El Dr. en Semiología e Historia de la Cultura Ignacio Ramonet es un intelectual español
especialista en geopolítica y estrategia internacional. Durante el periodo 1990-2008 se desempeñó como director de la publicación mensual Le Monde Diplomatique, donde ejerce el periodismo en la actualidad. En octubre de 2003 publicó el editorial de Le Monde Diplomatique, titulado “El quinto poder”. Su producción coincide con su participación en el Foro Social Mundial que se realizó en Brasil un año antes, un encuentro de organizaciones sociales en oposición al Foro Económico Mundial (que se celebra cada año en Davos) y que buscaba contrarrestar las consecuencias que había dejado, tras de sí, las políticas neoliberales aplicadas en los países periféricos. En este escenario social y político en el que viven las sociedades globalizadas, surge el debate social sobre qué posición toman los medios de comunicación ante esta realidad. Entonces, Ramonet responde que existe un poder mediático que ha dejado de lado la representación de los que no tienen voz y que manipula en función de las relaciones existentes con los Estados y las megacorporaciones mundiales, deteriorando la calidad de la información, que representa el insumo con el que los ciudadanos toman sus decisiones. De manera que, el periodista en este texto, aborda el rol de los medios de comunicación en las sociedades globalizadas y basa el análisis en su conocimiento en geopolítica, comunicación y Derechos Humanos. Al mismo tiempo brinda un aporte a las disciplinas de la sociología, la economía y el ejercicio del periodismo, con la finalidad de convencer y convocar a sus lectores a comprometerse en la conformación de un “quinto poder”, que devuelva el equilibrio a la forma republicana de las democracias liberales. El diagnóstico de Ramonet resulta indiscutible ya que en América Latina sobran ejemplos de manipulación informativa en función de los intereses de los conglomerados mediáticos que se encuentran alejados del bien común. Sin embargo, hay que reconocer que la propuesta de crear un nuevo poder, una fuerza civil, es utópica. A la luz de los hechos, se puede distinguir que existen otras estrategias que propendan a la contrainformación como así también existen otras regulaciones que protegen el derecho social de la comunicación. Para sostener su hipótesis, el autor refuerza la función de los poderes republicanos (Ejecutivo, Legislativo y Judicial), el equilibrio que debe existir entre ellos como condición del ejercicio democrático. De este modo, Ramonet presenta la problemática desde el funcionamiento institucional que es aceptado en los países occidentales y por ende, no busca incomodar al lector al que se dirige. En la división de poderes que el autor repasa también, incluye los peligros de las decisiones de los diferentes estamentos del Estado, en los que el periodismo, históricamente distinguido con el nombre del “cuarto poder”, funcionaba para dar a conocer las injusticias y los excesos de poder frente al ciudadano común. De esta forma, Ramonet analiza que los medios de comunicación tienen esa legitimidad frente a la opinión pública pero advierte que en los últimos años, el periodismo fue coaptado por las fuerzas del poder económico mundial y ha abandonado su función social y democrática. Además, enfatiza que, ese cambio rotundo se debe a que, en los últimos años, la mundialización de la economía y la cultura alteró los límites de las fronteras nacionales y es el capital financiero el que se constituye como el nuevo “amo del mundo”. En consecuencia, para el autor, las decisiones que afectan al ciudadano en lo cotidiano ya no dependen de los gobiernos sino de la relación que exista entre ellos y las corporaciones que participan en Davos, representadas por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio. Por otro lado, a lo largo del texto, Ramonet demuestra el grado de concentración mediática que engloba en la actualidad a los grupos económicos más importantes que se establecen mucho más poderosos que cualquier Estado Nación, por lo que pueden influir en las políticas, siguiendo sus intereses comerciales. Ramonet enfatiza que el periodismo, al depender de estas empresas, representa a las corporaciones. También, reconoce que un factor predominante de esta época es la revolución digital que permite que comunicación e información se vuelvan difusas y hoy, se conviertan en “la industria pesada de nuestro tiempo”. De ahí que para, el autor, surge el nivel de influencia de los medios de comunicación y la posibilidad de concentración que han generado en los últimos años. En consecuencia, si el periodismo no tiene margen de acción frente al poder de las corporaciones mediáticas y económicas, y éstas presionan a los gobiernos, a la sociedad civil solo le resta organizarse en, lo que el periodista español denomina, el “quinto poder”. Este nuevo órgano tendría la función de contralor, al denunciar las complicidades entre los “gigantes” de la