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Riesgo natural

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Un riesgo natural se puede definir como la probabilidad de que un territorio y la sociedad que habita
en él, se vean afectados por episodios naturales de rango extraordinario.1 En otras palabras, la
vulnerabilidad de una población o región a una amenaza o peligro natural.
Por el contrario, los riesgos antrópicos son riesgos provocados por la acción del ser humano sobre la
naturaleza, como la contaminación ocasionada en el agua, aire, suelo, deforestación, incendios, entre
otros.
La amenaza o peligro natural hace referencia a la probabilidad de que se produzca un determinado
fenómeno natural, de una cierta extensión, intensidad y duración, con potencial para causar daños a
personas o al entorno.1
La vulnerabilidad hace referencia al impacto del fenómeno sobre la sociedad,1 y es precisamente el
incremento de la vulnerabilidad el que ha llevado a un mayor aumento de los riesgos naturales. La
vulnerabilidad abarca desde el uso del territorio (exposición al riesgo) hasta la estructura de las
construcciones y mecanismos de alarma y aviso (sensibilidad socioeconómica), y depende
fuertemente de la capacidad de respuesta de la población frente al riesgo (resiliencia).
El número de desastres humanos ha aumentado en los últimos años porque al ir creciendo la
población, el número de personas a los que afectan está siendo mayor cada vez. Por otra parte el
traslado de muchos habitantes a las ciudades con el proceso de éxodo rural acentuado sobre todo en
los países subdesarrollados, hace que cuando se produce cualquier incidente en la proximidad de una
gran ciudad las consecuencias sean dramáticas. Un solo terremoto, con epicentro en la ciudad china
de Tangshan, mató a más de 250 000 personas en 1977.
Es necesario distinguir entre:
riesgos actuales: un volcán en erupción, un deslizamiento activo, un acuífero contaminado que se
está explotando. Los Riesgos actuales suelen ir acompañados de daños, aunque no hayan
desarrollado todo su potencial
riesgos potenciales: son un volcán transitoriamente inactivo o una ladera en equilibrio estricto. Estos
conceptos, suelen ser muy usados en los Mapas de Riesgos.
Un volcán (del nombre del dios mitológico romano Vulcano)3 es una estructura geológica por la que
emerge magma en forma de lava, ceniza volcánica y gases provenientes del interior de la Tierra. El
ascenso de magma ocurre en episodios de actividad violenta denominados erupciones, que pueden
variar en intensidad, duración y frecuencia, desde suaves corrientes de lava hasta explosiones
extremadamente destructivas. En ocasiones, los volcanes adquieren una forma cónica por la
acumulación de material de erupciones anteriores. En la cumbre se encuentra su cráter o caldera.
VULCANISMO
Los volcanes no sólo existen en la Tierra, sino también en otros planetas y satélites. Algunos están
formados por materiales considerados fríos y se denominan criovolcanes. En ellos, el hielo actúa
como roca, mientras que el agua fría líquida interna actúa como magma; esto ocurre en la luna de
Júpiter llamada Europa.
Por lo general, los volcanes se forman en los límites de las placas tectónicas, aunque existen los
llamados puntos calientes, donde no hay contacto entre placas. Un ejemplo clásico son las islas
Hawái.
Los volcanes pueden tener muchas formas y despedir distintos materiales. Algunas de las formas más
comunes son el estratovolcán, el cono de escoria, la caldera volcánica y el volcán en escudo. También
existen numerosos volcanes submarinos ubicados a lo largo de las dorsales oceánicas. Algunos
volcanes alcanzan una altitud superior a los 6.000 metros sobre el nivel del mar. El volcán más alto del
mundo es el Nevado Ojos del Salado, en Argentina y Chile, siendo además la segunda cumbre más
alta de los hemisferios sur y occidental (solo superado por el argentino cerro Aconcagua)
Un terremoto1 (del latín terra ‘tierra’, y motus ‘movimiento’), también llamado seísmo, sismo
(del griego σεισμός [seismós]), temblor, temblor de tierra o movimiento telúrico, es un fenómeno de
sacudida brusca y pasajera de la corteza terrestre producida por la liberación de energía acumulada
en forma de ondas sísmicas. Los más comunes se producen por la actividad de fallas geológicas.
También pueden ocurrir por otras causas como, por ejemplo, fricción en el borde de placas
tectónicas, procesos volcánicos o incluso pueden ser producidas por el hombre al realizar pruebas de
detonaciones nucleares subterráneas.
El punto de origen de un terremoto se denomina foco o hipocentro. El epicentro es el punto de la
superficie terrestre que se encuentra directamente sobre el hipocentro. Dependiendo de su
intensidad y origen, un terremoto puede causar desplazamientos de la corteza terrestre, corrimientos
de tierras, maremotos (o también llamados tsunamis) o la actividad volcánica. Para medir la energía
liberada por un terremoto se emplean diversas escalas, entre ellas, la escala de Richter es la más
conocida y utilizada por los medios de comunicación.
