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DESAFIOS DE LA AGRICULTURA CAMPESINA EN

EL PROCESO DE GLOBALIZACION

MARC DUFUMIER
Professor
Institut National agronomique Paris-Grignon

Dentro del contexto general de la globalización, la liberalización del comercio mundial


tiene teoricamente como objetivo promover la especialización económica de los diversos
países según sus respectivas “ventajas comparativas”, como por ejemplo: ventajas de tipo
ecológico (suelos y clima favorables a unas actividades agropecuarias específicas) o
ventajas relacionadas con la existencia de infraestructuras de comunicación (pistas, puertos,
etc.).

Por eso, se está presionando las naciones del “Tercer Mundo” para que abran sus mercados
internos a las importaciones de productos alimenticios y enfrenten cada vez más
directamente la competencia con la producción agroindustrial de los países del “Norte”.
¿Porqué las naciones del “Sur” tendrían que sembrar los cereales y tuberculos (trigo,
cebada, papas, etc.) que ya están cultivados con mayor productividad en los Estados-
Unidos y en la Unión Europea? ¿No sería mejor producir cafetos y bananos con destino a la
exportación hacia éstos paises?, y conseguir asi las divisas necesarias para la importación
de alimentos? El principio de las “ventajas comparativas” es que cada nación tiene interés
en no producir en su propio país los productos que salen mas baratos a fuera y exportar las
mercancías por las cuales los costos de producción salen mas altos en el extranjero.

Las presiones en favor del “libre” intercambio a nivel internacional provienen en primer
lugar de la Organización Mundial del Commercio (OMC). Sin embargo, es cierto que los
“países menos adelantados” (Haiti, Bolivia, etc.) todavía tienen derecho a proteger sus
mercados internos frente a las importaciones de productos agropecuarios desde los paises
industrializados. Pero también es cierto que dentro de los planes de estabilización o de
ajuste estructural diseñados por las agencias financieras internacionales (Fondo Monetario
Internacional y Banco Mundial), la apertura de las fronteras ya ha sido una de las
principales condiciones impuestas en intercambio del reescalonamiento de la deuda
externa.

¿Cuáles pueden ser las consecuencias de ese “libre” intercambio entre los países del Tercer
Mundo y los paises industrializados en el campo de la agricultura familiar?

Antes de todo, necesitamos medir la diferencia de productividad del trabajo que prevalece
entre un pequeño campesino del “Tercer Mundo”, que no tiene sino herramienta manual
(machete, hazadón, etc.), y un empresario agrícola de los Estados-Unidos, que tiene acceso
a equipamientos sumamente mecanizados (tractores de alta potencia, cosechadoras
automotrices, avionetas para la fumigación de plaguicidas, etc.). En su pequeña chacra, y
con su herramienta exclusivamente manual, el pequeño campesino no puede manejar más

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de 0,5 hectárea por persona activa. Puede ser que saque de vez en cuando dos toneladas de
maíz o trigo por hectárea, pero tomando en cuenta la probabilidad de sequía o de
inundaciones, el rendimiento promedio no supera mucho más que eso. Esto significa que
solamente con herramienta manual, los pequeños productores no pueden producir más de
una tonelada por persona y por año. Con eso, cada persona activa puede dar a comer a 2 o 3
otras personas. Pero si quiere comprar medicinas, textiles, nueva herramienta o otros
productos de primera necesidad, tiene que vender una parte de su producción en el mercado
nacional. Tiene entonces que competir con productos importados, por ejemplo desde los
Estados-Unidos. Con la ayuda de sus máquinas motorizadas de alta potencia, un agricultor
norte-americano puede facilmente manejar sus cultivos sobre una superficie de 100
hectáreas; y con el uso intenso de fertilizantes químicos, el puede conseguir rendimientos
de 5 toneladas por hectárea. Esto significa que puede producir 500 toneladas de maíz o de
trigo por año. Sin embargo, no se trata de la productividad del trabajor porqué éste tiene
que comprar los insumos, amortizar su tractor, alquilar la cosechadora y la avioneta, etc.
Vamos a suponer que estos costos representán las cuatro quinta partes del producto bruto y
que solamente una quinta parte es valor agregado. A pesar de ésto, el valor agregado por
persona activa (la productividad del trabajador) es de 100 toneladas en los Estados-Unidos,
o sea cien veces mayor que la productividad del pequeño campesino del “Tercer Mundo”.

