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Continuación (La Espiritualidad Mariana) 30 de noviembre de 2018

La espiritualidad mariana puede entenderla si tenemos bien entendimiento de la imagen


de Jesucristo. Si alguien no predica JC como el hombre verdadero, podemos entender la
historia de la salvación.
¿Es lo mismo decir que la piedad mariana es lo mismo de espiritualidad mariana? No. La
espiritualidad es la vida de la fe mientras la piedad es un camino en esta vida.
San Agustín escribía que la fe cree mientras la esperanza y la caridad rezan.
La ley de la fe debería decidir la ley de la oración decía el papa en Mediator Dei.
No es lo mismo que JC se hizo hombre que JC nació de la virgen María.
La piedad mariana nos dice tenemos misterio de JC hecho hombre que ayuda de vivirlo
lo concretamente.
En la piedad mariana, estamos alabando a Dios en María y a través de ella.
The heart has own reason which the reason cannot understand. (B. Pascal)
LG 67.
Marialis Cultus 32:

Por su carácter eclesial, en el culto a la Virgen se reflejan las preocupaciones de la Iglesia misma,
entre las cuales sobresale en nuestros días el anhelo por el restablecimiento de la unidad de los
cristianos. La piedad hacia la Madre del Señor se hace así sensible a las inquietudes y a las
finalidades del movimiento ecuménico, es decir, adquiere ella misma una impronta ecuménica. Y
esto por varios motivos.

En primer lugar porque los fieles católicos se unen a los hermanos de las Iglesias ortodoxas, entre
las cuales la devoción a la Virgen reviste formas de alto lirismo y de profunda doctrina al venerar
con particular amor a la gloriosa Theotocos y al aclamarla "Esperanza de los cristianos" (94); se
unen a los anglicanos, cuyos teólogos clásicos pusieron ya de relieve la sólida base escriturística
del culto a la Madre de nuestro Señor, y cuyos teólogos contemporáneos subrayan mayormente
la importancia del puesto que ocupa María en la vida cristiana; se unen también a los hermanos
de las Iglesias de la Reforma, dentro de las cuales florece vigorosamente el amor por las Sagradas
Escrituras, glorificando a Dios con las mismas palabras de la Virgen (cf. Lc 1, 46-55).

En segundo lugar, porque la piedad hacia la Madre de Cristo y de los cristianos es para los
católicos ocasión natural y frecuente para pedirle que interceda ante su Hijo por la unión de todos
los bautizados en un solo pueblo de Dios (95). Más aún, porque es voluntad de la Iglesia católica
que en dicho culto, sin que por ello sea atenuado su carácter singular (96), se evite con cuidado
toda clase de exageraciones que puedan inducir a error a los demás hermanos cristianos acerca
de la verdadera doctrina de la Iglesia católica (97) y se haga desaparecer toda manifestación
cultual contraria a la recta práctica católica.
Finalmente, siendo connatural al genuino culto a la Virgen el que "mientras es honrada la Madre
(…), el Hijo sea debidamente conocido, amado, glorificado" (98), este culto se convierte en
camino a Cristo, fuente y centro de la comunión eclesiástica, en la cual cuantos confiesan
abiertamente que Él es Dios y Señor, Salvador y único Mediador (cf. 2, 5), están llamados a ser
una sola cosa entre sí, con El y con el Padre en la unidad del Espíritu Santo

Redemptoris Mater 2.

La Iglesia, confortada por la presencia de Cristo (cf. Mt 28, 20), camina en el tiempo hacia la
consumación de los siglos y va al encuentro del Señor que llega. Pero en este camino —deseo
destacarlo enseguida— procede recorriendo de nuevo el itinerario realizado por la Virgen María,
que « avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la
Cruz ».4Tomo estas palabras tan densas y evocadoras de la Constitución Lumen gentium, que en
su parte final traza una síntesis eficaz de la doctrina de la Iglesia sobre el tema de la Madre de
Cristo, venerada por ella como madre suya amantísima y como su figura en la fe, en la esperanza
y en la caridad.

