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Pcene insularum, Simio, insulammque

ocelle
C atulli xxxi, 1-2
ARISTÓTELES

EL HOMBRE DE GENIO
Y LA MELANCOLÍA
PROBLEM A XXX, I

Prólogo y notas de
JA C K IE PIG E A U D

Traducción de
C R IS T IN A SERNA
Publicado por Quaderns Crema, S. A.
F. Valls i Taberner, 8 - 08006 Barcelona
Tels.: 212 87 66 - 212 38 08
Fax: 418 23 17

©por la traducción: 1996 by Criscina Serna


©por la introduccióny las notas: 1988 byJ. Pigeaud

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Quaderns Crema, S. A.

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ÍNDICE

Prólogo 9

Bibliografía sumaria 75

Abreviaturas 76

PR O B L E M A XXX 77

Notas 1 04
PRÓ LO GO

¡Q u é poder el de una ensoñación organizada!


Existen textos que no destacan ni por su estilo, ni
por su extensión, ni por la densidad de su pen­
samiento. Y sin embargo su resplandor permanece
inalterable. Uno de los grandes misterios de estas
obras es que, para empezar, nos resultan per­
fectamente herméticas. De hecho, se inscriben en
el marco de una cultura desaparecida. Y , con todo,
nos sentimos ligados a ellas por un sentimiento de
familiaridad. Nos comunican evidencias, o más
bien ideas, que nosotros hemos recibido de no se
sabe dónde. Nos devuelven lugares comunes de
nuestra propia cultura, y nos fuerzan a un trabajo
de arqueología del imaginario cultural.
A este tesoro pertenece el famoso Problema
X X X y su comienzo, que resonará a través de los
siglos: «¿Por qué todo ser excepcional es melan­
cólico?» La cuestión no depende de los hechos; se
trata de una evidencia: todo ser excepcional es
melancólico. En consecuencia, el autor propon­
drá algunos ejemplos y considerará directamente
las causas.
Si se tienen en cuenta los ejemplos y su elección,
resulta ciertamente difícil hacer otra cosa que pro-
poner hipótesis. Para empezar Heracles, debido a
dos aventuras patológicas: la locura que le condu­
ce a asesinar a sus hijos, y su desaparición en la
cima del Eta, como consecuencia del sufrimiento
provocado por la túnica envenenada con la sangre
del centauro Neso.1 Es destacable la interpreta­
ción laica, médica, que da el autor de estos «heroi-
ka» de Heracles. Estas dos historias proporcionan
los paradigmas de los dos extremos de la melanco­
lía: la locura (ek-stasis) por un lado, y las úlceras
por el otro. Ambas imponen, según el autor, el
diagnóstico de melancolía en el caso de Heracles,
que vivió las dos aventuras paroxísticas del tempe­
ramento de la bilis negra. Para hablar como los
antiguos, se podría decir que la bilis negra puede
afectar al pensamiento, o bien afectar al cuerpo.
Esto depende de la salida que encuentre.
También Áyax se volvió loco {ek-statikos), y
Belerofonte recorrió los desiertos. He aquí dos
personajes a los que una especie de tornasol cam­
biante coloca a la vez en el pasado y en el mito. En
cuanto a los «modernos»: Empédocles, Platón,
Sócrates, «y muchos otros personajes ilustres». Y
aún hay que añadir a «aquellos que se han consa­
grado a la poesía».

i. Para toda esta patología de Heracles, cf. nuestras notas


ad loe.
Resulta muy difícil reconstruir la historia pato­
lógica que hizo merecedoras a estas personalida­
des del diagnóstico de melancolía. Obviamente,
la historia del suicidio espectacular de Empédo-
cles resulta de sobras conocida. Algunos han pen­
sado que la melancolía de Sócrates era debida a
las manifestaciones de su daimon y a su extrava­
gancia (atopia). Pero, ¿y el caso de Platón? ¿He­
mos de atribuirlo a su persona, o bien a su obra?
Quizá se haga entonces necesario pensar en las
definiciones del Fedro, tan importantes en la tra­
dición de la locura. «Hay dos especies de locura
(manía), una producida por las enfermedades hu­
manas, y otra por un cambio de nuestros valores
habituales provocado por la divinidad.» (265a) Y
Sócrates hace la distinción, entre los delirios divi­
nos, de aquel que proviene de Apolo (la inspira­
ción profética), el que proviene de Dioniso (la
inspiración mística), aquel del que las Musas son
responsables (la inspiración poética) y el delirio
debido a Afrodita y al Amor (265b y 244-45). Esta
distinción ha sido retomada incluso por los mé­
dicos.4 Celio Aureliano3 da comienzo a su mono­