Un tsunami1 (del japonés «津» tsu, puerto o bahía, y «波» nami, ola) o maremoto2 (del latín
mare, mar y motus, movimiento) es un evento complejo que involucra un grupo de olas de gran
energía y de tamaño variable que se producen cuando algún fenómeno extraordinario desplaza
verticalmente una gran masa de agua. Este tipo de olas remueven una cantidad de agua muy superior
a las olas superficiales producidas por el viento. Se calcula que el 90% de estos fenómenos son
provocados por terremotos, en cuyo caso reciben el nombre más correcto y preciso de «maremotos
tectónicos». La energía de un maremoto depende de su altura, de su longitud de onda y de la
longitud de su frente. La energía total descargada sobre una zona costera también dependerá de la
cantidad de picos que lleve el tren de ondas. Es frecuente que un tsunami que viaja grandes
distancias, disminuya la altura de sus olas, pero siempre mantendrá una velocidad determinada por la
profundidad sobre la cual el tsunami se desplaza. Normalmente, en el caso de los tsunamis
tectónicos, la altura de la onda de tsunami en aguas profundas es del orden de 1.0 metros, pero la
longitud de onda puede alcanzar algunos cientos de kilómetros. Esto es lo que permite que aún
cuando la altura en océano abierto sea muy baja, esta altura crezca en forma abrupta al disminuir la
profundidad, con lo cual, al disminuir la velocidad de la parte delantera del tsunami, necesariamente
crezca la altura por transformación de energía cinética en energía potencial. De esta forma una masa
de agua de algunos metros de altura puede arrasar a su paso hacia el interior.
ORIGEN DE LA VIDA
Uno de los temas mas fascinantes en las ciencias naturales se encuentra en el tema de la vida, ¿Cómo
y cuándo se originó la vida?, La vida es resultado de una generación espontanea de la vida inerte que
a través de millones de años se abrió paso para que ciertas moléculas lograran duplicarse dando
origen a procesos que hoy llamamos vida, o fue la vida sembrada o bien por un ser superior (teoría
religiosa) o bien llegó procedente en piedras u otros objetos procedentes del espacio y que de alguna
forma estas “semillas” encontraron el terreno propicio para duplicarse y generar la vida (teoría de la
panspermia). Como se puede apreciar encontramos toda una rama de la ciencia en la biología que
trata de explicarnos sobre el cómo se originó la vida, y en nuestro interior también es una pregunta
de acuciosamente y frecuentemente viene a nuestra mente y de alguna forma encontrar respuesta
nos define en muchos campos, como son nuestras creencias y principios. Para nuestro caso vamos a
dar un vistazo a las teorías de la vida desde la biología que es el campo de acción de este blog.
“La vida es una exuberancia planetaria, un fenómeno solar. Es la
transmutación astronómicamente local del aire, el agua y la luz que
llega a la tierra, en células. Es una pauta intrincada de crecimiento y
muerte, aceleración y reducción, transformación y decadencia. La vida
es una organización única. Margulis y Sagan
Qué es la vida?
Querer dar respuesta a la pregunta: ¿Qué es la vida?, no es fácil. La dificultad está en la enorme
diversidad de la vida y en su complejidad. Los seres vivos pueden ser unicelulares o estar
conformados por millones de células interdependientes (metacelulares); pueden fabricar su propio
alimento o salir a buscarlo al entorno; pueden respirar oxígeno o intoxicarse con él; pueden vivir a
temperaturas de más de 250 grados centígrados o vivir en el hielo a varias decenas de grados por
debajo del punto de congelación; pueden vivir de la energía lumínica del sol o de la energía contenida
en los enlaces químicos de algunas sustancias; pueden volar, nadar, reptar, caminar, trepar,
saltar, excavar o vivir fijos en el mismo lugar durante toda su vida; se reproducen mediante el sexo,
pero también pueden hacerlo sin él; pueden vivir a gran presión o casi al vacío. En fin, la vida es más
fácil “señalarla con el dedo”, que definirla. (1) Y sin embargo veamos algunos intentos por definirla
“El término vida (latín: vita )?, desde el punto de vista de la Biología, que es el más usado, hace
alusión a aquello que distingue a los reinos animal, vegetal, hongos, protistas, arqueas y bacterias del
resto de manifestaciones de la naturaleza. Implica las capacidades de nacer, crecer, reproducirse y
morir, y, a lo largo de sucesivas generaciones, evolucionar.
Científicamente, podría definirse como la capacidad de administrar los recursos internos de un ser
físico de forma adaptada a los cambios producidos en su medio, sin que exista una correspondencia
directa de causa y efecto entre el ser que administra los recursos y el cambio introducido en el medio
por ese ser, sino una asíntota de aproximación al ideal establecido por dicho ser, ideal que nunca
llega a su consecución completa por la dinámica constante del medio
Abarca una serie de conceptos del ser humano y su entorno relacionados, directa o indirectamente,
con la existencia. (2)
¿Por qué es tan problemático definir la vida? Ante todo, la vida no es una cosa palpable que se pueda
tocar o ver bajo el microscopio. Al ser un estado de la energía, la vida no puede inducirse en un ser
inerte. En la actualidad, no podemos transferir una configuración dada de la energía a ningún sistema.
Cuando nace un ser viviente, éste no adquiere vida, sino que hereda la habilidad para construir
estructuras que ponen en movimiento ese estado de la energía. (3)

La vida es un conjunto de microestados de la energía que se asocia con una demora en la dispersión
espontánea de esa energía. La energía de los seres vivientes “salta” de un microestado a otro, siendo
siempre controlada por ciertos operadores internos del mismo sistema termodinámico. Los Biólogos
identificamos a tales operadores internos como enzimas. Esta es la razón por la cual consideramos
que la transferencia de energía en los sistemas vivos es una coordinación no-espontánea de varios
procesos espontáneos. Cualquier sistema en el Universo que sea capaz de coordinar los microestados
de la energía en forma no-espontánea será una ser viviente.
