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UNIVERSIDAD NACIONAL DE ROSARIO

FACULTAD DE PSICOLOGÍA

SEMINARIO DE PREGRADO

COMPLEJIDAD EN LA CLÍNICA: NEUROCIENCIAS Y PSICOANÁLISIS;


NEUROPSICOLOGÍA Y PROCESO PSICODIAGNÓSTICO

Trastorno Delirante - Paranoia

Profesora: María Laura Luciani

Alumno: Sebastián Lannóo – L-5152/7

E-mail: sebastian_lannoo@hotmail.com
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AÑO: 2018
Introducción
A lo largo de la historia, la naturaleza de los cuadros psicopatológicos ha sido objeto
discusión, discusiones que han abarcado diversos campos disciplinares (medicina,
psiquiatría, psicología, derecho, etc.). La locura ha sido objeto de estudio desde la medicina
antigua, y ha atravesado un largo camino para conceptualizarse tal como hoy se la conoce.
Ha pasado por explicaciones totalmente diversas, ha sido entendida como posesiones
demoníacas, éxtasis místicos y brujerías, sumado a otras excentricidades. La concepción
actual de los fenómenos psicopatológicos tiene sus raíces en los aportes realizados por los
referentes de comienzos del Siglo XX, quienes intentaron por medio de diferentes
posiciones teóricas, con su base en la práctica clínica, dar cuenta de una explicación
coherente de los fenómenos de descompensación psicótica y de la génesis de su posterior
producción delirante (Conti & Stagnaro, 2009).
Pensando en el estudio de los Trastornos Delirantes, Conti y Stagnaro (2009)
postulan la existencia de tres acontecimientos que modificaron el estadío de la clínica
psicopatológica. El primero de ellos lo relacionan con los desarrollos postfreudianos,
quienes basándose en la teoría freudiana, postulaban que el sentido de la producción
delirante era en sí mismo un intento de curación de la desarticulación existente del aparato
psíquico. El segundo fue la introducción de fármacos antipsicóticos a mediados del Siglo
XX, los cuales estaban dirigidos prioritariamente hacia el apaciguamiento de los síntomas,
preocupándose luego por el remanente deficitario de las psicosis. Finalmente, el tercero,
intrínsecamente relacionado con el anterior, remite a las investigaciones en neurobiología
que han ido arrojando distintas informaciones y teorías acerca del sustrato neural
subyacente en estas enfermedades.
Con la presente revisión bibliográfica se pretende dar cuenta de algunos aspectos
puntuales sobre el cuadro patológico actualmente denominado como Trastorno Delirante,
esta caracterización se registra desde el desarrollo del DSM-III, siendo que se consolida en
el DSM-IV (Salavert et. al., 2003).
Se procederá a realizar una caracterización de este cuadro mediante una descripción
semiológica del mismo, una breve exposición sobre algunas de las teorías que intentan dar
cuenta de su emergencia desde una perspectiva psicoanalítica y neuropsicológica, como
así también las formas de tratamiento más recomendadas por los autores consultados.
También se realizará una breve exposición sobre la importancia del diagnóstico diferencial,
teniendo en cuenta algunos de los aspectos específicos que lo hacen posible.
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Sobre el concepto de Trastorno Delirante


