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{Versión preliminar}

La crisis planetaria del agua, biocampos y la


esencia sagrada de la vida: una perspectiva
transdisciplinaria

Tania Romo González, Carlos Pérez, Leticia Bravo Reyes, Inés Medina, Denisse
Escalante, Eduardo Ruiz, Cristina Núñez y Enrique Vargas Madrazo
Estación EcoDiálogo, Área de Biología Sistémica, Instituto de Investigaciones
Biológicas, Universidad Veracruzana, Xalapa, Ver. México

“Las aguas sagradas nos llevan más allá del mercado a un mundo cargado con mitos e historias, creencias
y devociones, cultura y celebración… éstos son los mundos que nos permiten ahorrar y compartir el
agua, y convertir la escasez en abundancia. Todos estamos... sedientos del agua que nos libere y nos de
vida - orgánica y espiritual. La lucha... entre los que la protegen y los que la destruyen, entre los que la
consolidan y los que la explotan está en curso. Cada uno de nosotros tiene un papel en la creación de la
historia del futuro del agua. Cada uno de nosotros es responsable del kumbh - el agua sagrada”.

- Vandana Shiva

1. El Agua, su presencia y las preguntas que nos genera.

Dentro de nuestra vida moderna, la relación que mantenemos con el agua resulta ser
bastante superficial; no siempre, más bien raramente reflexionamos acerca del agua de
forma profunda. Esta circunstancia sólo sucede cuando el servicio de agua se suspende
en casa, cuando mi ciudad se inunda, cuando me da diarrea por agua contaminada, etc.
Inmediatamente pensamos en lo necesaria que es el agua, que es algo que necesitamos
“tener” a nuestro alcance, si es que queremos sobrevivir y disfrutar del “confort”. Frases
como estas vienen a nuestra mente: “El agua es indispensable para la salud y el
bienestar humano, el agua quita la pobreza y el hambre, sin el agua no habría vida
en este planeta” (Karachristianidis y Smines 2005).
Sin embargo, nuestras imágenes acerca del agua son diversas, podemos pensar
en el mar, con sus sonidos, su paz, sus colores, la playa, podemos pensar en un vaso con
agua, en una tina calientita, en una alberca o en un lago artificial para remar o pescar.
Por otra parte nos llegan imágenes de un Tsunami, de un huracán como el Stan,
Gilberto, Katrina, etc., recordamos quizás también las goteras en la casa, o el río
putrefacto que pasa por detrás de mi colonia. Así es que siempre que nos veamos
compulsionados por una circunstancia estresante a reflexionar con más detenimiento
sobre la importancia del agua quizás lleguemos a la noción de “escasez del agua”, “el
cuidado del agua”, “mi necesidad indispensable de agua”.
Entonces podemos preguntarnos: ¿qué es el agua? ¿es materia muerta? ¿es
mercancía? ¿es realmente escasa? ¿Cómo penetra su esencia mi cuerpo y de qué
propiedades lo insufla? ¿es igual cualquier agua independientemente de su origen o
condición? …

2. Un acercamiento formal a la problemática del agua.

El agua cubre alrededor de las dos terceras partes de la superficie de la tierra, estando
presente en todos los ámbitos de la vida y la biosfera, lo que hace sentido que estemos
tan relacionados con este elemento. Pero sólo el 2.5% del agua terrestre es dulce, de este
pequeño porcentaje el 68.9% se encuentra atrapada en las capas de hielo y en los
glaciares, lo que deja un 30.8% de agua subterránea y sólo el 0.3% en los lagos y los
ríos (Karachristianidis y Smines 2005). Esto reduce enormemente al agua disponible
operativamente para ser acezada por la gran parte de los seres vivos (Figura 1).

Figura 1. Agua Mundial

A partir de 1950 ha habido un gran incremento en la población mundial y


mientras que la población mundial se ha triplicado en el siglo XX, el uso del agua ha
crecido 6 veces. Por lo que de seguir así la tendencia dentro de los próximos 50 años la
población podría incrementarse otro 40 o 50%, lo que resultaría en un incremento de la
demanda del agua pudiendo traer serias consecuencias para el ambiente y la vida en
general (Karachristianidis y Smines 2005).
En la actualidad usamos el 70% del agua extraída en la agricultura, el 22% en la
industrial y el 8% es de uso domestico, sin embargo, un buen porcentaje de esta agua se
desperdicia (Figura 2). Esta circunstancia ligada al pequeño porcentaje existente para el
consumo y la sobrepoblación muestra el momento de crisis en el que se encuentra la
humanidad. Pero ¿de dónde proviene realmente esta crisis? ¿Cómo construye la
sociedad moderna la relación que lleva a percibir esta noción de escasez?

Figura 2. Uso del Agua Global

3. La complejidad de la crisis que hemos creado respecto al agua: la


construcción del cuerpo y la naturaleza como mundos ajenos a nuestra
humanidad moderna

Una mirada pausada en nuestro entorno y nuestra historia muestra que la manera
en que en la modernidad nos relacionamos con el agua es intrínsecamente insostenible,
genera devastación local, regional y planetaria. Esto sucede pues el proceso de
urbanización e industrialización de la humanidad crea una relación des-proporcional
respecto al agua. Una relación donde el agua es fetichizada, donde es arrancada de su
contexto y porción local, asociada a la orografía, a la ubicación geográfica, a su relación
con la totalidad de la biosfera.
La cultura del olvido, de la pérdida de los saberes tradicionales nos ha llevado a
pensar que los humanos siempre hemos tenido las mismas necesidades respecto al agua.
Construimos la noción de que para vivir dignamente, cada humano necesita la misma
cantidad de agua, cantidad que le “garantiza el bienestar”. Este bienestar lo tazamos,
como casi todo con los referentes de los estándares propios de los países auto-
denominados como “desarrollados”. En estos países se consume 500 litros de agua per
cápita por día, siendo que en los países “sub-desarrollados” se consumen 50 litros,
mientras que en el campo de estos últimos países se consumen 5 litros per capita.
Pensamos por lo tanto que la única manera de vivir “dignamente” es con 500 litros de
agua por día por persona. Esto es tan grotesco como suponer que cada persona en el
desierto del Sahara, en Sonora, en Arabia, en Irán o en las Pampas argentinas debería
tener dicha cantidad de agua para vivir correctamente.
También nos damos a pensar que siempre en la historia de la humanidad hemos
tenido esta relación desproporcionada que ahora tenemos respecto al agua. Podemos
encontrar, por ejemplo, que la noción del baño con estropajo y jabón es un invento que
surgió en Europa hace dos o tres siglos apenas. El retrete y más aún el “water close”
(WC) es un invento igualmente reciente. Todo esto tiene que ver con la historia cultural
del cuerpo humano y las costumbres asociadas a él. La noción de que el cuerpo es un
ente inmundo que debe ser limpiado constantemente para desprenderlo de su condición
animal es también una idea desarrollada en Europa hace tan sólo dos o tres siglos. En
este punto nos enfocamos en cuanto al WC.
Este invento inglés del siglo XVIII, ha sido el representante y detonador de una
de las crisis ecológicas más devastadoras de la historia humana. En la propia Inglaterra
esta práctica de pretender “lavar” las inmundicias de nuestros cuerpos mediante el agua
y tirarlas a los ríos causó grandes epidemias ya en los siglos XVIII y XIX. Europa y los
países desarrollados tardaron varias décadas en darse cuenta de la catástrofe que dichas
prácticas generó.
No es esta lo ocasión de hacer una historia de todas las “soluciones” que la
tecnología y la política realizaron para ir dando aparentes soluciones al “problema de
las aguas negras”. Tan sólo nos centraremos en reflexionar en cómo nuestro países “en
vías de desarrollo” han seguido los pasos de las culturas occidentales, y cómo dichas
prácticas asociadas al WC y la modernización e industrialización de nuestra vida y
relación con el agua, nos han llevado a que más del 90% de nuestras aguas frescas de
nuestro planeta se encuentren contaminadas.
Consideramos que el punto fundamental en toda esta relación insostenible entre
la civilización occidental y el agua proviene de la auto-asumida premisa de los humanos
de usar indiscriminadamente al agua como agente para “limpiar”, tanto sus actividades
cotidianas, como industriales y sociales en general. Es decir, la construcción social de
este tipo de relación, sobre todo en el contexto del desarrollo indiscriminado de las
sociedades industriales y urbanas, llevó a esta ficticia dependencia a proporciones que
cada vez más han implicado una in-sostenibilidad de la sociedad humana. Más aún, esto
ha creado una competencia entre las “hiper-necesidades” humanas y los flujos de auto-
regulación de la biosfera.
Ante dicha situación también desde el norte “desarrollado” nos han venido
nuevas supuestas “soluciones” a este problema co-creado culturalmente desde una
praxis de una ética ambiental tan lejana y conflictiva del ser humano respecto a su
cuerpo y a natura. Esto significa en el ámbito de nuestras necesidades personales y
sociales el que se haya propuesto que el problema del agua puede ser resuelto en el
marco del paradigma del desarrollo, recurriendo a procedimientos de saneado de aguas,
de promoción de usos más “racionales” y mercantilizados del agua. Esto significa en la
práctica el “tratar” las aguas negras y contaminadas para devolverles su “frescura”.
Sin embargo existen diversas preguntas que no quedan claras al respecto:
¿Cuánto cuesta dicha solución? Esta noción de costo no es sólo económica, sino social,
ecológica, energética, etc. ¿Es accesible dicha inversión y costos para todos los seres
humanos de este planeta? ¿Acaso el regresar aguas limpias a los ríos no generará más
necesidades de consumir agua, generado así cada día más exigencias sobre el sistema de
aguas? ¿La inmensa cantidad –miles- de sustancias que la industria moderna genera
cada año pueden ser “limpiadas” en dichos reactores de reciclado del agua? Es decir, ¿es
viable asumir que la salida de intentar limpiar las aguas es sostenible?
Estas preguntas nos llevan a reflexionar sobre lo que sucede alrededor del
“negocio” del agua que se está desatando en nuestros días a nivel global. Cómo dice
Vandana Shiva, las guerras del agua no vienen en un futuro, han estado ya presentes
desde hace décadas, en distintas intensidades, en formas y niveles de acción.
Reflexionemos en torno a algunos ejemplos. ¿Cómo consideramos al fenómeno
social del agua en donde hace 40 años todo mexicano podía con confianza tomar agua
de cualquier río, riachuelo, lago, de cualquier bebedero o llave en la calle? ¿Qué clase
de guerra de baja intensidad, sobre todo para las personas de bajos recursos (la gran
mayoría en nuestro país y el mundo), significa que en estos días la única forma de
garantizar “agua saludable” sea pagar a la CocaCola, Danone o Nestlé 18 pesos por 19
litros de agua? Consideremos que el ingreso per cápita de una familia promedio es de
100 y 150 pesos diarios en México.

