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HEIDEGGER Y LA

HERMENÉUTICA

Actas de las Primeras Jornadas


Nacionales de la SIEH - Argentina

Leticia Basso Monteverde (comp.)

teseopress.com
Heidegger y la hermenéutica : Actas de las primeras jornadas
nacionales de la SIEH – Argentina / Leticia Basso Monteverde
… [et al.] ; compilado por Mercedes Leticia Basso Monteverde.
– 1a ed compendiada. – Mar del Plata : Mercedes Leticia Basso
Monteverde, 2017.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-42-6035-2
1. Fenomenología. 2. Hermenéutica. 3. Filosofía Contemporá-
nea. I. Basso Monteverde, Leticia II. Basso Monteverde, Mercedes
Leticia, comp.
CDD 120

ISBN: 978-987-42-6035-2
Heidegger y la hermenéutica

Compaginado desde TeseoPress (www.teseopress.com)

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Índice

Heidegger y la hermenéutica..................................................... 11
1. Acerca del concepto de juego en Hans-Georg
Gadamer.......................................................................................... 13
Lucas Gonzalo Aldonati
2. El sentido objetivo de lo dado. Análisis de la
percepción y la manifestación de las cosas en Heidegger . 19
Leticia Basso Monteverde
3. La movilidad de la vida como fundamento negativo
de la facticidad en los cursos tempranos de Martin
Heidegger........................................................................................ 33
Santiago Chame
4. Ontología y verdad. Sartre lector de Heidegger.............. 39
Maximiliano Basilio Cladakis
5. La Ciencia de la lógica de Hegel y la gesta de Ser y
tiempo.............................................................................................. 53
Jorge Eduardo Fernández
6. Metafísica y finitud. La antropología y la ontología
fundamental en la interpretación heideggeriana de la
Crítica de la razón pura de Kant .............................................. 67
Ariel Giménez
7. La constitución de la hermenéutica y la presencia de
Dilthey en la temprana fenomenología heideggeriana...... 79
Mario Martín Gómez Pedrido
8. La impropiedad y la propiedad como estructuras
fundamentales de la primera concepción lacaniana de la
cura psicoanalítica........................................................................ 95
Agustín Kripper
9. La fenomenología hermenéutica como filosofía del
hablar ............................................................................................. 107

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8 • Índice

Daniel Leserre
10. El problema de la “verdad” en las lecciones
tempranas de Friburgo (1919-1923) ..................................... 121
Darío José Limardo
11. La incidencia del giro ético de Heidegger en el
desplazamiento de la imaginación al temple de ánimo ... 135
Esteban Lythgoe
12. Vivencia y verdad en la autobiografía............................ 151
Hernán Manzi Leites
13. Desmundanización como descontextualización y
recontextualización ................................................................... 161
Luciano Mascaró
14. Espacio, cosa y cuadratura. Una aproximación a su
problemática en Construir, habitar, pensar ........................ 169
Esteban Molina
15. La carga y la bendición del aburrimiento.
Consideraciones de Heidegger y Kracauer sobre la
Langeweile.................................................................................... 181
Dmitri Nikulin
16. Arte y verdad. Una lectura de El origen de la obra de
arte y La frase de Nietzsche “Dios ha muerto”................... 203
Marcos Pérez Mendoza
17. La recepción del pensamiento heideggeriano y la
experiencia de traducción........................................................ 209
Dina Picotti
18. Heidegger y el desafío ecológico ..................................... 233
Ricardo Pobierzym
19. La obra de arte como acontecimiento-propiación de
verdad ............................................................................................ 247
María Gabriela Rebok
20. Ontología e ideología del lenguaje cotidiano .............. 263
Gustavo Salerno

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Índice • 9

21. Ser libre y dejarse vincular. Un motivo central en la


reformulación aleteiológica de la cuestión de la libertad 283
Alejandro G. Vigo
22. M. Heidegger y H.-G. Gadamer. El concepto de
interpretación (Auslegung) ...................................................... 305
Erika Whitney

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20

Ontología e ideología del lenguaje


cotidiano
GUSTAVO SALERNO1

Este texto surge a partir de una indicación (una nota al pie)


de un excelente libro de A. Bertorello (2008). Es excelente,
entre otras razones, porque mediante una evidente exten-
sión y complejización del pensamiento de Heidegger logra
su aclaración. Esto resulta de una relectura de las obras
jóvenes heideggerianas (libros, lecciones y seminarios) de
los años de Freiburg y Marburg en clave de una semiótica
genética informada por Bühler, Benveniste y Parret. Pero
también por Bajtín. En un momento del diálogo desarro-
llado con éste, Bertorello escribe a propósito del carácter
pragmático de la analítica semántica presente en Heidegger:
“La idea que subyace es que las palabras no se reducen a su
significado léxico fijado en el diccionario, sino que tienen
que ser remitidas a la situación de la que toman su sentido”
(ibíd.: 110). Al llegar a este punto aparece la nota al pie que,
como dije, motivó este trabajo. Bertorello da a entender que
el análisis semántico-pragmático heideggeriano, al efectuar
la remisión de la palabra a su contexto originario, roza sutil-
mente la temática de la ideología, sin asumirla como asunto
pertinente de una analítica de la existencia. Como puede
saberse, Heidegger insiste en que en Sein und Zeit (2006) no

