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Índice

Pág.

I. Resumen ……………………………………………………………………… 3

II. Introduccion …………………………………………………………………...5

III. Desarrollo ………………………………………………….............................6

IV. Conclusiones ……………………………………………………………….….14

V. Bibliografia …………………………………………………………………....15
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I. RESUMEN:

El análisis de La rebelión de las masas se enmarca dentro de un comentario global de


esa importante obra. Destacar los problemas de este comienzo es la condición para
subrayar el importante mensaje que se nos ofrece en el resto del libro, donde el
concepto de masa es fundamentalmente de carácter moral. Para poder llegar al
verdadero significado de La rebelión de las masas, como un fino análisis del alma
vulgar que domina en la escena pública, es preferible afrontar los equívocos que este
comienzo suscita, porque sólo así podremos extraer el jugo de los magníficos análisis
que seguirán en las partes procedentes de 1929, porque aún nos siguen interpelando.

Ortega, define a las masas por contraposición a las minorías y llega a la


conclusión de que la crisis de la civilización occidental se debe al imperio de los
hombres - masa en la actualidad. Según él, el hombre del siglo XX goza de todos los
derechos y avances que se conquistaron a lo largo de la centuria anterior, pero es
incapaz de aceptar ningún deber, y por ello el mundo está abocado a la barbarie,
encarnada por las formas totalitarias enemigas del liberalismo: el fascismo y el
comunismo. Como solución a esta tendencia el autor propugna la creación de los
Estados Unidos de Europa.

La rebelión de las masas plantea el peligro que constituye el denominado


“hombre - masa” para el devenir de la cultura europea. Partiendo de la constatación de
una opinión pública europea, la cual viene determinada por el sentimiento de un pasado
común y un futuro que inevitablemente tendrá que ser compartido, Ortega plantea una
salida posible al estado de abnegación en el cual se encuentra el pueblo europeo.
Dicha salida vendría dada por la creación de un “artefacto estatal” representante de
dicho poder público europeo ya existente. En cierto sentido, ateniéndonos al texto
orteguiano, bien puede pensarse que el hombre-masa continúa operante, pues la mera
unión monetaria de los Estados europeos no conseguirá deshacernos del malestar
actual sin una verdadera unión social de los pueblos; algo que pudieran corroborar los
acontecimientos y el contexto presentes.

Palabras claves:
Muchedumbre, Dictadura, Globalización, Masa, Colectividad, Liberalismo, Fascismo,
Comunismo y Rebelión.
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ABSTRACT:

The analysis of the first chapter of The Revolt of the Masses is part of a global comment
on that important work. Highlighting the problems of this beginning is the condition to
underline the important message offered in the rest of the book, where the concept of
mass is fundamentally of moral character. In order to reach the true meaning of The
Revolt of the Masses, as a fine analysis of the vulgar soul that dominates in the public
scene, it is preferable to confront the misunderstandings that this beginning raises,
because this way we can extract the core of the magnificent analyses that continue in
the parts coming from 1929, as they still concern us.
Ortega, defines the masses as opposed to minorities and comes to the
conclusion that the crisis of Western civilization is due to the empire of mass men today.
According to him, the man of the twentieth century enjoys all the rights and advances
that were conquered over the previous century, but is unable to accept any duty, and
therefore the world is doomed to barbarism, embodied by totalitarian forms enemies of
liberalism: fascism and communism. As a solution to this tendency, the author
advocates the creation of the United States of Europe.
The rebellion of the masses raises the danger that constitutes the so-called
"man-mass" for the future of European culture. Based on the observation of a European
public opinion, which is determined by the feeling of a common past and a future that
will inevitably have to be shared, Ortega poses a possible solution to the state of self-
denial in which the European people are. Said output would be given by the creation of
a "state artifact" representing that already existing European public power. In a certain
sense, according to the Ortegan text, it may well be thought that the mass-man
continues to operate, since the mere monetary union of the European states will not
succeed in getting rid of the present malaise without a true social union of the peoples;
something that could corroborate the present events and context.

Keywords: Crowd, Dictatorship, Globalization, Mass, Collectivity, Liberalism, Fascism,

Communism and Rebellion.


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II. INTRODUCCION:

La rebelión de las masas es el libro más famoso de Ortega. Este pequeño libro se ha
convertido en uno de los grandes libros de nuestro tiempo. Se publicó por primera vez
en 1930, su vitalidad no ha hecho sino crecer. Durante los años veinte y treinta del
siglo XX, José Ortega formuló una serie de críticas a la sociedad de su tiempo, un
diagnóstico de la situación de Europa, que ahora sabemos, era sólo la anticipación de
la Segunda Guerra Mundial y de una serie de crisis planetarias que le dieron la razón
en muchos sentidos.