4. Hacia una percepción transdisciplinar y trascendental del agua: el


camino hacia las aguas arquetípicas.

Como sabemos existe actualmente una estrategia de la grandes transnacionales para una
vez convertida el agua hacia esta noción de escasez, apropiarse de los principales
remanentes “limpios” y comercializarla, obteniendo así enormes ganancias. ¿Cómo
podemos evitar esta apropiación, si el agua en la cultura occidental actual es percibida y
vivida como un recurso que nos pertenece, como una sustancia y mercancía “necesaria”
para nuestro desarrollo, la cual ha sido despojada de todas sus propiedades arquetípicas
y creativas (ver más adelante)? Es decir, para la cultura occidental moderna el agua no
está viva, es inerte, es tan sólo una sustancia más y puede ser definida en términos de
sus propiedades físicas, no tiene conciencia, ni historia. Es decir, el agua es tan sólo
H2O, aquella fórmula que nos enseñaron en la secundaria y que es una sustancia
inodora, incolora e insípida. El H2O no es ni planta ni animal (por más que también
plantas y animales han sido convertidos también en recursos), es un tipo de mineral
líquido, no tiene valor por si misma, pero tiene un gran valor potencial al ser aplicada
dentro de un propósito productivo. No hay otro beneficio de la existencia del agua que
el que tiene para los seres humanos, directa o indirectamente (Groenfeldt 2006). Más
aún, el ambiente dentro del cual se encuentra el agua también es un recurso que puede
ser utilizado con fines productivos.
Las visiones recientes acerca del agua han cambiado enormemente desde
aquellas de los pueblos tradicionales, construyendo así los ámbitos mercantiles de la
plusvalía del agua, debido al gran valor económico de los servicios ambientales
asociados tanto directamente al agua, como aquellos que incluyen peces, pájaros, la vida
salvaje, así como las plantas y microorganismos. Este valor agregado del agua por el
reciente aprecio de los aspectos biológicos de los sistemas acuáticos y las ventajas
económicas asociadas a los ecosistemas del agua, ha generado reconsideraciones sobre
las potencialidades del agua para la irrigación, así como el re-análisis del
costo/beneficio de las presas hidroeléctricas, entre otras cosas. Pero mientras que las
ecuaciones han cambiado con los nuevos valores del agua de acuerdo con los factores
biológicos y ecológicos, los valores culturales siguen siendo los mismos y el agua aún
se define en términos económicos (Groenfeldt 2006). Bajo esta lógica del pensamiento
racional y moderno estamos convencidos de que esta noción compleja y diversa que nos
dice la experiencia con el Agua es sinónimo absoluto de H2O. Pero parece ser que no es
así, Agua es mucho más que H2O. Pero ¿es esta la única forma de relacionarnos con el
agua? ¿La crisis del agua se refleja sólo en la escasez? ¿Hay un valor más allá de lo
económico?
Dentro del discurso occidental contemporáneo hay un vivo debate acerca de si
el agua es un bien económico o un bien social. El banco mundial, por ejemplo, ha
impulsado políticas mundiales a través de préstamos, políticas que incentivan a tratar el
agua como bien económico, ya que puede ser comprada y vendida, y que tiene valor
económico (medido en términos monetarios). En oposición a esta visión dominante está
la perspectiva de solidaridad social en la que el agua es un bien social que es necesario
para la supervivencia, y por tanto debe estar a disposición de todos. Otras opiniones de
diversas minorías étnicas, particularmente las espirituales, se pueden también en la
actualidad, pero éstas tienen poca probabilidad de ganar atención, ya que el foco está en
la batalla entre los autores del pensamiento económico contra los de un pensamiento
más social (Groenfeldt 2006). A pesar de ello estas minorías persisten y mantienen una
perspectiva espiritual en la naturaleza del agua. El agua desde esta perspectiva
tradicional y comunitaria no se ve como forma de vida utilitaria, sino como algo
sagrado, en el sentido de que es el origen y esencia de la vida (Groenfeldt 2006).
¿Pero es el Agua tan sólo H2O? Basta un ejemplo para comenzar a danos cuenta
de que hay una complejidad en el agua mucho más allá de las nociones reduccionistas y
racionalistas que rigen en la actualidad en la sociedad moderna. Si tomamos
exclusivamente H2O durante un día completo nos daremos cuenta de que vamos a
enfermarnos, requerimos de mucho más que sólo H 2O. Si nos lavamos las manos con
tan sólo H2O veremos que como que “no nos limpia”.
El agua nos presenta una hiper-complejidad mucho mayor que la que estamos
dispuestos a aceptar, comienza así el viaje arquetípico y plantario al que el Agua nos
puede llevar si nos dejamos fluir en sus cauces mágicos y vitales.