Aquí se propone brindar una descripción acerca de algunas particularidades del
Trastorno Delirante, conocido también como Paranoia. Es un trastorno particular que
pertenece al campo de las psicosis, el cual se manifiesta en forma de brote en la clínica,
siendo que sobre este brote se estructura una patología delirante. Suelen convivir en este
cuadro síntomas hipocondríacos o distintas manifestaciones pertenecientes a otros cuadros
psicóticos como la esquizofrenia.
Este concepto, consolidado como tal desde el DSM-III, hace referencia a una
condición no muy común que se caracteriza por presentar uno o más delirios crónicos, éstos
pueden ser de gravedad variable. Quienes alcanzan a desarrollar un cuadro de este tipo
poseen una estructura de personalidad paranoide predisponente. Generalmente es
necesaria la existencia de un factor ambiental que favorezca el desarrollo, dotando de carga
afectiva a una idea, convirtiéndola en sobrevalorada y partiendo de ella el sistema delirante
conformado posteriormente (Salavert et al., 2003).
Se piensa que esta alteración se presenta como un déficit o falla en la aprehensión
de la realidad. De ahí se desprende la noción de delirio a la cual el DSM-IV define como
“falsa creencia basada en una inferencia incorrecta de la realidad que es firmemente
sostenida” (American Psychiatric Association, 2002). Laplanche y Pontalis señalan que el
denominador común de las psicosis es fundamentalmente una “perturbación primaria de la
relación libidinal con la realidad lo que, según la teoría psicoanalítica, constituye el
denominador común de las psicosis, siendo la mayoría de los síntomas manifiestos
(especialmente la construcción delirante) tentativas secundarias de restauración del lazo
objetal.” (Laplanche y Pontalis, 2004).
Para el desarrollo de un cuadro de este tipo deben conjugarse factores
predisponentes, y factores ambientales, o experiencias vividas que propicien su
estructuración, y el posterior desencadenamiento. Moizeszowicz (2000) expresa que la
vulnerabilidad neurobiológica presente en los pacientes que exteriorizan esta patología,
puede estar en ciertos casos, asociada a estresores familiares ligados a la primera infancia,
como por ejemplo los abusos infantiles de cualquier tipo, los cuales pueden producir
alteraciones en la citoarquitectura y funcionalidad del sistema límbico. Esto se manifiesta
en síntomas disociativos, de desrealización y experiencias alucinatorias, que suelen
acompañar al cuadro. Esta vulnerabilidad es de mayor intensidad cuanto más precoces y
prolongados, o reiterados son los abusos. Los defectos en el desarrollo cerebral, producto
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de estas experiencias tempranas, se reflejan en los mecanismos congnitivos y en el


procesamiento de la información percibida (Moizeszowicz, 2000).
También es de relevancia la demarcación de la existencia de una personalidad
premórbida característica. Estos pacientes suelen presentar rasgos paranoides previos,
éstos consisten en un actitud de desconfianza, rigidez, mantenimiento de juicios erróneos
con fervor, uso extensivo de mecanismos de proyección y negación, además de diversas
formaciones reactivas. Tienen un sistema de alarma muy sensible para detectar cualquier
tipo de situación sentida como traición o amenaza, desarrollando una suceptibilidad muy
fuerte frente a cualquier sentimiento de hostilidad percibido, quizás incluso erróneamente,
lo cual los predispone a la construcción delirante. En ocasiones tienen miedo de la
presencia de un tercero que amenaza por diversos motivos, entonces suelen reaccionar
activamente, peleando, atacando, o discutiendo por asuntos incomprensibles para las
personas de su entorno. (Salavert et al., 2003)
Salavert y compañía (2003) presentaron algunas de las características semiológicas
principales del cuadro:
- Se desarrolla como un delirio crónico, a partir de los 40 años generalmente. Hay
alternancia de períodos de mayor y menor actividad delirante, pero nunca se pierde.
Además, los delirios no son suceptibles de ser modificados por argumentación lógica,
son incorregibles, y no se puede influenciar sobre ellos.
- En su origen son primitivos o primarios, es decir, no devienen de ninguna otra
alteración física o mental que los provoque, ni por traumas físicos, aunque existe la
conjugación de factores predisponentes junto a los condicionantes de las
experiencias vividas.
- Las construcciones delirantes son bien sistematizadas, suelen gozar de coherencia
interna, inclusive son de apariencia lógica y verosímil, a estas características
algunos autores las proponen como causa de contagio, ya que pueden, por su
verosimilitud, extenderse a otras personas o grupos de personas. Remiten
generalmente a una única temática particular.
- No se acompañan, en cuadros puros, de deterioro de la personalidad del sujeto, o
éste es mínimo, aunque en función del alcance y magnitud del delirio, pueden afectar
intensamente su vida cotidiana. Además la vida emocional del paciente suele estar
alterada por la modalidad afectiva del delirio, dependiendo de su naturaleza.
- No es frecuente la presencia de alteraciones sensoperceptivas. Si existiesen
algunas alucinaciones o pseudoalucionaciones, suelen ser táctiles u olfatorias, en
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consistencia con el delirio, en otros casos preponderan las alucinaciones auditivas,


pero casi nunca las visuales. Esto último se puede observar tanto en el caso de
Schreber descripto por Freud (1991), o en el caso de Ángel descripto por
Moizeszowicz, (2000).

