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Recopilado por Mg.

Adriana Erazo Ruiz


Departamento de Lingüística e Idiomas – Universidad de Nariño

LINGÜÍSTICA
Dr. Donald Jaimes Zubieta

LA LINGÜÍSTICA: UNA CIENCIA RECIENTE

La lingüística, como ciencia, es relativamente nueva. Sin embargo, ya nadie pone en tela de
juicio que los estudios lingüísticos de las últimas décadas han venido imponiendo notables cambios
en la manera de considerar el lenguaje y los fenómenos lingüísticos.

Partiendo de las especulaciones de los griegos, la lingüística se ha paseado incólume por la


cultura latina, ha sentado sus raíces durante toda la Edad Media y se consolidó aún más en el
Renacimiento. En este punto, la consolidación del lenguaje, como expresión del pensamiento, hizo
que los estudios lingüísticos se enmarcaran dentro de un contexto mucho más amplio; por ejemplo:
la centralidad de la filosofía y la lógica en el desarrollo de la cultura lingüística. A fines del s. XIX y
comienzos del s. XX, tan pronto como los estudios del lenguaje se desligaron de estas dos disciplinas,
y una vez que se definieron sus objetivos y se seleccionaron sus propios métodos de investigación,
la lingüística se tornó en una disciplina científica e independiente.

Bernal (1984) anota que la consideración del “lenguaje como expresión del pensamiento”,
fue un principio que no admitió discusión alguna y que todas las especulaciones de los griegos
partieron de allí; sin embargo, la historia de las ideas lingüísticas muestra que tal principio fue
desechado por el estructuralismo lingüístico, y fue suplantado más tarde por la premisa del
“lenguaje como medio de comunicación”. Hasta que en la década de los sesenta, la posición original
sería retomada por la teoría generativa a raíz de un neorracionalismo instaurado por Noam
Chomsky.

Actualmente, se considera a la lingüística como una disciplina cuyos métodos pueden


adquirir valor paradigmático en distintos campos de investigación, y cada vez con mayor frecuencia
se interesan por ella, incluso, los no especialistas, atraídos por la posición central que ha logrado
ocupar en el mundo cultural, gracias al éxito con que aplica el rigor y formalismo de las “ciencias
exactas” al estudio de un fenómeno complejo como el lenguaje, que con mucha frecuencia fue
considerado como un objeto típico de las “ciencias históricas”(Lepschy, 1971).

¿QUÉ ES LA LINGÜÍSTICA?

Una definición clásica, acuñada por Martinet (1978), dice que la lingüística “es el estudio científico
del lenguaje”. Pero, Lyons (1984) considera que esta definición resulta escasamente adecuada para
ofrecer al lector alguna indicación cabal acerca de los principios fundamentales de esta disciplina.
Dice él que "cabe añadir alguna otra pequeña puntualización para significar, con mayor detalle, las
implicaciones que contiene el calificativo de científico" (p.1). Por el momento, basta decir que por
estudio científico del lenguaje se entiende su investigación, a través de observaciones controladas
y empíricamente verificables, sobre algún hecho del lenguaje o en torno a alguna teoría general de
su estructura.

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Para la concepción generativa del lenguaje, la lingüística es el estudio científico del lenguaje como
manifestación de la capacidad innata del ser humano.

Esto amplía y profundiza el concepto de lenguaje y, por lo tanto, de la lingüística, haciéndola más
científica, más precisa, descriptivamente más adecuada y más humana.

El lenguaje es parte integrante de la existencia del hombre, de modo que es imposible concebir una
sociedad humana, sin que los individuos posean una lengua. Los estudios acerca de los “lenguajes”
de los animales y el de los hombres han inducido a filósofos, psicólogos, antropólogos y lingüistas a
la conclusión de que la posesión del lenguaje constituye la característica que más define al hombre.
De modo que, si queremos obtener una dimensión más exacta del hecho de ser hombre, es
necesario conocer esta propiedad que realmente lo define como tal: la posesión del lenguaje.

Al respecto, Chomsky (1972) dice: “Al hacer el estudio del lenguaje, nos aproximamos a lo
que algunos llamarían la ‘esencia humana’, esas cualidades distintivas del espíritu que, aunque lo
sepamos, son exclusivamente propias del hombre e inseparables de todas las fases críticas de la
existencia personal o social. Es lo que hace a este estudio fascinante y frustrante a la vez”.

Esta integración del lenguaje con la misma esencia del hombre, acaso constituye la fuente
de múltiples falacias y erradas concepciones acerca del lenguaje, y que nos impide aproximarnos a
él como objeto diferente de nosotros mismos, o como ente que está fuera de nosotros. Así como la
gente que vive a orillas del mar, llega a acostumbrarse tanto al ruido de las olas, que deja de
percibirlo, por razones similares dejamos de percibir nuestro lenguaje.

