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Agua y Agricultura. Á ngel Palerm, la d iscu sión con Karl W ittfogel sobre el
Modo Asiático de Producción y la con stru cción de un m od elo para el estudio de
M esoam érica.

Book ■O ctober 2007

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1 author:

Alba González Jácom e

# U niversidad Iberoam ericana Ciudad de México

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Agua y Agricultura
Ángel Palerm, la discusión con Karl Wittfogel
sobre el Modo Asiático de Producción
y la construcción de un modelo
para el estudio de Mesoamérica

Prólogo de Juan Maestre Alfonso


Estudio introductorio de Alba González Jácome
UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA
BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

Palerm, Angel, 1917-1980


Agua y agricultura : Angel Palerm, la discusión con Karl
Wittfogel sobre el modo asiático de producción y la construcción
de un modelo para el estudio de Mesoamérica / prólogo de Juan
Maestre Alfonso ; estudio introductorio y notas de Alba González
Jácome.

1. Indios de América Central - Agricultura. 2. Indios de


México - Agricultura. 3. Abastecimiento de agua - América
Central. 4. Abastecimiento de agua - México. 5. Economía
marxista. I. Wittfogel, Karl August, 1896-1988. II. Maestre
Alfonso, Juan. III. González Jácome, Alba. IV. t.

F1434.2.A37 P35.20Ü7

la. edición, 2007

D.R €> Estudio Introductoria : Alba González Jácome


D.R © Prólogo : Juan Maestre
D.R © Universidad Iberoamericana, A.C.
Prol. Paseo de la Reforma 880
Col. Lomas de Santa Fe
01219 México, D.F.
publiea@uia.mx

Agencia Española de Cooperación Internacional.


Dirección General de Relaciones Culturales y Científicas.

ISBN 978-968-859-675-3

Impreso y hecho en México


Printed and made in México

Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni


todo ni en parte, ni registrada en, o transmitida por un sistema de recuperación
de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico,
fotoquimico, electrónico, magnético, por fotocopia, o cualquier otro, sin el
permiso previo por escrito de la editorial.
Tabla de contenidos

1 Prólogo, por Juan Maestre A lfonso................................................... 9

2 Ensayo introductorio y notas, por Alba González Jácom e 15

3 Textos de Ángel Palerm sobre el modo asiático de producción


y las discusiones que se originaron.................................................. 49

Una defensa del modo asiático de producción según Marx y Witt-


fogel (Primera p a rte )......................................................................... 49

Una defensa del modo asiático de producción según M arx y Witt-


fogel (Segunda p a rte )........................................................................ 68

Una defensa del modo asiático de producción según Marx y Witt-


fogel (Tercera p arte).......................................................................... 85

Una defensa del modo asiático de producción según M arx y Witt-


fogel (Primera parte del cuarto artículo)....................................... 102

Una defensa del modo asiático de producción según Marx y Witt-


fogel (Segunda parte del cuarto artículo)...................................... 115

4 Bibliografía de Ángel P alerm .......................................................... 127

5 Bibliografía gen eral............................................................................ 133


2

Ensayo introductorio

Apuntes para la construcción de un modelo

Ángel Palerm Vich fue miembro muy destacado de la tradición antro­


pológica mexicana del siglo xx. El ibicenco pisó tierra m exicana en el
puerto de Veracruz en 1939, sin haber terminado los estudios superiores en
su país de origen3. Una vez concluidos sus estudios de bachillerato, inició sus
actividades políticas en reuniones anarcosindicalistas, donde por su edad re­
alizaba tareas como amanuense, que poco después le llevaron a la difusión
de noticias periodísticas y a escribir artículos en periódicos y revistas
(Alonso 1979; Glantz 1987: 15). En 1935 fue encarcelado dos veces, la se­
gunda ocasión en Mallorca, por publicar el quincenario Emancipación y fue
liberado en febrero de 1936; en ese mismo año fue admitido en la Univer­
sidad de Barcelona para estudiar historia, lo que se frustró en 1937, cuando
Palerm entró a combatir en el ejército republicano (Glantz 1987: 16).
Al llegar a México, Palerm contaba con su reciente experiencia como
participante en la guerra civil española y con el bagaje de sus años juve­
niles -anteriores al conflicto armado que escindió la sociedad española-
vividos en Barcelona. Además, traía consigo un gusto personal por el
campo, que había surgido desde la infancia insular y que fue com plem en­
tado por la tradición de la geografía de Elisée Reclus4 y sus excursiones
científicas; también lo caracterizaban su interés por la naturaleza y la liber­

3 En 1928 había ingresado en el bachillerato elemental, que estaba influido fuertemente


por el pensamiento de grandes educadores como Pestalozz.i y Montessori, de orientación política
liberal, además de que a través de las bibliotecas pedagógicas fomentaban la lectura de literatura
clásica y de historia, de lo que Palerm opinaba “ .. .Había mucha literatura y poca ciencia en esas
bibliotecas...” (Glantz 1987: 15).
4 Véase por ejemplo su libro El Hombre y La Tierra. México: fce , 1986: 28 (1* Edición
en francés de 1982], donde se explica que la redacción de las Guías Joanne llevó a Reclus a via­
jar por Europa (Alemania, Italia, Suiza, España) lo que hizo siempre a pie y donde muestra gran
aprecio por las caminatas que hacía en las montañas: .Me gusta mucho este género de vida: le­
vantarse antes del amanecer o cuando las nubes comienzan a surgir un poco, caminar en medio
de selvas, de senderos, en las hierbas frescas de rocío, detenerse a la orilla de una fuente, bajo las
rocas, para comer el pan y el queso, trepar a través de las piedras que se desploman y saltan a va­
rias centenas de metros más a b ajo ,...”.
16 Alba G onzález Jácom e

tad, incluyendo la necesidad de plantearse y responderse preguntas sobre


lo visto y observado de manera directa. Igualm ente, Palerm poseía un
gusto muy personal por los atardeceres de la campiña mexicana, que le
llevaban a realizar caminatas por las tardes, después del trabajo de campo.
La llegada a Veracruz en 1939, fue también de asombro ante un país
“ ...m uy pobre, muy sucio y muy deshecho por la revolución...” -todavía
muy rural y en pleno proceso de transform ación- donde la gente sencilla
-que le acompañaba como pasajera en el ferrocarril que le condujo del
puerto a la ciudad de M éxico- fue amable con él, invitándole a compartir una
parte de sus alimentos. En la estación de Rinconada -parada obligatoria del
recorrido- por primera vez comió tamales5 con carne de iguana - a la que su
paladar no acostumbrado aún al del desconocido país, confundió con pollo-
y de esta singular aventura comentaba años más tarde a sus estudiantes que
se había llevado a la boca el tamal con todo y envoltura -hecha de hoja de
m aíz- lo que le daba un sabor extraño y nada sabroso, “ .. .era como masti­
car forraje...” decía; sin embargo Palerm recordaba esta aventura con ale­
gría y sin resentimiento por su situación de refugiado político en un país
desconocido para él hasta esos momentos. Se iniciaba en este camino ferro­
viario, el que le conduciría pocos años más tarde al de la antropología.
Ángel Palerm se formó como historiador y como antropólogo en cen­
tros educativos mexicanos; estudió historia universal en la Facultad de Fi­
losofía y Letras de la Universidad Autónoma de México ( u n a m ), institución
educativa en la que ingresó en 1945, bajo la tutoría académica de don Pablo
Martínez del Río6. En 1948, estimulado por don Pablo, se inscribió en la Es­
cuela Nacional de Antropología e Historia ( e n a h ) para estudiar con profe­
sores como Pedro Armillas, Jorge Vivó, Pedro Carrasco, Arturo Monzón,

5 Alimento de origen prehispánico, que actualmente se compone de una bola de masa hecha
con maíz nixlamalizado (maíz remojado en agua con cal un día antes de poder ser triturado) y mo­
lido, en cuyo interior se coloca un relleno que puede ser carne de pollo, res, cerdo, camarones, o
pescado; está aderezado con una salsa de tomate y chile. La masa con el relleno se envuelve en
una hoja de maíz o de plátano y se cuece al vapor. Existen numerosas formas y tamaños en la ela­
boración de este platillo, cuyo consumo es muy amplio y abarca desde las clases rurales hasta las
urbanas, desde las gentes con menos recursos económicos hasta las clases sociales más pudien­
tes. Existen cerca de 200 formas diferentes de tamales, adaptados a condiciones locales y a los
recursos de las distintas regiones del país y se expende desde en puestos en la calle hasta en ne­
gocios especializados. Actualmente la masa puede ser sustituida por harina de maíz y se le agrega
algún tipo de grasa, con la llegada de los españoles en el siglo XVI se añadió a la masa de maíz la
manteca de cerdo.
6 Siempre mantuvo su admiración académica y afecto personal por este personaje, gran
promotor de la investigación en México, del que contaba anécdotas muy divertidas. De hecho, con
Pablo Martínez del Río se introdujo en la polémica sobre los orígenes del hombre en el continente
americano y en las primeras discusiones sobre la evolución social de Mesoamérica.
A g u a y A g ricu ltu ra 17

Ricardo Pozas, Norman A. McQuown, Stanley Newman, Sol Tax, Isabel T.


Kelly7 y el mismo Martínez del Río. Su ingreso en la e n a h se inició con la
Dra. Isabel Kelly8, haciendo investigación de campo en el Tajín9.
Palerm (Citado en García Acosta 2000:16)l°, afirmaba: con Kelly
. .aprendí el rigor del trabajo de campo, la metodología y la reflexión co­
lectiva. Los otros profesores me habían dado muchas cosas, pero lo que
suele llamarse el oficio lo aprendí con Isab el...”. Se graduó como etnó­
logo, especialidad que se concebía como la encargada de hacer la teoría de
la antropología, lo que implicaba una formación académica que incluía un
amplio conocimiento de la historia, la arqueología, la antropología física
y la lingüística. Su tesis desafortunadamente desapareció de la biblioteca de
la e n a h , pero queda de ella lo que publicó en 1952 sobre la civilización ur­
bana y su conexión con cuestiones como la agricultura y el regadío11.
La discusión teórica para su tesis se basa en los escritos de Pablo M ar­
tínez del R ío12, Karl W ittfogel13 y Gordon C hilde14, donde Palerm (Vol. 2,
1952: 184-209) afirma que la cultura urbana es una característica exclusiva