Poco después del Concilio, mi gran predecesor Pablo VI quiso volver a hablar de la Virgen
Santísima, exponiendo en la Carta Encíclica Christi Matri y más tarde en las Exhortaciones
Apostólicas Signum magnum y Marialis cultus 5 los fundamentos y criterios de aquella singular
veneración que la Madre de Cristo recibe en la Iglesia, así como las diferentes formas de devoción
mariana —litúrgicas, populares y privadas— correspondientes al espíritu de la fe.

Marialis cultus 27
Se afirma con frecuencia que muchos textos de la piedad moderna no reflejan suficientemente
toda la doctrina acerca del Espíritu Santo. Son los estudios quienes tienen que verificar esta
afirmación y medir su alcance; a Nos corresponde exhortar a todos, en especial a los pastores y
a los teólogos, a profundizar en la reflexión sobre la acción del Espíritu Santo en la historia de la
salvación y lograr que los textos de la piedad cristiana pongan debidamente en claro su acción
vivificadora; de tal reflexión aparecerá, en particular, la misteriosa relación existente entre el
Espíritu de Dios y la Virgen de Nazaret, así como su acción sobre la Iglesia; de este modo, el
contenido de la fe más profundamente medido dará lugar a una piedad más intensamente vivida.

La liturgia y el culto mariano. Culto, intercesión, imitación (no podemos separar)

Redentor Hominis 22:

Por tanto, cuando al comienzo de mi pontificado quiero dirigir al Redentor del hombre mi
pensamiento y mi corazón, deseo con ello entrar y penetrar en el ritmo más profundo de la vida
de la Iglesia. En efecto, si ella vive su propia vida, es porque la toma de Cristo, el cual quiere
siempre una sola cosa, es decir, que tengamos vida y la tengamos abundante.188 Esta plenitud
de vida que está en Él, lo es contemporáneamente para el hombre. Por esto, la Iglesia, uniéndose
a toda la riqueza del misterio de la Redención, se hace Iglesia de los hombres vivientes, porque
son vivificados desde dentro por obra del «Espíritu de verdad»,189 y visitados por el amor que el
Espíritu Santo infunde en sus corazones.190 La finalidad de cualquier servicio en la Iglesia, bien
sea apostólico, pastoral, sacerdotal o episcopal, es la de mantener este vínculo dinámico del
misterio de la Redención con todo hombre.

Si somos conscientes de esta incumbencia, entonces nos parece comprender mejor lo que
significa decir que la Iglesia es madre191y más aún lo que significa que la Iglesia, siempre y en
especial en nuestros tiempos, tiene necesidad de una Madre. Debemos una gratitud particular a
los Padres del Concilio Vaticano II, que han expresado esta verdad en la Constitución Lumen
gentium con la rica doctrina mariológica contenida en ella.192 Dado que Pablo VI, inspirado por
esta doctrina, proclamó a la Madre de Cristo «Madre de la Iglesia»193 y dado que tal denominación
ha encontrado una gran resonancia, sea permitido también a su indigno Sucesor dirigirse a María,
como Madre de la Iglesia, al final de las presentes consideraciones, que era oportuno exponer al
comienzo de su ministerio pontifical. María es Madre de la Iglesia, porque en virtud de la inefable
elección del mismo Padre Eterno194 y bajo la acción particular del Espíritu de Amor,195 ella ha dado
la vida humana al Hijo de Dios, «por el cual y en el cual son todas las cosas»196 y del cual todo el
Pueblo de Dios recibe la gracia y la dignidad de la elección. Su propio Hijo quiso explícitamente
extender la maternidad de su Madre —y extenderla de manera fácilmente accesible a todas las
almas y corazones— confiando a ella desde lo alto de la Cruz a su discípulo predilecto como
hijo.197 El Espíritu Santo le sugirió que se quedase también ella, después de la Ascensión de
Nuestro Señor, en el Cenáculo, recogida en oración y en espera junto con los Apóstoles hasta el
día de Pentecostés, en que debía casi visiblemente nacer la Iglesia, saliendo de la
oscuridad.198 Posteriormente todas las generaciones de discípulos y de cuantos confiesan y aman
a Cristo —al igual que el apóstol Juan— acogieron espiritualmente en su casa 199 a esta Madre,
que así, desde los mismos comienzos, es decir, desde el momento de la Anunciación, quedó
inserida en la historia de la salvación y en la misión de la Iglesia. Así pues todos nosotros que
formamos la generación contemporánea de los discípulos de Cristo, deseamos unirnos a ella de
manera particular. Lo hacemos con toda adhesión a la tradición antigua y, al mismo tiempo, con
pleno respeto y amor para con todos los miembros de todas las Comunidades cristianas.