La lingüística, ciencia del lenguaje, es importante por las siguientes razones:

1. Ayuda a la solución de múltiples problemas del mundo.


2. Sus logros son aplicables y de gran significación para otras ciencias.
3. El conocimiento de la naturaleza y el uso del lenguaje influyen en la solución de infinidad de
problemas familiares, regionales, nacionales e internacionales.
4. Ayuda a resolver los múltiples problemas de comunicación de aquellas personas que no
han tenido acceso a la escuela y no han podido desarrollar y dominar los mecanismos de la
lengua que está a disposición de sus usuarios.
5. Ayuda a resolver los múltiples fracasos de los estudiantes, por no poder cifrar y descifrar
adecuadamente los mensajes que quieren, y deben comunicar en las diferentes pruebas
escritas y orales que tienen para demostrar sus conocimientos.
6. Contribuye al éxito de los personajes en las actividades científicas, culturales, políticas,
sociales y religiosas, debido al dominio de las estructuras y mecanismos de su lengua y la
posesión de otras lenguas.

Finalmente, bastaría preguntarse:

¿Cómo resolver los problemas de las minorías étnicas de una nación?

¿Cómo ayudar a solucionar los problemas educativos, culturales y sociales de nuestros grupos
indígenas?

¿En qué lengua se debe enseñar al indígena colombiano?, ¿en español?, ¿en su propia lengua?,

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¿Se deben conservar las lenguas indígenas?

¿A qué nivel debe enseñarse una lengua extranjera?

La lingüística tiene sus respuestas al respecto, y el conocerlas constituye una razón importante
para estudiarla.

La lingüística tiene como una de sus tareas el estudio de las lenguas indígenas, porque la
mayoría de tales problemas se originan en el desconocimiento de la lengua dominante y en las
escasas herramientas que poseen para desenvolverse en su propia lengua.

CAPITULO DOS

TRASFONDO HISTÓRICO DE LA LINGÜÍSTICA

 La lingüística en Grecia

 La lingüística en la India

 La lingüística en Roma

 La lingüística en la Edad Media

 La lingüística en el Renacimiento

 La lingüística en la Edad Moderna

 La lingüística contemporánea: el comparativismo

 La lingüística en el siglo XX

Escribir la historia de la lingüística siempre será un asunto complejo, porque los inicios de las
preocupaciones del hombre sobre el lenguaje datan desde tiempos muy remotos. Basta dar una
mirada panorámica a la cultura griega, romana o hindú para darnos cuenta de lo que aseveramos.
El presente texto, se referirá a los momentos históricos más resaltantes de los estudios lingüísticos
acaecidos en el mundo.

La lingüística en Grecia
Los griegos siempre tuvieron por costumbre el hacer preguntas sobre las cosas y los
fenómenos del universo y el hombre; mientras otros pueblos los daban por hecho. Aquí radica, por
ejemplo, que casi toda la rama del conocimiento occidental haya tenido su origen en los predios
de la cultura helénica. Por eso, la Grecia antigua, es pionera de la cultura europea.

Aunque el término “lingüística” se puede emplear con la debida propiedad sólo a partir del
s. XX, puede decirse que fueron los griegos los primeros en especular sobre el lenguaje. De modo
que cualquier estudio sobre las ideas lingüísticas, debe situar su punto de partida en la tradición
helénica, a pesar de nunca estar separada de la filosofía (Bernal, 1984:18). Con todo, los griegos,
no fueron lingüistas, entre otras cosas, porque nunca les interesó otra lengua más que la suya. No
se hicieron observaciones, análisis o estudios de otras lenguas, acaso porque eran consideradas

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“lenguas bárbaras”, sólo se circunscribieron a los fenómenos producidos en lengua griega, y


desatendieron casi por completo la de los hablantes extranjeros.

Sin embargo, hay evidencias de la preocupación por los estudios lingüísticos en Grecia que
datan del siglo V a. C. Herodoto, por ejemplo, cita y examina algunas palabras extranjeras en sus
textos de Historia; Platón, en el diálogo del “Cratilo” admite que parte del vocabulario griego
procede del extranjero. Además, los griegos fueron conscientes de sus dialectos (y no todos
tuvieron escritura), por ello manifestaron con precisión –dice Pérez (l995:15)- que “La Iliada” y “La
Odisea” no pertenecían a ningún dialecto vivo de la época. Por eso, el siglo V y la presencia de los
sofistas, marca el inicio de los cultores de la voz en Grecia, verbigracia, el sofista y retórico
Georgias de Sicilia, que recomendó el uso de ciertas figuras literarias en el lenguaje. Los sofistas
eran considerados “hombres sabios”, florecieron en Atenas, fueron profesores de retórica,
disciplina considerada por los griegos como cercana a la sabiduría. Tuvieron algunos logros
laudables en el estudio del lenguaje, por ejemplo Protágoras distinguió cuatro tipos de oraciones:
afirmativas, interrogativas, imperativas y de súplica. Aristóteles hizo la distinción entre el género y
el tiempo; Hipias estudió algunos aspectos fonéticos de la lengua griega. Los sofistas eran
partidarios de la Escuela Analogista, que concentra su atención en el lenguaje como parte de los
estudios literarios.