7 Kelly, Isabel y Angel Palerm, The Tajin Totohac. Part I, History, Subsistence, Shelter
and Technology, Washington DC 1952.
Palenn, Angel, “Etnografía antigua totonaca en el oriente de México”. En: México, RMEA,
Instituto Panamericano de Geografía e Historia (ipgh), t. xm, n.° 2-3, 1952-53: 163-173.
8 La Dra. Kelly había sido alumna de Alfred Kroeber.
9 Importante centro urbano Totonaca que alcanzó su esplendor en el período Clásico tardío,
ubicado en el centro-norte del Estado de Veracruz, que cuando Palerm realizó investigación de
campo en la zona aún estaba habitado por indígenas descendientes de los antiguos pobladores del
lugar. Actualmente la zona arqueológica fue restaurada por el in a h y ya no se permite a los indí­
genas vivir dentro de ella, pero tienen acceso a las instalaciones para sus ceremonias y rituales.
10 En esa época la enaii reunía “ .. .los mejores profesores y los más avanzados métodos de
enseñanza donde los estudios se ligaban al trabajo de campo casi desde el principio...” (García
Acosta 2000: 15). Los estudiantes de antropología solían trabajar como ayudantes de algún inves­
tigador, quien los entrenaba en el trabajo de campo, recolectando información etnográfica, ela­
borando los informes respectivos, que posteriormente podían servirles para elaborar sus tesis.
Véase por ejemplo el preámbulo del libro de Andrés Medina (2000: 12), En las Cuatro Esquinas,
en el Centro, donde este importante antropólogo mexicano narra su experiencia formativa en la
e n a h , participando como colaborador en el año de 1958, en el proyecto Man in Nature. del De­

partamento de Antropología de la Universidad de Chicago; para 1961 y dentro de dicho proyecto


hace investigaciones en Tenejapa, que le sirven para la realización de su tesis de Maestría.
11 Palerm, Ángel, “La civilización urbana”. En: Historia Mexicana-, México, El Colegio de
México, Vol. n, N.° 2,1952: 184-209.
12 “Debemos a don Pablo Martínez del Río el habernos llamado, por primera vez, la aten­
ción sobre las conexiones de la agricultura de regadío con el desarrollo de las primeras civiliza­
ciones del Viejo Mundo” (Palerm Vol. 2, 1952:184-209).
13 “De una manera especial, la lectura de un artículo capital de Karl Wittfogel (1938)...” (Pa­
lerm, Vol. 2, 1952: 184-209).
14 Se refiere a la edición de Londres en 1942, de la obra de Childe ¿Qué sucedió en la His­
toria? Hay una edición en castellano de 1946.
18 Alba González Jácome

de los pueblos agricultores, aunque ya desde entonces aseveraba que no


todos los pueblos agrícolas están en condiciones objetivas de desarrollar
una cultura urbana. En el texto describe y analiza los tres tipos de agricul­
tura que en esa época propone como presentes ya en el México prehispá-
nico: roza extensiva, barbecho15 y regadío. Para llegar a estas conclusiones,
Palerm realiza una serie de investigaciones durante varios meses entre los
totonacas de la costa -e n Papantla- y de la sierra -e n Eloxochititlán-, en
Temascalcingo en el Estado de M éxico y en el valle de México.
En dichos lugares estudia los sistemas agrícolas de roza extensiva
(Tajín), barbecho (Eloxochitlán) y regadío (Temascalcingo), a los que arti­
cula con las densidades de población que son capaces de soportar y con el
tipo de asentamiento que producen (disperso, semi disperso y concentrado).
Concluye que solamente el cultivo basado en el regadío es capaz de generar
excedentes suficientes para permitir el desarrollo de la cultura urbana meso-
americana; es decir, de generar alimentos suficientes para mantener a pobla­
ciones más amplias, con grupos sociales despegados del trabajo agrícola.
Para Palerm, la agricultura de regadío, la generación de excedentes y el in­
cremento poblacional son la base de la evolución en las sociedades urbanas
de la antigüedad y por ende del surgimiento del Estado, por este motivo era
fundamental su estudio. En esas épocas México ofrecía un campo de estu­
dio vasto y diverso, además de que la arqueología y la antropología estaban
fuertemente fundamentadas en la investigación del pasado prehispánico.
Esta manera de entender y hacer antropología se basaba en la interre-
lación entre problemas teóricos, trabajo de campo en las regiones seleccio­
nadas para ser estudiadas, un manejo minucioso de fuentes documentales
de épocas antiguas y la consulta con otros especialistas; combinación que
lúe clave en la conformación de sus primeras investigaciones sobre el re­
gadío mesoamericano, ya que le habían llevado desde la década de 1940,
al estudio directo de los sistemas de riego en la región de Texcoco, al norte
y nororientc del valle de México, a la que denominó el Acolhuacan. En
1956 el hallazgo arqueológico y el uso contemporáneo de una presa per­
mitieron a Ángel Palerm, Eric Wolf y al arqueólogo -tam bién español-
Pedro Armillas proponer y discutir cuestiones iniciales sobre el control
del agua en la época prehispánica16.

15 Denomina barbecho no al manejo para roturar el suelo y abrirlo al cultivo, sino al sistema
agrícola donde se cultiva la tierra por un período de tiempo relativamente corto -u n año- y se deja
en descanso otro tanto.
16 Palerm, Angel y Eric Wolf, “El desarrollo del área clave del imperio texcocano”. RMEA.
México, SMA, Vol. xiv, primera parte, 1954-1955: 337-49.
A g u a >■A g ricu ltu ra 19

A partir de los estudios en el Acolhuacan aparecieron numerosas cues­


tiones relacionadas con el surgimiento de la civilización. Esta región del
noreste del valle de M éxico fue definida como un área histórica y cultu­
ral, conformada con base en el reconocimiento del terreno, la cultura de sus
habitantes en la década de 1950 y con la información proporcionada por
varias fuentes del siglo xvi. La discusión sobre la importancia del regadío
para el surgimiento del Estado se consolida con los materiales sobre el im­
perio texcocano. En su escrito de 1954-1955, resultado de su trabajo con­
junto con Eric Wolf, Ángel Palerm plantea la necesidad de estudiar la
relación entre el ambiente y el regadío, para lo cual establece y describe
las regiones ecológicas que configuraban el viejo imperio acolhua. Estos
estudios enfatizan la importancia del uso del riego en cada zona. La ana­
logía con la época contemporánea -hecha a partir de recorridos por la re­
gión, discusiones con los arqueólogos y lecturas cuidadosas de los
materiales existentes- le permiten generar las primeras hipótesis en el es­
tudio del pasado.
Para 1957 aparecen los primeros textos donde Palerm y Wolf (1957: 1-
37) discuten sobre las relaciones complejas y cambiantes entre el ambiente
natural y el equipo cultural que caracterizan el desarrollo mesoamericano.
Presentan una discusión sobre las fronteras de M esoamérica y realizan una
propuesta para subdividirla, utilizando como base la relación entre el am ­
biente y la cultura17. En 1961 Palerm y W olf18 publican sus primeros escri-

Palcrm, Ángel y Eric Wolf, “írrigation in (he Old Acolhua Domain, Mexico” . En: Southwes-
tern Journal o f Anthropology, Estados Unidos de América, Vol. II, n." 3, 1955: 265-81.
1956, Palerm, Ángel, Pedro Armillas, Eric Wolf, “A Small Irrigation System in the Valley
of Teolihuacan”. En: American Antiquity, Estados Unidos de América, The Society Cor American
Archaeology 1956: 396-399.
Palerm, Ángel y Eric Wolf, “Ecological Potential and Cultural Development in Mesoame-
rica”, Studies in Human Ecology: A Series ofLectures Given al the Anthropological Society o f
Washington, Washington, DC, Pan American Union, Social Science Monographs n.° 3, 1957:
1-37.
17 Palerm, Ángel y Lawrence Kräder, “Forward”. En: Studies in Human Ecology: A Series
ofLectures Given at the Anthropological Society o f Washington, Washington, DC, Pan American
Union (Social Science Monograph N." 3), 1957: m-iv.
Palerm, Ángel y Lawrence Kräder, “Prefacio”, Estudios sobre ecología humana: Conferen­
cias celebradas en la Sociedad de Antropología en Washington, Washington, DC, Unión Pan­
americana (Estudios y monografías No. 3), 1958: m-iv.
Palerm, Ángel y Eric Wolf, “Potencial ecológico y desarrollo cultural en Mesoamérica”.
En: Estudios sobre ecología humana: Conferencias celebradas en la Sociedad de Antropología
en Washington, Washington, DC, Unión Panamericana, Estudios y monografías n." 3,1958: 1-37.
18 Palerm, Ángel y Eric Wolf, “La agricultura y el desarrollo de la civilización en Mesoa­
mérica”. En: Revista Interamericana de Ciencias Sociales, Washington DC, Unión Panameri­
cana, Departamento de Ciencias Sociales, Vol. 1, n.® 1, 1961: 223-245.
20 Alba González Jácom e

tos sobre la evolución de M esoamérica, proponiendo su inclusión en el


contexto de la evolución multilineal, lo que llevará a Palerm a la discu­
sión con Karl Wittfogel y a los escritos que presentamos en este libro.
En esa época existían enormes huecos en la información sobre los sis­
temas de regadío encontrados que, además, no se correspondían -en tre
otras cuestiones- con las dimensiones físicas, la estructura y alcances de
los sistemas de regadío que habían sido estudiados en las culturas anti­
guas del Viejo Mundo y tampoco con varias de las condiciones ambienta­
les en dichas regiones; por ejemplo, el caudal de los ríos Nilo, Eufrates,
Tigris, Indo, o Amarillo, en contraste con el hecho de que los grandes ríos
mesoamericanos se localizan principalmente en el sur del país y no en el
Altiplano Central, además de que como resultado de la realidad orográfica
del país, éstos no son navegables por embarcaciones de mayor calado más
que en ciertas secciones19.
En 1965, después de haber ocupado varios puestos importantes, a lo
largo de su permanencia durante catorce años en la Organización de Esta­
dos Americanos ( o e a ) 20 y de vivir en la ciudad de Washington DC, Angel
Palerm regresa a México con su familia21, incorporándose como profesor
de antropología a la e n a h y a la Universidad Iberoamericana ( u i a ), insti­
tución de educación privada, donde fue fundador y director de la Escuela
de Graduados y del Instituto de Ciencias Sociales. La formación personal
y profesional de Palerm derivó en una forma peculiar de enseñanza, en la
que se entrenaba a los estudiantes de antropología -tanto en su grupo de
la e n a h como en la u i a - con una inmersión en el trabajo de campo en un
área rural, que se iniciaba desde su ingreso en la carrera.
Por su propia formación académica, para Palerm el trabajo de campo
era esencial en la antropología, lo que fundamentaba fuertemente en el co­
nocimiento de la teoría y de los problemas relevantes para la disciplina. Es
por eso que en sus primeros años de enseñanza en la e n a h y la u i a llevaba
a los estudiantes a realizar estudios en el Acolhuacan, haciéndoles recorrer
la región, visitar los sistemas de regadío del somontano y de la sierra; en

19 Aunque el Balsas y el Lerma nacen en el Altiplano Central, corren hacia el oeste y des­
aguan en el Océano Pacífico; sin embargo en la mayor parte de su cauce, cruzan por terrenos mon­
tañosos y abruptos, donde no era y no es posible la navegación más que en cayucos o lanchas.
20 Fue entre otras cosas: Director del Departamento de Asuntos Sociales de la Unión Pan­
americana, Ayudante Ejecutivo del Secretario General de la o e a ; información publicada en la re­
vista Comunidad editada por la Universidad Iberoamericana AC, n.° 23, Vol. v, 1970: 45.
21 Entonces formada por su esposa doña Carmen Viqueira Landa y sus dos hijos menores
Jacinta y Angel. Los dos hijos mayores: Armando y Juan Vicente, vivían en aquellos años en Es­
tados Unidos y en España respectivamente.
A g u a y A g ricu ltu ra 21

alguna de ellas estuvieron acompañados por el mismo Karl Wittfogel. De


esta manera, los entonces jóvenes alumnos entraron en contacto directo
con la problemática del regadío y de sus relaciones con el surgimiento de las
sociedades urbanas y el Estado en M esoamérica, de los sistemas agríco­
las y su relación con el riego, la población y la generación de excedentes
que hicieran factible el florecimiento de las complejas sociedades del M é­
xico antiguo.
La construcción, apertura y conservación de diques y canales para el riego, repre­
sentan empresas im portantes, que hicieron indispensable el trabajo colectivo bajo
una dirección provista de autoridad suficiente. El regadío aum entó la cohesión
social y el predom inio del grupo gobernantes.
La especialización urbana del artesanado, del com ercio, del gobierno y del sacer­
docio permitió y estim uló nuevos y valiosos adelantos técnicos. El excedente so­
cial de productos fue creciendo, así com o el intercam bio de m aterias prim as y
elaboradas, la especialización y la com plejidad social, política y religiosa.
La aparición de los núcleos urbanos derivó hacia la form ación de las prim eras
ciudades-estados, que lucharon entre si p or el predom inio de las corrientes de
agua aprovechables para la irrigación y por la posesión de las m ejores tierras (Pa­
lerm y W olf 1972: 10).

