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que tanto me gustaba! Ahí estabas… ¡tan tranquilo! Y no pude soportarlo: la misma
“pico’e loro” que me habías comprado en mi cumpleaños para que me defendiera
de los borrachos en el muelle, para que nadie que yo no permitiera me tocara, de
pronto me la encontré vibrándome en la palma de la mano, rogándome que la
abriera, gritándome que la usara y… ¡no pude contenerme! Pero lo más extraño, es
que no sentí nada, ni rabia, ni dolor, miedo… ¡nada! Solo sorpresa cuando vi saltar la
sangre y estupor cuando escuche tu grito de dolor… ¡más nada! Luego, una
inmensa calma, la dejé caer allí mismo y esperé a la policía - porque sabía que
vendría por mi – y no hice nada… ¡absolutamente nada! para escapar de allí…
(Pausita. Imitando una voz gruesa) “Acusada Karla Restrepo, este tribunal la
condena a la pena de ocho años de prisión por lesiones personales y desfiguración
de rostro en contra del Señor Nicanor Nepomuceno Carranza”… todo el mundo se
quedó espantado cuando, en vez de llorar, suplicar u otra cosa, yo prorrumpí en una
inmensa carcajada, pero es que hasta ese día, yo nunca había escuchado tu nombre
completo y ese segundo nombre “Nepomuceno” me provocaba mucha risa y hasta
el sol de hoy lo hace… (Pausa. Hace un gesto como espantándose moscas de la
cara o pájaros de la cabeza) ¡Pero eso ya pasó hace mucho tiempo! (Pausita) este
ron como que estaba adulterado, me está trayendo estos recuerdos que yo había
sepultado hace mucho tiempo… (Pausita. Tararea una canción mientras se quita el
maquillaje) ¡Voy a tener que dejar de trabajar en ese bar! Los clientes se están
volviendo cada día más agresivos y escasos y la dueña descuidada y hasta cochina:
los baños no están aseados y una puede coger una enfermedad facilito. Los
hombres no: esos mean parados. Pero una tiene que sentarse y esas pocetas nunca
huelen a desinfectante… Será por la situación, porque un frasco de esas porquerías
químicas cuesta un ojo de la cara y… ¡como están las vainas, uno apenas si gana
para la comida!… es que hasta para el sexo se ha puesto jodida la cosa: un condón
cuesta un dineral y una, pues una también tiene sus necesidades y tiene que subir la
tarifa. (Pausa. Se quita los zarcillos y continúa aplicándose cremas para limpiarse.
Se aplica crema en el cuerpo luego de haberse pasado una toallita húmeda para
refrescarse) Me acuerdo cuando llegué aquí a trabajar en “La Frontera”: acababa
de salir de prisión y tenía que seguir mi vida, pero por allá era imposible: nadie
quiere darle trabajo a una expresidiaria, y menos, con el historial de haber cortado a
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uno y gustarle andar con una navaja en el bolsillo y todo eso… Bueno, la gente se
encarga de construir toda una historia y hacer de uno una heroína o una villana, en
todo caso, hacen un gran mito. Esa es la otra gran ocupación nuestra: hacer del
chisme y la murmuración nuestra fuente de vida. Si gastáramos más tiempo en
trabajar – aunque sea como yo: con mi cuerpo – que en hablar pendejadas, seríamos
un país de triunfadores, de gente con plata y no unos miserables que tienen que
esperar por una cajita de comida para seguir andando… Antes, antes era otra cosa.
gente por todas partes con plata, con ganas de gastarla, de echarse unos tragos y
una mujer encima – o un tipo, hay de todos los gustos en esta vida – y aquí en la
frontera se complace a todos, se hace de todo, se tiene de todo y se trata de hacer
feliz al que va, al que viene y al que vive aquí: en medio de todo y cerca de nada,
porque la frontera es eso, un lugar en el medio de la nada, donde todo es posible.
Está lejos de la capital, por eso no le llegan las cosas y las noticias a tiempo, pero
está cerca de otro país, por lo cual se sabe más de aquel que del propio y en este bar
donde trabajo que tiene un nombre creativo, único (Ríe con sarcasmo) le pusieron
“La Frontera”, como si eso fuera muy original, no podía ser distinto: teníamos
bailarinas, cantantes, travestis,… ¡de todo! La oferta oficial era por licor, pero – por
un precio lógicamente elevado – se podían conseguir otras “cositas” (hace gesto de
aspirar e inyectarse) pues teníamos un proveedor con una “farmacia” bien surtida
para suministrar a cada quien su medicina. (Pausita) ¿Y la autoridad? (Sarcástica)
¡Bien gracias! Aquí la señora de la ley anda sin venda y sin balanza, pero en cambio
carga un garrote y una bolsa: agarra lo que quiere, coge lo que le da la gana, se sirve
lo que se le antoja y, encima, cobra por hacerse la Shakira (Imita) “Loca, ciega,
sordo muda…” (Pausita. Se quita los zapatos y las medias, luego de zafarse el
liguero por debajo de la falda) Aquí en la frontera, todo tiene su precio: hasta la
vida misma; si uno quiere prolongarla, tiene que pagar protección… ¡si no, puede
aparecer con el mosquero en cualquier esquina! (Pausa. Bosteza) ¡Estoy cansada!
Pero no de trabajar, ¡no! De todas maneras, el bar se ha convertido en mi vida.
Antes, cuando no tenía estas cicatrices, me llamaban “La muñeca” hoy, soy Karla,
así, a secas. ¡Pero me da igual! cuando estoy lejos del bar, me siento vacía, me falta
algo. (Suspira) Se que me voy a morir haciendo esto, y no me preocupa. Pero veo
que cada día es más difícil Ahora esta frontera es un sitio por donde se ve gente
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huyendo, cargando sus corotos, como en estampida, con la angustia pintada en el
rostro, sin saber lo que les espera, pero como huyendo de un monstruo, saliendo de
su casa, alejándose de los suyos, buscando un futuro, un cambio, una mejoría. Son
cuerpos macilentos, miradas llenas de miedo, ira contenida y frustración acumulada.
¿Qué está pasando? ¿Qué está motivando esto? ¿Qué hicimos mal? O, peor: ¿qué
estamos haciendo para que las nuevas generaciones solamente quieran dejar atrás
a sus viejos, sus cosas, su vida y empezar, de nuevo en otras latitudes? Ya la frontera
no es un sitio para ir a comprar barato, a gozar, a ir a La Casa de Las Muñecas a
disfrutar una buena noche de copas y sexo. ¡Ahora es una salida de escape! ¡Una
puerta hacia el paraíso perdido! (Pausa. Bosteza) ¡Mejor será que me eche a dormir!
Insisto en que este ron estaba adulterado con algo… ¡me ha puesto a hablar una
cantidad de pendejadas! (Se va acostando) ¡Mejor será que me duerma! (Se va
quedando dormida.)