Esta evidencia es tan importante que la definición de un sistema vivo, más aceptada por todos los
estudiosos, se basa en parte, en ella. ¿Cómo se sabe que algo está vivo? Cuando se observa que toma
sustancias del medio en el que está, las incorpora a su organismo para mantener su estructura y
metabolismo, arrojando al medio el resto. Esa característica de los seres vivos tiene el sofisticado
nombre 10 de autopoiesis, que quiere decir automantenimiento .
Los sistemas vivos somos máquinas autopoiéticas: transformamos la materia convirtiéndola en
nosotros mismos, de tal manera, que el producto es nuestra propia organización.
Cuando se habla de la vida, también se hace referencia a su diversidad y complejidad. Si la diversidad
de la vida aumenta, necesariamente se incrementa su complejidad. La diversidad de la vida o
biodiversidad, se organiza de tal modo que construye complejas redes de relaciones entre las
especies y entre éstas y su entorno físico: la vida cambia a quienes la componen.
Teorías del origen de la vida
– Primera hipótesis: Creacionismo
El creacionismo es un sistema de creencias que postula que el universo, la tierra y la vida en la tierra
fueron deliberadamente creados por un ser inteligente. Hay diferentes visiones del creacionismo,
pero dos escuelas principales sobresalen: el creacionismo religioso y el diseño inteligente.(4)
Tipos de creacionismo
El creacionismo religioso es la creencia que el universo y la vida en la tierra fueron creados por una
deidad todopoderosa. Esta posición tiene un fundamento profundo en las escrituras, en la que se
basan los pensamientos acerca de la historia del mundo. Dentro del campo creacionista se hallan los
que creen en una tierra joven y los que creen en una tierra antigua.
Creacionismo bíblico basado en la Biblia
Creacionismo Islámico basado en el Qu-ran
El Diseño Inteligente (DI) infiere que de las leyes naturales y mero azar no son adecuados para
explicar el origen de todo fenómeno natural. No es dirigido por una doctrina religiosa, ni hace
suposiciones de quién el Creador es. El DI no usa textos religiosos al formar teorías acerca del origen
del mundo. El DI simplemente postula que el universo posee evidencia de que fue inteligentemente
diseñado.
El DI restringido busca evidencia de diseño al compararla con el diseño humano.
El DI general establece que todos los procesos naturales son inteligentemente diseñados.
El Creacionismo extraterrestre cree que el mundo fue creado por una raza extraterrestre que vinieron
a ser adorados por los hombres como dioses y descrito en antiguos textos religiosos.
– Segunda hipótesis: La generación espontánea
La teoría de la generación espontánea, también conocida como autogénesis es una antigua teoría
biológica de abiogénesis que sostenía que podía surgir vida compleja, animal y vegetal, de forma
espontánea a partir de la materia inerte. Para referirse a la "generación espontánea", también se
utiliza el término abiogénesis, acuñado por Thomas Huxley en 1870, para ser usado originalmente
para referirse a esta teoría, en oposición al origen de la generación por otros organismos vivos
(biogénesis). (5)
LA generación espontánea antiguamente era una creencia profundamente arraigada descrita ya por
Aristóteles. La observación superficial indicaba que surgían gusanos del fango, moscas de la carne
podrida, organismos de los lugares húmedos, etc. Así, la idea de que la vida se estaba originando
continuamente a partir de esos restos de materia orgánica se estableció como lugar común en la
ciencia. Hoy en día la comunidad científica considera que esta teoría está plenamente refutada.
La autogénesis se sustentaba en procesos como la putrefacción. Es así que de un trozo de carne
podían generarse larvas de mosca. Precisamente, esta premisa era como un fin de una observación
superficial, ya que -según los defensores de esta corriente- no era posible que, sin que ningún
organismo visible se acercara al trozo de carne aparecieran las larvas, a menos que sobre ésta actuara
un principio vital generador de vida. El italiano Redi fue el primero en dudar de tal concepción y usó la
experimentación para justificar su duda. El experimento consistió en poner carne en un tarro abierto
y en otro cerrado también puso carne. Las cresas, que parecían nidos de huevos de moscas, se
formaron en el tarro abierto, cuya carne se había descompuesto. El italiano dedujo que las cresas
brotaban de los pequeñísimos huevos de las moscas.
En 1765, otro italiano – Spallanzani -, repitió el experimento de Redi, usando pan, un recipiente
abierto y otro herméticamente cerrado, con pan hervido. Solo brotaron cresas en el pan que estuvo al
aire libre. Entonces, como ha ocurrido muchas veces al avanzar la ciencia, no faltaron incrédulos y
alegaron que al hervir el pan, se había destruido ¡un principio vital!
En 1952, Miller hizo circular agua, amoníaco, metano e hidrógeno a través de una descarga eléctrica y
obtuvo Glicina y Alamina, dos aminoácidos simples. Años después, Abelsohn, hizo la misma
experiencia, pero empleando moléculas que contenían átomos de carbono, oxígeno y nitrógeno, y, en
su experimento, Weyschaff, aplicó rayos ultravioletas. Ambos obtuvieron los aminoácidos que forman
las estructuras de las proteínas.
El francés Pasteur fue quien acabó con la teoría de la generación espontánea. Ideó un recipiente con
cuello de cisne, es decir, doblado en forma de S. Puso en el receptáculo pan y agua; hizo hervir el
agua, y esperó. El líquido permaneció estéril. (6)
– Tercera teoría: El origen cosmico de la vida o panspermia
Según esta hipótesis, la vida se ha generado en el espacio exterior y viaja de unos planetas a otros, y
de unos sistemas solares a otros.
