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APUNTES DE
INVESTIGACIÓN: JOBERT Y CANSELIET EN ESPAÑA
En 2017 se cumplía “otro” 50º aniversario[1], el de la primera edición
en español por Plaza & Janés de El misterio de las catedrales de
Fulcanelli, obra legendaria que resultaba familiar para los aficionados
a los misterios por las referencias, tanto al libro como a su autor, en El
retorno de los brujos, de L. Pauwels y J. Bergier. Buena muestra del
impacto de ésta última entre el público hispano fueron las sucesivas
ediciones en los años 60, así que no es extraño que la editorial
barcelonesa se decidiera a lanzar en 1967 una versión del libro que los
seguidores del Realismo fantástico buscaban con avidez. Y tal vez no
por casualidad, los dos primeros volúmenes con que arrancó la mítica
colección Otros Mundos a finales de aquel año, fueron una reedición
del Retorno y El misterio de las catedrales, ambos traducidos
además por la misma persona, José Ferrer Aleu.
El libro había visto la luz por primera vez en Francia en 1926, editado
por Jean Schemit con una tirada de 300 ejemplares primorosamente
ilustrada por el pintor Jean Julien Champagne[2]. Firmaba el prólogo
un joven de apenas 27 años llamado Eugène Canseliet, que se
presentaba como discípulo del autor. Aquella primera edición pasó
casi desapercibida en el París de entreguerras, salvo entre los
entusiastas de la alquimia y el ocultismo que proliferaban en la capital
francesa.
La tesis defendida por Fulcanelli era que las catedrales góticas
constituían verdaderos “libros de piedra” que reflejaban los principios
de la sabiduría hermética abiertamente, pero a través de símbolos
incomprensibles para los no iniciados. Se afirmaba que el Arte Gótico
derivaría del término argot, un lenguaje secreto sólo conocido por
unos pocos (algunos hablaban de la “lengua de los pájaros”), y que la
luz solar filtrada al interior de las catedrales poseería propiedades
curativas debido a ciertas características especiales de las vidrieras.
Las reediciones de El misterio de las catedrales en Francia, España,
etc. durante este medio siglo, corroboran el éxito de un libro que ha
atraído a miles de lectores, pese a que la crítica historiográfica ha ido
poniendo las cosas en su lugar: para José Luis Corral, catedrático de
Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza[3], Fulcanelli p. ej.
confundió esculturas decimonónicas labradas durante las obras de
restauración en Notre Dame de París, con “genuinas” tallas
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medievales, y lo mismo le ocurrió con las vidrieras que, excepto el
rosetón de la cara norte, tampoco eran de la edad media. Al margen
de su obra, la fascinación que aún hoy despierta Fulcanelli sería el
misterio que le rodeó en todos los aspectos, desde su intrigante
personalidad hasta su enigmática desaparición.
Mucho se ha especulado acerca de su verdadera identidad,
postulándose un nutrido abanico de candidatos: se sospechó
principalmente del prologuista (Canseliet) y del ilustrador
(Champagne), así como del Doctor Jobert (de quien me ocuparé a
continuación) y varios aficionados a la alquimia y el ocultismo del
primer cuarto del siglo pasado como Pierre Dujols, Paul Decoeur,
Camille Flammarion, René Schwaller de Lubicz, etc. También se
pensó que tras el pseudónimo se hallaría un grupo de ocultistas y
alquimistas que se hacía llamar “Los Hermanos de Heliópolis”, ya que
Fulcanelli les dedicó su obra. El hecho de que en Sevilla exista un
barrio del mismo nombre, y que E. Canseliet afirmara haberse
encontrado años después con su maestro en la capital andaluza o sus
alrededores, ha servido para proponer hasta un candidato nacional
para ser Fulcanelli[4]: nada más y nada menos que el Infante Carlos
de Borbón-Dos Sicilias, padre de la condesa de Barcelona y por tanto
uno de los bisabuelos del rey Felipe VI.
Vamos a detenernos en los dos del título, que viajaron por España en
épocas y por motivos diferentes, con todo tipo de comentarios y
discusiones entre los estudiosos de Fulcanelli.
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Siguiendo los pasos del investigador galo Christian Attard[6], autor
de la más completa reconstrucción biográfica que yo conozca de este
personaje, diremos que Jobert empezó a ser rescatado del olvido a
partir de 1962, cuando en la revista Initiation et science, un
colaborador escondido tras el apodo de Logos-Galaton (cuyo
verdadero nombre sigue en entredicho) se preguntaba en un artículo
titulado “Fulcanelli, hipótesis y reflexiones de un amigo de la Estrella
Polar”, qué le sucedió al ciudadano Dousson, más conocido por el
pseudónimo del ‘Doctor Jobert’, desaparecido una mañana
cualquiera de su apartamento en la calle Rosalie hacia 1913. Retenga
el lector este dato, pues queriendo o sin querer, el tal Logos-Galaton
dijo algo importante.