En la paranoia se presenta como manifestación problemática principal el hecho de


que el paciente actúe de acuerdo a sus propias creencias, que no van en concordancia con
las del resto de la comunidad, lo cual tiene severas consecuencias en la vida cotidiana, ya
que en algunos casos conllevan al aislamiento social, imposibilidad de mantener una
situación laboral, imposibilidad de llevar adelante estudios, problemas con la ley, ruptura de
lazos familiares, etc.
Existen distintos tipos de trastornos delirantes clasificados en base a las temáticas
delirantes que sean predominantes en las producciones de cada paciente.
Tipo erotomaníaco: ideas delirantes de que otra persona, en general de un status superior, está
enamorada del sujeto. Tipo de grandiosidad: ideas delirantes de exagerado valor, poder,
conocimientos, identidad, o relación especial con una divinidad o una persona famosa. Tipo
celotípico: ideas delirantes de que el compañero sexual es infiel. Tipo persecutorio: ideas
delirantes de que la persona (o alguien próximo a ella) está siendo perjudicada de alguna forma.
Tipo somático: ideas delirantes de que la persona tiene algún defecto físico o una enfermedad
médica. Tipo mixto: ideas delirantes características de más de uno de los tipos anteriores, pero
sin predominio de ningún tema. Tipo no especificado. (Salavert et al, 2003)

Siguiendo el desarrollo de los autores citados previamente se puede decir que el


más común de los tipos de delirio es el persecutorio, el celotípico es más característico en
los varones, mientras que el erotomaníaco es más frecuente en mujeres solteras. El de
grandiosidad ellos lo caracterizan como el más infrecuente, aunque Freud (1991) lo pensó
como aquel tipo de delirio que se puede encontrar de alguna manera, en cualquier caso de
paranoia, por medio de la regresión de la libido al narcisismo, dando como consecuencia
un engrandecimiento del Yo. En cuanto al delirio somático se dice que afecta por igual a
ambos sexos y consta de tres subtipos: olfativo, dismórfico y de infestación. (Salavert et al.,
2003)

Mecanismos psicodinámicos y neurobiológicos en la formación del delirio


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Para desarrollar el funcionamiento de los mecanismos puestos en juego en la


