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EL B A N Q U E T E
O SOBRE EL AMOR
F AI D ON
O SOBRE EL ALMA
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CUARTA EDICION
JUAN B. BERGUA
C L Á S I C O S B E R G U A
Ediciones Ibéricas - Pl. Conde del Valle de Súchil, 14
28015 Madrid
© Juan B. Bergua, 1989
Clásicos Bergua - Madrid
(España)
I. S. B. N.: 84-7083-098-8
Dep. legal: M. 1.253-1989
Impreso en E s p a ñ a
Printed in S p a i n
APOLLODOROS (32)
EL AMIGO
APOLLODOROS
Tienes razón. Tanta que, sin duda, esta idea que tengo
de mí y de los demás me convierte en un loco y en un
extravagante. ¿No es esto?
EL AMIGO
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Eros, que el Eros que sirve a una sea llamado “popular”,
y “celeste” el que está al servicio de la otra. Luego si evi
dente es que hay que alabar a todos los dioses, no me
nos evidente será que es preciso determinar la parte de
alabanza que a cada uno de estos dioses corresponde.
’’Toda acción, en efecto, no es por sí misma ni her
mosa ni fea. Así, lo que hacemos en este momento: be
ber, cantar, conversar, nada de todo ello es hermoso en
sí, sino que tal llega a ser según como se practique. Her
moso, si lo hacemos siguiendo las reglas de lo bello y
de lo adecuado. Feo, si lo hacemos contra todo orden y
medida.
’’Pues otro tanto ocurre en lo que al amor atañe, e
incluso a Eros mismo: toda amor no es hermoso ni dig
no de alabanza sinn-tnn ^ lo aquel -que nos impulsa a
amar honrada y bf>hnrripnfp -
”AHorá~T>ien, el amor que proviene de la Afrodite po
pular es como ella, enteramente popular, y por lo mis-
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c u a n d o se tr a ta d e l c u e r p o , e s h e r m o s o y h a s ta n e c e s a r io
ccftiiptecci a aquüttó q u e e s D u eñ o y s a n o e n c a d a u n o d e
nosotros (y ' tiüio es picüsaiücnTCT.lo qüe SC 'lláiüa hacer"
Medicina), y vergonzoso ceder, por lo que es preciso
resistir, a lo'Ynalo y entermizo, sTse quiere ser háETTpi'ac^
ficante. ~ '
"La "Medicina, en efecto, definida en pocas palabras, es
la ciencia de los fenómenos amorosos del cuerpo en re
lación a la repleción y a la vacuidad. Y el que discierne
en estos fenómenos el buen y el mal amor es el médico
más hábil (62). Así como el capaz de cambiar las dispo
siciones del cuerpo, con objeto de sustituir un amor por
otro, y el que sabe hacer nacer el amor allí donde no exis
te, un buen practicante.
”En efecto, un buen practicante debe ser capaz de
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íes son esos que pasan toda la vida juntos, sin poder
decir, por supuesto, lo que esperan uno de otro, ya
que diríase que no es tan siquiera el goce físico lo que
constituye el encanto de su compañía. Evidente es, por
consiguiente, que desean otra cosa que no se puede de
finir, pero que sus almas adivinan y dejan oscuramente
adivinar.
”Es decir, que si cuando .están acostados juntos He-
faistos se les apareciese armado de sus instrumentos de
trabajo y les dijese: “Decidme, hombres, ¿qué es lo que
más ardientemente deseáis que os ocurra en lo que a
ambos os atañe?” Y si al verlos indecisos continuase:
“¿No es vuestro más ardiente deseo fundiros de tal mo
do que ni de noche ni de día pudiérais estar separados?
Pues si es esto, en efecto, ló que deseáis, voy a solda
ros juntos de tal modo que, de dos que sois, no hagáis
sino uno, con objeto de que hasta el fin de vuestros
días llevéis una vida común, cual si fuereis uno solo, y
para que después de vuestra muerte no seáis allá abajo, en
el Haides, sino uno solo también, por haber acabado de
la misma y común muerte. Ved, pues, si es esto lo que
queréis y si obteniéndolo estaríais satisfechos.” A tal pre
gunta, estemos seguros de que cada uno de ambos no
diría que no ni testimoniaría querer otra cosa. Al con
trario, creería simplemente que acababa de oír expresar
lo que más fuertemente deseaba desde hacía mucho tiem
po. Es decir, ser uno, fundirse con el ser amado y -no
hacer sino un todo con él, en lugar de dos.
”Y la razón de este deseo es que nuestra primitiva na
turaleza, como acabo de decir, era tal, que constituíamos
un todo complejo. He aquí por qué lo que se llama amor
no es sino el deseo, la persecución de este todo. Antes,
lo repetiré aún, éramos uno; pero luego, y a causa de
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—Tienes razón—aprobé.
—Pues lo mismo ocurre con el amor. En general, to
da aspiración hacia las cosas buenas y hacia la dicha es lo
que constituye para todos “el muy poderoso y astuto Amor”
(106). Pero entre las muchas maneras que hay de darse
al amor, no todos los que las practican son llamados
enamorados ni se dice que aman; tales, por ejemplo, los
que sólo buscan el dinero, los que se dedican a los ejer
cicios físicos o los que se dan a las ciencias. Mientras
que hay una especie particular de amor cuyos adeptos y
sectarios son los que reciben el nombre del género entero,
y es de ellos de los que se dice que aman y a quienes se
da el nombre de enamorados.
—Pudieras tener mucha razón en esto que dices—re
pliqué.
—Claro que suele decirse también—continuó— que
amar es buscar la mitad de sí mismo (107). Pero yo creo,
querido, que amar no es buscar ni la mitad ni el todo de
sí mismo, si esta mitad y este todo no son buenos. Y la
prueba es que los hombres consienten en dejarse cortar
los pies o las manos cuando estas partes de sí mismos les
parecen malas. O sea que no es, si mucho no me equivo
co, por lo que le pertenece por lo que cada uno se inte
resa, a menos de llamar bueno aquello que nos es propio y
malo, por el contrario, lo que nos es extraño. Y de tal
modo es cierto, que, salvo lo que es bueno, nada hay
para los hombres objeto de amor. ¿O es que tú juzgas las
cosas de otro modo?
—¡No, por Zeus!—repliqué.
—Por consiguiente, y una vez esto sentado— añadió— ,
¿no podrá decirse simplemente que los hombres aman lo
que es bueno?
—Así lo creo—afirmé.
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