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Autora: Laura Macaya.

Prólogo: Noelia Igareda González (Doctora


en Derecho, Profesora asociada
Filosofía del Derecho, Universitat Autónoma de
Barcelona).

No copyright
Se anima expresamente a la copia, difusión
y/o ampliación
mediante cualquier medio.Agradecimiento*

Quiero expresar mi agradecimiento a Noelia


Igareda que supervisó lodo el proceso de
elaboración de este trabajo con infinita
paciencia y me acompañó durante un proceso
que no siempre fue fácil. Gracias por confiar,
arriesgarte y ayudarme a traducirme a mi
misma.
También tengo que agradecer infinitamente
este trabajo a mis compañeras, mis amigas,
mis hermanas, las cuales han sido, y siguen
siendo, una piedra angular de mi autoestima,
mi crecimiento personal e intelectual y que
sufren y sufrieron dia a día mis crisis, mis
incertidumbres y mis seguridades. La autoría
de los conocimientos es en ocasiones una
trampa, ya que esconde que estos no han sido
fruto de iluminaciones individuales, sino que
no podrían haber sido posibles sin el apoyo, los
debates y militancias, sin el sudor y la tinta
volcados en conversaciones y militancias
tantas veces invisibles.
También quiero hacer un agradecimiento
especial para Alba Grácia, por su maquetación
y su diseño, por su dedicación, por encontrar
tiempo, por inventarse tiempos para
acompañarme en este proceso y edición, que
no deja de ser una más de las batallas en las
que apostamos juntas.
Y por último, agradezco a mi familia la
laxitud moral con la que siempre me han
transmitido lo que ahora se, que las chicas
malas pierden muchas batallas pero que son
recordadas, son castigadas pero saben
levantarse, y sobre todo, que los vínculos
fuertes hacen más llevaderas las caídas.
Para Alba, compañera siempre. Para
Emma,
que la feminidad no te sea un destino...
Prólogo

Este libro de Laura Macaya es el resultado


de su tesina final de mas- ter, en el que tuve el
placer de participar como tutora de su brillante
elaboración y defensa.

El motor que impulsó su investigación era


la combinación de su mi- litancia política
anarquista, sus inquietudes feministas, y su
experiencia profesional con mujeres víctimas
de violencia de género. Se acercó al mundo del
Derecho con todas las reticencias lógicas que
la historia legal sobre el tratamiento de la
violencia contra las mujeres, y las mujeres en
general, ha provocado. Además, la elección del
objeto de investigación, era transgresor y
provocador en sí mismo, tanto en el mundo
académico, dentro del pensamiento feminista,
y especialmente para los/ as juristas.
Aun así, ha sido un placer acompañar a la
autora en este acercamiento al tratamiento
jurisprudencial de las mujeres que ejercen la
violencia, y/o que transgreden los roles de
género socialmente impuestos. Su reflexión
teórica y conceptual es audaz y rompedora, y
no siempre estuvimos de acuerdo en el papel
esperado o posible del Estado y del Derecho.
Pero el desacuerdo es deseable para mí, rico y
productivo, y me conformo con haber aportado
al menos un poco de esperanza (o de
confianza para la autora) al futuro papel del
Derecho como instrumento al servicio de los
intereses y las demandas de las mujeres.

El interés del pensamiento feminista por el


derecho y su función creadora de género ha
sido constante desde los inicios del
movimiento feminista1 . Las feministas siempre
estuvieron pendientes de la capacidad
transformadora drl derecho y de sil potencial a
la hora de modificar las condiciones sociales de
las mujeres (Amorós y de Miguel, 200S; Nash.
2004).

A pesar de ese constante interés, no es


hasta mitad del siglo xx cuando aparecen los
primeros ensayos teóricos sobre una teoría
feminista del derecho. Una de las primeras
aportaciones de estas Juristas fue el demostrar
que la neutralidad del Derecho y su inherente
objetividad no era cierta, y menos aun cuando
se tratahn de legislación (pie abordaba
fenómenos típicamente femeninos (Hartlett
and Kennedy, 1091; Olsen. 1995; Pitch, 2003;
Smart, 1989. 1995; I-evit and Vcrnick, 2006).

McKinnon (1989) es una de estas juristas


que critica la masculinidad del derecho, y
cuando se refiere a la masculinidad, no solo
estA aludiendo a la acción directamente
sexista que el derecho puede tener en
determinados momentos, discriminando a las
mujeres como colectivo, sino que su critica
afecta al derecho como institución y
globalidad. Para ella, el derecho ha sido
construido pensando en un modelo de ciudada-
no varón y sus categorías operativas son sólo
masculinas.

Ksta masculinidad del derecho se traslada


en que supuestamente refleja una visión de la
realidad imperante que se iguala gracias al
derecho a la racionalidad. La racionalidad es la
ausencia de puntos de vista, por tanto, lo que
no puede ser contestado.

Aún cuando se ha utilizado el derecho


como un instrumento para mejorar las
condiciones de vida de las mujeres, también la
traducción en lenguaje jurídico de las
demandas del pensamiento feminista no ha
logrado subvertir este carácter androcéntrico
del derecho que la propia Mackinnon ya
criticaba. Cuando los análisis del movimiento
feminista hablaban de la situación de la mujer
en forma 2de opresión, explotación o
subordinación , en cambio fueron trasladados
al derecho como falta de igualdad entre
mujeres y hombres, convirtieron el derecho en
un

Instrumento pnrn nleanzar In igunldnd


formal y iibstrnctn rn In qur IIIR mujeres debían
asimilarse ni estatus dr ION hombres, pero
dnndr se per din rl carActer dr subordinación y
opresión drl análisis Inicial.

También se hn ( ritiendo epir rn rl Drrreho


"lo femenino" se presenta como drbilidnd <|ur
hny que tutrlnr, o como peligro que hny que
limitnr (IMtch, 200'1). Por rno, rn nuestros
ordrnmnirntoR |uridlcoR, InR mujrrrR no
npiirrcrn como tnlrR, Riño npnrrern rn entinto n
inndrrR, esposas, trnbn|ndornR. Si no quedan
incluidnR rn estas categorías, rntoncrR yn Rr
incluyen rn categorías dr sujetos JuridicoR
como IndivlduoR, prrRonnR, ciudndnnoR
(categorías que rrprrRcntnn "presuntos RrrrR
mnRculinoR").
Pero In criticn frminiRtn drl derecho hn ido
mucho mAs nllA. Algunas, como Butlrr (1990).
llegan n identificar rl Derecho como una tec-
nología del género a través del cunl se produce
a la Mujer (en oposición al Varón), la Criminal,
la Mnla (o Buena) Madre. O Smnrt (1995:193)
cuando habla del derecho como una estrategia
de género, porque crea tipos de mujeres: la
mujer criminal. In madre infanticida, la puta,
etc. Y porque construye también la categoría
general de "Mujer" en oposición a la de
"Hombre".

Se llega incluso a dudar de la capacidad del


derecho de modificar estructuras de nuestra
sociedad que permiten la opresión de las
mujeres, dado que el derecho es un
Instrumento mas de poder (Smart, 1995:72).
Esta autora recupera las nociones de poder
foucaltianas, al subrayar la conexión entre
conocimiento - poder y derecho.

El pensamiento feminista
postestructuralista, como el de Butler, ha
supuesto un problema y un desafio para el
activismo político tradicional del movimiento
feminista. Las reivindicaciones políticas
feministas tradicionales se basaban en ser la
traslación política de las demandas de un
grupo social, 'las mujeres”, grupo excluido del
sistema político, del poder, y de la estructura
del Estado (tal y como se entiende el Estado en
el mundo occidental). Pero las criticas a la
utilización de esta categoría universalizadora
de "mujeres", por parte del feminismo negro,
lesbia- no. o de países del tercer mundo, asi
como la dislocación de la propia categoría de
"mujeres” por parte de las postmodemas, hace
muy difícil articular unas demandas políticas
en la estructura estatal y política en la que
vivimos.

Se rechaza la noción individual liberal, que


nace del contrato social ilustrado (Butler,
1990). Pero no quiere decir que se abandone la
lucha política, que puede tener lugar por
diferentes formas que no incluyan la actuación
individual liberal. Las nuevas formas de hacer
política introducidas por el postmodemismo,
pasan sobre todo por criticar el hete-
rosexismo dominante y las categorías binarías
sexo-género masculino y femenino.

Pero estas nuevas formas políticas poco


pueden hacer por reivindicaciones de mujeres
sobre la violación, el acoso sexual, o la
violencia de género que tiene que ver mucho
con su pertenencia a una categoría de
mujeres, heterosexuales (Benhabib, 1992;
Smart, 1995). Por eso la mayoría de las juristas
feministas defienden la utilidad y relevancia de
la jurisprudencia feminista, y la capacidad del
derecho de producir cambios en la vida de
mujeres y hombres, siempre y cuando el
derecho cambie (Fineman, 1995; Fineman and
Karpin, 1995). La jurisprudencia feminista,
aunque crítica con el derecho, se ve
constreñida a utilizar conceptos y categorías
jurídicas construidas desde el androcentrísmo
como ‘justicia” e ‘igualdad” La jurisprudencia
feminista necesita utilizar los discursos
normativos de la libertad y los derechos para
poder producir cambios en la vida de las
mujeres en el presente. Es verdad que el
lenguaje de los derechos es peligroso porque
fija las identidades y puede cerrar posibi-
lidades futuras, pero si se quiere provocar
cambios significativos en el presente, se ha de
hablar en el lenguaje que impera ahora.

La obra que aquí comienza precisamente


sirve de ejemplo para toda esta reflexión, e
intenta dar respuestas al papel del derecho en
la configuración de la identidad femenina, en
su papel de tecnología del género, en las
posibilidades (o no) de construir un derecho
que sirva a los intereses de las mujeres, si
todavía creemos que el sujeto mujeres es una
categoría válida para la lucha política.
Noelia Igareda González
Doctora en Derecho Profesora asociada
Filosofía del Derecho Universidad Autónoma de
Barcelona

Bibliografía
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SMART, Carol (1989): Feminism and the
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- (1995): Law. Crime and Sexuallty. London:
Sage.
YOUNG, Iris Marión (1990): Justtce and the
politics of difference, New Jersey: Princeton
University Press
.
Introducción

Sí, somos los esclavos absolutos de estas


leyes. Pero en tal esclavitud no hay
humillación o, puesto de otro modo, no existe
esclavitud. Porque la esclavitud presupone un
amo externo, una autoridad a parte del
súbdito, al que manda. Pero estas leyes no son
nada aparte; son inherentes a nosotros;
constituyen todo nuestro ser, física, intelectual,
moralmente; respiramos, actuamos,
pensamos, deseamos sólo estas leyes. Sin
ellas no somos nada; no somos. ¿De dónde,
pues, podemos sacar el poder y el deseo de
rebelamos contra ellas?
(Bakunin, M. 1976: 266)

La cuestión de la legitimidad del uso de la


violencia por parte de las mujeres ha sufrido
una invisibilización histórica, salvo para
destacar su estatuto criminalizado,
patologizado o excepcional. La violencia es en
si un término complejo, puesto que bajo su
denominación se suelen amparar prácticas
diversas, procedencias y destinos
diferenciados, en función del órgano
enunciador o emisor del mensaje que trata
sobre ella. La contingencia del valor que se
asigna al término y su dependencia con el
contexto social, económico e histórico para su
definición es la base para entender que la
violencia es una construcción social o, al
menos, que las connotaciones morales de la
misma lo son.

No podemos obviar entonces que los


valores de género predominantes en un
sistema social influirán en los juicios que se
otorguen a las acciones de los individuos
asimilados con uno u otro polo de la dicotomía
genérica. La construcción histórica de la
feminidad ha propiciado una idea de las
mujeres basada en la pasividad y el pacifismo,
las prácticas no violentas y el amor a la vida
como antídoto ante cualquier posibilidad de
reacción violenta, incluso cuando esta pudiera
utilizarse para defender la propia vida o la de
algún ser querido. Esta concepción, además,
se construye en relación con la capacidad de
engendrar nueva vida, hecho que favorecería
en las mujeres una mayor predisposición al
cuidado y a los valores pacíficos, quedando
determinada casi biológicamente al “ser
natural” mujer como condición intrínseca.

Esta concepción, en la que


profundizaremos más adelante, genera
grandes complejidades en el desarrollo de la
militancia y la participación de las mujeres en
las luchas sociales. Resulta una tarea ardua
encontrar mujeres activistas en la historia que
avalen lo que reconocemos como verdadera
confrontación con el orden establecido. Si bien
es cierto que la historia escrita en clave
masculina (pero también blanca y occidental)
ha olvidado o ultrajado las figuras femeninas
destacadas, también lo es que esta hegemonía
masculinista olvida la mirada en los márgenes.
Las mujeres, al igual que otros grupos sociales
peyorizados, etnificados o lumpenizados, han
habitado en los límites de lo visible y es desde
estos espacios no reconocidos desde los cuales
han ejercido, mayorítariamen- te, su papel en
la historia de los cambios y los levantamientos
sociales.

La configuración identitaria de la feminidad


basada en la pasividad, unida a la búsqueda de
referentes políticos según los parámetros
masculinistas y neutralizantes, han generado
dificultades añadidas en la búsqueda de
posibilidades y estrategias para las mujeres
activistas. La autodefensa feminista, que
puede implicar o no cierto grado de acción
violenta, pone en evidencia las miserias de
nuestra socialización de género: por una parte
mostrando las dificultades que para las
mujeres entraña el uso de la violencia y, por
otra parte, cargando con la sobre-
responsabilidad auto-exigida de ser rudas y
valientes, más incluso que nuestros
compañeros varones.
Así pues, creo necesario un análisis de este
fenómeno para poder enriquecer las agencias
de las mujeres en su participación en las
luchas sociales y el análisis de la construcción
de género desde una perspectiva libertaría. Al
igual que gran parte de los movimientos
antagonistas clásicos, el anarquismo propone
un sujeto político unitario, neutro y soberano,
vaciado de las intersecciones identitarías que
configuran al sujeto fragmentado puesto en
evidencia por la postmodemidad. Louise
Michell, Emma Goldman, Voltairine de Cleyre,
Teresa Claramunt, etc. son ejemplos de
mujeres que, no únicamente combatieron de
forma radical los preceptos sexuales y sociales
de su normativa de género, sino que también
combatieron por la consecución de la justicia
social. Ahora bien, muchas de ellas se negaron
a ser reconocidas bajo el espectro feminista, al
considerarlo como una lucha parcial o bien,
como en el caso de Goldman, por oposición al
puritanismo sexual y al reformismo político del
feminismo con el que convivió históricamente.
Escapa a los objetivos y capacidades de
este trabajo el análisis de las causas históricas
de la separación y relación conflictiva entre
feminismo y anarquismo, aunque
inevitablemente, estas tensiones se podrán ir
haciendo patentes a lo largo de este recorrido
puesto que estas divergencias no han sido
solucionadas y siguen generando ardientes
discusiones.

Las mujeres juzgadas por homicidio, intento


de homicidio y lesiones a sus parejas
masculinas devienen un ejemplo
paradigmático de la criminalización a la que se
somete a las mujeres que incumplen su nor-
mativa de género, pero también, se erigen
como representantes de la dureza con la que
las leyes moldean los comportamientos y
establecen las posibilidades de resistencia.
De esta forma, en el análisis de esta
cuestión confluyen cuestiones de máximo
interés, tanto para el feminismo como para el
anarquismo. Por una parte, la lucha histórica
de lxs1 anarquistas contra el Estado y sus
métodos represivos; como afirmara Bakunin
todo Estado, cualquiera que sea su origen o
forma, debe llevar necesariamente al
despotismo (Bakunin, 1976: 257). Las mujeres
juzgadas por usar la violencia contra varones,
no han acudido a los medios de "protección"
que el Estado les proporcionaba para resolver
o modificar su situación y, si lo han hecho, no
han recibido la protección o colaboración que
necesitaban. El anarquismo, . con sus debidos
matices y diferencias estratégicas en grado,
intensidad y forma, se ha caracterizado por
considerar la violencia como una valiosa
estrategia de lucha contra lxs poderosxs,
indisociable de otras como la propaganda y la
educación, pero imprescindible en
determinados momentos y contextos
históricos.
Por otra parte, la lucha contra la violencia
de género ha sido un bastión de la lucha
feminista y determinadas posturas de
inspiración libertaria o autónoma2 han
defendido la necesidad del ejercicio de la
autodefensa feminista para las mujeres, con la
finalidad de defenderse de los ataques
violentos masculinos. Por otra parte, el
feminismo y su labor deconstructiva de las
dicotomías sexuadas (público/privado, pací-
fíca/violento, etc.) han propiciado el
cuestionamiento de la conformación normativa
de la feminidad como una identidad pasiva y
pacífica.

Otra de las cuestiones primordiales a lo


largo de todo el análisis hará referencia al
enfrentamiento histórico y radical del
anarquismo con el sistema jurídico, como
aparato estatal de control y castigo. También
algunos feminismos, sobre todo aquellos de
base anti-estatista y antirepresentativa, se han
opuesto de forma radical al uso del sistema
legislativo en la demanda de logros políticos y
sociales para el colectivo de personas
socializadas como mujeres.

Por otra parte, nos serviremos también de


los análisis postestruc- turalistas de Foucault
para matizar el universalismo del sujeto
promulgado por el anarquismo, intentando
crear un nuevo lugar de discurso y haciendo un
reconocimiento al individualismo anarquista,
precursor de las valiosas aportaciones de la
epistemología foucaultiana.El objetivo principal
de la investigación se centrará en evidenciar, a
partir del análisis de sentencias judiciales, la
forma en que se construye la feminidad
coherente con los nuevos sistemas capitalistas
y androcen- tristas, a partir de la observación
de la construcción discursiva de una
contrafigura: la mujer que vulnera su
normativa hegemónica de género al usar ia
violencia contra aquellos a los que en principio
su rol ordenaría cuidar y proteger.
Por otra parte, los objetivos específicos de
la investigación podrían resumirse en los
siguientes puntos:
• Analizar cómo se evalúan y se juzgan los
comportamientos de las mujeres, según los
parámetros universalmente aplicables de la
ley, y qué implicaciones tienen los valores
morales y culturales en relación con la
feminidad en estos juicios.

• Analizar qué implicación tienen los


discursos jurídicos en la construcción de una
feminidad constreñida a los valores del
pacifismo, el conformismo y la pasividad.

• Observar de qué forma influye el discurso


legislativo en la creación de la separación de
mujeres en dos clases diferenciadas: buenas
mujeres/ malas mujeres.
• Permitir la emergencia de implícitos y
ocultos en los discursos legislativos que hagan
referencia a la forma en que estos se auto-
legitiman y se erigen como máximos
enunciadores de la justicia y los valores de la
sociedad.

• Incidir en los contextos académicos,


creando un discurso que toma como referencia
autores y autoras que, en muchas ocasiones,
no forman parte del círculo autorizado de la
creación intelectual.

• Incidir en los contextos activistas,


compartiendo los conocimientos y saberes
adquiridos en el proceso.
• Enfocar a la creación de un nuevo lugar
activista, militante e intelectual, que permita
incidir en el universalismo del sujeto político
del anarquismo, para paliar los sesgos
“masculinistas" del mismo.

2. Fundamentación teórica y
epistemológica

Esa rebelión que tiene tras de sí una historia


bimilenaria y que hoy nosotros hemos perdido
de vista tan sólo porque ha resultado
vencedora...
(Nietzsche, 2005:47)

La epistemología foucaultiana ha
contribuido al cuestionamiento de los discursos
científicos que han operado históricamente
reproduciendo el sentido común, las
continuidades, las concepciones del mundo
universalistas, esencialistas y substancialistas
y la supremacía de lo mismo sobre lo diferente
(García Fanlo, 2011). Esta perspectiva modifica
también el estatuto de la persona
investigadora, la cual ya no se articula sobre la
idea de un sujeto cognoscente creador de
discurso libre de valores. Desde esta posición,
la investigación se convierte en una
herramienta útil para el activismo político y la
insurrección de los saberes, anunciada por el
mismo Foucault, quedando conformada como
una forma de práctica insurreccional. Es esta
finalidad la que también compartimos en la
presente investigación: la ruptura de la falsa
dicotomía entre el activismo y la creación
intelectual, mediante no solo el compromiso
ético de la investigadora, sino sobre todo,
partiendo de una concepción anti-
representativa del lenguaje y la política.
En la política, el concepto de anti-
representatividad, se complementa con el de
acción directa y autogestión, en alusión a la
capacidad de los grupos explotados para
prescindir de la mediación y los medios es-
tatales e institucionales para emprender una
lucha a favor de la revolución social.Por otra
parte, la representación es la Junción
normativa de un lenguaje que, al parecer,
muestra o distorsiona lo que se considera
verdadero acerca de la categoría de las
mujeres (Butler, 2007:45) y por tanto,
constriñe las posibilidades de auto-deñnición
femenina en función del cumplimiento exigido
para todas aquellas amparadas bajo la
categoría “mujer”
Desde este lugar’ la investigadora
intentará realizar un recorrido desafiante: el
desarrollo de una situacionalidad4 propia en el
análisis del asunto que nos ocupa, la creación
de subjetividad femenina a partir de las redes
discursivas de saber-poder’ del sistema
legislativo y las posibilidades de resistencia
que nos ofrecen las perspectivas libertarías
anti-representativas.¿Has visto ya un Espíritu?
¿Yo?No, pero mi abuela los ha visto - asi me
ocurre a mi, yo no los he visto nunca, pero a
mi abuela le corrían sin cesar por entre las
piernas; y por respeto al testimonio de
nuestras abuelas, creemos en la existencia de
los espíritus
(Stimer, 2007 42)
Partiendo de la crítica al sujeto unitario de
las concepciones post- humanistas,
intentaremos apuntar algunas cuestiones que
nos resulten útiles para el análisis posterior
Utilizamos el término humanismo, en
referencia a las asunciones derivadas de este
movimiento cultural, fi losóñco e intelectual
propias del s. xvi que derivaron, ya en el s.
xvm, en una concepción antropocéntríca de la
realidad y en una concepción de la razón
humana como valor supremo La
postmodernidad y su concepción post-
humanista, pone en cuestión la concepción de
este sujeto soberano, desplazando la
racionalidad como único método de acceso al
conocimiento.

La perspectiva post-humanista ha des-


ontologizado la idea del suje to, al describirlo
como producto contingente e histórico, creado
a partir de las redes discursivas de saber-poder
disponibles en cada época y contexto
determinado La critica al sujeto de
conocimiento occidental ha permitido la
emergencia de saberes propios de los grupos
margi- nalizados, dotando a la alteridad de
legitimidad para generar discurso situado, a la
vez que mostraba la parcialidad de los
conocimientos supuestamente universales
En la época de la Ilustración se sostuvo que
la sociedad debía reorganizarse siguiendo los
parámetros de la razón y para ello, era necesa-
rio establecer unas bases metodológicas
similares a las empleadas en las ciencias
experimentales. Descartes, padre de la
filosofía moderna, estableció que la razón era
la luz que debía guiar los procesos de co-
nocimiento y que esta debía basarse en el
abandono de los prejuicios.

Para llevar a cabo esta tarea, era necesario


un sujeto del conocimiento neutro, capaz de
abstraerse de cualquier condicionante basado
en la identidad, la superstición o las creencias.
Ahora bien, la pretendida objetividad
científica de los estudiosos de las ciencias
sociales (como de las ciencias experimentales)
acabó con frecuencia representando y
demostrando científicamente aquellas ‘rea-
lidades" estructuralmente necesarias. De esta
manera, el análisis discursivo demuestra la
validez política de ciertos significados que se
mantienen vigentes a pesar de su falta de
veracidad científica e incluso como el poder
discursivo crea verdades científicas. Por
ejemplo, aunque la inferioridad de la mujer no
fuera una realidad científica en absoluto, la
organización social, política y los asuntos
humanos en general dotaron a esta idea de
vigencia y se dispusieron a ampararla. Este
hecho puede ejemplificarse en los tratados
educativos de autores ilustrados como Jean
Jaques Rousseau*, el cual estableció modelos
educativos diferenciados para hombres y
mujeres, considerando que los primeros debían
formarse para dirigir la sociedad. Además este
estado social dispone de dos espacios bien
diferenciados que, a partir de la Ilustración,
conocemos como la esfera pública y la esfera
privada. Mientras que para los varones queda
reservada la esfera pública, relacionada con los
deberes y las libertades civiles y políticas, para
las mujeres quedaba reservado el espacio
privado relacionado con la domestícidad, la
familia y su cuidado y la maternidad. Las
aportaciones de Rousseau, tuvieron
importantes críticas en autoras coetáneas
como Mary Wollstonecrafi la cual argumentaba
que la presunta inferioridad natural de las
mujeres, en cuanto a su carencia de capacidad
racional, es atríbuible a una educación basada
en prejuicios masculinos que pretenden
apartar a las mujeres de la esfera legítima del
mundo social (1975).Nadie podrá negar, que
existen diferencias y desigualdades entre
hombres y mujeres, pero también entre las
propias mujeres. Ahora bien, la distinción
radica en el hecho de que el uso peyorativo de
lo femenino es estructuralmente necesario
para el funcionamiento patriarcal de creación
de significados (Braidotti, 2004:42), es decir,
que la diferencia entre hombres y mujeres,
organizada de forma jerárquica, dispone de
vigencia política al estar organizada en/por el
discurso, a pesar de no disfrutar de veracidad
en la práctica.

De esta forma, será sobre todo a partir del


s. xvm, en que se articula la existencia de un
conocimiento en sí, el cual requiere para ser
aprehendido de un ser en sí, un ser capaz de
abstraerse de sus condicionamientos para
predecir e interpretar una verdad que espera a
ser desvelada por él. Ese ser en sí, es
constitutivo de una idea de sujeto al que se le
atribuyen las prerrogativas, no solo de la
neutralidad necesaria para el desvelamiento
de la Verdad, sino también de la soberanía de
sus actos, la libre voluntad de sus acciones y
de su conciencia y la igualdad de
oportunidades y posibilidades entre él y sus
semejantes. Ahora bien, como apunta
Foucault, ese sujeto supuestamente neutro es
también una producción histórica. Se necesitó
una red de instituciones y prácticas para llegar
a esa especie de punto ideal a partir del cual
los hombres podían dirigir al mundo una
mirada depura observación. (Foucault,
2003:162)

Este sujeto presentado como neutro y


universalmente válido necesitaba, para su
labor de conocimiento y desvelamiento de la
verdad, abstraerse de todos sus
condicionantes identitarios. El hombre blanco
fue descrito como el paradigma de la
neutralidad ya que era el único que. al parecer,
disponía de una esencia capaz de elevarse a
los altos mundos de la razón y desvincularse
de sus condicionantes naturales. La mujer
(pero también lxs colonizadxs, Ixs
patologizadxs, etc.) es confinada más que
nunca dentro de los límites de su sexo
(Beauvoir, 2000), entendiendo este como lugar
de irreductible naturalidad.

Las formas clásicas de la política habian


apelado siempre a esta idea de sujeto
fundador y soberano, un sujeto sobre el que
articular una lucha en contraposición a las
injusticias sociales, económicas o simbólicas
ejercidas contra este. El análisis y la práctica
feminista asumió la existencia de una
identidad, entendida mediante la categoría de
las mujeres, que no sólo introduce los
intereses y los objetivos feministas dentro del
discurso, sino que se convierte en el sujeto
para el cual se procura representación política
(Butler,2007: 45-46). Partiendo de la idea
foucaultiana, según la cual los sujetos son
producidos por las redes discursivas de saber-
poder y, teniendo en cuenta que, a su vez,
estos mecanismos son ocultados con la
finalidad de mostrar sujetos pre-existentes a su
entrada en las redes que los producen, el
feminismo se enfrenta a una situación
compleja. El feminismo debe tener en cuenta
que las estructuras de poder que crean el
sujeto “mujer", son las que deben combatirse
para procurar su emancipación.