Gran parte de su obra radicó en la enseñanza de la antropología y en


cómo hacerla además de científica y útil al país, accesible tanto a los ini­
ciados como al público que le escuchaba. Los textos que presentamos aquí
son de una prosa sencilla y clara, que hacen fáciles y comprensibles las
ideas del autor y de los puntos básicos en su discusión con Karl Wittfogel.
Palerm era un maestro y un líder académico con grandes y novedosas ca­
pacidades didácticas y con un manejo admirable de la teoría, terreno en el
que dejó su m ayor legado académico. Sus propuestas ampliaron el campo
de investigación antropológica en varias direcciones, especialmente en la
aparición de nuevos problemas de estudio, que estaban vinculados al pa­
radigma de los científicos de varias disciplinas en el siglo xx: el evolu­
cionismo y, específicamente, a la evolución social de M esoamérica22 y sus
conexiones con el surgimiento del regadío, del urbanismo y del Estado23.

22 Palerm entendía por Mesoamérica a la región definida y establecida por Paul Kirchhoff
en su texto “Mesoamérica. Sus límites geográficos, composición étnica y caracteres culturales”,
publicado por vez primera en el año de 1943 en Acta Americana, Vol. I, n.° 1. Este texto funda­
mental fue reeditado en castellano en 1967, 1968,1969, 1970, 1971, 1973,1974 y 2000; en él se
define a Mesoamérica como un área cultural que para el siglo XV compartía una serie de elemen­
tos entre los que estaban la agricultura y el cultivo básico de maíz, calabaza y chile.
23 Palerm, Ángel y Eric Wolf, “Ecological Potcntial and Cultural Development in Mesoa-
merica”, Studies in Human Ecology: A Series o f Lectures Given at the Anthropological Society
o f Washington, Washington, DC, Pan American Union, Social Science Monographs n.° 3, 1957:
1-37.
22 Alba González Jácom e

Esta discusión explica asimismo el inicio de las investigaciones de Pa­


lerm, sus colegas y sus estudiantes sobre cuestiones que años más tarde
han sido cruciales en el estudio de las sociedades mesoamericanas24.
Es importante hacer notar al lector, que Paul Kirchhoff (1943) define
M esoamérica a partir de la presencia de 44 rasgos culturales. Dentro de
éstos, los elementos agrícolas propuestos por K irchhoff fueron: bastón
plantador [coa], construcción de huertas ganando terrenos a los lagos [¿chi­
nampas y camellones?], cultivo de chía y su uso para bebida y para aceite
para dar lustre a pinturas, cultivo de maguey para aguamiel, arrope, pul­
que y papel, cultivo de cacao, molienda de maíz cocido con ceniza o cal
[nixtamalizado]. Tanto para Pedro Armillas (1948) como para Ángel Pa­
lerm (1954) estos rasgos debían analizarse en conjunto y no de m anera
asilada; tampoco podrían entenderse sin tom ar en consideración los que
Mesoamérica compartía con otras áreas culturales: cultivo de maíz, frijol,
calabaza, batata, algodón, yuca dulce, chile, piña, aguacate, papaya, za­
pote y ciruela amarilla, que junto con el cultivo en manos de los varones
y la construcción de terrazas permitían establecer la diferencia entre una
agricultura com pleja y una simple. Además, Arm illas (1948) y Palerm
(1954) agregaron a estos rasgos la presencia del regadío.
.Sus estudios en la década de 1950 fueron realizados junto con Eric
Wolf en el Acolhuacan25 y estuvieron estrechamente vinculados a la dis­
cusión sobre el modo asiático de producción ( m a p ), la existencia e impor­
tancia de los sistemas de regadío y la conformación y características de la
entonces denominada sociedad oriental. Sus avances en el conocimiento
de las fuentes para el estudio de la irrigación en el valle de México -e n la

Palerm, Ángel y Eric Wolf, “La agricultura y el desarrollo de la civilización en Mesoamé­


rica”. En: Revista Interamericana de Ciencias Sociales, Washington DC, Unión Panamericana,
Departamento de Ciencias Sociales, Vol. I,n.° 1, 1961:223-45.
24 Palerm, Ángel, Pedro Armillas, Eric Wolf, “A Small Irrigation System ¡n the Valley of
Teotihuacan”. En: American Antiquity, Estados Unidos de América, The Society for American
Archaeology, 1956: 396-369.
25 Nombre dado por Palerm y Wolf al área histórico-cultural ubicada en la parte norte de
Texcoco, al noreste del valle de México. Véase: Palerm, Ángel y Eric Wolf. “El desarrollo del área
clave del imperio texcocano". RMEA, México, SMA, Vol. xiv, primera parte, 1954: 337-349. Pa­
lerm, Ángel and Eric Wolf, “irrigation in the Oíd Acolhua Domain, México”. En: Southwestern
Journal ofAnthropology, Estados Unidos de América, Vol. it, n.° 3, 1955: 265-81. Palerm, Ángel
y Eric Wolf, “Potencial ecológico y desarrollo cultural en Mesoamérica”. En: Estudios sobre eco­
logía humarla: Conferencias celebradas en la Sociedad de Antropología en Washington, Was­
hington, DC, Unión Panamericana, Estudios y monografías n.° 3, 1958: 1-37. También: Palerm,
Ángel and Eric Wolf, “Irrigation in the Oíd Acolhua Domain, México”. En: Man in Adaptation:
The Biosocial Background, Yehudi A. Cohén (Editor), Chicago, Aldine Publishing Company,
1968:343-53.
A g u a y A g ricu ltu ra 23

segunda mitad de la década de 1960 y la de 1970- estaban asociados a la


discusión con Karl Wittfogel sobre las sociedades hidráulicas, sus carac­
terísticas sociopolíticas y la hidroagricultura. Para ello, Palerm tuvo que
probar la importancia y complejidad del regadío en el valle de México, lo
que le llevó a organizar un seminario en el c i s i n a h 26. De esta época son los
artículos que ponemos a su consideración en la selección de textos y que
posteriormente fueron parcialmente utilizados por el autor como base para
otras publicaciones.
Podemos resum ir la im portancia de Ángel Palerm en los estudios
sobre la sociedad asiática con las siguientes palabras escritas por Karl Witt­
fogel (1990: 114) en el libro de homenaje dedicado al autor de cuyas ideas
sobre el m a p nos hemos ocupado en este texto: “ ...C om o sabemos ahora,
el impacto de mi idea sobre la sociedad asiática (“hidráulica”) en Palerm
comenzó a principios de los años cuarenta. Este im pacto adquirió una
nueva cualidad y llegó a su primer clímax en el período del Simposio sobre
irrigación (/rrigation Symposium) de Tucson, Arizona, a fines de 1953 y
principios de 1954...” .
El enfoque de los estudios de Palerm sobre el m a p lo conduce al de los
sistemas agrícolas de México, que cambia el eje central de sus plan­
teamientos a lo largo de su vida académica. Si bien se inicia con las cues­
tiones relativas a los orígenes y la importancia de la agricultura de origen
milenario, que por sus características de adaptación al ambiente, su rela­
ción con el regadío, aunado al incremento poblacional, permitieron el sur­
gimiento del urbanism o y del Estado en la antigüedad; tam bién, se
enriquecen con sus estudios sobre planificación regional y desarrollo. En
la década de 1970, el autor que nos ocupa discute los modelos agrícolas es­
tadounidense, holandés y mexicano. Estos estudios generaron conceptos
que han sido claves para las investigaciones actuales en esta materia; to­
maremos, por ejemplo, el concepto de “mosaico ecológico”, sobre el que
Palerm escribía en 1967:27

26 EL Centro de Investigaciones Superiores del i n a h ( c i s i n a h ) fue una institución dedicada


a la investigación antropológica y a su difusión, creada y organizada por Ángel Palerm, con el
apoyo político de Gonzalo Aguirre Beltrán, famoso antropólogo mexicano quien era en esa época
subsecretario de Educación Pública. Al terminar el período de gobierno del entonces presidente
Luis Echeverría, Palerm fue substituido del c i s i n a h y la institución transformada en su estructura
y funcionamiento, cambió su antiguo nombre por el actual de c i e s a s y también modificó su or­
ganización administrativa y académica.
27 Palerm, Ángel, 1967. Introducción a la Teoría Etnológica. México: Universidad Iberoa­
mericana AC. Existen reimpresiones en 1987 por la Universidad Autónoma de Querétaro y en
1990 y en 1997 por la Universidad Iberoamericana AC.
24 Alba González Jácome

El área territorial de M esoam érica,... puede ser descrita com o un enorm e m o­


saico cultural y ecológico. Desde el punto de vista histórico-cultural se trata de una
zona de desarrollo continuo e interrelacionado, desde com ienzos tan hum ildes
como en el Viejo M undo hasta la civilización urbana. D esde el punto de vista eco-
lógico-cultural se trata de una región en que la agricultura de tem poral (sin rega­
dío) resulta posible en toda su extensión, exceptuando algunos bolsones desérticos.

Para Palerm (1967 y 1997: 120-126) el concepto de mosaico ecológico


requería de la aplicación de varios criterios, ya que las generalizaciones
eran insuficientes en la discusión de la evolución social mesoamericana.
Estos criterios eran los siguientes: el fisiográfico, los tipos ecológicos, las
zonas simbióticas y el área clave. El criterio fisiográfico requería del cono­
cimiento de las características físicas más permanentes de Mesoamérica.
Los tipos ecológicos se refieren al estudio de las relaciones específicas entre
un ambiente natural determinado y el equipo cultural existente para un pe­
ríodo específico; el estudio de estos tipos parte de la agricultura, base eco­
nómica de estas sociedades, los sistemas de cultivo, la tecnología
instrumentada, el repertorio de plantas y animales domesticados y la orga­
nización de las sociedades estudiadas (Palerm 1997: 81-102).
La zona simbiótica es una herram ienta conceptual en el estudio de las
macro adaptaciones - o adaptaciones regionales- que para Palerm eran
condiciones mayores y fuerzas impulsoras del desarrollo. Las áreas inter­
cambiaban productos a través del comercio, la tributación, la organización
político-religiosa y la conquista militar. Además, había adaptaciones28 a
condiciones micro-ambientales (altitud, clima, vientos, precipitación plu­
vial en el nivel local), pero estos ajustes de carácter local estaban articu­
lados a las macro adaptaciones. El concepto de área clave era aplicable a
las zonas que desempeñaron un papel dominante a lo largo de uno o va­
rios períodos de tiempo; su establecimiento requiere de estudios sobre sus
bases ecológicas, arqueología, historia, hegemonía y decadencia.
Las influencias de estas zonas que concentraron el poder se explican
en el estudio del espacio temporal y del espacio geográfico que controla­
ron (Palerm 1997: 126). De esta forma, el concepto de mosaico ecológico
implicaba el estudio diacrónico y sincrónico de las sociedades humanas y
de sus relaciones con el ambiente tanto en el espacio como en el tiempo.
La propuesta se complementa con el concepto de niveles de integración de

28 El autor se refiere a los ajustes sociales y culturales de naturaleza local, que son especí­
ficos a cada sociedad humana, que están conectados directamente con su ubicación geográfica,
características del ambiente, el clima y la altitud, además del suelo, el agua y la vegetación. Estos
se relacionan también con la tecnología local, los recursos en el territorio controlado por el grupo
y su historia particular.
A g u a y A g ricu ltu ra 25