1 CONICET/Universidad Nacional de Mar del Plata.

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264 • Heidegger y la hermenéutica

realiza una filosofía de la cultura, ni una sociología, ni una


antropología o una psicología. Pues bien, en este contexto
Bertorello comenta:

…La problemática de la palabra aparece temáticamente tra-


tada en Voloshinov. Los ecos evaluativos que toda palabra lle-
va consigo dan cuenta de su condición ideológica. Los signos
lingüísticos reflejan y refractan las condiciones económico-
sociales de la enunciación. El concepto de ideología expresa
precisamente la referencia del lenguaje a la ineludible evalua-
ción que todo productor del discurso hace sobre sus propios
enunciados (ibíd.: 110-111 n. 2, subrayados míos; v. también
2009: 155).

Un poco a la manera de Feuerbach (1985), voy a inten-


tar incorporar esa nota al pie al texto de la filosofía de
Sein und Zeit. Comenzaré reconstruyendo a continuación
los rasgos generales de la lectura de Heidegger como teoría
de la enunciación.

I
La obra El límite del lenguaje. La filosofía de Heidegger como
teoría de la enunciación de Bertorello pretende comprender
las relaciones entre ontología y lenguaje. Su tesis princi-
pal es la siguiente: “Heidegger elabora una semántica que
explica el sentido desde el punto de vista de su producción”
(ibíd.: 13), lo que implica un origen del sentido –por lo que
podemos hablar de la presencia de una semántica genética-
y una historia del sentido –en términos de una trayectoria
en la que se constatan transformaciones del mismo-. Por
medio de estos aspectos tal como son abordados por Ber-
torello volvemos a hablar de un término en tensión dentro
de Sein und Zeit y del período que conduce a él: otra vez nos
referimos al sujeto. Pero ya no se trata del sujeto epistémico
de la filosofía moderna. Ahora, en esta intersección entre
Heidegger y teorías de la enunciación que lleva adelante
Bertorello, el sujeto del que hablamos es el sujeto práctico

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Heidegger y la hermenéutica • 265

que hace las veces de origen del que surge el sentido, esto es,
el Dasein que “se presenta como un eje de coordenadas que
organiza la deixis y el surgimiento de las diversas modali-
dades” (ibíd.: 14). De acuerdo a esto, cada modo de ser del
Dasein, cada actitud o cómo (Wie) histórico-existencial que
asume ante lo dicho, explica y fundamenta el sentido.
Bertorello enmarca los análisis heideggerianos acerca
de las condiciones de producción del sentido a través de
la identificación de una “estructura formal de la significa-
ción” y la descripción y fundamentación del “contenido” de
dicha estructura. La primera es la oposición origen (Urs-
prung) / derivación (Ableitung) considerada desde un punto
de vista dinámico. Esto permite dar cuenta, como señalé
antes, de la transformación del sentido. El contenido de la
estructura formal es el sí mismo (das Selbst). Pero éste no es
–debe insistirse- el ego cogito, sino un sujeto situado, fáctico
e histórico en relación con el mundo, al que precompren-
de como una totalidad de significados (Bedeutsamkeit). El
contenido es ese “en”.
Bertorello subraya que esta red semántico-pragmática
en que existe el Dasein se articula –de acuerdo a las Freibur-
ger Vorlesungen– en tres aspectos: sentido relacional (Bezu-
gßin), el contexto temporal de significaciones; sentido de
contenido (Gehaltßin), la autosuficiencia de la vida humana
para expresarse y decirse a sí misma; y sentido realizativo
(Vollzugßin), la articulación lingüística del sentido (v. ibíd.:
95-96). El sentido relacional y el sentido realizativo son
para Bertorello “grados de vinculación que el sujeto (Dasein)
establece con el contenido” (ibíd.: 97), por lo que la produc-
ción del sentido posee un carácter modal. El grado máximo
corresponde al sentido realizativo, lo que viene a demostrar
que el sí mismo es la fuente de todo sentido. Proposicional-
mente el sí mismo que enuncia el origen se dice: “yo soy”,
comprendido como enunciado a/pre/sobre teórico.
Si hasta aquí hemos caracterizado el contenido de uno
de los términos de la oposición formal (a saber: del origen),
digamos que el contenido del otro término (la derivación),

