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El pensamiento multidisplinario,

"Nunca pude, a lo largo de toda mi vida,


holístico, propio de la complejidad, como se muestra resignarme al saber parcializado, nunca
en la presente cita corresponde al pensamiento del pude aislar un objeto de estudio de su
contexto, de sus antecedentes, de su
Prof. Edgar Morín (París, 1921) y es uno de los devenir. He aspirado siempre a un
pensamiento multidimensional, nunca he
pensadores más emblemáticos e importantes del siglo podido eliminar la contradicción interior.
XX y XXI. Siempre he sentido que las verdades
profundas, antagonistas las unas de las
Para introducirnos al pensamiento de otras, eran para mí complementarias, sin
dejar de ser antagonistas. Nunca he
Morín es necesario establecer la distancia entre saber
querido reducir a la fuerza la
y pensar. Cuando decimos saber, hablamos de un incertidumbre y la ambigüedad."

conocimiento que ha sido adquirido, o que forma Profesor Edgar Morín.


Bahía Kino, Sonora, otoño 2004
parte de un proceso de endoculturación; esto es,
desde que nacemos introyectamos saberes, es decir
hacemos nuestro, un montón de conocimientos que pertenecen a otros, que forman parte
del imaginario social, Sin embargo, cuando decimos pensar, hacemos referencia a
nuestra propia facultad para producir o generar conocimientos. Es así que el punto crucial
de la episemología de Morín podemos sintetizarlo -en sus propias palabras- de la
siguiente manera: “Es la conciencia de que lo que más falta nos hace, no es el
conocimiento de lo que ignoramos, sino la aptitud para pensar lo que sabemos”.
El punto central en Morín no es, lo que queda por saber o el saber no
sabido, sino, por lo contrario, lo que ya sabemos. La problematización del saber sabido,
reside en los procesos que se ponen en juego a la hora de la adquisición de los mismos.
La tarea fundamental no es el saber mismo, sino las condiciones de posibilidad que lo
suponen y lo fundamentan. De ahí la necesidad de separar saber, de pensar.
No se necesita una mirada y en consecuencia un juicio de experto para
poder afirmar sin temor y culpa alguna que, las prácticas educativas priorizan los
contenidos sobre los procesos. Importa lo que el alumno sabe (teniendo en cuenta los
contenidos y la reproducción de los mismos y no los procesos por los cuales el alumno
“sabe” lo que dice que sabe). Si observamos además, en nuestro país, eso a lo que
llaman “reformulaciones educativas”, no consisten más que en una mirada sobre los
contenidos programáticos en los que se jerarquizan disciplinas de conocimientos sobre
otras, se aumenta la carga horaria de unas y se disminuye la carga horaria de otras, pero
pareciera que a nadie le preocupa saber si los alumnos aprenden o no.
La pregunta que cabe hacernos será pues: ¿cuáles son los fundamentos
epistemológicos de nuestro sistema educativo? Qué disciplinas de conocimiento
promueven el desarrollo de la actividad pensante, reflexiva y autónoma de los individuos
cuáles, por otra parte la bloquean o la inhiben? ¿Los docentes están preparados para el
desarrollo de este logro, o contribuyen en alguna medida a su fracaso? ¿Existe en nuestro
país, un proyecto de hombre que contemple al hombre como tal, más allá de un modelo
económico? ¿El problema de la alfabetización se resuelve con distintos proyectos que
apunten a la promoción de cursos en los que se reducen los tiempos y los contenidos
programáticos? Es necesaria una Filosofía de la Educación a la hora de pensar el rumbo
que debe o debería tener nuestra política educativa?
Es en este sentido que, nos enfrentamos a un sujeto que no se encuentra
escindido o separado del mundo. El sujeto no sólo está en el mundo, sino que es al
mismo tiempo es el mundo.
No podemos seguir pensando en aquella dualidad entre sujeto y objeto
propia de la epistemología tradicional.
La inestabilidad, el azar, la indeterminación, los procesos irreversibles, la
expansión del universo, la discontinuidad, la evolución de las especies, las catástrofes, el
caos así como el estudio riguroso de los sistemas simbólicos, del inconsciente y de los
intercambios humanos, nos obligan a repensar el hecho humano y en este sentido el
modo en que el hombre se apropia de la realidad.
El conocimiento, entendido como un proceso mediante el cual el hombre
describe, interpreta y explica su relación con el mundo no puede reducirse a un fenómeno