política, el sector financiero y los medios, para la protección del ciudadano, según el autor. Por su crítica a los medios de comunicación y su relación con los poderes, la ideología que presenta Ramonet es la de un liberalismo europeo que propugna por las libertades individuales y el ejercicio republicano. Esto es evidente ya que se construye como un enunciador que valora a la democracia, considera que el verdadero periodismo es aquel que se ejerce defendiendo a las minorías e invita a la participación ciudadana en los problemas públicos, como lo es el acceso a la información veraz. En contrapartida, se opone a la manipulación, al abuso del poder (ya sea político como económico) y a la mercantilización de la comunicación. En suma, su pensamiento se puede vincular al del español Pascual Serrano, quien es periodista y escribió el artículo “El periodismo necesita corazón” en el que rescata a las figuras de Rodolfo Walsh, Joe Lee Anderson y Ryzard Kapuscinsky como ejemplos de profesionales que no se alejaron del interés social en sus coberturas periodísticas aun cuando las líneas editoriales de las empresas que los contrataban indicaban lo contrario. Ambos autores parecen complementarse en la mirada crítica y el análisis que le hacen a la actualidad. Se diferencian en que mientras Serrano se enfoca en los casos particulares para exhortar a los nuevos redactores, Ramonet propone una mirada global y reconoce el protagonismo de los actores de peso: las corporaciones de la mundialización. Este editorial de Ramonet, sin duda, analiza con precisión la relación paradigmática entre los medios, los poderes económicos y políticos en tiempos en los que impera la globalización neoliberal. Desde la experiencia latinoamericana, han sucedido reiterados casos de coberturas periodísticas en los que se puede observar la vinculación de intereses. Por ejemplo, cuando en los 90’ se iniciaron las privatizaciones del sector público, la mayoría de los medios argentinos se dedicaron a contar las bondades que el proceso traería para la vida diaria de los ciudadanos. Sin embargo, no era parte del debate público que esas mismas empresas mediáticas estaban a favor de la desregulación del Estado porque les significaba acceder a licencias de radiofrecuencias, en condiciones de concentración de la cuota de mercado. Al tiempo que los nuevos inversores en otros sectores (luz, agua, teléfono, etc.) también generaron ganancias al convertirse como nuevos anunciantes y ocupar espacios de publicidad en medios de comunicación privados. No obstante, Ramonet no resuelve la garantía de eficacia del “quinto poder” porque si bien, es meritorio pensar en la participación de la sociedad en pos de una democracia sólida, nada en su argumento asegura que no tome los mismos “vicios” que los otros poderes. De alguna manera, necesita de alianzas o articulaciones con ellos. Supongamos que el observatorio de medios, que el autor propone, produce contenidos relevantes para la ciudadanía, éste no tiene la influencia mediática para que llegue a toda la sociedad. Si el periodismo sigue funcionando de ese modo, ¿podemos creer que se va a publicar una denuncia de la complicidad entre medios- empresas- Estado, sólo porque lo legitima un poder cívico? Por otra parte, en esta primera etapa del siglo XXI, sobre todo en América Latina, han sucedido ciertos avances que ponen en el debate público una observación crítica de la comunicación. Desde los nuevos marcos regulatorios que se fueron gestando sobre los medios masivos, como es el caso de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la creación de la Defensoría del Público. Ambas elementos dan cuenta de la integración institucional de una audiencia que ejerce el derecho a informarse y que se opone al consumo mercantilizado de la noticia. Esto demuestra que algunos cambios pueden surgir desde los poderes políticos en protección al ciudadano, y no al revés, como lo sugiere Ramonet. Incluso, Noam Chomsky, lingüista e intelectual norteamericano, en “El control de los medios de comunicación” interpela a la sociedad democrática a tomar un decisión sobre su organización para no ser llevada como “un rebaño amedrentado” por la manipulación informativa. Pero en cualquier caso, es necesaria la práctica del pensamiento crítico para contar con ciudadanos atentos y comprometidos que no “caigan” en ella. En conclusión, Ignacio Ramonet tiene el valor de exponer un panorama respecto de los medios de comunicación en tiempos en los que no había lugar para voces discordantes al pensamiento único. Sin embargo creemos que su posición no ofrece una solución concreta, sólo un llamado, necesario pero insuficiente, a la participación ciudadana.
Bibliografía
Chomsky, N. (2004). El control de los medios de comunicación. Revista de Ciencias
Sociales Realidad Económica. Recuperado de http://www.iade.org.ar/modules/noticias/article.php?storyid=1608
Serrano, P. (2012). El periodista necesita corazón. Revista Pueblos. Recuperado de