5. Las Aguas Arquetípicas.

Diversas culturas orientales, como la hindú y la china, entre otras, así como
occidentales, tales como los aztecas, los mayas, los griegos, los incas, los esquimales,
etc., han identificado el papel activo del agua en la creación continua de la vida
(Groenfeldt 2006). Por ejemplo el filósofo griego Tales de Mileto mencionó que el agua
es la sustancia última, el principio creador de todas las cosas (Mesquita y col.,
2004). Así también, en el testamento de nuestros antepasados hebreos, las imágenes del
agua aparecen como una corriente dadora de vida a través de la historia. El agua apaga
la sed física y espiritual, limpiando, purificando, transformando y llevando vida. En el
génesis aparecen muchos fragmentos que hacen alusión a la cosmogonía del agua y la
importancia de ésta para la vida: "cada clase de criatura viva con la cual el agua
abunda” (Génesis 1:21). “Una inundación se levantaba de la tierra y regaba toda la
superficie" (Génesis 2:6). “De este suelo regado, la vida surgía. Un río fluyó del Edén
para regar el jardín y de él se dividió en cuatro corrientes" (Gen 2:10) (Solomón 2003).
Pero ¿estas imágenes son tan sólo interpretaciones “culturales” o de
“simbolismo literario”? ¿No reflejan estas imágenes mitológicas la esencia cósmica,
universal, arquetípica, cuántica, organizacional y vital de una Agua mucho más real que
nuestros constructos utilitarios desde la modernidad?
En este espacio de energías y ámbitos fundamentales de organización de la
realidad de nuestro mundo, el agua en realidad se encuentra en un proceso de co-
creación continua junto con los demás componentes del cosmos. Esto muestra que el
agua es un elemento imprescindible en la compleja co-creación de la vida, por lo que
desde hace miles de años se generó la noción de dicho elemento como una entidad
sagrada. El agua, aquel elemento mítico, arquetípico y fundamental para la creación,
para la vida, para nuestro planeta, para el metabolismo, para la vida cotidiana, eso es
una dimensión mucho más compleja que el H2O.
A través de la noción del agua como algo sagrado el ser humano creo diversas
significaciones dinámicas de dicha entidad, es decir se produjeron diversos arquetipos
sagrados del agua. Mediante estos arquetipos se reverencia las cualidades vitales del
agua, tales como su flujo, su sutileza, sus propiedades sanatorias, su capacidad de
producir y quitar vida, entre otras (Groenfeldt 2006; Rinne 2001). Para lograr percibir
las características mencionadas anteriormente el individuo tiene que relacionarse de
una forma profunda, tiene que encontrar el oikos, la casa y sus relaciones sutiles y
profundas.

6. La complejidad del agua: su dimensión física, mental, emocional y


espiritual.