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266 • Heidegger y la hermenéutica

es precisamente “lo teórico” (das Teoretische). Si el sí mis-


mo como origen es la relación semántico-pragmática de la
vida humana con los otros y con los entes, lo teórico como
derivación es la desmundanización o elisión de la praxis
histórica del Dasein. La transformación del sentido es una
transformación existencial: al yo soy originario la filosofía
tradicional antepone el yo pienso derivado.
El recurso metodológico elaborado por Heidegger para
identificar y caracterizar el origen –como así también su
transformación- es la indicación formal (formale Anzeige). Se
trata de un procedimiento que sólo funciona en el plano del
lenguaje y que se articula en tres momentos (v. Escudero
2004, Bertorello 2007, Salerno 2006), a saber, la reducción,
esto es, la desconexión o suspensión de los predicados que
surgen de y operan en un contexto enunciativo determina-
do; la destrucción de aquellos predicados que en tal contex-
to tienen un estatuto derivado y no originario; y la cons-
trucción de una mirada que permite conquistar el contexto
enunciativo originario. La llamada “estructura semántica
fundamental” presente en la lógica genética heideggeriana
puede parafrasearse del siguiente modo: “El sujeto episte-
mológico es el eje en torno del cual se articula la mirada
del conocimiento, mientras que el yo ontológico es el otro
eje desde el cual se organiza la mirada de la fenomenología
hermenéutica” (Bertorello 2008: 104).
Como uno de los ejemplos de aplicación de la lógica
genética explicitada, Bertorello refiere el de la formación
de los conceptos (Begriffsbildung), tematizado por Heidegger
en la lección Phänomenologie der Anschauung und des Aus-
druck. Theorie der philosophischen Begriffsbildung (1920), la que
puede entenderse como “un ejercicio práctico de esta fase
negativa de la indicación [formal]” (ibíd.: 109), orientado
por la máxima “a las cosas mismas”. En este momento de
la exposición de Bertorello aparece la nota al pie que des-
taqué la comienzo de esta comunicación. El análisis de la
formación de conceptos no se reduce a una aclaración del
significado léxico de las palabras, sino que tiene un carácter

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estrictamente pragmático: se trata de “una manera de sacar


a la luz el acto (Vollzug), es decir, la comprensión de la
vida misma implicada en los significados de las palabras”
(ibíd.: 110), o, lo que es lo mismo, el reconocimiento de la
necesidad de remitir las palabras a la situación de la que
toman su sentido.
Tanto Heidegger como Voloshinov, al rechazar la
reducción del sentido de toda palabra al estrecho marco
del diccionario, ubican en la situación originaria acentos
y motivos de la vida fáctica. Recordemos el pasaje citado
en el que se subraya que para Voloshinov la palabra porta
ecos evaluativos que refractan las condiciones económico-
sociales de la enunciación, y que se correlacionan con una
determinada ideología. Heidegger, por su parte, estructura
en dos “niveles”, por así decir, el análisis del significado. Pre-
cisamente, en el primero de ellos –en la indicación previa
(Vorzeichnung)-, “la tarea fenomenológica consiste en descu-
brir los motivos que están en los contextos y que marcan
las direcciones de sentido” (ibíd.: 112). Entre tales motivos
que emergen en un estudio sobre la formación de los con-
ceptos Heidegger no repara en las antes llamadas condi-
ciones económico-sociales de enunciación. Más bien está
interesado en profundizar el análisis del significado hacia la
comprensión previa (Vorgriff), entendida como la referencia
de las motivaciones antes descubiertas hacia la experiencia
fundamental de la existencia, es decir, al “desde dónde”, que
consiste estrictamente en una determinada precompren-
sión de uno mismo. Con otras palabras: Heidegger trata de
determinar el origen del significado, y lo ubica en el Dasein
individual, concreto e histórico. Bertorello concluye:

En Sein und Zeit aparece, a mi juicio, la máxima radicalización


de la concepción pragmática del significado. En la obra fun-
damental de Heidegger, por un lado, los términos `significa-
do´ (Bedeutung) y `significatividad´ (Bedeutsamkeit) no desig-
nan primeramente un hecho lingüístico, el sentido de las

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268 • Heidegger y la hermenéutica

palabras, sino las relaciones semánticas que surgen de la vida


práctica. Desde esas relaciones semánticas de la acción, dice
Heidegger, surgen las palabras” (ibíd.: 120).

II
Como señalé al principio, el propósito de este trabajo es
evaluar la posible relación existente entre el logos heideg-
geriano y una dimensión peculiar del fenómeno cotidiano
del lenguaje: sus condicionamientos ideo-lógicos. Mi pun-
to de partida es la comprensión de que el lenguaje coti-
diano (das Gerede) está estructurado ideológicamente. Los
insumos necesarios para alcanzar aquella articulación no
se hallan (al menos en principio) en Heidegger, sino que
surgen a través de la intersección de sus ideas con otras
cuya complementariedad hay que demostrar. Ahora bien,
la posibilidad de ese entrecruzamiento ha quedado estable-
cida a través de una indicación hecha por Bertorello. El
interlocutor de Heidegger es Voloshinov, quien fundamenta
una perspectiva semántico-materialista de la ideología. De
acuerdo al espacio disponible, en este apartado me voy a
limitar a exponer los argumentos principales con los cuales
Voloshinov sostiene la siguiente tesis: “el signo llega a ser la
arena de la lucha de clases” (2009: 47). La tesis es presentada
en El marxismo y la filosofía del lenguaje (1929), texto con-
temporáneo a Sein und Zeit (1927).
El propósito principal de Voloshinov fue realizar un
estudio marxista de la filosofía del lenguaje, hasta ese
momento inexistente. No se había podido aclarar de mane-
ra conveniente la relación entre ideología y lenguaje, pues
en el marxismo predominaba una concepción reductiva,
psicológica, de la ideología –es decir: como mero asun-
to de la conciencia subjetiva y de los problemas de la
superestructura-, concepción que impedía captar al lengua-
je como “la realidad específica material de la creatividad
ideológica” (2009: 18).