Con el advenimiento de los estoicos (s. IV a. C.), la lingüística dentro del contexto filosófico va
estableciendo contactos entre los hablantes griegos y los de otras lenguas. Así, se da la primera
traducción del Antiguo Testamento al griego. Los estoicos le dieron gran importancia a la Fonética,
Gramática y Etimología y, sobre todo, se preocuparon por la pronunciación correcta frente al
“koiné” (koinh,). En el campo fonético lograron distinguir tres aspectos de la letra escrita: su valor
fonético, v. g., [a]; su forma escrita, v. g.; y el nombre con que se le designa, v. g., “alpha”. (Robins,
1980:35). En el campo morfosintáctico, los estoicos lograron abstraer los significados de tiempo
y aspecto inherentes a las formas verbales, así como dieron sentido al término “caso”, con la
acepción que hasta hoy se conoce. Asimismo, a ellos se debe una de las primeras distinciones entre
forma y significado, es decir, “lo que significa” y “lo que es significado”. No consideraron el lenguaje
como una reflexión directa de la naturaleza, e insistían en la falta de correspondencia entre
palabras y cosas, y en los aspectos ilógicos del lenguaje. Los estoicos eran partidarios de la Escuela
anomalista, y consideraban al lenguaje como una capacidad humana natural que había que
aceptarla tal como era, con todas sus irregularidades. Uno de sus representantes fue Crisipo, el
estoico, quien escribió el “Tratado sobre la anomalía lingüística”.

En este contexto, fueron dos las controversias que ocuparon los estudios sobre el lenguaje
durante más de tres siglos en la Grecia clásica. La primera de ellas fue la pugna entre “los
naturalistas” y “los convencionalistas”. Los estoicos defendieron la primera posición al señalar
“que los nombres están naturalmente formados, y los primeros sonidos imitan las cosas nombradas
con ellos” (Robins, 1980:19), de ese modo, se opusieron tenazmente a los planteamientos de
Aristóteles, quien defendió la segunda postura. La segunda disputa fue la pugna entre “los
anomalistas” y “los analogistas”; los primeros, que pretendían caracterizar el lenguaje, sobre todo,
por sus irregularidades; y los segundos, por sostener el punto de vista contrario.

Alejandro Magno con sus conquistas llevó la cultura de la antigua Grecia hasta Egipto, Asia, y
allí florecieron dos grandes escuelas: la de Alejandría y la de Pérgamo. La Escuela alejandrina, que

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no sólo fue famosa por tener la biblioteca más grande del mundo, con más de medio millón de
volúmenes, sino también porque a ella arribaron hombres sabios de muchas partes; siguió la
tradición aristotélica; mientras que la Escuela de Pérgamo, acogió la idea de los estoicos Bernal
(1984:38) dice que los alejandrinos estaban convencidos de que el lenguaje de los escritores
atenienses del siglo V a. de C., era el más puro y correcto. Queriendo preservar esta tradición, dieron
desmedida importancia al lenguaje escrito y echaron al olvido el lenguaje oral. El error se conservó
durante dos mil años y, sólo a comienzos del siglo XX, el estructuralismo llamó la atención sobre
este aspecto y puso como una de sus principales bases la prelación del lenguaje hablado sobre el
escrito. En otras palabras, para el lingüista de hoy es mucho más importante el estudio de la lengua
hablada por comunidad lingüística, que el que se las plasma en obras literarias. Dicho error de los
alejandrinos es lo que se conoce con el nombre de la “clásica falacia” (Alcina de esta escuela fueron
Euclides, que escribió los “Elementos”, y Dionisio de Tracia, quien escribió la primera “Gramática
griega sistemática”

Para terminar con esta breve referencia Para terminar con esta breve sobre los estudios del
lenguaje en Grecia, vale la pena mencionar que Platón y Aristóteles fueron los mentores de la
creación de un metalenguaje técnico para la clasificación de las palabras, aporte que ha sido
recogido, revisado y sistematizado por Dionisio de Tracia, del siguiente modo: ÓNOMA (o;noma -
nombre), persona, cosa o situación; puede ser particular o general. Tiene cinco rasgos: género, tipo,
forma, número, caso que aún se mantienen en la actualidad. La Gramática de Dionisio de Tracia
pone todo el énfasis en los niveles fonológicos y morfológicos de la lengua griega; muy poco –casi
nada– sobre la sintaxis.

La lingüística en la India
Es importante notar que en la India se llevaron a cabo estudios serios sobre el lenguaje. Se
tiene noticias de que por lo menos doce escuelas florecieron con señaladas características
lingüísticas y literarias. El interés por los estudios de la lengua hindú se debió, básicamente, a
motivos religiosos. Los hindúes consideraron importante que los himnos oraciones y formulas
consagratorias escritas en Sánscrito y compilados en los Vedas (colección de textos sagrados
compuestos muchos siglos atrás, a la aparición del lenguaje escrito y conservados mediante la
trasmisión oral), no sufrieran alteraciones en el momento de ser dichos o recitados durante las
ceremonias religiosas.

