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para la
comunicación oral
Oratoria
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Las herramientas para la
comunicación oral
Adecuación
Di Bartolo et al. (2009) afirman que muchos oradores, absortos en sus
particulares intereses y sometidos por la presión de sus propias ideas –que
consideran muy importantes–, olvidan que se están comunicando con
personas cuyas inquietudes pueden resultar completamente distintas de
las suyas.
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También deberás adecuar tu disertación al tamaño de la sala. Cuanto más
cerca tengas a tu público, más informal podrá ser tu lenguaje y mayor
atención se les prestará a tus ideas. Si el público está lejos y disperso,
deberás hablar en un tono más alto, gesticular más y usar tus ojos para
“acercar” a los oyentes.
¿Cuándo?
¿Dónde?
¿Cuánto tiempo?
¿Cuál es el objetivo?
¿Quiénes forman el auditorio?
¿Cuántos son?
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Di Bartolo et al. (2009) comentan que, a través de los estudios de
psicosociología, se estima que existe una diferencia fundamental en el
receptor, según cuál sea el número de miembros que lo componen. Hay
números críticos más allá y más acá de los cuales las reacciones y
expectativas del público son variables, independientemente de las
características sociales, profesionales y culturales que hemos considerado.
Sobre esta base puede decirse que hay tres tipos de público: el grupo de
diez a veinte participantes, el auditorio de más de treinta individuos y la
multitud a partir de quinientas personas. Aunque los límites no son
precisos, esta puede ser la base de una diferenciación que es, de todos
modos, fundamental.
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normal de un individuo, a veces desencadenado por un agitador o un líder.
A veces en pequeños grupos pueden darse fenómenos multitudinarios,
pero es excepcional.
Por suerte o por desgracia, afirman Di Bartolo et al. (2009), según sea para
mal o para bien, existen pocas personas que sepan arrastrar multitudes. Su
falta se hace especialmente sensible en el mundo religioso, político o
sindical. Si miramos hacia atrás, volviendo las páginas de la historia,
notaremos que esas personas suelen tener características comunes. En
particular, es evidente en la mayoría una tendencia más o menos marcada
a la paranoia y una prodigiosa intuición de la expresión oportuna y
acertada en el momento en que hay que decirla, porque se encuentran en
contacto real con el inconsciente colectivo.
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general, es una reunión de personas que conservan su propia personalidad
y espíritu crítico. La diferencia fundamental con la multitud está dada por
la actitud psicológica con que los oyentes participan del acto.
Por esto, bien distintos deben ser también la forma y el fondo de lo que se
les diga. La palabra del orador ante un público pensante debe ser
equilibrada, meditada e inteligente, respetuosa del individuo que ocupa
cada uno de los asientos y consciente de que tiene ante sí una mente
razonante y crítica, con toda la autonomía suficiente para refutar, discrepar
e incluso despreciar a quien pretenda ignorarlo como persona.
Toda expresión corporal habla: las manos, los pies, la postura y los ojos.
Hasta el diámetro de las pupilas puede verse. Todo lo que se dice debe ser
cierto. Aprende también a decir “no sé”.
Si tuvieras ahora que elegir tres cualidades esenciales para triunfar frente a
una cámara de televisión, dirías, sin lugar a dudas: brevedad, cordialidad y
credibilidad.
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La televisión favorece al orador que sabe adecuarse a sus características y
apreciar la abismal diferencia que hay entre una sala de conferencias y la
intimidad de una pantalla en un hogar como el suyo.
No trates de deslumbrar
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No reprimas tus verdaderos sentimientos. Si dominas el tema, si te entusiasma
una idea, muéstrala sin temor.
No habrá fórmula más sencilla para quien escucha aburrido que cortar
subrepticiamente la comunicación y dejar al orador hablando solo,
mientras se libera el pensamiento para que vuele por horizontes más
divertidos o, por lo menos, más importantes (zapping mental).
¿Qué queremos decir con simpático? Pocas palabras hay de uso tan
general cuyo significado sea tan impreciso. Sobre esta palabra el
diccionario de la Real Academia Española dice: “Conformidad, inclinación o
analogía de una persona, respecto de los afectos o sentimientos de otra”;
“Modo de ser y carácter de una persona, que la hacen atractiva o
agradable a los demás”. Lograda definición. Interpretamos que para que el
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orador sea simpático para su público debería buscar que este sienta
inclinación o analogía por sus afectos y sus sentimientos.
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Referencias
Ander Egg, E. y Aguilar, M. (2006). Cómo aprender a hablar en público. Buenos
Aires, AR: Lumen.
Di Bartolo, I., Bustamante, A., Henry, E. L., Llabrés, C. G., Malatesta, N. O.,
Vilches, M. A.,… y Di Bartolo, I. (h). (2009). Para aprender a hablar en público.
Buenos Aires, AR: Corregidor.
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