Lo hacemos impulsados por la profunda necesidad de la fe, de la esperanza y de la caridad. En


efecto, si en esta difícil y responsable fase de la historia de la Iglesia y de la humanidad advertimos
una especial necesidad de dirigirnos a Cristo, que es Señor de su Iglesia y Señor de la historia
del hombre en virtud del misterio de la Redención, creemos que ningún otro sabrá introducirnos
como María en la dimensión divina y humana de este misterio. Nadie como María ha sido
introducido en él por Dios mismo. En esto consiste el carácter excepcional de la gracia de la
Maternidad divina. No sólo es única e irrepetible la dignidad de esta Maternidad en la historia del
género humano, sino también única por su profundidad y por su radio de acción es la participación
de María, imagen de la misma Maternidad, en el designio divino de la salvación del hombre, a
través del misterio de la Redención.

Este misterio se ha formado, podemos decirlo, bajo el corazón de la Virgen de Nazaret, cuando
pronunció su «fiat». Desde aquel momento este corazón virginal y materno al mismo tiempo,
bajo la acción particular del Espíritu Santo, sigue siempre la obra de su Hijo y va hacia todos
aquellos que Cristo ha abrazado y abraza continuamente en su amor inextinguible. Y por ello,
este corazón debe ser también maternalmente inagotable. La característica de este amor materno
que la Madre de Dios infunde en el misterio de la Redención y en la vida de la Iglesia, encuentra
su expresión en su singular proximidad al hombre y a todas sus vicisitudes. En esto consiste el
misterio de la Madre. La Iglesia, que la mira con amor y esperanza particularísima, desea
apropiarse de este misterio de manera cada vez más profunda. En efecto, también en esto la
Iglesia reconoce la vía de su vida cotidiana, que es todo hombre.

El eterno amor del Padre, manifestado en la historia de la humanidad mediante el Hijo que el
Padre dio «para que quien cree en él no muera, sino que tenga la vida eterna»,200 este amor se
acerca a cada uno de nosotros por medio de esta Madre y adquiere de tal modo signos más
comprensibles y accesibles a cada hombre. Consiguientemente, María debe encontrarse en todas
las vías de la vida cotidiana de la Iglesia. Mediante su presencia materna la Iglesia se cerciora de
que vive verdaderamente la vida de su Maestro y Señor, que vive el misterio de la Redención en
toda su profundidad y plenitud vivificante. De igual manera la misma Iglesia, que tiene sus raíces
en numerosos y variados campos de la vida de toda la humanidad contemporánea, adquiere
también la certeza y, se puede decir, la experiencia de estar cercana al hombre, a todo hombre,
de ser «su» Iglesia: Iglesia del Pueblo de Dios.

Frente a tales cometidos, que surgen a lo largo de las vías de la Iglesia, a lo largo de la vías que
el Papa Pablo VI nos ha indicado claramente en la primera Encíclica de su pontificado, nosotros,
conscientes de la absoluta necesidad de todas estas vías, y al mismo tiempo de las dificultades
que se acumulan sobre ellas, sentimos tanto más la necesidad de una profunda vinculación con
Cristo. Resuenan como un eco sonoro las palabras dichas por Él: «sin mí nada podéis
hacer».201 No sólo sentimos la necesidad, sino también un imperativo categórico por una grande,
intensa, creciente oración de toda la Iglesia. Solamente la oración puede lograr que todos estos
grandes cometidos y dificultades que se suceden no se conviertan en fuente de crisis, sino en
ocasión y como fundamento de conquistas cada vez más maduras en el camino del Pueblo de
Dios hacia la Tierra Prometida, en esta etapa de la historia que se está acercando al final del
segundo Milenio. Por tanto, al terminar esta meditación con una calurosa y humilde invitación a
la oración, deseo que se persevere en ella unidos con María, Madre de Jesús,202 al igual que
perseveraban los Apóstoles y los discipulos del Señor, después de la Ascensión, en el Cenáculo
de Jerusalén.203 Suplico sobre todo a Maria, la celestial Madre de la Iglesia, que se digne, en esta
oración del nuevo Adviento de la humanidad, perseverar con nosotros que formamos la Iglesia,
es decir, el Cuerpo Místico de su Hijo unigénito. Espero que, gracias a esta oración, podamos
recibir el Espíritu Santo que desciende sobre nosotros 204 y convertirnos de este modo en testigos
de Cristo «hasta los últimos confines de la tierra»,205 como aquellos que salieron del Cenáculo de
Jerusalén el día de Pentecostés.

