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en los que, y en un primer momento, resalta la la repetición de “no” en tres de los cuatros
versos. Desde la perspectiva de análisis correspondiente a la expectativa de unidad, tiene
sentido la repetición de la partícula “no” en tanto genera un sentido de unidad que se
tematiza en los versos: al reiterarse la negación, y es más, al repetirse “no es cierto”, las
líneas de texto se unifican en la unidad temática a la que luego ha de sumarse los elementos
“voz” y “garganta”. La negación constante y la presencia del cuerpo, son tensionados desde
elementos que evocan el padecer corporal: “nudos en la garganta” que no permiten la salida
de la voz. Al menos no una salida de voz sin mentira como filtro.
“Mentira” como elemento constitutivo de significado tiene cohesión en el poema con el
elemento “recordar”. Desde la convención de unidad entendemos que estas formas tienen
facultad de ser entendidas bajo un mismo manto de significados. Así, tanto recordar como
mentira son significativamente pares; la eminencia de “recordar” es la que da sentido a
“mentir”: lo que no se recuerda no se dice sino mintiendo. Esta tensión da cuenta de la
jerarquía de “recordar” por sobre mentir: mentir es una herramienta del recordar, del mal
recordar; el recuerdo que no está completo ha de mentir.
La impotencia de la voz, de la palabra que se encuentran con nudos y mentiras será una
constante en el poema, convirtiéndose en un ánimo transversal.
Aquí, las formas del “no” se mantienen. En los tres versos aquí presentados en tanto unidad
y significación, se alcanza coherencia y cohesión respecto a los versos anteriores: existe un
continuo temático que encierra el poema. Sin embargo, esta forma no es la única que
asegura esta unidad.
La presencia de la palabra “sintagma” es remarcable en tanto se hace alusión, desde la
expresión del poema, al lenguaje de la disciplina lingüística. Aquí el hablante enuncia la
vacuidad significativa de los sintagmas, que “no acercan sino formas de ellos mismos”; los
sintagmas, las unidades sintácticas funcionales de la oración, son elementos incapaces de
aportar significado. Son incapaces de expresar “la longitud del amor y su desamor” y “el
paso de la piel a piel y sus escollos”. En el circuito interno del poema, el uso del lenguaje
disciplinario y específicamente en ese contexto, es comprensible a la luz de la expectativa
de significación del poema: se habla de una forma que redunda en sí misma, que redunda
en su vacuidad. Una forma vacua es una ausencia.
La forma se desdibuja a la luz de los elementos que la vacían de fondo como en:
porque la más real de las presencias tiene polvo de escombros
y la más real de las palabras un giro de espaldas que es sombra
hay algo intacto en las cosas que su muerte acechante no desnuda
Los versos precedentes son susceptibles de ser analizados desde una matriz dual de
significación: lo perecedero y lo indecible.
Lo perecedero abarca significativamente todo lo que estos versos estipulan: hasta la más
real de las presencias está cubierta de inminente derrumbe, olvido. Así mismo, la más real
de las palabras, es decir, el uso del lenguaje que inteligibiliza la experiencia empírica
cuenta en su constitución una dimensión oscura. Hay algo, nos dice el poema, inalcanzable
en la esencia misma de, en este caso, la presencia y la palabra.
La “presencia” como concepto, juega en el circuito semántico de los siguientes versos:
La particularidad del título del poema, que corresponde, como el mismo poema indica, a un
verso de un poema de Patricio Marchant, es la de presentarse como un intertextualidad. Es
posible definirlo como intertextualidad conociendo datos biográficos de la autora del
poema y conociendo a Patricio Marchant, entendiendo cómo operan ambos autores en un
campo cultural delimitado. Esta información, y su particular importancia para la
comprensión del poema, escapa a las herramientas que el propio poema nos brinda: es
imposible, mediante las categorías de Culler, e incluso mediante los modelos de desglose
retórico que propone en las páginas 257 y 258, alcanzar la instancia de análisis que
construye significado. Es significante, sin duda, la intertextualidad, pero es imposible,
desde este modelo, comprender qué tanto y en qué medida. Es posible comprobar, de todas
formas, en la dedicatoria a Patricio Marchant, que la figura de esta persona es gravitante
para el poema.
