Sie sind auf Seite 1von 5

A(u)teísmo y creencia

Miquel Bassols

Si la cuestión del autismo* hoy se volvió tema de la política es porque el fenómeno autista es el
que hace objeción – de la manera más radical de todas – a la suposición de un sujeto de la pala-
bra y de la estructura del lenguaje, a la suposición, pues, de un sujeto del inconsciente. Es una
objeción a la creencia de que, tanto la palabra como el lenguaje, quieren decir algo para alguien;
que tienen un sentido, más o menos ignorado, dirigido a un otro sujeto y que, por este rodeo, re-
suenan en su experiencia de goce más íntima. Es por esta vía que la cuestión planteada por el
autismo toca también un hecho de civilización, un hecho que podemos designar como el revoque
del uso de la palabra y del lenguaje en sus efectos sobre el goce del cuerpo del ser hablante. He-
mos encontrado también testimonio de este revoque por parte de los jóvenes que por estos días
llamamos los «indignados». Uno de sus voceros en España ponía el acento, por ejemplo, en el
hecho de que las palabras del discurso político habían perdido su sentido en la calle, que la fuerza
de los significados se había debilitado en su uso, que la llamada crisis era sobre todo una crisis
del sentido del lenguaje, una especie de crisis de creencia – de confidencia – en el poder de la
palabra y del Otro del lenguaje. He aquí ya un punto de intersección entre la política y la clínica del
autismo que toca también el estatuto mismo del sujeto de nuestra época. Es este estatuto el que
hemos abordado con acierto en estas Jornadas, en el autismo concebido como estatuto primero
del ser hablante, un estatuto que hace objeción al Otro, a su lazo de discurso, un Otro, pues, del
cual deberemos esperar su nacimiento, o incluso producirlo – para retomar el título del texto inau-
gural en el tema, «El nacimiento del Otro» de Rosine y Rober Lefort. De hecho, es preciso produ-
cir cada vez un nacimiento del Otro, tanto en la clínica como en la política, cada vez que las pala-
bras de la tribu – como decía Paul Valéry – pierden su sentido por su uso revocado. Y conocemos
precisamente la importancia en la clínica del autismo de ese momento casi inaugural en el que el
alcance de una palabra aislada de la cadena, un significante solo, viene a poner de manifiesto el
«corazón de la palabra», su poder de creación del Otro para el sujeto, siempre a la inversa de su
objeción primera.

Un rechazo de la alteridad

*
Intervención a sala llena en las 42° Jornadas de l’École de la Cause Freudienne «Autismo y psicoanálisis»,
Paris, 6 y 7 de octubre de 2012. Publicada en el blog de Miquel Bassols el 8 de octubre de 2012:
http://miquelbassols.blogspot.com.ar/2012/10/autheisme-et-croyance.html
1
En la clínica de los sujetos llamados autistas, esta objeción primera aparece de entrada, en el ex-
tenso abanico de «trastornos del espectro autista», como una indiferencia hacia el otro y hasta
como un rechazo a la alteridad. Podríamos decir que el sujeto autista es quien no cree en absoluto
en el Otro concebido como un otro sujeto. ¡No cree en eso! Está marcado por esta incredulidad
(Unglauben) en la que ya Freud había reparado en la causalidad de las psicosis y que involucra,
en el caso del autismo, toda forma de alteridad, en una especie de ateísmo fundamental del Otro.
En este sentido, el sujeto llamado autista es el ateo por excelencia. Es, tal vez, el único verdadero
ateo en un mundo que, a pesar de todo, intenta hacer existir al Otro y eso a pesar de partir de su
inexistencia.

Esta especie de ateísmo del autismo dice también algo fundamental sobre este sujeto post-
humano del siglo XXI que el psicoanálisis encuentra; este siglo marcado por un desorden en lo
real, como fue subrayado por el tema escogido para el próximo Congreso de la AMP en Paris, en
2014. La creencia en el sujeto, especialmente en el sujeto del inconsciente, en el sujeto como un
efecto de la palabra y del lenguaje, no es para nada evidente. Este sujeto está más bien replegado
sobre su goce que calificamos de autista en la medida en que la pulsión, en su recorrido de ida y
vuelta en el cuerpo, no supone un sujeto, en la medida en que ella es acéfala del lado de este
sujeto como, en su momento, Jacques Lacan lo pudo indicar.