El 70% de nuestro cuerpo es agua, el 70% de nuestras células es agua, y el 70% de ADN
también lo es. El agua solubiliza y da forma, contenido, contexto, dirección, energía,
etc. a todo proceso que ocurre en los seres vivos, e inclusive dentro de aquellos procesos
que no son considerados como vivos, tales como los sistemas minerales en la biosfera.
Por lo tanto la contaminación o alteración de la esencia del agua en toda su complejidad
tiene la capacidad de alterar cualquier función fundamental de nuestro organismo
(Ohno y Reminick 2002).
¿Pero qué entendemos como agua saludable? El agua se congrega en
agrupamientos estrechamente organizados. Normalmente el agua que tomamos de las
botellas o del grifo contiene agrupaciones de entre 50 a 60 moléculas. Sin embargo el
agua magnetizada, característica de los ecosistemas sanos y en su estado de integridad
armónica, forma agrupaciones de 3 a 5 moléculas, manteniendo a las moléculas
alineadas y en una estrecha e íntima comunicación durante los procesos de movimiento
y absorción. Esta agua se encuentra dinámicamente ordenada u orientada y presenta
movimientos restringidos en comparación en el agua no biológica. La posibilidad de
mantener esta organización adecuada entre las moléculas individuales del agua es
debido a la magnetización y otras propiedades sutiles esenciales del agua fresca, lo que
permite a la célula estabilizar y articular sus funciones metabólicas. Al mantener
mediante la magnetización del agua esta organización activa a pesar de estar
participando en los procesos vitales, el agua es capaz de transmitir información a través
de las células. Reiteramos que esta comunicación es posible gracias a la estructura
organizada que las moléculas de agua mantienen debido a su magnetización y
vitalización, compleja circunstancia que sólo es posible producir en un ecosistema
saludable.
Veamos cuales son las costumbres y como se reproduce esta cultura de la “Vida
del Agua”. Diversos estudios que toman en cuenta las numerosas propiedades
electrodinámicas y organizacionales del agua, han mostrado que el agua “biológica”
posee muy diversas propiedades que no están presentes en el agua “a granel” (Ho 2004).
De acuerdo con las investigaciones de Víctor Schauberger y muchos otros
investigadores, el agua presenta una forma fundamental de movimiento denominada
vortex (ver Figura), así como una serie de variaciones microscópicas de temperatura,
condiciones que le permiten organizarse electrodinámica y posicionalmente de forma
que permita la comunicación en distintos niveles. Estas propiedades dependen de una
dimensión muy sutil que Schauberger identificó como la diferencia fundamental entre
las aguas puras y naturales y las aguas negras e industriales recicladas.
El agua es altamente maleable, existe una relación estrecha entre el ambiente
físico (los campos electromagnéticos, cuánticos, la temperatura, etc.) y la estructura
química y organizacional íntima del agua. Así las propiedades del agua y la contribución
decisiva que ella puede hacer dentro de los procesos celulares, depende estrechamente
de esta relación recursiva (auto y exo, es decir intrínseca y ambiental, respectivamente)
que le da forma y función. Así podemos ver nuevamente que el agua es mucho más que
tan sólo H2O.
En muchos sentidos la clave que le confiere al agua esta dimensión arquetípica y
mágica reside en su gran sensibilidad a los biocampos de energías sutiles. Dentro de los
biocampos, los campos electromagnéticos (CEM) ocupan un papel central, ya que estos
surgen a partir de las energías y procesos subatómicos y por lo tanto cuánticos, con
todas sus consecuencias ontológicas, siendo que al mismo tiempo los CEM tienen
influencia y operan también a nivel de los procesos macroscópicos.
El estudio de la importancia de los CEM sobre la vida comenzó a consolidarse
dentro de la ciencia moderna cuando a inicios del siglo XX Loeb y Beutner
comprobaron observaciones del físico italiano Carlo Metteucci, respecto a que cuando
se produce una lesión en un tejido, tal como una amputación o herida, se genera una
corriente eléctrica en toda la zona afectada. Más tarde Becker observó que en la zona
afectada la corriente eléctrica normal del cuerpo revertía su polaridad, lo cual guiaba el
proceso de sanación del tejido (Liboff 2004). Estas y muchas otras observaciones
evidencian que los seres vivos son capaces de generar CEM y que los detalles de este
entramado de biocampos son determinantes sobre la fisiología, la psiquis, la ecología y
la evolución de los seres vivos. Las investigaciones de los efectos que los CEM tienen
sobre la fisiología y morfología de huesos constituye una rama establecida, inclusive
dentro de la medicina convencional moderna (Becker, 1998). Los estudios de los
efectos de los CEM se han extendido a literalmente a todos los niveles de organización
viviente, desde las interacciones atómico-moleculares, la regulación de la expresión del
ADN, la contracción de fibras musculares, la organización y fisiología de las
biomembranas, la forma y función celular principalmente a través de su citoesqueleto, la
comunicación y organización intercelular y tisular, las funciones de los principales
sistemas organismicos, etc. etc.
Los estudios se extendieron hacia ámbitos de organización mucho más
complejos dentro de los proceso vitales. Por ejemplo, Presman investigó la relación
entre CEM y aspectos etológicos y relaciones ecológicas en general. Así este autor
postuló que la evolución de los seres vivos ha tomando ventaja de los campos
electromagnéticos terrestres para favorecer sus procesos de organización, ecología y
cambio (Presman AS Electromagnetic fields and life 1970). Estos estudios iniciaron
cuando Brown (Brown F. 1962 Biol bull 123: 264.) observó efectos de campos
magnéticos horizontales débiles sobre planarias y protozoos.
Pero penetremos en la dimensión subatómica y energética en la que aparecen
algunas de las propiedades fundamentales responsables de esta portentosa Vida del
Agua que da sustento a la Vida de nuestra Madre Tierra. Diversas observaciones
han mostrado que el agua favorece y modula el movimiento de partículas cuánticas, en
específico el movimiento dinámico y vigoroso de los electrones- en algunas proteínas
como la actina de los microtúbulos (Hameroff 2004, Korotkof y col. 2004). Esta
condición relativa de libertad y movimiento organizado de los electrones- ha venido
siendo comprendida en toda su complejidad e importancia apenas recientemente, ya que
trastoca la mayoría de las concepciones ortodoxas que respecto a las propiedades de
organización de dichas partículas subatómicas se han tenido. Obviando la
complicadísima red de evidencias, razonamientos y explicaciones a este respecto,
diremos que estos electrones- pueden viajar a través de las capaz electrónicas de cada
molécula, ente moléculas e inclusive teleportarse independientemente del espacio y
tiempo hacia otras moléculas del organismo (condición de no-localidad, ver más abajo).
El movimiento y organización de estos electrones, co-determina de forma central tanto
la forma, la flexibilidad, la organización tridimensional, el movimiento mecano-
químico, las propiedades de reconocimiento molecular, la comunicación intermolecular,
etc. etc., de cada molécula, así como de los arreglos supra-moleculares y subcelulares
dentro de cada célula del organismo (ver más abajo) (Ho 2004, Pérez 2006).
Literalmente este movimiento y comunicación electrónico constituye un reservorio casi
infinito de energía disponible para el organismo y le permite a éste modular y coordinar
el metabolismo y la organización celular de forma sutil y profunda: esta es la forma
como realmente podemos entender el fenómeno fundamental de la vida que es la
Coherencia (Ho 1998). Esta condición de coherencia y auto-eco-organización viviente
es una condición que tiene diversas repercusiones a nivel molecular, celular,
organísmico, ecológico, evolutivo e incluso hacia los niveles psicológico y societales
como veremos más adelante (Hameroff 2004).
Se debe mencionar que dicho movimiento de partículas cuánticas, al cual se le
ha llamado computación cuántica, en el sentido que construye una compleja red de
procesos de información, comunicación y organización, se genera y re-genera de una
forma no-local e instantánea, de tal forma que toda la información esté disponible en
cualquier lugar, generando la noción holográfica de que todo lo relacionado está
conectado con todo lo relacionado (Talbot 2002). Expliquemos brevemente qué
significa esta condición de no-localidad. Dentro del mundo cuántico (es decir el mundo
sub-atómico) los procesos no corresponden con nuestras nociones macroscópicas de
espacio-tiempo lineal y rígido. Esto significa que para las partículas subatómicas en una
determinada interacción lo mismo da que dos partículas se encuentren en dos galaxias
distintas o en habitaciones contiguas, su interacción puede ser igualmente significativa.
De igual forma el tiempo (que en realidad es un continuo con el espacio y no dos cosas)
no tiene este sentido excluyente y lineal que le damos, sino que los procesos carecen de
este arreglo secuencial newtoniano, por lo que se puede decir que las partículas y
procesos cuánticos pueden “viaja en el tiempo”. De esta forma se evidencia que
cualquier entidad esta imbuida en una gran red de interacciones que la complejizan, por
lo cual su comportamiento no puede ser abordado a través de la lógica lineal del
racionalismo-mecanicismo.
En este punto debemos resaltar que el agua es un elemento importante en esa red
de relaciones que trascienden la espacio-temporalidad lineal, tanto a nivel molecular e
incluso a un nivel de mayor sutilidad como lo es el cuántico. Esto significa que el agua
tiene una gran sensibilidad a las perturbaciones y procesos de comunicación y
organización a nivel cuántico. De hecho genera una condición de dualidad micro-macro
donde el agua participa y es afectada por los procesos cuánticos, siendo que al mismo
tiempo puede expresar estas perturbaciones cuánticas en procesos bioquímicos e
inclusive macroscópicos. De esta forma el agua funciona como una “interfase y
traductor” entre estos dos niveles. Así se redimensiona la concepción de sutileza del
agua y se dirige al individuo a una nueva concepción del arquetipo sagrado de dicho
elemento, veamos.
Como se puede observar la interconexión de la red de relaciones desde un nivel
cuántico, molecular, celular, etc., depende entre otras cosas de la presencia de agua en
un ambiente determinado (Schorr 2004). A nivel cuántico se tienen evidencias de que el
agua favorece el movimiento armónico y sincrónico, es decir coherente, de las
partículas cuánticas (Smith 2004). Esto se menciona ya que algunas evidencias apuntan
que la estructura molecular del agua le permite trasmitir a través de su entramado de
puentes de hidrogeno electrones “pertenecientes” a macromoléculas en ella disueltas, lo
que permite, promueve y modula la comunicación y organización inter-molecular. En
base a esto el agua se convierte en un ambiente participativo que se ha observado, tal
como mencionamos anteriormente, influye en cambios conformacionales y eléctricos de
otras biomoléculas (Hameroff 2003). También se ha observado que la presencia de agua
facilita la generación de procesos, como el tunelaje electrónico1, que permiten la
transmisión de electrones entre moléculas, células, organismos, entre otros sistemas, a
una velocidad mayor que la de la luz (Kaivarainen 2002 y 2003; Georgiev 2004;
Mesquita y col., 2004). Diversos experimentos refuerzan todo lo anterior al mostrar que
la interacción entre el agua y diversas proteínas favorecen la polarización de estas
últimas biomoléculas, cambios en su conformación y un movimiento coherente de
partículas cuánticas (Frohlich 1975; Ho 1996; Georgiev 2004; Mesquita y col., 2004).
Además se tienen evidencias que a través de la transmisión coherente de partículas
cuánticas se generan diversos estados de coherencia cuántica como solitones, fonones,
bosones, etc., es decir sistemas colectivos o entidades físicas que se comportan de
acuerdo al mundo cuántico, pero que por su dimensión colectiva tienen la posibilidad de
interactuar dentro del mundo macroscópico. Por lo tanto el agua ejerce una influencia
decisiva sobre diversos procesos bioquímicos en donde participan estos subsistemas
colectivos, así como en las influencias de estos subsistemas sobre las propiedades
materiales y mecánicas de diversos sistemas macroscópicos tales como células, tejidos,
animales, plantas, ecosistemas, minerales, rocas, etc. (Kaivarainen 2002 y 2003). Con
base en lo anterior, algunos autores apuntan que el agua genera una comunicación
cuántica coherente que produce las cualidades materiales y mecánicas de algunos
sistemas, es decir el agua favorece la condensación de la materia (Kaivarainen 2002 y
2003).
Así podemos construir ya una imagen clara en el sentido de que es el Agua el
principal elemento que permite y propicia el que la tierra, las células, los tejidos, etc.
etc. se comuniquen y organicen más allá inclusive de nuestras nociones convencionales
del espacio-tiempo lineal. Esto es lo que permite que esta hiper-complejidad de la vida y
la biosfera pueda funcionar auto-organizándose, auto-reparándose, auto-
reproduciéndose, es decir siendo sostenible y hermosa. De esta forma vemos cómo la
metáfora trascendente del agua como una matriz fundamental de la vida, el lugar desde
donde proviene la vida y la creación se comienza a hacer evidente y real, mucho más
real que las estrechas concepciones de Agua como H 2O, o como un “pseudo-mineral”
inerte y estrechamente material.
Esto refuerza la noción de muchas culturas ancestrales de concebir al agua como
un elemento sagrado que interconecta el todo de una forma sutil, mediando la
generación de lo material a partir de lo inmaterial, produciendo orden del desorden.
La generación de lo material a partir de algo aparentemente inmaterial no es la
única “magia” que se encuentra en la sustancia esencial a la que llamamos agua. Por
ejemplo, diversos pueblos antiguos tienen la noción de que gracias a la interconexión
que el agua tiene con el todo, este elemento posee propiedades que ayudan a la sanación
de los seres vivos (Rinne 2001). Esto se refuerza por varios estudios donde se muestra