La tesis central del libro es que las masas se han rebelado. El autor señala que,
desde el principio de los tiempos, toda sociedad humana ha constado de dos partes
fundamentales: los excelentes y las masas. Los excelentes son aquéllos hombres que
por su esfuerzo y compromiso adquieren cualidades sobresalientes y se ennoblecen.
Por lo tanto, es natural que estén destinados a ejercer el mando de los pueblos en que
nacen.

De esta manera, el autor hace una defensa elemental de la aristocracia. El


aristócrata para Ortega es el mejor hombre de su tiempo, y por tanto la expresión
carece de todas las connotaciones negativas que suele tener en nuestra época. No
se trata de una perspectiva clasista, pues la aristocracia no está cerrada para ningún
individuo, siempre que éste decida ser excelente.

Un aspecto que Ortega no alcanzó a predecir hasta nuestros días fue el auge
del mercado. En su escrito, prevé un mundo tal como ocurrió en las décadas que
siguieron a aquel presente. Sin embargo, el imperio del estado de las masas decayó,
víctima de su ineficiencia para controlar la economía. Esto no significa que las
instancias privadas, que son las que la dirigen hoy día hayan hecho un mejor papel
en satisfacer el ansia de igualdad material del hombre-masa, y que está claramente
perfilado en la base moderna del progreso. Sin embargo, la fórmula del liberalismo
económico se impuso como el instrumento de las élites para constituir una nueva
forma de autoridad, más funesta aún en tanto que menos democrática. Ortega ofrece
brillantes muestras de profecía en el texto. Predice con certeza la Unión Europea, tras
la caída del poder europeo en el mundo, y no duda en calificar a Estados Unidos de
pueblo primitivo, en el que la técnica no está acompañada de la sabiduría para darle
orden.
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III. DESARROLLO:

Este texto tiene detrás, en orden cronológico, las consideraciones de Jesús Díaz sobre
algunos textos problemáticos de La rebelión de las masas; en segundo lugar, otro texto
también muy crítico de Aranguren sobre el mismo libro de Ortega; en tercer lugar, está
escrito en el marco de mis trabajos de un comentario amplio al libro de Ortega en el
que vengo trabajando, con no mucha continuidad, pero que retomo cada tanto para
concluirlo, desde hace muchos años, exactamente desde 1992. Dentro de todo este
contexto se enmarca en mi deseo de explicar o comprender, por un lado, la presencia
de algunas teorías o textos que suscitan inquietud y, por otro, la seguridad de que en
el libro de Ortega se nos ofrece un análisis penetrante de un tipo de ser humano muy
presente en nuestra sociedad y que ha transmitido su modo de ser a las instituciones
de diverso tipo. Por lo que resulta un libro sumamente actual, por más que mi análisis
demuestre que su comienzo es poco logrado. Respecto a ese comienzo, además,
tenemos que tener muy en cuenta que fue escrito antes de 1928, y que, con algunas
oportunas modificaciones, lo reutilizó como primer capítulo de su famoso libro. La fecha
es decisiva, porque hace referencia a su lectura de Ser y tiempo de Heidegger a finales
de 1927.

Pero antes de seguir, quiero que conste una advertencia para que mi texto no
sea malentendido. Ha sido usual en relación con Ortega y Gasset confundir algunas
de sus teorías y sobre todo de sus compromisos políticos, principalmente durante la
Dictadura de Primo de Rivera, luego durante la Guerra Civil y, posteriormente, durante
la Dictadura de Franco, con veleidades fascistas. Bajo ningún concepto querría que la
crítica que aquí hago en exclusiva del comienzo de La rebelión de las masas diera pie
ni apoyo a esa opinión. Por eso quiero dejar claras dos cosas ya desde el principio:
Ortega confiesa en este mismo capítulo que la democracia liberal, es decir, la
democracia representativa, es el único sistema aceptable, el menos malo posible, el
único que está a la altura de los tiempos, de manera que cualquier otro es una pérdida
de nivel o, lo que es lo mismo, un anacronismo, por tanto, la vuelta a un tiempo
superado.