Steward (1955), para lo que Palerm (1976d) incluyó el análisis de las es­
calas surgidas desde lo local hasta lo que ahora denominamos global, al
que -siguiendo a W allerstein-29 llamó el sistem a mundo; m odelo que
aplicó al estudio de la forma de articulación de M éxico con el sistema eco­
nómico mundial a través de la producción y distribución de la plata30.
Muchas discusiones tras el fallecimiento de Ángel Palerm -e n 1980-
se han planteado alrededor del estudio y análisis de las interpelaciones entre
las sociedades humanas con su ambiente y para aquellos que piensan que
el concepto fue sustituido por el de diversidad -tanto ecológica como cul­
tural- habría que considerar las aportaciones que en torno al concepto de
mosaico ecológico y de sus cuatro criterios han hecho autores tan relevan­
tes en el campo de la arqueología mesoamericana como William T. Sanders
y Barbara Price (1968) y que, en años más recientes, vemos en los trabajos
del arqueólogo estadounidense Scott Fedick en Quintana Roo (1996) y del
geógrafo -tam bién estadounidense-W illiam E. Doolitlle con Jonathan B.
Mabry (2006:109-121). A cuarenta años de la postulación del concepto,
podemos afirmar que su aplicación al estudio de los orígenes de la agricul­
tura y el cultivo de maíz en Mesoamérica y entre los mayas en particular ha
dado resultados impresionantes (Staller, Tykot and Benz 2006).
El estudio de lo que en estos tiempos se denom ina el conocimiento
tradicional -ahora tan de moda entre antropólogos, agroecólogos, ecólo­
gos, o biólogos dedicados a la ciencia aplicada- se fundamenta de manera
primordial en el trabajo de campo y -si es factible- en la observación di­
recta de las sociedades en cuestión, o en la investigación sobre su pasado.
Por necesidad teórico-metodológica, Ángel Palerm la aplicó en sus inves­
tigaciones sobre M esoamérica, el papel del regadío en el desarrollo de la
civilización, o sobre la agricultura m exicana de las décadas de 1960 a
1970; los enfoques y estudios interdisciplinarios, construidos sobre sus
discusiones y relaciones académicas con múltiples investigadores, o por la
lectura de sus obras, le permitieron construir nuevos problemas de inves­
tigación.
Un ejemplo de este diálogo interdisciplinario fueron sus relaciones
constantes: en arqueología con Pedro Armillas, William T. Sanders, Ri­

29 Cuya primera edición en castellano se genera hasta 1979, pero cuya edición en inglés
había sido leída y difundida por Palerm una década antes. Véase: Immanucl Wallerstein, 1979.
El Moderno sistema mundial, México: Siglo xxt.
30 Angel Palerm, “Sobre la formación del sistema colonial en México: Apuntes para una
discusión”. En: México, La Casa Chata (Publicación provisional), 1976d, 48 pp.
26 Alba González Jácom e

chard MacNeish, Kent V. Flannery, o James Nelly31 -entre otros m uchos-,


con botánicos como Efraím Hernández Xolocotzi32, biólogos como Ar­
turo Gómez Pompa33, o con antropólogos sociales como su cercano amigo
Eric Wolf, Richard N. Adams y Barbara Price. Ya en sus últimos años de
vida el diálogo se abrió a los agroecólogos como Stephen R. Gliessman34
y a geógrafos como Alfred H. Siemens35, Una pléyade de historiadores,
economistas, demógrafos y planificadores estuvieron también entre sus
colaboradores, amigos y colegas; pero entre todos ellos fue de gran impor­
tancia su relación académica y personal con Karl Wittfogel, que se expresa
en los textos sobre el modo asiático de producción, la hidroagricultura, la
agricultura hidráulica y los sistemas de regadío en el Nuevo Mundo. Es im­
portante tomar en consideración las propias palabras escritas por Palerm
(1972:126-127) sobre la obra de Karl Wittfogel, antes de pasar a la discu­
sión sobre el modo asiático de producción, que nos ocupa en este escrito:

Las contribuciones de W ittfogel resultarían casi incomprensibles, o al menos di­


fíciles de valorar tanto en sus aspectos científicos com o en sus derivaciones polí­
ticas, fuera del doble contexto que hemos estado discutiendo. Es decir, por un
lado, la corriente sociológica representada por los economistas clásicos y por Karl
Marx y Max Weber; por otro lado, las polém icas entre los marxistas, los anar­
quistas y los populistas. Por lo demás, la obra de W ittfogel, que se extiende a lo
largo de cincuenta años de intensa actividad, ha sido atacada con violencia, supri­
mida donde la censura política ha podido elim inarla y generalm ente ignorada.
La ignorancia ha sido más notoria en los países de lengua española, en los que
hasta hace poco sólo algunos de sus artículos circulaban en traducciones m ecano­

31 Este arqueólogo estadounidense, quien ha trabajado desde la Universidad de Texas en


Austin, continúa actualmente sus investigaciones sobre el regadío y la agricultura en Tchuacan,
Nelly inició sus estudios mesoamericanos bajo la dirección de Richard MacNeish en la década
de 1960 y continúa actualmente sus estudios en la región.
32 Uno de los más prestigiados agrónomos y etnobotánicos de México, formador de nume­
rosas generaciones de jóvenes dedicados al estudio de los sistemas agrícolas, las plantas cultiva­
das y su importancia en la vida y la economía de las sociedades rurales.
33 Importante botánico mexicano, creador de varios centros de investigación en México,
entre los que destacan el in ir je b y el c i t r o ; este último actualmente en funcionamiento, como
parte de la Universidad Veracruzana. Palerm mantuvo relaciones muy cordiales con él y colabo­
raron en proyectos como el de los camellones chontales en Tabasco. A quien conoció en Veracruz.
en la década de 1970 y con quien colaboró en los estudios sobre agricultura que realizaba el in -
i r e b y en las investigaciones sobre el sistema de camellones y su aplicación a la zona pantanosa

de Tucta, en Tabasco.
34 Agroecólogo a quien conoció en el Colegio Superior de Agricultura Tropical ( c s a t ) en
Cárdenas, Tabasco.
35 Con quien tuvo pocas -pero fructíferas- entrevistas en el año de 1975, discutiendo lo que
Palerm denominaba la “agricultura de pantano” como opción a la roza-tumba-quema y sus pro­
blemas de productividad, especialmente los relacionados con el incremento poblacional y el ur­
banismo en la zona maya.
A g u a y A gricultura 27

grafiadas o m imeografiadas. Si no estoy equivocado, la prim era publicación im­


presa en español de un texto de W iltfogel es de 1955, en un volumen que yo edité
(a partir de la versión inglesa de Julián Steward): L a s civiliza cio n es antig u a s del
Viejo M u n d o y de A m é rica : Sym p o siu m sobre las civiliza cio n es de regadío. El vo­
lumen incluyó además del de Wittfogcl, trabajos de Julián Steward, Robcrt Adams,
Donald Collier, Ángel Palerm y Ralph Beals. Q uizá solo un alem án es capaz de
persistir durante m edio siglo en un esfuerzo que parecía condenado a ser desco­
nocido por sus contem poráneos (Palerm 1972: 126-127).

Sobre el modo asiático de producción


y las discusiones que se originaron

Ángel Palerm escribe una serie de cinco artículos, que fueron publica­
dos en la revista Comunidad editada por la Universidad Iberoamericana
entre 1969 y 1970, donde analiza el concepto de modos de producción y las
implicaciones que tuvo su aplicación al estudio de las sociedades antiguas,
en especial la mesoamericana. Los resultados de estas discusiones se refle­
jaron en la vasta serie de publicaciones hechas por él mismo y por los -e n ­
tonces-jóvenes estudiantes que participaron en varios de los proyectos de
investigación apoyados por el c i s i n a h . La publicación generó una polé­
mica en México, donde grupos a favor y en contra del concepto lanzaron
escritos, diatribas y respuestas diversas al autor, quien logró provocar los
ánimos intelectuales de numerosos estudiosos de la evolución social.
Palerm discute en ellos la posibilidad explicativa de un modelo ba­
sado en el evolucionismo multilineal, con características distintas a la del
evolucionismo unilineal que había sido tan combatido en el mundo acadé­
mico de los estudios antropológicos en los Estados Unidos, abandonado o
ignorado en el europeo y que hasta la publicación de estos textos era prác­
ticamente desconocido en México. Por su estrecha relación con el marxis­
mo y los marxistas ortodoxos, en especial con la figura de Karl Wittfogel,
el concepto de modo asiático de producción y el m odelo derivado de éste
fue debatido, pero no ignorado y pasó a ser un elemento fundamental en
las temáticas de estudio desde la década de 1970 y en especial en la si­
guiente. Un resumen con comentarios de estos artículos se presenta al lec­
tor a continuación.
28 A lba G onzález Jácom e

Una Defensa del Modo Asiático de Producción


Según Marx y Wittfogel36
(Primera parte)

Ángel Palerm discute la obra de Karl Wittfogel, siguiendo los análisis


previos sobre el modo asiático de producción, las sociedades hidráulicas y
el despotismo oriental. Establece que hacia 1853 Marx “redescubrió” las so­
ciedades no europeas y con ellas del modo asiático de producción ( m a p ),
cuyo “descubrimiento” en el siglo XIX fue obra de los economistas clásicos:
Adam Smith, James Mili, Richard Jones y John Stuart Mills, que habían es­
crito sobre las peculiaridades institucionales de China, India y Egipto, sin
dejar lugar a dudas, sobre un tipo de economía, de sociedad y de Estado,
distinto del europeo. Estas sociedades contrastaban con la teoría del desarro­
llo de la sociedad europea, que había sido proyectada a la evolución mun­
dial; la misma que se había montado en el Manifiesto, sobre el concepto de
la lucha de clases y que las clases se definían, esencialmente, en términos
de la propiedad privada de los medios de producción.
Palerm (1969) afirma que “ ...la mayoría de los marxistas criollos, se
sentirían muy incómodos leyendo las hirientes opiniones sobre América
Latina publicadas por Marx y Engels, a propósito de las guerras de Esta­
dos Unidos contra Méxi co. . De cualquier manera, para el autor, la cues­
tión básica era establecer hasta qué punto esta visión de la sociedad
oriental modificó los conceptos evolucionistas del siglo xix, que el mismo
Marx había adoptado y contribuido a establecer, así como el esquema par­
ticular de desarrollo expuesto en el Manifiesto. En la sociedad capitalista
la evolución era considerada como igual al progreso necesario; caracteri­
zada por un tipo de desarrollo unilineal, con etapas constantes y universa­
les que eran aplicables a la evolución humana.
Para Palerm, es en el artículo del Tribune donde Marx abandona esas
concepciones; el mundo oriental queda entonces fuera del mundo del pro­
greso y en consecuencia, es ajeno al proceso de desarrollo. Marx no en­
cuentra esclavismo en Asia, ni tampoco feudalismo. Muchos años después
-en noviembre de 1877- habría de confirmar, explícitamente y con toda
claridad, su rechazo a las supuestas etapas necesarias de desarrollo. Pa­
lerm afirma que . .desconocemos las razones de Marx sobre por qué no
prosiguió la línea de análisis iniciada con su reconocimiento del carácter
original del desarrollo asiático, por comparación al europeo...” y desco­