En las preocupaciones por el lenguaje hindú se dieron también las controversias entre
naturaleza y convención, con las mismas características que en Grecia. Asimismo, se dio la
controversia sobre la prelación del lenguaje escrito sobre el oral. Sin embargo, en este aspecto se
dio la diferencia, porque los griegos no avanzaron mucho en la estructura fonológica de su lengua;
los hindúes, por el contrario, estudiaron y describieron con mucho detalle los sonidos del sánscrito
(lengua “perfecta”, por etimología), debido especialmente al enorme interés que para ellos tenía
el traspaso –de generación en generación- de los himnos védicos que, como se sabe, son textos
sagrados. “Era menester conservarlos en toda su pureza y corrección, pues el menor error en la
pronunciación de un solo sonido anulaba completamente el valor sagrado que tenía todo aquel
ceremonial” (Bernal, 1984:47).

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Pérez (1995:14) anota, que en el análisis fonético trabajaron desde el punto de vista del soplo
vocal (svara), porque allí se sustenta la realización de la palabra. Los últimos elementos del análisis
fonético (akshara) descansan en las sílabas, segmentos mínimos pronunciables y audibles. La
clasificación hindú de los sonidos del habla, fue la más detallada y precisa que cualquier otra
clasificación europea y de otra parte del mundo. Los estudios fonéticos hindúes estuvieron vigentes
hasta fines del siglo XIX.

En el siglo IV a. C., aparece Papini, uno de los más grandes gramáticos hindúes. Escribió ocho
libros de gramática denominados “Astadhyahyi”, y que consta de 4 mil aforismos o “sutras”; están
ordenadas cíclicamente, cualquiera de ellos se basa en la inmediatamente anterior, y es soporte
para el siguiente. Papini tuvo 68 predecesores de importancia, a quienes evoca y sintetiza, siendo
Yasca su inmediato antecesor, quien escribió: “Nirukta” (explicatio), gramática en la cual realiza
una serie de análisis del sánscrito, que fueron trasmitidos oralmente. Para leer y estudiar la
gramática escrita por Papini, dicen los lingüistas, se requiere ser sanscritista, porque es la mejor de
la época.

La lingüística en Roma
Roma, que durante los siglos III y II a. de C., dominó el mundo griego, se benefició de la cultura
y el pensamiento helénicos, especialmente las colonias del sur de Italia. No sólo los conservó
intactos, sino que los difundió por el mundo occidental. Robins (1980:47) afirma que “en la ciencia
lingüística la experiencia romana no fue una excepción en la condición general de sus relaciones
con el trabajo intelectual de los griegos. La lingüística romana fue la aplicación del pensamiento
griego de las controversias griegas y de las categorías griegas al latín. Las estructuras básicas de las
dos lenguas –relativamente similares- en conjunto con la unidad de civilización lograda en el mundo
grecorromano, facilitaron la transferencia metalingüística”.

Esto quiere decir que los modelos griegos se aplicaron al latín, y las gramáticas se construyeron
a imagen y semejanza de la de Dionisio de Tracia. En Roma se dio también la controversia entre
anomalistas y analogistas. Del mismo modo, la “falacia clásica”, o la prelación del lenguaje escrito
sobre el hablado, se conservó en la cultura romana.

Con el inicio del cristianismo, como religión oficial del imperio (s. I de C.), el latín fue
extendiéndose, paulatinamente, por los territorios conquistados y se convirtió en la lengua de la
administración, de los negocios, del saber y de la cultura; y con el tiempo, dio lugar a las lenguas
romances o neolatinas de Europa Occidental.

Sin embargo, el oriente mantuvo la preeminencia del griego, de tal modo que para los efectos
del mejor desempeño de las funciones administrativas los funcionarios tenían que aprender las dos
lenguas. Esta situación trajo como sanción política la escisión del imperio: el de occidente, con su
capital Roma, y el de oriente, con su capital Constantinopla.

En tiempos de la hegemonía de la cultura romana se realizó la traducción de casi toda la


literatura griega al latín, asimismo se tradujo el Antiguo Testamento. La obra de los romanos en el
campo lingüístico, se ve vigorizada con los trabajos de Marco Terencio Varrón, sabio que se
interesó por la agricultura, el derecho, las antigüedades y la lingüística. Varrón expone y sistematiza
las famosas controversias entre anomalía y analogía y los puntos de vista de los alejandrinos, y