El culto a la madre de Dios.

FUNDAMENTOS DOGMATICOS DEL CULTO MARIANO


No es lo mismo el culto de los santos que culto de Mariano. El culto de los santos no es el
culto de los héroes sino de la comunidad de los salvados por JC. Pero la virgen es más
cerca de JC, la cabeza. La santidad es un regalo que necesitamos cogerlo.
El camino del culto mariano se fundamenta en los cultos de los santos.
LG 56.
Pero el Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la
Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte,
también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual se cumple de modo eminentísimo en la Madre
de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido
adornada por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene de
extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios
totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva
criatura por el Espíritu Santo [176]. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con
el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es
saludada por el ángel de la Anunciación como «llena de gracia» (cf. Lc 1, 28), a la vez que ella
responde al mensajero celestial: «He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra»
(Lc 1, 38).

Así María, hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al
abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno la voluntad salvífica de Dios,
se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo
con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente.
Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo
en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia
libres. Como dice San Ireneo, «obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y
para todo el género humano» [177]. Por eso no pocos Padres antiguos afirman gustosamente
con él en su predicación que «el nudo de la desobediencia de Eva fue desatado por la
obediencia de María; que lo atado por la virgen Eva con su incredulidad, fue desatado por la
virgen María mediante su fe» [178]; y comparándola con Eva, llaman a María «Madre de los
vivientes»[179], afirmando aún con mayor frecuencia que «la muerte vino por Eva, la vida por
María»

¿En que especifica el culto mariano? Hay tres cultos en la Iglesia: latría, hiperdulía, dulía
La fuente del culto mariano es específica unión entre JC y María que es JC muy
importante.
Rosarium Virginis Mariae 9:

Un rostro brillante como el sol

9. «Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol» (Mt 17, 2). La
escena evangélica de la transfiguración de Cristo, en la que los tres apóstoles Pedro, Santiago y
Juan aparecen como extasiados por la belleza del Redentor, puede ser considerada como icono
de la contemplación cristiana. Fijar los ojos en el rostro de Cristo, descubrir su misterio en el
camino ordinario y doloroso de su humanidad, hasta percibir su fulgor divino manifestado
definitivamente en el Resucitado glorificado a la derecha del Padre, es la tarea de todos los
discípulos de Cristo; por lo tanto, es también la nuestra. Contemplando este rostro nos
disponemos a acoger el misterio de la vida trinitaria, para experimentar de nuevo el amor del
Padre y gozar de la alegría del Espíritu Santo. Se realiza así también en nosotros la palabra de
san Pablo: «Reflejamos como en un espejo la gloria del Señor, nos vamos transformando en
esa misma imagen cada vez más: así es como actúa el Señor, que es Espíritu» (2 Co 3, 18).
Homilía de Proclo.
María es un criterio de la verdad sobre JC.

Había muchos saludos dirigido. Χαίρε, κεχαριτωμένη. akáthistos


Tambien alabar las virtudes de la virgen.

