Marx y Engels han llamado INFRAESTRUCTURA O BASE a la estructura económica de la
sociedad, y SUPERESTRUCTURA a las instituciones jurídico-políticas, Estado, derecho, etc., y a
las “formas de la conciencia social” que corresponden a una infraestructura determinada. La noción de SUPERESTRUCTURA designa, por lo tanto, dos aspectos de la sociedad: la estructura jurídico-política y la estructura ideológica. A la primera corresponden el Estado y el derecho, a la segunda, las llamadas “formas de la conciencia social”. Según la teoría marxista, es en la infraestructura donde hay que buscar el “hilo conductor” para explicar los fenómenos sociales pertenecientes a la superestructura, pero esta afirmación no implica afirmar que todo se reduce o es un simple reflejo de lo económico. Las condiciones económicas son “en definitiva las decisivas”, pero los otros aspectos de la sociedad desempeñan también un papel: El desenvolvimiento político, jurídico, filosófico, religioso, literario, artístico, etc., se basa en el desarrollo económico. Pero estos elementos interactúan entre sí y también vuelven a actuar sobre la base económica En los capítulos anteriores hemos visto que la teoría marxista sostiene que en toda sociedad existe una base económica y una superestructura jurídico-política e ideológica. Estos aspectos están articulados entre sí de una manera compleja, siendo el económico el que es determinante en última instancia. Si se emplea la metáfora arquitectónica de Marx y Engels del edificio con un cimiento o base y una superestructura que se construye sobre este cimiento, se puede decir que la ideología pertenece a la superestructura. Pero la ideología no se limita a ser solamente una instancia de la superestructura, ella se desliza también por las otras partes del edificio social, es como el cemento que asegura la cohesión del edificio. La ideología cohesiona a los individuos en sus papeles, en sus funciones y en sus relaciones sociales. La ideología impregna todas las actividades del hombre, comprendiendo entre ellas la práctica económica y la práctica política. Está presente en sus actitudes frente a las obligaciones de la producción, en la idea que se hacen los trabajadores del mecanismo de la producción. Está presente en las actitudes y en los juicios políticos, en el cinismo, la honestidad, la resignación y la rebelión. Gobierna los comportamientos familiares de los individuos y sus relaciones con los otros hombres y con la naturaleza. Está presente en sus juicios acerca del “sentido de la vida”, etcétera. La ideología está hasta tal punto presente en todos los actos y los gestos de los individuos que llega a ser indiscernible de su “experiencia vivida” y, por ello, todo análisis inmediato de lo “vivido” están profundamente marcados por la acción de la ideología. Cuando se piensa estar frente a una percepción pura y desnuda de la realidad o a una práctica pura, lo que ocurre, en verdad, es que se está frente a una percepción o a una práctica “impura”, marcada por las estructuras invisibles de la ideología. Como no se percibe su acción, se tiende a tomar la percepción de las cosas y del mundo por percepciones de las “cosas mismas”, sin darse cuenta de que esta percepción no se da sino bajo la acción deformadora de la ideología. Está formado por dos tipos de sistemas: el sistema de ideas-representaciones sociales (las ideologías en sentido restringido) y el sistema de actitudes-comportamientos sociales (las costumbres). El sistema de ideas-representaciones sociales abarca las ideas políticas, jurídicas, morales, religiosas, estéticas y filosóficas de los hombres de una sociedad determinada. Estas ideas se dan bajo la forma de diversas representaciones del mundo y del papel del hombre dentro de él. Las ideologías no son representaciones objetivas, científicas del mundo, sino representaciones llenas de elementos imaginarios; más que describir una realidad, expresan deseos, esperanzas, nostalgias. Las ideologías pueden contener elementos de conocimiento, pero en la mayor parte de ellas predominan los elementos que tienen una función de adaptación a la realidad. Los hombres viven sus relaciones con el mundo dentro de la ideología. Es ella la que transforma su conciencia y sus actitudes y conductas para adecuarlas a sus tareas y a sus condiciones de existencia. Por ejemplo: la ideología religiosa que habla del sentido del sufrimiento y de la muerte procura a los explotados representaciones que le permitan soportar mejor sus condiciones de existencia. El sistema de actitudes-comportamientos está constituido por el conjunto de hábitos, costumbres y tendencias a reaccionar de una determinada manera. Es más fácil que una persona modifique su forma de representarse el mundo, es decir, su ideología en sentido estricto, a que cambie sus formas habituales de vivir y enfrentarse prácticamente a las situaciones vitales. Es por ello por lo que entre la ideología en sentido estricto y el sistema de actitudes-comportamientos no existe siempre una relación de identidad. Las relaciones dialécticas que se establecen entre ellos pueden ir desde la identidad total o parcial a la contradicción. La ideología tiene como función asegurar una determinada relación de los hombres entre ellos y con sus condiciones de existencia, adaptar a los individuos a sus tareas fijadas por la sociedad. En una sociedad de clases esta función está dominada por la forma que toma la división de los hombres en clases. La ideología está destinada, en este caso, a asegurar la cohesión de los hombres en la estructura general de la explotación de clase. Está destinada a asegurar la dominación de una clase sobre las otras haciendo aceptable a los explotados sus propias condiciones de explotación como algo fundado en “la voluntad de Dios”, en “la naturaleza”, o en “el deber moral”, etcétera. Pero la ideología no es una “mentira piadosa” inventada por los explotadores para engañar a los explotados; ella sirve también a los individuos de la clase dominante para reconocer a los sujetos de esta clase, para aceptar como “querida por Dios”, como “fijada por la naturaleza” o por “el deber moral” la dominación que ejercen sobre los explotados. Ella le sirve de lazo de cohesión social para comportarse como miembros de una misma clase, la de los explotadores. La “mentira piadosa” de la ideología tiene, por lo tanto, un doble uso; se ejerce sobre la conciencia de los explotados para hacerles aceptar como natural su condición de explotados; se ejerce sobre los miembros de la clase dominante para permitirles ejercer como natural su explotación y su dominación. Hemos visto que el aspecto ideológico está constituido por el conjunto de representaciones y comportamientos sociales. Según el marxismo, el hilo conductor que permite explicar estas ideas y comportamientos es la forma en que los hombres producen los bienes materiales, es decir, la estructura económica de la sociedad. No son, por lo tanto, las ideas las que determinan el comportamiento de los hombres, sino que es la forma en la que los hombres participan en la producción de bienes materiales lo que determina sus pensamientos y acciones