Después de más de tres horas de camino y dejando atrás el pueblo de
Ananea, el asfalto desaparece y la tierra se vuelve gris. Todo parece inerte,
excepto los hombres y mujeres que sobreviven con lo que consiguen arrancarle a la montaña. A pocos kilómetros de La Rinconada montañas de basura dan la bienvenida. Un vertedero que se extiende a ambos lados del camino, donde aves carroñeras, perros y alguna llama compiten por algún resto de comida.