El fenómeno autista hoy se presenta, pues, en una generalización siempre más extensiva, como
una falta de lazo social con el otro, como una ausencia de comunicación verbal, como una falta de
reciprocidad intersubjetiva y afectiva, como la insistencia repetitiva e insensata de ciertos compor-
tamientos. Si todo eso parece profundamente perturbador e incluso intolerable no es, en último
término, sino como siendo el signo de una gran dificultad para concebir un sujeto – un significado
– para lo que, sin embargo, nos parece un hecho irreductible del lenguaje, la pulsión replegándose
en el cuerpo en sus propios bordes. Por lo tanto, se trata también de nuestra dificultad para creer
que, en el fenómeno autista, hay un sujeto supuesto, un sujeto tomado como significado. Y es
esta misma dificultad la que nos empuja a reducir el fenómeno a una conducta o bien a un tras-
torno orgánico. Es, en efecto, la pendiente que tomó todo una serie de métodos de adiestramiento
del individuo cuando esta función del sujeto queda borrada de su acción. Esta aproximación se
banaliza y se difunde a un punto tal que – como lo indicó recientemente Éric Laurent en el boletín
Lacan Cotidiano1 – se plantea la cuestión de saber si, en lo que el término autismo recubre hoy,
se trata finalmente de una epidemia, o bien, precisamente, de un «estado ordinario del sujeto».

Un sujeto supuesto

Así, la objeción autista al sujeto supuesto va de la mano, en su radicalidad, con la cuestión que el
mismo Jacques Lacan se planteó en los años sesenta como una cuestión de principio en la expe-

1
Laurent, E. «Autisme: Épidémie ou état ordinaire du sujet?», Lacan Quotidien nº 194, 10 de abril de 2012.
2
riencia analítica: «Una vez reconocida en el inconsciente la estructura del lenguaje, – decía él en
1964 – ¿qué clase de sujeto podemos concebirle?»2 Y, en efecto, hoy la cuestión decisiva en la
clínica y en el tratamiento del autismo es finalmente la de saber si suponemos o no un sujeto a los
fenómenos clínicos recubiertos por este término y qué clase de sujeto podemos suponerle. Se
trata en la elección – subrayémoslo – de una cuestión tanto política como clínica y no vemos cómo
salir de allí sin de algún modo recurrir a la creencia.

Incluso el discurso de la ciencia no llega a arreglárselas sin el recurso a esta creencia. Sostener,
por ejemplo, que los ratones mutantes pueden tener «conductas como las de los niños autistas» –
autistic-like behaviors se lee en una literatura actual que se pretende científica 3 – y tomar pues la
conducta de estos ratones como base para la demostración de una causalidad genética del autis-
mo, es también una creencia, más o menos inconsistente, pero muy comparable a cualquier otra
en la medida en que supone un significado, un sujeto, a una conducta cualquiera. De hecho, es la
creencia en una extensión generalizada del Dios creador de la palabra y del lenguaje que llega
hasta el más pequeño recoveco de la naturaleza, hasta suponerlo en el gen mismo del ratón mu-
tante que podría entonces hacer signo de un lazo al Otro, o bien también de su ruptura. La pers-
pectiva crítica que surgió en la propia ciencia con respecto a tales argumentos, de un tono siem-
pre animista, designó esta creencia con el término de «mereological fallacy» – una falsedad me-
reológica –, un espejismo que atraviesa una parte importante de las neurociencias de hoy y que
consiste en decir, por ejemplo, que «el cerebro piensa», pero también que «el ratón responde».
Son enunciados que parecen evidentes pero que es preciso interrogar más detenidamente. Max-
well Bennet y Peter Hacker,4 por ejemplo, – en un debate que se prosigue hace ya algún tiempo
en el campo de las neurociencias –, pudieron señalar que tales afirmaciones confunden la función
de una parte con la función de la totalidad del individuo. Decir que «el cerebro piensa» o bien que
«una neurona responde a un mensaje» cuando en realidad observamos solamente una reacción a
un estímulo, es una falsedad mereológica del mismo orden que decir, por ejemplo, que «la torta
de cumpleaños fue cortada por los nervios eferentes cervicales 5 y 8 de la médula espinal». Se
trata de la misma suposición implícita, de la misma creencia que Jacques Lacan ya había criticado
en los años cuarenta del siglo pasado, en su debate con el órgano-dinamismo de Henri Ey, res-
pecto de la famosa «actividad psíquica» concebida como correlato atribuido a la reacción obser-
vada en cualquier parte del sistema nervioso. Si, por otra parte, tenemos en cuenta el hecho de
que el 95% de la actividad del neurotransmisor de la serotonina pasa no por el cerebro sino por
los intestinos, entonces podríamos concluir también en la certeza de un «pensamiento intestinal»,

2
Lacan, J. (1960) «Subversión del sujeto y dialéctica del deseo», Escritos 2, Siglo Veintiuno Editores, Bue-
nos Aires, 2002, p. 761.
3
Ver por ejemplo: Peça J. et al., «Shank3 mutant mice display autistic-like behaviours and striatal dysfunc-
tion». Nature, 2011 Apr 28: 437-42.
4
Bennet, M. R. y Hacker, P.M.S., (2003) La naturaleza de la conciencia, Paidós, Barcelona, 2008.
3
a fuerza solamente de suponer allí un sujeto de ese pensamiento. Es, de hecho, lo que el propio
Jacques Lacan respondió al cognitivismo naciente de Noam Chomsky en su encuentro con él en
los años 70: usted cree que piensa con el cerebro, pero yo, personalmente, pienso con mis pies.