El filósofo griego Anaxágoras (siglo VI a.C.) fue el primero que propuso un origen cósmico para la vida,
pero fue a partir del siglo XIX cuando esta hipótesis cobró auge, debido a los análisis realizados a los
meteoritos, que demostraban la existencia de materia orgánica, como hidrocarburos, ácidos grasos,
aminoácidos y ácidos nucleicos.
La hipótesis de la panspermia postula que la vida es llevada al azar de planeta a planeta y de un
sistema planetario a otro. Su máximo defensor fue el químico sueco Svante Arrhenius (1859-1927),
que afirmaba que la vida provenía del espacio exterior en forma de esporas bacterianas que viajan
por todo el espacio impulsadas por la radiación de las estrellas. (6)
Dicha teoría se apoya en el hecho de que las moléculas basadas en la química del carbono,
importantes en la composición de las formas de vida que conocemos, se pueden encontrar en
muchos lugares del universo. El astrofísico Fred Hoyle también apoyó la idea de la panspermia por la
comprobación de que ciertos organismos terrestres, llamados extremófilos, son tremendamente
resistentes a condiciones adversas y que eventualmente pueden viajar por el espacio y colonizar otros
planetas. A la teoría de la Panspermia también se la conoce con el nombre de ‘teoría de la
Exogénesis’, aunque para la comunidad científica ambas teorías no sean exactamente iguales.
La panspermia puede ser de 2 tipos:
– Panspermia interestelar: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre sistemas
planetarios.
– Panspermia interplanetaria: Es el intercambio de formas de vida que se produce entre planetas
pertenecientes al mismo sistema planetario.
La explicación más aceptada de esta teoría para explicar el origen de la vida es que algún ser vivo
primitivo (probablemente alguna bacteria) viniera del planeta Marte (del cual se sospecha que tuvo
seres vivos debido a los rastros dejados por masas de agua en su superficie) y que tras impactar algún
meteorito en Marte, alguna de estas formas de vida quedó atrapada en algún fragmento, y entonces
se dirigió con él a la Tierra, lugar en el que impactó. Tras el impacto dicha bacteria sobrevivió y logró
adaptarse a las condiciones ambientales y químicas de la Tierra primitiva, logrando reproducirse para
de esta manera perpetuar su especie. Con el paso del tiempo dichas formas de vida fueron
evolucionando hasta generar la biodiversidad existente en la actualidad. (8)
– Cuarta teoría: Teoría de la evolución química y celular.
Mantiene que la vida apareció, a partir de materia inerte, en un momento en el que las condiciones
de la tierra eran muy distintas a las actuales y se divide en tres.
Evolución química.
Evolución prebiótica.
Evolución biológica.
La primera teoría coherente que explicaba el origen de la vida la propuso en 1924 el bioquímico ruso
Alexander Oparin. Se basaba en el conocimiento de las condiciones físico-químicas que reinaban en la
Tierra hace 3.000 a 4.000 millones de años. Oparin postuló que, gracias a la energía aportada
primordialmente por la radiación ultravioleta procedente del Sol y a las descargas eléctricas de las
constantes tormentas, las pequeñas moléculas de los gases atmosféricos (H2O, CH4, NH3) dieron
lugar a unas moléculas orgánicas llamadas prebióticas. Estas moléculas, cada vez más complejas, eran
aminoácidos (elementos constituyentes de las proteínas) y ácidos nucleicos. Según Oparin, estas
primeras moléculas quedarían atrapadas en las charcas de aguas poco profundas formadas en el
litoral del océano primitivo. Al concentrarse, continuaron evolucionando y diversificándose.
Esta hipótesis inspiró las experiencias realizadas a principios de la década de 1950 por el
estadounidense Stanley Miller, quien recreó en un balón de vidrio la supuesta atmósfera terrestre de
hace unos 4.000 millones de años (es decir, una mezcla de CH4, NH3, H, H2S y vapor de agua).
Sometió la mezcla a descargas eléctricas de 60.000 V que simulaban tormentas. Después de apenas
una semana, Miller identificó en el balón varios compuestos orgánicos, en particular diversos
aminoácidos, urea, ácido acético, formol, ácido cianhídrico (véase Cianuro de hidrógeno) y hasta
azúcares, lípidos y alcoholes, moléculas complejas similares a aquellas cuya existencia había
postulado Oparin.
Estas experiencias fueron retomadas por investigadores franceses que demostraron en 1980 que el
medio más favorable para la formación de tales moléculas es una mezcla de metano, nitrógeno y
vapor de agua.
Con excepción del agua, este medio se acerca mucho al de Titán, un gran satélite de Saturno en el
que los especialistas de la NASA consideran que podría haber (o en el que podrían aparecer) formas
rudimentarias de vida. (9)
CONCECUENCIAS
las últimas décadas resulta notable el incremento de numerosos eventos climatológicos a nivel
mundial: inundaciones, tempestades, huracanes, granizadas, heladas, sequías, etc., ocasionando
cuantiosas pérdidas humanas, materiales y económicas (estimadas por encima de 70,000 millones de
dólares anuales y afectando a cerca de 325 millones de personas) y mayormente perjudicando a las
comunidades locales y poblaciones indígenas más pobres de las diferentes regiones.