1
El tunelaje se produce cuando dos entidades moleculares o atómicas están coordinadas de tal forma que
los electrones de una entidad pueden transportase, independientemente del espacio-tiempo, hacia la otra
entidad.
que el agua es capaz de retener la actividad de otras moléculas aún cuando estas ya no
estén en contacto con dicho elemento, fenómeno denominado como memoria del agua
(Benveniste 1994). Se tienen evidencias de que esto sucede gracias a que la interacción
agua-molécula activa genera movimientos vibratorios en el agua, que son retenidos en
dicha sustancia, lo cual le permite la mimetización de la actividad de la molécula activa
(Bellavite 2003). Además otros experimentos muestran que los movimientos vibratorios
del agua que estuvo en contacto con alguna sustancia activa generan una frecuencia que
puede ser grabada y trasmitida a otras moléculas de agua (Benveniste 1994; Bellavite
2003; Ludwig 2006). En estos experimentos se notó que al agua a la que se le indujo la
frecuencia grabada, pudo generar una respuesta fisiológica parecida a la inducida por la
sustancia activa. Esto permite plantear que el agua a través de su memoria, generada a
partir de su relación con otras entidades, puede producir procesos fisiológicos similares
a los de una sustancia química utilizada para controlar algunas enfermedades.
Veamos qué significa esto en términos formales: Si los humanos modernos
asignamos la noción de realidad material al hecho de percibir las “evidencias” fácticas,
por ejemplo que “algo” ejerza presión sobre nuestra piel, que produzca un movimiento
sobre algún cuerpo, que provoque un sabor o temperatura sobre nuestro organismo o
sobre un aparato. ¿Entonces si una “entidad inmaterial” como “la memoria que se graba
en el agua” es capaz de estimular la división celular, la expresión de un gen, la actividad
metabólica celular, etc. etc., cómo debemos concebir a dicha propiedad del agua?
Nuestra lógica material nos lleva designar a esta entidad organizacional e
informacional, es decir a la “memoria” del agua como un “objeto” material con todos
los atributos que ya hemos definido.
Todo esto refuerza la noción de que el agua tiene propiedades que permiten que
algunos seres puedan encontrar un equilibrio que les permita contender con ciertas
circunstancias espacio-temporales, lo cual se puede observar en su sanación física.
Conocemos ahora por los trabajos del Dr. Maseru Emoto que la estructura
cristalina del agua es alterada por muy distintos factores. Por ejemplo, el agua
embotellada y clorada forma patrones distorsionados y aleatorios en los cristales de
agua. Por el contrario el agua de manantiales y ríos vírgenes forma bellas figuras
geométricas y fractales dentro de sus estructuras cristalinas (Figura 3 y 4). Maseru
Emoto nos ha mostrado cómo esta diferencia es fundamental al dirigir los patrones de
formación de cristal liquido en el agua, patrones que son altamente dependientes de la
“vida” del agua, es decir, de su movimiento, de los solutos que ha tenido, de la forma
del contenedor por el que fluye o se almacena, también de campos electromagnéticos,
de radiaciones provenientes desde el sol y el espacio exterior.

Fountain in Lourdes, France Spring Water of Saijo, Japan Spring Water of Antarctic Ice
Sanbuichi Yusui, Japan

Figura 3. Aguas de lugares sagrados


Biwako Lake, the largest lake Fujiwara Dam Yodo River, Japan
at the center of Japan and pours into the Bay of Osaka.
the water pool of the Kinki Region. The river passes through most
Pollution is getting worse of the major cities in Kasai

Figura 4. Aguas contaminadas

De igual forma, otro aspecto importante de la sanación con agua es la intención


con la cual tanto el terapeuta como el paciente utilicen este elemento, ya que se ha
observado que estas propiedades vitales del agua dependen de las emociones, de los
mensajes que le enviamos subjetivamente al agua, de nuestros deseos y comportamiento
(Figura 5 y 6) (Emoto 1999).

Love and Appreciation Thank You You Make Me Sick,


I Will Kill You

Figura 5. Agua y Emoción

Kawachi Folk Dance Heavy Metal Music Bach's " Air for the G string "

Figura 6. Agua y Música

Esto se podría explicar si se considera la hipótesis de que la intención del


individuo, en la cual participan las emociones, influye en algunos procesos cuánticos de
las sustancias (Bellavite 2005), que como se debe recordar repercuten en algunas
propiedades materiales y mecánicas de las sustancias y de los organismos vivientes.
Esto refuerza la noción de algunos sanadores de la tradición Yoruba de Nigeria de que el
agua según la forma en que se utilice puede sanar o matar a los seres humanos (Rinne
2001). Cabe mencionar que en dicha tradición de sanación se considera al agua como
una entidad sagrada que da origen a todas las entidades vivas. También plantea que el
agua puede sanar a los seres vivos debido a que este elemento tiene una conexión sutil,
a un nivel profundo, con la persona que lo utiliza, con el entorno local, con el planeta y
con el cosmos en general. Además los sanadores Yoruba plantean que el agua adecuada
para generar un proceso de sanación es aquella que está en contacto íntimo con la
naturaleza (agua natural), ya que esta guarda la memoria que le aportan todos los
componentes ambientales (Rinne 2001). Así al re-considerar los diversos procesos
cuánticos que se han descrito con anterioridad, como la memoria del agua, la
computación cuántica, la no-localidad, entre otros, se puede revalorar las cualidades del
agua y por tanto la visión de este elemento en la tradición Yoruba y otras.
Podemos tomar un ejemplo para percibir cómo algunas de las preguntas que más
arriba nos hicimos no tienen respuestas simples por parte de las tecnologías modernas,
tecnologías que crean cada vez más la noción de escasez y enajenación del agua por
parte de la civilización industrial (Illich, Shiva, Robert). Para que los cuerpos de agua
puedan estar activamente en este constante proceso de purificación y recambio, se
requiere que el agua tenga minerales y microorganismos en muy variables
combinaciones y siempre en constante recambio. Sin embargo el agua tras ser altamente
contaminada y envenenada por la industria y las casas habitación, carece de esta
complejidad en su constitución y organización. Los procesos de “limpieza” no pueden
devolverle esta compleja trama de relaciones al agua (dando por cierta la premisa -poco
viable- de que los procesos de limpieza son 100% eficientes y que se podrán adaptar a
los miles de nuevas sustancias generadas anualmente, por ejemplo tenemos ahora que
se están generando nanomateriales con capacidades de auto-ensamblaje y reproducción,
los cuales significan una nivel mucho más complejo de potencial contaminación para
los cuerpos acuáticos). Así tenemos que el agua que sale de estos “reactores del
limpieza”, ya no tendrá las mismas condiciones para seguir con la delicada trama de
procesos de limpieza y purificación que la biosfera ha diseñado y ejercido durante
cientos de millones de años. Aquí estamos ya penetrando en la complejidad arquetípica
y mítica de las aguas vitales de GAIA. Nuevamente partimos de la premisa de que el
agua es mucho más que H2O.
Al generarse dicha concepción también se modifica, se enriquece y se re-
dimencionaliza la percepción por parte de algunos individuos de los arquetipos sagrados
del agua generados por diversas culturas ancestrales. Lo anterior refuerza la noción de
respeto, reverencia y amor con el cual aquellos seres que están concientes de la
trascendencia de los elementos, en este caso del agua, tratan a dichas entidades. De esta
forma se dan evidencias que fundamentan una “nueva” concepción sagrada del
agua, que muestran que este elemento es indispensable para todos los seres.
Vemos aquí como se comienza a expresar la dimensión ecológica,
biorregional y planetaria de una sanidad a todos los niveles y que depende en
mucho de las propiedades sutiles del agua, en particular de las Aguas Arquetípicas
y Cristalinas que fluyen por la venas de la Madre Tierra.

