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De los ritos y ceremonias de la celebración eucarística

924. con este c. el articulo 4 sobre los “ritos y ceremonias de la celebración eucarística”. Para no colisionar con las disposiciones
litúrgicas y atender a las distintas formas culturales, se mantienen muy generales y se limitan a lo más indispensable. Respecto
a la materia de la eucaristía, la iglesia católica se siente obligada a seguir la tradición bíblica, según la cual Jesús celebro la
última cena con pan y vino. Según eso, en el §1 prescribe que también la iglesia celebre la eucaristía con pan y vino. Esto es
válido en general y sin excepción para toda la iglesia, independientemente de las costumbres locales sobre comida. Como signo
de unión entre la divinidad y la humanidad, el vino se mezcla con algo de agua.
Los §§ 2 y 3 especifican la naturaleza del pan y del vino. El pan debe ser de trigo puro y tan reciente que no corra peligro de
corrupción. Del vino solo se dice que debe ser natural, y del fruto de la vid. La determinación de los requisitos cualitativos
exactos es materia de la respectiva conferencia episcopal.
925. se regula el caso general de administrar la comunión bajo la especie del pan. Esta regla se remite al concilio de Trento y
fue establecida también en el CIC 17 como única posibilidad (cfr. C. 852 CIC 17). No obstante, frente al antiguo código, el
nuevo CIC abre la posibilidad también de comunión bajo las dos especies e incluso solo en la especie de vino.
Respecto a la comunión bajo las dos especies, el CIC se remite a las disposiciones litúrgicas. Estas figuran en el “ritus servandus
in distribuenda communione sub utraque specie”, Typ. Pol. Vat. 1965, 49-57, donde se indican las circunstancias en que se
puede comulgar bajo las dos especies. Éstas se ampliaron aún más en la instrucción Eucharisticum mysterium de 1967.
Por último, con la instrucción Sacramentali communione de 1970, la congregación para el culto divino ha permitido a todas
las conferencias episcopales determinar y establecer los casos en que se deba comulgar bajo las dos especies. Además, cada
ordinario puede ampliar estos casos, siempre que no se opongan a la santa sede y a su conferencia episcopal.
Por lo demás, se dice que “el mandato no se debe dar indiscriminadamente, sino que se deben determinar exactamente las
celebraciones y las circunstancias. Se deberán evitar las ocasiones en que participen numerosos fieles. Los grupos autorizados
para ello deberán ser limitados, ordenados y homogéneos”. Los ritos que contemplan la comunión con el cáliz, se determinan
generalmente en el misal romano (nn.244-252). Para el caso que alguien comulgue bajo la especie del vino, el c. 925 exige una
necesidad. Esto puede ocurrir, por ejemplo, si el receptor, bien sea por edad o enfermedad, no puede tomar alimento sólido. A
este respecto, no se dice nada sobre la comunión en la boca o en la mano. El año 1969, con la instrucción Memoriale domini,
la congregación para el culto divino se pronunció básicamente por la comunión en la boca, permitiendo a cada conferencia
episcopal autorizar en su territorio la comunión en la mano.
926. El legislador se remite a la antigua tradición de la iglesia latina que exige al sacerdote consagrar con pan ázimo. Pero del
texto latino y de la aplicación del optativo no se deduce una obligación tan estricta que no permita también emplear otro pan
en caso de necesidad.
927. El c. expresa una prohibición absoluta, la de consagrar con una o ambas especies fuera de la celebración de la misa. Esto
está prohibido incluso en caso de extrema necesidad, es decir, aun en el caso en que no se disponga de formas consagradas. En
este caso hay que renunciar a comulgar.
928. El c. contempla la opción de celebrar la eucaristía en latín. Pero la misa también se puede celebrar en otras lenguas. En
ambos casos, los textos litúrgicos empleados deben ser oficiales, es decir, deben ser aprobados por la autoridad competente (cfr.
C. 838).
929. Las rúbricas de los textos litúrgicos dan normas a los ornamentos que deben llevar los sacerdotes y diáconos para celebrar
misa.
930. El CIC tiene el derecho litúrgico, (cfr. C. 2) y este c. se refieren también al misal en el que se dice que el sacerdote celebre
normalmente la misa de pie y que observe los ritos de cada dia.
El §1 presenta una excepción, si el sacerdote, por edad o enfermedad, no puede celebrar la misa de pie, puede celebrar la misa
sentado, y con permiso del ordinario, incluso en presencia de los fieles.
Según el §2, se puede prescindir también de las prescripciones litúrgicas propias de la misa diaria, si el sacerdote está enfermo,
especialmente si es ciego. En este caso, puede emplear cualquier misa cuyo texto le resulte conocido, y que sepa de memoria.
También se le permite que otro sacerdote o diácono, incluso un laico convenientemente instruido, le apunte el texto en voz baja,
para que él pueda repetirlo. Pero a los diáconos y laicos les está prohibido pronunciar las palabras reservadas para el sacerdote,
en lugar de éste (cfr. C. 907).

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