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Universidad de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Departamento de Literatura
Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica
Seminario de Análisis de Texto
Adolfo Rosas
13 de noviembre de 2018

En el capítulo octavo de su libro La poética estructuralista (1978), Jonathan Culler avanza


hacía una forma de analizar e interpretar poesía desde una metodología estructuralista. Esto
es, develar en la poesía una serie de formas convencionalizadas de leer poesía. Estas
formas, como se verá más adelante, también se corresponden con formas abordar el texto
desde una hipótesis de lectura que, comprendiendo el análisis y la interpretación, develan
un sentido en el texto. Esta forma de abordar el objeto en cuestión, en este caso un poema,
resulta útil, en tanto es el texto el que revela las herramientas desde las cuales enarbolar la
lectura.
Culler establece que no bastan el reconocimiento ni formalización de las pautas lingüísticas
propias del poema para generar una teoría de la poesía (231). El lugar de la poesía fuera del
circuito normal de la comunicación la hacen susceptible de operar en planos plurivalentes
de expresión, por lo que es imperante una sistematización que la ubique; la respuesta parece
ser la de posicionarla en el circuito de la institución literaria y desde ahí analizarla.
Es dentro de la institución literaria que una correcta aproximación al fenómeno de la poesía
(y su correcta formalización) proviene de la noción de expectativa convencional. Estas son
las formas que convencionalmente se tienen para acceder al significación última del poema.
Para efectos de un parcelamiento compren El autor establece, con sus complejidades y
operatividades) tres: la convención de impersonalidad, de totalidad y expectativa de
significación. Estas se explican como:
Expectativa de impersonalidad: la convención que al leer poesía se manifiesta en la
interpretación de los deícticos; hace referencia a la distancia que separa el circuito
comunicativo del poema con el del lenguaje extra-textual.
Expectativa de unidad: convención que se tiene al enfrentarse a un texto de que éste ha de
operar en cohesión: los elementos constituyentes del poema funcionan en la unidad que los
sostiene y significa.
Expectativa de significación: se lee cualquier poema como momento significativo de
reclamación por un sentido, el cual se encuentra en el poema, pero que puede proyectarse
fuera de él. Desde aquí, afirma Culler, puede leer un poema como un momento epifánico
(249).
Las expectativas convencionales pueden funcionar como formas de análisis en tanto son
instancias teóricas sistemáticas desde las cuales no solo “leer” las formas de leer, sino de
fundar y realizar una lectura analítica de un poema. Es decir, las expectativas de Culler
conforman categorías de análisis, las que son contenedoras de la anterior: la expectativa de
unidad contiene a la de impersonalidad y la de significación contiene a la de unidad. Desde
estas categorías es posible, como se mencionó anteriormente, movilizar una lectura
analítica del texto. Esta es la tarea del presente trabajo: desde lo estipulado por Culler
realizar un análisis y posterior interpretación de un poema, en este caso uno de Elvira
Hernández, titulado “No es cierto que las palabras vayan a recordarme”.
La lectura del presente trabajo es eminentemente una lectura hacia la significación última
del poema; es hacía una análisis comprensivo. El texto de Culler otorga las herramientas
teóricas para hacerlo: es posible la comprensión el texto desde un desglose estructural, es
decir, desde un análisis que opere sobre el objeto en cuestión. Esto lleva, desde las
herramientas que el mismo texto otorga, a la posibilidad de una interpretación del poema, al
generar un modelo ya sea basado en en las operaciones semánticas retóricas consignadas en
las páginas 256 y 257 del texto, o en una interpretación desde una hipótesis de lectura. A su
debido momento, esta vicisitud será resuelta.
De acuerdo a lo anteriormente señalado, es pertinente proceder con el análisis del poema.
Se comenzará con los primeros cuatro versos,

no es cierto que las palabras vayan a recordarme


no es cierto que la voz pueda rebalsar nudos en la garganta
y sin mentirse salirse en voz
no es cierto

en los que, y en un primer momento, resalta la la repetición de “no” en tres de los cuatros
versos. Desde la perspectiva de análisis correspondiente a la expectativa de unidad, tiene
sentido la repetición de la partícula “no” en tanto genera un sentido de unidad que se
tematiza en los versos: al reiterarse la negación, y es más, al repetirse “no es cierto”, las
líneas de texto se unifican en la unidad temática a la que luego ha de sumarse los elementos
“voz” y “garganta”. La negación constante y la presencia del cuerpo, son tensionados desde
elementos que evocan el padecer corporal: “nudos en la garganta” que no permiten la salida
de la voz. Al menos no una salida de voz sin mentira como filtro.
“Mentira” como elemento constitutivo de significado tiene cohesión en el poema con el
elemento “recordar”. Desde la convención de unidad entendemos que estas formas tienen
facultad de ser entendidas bajo un mismo manto de significados. Así, tanto recordar como
mentira son significativamente pares; la eminencia de “recordar” es la que da sentido a
“mentir”: lo que no se recuerda no se dice sino mintiendo. Esta tensión da cuenta de la
jerarquía de “recordar” por sobre mentir: mentir es una herramienta del recordar, del mal
recordar; el recuerdo que no está completo ha de mentir.
La impotencia de la voz, de la palabra que se encuentran con nudos y mentiras será una
constante en el poema, convirtiéndose en un ánimo transversal.

