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EJE: LA LITERATURA EN EL ENTRAMADO CULTURAL Y DISCURSIVO

Bajtín, Mijail, “La estilística contemporánea y la novela”

Resumen por Coro, Andrea y Macarena Pizarro

La palabra en la Novela

La propuesta de Bajtín apunta a la superación de la ruptuta entre el “formalismo


abstracto” y el “ideologismo abstracto”, mediante la justificación de que la forma y el
contenido van unidos en la palabra, entendida esta como fenómeno social.
La estilística no tiene modo de abordar filosófica y sociológicamente sus
problemas. No tiene que ver con la palabra viva sino con la palabra lingüística abstracta
que sirve a la destreza individual del artista.

Capítulo primero: La estilística contemporánea y la novela

La novela ha sido, durante mucho tiempo, objeto de análisis abstractos-


ideológicos y de una valoración periodística; se eludían totalmente los problemas
concretos de la estilística. Por oposición a este análisis, a fines del siglo pasado, comienza
a tenerse en cuenta los problemas técnicos de la novela y la novela corta. Pero seguía
centrando su atención en la composición, seguían prevaleciendo los mismos juicios de
valor accidental que no llegaban a tratar la auténtica esencia de la prosa estilística.
Se había difundido un característico punto de vista que veía la palabra novelesca
como si fuera un medio extraartístico, carente de toda elaboración estilística original. Al
no encontrar en la palabra novelesca la esperada forma puramente poética, se negaba
toda significación artística, considerándolo un medio de comunicación neutral (como el
corriente o el científico). Lo dicho evita la necesidad de ocuparse de los análisis
estilísticos de la novela, anula el problema mismo de la estilística de este género.
En los años veinte, aparecen una serie de análisis concretos de la prosa novelesca
a la vez que se realizan intentos por comprender y definir de raíz la especificidad
estilística de la prosa artística en su diferencia con la poesía. Esto comprobó que las
categorías de la estilística tradicional y la concepción misma de la palabra poética y
artística no eran aplicables a la palabra novelesca.
Todos los intentos de análisis derivaban hacia una descripción lingüística del
lenguaje del novelista o se limitaban a subrayar los elementos estilísticos individualizados
de la novela, encuadrables en las categorías tradicionales.
La novela como todo es un fenómeno pluriestilístico, plurilingual y plurivocal,
por lo que el investigador se encuentra con unidades estilísticas heterogéneas, situadas en
diferentes planos lingüísticos y que están sometidas a diferentes normas estilísticas.
Tipos básicos de unidades estilístico-compositivas en que se descompone
generalmente el todo novelesco:
1) Narración literaria directa del autor (en todas sus variantes).
2) Estilización de las diferentes formas de la narración oral costumbrista (skaz).
3) Estilización de diferentes formas de narración semiliteraria (escrita) costumbrista
(cartas, diarios, etc.).
4) Diversas formas literarias del lenguaje extraartístico del autor (razonamientos
morales, filosóficos, científicos, declaraciones retóricas, descripciones
etnográficas, informes oficiales, etc.).
5) Lenguaje de personajes, individualizado desde el punto de vista estilístico.
Estas unidades estilísticas heterogéneas se combinan en un sistema artístico
armonioso y se subordinan a la unidad estilística superior del todo; es en esta unidad
donde se encuentra la especificidad estilística del género novelesco. El estilo de la novela
reside en la combinación de estilos. La novela es la diversidad social organizada
artísticamente, del lenguaje, lenguas y voces individuales.
La estilística tradicional no reconoce esa manera de combinar los lenguajes y
estilos en una unidad superior, no puede abordar el diálogo social específico de los
lenguajes de la novela. Por eso, el análisis estilístico de la novela no se orienta hacia un
todo sino solo hacia una u otra de sus unidades estilísticas subordinadas. El investigador
pierde de vista el foco principal del género, sustituyendo el objeto de la investigación y
en lugar del estilo novelesco analiza otra cosa totalmente distinta; se pueden constatar dos
variantes de dicha sustitución:
 Descripción de la lengua del novelista o del lenguaje de la novela. Se
separa el género y la obra del estudio del estilo. La unidad de este se
transforma en unidad del lenguaje individual o del habla individual. Esto
no alcanza a ser un análisis de la estilística de la obra, porque tales
elementos se refieren al sistema del lenguaje o al sistema del discurso, es
decir, a ciertas unidades lingüísticas, pero no al sistema de la obra literaria.
Pero la novela no necesita los requisitos de unidad –ni unicidad- ya que su
premisa autentica se constituye con la estratificación interna, el
plurilingüismo social y la plurifonía individual de la lengua.
 Se pone de relieve uno de los estilos subordinados, que se analiza como el
estilo del conjunto. En otras palabras, ese estilo se estrecha hasta
convertirse en el estilo de una de las unidades menores. Así, por ejemplo,
el etilo novelesco se ve reducido al concepto de estilo épico y se le aplican
las correspondientes categorías de la estilística tradicional.

La estilística y la filosofía del lenguaje están en el dilema de reconocer que la


novela no es un género artístico o de revisar radicalmente la concepción de la palabra
poética que está en la base de la estilística tradicional, aunque pocos estén a favor de la
última opción.
No obstante, también es posible la siguiente solución de principio a este dilema:
recordar la olvidada retórica que contuvo toda la prosa artística durante siglos,
devolviéndole sus antiguos derechos para que pueda mantenerse la antigua concepción
de la palabra poética, restituyendo a las formas retóricas todos los elementos de la prosa
novelesca que no caben en el conjunto de características estilísticas tradicionales.
Pensar a la novela como un género retórico extraliterario es un punto de vista
erróneo que excluye definitivamente del marco de la poesía a la novela, considerada como
una formación puramente retórica. Pero si bien toda prosa artística y la novela guardan
un estrecho parentesco genérico con las formas retóricas, han conservado su especificidad
cualitativa y no es reducible a la palabra retórica.