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Heidegger y la hermenéutica • 269

Para llegar a la comprensión antedicha, Voloshinov


parte de una definición, por así decir, “amplia” de ideología.
Esta consiste en que todo producto ideológico refleja y
refracta otra realidad: “representa, reproduce, sustituye algo
que se encuentra fuera de él, esto es, aparece como signo.
Donde no hay signo no hay ideología” (ibíd.: 26). Cualquiera
de esas operaciones implica que el signo puede distorsionar
o copiar fidedignamente la realidad que reflejada o refracta-
da, hacer justicia o mentir. Esta “adecuación” o no es ya una
valoración ideológica. Pero al margen de eso lo que importa
subrayar por el momento son dos cosas: primero, que el
carácter sígnico es la determinación general de todos los
fenómenos ideológicos, y, luego, que tanto el signo como
sus efectos –reacciones, actos y nuevos signos ocasionados
por el precedente- transcurren en la experiencia externa,
es decir, no en la conciencia psicológica interior sino en
la interacción social. Conciencia, comprensión e interpre-
tación están ligadas a dicha interacción social.2 Esto es así
porque la realidad de los fenómenos ideológicos responde
a las leyes de una comunicación semiótica, las que están
determinadas a su vez por el conjunto de las leyes eco-
nómicas y sociales.
En este marco Voloshinov plantea una definición
“estrecha” de la ideología. Dice: “el carácter sígnico y el con-
dicionamiento global y multilateral mediante la comunica-
ción no se expresa en ninguna forma tan descollante y plena
como en el lenguaje. La palabra es el fenómeno ideológico
por excelencia” (ibíd.: 33).3 Enfatizo y subrayo ahora algo

2 El error fundamental de la psicología tradicional –e incluso de cierto mar-


xismo que se apoya en aquélla- es sostener la oposición de lo social frente a
lo individual cuando, en rigor, el verdadero antagonista es lo natural. El
individuo, por fuera de su producción social (como resultado y actividad) no
existe. Dice Voloshinov: “Todo signo es social en cuanto tal, y un signo
interno no lo es menos que el externo” (2009: 63).
3 Al abarcar todas las actuaciones discursivas en que interviene la ideología, el
análisis de Voloshinov se autocomprende como una psicología social y
“objetiva” (por lo que entiende: no fisiológica o biológica; v. ibíd.: 49-50), que
rechaza la filosofía idealista de la cultura.

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270 • Heidegger y la hermenéutica

que Voloshinov aborda en el segundo capítulo de la primera


parte de su texto, a saber: que la comunicación cotidiana se
articula por medio de la palabra, y que, por esto, existe en el
lenguaje cotidiano una reconocible presencia de la ideología.
Así sucede en las conversaciones privadas, el intercambio
de opiniones en el teatro o en reuniones sociales, en las con-
versaciones esporádicas, en los enunciados relativos a los
actos éticos, e incluso en el discurso interno que elaboramos
al concebirnos a nosotros mismos y reconstruir nuestra
posición en la sociedad. Por cierto, lo importante no es que
las palabras sean ellas mismas, inherentemente, ideológicas;
más bien hay que decir lo contrario, esto es, que “intrín-
secamente” son neutrales. Si las palabras tienen asignada y
cumplen una función ideológica (en la ciencia, la estética, la
moral, la religión, etcétera), es porque esa “asignación” es el
resultado provisional de una lucha por el sentido.
De acuerdo a Voloshinov, cada época y grupo social
poseen formas más o menos específicas de concretar la
comunicación ideológica. Esto quiere decir por lo menos
dos cosas. La primera es que existe una relación jerárquica
a nivel social que el análisis del lenguaje no puede descono-
cer, sino, por el contrario, debe asumir metodológicamen-
te: “1) no disociar la ideología de la realidad material del
signo…, 2) no se puede separar el signo de las formas con-
cretas de comunicación…, 3) no se puede separar las formas
de la comunicación de sus bases materiales” (ibíd.: 44). Por
consiguiente, cuando se modifica la organización social de
los hombres cambia el signo, lo que exige comprender al
estudio de las ideologías como examen de “la vida social del
signo verbal” (loc. cit.).
El segundo aspecto relevante que surge de lo anterior
apunta a la tesis de Voloshinov que, como anticipé, quie-
ro destacar en este trabajo. El filósofo ruso sostiene que
“en cada etapa evolutiva de la sociedad existe un específi-
co y limitado círculo de temas expuestos a la atención de
la sociedad y en los que esta atención suele depositar un
acento valorativo” (ibíd.: 45; subrayados míos). Los temas y