meramente perceptivo al estilo de las ciencias fisicalistas, las cosas, el mundo de los
objetos, la Naturaleza, no están, simplemente ahí arrojadas delante nuestro para ser
percibidas, para ser pensadas, para ser dichas y nada más, los hechos humanos, son
parte de nuestras vivencias de hecho, son nuestras vivencias, los hechos humanos son
naturalmente revividos y en este sentido comprendidos. Comprender es algo más que
llegar al objeto, a eso “puesto enfrente” comprender es llegar a uno mismo, al ser interior,
en el cual las cosas se transforman en objeto. Las cosas se transforman en objeto,
cuando la expresión que las recubre (signo), ha adquirido significado, el signo mediante el
cual las refiero, significa algo para mí.
Para llegar a la Naturaleza, al mundo de los objetos, la ciencia propone
un método. Nadie se lanza a lo nuevo si un método, pero la realidad en sus múltiples
manifestaciones y en sus formas de aparecerse es dinámica, de igual manera, el
psiquismo humano.
Para Morín, el método es aquello que, enseña a aprender. No es algo a-
priori que se desarrolla, que surge en la medida que uno indaga, en la medida en que
uno busca una posible solución a un problema. Esto no significa que no haya método,
pues si los hay; en este sentido, un método es una serie de pasos a seguir en la
consecución de un resultado. Pero cuando nos enfrentamos a lo imprevisto la mente
humana desarrolla su propia inventiva para y en la búsqueda de un resultado. En
palabras de Morín, propósito del método es: “ayudar a pensar por uno mismo para
responder al desafío de la complejidad del problema”.
Si pensamos por ejemplo en Descartes, todo su propósito fue orientado a
la búsqueda de una verdad que se le presentara como indubitable. Su necesidad de
reconstruir el edificio del saber y establecer un sistema firme y seguro para el desarrollo
de la nueva ciencia, culmina en la propuesta de un método; camino seguro para
establecer la claridad y distinción del nuevo conocimiento.
Por el contrario para Morín, no hay verdades, no hay certezas, no hay
principios seguros.
El pensamiento humano es al mismo tiempo orden y desorden; razón y sin
razón; racionalidad e irracionalidad (refleja la misma secuencia del universo), porque el
incluye y no puede descartar todos y cada uno de los procesos psíquicos, procesos que
surgen en la relación modeladora cerebro-medio. El cerebro humano es al mismo tiempo
órgano computante y competente en el registro y manejo de información; recibe, procesa
y formula los datos provenientes del “afuera”.
De esta manera el pensamiento surge como construcción de sentido, en el
interjuego de un sujeto en situación, pero de un sujeto que no está separado del mundo,
sino que siendo distinto de eso que llamamos “mundo”, es al mismo tiempo mundo.
EL mundo, siendo lo otro de sí, es en definitiva, lo que permite al sujeto
tomar conciencia de sí. Esa conciencia de sí, es una vuelta del sujeto a sí mismo. En esa
vuelta aparece la reflexión, el pensamiento de sí como distinto de lo otro.
El sujeto se piensa a si mismo, y en ese pensarse se abre como
posibilidad la autonomía, la independencia, pero una in-dependencia dependiente, porque
no puede abandonar aquello que no le pertenece, que le es ajeno, porque no es él; pero
al mismo tiempo le permite darse su ser. Pero ese sí es condición de “lo otro de sí”, y lo
característico de ese sí, es su ser “para”: es proyecto, inacabado, inconcluso,
indeterminado, indefinido.
Podemos interpretar sobre las ideas de Morín que pensar, es caminar. En el
camino, se abre la experiencia. Por lo tanto pensar es ausencia de métodos, es caminar
sin objetos. La relación hombre-mundo, no es una relación de sujeto-objeto al mejor estilo
cartesiano. El hombre es fundamentalmente apertura, es el ser que se proyecta, sin
rumbo, sin definiciones y en ese proyectarse se realiza también a sí mismo. Pensar no es
querer saber, querer saber no más que, asegurarle a la conciencia una explicación
racional acerca de lo que se pretende saber. En el logro de ese saber se produce la
rigidez a la que no está sujeto el mundo sabido. El saber propone una estructura, esa
estructura admite un cierre, un acabamiento, una respuesta segura, clara y distinta. El
pensar por lo contrario se aparta del cálculo y la medida no es predecible.

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