Esto ocurre con el bolchevismo y el fascismo, es decir, con movimientos en los


que el Estado o una clase que se ha apropiado del mismo se arrogan la capacidad de
decidir sobre la vida del resto de la población, sin darle la posibilidad de elegir a
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aquellos. Los movimientos totalitarios son anacronismos. Eso no quiere decir que la
democracia representativa, como logro de un nivel histórico, esté asegurada y que
cualquier práctica de la misma sea indiferente y no criticable. Nada más lejos de la
realidad: la democracia, como una de las cosas más delicadas que la historia ha
producido, siempre está en peligro. No tener conciencia de esto es uno de los más
insistentes reproches orteguianos a la intelectualidad. Justo el modo como se vive la
democracia puede llevar o llevará a esos movimientos totalitarios que la suprimen.
Ahora bien, la teoría del nivel histórico implica que los valores puestos en juego en ella
son un criterio válido para juzgar los otros movimientos, que desde el nivel histórico
serán vistos como caídas que antes o después serán neutralizadas por la historia.

Ésta ha dado la razón a Ortega, así como los avatares de principios del siglo
han vuelto a dar la razón a Ortega sobre el riesgo de no respetar la democracia
representativa, bajando la guardia sobre los peligros que la acechan. Y una vez
aseguradas estas tesis, sigamos con nuestra consideración, en la que pretendo
someter el texto de Ortega a un análisis de bisturí.

Veamos el ejemplo que pone Ortega como contraposición, de que no sería masa
“un hombre humilde” que reconoce que “no posee ninguna calidad excelente”. Ese
reconocimiento le salva de ser masa. Por tanto, parece que para ser masa hace falta
no tener conciencia de que no se tiene cualificación especial, “calidad excelente”. Esa
definición plantea un problema. Todos somos no cualificados respecto a todo excepto
a aquello en que somos cualificados, que será una, dos o tres cosas como máximo.
Sabemos que no somos expertos en la inmensa mayoría de oficios y técnicas que
existen en la sociedad, por ejemplo, medicina, agricultura, deporte, jardinería,
albañilería, fontanería, política, etc., etc. ¿Quiere decir que no somos masa por saber
que no somos especialistas en ese sentido? En esas cosas, que abarca la inmensa
mayoría de las capacidades que se dan en una sociedad con una división del trabajo
tan complicada como son las sociedades contemporáneas, la inmensa mayoría no sólo
no es experta, sino que lo sabe. La pregunta está entonces si se le aplica o no la frase
de Ortega, de manera que, puesto que todos lo reconocemos, ya no somos masa. La
inmensa mayoría coincidiremos en no ser personas cualificadas en técnicas forestales
y en reconocer que no tenemos talento o preparación para manejarnos en esa técnica.
En ese terreno ya no seríamos masa. Sin embargo, en ese terreno seremos hombre
medio, mostrenco social y vulgares, porque pertenecemos al vulgo. Y quien pone ese
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ejemplo puede citar cualquiera de los seguramente miles de competencias que existen
en la sociedad, para las cuales la inmensa mayoría se sentirá, como ese hombre
humilde que no es masa, “mediocre y vulgar, mal dotado

La rebelión de las masas abre una multitud de posibilidades. Existiría un lado


positivo en dicha rebelión, como sería la toma de posesión de un destino histórico
compartido por parte de las masas. Sin embargo, se sospecha que ese no será el caso,
pues más que conducir a una nueva existencia colectiva, dicha rebelión conduce a
cierta forma de primitivismo. El hombre-masa confunde civilización y Naturaleza, pues
piensa que la civilización se basta por sí misma, que no necesita de un saber histórico
que evite errores pasados. De ahí que Ortega lo defina como el “señorito satisfecho”,
un aristócrata heredero cuya función es la mera representación de un pasado glorioso
para él desconocido.

El hombre - masa sabe que el Estado está ahí para protegerle, pero es incapaz
de ver su carácter artificial de creación humana. Al considerar al Estado como anónimo
se siente a sí mismo anónimo y cree que el Estado es cosa suya. El peligro es la
anulación de la espontaneidad histórica, pues el Estado se pone al servicio del hombre-
masa, que accionará los resortes estatales cuando sienta que alguna minoría le
desconcierta.