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Heidegger y la hermenéutica • 271

los acentos de cada época están relacionados con las bases


materiales de los grupos sociales históricos. Por esto ambos
son interindividuales. Si no existiera este interés que excede
al individuo, entonces tema y acento no podrían obtener
una formalización semiótica y, de tal modo, no podrían
entrar en relación con la ideología. Tema y acento sólo pue-
den diferenciarse por medio de una abstracción analítica;
coexisten y desaparecen juntos. Lo que, en cada época, cada
grupo social pretende al tematizar y acentuar una realidad
determinada es obtener reconocimiento social. Así, pues,
cada signo ideológico refracta la existencia social. En efec-
to, cada signo

es la intersección de los intereses sociales de orientación más


diversa, dentro de los límites de un mismo colectivo semióti-
co; esto es, la lucha de clases. La clase social no coincide con el
colectivo semiótico, es decir, con el grupo que utiliza los mis-
mos signos de la comunicación ideológica. Así las distintas
clases sociales usan una misma lengua. Como consecuencia,
en cada signo ideológico se cruzan los acentos de orientacio-
nes diversas. El signo llega a ser la arena de la lucha de clases
(ibíd.: 47; subrayado mío).

Si hubiera plena coincidencia de la clase social con el


colectivo semiótico entonces no habría intersección alguna,
entonces no habría refracción del signo. La no coincidencia
entre ontología (social) y lenguaje es la condición de posibi-
lidad de la lucha de clases. En el medio del signo –su “arena”
como terreno de lucha y como el material en base a lo cual
algo se hace- se disputan temas y acentuaciones.
Puede verse hasta qué punto Voloshinov se aparta del
psicologicismo reductivista respecto del significado y su
comprensión. Ya la vivencia, como recinto último y más
propio de la experiencia de la realidad en su conjunto es
de naturaleza semiótica, y, por esto, interindividual. El lla-
mado “discurso interno” o la autocomprensión siempre se
desenvuelven gracias a signos ya comprendidos. Por eso
Voloshinov llega a decir: “Un signo es iluminado por otro

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272 • Heidegger y la hermenéutica

signo” (ibíd.: 67). Esta comprensión hace recordar al estado


interpretativo (Ausgelegtheit) al que se refiere Heidegger, y
está especialmente destacado en la filosofía de Bajtín. 4
Ahora bien, no podemos inferir de la referencia de los
signos a otros signos la comisión de un semioticismo como
en cierto modo, según Apel, provoca la filosofía del lengua-
je de Peirce.5 Creo que esa objeción no es pertinente por
dos razones. En primer lugar, porque Voloshinov subraya
con insistencia un vínculo jerárquico entre el signo y las
leyes semióticas, y entre éstas y la realidad socioeconómi-
ca. Esa relación de determinación no sólo le permite lidiar
con la interpretación “subjetivo-individualista” del lenguaje
promovida por Humboldt, Wundt, Vossler o Croce, sino
también con la interpretación “objetivo-abstracta” encar-
nada sobre todo por De Saussure y la escuela sociológica
durkheimiana (v. ibíd.: 75 ss.). La primera tendencia reduce
lo ideológico a la conciencia y a las vivencias del hablante;
la segunda impugna directamente la ideología, pues concibe
a la lengua como un sistema estable e invariable de formas
normativamente idénticas, exenta de valores artísticos, cog-
noscitivos, morales u otros. Para esta perspectiva la varia-
bilidad de los actos individuales de enunciación no altera el
sistema en su conjunto. Por tanto, ni interioridad ni exte-
rioridad puras. A pesar de la jerarquía y la determinación,
el punto capital reside en lo que implica la ya mencionada
refracción del signo.

4 Como señala Sisto, “cada enunciado se inserta de un modo singular y siem-


pre diverso en un mundo en que ya se ha hablado, plagado de enunciados, a
los cuales inevitablemente se conecta, basándose en ellos o posicionándose
frente a ellos (2015: 11; v. también ibíd.: 18).
5 Apel observa que varios de los textos centrales peirceanos referidos a la
semiótica “sugieren a menudo, en lugar de la triplicidad de la relación de los
signos, una sustitución de ambas relata no-semióticos del signo (el objeto
real y el intérprete) por otros signos, de modo tal que por ambos lados surge
un regreso infinito de la remisión sígnica” –acarreando la dificultad de que
“el mundo se disuelve en signos (‘signs about signs about signs…’)”–, con lo
que “el hombre interpretante mismo aparece como un mero signo en el pro-
ceso infinito de la interpretación de los signos” (Apel 1994: 167).

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Heidegger y la hermenéutica • 273