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opta por un camino intermedio. Realiza un serio análisis del latín y escribe “Lingua Latina”, de
25 tomos, que contienen Etimología, Morfología y Sintaxis. En morfología hizo un planteamiento
muy original: la formación de las palabras por flexión. Llamó “declinatio naturalis” (variación
natural), a la formación de palabras por declinación; y “declinatio voluntaria” (variación voluntaria),
a la formación de palabras por las raíces morfológicas. Asimismo, se esforzó por definir a la
gramática como arte y ciencia, y contrastó los cinco casos del griego con los seis del latín (en el
griego no existió el caso ablativo). Dividió las partes de la oración, estableciendo cuatro clases de
palabras:

a. Palabras con flexión nominal: los nombres (incluyendo adjetivos)

b. Palabras con flexión temporal: los verbos

c. Palabras con flexión nominal y temporal: los participios

d. Palabras sin flexión: los adverbios

En el siglo I d. C., Aparece también Quintiliano, quien escribió “Institutio Oratoria”, donde trató
temas educativos y dentro de ellos los gramaticales. En el siglo V d. C., tenemos a Prisciano, quien
define la palabra (dictio) y la oración (oratio), de modo similar que sus predecesores griegos, como
“la unidad mínima de la estructura de la oración y la expresión de un pensamiento completo”.
Prisciano estableció un paralelismo entre las ocho clases de palabras del griego y del latín. Veamos:

GRIEGO LATIN (ESPAÑOL)

Onoma nomen (nombre)

Rema verbum (verbo)

Metoché participium (participio)

Antonymia pronomen (pronombre)

Epirrhema adverbium (adverbio)

Prótesis praepositio (preposición)

Syndesmos coniunctio (conjunción)

En la Edad Media, que comprende los siglos IX al XIV, la iglesia fue la acogedora y la
portadora del saber y la cultura de su tiempo. El latín logra su consagración como la lengua de la
erudición y la enseñanza, así como de la liturgia y la diplomacia. Fue una lengua prioritariamente
escrita. En esta época, la gramática tradicional de los griegos y los latinos se estudió al más alto
nivel. Las universidades europeas implementaron las siete artes liberales básicas de la educación:
el TRIVIUM (gramática, retórica y lógica) y el CUADRIVIUM (aritmética, geometría, astronomía y
música). Asimismo, se escribieron un gran número de manuales para auxiliar al estudiante en su
aprendizaje; la mayoría de ellos inspirados en las gramáticas de Prisciano (profesor de griego en
Constantinopla, su “Gramática” consta de 18 tomos) y Donato. Este último se distinguió por escribir
textos gramaticales para los estudiantes romanos.

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El genial escritor de la Edad Media, Dante Alighieri, se preocupó de manera original por la relación
de los dialectos; en su “De vulgari eloquentia” (1303) distinguió 14 formas de dialectos italianos.
También se preocupó por las lenguas vernáculas, por eso es considerado como un precursor de los
estudios dialectológicos de las lenguas romances.

lenguaje y el pensamiento, y dio como resultado la formación de dos escuelas: los realistas, que
proceden de Platón, y sostenían que el lenguaje era un “physei”; es decir, que las palabras son
solamente manifestaciones concretas de las ideas, por lo tanto hay una relación intrínseca entre la
idea y la palabra; su máximo representante fue Duns Scoto. Los nominalistas, que proceden de
Aristóteles, y afirmaban que el lenguaje era un “thesei”; es decir, que las ideas sólo tienen realidad
en el espíritu humano, porque las palabras no son las cosas, sino únicamente sus nombres, y los
nombres sólo son tales por convención; entre sus representantes están Roscelino, Abelardo,
Tomás de Aquino, Guillermo de Occam.

La lingüística en el Renacimiento
El Renacimiento, que abarca los siglos XV y XVI, se caracteriza porque hubo un inusitado desarrollo
educativo y cultural. Se produjo una ferviente inquietud intelectual y científica por los estudios
lingüísticos. En este período se destacan Ambrosio Calepino, quien escribió el “Diccionario
polígloto” (1502), el más antiguo en su género; Jerome Megister, que en 1592 recopiló en un
registro muestras de más de 40 lenguas, y en 1603, publica “Thesaurus polyglottus”, en el que la
muestra se elevó a 400 lenguas y dialectos, incluidos los del continente americano. Otro
representante fue José Justo Escalígero, que escribió “Diatriba de Europaeorum Linguis”, donde
distinguió once lenguas matrices de Europa, de las cuales cuatro eran la principales lenguas tronco,
y los designaba con el nombre de Dios: BOGE, GODT, DEUS, TEO; es decir, las lenguas eslava,
germánica, romance y griega (Leroy, 1976:25).

En los siglos XVII y XVIII, se creó en Francia un movimiento general denominado GRAMÁTICA
GENERAL LÓGICA DE PORT-ROYAL, que en 1660 (reeditado más tarde en 1830) en la cual, según
Leroy (1976:28), se “quiere explicar los hechos y demostrar que el lenguaje y la imagen del
pensamiento, están fundados en la razón; en una palabra, construir, según la lógica, una especie de
esquema del lenguaje, al cual, quiéranlo o no, deben plegarse las múltiples apariencias de la lengua
real”. La Escuela de Port-Royal imperó por más de dos siglos, tuvo como representantes más
notables, entre otros, al lógico Antoine Arnauld y al gramático Claude Lancelot. Los gramáticos de
Port-Royal no siguieron las directrices de Aristóteles, ni de Donato ni de Prisciano, sino que
prefirieron seguir las enseñanzas de Renato Descartes, quien había publicado su “Discurso del
método” pocos años antes, y había inaugurado en Francia el neorracionalismo. Según Bernal
(1984:59), estos gramáticos no pretendieron basar sus postulados en la autoridad, en la norma,
sino que trataron de sustentar sus principios en la razón humana que, según esta escuela, era el
punto de partida de todo conocimiento. El lenguaje, decía Descartes, era “el vehículo del
pensamiento”.