El hombre-masa se siente perfecto. Un hombre de selección, para sentirse


perfecto, necesita ser especialmente vanidoso, y la creencia en su perfección no está
consustancialmente unida a él, no es ingenua, sino que llega de su vanidad, y aun para
él mismo tiene un carácter ficticio, imaginario y problemático. Por eso el vanidoso
necesita de los demás, busca en ellos la confirmación de la idea que quiere tener de sí
mismo. De suerte que ni aun en este caso morboso, ni aun «cegado» por la vanidad,
consigue el hombre noble sentirse de verdad completo. En cambio, al hombre mediocre
de nuestros días, al nuevo Adán, no se le ocurre dudar de su propia plenitud. Su
confianza en sí es, como de Adán, paradisíaca. El hermetismo nato de su alma le
impide lo que sería condición previa para descubrir su insuficiencia: compararse con
otros seres. Compararse sería salir un rato de sí mismo y trasladarse al prójimo. Pero
el alma mediocre es incapaz de transmigraciones -deporte supremo.
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Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe entre el tonto
y el perspicaz. Éste se sorprende a sí mismo siempre a dos dedos de ser tonto; por
ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste
la inteligencia. El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece discretísimo,
y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se asienta e instala en su propia
torpeza Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que
habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato
más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros
modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France
que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa
algunas veces; el necio, jamás.

No se trata de que el hombre-masa sea tonto. Por el contrario, el actual es más


listo, tiene más capacidad intelectiva que el de ninguna otra época. Pero esa capacidad
no le sirve de nada; en rigor, la vaga sensación de poseerla le sirve sólo para cerrarse
más en sí y no usarla. De una vez para siempre consagra el surtidor de tópicos,
prejuicios, cabos de ideas o, simplemente, vocablos hueros que el azar ha amontonado
en su interior, y con una audacia que sólo por la ingenuidad se explica, los impondrá
dondequiera. Esto es lo que en el primer capítulo enunciaba yo como característico en
nuestra época: no que el vulgar crea que es sobresaliente y no vulgar, sino que el
vulgar proclame e imponga el derecho de la vulgaridad o la vulgaridad como un
derecho.

El imperio que sobre la vida pública ejerce hoy la vulgaridad intelectual es acaso
el factor de la presente situación más nuevo, menos asimilable a nada del pretérito.
Por lo menos en la historia europea hasta la fecha, nunca el vulgo había creído tener
«ideas» sobre las cosas. Tenía creencias, tradiciones, experiencias, proverbios,
hábitos mentales, pero no se imaginaba en posesión de opiniones teóricas sobre lo
que las cosas son o deben ser -por ejemplo, sobre política o sobre literatura-. Le
parecía bien o mal lo que el político proyectaba y hacia; aportaba o retiraba su
adhesión, pero su actitud se reducía a repercutir, positiva o negativamente, la acción
creadora de otros. Nunca se le ocurrió oponer a las «ideas» del político otras suyas; ni
siquiera juzgar las «ideas» del político desde el tribunal de otras «ideas» que creía
poseer. Lo mismo en arte y en los demás órdenes de la vida pública. Una innata
conciencia de su limitación, de no estar calificado para teorizar, se lo vedaba
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completamente. La consecuencia automática de esto era que el vulgo no pensaba, ni


de lejos, decidir en casi ninguna de las actividades públicas, que en su mayor parte
son de índole teórica.

Hoy, en cambio, el hombre medio tiene las «ideas» más taxativas sobre cuanto
acontece y debe acontecer en el universo. Por eso ha perdido el uso de la audición.
¿Para qué oír, si ya tiene dentro cuanta falta? Ya no es sazón de escuchar, sino, al
contrario, de juzgar, de sentenciar, de decidir. No hay cuestión de vida pública donde
no intervenga, ciego y sordo como es, imponiendo sus «opiniones».

Del mismo modo que existen individuos - masa, existen también pueblos-masa,
así, tras considerar el tipo de individuo que encuentra en Europa, se produce el salto a
lo que ello implica en el orden colectivo. Como ya se ha mostrado, para salvar una
razón ensimismada el autor recupera el nivel fundamental de la vida, y dicha vida es
en esencia vida común, una apertura de posibilidades que plantea siempre peligros
inminentes. El escritor adelanta en cierto sentido las visiones actuales de la
mundialización, considerando que desde el siglo XVI se asiste en el mundo a un
proceso de unificación. Así, durante siglos han sido los europeos quienes han marcado
dicho proceso, la imposición de un conjunto de opiniones por un grupo de pueblos, una
imposición de un tipo de vida en común. Pero dicho modelo entra en crisis, pues.