En segundo lugar, Voloshinov no incurre en ningún


semioticismo debido a que, según él, es precisamente la
ideología aquello vincula al signo con la vida social. Dice:
“La lengua en el proceso de su realización pragmática es
inseparable de su contenido ideológico o vital” (ibíd.: 113).
En varios lugares de su obra convierte en sinónimos signi-
ficado (sin más) y significación ideológica, o significación
pragmática, o significación vital. Podría decirse: porque es
ideológico el signo no es solamente un signo. Sin la ideo-
logía –sin los acentos, las valoraciones y las luchas por
el sentido- el signo sería más bien una señal. Cualquiera
que desconecte a un enunciado (hablado o escrito) de la
comunicación discursiva en que se emite hace lingüística o
filología, pero no filosofía del lenguaje.
Para Voloshinov esos enunciados que se consideran
monológicamente (es decir: sin su contexto lingüístico y
socioeconómico) son meras abstracciones que han corta-
do al mismo tiempo los “hilos” del contexto y del proceso
de su generación histórica, esto es, el en-cada-época y el
en-cada-grupo al que antes me referí. Ni la retórica ni la
poética logran restaurar esas constelaciones; contrariamen-
te, son artífices de la analítica formal del lenguaje que deja
de lado lo que Voloshinov llama la “política exterior del
enunciado” (ibíd.: 125). Vemos cómo, a resultas de lo dicho,
Voloshinov comprende que el enunciado es ya-siempre una
totalidad discursiva deviniente. En este momento llego a
la idea central que me interesa recuperar de Voloshinov,
con la que –como dije al principio- trataré de intersectar la
filosofía heideggeriana.
La totalidad discursiva que deviene no es simple. En
cada época y lugar acontecen varios contextos de uso de
una palabra cuya convivencia no es pacífica, sino que, por
el contrario, existen en “un permanente estado de inten-
sa e ininterrumpida interacción y lucha” (ibíd.: 129). Esta
lucha es –aunque Voloshinov no utilice el término- una
lucha por la hegemonía del sentido. Esto puede afirmar-
se dado que, según él, el objetivo que se persigue en la

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274 • Heidegger y la hermenéutica

contienda no es otro que hacer aparecer al signo ideológico


como existiendo por encima de la lucha misma, esto es, por
sobre los enclaves históricos, generacionales y contextuales.
Una ideología llega a ser dominante cuando da al signo un
carácter eterno, cuando logra presentarlo como instancia
monoacentual y monotemática. Al lograr esto, entonces con el
signo (a través de la operación de refracción que él cum-
ple) pre-domina un sentido preciso y una interpretación
concreta acerca de cuáles son las bases materiales válidas
para una comunidad.

III
Más arriba afirmé que el análisis de las “motivaciones” que
son explicitadas en la indicación previa (Vorzeichnung) no es
presentado ni desarrollado por Heidegger como un estu-
dio que incluya las determinaciones socioeconómicas del
sí mismo del Dasein. Es cierto que tanto el sentido reali-
zativo como la significatividad no son considerados como
meros hechos lingüísticos, sino que designan las relaciones
semánticas de la acción; pero también es cierto que esta
concepción pragmática del significado –especialmente tal
como está formulada en Sein und Zeit– prescinde de una
investigación de los factores ideológicos que, según nos
decía Voloshinov hace un instante, están ya-siempre impli-
cados en el lenguaje en general y en el lenguaje cotidiano
en particular. La concepción heideggeriana del significado
forma parte de una analítica de la existencia que se auto-
comprende como elaboración previa de una ontología que
pretende reinstalar, clarificar y responder la pregunta por el
ser. Ahora bien, creo que en este marco las relaciones entre
ontología e ideología no son imposibles por principio, y que
pueden elaborarse si se procede en cierto modo con y más
allá de Heidegger. Con Heidegger, subrayando aportes del
propio filósofo que en Sein und Zeit están sugeridos pero no

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Heidegger y la hermenéutica • 275

son profundizados; más allá de Heidegger, contrastando y


complementando su propuesta con otra que surge de una
tradición filosófica diferente.
En el primer sentido, podría apuntarse lo siguiente:
¿cuál es el “objeto” de la destrucción que realiza la indi-
cación formal, y qué “función” (llamémosla así) se asigna
a dicho objeto? La destrucción recae sobre la ontología
tradicional. Esta ontología no afecta solamente al discurso
sofisticado y ritualizado de la filosofía académica, sino que
concierne –de un modo destacado- al discurso, la compren-
sión y las disposiciones afectivas del modo de ser inme-
diato del Dasein. Mediante la destrucción, dichos existen-
ciales son retrotraídos a su contexto pragmático originario.
Esto es necesario debido a que la ontología tradicional ha
reemplazado al yo que habla, comprende, está templado
anímicamente y actúa aquí y ahora por el yo pienso. Como
bien señala Bertorello, el yo ontológico es sustituido por el
sujeto epistemológico.
Lo anterior se observa mejor si subrayamos cuál es
la “función” que cumple aquella ontología tradicional. En
efecto, Heidegger asigna a la ontología tradicional una pra-
xis específica y sobresaliente, a saber: la prescripción (Vers-
chreibung). Esto quiere decir que tal ontología determina y
dictamina un modo de ser concreto del Dasein, imponién-
dole de hecho una verdadera dictadura (Diktatur). Al señalar
esta circunstancia encontramos un entorno propicio para
reponer la pregunta acerca de la relación que llega a darse
entre ontología e ideología de acuerdo a los términos de
Sein und Zeit. Aquí sólo puedo sugerir una respuesta hacien-
do hincapié en algunas consideraciones que Heidegger rea-
liza sobre el lenguaje como habladuría (das Gerede).
Según insiste Heidegger, la habladuría no tiene una
carga peyorativa; es un fenómeno positivo, “que constitu-
ye el modo de ser del comprender y de la interpretación
del Dasein cotidiano” (2006: 167). “Positivo” no es un juicio
axiológico, sino una caracterización desde el punto de vista
fenomenológico, es decir, respecto de su manifestación. La