Una interpretación posible del texto proviene de las marcas textuales analizadas con
anterioridad: la presencia conste de elementos pertenecientes al campo semántico del
cuerpo y su funcionamiento con los elementos del campo semántico del sufrimiento
generan una tensión de la cual destilar un sentido posible. El cuerpo, apunta el poema,
aparece como significante del dolor y ese dolor corpóreo está también ligado a la ausencia.
De hecho, la ausencia juega un rol activo a la hora de interpretar el poema. Es visible no
solo en lo sintáctico del texto, sino, por ejemplo en los espacios que separan al tercer verso
del segundo; al sexto y séptimo del quinto. El espacio no está ahí solo como una separación
entre versos, sino que grafica, en incluso se podría decir que condensa, un aspecto
fundamental del poema: la ausencia es constitutiva. Desde la ausencia como La ausencia es
lo indecible en tanto es todo perecedero. Y esa susceptibilidad a la muerte es la última de
las ausencias.
La reflexión sobre la presencia/ausencia junto con la presencia del cuerpo o rasgos
corporales como significante de esto, evocan un cuerpo ausente. Un cuerpo ausente versus
una antigua presencia, o una presencia que vaticina o oculta la ausencia. Respecto a esto
opera el concepto clave del primer verso del poema: recordar. En un primer momento del
poema se establece que “no es cierto que las palabras vayan a recordarme”; la ausencia es
tal en tanto la memoria no alcanza para aquello ausente. Esto produce impotencia: como se
mencionó en el análisis, el recuerdo de lo ausente y sus tropiezos e imposibilidades
provienen y generan la frustración pesimista. “Cuando todo esto termine lo mismo será no
haber estado” expresa el poema; no existe forma posible para la ausencia indecible y esta
voz, esta forma que no supera los nudos de la garganta, y que miente para poder salir, es la
frustración/impotencia de terminar no-siendo; el cuerpo que desde el cuerpo será un no-
cuerpo. El rol de la palabra, retóricamente como doble sinécdoque de literatura o de
producción textual, o de cultura o incluso de civilización, le da a esta lectura ribetes aún
más pesimistas: no es cierto que la humanidad vaya a recordar. Hay, y se construye
convencionalmente, una fuerza que provoca el olvido. Hay un agente que facilita y provoca
la impotencia; un agente de la muerte que opera sobre el cuerpo.
Es indudable la dimensión reflexiva filosófica que el poema moviliza. Si estas se tomaran
en cuenta, la lectura podría adquirir muchas y diversas aristas de interpretación. La aquí
presentada deriva del análisis de los versos. De las dos aseveraciones anteriores deriva la
conclusión de este trabajo: las nociones estructuralistas sirven para alcanzar un significado
en los mismos términos del texto. El método estructural sirve para definir, aclarar y
significar desde la misma estructura. Para una interpretación, sin embargo, es necesario
alcanzar vertical y horizontalmente, no solo el mundo dentro del poema, sino cada uno de
los que el poema mismo alcanza. En “No es cierto que las palabras vayan a recordarme” los
mundos que operan son varios: el de la filosofía, de la lingüística, el de la política y
ciertamente el de la poesía. A inicios del presente trabajo se comentó la posibilidad de usar
el modelo de significación retórica de Culler presentado en las páginas 256 y 257 de su
texto. Con anteriormente expuesto se pretende una respuesta: sería insuficiente.
Forma parte de la opinión del autor del presente trabajo que el argumento último de la
poesía no se podrá encontrar en su estructura. Es más, no se podrá encontrar. El argumento
último de la poesía, del arte quizás convenga decir, es ininteligible. De todas formas, y
convenientemente, es imperativo buscar en trabajos posteriores cómo podría el argumento
indecible operar sobre la poesía.
Bibliografía
Culler, Jonathan. “La poética de la lírica”. La poética estructuralista, Editorial Anagrama,
1978, pp. 229–69.