Otros autores, como E. Canseliet, reiteraron la misteriosa
desaparición de Jobert, pero retrasándola cinco años, a 1918[7].
Con el tiempo, la reivindicación de Jobert llegó al extremo de incluirle
en la abultada lista de posibles candidatos a ser Fulcanelli[8] y entre
los más famosos alquimistas del siglo XX[9].
A partir de aquí, algunos investigadores franceses, como C. Attard,
comenzaron a desandar el camino y poner un poco de orden en la
azarosa biografía de Alphonse Pierre Hippolyte Dousson, verdadero
nombre del “doctor Jobert”.
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de unas fotografías facilitadas por el inventor. Al no poder localizarla
en las señas que les había dado, acudieron para informarse a la
Gendarmería más cercana, donde no sólo les dieron la localización
correcta sino que la supuesta factoría de las fotos era una central
eléctrica que suministraba a todos los pueblos de la zona… Sir Julius
y Oates subieron al primer tren para París y en cuanto llegaron
presentaron una denuncia en la Policía. Y todo terminó de venirse
abajo cuando un joyero persa declaró que vendió al francés
diamantes, los mismos que Lemoine anunció haber conseguido con el
“carbón azucarado”.
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Jobert.- Mediante la “vía húmeda”… pues sepa usted que el
“polvo de proyección”, que no es otra cosa que una especie de
energías pulverizadas, no es mi único secreto.
Juez.- ¿Y qué pide usted a cambio?
Jobert.- Oh… simplemente un laboratorio donde me
dedicaría a interesantes experimentos.
Juez.- Bien, ya veo… ¡Agente, llévese al inculpado y
devuélvalo a su celda!
Una vez finalizada la instrucción, el juez decidió remitir el expediente
de Dousson-Jobert para enjuiciamiento al Tribunal Correccional
(órgano judicial francés similar a nuestros Juzgados de lo Penal y
Audiencias Provinciales), abriendo acusación contra él por los delitos
de estafa y ejercicio ilegal de la medicina. Las crónicas señalan que
Jobert no se presentó a la vista, celebrada por tanto en su ausencia, y
con la intervención de un perito designado por el Tribunal, un
ingeniero químico llamado Léon Masson, para responder varias
preguntas sobre la alquimia y sus procedimientos. Veámoslas:
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dirigir el grupo teosófico español al menos hasta 1914, fue uno de los
principales colaboradores, con artículos propios, de la revista Sophia.
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Lo que sí sabemos es que José Xifré Hamel murió en 1920 en París
con sólo trescientos francos en los bolsillos[17], y que su antiguo
protegido dejó el mundo de los vivos en la capital francesa sólo un año
después y posiblemente en similar penuria económica. Triste destino
para uno de los candidatos a Fulcanelli (o fulcanellizables), aunque
sería muy interesante profundizar la investigación sobre los últimos
años, ciertamente “perdidos”, de ambos personajes. Por nuestra parte
no quedará.
Viajes con Canseliet
El prologuista de Fulcanelli aseguró haberse encontrado con su
maestro pasado un cuarto de siglo desde su presunta desaparición
hace 1925, en vísperas de publicarse El misterio de las catedrales.
Lo curioso es que aquel reencuentro no habría acontecido en París o
cualquier otro escenario de la geografía francesa… sino más alla de
las fronteras: en España, y más concretamente en Sevilla o sus
alrededores.
La controversia entre los estudiosos del tema y “fulcanellianos” en
general sobre las fechas de aquel viaje, la localización del lugar donde
ambos se encontraron, y otras circunstancias de tan espinosa cuestión
no ha cesado. Y sin descartar que todo hubiera sido una fantasía más
o menos elaborada por Canseliet.
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En 1981 Canseliet publicó unas “Memorias alquímicas” por capítulos
en el número 14 de la revista La Tourbe des Philosophes, donde
aclararía el sentido de la expresión de marras: “(…) a mi regreso de
España, donde había podido esclarecer… gracias a los limpios y
propicios cielos de Andalucía (…) Sin duda alguna, yo había recibido
allí abajo, más allá de las fronteras…”
La primera versión conocida del viaje tampoco ayuda demasiado,
puesto que aparece en forma de relato publicado por el escritor
Claude Seignolle, amigo de Canseliet y que pretendía publicar esta
extraña historia en una recopilación de testimonios más o menos
fantásticos pero con la condición de que no apareciera el nombre del
protagonista.