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276 • Heidegger y la hermenéutica

habladuría es una de las determinaciones de la cotidiana


caída del Dasein. Precisamente la caída (Verfallen) es la situa-
ción pragmática en que se encuentra el Dasein en la produc-
ción del sentido. Una de las notas distintivas que Heidegger
asigna a dicha caída pone de relieve la praxis eminente de la
ontología tradicional, esto es, la prescripción. Afirma:

Ahora bien, esta distancialidad propia del coestar indica que


el Dasein está sujeto al dominio [Botmässigkeit] de los otros en
su convivir cotidiano. No es él mismo quien es; los otros le
han tomado el ser [haben ihm das Sein abgenommen]. El arbitrio
[Belieben] de los otros dispone [verfügt] de las posibilidades
cotidianas del Dasein. Pero estos otros no son determinados
otros. Por el contrario, cualquier otro puede reemplazarlos
[vertreten]. Lo decisivo es tan sólo el inadvertido dominio
[Herrschaft] de los otros, que el Dasein, en cuanto coestar, ya
ha aceptado sin darse cuenta. Uno mismo forma parte de los
otros y refuerza su poder [Macht]. (ibíd.: 126).

Dominio, arbitrio, disposición y poder es aquello que


puede ser explicitado fenomenológica y hermenéuticamen-
te al seguir al Dasein tal como se muestra inmediata y regu-
larmente. Heidegger, como sabemos, no adjudica en Sein
und Zeit la desresponsabilización por el ser propio más
que al mismísimo Dasein. Es él, siendo como lo que no es,
el “sujeto” de la cotidianidad; o son “los otros” en tanto
que indistinguibles e implícitos y en los que yo he ido a
dar. Queda respondida así la pregunta que Heidegger había
planteado a su propia investigación: “¿Quién es entonces
el que ha tomado entre manos [übernommen hat] el ser en
cuanto convivir cotidiano?” (ibíd.: 125). El dominio, el arbi-
trio, la disposición y el poder son considerados existencial-
mente: ellos toman entre manos, manipulan, se sirven de…, lo
in-manipulable, lo in-servible, lo in-útil, es decir: el Dasein.
Heidegger rubrica lo que vengo señalando en torno a la
ontología que corresponde al Dasein cotidiano del siguien-
te modo:

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Heidegger y la hermenéutica • 277

Sin llamar la atención y sin que se lo pueda constatar, el uno


despliega una auténtica dictadura [Diktatur] (…). El uno, que
no es nadie determinado y que son todos (pero no como la
suma de ellos), prescribe [vorschreiben] el modo de ser de la
cotidianidad (ibíd.: 126).

La publicidad –modo de ser del uno (das Man) articula-


do en la distancialidad, la medianía y la nivelación- vela para
que se cumpla su prescripción, regulando toda interpreta-
ción del mundo y del Dasein mismo, y teniendo en todo razón.
Efectivamente, el dominio, el arbitrio y el poder se ejercen
a través de una vigilancia y una regulación cuasi infalibles.
Así, no hay espacio para la duda o el cuestionamiento; lo
que sí hay es una previa determinación respecto de lo que
se debe hacer, de lo que se acepta o rechaza, de lo que se
puede o no intentar, y, lo que aquí interesa especialmente,
de lo que se dice.
De acuerdo a Heidegger el lenguaje transporta de
manera subyacente en aquello que expresa una compren-
sión y una interpretación. El estado interpretativo no existe
de forma autónoma; es como es el Dasein. El estado inter-
pretativo, por consiguiente, tiene carácter pragmático. Al
estado interpretativo expresado en el lenguaje, dice Hei-
degger,

está entregado [überantwortet = también: responde/ rinde


cuenta/ se somete] el Dasein en forma inmediata y, dentro
de ciertos límites, constantemente; él regula [regelt] y distri-
buye [verteilt] las posibilidades del comprender mediano y de
la correspondiente disposición afectiva (ibíd.: 167-168; sub-
rayados míos).

Lo más relevante de apuntar para este trabajo es que


el lenguaje cotidiano expresa un estado interpretativo en
los mimos términos correspondientes a la caída, es decir,
de forma prescriptiva. De este modo, puede afirmarse que
la prescripción forma parte de la producción del sentido.
La dictadura y el dominio se ejercen en la comunicación

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278 • Heidegger y la hermenéutica