La Escuela de Port-Royal y sus seguidores buscaron con afán los principios generales que subyacen
en las gramáticas, con la intención de proponer una gramática de estructura común a las lenguas
conocidas en el siglo XVII. Con esto, se estaban sentando las bases de los universales lingüísticos.

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Estudiaron las lenguas griega, latina y hebrea; asimismo, las modernas: inglesa, francesa, alemana,
italiana y española. En conclusión, determinaron “las razones de lo que es común a todas las
lenguas, y de las principales diferencias que en ellas se encuentran” (p. 60). Esta escuela, además,
insistió mucho en un concepto que se considera crucial dentro de la actual perspectiva lingüística:
la doble estructura del lenguaje; dijeron que tras la superficie de los juicios es posible encontrar,
en un nivel profundo, más de una estructura. Sin duda, se referían a lo que Chomsky llamó más
tarde, estructuras superficial y profunda de la lengua.

La lingüística contemporánea: la gramática comparada.


Buena parte del siglo XIX fue ocupada por la GRAMÁTICA COMPARADA, denominada también
“Lingüística comparada”, “Filología comparada” o “Gramática histórico-comparada”. Esta
gramática, nace en Alemania, paralelo al poderoso movimiento romántico. Los grandes
descubrimientos que realizaron en la confrontación simultánea y metódica de las lenguas, los
llevaron a pensar que podían llegar al descubrimiento del primer lenguaje hablado por el hombre,
y del cual se derivaron todas las demás lenguas del mundo. Trabajos posteriores demostraron la
imposibilidad de lograrlo, debido a que aún no se tiene explicación acerca del origen del lenguaje.
Asimismo, el método científico que venía imponiéndose desde el siglo XVIII, llegó también a los
estudios del lenguaje, acogido por los comparativistas alemanes. En esta etapa, las lenguas fueron
consideradas, en especial, por el botánico y comparativista Schleicher, como organismos vivos que
nacen, crecen, se reproducen y mueren.

La implantación del método comparativo fue uno de los logros más espectaculares de la gramática
comparada. Los lingüistas germanos trabajaron mucho en la búsqueda de similitudes y diferencias
en las lenguas indoeuropeas, querían formular leyes rigurosas y precisas que trataran de explicar
los cambios. Lyons (1984:22) dice que “el haber establecido los principios y métodos usados para
relacionar las diferentes lenguas, y el haber desarrollado una teoría general del cambio lingüístico,
fueron los dos logros principales de la lingüística del siglo XIX.

El trabajo emprendido por los comparativistas fue tremendo. Schlegel, Bopp, Grimm, Schleicher
en un comienzo, y luego los llamados neogramáticos de la Universidad de Leipzig, con Brugmann,
Leskien, Paul y Curtius a la cabeza, se dieron a la tarea de cotejar lenguas indoeuropeas, con el fin
de establecer su parentesco genético y de buscar en ellas los principios generales que subyacen en
los cambios. Encontraron que hay muchas lenguas que muestran similitudes tan notorias entre sí,
que dichas semejanzas no pueden ser debidas ni a préstamos lingüísticos ni mucho menos al azar.
Bernal (1984:77) nos proporciona, a modo de ejemplo, las correspondencias de “ratón”, “casa” y
“leyes”, en cuatro lenguas diferentes:

Estas cuatro lenguas están genéticamente relacionadas, pertenecen a una misma familia: la
germánica. Los cuatro idiomas ofrecen los mismos fonemas iniciales /w, h, l/ y la misma

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terminación, el fonema /s/. Asimismo, se notan las diferencias: mientras el inglés y el alemán
presentan /aw/, el holandés ofrece /öy) y el sueco /uu/.