no acercan los sintagmas sino formas de ellos mismos


no la longitud del amor y su desamor
no el paso de piel a piel y sus escollos

Aquí, las formas del “no” se mantienen. En los tres versos aquí presentados en tanto unidad
y significación, se alcanza coherencia y cohesión respecto a los versos anteriores: existe un
continuo temático que encierra el poema. Sin embargo, esta forma no es la única que
asegura esta unidad.
La presencia de la palabra “sintagma” es remarcable en tanto se hace alusión, desde la
expresión del poema, al lenguaje de la disciplina lingüística. Aquí el hablante enuncia la
vacuidad significativa de los sintagmas, que “no acercan sino formas de ellos mismos”; los
sintagmas, las unidades sintácticas funcionales de la oración, son elementos incapaces de
aportar significado. Son incapaces de expresar “la longitud del amor y su desamor” y “el
paso de la piel a piel y sus escollos”. En el circuito interno del poema, el uso del lenguaje
disciplinario y específicamente en ese contexto, es comprensible a la luz de la expectativa
de significación del poema: se habla de una forma que redunda en sí misma, que redunda
en su vacuidad. Una forma vacua es una ausencia.
La forma se desdibuja a la luz de los elementos que la vacían de fondo como en:
porque la más real de las presencias tiene polvo de escombros
y la más real de las palabras un giro de espaldas que es sombra
hay algo intacto en las cosas que su muerte acechante no desnuda

Los versos precedentes son susceptibles de ser analizados desde una matriz dual de
significación: lo perecedero y lo indecible.
Lo perecedero abarca significativamente todo lo que estos versos estipulan: hasta la más
real de las presencias está cubierta de inminente derrumbe, olvido. Así mismo, la más real
de las palabras, es decir, el uso del lenguaje que inteligibiliza la experiencia empírica
cuenta en su constitución una dimensión oscura. Hay algo, nos dice el poema, inalcanzable
en la esencia misma de, en este caso, la presencia y la palabra.
La “presencia” como concepto, juega en el circuito semántico de los siguientes versos:

en la historia alaridos que han tenido ropaje de silencios


que cuando todo esto termine lo mismo será no haber estado

La presencia de “alaridos”, como elemento que opera en un “historia” y que se ha ataviado


de “ropaje silencioso”, presenta rasgos de unidad con respecto a la significación de los
versos anteriores:se insiste en lo perecedero/indecible. Aquí, el estar y el no estar operan en
un juego de ocultamientos: semánticamente, lo que “está” no ha de estar o parecerá no
haber estado nunca cuando todo “esto” termina. El deíctico en este caso apunta a una
construcción que desde el poema podría dar sentido: lo “esto”, perteneciente a la “historia”
facilita un estado de no estar; el no ser, el ser olvidado es inherente a la existencia, sin
importar que tan fuerte el grito/alarido haya sido.
Una interpretación del poema puede derivarse del análisis. Como corresponde para extraer
un sentido global del texto, es conveniente volver a transcribirlo y construir significado a
partir del mismo texto. Se asumen las categorías de análisis anteriormente expuestas y
problematizadas como elementos que han de derivar en una lectura interpretativa. Es más:
solo desde un análisis como el anteriormente expuesto puede darse una interpretación
satisfactoria. Los elementos pertenecientes a la estructura del poema han de ser los ladrillos
con los que se construya la significación última del poema.
Cabe señalar que esta interpretación no se construye con la intención de establecer una
realidad empírica, sino como una lectura; una hipótesis de lectura. Es así que para enarbolar
una hipótesis de lectura del poema “No es cierto que las palabras vayan a recordarme”, es
necesario transcribir el poema en su totalidad:

No es cierto que las palabras vayan a recordarme (*)


para patricio Marchant
no es cierto que las palabras vayan a recordarme
no es cierto que la voz pueda rebalsar nudos en la garganta
y sin mentirse salirse en voz
no es cierto
no acercan los sintagmas sino formas de ellos mismos
no la longitud del amor y su desamor
no el paso de piel a piel y sus escollos
porque la más real de las presencias tiene polvo de escombros
y la más real de las palabras un giro de espaldas que es sombra
hay algo intacto en las cosas que su muerte acechante no desnuda
en la historia alaridos que han tenido ropaje de silencios
que cuando todo esto termine lo mismo será no haber estado
____________________________
(*) Este verso pertenece a Patricio Marchant.