2. Cf. Jackie Pigeaud, Folie et cures de la fo lie chez les mé-


decins de la Antiquité gréco-romaine, La manie, París, Belles
Lettres, 1987, pp. 130 y ss.
3. Médico del s. V d.C., que tradujo al latín a Sorano de
Efeso, médico griego contemporáneo de Trajano y de Adriano.
grafía sobre la manía citando el Fed.ro: «Platón
en el Fedro declara que hay dos especies de locu­
ra...» Digamos de paso que tras Platón vienen los
estoicos, cosa que no nos interesa aquí, pero tam­
bién Empédocles... «De igual manera», escribe
Celio Aureliano, «los sectarios de Empédocles
afirman que existe una manía que proviene de la
purgación del alma, y otra que proviene de la alie­
nación del espíritu provocada por la enfermedad
del cuerpo o bien por el mal temperamento de
éste {iniquitate),»4 ¿De qué purgación se trata?
Desgraciadamente, los fragmentos de Empédo­
cles que poseemos no nos permiten aclarar este
texto. ¿Es acaso preciso pensar que el Problema
X X X apunta hacia la obra de Empédocles, antes
que a su vida?
¿Y Lisandro? Aparece sin más, a causa de unas
úlceras de las que nada sabemos. Pero resulta que
él, personaje histórico y moderno, aparece situa­
do entre los héroes Heracles, Ayax y Belerofonte.
¿Es posible que sea simplemente el parecido en­
tre su enfermedad y la de Heracles lo que motiva
la mención de su nombre? Es preciso destacar
también, tal y como nos dice Plutarco, que él fue
el primer griego al que las ciudades levantaron al­
tares y ofrecieron sacrificios como a un dios, y en

4. Cf. Folie et cures de la fo lie ..., op. cit., p. 130.


honor de quien se cantaron himnos por vez pri­
mera.5 Esto situaría a Lisandro como una especie
de transición natural entre los héroes y los hom­
bres, cosa que podría justificar así su clasificación
entre los héroes.
Pero estos ejemplos nos dicen algo más. Invo­
can el testimonio de la Antigüedad y del mito, que
coincide con el de la modernidad. Y por primera
vez un texto propone los nombres de hombres
modernos para aquello que .podríamos denomi­
nar un diagnóstico retrospectivo. Se nos dice que
Empédocles, Sócrates y Platón eran melancóli­
cos. En lo que a Sócrates respecta este no es sino
el primer «diagnóstico», dentro de una historia
«patológica» del personaje que no hacía más que
comenzar.6
Pero volvamos sobre estos ejemplos para ex­
traer una última lección. Heracles conoció la lo­
cura y las ulceraciones; Lisandro las úlceras; Ayax
la locura; Belerofonte recorrió los desiertos. He
aquí una manifestación de la melancolía, la bús­
queda de la soledad, ésta, unida a la misantropía,
es consubstancial a la melancolía. Y sin embargo
se diría que aquí el tema no hace más que anun­
ciarse. Será preciso, en el fondo, esperar hasta la

5. Cf. nuestra nota ad loe.


6. F. Lélut, Le Démon de Socrate, París, 1836.
tradición de las Cartas del pseudo-Hipócrates,
sobre las que volveremos, para verlo resurgir y
desarrollarse.
Tras Empédocles, Sócrates y Platón, y los de­
más, llega un grupo aparte: los poetas. Y , en efec­
to, éste se merece un lugar propio; pues, después
de todo, la poesía es a la vez el modelo supremo y
el que suscita un mayor número de preguntas,
como intentaremos ver.7

LA A R T I C U L A C I Ó N DEL TEXTO

No es fácil controlar el razonamiento del autor,


no tan sólo porque nos proyecta hacia una física
que nos resulta por completo ajena, sino porque
en ocasiones resulta elíptico en su prisa por de­
mostrar. Es preciso, pues, entresacar unas articu­
laciones que no parecen del todo evidentes.
i° La experiencia del vino. El vino pone de ma­
nifiesto durante un tiempo limitado un abanico
de caracteres que se corresponden, cada uno de
ellos, con el carácter de un individuo dado, no en
ese instante solamente, sino de por vida.