A comienzos del siglo XIX aparece Rasmus Rask (1787-1832) quien, como estudioso del noruego y
otras lenguas escandinavas, hace comparaciones morfológicas y fonéticas de ésta con la otras
lenguas europeas; así, demostró que la /p/ latina de “pater” corresponde a la /f/ del antiguo
noruego “fadir”, y del inglés “father”. En la segunda década del siglo XIX, aparece también el alemán
Jacob Grimm, quien escribió “Gramática germana” (1819); él es el fundador del método histórico.
Grimm explicó “las nuevas correspondencias fonéticas regulares como resultado de un cambio; así,
destaca la correspondencia de las consonantes oclusivas /p, t, k/; /b, d, g/,etc. En las lenguas
germánicas y otras de Europa, como consecuencia de una “mutación fonética” (Malmberg, 1970:8).
De este modo, estableció lo que se conoce como la LEY DE GRIMM. También está E. Wechssler,
que hablaría de que hay cambios fonéticos sin excepciones (cambios de acento, asimilación,
mutación, quiebra) y cambios fonéticos con excepciones (disimilación, metátesis, epéntesis, etc.).
Más tarde, la Gramática comparativa fue alcanzando auge y perfeccionándose gracias a los aportes
de connotados lingüistas, básicamente indoeuropeos, entre ellos citamos a Antoine Meillet
(francés), quien orientó sus estudios del lenguaje por el lado sociológico; Wilhelm Thomsen
(danés); Jerzy Kurilowicz (polaco), entre otros. Pero fue Franz Bopp quien abrió, en 1816, una nueva
era para la lingüística. Georges Mounin (1976:24) dice: “encontró la gramática comparada mientras
buscaba el origen de las lenguas, como Cristóbal Colón descubrió América al buscar la ruta de las
Indias”.

La lingüística del siglo XX


La lingüística como ciencia autónoma del lenguaje, en el siglo XX, literalmente queda resumida en
dos figuras que dominan las primeras siete décadas de la centuria presente, ellos son: el ginebrino
Ferdinand de Saussure (1857-1913) y el norteamericano Noam A. Chomsky (1928).

F. de Saussure, sentó las bases esenciales de la nueva disciplina: la lingüística. Asimismo, es el padre
de la Gramática estructural y del ESTRUCTURALISMO en los estudios del lenguaje. La aparición de
F. de Saussure, además, fue definitiva para que la lingüística se desligara de la Filosofía, la Lógica y
la Historia, y se lanzara a deambular por sí sola.

A raíz de la publicación del “Curso de lingüística general” (1916), el estructuralismo se estableció


en los Estados Unidos y se extendió por todo el mundo, y se formaron escuelas que acogieron los
principios básicos del sabio suizo y construyeron sus propias teorías de acuerdo con sus finalidades
y peculiaridades. Este libro es considerado como el “acta de nacimiento de la lingüística moderna”.
Los lingüistas y estudiosos del lenguaje, le llaman “El curso”, y fue confeccionado por sus discípulos
Charles Bally y Albert Sechehaye, sobre la base de apuntes de las lecciones recibidas en clase,
algunos manuscritos y el recuerdo de algunos ilustres oyentes. Fue publicado tres años después de
su muerte. F. de Saussure inicia, pues, los estudios e investigaciones de la LINGÜÍSTICA
DESCRIPTIVA; sienta posiciones que, difícilmente, podrán ser ignoradas en las discusiones
lingüísticas, incluso si se tratara de abordar la ciencia del lenguaje de modo diferente. Entre sus
planteamientos principales están sus dualidades de “lengua / habla”, “sonido / sentido”,
“articulatoria / acústica”, “diacronía / sincronía”, “sintagma / paradigma”, y otras.

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Recopilado por Mg. Adriana Erazo Ruiz
Departamento de Lingüística e Idiomas – Universidad de Nariño

En el siglo XX, el enfoque varió notablemente. Ya no interesaba al lingüista el desarrollo particular


de una lengua, ni los cambios en ella producidos; ahora importa la descripción y la explicación de
la lengua y, específicamente, la descripción de su estado actual. Sin embargo, no podemos negar
que los grandes estructuralistas como de Saussure, Trubetzcoy, Bloomfield bebieron de fuentes de
la gramática comparativa del s. XIX.

Fue también una preocupación de la lingüística en los comienzos del siglo XX, la de buscar su
ubicación en el vasto conglomerado de las ciencias. Se ha insistido más de una vez en que la
lingüística como ciencia, sólo aparece en la actual centuria, debido, en especial, al hecho de haber
definido el objeto de su estudio. Conseguido esto y habiéndose desembarazado de otras disciplinas
que la acompañaron durante siglos, pudo, por sí misma, buscar los métodos más adecuados para
la descripción y/o explicación de su objeto de estudio, según las directrices dadas en las diversas
etapas por las que ha atravesado la investigación moderna.

Las lenguas indígenas americanas y otras, que son unas 1200, aproximadamente, nunca fueron
tenidas en cuenta, sino hasta el siglo XX. En esta época se les dio gran importancia, especialmente
en los Estados Unidos, donde la Escuela Lingüística Norteamericana –una variante del
estructuralismo- tuvo como uno de sus más caros objetivos el de buscar procedimientos eficaces,
para descubrir y describir los diferentes niveles de las lenguas indoamericanas. Prácticamente todo
lingüista de ese país, en la primera mitad del siglo, trabajó con alguna de esas lenguas. Trataron,
mediante un “corpus”, de configurar la gramática de una determinada lengua indígena, con el fin
de dejarla establecida. Se basaron sólo en fuentes orales, ya que generalmente las lenguas
amerindias no cuentan con escritura.