Podemos considerar un pequeño productor peruano del altiplano andino que quiere
vender su trigo en Lima, sabiendo que Lima importa trigo desde los Estados-Unidos. Con
barcos gigantes, el costo de transporte de una tonelada de trigo hacia Lima desde los
Estados-Unidos es menor que por camiones desde el altiplano. La diferencia en la
productividad del trabajo agrícola es de 1 a 100; lo que significa que para vender una parte
de su producción en el mercado nacional, el pequeño campesino peruano tiene que aceptar
una remuneración de su trabajo cien veces menor que su competidor norte-americano. Un
saco de un quintal de maíz del “Tercer Mundo” tiene que ser vendido en Lima al mismo
precio que un saco del mismo peso proviniendo de los Estados-Unidos, pero necesita cien
veces más trabajo por haber sido producido por un campesino con chakitaccla. ¿Cómo
podría el campesino del altiplano tener ingresos suficientes para ahorrar e invertir en vista
de mecanizar su unidad de producción, incrementar su productividad y mejorar su nivel de
vida?.

La liberalización del comercio entre naciones del “Sur” y del “Norte” contribuye a
exponer cada vez más a los agricultores del “Tercer Mundo” frente a una competencia
absolumente desigual. Además de ser los países con mayor productividad en la agricultura,
los países industrialisados del “Norte” son también los en que el Estado sigue ortogando
subsidios para la producción agrícola, cuyos resultados son una mayor producción a menor
precio, lo que no sólo desplaza a los pequeños productores campesinos de los mercados
internacionales, sino de sus propios mercados nacionales. El peligro de tal hecho es que
pone en riesgo la seguridad alimentaria de los países del “Tercer Mundo”. La comida de los
consumidores está dependiendo cada vez más de la importación de granos básicos desde los
países del “Norte”. Los pueblos del “Sur” están perdiendo su soberanía. Quizas, sí no
existiera el arma alimentaria, la situación no sería tan grave...

La teoría nos dice que los países del “Tercer Mundo” que no pueden competir en los
mercados internacionales de productos alimenticios tendrían que especializar sus

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economías hacia las actividades agropecuarias por las cuales tienen verdaderas “ventajas
comparativas”. Podrían por ejemplo especializar su agricultura hacia los cultivos por los
cuales los ecosistemas tropicales presentán las condiciones más favorables: café, cacao,
banano, etc. El problema es que, hoy en día, son muy pocos los productos agropecuarios
del “Tercer Mundo” que no tienen que competir obligatoriamente con mercancias
producidas con mayor productividad en los países del “Norte”. El algodón está producido
en grandes empresas agrícolas en el sur de los Estados-Unidos; el aceite de maní de
Senegal tiene que competir con el aceite de girasol producido en Europa; la vanilla sintética
ha desplazado la vanilla natural de Madagascar; y yá se puede producir mantequilla de
cacao en las afueras de Paris sin tener que sembrar cacaoteros! Las Filipinas son todavía el
primer exportador mundial de aceite de coco. Este aceite, que contiene ácido laúrico, sirve
en la producción de jabón, lo que hasta hace poco tiempo no era posible con los aceites de
colza o de girasol producidos en los Estados-Unidos y en Europa. Pero con manipulaciones
biotecnológicas, unos cientificos norte-americanos acaban de introducir un gene de laurel
en una variedad de colza, cuyo resultado es que el aceite de la colza transgénica,
enriquecido en ácido laúrico, va a poder ser usado en la fabricación de jabón. Otra vez en la
historia, unos productores del “Sur” que cosechán a mano van a tener que competir con
agricultores del “Norte”que recolectán con máquinas cosechadoras automotrices. Puede ser
que dentro de un lapso de 5 o 10 años, el plantío de cocoteros no tenga más porvenir en las
Filipinas. Este país está perdiendo una de sus principales “ventajas comparativas” sin que
ninguna nueva pueda reemplazarla.