7. Como decimos en nuestras notas (cf. p. 101), Em pé­


docles, en efecto, no es citado como poeta, sino como «fi­
siólogo».
1° El vino y la naturaleza obran este efecto por
identidad de causas. El autor introduce la bilis ne­
gra. La naturaleza del vino y la mezcla de bilis ne­
gra son parecidas.
3° El tercer punto llega como conclusión: la
bilis negra y el vino son «moldeadores del carác­
ter» por identidad de naturaleza. Esto quiere
decir que la bilis negra actúa como el vino. Todo
cuanto precede en las demostraciones nos obli­
ga a entender que esto es lo esencial en el men­
saje de nuestro autor. La bilis negra se compor­
ta como el vino, es decir, produce un gran
número de caracteres. Como punto de partida
teníamos los estados de embriaguez que propor­
cionan los caracteres posibles, durante un tiem­
po determinado. La bilis negra produce el mis­
mo efecto, sólo que de por vida. En el fondo, el
melancólico es, él solo, una multiplicidad de
caracteres. La bilis negra ofrece al natural me­
lancólico todos los estadios de la embriaguez
con todos sus peligros, y esto para siempre. El
melancólico es esencialmente polimorfo. Puede
apreciarse que este último punto es fundamen­
tal y que no se hallaba contenido en las premisas
del razonamiento. Esto quiere decir que el me­
lancólico tiene en sí mismo, como posibles, to­
dos los caracteres de todos los hombres. Cosa
que aclara de un modo prodigioso, como ve­
remos, la idea misma de la creatividad me­
lancólica.

EL V I N O COMO INSTRUMENTO
DE CONOCIM IENTO

La búsqueda de una medida «farmaceútica» para


evaluar el natural de los individuos no es nueva.
Platón, en las Leyes (I, 644b 6 y ss.), se lamenta de
que no exista droga capaz de alterar progresiva­
mente la personalidad y de llevarla hasta el temor,
y de poner de relieve, al someter a prueba su resis­
tencia, el temperamento y la educación de cada
individuo, lo que supondría, para el responsable
político, una extraordinaria ventaja. Pero el legis­
lador dispone de otra droga, el vino, que produce
exactamente el efecto contrario, al engendrar la
aphobia, una enorme seguridad en uno mismo, la
ausencia de miedo. El problema, pues, será inver­
so. Se medirá la resistencia a la ausencia de mie­
do; esfuerzo igualmente positivo, pero en un sen­
tido contrario. Para medir el valor del ciudadano,
fundamento de la supervivencia de la ciudad, se
medirá su resistencia a la ingestión de vino.
Lo que Platón propone es, por lo tanto, un «co­
nocimiento indirecto» por medio del vino, cosa
que presenta ciertas ventajas. E l vino es una be­
bida no muy cara, de sobras conocida, de la que se
sabe con exactitud la dynamis, es decir, la propie­
dad y la fuerza, que parece mantenerse constante
sea quien sea el individuo que lo toma.8 El razo­
namiento es bastante complejo. Resulta imposible
que el autor del Problema X X X ignorase este tex­
to. Pero éste propone otra teoría acerca del cono­
cimiento de los individuos por medio del vino,
que, a primera vista, parece muy sencilla. El vino
modela los caracteres. Es capaz de generar todos
los estados de la personalidad, y ello de una ma­
nera progresiva {élc Trpoaayaryfjs' -953b). Se pue­
de percibir, de acuerdo con la cantidad de bebida
ingerida, una evolución de los caracteres y de los
comportamientos. Se trata, pues, de un experi­
mento fácil, al alcance de todo el mundo, que, por
otra parte, reposa sobre una experiencia común;
se trata, también, de la medida directa de los efec­
tos del vino. Sin duda, el autor se interesa sobre
todo por la gradación de los estados de embria­
guez, antes que por la cantidad de bebida inge­
rida. Por otro lado, este experimento no carece
del todo de peligro, puesto que hacia el final del
texto se nos presentan los riesgos mortales de la
embriaguez. Lo importante es ver que se puede

8. Cf. Jackie Pigeaud, La Maladie de l’ame, París, Belles


Lettres, 1981, pp. 484-494.
crear en un determinado sujeto, por medio de la
ingestión programada de vino, toda una serie de
caracteres que es posible encontrar en los demás.
Se contrastan, por medio de un artificio, los carac­
teres humanos, gracias a los efectos sucesivos, gra­
duales y constantes, del vino. La eficacia del vino
se explica por lo que podríamos llamar argumen­
tos físicos. El vino produce estos efectos porque
contiene aire. La bilis negra produce los mismos
efectos que el vino. Entonces el autor añade dos
cualidades, el calor y el frío, necesarias para lo que
viene a continuación, es decir, la demostración de
que el melancólico es un ser inestable.