Partiendo de esta primera advertencia,


señalada brillantemente por Judith Butler,
vamos a intentar analizar algunos de los
aspectos más relevantes de la epistemología
post-estructuralista, libertaria y, espe-
cialmente, foucaultiana que pueden7 ayudamos
a apuntar ideas y advertencias que nos
acerquen una perspectiva compleja del sujeto
mujer, sujeto que vamos a utilizar, puesto que
seguimos considerando útil su uso estratégico.

2.1.1. Microfisica del poder e individualidad:


posibilidades de reactualización de “lo personal
es político".
La genealogía del poder y de sus formas
históricas realizada por Foucault, tomando
como base las concepciones nietzscheanas,
herederas del anarquismo individualista de
Max Stimer*, han establecido una base de
análisis valiosísimo para el feminismo al situar
la operatividad del poder en espacios
tradicionalmente excluidos de lo político. En
este sentido, el anarquismo individualista
desplaza también la centralidad del poder
estatal, defendida por las formas clásicas del
anarquismo, mostrando que el sujeto es
construido mediante la intersección de poderes
que lo configuran. La individualidad radical, no
adscrita a categorías de ningún tipo, es la
forma mediante la cual el individuo puede
despojarse de todas las imposiciones.

Las redes institucionales y la regulación de


relaciones y prácticas cotidianas que recorre la
organización de tiempos y espacios (Amigot
Leache y Pujal i Llombart, 2006:108) son los
terrenos de operatividad de los poderes en el
análisis de Foucault, idea que se relaciona
inevitablemente con el slogan feminista de “lo
personal es político”. El feminismo situó en el
debate político temas hasta el momento
vetados en la escena pública, tales como la
sexualidad de las mujeres, las violencias
cometidas contra ellas en los espacios
institucionales y sociales, pero sobre todo en
los espacios privados de domesticidad, las
relaciones de reproducción no contempladas
por los antagonismos clásicos, etc.

Estos espacios de la microfísica del poder


suponen también el lugar de constitución de
los sujetos, análisis que rompe con la idea del
sujeto pre-constituido, anterior a las redes
discursivas de poder que lo conforman. Para el
caso que nos ocupa, esta perspectiva sobre el
poder, nos aporta la posibilidad de vislumbrar
la feminidad, en función de una historicidad
que se oculta, prácticas sedimentadas a través
de procesos históricos. La perspectiva
foucaultiana del poder nos permite establecer
una ruptura con los supuestos anormalizantes
que suelen atribuírseles a las mujeres que
ejercen algún tipo de violencia contra aquellos
a los que, según la naturalización categorial de
género, deberían cuidar. La des-ontologización
de las atribuciones hechas al sujeto, nos
permite vislumbrar otros posibles.
El desarrollo de una cosa, de un uso, de un
órgano es, según esto, cualquier cosa antes
que su progressus hacia una meta, y menos
aún un progreso lógico y brevísimo,
conseguido con el mínimo de fuerza y de
costes, -sino la sucesión de procesos de
avasallamiento más o menos profundos, más o
menos independientes entre sí, que tienen
lugar en la cosa, a lo que hay que añadir las
resistencias utilizadas en cada caso
paracontrarrestarlos9, las metamorfosis
intentadas con una finalidad de defensa y de
reacción, así como los resultados de
contraacciones afortunadas. (Nietzsche,
2005:100)
Por otra parte, el poder como creador de
subjetividad implica un grado de resistencia,
sin el cual, el proceso de subjetivación
quedaría reducido a mera obediencia. En este
sentido la concepción de poder foucaultiana es
una concepción basada en la capacidad
creadora del poder, en la cual el individuo no
es un ente pasivo receptor de constricciones.
El individuo es, mediante sus actos de
resistencia a dicho poder, elemento activo de
este juego de fuerzas creador. Este elemento,
aporta también una posibilidad desafiante, que
se aleja de las concepciones victimizantes de
la identidad femenina, la posibilidad de
agencia.
Las mujeres agresivas con sus parejas
constituyen el ejemplo proscrito de la agencia
femenina: por una parte, culpadas por
subvertir el principio del monopolio estatal en
el uso de la violencia y de su propia normativa
de género; y por otra parte, siendo el ejemplo
de una agencia dramática, aquella que pasa
por el daño infringido a otro con la finalidad de
salvaguardar la propia supervivencia. La
creación subjetiva de estas mujeres, supone
sin duda un efecto de resistencia, pero que
también contribuye irremediablemente a des-
situarlas de la feminidad hegemónica para
identificarlas como feminidad aberrante.
2.1.2. Las mujeres que ejecutan algún tipo de
acto violento contra sus parejas masculinas,
suelen estar situadas en dos lugares
complementarios a la par que perversos:
feminidades no normativas, violentas y mons-
truosas; o bien, feminidades hiper-vulnerables
e hiper-victimizadas, cuyo acto es prueba de su
labilidad emocional y de las escasas posibili-
dades de agencia femenina, que queda
demostrada al haber tenido que llegar a este
punto al no haber “tomado medidas” con
anterioridad.Problematizando las categorías
La cuestión del sujeto en el feminismo es
un tema que ocupa gran parte de los debates
académicos y activistas. Por una parte, existe
todavía la necesidad de articular la lucha
política a partir de un sujeto iden- titarío, al
que se le reconozca cierta entidad social para
poder emerger como autorizado e inventar sus
propias prácticas. Por otra parte, lxs filósofxs
postmodemxs, en su crítica al sujeto unitario
de la modernidad, han desautorizado el uso
politico del mismo, criticando sus efectos
totalizantes y unlversalizantes.
Las aportaciones de filósofos como Derrida,
Lyotard o el propio Foucault han contribuido,
desde la década de los 60’s del s. xx, a legiti-
mar las posiciones alterízadas y peyorízadas.
En el activismo, las nuevas formas de política
del deseo, surgidas sobre todo a partir de la
década de los 60's, hicieron emerger nuevos
sujetos políticos, en contraposición con la
unicidad del varón blanco trabajador del
partido o el sindicato. El feminismo, el
ecologismo, las luchas de reivindicación
territorial o nacional, etc. fueron y son ejemplo
de este fenómeno.

Estos hechos, entre otros, contribuyeron a


la posibilidad de emergencia de autoras que ya
a finales de los 80’s, señalaran los riesgos del
uso de la categoría “la mujer” como sujeto
político. Por ejemplo Judith Butler (1989)
señalará que este uso entraña el peligro de la
totalización de las características que se
asignan al sujeto político “mujer”, excluyendo
a todas aquellas “mujeres” cuyas experiencias
no puedan enmarcarse en tales preceptos
normativos.

El post-estructuralismo feminista o la
influencia del mismo en el feminismo, ha dado
lugar a la crítica a la ontología, según la cual,
la mujer es un ser que pre-existe (mujer en sí)
a todos los discursos socio-históricos que la
han construido. La repetición histórica de estos
discursos de subjetivación ha sido ocultada,
como también lo ha sido su carácter
performativo10 (Butler. 2007).

Por otra parte, esta crítica postmodema al


sujeto, ha encontrado críticas feministas muy
valiosas.

Por ejemplo, Fran^oise Collin (2006),


destaca la paradoja en la que se encuentran
las mujeres ante este cuestionamiento
postmodemo del sujeto. Por una parte, la
irrupción de las mujeres en los diversos
ámbitos del conocimiento y de la vida social,
ha contribuido al cuestionamiento de la
unicidad del sujeto moderno, al mostrar
diferentes formas de experiencia. Por otra
parte, muchas mujeres ni tan siquiera han
podido acceder al estatuto de sujeto social
reconocido.

En la misma línea, bell hooks" , feminista


negra, a pesar de compartir determinados
postulados con el discurso postmodemo12,
cuestiona la tentativa de esta corriente
filosófica de re-apropiarse de la experiencia de
la “alteridad” y de la “diferencia’’, hooks
afirma además que esta reapropiación, re-
legitima la supremacía blanca y masculina al
negar la posibilidad de emergencia de una
“subjetividad negra radical” al desautorizar el
uso del sujeto político.
A pesar de esto, de acuerdo con Lois McNay
(1992), el trabajo sobre la subjetividad de
Foucault, a pesar de no contemplar la
diferenciación de género, aporta un campo de
análisis muy valioso en la búsqueda de agencia
de las mujeres, precisamente gracias a su
olvido según el cual evita en cierta forma la
colonización de lo femenino en la que sí se em-
barcan otros autores postmodemos. De hecho,
el uso de su análisis de la sexualidad que
concibe a esta como los efectos producidos en
cuerpos, comportamientos y relaciones
sociales, y no como algo natural ya esencialen
los seres humanos (Amigot Leache y Pujal i
Llombart, 2005:113), ha propiciado la
proliferación de sugerentes aportaciones
feministas como la consideración del género
como “dispositivo’ o “tecnología", es decir
como mecanismo productor de subjetividad
femenina.

Foucault destaca en su obra la


sobredeterminación “naturalizada" de la
sexualidad, desvelando cómo los dispositivos
de poder se articulan directamente en el
cuerpo (Foucault, 2005: 161). Entonces como
afirma de Lauretis, al igual que la sexualidad,
el género no es propiedad de los cuerpos o
algo originalmente existente en los seres
humanos (Lauretis, 2000:35) sino los efectos
que las tecnologías productoras de
subjetividad han desplegado sobre los cuerpos,
los comportamientos y las relaciones sociales.
2.1.3. Posibilidades de resistencia:
individualidad y tecnologías del yo
¿Asi, pues los hombres serán libres,
exentos de toda constricción?
¿Verdaderamente de toda constricción?¿No
podrán constreñirse ellos
mismos?
(Max Stimer, 2007:162)
Foucault establece cuatro tipologías
principales de tecnologías: tecnologías de
producción, tecnologías de sistemas de signos,
tecnologías de poder y tecnologías del yo
(Foucault, 1990). A pesar de reconocer su
insistencia en las tecnologías de poder, las
cuales favorecen la objetivación del sujeto,
Foucault se interesa en sus últimos escritos en
aquellas técnicas que proporcionan al individuo
posibilidades para actuar sobre sí mismo, las
tecnologías del yo.

Estas técnicas son las formas de las que


disponen los individuos para establecer
determinados conocimientos sobre sí mismos
operaciones sobre su cuerpo y su alma,
pensamientos, conducta, o cualquier forma de
ser, obteniendo así una transformación de sí
mismo con el fin de alcanzar cierto estado de
felicidad, pureza, sabiduría o inmortalidad
(Foucault. 1990:46)En este contexto, Foucault
introduce el concepto de gobemabilidad para
referirse al contacto entre las tecnologías de
dominación de los demás y las referidas a uno
mismo (Foucault, 1990:45). Como apunta
Gilberto Castrejón, desde el s. XVTII, el arte de
gobernar se configura como una acción de los
sujetos sobre ellos mismos (Castrejón, 2010:1),
favoreciendo una dimensión subjetiva que
deriva del poder y del saber, pero que no
depende de ellos (Deleuze, 2007:134). Esta
idea de autogobierno, se relaciona con la ya
anticipada en 1844 por Max Stimer. Stimer
argumenta que los individuos crean quimeras
por las que luego ser explotados y
constreñidos.

Esta concepción de gobierno deriva,


además, de una concepción moral del bien
común, contraria al interés por uno mismo,
condición indispensable para el ejercicio de la
individualidad y la libertad El "cuidado de sí" o
la "inquietud de sí" deriva de la concepción
greco-romana, según la cual, esta ocupación
sobre unx mismx no se reducía al conocimiento
de unx mismx del "cogito ergo sum", sino que
esta última era una forma concreta del
"cuidado de sí".

La Ilustración y su rechazo a la mística


cristiana, supuso también el rechazo de este
concepto (cuidado de sí) que. a partir de ese
momento, pasa a tener connotaciones
negativas para contemplarse la subjetividad de
forma extemalizada, la extemalidad es la
forma en que puede accederse a una
configuración moralmente aceptable de la
subjetividad.

La inquietud de si, como "complacerse a sí


mismo", retirarse hacia uno mismo, etc. se
contempla como una forma desafiante,
contrapuesta e incompatible con una moral
colectiva, imprescindible para el bien común.
Un ejemplo de ello, es la forma en la que la
moral egoísta o la defensa de la individualidad
de Max Stimer, en pleno siglo xix, le valieron la
consideración de "maldito". Aunque admirado
por muchos de sus coetáneos, su moral basada
en la individualidad como medida y origen de
todas las cosas y en su percepción del yo tan
alejada del ser meta- físico fruto de la técnica
del "conocimiento de unx mismx’ resultaban
socialmente inaceptables.
(...) porque mi punto de partida soy Yo, que
no soy un pensamiento ni tampoco me
confundo con el acto de pensar. (Stimer,
2007:153)
La recuperación de Foucault del concepto
de la “inquietud de sí” o “cuidado de sí”, como
técnica de creación de nuevas formas de vida,
supone una posibilidad muy valiosa para la
emergencia de una nueva agencia femenina y
rompe con la visión de las teorías foucaultianas
como excesivamente basadas en el poder, sin
espacio para la creación autónoma de
resistencias al mismo.
El cuidado de sí, entendido como
experiencia y como técnica que elabora y
transforma esa experiencia, se abre a la
estilización y a la proble- matización de tal
experiencia y ahí sitúa la posibilidad del
ejercicio de prácticas de libertad. Éstas
estarían, pues, vinculadas con las posibilidades
de decidir, crear o experimentar formas de
existencia (Amigot Leache y Pujal i Llombart,
2006: 114).
Para Emma Goldman, el individualismo
puede describirse como la conciencia del
individuo acerca de lo que él es y cómo vive
(Goldman, 2008:37) y desde luego que su
ejemplo vital nos invita a la rebelión personal
frente a las imposiciones identitarias y
normativas. El anarquismo individualista
prioriza al individuo por encima de cualquier
otra determinación, sea esta cultural, social,
identitaria o ideológica.
¿Por qué, si sólo busco la libertad en mi
propio interés, por qué no me convierto a Mí
en el principio, el medio y el fin? ¿No valgo Yo
más que la libertad? ¿No soy Yo quien me hago
libre, y no soy Yo, pues, lo primero? (Stimer,
2007: 167)
Tal y como afirma Emma Goldman (2008),
el individuo no puede ser definido, ni tratado
como tal por el Estado y sus instituciones,
puesto que estas son el lugar desde el que se
teje la configuración de todas sus
constricciones. De esta forma, la indefinición
de la que debe partir el individuo es el espacio
amplio que se le otorga a su auto-
configuración, a la posibilidad de decidir, sin
imposición identitaria de ningún tipo, lo que él
mismo es.

Debido precisamente a las constricciones a


la individualidad anunciadas por el
anarquismo, las mujeres que sufren o han
sufrido algún tipo de violencia se enfrentan a la
perversión de la victimización individual, social
e institucional por representar el exceso de la
configuración debilitada de la identidad
femenina. Por otra parte, las mujeres que
ejercen violencias contra sus parejas
masculinas se enfrentan a la estigmatización
por el incumplimiento de su normativa
hegemónica de género. Víctima o culpable, es
la dicotomía de los posibles propuesta por el
sistema legislativo en una distribución de
papeles perversa, en la cual, las mujeres
pueden ocupar uno u otro lugar, más allá de
sus acciones, en función de que sus
motivaciones avalen en mayor o menor
medida los valores del sistema.

2.2. LA LEY COMO TECNOLOGÍA DEL YO /


TECNOLOGÍA DEL
GÉNERO.
Los modelos punitivos y correccionales
impuestos históricamente sobre los individuos
han estado, en todas las épocas históricas,
fuertemente “generizados”, estableciendo
motivos y modos de castigo diferentes para
hombres y mujeres, creando a su vez,
subjetividades fuertemente dicotomizadas
(Almeda, 2001). Vamos a proceder a examinar
la forma en que se han modificado las
estructuras punitivas de castigo penal y social,
sobre todo a partir del s. XVIII, para favorecer
los intereses de la nueva clase emergente, la
burguesía. Por otra parte, veremos también
como estas modificaciones funcionan en
relación con los sistemas de distribución social,
económica y simbólica del patriarcado.

2.2.1. El arte de las distribuciones y el


disciplinamiento de los cuerpos
A finales del s. XVIII se configura una nueva
forma de entender el castigo. Si hasta el
momento el castigo había tenido como
finalidad la “ejemplarización” y la venganza,
infligiendo formas de ejecución y sanción
exhibidas públicamente en toda su crueldad, el
enfoque moderno convertirá la penalidad y
el castigo en un instrumento para
doblegar voluntades (Almeda, 2002:47).
La obra del marqués italiano Cesare Bo-
nesana de Beccaria, De los delitos y las
penas, publicada en 1764, refleja las
ideas ilustradas respecto a la dureza de
las penas mantenidas hasta ese
momento, las cuales eran fruto de las
costumbres "bárbaras del Antiguo
Régimen’, que debían modificarse según
los nuevos ideales de la Ilustración. Se
trata con todo ello, de adaptar la
penalidad a los nuevos valores
"humanistas*, los cuales situaban al
‘hombre* como centro y origen de toda la
existencia social otorgándole los
derechos de la libertad y la igualdad con
sus semejantes.

Estas transformaciones de los sistemas


penales a partir de finales del s. xvin, y que
configuraron lo que Foucault denominará como
"sociedad disciplinaría’ (Foucault. 2002), se
basaron en tres principios rectores. En primer
lugar, en la consideración del crimen como
hecho cuya consideración debe realizarse al
margen de valoraciones morales o religiosas.
El crimen debe ser reconocido como infracción
y ruptura de una ley establecida previamente
por el sistema legislativo del poder estatal y,
por tanto, antes de la existencia de la ley. no
puede existir infracción, ya que esta es
dependiente de b anterior en una relación de
incumplimiento.
En segundo lugar, estas leyes formuladas
por el aparato legislativo deben ser
representativas de aquello que es útil para b
sociedad en su conjunto, declarando como
infracción aquello que b perjudica o le r<
nocivo. La moral b religión o el discurso
natural, quedan al margen de b ebboración
legisbtiva de b infracción.
Y. en último lugar, el crimen queda definido
como un hecho que damnifica a la sociedad
(Foucault, 2003:97), no relacionado con el
pecado o la falta.
Esta última consideración del delito o
crimen, conlleva b conside ración del criminal o
delincuente como alguien que damnifica,
pertur ba o se muestra contrarío a los
principios e intereses de b sociedad mediante
b ruptura del pacto social, que lo convierte en
un enemigo interno de la misma (Foucault.
2003). Esta ruptura del pacto social y U
consideración de "enemigo social’ del
delincuente, conlleva b dejación de b
protección que, mediante este pacto, se
asegura al/b obediente
Por ello, como apunta Elisabet Ameda, la
pena no había de dirigirse exclusivamente a la
voluntad del reo sino a todo el entramado
social (Almeda, 2002.49) como prevención de
posibles conductas delictivas. Se pre-configura
de esta forma, una sociedad en la cual cada
ciudadano ejerce un papel auto-preventivo
como juez de sus propios actos, mediante la
interiorización de los valores del sistema, con
la de trasladar la responsabilidad a cada
individuo de la pervivenda de la colectividad.
Si la infracción era un mal social que afectaba
a la per- vivencia de toda la colectividad y cada
uno de los individuos formaba parte de ella,
gracias a los derechos de ciudadanía
obtenidos, un delito era una ofensa contra
cada uno de los miembros de la misma
Este cambio de idea respecto a los
principios rectores de la penalidad, conlleva
también una modificación de las formas en que
esta se aplica sobre las personas condenadas.
Entre todas las formas de penalidad que
propusieron los teóricos promotores de la
reforma, como Beccaria. pero también como
Bentham, la forma que fue recogida e
instaurada por las autoridades de forma
mayoritaria fue la de la pena privativa de
libertad o reclusión en centros penitenciarios,
la cual representaba el castigo principal en
todos los códigos penales promulgados a
finales del s. XVIH y principios del «z (Almeda.
2002).
Para explicar la imposición mayoritaria de
la pena privativa de b- bertad, en detrimento
de todo el abanico propuesto por los
reformadores ilustrados, Almeda (2002) señala
dos tesis principales: por una parte, la
desarrollada por Foucault que apunta a que la
cárcel era el elemento indispensable para una
nueva concepción de poder basada en la vigi-
lancia disciplinaria. La privación de libertad
permitía poner en práctica los dispositivos de
control de la nueva clase burguesa emergente,
el arte de las distribuciones (Foucault. 2002;
130).
El espacio disciplinario tiende a dividirse en
tantas parcelas como cuerpos o elementos que
repartir hay. (...) Se trata de establecer las pre-
sencias y las ausencias, de saber dónde y
cómo encontrar a los individuos, instaurar las
comunicaciones, interrumpir ¡as que no lo son,
poder en cada instante vigilar la conducta de
cada cual, apreciarla, sancionarla, medir las
cualidades o los méritos. Procedimiento, pues,
para conocer, para dominar y para utilizar
(Foucault. 2002: 131).
La segunda tesis que explica el predominio
de la cárcel por encima de otros modelos de
penas, se basa en un enfoque económico-
estructural, según el cual la difusión y
mantenimiento de la pena privativa de libertad
iría en relación con los cambios del proyecto
económico, político y social de la nueva clase
social emergente, la burguesía. En el mundo
occidental del s. xix se produjeron grandes
cambios socio-económicos y políticos: la
modificación de las formas de producción y
acumulación de capital a raíz de la
industrialización, el aumento los atentados
contra la propiedad como consecuencia de
estos y la nueva importancia del valor tiempo,
hechos todos ellos en estrecha relación con el
cambio de necesidades punitivas, siendo la
cárcel el elemento más útil para abarcarlas.
Ahora bien, ambas perspectivas ignoran
que si a finales del s. xvm y principios del xix la
pena privativa de libertad fue instaurada de
forma mayorítaría como método punitivo de
los estados occidentales, las mujeres estaban
siendo recluidas para “reformar” y “corregir”
sus “inclinaciones perversas” desde finales del
s. xvi.

Las Casas Galera, de principios del siglo


XVII, fueron establecimientos de reclusión
destinados exclusivamente a mujeres. Estas
primeras cárceles femeninas aportan algunas
claves interpretativas para comprender la
concepción que los sistemas punitivos han
mantenido y construido sobre la subjetividad
femenina y su relación con la vulneración de la
norma. Estos centros de reclusión
exclusivamente femeninos tenían una
orientación marcadamente moralizadora cuyos
objetivos estaban dirigidos a corregir la
naturaleza “viciada” de las mujeres.

Las Casas Galera alojaban un número muy


restringido de mujeres, la mayoría eran
recluidas en las Casas de Misericordia que
representaban la pena más utilizada para
castigar a las mujeres pobres, mendigas,
huérfanas, vagabundas y/o pequeñas
delincuentes. Desde su creación hasta inicios
del siglo xix, las Casas de Misericordia
constituían la institución más importante de
reclusión y asistencia de estas mujeres con-
sideradas “desviadas”.

La penalidad del s. xix abandona, como


hemos visto, la finalidad de utilidad social y
defensa de los intereses generales de la
sociedad para irse desviando hacia una
perspectiva de control y reforma psicológica y
moral de los individuos, de la forma en la que
se había estado desarro- liando con los cuerpos
femeninos, aunque manteniendo una
diferenciación de funciones para ambos.

Para mejorar la eficacia de esta penalidad,


se incorporan nuevos elementos en su
aplicación, la prevención punitiva y el concepto
de peligrosidad social. La penalidad pasa a
ejercer un control sobre la potencialidad de los
individuos, es decir, no tanto sobre la legalidad
de los comportamientos de los individuos, sino
sobre lo que pueden hacer, son capaces de
hacer, están dispuestos a hacer o están a
punto de hacer (Foucault, 2003:101-102).
Pero para esta función además, el poder
judicial necesita de toda una serie de poderes
laterales que complementen su función de vigi-
lancia y corrección: instituciones médicas,
psicológicas, psiquiátricas, pedagógicas y
criminológicas para la corrección, y la policía
para la vigilancia (Foucault, 2003). De esta
forma, se deriva un poder epistemológico, un
saber extraído a partir de la observación y
estudio de los individuos, para el cual, las
cárceles, manicomios, escuelas y fábricas son
laboratorios que permiten esta tarea, con el fin
de establecer códigos y modelos de predicción
que establezcan grupos de población para los
cuales se asignan características
determinadas.

A finales del s. xix, la labor multidisciplinar


de la penalidad disciplinaria ha convertido la
criminalidad y su construcción paradigmática,
la de la persona delincuente, en el principal
objeto de estudio de las diversas disciplinas
que junto con la judicial intervienen en su
corrección. Las conductas criminales se
esencializan y se establecen criterios orgánicos
que justifican la delictividad y la conducta
desviada de determinados individuos.
La perspectiva disciplinaria de la penalidad,
junto con los enfoques positivistas de finales
del s.XDC son el caldo de cultivo para lo que
Alles- sandro de Giorgi ha denominado las
sociedades de control aduanal (de Giorgi,
2005) contemporáneas.
Según los criminólogos de la nueva
derecha, el sujeto criminal es un individuo
plenamente capaz de decidir si lleva a cabo o
no un comportamiento desviado. (...) La
elección racional del sujeto desviado se asimila
a un comportamiento económico: el
delincuente potencial, en el momento en
que actúa, se comporta como un actor del
mercado que valora los costes que está
dispuesto a soportar respecto a los beneficios
que está convencido de poder obtener (De
Giorgi, 2005:54).
Esto supondrá que las únicas medidas
posibles ante este tipo de desviaciones
consistirán, según esta visión, en el
endurecimiento de las penas y los castigos, de
manera que estos sean mucho más pesados
(incluso desproporcionados y violentos) que los
beneficios que se pretenden obtener.

El poder disciplinario, productor de


“cuerpos dóciles” (2002) cuya principal
herramienta de disciplinamiento era la
institución carcelaria, deriva, a partir de la
segunda mitad del s. xx, estas funciones hacia
otras estructuras de tratamiento. Ahora bien,
en ambos momentos se mantienen constantes
los puntos de referencia del proyecto
disciplinario: producción de sujetos útiles por
medio de penas útiles (De Giorgi, 2005:51).

La nueva criminología contempla la


conducta delictiva vaciada de los
condicionantes psico-sociales, sin tomar en
cuenta el contexto hostil del sujeto, las
condiciones socio-económicas desfavorables y
las privaciones socio-materiales. En las nuevas
sociedades de control, en consonancia con los
ideales del discurso neoliberal, al sujeto
delincuente se le considera como plenamente
capacitado de tomar elecciones racionales y
por tanto, capaz de realizar una valoración
cuasi económica (costes y beneficios) de sus
conductas desviadas y de la conveniencia de
llevarlas a cabo. El delincuente es ahora la
contrafigura del “hombre hecho a sí mismo”, si
este representa el éxito de aquellos individuos
capaces de superar cualquier contrariedad
para triunfar solo con proponérselo, el
delincuente simplemente ha escogido el
camino desviado en una especie de
maduración racional de sus elecciones
personales.