Medieval
“llena de la gloria celestial”
Ave Maris Stella
Alma Redentoris Mater
Leyendas marianas
En el texto de Salve Regina

Siglo de Oro
San Bernardo de Clarvajal
María como acueducto de la gracia divina
Se recalca los privilegios de María
Se componen meditaciones marianas
Meditaciones Marianas
La persona de María ocupa un lugar inferior en cuanto de lugar de su hijo.
San Lorenzo de Brindisi. Mística Mariana. Concentra en la vida espiritual de María.
Louis María de Mounfourt. La maternal cooperación de María en la obra de la
encarnación y redención.
La renovación. S XIX-XX.
Lo que es importante es la piedad Mariana en s. XIX.
Ineffabilis Deus.
Munificentisimus Deus.
Mistici Corporis Cristi
21 de Nov. 1964: LG Cap. 8
Marialis Cultus
María como mujer nueva
Catequesis marianas de Juan Pablo II (para empezar leyendo culto mariana)

LAS FORMAS DE LAS ORACIÓNES MARIANAS


Ave María. Esa oración de la mariana es como centro de culto mariana. Hay dos partes,
bíblica y eclesial. Se hizo en el siglo X. En aquel tiempo, había como una pequeña liturgia
mariana. En el s. XIII, han puesto el nombre de Jesús y el segundo parte. Al mismo tiempo
es una alabanza y una petición a la virgen. Ya tenemos la oración formada que rezamos
hoy.
Los dos elementos (bíblico y eclesiástico) presenta la singularidad del culto mariano.
Entonces, es bíblico y salvífico. ¿Qué es el punto clave de esta oración? No otra que Jesús.
Digamos un modelo de la piedad mariana.
Ángelus. Es muy cristológico. También es una verdad del misterio del hombre. Esta
oración ordena nuestra día. Aquí tenemos tres elementos: mariológico, cristológico, y
salvífico. Es una oración muy bíblica. Luego también hace conciencia sobre: dialogo de la
fe, la postura de la esclava, la encarnación significa que Dios ha puesto su morada aquí y
no nos dejada. ¿Cuál es el papel de María? Ella pide por nosotros a su Hijo. En Marialis
Cultus 41, el Papa JPII dice que esas oración siempre actual.
Santo Rosario. Es una oración de contemplación que nos ayuda a mirar nuestro interior
a la luz de nuestra salvación. El fin de esta oración es para ayudarnos a convertir cada día
por entregarse nuestro señor JC. Es una oración comunal e individual. En 1571-Batalla en
Lepanto. En 1986-Revolución contra de la dictadura del Marcos. Marialis Cultus 501. El
rosario es caminar Jesucristo al lado de María. La intercesión de María está
fundamentada a su ser como esclava de la salvación del hombre. Hay donde disminuye la
piedad mariana, disminuye también la piedad de Jesucristo.

1
Estos son los elementos del santo Rosario. Cada uno de ellos tiene su índole propia que bien
comprendida y valorada, debe reflejarse en el rezo, para que el Rosario exprese toda su riqueza
y variedad. Será, pues, ponderado en la oración dominical; lírico y laudatorio en el calmo pasar
de las Avemarías; contemplativo en la atenta reflexión sobre los misterios; implorante en la
súplica; adorante en la doxología. Y esto, en cada uno de los modos en que se suele rezar el
Rosario: o privadamente, recogiéndose el que ora en la intimidad con su Señor; o
comunitariamente, en familia o entre los fieles reunidos en grupo para crear las condiciones de
una particular presencia del Señor (cf. Mt 18, 20); o públicamente, en asambleas convocadas
para la comunidad eclesial.
Letanías marianas. Es un tipo de la oración cristina enraizada en la realidad de la fe.
Primero a la trinidad y luego a la presencia de María en la historia de la salvación.

APARICIONES MARIANAS2
Es una experiencia sobrenatural de un vidente. Para poder recibir esas apariciones
verdaderas, hay que reconocer Dios omnipotentes. Segundo, las apariciones son caminos
proféticos de la iglesia. Tercero, hay que reconocer la obediencia a la Iglesia. Luego de
acuerdo con el evangelio. Son mensajes transmitidos a todos no solamente algunos. ¿Por
qué se dan tantos? Por estado del mundo que necesita la conversión. Es algo que sale al
amor de Dios que está luchando para salvarla.

CONSAGRACIÓN A LA VIRGEN
Año 1038.
Consagración a la Inmaculada Corazón de Jesús.
La liturgia es la norma de la piedad mariana.

2
Cf. http://es.catholic.net/op/articulos/60469/apariciones-marianas-aprobadas-por-la-iglesia.html#modal

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