La particularidad del título del poema, que corresponde, como el mismo poema indica, a un
verso de un poema de Patricio Marchant, es la de presentarse como un intertextualidad. Es
posible definirlo como intertextualidad conociendo datos biográficos de la autora del
poema y conociendo a Patricio Marchant, entendiendo cómo operan ambos autores en un
campo cultural delimitado. Esta información, y su particular importancia para la
comprensión del poema, escapa a las herramientas que el propio poema nos brinda: es
imposible, mediante las categorías de Culler, e incluso mediante los modelos de desglose
retórico que propone en las páginas 257 y 258, alcanzar la instancia de análisis que
construye significado. Es significante, sin duda, la intertextualidad, pero es imposible,
desde este modelo, comprender qué tanto y en qué medida. Es posible comprobar, de todas
formas, en la dedicatoria a Patricio Marchant, que la figura de esta persona es gravitante
para el poema.
Una interpretación posible del texto proviene de las marcas textuales analizadas con
anterioridad: la presencia conste de elementos pertenecientes al campo semántico del
cuerpo y su funcionamiento con los elementos del campo semántico del sufrimiento
generan una tensión de la cual destilar un sentido posible. El cuerpo, apunta el poema,
aparece como significante del dolor y ese dolor corpóreo está también ligado a la ausencia.
De hecho, la ausencia juega un rol activo a la hora de interpretar el poema. Es visible no
solo en lo sintáctico del texto, sino, por ejemplo en los espacios que separan al tercer verso
del segundo; al sexto y séptimo del quinto. El espacio no está ahí solo como una separación
entre versos, sino que grafica, en incluso se podría decir que condensa, un aspecto
fundamental del poema: la ausencia es constitutiva. Desde la ausencia como La ausencia es
lo indecible en tanto es todo perecedero. Y esa susceptibilidad a la muerte es la última de
las ausencias.
La reflexión sobre la presencia/ausencia junto con la presencia del cuerpo o rasgos
corporales como significante de esto, evocan un cuerpo ausente. Un cuerpo ausente versus
una antigua presencia, o una presencia que vaticina o oculta la ausencia. Respecto a esto
opera el concepto clave del primer verso del poema: recordar. En un primer momento del
poema se establece que “no es cierto que las palabras vayan a recordarme”; la ausencia es
tal en tanto la memoria no alcanza para aquello ausente. Esto produce impotencia: como se
mencionó en el análisis, el recuerdo de lo ausente y sus tropiezos e imposibilidades
provienen y generan la frustración pesimista. “Cuando todo esto termine lo mismo será no
haber estado” expresa el poema; no existe forma posible para la ausencia indecible y esta
voz, esta forma que no supera los nudos de la garganta, y que miente para poder salir, es la
frustración/impotencia de terminar no-siendo; el cuerpo que desde el cuerpo será un no-
cuerpo. El rol de la palabra, retóricamente como doble sinécdoque de literatura o de
producción textual, o de cultura o incluso de civilización, le da a esta lectura ribetes aún
más pesimistas: no es cierto que la humanidad vaya a recordar. Hay, y se construye
convencionalmente, una fuerza que provoca el olvido. Hay un agente que facilita y provoca
la impotencia; un agente de la muerte que opera sobre el cuerpo.
Es indudable la dimensión reflexiva filosófica que el poema moviliza. Si estas se tomaran
en cuenta, la lectura podría adquirir muchas y diversas aristas de interpretación. La aquí
presentada deriva del análisis de los versos. De las dos aseveraciones anteriores deriva la
conclusión de este trabajo: las nociones estructuralistas sirven para alcanzar un significado
en los mismos términos del texto. El método estructural sirve para definir, aclarar y
significar desde la misma estructura. Para una interpretación, sin embargo, es necesario
alcanzar vertical y horizontalmente, no solo el mundo dentro del poema, sino cada uno de
los que el poema mismo alcanza. En “No es cierto que las palabras vayan a recordarme” los
mundos que operan son varios: el de la filosofía, de la lingüística, el de la política y
ciertamente el de la poesía. A inicios del presente trabajo se comentó la posibilidad de usar
el modelo de significación retórica de Culler presentado en las páginas 256 y 257 de su
texto. Con anteriormente expuesto se pretende una respuesta: sería insuficiente.
Forma parte de la opinión del autor del presente trabajo que el argumento último de la
poesía no se podrá encontrar en su estructura. Es más, no se podrá encontrar. El argumento
último de la poesía, del arte quizás convenga decir, es ininteligible. De todas formas, y
convenientemente, es imperativo buscar en trabajos posteriores cómo podría el argumento
indecible operar sobre la poesía.

Bibliografía
Culler, Jonathan. “La poética de la lírica”. La poética estructuralista, Editorial Anagrama,
1978, pp. 229–69.

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