A la vez, este posicionamiento incide en la


naturalización de estos comportamientos, ya
que si el contexto y las condiciones sociales no
influyen en esta toma de decisiones, cabrá
apuntar que son las capacidades naturales de
las personas las que determinan el éxito o el
fracaso social.
2.2.2. La mujer frente a los sistemas
disciplinarios de control: la ley como tecnología
de género
Las aportaciones de la criminología crítica
feminista, así como los estudios de la
psicología socio-constructivista y
deconstructiva, aportan una nueva perspectiva
criminológica que cuestiona las explicaciones
sexistas de la delincuencia femenina, tanto la
de los primeros positivistas como Lombroso y
Ferrero (1895), como la de los fúncionalistas
entre los que Almeda (2003) destaca a Thomas
(1967) y Pollack (1961).

Cesare Lombroso fue considerado el padre


de la Antropología criminal a raíz de su obra El
Uomo Delincuente, publicada en 1876 y en la
que elaboró una serie de teorías sobre el
comportamiento de los delincuentes y de
tipologías criminales según su conducta. Fue,
junto con su yerno Ferrero, uno de los pocos
que estudió la delincuencia femenina.

Para Lombroso las personas que delinquen


sufren síntomas de anormalidad y peligrosidad
y llevan incorporadas el estigma de la degene-
Esposas nefastas y otras aberraciones

ración; siendo las mujeres que delinquen


especialmente degeneradas 41 ya que, no
solamente violan las reglas legales sino
también las normas sociales de su condición
femenina. Esto las convierte, según Lombroso
y Ferrero, en doblemente peligrosas. Las
delincuentes tienen para estos autores
cualidades de la criminalidad masculina,
además de las peores características
femeninas: astucia, rencor, falsedad;
convirtiéndose así en una combinación
“antinatural" de los dos sexos.

La concepción sexista de la delincuencia


femenina ha sido dominante en la disciplina
criminológica hasta los años 80 del siglo xx.
Las tesis de Pollack (1961) añaden a las
argumentaciones de Lombroso y Ferrero, la
“tesis de la caballerosidad", según la cual las
mujeres seducen a los jueces y policías por lo
que estos se muestran mucho más benévolos
con ellas que con los hombres. Para este autor
las mujeres son falsas y mentirosas debido a
su pasividad sexual que es lo que les induce a
delinquir.

Thomas (1967) por su parte considera que


los deseos básicos de la acción social se
derivan de los instintos biológicos y son
canalizados hacia fines sociales mediante el
proceso de socialización desarrollado en el
seno de la familia. La valoración social de la
mujer está vinculada al papel que desempeñan
como madres, esposas, enfermeras o monjas.
Y

su comportamiento delictivo se produce por


un defecto en su socialización primaria al no
haber aprendido los roles y dinámicas
tradicionales familiares.

Otra visión muy distinta la otorga la jurista


del s. xix Concepción Arenal quien critica las
perspectivas sexistas de la delincuencia
femenina, la cual afirmaba que: Las
costumbres, las leyes, el género de la vida...
concentran en la familia la vida de la mujer...
sus virtudes son domésticas y con gran
frecuencia sus crímenes también; esta
circunstancia puede contribuir a que
aparezcan más graves sin que lo sean en
realidad (Arenal, 1991: 113).
Las concepciones de Concepción Arenal
serán precursoras de la criminología crítica
feminista, que se basará en el cuestionamiento
Esposas nefastas y otras aberraciones

de la naturalización de los comportamientos


desviados femeninos, para mostrar cómo esta
ha servido para justificar la aplicación de
políticas punitivas diferenciadas para las
mujeres. Será a partir de los años 80, con los
escritos de mujeres criminólogas (como Carol
Smart, Pat Carleb, etc.), cuando se empiecen a
integrar los escritos feministas y la “teoría de
los roles sociales diferenciales”, dando una
explicación del porqué de las particularidades
delictivas de las mujeres señalando la
necesidad de diferenciar entre sexo y género.
Las ideas de la criminología feminista, a través
de estudios empíricos, analizan las
características y particularidades de las
prisiones femeninas desde una perspectiva de
género, permitiendo de esta forma hacer
visibles las problemáticas de esta tipologías de
centros o módulos a la vez que se demuestra
que la política penitenciaria que se está
aplicando en estas instituciones es
marcadamente sexista y discriminatoria hacia
las mujeres.

En este sentido, desde el feminismo y su


influencia en la criminología y las ciencias
jurídicas, se inicia un análisis, ya no solo de las
formas de castigo que se infligen a las
mujeres, sino del papel que el derecho y en
concreto el derecho penal ha tenido en la
configuración de la feminidad.
Smart (1992) identifica tres momentos en
la posición feminista respecto al derecho, los
cuales no son lineales sino que han convivido y
conviven: el derecho es sexista, el derecho es
masculino, el derecho es sexuado (Pitch,
2003:255).

La denuncia del derecho como sexista,


supone una redacción legal que discrimina a
las mujeres, negándoles recursos y
reconocimiento de las ofensas que contra ellas
puedan cometerse, actuando de forma no
objetiva y prejuiciosa.

Posteriormente, la crítica feminista al


derecho favoreció una reformulación y/o
promulgación de aquellas leyes de carácter
marcadamente discriminatorio que han pasado
a ser expresadas de forma neutral respecto al
género. Esta reformulación se correspondería
con la crítica al derecho que afirma que el
mismo es masculino.
(...) se ha podido constatar que estas leyes
formuladas de manera neutral se aplican de
acuerdo a una perspectiva masculina y toman
como medida de referencia a los hombres
Esposas nefastas y otras aberraciones

(blancos de clase media) (Larraurí, 1995:12).


Ahora bien, como afirma Pitch, esta
concepción mantiene la rigidez de las
concepciones binarías de lo masculino y lo
femenino, no solo en su oposición rígida y
autoexcluyente, sino sobre todo en lo
monolítico de ambas acepciones, según la
cual, cada una de las categorías no dispone de
diferencias en su interior.

En último lugar, la perspectiva de un


derecho sexuado no exige una categoría fija o
un referente empírico para Varón o Mujer
(Pitch, 2003:256), permitiendo en cambio un
análisis del mismo y sus múltiples estrategias
de conexión entre género y sistemas rígidos de
significación binarios. Se trata de un análisis
que nos permita ver la forma en la cual el
género opera en el derecho y cómo este
produce el género. El derecho queda definido
como uno de los sistemas productores no sólo
de la diferencia de género, sino también de la
subjetividad e identidad a la que la individua
está vinculada y asociada (Pitch, 2003, 257).
Concebir el derecho de esta forma, poniendo
en evidencia sus estrategias de sexuación,
convierten al mismo en una tecnología de
género, que construye a la Mujer, en con-
traposición al Varón y, a su vez, a la Mujer en
particular en sus múltiples vertientes: la Puta,
la Criminal, la Mala Madre, etc.

Como contraposición a lo que Smart


denomina como el momento sexista del
derecho, determinadas propuestas feministas
sostuvieron la necesidad de formular leyes de
carácter igualitario, que fueran aplicadas
indistintamente sobre hombres y mujeres. La
perspectiva de la discriminación da por hecho
que vivimos en una sociedad justa, en la cual
sólo hay que incorporar a las mujeres
(Bodelón, 2009:111), finalidad de las políticas
igualitarias. Este imaginario igualitarista de los
modernos sistemas neoliberales ha provocado
una particular concepción de la autonomía,
según la cual el sistema ofrece los elementos
de triunfo de forma universal y el que no
triunfa es “porque no quiere” o no es capaz de
escoger acertadamente los elementos que lo
conduzcan al éxito.

Por otra parte, la versión más actual del


igualitarismo, responde al momento del
derecho que Smart denomina como masculino
y alude a la materialización de los derechos,
mediante políticas y legislaciones que
promuevan las condiciones básicas para el
Esposas nefastas y otras aberraciones

acceso de todo el mundo a los mismos


derechos, pudiendo incluso elaborarse
legislaciones de carácter positivo, es decir,
aquellas con carácter compensatorio para los
colectivos vulnerables. Ahora bien, estas
perspectivas inciden en el carácter victimi-
zado de las mujeres, requiriendo la
intervención y protección estatal, ante la
dejación de funciones de sus protectores
naturales, padres y maridos, como ocurre, por
ejemplo, en la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas
de Protección Integral contra la Violencia de
Género.

El derecho penal, por su parte, no es un


elemento que funcione de forma
independiente sino que se interrelaciona con
otros sistemas de saber que intervienen en el
control y la creación de subjetividad, entre los
que podemos encontrar de forma destacada la
psicología y las ciencias “psi”. Por este motivo,
la criminología feminista, sobre todo aquella
que ha dudado del papel emancipador del
derecho para las mujeres, junto con las
perspectivas deconstruccionistas y socio-
construccionistas de la psicología, nos servirá
como eje11 de análisis para concebir el
dispositivo del discurso jurídico como creador
de una subjetividad femenina basada en el
tándem bondadosa-víctima/pérfida-culpable.
Como apunta Tamar Pitch (2009), el
derecho penal tiene al menos tres objetivos: en
primer lugar la prevención e inhibición de
acciones lesivas, configuradas como delitos,
mediante la amenaza de pena; en segundo lu-
gar, la construcción de estas acciones como
delito o mal colectivamente reconocido; y, en
último lugar, la incidencia en la esfera social y
cultural para transformar las actitudes o
modelos difusos o potencialmente peligrosos
respecto del fenómeno tipificado como mal
social. Estos dos últimos objetivos harían
referencia al carácter performativo de la ley,
según el cual, los sistemas jurídicos de poder
producen a los sujetos a los que más tarde
afirman representar, produciendo y
escondiendo posteriormente esta creación
mediante un supuesto sujeto “anterior a la ley”
(Butler, 2007).

Por otra parte, la lógica legislativa y sobre


todo la lógica penal, construye una escena
antagónica en la que se enfrentan dos actores,
los cuales quedan desnudados de
connotaciones sociales. Los ofensores y las
víctimas del discurso penal son desnudados de
sexo-género, pudiendo hombres o mujeres,
ocupar cualquiera de los papeles de la
dicotomía. El problema añadido a esta
pretendida neutralidad, es la atribución a las
mujeres del estatuto de víctima, lo cual, por
una parte, implica pasividad y, por otra,
Esposas nefastas y otras aberraciones

individualiza la problemática de género.

Las mujeres acostumbran a ser víctimas de


delitos y no tanto quienes los cometen,
atribuyéndoseles el estatuto de víctima, para
el cual es indispensable la proclamación
continuada de su "inocencia y “pasividad”. En
contraposición, aquellas mujeres que rompan
con este hecho esperado, se las colocará en el
otro lado de la dicotomía, el de las pérfidas.

Por otra parte, el recurso al derecho penal


es problemático para el feminismo al
culpabilizar individualmente al agresor,
eludiendo que este, generalmente, se
encuentra apoyado por un sistema socio-
económico y simbólico que avala y reproduce
las lógicas que permiten su desarrollo en un
contexto patriarcal de “dicotomización”
genérica.

En definitiva, respecto a la cuestión de los


derechos, entendidos estos como aquellos
establecidos por el Estado y sus organismos,
partimos de la concepción de que la libertad y
la autonomía femenina nada tienen que ver
con ellos. Si bien es cierto que para mejorar las
vidas materiales de las mujeres empíricas sería
necesario, no legislar para las mujeres, sino
legislar pora poner fin a los modelos que han
excluido a las mujeres (Bodelón, 2009: 113), la
realidad es que aquellas personas
responsables de modificar estas egislaciones
con frecuencia no tienen la intención de
hacerlo o se encuentran lo suficientemente
constreñidas en sus funciones como para no
lograrlo, al menos de forma amplia.

En este sentido, nos adherimos a las


posturas anti-representativas de feministas
como Judith Butler y Luce Irigarai en la defensa
de la necesidad de oposición a la intervención
estatal en las luchas feministas. Ambas
autoras recalcan que la tendencia defendida
por algunas feministas actuales que buscan el
apoyo y la autoridad del Estado para poner en
práctica objetivos políticos feministas (Butler,
2001) rompen con los esfuerzos por
enfrentarse y desafiar al estado y a su
autoridad que no es más que la autoridad de
quién representa, el poder heteropatriarcaL

Esta idea se relaciona con la clásica


oposición anarquista a la repre- sentatividad.
Esposas nefastas y otras aberraciones

Bakunin, pensador anarquista del s. XDC, ya se


oponía a la participación de los trabajadores en
la política burguesa por considerar que esta
participación fortalecía al propio sistema
explotador de los intereses del proletariado
(Dolgoff, 1976). En este mismo sentido, las
mujeres anarquistas, fueron muy críticas con la
participación política femenina en las
instituciones estatales y en el recurso del
derecho para la consecución de determinados
derechos o prerrogativas.
No es necesario que diga que no me
opongo al sufragio femenino con el argumento
convencional de que no está capacitada para
ello. No encuentro ninguna razón ni física, ni
psicológica, ni mental por la cual una mujer no
pueda tener la igualdad de derecho a votar
que el hombre. Pero esto no me ciega hasta
llegar a aceptar la absurda afirmación de que
¡a mujer conseguirá aquello en lo que el
hombre ha fracasado. (...) asumir que ella
tendrá éxito en purificar algo que no es
susceptible de purificarse, es adjudicarle
poderes sobrenaturales (Goldman, 2008:135).
El éxito de los actuales sistemas
democráticos se ha basado en la creación de
cada vez más sujetos de derechos:
homosexuales, mujeres, inmigrantes, etc. Este
hecho ha permitido que, cada vez más
colectivos, anteriormente expulsados del
sistema, se hayan convertido en adeptos al
sistema, sin obtener además el reconocimiento
del que sigue disponiendo el sujeto legitimado
del sistema social: el hombre blanco,
heterosexual y de clase acomodada.

2.3. LA CONSTRUCCIÓN SEXUAL DE LA VIOLENCIA

(...) en determinados momentos históricos,


los actos de violencia eran el único medio de
oposición a la explotación y ala tiranía (...)
Voltairine de Cleyre (2008)M

La violencia como construcción social


2.3.1.

Basta con que el odio esté lo


suficientemente vivo para que de él se pueda
sacar algo, una gran alegría, no ambivalente,
no la alegría de odiar, sino la de destruir lo que
mutila la vida (Deleuze, 2007:49).
Abordar la cuestión de la violencia desde
un enfoque socio-cons- tructivista supone la
Esposas nefastas y otras aberraciones

deconstrucción de las metanarrativas en tomo


a la cuestión naturalizada del uso de la misma.
Tomar en consideración la violencia como una
construcción social, supone reconocer la
existencia de una versión oficial respecto a la
misma, sobre qué debemos considerar
violencia y qué no.

Dé esta forma la descripción de las


personas que materializan el acto violento
dependerá del status y la posición social que
detenten, pero sobre todo de la capacidad que
tengan sus actos de avalar el sistema im-
perante. En este sentido, podemos entender la
distinción terminológica entre aquellas
acciones legitimadas, como el ataque y la
destrucción por parte de un ejército
imperialista, a las cuales se las suele
denominar como misiones humanitarias,
ofensivas militares, etc. y aquellas acciones
que no gozan de legitimidad simbólica, como
por ejemplo las de ejércitos de liberación,
grupos armados revolucionarios o ‘grupúsculos
antisistema" que suelen ser tildadas de actos
terroristas, matanzas, etc.
Coincidiendo con Domenech e Iñíguez
(2002) podemos concluir que los actos
violentos no lo son en sí mismos y al margen
del contexto socio-histórico en el que se
producen, así como que tampoco los actores
involucrados son homogéneos, sino producto
de estos mismos contextos. Por esta razón, la
interpretación que realizamos de todo ello no
debe ser estática ni constante, sino
contingente y consciente de la afectación
recibida por los recursos interpretativos que
están socialmente disponibles (Domenech e
Iñíguez, 2002) o lo que es lo mismo, por los
discursos hegemónicos en torno a una cuestión
determinada.

La violencia es instrumental, como todos


los medios siempre necesita de una guía o
justificación hasta lograr el fin que persigue. La
violencia que deriva de la injusticia nunca
puede ser un sinsentido, dado que esta brota a
menudo de la rabia, y como advierte Hanna
Arendt, el signo más evidente de
deshumanización no es la rabia ni la violencia,
sino la evidente ausencia de ambas (Arendt,
2005:85). La rabia y la violencia se toman
irracionales o sin sentido cuando se revuelven
contra elementos sustitutorios, por ejemplo
contra alguien más débil a nivel físico o
simbólico, en lugar de ejercerse contra l@s
causantes de la injusticia.
Esposas nefastas y otras aberraciones

La violencia que deriva de la rabia no es un


medio para descargar tensiones emocionales,
sino que bajo ciertas circunstancias, la
violencia -actuando sin argumentación ni
palabras y sin consideración a las conse-
cuencias- es el único medio de restablecer el
equilibrio en la balanza de la justicia (Arendt,
2005: 86). Frente a hechos de injusticia lo que
realmente resulta aterrador es el
distanciamiento, el apaciguamiento, la ecuani-
midad, la tolerancia con el fin de preservar un
orden ajeno, en la mayoría de los casos, a los
intereses de quienes muestran tal
incomprensión ante el sufrimiento propio o
ajeno. Ahora bien, la rabia y la violencia no son
reacciones automáticas ante el sufrimiento,
sino que derivan de la convicción de que las
causas generadoras de tal sufrimiento podrían
modificarse o prevenirse y no se modifican,
erigiéndose la injusticia. En estos casos la
violencia es el medio más inmediato y rápido
para oponerse a tal injusticia o situación
reprobable (Arendt, 2005).

De esta forma, en el actual sistema social


se suceden, ante cualquier conflicto, disturbio
o revuelta, multitud de debates y análisis con
la pretensión de averiguar o explicar las causas
de tales acontecimientos y predecir futuros
desórdenes, aunque, por otra parte, a nadie le
alarma el estado de extrema docilidad y
conformismo de la población ante la injusticia
social y los hechos intolerables de opresión,
incluso cuando estos amenazan, no solo la vida
de otrxs, sino la propia. No parece generar
curiosidad científica el hecho de que ante
terribles actos de violencia institucional o
estructural la población no reaccione de forma
violenta. Como hemos visto anteriormente, la
peligrosidad social se convirtió a partir de la
instauración de las sociedades disciplinarias de
control en el principal objeto de estudio. Las
conductas disruptivas o subversivas del orden
pasan a ser observadas con el fin de
establecer perfiles “problematizados”.

2.3.2. Dicotomía de género y roles


diferenciados
No hay ningún "ser” detrás del hacer, del
actuar, del devenir, “el agente" ha sido
ficticiamente añadido al hacer, el hacer es
todo.
(Nietzsche, 2005:59)
La dicotomización intergenérica supone, en
primer lugar, el establecimiento del dimorfismo
sexual como base para la creación de compor-
Esposas nefastas y otras aberraciones

tamientos socio-culturales asignados por esta


distinción naturalizada. Por otra parte, esta
dicotomización implica una distribución
desigual y jerarquizada de los
comportamientos que se asignan a cada uno
de los géneros. En este sentido el uso de la
violencia conforma uno de los elementos
principales en la construcción de la identidad
heteropatriarcal, necesario para el
mantenimiento del orden social.
Apenas nacido el bebé, quedará adscrito
por imperativo social, a un norfismo sexual
determinado: esta adscripción fundamentada
en los norfismos sexuales que se han ido
produciendo paso a paso en el vientre materno
(...) y que han estado enfuncionando
to< as
así a ¡o
largo de la evolución ^ Ias sociedades
humanas. (Fernández Sánchez, J, 2004: 42).
En este sentido cabría destacar las
controversias visibilizadas por los estudios
queer1* respecto a la asunción acrítica del
dimorfismo sexual como imperativo único. El
dimorfismo sexual como dato natural e
inmutable ha sido ampliamente discutido por
los estudios queer desde finales de los 80’s,
bajo la premisa de situar al cuerpo como un
construc- to social donde se imbrican factores
biológicos, sociales y simbólicos.

De esta forma se rompe con la tendencia


cartesiana en la que volvía a incidir la
distinción sexo/género, la cual supone la
escisión categórica entre conciencia y cuerpo
que ha servido históricamente para justificar la
dominación de las personas identificadas como
mujeres. La diferencia sexual se establece a
partir de la supuesta observación objetiva de
los órganos sexuales, ahora bien, esta
observación se encuentra condicionada por la
limitación que supone la idea reduccionista de
la relevancia sexual de aquellos órganos que
participan directamente en el proceso
reproductivo.

Para fundamentar la distinción dicotómica


intergenérica, la teoría educativa,
pretendiendo encontrar los fundamentos de los
comportamientos diferenciados entre hombres
y mujeres, se ha valido frecuentemente de la
Teoría de la Socialización de los roles sexuales.
Según este modelo, los adultos enseñan a lxs
niñxs los comportamientos que por designio
sexual le corresponden, eludiendo contemplar
el papel activo del niño como observador y
reproductor del modelo de organización del
que forma parte. Por otra parte, este modelo
tampoco acepta que el niño está implicado en
el mantenimiento y construcción del mundo
social a través del acto mismo de su
reconocimiento y aprendizaje de sus prácticas
discursivas (Davies, 1994:24).
Esposas nefastas y otras aberraciones

Los conceptos psicológicos de ‘rol” y


“estereotipo" han sido empleados por ciertos
estudios feministas para explicar el
comportamiento de mujeres y niñas de forma
unitaria, las cuales, según estas perspectivas,
son producidas como individuos “pasivos”,
"débiles" y “dependientes” a causa de su
dependencia económica, su impotencia social
y su debilidad física.

Desde esta perspectiva, la normativa


hegemónica de género supone para las
mujeres la construcción de su feminidad
basada en la pasividad y el pacifismo, en
contraposición a lo masculino que se presenta
como impulsivo, fuerte y violento.

De la misma manera que el Estado goza del


uso monopolizado y legitimado de la violencia,
mientras que las violencias defensivas de otros
grupos sociales oprimidos son condenadas y
penadas, las violencias de las mujeres
disponen de menor legitimidad debido a su
estatuto victimi- zado, el erial implica para
ellas la conformación en su papel de victimas o
bien la interpelación al proteccionismo estatal
o masculino. Desde esta perspectiva, es
necesario tener en cuenta que aunque la
violencia no es patrimonio innato de un sexo,
en el actual sistema de valores hete-
ropatriarcal se encuentra profundamente
“generizada”, otorgándose su uso prioritario a
los hombres, para los que el uso de la violencia
supone incluso el cumplimiento de su propia
normativa de género.

La masculinidad y la feminidad no son


propiedades de los individuos, sino que
surgiendo y condicionando la acción social, son
propiedades estructurales de nuestra sociedad.
Los sexos genético-hormonal y genital no están
necesariamente conectados pero, a pesar de
esto, en el lenguaje solo encontramos términos
bipolares: masculino/femenino,
pasivo/violento, etc. Las palabras son
bipolares, no así los individuos (Da- vies,
1994:29) Como apunta Max Stimer (2007),
cuando el yo despierta a la conciencia, es
decir, cuando mediante por ejemplo el ejercicio
de tecnologías como el “cuidado de sí" logra
vislumbrarse en una maraña de constricciones
sociales, se encuentra cautivo en una red de
conceptos generales que disponen de fuerza
normativa, con los que el sí mismo interpreta
su existencia, carente como está de nombres y
conceptos.
Esposas nefastas y otras aberraciones

En contraposición a la esencia única, fija y


coherente de los discursos humanistas, el
postestnicturalismo nos propone una
subjetividad precaria y contradictoria que se
va reconstituyendo en el discurso cada vez
que hablamos (Weedon, 1987:33)

2.3.3. Dicotomía de género en el uso de la


violencia: El sexo débil(itado)
Para entender la pervivencia de las
violencias contra las mujeres así como la
imposibilidad o el veto al uso de la violencia
por las mujeres o al ejercicio no normativo de
su feminidad, es necesario tener en cuenta la
importancia que tienen en su justificación los
procesos de naturalización y normativación
antagónica de los géneros y sus relaciones. En
este sentido, algunos de los rasgos
conformadores de la feminidad y de la mascu-
linidad intervienen directamente en la
perpetuación de tales dinámicas violentas y
para combatirlas es necesario un análisis
deconstructivo en tomo a estos discursos
conformadores de identidad.

Para asegurarse de que es un Hombre, el


macho también debe asegurarse de que la
hembra es verdaderamente una Mujer, lo
contrario de un Hombre (Solanas, 2008:58). En
este sentido, la posición subalterna femenina
se basa en una serie de mitos “naturalizantes"
en tomo a la feminidad que convierte a las
mujeres en blanco de las violencias de género,
en cuerpo pasivo receptor de violencia en
contraposición al cuerpo masculino ejecutor.
Estos mitos respecto a la feminidad incluirían
la contemplación de las mujeres como
“propiedad de”; individualidades no completas
o con falta; objetos, cosas o cuerpos y, por
último, sujetos débiles y pacíficos excluidos del
ejercicio de la violencia y necesitados de
protección (Biglia, 2005). Estas creencias
normativizan las violencias de género
convirtiéndolas en hechos normalizados en
base a la naturalización de tales preceptos.

En primer lugar, la constitución social


heteronormativa basada en la familia nuclear
convierte a las mujeres en seres propiedad de,
primero del padre, posteriormente del marido,
utilizando a las mujeres como bienes de
cambio. En este mismo contexto, la
normativización de la maternidad supone la
excepcionalidad de la inclusión de la mujer en
el mundo del trabajo remunerado, hecho que
Esposas nefastas y otras aberraciones

supone la naturalización del trabajo doméstico


y del cuidado en manos femeninas. Este hecho
justifica la mayor precariedad laboral
femenina, las desigualdades en este ámbito y
la dependencia económica de las mujeres
hacia los hombres con los que conviven, con la
consecuente vulnerabilidad que ello conlleva
ante casos de violencia en este contexto
.En segundo lugar, la falta femenina
supone la búsqueda de la emancipación
mediante la unión con un hombre, elemento de
sujeción y com- plementariedad. Mientras que
la masculinidad no necesita de comple-
mentariedad, la feminidad se orienta a la
búsqueda constante de la media naranja en un
hombre, en un contexto de heterosexualidad
obligatoria.

Por otra parte la cosificación del cuerpo de


las mujeres supone también una
transmutación de los mismos en soporte físico
de agresiones.

El cuerpo femenino ha sido adorado,


utilizado (como adorno, reclamo publicitario,
etc.) y construido en función de los deseos
masculinos. Esta cosificación supone la
ineludibilidad del dominio sobre lo inerte, sobre
aquello sin subjetividad propia y justifica la
culpabilización ante la violencia sexual (por
provocación) y la convivencia conflictiva de
muchas mujeres con su propio cuerpo, hechos
que constituyen en sí mismos formas de
violencia de género.
Esposas nefastas y otras aberraciones

Por último, la construcción de una identidad


femenina frágil, débil y victimizada así como la
negación a las mujeres a la posibilidad de usar
la violencia son factores cruciales para la
perpetuación de las violencias de 51 género y
la culpabilización de las mujeres que
subvierten la imposición de la pasividad
femenina. De hecho, la construcción de la
violencia es muy diferente entre niños y niñas.
De esta forma, mientras que la violencia
masculina es transformada, prácticamente en
una cualidad positiva, las niñas violentas son
descritas con terminología sexualmente
peyorativa como “marimacho”

El género femenino se define como el “sexo


débil” en cuanto a la supuesta inferioridad
física de las mujeres generalizándola a la
totalidad de su persona. En este sentido
muchos ejemplos pueden contradecir esta
creencia: desde la participación de mujeres en
grupos armados mixtos como la Angry
Brigade“ o específicamente femeninos como
las Rote Zora17, hasta las mujeres trabajadoras
del sexo que desarrollan prác-

ticas de supervivencia tras procesos


migratorios y de desventaja social mucho más
vulnerabilizantes que las de los varones y que
a pesar de esto, desde diversos organismos
institucionales y ciertos feminismos, se sigue
incidiendo en su papel de víctimas.