7. Hacia las aguas arquetípicas de GAIA: la sangre de la tierra.

Veamos cómo esta trama sutil, poderosa, vitalizante, penetrante, mágica y arquetípica
del agua que ahora quizás podemos ya comenzar a percibir forma la esencia viviente de
nuestra biosfera y de nuestra Pacha Mama: Gaia.
El agua en su circulación tanto superficial como subterránea, genera emisiones
de partículas tales como los rayos gamma, las cuales generan biocampos
electromagnéticos. Estos biocampos, como por ejemplo aquellos provocados por un
cruce de ríos subterráneos, afectan determinantemente parámetros geológicos, tales
como grietas, movimientos de la corteza, flujos de minerales. Más aún, estos biocampos
también afectan la vegetación, su crecimiento, su distribución, la salud de las especies
en la biorregión, el comportamiento de los seres vivos y hasta los patrones psicológicos,
médicos y sociales de los seres humanos (Mariano Bueno, Eric Dowsett).
Continuemos viendo distintos niveles en los cuales el agua co-crea el sutil y
global entramado de nuestra Madre Tierra. Todo el proceso viviente en la Tierra está
asociado a la captación de energía procedente del sol con potencialidad de generar
procesos creativos y neg-entrópicos (Prigonine, Conrad). Esta energía es capturada
mediante procesos a nivel cuántico por la clorofila de los fotones provenientes de las
radiaciones solares y transformada en electrones ricos de energía que inician a partir de
la clorofila una caída sutil y delicada en la cascada de procesos oxidación-reducción que
determinan a la vida. La nueva rama del conocimiento denominada biofotónica-
bioelecrodinámica nos muestra que todos estos efectos cuánticos en los seres vivos
están mediados principalmente a través de los electrones- deslocalizados (ver mas
arriba), los que constituyen un reservorio casi infinito de energía útil para crear y
mantener la vida.
El acoplamiento de esta cascada metabólica comienza en la clorofila y se
derrama por cada uno de los compartimientos de la abigarrada organización biológica
(Ho 1998). El agua y demás biomoléculas con alta actividad bioelectodinámica, crean
las condiciones ecológicas (de comunicación, organización y balance), de hehco son el
materia, el sustrato para este sutil e complejo proceso de acoplamiento energético-
material que percibimos en su forma de biosfera.
Pero veamos cuáles son las condiciones para que se lleve acabo este “derrame
delicado de energía” desde el sol hasta la tierra (sustrato y elemento arquetípico
también), que es el último receptáculo de la materia muerta y en descomposición.
Finalmente esta materia muerta (aparentemente) se articulará nuevamente en esta
cadena eterna de vida y muerta.
El agua es el producto de la oxidación final de los productos de la fotosíntesis
(los azucares). Esta respiración y oxidación se realiza en las mitocondrias de las células
eucariotas. Pero qué papel juega el Agua en todo este entramado de exidación-
reducción, de vida y muerte. El agua posee la menor energía libre de todas las
moléculas biológicamente activas (Korotkov ycol. 2004). Por lo que se dice que es a
través del agua que los organismos vivientes, la vida, aísla a los electrones que han
agotado su energía durante los procesos de la actividad metabólica y vital. Es claro, por
otra parte, que la reserva de energía del agua no es cero, pero toda su energía se
encuentra en forma de electrones- circunstancia en la que la energía no puede ser
usada para transformaciones químicas para las condiciones en las que trabajan los
animales y en general los seres vivos. Por lo que podemos decir que respecto a la
actividad química el agua es el punto de referencia (nivel cero), es decir el punto
final, sustento receptor y soporte de toda la actividad vital de la biosfera.
La tierra tiene una organización de campos electromagnéticos que funcionan
como un sistema de regulación de su actividad en muchos niveles (home.gwi.net, Herat
resonante, www.seafriends.org.nz). Este sistema de campos es vital para la forma que
actualmente tiene la tierra y está directamente relacionado con estos flujos y
propiedades del agua que circula por sus “venas”. Este gran sistema de aguas
planetarias opera en cada lugar con gran influencia, a través de mecanismos biológicos
como lo s que hemos caracterizado aquí, pero también opera a nivel general en su
grandes flujos a través de ríos superficiales y subterráneos, a través de glaciares y
lagos. Como veremos más adelante este gran sistema acuático es determinante para la
salud del planeta, de la atmósfera, de los continentes, de las biorregiones y de cada uno
de los seres vivos que habitamos este planeta.
Diversas teorías y evidencias experimentales generadas en diferentes ámbitos de
la ciencia, principalmente en la biofísica cuántica (tal como hemos visto), muestran que
el agua es un elemento en una gran interconexión con todo lo que le rodea. A partir de
esta interconexión el agua es capaz de recibir, producir, transmitir y almacenar, es decir
computar de una forma compleja, información que dirige la organización de otras
entidades (información organizacional). Además mediante esta computación el agua es
capaz de influir en cualidades de diversos componentes de los seres vivos que les
permiten contender con algunas circunstancias espacio-temporales. Es decir el agua
favorece que los seres vivos encuentren la forma que los conecta con el contexto en
el cual se desenvuelven. Así es como recientemente se ha comenzado a entender que la
organización ecológica y evolutiva del gran sistema viviente, de los ecosistemas y los
nichos ecológicos, sólo puede ser entendida considerando seria y comprometidamente
esta dimensión cuántica-arquetípica del agua y de la vida en general (Satoiris). De esta
forma se redimencionaliza la concepción de que el agua es un elemento fundamental en
la generación de la vida, ya que se genera una nueva concepción de sus cualidades.
El agua es el gran agente, junto con el viento, circulatorio de nuestra biósfera. Su
capacidad de solubilización le confiere la propiedad de estar tomando constantemente
elementos de muy distintos sub-sistemas de la biosfera. Así la articulación delicada y
maravillosa de la biosfera permite crear distintos procesos mediante los cuales el agua
va limpiándose, reciclándose, intercambiando elementos y cargándose de distintas
cualidades a lo largo de su transitar por cada uno de los subsistemas de nuestra biosfera
(Damon). Esta organización es sutil e invisible, posee una enorme capacidad adaptativa,
pero al mismo tiempo es altamente delicada y sensible a perturbaciones en cada uno de
sus componentes.
Este deambular del sistema hídrico de GAIA es el factor central para mantener
la reostasia (es decir la capacidad de auto-regularse y permanecer) de nuestra biosfera,
siendo el agua el factor determinante tanto en el control y sintonía de los grandes mega
ciclos, las grandes corrientes oceánicas y atmosféricas, hasta las direccionalidades,
intensidades y formas de los biocampos de energías electromagnéticos, cuánticos, etc.
en cada biorregión y en el planeta en su conjunto.

8. La dimensión social y humana de las Aguas Arquetípicas: lo sagrado


como esencia de lo sostenible.