formación de la patología delirante se tomarán en cuenta algunos de los desarrollos
expuestos por Moizeszowicz (2000) en su capítulo acerca del Trastorno Delirante, quien
expresa el funcionamiento de las teorías asociadas tanto a los mecanismos psicodinámicos
como a los neurobiológicos.
Los estudios en neurobiología han determinado que tanto la paranoia como la
esquizofrenia comparten alteraciones similares en la neurotransmisión y en las regiones y
estructuras neurales afectadas. Se ha podido comprobar que los pacientes con estrés
sostenido desde la infancia presentan una disminución del volumen del hipocampo
observables por medio de neuroimágenes. Consecuencia directa de ello es la alteración de
los códigos de información de memoria almacenados en el hipocampo, que conlleva
cambios en la conducta y en la organización de las representaciones.
Otro factor neurobiológico asociado a estas patologías se relaciona con la
hipofunción de la corteza prefrontal, región de la corteza cerebral que por medio conexiones
con gran parte de las áreas corticales cerebrales y con el sistema límbico, recibe todas las
modalidades de impulsos tanto sensoriales, como de la emoción y la atención, siendo su
principal función, ser la encargada de brindar el conocimiento de los actos conscientes. Al
integrar la información recibida desde distintos centros, provee respuestas, moduladas por
funciones corticales superiores. Aquí lo que ocurre es que estos estímulos no pueden ser
ligados adecuadamente, produciendo alteraciones en la constitución de las huellas
mnémicas, cabe destacar la relación en este punto con las alteraciones hipocampales
explicadas anteriormente. Esta hipofunción cortical en la esquizofrenia está ligada a una
hipofunción de los sistemas dopaminérgicos en la corteza prefrontal y una hiperfunción en
las estructuras subcorticales, dando mayor relevancia así a los estímulos cuantitativos de
las emociones, sin poder realizar una cualificación y reflexión acerca de las mismas,
dejando por fuera el acceso a los niveles representacionales. Se encuentra bloqueado el
camino hacia la producción de sentido.
También se encuentran alteraciones en la función de “filtro” sensorial establecida por
el tálamo antes de arribar a la corteza cerebral. Existe un balance establecido entre las
terminales glutamatérgicas y dopaminérgicas que permiten que el tálamo funcione
adecuadamente, al estar los niveles dopamínicos alterados, se desnivelan los balances
entre los neurotransmisores, lo cual influye en la función de filtro del tálamo, el cual se
encuentra hipoactivo en estos casos, produciendo un flujo de información excesivo hacia
las regiones de la corteza prefrontal. Si este excesivo flujo de información alcanza la corteza,
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la capacidad interactiva cortical puede fracasar dando lugar a la aparición de los síntomas
psicóticos como delirios, compulsiones, impulsiones, etc.
En cuanto a las teorías psicodinámicas, podemos pensar en cuál es la función del
delirio, y cuáles son las causas de las producciones delirantes.
Al respecto la teoría psicoanalítica ubica a la infancia como momento de importancia
fundamental. Es en el seno de las relaciones edípicas en donde el sujeto en constitución, a
partir del modo en que se efectuó su atravesamiento por el Complejo de Edipo, se ubica
dentro de una estructura clínica, en este caso, nos encontramos en el campo de la psicosis.
La asistencia ajena implica otorgar significados, ya que el llanto del bebé no es un mensaje
en sí mismo, sino que es mediado por el otro auxiliador, es la persona que lo asiste quien
le otorga un significado. Es en este sentido que esta persona estaría respondiendo a lo que
ella misma formula. En los casos de psicosis se postula la teoría de que la madre, no logra
realizar un desdoblamiento, un corte, de la célula narcisista primordial, establecida entre
ella y su hijo, se piensa que no estaría pudiendo realizar un reconocimiento de su hijo como
un otro distinto de ella, no le permite un acceso a la formulación de un código propio. Esto
no da lugar tampoco al ingreso de un tercero que ayude a realizar la función de corte
instaurando la ley, o la castración. Esta célula narcisista parece perpetuarse a lo largo de
la vida. Esta unidad cerrada obliga al sujeto al establecimiento de un delirio como única
alternativa para poder restablecer un equilibrio, porque en esta célula existe un agujero,
que localizado en la madre, y el deseo materno, abre el campo a la cuestión del padre. Ese
agujero está tapado por el delirio.
Partiendo de este último punto se puede ubicar la idea de la formación delirante como
un intento de restitución de la realidad tal como lo formulaba Freud en el caso de Schreber
(Freud, 1991). Planteaba que el paranoico intenta restituir algo del orden cualitativo, eso
que es inaprensible por las fallas asociativas entre las estructuras subcorticales y la corteza
prefrontal. El delirio toma bajo una forma disfrazada, elementos pertenecientes a la infancia
del sujeto, en donde se encuentra un núcleo de verdad histórica. Mediante el delirio, el
paranoico reconstruye su mundo, de tal suerte que pueda volver a vivir dentro de él. Lo que
se considera como la producción patológica, en realidad es un intento de restablecimiento.
Este tipo de configuración edípica propicia trastornos en la neurotransmisión, lo cual
deriva en fracasos en la estructuración de los sentimientos de identidad. Los caracteres de
las funciones parentales, unidas a la predisposición genética neurobiológica actúan como
los elementos constitutivos de las series complementarias dando lugar a los trastornos
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psiconeuroquímicos que derivan en graves dificultades en la constitución subjetiva.