Esta percepción de la mujer como sujeto


frágil permite, en parte, la negación de la
agencia mediante la victimización y la
irresponsabili- zación, el miedo y la amenaza
constante de agresiones como forma de
control social, convirtiendo a las mujeres en
seres todavía más dependientes de la
protección masculina o estatal.

Esta dicotomización según la cual las


mujeres son seres pasivos frente a la
"irrefrenabilidad" de los arrebatos y las
agresiones masculinas, debilita a las mujeres,
y en contraposición engrandece las
capacidades masculinas. Valga como ejemplo
la constante amenaza de la violencia sexual y
la violación para controlar los movimientos y la
libertad deambulatoria de las mujeres
sirviendo también como medida de coerción de
la libertad sexual.
Esposas nefastas y otras aberraciones

Ahora bien, estos mitos no solo perviven en


el imaginario social sino que además son
sustentados e incluso reclamados desde
ciertas tendencias feministas, como aquellas
amparadas bajo el apelativo de 'feminismo
cultural* o el "ecofeminismo", los cuales,
establecen a la mujer como la quintaesencia
de la bondad y el pacifismo gracias a su unión
privilegiada con la naturaleza.

En este mismo sentido, la negación de la


posibilidad del uso de la violencia impuesta a
las mujeres ha permitido, todavía más,
enfocarnos hacia la pasividad y, al mismo
tiempo, reprimir y sancionar cualquier
comportamiento que se oponga a esta
imposición identitaria. La violencia femenina es
considerada ilegítima, sobre todo si la misma
se dirige a defenderse o atacar a un hombre,
ya que como dice Virginie Despentes todo está
escrupulosamente organizado para garantizar
que ellos triunfen sin arriesgar demasiado
cuando atacan a mujeres (Despentes,2007:41),
lo cual supone un estado de absoluta
inoperancia e inferioridad.

El uso de la violencia por parte de las


mujeres, incluso en los casos en los que la
misma se utiliza para defenderse de una
agresión, convierte a las mismas en
representantes paradigmáticas de una
feminidad desequilibrada, encarceladas y
medicalizadas, en muchos casos por poner fin
a una situación que amenazaba sus propias
vidas, en sentido estricto.

Como apunta Teresa Cabruja, las


construcciones de la feminidad han basculado
desde la “histeria” de las mujeres, como
esencia de lo femenino a partir de la
emocionalidad, la irracionalidad, la teatralidad
y el tan popular "nerviosismo” hasta su
reverso de maldad, perversión y de cálculo,
producto de la misma mistificación de
cualidades seductoras o de sexualidades
peligrosas (2009:129). Estas expresiones de la
feminidad cuestionan las bases mismas del
androcentrismo de nuestras sociedades,
basadas en características fundadas en la
racionalidad, el equilibrio y el orden. Estas
expresiones de la feminidad no tienen un
sentido único y lineal sino que, en muchas
ocasiones, estas posiciones son elaboradas
como prácticas de resistencia o de
configuración de feminidades alternativas o
representan malestares en relación con la
adscripción rígida y normativa a su normativa
de género.
Esposas nefastas y otras aberraciones

Eludir un análisis no individualizado o


psicopatologizado de estas posiciones, permite
la naturalización de estos comportamientos,
quedando adscritos a la esencia femenina,
cuando esta sobrepasa los límites sociales,
víctima de un fracaso en su socialización que
debe ser tratado y constreñido por instancias
médicas, educativas o punitivas. La tarea
deconstructiva (...) necesita de
transformaciones que involucren desde lo
económico hasta la producción de nuevas
significaciones imaginario- sociales (Cabruja,
2009:134) haciendo emerger el carácter
construido y constituyente de tales posiciones
subversivas, voluntaría o accidentalmente, de
los significados socialmente disponibles en los
sistemas an- drocéntricos y patriarcales.

En el tema que nos ocupa, el no


reconocimiento de la legítima defensa a
mujeres que agreden a sus agresores o la
estigmatización de aquellas que reaccionan,
por inadecuación o sufrimiento, a los valores
de su género, supone una sospecha respecto a
la veracidad del testimonio sobre la violencia
ejercida contra ellas. En caso de que la
violencia no sea fruto de una defensa contra
un agresor directo, ignorar los condicionantes
sociales y simbólicos que pueden haber
influido en el hecho, presupone la inocuidad de
los valores de género y su cumplimiento,
haciéndolos parecer como posiciones a libre
disposición de sujetos capacitados para la
acción plenamente autónoma en contextos
genéricamente no condicionados.

La mujer iracunda se gana el rechazo y el


desprecio de todo el mundo, incluido las
propias mujeres (Cabruja, 2007:166). Expresar
la rabia supone para las mujeres ser
estigmatizadas en etiquetas sociales
disponibles: “brujas", “castradoras”,
“cortapollas", “malfolladas”, etc. Expresar
sentimientos de rabia genera frecuentemente
una gran culpabilidad en las mujeres, no solo
ante el temor de ser tratadas de forma
peyorativa, sino también ante la posibilidad de
estar atentando contra la feminidad y el
sustento de la misma: las relaciones afectivas
(Lagarde, 2012).
Esposas nefastas y otras aberraciones

3. Fundamentación
Metodológica

3!. CONCEPCIÓN DEL DISCURSO

La concepción foucaultiana del análisis del


discurso, percibe el discurso como una práctica
social para la que pueden definirse sus condi-
ciones de producción. En este sentido, el
discurso no es algo independiente, sino que
está en relación con el contexto de producción
en el que este se desarrolla. Este contexto de
producción es lo que Foucault concibe como
‘formaciones discursivas”, las cuales forman un
un haz complejo de relaciones (Foucault, 2001.
122-123) con fuerza normativa.

Esta concepción del discurso nos invita a


abandonar la consideración del discurso como
conjunto de signos que son representación de
una realidad, para situamos en una concepción
según la cual, los discursos o prácticas
discursivas forman, en cada época
determinada y en cada grupo social, los
objetos de los que hablan.
Por otra parte, y desde un análisis
interindividual, cabe señalar la importancia de
la teoría de los actos de habla de J.L. Austin,
pudiendo afirmar también que, para el caso
que nos ocupa, el lenguaje jurídico de una
sentencia dispone de un carácter performativo,
en el sentido que produce aquello que dice en
equivalencia a lo que Austin denomina como
actos de habla ilocucionaríos. Austin distingue
entre actos de habla “ilocucionaríos" y actos
de habla ‘perlocucionarios’, siendo los pnmeros
aquellos que cuando dicen algo, hacen lo que
dicen, mientras que ¡os segundos son actos de
habla que producen ciertos efectos como
consecuencia, al decir algo se derivan ciertos
efectos (Butler, 2004:18).

Esta noción de discurso nos permite


desenmascarar el carácter constitutivo y
constituyente de las prácticas discursivas, asi
como quiénes o qué, entidades o estructuras
están autorizadas en cada momento
determinado para producir efectos discursivos,
condicionando las prácticas sociales y los
significados y lugares socialmente disponibles
para ser ocupados para aquellxs que formamos
parte.

¿Quién habla? ¿Quién tiene derecho a


emplear esta clase de lenguaje? ¿Quién recibe
del discurso su singularidad, prestigio y de
quién recibe su presunción de verdad?¿Cuál es
el estatuto de los individuos que tiene el de-
Esposas nefastas y otras aberraciones

recho reglamentario o tradicional, de


pronunciar este discurso? (Foucault, 2001: 82)

3.1.1. Sujeto que emerge de esta


concepción
Yo no he negado, lejos de eso, la
posibilidad de cambiar el discurso: le he
retirado el derecho exclusivo e instantáneo a
la soberanía del sujeto.
(Foucault, 2001: 350-351)
El dispositivo es una red de relaciones que
comprende elementos discursivos y no
discursivos (instituciones, instalaciones
arquitectónicas, enunciados científicos, etc.) en
la cual se produce una forma determinada de
poder y de configuración del saber que hace
posibles determinados efectos de verdad y
realidad, invalidando, prohibiendo y
denostando otros. Estos dispositivos, en este
caso el dispositivo del lenguaje jurídico,
dispone determinadas formas de subjetividad,
organizando las formas de experiencia de
acuerdo a unas condiciones de posibilidad
definidas históricamente (García Fanlo, 2011).

En cada momento histórico se definen


distintos tipos de subjetividad teniendo en
cuenta, además, que no todos los individuos
circulan por la totalidad de la red ni realizan el
mismo recorrido. De esta manera, en el sujeto
identificado como mujer, las leyes inscritas en
los cuerpos variarán históricamente: si el uso
de corsés moldeaban las figuras femeninas en
el s. xvin y las formas redondas o robustas
eran bien recibidas en los cuerpos femeninos,
actualmente la corpulencia, la potencia o las
abundancias en un cuerpo femenino se
enfrentan con el desagrado (Bartky, 1994: 67).

De esta forma quien enuncia no es


considerado en sí mismo como una forma de
subjetividad, sino como un lugar que puede ser
ocupado de forma intercambiable por cualquier
individuo.

Partimos de una concepción según la cual


las prácticas discursivas constituyen a los
sujetos, mediante la repetición, más o menos
ritualiza- da, a lo largo del proceso histórico.
Ahora bien, esta historia es ocultada
presuponiendo un carácter esencial de la
realidad, de la misma forma que lo son las
prácticas desestabilizantes de los individuos
que se resisten a permanecer en lugares
normativos.
Esposas nefastas y otras aberraciones

Esta concepción de la formación de la


subjetividad en el discurso nos permite
entender que las mujeres no son sujetos
unitarios cuya posición es única, sino que se
forman como un nexo de subjetividades,
dentro de las relaciones de poder en constante
desplazamiento que las hace a veces fuertes y
a veces indefensas (Walkerdine, 1981:14)"

3.2. ANÁLISIS DEL DISCURSO

El análisis del discurso foucaultiano es una


metodología que nos permite desenmascarar e
identificar prácticas discursivas que, en ese
haz complejo de relaciones, constituyen y son
constituyentes de las subjetividades que se
ponen en juego en un contexto determinado.
Siguiendo la definición amplia de Lupicinio
íñiguez y Charles Antaki, el análisis del
discurso estudia la incidencia de estas
prácticas en el presente, su mantenimiento y
su carácter normativo (Iñiguez, y Antaki,
1994).

Las leyes y las normas sociales codifican y


prescriben nuestro comportamiento y, de esta
forma, cuando establecen aquello que está
prohibido, complementariamente definen
aquello que está permitido.
En este caso, la creación legislativa de una
contrafigura femenina que vulnera la ley,
formal y de género, establece las condiciones
para la creación de una feminidad hegemónica
y autorizada. La ley y su castigo sirven de
advertencia normativa para el resto de
mujeres que presencian el castigo penal y
social que se les otorga a las que incumplen.

Entonces, la ley es un dispositivo desde el


momento en que no afecta únicamente a las
personas que forman parte de determinada
comunidad, sino que, en relación con otras
instituciones, establece legítimos e ilegítimos,
posibles e imposibles, condicionando las
prácticas sociales de todos los miembros de la
sociedad.
Esta última afirmación nos conduce
también a una cuestión clave, la
interdependencia de los discursos, la
intertextualidad. La idea de que los discursos
no son formaciones independientes sino que
dependen y conviven en relación con otros
discursos a los que condicionan y por los que
se ven condicionados.

Perspectiva crítica y transformadora:


problematización y espacios de libertad
Podríamos considerar que el discurso es el
lenguaje condicionado por las estructuras
sociales, entendiendo estas últimas, como
sistemas de reglas colectivas que estructuran
el comportamiento. La ideología de los
Esposas nefastas y otras aberraciones

discursos estructurales interpela a los


individuos para convertirlos en sujetos
sociales, adheridos a las prácticas socialmente
disponibles. Pero a su vez, estos mismos
sujetos generan resistencias y adhesiones a
estos discursos, modificando de esta forma las
estructuras de las que forman parte.
Esta postura nos permite vislumbrar las
posibles complicidades que los individuos
establecen con los discursos del poder,
abriendo además la posibilidad de
transformarlos, en contraposición a
determinados po- sicionamientos que
establecen al sujeto como inoperante frente a
las imposiciones de los discursos hegemónicos
de la estructura social.
En este sentido el Análisis Crítico del
Discurso es un tipo de investigación analítica
sobre el discurso que estudia primariamente el
modo en que el abuso del poder social, el
dominio y la desigualdad son practicados,
reproducidos, y ocasionalmente combatidos,
por los textos y el habla en el contexto social y
político (Van Dijk, 1999:23).
Esta práctica de análisis del discurso nos
permite concebir al mismo desde una posición
situada, un lugar de compromiso y activismo,
expli- citando nuestro posicionamiento, en
contraposición con la perspectiva de la ciencia
positivista occidental, basada en la idea de la
existencia de una Realidad a desvelar a partir
de una metodología (el método hipoté- tico-
deductivo) que nos permite predecir su
funcionamiento/actuación en el futuro (Biglia y
Bonet, 2009).

Para añadir la perspectiva crítica al análisis


nos vamos a valer de varias herramientas
entre las que destacamos la figura enunciada
por Foucault de la problematización. La
problematización de Foucault alude a la
necesidad de abandonar las evidencias,
convirtiendo en problemático aquello que
hasta el momento resultaba claro, evidente e
indiscutible. La problematización nos invita,
principalmente a vislumbrar de qué forma y en
qué momento aquello evidente se ha
configurado como tal, mediante qué
mecanismos, bajo qué premisas y quién ha
estado autorizado o beneficiado en ello.

Esta tarea “problematizadora” convierte el


ejercicio analítico en una molestia, no solo
hacia la investigadora, sino sobre todo, hacia
los sistemas de poder que se benefician y
legitiman a partir de la evidencia y de la
“irrefutabilidad" de sus preceptos.

Deconstrucción de polaridades
La deconstrucción nos sirve como
Esposas nefastas y otras aberraciones

herramienta para desvelar la construcción


histórica de los conceptos y metanarrativas en
tomo al genero. La deconstrucción nos puede
permitir mostrar el carácter contingente e
histórico de los discursos, analizando las
metanarrativas o esquemas culturales
globales, trascendentes y totalizadores
(Lyotard, 2004).

Entonces hablamos de deconstrucción en el


sentido de identificar y someter a análisis los
ocultos e implícitos que, generando guias
políticas y morales, conforman las bases del
pensamiento occidental. Utili- zainos entonces
la deconstrucción en un doble sentido; por una
parte en el sentido 'derridiano" como forma de
analizar los conceptos y el lenguaje occidental;
y por otra parte en el sentido foucaultiano, en
el sentido de vislumbrar la construcción de
categorías de conocimiento y la participación
de la ciencia y de los discursos considerados
objetivos en las relaciones de saber/poder.

Una de las bases de la racionalidad


occidental es la organización del discurso en
base a estructuras binarias, la percepción de la
lengua como sistema de signos o significados
que se caracterizan en virtud de sus
diferencias. De esta forma, la construcción
binaria y jerarquizada de las categorías de
género es uno de los rasgos que intentaremos
deconstruir a lo largo del análisis:
hombre/mujer, violento/pacífica, mujer buena/
mujer mala, subversiva/ constreñida, etc.
observando que las posiciones son lugares
disponibles y que, como ya hemos apuntado
anteriormente, los sujetos no se configuran de
forma lineal y absoluta.

Desde la perspectiva foucaultiana del


análisis del discurso, podemos establecer los
siguientes focos de análisis que ordenarán el
análisis jurisprudencial:
• Qué tipio de subjetividad se está
creando, desde el discurso jurídico, sobre las
mujeres que agreden a sus amantes,
compañeros o parejas sentimentales
masculinas. Debido al carácter binario del
discurso occidental, esta contrafigura
piermitirá la emergencia de la figura
autorizada de la feminidad hegemónica. En la
configuración de esta subjetividad femenina
tendremos en cuenta tanto las imposiciones y
constricciones del discurso jurisprudencial que
interpolan a los cuerpos femeninos, como las
resistencias elaboradas por los mismos piara
combatirlas.
3.3. De qué forma se auto-legitima el discurso
jurídico y qué prácticas ritualizadas invoca que
le otorgan validez 1 para la práctica perfor-
mativa de género. TÉCNICA DE RECOPILACIÓN DE
LA INFORMACIÓN

Todas las sentencias fueron extraidas del


buscador de jurisprudencia del Consejo
General del Poder Judicial19 . Las sentencias
fueron seleccionadas a partir de la revisión de
la jurisprudencia de la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo para casos de delitos de
lesiones, homicidio y asesinato, resueltas entre
el 1 de enero de 2007 y el 12 de diciembre de
2011. Se buscaban que las acusadas fueran
mujeres y las victimas hombres y que no
participaran en la agresión otras personas,
fueran estas hombres o mujeres. Se utilizaron
los filtros por fecha, tipo- logia de delito y
jurisdicción. Los conceptos clave fueron
introducidos en el filtro ‘texto a buscar". Estos
conceptos utilizados para la búsqueda
significativa fueron: parentesco, dolo,
eximente, alevosía.

1De qué forma se produce la enunciación para cumplir con las exigencias que se
auto-atribuyen los enunciadores de los discursos legislativos: racionalidad, objetividad
y universalidad.
El resultado fue que en la mayoría de las
sentencias encontradas (10 de 12) las
agresiones eran cometidas por mujeres contra
sus parejas o exparejas, en todas y cada una
de ellas, incluso las dos sentencias en 63 las
que no existía ni había existido vínculo afectivo
de ningún tipo, las mujeres alegaron eximentes
o atenuantes que daban por supuesto la
existencia de violencia habitual contra ellas o
bien una o varias agresiones previas por parte
del varón.

El número de sentencias escogidas se


estableció previamente en un marco de entre 5
y 10, dentro del cual fueron escogidas 9
sentencias.

Debido a que el fenómeno estudiado, el uso


de la violencia por parte de las mujeres, es un
fenómeno minoritario, se decidió escoger una
muestra lo más representativa posible, de los
resultados totales obtenidos.
La representatividad numérica de las
sentencias estudiadas no era un criterio de
especial relevancia, puesto que no se trata
tanto de esclarecer la Verdad sobre el
fenómeno de la legítima defensa, mostrando la
arbitrariedad y las situaciones de indefensión
femenina que se producen a causa de la
aplicación de un derecho fuertemente
sexuado, como d* ver cómo se construyen las
subjetividades femeninas a partir del discurso
legislativo y la ocultación de este hecho
mediante la constante referencia a la
representatividad.
4. La lectura minuciosa de las
sentencias, mediante la técnica decons-
tructiva, permitió la emergencia de los
preceptos normativos que han configurado el
análisis, constituyéndose así una teoría
fundamentada, en el sentido de aquella que
emerge de los datos observados.El discurso
jurídico como creador de subjetividad
femenina: esposas nefastas y otras
aberraciones

4.1. ESPOSAS NBPASTAS T OTKAS


ABBKmACIONBS

(los hombres) Piensan, alegres


imbéciles, que ese combate es igualitario
(Virginie Despintes. 2007: 41)

Siguiendo la doble capacidad del


poder establecida por Foucault, según la
cual el poder no únicamente prohíbe o
constriñe determinados
comportamientos, sino que además
permite otros en contraposición y hace
surgir resistencias en los individuos
interpelados por éL creando nuevas
formas de subjetividad, hemos
establecido tres puntos clave P«*
aproximarnos a la feminidad que se
construye desde el discurso legislativo.
Tras la lectura detenida de 9 sentencias
se ha procedido a extraer los ocultos, es
decir aquellos valores tácitos que solo
pueden hacerse emerger mediante la
estrategia de la deconstrucción y la pro-
blema tuación. En este sentido, hemos
establecido los valores en forma de
enunciados normativos divididos entre:
aquellos comportamientos penados para
la feminidad, aquellos comportamientos
permitidos a la feminidad y las
resistencias que las mujeres elaboran,
consciente o inconscientemente, para
contraponerse a la constricción sexuada.
Debemos aclarar que, como veremos más
ai leíante, el hecho del cumplimiento del rol o
comportamiento asignad ' no supone eludir el
sufrimiento y que además este, no solo viene
det<: minado por el sistema judicial en forma
de penas, sino que el sistema hi N ropatriarcal
dispone de múltiples mecanismos de castigo
para las mu íes.

En este sentido, el sistema penal construye


relaciones de subordinación, construye género
y esto lo puede hacer discriminando o
igualando. Todo ello no significa que las
mujeres sean los sujetos peor tratados por el
sistema penal, sino que el sistema penal
refuerza una determinada identidad del ser
social mujer que se suma a otras relegaciones
(Bodelón, 2003:451)
En todo caso, no se trata tanto de
establecer la concurrencia o no de las
eximentes en las sentencias estudiadas, ya
que como ya hemos apuntado, la autora no
cree que la reconfiguración del sistema penal
según parámetros feministas, sea ni posible ni
deseable, por motivos que explicaremos con
más detalle en la conclusión. Se trata más bien
de establecer qué feminidad quiere construirse
a partir de un discurso de poder performativo,
como el legislativo, de qué forma se auto-
legitima el órgano enunciador y qué prácticas
de resistencia elaboran las mujeres contra esta
constricción productora de género.

4.1.1. ¡Esta puta me quiere apuñalar!


Prohibiciones para la feminidad,
comportamientos penados

Las mujeres no deben mostrarse de forma


excesiva
La cuestión del exceso es observada en la
mayoría de denuncias estudiadas. Los
repudiables excesos (STS 1471/2011, p.5)
hacen alusión principalmente a la
proporcionalidad entre el ataque recibido y la
reacción defensiva, configurándose el exceso
en tanto que uso de arma demasiado lesiva y
desproporcionada en comparación con el
ataque recibido.

Las sentencias favorables al


reconocimiento de la eximente completa de la
legitima defensa, contradicen las sentencias
dictadas por los juzgados provinciales, los
cuales habian denegado la misma,
atribuyéndole solo la eximente incompleta
precisamente por el mismo motivo, la des-
proporción o el exceso intensivo en el arma
empleada.

El Tribunal Supremo en la sentencia STS


3922/2009 afirma que la racionalidad o
proporcionalidad del medio defensivo
empleado exige para su debida valoración
establecer la relación entre la entidad del
ataque y de la defensa (proporcionalidad), y
determinar si la defensa sobrepasó o no la
intensidad y grado necesarios para la
neutralización del ataque (exceso intensivo o
propio) (cursiva: STS 3922/2009, p. 3).
En ocho de las sentencias analizadas las
acusadas ejecutan la acción lesiva con un
cuchillo, normalmente de cocina. La restante
se vale de una mancuerna de las que utilizaba
la victima para hacer ejercicios de
musculación. De hecho, de los seis atestados
policiales anteriores al hecho que provoca la
denuncia y el posterior proceso judicial de la
STS 1471/2011, tres de ellos son por
agresiones perpetradas por parte del 67 varón
contra la acusada, Susana y los otros tres
registran agresiones en las que la acusada dice
defenderse de los ataques previos de su
‘compañero" sentimental. En los tres atestados
policiales en los que participa lesivamente, la
acusada Susana, utiliza un arma blanca.

Estos hechos, así como el relato de las


abuelas que explican como usaban objetos
punzantes en los autobuses (como tijeras de
coser o agujas) para no ser agredidas por los
hombres en las aglomeraciones, nos ayudan a
entender que quizás el carácter excesivo del
medio empleado se refiera a estándares que
no se corresponden con la subjetividad cons-
truida para las mujeres, asi como tampoco
resultan válidos para defenderse de las
violencias que ellas sufren de forma especifica.

Variables como la corpulencia, las


posibilidades de defenderse del varón en los
mismos parámetros, etc. no son contemplados
en ninguna de las sentencias, excepto en una,
en la cual la valoración de la fuerza del varón
va en detrimento de la propia acusada.
Remedios, la acusada de la STS 6340/2011, y
su hija habían sufrido durante treinta y cinco
años los malos tratos físicos y psíquicos por
parte de la víctima, tal y como reconoce el
magistrado. Con la finalidad de acabar con
esta situación.

Remedios ataca al varón mientras este está


desprevenido (tumbado en la cama) con una
mancuerna de las que este utiliza para hacer
ejercicios de musculación.

El hecho de no declararse probado el hecho


de que él se defendiera cosa que hubiera
provocado que la acusada presentara algún
tipo de herida, puesto que la víctima era un
hombre fuerte (STS 6340/2011, p. 3), refuerza
el carácter sorpresivo de la agresión y la
inexistencia de los requisitos indispensables
para apreciar legítima defensa, tales como la
necesidad de defensa ante agresión ilegítima,
puesto que esta no se había dado en ningún
momento previo, aunque sí durante los treinta
y cinco años anteriores. La acusada es
condenada a quince años de prisión por
asesinato, al contemplarse que existe dolo
homicida y alevosía. La fortaleza del agresor,
en lugar de atender a la lógica que apuntaría
que, dada la diferencia de capacidades físicas,
para defenderse es mejor actuar cuando el
varón está desprevenido, dormido, etc. es
usada contra la acusada, Remedios.
(...) para poder tener éxito en su ataque (la
mujer), mata siempre cuando el otro está
desprevenido, ello conlleva la aplicación del
delito más grave. Por el contrario el marido no
necesita que la mujer esté desprevenida o
indefensa para poder matarla (Larrauri,
Varona, 1995: 17).
Si bien es cierto que la proporcionalidad no
es un criterio puramente equitativo, como
afirma el magistrado de la sentencia número
cuatro, ha de encontrarse el punto justo 21 de
inflexión para interpretar la racionalidad de los
medios con que defenderse, ¡o que exige la
elaboración de un juicio de valor que ha de
adaptarse necesariamente a las variables del
caso, pero poniendo el acento en su
inmediatez, nublación de juicio por la injusta
agresión recibida, medios a su alcance, y
contundencia del riesgo inminente que le
puede deparar su dejación en la defensa. Y
desde luego no puede juzgarse necesaria ni
exigióle una absoluta igualación de medios
(STS 6839/2010, p. 4). A pesar de esto la
referencia al “punto justo” como lugar de
inflexión para determinar la racionalidad del
medio empleado, está condicionado por un
baremo que no siempre se corresponde a la
subjetividad creada para las mujeres. El “punto
justo” es una creación ficticia que hace
referencia a las capacidades, que en el caso
del atenuante de miedo insuperable, se
asignan al “hombre medio”.
Si se argumenta que racional es una
respuesta no necesariamente proporcional
pero sí adecuada al hombre medio, ahí estriba
precisamente el problema, ya que el “hombre
medio" no es la mujer media. Y para la mujer
media puede parecer totalmente racional su
respuesta tras sus múltiples denuncias en
comisaría, tras años de amenazas, tras la
posibilidad de que el marido le quite los hijos,
etcétera. (Larrauri, 1994:103)
Ahora bien, el “hombre medio” no es ni la
mujer ni el hombre, sino una ñgura jurídica que
no se corresponde con la subjetividad, la
capacidad, la emocionalidad, etc. de la
mayoría de las personas empíricas, sean estas
hombres o mujeres. El “hombre medio” del
discurso legislativo no se corresponde ni con la
"irrefrenabilidad” que se otorga a la
agresividad masculina, ni con la pasividad y
conformidad que se asigna a la subjetividad
femenina. El “hombre medio” es el ser
metafísico del discurso jurídico.
Como apunta Teresa Cabruja (2009) en
relación con la construcción de la feminidad,
en ese caso por parte del discurso de los y las
profesionales de la salud mental, las mujeres
han sido desaprobadas por configurarse como
"demasiados” en relación con todo lo que
constituye en ideal normativo de la feminidad:
“agresivas”, “promiscuas” nerviosas",
“coléricas”, “independientes" (Cabruja,
2009:143) aunque también cuando esos
“demasiados” se desarrollan en valores más o
menos normativos, tales como la "pasividad”,
la “mojigatería”, la “sumisión”, etc.

