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últimos años
La mayor debilidad del sistema no sería económica, sino monetaria: con una
inflación oficial siempre superior al crecimiento de la economía (y siempre inferior a la
inflación real), una inestabilidad financiera creciente y una necesidad cada vez mayor de
reservas en otras divisas, el gobierno recurrió en 2011 al cepo cambiario. Esta medida
suponía la prohibición (salvo autorización estatal) para los agentes privados de realizar
operaciones de compraventa de divisas, poniendo también trabas a las transferencias de
dinero al extranjero. Aunque su finalidad era mantener la estabilidad de la moneda
nacional (el peso) y prevenir la fuga de capitales, su aplicación no estuvo exenta de
problemas. En primer lugar, porque puso trabas a todas las importaciones, las cuales no
siempre pudieron sustituirse por productos nacionales, afectando especialmente a las
grandes empresas y a la calidad de vida de las clases medias. En segundo lugar, ni
siquiera el cepo fue capaz de detener la devaluación del peso (más del 100% entre 2011
y 2015) ni la pérdida de reservas (de 52.179 millones de dólares a 31.337 millones en el
mismo periodo), así como la aparición de múltiples tipos de cambio peso-dólar según el
sector económico y de un amplio mercado negro de divisas. Por último, las trabas a los
movimientos de capital hacían al país muy poco atractivo a la inversión extranjera
ya que las empresas que decidieron instalarse en Argentina no podían repatriar sus
beneficios.
En este contexto la abolición del cepo se perfilaba como una necesidad (aún corriendo
el riesgo de que aumentase la fuga de capitales), acompañada de la unificación de todos
los tipos de cambio oficiales. El efecto inmediato fue la convergencia de las distintas
cotizaciones del dólar, presionando al alza el oficial y a la baja los tipos de cambio
del mercado negro (dólar gris, blue, etc.). Es así como la semana pasada el mercado
cambiario ha llegado a una situación inédita, con el dólar blue a un precio más barato
que el oficial.
No obstante, sería difícil afirmar que la apertura del mercado de divisas ha sido fácil.
Por una parte el riesgo de nuevas devaluaciones no puede descartarse, lo que aún
despierta recelos entre los inversores y amenaza la estabilidad del sistema financiero.
Por otra parte, el nuevo gobierno ha reconocido que fue necesario aumentar el
endeudamiento con bancos extranjeros para cubrir la mayor demanda de dólares, lo que
a largo plazo podría generar nuevos problemas de solvencia si la economía no vuelve a
crecer. En cualquier caso la cuestión sigue abierta, y de la evolución del mercado
cambiario dependerá en gran medida el éxito de la transformación económica que se
propone Argentina.
La normalización del sistema monetario, además, no se logrará sin abordar otro de
los grandes problemas: la inflación. En este sentido el gobierno se ha propuesto llegar
a tasas de un solo dígito antes de acabar el año, marcándose así un objetivo muy
ambicioso. Se ha avanzado hacia el abandono de la monetización del déficit
(principal desencadenante del problema), pero esto significaría que el gobierno deberá
buscar otra alternativa para cubrir el déficit público. Para ello se perfilan dos opciones:
aumentar el nivel de endeudamiento o ajustar el sector público (vía impuestos o gasto).
La primera podría lastrar el crecimiento a largo plazo, mientras que la segunda lo haría a
corto y probablemente también daría lugar a un aumento de la tensión social. Las
últimas medidas anunciadas, encaminadas a reducir el peso del Estado en la economía
suprimiendo organismos estatales y recortando subvenciones a servicios públicos,
parecen indicar que las autoridades han optado por la segunda vía, a la que podría
incluso añadirse un plan de privatizaciones en el futuro.
Por último, una de las grandes dificultades que afligen a la economía argentina es la
falta de confianza en el país por parte de los inversores internacionales,
deteriorada tras años de expropiaciones, un fuerte intervencionismo estatal en el
mercado cambiario y el desenlace aún incierto del conflicto con los hold-outs. La
eliminación del cepo fue un primer paso en esta dirección, pero la recuperación de la
confianza llevará tiempo y requerirá más medidas en este sentido.
En cualquier caso, más allá de los resultados obtenidos, es indudable que desde los años
90 (con la transición hacia el capitalismo de los países de Europa del Este) es difícil
encontrar países que se hayan propuesto dar un giro tan radical a su economía. Estando
así las cosas, solo el tiempo podrá decir si la transformación de la economía
argentina llegará a ser una realidad o si, por el contrario, será solo otra promesa
electoral.
A partir de ese año la economía argentina entró de lleno en la tendencia recesiva que
llega hasta hoy. La inversión extranjera directa y el saldo comercial exterior (las dos
principales fuentes de divisas) aún crecieron en 2012, pero desde entonces se han
desplomado a una velocidad alarmante, al mismo ritmo al que se reducían las reservas
del Banco Central. La producción de soja, fomentada directamente por el Estado, no
pudo compensar la caída de los ingresos ni detener la devaluación del peso. Mientras
tanto el cepo cambiario se endurecía cada vez más y el sistema monetario entraba en la
confusión de un sistema financiero debilitado y tipos de cambio paralelos, tanto en el
mercado negro como en el oficial.
Balanza por cuenta corriente: Esta balanza es la más importante ya es las que
más se utiliza para conocer el estado de la economía de un país. Aquí se
incluyen las importaciones y exportaciones de bienes y servicios, además de las
rentas y transferencias. A su vez, se subdivide en cuatro sub-cuentas: balanza
comercial, balanza de servicios, balanza de rentas y balanza de transferencias.
Balanza de cuenta de capital: Se registran el movimiento de capitales, por
ejemplo las ayudas que llegan del extranjero o la compra y venta de bienes que
no son financieros.
Balanza de cuenta financiera: Se recogen los préstamos que pide un país al
extranjero, las inversiones o depósitos que los países extranjeros efectúan a un
país.
Cuenta de errores y omisiones: esta cuenta se incluye dada la dificultad de
calcular con extrema precisión el total de exportaciones e importaciones de un
país.
Cada una de estas balanzas dan un saldo independiente que puede ser positivo o
negativo:
Sin embargo, no se busca el equilibro de cada una de estas balanzas por sí solas, sino el
equilibrio global de la balanza de pagos. Por consiguiente, la balanza de pagos
siempre estará en equilibro, por ejemplo un déficit en la balanza por cuenta corriente
será compensado con un superávit en la balanza por cuenta de capital. Ya que si un país
tiene más compras que de ventas, el dinero lo debe obtener por algún lado, bien por
medio de inversiones o préstamos extranjeros.