(Moizeszowicz, 2000)

Diagnóstico
Algunos datos importantes que deben intentar obtenerse mediante las entrevistas
diagnósticas son los parámetros de edad, forma de comienzo del cuadro, cuál es su curso
(episódico o continuo), con qué experiencias vitales relaciona el paciente su delirio, qué
significado le otorga él mismo a su condición, qué problemas acarrea en su vida, si existen
otros signos y síntomas (actuales, previos y preexistentes), si presentó episodios similares
anteriores, etc.
Es muy importante a la hora poder realizar un diagnóstico, indagar acerca de los
hábitos y costumbres vitales de la persona, como la alimentación, conductas sexuales,
hábitos de sueño, situación laboral, situación familiar, consumo de sustancias tóxicas, etc.
Es fundamental la caracterización de los síntomas presentes a fines de determinar si existe
una situación de riesgo posible para su propia persona o hacia terceros. Otra vertiente a
evaluar, de gran importancia, es la búsqueda de antecedentes familiares de trastornos
psiquiátricos, ya que éstos pueden aportar datos que orienten fácilmente la realización del
diagnóstico, siendo que la influencia de trastornos mentales en familiares de primer grado
es grande. Además debe conocerse el funcionamiento del entorno familiar y social en el
que se desenvuelve cotidianamente el paciente para poder determinar las posibilidades de
contención que presenta, las cuales serían beneficiarias a cualquier tipo de tratamiento
adoptado. En casos en los que el paciente no pueda colaborar, es necesario recurrir a los
acompañantes para que brinden toda esta información. (Moizeszowicz, 2000)
Es común, por las características de la patología, que los pacientes presenten
desconfianza frente al entrevistador y no quieran explicar sus ideaciones delirantes, aunque
es posible identificar igualmente los rasgos de la personalidad paranoide y otros rasgos de
personalidad que permiten una primera orientación hacia el cuadro actual. Una vez que
aceptan hablar del delirio, se muestran firmes respecto a su veracidad y recurren a todo
aquello que permite mantener sus creencias. Aquí el terapeuta no debe proponerse como
primer objetivo intentar cambiar la creencia en la idea delirante, ya que es primordial poder
establecer una relación de confianza con el paciente, adoptando una actitud de respeto y
honestidad, huyendo de actitudes de excesiva distancia o cordialidad, para esto es útil la
adopción de una actitud empática y el ofrecimiento de ayuda, porque permite la reducción
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de la ansiedad que acompaña a toda la situación que atraviesa la persona (Salavert et al,
2003).
Para poder establecer un diagnóstico diferencial en un paciente que presenta un
cuadro con delirios es necesario considerar fundamentalmente los trastornos orgánicos y
psiquiátricos en los que las ideas delirantes formen parte como un síntoma secundario. Los
trastornos psiquiátricos asociados a las producciones delirantes pueden ser la
esquizofrenia, los trastornos del estado de ánimo, el trastorno hipocondríaco y el trastorno
paranoide de la personalidad. Cada uno de estos trastornos presenta ciertas características
particulares que lo diferencian del trastorno delirante, las cuales exceden el interés y la
extensión del presente trabajo. Entonces es necesario destacar que para poder realizar un
diagnóstico final en un paciente con ideas delirantes se requiere de una evaluación médica
completa y de su estado mental general. Dentro de la evaluación médica deben incluirse
exámenes físicos con evaluaciones neurológicas y exámenes de laboratorio. También
puede solicitarse una evaluación neuropsicológica, un electroencefalograma y tomografía
computarizada. (Salavert et al, 2003)
La característica principal que diferencia a este trastorno de los demás es la ausencia
de anormalidades significativas en el estado físico y mental a excepción de las
producciones delirantes. Se trata en su estado puro de una presentación monosintomática
que puede alterar la vida cotidiana del paciente de manera importante y generalizada.
En los dos casos mencionados anteriormente (Schreber de Freud, y Ángel de
Moizeszowicz) se presentan trastornos mixtos. Al respecto Freud expresaba:
Nuestros supuestos sobre fijaciones predisponentes en la paranoia y la parafrenia permiten
entender sin más, que un caso pueda empezar con síntomas paranoicos y desarrollarse, empero,
hasta una demencia; que fenómenos paranoides y esquizofrénicos se combinen en todas las
proporciones y pueda producirse un caso como el de Schreber, que merece el nombre de
‘demencia paranoide’: da razón de lo parafrénico por la relevancia de la fantasía de deseo y de
las alucinaciones, y del carácter paranoide por el mecanismo de proyección y el desenlace.
(Freud, 1991: 71)

