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Caso
Leonard Prescott, vicepresidente y director general de Weaver- Yamazaki
Pharmaceutical de Japón, considero que John Higgins, su asistente
ejecutivo, estaba perdiendo eficacia para representar a la empresa matriz
estadounidense debido a su extraordinaria identificación con la cultura
japonesa (el mapa 2.5 ilustra a Japón y la tabla 2.2 muestra las costumbres
laborales de Japón).
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eran prometedoras sobre todo gracias al mejoramiento constante del
nivel de vida en Japón.
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Higgins se sentía feliz de regresar a Japón, no sólo por el amor que le tenía
al país, sino también por la oportunidad de mejorar la imagen de
“americano feo” que existe en el extranjero. Su habilidad con el idioma y
su interés en Japón le permitió mezclarse con amplios segmentos de la
población japonesa. Observó con desdén que los gerentes
estadounidenses trataban de imponer sus sistemas de valores, ideales y
patrones de pensamiento a los japoneses.
Las responsabilidades de Higgins, tanto bajo la dirección de Prescott como
de la de su predecesor, incluían resolver problemas de la empresa con
clientes japoneses importantes, asistir a juntas comerciales, negociar con
funcionarios gubernamentales, dirigir la investigación de mercados y
ayudar con la administración diaria. Ambos gerentes generales solicitaron
su consejo en muchos problemas administrativos difíciles y complejos y lo
consideraban un hombre capaz. Sin embargo, Prescott comenzó a sentir
preocupación por la actitud y la forma de pensar de Higgins. Consideraba
que Higgins se había conformado a la cultura japonesa a tal grado que
había perdido el punto de vista estadounidense. Se había "vuelto nativo" y
esto daba como resultado una pérdida considerable de eficacia
administrativa.
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los empleados. Muchos empleados también se quejar con Higgins de una
nueva política para el personal, que Prescott instituyó, que eliminaba los
ascensos basados en la antigüedad: consideraba, en cambio, las
evaluaciones de los subordinados por sus superiores. Los empleados
pidieron a Higgins que intercediera a favor de ellos y él así lo hizo,
insistiendo en que las demandas de empleados eran justificadas.
Aunque Prescott consideraba que era útil conocer los sentimientos de los
gerentes de nivel medio de Higgins, le disgustaba tener que tratar a
Higgins como un adversario más que como a un aliado. Prescott vacilaba
en pedir la opinión de su asistente porque éste invariablemente
cuestionaba los cambios que eran contra la norma japonesa. Prescott
creía que estaban ocurriendo cambios dinámicos en la cultura y las
costumbres japonesas tradicionales y confiaba en que muchos japoneses
no estuvieran atados a los patrones culturales existentes tan rígidamente
como Higgins creía que estaban. De hecho, los subordinados japoneses
estaban más dispuestos que Higgins a probar nuevas ideas. Prescott
pensaba además que no servía de nada que una empresa progresista
simplemente imitara las costumbres locales, ya que consideraba que la
contribución real de la empresa a la sociedad japonesa era la introducción
de innovaciones.
Otros incidentes hicieron que Prescott dudara de la capacidad juicio de
Higgins. Uno fue el despido de un gerente que, según opinión de Prescott,
carecía de iniciativa, liderazgo y capacidad gerencial. Después de dos años
de insistencia continua de parte de superiores, incluyendo a Prescott, el
gerente aún mostraba poco interés en mejorar. Tanto Higgins como el
gerente de personal se opusieron rotundamente al despido porque la
empresa nunca antes había despedido a nadie. Además argumentaban
que el empleado era leal y honesto, y que la empresa tenía la culpa en
parte porque lo conservó durante los últimos 10 años sin cuestionar la
falta de competencia. Unas semanas después del despido, Prescott se
enteró de que Higgins había intercedido a favor del empleado despedido,
por lo que Yamazaki Pharmaceutical lo transfirió a su propia operación.
Cando fue confrontado, Higgins dijo que hizo lo que se esperaba de un
superior en cualquier empresa japonesa al garantizar la continuidad del
empleo de un subordinado.
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Japón. En muchas ocasiones, amigos de Prescott de empresas
estadounidenses le decían que lo envidiaban por tener como asistente a
un hombre con las capacidades de Higgins. Sin embargo, Prescott creía
que Higgins sería mucho más eficiente si tuviera una actitud objetiva hacia
Japón, Desde el punto de vista de Prescott, el mejor ejecutivo
internacional era el que seguía creyendo en los fundamentos del punto
vista doméstico y al mismo tiempo comprendía las actitudes extranjeras