LA BILIS N E G R A

La analogía con el vino nos permite aclarar un


poco la naturaleza de la bilis negra. Ella es la
fuente inmediata del comportamiento del me­
lancólico. Es fría o bien caliente, inestable en
esencia; y contiene aire. Pero jamás es definida
por su relación con los otros humores. E l texto
jamás nos dice en qué sistema humoral nos halla­
mos, es decir, qué humores componen finalmen­
te nuestro ser fisiológico.9 Por otro lado, cuando

9. A propósito de esta cuestión en torno a la definición


el autor habla de la «mezcla de la bilis negra»,
uno puede preguntarse si se trata de la mezcla
que constituye la bilis negra como tal, o bien de
una mezcla en la que la bilis negra interviene ma­
sivamente. Pues este humor constituye una mez­
cla más o menos compleja, en la que intervienen
el calor, el frío y el aire. La expresión utilizada
por el texto es, en general, «la mezcla de la bilis
negra», menos en una ocasión en que parece de­
signar más precisamente una mezcla, un estado
del cuerpo que depende de la bilis negra (?) tcpa-
aiS' dirá rfjs' iie\aívT)s -955a 14). De he­
cho, la bilis negra es un residuo, un sedimento,
de aquello que no está cocido, puesto que la di­
gestión es considerada como una cocción. En
el Problema I (861B zo), más específicamente re­
servado a cuestiones de carácter médico, puede
leerse: «Puesto que el pósito de lo que no está
cocido se queda y se mantiene con mucha fuerza
en el cuerpo; tal es el caso de la bilis negra.» Por
lo demás, nuestro texto se cierra con una refle­
xión sobre el perissóma, lo superfluo, lo residual.
El individuo puede hallar alivio en una emisión
espermática que le libere de superfluidades. La

de los humores, puede leerse nuestro artículo: L ’hiwiettr des


Anciens, en L ’bumeur et son changement, Nouvelle Revue de
Psychattalyse 32, 1985, pp. 51-69.
doctrina de los residuos es aristotélica. El térmi­
no perissóma no es hipocrático.10
Por supuesto que se ha traducido así el comien­
zo del Problema-. «¿Por qué razón todos aquellos
que han sido hombres de excepción (perittoi)...»
Pues si bien el adjetivo perittos designa aquello
que resulta excesivo, superfluo, significa también
«excepcional», en un sentido metafórico. De
acuerdo. Puede también encontrarse este empleo
en Teofrasto, a propósito de las plantas que «son
excepcionales por su olor» (rá nepiTrá tt¡
ócr//#).11 Pero ello no impide que, en este pensa­
miento donde es preciso estar atento al mínimo
detalle, no tengamos demasiado escrúpulo en en­
tender que el hombre excepcional (perittos) es el
hombre del residuo (perissóma) por excelencia.
Por otro lado, es esta tensión la que no hay que ol­
vidar en ningún momento para comprender lo
que podría llamarse la dialéctica de la melancolía,
tal y como a lo largo de los siglos se ha vuelto, una
y otra vez, sobre ella. Es preciso pensar en el vín­
culo entre esta materia superflua, este residuo de
la cocción, este humor estúpido, y la creatividad
del genio, el ímpetu de la imaginación.

10. Cf. A. Thivel, La doctrine des perissómata et ses pa-


ralleles hippocratiques, en Revue de Philologie X X X IX , 1965,
pp. 266-282.
11. Historia de las plantas IX , 7, 2.
La bilis negra es una mezcla perfectamente ines­
table. En un instante puede ser extremadamente
fría o caliente.
Hemos tratado de mantener el término mezcla,
que es la traducción exacta del griego KpaoLg. El
cultismo crasis y la transcripción latina tempe­
ramento podrían hacernos perder de vista esta
simple noción de mezcla que es preciso tener muy
presente, aun cuando el término griego tuviera ya
unas connotaciones y un uso médico preciso en la
época de la redacción del Problema XXX.'~ En
nuestro texto, la mezcla de la bilis negra puede re­
presentar, vale la pena repetirlo una vez más, la
mezcla que constituye la bilis negra en tanto que
substancia, y la mezcla de humores en la que pre­
domina la bilis negra.
El problema estriba en saber si existe una nor­
ma para esta substancia compuesta e inestable.
Esta cuestión es de capital importancia, puesto
que se trata de establecer que el melancólico no es
necesariamente un enfermo y que existe, como