Es claro ahora para nosotros que el agua es uno de los cuatro elementos fundamentales,
mitológicos y arquetípicos de la creación cósmica y del universo. Así se nos había
mostrado a través de la historia de la humanidad y su sabiduría sagrada (conocimiento
que fue segregado, ridiculizado y desdeñado por la modernidad). Sin embargo ahora
estamos encontrando grandes coincidencias y diálogos de saberes a través de las
investigaciones de la Scienza Nuova, ya que el conjunto de evidencias y reflexiones que
hemos mostrado aquí dan una pequeña muestra de una verdad arquetípica sobre el
carácter irreductible del agua, su vida y su cultura a tan sólo el H 2O. Esta organización
microscópica y planetaria del agua arquetípica se revela en sus infinitos vortex e
implosiones llenas de “el costumbre” local de cada agua, de su particular idiosincrasia.
Las aguas arquetípicas no pueden ser separadas de la piedra y la arena forjada com-
unitariamente tanto por humanos, plantas, animales, micro-organismos, la tierra, el
viento, el fuego del sol y de la propia tierra, la orografía, etc. Es por esto que es
trascendental el llamado “a la atención” que nos hace Ivan Illich (Illich 1983) hacia la
recuperación de la noción del agua arquetípica, a reinsertarnos en un diálogo profundo
con dichas aguas y con natura como el fundamento para la co-construcción de una
morada sostenible para el ser humano, un morar que nos permita realmente pertenecer
a nuestro terruño, a nuestro territorio.
Tenemos así que por ejemplo dentro de la vida y producción en el campo que el
problema de la irrigación debe pasar de un acto de dominación, imposición, devastación
y fundamentalmente dominado por el poder del conocimiento tecno-científico aislado,
hacia un acto sagrado, local, comunitario, campesino y por lo tanto dialogante entre
todos los agentes involucrados en la problemáticas. Esta praxis dialogante implica el
tránsito desde la imposición de los conocimientos excluyentes de los profesionales,
hacia un co-diseño crítico en el cual el saber y le percepción ciudadana y del saber
tradicional participen de forma central en el diálogo y la toma de decisiones. Al ser este
diálogo sagrado debemos percibir claramente a Natura y nuestra madrecita Tonantzin
con su hija el Agua, como factores fundamentales a considerar, cuidar y venerar, para
así recuperar la sosteniblidad de los humanos en este gran sistema viviente que es
nuestra Tierra-Patria (Morin 1991).
Esta participación dialogante implica una redefinición de lo que entendemos
como democracia representativa hacia una política profunda, donde la participación
democrática esté ocurriendo desde un municipalismo libertario y activo (Brookin), el
cual posibilite re-dimensionalizar y re-proporsionalizar las decisiones y acciones
humanas, único ámbito en el que es posible dialogar con la hiper-complejidad y
simpleza planetaria de las Aguas Arquetípicas.
La imposición de criterios euro-centristas respecto al uso y construcción social
del agua crea dinámicas y decisiones aberrantes e insostenibles. Los conceptos de
equidad, dignidad, pobreza, bienestar y confort son casi siempre ejercidos desde la
cosmovisión de la modernidad occidental. ¿Iguales a quién? ¿Ricos cómo quien?
¿Bienestar acorde a quién?
Exploremos una forma de salir de estos sinsentidos de la colonización cultural y
ecológica desde occidente. Si agregamos la palabra “ecológica”, “sostenible” o
“espiritual” desde la transdisciplina y la complejidad (es decir transportando toda su
riqueza conceptual) al concepto lineal de “pobreza”, tendremos entonces: “pobreza
ecológica”, “pobreza de sostenibilidad” o “pobreza espiritual”. Así tenemos ahora la
pregunta ¿qué es más pobre ecológicamente, una sociedad como la californiana que usa
500 litros diarios per cápita (con una enorme asimetría en este uso, ya que la parte rica
usa varias veces más esta cantidad) y que está a punto de acabar con los recursos
acuíferos, o una comunidad china de la cual se tiene evidencia que ha cultivado arroz en
terrazas sobre el mismo suelo por los últimos 5,000 años utilizando la misma cantidad
de agua? Es decir, ¿dónde residen la “pobreza ecológica”, la “pobreza de sostenibilidad”
o la “pobreza espiritual”?
La políticas globalizantes del mercantilismo y la privatización, pero más sutil
aun de la destrucción de las aguas arquetípicas promovidas por gobiernos, empresas y
organismos de colaboración internacional, pueden implicar por ejemplo que un sistema
tan frágil y sutil como el de los oasis en el desierto del Sahara, quedaran agotados en un
cortísimo tiempo, si el criterio desarrollista de que no ser pobre significa consumir al
menos 500 litros diarios per capita, fuera aplicado a los habitantes de dichas regiones.
Tal como nos alerta Ivan Illich, entubar el agua arquetípica trastoca y destruye la
proporcionalidad, la ubicuidad y la dimensión local y sagrada del agua, convirtiéndola
en una mercancía que pierde su relación intrínseca con el espacio-tiempo-tierra al que
pertenece. Una vez que el agua es “H 2O entubada”, el usuario puede ubicarse a 20
metros o a 2,000 kms del manantial o rió que la surte, lo cual posibilita y de hecho
promueva la des-proporcionalización y sensibilidad ecológica del “usuario”, respecto a
las Aguas Arquetípicas de donde está previniendo dicha H2O.
¿No es acaso entonces más pobre espiritualmente y por lo tanto ecológica y
sosteniblemente un habitante de Las Vegas que nada un una alberca en medio del
desierto con agua de Alaska, que un beduino que venera el agua de su oasis y tiene que
caminar kilómetros para tomar su porción de agua arquetípica y sostenible? La cantidad,
la manera de almacenarlas, la forma y proporcionalidad de usar el agua, queda así
estandarizada y divorciada de toda percepción ecológica y local. De esta forma, se
genera instantáneamente la percepción artificial de escasez al destruir las aguas
arquetípicas mediante el entubamiento.
Ninguna de dichas proporciones construidas en la sociedad moderna que están
alejadas de la relación íntima y desde una política profunda con el territorio y el agua,
pueden ser sostenibles, destruyen la cultura de la vida del agua, destruyen las
propiedades mágicas y sanadoras del agua. Esta forma de relacionarse no puede ser
sostenible.
Esta dimensión trascendental del agua, mucho más allá de sus detalles
moleculares como H2O, nos habla de su posición organizacional fundamental para la
“vida de la vida”. Así desde esta percepción, regresamos nuevamente al llamado de Ivan
Illich a deshacernos en nuestros prejuicios materialistas y darnos cuenta que las aguas
arquetípicas, el Nahui Ollín de la cosmogonía Tolteca, donde Tierra, Agua, Viento y
Fuego son el origen de la creación, no son imágenes simbólicas en el campo de las
ideas y el entendimiento, sino que son realidades centrales del universo y en un nivel de
facticidad y evidencia que trasciende las ideas simplistas y mecanicistas.
Nuestras aguas arquetípicas viven en esa magia estremecedora de sus
costumbres, corroyendo a la mayoría de los metales. Ella nos muestra su dualidad al ser
al vez fuerte y suave, promotora de la vida y repartidora de muerte. Percibimos así las
inquietantes y ambiguas propiedades del agua, como su habilidad para mezclar, para
unirse y disolver, para de-formar y re-formarse a si misma y a otras sustancias, pero
manteniendo siempre la capacidad de recuperar su singulares propiedades intrínsecas.
Toda esa vida, costumbres y rituales que el agua posee como ser esencial de la creación,
es lo que la hace siempre una misteriosa y elusiva sustancia. Es por esto que para los
alquimistas el agua es una sustancia con propiedades mercuriales, y por lo tanto es
considerada como un material primigenio original que inspiraba (resoplando e
infundiendo vida dentro de) a la materia con muchas de sus operaciones
transformadoras.
Entrando así en estos ánimos y percepciones arquetípicas entendemos por qué
Jung, el gran psicólogo suizo de las profundidades del la psique, reconoció en la
mitología arcaica al agua como el representante del lado oscuro la psiquis profunda, la
que a la vuelta, tiene asociaciones con la madre arquetípica. Así tanto Jung como los
alquimistas sabían que estas aguas psicologías, arquetípicas y bautismales forman la
matriz uterina a partir de la cual algo nuevo puede surgir.
Tal como hemos visto, es la presencia del agua la que propicia y permite que la
comunicación y organización cuántica, electromagnética, bioquímica y muchas otras
más, se gesten, se críe y cree en nuestra Tierra Patria. Esto es así, ya que es el Agua la
que posee las más delicadas sensibilidades a la comunicación cuántica con su no-
localidad asociada. Podemos entonces entender que la llegada y establecimiento de los
biocampos vitales a un territorio a través de la matriz del agua, es decir el entorno de
crianza de la vida (el Vidus Vitales), es co-creado con la presencia fructificante,
cristalina y pura de las aguas arquetípicas frescas y limpias.
También podemos entender a las aguas arquetípicas como una de las fuentes
mayores para nuestra oportunidad de salir de nuestro autismo racional y escuchar el
lenguaje sutil de nuestra Madre Tierra y sus hijos. Esta dualidad del agua como dadora
y tomadora de vida, le confiere su ubicuidad. Así es como esta sustancia y todas sus
manifestaciones (lluvia, tornados, huracanes, tsunamis, inundaciones, granizos, etc.)