El exceso es un mal que las mujeres deben


de evitar a toda costa. Cabe señalar, como
ejemplo paradigmático, las dificultades que se
encuentran las mujeres, sobre todo en la
adolescencia, para acertar en un
comportamiento que no las sitúe en un lugar
de desprestigio por exceso de promiscuidad,
pero que tampoco se las sitúe en un lugar en
que el exceso de mojigatería será también un
motivo de burla”.
Tras el desprestigio de ciertas instituciones
de carácter moralizante y, tras las revoluciones
sexuales que se han sucedido en el contexto
occidental en los años 20’s y 80’s y, que sin
duda han sido utilizadas por el estado,
institucionalizando la parte de sus demandas
más asumibles, y por el mercado,
estableciendo la sexualidad como un campo de
mercado inagotable, las mujeres se
encuentran con una cuestión sin duda
angustiosa. Mientras que por una parte se las
empuja a practicar el sexo sin inhibiciones y se
culpabiliza a las mujeres poco activas
haciéndolas parecer poco liberadas o
sexualmente prejuiciosas, por otra parte, se
mantienen los estereotipos que culpabilizan a
las mujeres con sexualidades no normativas.

Por ejemplo, las prostitutas son paradigma


de los nefastos presagios que cabe esperar si
no te conformas a los parámetros de
corrección sexual asignados tradicionalmente a
la feminidad. Por otra parte, la violación puede
ser el castigo merecido si no encuentras el
“punto justo" en el juego de la seducción. Un
exceso en la falta de feminidad es motivo de
desprestigio, pero el exceso de ella también
suele suponer una consideración social
peyorizada: por banalidad, por dedicación a
valores que no gozan de validez simbólica, etc.
Entonces a las mujeres que se exceden en
cualquiera de sus parámetros se les atribuyen
calificativos como “furcias”, “locas”,
“mojigatas”, “estúpidas”, etc.
En la línea de lo queF.tposas
hanefastas
estado ocurriendo
y otras aberraciones

con la sexualidad, tras las últimas


“revoluciones sexuales”, las tesis igualitaristas,
promueven la equiparación de la mujer a los
valores del sistema neoliberal de eficacia y
productividad en todas las esferas de la vida,
hecho que supone la valoración de nuevas
dicotomías entre las que encontrar el punto
justo: matemal/profesionalmente exitosa,
cuidadora/emancipada, autónoma/ligada a
pareja estable, etc. De hecho, tal y como
veremos más adelante, en un sistema en que
lo ‘politicamente correcto’ ha establecido a las
víctimas de violencia de género como el
paradigma de la victimización y el
proteccionismo estatal, las mujeres también
son penadas por el juez por ser excesivamente
sumisas: no habían denunciado, no habían
abandonado el domicilio, etc.

Las mujeres no saben cuidar de sí mismas


Miguel Lorente, exDelegado del gobierno
para la violencia de género, anunció en la
presentación del informe semestral sobre
violencia machista del enero a junio de 2009
que el 36,5% de los españoles que culpa a las
víctimas del maltrato que sufren por “seguir
conviviendo con su agresor'’ n . Y esto es algo
que también se deduce de las sentencias
estudiadas, dando pie a la consabida premisa
según la cual las mujeres necesitan del pacto
de protección con los varones a cambio de la
constricción de su sexualidad y de toda su
entidad moral, psicológica y social. En el
momento en que los varones responsables de
la protección de las mujeres, padre y
posteriormente marido, hacen dejación de sus
funciones (agrediéndolas, abandonándolas,
etc.), el sistema estatal, mediante su aparato
legislativo, policial y de asistencia social, es el
sustituto legitimado para retomar estas
funciones.

En este sentido, la configuración de la


feminidad como incapaz para elaborar
estrategias propias de cuidado, no se refiere al
hecho de saber usar armas, aprender defensa
personal, etc. sino más bien al hecho de
aprender a retirarse.

La eximente de miedo insuperable, alegada


en cuatro de la sentencias estudiadas24 es
caracterizada por el legislador como causa de
inculpabilidad o en la inexigibilidad de otra
conducta (STS 1471/2011, pg. 3) y los
requisitos de la doctrina jurisprudencial
consisten en: el temor a una amenaza seria,
real e inminente, y que su valoración ha de
realizarse desde la perspectiva del hombre
medio, el común de los hombres, que se utiliza
como baremo para comprobar la superabilidad
F.tposas nefastas y otras aberraciones

del miedo (STS 1471/2011, Pg 4).

La denegación de la apreciación completa


de la eximente se basa en la supuesta
posibilidad que tuvo la acusada de la sentencia
número seis, Susana, de realizar otra acción
distinta, de comportarse de otro modo ai que
lo hizo.

En los antecedentes de hecho, la sentencia


relata que dicha relación era ‘tormentosa’ y
que "los malos tratos, insultos y amenazas
eran la tónica habitual de la relación' (STS
1471/2011, pg.l). Dejando de lado, por el
momento, la descripción de la relación abusiva
como ‘tormentosa” y la equiparación entre
ambos cónyuges, la agresión de Susana a su
pareja, se desarrolló al día siguiente de sufrir
un intento de estrangulamiento por parte de
este, intento que fue presenciado por varias
amistades de la pareja.
De esta forma, la sentencia deniega la
eximente completa puesto que Susana tuvo la
oportunidad de quedarse a dormir en casa de
un amigo que presenció el estrangulamiento
ofreciéndole cobijo, y la de alojarse en un hotel
de otro conocido que también le ofreció una
habitación. Además, Susana el día de autos fue
preguntada por un amigo por lo sucedido el día
anterior (intento de estrangulamiento), ante lo
que ella respondió: ‘que no se metiera donde
no le llamaban”.

La sentencia valora esta respuesta como


una falta de cualquier petición de ayuda
externa para combatir su angustiosa situación
(STS 1471/2011. pg. 4). Por una parte, la
respuesta airada de Susana, la sitúa en un
lugar desautorizado para las mujeres, el de no-
víctimizada y el de airada e impertinente en su
actitud y en su lenguaje. Por otra parte, lo que
queda ex pilotado es que al no haber solicitado
ayuda, no se sentiría tan atemorizada. La
búsqueda de ayuda pasaba en este caso por
retirarse de la situación de violencia,
abandonar su hogar, e irse a esconder o a
alojar en un hotel.
Esta exigibilidad de F.tposas
conducta de huida es
nefastas y otras aberraciones
contradictoria con la no existencia de deber de
fuga25 y con las consecuencias que la fuga en
casos de violencia de género en la pareja suele
tener para las mujeres: cambio de domicilio, de
identidad, ruptura de contacto con familiares y
núcleo social, etc.

También se le apunta a la acusada, Susana,


la posibilidad que hubiera tenido de recurrir a
las autoridades mediante la denuncia de tales
hechos o la posibilidad de solicitar una orden
de protección o alejamiento. Cabe señalar que
del total de las mujeres acogidas en el Centre
Municipal d’Acollida d’Urgéncia per Violencia
Masclista de Barcelona (en adelante CMAU)
que han presentado denuncia (69,577. de las
acogidas) la Orden de Protección les ha sido
denegada al 83,33%“.

El perfil de acogidas en el CMAU es el de


mujeres con un riesgo altísimo y en situación
de máxima urgencia de salida del domicilio
estando el 49,23% de ellas amenazadas de
muerte por sus agresores. La denegación de
las órdenes de Protección está siendo como
vemos la tónica habitual en los últimos años,
por motivos que no vamos a detallar en la
presente investigación. De esta forma, apelar a
la denuncia o a la colaboración de las
autoridades policiales o judiciales, no parece
ser garantía de protección para las mujeres.

Por otra parte, en el ATS 12900/2007, la


denegación de la eximente de miedo
insuperable se arguye mediante la puesta en
cuestión del miedo de la mujer al no haber
iniciado ningún trámite de separación conyugal
y continuar conviviendo con el agresor sin que
existiera constancia de que viviese en una
situación de continuo miedo y terror hacia su
marido (ATS 12900/2007, p. 2).

Lo que es evidente y esta sentencia


argumenta, en modo de tautología, es que lo
que no está hecho no está hecho y que las
mujeres que todavía no han iniciado trámites
de separación todavía no los han iniciado,
hecho que no tiene relación alguna con el
estado anímico de la mujer, su miedo, la
existencia de violencia por parte de su pareja,
etc.
De hecho, por ejemplo en Catalunya, según
información extraída F.tposas
de nefastas
la y otras
encuesta
aberraciones
de
victimización del año 2010 realizada por el
Departament d’lnterior de la Generalitat, la
denuncia formal de las agresiones ma- chistas
no llegan al 18% de los episodios considerados
delictivos por las propias víctimas. Estos datos
ilustran el hecho de que la normalización de la
violencia de género, la indefensión económica,
social y moral de las victimas, los valores
culturales hegemónicos basados en la obliga-
toriedad de la pareja heterosexual y
monógama, entre muchas otras cuestiones
que escapan a este trabajo, impiden a las
mujeres actuar de forma efectiva y rápida ante
cualquier episodio de violencia por parte de
sus parejas masculinas, incluso en los casos en
que desarrollen estados severos de miedo,
rechazo y aversión hacia los agresores.

La mujer victima de violencia es


presentada como ser sin agencia, incapaz y
necesitado de protección, cuando no como
persona que. fruto de las consecuencias de la
violencia, ha quedado inhabilitada para la
toma de decisiones personales. Como muestra
de ello cabe señalar la reciente propuesta de la
Comisión Europea en la cual se pretende la ex-
tensión de la protección u orden de
alejamiento en caso de desplazarse a otro país
de la Unión Europea. En dicha propuesta se
evalúa la posibilidad de aplicación de la orden
de protección aún sin el consentimiento de la
víctima con argumentos como la
incapacitación o la dependencia de las mujeres
a causa de la relación de violencia sufrida.
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
No considero que sea necesario un
grupo de expertos para explicar a una
mujer que el alejamiento de su agresor es
conveniente con la finalidad de preservar
su integridad física, emocional y social.
Ahora bien, la gran problemática de estas
situaciones es que difícilmente la decisión
de abandono del agresor se produce
mediante un cálculo racional de costes y
beneficios. Desde estas perspectivas se
presenta a la mujer como incapaz de
tomar sus decisiones, aun aquellas que
puedan ponerla en peligro, pero lo que
puede parecer una protección a corto
plaw supone una merma de autonomía tal
que la incapacita para desarrollar
cualquier estrategia propia de resistencia
individual o para la búsqueda de apoyo y
solidaridad en contextos no
institucionales.Las mujeres no deben
comportarse de forma violenta
No estoy furiosa contra mí por no haberme
atrevido a matar a
uno de ellos. Estoy furiosa contra una
sociedad que me ha educado sin enseñarme
nunca a golpear a un hombre si me abre las
piernas a la fuerza, mientras esa misma
sociedad me ha inculcado la idea de que la
violación es un crimen horrible del que no
debería reponerme.
(Virginie Despentes. 2007: 41)
La violencia no es un atributo de la
feminidad. En la composición dicotómica de
género, la violencia es un atributo de la
masculinidad, mientras que a las mujeres se
les otorga la condición pacifica y cuidadora,
extendiendo una potencialidad, la de la
maternidad y el oxidado de las criaturas, a una
obligación universal: la de cuidar a toda la co-
munidad.

En la redacción de las condiciones de


aplicación de la eximente de 75 miedo
insuperable del ATS 12900/2007, el juez
argumenta además de la existencia de un
miedo insuperable que anule la voluntad del
sujeto y del anuncio de un mal igual o mayor
que el causado por el sujeto: b) Que dicho
miedo esté inspirado en un hecho efectivo,
real y acreditado y que d) el miedo hade ser
insuperable, esto es, invencible en el sentido
que no sea controlable o dominable por el
común de las personas, con pautas gene- cales
de ¡os hombres, huyendo de concepciones
extremas de los casos de hombres valerosos o
temerarios y de las personas miedosas o
pusilánimes (ATS 12900/2007. p. 2).
Obsérvese que al hablar de casos extremos
utiliza el neutro 'hombres* para referirse a la
valentía y el neutro 'personas* para referirse a
comportamientos miedosos o pusilánimes. Lo
que escapa al legislador n que precisamente
estos casos extremos son los que
corresponden a la tinción de la normativa de
género de hombres y mujeres, anunciada en el
uso distinto de neutros sexuados, cuyos
comportamientos estereotipados son extremos
en si mismos por formar parte de una
dicotomia.
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
En la dicotomia sexuada de género, ser
hombre es lo mismo que no *et mujer y a la
inversa, estableciéndose parámetros de

comportamiento rígidos para ambos. De esta


forma y a pesar de que probablemente la
intencionalidad del órgano enunciador no fuera
la de establecer tal distinción, los implícitos
que emergen de tal asignación de neutros es
que la valentía o temeridad se corresponden
con un comportamiento masculino y el miedo y
la cobardía como características femeninas.

No podemos averiguar si hubiera sido


posible la configuración inversa de los neutros-
universales, ahora bien, la presente
configuración parece ser la que genere menos
controversia, ya que sin explicitar las
constricciones de género, se reproducen los
valores hegemónicos de los discursos
socialmente disponibles.
Por otra parte, y en el mismo ATS
12900/2007, se arguye como causa de
inaceptación la inexistencia de un miedo
inspirado en un hecho efectivo, real y
acreditado, argumentando la inexistencia de
denuncias previas a pesar de registrar la
misma sentencia que la alegación de la
defensa argumenta que queda acreditado que
la victima era una persona dominante,
conflictiva y dependiente del alcohol, que
habla maltratado en varias ocasiones a su
esposa, la acusada, que, en definitiva se
trataba de un maltratador habitual que habla
convertido el ámbito familiar en un escenario
de dominación v de terror (ATS 12900/2007,
pg. 1).

También en la misma linea, el ATS


16552/2009 recoge la inaceptabilidad de la
eximente de legitima defensa ante la
inexistencia de necesidad racional al usar un
cuchillo para repeler una agresión que se
estaba desarrollando sin armas y la posibilidad
de acudir a otras alternativas defensivas, ya
que la mujer baja a la calle con un cuchillo
ante la actitud violenta y amenazante en la
que percibe está el varón al verlo desde la
ventana del domicilio, amenazar e increpar a
los con ductores que pasan en esos momentos.
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
La percepción del legislador es en este caso
ignorante de los parámetros que suelen
condicionar el miedo o la prevención de las
mujeres para protegerse de la violencia. Nos
serviremos en este sentido del concepto de
violencia simbólica, introducido por Bourdieu
(2002).

La dominación simbólica tiene como efecto


la percepción y constitución de hábitos, en
este caso patriarcales, que se muestran como
necesarios y naturales y que se reproducen sin
cuestionamiento m elección consciente. La
conciencia de dominadas, implantada en las
mujeres, genera que en general no sea
necesario el uso de la violencia explícita pan
conseguir su subyugación. Ahora bien, pan
esto debe existir un trabajo previo de
dominación ancestral, que muestre que el
hecho de vivir en un cuerpo sexuado de mujer
implica el riesgo de perder la vida, así como
que el hecho de ser hombre es una situación
que, de entrada, supone dominio.

En este sentido, la percepción del miedo no


siempre está basada en un hecho efectivo, real
y acreditado, sino en una amenaza implícita
que es común a la mayoría de las mujeres.
Evitar un callejón oscuro, volver a casa
acompañadas de noche, etc. son
comportamientos basados en el miedo que
reproducen mujeres, las cuales, en el mayor de
los casos no han sufrido una agresión sexual,
amenaza material de ella o acto lesivo de
gravedad alguno caminando por la calle, pero
que. en cambio. condicionan sus itinerarios,
sus compañías, y sus costumbres ante hechos
que no son objetivamente observables. De
hecho, es posible que el callejón esté desierto,
y no haya indicios de la existencia de la 77
más mínima posibilidad de que en él se
encuentre alguien agazapado, pero es 'norma
femenina*, eludir ese lugar de paso.

Una de las causas o cuestiones más


significativas en la constricción que la
normativa de género impone a las mujeres
respecto al uso de la violencia, es la
permisividad o más bien la normalidad con la
que. en contraposición, es asumida la violencia
masculina. No podemos negar que, en ]a
actualidad, existe una desaprobación social de
la violencia ejercida contra las mujeres,
aunque la supervivencia y manutención d*
determinadas instituciones sociales,
económicas, culturales y simbólicas nos
conduzca a pensar que. este rechazo, es más
bien aparente V que las normativas de género
están tan asumidas que se han vuelto
invisibles.
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
De hecho, la cara más evidente de este
proceso es la actitud del politi- cuWy corred
(políticamente correcto) que nos permite
mantener la apro-
c,
on social, decantándonos a favor de la
equiparación entre hombres y mujtres, sin que
se produzca ningún cambio personal profundo
(Riglia.
2005:23).

Una de las evidencias que muestra la


asunción de los preceptos de género, en
relación al uso de la violencia, nos la aporta los
resultados obtenidos por María José Vareta
(2002) en su estudio sobre la diferenciación
entre hombres y mujeres en la aplicación de
penas por delitos contra la vida, violencia
doméstica, agresión sexual, impago de
pensiones y amenazas. Tras el análisis de 600
sentencias dictadas por el Tribunal Supremo.
los Tribunales Superiores de Justicia y las
Audiencias Provinciales de las Comunidades
Autónomas, Vareta afirma que matar a la
partía es un delito que pagan más caro las
mujeres que los hombres r . Pero, no solo eso,
sino que además, tal y como apunta la
investigación, cuando los varones son los
autores de los delitos, las penas son más
reducidas y las atenuantes aplicadas con
mayor frecuencia, mientras que cuando el
sujeto del delito es una mujer las eximentes se
contemplan en contadas ocasiones y las penas
suelen aplicarse en su extensión más alta
Posteriormente, la Ley Orgánica 1/2004, de
28 de diciembre, de Medidas de Protección
Integral contra la Violencia de Género, parece
intentar corregir esta situación, aunque su
efectividad a tal efecto podría ser ampliamente
discutida.

En el ATS 9545/2010 el Tribunal considera que


no concurren los requisitos necesarios para
aceptar la concurrencia de las eximentes de
legítima defensa ni la de miedo insuperable
alegadas por la acusada, Daniels Para ello
argumentan lo siguiente: (...) la jurisprudencia,
de forma constante viene declarando que en la
situación de riña mutuamente aceptada no
cabe apreciar para los contendientes las
circunstancias de legítima defensa (...) y ello
en razón de constituirse aquellas en recíprocos
agresores, en mutuos atacantes, no
detectándose un “animus”exclusivamente
defensivo, sino un predominante y compartido
propósito agresivo de cada cual hacia su
antagonista, invalidándose la idea de agresión
injusta ante el aceptado reto o desafio entre
los contrincantes (ATS 9545/2010. pg.5)
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
.De U misma forma, en la STS 1471/2011. a
la acusada. Susana, no se le reconoce la
eximente completa de miedo insuperable a
causa de que la relación es definida como
tormentóte, donde los malos tratos, insultos y
amenazas eran la tónica habitual de la relación
(STS 1471/2010, p. 1).

En ambos casos la consideración de una


relación análoga entre los cónyuges o
miembros de la pareja, sin apreciar
componentes de género o de desigualdades
más allá del momento de la 'riña' enjuiciada,
actúa en detrimento de las mujeres. Lo que
parece apreciarse entonces es la duda ante la
existencia de malos tratos o violencia previa
ejercida por parte de los varones hacia las
mujeres. Los requisitos de ambas eximentes.
cuestionan el miedo o la necesidad de defensa
femenina, debido al comportamiento anti-
normativo de las mujeres que se defienden vio-
lentamente. En este sentido, la particular
construcción de la 'igualdad* o la libertad de
los discursos neoliberales, constituyen
discursos sobre la igualdad que operan
desconectándola de los mecanismos de
exclusión y discriminación institucional o de la
desigualdad socioeconómica o política
(Cabruja, 2009:138).
Estas asunciones descontextualizadas y
vaciadas de componentes y condiciones
anteriores de desigualdad y poder,
psicologizan los comportamientos de las
mujeres, al no problematizarse las
construcciones desiguales de género,
mostrando las elecciones femeninas como
puramente individuales y libres (Cabruja.
2009).

Por otra parte, la duda que siempre acecha


a las mujeres que denuncian malos tratos por
parte de sus parejas masculinas también tiene
Aplicaciones en un doble sentido: por una
parte, en la resistencia de Pmas mujeres a
enfrentarse a una denuncia de la violencia
precisamente por ser conocedoras de los
discursos des-legitimadores hacia las mujeres
que denuncian, generalmente temen ser
desautorizadas, cues- onadas y se sienten
avergonzadas al narrar su experiencia; y. por
otra P*rte, en la dificultad de probar que la
defensa o el miedo son circuns- «as fruto de la
violencia, precisamente por la duda que
siempre ace- C pa *aa Anunciantes de violencia
de género.

ble Una “ls‘stencia social generalizada en


apreciar como 'pro- ^ *nu la supuesta
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
existencia masiva de denuncias falsas en
violencia 8 ñero, a pesar de que la Memoria
Anual de la Fiscalia General del

Estado del año 2010 concluía que estas se


situaban en el 0,01 % de la totalidad de
denuncias en esta materia.

La no apreciación, en las citadas


sentencias, de las eximentes de legitima
defensa y miedo insuperable, debido a la
igualación de los miembros de la pareja,
supone la puesta en cuestión de la existencia
de violencia de género anterior por parte del
varón hacia la mujer, va que según la
redacción de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de
diciembre, de Medidas de Protección Integral
contra la Violencia de Género, esta e- ría la
manifestación de la discriminación, la situación
de desigualdad y las relaciones de poder de los
hombres sobre las mujeres (Artículo 1.1. Título
Preliminar LO 1/2004). Al denegar la existencia
de dicha desigualdad y situar a ambos como
recíprocos agresores o mutuos atacantes (ATS
9545/2010, pg.5), el órgano enunciador de
mencionadas sentencias, automáticamente
está situando esta violencia fuera de los
confines de aquella que tiene relación con una
situación de desigualdad estructural, la
violencia de género y por tanto, dudando del
testimonio de las mujeres que así lo afirman.

Si la construcción de la feminidad ha
estado caracterizada por la combinación de
escasas capacidades de racionalidad y
objetividad en el ámbito público, pero en
cambio gran astucia estratégica para el mundo
privado (Cabruja, 2009), la puesta en cuestión
de la veracidad de los testimonios o denuncias
de violencia de género, refunda el mito
patriarcal.

En los juicios a los que he podido asistir en


Juzgados de Violencia sobre la Mujer, tanto los
profesionales del ámbito legislativo, como los
profesionales educativos y de servicios sociales
han cuestionado de forma automática a las
mujeres en el momento en que ha existido la
más mínima sospecha de que ha podido existir
algún tipo de ejercicio defensivo o violento, lo
que denominan en el lenguaje común como
“violencia cruzada”.

De esta forma, si ya existe una cierta


F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
sospecha, amparada tras un falso interés por
desvelar la “verdad” de las mujeres que
denuncian malos tratos por parte de sus
parejas varones, cuando a esto se le suma la
sospecha o la prueba de que ellas han actuado
de forma agresiva o violenta contra ellos, la
veracidad de su testimonio es totalmente anu-
lada. De hecho ya no importa tanto si ha
existido o no violencia contra

ellas, sino que lo que pasa a estar en el


centro de la cuestión es la falta normativa
femenina, la del uso de la violencia
deslegitimado por normativa hegemónica de
género.

En definitiva, las mujeres son obligadas


desde el sistema legislativo y simbólico
heteropatriarcal a retirarse de los lugares que
puedan ser peligrosos para ellas, obligándolas
además a valorar esos peligro según el modelo
de valoración del sistema productivo
neoliberal, el de los costes y beneficios. Esta
combinación entre el sistema clásico patriar-
cal, que obligaba a las buenas mujeres a
permanecer confinadas en sus casas para no
ser atacadas, y el sistema neoliberal
capitalista, que permite a las mujeres acceder
al mundo público masculino, obligándolas a
aplicar sistemas de valoración del riesgo
personal basados en criterios económicos sin
contemplar las especificidades de la violencia
ejercida contra las mismas, vuelve a
culpabüizar a las mujeres por los fracasos de
sus “criterios de seguridad”. De la misma
forma, aquellas que actúen de forma agresiva
utilizando los elementos que les garanticen su
supervivencia, como cuchillos, mancuernas,
etc. serán duramente castigadas.

Pagan justas por pecadoras: Las malas


mujeres deben ser castigadas.
De la lectura detenida de las sentencias se
desprende un implícito muy presente en la
construcción de la feminidad patriarcal: la
diferenciación entre las buenas y las malas
mujeres. La monstruosidad que se atribuye a
determinadas feminidades no
es culpada,
precisamente con el ^conocimiento
legislativo del recurso de casación, en este
caso. Por otra parte y como veremosConenm otro
apartado, las feminidades descritas ayor
conformidad a lo que son
debe esperarse de una
“buena mujer”, premiadas con el
reconocimiento de sus alegaciones.

De esta forma en la STS 5042/2008, en la


cual la acusada es obligada P°r el varón a
ejercer la prostitución, el tribunal no reconoce
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
ninguna e as alegaciones de la acusada: n
reconocimiento de estado de trastorno J^ tal
transitorio, no concurrencia de agravante de
parentesco, dadas 45 características de la
relación o la eximente de la legítima defensa.

En la citada sentencia se destaca el


siguiente dato: Jesús María tenía en la fecha de
los hechos 42 años, un hijo menor de edad,
estando separado matrimonialmente de Rocío
y viviendo su madre María Dolores (STS
5042/2008, p. 1). Esta importancia otorgada a
datos relativos a la existencia de vínculos
patriarcales legítimos por parte de la víctima,
establecen a la acusada en el otro confín de la
corrección patriarcal: la mala mujer ‘‘destroza-
familias’’.

Destacando estas apreciaciones y datos, el


juez está dando a entender varias
concepciones no solo de la subjetividad
femenina de la acusada, sino también de la
masculinidad de la víctima, en este caso
fallecida por el ataque de la mujer.
La víctima, Jesús María, tenía un hijo menor
de edad, una esposa legítima (incluso
habiendo cesado tal relación) y una madre,
todos ellos vínculos legítimos e indispensables
del sistema heteropatriarcal. En primer lugar,
una de las conclusiones que se desprende de
la negación de todas las alegaciones de la
acusada, así como de la importancia otorgada
a los vínculos legítimos es la de que la vida de
un hombre que dispone de esos vínculos
legítimos, reproductores del sistema de castas
socio-simbólicas patriarcales y capitalistas, es
más valiosa que la de cualquier otro y por este
motivo, atacarla conllevará peores con-
secuencias y deberá ser penada más
severamente.

El desbaratamiento de estos vínculos,


mediante la ruptura de la familia y el
establecimiento de una nueva relación
conlleva fatales presagios, tanto para el
hombre, que ha acabado siendo asesinado por
la mujer ilegítima, como para esta última que
tras sufrir todas las penalidades descritas
(violencia, obligación de ejercicio de la
prostitución, etc.), además acabará siendo
duramente castigada para compensar el mal
social que ha generado su intromisión en un
vínculo legitimado. Así, el magistrado parece
advertimos que la ruptura de los valores he-
gemónicos de la familia y del vínculo
legitimado de relación, la pareja monógama,
F.tpryi*» nefata* v otras
ahcrraoonn
heterosexual y estable, producen los peores
presagios y consecuencias.