El mando no es la imposición por la fuerza, a pesar de que quien mande tenga


a su disposición la fuerza como herramienta. El mando es aquel conjunto de opiniones
que domina. El autor siente que nos encontramos ante un impasse, pues se dice que
Europa ya no manda sin que aparezca pueblo alguno capaz de sustituir aquel conjunto
de opiniones y crear uno nuevo. Se pensó que serían los Estados Unidos quienes
vinieran a sustituir la hegemonía europea, pero para el escritor los Estados Unidos no
representan nada nuevo, son un camuflaje histórico. Los Estados Unidos son un pueblo
aún joven que no ha sufrido lo suficiente como para poder tener las virtudes del mando.
Entonces se pensó en la Rusia Soviética, pero la Rusia Soviética es para Ortega
otro camuflaje, una superficie de ideas europeas pensadas para problemas europeos
(el marxismo), debajo de la cual existe una juventud que ha aceptado dicha ficción sin
darse cuenta que no viven en un país industrializado para el cual el marxismo fue
pensado.
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Al finalizar se dirige a otro terreno, no al de la política que nos concierne directamente


y por ello estamos implicados en ella, por lo que tenemos derecho a opinar, estemos o
no informados, porque de nuestras condiciones de vida sí estamos informados y desde
ellas podemos juzgar. Pero ahora, abandona ese terreno y se pasa al de un modo de
ser, que ejemplifica con lo que le pasa a un escritor que tiene que escribir pensando
en lectores que, desde la vulgaridad, lo van a juzgar sin saber, porque es esa
vulgaridad la que se ha establecido, porque este derecho a imponer la vulgaridad es lo
que caracteriza a nuestro tiempo. La masa arrolla todo, y para describir ese todo cita
una serie de adjetivos que pertenecen a distintos órdenes: “lo diferente, egregio,
individual, calificado y selecto”. Parece que selecto y egregio pertenecerían al mismo
orden, pero lo calificado en unos ámbitos puede no pertenecer al rango de lo egregio
y selecto en otros. Además, se puede ser vulgar en un ámbito, pero ser técnicamente
calificado.

Para terminar, una pequeña reflexión sobre el sentido de este texto, porque
creo que en el libro hay finísimos análisis del alma vulgar y engreída que nos rodea
por doquier y que predomina y es promovida por la sociedad de masas. El análisis de
Ortega, a lo largo del libro, llega al núcleo de ese modo de ser humano. Pero el modo
como introduce su análisis es equivocado en la exposición de los conceptos y,
estratégicamente, desafortunado, por ello ha tenido serias consecuencias para su
comprensión e, incluso, lectura. Por eso creo que para poder comprender el libro de
Ortega es imprescindible, primero, un análisis exhaustivo de su argumentación, antes
de toda gran teoría. Yo me opongo de manera decisiva a que nos acerquemos a
Ortega con grandes teorías, porque aún debemos analizar y entender sus textos de
modo minucioso. Prefiero el detalle de la interpretación - el bisturí - a las grandes
teorías. Lo que he hecho es un ejercicio de análisis detallado, de un texto que, si no
marca mucho a Ortega, porque creo que La rebelión de las masas sigue por otro
derrotero, sí marca a sus lectores, porque de entrada descalifica, para el juicio político,
a las personas normales, lo que es muy serio y grave. Y al ponerlo como primer
capítulo, no podía menos de generar profundos malentendidos. Para poder entrar en
el verdadero significado de La rebelión de las masas es preferible abordar el tema con
toda claridad para poder extraer el jugo de los magníficos análisis que seguirán en las
partes procedentes de 1929, porque aún nos siguen interpelando.
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IV. CONCLUSIONES:

PRIMERA:

El autor, define a las masas por contraposición a las minorías y llega a la conclusión
de que la crisis de la civilización occidental se debe al imperio de los hombres - masa
en la actualidad, el hombre del siglo XX goza de todos los derechos y avances que se
conquistaron a lo largo de la centuria anterior, pero es incapaz de aceptar ningún
deber, y por ello el mundo está abocado a la barbarie, encarnada por las formas
totalitarias enemigas del liberalismo: el fascismo y el comunismo. Como solución a
esta tendencia plantea la creación de los Estados Unidos de Europa.

SEGUNDA:

Se concluye que las masas son todos los hombres y mujeres que deciden no
esforzarse, que prefieren tener una vida simple y cómoda, bajo el mando de los
mejores. Son aquellos que prefieren obedecer a mandar. Por todos los siglos, las
masas estuvieron conscientes de su situación de obediencia. Sabían que la vida era
dura, y que los privilegios debían ser ganados; por lo tanto, aceptaban de buena gana
que sólo los mejores poseyeran el mando y la riqueza. ello era el pago que la sociedad
les hacía a cambio de su esfuerzo, de su capacidad.

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