tienen la capacidad de estar “conflictuando y luchando en contra de su propia
creación”, por lo que se encuentra constantemente escapándose de los límites del
control humano racionalista y su consecuente organización maquinal. Así la Madre
Agua nos brinda a cada “desliz” de su comportamiento lunático, una nueva oportunidad
de re-encontrarnos con las aguas arquetípicas y con nuestra Madre Tierra.
Por otro lado, la percepción del arquetipo sagrado del agua muestra a esta
entidad no como una sustancia inerte sino como algo que trasciende el ego racional
del ser humano, algo sagrado. Basadas en lo anterior diversas culturas encontraron “la
medida con respecto a la tierra”, o la cantidad con respecto al todo, de agua que podían
utilizar para su subsistencia, sin poner en peligro la sobrevivencia de otros seres vivos
(GEJR, 2005). Para las sociedades indígenas, las conexiones naturales, espirituales que
ligan a los seres humanos, el agua, los pescados, el río, los lagos, flujos subterráneos y
mares, imposibilitan la opción de anteponer los deseos humanos sobre el agua sobre las
necesidades de la naturaleza. En contraste con la cultura occidental, la perspectiva
espiritual indígena del ambiente se articula claramente y se experimenta directamente.
La percepción del arquetipo sagrado guía al individuo hacia un uso sostenible del
agua, basado en la relación compleja individuo-entorno-agua; se genera así una
sostenibilidad EcoSagrada del Agua. Podemos percibir claramente esta visión en la
Declaración del Agua de los pueblos indígenas elaborada en el Tercer Foro Mundial del
Agua en Kyoto, Japón en marzo del 2003:
1) La gente indígena de todas las partes del mundo reunidas aquí,
reafirmamos nuestra relación con la madre tierra, y la responsabilidad
de las generaciones futuras de levantar nuestras voces en solidaridad
para hablar de la protección del agua. Fuimos colocados en una
manera sagrada en esta tierra, cada uno en nuestras propias tierras y
territorios sagrados y tradicionales para cuidar de toda la creación y
para cuidar del agua.
2) Reconocemos, honramos y respetamos el agua como elemento
sagrado que promueve toda la vida. Nuestro conocimiento tradicional,
leyes y formas de vida nos enseñan a ser responsables y cuidar de este
regalo sagrado que conecta toda la vida.
3) Nuestra relación con nuestras tierras, territorios y agua es la base
física, cultural y espiritual fundamental para nuestra existencia. Esta
relación con nuestra madre tierra nos obliga a conservar nuestros ríos
y océanos sanos para la supervivencia de generaciones presentes y
futuras.
El agua no es solamente un aspecto de la espiritualidad indígena, sino un
componente muy importante del mundo espiritual, que es el mundo en el que vivimos.
El agua, como sustancia, o en la forma de cuerpos de agua (ríos, lagos) o fenómenos
meteorológicos (lluvia, nieve, niebla, nubes), son vistos a través de un lente espiritual y
no uno económico en el sentido capitalista. El agua no es una manera de hacer dinero.
El dinero puede por supuesto derivar del trabajo de proyectos del agua, pero ésta no es
la motivación dominante de su protección. La perspectiva espiritual de los pueblos
indígenas es la que desafía a los occidentales a apreciar el agua (Groenfeldt 2006). En
muchas regiones del mundo, los sistemas de gestión hídrica campesina e indígena
constituyen la base fundamental del sustento local y de la seguridad alimentaria
nacional. Por lo tanto, la seguridad de acceso al agua y a los medios para manejar sus
sistemas hídricos es de importancia crucial (Boelens 2003). En este contexto es
alarmante (como se vio en el segundo Foro Mundial del Agua) que “... habiendo
examinado los documentos del Foro, las poblaciones indígenas y sus característicos
sistemas de valores, conocimientos y prácticas han sido ignorados en el proceso de la
Visión Mundial del Agua...” (Segundo Foro Mundial del Agua 2000). Más aún el
proceso administrativo y político ha generado estragos en las comunidades, ya que la
gente perdió sus recursos mientras que los gobiernos ganaron control burocrático. Esto
es así en gran parte debido a que los valores operacionales del estado moderno y
paternalista ha des-empoderado a las personas y a los pueblos, quitándoles sus valores e
identidad, así como los recursos que habían estado al cuidado de comunidades
indígenas. Este sistema ha generado e incitado a la manipulación, usurpación,
asignación y pillaje privados de los recursos-naturales (tierras de bosque, cuerpos de
agua, tanques, charcas) y ha ignorado los modos tradicionales y derechos tradicionales
de las personas (Sharma 1998). Las tradiciones y las manifestaciones culturales de los
pueblos indígenas han sido tomadas por la sociedad moderna como una creencia
religiosa supersticiosa, por lo que carece de importancia real, salvo por el interés
antropológico.
Aún en estas circunstancias ha sobrevivido y sobrevive el significado y el
propósito de las nociones de santidad de los árboles, los animales, los cuerpos de agua,
la tierra y el cielo de los pueblos indígenas. Sin embargo nos encontramos en un periodo
crítico donde la erosión de la diversidad y riqueza cultural se está acelerando y
profundizando de forma dramática. Por lo que los pueblos indígenas han declarado con
toda firmeza: “las instituciones antiguas no podrán sobrevivir sin su sustento cultural”,
un sustento que las transnacionales se han encargado de erosionar y que de seguir así
acabaran con ellas (Sharma 1998).
La crisis del agua es una crisis ecológica con causas comerciales pero que jamás
hallará soluciones en el mercado, ámbito que no puede sostener la sutil y profunda
trama en la que viven las aguas arquetípicas. Las soluciones de mercado destruyen la
tierra y agravan la desigualdad. La solución a una crisis ecológica es ecológica y la
solución para la injusticia es una transformación social correspondiente a la riqueza
cultural y sagrada de la Madre Tierra viviente: una democracia profunda y sagrada (ver
más adelante). Terminar la crisis del agua requiere rejuvenecer y transformar de manera
trascendente a la democracia (Shiva 2002). El uso responsable del agua depende no de
sacar a los pobres del mercado, sino de seguir el principio elemental de compartir de
forma justa lo que es de todos y de nadie.
El viejo imperialismo está muerto, pero ha sido substituido por un imperialismo
económico que lejos de ser más eficiente, obliga al mundo pobre a destruir su precaria
economía y ambiente para beneficiar la economía del mundo rico. El agua que podría
manejarse para proporcionar un sustento local, se malgasta para la industria
maquiladora y transnacional, en la agricultura del monocultivo y de la erosión del suelo
y del agua, en un mercado de exportación altamente competitivo o en la industria
turística. El énfasis en la crisis del agua debe ponerse en el des-centralismo y control
local, pues es desde la perspectiva del des-centralismo (la democracia profunda) que se
puede convivir y apreciar a las aguas arquetípicas, así como tratar los casos concretos
(Ward 1997). Hay una necesidad urgente de corregir este desequilibrio en el
pensamiento vigente por medio de la integración activa de las mujeres y hombres
indígenas en las fases subsiguientes, empezando por el Marco de Acción (Segundo Foro
Mundial del Agua 2000). Esto requiere validar los sistemas tradicionales del agua que
mantienen las claves para resolver la crisis actual y aplaudir la defensa espiritual la cual
se ha mantenido al margen por la apropiación del agua (Shiva 2002). Creemos que es a
partir de esta visión espiritual que se puede generar una relación con el agua más
sostenible y en pro de la vida de aquí a la séptima generación.
Por ultimo se debe de mencionar que la nueva concepción sagrada del agua, o la
re-sacralización del agua, coloca al agua como algo esencial para todos los seres en
distintos niveles, desde lo burdo y material hasta lo sutil e inmaterial. Esto posiciona al
agua como un componente universal de radical importancia, y como tal no debe y no
puede ser utilizado con fines egoístas (Laifungbam 2006). Lo anterior implica que el
agua debe ser utilizada por todo aquel ser vivo que la necesite, que no es un bien
material del cual el ser humano se pueda apropiar (Laifungbam 2006).
Al plantearse que el agua trasciende lo humano se puede observar lo ilógico de
una guerra del agua, ya que dicho elemento no le pertenece a nadie y por tanto nadie
puede luchar por controlarlo. El agua es un elemento natural y esencial sin el cual nadie
puede sobrevivir, es el derecho con el que cada criatura nace. Los ríos preciosos y
sagrados atraviesan las montañas y las tierras bajas, las tierras del arbusto, los desiertos
y las ciudades, culturas y espiritualidades, apagando la sed física y espiritual. Las
personas de todas las culturas reconocen la necesidad y la naturaleza simbólica del agua
arquetípica. Los pueblos indígenas, debido a su visión holística del mundo, tienen una
relación rica, profunda, mesurada y respetuosa con el agua, actitudes, prácticas y
cosmovisiones que se necesitan particularmente en nuestro mundo contemporáneo
(Solomon 2003).

Referencias:

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 Bellavite P, “Complexity science and homeopathy: a synthetic overview”[En
linea], Homeopathy (2003) 92, 203–212,
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