Por otra parte, la negación continua de


cada una de sus alegaciones, parece hacer
responsable a la acusada, Aurora, de ser la
causante de la ruptura matrimonial, hecho que
la coloca en el papel de “la amante la cual
además ejerce la prostitución, asignándosele a
la misma un perfil moral bajo (el hecho de ser
amenazada o no para ejercerla no modifica el
estatuto moral de la mujer que la ejerce).

Aurora, la acusada de la STS 5042/2008, es


la quintaesencia del horror femenino ya que,
no solo parece establecerse como la causante
de la ruptura de la relación legitima, sino que
además ejerce la prostitución. De la acusada
no se destaca absolutamente ninguna relación
paralela de afectuosidad o familiaridad; no
sabemos si tiene hijxs, padres, o hermanxs
porque, en este caso, no tiene importancia;
todo su ser individual, sentimental, relacional,
etc. queda reducido a la actividad económica
que desarrolla, que en su caso es, además, una
actividad estigmatizada.
La sexualidad femenina ha estado
históricamente subyugada a la dicotomía entre
el placer y el peligro. El pacto sexual supone la
protección masculina a aquellas mujeres
buenas (sexualmente constreñidas) pudiendo
castigar a aquellas que no lo sean. Si la
“naturaleza sexual masculina” es
intrínsecamente brutal, compulsiva,
irresponsable, orientada a la genitalidad e
irremediablemente incontenible, según los
significados otorgados por la cultura
heteropatriarcal y esta además, se enciende
por culpa de las mujeres, no es de extrañar
que estas hayan constreñido su propia
sexualidad con la finalidad de no desencadenar
los peligrosos deseos masculinos, haciendo
responsables a las mujeres de mantener
controlada a la bestia” representada por los
hombres y su sexualidad inconteniblemente
construida.

La amenaza de violencia masculina


constriñe la sexualidad de las mujeres, las
cuales al romper el pacto sexual se exponen a
ser duramente castigadas, no solo mediante la
violencia física y explícita sino ^bién, mediante
el desprestigio social, la estigmatización, y el
resto e violencias derivadas del control
masculino sobre el cuerpo de las Mujeres.
Fjpmas nrfaitM v n(nt «fcrrrannnrt

bvidad con otras mujeres serán también


temores que deberán enfren- s mujeres en
lar las
su camino para laatenci
liberación sexual. En la
disputa íaT * °n c*e persona amada
(hombre o mujer) son las mujeres ^Ue
compiten entre ellas, lo que supone un
mal presagio para la

Por otra parte, el miedo a la dependencia y


sobre todo a la competí-solidaridad femenina.
Abandonarte al deseo supone frecuentemente
la separación con el resto de mujeres. En
muchas ocasiones las mujeres que se
abandonan a sus propios deseos desarrollando
sexualidades promiscuas o activas y
desenfadadas son culpadas por el resto de
mujeres, apartadas o desprestigiadas,
reproduciéndose una vez más la clásica
separación entre mujeres castas y mujeres
impuras.

La división hetero-patriarcal entre mujeres


buenas y malas, que coloca a las prostitutas en
el extremo más paradigmático de las malas
mujeres. tiene como finalidad la fragmentación
de la solidaridad femenina y una advertencia
para el resto de mujeres para continuar
constreñidas a los parámetros de los
comportamientos aceptables.
4.1.2. Se puso a cortar verduras con un
cuchillo de cocina9 Construcciones para la
feminidad, comportamientos permitidos

La mujer forma parte del ámbito privado


En siete de las nueve sentencias
estudiadas, las mujeres se defienden con
cuchillos, especificándose en seis de los casos
que estos cuchillos son de cocina (ATS
9871/2011. STS 6340/2011, STS 3922/2009.
STS 6839/2010, ATS 16552/2009, ATS
12900/2007).

En la ATS 9545/2010 no queda claro si lo


que la acusada. Dámela, utiliza para agredir a
su pareja es unas tijeras (p. 3) o un cuchillo de
grandes dimensiones (p.4) ya que los testigos
no parecen ponerse de acuerdo en el arma
utilizada.

Por último, la acusada de la STS 6340/2011


utiliza una mancuerna que su esposo utilizaba
para hacer ejercicios de musculación (STS
6340/2011. p. 1). Remedios, la acusada de la
STS 6340/2011, y su hija, sufrieron, durante
más de treinta cinco años, la violencia física y
psíquica de U victima, Ambrosio, fallecido por
Fjpmas nrfaitM v n(nt «fcrrrannnrt

el ataque de la acusada. La dureza con

la que K juzga a Remedios. que ea acusada


de asesinato y condenada a quince aAos de
prisión, tiene unos fundamento! jurídicos
balados en la apreciación de los agravantes de
dolo homicida dadas las características del
arma empleada, el lagar donde se propinan ¡os
golpes, la reiteración de los mismos y su
intensidad (STS 6340/2011. p 3) y de alevosía
apreciada por la manera en que se desarrolló
la ejecución, encontrándose la victima
desprevenida y tumbada en la cama.

Ahora bien. la apreciación presuntamente


objetiva, elude el hecho de que la mancuerna
supone, en términos simbólicos, una
herramienta no normativa o conformada con la
feminidad En primer lugar, la mancuerna es un
elemento para el deporte y además para un
deporte o actividad física prototipicamente
masculina, la de la musculación corporal ya
que la imagen del cuerpo femenino debe
asociarse con la fragilidad
Por otra parte, la mancuerna no forma
parte de los elementos simbólicos que se
asocian con el ámbito doméstico femenino,
como las tijeras. los cuchillos de cocina, etc. y
esta se encontraba en la casa para el uso del
varón; era un elemento del ámbito público
(gimnasio, parque. 85 etc.) trasladado al
ámbito privado, sin formar parte ‘natural* del
mismo.

Estos implícitos convierten la mancuerna


en un arma no normativa para el uso femenino
bajo ningún concepto y por supuesto mucho
Ríenos para lesionar a un varón. Como hemos
apuntado, la acusada de •lidia sentencia, es
condenada, tras 35 aAos de malos tratos por
parte del varón, a quince aAos de prisión.

Por otra parte, las acusadas de las


sentencias estudiadas, no única- Rwnte utilizan
mayorítaríamente cuchillos *de cocina* para
agredir a los varones, sino que además
intentan limpiar ¡a sangre que la herida
producida había dejado en el pasillo con una
fregona (STS 1471/2011, pg.
Fjpmas nrfaitM v n(nt «fcrrrannnrt

2
). son golpeadas en la cabeú con una
sartén (STS 3922/2009). limpian d cuchillo
dejándolo en el lavabo del cuarto de baAo (STS
1471/2011 Pg 2). etc.

Al incidir en la importancia de los


elementos domésticos, que remi- ,en *1 c*P«cio
del hogar, para describir una 'escena del
crimen*, el enun- ^or confina a las mujeres a su
ámbito ‘natural* de género, incluso •de un
lenguaje que representa al ámbito público por
excelencia, el

08
derechos y las legislaciones. Esto, a su
vez. genera una aparente

contradicción que no debería escapar al


legislador y sus enunciadores: las mujeres
quedan relegadas al ámbito doméstico, lugar
que además y atendiendo a las cifras y
victimarios, es el lugar que entraña mayores
peligros para las mismas, en tanto que lugar
privilegiado de violencias invisibles.
En este sentido, el tribunal confína a las
mujeres al ámbito doméstico pero en cambio
les exige abandonar su lugar de asignación
para protegerse, ante la tácita obligatoriedad
de fuga que se exige a las mujeres cuando son
agredidas en sus hogares. Las mujeres que
acuden a recursos de acogida se muestran
ampliamente desconcertadas, tristes y furiosas
por tener que abandonar su hogar, sus
pertenencias, sus recuerdos, etc. Teniendo en
cuenta que por ejemplo, de las mujeres
acogidas en el CMAU durante el año 2011, el
89,96% no tenían trabajo en el momento del
ingreso en el recurso, su único lugar de
pertenencia, además de las viviendas de
familiares que frecuentemente se encuentra
cerca del domicilio que compartían con el
agresor, es el hogar.

El contrato social es una forma de


organización social, según la cual se justifica la
existencia del Estado y la aceptación de los
individuos que forman parte de él del poder
que este ejerce sobre ellos. Este contrato se da
entre iguales, hombres blancos y propietarios
que pueden disponer de su cuerpo y libertad
en condiciones de igualdad, los cuales abando-
nan la libertad de la que dispondrían en estado
de naturaleza a cambio de la seguridad y
determinados derechos que les otorga el
Estado.
Fjpmas nrfaitM v n(nt «fcrrrannnrt

Ahora bien, las mujeres quedan excluidas


de este pacto entre iguales, quedando
subordinadas al contrato sexual entre varones,
según el cual se naturaliza la sujeción de las
mismas a la autoridad de los varones siendo
establecida como propiedad de los mismos.
Estas jerarquías de género regulan la admisión
de las mujeres en los espacios públicos,
lugares autorizados para sujetos libres
capacitados para el contrato, estableciéndose
los distintos tipos de violencia contra las
mujeres como mecanismos coercitivos que
constriñen a las mujeres a sus espacios
“naturales" domésticos (Pateman, 1995).

Una de las apreciaciones que puede


derivarse de las sentencias estudiadas es que
la mujer forma parte del ámbito privado. A
pesar de qu* como afirma Pateman (1995), el
espacio doméstico es un espacio vacíode ley,
mientras que el ámbito público es el ámbito de
los ciudadanos y por tanto, el espacio de la ley,
cuando esta ley se inmiscuye en el ámbito
doméstico refunda la idea normativa del
vinculo mujer-domesticidad.

Lo que es una asignación naturalizada


dentro de la dicotomía de género, se hace
evidente en el lenguaje y en las continuas
alusiones al hecho doméstico.

La división sexual del trabajo, generalizada


y consumada en los estados liberales y en los
modelos industriales de producción, suponen la
distribución del trabajo en función del sexo. En
estos modelos la esfera pública y el trabajo
remunerado, "productivo” y mercantil
compensado con un salario al trabajador se
relaciona con la masculinidad, mientras que la
esfera privada o doméstica y el trabajo de
cuidados y de reproducción estarían asignados
a las mujeres. Cabe decir además que ambas
esferas se interrelacionan de forma jerárquica,
quedando reconocida como subalterna la
función femenina la cual se relaciona con la
satisfacción de las necesidades subjetivas de
las personas y que aparentemente no generan
riqueza en sentido económico o mercantil. 87

Cristina Carrasco establece la distribución


entre necesidades objetivas y subjetivas,
siendo las primeras aquellas que se cubren
mediante los servicios mercantiles o públicos y
las segundas aquellas que difieren de una
persona a otra y que se relacionan con los
afectos y los cuidados, las necesidades
objetivas son aquellas que además se
consideran básicas, quedando olvidados para
Fjpmas nrfaitM v n(nt «fcrrrannnrt

los estudios económicos y sociales los


componentes subjetivos de las necesidades
humanas. Estas tareas que cubren aquellas
necesidades subjetivas del ser humano son por
lo general realizadas por mujeres y
relacionadas con el ámbito doméstico y
privado, estando a su vez desvalorizadas por
su imposibilidad de ser valoradas según
parámetros económicos e invisibilizadas en
tanto a su contribución al modo de producción
capitalista.

En este sentido, Carrasco apunta a dos


posibles causas de la invisibi- lización, no tanto
de las tareas domésticas y de cuidados en sí,
sino de la relación de las mismas con el
sistema de producción capitalista.

Por una parte, las tareas de cuidado y


reproducción y aquellas que se relacionan con
el sostenimiento de la vida humana no
producen un bien material tangible, sino que el
producto del trabajo se agota en la acción

misma (por ejemplo, acompañar a l@s


niñ@s a la escuela, dar ánimos al esposo,
resolver un conflicto entre l@s herman@s, etc.
son tareas que aunque puedan beneficiar más
allá del momento en que se realizan di-
fícilmente puede cuantificarse la influencia de
las mismas). Como mostraron los datos de la
Encuesta de Población Activa no Androcéntrica
realizada en la ciudad de Barcelona en el año
2000” el 88,4% de las mujeres ocupadas a
tiempo completo o sobreocupadas, frente al
38,7% de los varones en las mismas
condiciones, realizan al menos 20 horas de
trabajo familiar doméstico. En contraposición,
las actividades que repercuten en el ámbito
público y que han sido tradicionalmente
asignadas a los varones, serán consideradas
de mayor valor por la supuesta durabilidad y
objetividad de los bienes que estas producen,
dada la mayor independencia de tales bienes
respecto a los ciclos de las necesidades
humanas.

Por otra parte, la visibilización de la


dependencia entre el capitalismo y las tareas
domésticas, realizadas mayoritariamente por
las mujeres, socavaría el mito de la autonomía
de los sistemas económicos respecto a la
esfera doméstica, hecho que los dotaba de
mayor legitimidad y objetividad al no parecer
dependientes respecto a la cobertura de las
necesidades humanas de índole subjetiva.
Fjpmas nrfaitM v n(nt «fcrrrannnrt

La actividad de sostenibilidad de la vida


humana y todas aquellas actividades
realizadas por las mujeres en el ámbito
doméstico, generan grandes beneficios al
sistema capitalista de producción pero no solo
en relación a la reproducción y sostenimiento
de la vida humana, sino también en relación a
la producción de plusvalor para el capital.
La obligatoriedad de permanencia en
el ámbito doméstico, orquestada por las
políticas neoliberales en combinación con
los valores económicos y simbólicos del
heteropatriarcado, contribuye a
perpetuar la concepción de los cuerpos
femeninos como soporte físico de
agresiones.Las mujeres deben
permanecer dentro del matrimonio o en
su caso en relaciones de análoga validez
El matrimonio es una institución
deshumanizadora Women’s International
Terrorist Conspiracy from Hell
(Witch, 2007:15)
En dos de las sentencias estudiadas, la STS
6340/2011 y la STS 5042/2008, a las mujeres
se les aplica el agravante de parentesco (art.
23 CP).
El agravante de parentesco, aplicado a las
mujeres es una contradicción en sí mismo,
sobre todo por lo que respecta al concepto
“agravante”, según el cual debiera apreciarse
mayor gravedad del hecho cometido. En el
caso de las mujeres es el ámbito doméstico el
que resulta más peligroso para ellas, por lo que
debiera ser más justificable que precisamente
en él desarrollarán más estrategias violentas o
lesivas.
De hecho, si atendemos a las cifras
ofrecidas por Red Feminista30, de 31 las muertes
producidas por violencia machista en el año
2011,69 fueron acometidas por las parejas o
exparejas, 13 fueron fruto de otras relaciones
familiares, 4, entre las que se encontraba una
menor, se produjeron en el marco de
agresiones sexuales en el ámbito público y 3
se produjeron en el contexto de trata de
mujeres con fines de explotación sexual. De
esta forma y con esta aplicación del agravante
queda demostrado que el bien jurídico que se
defiende no es la integridad física y psicológica
de las víctimas, sino la institución de la familia
y la pareja estable heterosexual.Por otra parte,
en la STS 5042/2008 la acusada Aurora es
condenada a doce años y ocho meses de
prisión por asestar seis puñaladas a Jesús
María, con el que mantenía una relación,
cuanto menos, poco ortodoxa. Según declara
la acusada, ambos habían mantenido una
relación sentimental durante unos dos años
que había roto y supuestamente reanudado en
fechas anteriores a la agresión.

La victima, Jesús María, no solo ejercía


violencia de forma habitual contra la acusada,
sino que además, ésta estaba siendo
gravemente amenazada por Jesús María para
que se mantuviera en la prostitución, cir-
cunstancia de la que él se aprovechaba (STS
5042/2008, p.6). La acusada declara, además,
no sentirse unida a ¿1 por vínculo de
emocionalidad. Se aplican a la acusada,
Aurora, la agravante de parentesco y la
eximente de confesión a las autoridades.

Por estos motivos, la acusada y su defensa


alegan la imposibilidad de considerar esta
relación con tales características, como
análoga al matrimonio, hecho indispensable
para aplicar la agravante de parentesco. La
alegación de la defensa de la acusada, Aurora,
es denegada por la Sala de lo Penal del
Tribunal Supremo argumentando que la convi-
vencia, el carácter sentimental y la estabilidad
se encuentran probados dado que la relación
había durado dos años anteriormente y que
había sido reanudada en tiempos más
cercanos a los hechos (STS. 5042/2008 p. 8).
Entonces las causas para alegar que entre la
acusada y la victima existia una relación
matrimonial o de análoga validez es que
simple mente lo parecía. Ahora bien, esto
también nos puede llevar a otro lugar y es
aquel en el cual se construye aquello que se
está entendiendo por matrimonio o pareja
análoga, y aquello que se está entendiendo por
esposa o similar.

En tanto al matrimonio o pareja


heterosexual estable de hecho la resolución de
la STS 5042/2008, respecto a la agravante de
parentesco nos da a entender las siguientes
características: el matrimonio es una relación
basada en la desigualdad de sus miembros, los
varones se sitúan jerárquicamente por encima
de las mujeres; la violencia de los varones
sobre las mujeres es un hecho totalmente
autorizado, puesto que de hecho, en dicha
sentencia ni el Jurado del Tribunal Superior de
Justicia de referencia ni el Tribunal Supremo,
consideran que la exis-tencia de malos tratos
anteriores tenga ninguna relevancia a la hora
de juzgar los hechos cometidos por la acusada;
el esposo o cónyuge es dueño de la sexualidad
de su esposa, el hecho de que Jesús María, la
victima, obligase a Aurora a ejercer la
prostitución y se beneficiase de su trabajo lo
sitúa en un lugar más cercano a al
proxenetismo que a la conyugalidad, aunque el
resultado de la sentencia equipare ambos pa-
peles al considerar como análoga al
matrimonio una relación en la que el marido
obliga y se beneficia del trabajo sexual de su
esposa. De hecho, la única modificación
respecto al "modelo clásico* de matrimonio es
que el marido, no solo gestiona la sexualidad
de la esposa en relación con él mismo, sino
también en relación con otros varones.

Respecto a lo que los tribunales entienden


como esposa o análoga, a colación de la
deconstrucción de los valores subyacentes en
dicha sentencia podríamos deducir que: la
esposa no tiene capacidad de decidir sobre
cuál es el vínculo que le une a su pareja, ni
siquiera el grado de afectividad que con él
quiere mantener; la esposa debe gratificación
al varón y este puede disponer de su
sexualidad y de los beneficios 91 que esta
pueda obtener de la disposición de su
sexualidad por otros varones; la esposa es
aquella mujer que mantiene un vínculo de
afectuosidad y servidumbre con un varón
aceptando, incluso, ser agredida con la
finalidad de mantener dicho vínculo. La
concepción del amor que puede deducirse de
la STS 5042/2008 es la clásica del sistema he-
teropatriarcal, según la cual para la mujer el
amor conlleva un vínculo basado en la entrega
y la renuncia, maximizándose su "ser para
otros’

(lagarde, 2011).

El matrimonio es el lugar de las mujeres. La


configuración de la fe- núnidad está
supeditada al cumplimiento de la necesidad de
establecer “n vínculo afectivo con un varón, la
complementariedad es indispensable para la
configuración hegemónica de la feminidad.
El matrimonio y la conyugalidad tienen
atributos propios según los cuales se
"inferioriza" a las mujeres, en una relación
basada en un supuesto principio de paridad
amorosa. La asimetría política lograda está tn
base de la dependencia nente
vital de las mujeres y
en la recreación perma- de su servidumbre
voluntaría hacia los otros: novios, esposos,
aman- (es, y todos aquellos que funcionan
como cónyuges (Lagarde. 2011:447)
Esta obligatoriedad de complementariedad
y conyugalidad para las mujeres se muestra
aterradora con la realidad, según la cual, tal y
como hemos apuntado el terreno de las
relaciones afectivas y el ámbito doméstico de
convivencia es el más peligroso para su
integridad física y mental.

Las buenas mujeres no serán castigadas


En las dos sentencias en las que se
reconoce legítima defensa, STS 3922/2009 y
STS 6839/2010, el comportamiento de las
mujeres es reflejado como aquel que cabe
esperar según la configuración hegemónica de
la feminidad. Ambas acusadas y eximidas de
culpa por el Tribunal Supremo son descritas
como victimas de la situación, sin agencia ni
posibilidad de actuar de otro modo del que lo
han hecho, lo que las sitúa en el cumplimiento
de su normativa de género.
Almudena, la acusada de la STS 3922/2009
es golpeada en repetidas ocasiones por6u
pareja, Benjamín, en el trascurso de una
“discusión’”. llegando éste a darle en la
cabeza con una sartén. Una vez finalizó la
agresión de Benjamín la acusada se dirigió a la
cocina y se puso 51a cortar verduras con un
cuchillo de cocina (STS 3922/2009, p.l) el
mismo que fue utilizado por la acusada cuando
Benjamín insiste en golpearla y vuelve de
nuevo a agredirla cogiéndola por los pelos y
llevándola al salón. En este lugar, la acusada,
siendo brutalmente golpeada por Benjamín, le
clava el cuchillo para zafarse de la brutal
agresión de la que está siendo objeto.

Posteriormente a que la acusada clave el


cuchillo a Benjamín, esta intentó taponar la
herida sangrante y acompañó a la víctima
hasta la cama del dormitorio principal de la
vivienda y quiso llamar a los servicios médicos,
si bien Benjamín le decía que la herida no
tenía importancia (STS
3922/2009, p. 1). Horas después empeora
el estado de salud de Benjamín, momento en
que se avisa a los facultativos que acuden con
la Guardia Civil. En un primer momento
Almudena es condenada por la Audiencia
Provincial de referencia a nueve meses de
prisión por lesiones graves, con la eximente
incompleta de legítima defensa y de miedo
insuperable y la agravante de parentesco. El
Tribunal Supremo, en este recurso de casación,
acepta las eximentes completas, absolviendo a
la acusada.

En esta sentencia se reflejan varios


comportamientos normativos de la feminidad
que transmitirían la idea de buena mujer, no
habiendo tenido intención de vulnerar las
normas (STS 3922/2009, p. 2).

Por una parte, Almudena, la acusada está


siendo brutalmente golpeada por su pareja,
siendo el momento en que esta agresión
termina, el que ella escoge para empezar a
cocinar y cortar verduras en la cocina.

Es cierto que la violencia de género en el


ámbito doméstico tiene unas características
específicas, que pueden producir situaciones
de este tipo, ya que la violencia se inserta en
el espacio cotidiano de la vida en común con la
persona a la que une una relación afectiva de
convivencia. 93
Ahora bien, esta apreciación no elude el
hecho de que la normalización con la que
Almudena vive el episodio violento y sobre
todo la acción posterior, ponerse a cortar
verduras, pareciera más bien un intento por
calmar la situación comportándose de forma
“correcta”, lo que reproduce un modelo de
feminidad patriarcal conformado.

Las mujeres son obligadas, mediante la


constricción a los comportamientos permitidos
por su género, a una especie de estado
deshumanizado, donde solo los sentimientos
que se enfoquen al afecto y el cuidado de bes
otrxs son permitidos para ellas. La mujer es
presentada como un ser de emocionalidad
castrada, incapacitada, en definitiva, para
expre- sar de alguna forma la disconformidad
con una situación que amenaza de forma
brutal y directa la propia integridad física.

Por otra parte, y sin dejar este mismo caso,


el de la STS 3922/2009, el cumplimiento
dicotómico de los roles de género en los
comportamientos de ambos miembros de la
pareja conyugal resulta “ejemplar”.
La masculinidad que se deriva de la
descripción de los hechos mués- ha a un varón,
que cumple con las nociones patriarcales
normativas 9ue se asignan a la misma: es
violento, puesto que agrede a Almudena

de forma brutal; es fuerte, ya que resiste el


dolor que le produce la herida producida por el
acuchillamiento de Almudena; es
despreocupado por su salud, puesto que
declina la asistencia sanitaria, hasta el punto
de casi desangrarse; es ‘caballeroso* puesto
que, tanto la resistencia, como la renuncia a
asistencia sanitaria, parecen tener como
finalidad el no preocupar a Almudena,
restándole importancia a las heridas causadas
por ella.

Si hasta el momento hemos hablado de la


subjetividad femenina construida en los
discursos jurídicos, no podemos obviar que, en
contraposición, este mismo discurso también
describe un tipo ideal de subjetividad
masculina, construida por oposición a su Otro
femenino.
Como apunta Óscar Guasch podemos
apuntar que la identidad masculina
heterosexual y prototípica se define a partir de
un modelo univoco, simplificador y exduyente.
El varón o es macho o no lo es y para
conseguirlo debe negar su propia feminidad
(Guasch. 2000:123). Esta masculinidad por
oposición, de cumplimiento obligatorio y
basada en la agresividad, el dominio, el poder
y la incapacidad afectiva supone un peligro, no
solo para las mujeres, sino también para los
que la ejercen, tal y como podemos observar
en el caso de la STS 3922/2009, en la cual el
varón está a punto de perder la vida por no
mostrar el daño infligido por una mujer.
Hay que ser macho de manera constante,
todo el tiempo, sin descanso. Y lo que es más
importante: hay que hacer saber a los otros
que se es macho. Que no se admiten
intrusiones en su espacio ni en su zona de
poder. Esos espacios y esas zonas de poder
incluyen a las mujeres. Pero curiosamente
incluyen también los aparcamientos para
coches; hay varones que pelean por ellos. Y
tienen accidentes de coche porque no pueden
soportar que nadie les adelante. Y tienen
accidentes laborales porque entienden que
respetar las normas de seguridad es poco
masculino. Y padecen alcoholismo porque
beber es de hombres. Y mueren para intentar
demostrar que no son unos cobardes. Y pelean
y matan si alguien menciona a sus madres,
porque como varones entienden que deben
proteger la honra femenina. mucho que las
mujeres insistan en que no es necesario
(Guasch, 2000:129)En definitiva, la
masculinidad patriarcal resulta peligrosa para
los propios hombres pero sobre todo para las
mujeres. Además, tal y como observamos, esta
masculinidad patriarcal de agresividad y
dominio se complementa con una feminidad
basada en la pasividad y el abandono a las
imposiciones masculinas y por tanto, deviene
una peligrosa dicotomía que se retroalimenta
de las incapacidades de ambos polos para
resistirse a las imposiciones normativas.

Por su parte, Almudena, se muestra


cuidadora con la victima, Benjamín. aun y
habiendo recibido brutales agresiones por
parte de ¿1, puesto que se preocupa por su
estado de salud, intentando que acceda a ser
atendido por servicios sanitarios y ejerciendo
ella misma de enfermera-madre intentando
tapar la herida sangrante y acompañando a la
victima hasta la cama del dormitorio principal
de la vivienda (STS 3922/2009. p.l).

Por otra parte, en la STS 6839/2010, Zaira,


la acusada, es brutalmente golpeada por la
víctima. Lucas, el cual tenia en vigor una orden
de alejamiento respecto a la mujer a causa de
delitos anteriores de violen- 95 cia de género
ejercida contra ella.