A pesar de todo, suponer un sujeto al ratón, un sujeto que podría por otra parte rechazar al Otro,
no debería tener consecuencias tan funestas sino por el hecho de que eso puede autorizar al
mismo tiempo a tratar al sujeto mismo como un ratón. En todo caso, será una creencia mucho
más degradante para el sujeto en cuestión que otras creencias que apelan a un humanismo ya
pasado de moda.

Creer en o creerle

En este Otro, el sujeto llamado autista no cree. Es de hecho una diferencia con el sujeto psicótico,
del cual Lacan decía que, aunque estuviera también afectado por el Unglauben, por el descrei-
miento en el símbolo fundamental, eso no le impedía creer en su síntoma, y no solamente creer
en él [y croire] sino también creerle [le croire] cuando se trata, por ejemplo, de voces alucinadas.
El sujeto psicótico puede llegar entonces a creerle a su voz alucinada. Creer en o creerle – es una
diferencia muy útil que nos permite la lengua francesa y que Lacan comentaba así en su Semina-
rio RSI: «La diferencia es sin embargo manifiesta entre creer en el síntoma o creerle. Es lo que
hace la diferencia entre la neurosis y la psicosis. En la psicosis, las voces, todo está allí, creen en
ellas. No solamente creen en ellas, sino que les creen. Ahora bien, todo está allí, en ese límite.» 5

Detengámonos en lo que Lacan precisa sobre esta creencia: «Creer en eso [y croire] no puede
querer decir semánticamente sino esto: creer en seres en tanto que pueden decir algo.»6 El fun-
damento de la creencia es pues esta posibilidad de atribución de un ser al Otro en la medida en
que puede decirnos algo, algo del significante que se dirige entonces al sujeto en el registro del
significado y de la significación. Eso no implica necesariamente creer en lo que dice, eso no impli-
ca necesariamente creerle; muy por el contrario, no es sino por la posibilidad de creer en él que se
podría llegar a poner en duda lo que dice. En el caso del sujeto llamado autista, no cree en él, no
escucha sino a sí mismo – y es por esta razón, por este hecho de no escucharse sino a sí mismo,
que Lacan indica que hemos llegado a nombrarlo autista. Pero es justamente por no poder creer
en él que no puede, tampoco, poner en duda lo que escucha, lo que escucha de sí mismo o bien
de todos los otros «sí mismos» que se dirigen a él.

Así, es importante preguntarse qué puede suceder cuando alguien no puede poner en duda lo que
escucha; lo que escucha sin poder creer que eso viene de un ser que se supone que le dice algo.
Podemos creer – y digo bien, creer – que es una especie de tortura obligarlo a escuchar y a obe-

5
Lacan, J. El Seminario. Libro XXII, RSI, clase del 21/01/1975, inédito.
6
Lacan, J., Ibidem.
4
decer a algo del otro de una manera sistemática, es decir, obligarlo a creerle sin creer en él. Aquí
tienen la cuestión que se debería plantear a las técnicas del adiestramiento del sujeto que a veces
se difunden bajo el nombre de «ciencia».

Un sinthome

La práctica del psicoanálisis se funda, es cierto, en una creencia, la del sujeto del inconsciente. Es
de hecho lo que designamos como transferencia, la creencia e incluso el amor al sujeto del in-
consciente. Pero el acto, por el contrario, el acto analítico, apunta a separar a este sujeto de los
significantes que lo han hecho creyente, un creyente sin que lo sepa, sin saber de qué significan-
tes inconsciente es siervo. Y es en esta lógica de la transferencia, después de haber hecho la ex-
periencia en el análisis, que se llega a encontrar una manera de tratar al sujeto llamado autista sin
querer hacerle creer, – eso quiere decir también sin querer convertirlo en una norma o bien sin
querer educarlo a cualquier precio. En cada caso, se trata de encontrar las condiciones para cons-
truir con él un objeto particular, el llamado objeto autista, del cual testimonia de modo absoluta-
mente concluyente la clínica del caso por caso, – tal como lo hemos visto también en estas Jorna-
das –, un sinthome que pueda funcionar para él como punto de apoyo en su vida, siempre como
una suplencia de toda creencia posible.

Traducción: Lorena Buchner.

Das könnte Ihnen auch gefallen