO DE RESPONSABILIDAD.

QUANTUM INDEMNIZATORIO

ART.1321
Queda sujeto a la indemnización de daños y perjuicios quien no ejecuta sus obligaciones
por dolo, culpa inexcusable o culpa leve.
El resarcimiento por la inejecución de la obligación o por su cumplimiento parcial,
tardío o defectuoso, comprende tanto el daño emergente como el lucro cesante, en
cuanto sean consecuencia inmediata y directa de tal inejecución.
Si la inejecución o el cumplimiento parcial, tardío o defectuoso de la obligación,
obedecieran a culpa leve, el resarcimiento se limita al daño que podía preverse al tiempo
en que ella fue contraída.

En líneas generales, al hablar de causa estamos refiriéndonos a un conjunto de


condiciones empíricas, antecedentes que generan, o han generado, un resultado. Debemos tener
en cuenta, sin embargo, que el análisis de causalidad no sólo es un estudio fáctico sino que tiene
su respaldo en el ordenamiento jurídico que es, finalmente, el que establece las pautas para la
determinación de la misma, por lo que viene a ser más que una mera comprobación de hechos.

La relación de causalidad como fenómeno jurídico tiene una doble función: en primer
lugar, vincula el daño con el actuar humano al efectuarse la reconstrucción de los hechos,
determinando, de este modo, la autoría al imputar responsabilidad; en segundo lugar, determina
las consecuencias del hecho, esto es, el daño total ocasionado a partir del cual se puede apreciar
en qué medida o hasta dónde el responsable deberá resarcir.

Conforme a lo anterior, nos encontramos ante el análisis de dos fenómenos vinculados,


pero distintos. El primero, la causalidad de hecho, es el presupuesto del segundo, la causalidad
jurídica, por cuanto para poder concluir en qué medida un sujeto deberá responder por todo (o
parte) del daño generado, es necesario establecer previamente el vínculo entre el hecho y el
resultado dañoso.

Por otro lado, el incumplimiento de la obligación en su forma específica, abre la vía a la


acción por daños y perjuicios compensatorios cuando tal incumplimiento es imputable al
deudor, en toda clase de obligaciones; por lo cual queda descontado el concepto erróneo de que
tal resarcimiento se fundamenta en un tácito convenio entre acreedor y deudor. Su fundamento
está en que el incumplimiento viola un estado de derecho preconstituido y la ley garantiza este
último, sancionando el pago de los daños y perjuicios por su violación. La misma obligación
que dé derecho al acreedor para exigir la prestación en su forma específica, le origina el derecho
para el resarcimiento de daños y perjuicios en caso de su incumplimiento; noción ésta de
utilidad para determinar el cómputo en cuanto al plazo de la prescripción negativa, y para
decidir que las garantías reales o personales que escoltaban a la obligación subsisten así ésta se
manifieste en la forma de pagos de daños y perjuicios.

La inejecución de una obligación puede generar tanto daños patrimoniales como


extrapatrimoniales. La sola mención a los daños patrimoniales, daño emergente (detrimento en
el patrimonio del sujeto afectado) y al lucro cesante (la ganancia dejada de percibir), no
determina que sólo los daños de esta naturaleza sean resarcibles. Los daños extrapatrimoniales
también son objeto de resarcimiento en lo que a inejecución de obligaciones compete. Lo que
ocurre es que la curiosa sistemática del Código ha ubicado a estos últimos en el artículo 1322.
Resulta importante considerar que el daño no debe identificarse tan sólo con el valor de
la prestación no realizada. Debe incluir también cualquier otra afectación que la otra parte haya
soportado por causa del incumplimiento. Consideramos que además deben tenerse en cuenta los
perjuicios generados por el incumplimiento de los deberes conexos de conocimiento,
información o seguridad que las partes tienen.

Conforme a lo establecido en el artículo bajo comentario, la regla es que el


resarcimiento por la inejecución de la obligación comprende el daño emergente, así como el
lucro cesante (además del daño moral), en tanto sean consecuencia inmediata y directa de tal
inejecución. Así, la inejecución de la obligación puede generar una multiplicidad de daños, pero
no todos serán resarcibles (y de éstos muchos menos serán resarcidos). Se excluye de esta forma
la indemnización de los daños que sean consecuencia mediata de la inejecución, salvo que su
indemnización haya sido pactada. Aparentemente, la intención del legislador ha sido que los
daños a indemnizar sean sólo aquellos directamente conectados al incumplimiento.

INDEMNIZACIÓN DEL DAÑO MORAL

ART. 1322

El daño moral, cuando él se hubiera irrogado, también es susceptible de resarcimiento.

El artículo bajo comentario establece de manera escueta que el daño moral, cuando se
hubiese irrogado, es susceptible de resarcimiento, adicionalmente a los daños indicados en el
artículo 1321. La sistemática del Código no es, precisamente, la más adecuada, al separar, en
dos artículos, los daños, susceptibles de resarcimiento, generados a partir de la inejecución de la
obligación o del incumplimiento de los deberes conexos de conocimiento, información o
seguridad que se tiene.

Quienes siguen la teoría del daño a la persona han manifestado en más de una
oportunidad que la redacción de este artículo es peligrosa debido a que estaría excluyendo gran
parte de los daños extrapatrimoniales.

Como 'Puede verse, excluir la posibilidad de resarcimiento del daño a la persona,


definitivamente, no ha sido la intención del legislador. Más precisamente: hacer referencia
alguna al daño a la persona no ha sido intención del legislador ya que, sencillamente, en su
concepción filosófica (siguiendo a la doctrina francesa) el daño moral engloba a todos los daños
extrapatrimoniales.

La intención del legislador tampoco ha sido referirse al daño a la persona lIamándolo


daño moral, o tratar como sinónimos uno y otro. Por su parte, tampoco ha pretendido regular el
daño moral sólo en su concepción estricta. Sencillamente, para el legislador daño moral es daño
extrapatrimonial.

Afirmar que el artículo 1322 contempla sólo al daño moral en sentido estricto no es sólo
desconocer la intención del legislador, sino (y esto es más peligroso) considerar la posibilidad
de que se generen daños de carácter extrapatrimonial que no puedan ser indemnizados en
supuestos de responsabilidad contractual. En este entendido, sería absurdo considerar que
alguien que ha sido afectado físicamente durante la ejecución, por ejemplo, de un contrato de
prestación de servicios médicos, no pueda ser indemnizado.
En conclusión, el artículo 1322 se refiere al daño moral en su acepción amplia,
abarcando todo tipo de daños extrapatrimoniales generados en el ámbito de la inejecución de
obligaciones. En esta medida, en la concepción que da fundamento a dicho sistema, no hay
cabida para el daño a la persona. Por ende, los supuestos problemas de su falta de regulación, no
son tales.

Finalmente, debemos tener en cuenta que, si bien es común que la indemnización del
daño moral sea en dinero, ésta no es la única forma que puede revestir ya que también puede
comprender cualquier otro tipo de medio de resarcimiento, como pueden ser, entre otros, el cese
de las actividades ofensivas, publicación de aclaraciones, etc.

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