Zaira, en el trascurso de la "discusión" M


empieza a recibir puñetazos por parte de
Lucas, momento en el que esta sale huyendo,
con la idea de llamar a la Policio, siendo
perseguida por Lucas, y una vez en la cocina
-lugar de paso obligado al encontrarse entre su
dormitorio y la puerta de salida- Lucas la
alcanzó por el pelo, mientras continuó
propinándola puñetazos en la cara, ojos y
nariz, momento en el que Zaira cogió un
cuchillo de cocina que se encontraba en el
fregadero, a su alcance, de 12 centímetros de
hoja, y, para zafarse de los golpes que estaba
recibiendo pero sin desconocer que podía
matarlo al hacerlo, se lo clavó en el pecho a la
altura del corazón (...) (STS 6839/2010, p. 1-2).
En el relato de los hechos y el
reconocimiento de la legitima defen- completa
a la acusada,s se desprende de nuevo el deber
de fuga que « impone a las mujeres victimas
de violencia de género por parte de sus parejas
masculinas, así como, la necesidad de
abandonar el ámbito
doméstico, lugar al que por otra parte se
encuentran unidas según el vínculo patriarcal
dicotómico.

La des-culpabilización de las acusadas de la


STS 3922/2009 y la STS 6839/2010, parece ser
un ejercicio de reconocimiento al cumplimiento
con la normativa de género que se asigna a las
mujeres desde el sistema patriarcal y
heteronormativo. No se trata tanto de premiar
un comportamiento acertado, ya que este
debiera ser obligatorio y “naturalmente
reproducido”, sino de castigar a las que no lo
cumplen, erigiéndose estas últimas
transgresoras como aberraciones y
representantes de una feminidad des-
naturalizada.

En definitiva lo que podemos destacar en


este apartado es el hecho de que sean
precisamente en aquellas sentencias en las
que se reconoce las eximentes completas y se
des-culpabiliza a las mujeres de agredir a sus
esposos, en las que la definición de las
características de las mismas, sea tan
coincidente con la idea socio-culturalmente
reconocida de la feminidad heteropatriarcal
conformada y no desafiante.

4.1.3. Imposible agredir a una mujer tan


“poco mujer” ,s: Resistencias y agencias
Mi marido era un déspota feroz, Lo quité de
en medio, qué remedio-
(Alaska y los Pegamoides, La funcionaría
asesina)
En la configuración de la subjetividad
femenina y las implicaciones que el poder
tiene sobre esta, debemos destacar las
resistencias que los individuos, interpelados
por él, elaboran contra la constricción a la que
son sometidos. Las mujeres no pueden
configurarse como elementos

pasivos ante el poder que las interpela, si


bien debemos considerar que dado su
particular estatuto, estas se encuentran
frecuentemente en estados de dominación de
los que es difícil zafarse. Pero aun y con esta
dificultad, las mujeres elaboran distintas y
complejas estrategias de resistencias que, en
ocasiones, configuran nuevas formas de
libertad, que frecuentemente acaban con el
tiempo configurándose como nuevas prisiones
simbólicas.
Estas resistencias, hacen referencia al uso
de las categorías estigmatizadas para elaborar
nuevos espacios de libertad, usos estratégicos
de lo abyecto que corren el riesgo, pero, de
convertirse en nuevos espacios normativos.

A pesar de esto, las resistencias femeninas


desarrolladas por el uso estratégico de las
categorías normativas, resultan, sin lugar a
dudas, esperanzadoras y abren el espacio para
la ruptura de la concepción moralizante que
pretende situar a las mujeres como la
quintaesencia de la bondad, el pacifismo y la
conformidad.

Cabe señalar que consideramos que el


propio ejercicio lesivo producido por todas las
acusadas supone una resistencia en sí misma,
pero este apartado trata más bien de las
resistencias que, en el discurso, han elaborado
las mujeres acusadas frente al poder de los
discursos legislativos.

La patologización como estrategia


Siguiendo a Teresa Cabruja (2010)
hablamos de psicopatología en al roenos
cuatro dimensiones diferenciadas:

En primer lugar para referimos a aquello


que hace referencia a la defunción que desde
las ciencias “psi" se produce para referirse a la
construcción de la idea de salud mental y de
sus carencias, con su con- Secuente definición
de sintomatología, clasificación y tratamiento.

En segundo lugar, para destacar que


muchas de las respuestas y experiencias
femeninas, producto de las desigualdades
socio-económicas estructurales, las normas
culturales de género y las imposiciones
iden- titarias son psicopatologizadas y
tratadas como desórdenes individuales
'l*' 'as mujeres.
Por otra parte, nos referimos a
psicopatologización para destacar la forma en
que desde el imaginario respecto a “lo
femenino”, se construye una idea de fragilidad
emocional y psíquica que inciden en la forma
de interpretar los malestares de las mujeres.
De esta forma será frecuente *psicologizar” a
las mujeres por desarrollar formas de
expresión emocional que no se corresponden
con el ideal de lo que supuestamente se
construye como sano y normal.

Y, por último, desde la ciencia, dentro de la


cual incluimos la medicina, la psiquiatría y la
psicología, se perpetúan y producen estos ima-
ginarios sobre las representaciones de lo
femenino, dado el supuesto carácter de verdad
que estas se atribuyen, eludiendo los
componentes androcéntricos de los que,
frecuentemente, suelen estar impregnadas.

Como apunta Conchi San Martín, se


necesitaría todo un apartado para tratar la
cuestión del surgimiento y la creación de la
categoría de las histéricas, definidas como
mujeres de comportamientos exagerados,
hiper- sensibles, simuladoras, manipuladoras,
astutas, mentirosas, disociadas,... (San Martin,
2007: 174) inscritas en un sistema de
pensamiento andro- céntríco y patriarcal.
En este sentido, Aurora, la acusada de la
STS 5042/2008 arguye como uno de los
motivos de recurso la inadmisión de una
prueba pericial psicológica que pudiera dar
prueba de la existencia en ella de una base
caracterológica que pueda predisponerla a una
reacción de trastorno transitorio ante
situaciones que ella pueda considerar críticas
(STS 5042/2008, p. 5). Fíjense que se refiere a
la existencia de una "base caracterológica",
idea que haría referencia a una falta individual,
no temporal o tangencial, sino permanente e
inscrita en su ser. La acusada pretende el
reconocimiento de una base caracterológica
que no se corresponde con los parámetros del
"hombre normal” al que hace referencia la
jurisprudencia y, por tanto, como “inferior” al
“común de los hombres”, hecho que la salvaría
de ser juzgada como tal.

Demanda para ello una prueba pericial


psicológica, ya que el estatuto con el que
pretende ser reconocida, el de individuo
patológico, debe ser medido por la pericia
médica psicológica y no por la judicial. La
defensa de Aurora, solicita la suspensión del
Juicio Oral por la no realización de la pericial
psiquiátrica, lo que fue denegado al entender
elMagistrado Presidente que se trataba de una
prueba reiterativa al existir en ¡a causa el
informe de los psicólogos del Centro
Penitenciario (STS 5042/2008, p. 6).
Cabe señalar que el apoyo que reciben las
mujeres en Centros Penitenciarios, por parte
de los equipos psicológicos, suele ser de poca
ayuda para ellas, según su propia percepción.
De esta forma, de las 129 mujeres
encarceladas entrevistadas en el informe sobre
la incidencia de la violencia de género entre la
población penitenciaria en Catalunya realizado
por Cruells, Igareda y Torrens en el año 2005,
solo 19 de ellas había recibido algún tipo de
soporte durante el encarcelamiento. De estas
19 mujeres, la mitad declararon que el soporte
no había sido el adecuado y 12 de ellas
aseguraron haberse sentido juzgadas, no
creídas o culpabilizadas por los psicólogos del
Centro PenitenciarioM.

La estrategia del uso de la patologización


puede resultar útil para eludir una posible
condena, aunque en el marco de los actuales
sistemas neocapitalistas y heteronormativos,
cuyos índices de punitividad y encarcelamiento
son especialmente duros, sea difícilmente
utilizable de 99 forma efectiva para las
mujeres. A pesar de esto, el uso estratégico de
los valores patriarcales y androcéntricos puede
servir para ganar una batalla legal, pero la
mirada patologizante del heteropatriarcado
gana la batalla simbólica, manteniendo a sus
otrxs, las mujeres, en un espacio dominado y
patologizado (Georas, 2010)
La legitimidad de la pareja de hecho en
Juego: una estrategia perversa.
En la STS 5042/2008, la defensa de la
acusada, Aurora, argumenta en contra de la
agravante de parentesco que se le aplica a la
misma, que la relación que esta mantenía con
la víctima, Jesús María, no podía considerarse
estable ni análoga al matrimonio y. por tanto,
no concurrían losrequisitos necesarios para
considerar parentesco ¡a relación de una
pareja de hecho (STS 5042/2008, pg. 2).
Apuntamos, con cautela, que esta afirmación
podría constituir un uso estratégico de la falta
de legitimidad de la que disponen las uniones
de hecho respecto al matrimonio, considerado,
en los sistemas patriarcales de pensamiento
como la más alta y elevada forma de unión. La
defensa argumenta que la relación que unía a
Aurora con Jesús María no cumple con los
requisitos necesarios para considerarla como
una unión de hecho, análoga al matrimonio,
que exigiría una relación de afectividad
análoga a la del cónyuge y de carácter estable
(STS 5042/2008, p. 5). La defensa alega que
por una parte la unión no era estable y, por
otra parte, que la acusada refiere no sentirse
unida a la víctima por un vínculo sentimental,
añadiendo además la existencia de malos
tratos y la imposición de la dedicación a la
prostitución.

Teniendo en cuenta que el matrimonio


puede convertirse en un lugar de opresión y
violencia y que no existe disposición ninguna,
que cuestione el estatuto de conyugalidad a un
varón que explote económi- 100 camente a su
esposa o la someta a malos tratos
continuados, el hecho de que estas cuestiones
sean argüidas con la finalidad de negar la
existencia de una unión de hecho, lleva
implícita la intención de otorgar una menor
legitimidad a esta última forma de unión.

La Ley 10/1998 de uniones estables de


pareja fue aprobada por el Parlamento catalán
con la finalidad de reconocer la legitimidad y
derechos análogos en materia civil a las
uniones matrimoniales. La elaboración de
estas leyes ha correspondido a las
Comunidades Autónomas y pueden acogerse a
ellas parejas heterosexuales y homosexuales,
siendo estas últimas para las que ha supuesto
un mayor logro social, al no disponer, hasta el
año 2005, año de aprobación de la Ley en el
que se aprueba LEY 13/2005, de 1 de julio, por
la que se modifica el Código Civil en materia
de derecho a contraer matrimonio que permite
el matrimonio gay, de otra manera de
formalizar el vinculo afectivo.
En definitiva, el hecho de que una relación
afectiva se establezca según parámetros no
igualitarios e incluso opresivos y violentos, no
supone de antemano la no consideración
formal de la misma en el ordenamiento que la
regula I.os ordenamientos jurídicos
modernos no

señalan, en principio, aspectos afectivos o


morales que deben cumplirse para ser
reconocida una relación como matrimonio o
pareja de hecho.

No se establece la cantidad de afecto que


deben proporcionarse los miembros de la
pareja, ni qué nivel de igualdad en la
distribución de las tareas domésticas deben
mantener, ni qué distribución monetaria deben
hacer los cónyuges de sus ganancias. La
prohibición de agredir a la pareja e incluso el
agravante si esta violencia es ejercida por
parte del varón a la mujer, viene determinado
por el sistema penal, ahora bien, en ningún
caso este hecho conlleva, automáticamente,
un error de forma, según el cual la
consideración formal de la pareja quedara
disuelta. De hecho, la familia y su unión
privilegiada, el matrimonio, conlleva desde su
nacimiento una distribución de roles y
funciones de carácter marcadamente
discriminatorio y desigual, sin el cual, tal
institución no podría haberse desarrollado.
El uso estratégico de la pareja de hecho,
negando la equiparación de esta con el
matrimonio, tal y como muestra la STS
5042/2008, puede resultar perverso al
cuestionar la legitimidad de una unión que, en
su 101 momento, fue reconocida como un
logro social para determinados colectivos
vulnerables.

4.2. AUTO-LEGITIMACIÓN DEL DISCURSO JURIDICO.

A pesar de que la finalidad del análisis ha


sido la de establecer algunos puntos clave
respecto a los valores implícitos de las
sentencias estudiadas que influyen en la
construcción de la feminidad patriarcal, hemos
apreciado también una tendencia del discurso
jurídico a la auto- legitimación y la auto-
referencialidad, de la que quisiéramos simple-
mente destacar algunos apuntes. Teniendo en
cuenta que esta cuestión podría resultar el
centro de un análisis jurídico mucho más
profundo, no queremos obviar una cuestión
emergente del proceso de investigación que
creemos que puede abrir cuestiones
interesantes y significativa para el asunto
que nos ocupa.

Respecto a la función del discurso,


Garñnkel (1987), apunta que una de las
principales funciones de los registros
organizacionales es la de documentar el
desempeño satisfactorio de las
responsabilidades de la organización respecto
a sus clientes. De esta forma, el registro
judicial de las decisiones tomadas por lxs
jueexs, sirve también para dar prueba a bes
ciudadanxs de que sus funciones están siendo
desarrolladas satisfactoriamente, hecho que
dota a la propia institución de mayor legiti-
midad social.

Para este fin. en las sentencias anabzadas


hemos observado la insistente existencia de
estrategias de auto-legitimación, en referencia
a la reproducción de una terminología que se
asocia a los valores modernos de racionalidad,
universalidad y justicia, que convierten a la
institución judicial en el máximo exponente de
la defensa de los mismos. Por otra parte
también observamos un ejercicio de auto-
bombo y protagonismo del Tribunal en relación
con la auto-atribución de funciones y capaci-
dades y en la insistencia en la intromisión del
sistema jurídico en todas las esferas de la vida
de las personas.

En la STS 6839/2010 en la que se acepta la


eximente completa de la legitima defensa de la
acusada Zaira, la victima Lucas, habia sido
condenado anteriormente por un delito de
violencia de género sobre la persona de Zaira,
respecto de la cual tenía una prohibición de
acercamiento y comunicación por tiempo de
dos años (STS 6839/2010, p. 1). A pesar del co-
nocimiento que Lucas, la víctima en este caso,
tenía de esta prohibición, continuó viviendo
con la procesada Zaira. En el reconocimiento
de la eximente completa de la legítima defensa
a la acusada, la existencia de antecedentes
penales en materia de violencia de género por
parte de la victima hacia la acusada, parece
ser un hecho justificante y de refuerzo.

A pesar de esto, en la mayoría de los casos


estudiados, las mujeres acusadas refieren
haber sufrido violencia habitual por parte de
sus parejas, pero el hecho de no estar
probados y reconocidos estos hecho por parte
de ningún tribunal, restan veracidad al
testimonio de las mujeres. La palabra de las
mujeres suele ser puesta en cuestión con
frecuencia sobre todo en lo que se refiere a las
denuncias de malos tratos, y solo en el caso de
que esta violencia sea reconocida por un
organismo judicial puede considerarse como
"Verdad". El relato de la experiencia vividapor
parte de las propias protagonistas de la
violencia, las mujeres, no es elemento
suficiente para considerar cierta la existencia
de violencia, pero sí lo es en cambio el
reconocimiento de alguien que no ha presen-
ciado ni sufrido dicha violencia, lxs
magistradxs.

De esta forma, el sistema judicial y sus


representantes no solo desautorizan a las
mujeres y sus relatos, sino que establecen una
jerarquía según la cual es esta institución la
encargada de enunciar discursos dotados de
validez y veracidad.

Otro de los ejemplos de la auto-


legitimación de los discursos jurídicos, lo
encontramos en la STS 1471/2011. En esta
sentencia se deniega la procedencia de la
circunstancia eximente de miedo insuperable,
entre otros motivos, porque la acusada,
teniendo la oportunidad de de solicitar ayuda a
las autoridades mediante la denuncia policial o
la petición de una orden de protección o
alejamiento, no lo hizo. La aplicación de la
eximente exige examinar, en cada caso
concreto, si el sujeto podía haber actuado de
otra forma y se le podría exigir otra conducta
distinta de la llevada a cabo ante la presión del
miedo (STS 1471/2011, p. 4). También en 103
el ATS 12900/2007 la denegación de la
eximente de miedo insuperable a la acusada
viene determinada, entre otras causas, por la
inexistencia de denuncias previas por malos
tratos.
En ambos casos, el miedo, un sentimiento o
estado emocional subjetivo es medido por el
alto tribunal en función del recurso a la justicia,
valorando que la existencia de miedo ante la
violencia sufrida, debe conducir a solicitar la
protección judicial. Sin entrar en considerar la
posibilidad del temor que pueden sentir las
mujeres a enfrentarse a un proceso judicial,
dadas las características androcéntrícas del
mismo, ni si este miedo puede ser superior o
no al que desarrollan hacia sus parejas
agresoras, lo que sí que parece obvio es la
intención auto-legitimadora del propio sistema
judicial. Este tipo de argumentaciones parecen
apoyar la consabida premisa según la cual, si
las mujeres no denuncian al agresor es porque
tanto miedo no tendrán. De esta forma, el
sistema judicial se legitima a si mismo en
primer lugar como máximo representante de la
protección de las mujeres y, en segundo lugar,
como máximo intérprete de la condición
femenina, al establecer los parámetros según
los cuales debe reconocerse el miedo de las
mujeres.

Por último, cabe destacar la auto-


legitimación producida por efecto de la
constante alusión a la terminología que dota
de validez a los sistemas legislativos en
función del cumplimiento de los valores
supremos de los modernos sistemas de
pensamiento. En las dicotomías reproducidas
por el lenguaje occidental se establece una
relación jerárquica entre dos polos, según la
cual, uno de ellos responde a los valores
deseables y defendibles y su contrario se
corresponde con los valores abyectos o de
menor reconocimiento social. Para cada uno de
los polos se establece un sujeto prototípico, un
Uno reconocido y dotado de validez, y un Otro
dotado de condicionantes de sentido
peyorativo y “alterizante”.

La alteridad es inscrita a individuos o


colectividades, reales o imaginarios, en quien
se depositan arbitrariamente atributos
específicos y suele estar contrapuesta a una
figura neutra, sometiéndose el juicio a la
misma a criterios morales de gran magnitud.
De esta forma, las identidades alterizadas
serán buenas o malas, iguales o inferiores, etc.
pero nunca moralmente neutras (Rodríguez
Luna, 2009). Las mujeres quedan establecidas
en el campo de la alteridad, en contraposición,
los varones (sobre todo, aquellos blancos,
heterosexuales y de clases acomodadas)
quedan establecidos como “lo neutro", lo Uno,
a los cuales se les asignan valores de
racionalidad, lógica, neutralidad, coherencia,
etc.
En este sentido, el ATS 9871/2011, es una
exposición magistral de los valores
inadmisibles dentro de los fundamentos que
deben guiar el discurso legislativo. En el citado
auto, se explican los antecedentes judiciales
del mismo, según los cuales, Isidora, la
acusada, había sido absuelta de un delito de
homicidio por un Tribunal del Jurado por causas
que al Ministerio Fiscal, parte demandante, le
resultan inadmisibles. Es por ello, que el
Ministerio Fiscal realiza un Recurso de
Apelación impugnando dicha sentencia del
Jurado, el cual es admitido por el Tribunal
Superior de Justicia de la Comunidad
Autónoma, anulando la sentencia absolutoria.
El ATS 9871/2011, analizado en la presente
investigación, es resultante de un recurso de
casación interpuesto por la defensa de la
acusada contra la impugnación del Ministerio
Fiscal, recurso que es denegado por el tribunal
Supremo mediante el auto citado.
Se observa en la apelación a los motivos
que conducen a la absolución de la acusada,
que estos son tildados de: absurdos,
arbitrarios,incoherentes y faltos de lógica. En
contraposición, se pretende que las decisiones
del Jurado sean razonables y justificadas. En
este sentido, el Tribunal del Jurado, es una
forma de participación de los ciudadanos en la
Administración de Justicia y son precisamente
las argumentaciones de los ciudadanos
participantes las que están siendo
caracterizadas de tal modo, ya que la
sentencia absolutoria fue fruto de su veredicto.
De esta forma, el sistema judicial perfila una
forma de auto-legitimación desautorizando las
argumentaciones del jurado con apelativos
característicos de lxs alterizadxs, dando a
entender, que la administración de justicia no
puede dejarse en manos de ignorantes en la
materia, y a su vez auto-atribuyéndose las
características legitimadoras y los valores de
más alta entidad moral.
5. Las chicas buenas van
al cielo, las malas a todas partes

SCUM17 siempre actuará sobre una base


criminal y no sobre una base de desobediencia
civil, es decir, no actuará quebrantando
abiertamente la ley y yendo a la cárcel para
llamar la atención sobre una injusticia. Tales
tácticas reconocen la bondad del sistema
global y son usadas sólo para modificarlo
ligeramente y cambiar leyes específicas. SCUM
está en contra del sistema en su conjunto y de
la idea misma de ley y gobierno. SCUM está
ahí para destruir el sistema, no para conseguir
ciertos derechos
dentro de él.
(Solanas, 2008:73-74)

No es intención de este apartado concluir


ningún análisis, ni valoración, por considerar
que el objetivo primordial de la investigación,
el análisis de la subjetividad femenina
construida desde los discursos legislativos,
queda más que desarrollado en el análisis de
las sentencias. Como resumen del mismo
podemos apuntar que la feminidad que se
pretende defender y reproducir no se aleja
demasiado de las con
-capciones patriarcales clásicas, las que
apuntan que las mujeres deben comportarse
pacificamente, permanecer en sus hogares, no
visibilizarse en exceso y ser hábiles en la tarea
de encontrar una pareja masculina estable que
les pueda proporcionar la protección que ellas
mismas no pueden asegurarse.

En este apartado final, intentaremos


establecer algunos apuntes a los que la autora
ha llegado en base a sus creencias personales,
su ideología, sus experiencias militantes,
profesionales y personales y la elaboración de
la presente investigación. Se trata entonces de
esbozar algunos apuntes que puedan servir
para el activismo social y la transformación de
aquello que nos constriñe en nuestra libertad
personal y colectiva.
Ser lo que queramos ser
Sea; yo no pretendo tener o ser nada
particular que me haga pasar 107 antes que
los demás, no quiero beneficiarme a sus
expensas de ningún privilegio; pero Yo no me
mido por la medida de los demás, y si no
quiero sinrazón en mi favor, no quiero tampoco
ninguna clase de derecho. Yo quiero ser todo lo
que puedo ser, tener todo lo que puedo tener.
(Stimer, 2007: 48)
El titulo de este último apartado, guiño al
consabido eslogan feminista, hace referencia
precisamente a lo que Amelia Valcárcel (1991)
denominó como *el derecho al mal' de las
mujeres, o el derecho a no ser excelentes
(Osbome, 2009), apostando por la libertad y la
individualidad femenina que permita a las
mujeres mostrarse de forma contradictoria, sin
tener que permanecer constreñidas en la
dicotomía de santas o puta. con la obligación
de ser siempre bondadosas, para no ser
vilipendiadas y condenadas socialmente. Las
chicas malas van a todas partes P°rque, al
igual que pueden acceder a carreras
universitarias y laborales, pueden también
acabar con sus huesos en prisión o torturando
en Prisiones de países "colonizados" Por tanto,
ni las mujeres son mejores

que los hombres, ni “quieren”serlo, en la


medida en que la bondad se acaba
convirtiendo en un rasgo de inferioridad
(Osbome, 2009: 41).
Las mujeres victimas de violencia de
género han sido establecidas como el
paradigma de la victimización estatal,
mediante la instrumenta- lización de las
propuestas del feminismo y la condena a la
inoperancia, al que los modernos sistemas
punitivos condenan a toda la población y en
especial a las mujeres. Con ello, no solo se ha
fortalecido el poder estatal, sino que además
se ha incidido en la clásica incapacidad para la
auto-definición de las mujeres en la
configuración de su propia identidad.

Para ello es imprescindible abandonar la


tentadora opción, a la que han tendido algunos
feminismos, a generalizar la máxima según la
cual los hombres son todos potenciales
agresores. Esta generalización, en el contexto
de un sistema basado en binarismos rígidos de
pensamiento, supone que todas las mujeres
son potencialmente víctimas, olvidando que
aunque la violencia de género es un hecho
transversal, que afecta a mujeres de diversas
procedencias identitarias, esta no se
manifiesta con la misma intensidad ni de la
misma forma en cualquier contexto. La
afirmación de que la violencia contra las
mujeres es un fenómeno que se da en todas
las clases sociales, ha servido para desmontar
los prejuicios clasistas según los cuales solo
determinadas mujeres, aquellas con menor
educación o posibilidades económicas, sufren
maltrato. Pero ha dejado paso a otro mito, que
niega diferencias de vulnerabilidad entre las
mujeres (Osbome, 2009:84).

Categorías como victima y agresor, son


presentadas como un todo sin matices que, al
olvidar las complejidades en la composición de
identidad, produce efectos perversos y
totalizadores. De hecho, situar a las mujeres en
el estatuto de victima, supone ignorar las
resistencias históricas que estas han
desarrollado para combatir la violencia, no solo
de género, sino también aquellas derivadas de
la colonización o de la distribución desigual e
injusta de la riqueza.
Ahora bien, sigue resultando
absolutamente necesario apuntar las
diferencias entre aquellas violencias ejercidas
por mujeres y aquellas ejercidas por varones.
De esta forma cabe destacar que existe una di-
ferencia estadística importante en el uso de la
violencia por sesgo de género. Por poner un
ejemplo, si comparamos por homicidios, el
93%de estos son cometidos por varones,
mientras que el 7% los ejecutan mujeres
(Osbome, 2009). Estas diferencias
cuantitativas referidas a la violencia que se
produce en el marco de las relaciones afectivo-
sexuales son las que convierten a esta en un
problema social, no anecdótico.

Por otra parte, y tal y como hemos


observado en la narración de los hechos de las
mujeres acusadas en las sentencias
analizadas, la mayoría de las mujeres que
acaban eliminando a su pareja masculina o
lesionándola, han padecido malos tratos por
parte de esta lo que situaría esta violencia en
una violencia de tipo defensivo. Las mujeres,
además, no suelen disponer de destreza en el
ejercicio de la violencia, puesto que no han
sido entrenadas o socializadas para su uso, en
contraposición a los varones, para los cuales
las peleas o los juegos bélicos son un elemento
común de las formas de relación en la infancia
y adolescencia.

En definitiva, y sin olvidar las


circunstancias estructurales que condicionan
las posibilidades de libertad y resistencia, es
necesario abandonar el mandato de género en
relación con la posición pasiva de eternas
receptoras de violencia, principalmente porque
esta concepción obliga a una visión lineal y
unificada del ser femenino que, por una parte,
es imposible de cumplir y, por otra, impide la
creatividad y la posibilidad para elaborar
estrategias propias de configuración personal y
resistencia colectiva.

El derecho es un recurso perverso en


la lucha por la obtención de libertad
Somos débiles, o actuamos como si lo
fuésemos por miedo a parecer distintxs. (...)
estamos convencidxs de que tenemos derecho
a ser estúpi- dxs e ignorantes, a ser
perdedores.
(A.M. Bonnano, 2005: 3-4)
El recurso a la protección estatal, mediante
el uso de su aparato legislativo, puede resultar
tentador en tanto que remite a una idea de
protección frente a los abusos indiscriminados
ilegítimos. Pudiera pa-recer, según la idea
transmitida por los propios sistemas, que el
sistema legislativo cumple una función
protectora de aquellos colectivos más
vulnerables, frente a los abusos y atropellos de
lxs poderosxs. Ahora bien si tenemos en
cuenta que de ¡os cerca de 500 delitos que
prevé el Código Penal español, sólo dos delitos
son las causas del encarcelamiento del 74% de
las personas presas en España: el robo y el
tráfico de drogas (Barañí, 2001), apreciamos
que las cárceles se encuentran plagadas de
personas sin recursos económicos y con difícil
acceso a un lugar reconocido en el entramado
social.