Sobre el tratamiento del farmacológico y psicoterapeútico


De acuerdo a lo planteado por Moizeszowicz (2000) el Trastorno Delirante puede
presentarse por brotes, que en ciertos casos dependen de eventos externos que hacen
manifiesta la vulnerabilidad psiconeurobiológica, produciendo la caída del proceso
restitutivo que se había mantenido hasta ese momento dando lugar a una repentina pérdida
de realidad, lo que se denomina como fase psicótica aguda. El autor propone como algo de
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fundamental importancia que el paciente vaya recolectando las experiencias atravesadas


durante esta fase, ya que pueden ser de suma utilidad al momento del tratamiento
psicoterapéutico.
Los modos de tratamiento recomendados por diversos autores remiten
principalmente a las terapias psicofarmacológicas que permiten mantener al paciente lo
más ligado a la realidad posible, a los fines de poder emprender y mantener un proceso de
trabajo psicoterapéutico, la convergencia de estas dos modalidades de trabajo son las que
se consideran más beneficiosas para el paciente.
Estos brotes psicóticos se encuentran acompañados generalmente de mucha
angustia, ya que el sujeto se enfrenta a la incapacidad para controlar sus estados de ánimo,
sus actos motores y sus conductas, lo cual desorganiza también a su entorno social. Se
hace necesario, entonces una tranquilización farmacológica, ya que en esos momentos se
hace muy difícil conseguir algún efecto por medio de la palabra. Lo que se pretende con la
intervención medicamentosa es el alivio de los síntomas que causan sufrimiento al paciente,
dando la posibilidad de acceso a un tratamiento sobre el trastorno básico subyacente. Se
pretende propiciar la llegada del momento restitutivo, pudiendo dar lugar a la configuración
de un sistema interpretativo más complejo. Al respecto Moizeszowicz expresa lo siguiente:
La utilización de psicofármacos antipsicóticos convencionales o típicos (sedantes: clorpromazina,
levomepromazina; incisivos: trifluoperazina, haloperidol) permitió disminuir la excitación y
agresividad. Ellos funcionan a modo de dique, creando un campo con niveles cuanitativos
reducidos, por el bloqueo en la transmisión sináptica de dopamina en el sistema mesocortico-
límbico. Este sistema conecta las vías de las áreas límbicas y las prefrontales. Sin embargo, los
antipsicóticos atípicos (clozapina, olanzapina, risperidona, quetiapina, zyprasidona), que tienen
un acción antagónica sobre los receptores de serotonina (5HT 2) y de dopamina (D1 y D2) de
manera simultánea en el sistema mesolímbico, son muy eficaces. (Moizeszowicz, 2000:150)

Una vez controlada la urgencia psiquiátrica es posible entablar un tratamiento


psicoterapéutico. En la clínica, el propósito del analista debe ir dirigido en primer lugar a
crear y preservar una buena alianza terapéutica, a poder instalar el dispositivo terapéutico
con una transferencia positiva, lo cual en este tipo de pacientes no es fácil, debido a su
elevado nivel de desconfianza e incluso hostilidad. Adoptar una actitud empática y ofrecer
ayuda facilita la reducción de la ansiedad que acompaña al delirio, así como la sensación
de frustración que suelen acarrear estos sujetos (Salavert et al, 2003). Es interesante
pensar el trabajo del terapeuta como alguien que propicia el lugar para la instalación de
coherencia en las narrativas del paciente, lo cual puede ayudar a incorporar información
acerca del déficit neuropsicológico, información con la que el paciente mismo no cuenta. Es
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común que estas personas se hayan explicado su situación a partir de interpretaciones