Muchos son entonces los países del Tercer Mundo que tratán de competir entre ellos
para exportar los pocos productos que no se puede producir en los Estados-Unidos o en
Europa y por los cuales todavía no existen substitutos industriales. A tal punto que al final,
se presenta un exceso en la oferta de éstos productos en el mercado mundial; y la caída de
sus precios internacionales no permiten entonces obtener una remuneración mucho mayor
que con los productos alimenticios. Sólo quedán rentables unos cultivos ilícitos, como por
ejemplo la coca o la omalopa, por los cuales los Estados del “Norte” no permiten la “libre”
importación en sus propios países! Con los precios demasiado bajos de sus productos
agrícolas, el agricultor del “Tercer Mundo” no puede obtener un ingreso suficiente para
asegurar conjuntamente la sobrevivencia de su familia y la reproducción de sus medios de
producción. El está condenado a la descapitalización. En condiciones de alta pobreza, los
agricultores no pueden sino deteriorar cada vez más los recursos naturales.

Una consequencia grave de la imposibilidad de lograr la reproducción de la familia


campesina con la producción agrícola (productos alimenticios o de exportación) es el
crecimiento de los movimientos migratorios del campo a la ciudad, hasta el punto de
desbordar todas las posibilidades de ocupación en el ámbito nacional. Perdiendo
competitividad en los mercados locales, nacionales e internacionales, muchos agricultores
pobres están condenados a descapitalizar, y luego a cambiar de actividad e irse del campo,
sín siempre tener, por lo tanto, otras oportunidades de trabajo en las ciudades. Numerosos
son los agricultores endeudados que tienen que migrar hacia las zonas urbanas sín poder
siempre encontrar empleos en éstas. Como se sabe, éste exodo rural sin industrialización
previa alimenta la delincuencia y la inseguridad en las grandes ciudades, lo que desalentán
las inversiones por parte de la burguesia nacional y de los capitalistas extranjeros. ¿Quién
se va a atrever en invertir en Haiti, el país mas pobre, y de los mas inseguros, de América

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Latina? Sólo queda a las naciones del “Sur” expulsar su mano de obra en exceso a los
países mas desarrollados, convirtiéndose en exportadoras de la única mercancia con el cual
pueden competir a nivel internacional: la fuerza de trabajo barata. De hecho, sus economías
se están especializándose hacia la cría y la exportación de mano de obra por la cual los
países industrializados no tienen que pagar el costo de producción inicial. Sin embargo, los
Estados del “Norte” no aceptán la “libre” importación de gente pobre desde el “Tercer
Mundo” e imponen cuotas a la entrada de trabajadores desde los países del “Sur”!

Con el “libre” comercio (que no es sino un intercambio en condiciones de


productividad muy desigual) se encuentran amenazadas la seguridad alimentaria, la
sostenibilidad del desarrollo agropecuario y la paz social en el “Tercer Mundo”. ¿Porqué no
deberíamos permitir a las naciones del “Sur” proteger sus mercados internos con aranceles,
tal como lo hicieron (y lo siguen haciendo) los países industrialisados?

Para que las naciones del “Tercer Mundo” puedan competir en los mercados
internacionales de productos agropecuarios, muchos “expertos” piensan que los Estados del
“Sur” tendrían que promover formas de agricultura que tengán rapidamente una
productividad tan alta como en Europa y en los Estados-Unidos. En vista de conseguir un
salto tremendo de productividad en la agricultura, los gobiernos deberían favorecer las
unidades de producción agropecuarias de grande tamaño, con uso de mano de obra
asalariada, altamente mecanizadas y especializadas, capaces de proporcionar verdaderas
economías de escala. El problema es que la racionalidad económica de éstas empresas
agropecuarias capitalistas no coresponde en absoluto al interés general de la sociedad. El
incremento de la productividad por trabajador que permite la mecanización de los procesos
productivos no se manifiesta tanto por un aumento significativo de valor agregado y de
bienestar sino más bien por un desempleo creciente en las zonas rurales. En la mayoría de
los casos, los sistemas de cultivo o de crianza que permiten maximizar el retorno al capital
invertido en las grandes unidades de producción capitalistas son sistemas extensivos y
mecanizados que no requieren mucha fuerza de trabajo por hectárea: ganadería extensiva,
monoproducción de algodón o de caña de azucar, etc.