36 Publicado en la revista Comunidad, editada por la Universidad Iberoamericana AC, Vol.


22,1969: 763-781.
A g u a y A g ricu ltu ra 29

nocemos asimismo las razones de su afirmación al respecto de que las dis­


tintas formas de evolución no siguen necesariamente las mismas etapas
de desarrollo.
Las características de este otro tipo de sociedades fueron resumidas
por Ernest Mandel (1969) y son: (1) ausencia de propiedad privada del
suelo; (2) “sistema de aldeas” autosuficientes y aisladas; (3) la unidad do­
méstica agro-artesanal sirve de fundamento al anterior; (4) grandes obras
hidráulicas realizadas por el Estado; (5) concentración del excedente so­
cial (producción y trabajo) en manos del Estado; (6) burocracia estatal
como fuerza (¿clase?) dominante de la sociedad; (7) despotismo como sis­
tema político. Además Palerm agrega un rasgo que para Marx resultaba de­
cisivo: (8) el carácter estático de la sociedad oriental, expresado en la
incapacidad de generar en su propio seno formas socioeconómicas más
avanzadas.
Palerm considera que existe para Marx un primer camino de salida del
comunismo primitivo, que conduce a sociedades donde no existe ia pro­
piedad privada de la tierra y donde el déspota concentra -com o represen­
tativo de la unidad superior de las com unidades- tanto la propiedad de la
tierra como los derechos al excedente de producción y al trabajo social. En
general, Marx llama asiática a esta formación socioeconómica -indepen­
dientemente del lugar geográfico donde se presente (India, Irlanda, M é­
xico, Perú, etc.)- donde la necesidad de formas comunales de trabajo -sobre
todo el que fue aplicado para la construcción y mantenimiento de las obras
hidráulicas- conduce a las formaciones específicamente asiáticas.
Para Palerm, este análisis de Marx sobre las variedades del m a p fue en­
riquecido y precisado por Wittfogel, sin agotar el estudio de las salidas del
comunismo primitivo hacia las sociedades clasistas (modo antiguo de pro­
ducción de las sociedades llamadas clásicas), donde es la guerra el ele­
m ento que constituye el trabajo común. M arx y Engels abandonan el
planteamiento m ultilineal de la evolución, regresan a su tesis original de
com unism o prim itivo-sociedad antigua-feudalism o-capitalism o y
“ .. .dejan creer estas etapas como universales y necesarias...” . Para nues­
tro autor, es a partir del esfuerzo analítico de las Formaciones sobre el
modo asiático de producción cuando Marx abandona el estudio del pro­
blema y se ocupa de él sólo de pasada y en referencias circunstanciales.
Según Wittfogel, a medida que progresaba el análisis del m a p , Marx
iba descubriendo inquietantes semejanzas entre los rasgos más caracterís­
ticos de la sociedad oriental y algunos de los que se atribuían a la socie­
dad socialista del futuro; además, no quería dar elementos en su contra en
30 Alba González Jácome

la discusión con los anarquistas. En opinión de Palerm (1969), Marx y En­


gels en la concepción multilineal de la evolución -generada por el primero
durante su análisis del modo asiático de producción- queda supuesta la
posibilidad de alcanzar distintos caminos en el desarrollo de las socieda­
des humanas. Palerm también encuentra evidente que entre 1850 y 1860
la ciencia de Marx entró en conflicto con la política de Marx.
En un artículo de Teodor Shanin (1987) publicado en el volumen com­
pilado por Susana Glantz (1987) como homenaje a Palerm, que lleva el
nombre de “El Marx Tardío: Dioses y Artífices” , el conocido autor y ex­
perto en la materia, discutiendo la cuestión de la comuna campesina rusa
dice lo siguiente:

La idea de un “desarrollo dependiente” , com o lo ha docum entado y afirm ado


Wada, em pezó a “percibir la estructura única del capitalism o atrasado” ; es decir
“estructuras” probablemente sería decir lo mejor. La idea de un “desarrollo depen­
diente”, como lo vemos hoy, aún no está allí, pero si han sido puestos sus funda­
mentos. Marx había llegado a suponer para el futuro una multiplicidad de caminos
de transformación social, dentro de un marco global de repercusión mutua y di­
ferencial. (Ya en los Grundrisse lo había aceptado manifiestam ente para el pasado
precapitalista).

Reconociendo la im portancia de Marx en el planteam iento inicial


sobre el m a p y las aportaciones de Palerm al difundirlas y discutirlas, en­
contramos también en el volumen compilado por Glantz (1987) el docto
escrito de Lawrence Kräder (1987:119-125), que responde al nombre de
“Reflexiones Sobre el Modo Asiático de Producción” donde discute los
puntos positivos y negativos de la teoría original del m a p y con la visión
politizada del concepto y de las polémicas que al respecto le caracteriza­
ron, afirma que:

El modo asiático de producción es un fenómeno marginal, sin im portancia funda­


mental en el siglo xx , pero su existencia arroja luz sobre nuestra historia presente.
En la actualidad, el modo de producción capitalista es la principal formación eco­
nómica, pero el modo asiático de producción es una categoría histórica valiosísima
para la comprensión de la historia del capitalism o ya que, en su periodo temprano,
el poder capitalista de Europa se desarrolló propósito de explotación, interno y
externo (Krader 1987:123).
A g u a y A g ricu ltu ra 31

Una Defensa al Modo Asiático de Producción


Según Marx y Wittfogel37
(S eg u n d a p a rte )

Esta segunda parte la dedica Ángel Palerm a discutir las aportaciones


hechas al concepto modo asiático de producción, a partir de la ruptura
ideológica y política entre Karl Wittfogel y Karl Marx, incluyendo algu­
nas cuestiones propuestas por Max Weber sobre el papel de la burocracia
en los sistemas políticos. Después de dar su propia opinión sobre W ittfo­
gel y su situación política, finaliza el artículo con una propuesta para apli­
car el modelo al estudio de la evolución social mesoamericana.
Según Palerm, para Wittfogel “el pecado de Marx contra la ciencia” se
cometió cuando éste suprimió deliberadamente la publicación de sus prin­
cipales hallazgos sobre el modo asiático de producción y sobre la evolución
multilineal. El “silencio táctico de Marx y Engels sobre estas cuestiones”,
excepción hecha de algunas referencias ocasionales en sus obras y en la
correspondencia, ligado a una persistente reiteración pública de los esque­
mas unilineales de evolución social, impidió por mucho tiempo cualquier
discusión sobre el m a p y ésta fue silenciada y prácticamente olvidada.
Palerm pensaba que mientras Marx subrayaba los elementos de natu­
raleza tecnológica y económica, Weber realizaba un “penetrante análisis
de los factores de orden ideológico y organizativo (relaciones sociales)”.
Así, los caminos de Max Weber y Karl Marx se separaban en el terreno de
la política, pero de ahí arrancaba el interés de Max Weber por las socieda­
des asiáticas. Palerm no discute en profundidad las ideas de Weber sobre
el burocratismo, aunque considera que, de hecho, la dominación burocrá­
tica suele estar asociada con sistemas de economía m onetaria pero no ca­
pitalista y aún con los sistemas que tanto Marx com o Weber llaman de
economía natural.
En el caso de las sociedades orientales, Max Weber -igual que Karl
M arx- subraya el papel específico de las grandes obras hidráulicas y de su
control por la burocracia estatal. La cuestión que queda por resolver para
Palerm es si esta burocracia constituye una verdadera clase social, o bien si
es sólo un eficiente instrumento técnico de otro grupo social. Dicha pregunta
tiene para el propio Marx una contestación clara; Max Weber, sin embargo,
opta por lo que Palerm califica de tímida e indecisa solución: la burocracia
de las sociedades orientales no forma una clase, sino un estamento.

37 Publicado en la Revista Comunidad editada por la Universidad Iberoamericana AC, n.°


23, Vol. v 1970: 35-45.
32 Alba González Jácome

El problema de una burocracia estatal constituida en una verdadera


clase social dominante -e n el sentido marxista más estricto del térm ino-
produce una clase de explotadores de la sociedad y de detentadores ilegí­
timos del producto y del trabajo social. Por ello, la existencia de una clase
dominante idéntica a la burocracia del Estado, que en Oriente paralizó el
desarrollo de la sociedad y creó un sistema de dominio total, que con razón
ha permitido denominarlo como despótico.
Palerm considera que bajo la luz de los análisis de la sociedad orien­
tal por Marx y Weber, que confluyen más tarde en la obra de Wittfogel, se
entiende mejor la crítica anarquista al socialismo de Estado, así como las
actitudes que los autores marxistas se vieron obligados a adoptar ante ella:
una posición “ .. .unas veces defensiva y otras violentamente agresiva, pero
jam ás racional ni honesta...”. A pesar del ostracismo a que el concepto
fue sometido, todavía en 1913, Lenin escribía en su cuaderno: “ .. .La aldea
asiática cerrada y autosufíciente (economía natural) es la base del orden
asiático, más las obras públicas del gobierno central...” . Pero -d e acuerdo
con W ittfogel- Palerm consideró que el intento de representar a la burocra­
cia soviética como una clase de “capitalistas estatales” no resistía la crí­
tica.
El autor del artículo opina que la inundación de artículos, reseñas y li­
bros marxistas sobre el m a p , se caracterizó -con raras excepciones- por
una gran esterilidad científica. Afirmando que “ ...hasta hace muy poco,
ningún sedicente marxista se atrevió a revelar el contenido de clase social
dominante que está implícito en el contexto del m a p . En otras palabras, per­
sistió el “silencio táctico” sobre la burocracia estatal como clase dominante
y explotadora...”, denominada porTchechkov el “Estado-clase” . Para Pa­
lerm, las contribuciones de Wittfogel serían difíciles de valorar, tanto en
sus aspectos científicos como en sus derivaciones políticas, fuera del doble
contexto que se discute. La discusión sobre el m a p fue una de las cuestio­
nes más apasionantes y debatidas del siglo XX, dejando a Wittfogel en el
centro mismo de una tremenda controversia científica y política.
Al frente del m ovimiento de restauración del evolucionism o como
tema central de la teoría antropológica han estado involucrados de manera
esencial según Palerm: Gordon Childe en Inglaterra, Leslic White y Julián
H. Steward en Estados Unidos y Karl Wittfogel, superviviente de la cien­
cia social alemana de la era prenazi. Palerm reconoce los nexos que exis­
ten entre la ciencia social y la política, lo mismo que entre los científicos
y la sociedad en que viven; pero afirma, que otra cosa es politizar la cien­
cia y la actividad científica, donde un ejemplo muy ilustrativo es la histo­
A g u a y A g ricu ltu ra 33

ria del m a p . Considera reprobable la condena de los productos de una


averiguación científica por las posiciones políticas del científico; afir­
mando que -p o r supuesto- existen estrechas relaciones entre ciencia y
política y preguntándose si ¿Será, quizá, que el anticom unism o es sólo
imperdonable en un antiguo comunista?; ¿O será, más bien, que el análi­
sis sociológico de Wittfogel hiere los nervios más sensibles del sistema
ideológico y político comunista, como en el siglo xix Marx atacó al sis­
tema capitalista en sus puntos más vulnerables?
Palerm no está de acuerdo con todas las ideas de W ittfogel; por ejem ­
plo, su completo escepticismo frente a las posibilidades de evolución po­
lítica de los sistemas socialistas estatales; tampoco con la concepción de
algunos adversarios de Wittfogel, sobre la idea de que los sistemas capi­
talistas democráticos son únicamente transformables por vía revoluciona­
ria. No encuentra justificaciones “ ...p ara convertir una crítica de los
estados socialistas en una defensa (explícita o implícita) de los estados ca­
pitalistas...” . Sobre la teoría de Wittfogel de las causas y los fundamentos
del despotismo político, Palerm piensa que es aplicable a las sociedades to­
talitarias y a los estados burocratizados del siglo x x y a algunas socieda­
des que “ ...e n nuestro tiem po están em ergiendo a la civilización
industrial...” . Por último, propone reducir el modelo de Wittfogel, deri­
vado de Marx y de Weber, a ciertos elementos esenciales -p a ra someterlo
a prueba- en el estudio del desarrollo de las sociedades prehispánicas de
Mesoamérica.
Es en este punto cuando consideramos los dos aspectos del problema,
que fueron planteados por Richard P. Schaedel (1987: 128) como importan­
tes en el hilo de esta controversia: (1) si la necesidad de irrigación para la
producción de alimentos genera -e n una sociedad de cualquier escala- o in­
duce una forma de control social cuya característica es ser más estratifi­
cada que en las sociedades donde el control del agua es imperativamente
menor y, (2) si una vez surgido el Estado basado en el uso intensivo de los
sistemas de control del agua -siguiendo los parámetros especificados por
M arx- el resultado a esperarse es un tipo monolítico de sociedad hidráulica
donde dicho Estado realiza el control de la sociedad a través del m a p . Son
estos dos puntos los que han desatado numerosas discusiones e investiga­
ciones que se verán a continuación en el caso mesoamericano.
34 Alba González Jácome

Una Defensa del Modo Asiático de Producción


Según Marx y Wittfogel38
(Tercera parte)