Podríamos pensar que esta


descompensación es fruto de la configuración
injusta de los actuales sistemas neoliberales,
con su desigual distribución de riqueza y
status. Pero lo cierto es que, la configuración
de los estados y de sus sistemas legislativos,
es indisociable de la historia de la opresión y
explotación de los colectivos menos
favorecidos a través de los diversos sistemas
de castas o clases construidos históricamente.
De hecho, el derecho y el sistema legislativo
han sido los principales órganos enunciadores
en la construcción de estas identidades
estigmatizadas, pero también los responsables
del castigo y la exclusión de estos mismos
colectivos. La misma idea de derecho lleva
implícita la construcción de un sujeto
autorizado, dotado, como hemos visto, de
valores y capacidades moralmente elevadas.
Los requisitos de racionalidad exigidos a las
partes y a todos aquellos integrantes válidos
para la participación en el sistema legislativo y
su poder, excluyen a quien no manifieste las
capacidades de racionalidad previstas por los
teóricos (Pitch, 2003:267). Estos requisitos son
principalmente la autonomía y la
independencia, la capacidad para separarse de
los otros. El derecho ha tratado como
marginales, inferiores y diversos a todos los
que no se corresponden con el modelo normal
de individuo autónomo y competente. El
derecho tiende a negar la dependencia
recíproca de todos y a acentuar la
dependencia de personas que son “diferentes"
(Minow, 1990:10). Como apunta Minow, el
sujeto autorizado del derecho, no es tanto
aquel que disfruta de las capacidades exigidas,
sino aquel que dispone de capacidad
performativa para enunciar discursos de
validez y auto-atribuirse los valores contenidos
en mencionado discurso.La lógica de los
derechos, bien opere a través de la negación
del estatus discriminado o bien a través de la
posición del estatus como exigencia de
derechos, produce perversamente estatus
discriminados (Pitch, 2003: 274), siempre
necesita la contraposición con un “otro" del
que distinguirse para convertirse en merecedor
de tales derechos. Ejemplos de esto los
podemos encontrar en las luchas de los
movimientos gay por la obtención del derecho
al matrimonio. Los colectivos de gays y
lesbianas implicados en estas luchas, tendían a
diferenciarse de la promiscuidad que se les
asignaba, para erigirse como reproductores de
los valores de estabilidad que exige la
convivencia heterosexual, modelo sobre el cual
se elaboran las relaciones análogas. Esta
reclamación u obtención de derechos, exigía la
creación de un ‘otro”, el homosexual perverso
y lascivo, condenado a la invisibilidad o al
castigo social. La redamación de derechos
necesita de la creación de sujetos políticos
fundadores, que dejan fuera de la defínidón la
vasta experiencia de las múltiples indivi-
dualidades que se amparaban bajo esa
categoría.

De esta forma, el recurso de los derechos


resulta no solo perverso, sino a su vez
inoperante: por una parte, cada derecho
obtenido genera nuevas discriminaciones y,
por otra parte, favorece la conformadón de los
“sujetos ganadores de derechos” a los valores
del sistema, con el consiguiente refuerzo del
mismo y sus instituciones exdusoras.
La obtención de derechos supone a su vez
la configuración de nuevas prohibiciones y por
tanto, de nuevos delitos. Por ejemplo, sólo en
los seis primeros meses de 2009, el número de
reclusos por violencia de género se incrementó
un 39,4% M , siguiendo la estela punitiva de los
actuales sistemas de control. La tipificación de
nuevos delitos y la creación de nuevos grupos
victimizados, que sirven como bien jurídico a
proteger, justifican las nuevas políticas de
control basadas en el control preventivo, el
encarcelamiento masivo y la punitividad.
Esposas nefastas y aberraciones

La tipificación de nuevos delitos supone


una merma de la autonomía de lxs individuos
al aumentar la intervención estatal en la
resolución de conflictos o en la lucha contra la
injusticia, hecho que por una parteincide en la
capacidad y en la agencia individual y
colectiva pero también incide en la figura del
estado benefactor. El pacto social, según el
cual los individuos ceden parte de sus
libertades al estado a cambio de protección
social, se fortalece al aumentar los riesgos
vitales y sociales ante el proceso auto-
destructivo de las modernas sociedades
tecnológicas. A consecuencia de todo ello la
población carcelaria aumenta siendo España el
segundo país europeo con más población
penitenciaria, con 114 pres@s por cada
100.000 habitantes, por detrás solo de Reino
Unido, con 149 pres@s por 100.000
habitantes”.

La no violencia es patriarcal4* y
contraria a los intereses de aquellos que
están siendo explotados de múltiples
formas
Compréndanlo de una vez: si la violencia
acaba de empezar, si la explotación y la
opresión no han existido jamás sobre la Tierra,
quizá la pregonada “no violencia" podría poner
fin a la querella. Pero si el régimen todo y
hasta sus ideas sobre la no violencia están
condicionados por una opresión milenaria, su
pasividad no sirve sino para alinearlos del
lado de los opresores.
(Jean Paul Sartre, 1983: 14)4'
Apuntar que la no violencia es patriarcal y
contraría a los intereses de aquellxs que están
siendo explotados de múltiples formas, es una
afirmación sin duda polémica. Ahora bien, no
se trata tanto de entonar una oda a la
violencia, sino de examinar los preceptos que
lxs partida- rúes de la no violencia argumentan
para condenarla. Partimos de la idea de que la
violencia no es un hecho deseable en absoluto
y que idealmente la convivencia pacifica y
armónica es el máximo deseo para cualquier
ser humano y sociedad. Ahora bien, la paz
establecida sobre la explotación y la
constricción, tampoco es paz deseable, ni
siquiera es paz ya que esta, solo está
garantizada para aquellxs que pueden
desarrollar sus vidas en contextos o guettos
privilegiados.
El pacifismo simplemente no resuena en
las realidades diarias de la gente, a menos que
esta gente viva en una extravagante burbuja
de tranquilidad en la que toda forma de
reactiva y pandémica violencia civil haya sido
expulsada por la violencia sistémica y menos
visible de la policía y délas fuerzas militares.
(Genderloos, 2010: 82)
La táctica de la no violencia refuerza el
monopolio estatal de la misma, asegurando el
Estado su papel de único legitimado para el
Esposas nefastas y aberraciones

uso de la fuerza violenta en 'sus* territorios.


Este papel del Estado, le concede además la
capacidad creadora de valores según los
cuales determinadas violencias son legítimas,
utilizando, frecuentemente, eufemismos para
describirlas: intervenciones, misiones de paz,
etc. Por otra parte, y como ya apuntamos
anteriormente las violencias ejercidas por
grupos alteri- zados serán condenadas y
construidas como ilegales e ilegitimas.
En el caso de las mujeres, la prohibición se
convierte en incapacidad, al añadirse además
los preceptos de su normativa de género. Si la
violencia, incluso aquella destinada a
defenderse, es una herramienta negada a la
mujer, en base a la existencia de mitos
prescríptivos en tomo a la feminidad que
construyen a las mujeres como seres pasivos y
pacíficos, la promulgación legislativa que tenga
como finalidad la protección estatal de las
mujeres en exclusión de otros grupos sociales,
incide en la Incapacidad defensiva de las
mismas.

No pretendo negar en ningún caso, que la


violencia que sufren las mujeres, es brutal,
específica y distinta que la de otros grupos
sociales en base precisamente a una
organización social, económica y simbólica que
avala un sistema de valores heteropatriarral
Ahora bien, este
mismo sistema de valores construye una
idea de la feminidad y de la masculinidad en
base dicotómica, según la cual los varones son
los que incorporan la violencia como precepto
de su normativa hegemónica de género. En
este contexto, la masculinidad ejecutora y
violenta se contrapone con una feminidad
pasiva, pacífica y sumisa, ambos polos
opuestos de una dicotomía necesaria para la
configuración del orden social. La
promulgación legislativa incide en la
indefensión de la población en general y
efectivamente, en mayor medida de las
mujeres.

En este sentido, por ejemplo, en el


apartado de recomendaciones educativas de la
Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección
Integral contra la Violencia de Género, se hace
especial énfasis en la transmisión de valores
que promuevan la igualdad y la resolución
pacífica de conflictos. En este sentido, cabe
señalar que la violencia de género no podría
calificarse como conflicto, dado que no supone
una falta de entendimiento entre ambas
partes, sino un ejercicio deliberado de poder y
dominio de una parte sobre otra. Por otra parte
promover el pacifismo entre las mujeres es
incidir en su propia normativa hegemónica de
género que le impide poder defenderse de las
agresiones masculinas.
Esposas nefastas y aberraciones

El heteropatriarcado, amparado en un
sistema de binarismos rígido, dispone de los
elementos para destruir, social e incluso
físicamente, a cualquiera que no encaje en una
de las dos categorías de la dicotomía o que
abiertamente ose rechazar sus preceptos. Un
ejemplo de la violencia ejercida por este
sistema de organización social, económica y
moral lo encontramos en el ostracismo y el
castigo que se otorga por ejemplo a las
personas transexuales, mediante la pericia
médico-legal o a las mujeres trabajadoras del
sexo, mediante el ostracismo social y la
estigmatización institucional.

Las posturas partidarias de la no violencia


pueden aceptar de forma limitada el uso de la
autodefensa interpersonal en casos de
agresión o puesta en peligro de la propia
integridad, pero, en cambio, no disponen de
estrategias viables para tratar con la violencia
sistémica (Genderloos.

2010:86), la cual es la principal


sustentadora de las violencias interper sonales
patriarcales.¿Sirve la autodefensa para
defenderse de un marido maltratados pero no
para hacer saltar por los aires una fábrica
emisora del dióxido que intoxica tu leche
matema?¿Es autodefensa matar al general que
envía a los soldados que violan a las mujeres
en una zona de guerra? ¿O deben las pacifistas
permanecer a la defensiva, solo respondiendo
a ataques individuales y sometiéndose a sí
mismas a la inevitabilidad de tales ataques
hasta que la táctica no violenta haga cambiar
de alguna forma al general o provoque el
cierre de la fábrica, en un futuro incierto?
(Genderloos, 2010, 86-87)
Golpear donde duele43
Si un hombre te golpea, no puedes
defenderte golpeando en respuesta a su puño,
porque de esta manera no puedes dañarle. Si
lo que quieres es ganar la pelea, tú tienes que
golpear donde le duela. Esto quiere decir que
tienes que ir detrás del puño y golpear las
partes sensibles y vulnerables 115 del cuerpo
del hombre
(Ted Kaczinsky, 2003: 1)
Para elaborar formas propias de libertad, es
necesario estructurar primero unas
condiciones estratégicas de resistencia. En
este último apartado nos referiremos
principalmente a las estrategias colectivas de
antagonismo social, por considerar que las
resistencias subjetivas hansido tratadas más
extensamente en el resto de la investigación.
Hablamos entonces de formas de organización
social, política y activista y sus estrategias de
resistencia a los mecanismos del poder que
constriñen nuestra individualidad y nuestro ser
social. Hemos desestimado la posibilidad de
interpelación al Estado y sus mecanismos,
como estrategia de mejora de las condiciones
de vida de la población y principalmente de las
mujeres, por razones que ya hemos
desarrollado de forma suficientemente amplia.

Por este motivo, la autora se encuentra con


el deber ¿tico de elaborar algunos apuntes
sobre la posible alternativa que propone. Cabe
señalar que la intromisión estatal en los
asuntos privados y en todas las esferas de la
vida de las personas, es un rasgo característico
de los actuales sistemas neocapitalistas y que,
anteriormente, una propuesta no mediada por
la interpelación a un poder estatal no generaba
las sospechas o incertidumbres que puede
provocar en la actualidad. Las organizaciones
obreras y vecinales de los barrios y ciudades
españolas 116 en la década de los 70's y 80's
o las revueltas de las muchedumbres en el s.
xix no necesitaban orquestar o pactar con el
Estado las condiciones de su organización y de
sus estrategias de lucha, y acostumbraban a
actuar sin contar con la mediación o la
representación de organismos legitimados por
el Estado.

Como hemos podido ver, la cuestión de la


violencia ejercida por las mujeres guarda una
íntima relación con las violencias sufridas por
las mismas, siendo, en la mayoría de
ocasiones, fruto de la defensa ante ataques
perpetrados por los varones con los que
conviven o expresión de malestares derivados
de las múltiples violencias que, desde diversos
ámbitos institucionales y sociales, se les
inflige. De esta forma, la resistencia, en este
caso, debe ir principalmente enfocada a la
eliminación de estas violencias “generizadas" y
el sistema que las ampara y sostiene.
Desde posturas libertarias se entiende que
los cambios parciales en el marco del actual
sistema socio-económico no son más que
medidas reformistas que pueden paliar, pero
no acabar con las jerarquías existentes. Esta
afirmación llevaría a deducir que solo un
proceso revolucionario con su consecuente
reformulación de los mecanismos de poder
inscritos, no solo en las instituciones, sino
también en las subjetivida-des, sería la
solución para acabar con la dominación de
género y de todas las demás. Ahora bien, para
no caer en falacias utopistas que nos permiten
eludir la complejidad de la inmediatez a la
espera de la 'victoria final", creando un sinfín
de discursos vacuos basados en fórmulas
mágicas que posponen la supervivencia ajena
(es decir, ya sobrevivirán tus hijas, a lo mejor)
o bien culpan a quien sufre, es imprescindible
elaborar estrategias parciales y colectivas que
impliquen a las personas protagonistas,
dotando de validez sus experiencias.

Desde este lugar des-ontologizado que nos


permite la teoría post- estructuralista sobre el
sujeto, se permite a las mujeres el análisis in-
dividual de su propio papel reproduccionista o
cómplice, en muchos casos, victimizado e
irresponsabilizado en tantos otros, sin que por
ello debamos negar el peso estructural de las
instituciones, pero tampoco la capacidad para
acceder a este ejercicio de auto-reflexividad.
Las mujeres son parte activa de la
estructura básica del Patriarcado y no un mero
recurso sobre el que actúan y al que utilizan
los hombres. Si no se contempla esto asi,
dejan de ser vistas como agentes activos de la
construcción social en general y, además,
como protagonistas de su propia liberación.
(Osbome, 2009: 19).Bibbografa

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España. Ley de enjuiciamiento criminal y
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Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre,
de Medidas de Protección Integral contra
la Violencia de Género
Ley 13/2005, de 1 de julio, por ¡a que se
modifica el Código Civil en materia de derecho
a contraer matrimonioEsposas nefastas
pretende ser un recorrido a la búsqueda de
una posición de genero en el discurso
anarquista de nuestros días. Qué duda cabe
que muchos discursos anarquistas desde el s.
XIX abren la posibilidad de cuestionar el sujeto
único y universal clásico del anarquismo, pero
es necesario dar un paso más para explicitar
las opresiones y dificultades que los alterizados
y alterizadas, excluidxs del discurso
legitimado, encuentran en su partic pación
política.
Siguiendo la 'mea genealógica foucaultiana
y nietzscheana, la autora de Esposas nefastas,
se pregunta sobre las condiciones en las que
hoy en día aparecen y se modelan las
subjetividades femeninas, abriendo además, la
vía para intervenir políticamente sobre esas
condiciones, invitando a la rebelión ante las
mismas. Para este cometido, la autora, se.valé
del análisis del discurso, con la finalidad de
vislumbrar la forma en que la promulgación de
sentencias judiciales del Tribunal Supremo
sobre mujeres acusadas de homicidio,
homicidio en grado de tentativa y lesiones a
sus parejas masculinas, establece los posibles
y las censuras, los espacios habitables y
aquellos prohibidos. La creación de una
conriafigura ejemplificante, la mujer
delincuente de la ley y la normativa de género,
sirve para apoyar la feminidad
heteropatriarcal, estableciendo las
correcciones de la feminidad hegemónica y
castigando los cuerpos femeninos que las
vulneran.
Esposas nefastas sorprende a Ixs incrédulos
igualitaristas y ratifica a lxs que sospechan de
las bondades del sistema: la feminidad que
pretenden construir los actuales sistemas de
derecho neoliberales, mediante el uso
performativo del lenguaje jurisprudencial, no
se aleja demasiado de las concepciones
patriarcales clásicas. De esta forma, se apunta
a una feminidad pacifica y pasiva, constreñida
en los hogares, invisibilizada y hábil en la tarea
de encontrar una pareja masculina estable que
le proporcione la rrotección que ella misma no
puede asegurarse.

<2>
No Copyright
/ rm&
Esposas nefastas y otras aberraciones:

El dispositivo jurídico como red de


construcción de feminidad

l.aura Macaya

La obra que aqui comienza


precisamente sirve de ejemplo
para toda esta reflexión, e intenta
dar respuestas al papel del
derecho en la configuración de la
identidad femenina, en su papel
de tecnología del género, en las
posibilidades (o no) de construir
un derecho que sirva a los
intereses de las mujeres, si
todavía creemos que el sujeto
mujeres es una categoría válida
para la lucha política.

Noelia Igareda
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jnilnnori
<^»kr nia
murria |*
1 Un ejemplo de ello lúe precisamente
una de las principales reivindicaciones de las
feministas de la primera ola, o feministas li-
berales, que reclamaban el derecho al sufragio
femenino. lis un claro ejemplo, que se repetirá
en numerosas ocasiones en la historia del
feminismo, en el que las demandas del
movimiento feminista se canalizan a través de
exigencias en lenguaje jurídico.
2 lis especialmente oportuno el
diagnóstico de subordinación de las mujeres
que hace Iris Marión Young (1992).
Esposas nefastas y otras aberraciones 1
Durante toda la investigación la autora va a
utilizar la tipogralia “x" para designar el neutro.
1.a “x" es suficientemente difusa como para no
ser asimilada eon ninguno de los géneros
estableeidos en base a la dicotomía
biologicista. Por otra parte, desisto del uso de
la (<¡\ puesto que esta tiene un componente
tecnológico reproductor de los sistemas de
dominación basados en la tecno-industi ia, que
incide además, en la distribución de papeles
diferenciados y jerárquicos entre las
dicotomías occidentales: hombre/mujer,
blanco/colonizado, razón/ naturaleza, etc.

2 Nos referimos en esta ocasión a


la autonomía como aquella forma
organizativa que deriva de la Autonomía
Obrera de las organizaciones de la
década de los 70. Los movimientos
autónomos, en la actualidad se
caracterizan por la crítica a la burocracia
y el vanguardismo de los movimientos de
izquierda siendo además una forma de
organización política anli-cstatisla, anti-
rcprcscnlativa y anlicapila- lista. El
feminismo autónomo en la ciudad de
Barcelona aglutina diversidad de
ideologías y posturas individuales pero ha
generado una valiosa red organizativa en
torno a los grupos de autodefensa y la
acción directa feminista.
3 Lugar: utilizamos lugar en el
sentido foucaultiano para referirnos, no
tanto a un espacio físico, como a una
posición en el discurso que ocupamos sin
que esta pueda calificarse de
permanente. Este lugar es una posición
discursiva, una forma de subjetividad que
puede ser ocupada por cualquier
individuo.
4 l Hilizamos situacionalidad, en
relación con el concepto de Don- na 1
larawav de "saberes situados" (Haraway,
2005) que haría referencia al compromiso
científico y activista de especificar la
postura ideológica, identilaria. etc. en el
proceso de conocimiento para desmontar
la omnipotencia de la concepción de la
ciencia occidental basada en la supuesta
universalidad y objetividad de las
personas investigadoras.
5 Nos referimos a redes discursivas
de saber-poder, en referencia a las
aportaciones foucaullinnas. Según
Foucault, los saberes derivados de las
diversas disciplinas del conocimiento, se
entretejen para conformar una red de
saberes que constituyen poder, cuya
conexión y auto-legitimación conforma un
poder superior al que dispone cada uno
de estos conocimientos de forma
autónoma. Ejemplos de esto lo
encontramos en la conexión entre la
disciplina psiquiátrica y la disciplina
jurídica, unidas
en la pericia médico-legal, para configurar
discursos patologizantes hacia las mujeres que
no cumplen con los requisitos de la feminidad
normativa.
6 El Emilio de Rousseau (1997) fue uno
de los tratados pedagógicos de más relevancia
de todos los tiempos y en él se marcaban las
bases educativas para la formación de los
niños y niñas de la nueva sociedad burguesa.
Emilio es en este tratado el prototipo
masculino y Sofia el femenino, ambos
representan respectivamente el hombre y la
mujer de naturaleza en el estado social.
7 Advertencias en el sentido de avisos
anti-normativos.
8 Cabe señalar que Nietzsche jamás
reconoció en público haber conocido y
valorado la obra de Max Stimer. A pesar de
ello, la lectura de la obra de Nietzsche y
aportaciones posteriores de personas ligadas a
él en relaciones intimas de amistad,
demuestran el conocimiento y la fascinación
que este tenia de la obra de Stimer.
9 El subrayado es mío.
10 En el sentido que le otorga Butler en
tanto a su capacidad de crear la realidad que
nombran. El discurso performativo de género,
es un hacer, un acto que produce identidad, un
acto violento y normativo que la moldea y la
regula.
11 bell hooks escribe su nombre en
minúscula, como forma de reivindicación de
una posición estratégica de explotación como
mujer negra dentro del campo del
conocimiento occidental y académico.
1 Utilizamos en este momento el
2 apelativo poslmoderno, siendo
conscientes que hasta el momento hemos
hablado de postestructura- lismo: no queremos
establecer estos dos términos como
equivalentes, pero respetamos el término que
usan ambas autoras. En este sentido podemos
afirmar que lodos los postcstructuralistas son
postmodernos pero no todos los postmodernos
son pOstestructuralistas.
13 Adelantamos aquí que el dispositivo
es entendido como un elemento creador de
subjetividad que se configura en base a una
red de saber-poder.
14 Citada en: (2008) Ana Muiña,
Rebeldes periféricas del siglo x/x, La Linterna
Sorda Ediciones.
15 Destacamos que en el marco del
movimiento queer existe una vertiente más
teórica, entre la que podemos encontrar como
principales figura a Judith Butler y Eve
Kosofsky, y una vertiente activista, compuesta
por multitud de grupos queer en diversas
ciudades del mundo. El movimiento queer
tiene una base activista muy importante,
desarrollándose principalmente en los
ambientes underground y punk en Estados
Unidos.
16 Sobre la historia de las Angry Brigade,
consultar: Servando Rocha (2009) Nos estamos
acercando... la Historia de la Angry Brigade.
Madrid:La Felguera.
17 Sobre la historia de las Rote Zora, no
existe, por el momento, ninguna edición
extensa en castellano que recoja de forma
amplia la historia de este grupo armado de
mujeres I’ara una breve apromixa- ción puede
consultarse el fanzine anónimo: La historia de
las Rote Zora y las Células Rcolucionarias. Este
fanzine puede adquirirse en diversas librerías y
distribuidoras anti-comerciales y por internet:
http://personal telefónica
terra.es/web/lainsurreccionalisla/pdí/rotr*20zor
a pdf En el momcnlo de elaboración del lexto
original no existía una edición que üiutrara la
historia de este grupo de lucha armada de
mujeres A Anales del arto 2012 aparece una
edición anónima que rrcoje los comunicados de
Rote Zora en castellano
18 ('liada en Davies. I) (1994) .Sapos
culebra i y rúenlos femlnitlai Madrid ( ¿ledra
19 http //www poder
judicial.es/search/índex jtp

20 ATS 9V45/20I0. página 1


21 F.l subrayado es mío

22 A este respecto consultar el


interesante trabajo de Sur Lees Aprender a
amar Reputación ietual. moral y control tociaI
de tai fów- nes En Larraun. E (comp) (1994)
Muperry íierreho Penal y < rtminolo- gia.
Madrid Siglo xxi Iditorrs
21 El Pais. 4 de ag< »slo de 2009
24 STS 1471/201 l.STS 5042/2008. ATS
12900/2007. ATS 9545/2010
Earrauri apunta que este deber a veces se
encuentra matizado y se exige el deber de
huida cuando esta pueda realizarse sin nesgo,
de forma no vergonzante o el ataque proviene
de un inunputable (l^rrau n. 1995 46)21 Marta
Coila l'au. Severidad judicial con lai mujcrry FJ
Pais. S de enero de 2002 Utilizamos en este
caso La información aparecida en prensa Iras
la presentación de las conclusiones, ya que no
nos ha sido posible acceder a la fuente primara
por agotamiento de edición e inexistencia en
bibliotecas de la red pública
28 STS 1922/200*» página I
29 F.ncursta desarrollada en el mano de
un proyecto de investiga rifa subvencionado
por el Instituto de la Mu|er (Madrid) y restirado
|M<I un equipo de la Universidad de Barcelona
dirigido por ( rutina Carrasco y formado
además por Anna Alabar!. Manus Domínguez y
Manhel Mayordomo hltp//www repal
org/mujeCreunionevtiempo Cristina C arrasco
pdf
10 http.
wwwrrdírmraste(vn,*rarrhnulnaaasp'*id-
agmrxuaL®ll
11 Utilizamos el termino de violencia mar
huta porque esla orga mzac ion solo computa
las muelles de mucres F.l termino violencia de
griten» liarla alusión también a las violencias
r)rrcidas contra homo sexuales. Iransexuaies y
lesbianas o aquellos varones con masculiiu
dades no normativas Por otra |»artc alendemos
también al concepto amplio ile violencia de
genero o inachula no su|»editado a lo establecí
do en la 1.0 I/20ÍM en la que solo se legisla
como violencia de genero aquella ocurrida en
H marro de la parepr o expatría
12 Ei rpuodio ile violencia es tildado
como tal por el rnunciudot de la sentencia
34 Término empleado por el propio
enunciador de la sentencia.
35 El título hace referencia a un capitulo
del libro de Virginie Hespentes (2007) Teoría
King Kong. Barcelona: Mclusina. Titulo original:
‘imposible violar a una mujer tan viciosa' (pg.
29).
36 Cruells. M.. Torrcns. M. Igareda. N.
(2005) Violencia contra las mujeres. Análisis de
la población penitenciaria femenina Surt
37 SCUM hace referencia al proyecto
político de Valerle Solanas, un análisis
delirantemente acertado de la sociedad
capitalista y patriarcal estadounidense de los
años 70 Valerte Solanas vivió y muño como
pcTtocaba a una mujer que fue incapaz de
contener su vómito de ira ante una sociedad
terriblemente injusta Pasando a lo largo de su
vida por diversos centros penitenciarios r
instituciones psiquiátricas, murió sola en una
institución benéfica. SCUM son las siglas de la
So- ciety for Cutling IJp Men (Sociedad para el
exterminio del hombre)
38 Periódico 'Público* 4 de julio de 2009
39 El País. 2 de marzo de 2002
40 Este epígrafe hace referencia al título
de un capitulo de la obra de Peter (ienderloos.
2010
41 Jean Paul Sartre en Prefacio a Fanón. F
(1983) los condenados de la tierra México
Fondo de Cultura Económica'Golpear donde
duele’ es el titulo de un texto elaborado por
Ted Kaczinsky desde la prisión de Colorado en
la que cumple cadena perpetua. Este texto ha
sido distribuido en forma de fanzine y traduci-
do a infinidad de idiomas
42 Kaczynski es un famoso activista anti-
civilización, un matemático acusado de enviar
cartas bombas a personajes destacados entre
los que se encontraba Bill Gates. Es autor del
famoso Manifiesto Una- bomber. En esta cita,
el autor, como él mismo reconoce, no se
refiere a una pelea real ni a violencia explícita,
sino que establece esta metáfora para ilustrar
una estrategia de lucha consistente en analizar
el poder de forma en que se pueda atacar y
deconstruir los valores y estrategias que este
tiene para seguir reproduciéndose

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