(en el discurso expresado) como imposición de una impo-


sible apropiación originaria del ser de los entes. La pres-
cripción, pues, forma parte de la producción del sentido
en cuanto derivación.
Lo anterior puede indicarse también del siguiente
modo: mediante la habladuría no hay en rigor producción
del sentido, sino, más bien, re-producción, o –como dice
Heidegger- “difusión y repetición de lo dicho”, re-iteración
de la ontología tradicional. Como la caída es movimien-
to, un despeñamiento de la existencia, puede afirmar que
“lo hablado en cuanto tal alcanza círculos cada vez más
amplios y cobra un carácter autoritativo” [autoritativenCha-
rakter]” (ibíd. 168; segundo subrayado mío).
La autoridad de lo hablado por “otros” que son todos y
ninguno a la vez se ejerce y se muestra en esa repitencia, en
el volver a decir desarraigado, y cuya performance se cons-
tata especialmente en la medianía y en la nivelación de lo
público, esto es: en la vigilancia contra la excepción en la
comprensión del mundo, de la coexistencia y de sí mismo.
Si recordamos ahora el resultado alcanzado en la
reconstrucción de los aportes de Voloshinov creo que se
hace posible concebir a este imperio de la ontología tradi-
cional sobre y en el lenguaje cotidiano como una operación
ideológica. El dominio y el poder de la caída son formas
dinámicas, nunca absolutamente consumadas, a través de
las que se busca alcanzar el monoacentualismo característico de
una ideología dominante. Debe haber autoridad, prescripción
regulación y vigilancia constante para sostener una deter-
minada hegemonía en la (re)producción del sentido.
La habladuría con-forma la existencia cotidiana, y en
ella se obstina el Dasein. La habladuría, reproduciendo los
significados ya disponibles, interviene en la lucha por el
estado interpretativo del que el Dasein no puede existen-
cialmente escapar. Recuérdese la afirmación de Heidegger:

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Heidegger y la hermenéutica • 279

El Dasein no logra liberarse jamás de este estado interpre-


tativo cotidiano en el que primeramente ha crecido. En él,
desde él y contra él [In ihr und aus ihr und gegen sie] se lleva
a cabo toda genuina comprensión, interpretación y comuni-
cación, todo redescubrimiento y toda reapropiación (…). El
predominio [Herrschaft] del estado interpretativo público ha
decidido [entschieden] ya incluso sobre las posibilidades del
temple afectivo, es decir, sobre el modo fundamental como el
Dasein se deja afectar por el mundo. El uno bosqueja [zeichnen]
de antemano la disposición afectiva, determina [bestimmt] lo
que se “ve” y cómo se lo ve. (ibíd.: 169; subrayado mío).

Aquí no hay “lucha de clases”. Hay lucha por un sentido


propio que ha sido escloretizado por la publicidad. O, más
bien: lo habitual y lo regular son el en y el desde, mientras
que el contra (el contra preparado y llevado a cabo con pro-
piedad) requiere de una transformación existencial.

IV
Las diferencias entre Voloshinov y Heidegger son numero-
sas, siendo una de las más evidentes las respectivas maneras
de entender el “sujeto” que está en condiciones de efectuar
la apropiación del origen del significado. Para el filósofo
ruso ese “sujeto” es claramente colectivo, una instancia ya-
siempre coimplicada como ser lingüístico en la lucha de
clases. En Heidegger el Dasein que no ha huido o que se ha
recobrado, el Dasein propio, es un coestar que existe a la
manera de cada-quien cada-vez.
Ahora bien, la actualización del pensamiento heidegge-
riano, el modo en que podemos propiciar un diálogo entre
sus aportes y nuestra cotidianidad, queda habilitada median-
te los estudios que exploran la propia forma de los planteos
de Heidegger y a través de las intersecciones que propone-
mos a su obra. Aquí he querido argumentar en torno a una
complementariedad temática que pretende señalar no faltas
o insuficiencias, sino la luminosidad de un pensamiento.
Las referencias de Heidegger acerca de la relación entre

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280 • Heidegger y la hermenéutica

ontología y lenguaje –claramente investigadas por traba-


jos como los de Bertorello-, guardan valiosas sugerencias y
constituyen ejemplos respecto del modo en que una filoso-
fía puede ser continuada. En esta orientación he señalado
lo siguiente: que la ideología, en tanto forma hegemónica
que prescribe un modo de ser determinado, es algo que
puede constatarse en la producción del sentido que se lle-
va a cabo inmediata y regularmente. A modo de intuición,
creo que este trabajo debería prolongarse (en el horizonte
abierto de un encuentro entre Heidegger y Bajtín/Volos-
hinov) llevando a cabo una reflexión más profunda sobre
el ser del lenguaje que deviene por medio de la difusión y
la repetición, al que posiblemente habría que comprender
como lenguaje-mercancía. Esta categoría de Marx podría ser
un insumo valioso para aclarar y comprender fenómenos
como la circulación ilimitada de signos, su adaptabilidad a y
su intercambiabilidad en múltiples contextos, y su relación
con las “sutilezas” de la metafísica (o, como puede decirse
aquí: de la ontología).
La habladuría puede entenderse como un género dis-
cursivo (Bajtín) mayor o máximo, que hiperboliza las fuer-
zas estructurantes y homogeneizantes del lenguaje median-
te la repetición y difusión de lo ya dicho, neutralizando así
su polifonía y heteroglosia. Ahora bien, que tal operación
no es un fenómeno acotado al campo lingüístico, pues este
refleja y refracta en la producción de sentido las coorde-
nadas políticas, económicas, sociales y culturales históricas,
y que, por todo esto, en los hechos ontología e ideología
marchan juntas, es lo que he querido sugerir en el trabajo
que aquí doy por finalizado.

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