A propósito de la Conferencia de Copenhagen sobre el futuro del sistema global del clima, a realizarse
en diciembre de 2009, es evidente que en los últimos años sigue acrecentándose la preocupación
mundial sobre las implicancias actuales y a futuro del fenómeno del cambio climático, pero
lamentablemente es no menos evidente que aún sigue gravitando el mero discurso y la postura oficial
antes que la decisión política y la acción concreta y concertada de la comunidad internacional para
enfrentarlo (como ocurre con los países industrializados del norte, que tienen la mayor
responsabilidad en ello). Incluso en el debate aún se cuestiona -y con no poca controversia- de la
veracidad de este fenómeno y su causalidad, relativizando el diagnóstico de fondo y de esa forma
soslayando, dilatando o impidiendo de forma conveniente que se asuman mayores compromisos al
respecto.
Sobre el cambio climático existe abundante bibliografía circulando: desde textos y manifiestos
apocalípticos y pragmáticos, los efímeros y escépticos, pero también los más serios y documentados
que nos dan cuenta de su real magnitud. Al respecto nos interesa indagar sobre su fenomenología
como tal, es decir, analizar sus implicancias como un hecho concreto (fenómeno) de la realidad, en el
marco de la relación sociedad-naturaleza y de las múltiples interacciones causa-efecto que sabemos
se dan desde el origen de la humanidad, y que de hecho supone cambios sutiles como profundos en
el ambiente y en la ocurrencia de diversos eventos, cuyos impactos y efectos han sido, son y serán
determinantes de las condiciones y medios de vida de las poblaciones más vulnerables, en especial de
los países pobres del sur.
Los fenómenos naturales y su relación con las actividades humanas y el cambio climático
Desde la aparición de las primeras sociedades tribales son múltiples los impactos y efectos que
durante milenios han producido en los ecosistemas y la biosfera, a la par de la mayor ocurrencia de
fenómenos naturales (muchos con efectos devastadores sobre la población y sus hábitats). Es por ello
que ante la evidencia del fenómeno del cambio climático, hoy comprobamos lo que –décadas atrás-
organizaciones ambientalistas, movimientos sociales y la comunidad científica más seria, advirtieron
al mundo de las graves consecuencias que se podían derivar de la expansión global del capitalismo y
su racionalidad económica del desarrollo, si acaso no se tomaban medidas para evitarlo.
Es así que con la crisis mundial se desencadena la acumulación de multiprocesos de transformación
económica, social, cultural y ambiental que, en medio de un escenario incierto por la mayor
incidencia de los fenómenos naturales, hacen aún más complejo el estudio de su dinámica actual y
prospectiva. Y es que en las últimas décadas resulta notable el incremento de numerosos eventos
climatológicos a nivel mundial: inundaciones, tempestades, huracanes, granizadas, heladas, sequías,
etc., ocasionando cuantiosas pérdidas humanas, materiales y económicas (estimadas por encima de
70,000 millones de dólares anuales y afectando a cerca de 325 millones de personas) y mayormente
perjudicando a las comunidades locales y poblaciones indígenas más pobres de las diferentes
regiones.
Se sabe que los efectos del cambio climático pueden ser determinantes en el contexto actual de
desarrollo de las comunidades locales y poblaciones indígenas más vulnerables de Latinoamérica y
otras regiones del mundo, constituyéndose en un nuevo y mayor elemento de preocupación, además
de las cuestiones históricas irresueltas en atención a las demandas y necesidades de desarrollo e
inclusión social de estas poblaciones, así como por su importante vinculación y valiosos
conocimientos desarrollados en el manejo de ecosistemas locales y la variabilidad climática natural.
De ahí la importancia de estudiar su evolución como sociedad-naturaleza y conocer su capacidad de
resiliencia y los diferentes mecanismos adaptativos que han ensayado durante milenios como
respuesta a factores ambientales adversos.
Los fenómenos naturales expresan una parte importante de la relación histórica de convivencia entre
múltiples sociedades y culturas con su entorno natural; sin embargo, es claro que hasta hoy aún no se
termina de entender cuál es el nivel de responsabilidad que nos toca asumir como sociedad global en
ello. De hecho, existen resistencias interesadas por determinados sectores y grupos de poder
económico de los países desarrollados del norte, de sostener que no hay suficiente evidencia
científica (variación estadísticamente significativa) para afirmar que son las actividades humanas las
que efectivamente están contribuyendo en la ocurrencia de cambios climáticos derivados del
calentamiento global. Sin embargo, las evidencias científicas encontradas por investigadores de
diversas tendencias académicas coinciden en su mayoría al sostener de forma razonable que las
actividades humanas si están contribuyendo en mayor medida a la ocurrencia del fenómeno global
del cambio climático.
La Convención Marco sobre el Cambio Climático (CMCC) de las Naciones Unidas, hace una
diferenciación entre el cambio climático atribuible a las actividades humanas (que alteran la
composición de la atmósfera) de la atribuible a causas naturales (a la variabilidad natural del clima).
Porque la CMCC, en su Artículo 1, define el cambio climático: “como un cambio de clima atribuido
directa o indirectamente a la actividad humana que altera la composición de la atmósfera mundial y
que se suma a la variabilidad natural del clima observada durante períodos de tiempo
comparables…”(1).
El Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) es un organismo multinacional encargado
de las negociaciones relativas al cambio climático global y de dirigir la discusión científica sobre el
calentamiento global, la emisión de partículas de carbono y el efecto invernadero. Lo integran
delegados y científicos intergubernamentales de alto nivel que, desde 1988 a la fecha, vienen
publicando informes relevantes para aplicar medidas en el marco de la CMCC (2). Sus informes de
evaluación constan de varios volúmenes y proporcionan información científica, técnica y socio-
económica sobre las causas, los posibles efectos y las medidas de respuesta al cambio climático. A la
fecha el IPCC ha evacuado un cuarto informe de evaluación, completado y publicado en 2007,
destacándose en su última evaluación que existe una tendencia creciente en los eventos extremos
observados en los últimos cincuenta años, considerando probable que las altas temperaturas, olas de
calor y fuertes precipitaciones continuarán siendo más frecuentes en el futuro y que en años
posteriores puede ser desastroso para la humanidad (3).
Se ha observado que una de las causas principales del problema del calentamiento y del cambio
climático se debe a la constante emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), principalmente los
gases de la gran industria de los países desarrollados del norte (4). Sin embargo, a pesar que el efecto
invernadero se produce de forma natural, en los últimos siglos la irracional acción antrópica –con la
mayor emisión de gases contaminantes a la atmósfera- viene mal contribuyendo en la ocurrencia
acelerada de este fenómeno (en su mayor artificialización). De todos los GEI estudiados el más
importante es el CO2 que proviene de las emisiones de la gran industria y de la deforestación de
bosques tropicales y subtropicales por la expansión irracional de actividades agropecuarias,
agroindustriales y forestales.
Se sabe que los GEI son muy eficientes en atrapar la onda calórica (radiación de onda larga) emitida
por la tierra, cuyo incremento de la temperatura es atrapada en la troposfera, generando el efecto
invernadero. Pero, cuando se incrementa de forma anormal su rango promedio de la temperatura
terrestre se produce el calentamiento global (o sea que efecto invernadero y calentamiento global no
son sinónimos, como suele creerse). Algunas teorías sostienen que la contaminación es la causa del
calentamiento actual (5). Este calentamiento -a su vez- deriva en cambios climáticos a diferentes
escalas y en la ocurrencia de diversos fenómenos naturales (lluvias, inundaciones, sequías, huracanes,
tsunamis, deshielo glacial, etc.) alterando los ciclos y funciones regulares naturales de los ecosistemas
e impactando en los recursos locales y medios de vida de las comunidades locales y de las
poblaciones indígenas más vulnerables de las diferentes regiones.
No obstante se sabe también que cualquier tipo de cambio climático implica cambios en otras
variables, y, por tanto, de múltiples interacciones que pueden complejizar aún más el problema. Y
que la mejor forma de evaluar dichos cambios es mediante el uso de modelos computacionales que
intentan simular la física de la atmósfera y del océano, pero que al ser modelos probabilísticos
pueden tener una precisión limitada debido al relativo conocimiento que aún se tiene del
funcionamiento global de la atmósfera.
Racionalidad y problemática ambiental: manifestaciones de la relación sociedad–naturaleza
El concepto de racionalidad ambiental se refiere a las formas de vida o manifestaciones positivas
ensayadas por las comunidades locales y poblaciones indígenas en sus territorios y ecosistemas, por
ejemplo, ante la variabilidad natural del clima, porque se refiere a un cuerpo de valores o principios
de una sociedad orientados hacia la búsqueda de una finalidad ambiental positiva. Pero los desajustes
o desfases que -de hecho- también ocurren en su evolución, son resultado de múltiples factores
condicionantes que son propios del sistema de interacción sociedad-naturaleza. Lo que -como
antítesis- puede conducirlas por el umbral de la irracionalidad, configurando el concepto de
problemática ambiental: es decir, cuando los factores condicionantes del sistema de interacción
conforman un conjunto de elementos de desequilibrio (conocidos como defectos de racionalidad) y
que hoy –decíamos- es muy típico de la sociedad global.
Al estudiar las implicancias ambientales derivadas de la relación sociedad-naturaleza, corresponde
enfocarlas desde la cosmovisión holística de determinadas culturas y de su grado de resiliencia social
manifestándose sobre un espacio-territorio dado. De ahí que lo cultural implicará reconocer una
forma específica de racionalidad o un tipo de comportamiento (resilente) que la sociedad manifestará
para gestionar la localidad en que se asienta, por ejemplo, la región andina y amazónica, asumiendo
como razonable que le proporcione recursos y medios de vida de forma permanente (no obstante las
dificultades que implique).
Si bien sabemos que las poblaciones indígenas evolucionaron en función de múltiples procesos
adaptativos (e inadaptativos) ensayados en ámbitos territoriales y micro-ambientales específicos,
bajo condiciones multivariadas de climas y oferta de recursos naturales, así como según los tipos de
organización socioeconómica y la racionalidad que aplicaron en el manejo de ecosistemas. En
cualquier caso, suponemos que los procesos adaptativos se supeditaron al desarrollo de
determinados tipos de resiliencia (fuerte o débil) como respuesta para superar las dificultades en
curso y lograr adaptarse o de lo contrario fracasar e inadaptarse.
Relaciones múltiples de las sociedades humanas con el ambiente: evolución y procesos adaptativos
En artículos anteriores hemos señalado que sobre el estudio de las relaciones múltiples de sociedades
humanas con el ambiente, destaca la teoría del evolucionismo multilineal, de Julián Steward, quien
propuso que las sociedades y culturas no siguen una línea única, continua y ascendente de cambios
sucesivos en su proceso adaptativo, desde sociedades simples a las más complejas, sino que -a
diferencia del evolucionismo lineal- su evolución sigue múltiples rumbos y procesos discontinuos (6).