En este artículo se discute la validez general de la teoría de la socie­


dad oriental. Para examinar esta cuestión Palerm reduce y simplifica el
modelo de la sociedad oriental propuesto por Karl Wittfogel para aplicarlo
al análisis de la estructura y desarrollo de las sociedades prehispánicas de
Mesoamérica. Parte de la premisa de que un modelo sociológico nunca es
idéntico a una sociedad determinada; pero sus propósitos esenciales son
teóricos, es decir, explicativos, interpretativos y predictivos. El modelo
sirve de prueba a la teoría, al sistema de hipótesis sobre las cuales está
montado y que lo constituyen. Su demostración no admite -e n el estado ac­
tual de las ciencias sociales- la prueba experimental. También, establece
las condiciones en las cuales el modelo es aplicable:

1. La primera condición del modelo de Wittfogel se encuentra en el es­


tado de desarrollo de las fuerzas productivas de la sociedad. La eco­
nomía agrícola debe permitir excedentes sociales de producción y
de trabajo. Como existe producción social y excedente social de
producto y de trabajo; para Palerm el caso de M esoamérica se trata,
claramente, de sociedades agrarias preindustriales.
2. La segunda condición del modelo se refiere al medio natural en que
estas sociedades agrarias se desarrollan. Es decir, en el ambiente en
cuestión la agricultura tiene que ser practicable.
3. La tercera condición del modelo se refiere a la escala geográfica y
técnica de esta clase de agricultura que estaba ligada al manejo del
agua. La hidroagricultura incrementa las cosechas, pero no supone
los patrones de organización y de control social que caracterizan la
agricultura hidráulica y el despotismo oriental.
4. La cuarta condición del modelo corresponde al medio sociopolítico
y económico en que se desarrollan los sistemas hidráulicos. Hay
sistemas hidráulicos comparativamente menores que llegan a ocu­
par una posición estratégica si su contexto es relativam ente más

38 Publicado en la revísta Comunidad, editada por la Universidad Iberoamericana AC, n.°


24, 1970: 137-151.
Nota en la versión original: Tercera de una serie de cuatro conferencias, que aparecen ahora
en forma de artículos, en las que se discute el modo asiático de producción, sus principales im­
plicaciones sociológicas y políticas y su aplicabilidad al análisis de las sociedades prehispánicas
de Mesoamérica.
A g u a y A g ricu ltu ra 35

débil . El modelo permite incluir sociedades tanto del Viejo como del
Nuevo Mundo.

Sin embargo, semejante am pliación del m odelo de Wittfogel lo dilui­


ría hasta hacerlo desaparecer y Palerm opina que quizá ese sea el propó­
sito, el encadenam iento de las condiciones esenciales que explican el
nacimiento y el desarrollo de la sociedad oriental. Por otra parte y, desde
el punto de vista de los procesos históricos, otra consecuencia grave de la
ampliación del modelo sería la de ocultar los procesos de difusión, desde
los centros de la agricultura hidráulica, o de instituciones com o las políti­
cas (el despotismo), que pueden ser adoptadas e integradas por otras so­
ciedades que carecen de base hidráulica.
Palerm presenta algunas observaciones importantes en relación con
varios aspectos concretos de sus condiciones esenciales, cuando se aplican
a las sociedades prehispánicas de Mesoamérica. La relación entre las gran­
des obras hidráulicas, el trabajo de enormes masas de gente y la fortaleza de
la organización sociopolítica le parece muy clara. Además, indica que exis­
ten sistemas considerables de agricultura de riego, construidos y m aneja­
dos por medio de asociaciones voluntarias. Sin embargo, en esa época se
tenía un conocimiento escaso sobre los sistemas de regadío, su extensión
y complejidad. Esta situación llevó a Palerm ( 1973)39 al estudio de los sis­
temas hidráulicos del valle de M éxico, para lo cual realizó su reconstruc­
ción a través del análisis de fuentes históricas.
El modelo está diseñado para incluir el mayor número posible de so­
ciedades con variantes individuales, pero que pueden incluirse dentro de
la categoría general de la sociedad hidráulica. La necesidad de elaborar y
refinar el modelo general en subtipos o modelos especiales ha sido am ­
pliamente reconocida por Wittfogel, quien ha dedicado a dicha tarea una
parte importante de la obra Oriental Despotism. Existe el problema de lle­
gar a la tipificación de la sociedad hidráulica, al nivel más alto de genera­
lización compatible con la búsqueda de una explicación científica a una
sociedad peculiar y a un proceso especial de desarrollo.
Sobre la primera característica del modelo, que consiste en que la agri­
cultura hidráulica implica un tipo específico de división del trabajo social
-o de relaciones de producción- Palerm considera que estas posibilidades
son inexistentes y los campesinos deben dividir su tiempo entre las tareas
a que les somete el Estado y además a su actividad com o agricultores, lo

39 Palerm, Ángel, 1973. Obras hidráulicas prehispánicas en el sistema lacustre del Valle de
México, México, SEP-INAH, 244 pp.
36 Alba González Jácome

que les permite la supervivencia. Además, la sociedad hidráulica tiene que


proveer la existencia de un gran número de especialistas en distintos nive­
les y en diversas actividades técnicas y administrativas. La construcción
y el manejo del sistema supone el trabajo de grandes masas y su organi­
zación eficiente, sin la que resultaría imposible concebir todo lo demás.
Para Palerm, un factor que explicaba la situación de dominio de la es­
tructura tecno-administrativa era la posición estratégica de la agricultura
hidráulica dentro del sistema económico global en las sociedades precapi-
talistas. Además, había que considerar la estructura que domina el sector
estratégico de la economía y de la sociedad que está siempre en condicio­
nes de dominar la totalidad del sistema socioeconómico. En las sociedades
agrarias preindustriales los managers de la agricultura hidráulica domina­
ron a la totalidad de la sociedad.
Otra característica del modelo está en la naturaleza de su estructura
sociopolítica, que surge de la división específica del trabajo, de las relacio­
nes concretas de producción y del aparato tecno-administrativo. Pero en las
sociedades hidráulicas la estructura tecno-administrativa es centralizada,
jerarquizada y especializada; constituye de hecho el grupo dominante de
la burocracia estatal, es igual al Estado y, en este sentido, forma una ver­
dadera clase dominante. El Estado-clase de las sociedades hidráulicas
-com o comenzaba a ser llam ado- es ante todo un aparato tecno-adminis-
trativo, que por su posición dentro de la sociedad está en condiciones de
concentrar, extraer, controlar y utilizar los excedentes sociales de produc­
ción y de trabajo.
La otra cara del sistema de dominio político es su carácter monopo­
lista. El aparato tecno-administrativo desarrollado alrededor de los siste­
mas hidráulicos extiende continua y persistentem ente el ám bito de su
dominio sobre el resto de la economía agrícola: el comercio y las artesa­
nías, la fuerza de trabajo, el ejército y todos los servicios públicos. En
mayor o menor grado de intensidad, estas tendencias -considera Palerm -
se manifiestan en todas las sociedades hidráulicas.
En las sociedades hidráulicas existen muchos antagonismos y conflic­
tos sociales, pero no se encuentra una verdadera lucha de clases. En este
sentido, Wittfogel recoge y utiliza la expresión de M iliukof sobre “ ...u n
Estado que es más fuerte que la sociedad...” . Wittfogel encuentra socie­
dades que llama sencillas, donde la propiedad personal de bienes muebles
e inmuebles está por completo subordinada; sociedades semicomplejas,
donde está bien desarrollada la agricultura, pero no el comercio ni las m a­
nufacturas y sociedades complejas donde la propiedad privada está fuer­
A g u a y A gricu ltu ra 37

temente desarrollada tanto en el comercio, las manufacturas, como en la


agricultura. Además opina que la sociedad hidráulica representa un género
dentro de la vida social humana que admite dentro de él una determinada
variedad de especies.
Palerm sostiene que la sociedad oriental puede incluso llegar a inte­
grarse dentro del sistema industrial moderno, sin alterar gravemente sus
patrones básicos de organización social y de control político. En esos mo­
mentos esta reducción esquemática necesitaba ser ampliada y refinada, to­
mando en consideración el grado de concentración, o dispersión, de la
agricultura hidráulica sobre un territorio determinado. Más aún, considera
que los posibles modelos especiales o subtipos sociológicos son básica­
mente modelos estructural-funcionales. Es decir, expresan las condicio­
nes y las características esenciales de la organización, funcionamiento y
dinamia interna de la sociedad hidráulica considerada como un tipo so­
cial. En algún momento las cualidades dinámicas del modelo deben ser
subrayadas y su operación descrita explícitamente con el objeto de conver­
tirlo en un modelo de naturaleza histórica.

Una Defensa del Modo Asiático de Producción


Según Marx y W ittfogel40
(Primera parte del cuarto artículo)

Este artículo es muy ilustrativo de las implicaciones que para Angel


Palerm tuvo la aplicación del modelo del m a p en la antropología mexicana.
En primer lugar, propone que para poder llegar a una interpretación del de­
sarrollo de M esoamérica es conveniente com enzar con una síntesis del
estado de la teoría antropológica en M éxico, al com enzar la década de
194041. Contexto sin el cual, y de acuerdo con Palerm, sería difícil com ­
prender la extraordinaria influencia que ejerció sobre algunos mesoame-
ricanistas la obra teórica de Karl Wittfogel.
En segundo lugar, Palerm pasa a discutir la aplicabilidad del concepto
a los casos del Altiplano Central y al área maya, donde no existía informa­

40 Conferencia publicada en la revista Comunidad, editada por la Universidad Iberoameri­


cana AC, Vol. 25, 1970: 249-260.
41 Palerm, Ángel, “Sobre los antropólogos españoles de México desde el exilio de 1939”.
En: Comunidad, México, u i a , Vol. xn, n.” 61, 1977: 328-39.
Conferencia presentada en el Primer Congreso Español de Antropología, que se realizó en Bar­
celona, España, donde Palerm hace una historia breve de las diferentes influencias antropológi­
cas extranjeras en México desde el siglo xvi hasta la influencia marxista en el siglo xx y del
estado de la antropología en México.
38 Alba González Jácome

ción suficiente para considerar que el modelo de Wittfogel era aplicable en


esos años. Hay que considerar -p o r ejem plo- que los estudios arqueoló­
gicos sobre cuestiones como el abastecimiento de agua potable para el
consumo humano en las zonas arqueológicas conocidas, no había mos­
trado aún la existencia de sistemas para el almacenam iento del vital lí­
quido, como el de pozas recubiertas en Chiapas o el de los chultunes y los
cenotes en el área maya (Matheny 1982: 157-178) y, por tanto, tampoco
se podía hablar de la existencia clara de un urbanismo en sentido estricto.
El autor en cuestión inicia el recuento con la presencia de Franz Boas
y su influencia en una visión antropológica basada en la recolección de
hechos, a la que Palerm considera por sí misma como un procedimiento
científico insuficiente: “ ...los hechos existen sólo en tanto que están rela­
cionados con teorías y las teorías no son destruidas por los hechos, sino
que son reemplazadas por nuevas teorías que explican mejor los hechos...” .
Para nuestro autor, la tendencia antropológica de Boas era dominante, re­
comendaba la paciencia, refinar las técnicas de investigación, extender los
campos y los temas de estudio y acumular todavía mayor cantidad de datos.
La segunda corriente -netam ente evolucionista- se organizó intelec­
tualmente alrededor de Paul Kirchhoff, recibiendo sus principales influen­
cias de Gordon Childe, Julián H. Steward y Karl Wittfogel. A las que se
agregaría el impacto del libro de Childe What happened in history42 pu­
blicado en castellano en 1946, que situaba las ideas de Marx sobre el modo
asiático de producción y las de Wittfogel sobre la sociedad oriental, en el
gran marco arqueológico e histórico del desarrollo de las primeras civili­
zaciones del Viejo Mundo. Los neoevolucionistas como Julián H. Steward,
Leslie White y Gordon Childe buscaban fundam ento en la obra de los
grandes teóricos del siglo Xix, como Karl Marx y Henry Morgan; mientras
los antropólogos sociales -com o Alífed R. Radcliffe-Brown y Bronislaw
M alinow ski- se apoyaban en los trabajos teóricos de Emilio Durkheim,
Max Weber y Wilfredo Pareto.
Aunque las influencias evolucionistas llegaron con retraso a México,
para Palerm tuvieron como orígenes probables: en prim er lugar, los fun­
damentos económicos de la sociedad mesoamericana; en segundo lugar, su
estructura social y política; en tercer lugar, el fenómeno de la revolución
urbana y sus peculiaridades en Mesoamérica; en cuarto lugar, el examen
comparativo de las grandes civilizaciones originales de América con el

