El interrogatorio lo entendemos fácilmente como el acto
de efectuar preguntas a la persona que las responderá; y,
dentro de una actividad especifica de averiguación, lo imaginamos como algo obligadamente antiguo, tanto como las preguntas que un día se refiere en el Libro del Génesis, hizo Jehová a Caín: “¿Dónde esta Abel, tu hermano?”, “¿Qué has hecho?”. Visto así el interrogatorio, constituye una actividad natural y meta jurídica orientada hacia la búsqueda y obtención de información que, para los efectos del proceso penal, se revestirá de determinadas características y limitaciones formales impuestas por el Derecho. Ahora bien, el interrogatorio de testigos, en el marco del nuevo proceso penal que inaugura el Código adjetivo del 2004, cuya tendencia acusatoria es eminente, resulta, por un lado, una actuación irremplazable y fundamental dentro del juicio oral y, por otro, una actividad rigurosa y no muy fácil de dominar, debido alas altas exigencias técnicas que demanda. Partamos de considerar que, en el modelo acusatorio anglosajón norteamericano, el interrogatorio es una solamente, entre varias técnicas de litigación que se ofrecen a los operadores de justicia, debiendo recordar ahora lo que respecto de aquellas ha sostenido Lee Bailey “Es el arma más devastadora que haya inventado el hombre, incluyendo las nucleares”. Si se comprende, en cualquier caso, la necesidad de aprehender, asimilar y utilizar una técnica acabada, para desarrollar el interrogatorio, la cual se sabe que se maneja ya en otras realidades; lo que corresponde es estudiar profundamente la forma en que se efectúa dicha actividad, en tales lugares, y adaptar su desenvolvimiento a nuestra realidad.
1.- Concepto.-
La palabra interrogatorio, proviene del latín
interrogatorius, aparece definida en el Diccionario de la Lengua Española, como “Serie de preguntas, comúnmente formuladas por escrito” y “papel o documento que las contiene”; ocurriendo que solo la tercera acepción refiere que es el “Acto de dirigirlas a quien las ha de contestar”. Entendiendo el último significado, en el contexto de las anteriores, la idea que reconstituye pasa por expresar la acción de oralizar las preguntas que se tendrían sobre un papel. Y, como bien sabemos, ello no es lo que debe suceder en el juicio oral acusatorio. En la enciclopedia Jurídica Omeba, citando a Escriche, se define al interrogatorio, como la serie o catálogo de preguntas que se hacen a las partes y a los testigos, para probar o averiguar la verdad de los hechos. Bielsa, citado por Espinoza Carballo, efectúa a nuestro entender, un aporte valioso cuando diferencia entre preguntar e interrogar, indicando que lo primero es algo común, que lo hace cualquiera, en cambio “interrogar es requerir con cierta autoridad una declaración concreta”. Esta última idea resulta relevante, porque es cierto que la palabra interrogatorio alude a una actividad de la autoridad persecutoria o jurisdiccional en pro de la impartición de justicia. Ello, hoy en día resulta innegable. El autor colombiano Orlando Rodríguez Chocontá, ofreciendo una visión integral sobre este tema refiere: “el interrogatorio ocupa un sitial privilegiado en la temática del testimonio y constituye el momento estelar del juicio oral. En este, el acusador y el defensor someten al deponente a una serie de preguntas y contrapreguntas, para sustentar su pretensión procesal, que concretan a los temas que consideren importantes.
Por nuestro lado, entendemos que luego de la actividad
sensorial de percepción de una persona, respecto a hechos de interés penal, el interrogatorio constituye una actuación dinámica y formal, estractivo-expositiva de información relevante para el caso, que se realiza por la acción de dos personas, en dada momento concreto: una el interrogador de pregunta, y la otra, el interrogado que responde. Si bien se aprecia que la dirección (y la estrategia), en tal actividad le corresponde al interrogador, lo cierto es que este no es la única parte de la actividad del interrogatorio, puesto que ante la motivación efectuada por aquel, el interrogador asume también, al responder, un rol activo cuando declara y posibilita la generación de una prueba testimonial. 2.- OBJETO.-
El objeto del interrogatorio, como no puede ser de otro
modo, son los hechos que poseen relevancia penal. Al respecto, Tomás Young sostiene: “Hecho, en la acepción común, es una acción u obra, suceso, acontecimiento o, asunto o materia de que se trata, y también cosa que sucede”.
Se aprecia del NCPP, que tanto las iniciales actuaciones
policiales (artículo 68, inciso 1, literal b) y las fiscales (artículo 65, inciso 1) tiene como objeto los hechos sucedidos o los hechos delictivos en sí mismos, ocurriendo que en el Título Preliminar se orienta la actuación del Ministerio Público a indagar “los hechos constitutivos del delito” (artículo IV, inciso 2).