En realidad, la lingüística contemporánea prefiere el lenguaje oral sobre el escrito, entre otras, por
razones históricas: la escritura es más reciente. Otro aspecto importante que tiene la lingüística
moderna, es el de la búsqueda y perfeccionamiento de métodos capaces de caracterizar los
diferentes niveles del lenguaje. El estructuralismo –a grandes rasgos– se valió del método inductivo
y, dentro de él, se introdujeron técnicas muy valiosas para lograr resultados óptimos. Son muy
conocidas, por ejemplo, las que desarrolló la Escuela de Praga, para determinar el inventario
fonológico de las lenguas; asimismo, las usadas por los estructuralistas norteamericanos, para
descubrir y describir las lenguas. Hjelmslev, lingüista danés, introdujo su teoría de la Glosemática.
Más tarde, la gramática generativa prefirió el método deductivo-hipotético, para seleccionar la
gramática que reflejara adecuadamente las intuiciones del hablante nativo, que Chomsky los
denominó “procedimientos de evaluación”. Zellig Harris, aportó con una técnica llamada “fórmula
estructural de la oración”, que desembocaría en el transformacionalismo.

Chomsky, nacido en Filadelfia, representa la otra corriente vigorosa de la lingüística del siglo XX.
Realmente fue una revolución en los estudios del lenguaje a mediados de la década del 50. En lo
que atañe a los Estados Unidos, la lingüística estaba enclaustrada dentro de los patrones
establecidos por L. Bloomfield en su libro “Language” -lenguaje- (1933). Desde esa fecha, dice
Bernal (1984:144), los descriptivistas del país del norte, imbuidos todos ellos del conductismo
radical, estaban empeñados en formalizar técnicas para descubrir y describir las lenguas
especialmente de las ágrafas. La semántica había sido dejada de lado. La publicación del libro de
Chomsky, “Estructuras sintácticas” (1956), puso a tambalear el andamiaje descriptivista, que se

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Recopilado por Mg. Adriana Erazo Ruiz
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vendría al suelo con la publicación de los “Aspectos de la teoría de la sintaxis” (1965), del mismo
autor.

La Gramática generativa transformacional (GGT), como se conoció esta nueva teoría, asumió la
concepción explicativa del lenguaje y transformó la lingüística del siglo XX. Se opuso a la Gramática
tradicional (GT) que tenía una concepción prescriptiva o normativa, como a la Gramática
estructural (GE), que ostentaba una concepción eminentemente descriptiva. Lo que quiere decir
que uno de los objetivos de la lingüística no es, meramente, la descripción empírica de los
fenómenos del lenguaje, sino también la explicación de los mismos. Así, pues, la GGT mostró una
perspectiva diferente. Los estudios de la lengua y sus diversos enfoques fueron sometidos a revisión
total. Los lingüistas tuvieron frente a sí un marco de trabajo nuevo, aunque no siempre original.
Después, en la década de los setenta, se presentó la escisión clásica de los semanticistas, polémica
que aún subsiste frente a los sintacticistas.

La teoría generativa realmente dejó una profunda huella en los estudios del lenguaje. A pesar de
que actualmente se trajina con variantes un poco más amplias, existe el consenso casi universal de
que la Gramática Generativa Transformacional es un modelo científico, coherente y explicativo para
afrontar los procesos del lenguaje.

A fines de la década del setenta, empezó a irrumpir una nueva tendencia lingüística: la Lingüística
textual, Textolingüística o Gramática del texto. Surgió en Alemania, como la filología comparada,
y de allí pasó a Holanda, Francia, España, especialmente. Ésta es una propuesta basada ya no en la
oración como punto de análisis, sino en el texto en general –y texto puede ser una oración o todo
un libro–. Algunos autores lo consideran como una prolongación de la gramática generativa. En la
década del noventa, han surgido otros modelos como la Semiótica o semiología, la pragmática y
otros que están por configurarse como modelos científicos de los estudios del lenguaje.
Indudablemente, el siglo XXI nos ofrece perspectivas aún impensadas; sin embargo, como dice
Chomsky (1972), “al hacer el estudio del lenguaje, nos aproximamos a lo que algunos llamarían la
‘esencia humana’, esas cualidades distintivas del espíritu que, aunque la sepamos, son
exclusivamente propias del hombre e inseparables de todas las fases críticas de la existencia
personal. Es lo que hace a este estudio fascinante y frustrante a la vez.

De este modo muy general, hemos descrito el trasfondo histórico de la lingüística, y podemos
resumirlo, usando fechas y nombres claves, de la siguiente manera: la lingüística, cuyos rastros
más remotos están en el siglo V antes de nuestra era, comienza a configurarse como ciencia en
1816, con Franz Bopp; luego, adquiere su carácter científico en 1916, con Ferdinand de Saussure;
tuvo un importante avance en 1926, con Trubetzcoy; y vino la revolución lingüística del siglo XX, en
1956, con Noam Chomsky.

Referencias

Bernal Leongomez, J. (1984) Tres momentos estelares en Lingüística. Bogotá.


Ramirez Bravo, R (1996) Introducción a la Lingüística. San Juan de Pasto.

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