Cualquier capitalista invierte su dinero y desplaza su capital en relación con las


diversas oportunidades de ganancia que existen en los distintos sectores de la economía. Si
la agricultura no le proporciona un retorno al capital invertido tan alto como en otras
actividades económicas, el dueño de capital tiene interés en no invertir mucho dinero en la
agricultura. Se puede optimizar la ganancia por unidad de capital invertido en la agricultura
con poca inversión de capital por hectárea. Asi muchos ganaderos de los llanos venezolanos
maximizán su tasa de provecho con sistemas de ganadería extensiva, dejando el rebaño
suelto comer pastos en grandes superficies de praderas naturales y vendiendo los animales
en exceso cuando la estación de sequía. En vista de maximizar la ganancia anual dividida
por el capital invertido en la agricultura, los latifundistas no optán solamente por no invertir
mucho capital por hectárea, sino más bien ellos tratán de amortizar la poca inversión de
capital fijo con sistemas de producción especializados hacia la actividad por la cual se ha
immobilizado el capital. De la misma manera, el latifundista contrata a mano de obra
asalariada o substituye la fuerza de trabajo por máquinas y motores tomando en cuenta las
relaciones de precios que prevalecen entre éstas dos categorías de gastos en el mercado. Si

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el nivel de los salarios vuelve a subir, el hacendado puede tener interés en mecanizar su
sistema de producción y no generar mucho empleo.

Es cierto que existen exepciones: unos casos de fincas capitalistas en las cuales
estan implementados sistemas de producción intensivos con un uso importante de mano de
obra: la floricultura de Colombia y Ecuador, la producción de uvas de mesa con destino a la
exportación hacia los Estados-Unidos, las plantaciones bananeras de América Central, etc.
Pero también es cierto que la maximización de la tasa de ganancia se consigue mediante
altos costos ecológico (contaminación de las aguas, erosión de los suelos, proliferación de
plagas y doencias resistentes a los agrotóxicos, accelerada disminución de la biodiversidad,
etc.), costos que no que tienen que pagar los empresarios capitalistas. En los años 80, en la
llanura costera del Pacifico, los grandes empresarios agropecuarios de Nicaragua y del
Salvador tuvieron que aplicar hasta 24 fumigaciones de plaguicidas por año en sus unidades
de producción algodonera, con un nivel de contaminación sumanente alto para los pueblos
cercanos. Para los capitalistas, este deterioro ecológico no es sino una “externalidad”.
Cuando el ecosistema parece demasiado dañado, los empresarios pueden desplazar
facilmente su capital hacia zonas menos afectadas!

En las grandes haciendas cafetaleras de América Central, dondé no hace falta la


mano de obra barata proporcionada por el campesinado pobre, no es tán necessario, en vista
de maximisar la tasa de ganancia de los latifundistas, incrementar la productividad del
trabajo durante el periodo de cosecha. El hecho de que las cerezas de café quedaran
dispersos en ramas bastante largas y altas no tienen graves consecuencias por esos
capitalistas porqué el precio de la fuerza de trabajo asalariada queda tán bajo que es posible
contratar a un gran número de jornaleros sin disminuir drasticamente el retorno al capital
invertido. Sín embargo, estas grandes fincas especializadas aparecen bastante vulnerables
cuando occurren bajas drásticas de precios en el mercado internacional. Así los grandes
hacendados cafetaleros de América Central decidieron despedir a sus obreros permanentes
y no contratar a jornaleros para la cosecha cuando cayó el precio internacional del café en
2001.

La mediana agricultura familiar funciona con otra racionalidad microeconómica y


tiene mejor capacidad de resistir y seguir produciendo cuando occuren accidentes
climáticos y altibajos de precios. El jefe de una unidad de producción familiar no invierte
capital en la agricultura con el propósito de maximizar el retorno al capital invertido, sino
para darle oportunidad de trabajo a todos los miembros de su familia e incrementar el
ingreso familiar por día de trabajo. Su interés es optimisar el retorno al trabajo familiar en
la agricultura, comparándolo siempre con otras oportunidades de trabajo e ingreso en los
otros sectores de la economía. Mientras tanto no existan otras fuentes de empleo a fuera, los
responsables de unidades de produccion familiar siempre tratán de implementar sistemas de
producción intensivos que les permiten hacer el pleno uso de la fuerza de trabajo familiar.
Núnca los jefes de familia van a substituir su propia mano de obra familiar por máquinas y
motores, cuyo resultado sería gastar más dinero y mantener unos miembros de la familia en
situación de subempleo o de desempleo.