Ahora bien, ingresando al objeto del interrogatorio, se
aprecia que en los preceptos generales sobre le mismo, y aparentemente como una noción alejada del resto, se refiere que el declarante, manifestará sobre el asunto “el asunto de que se trate” (artículo 119, inciso 2). Y a partir de aquí, toda la referencia siguiente respecto lo que declarará el testigo en el interrogatorio, se refiere a los hechos (artículos 163, inciso 2; 166, inciso 1; 170, inciso 5; 378, inciso 6).
De lo referido se desprende que el objeto del
interrogatorio serán los hechos acontecidos que posean relevancia penal. Específicamente la norma se refiere a “Lo percibido en relación con los hechos objetos de prueba” (artículo 166, inciso 1).
Sin duda, la identidad lógica de tales hechos materia de
prueba, estará referida siempre, en principio, a los hechos que imputa el fiscal al inculpado.
2.1.- Hechos materia probandum.-
Los hechos materia de prueba o el thema probandum
resultan ser un hecho concreto o varios hechos que constituyen, a su vez, el núcleo de la teoría del caso fiscal y cuando aparece una contrahipótesis de la defensa, también esta última enuncia hechos que modelan el objeto del interrogatorio, en cuanto este persigue probar.
Por ello se dice que el thema decidendi y el thema
probandum son determinados exclusivamente por la voluntad de las partes, refiriéndose también que en la gran mayoría de lo casos se produce una identificación absoluta entre ambos objetos y se destaca que el juez, aunque no puede introducir hechos si puede excluir algunos de la necesidad de practicar pruebas sobre ellos, tal como es el caso de la notoriedad o l ausencia de relevancia jurídica de los mismos.
Por lo tanto, los hechos infaltables que ocuparán la
atención del interrogatorio serán aquellos cuya existencia histórica constituye la base del caso llevado por el Ministerio Público y que, a su vez, resulta negado, en su existencia o en su autoría, por la defensa del formalmente acusado.
La polémica sobre tales hechos los convierte en hechos
controvertidos y la existencia del juicio oral ofrece oportunidad al Ministerio Público, sobre quien recae la carga de la prueba para que, con las formalidades y garantías de la audiencia, demuestre la existencia del delito (hecho típico, antijurídico y cuyo autor asumiría responsabilidad).
Si bien existen algunos autores que sostienen que la
materia de prueba no son los hechos sino las afirmaciones sobre tales casos, tal dicho constituye una media verdad, puesto que la existencia de un caso fiscal no prosperaría nunca de constituir una mera afirmación, ya que, para el órgano jurisdiccional que dirige la etapa intermedia o el que califica la causa probable, lo de menos son las meras afirmaciones del fiscal.
Ello quiere decir que la calificación de causa probable
pasa por reconocer y calificar un mínimo de evidencias objetivas que constituyen la referencia material de un hecho histórico concreto, base mínima para llegar a un juicio oral. Ello mismo no sucede, necesariamente, en la obra de los defensores. Así es que respecto a la defensa lo permisible y cierto es que aquella si puede hacer afirmaciones contradictorias, en relación con los hechos atribuidos por el fiscal. Por su lado, la fiscalía solo aparece haciendo básicamente afirmaciones alrededor de una hipótesis, cuan do el caso lo fundamenta en prueba indiciaria, ya que en tal situación “existirían datos sensibles y operaciones mentales que se resolverían en presunciones”. 2.2.- Hechos Acreditadotes del Testimonio.-
La norma ha dejado un espacio dentro del desarrollo del
interrogatorio para averiguar respecto “otros” hechos relevantes y estos serán los que permitan conceder importancia y significación probatoria a lo expresado en aquel. Así es que la norma refiere, respecto al testigo, que “se le interrogará, sobre toda circunstancia útil para valorar su testimonio” (artículo 170, inciso 5). Por ello concluimos en que las preguntas de acreditación de la persona del testigo y de las circunstancias que rodearon la percepción que rememora y ofrece, resultan constituyendo, también parte de la estructura formal del interrogatorio.
3.- FUNDAMENTO.-
El fundamento del interrogatorio, en cuanto la actuación
procesal que genera la prueba testifical, hemos de advertir que se encuentra, desde el punto de vista del ordenamiento legal del Estado, en términos genéricos, en el interés público y social de reconstruir la verdad de los hechos acontecidos y, para solo a partir de ello, resolver jurisdiccionalmente lo que corresponda.