Steward propuso que la evolución multilineal busca leyes que expliquen las interacciones entre las
poblaciones y el ambiente, en tanto son relaciones que pueden repetirse entre culturas diferentes
con ecologías similares, sin que por ello resulten universales, porque corresponden a poblaciones en
contextos particulares (“microecológicos e históricos”) necesarios de estudiar y entender en su
particularidad.
Al estudiar el proceso evolutivo de las comunidades, Salhins y Service logran un aporte interesante
proponiendo integrar dos fases: primero, que la evolución crea diversidad debido al mecanismo de
adaptación; y segundo, que la evolución se da desde las formas simples a las más complejas, desde
organismos con menor control energético hasta los de mayor control (7). En tal sentido, las
comunidades locales y poblaciones indígenas siguen en general un proceso evolutivo ascendente en
el tiempo, pero con distintos rumbos y discontinuidades, y además, condicionados por diversos
factores (objetivos y subjetivos, endógenos y exógenos) relativos a los territorios ocupados y a sus
entornos, y en cuyos procesos particulares sus mecanismos adaptativos han seguido la tendencia
general a diversificarse y complejizarse (excepto los casos extremos, que por otros factores se hayan
simplificado o incluso hubieran colapsado). Sobre lo último, hoy en día se advierte que el fenómeno
del cambio climático puede ser -de hecho- un factor determinante que altere de forma parcial o
irreversible la evolución de diversas sociedades y culturas locales.
Desde la teoría ecológica se refiere que uno de sus principios básicos es el concepto de la adaptación,
porque es un proceso en que el tiempo y la interacción son fundamentales. En ese sentido,
suponemos –por ejemplo- que el proceso adaptativo de las poblaciones indígenas, en condiciones de
alta variabilidad climática local, debió basarse en una relación imperfecta sociedad-naturaleza: esto
es, en la perspectiva de que siempre tienden a escalar a formas exitosas de supervivencia. De ahí que
cada proceso adaptativo involucrará un constante cambio o escalamiento evolutivo en sucesivas
generaciones.
De otro lado, siguiendo las investigaciones relativas a la teoría de sistemas -desde el uso primigenio
del concepto ecosistema por A. G. Tansley (1935) y luego de otros investigadores-, es ampliamente
aceptado hoy que el estudio de la relación sociedad-naturaleza debe abordarse como el estudio de
dos componentes interrelacionados, porque constituyen las partes compositivas de un todo
sistémico.
En efecto, ambos componentes (sociedad-naturaleza) se interrelacionan en un todo sistémico,
representando un complejo de relaciones de causalidad mutua que puede medirse con algunos
indicadores de base, por ejemplo, calidad de vida para referirse a la sociedad y calidad ambiental para
referirse a la naturaleza (8). Asimismo, se propone, con el teorema de la indecibilidad de Godel: “al
establecer que cada modelo se explica dentro de un modelo más amplio y más general”, que los
problemas ambientales de la sociedad moderna actual deben analizarse dentro de un sistema de
referencia en cuyo centro se localiza la sociedad; y que ésta -a su vez- se enmarca en un contexto
mucho más amplio de problemas y metaproblemas.
Lo anterior nos explica la imposibilidad de hacer una descripción completa del ecosistema, sin más
referencia que el propio ecosistema, ya que éste resulta insuficiente per se para explicar los distintos
niveles y formas de relación sociedad y entorno local (su acceso a recursos naturales, su calidad de
vida, su modelo económico, etc.). Por tanto, los problemas ambientales deben estudiarse como
sistemas abiertos -en sus múltiples interacciones sociedad-naturaleza- y según las complejas
relaciones de causalidad mutua que involucran.
Artificialización de ecosistemas: más armonías que desarmonías en la cosmovisión y praxis de las
poblaciones indígenas
Numerosas investigaciones sostienen que las poblaciones indígenas precolombinas establecieron
relaciones de interacción constante con la naturaleza, al desarrollar valiosos conocimientos sobre ella
(en milenios de aprendizaje). De ahí que -en estricto- lo que hicieron fue artificializarla (antropizarla)
(9). Existe coincidencia en señalar que durante los multiprocesos de ocupación-adaptación territorial
y ambiental de las poblaciones indígenas, desarrollaron conocimientos pormenorizados de la
estructura, composición y funcionamiento de ecosistemas y climas: conocieron su compleja
biodiversidad y sus componentes físicos de distribución espacial (vertical-altitudinal y horizontal-
longitudinal), para así ensayar en forma progresiva las modificaciones y adaptaciones necesarias que
les aseguraran su sobrevivencia.
Se sabe que los sistemas tradicionales de conocimientos indígenas –de recolectores, cazadores o
agricultores- sobre el medio físico (por ejemplo, el clima) o sobre su taxonomía biológica folklórica o
sobre sus prácticas de producción y su naturaleza experimental, han adquirido tal importancia con el
tiempo que han servido para el posterior desarrollo de nuevos campos de conocimientos y disciplinas
científicas, como ha ocurrido con el desarrollo de la agroeocología (10). Otros estudios, desde la
etnoecología, etnobotánica y otras disciplinas, nos dan cuenta de la enorme importancia y valor de
los sistemas de conocimientos y prácticas tradicionales de poblaciones indígenas en países con
excepcional biodiversidad en América del Sur, como los países andinos: Bolivia, Colombia, Ecuador,
Perú y Venezuela, caracterizados como megadiversos, y donde las poblaciones indígenas
construyeron sistemas de vida y culturas fuertemente ligadas a sus territorios y recursos naturales,
logrando un alto grado de conocimientos en la conservación de la biodiversidad y en la gestión local
de ecosistemas (11). Así se explica que pudieran enfrentar la alta variabilidad de climas y microclimas
en diferentes regiones naturales, aún bajo condiciones adversas, logrando manejar complejos
agroecosistemas hasta la actualidad.