Trabajar más en su chacra, para poder sobrevivir y tener mayor ingreso monetario,
es la meta de los agricultores que no tienen otras oportunidades de trabajo a fuera. Para

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hacer el mejor uso de la mano de obra familiar disponible, los agricultores tratán de
diversificar los sistemas de cultivo y de crianza en el seno de sus unidades productivas:
hortas, rotaciones de cereales, leguminosas y tuberculos, plantaciones de frutales, praderas,
ganaderia, cria de animales menores, etc. El problema es que muchos productores
minifundistas que tienen interés en intensificar sus sistemas de cultivo y de crianza no
tienen acceso a los medios de producción necessarios para ésta intensificación y rentabilizar
sus esfuerzos (semillas certificadas, fertilizantes, etc).

La producción familar puede tener éxito cuando los agricultores tienen acceso a
tierras suficientes, medios de produccion appropiados y créditos en tiempo oportuno. La
gran variedad de actividades agropecuarias posibilita el escalonamiento de los periodos de
trabajo en el transcurso del año, sín mayor “pico de trabajo” ni periodo de subempleo. Los
deshechos de cultivos pueden servir para la alimentación de los rebaños y los excrementos
de los animales para la fertilización de los suelos. Esta combinación de actividades permite
entonces valorizar lo mejor posible la biomasa disponible. La recuperación de las materias
orgánicas juega entonces un papel importante en el mantenimiento de la tasa de humus en
los suelos. La diversidad de sistemas de cultivo y de crianza le da una grande flexibilidad al
agricultor en la implementación de su sistema de producción y le ayuda para que pueda
reducir los riesgos de muy malos resultados en caso de accidentes climatológicos (sequías,
inundaciones, etc.) o de altibajos de precios. Ella permite también limitar el impacto
negativo de las plagas y doencias prevalentes en el ecosistema. La producción familiar
puede ser entonces la forma que le da mayor sustentabilidad al desarrollo agropecuario.

Trabajando por sus propias cuentas, los productores familiares que tienen aceso a
los medios de producción adecuados implementán muy a menudo sistemas de cultivo y de
crianza intensivos y diversificados que permiten producir un alto valor agregado por
hectárea. Haciendo ésto, ellos implementan los sistemas de producción los más conformes
con el interés general. No es pura casualidad si Taïlandia se ha vuelto el primer exportador
mundial de arroz, yuca y hule. Se debe, sin duda alguna, al hecho de que éste país es el
único, en Asia del Sur-Este, a no haber sido colonisado por potencias extranjeras. A
diferencias de países como Malaysia e Indonesia, Taïlandia pudo así mantener un gran
número de unidades de producción familiares, con sistemas de producion altamente
diversificados, sín mayor influencia de grandes plantaciones coloniales.

Cuando la mano de obra familiar disponible vuelve relativamente mas escasa en las
unidades de produccion agropecuaria, con oportunidades de trabajo bien remunerado a
fuera, es el interés de los productores incrementar la productividad por día de trabajo,
empezando por aliviar la cantidad de trabajo necesaria en las épocas de labores mas
intensas (“picos de trabajo”). En Costa Rica, son productores familiares que los primeros
seleccionaron los cafetos de tipo caturra, con entrenudos cortos, posibilitando un fuerte
incremento de la productividad del trabajo en la época de la cosecha. El hecho de que los
cerezas no están demasiado dispersas en las ramas altas permite también a los cosechadores
“pepitear”, es decir recolectar exclusivamente las cerezas maduras, lo que resulta en un
mejoramiento significativo de la calidad (y del precio) del café comercializado.

No tenemos pues que subestimar los adelantos tecnológicos que se pueden obtener
en unidades de producción familiares. El progreso permanente de la producción agrícola en

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el Middle West norteamericano y en Europa del Oeste se dió principalmente con ésta forma
de agricultura. Lo importante es que los agricultores puedan tener un ingreso suficiente para
asegurar el bienestar de su familia e invertir en la compra de nuevos medios de produccion
siempre mas eficientes. El éxito de la agricultura familiar depende pues de la existencia de
políticas y legislaciones que posibiliten su desarrollo: reformas agrarias en favor de la
multiplicación de unidades de producción de tamaño medio, aranceles impuestos sobre la
importación de granos básicos, líneas de crédito que apoyen la tecnificación adecuada de la
producción y de la comercialización, intercambios de experiencias técnicas y
organizacionales entre agricultores, etc.

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