42 Ver Gordon Childe, Qué sucedió en la Historia. México: Fondo de Cultura Económica,
1946.
A g u a y A g ricu ltu ra 39

resto del mundo. Producto de esas inquietudes y preocupaciones, que


nunca fueron bien comprendidas por la vieja generación de profesores e in­
vestigadores mexicanos y estadounidenses, son una serie de trabajos que
ganaron un sólido lugar en la literatura científica; Arturo Monzón, por
ejemplo, escribió una tesis magistral sobre la organización social tenochca.
Desde este punto de vista, para Palerm está claro que el mayor valor de
la aplicación a Mesoamérica de la teoría de la sociedad oriental consiste en
haber promovido una serie de importantes investigaciones, cuyos resulta­
dos cambiaron la concepción del desarrollo y la naturaleza de las socieda­
des mesoamericanas. Además, el problema en su conjunto podía augurar
importantes derivaciones para la teoría general de la evolución social.
La cuestión inicial fue la planteada por los fundamentos económicos de
la sociedad mesoamericana, ya que requería el determinar la situación de la
primera condición del modelo de Wittfogel: el paso de la economía natu­
ral a la economía política. La investigación rigurosa de la agricultura in­
dígena contemporánea mostró que el testimonio etnográfico existente era
parcial, insatisfactorio y falso en muchos aspectos. Un complejo agrícola
de esa naturaleza ciertamente podía servir de fundamento económico a aque­
llas sociedades estratificadas que se caracterizaran por contar' con un sec­
tor urbano bien desarrollado. Estudios de Palerm y de sus estudiantes,
realizados en la década de 1970 le dieron la razón sobre esta cuestión para
las sociedades del altiplano central; en el área m aya el problem a tardó
mucho más tiempo en resolverse y requirió de investigación arqueológica
en zonas pantanosas y en selvas tropicales.
Además, para nuestro autor era fundamental dem ostrar que el nuevo
testimonio etnográfico no era el producto de una evolución virreinal
-com o la mera difusión e introducción de patrones y tecnología europea-
sino más bien una muestra deteriorada y a escala reducida de la agricul­
tura prehispánica. Comenzó así la búsqueda en las fuentes documentales
escritas, tanto indígenas como españolas y su uso dem ostró que eran un
filón enorme de información verídica y concreta sobre la agricultura pre­
hispánica, utilizando para ello las analogías derivadas del presente y del es­
tudio de los sistemas agrícolas practicados en las distintas regiones de lo
que antaño había sido M esoamérica.
En consecuencia, se planteó con m ayor agudeza el problem a de la
antigüedad de estos sistemas de cultivo. Palerm indica que se carecía de
evidencias arqueológicas para la época Clásica (teocrática o teotihuacana,
en el centro de M éxico) y con mayor razón para la época Arcaica (o Pre­
clásica, en el centro de M éxico). En otras palabras, la existencia de siste­
40 Alba G onzález Jácome

mas agrícolas complejos podía llevarse hasta el Arcaico o Preclásico del


centro de M éxico. Además, ya entonces era difícil negar -c o m o ocurrió
con la zona central de M éxico- la existencia de sistemas com plejos de
agricultura.
Autores como Adams, encontraban que el tratamiento de Wittfogel
sobre el problema era -con seguridad- el más insatisfactorio en toda su
discusión sobre Mesoamérica. Palerm aplica la expresión “sistemas com­
plejos de agricultura” y no se refiere, de manera estricta y excluyeme, a los
sistemas de riego típicos del Altiplano seco y quizá también de algunas
zonas altas mayas. Pero afirma que mientras esa posibilidad no fuese se­
riamente investigada, seguiría considerando la existencia de otros elemen­
tos en la determinación del fundamento económico de la civilización maya
y de la naturaleza de su estructura sociopolítica, aparte de la agricultura
de roza y de los cultivos de regadío. Estudios posteriores, de la década de
1980, mostraron la extensión e importancia de los sistemas de camellones
{drained fields, m iseá fields) en las zonas tropicales del área maya (Sie­
mens y Puleston 1972, Vol. 37 (2): 228-239).
Ya a finales de la década de 1960 el autor que discutimos en este libro
encontraba en el área maya evidencias de sistemas agrícolas semejantes a
los que se han hallado en el centro de México, a los que en su libro Histo­
ria de la Etnología denominó “agricultura de pantano”. Basaba sus ideas
al respecto en las menciones de l'uentes escritas sobre regadíos en la cuenca
del Ulúa y del Motagua; la existencia de terracerías importantes, de uso
agrícola, en la parte alta de la vertiente del Caribe y del Golfo de México,
asociadas con poblamientos de la época Clásica; las evidencias arqueoló­
gicas encontradas de buenos conocimientos hidráulicos en los drenajes y
en la captación de agua potable en algunos centros mayas clásicos, etc.
Este complejo de rasgos tecnológicos decía Palerm (1997)“ .. .debe ser ana­
lizado y su importancia económica debe ser establecida.
Angel Palerm opinaba que el problema de la agricultura maya, donde
la roza no puede ser el fundamento económico de una alta civilización43, no
debería verse como un puro y simple caso que niega la aplicabilidad de la
teoría de la sociedad oriental a Mesoamérica. El citado autor agrega que
más bien el área maya debía considerarse como una región cuyo desarro­
llo estaba repleto de posibilidades de estudio y de investigación con nuevas
ideas, nuevos métodos y nuevas teorías. La precisión legítima y obligatoria

43 Se refiere a la roza itinerante, que no permite densidades de población amplias y tampoco


la formación de ciudades.
A g u a y A gricu ltu ra 41

en el caso del Viejo Mundo no se aplica a Mesoamérica, porque con la falla


de los mamíferos -d e corral y de rebaño- característicos del Viejo Mundo,
el análisis de los sistemas de cultivo revestía en Mesoamérica una impor­
tancia mayor de la que tiene en otras regiones del mundo. Años más tarde,
su asociación con otros estudiosos de la agricultura mesoamericana y la
agricultura mexicana en el siglo xx llevarían sus ideas a una mejor com­
prensión del pasado y el presente de dichas sociedades humanas.

Una Defensa del Modo Asiático de Producción


Según Marx y W ittfogel44
(Segunda parte del cuarto artículo)

Con base en el escrito anterior, a Palerm le parece perfectamente lícito


afirmar que M esoamérica cumple de manera plena la prim era condición
esencial del modelo de Wittfogel. Es decir, la sociedad había realizado el
paso de la economía natural a la política y lo había hecho por medio de la
agricultura en una forma aún más pura que otras civilizaciones del Viejo
Mundo. Quedaba sujeto a discusión el momento y los lugares donde este
paso se realizó. Algunos investigadores lo relacionaban con el apogeo del
clásico en Teotihuacan, otros -com o P alerm - pensaban que debería lle­
varse hasta el período final del Arcaico (Cuicuilco, Tenantongo, Amelu-
can), apoyándose en la presencia de sistem as de riego y de poblados
planificados sobre cuya extensión y densidad se carecía de información
suficiente.
En este escrito, Palerm va discutir la segunda condición esencial del
modelo de Wittfogel, que se refiere al medio natural, a un ambiente carac­
terizado por la necesidad de m anejar el agua para usos agrícolas, sea por
su extrema escasez (desiertos, zonas áridas) o por su abundancia (trópico
húmedo y zonas anegadizas y pantanosas). Según los datos contem porá­
neos, se asume que el clim a de M esoamérica no ha sufrido alteraciones
esenciales por lo menos durante los últimos 1,500 años. El régimen de llu­
vias hace imposible la agricultura sin riego en más del 50% del territorio
de México: en el 30% la precipitación hace los cultivos inseguros la mayor
parte de los años; en el 10% hay sequías cada cuatro o cinco años; sólo en
aproximadamente un 7% del territorio son posibles los cultivos de tempo­
ral en condiciones razonables de seguridad.

44 Publicado en la revista Comunidad, editada por la Universidad Iberoamericana AC, Vol.


26, 1970: 360-369.
42 Alba González Jácome

Esta última área incluye las zonas tropicales lluviosas, donde el pro­
blema se encuentra particularmente en las llanuras costeras, además hay un
exceso de agua y la necesidad de drenarla. Una ilustración contemporánea
de esta última situación se encuentra en la Chontalpa tabasqueña. La aper­
tura para el cultivo de la mayor parte de esta región se ha podido hacer
sólo después de controlar las inundaciones anuales del río Grijalva y de
construir un inmenso sistema de drenaje. En escala, desde luego infinita­
mente más pequeña, esto es lo que se esperaría que hubieran hecho los po­
bladores prehispánicos. Las fuentes del período de la conquista mencionan
con cierta frecuencia la presencia de acequias en una región donde el riego
era innecesario.
Para Palerm, el panorama del medio natural -con la imprecisión que
pueda darle la extrema abundancia y variedad de microclimas y la falta de
estudios detallados- era perfectamente coherente con la extensión alcanzada
por la agricultura de riego en Mesoamérica. Para ello realizó un mapa de su
distribución geográfica, basado sólo en fuentes escritas de hasta el último
tercio del siglo xvi que incluye la totalidad del área central de Mesoamérica.
También consideraba que era coherente con la antigüedad de los sis­
temas de regadío que se remontan por lo menos a la época Arcaica o Pre­
clásica y lo era también con la enorme importancia de la irrigación moderna
en México. Finalmente, era coherente con la extraordinaria variedad de
las técnicas hidroagrícolas empleadas en la época prehispánica, que van
desde las grandes construcciones hidráulicas (presas, canales, acequias) a
las chinampas; desde ingeniosos sistemas para colectar y conservar el agua
de la lluvia, hasta la excavación de pozos y la apertura de acequias; desde
los lagos, a los sistemas con pozos, para regar a brazo las huertas. Propo­
ne que incluso los setos vivos o de piedra, la construcción de terrazas agrí­
colas y de bancales debería considerarse, en muchos casos, como la técnica
deliberada de control de la humedad del suelo y como una manera pla­
neada de retener y dirigir el agua de la lluvia.
Las exigencias del medio natural mesoamericano en términos de la
hidroagricultura, se acentúan al considerar los efectos de la irregularidad
de la temporada de lluvias y de las heladas en las tierras altas y Irías. Aún
en las zonas con suficiente precipitación, la inseguridad en cuanto al co­
mienzo de las lluvias y la posibilidad de cielos intermitentes de sequía
hace casi indispensable recurrir al riego de auxilio y de emergencia. Hay
factores como las heladas, que pueden ocurrir en épocas relativamente
tempranas en el altiplano central; por ello es vital para los agricultores
sembrar lo antes posible, aún a riesgo de sufrir sequías que se compensan
A g u a y A gricultura 43