establecidas por terceros (generalmente familiares), o por medio de sus propias
interpretaciones para poder articular sus ideas delirantes con el resto de sus vidas,
adoptando lugares desfavorables a los ojos ajenos en incluso en algunos casos, frente a sí
mismos. Así es cómo la persona termina incorporando estas críticas en sus propias
narrativas (Palombo, 2017). Teniendo internalizadas estas interpretaciones es parte del
trabajo terapéutico poder reformularlas a fines de cambiar las narrativas establecidas por el
paciente respecto a su situación personal. Es importante entender que la terapia transcurre
por distintas etapas en donde al sujeto se lo puede interrogar sobre su delirio, pero en
ocasiones sólo se lo puede acompañar sin alcanzar a comprender. (Moizeszowicz, 2000)
“La psicoterapia psicoanalítica es un buen método para darle al paciente la
posibilidad de vivir con su locura más que ‘curarla’ de ella.” (Solimano, 2009:236) El autor
plantea que la técnica debe adoptar una actitud básicamente receptiva y continente, no
enfrentando al sujeto con la realidad a partir de poner en juego el principio de realidad, ya
que el delirio tiene para el paciente la calidad de realidad objetiva. Es importante en este
contexto terapéutico no perder la idea del delirio como restitutivo.
Es conocido también el hecho de que las recaídas en pacientes que no emprenden
tratamiento psicoterapéutico además del farmacológico, presentan grados de adaptación
menores, y mayores posibilidades de recaídas que quienes sí lo hacen (Moizeszowicz,
2000). En síntesis, el objetivo del tratamiento psicoterapéutico no es curar al paciente, sino
propiciar un lugar de acompañamiento para que la persona pueda convivir con su condición
y desempeñarse en la vida de la manera más óptima posible con menores niveles de
sufrimiento.

Conclusiones
Para dar cierre al presente escrito es importante resaltar que la situación planteada
por una urgencia relacionada al ámbito de la salud mental exige un acabo conocimiento de
las diferentes categorías diagnósticas, a fines de conocer algunas generalidades acerca del
sujeto que requiere de asistencia. En este punto es menester desarrollar flexibilidad para
escuchar y adaptarse a las distintas situaciones en las que se llevan a cabo las entrevistas
con los pacientes en estos contextos. También es importante como psicólogos poseer
conocimientos psiconeurofarmacológicos que permitan entender, acompañar y emprender
la labor diagnóstica o terapéutica junto a otros profesionales participantes del caso en un
equipo interdisciplinario.
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Se destaca también la importancia de los tratamientos abordados desde varios ejes,


donde la mera administración de psicofármacos no ayuda en los casos de enfermedades
crónicas como la aquí tratada si no hay un trabajo sobre el acompañamiento del paciente
en los distintos ámbitos de su vida (social, laboral, familiar, afectivo, etc.). A estos fines la
clínica psicoterapéutica sigue siendo la mejor opción, la cual requiere, sobre todo en una
primera instancia, de una actitud básicamente de alojamiento y contención hacia el paciente,
sin el establecimiento de juicios de valor, ni juicios de realidad frente a sus relatos delirantes,
ya que se reconoce que la vivencia delirante tiene para el sujeto carácter de realidad. La
función del terapeuta no está dirigida a curar la patología, sino a ayudar a estar mejor con
ella, intentando reducir su padecimiento lo máximo posible, y ayudándolo a encontrar las
herramientas para poder llevar a cabo sus planes de vida.

Referencias Bibliográficas
- American Psychiatric Association (APA) (2002). Manual Diagnóstico y Estadístico de
los Trastornos Mentales DSM-IV-TR. Barcelona: Masson.
- Conti, N., Stagnaro, J.C. (2009) Delirios. VERTEX Rev. Arg. de Psiquiatría, Vol. XX: pp
184 -186. Buenos Aires: VERTEX
- Freud, S. (1991). Obras completas. Sobre un caso de paranoia descripto
autobiográficamente (Schreber). Buenos Aires: Amorrortu.
- Laplanche, J, Pontalis, J. (2004) Diccionario de psicoanálisis. [3a ed. 6a impr. Rev. bajo
la supervisión de Lagache, D]. Buenos Aires : Raidos, 2004.
- Moizeszowicz J., Moizeszowicz, M. (2000) Psicofarmacología y territorio freudiano.
Teoría y clínica de un abordaje interdisciplinario. Buenos Aires: Paidós SAICF
- Palombo, J. (2017) The Neuropsychodynamic Treatment of Self-Deficits. New York:
Routledge
- Salavert, J., Berrospi, M., Miralles, M. L., Dueñas, M. R., Tiffon, M. L., San Molina, L.
(2003) El trastorno delirante. Revisando los aspectos de la paranoia. Rev Psiquiatría Fac
Med Barna. 30(6):304-313.
- Solimano, A. (2009) Clínica y psicoterapia de las Psicosis. VERTEX Rev. Arg. de
Psiquiatría. Vol. XX: pp 228 – 236. Buenos Aires: VERTEX

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