La novela es un género literario. La palabra novelesca es palabra poética, pero que


no se inscribe realmente en los límites de la concepción que actualmente tiene de esta.
La filosofía del lenguaje, la lingüística, y la estilística no conocen sino dos polos
de la vida del lenguaje: el sistema del lenguaje único y el del individuo que utiliza ese
lenguaje.
Las diversas orientaciones de estas disciplinas en distintas épocas han introducido
diferentes matices en conceptos como el “sistema de la lengua”, el “enunciado
monológico” y el “individuo hablante” pero ha permanecido constante su contenido
principal, que se halla condicionado por los destinos histórico-sociales concretos de las
lenguas europeas, por los de la palabra ideológica, por problemas históricos especiales,
solucionados por la palabra ideológica en ciertas esferas especiales y en ciertas etapas de
la evolución histórica.
En ese condicionamiento reside la fuerza y carácter limitado de las principales
categorías estilísticas. Fueron generadas y modeladas por las fuerzas históricas del
proceso de formación verbal e ideológico de ciertos grupos sociales; eran la expresión
teórica de esas eficaces fuerzas. Tales fuerzas son las fuerzas de unificación y
centralización del universo ideológico verbal.
La categoría de lenguaje único es expresión teórica de los procesos históricos de
unificación y centralización lingüística, expresión de las fuerzas centrípetas del
lenguaje. Se impone siempre y se opone al pluralismo real en todo momento de la vida
del lenguaje. Es una fuerza que trasciende ese plurilingüismo que cristaliza en una unidad
real, aunque relativa del lenguaje hablado predominante y del lenguaje literario, del
“lenguaje correcto”. Es un sistema de normas lingüísticas, no como imperativo abstracto
sino como fuerzas creadoras de la vida del lenguaje.
No se considera el lenguaje como un sistema de formas gramaticales abstractas
que aseguran un mínimum de comprensión práctica, sino como saturado ideológicamente,
como una concepción del mundo e, incluso, como una opinión concreta que asegura un
máximum de comprensión recíproca en todas las esferas de la vida ideológica.
Pero las fuerzas centrípetas actúan dentro de un plurilingüismo efectivo. La lengua
se estratifica en dialectos lingüísticos y en lenguaje ideológicos-sociales: de grupos
sociales, “profesionales”, “de género”, de las generaciones, etc. El mismo lenguaje
literario solo es uno más entre los lenguajes del plurilingüismo, que, a su vez, está
estratificado en lenguajes (de géneros, de corrientes, etc.). Esta estratificación efectiva y
el plurilingüismo no solo constituyen la estática de la vida lingüística sino también su
dinámica ya que se amplifican y profundizan. Junto a la fuerzas centrípetas actúan las
fuerzas centrífugas de la lengua; con la unificación y centralización ideológico verbal
se desarrolla ininterrumpidamente el proceso de descentralización y separación.
Cada enunciado concreto del sujeto del habla representa el punto de aplicación de
ambas fuerzas. Los enunciados se descubren como unidad contradictoria tensa de dos
tendencias opuestas. El medio auténtico del enunciado en el que vive y se está formando
es, es el plurilingüismo dialogizante, anónimo y social como lenguaje, pero concreto,
saturado de contenido y acentuado, en tanto que enunciado individual.
Al mismo tiempo que se iban desarrollando las variantes principales de los
géneros poéticos en la corriente de las fuerzas unificadoras, centralizadoras, se han
formado históricamente la novela y los géneros literarios en prosa que gravitan a su
alrededor, en la corriente de las fuerzas descentralizadoras. En las capas bajas suena el
plurilingüismo de los payasos, la ridiculización de “lenguas” y dialectos, evoluciona la
literatura del fabliau y de las comedias satíricas, de las canciones de la calle, de los
proverbios y los chistes. Se concebían como opuestos al centro lingüístico ideológico-
verbal de la nación y de la época. El plurilingüismo era dialogizado, estaba orientado, de
manera paródica y polémica, contra los lenguajes oficiales de la contemporaneidad.
La filosofía de la lengua, la lingüística y la estilística, nacidas de las tendencias
centralizadoras, han ignorado ese plurilingüismo dialogizado. El sistema de la obras
estaba concebido por analogía con el sistema del lenguaje, que no puede encontrarse en
interacción dialógica con otros lenguajes. La obra es un monologo autosuficiente y
cerrado del autor. Los fenómenos de ese género – el estil polémico, paródico, irónico-
son generalmente calificados como fenómenos retóricos y no como fenómenos poéticos.
La estilística encierra todo fenómeno estilístico en un solo contexto en forma de
monólogo.
Estas disciplinas buscaron la unidad en la diversidad, centrando la atención del
pensamiento filosófico lingüístico en los aspectos más estables y monosemánticos de la
palabra –antes que en sus aspectos fonéticos- porque estaban más alejados de las esferas
semántico-sociales, cambiantes de la palabras. La misma orientación a la unidad hizo que
fuesen ignorados todos los géneros verbales (costumbristas, retóricos, de la prosa
literaria), portadores de tendencias desentralizadoras de la vida del lenguaje.

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