sólo con riego de emergencia. En otras palabras, se debe visualizar una si­
tuación en la que la hidroagricultura es decisiva no sólo en las áreas des­
érticas y extrem adam ente áridas, sino tam bién en aquellas donde la
agricultura sería siempre marginal (expuesta a heladas y a sequías inespe­
radas), sin alguna forma de riego.
En opinión de Palerm, también era un factor esencial en el esquema
climático de la mayor parte de Mesoamérica, el fenómeno de la concen­
tración de las lluvias durante el verano. La alternancia de dos verdaderas
estaciones, una de lluvias y otra de secas, hace imposible obtener dos co­
sechas anuales de maíz -la planta básica de M esoam érica- aun cuando la
temperatura lo permita. El sistema de dos cosechas es posible sólo en las
zonas tropicales, con precipitaciones más prolongadas y temperaturas cons­
tantemente altas, o bien en las zonas templadas, -subtropicales en rea­
lidad-, donde se dispone de agua para el regadío.
En estas últimas zonas, que podemos com parar con los valles bajos
de Oaxaca por ejemplo, el control y manejo del agua sirve no tanto para
permitir la agricultura, (como ocurre en el desierto y en áreas de gran ari­
dez) como para poner los cultivos a salvo de las sequías esporádicas y de
las heladas tempranas, como ocurre en las zonas altas y frías con régimen
irregular de lluvias. Tampoco para abrir al cultivo los pantanos y las zonas
inundadas, como en los lagos y probablemente en la llanura costera hú­
meda, sino principalmente para casi duplicar los rendimientos agrícolas
de una superficie dada, particularmente si el riego se com bina con alguna
forma de fertilización artificial.
Las extraordinarias ventajas de la hidroagricultura en las condiciones
ambientales de M esoam érica explican por qué, una vez en posesión de
ciertas técnicas básicas, el sistem a se extendió incluso a zonas donde no
resulta vital ni necesario, excepto en términos de m ayor seguridad de las
cosechas y de multiplicación de los rendimientos. El control del agua con
fines agrícolas no fue un fenómeno aislado o de desarrollo limitado en
Mesoamérica, fue un fenómeno universal y de importancia económica fun­
damental. Quedarían fuera de esta afirmación, al menos provisionalmente,
los hogares tradicionales de la civilización maya clásica y de los olmecas
de la costa. Pero en esos años era deplorable el desconocimiento existente
sobre la tecnología agrícola maya y Palerm consideraba que la exploración
de este problema reservaba muchas sorpresas a sus investigadores.
Palerm afirmaba que se podían dar por satisfechas las condiciones pri­
mera y segunda del modelo, las que se refieren a la economía de exceden­
tes, obtenida principalmente por medio de la agricultura tecnológicamente
44 Alba González Jácome

muy diversificada y compleja, adaptada y desarrollada en un medio natu­


ral que, a pesar de su extrema variedad, se caracteriza en general por las
exigencias de tipo hidráulico que impone a los agricultores. El estudio de
la tercera condición -la escala técnica y geográfica de la irrigación- estaba
en un estado de extrema insuficiencia y oscuridad. Sería difícil expresar la
diversidad de opiniones existentes en forma de algún consenso.
Wittfogel distingue con claridad -distinción que Palerm también en­
cuentra necesaria- la agricultura hidráulica, de gran escala técnica y geo­
gráfica, de las formas menores que pueden adoptar los cultivos de regadío.
Las consecuencias sociopolíticas de unos y otros sistemas son muy diferen­
tes, aunque los resultados económicos y demográficos puedan ser seme­
jantes. La aglomeración de pequeños regadíos independientes entre sí puede
resultar tanto o más suficiente que un sistema unificado de grandes propor­
ciones. En consecuencia, puede generar excedentes importantes y permitir
altas densidades de población rural y urbana. Sin embargo, faltan aquí los
elementos de organización y de control centralizado presentes en los gran­
des sistemas hidráulicos.
Angel Palerm se enfrentó así a la necesidad de obtener mayores evi­
dencias en este sentido; pero afirmó que: cuando aparecen estructuras es­
tatales bien desarrolladas en condiciones de cultivos de temporal y de
pequeña irrigación, las fuerzas motrices del fenómeno deben buscarse
fuera de la agricultura, aunque sea ésta la que provea el principal funda­
mento económico mediante la producción de excedentes. En los grandes
sistem as hidráulicos, en cam bio, el desarrollo del aparato estatal y su
poder creciente, son elementos que marchan paralelamente a la eficiencia
y al crecimiento de la agricultura de riego.
Ya en 1951 Pedro Armillas observaba: “ .. .La mayor parte de las obras
de riego en Mesoamérica parecen haber sido empresas locales, construi­
das y mantenidas con los solos recursos de una comunidad. Esta situación
-debida en gran parte a las condiciones am bientales- pudo conducir en
algunas regiones (quizá la Mixteca) a una especie de feudalismo de tipo ja ­
ponés. . Sin embargo, a continuación agregaba: “ .. .Por otra parte, gran­
des obras hidráulicas -construcción de presas, canales, diques, acueductos
y calzadas- fueron llevados a cabo en el Valle de M éxico durante el siglo
xv, simultáneam ente con la integración y desarrollo del “Im perio” te­
niendo los recursos de varias ciudades-estado...”45.

45 En Tecnología, formaciones socioeconómicas, pp. 29-30.


A g u a y A g ricu ltu ra 45

Una lectura cuidadosa de los Formen conduce a la m isma conclusión.


Marx subrayó repetidamente el papel de las grandes extensiones desérti­
cas y de la monumentalidad de las obras hidráulicas en la formación y de­
sarrollo del estado oriental (despótico). Sin embargo, cuando tuvo que
afrontar el problem a del surgimiento de los estados caracterizados por el
modo clásico (esclavista) de producción, en buena parte sustituyó el papel
del regadío con el de la guerra y el comercio. Las implicaciones de esta hi­
pótesis nunca fueron elaboradas por el propio Marx ni por sus discípulos.
La cuestión era demasiado oscura en esos momentos para hacer algo más
que llamar la atención sobre ella.
Palerm investiga al respecto y poco tiempo después del ensayo de la
zona lacustre de la cuenca interior del Valle de M éxico y el de la región de
Texcoco, puede afirmar que la complejidad del sistema estaba dada por
varias cuestiones. La primera relacionada con la máxima extensión alcan­
zada por el cultivo de chinampas, uno de los sistemas agrícolas más pro­
ductivos que se conocen y con la necesaria construcción de un inmenso
complejo de diques-calzadas, albarradones, acequias y canales. Un se­
gundo ejemplo proviene del valle de Texcoco y estaba constituido por un
sistema de captación de agua de manantiales y de canalización de ríos,
complementado con presas, acueductos, canales, así com o por una exten­
sión considerable de terrazas y bancales agrícolas.
El complejo hidráulico del valle de México abarcaría 8.000 Km2 aun­
que no con el mismo grado de intensidad en todas partes y era comparable
con algunas concentraciones hidráulicas de Perú y del Viejo Mundo. El
problema lúe entonces saber si este fue un caso solitario -único en M esoa­
m érica- o si era un ejemplo dominante de una situación más generalizada.
La interpretación más favorecida ha sido la de tratar el valle de México
como una excepción y en función de la aplicación de un largo continuo que
identifica el predominio de esta región sobre el resto del área central me-
soamericana. Sin poner en duda el hecho de la hegemonía histórica del
valle y de las razones existentes para ello, por ejem plo la de su máximo
desarrollo hidráulico. Palerm pensaba que la agricultura de riego en otras
paites de Mesoamérica requería de una seria revisión y la información do­
cumental necesitaría completarse con el reconocimiento físico del área.
Para Palerm el ejemplo del valle de Texcoco es bien claro al respecto.
Los “jardines” de Nezahualcoyotl de las fuentes escritas, frente al recono­
cimiento del terreno se convierten en varios kilómetros de aterrazamien-
tos regados por agua llevada desde distancias considerables por canales y
grandes acueductos y las “huertas” de la llanura resultan ser extensas su­
46 A lba González Jácome

perficies regadas desde varios ríos, a los que se rectificaron los cauces ori­
ginales. Resulta perfectamente legítima la pregunta de si no ocurriría lo
mismo en lugares como el valle de Cholula y Tlaxcala, con 4.000 Km2 de
extensión cada uno, que en repetidas ocasiones disputaron la supremacía
política del valle de México; en Michoacán, cuyo Estado resistió con éxito
los intentos mexicas de conquista, en Morelos y Oaxaca.
Por otra parte, aun sin alcanzar la m onumentalidad de las obras hi­
dráulicas de la cuenca interior de México, la interconexión de los siste­
mas de riego en algunas zonas, abarcando un núm ero considerable de
pueblos, puede haber establecido notables exigencias de organización y
control centralizado. En opinión de Palerm, ambas posibilidades estaban
abiertas y deberían ser exploradas. De cualquier manera, el hecho a su­
brayarse es que, cuando menos en una región, precisamente en un área
clave del desarrollo mesoamericano - y tal vez también en otras- se cum ­
pla plenamente la tercera condición del modelo de Wittfogel.
Palerm resume así las evidencias en Mesoamérica que aún no contes­
taban dos preguntas que forman parte de un sólo y grave problema. En
primer lugar, ¿cuál es la cronología absoluta de los sistemas hidráulicos,
como algo diferente en sus consecuencias sociopolíticas de la pequeña
irrigación, cuya antigüedad puede llevarse con seguridad hasta finales del
Preclásico? En segundo lugar, ¿cuál es la relación entre los sistemas hi­
dráulicos de gran densidad y extensión territorial y la naturaleza de la es­
tructura sociopolítica en el centro de Mesoamérica? Palerm proponía dos
categorías distintas de supuestos; aunque el grado en que algunos investi­
gadores se inclinan por una u otra de ellas parece tener más que ver con
sus posiciones intelectuales y hasta políticas que con un completo análi­
sis objetivo de la información factual (o de la falta de ella).
Si los sistemas hidráulicos estuvieron limitados al valle de M éxico y
si su desarrollo fue una obra tardía, entonces fenómenos tales como los
estados centralizados, el urbanismo y otros tendrían que ser explicados a
partir de un complejo de causas en el cual la hidroagricultura constituye un
factor entre otros posibles, tales como el comercio, la guerra, la facilidad
de transporte por agua, la religión, etc. Las grandes obras hidráulicas, en
este caso, deberían verse como el producto de Estados ya organizados,
empeñados en explotar y desarrollar al máximo las potencialidades agrí­
colas de una región, para aumentar' su poder económico, demográfico y po­
lítico. En este proceso los Estados mismos y toda la sociedad tuvieron que
sufrir transformaciones comparables, en cierto modo, a las que sufre un
país moderno en el trance de la industrialización. Palerm y W olf propusie­
A g u a y A g ricu ltu ra 47

ron esta clase de interpretación para la región de Texcoco, cuyo desarro­


llo hidráulico tardío (siglo xv) bajo el impulso del Estado la convirtió de
un área secundaria en uno de los tres grandes centros de poder del valle
de México.
Nuestro autor en cuestión prefiere manejar la hipótesis -susceptible de
demostración factual- de que los centros urbanos clásicos -com o Teoti-
huacan-, que fueron a la vez cabeceras de estados territoriales importan­
tes, contaron además de la base económica, con la motivación
organizadora provista por una verdadera agricultura hidráulica y no sim­
plemente por pequeños sistemas locales de regadío. Esta posición se pro­
duce a partir del escepticismo provocado por las experiencias pasadas con
respecto a prejuicios tradicionales de muchos antropólogos sobre la agri­
cultura, el regadío y el urbanismo en Mesoamérica. De este modo, la falta
de evidencias positivas para Palerm podrían indicar sencillamente -a l igual
que en el pasado- defectos en las técnicas de investigación, la existencia
de prejuicios arraigados, o bien la ausencia de interés en buscarlas.
En estos momentos, es necesario dar al lector los textos directos es­
critos por Ángel Palerm, para que juzgue con su propio criterio las ideas
que dieron lugar a la conformación de un modelo teórico que se ha apli­
cado en la obtención de información y en el análisis de los orígenes del
urbanismo y el Estado en Mesoamérica. Es en particular importante des­
cubrir en ellos el surgimiento de un modelo de interpretación de la evolu­
ción social muy com plejo, que relacionaba aspectos de naturaleza
ambiental, social, política, dem ográfica y cultural. Estos elem entos se
comprenden solamente a partir del estudio del papel que el agua y la agri­
cultura tuvieron en este proceso.

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