Existe pues abundante bibliografía que nos da cuenta fehaciente de la enorme importancia del
proceso de producción de conocimientos tradicionales indígenas, en base a una gestión eficiente de
ecosistemas locales y de factores micro-climáticos, por encima de las experiencias fallidas, y que han
sido fundamentales en su proceso de aprendizaje, adaptación y supervivencia. Y además, porque
tales conocimientos han sido -y continúan siendo- recreados en sus particulares contextos culturales
y ecogeográficos (trasmitidos en forma oral, ritual y a través de sus prácticas cotidianas). Lo que sin
duda ha sido intrínseco a sus procesos de desarrollo endógeno.
Si bien la artificialización de ecosistemas implicó manejar una alta variabilidad de factores
ambientales y micro-ambientales, y por ende una constante tensión en el proceso. Con la mayor
acumulación de experiencias exitosas, el proceso debió implicar relativas formas de equilibrio en la
dinámica de los ecosistemas locales, en tanto fueron resultado de una interacción positiva como
sociedad-naturaleza, dado el evidente predominio de las armonías sobre las desarmonías (12).
Pero cambios posteriores originan nuevos desequilibrios en la estructura y función de los
ecosistemas, alterándose su grado de resiliencia y estabilidad (13). Esto ocurre por cambios que
hacen predominar las desarmonías sobre las armonías, en la medida que los impactos de las
actividades antropogénicas (desde las dinámicas localizadas de poblaciones indígenas, de baja
densidad poblacional y bajo consumo energético), se fueron tecnificando y sofisticando con el tiempo
-y a mayor escala- con las nuevas sociedades urbanas emergentes y súper desarrolladas (de alta
densidad poblacional y alto consumo energético) para satisfacer nuevas necesidades de crecimiento
económico, de industrialización y desarrollo de los países (14).
Actualmente se sabe que la alteración y desequilibrio de algunos ecosistemas ha sido de tal magnitud
que es muy poco probable logren recuperarse. Por eso se afirma que no hay precedentes de
alteraciones producidas en los ecosistemas como los ocurridos en los últimos cincuenta años (entre el
siglo XX y comienzos del XXI). Así pues, las desarmonías sociedad-naturaleza y los perjuicios causados
han sido de tal magnitud que son mucho mayores que los beneficios obtenidos para satisfacer las
múltiples necesidades de la humanidad (15).
Control energético local de ecosistemas y factores ambientales e institucionalidad
Múltiples estudios de casos en Latinoamérica y otras regiones nos confirman que cuando las
comunidades locales y poblaciones indígenas logran reducir su grado de incertidumbre en el manejo
de los recursos naturales y los factores microambientales (maximizando su eficiencia energética local
con el uso de tecnologías innocuas, uso intensivo de conocimientos y la mejor organización social de
la mano de obra, etc., así como reduciendo sus “inputs” e incrementando sus “outputs”), les posibilita
un mayor grado de subsistencia y de autonomía en la gestión local de sus recursos y ecosistemas.
Esto sin duda es una condición clave para reducir su vulnerabilidad socioeconómica y así fortalecer su
capacidad de resiliencia y mejor adaptación a la variabilidad climática natural y a lo que hoy configura
el cambio climático.
Sin embargo, lograr lo anterior implicará de un marco mínimo de institucionalidad para la
planificación descentralizada y ordenamiento del territorio y ambiente, así como de políticas públicas
inclusivas y programas de desarrollo social, etc., a fin de reducir en lo posible los umbrales de riesgo
frente al cambio climático. No obstante será imperativo superar las limitantes de orden internacional
y las sujetas al contexto político país y al modelo económico imperante, propender al mayor cuidado
ambiental y al respeto de la diversidad cultural y los derechos humanos básicos con que deben vivir
las poblaciones.
Las comunidades locales y poblaciones indígenas (incluso los pueblos aislados) siguen viviendo
cambios que últimamente son acelerados e influidos (en muchos casos de forma arbitraria) por el
entorno externo: la economía global, la inversión extranjera, los operadores de recursos naturales, las
políticas y la gestión pública, etc.). Y que podrían ser factores de sinergia para el desarrollo si el
Estado -en efecto- cumple con su rol tuitivo en torno a la problemática y demanda de estas
poblaciones y respeta sus derechos precedentes sobre sus territorios originarios. De lo contrario,
continuarán siendo factores disturbadores que alterarán la realidad local y los procesos de desarrollo
endógeno con que se han desenvuelto múltiples culturas y sociedades a través de la historia.
Las evidencias son más que suficientes para priorizar la atención debida a nivel global, regional y local
sobre la problemática de pobreza y relativo desarrollo de comunidades locales y poblaciones
indígenas de Latinoamérica y otras regiones (consustanciales a la sostenibilidad de uso de recursos
naturales y ecosistemas en sus territorios), así como para seguir indagando sobre sus valiosas
experiencias y conocimientos tecnológicos y saberes que podrían ser cruciales en torno al grave
problema del cambio climático y al futuro de la vida en el planeta

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