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mascarada o fiesta de disfraces. Aquella noche se acostó y no volvió a
pensar en el incidente.
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persuasivo si cabe: en un largo paseo con densa vegetación, una joven
dama, una reina, caminaba, portando el collar del Toisón de oro y
seguida de una dueña. Todo esto muy vivo, muy luminoso. La joven
dama me hizo un cálido gesto con la cabeza, y estuve seguro de que
Fulcanelli me susurraba “¿me reconoces?”, a lo que le respondí “Sí”.
Pero no sabría cómo traducir esta certeza…”
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que en otras declaraciones Canseliet afirmaba que cuando volvió a ver
a Fulcanelli éste tendría 113 años, y dependiendo de los años de
nacimiento del “fulcanellizable” de turno, no daba lo mismo 1951, que
1952, 1953 ó 1954.
Pero lo cierto es que aparte de ser visible el año 1953 en el matasellos
del sobre, hay un elemento indirecto que lo confirmaría: la visita del
presidente de Portugal que Canseliet comentaba como de pasada a su
amigo Lebesgue, un notable lusófilo que se había escrito con ex-
presidentes portugueses como Teófilo Braga, Bernardino Machado o
Manuel Teixeira Gomes. Pero Canseliet no debía estar al corriente de
las interioridades de la política portuguesa, pues confundió al
presidente del Consejo de Gobierno, Oliveira Salazar, con el militar
que el aquel momento ostentaba la jefatura del estado, despiste
explicable por los veinticinco años que llevaba Salazar ocupando su
cargo.
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[3]Autor de la novela Fulcanelli. El dueño del secreto, Ed. Marlow,
Barcelona, 2008.
[4]Hipótesis desarrollada por Javier Corzo Sánchez en La identidad
de Fulcanelli (Ed. Círculo Rojo, Almería, 2016).
[5]Artículo titulado “Les faiseurs d’or”, en Je sais tout, Vol. VIII, 15
Septembre 1905.
[6]Ver en su blog Reinedumidi, las entradas sobre Alphonse Jobert e
Hippolyte Dousson, ésta última fechada en Diciembre de 2012.
[7]Canseliet, Eugène: Deux Logis alquimiques, Jean-Jacques
Pauvert Ed., París, 1979.
[8]Khaitzine, Richard: Fulcanelli et le cabaret du Chat Noir:
Histoire artistique, politique et secrète de Montmartre, Ed. Ramuel,
París, 1997.
[9]Dubois, Genevieve (coord.): Los alquimistas del siglo XX, Eds.
Obelisco, Barcelona, 2002.
[10]Consulta de la entrada “Alphonse Jobert” en la Wikipedia el
18/6/2018.
[11]Félix Grimaldi había sido secretario particular del cardenal Jean
Baptiste Pitra, y autor de Les Congrégations romaines. Guide
historique et pratique (Sienne, 1890), donde criticaba en tono
irónico algunos hábitos y vestimentas del clero romano, razón por la
cual su obra fue incluida en el Índice de libros prohibidos en 1891.
[12]Editado en 1919 con el título de Pastiches et Mélanges. Hay
también versión española (El escándalo Lemoine), publicada en las
editoriales Ático de los Libros (2010) y Funambulista (2012).
[13]Información y detalles extraídos de varios periódicos franceses,
principalmente Le Figaro y Le Petit Parisien del 24/7/1912, y de La
Lanterne del 26/7/1912. Conviene precisar que el diálogo entre el
instructor y el inculpado se parece demasiado a uno de los que
mantuvo Jobert con Ibels en Je sais tout.
[14]Rodríguez Guerrero, José: La Alquimia en España durante el
Período Modernista a través de sus Libros, artículo publicado en la
“Revista Azogue”, 5, 2007.
[15]Editada por Librería General de Victoriano Suárez, Madrid,
1929.
[16]Méndez Bejarano, Mario: Historia de la filosofía en España
hasta el siglo XX – Ensayo, Ed. Renacimiento, Madrid, 1929.
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[17]Así lo aseguraba César González Ruano en un extenso artículo de
acerada pluma dedicado al “extraño y estupendo caballero D. José
Xifré y Hamel”, publicado en La Libertad el 1/2/1929.
[18]Canseliet, Eugène: Alchimie – Études diverses de Symbolisme
hermétique et de pratique Philosophale, Jean-Jacques Pauvert Ed.,
París, 1964.
[19]Seignolle, Claude: Invitation au château de l’étrange, Ed.
Maisonneuve et Larose, París, 1969.
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