12. Por ejemplo, en la Medicina Antigua del Corpus Hipo-


cr&tico se dice que la salud reside en la correcta mezcla de los
humores. Pero la noción de crasis interviene sobre todo en la
teoría de los humores fundamentales, sangre, flema, bilis
amarilla, bilis negra, por ejemplo Naturaleza del hombre, 4.
explicaremos, una salud del melancólico. Esto es
lo que explica, en la segunda mitad del texto, la
reflexión sobre el homalon, es decir, la constan­
cia, y el anomalon, la inconstancia. La cuestión es­
triba en mostrar que existe una constancia de la
inconstancia.
Quedan por añadir unas palabras a propósito
de otras dos importantes nociones que aparecen
en el texto: la de mesón (o término medio), y la de
kairos, que nosotros traducimos, de acuerdo con
el uso, por ocasión. El uso de estos términos, en
una ensoñación de la mezcla, es digno de desta­
car. Ya se sabe que la noción de término medio es
muy importante en la filosofía aristotélica.13 Baste
recordar, por ejemplo, la teoría peripatética de las
pasiones. La pasión debe ser llevada hasta un tér­
mino medio, resultado de la mezcla de dos fuerzas
opuestas y de sentido contrario. En realidad, todo
reposa sobre el equilibrio entre el placer y el do­
lor que necesariamente acompañan a cualquier
pasión; lo que se corresponde, fisiológicamente,
con el equilibrio entre el frío y el calor en la kar-
dia. Radican aquí las razones de la mesotes, del

13. A propósito de esta cuestión del término medio pue­


de leerse H. Kalchreuter, Die M EEOTHZ bei itnd von Aristó­
teles, Tübingen, 1911, y Th. Tracy, SJ, Physiological Theory
and the Doctrine ofthe Mean in Plato and Aristotle, La Haya,
París, Mouton, 1969.
término medio. La symmetria, es decir, la relación
armoniosa, constituye un término medio, y este
término medio es el resultado de una mezcla.14 La
virtud del cuerpo, su salud, es un término medio.
La salud del alma y la salud del cuerpo son compa­
radas en la Física, 24 6b 4-6 , de Aristóteles: «Las
virtudes del cuerpo, por un lado, así como la salud
y el bienestar, residen [...] en la mezcla (/cpáaei) y
en una correcta relación (av^/ierpía) entre el calor
y el frío, ya sea en su relación recíproca interna, ya
sea en lo relativo al medio ambiente.»
La noción de mesón, del término medio, repre­
senta la norma, en una ensoñación de la mezcla,
como se ve muy bien en la apasionante obra que
Galeno consagra precisamente a las mezclas {De
Temperamentis). Galeno parte de una. reflexión
en torno al canon de Policleto, que define, tal y
como él nos recuerda, las proporciones entre las
partes del cuerpo humano (la proporción entre la
falange y el dedo, entre el dedo y la mano, entre la
mano y el brazo, etc.), proporciones a las que se
puede llamar symmetria, es decir relación de las
partes entre ellas y de cada parte respecto al todo.
Pero esto no tiene nada que ver con la mezcla. G a­
leno busca un canon, es decir, una norma de la
mezcla. El canon de los médicos resultará más di­

14. Cf. La Maladie de l ’ame, op. cit., pp. 299 y ss.


fícil de establecer que el del escultor; debe esta­
blecer la eucrasia, el equilibrio de los humores,
una symmetria de las cualidades, que no será otra
cosa que un estado medio, en comparación con el
cual se podrá juzgar el estado de salud de tal o
cual individuo.15
El Problema X X X nos propone una idea más di­
fícil, más atrevida. No se trata de la symmetria en­
tre los humores que forman nuestro organismo,
sino de la eucrasia de un humor que es por natu­
raleza inestable. El Problema X X X afirma que
existe una buena crasis de aquello que es, en esen­
cia, una crasis anómala, es decir, inconstante. 955a
37: «Desde el momento en que es posible que
exista una buena mezcla de la inconstancia...»
{énei 8 ’ e a n ¡cal evKparou elvat t t \ v ávcoficr
XLau...) Esto no puede explicarse más que por el
enfriamiento del calor o por el recalentamiento
del frío, es decir, por un cierto equilibrio frágil, el
mesón de la bilis negra.
La ensoñación de la mezcla explica expresio­
nes de nuestro texto que no siempre han sido
bien comprendidas por la tradición. Por ejemplo,
cuando, a propósito del temor, que es una pasión,
se nos dice que, puesto que el temor puede enfriar
a un individuo previamente caliente por obra y
efecto de la bilis negra, es posible hallarse a un
tiempo en estado de temor y sin pasión {¡cal év
avT¿¡ kü L cutclQt) -954b i5).16 Es decir, que uno se
encuentra en una especie de grado cero de la pa­
sión que representa, como ya hemos dicho, el tér­
mino medio buscado, que reposa sobre un estado
psicológico.
Otro aspecto altamente destacable de nuestro
autor es esta meditación a propósito del encuen­
tro entre lo inestable y el instante. En verdad todo
es posible, tanto la mayor cobardía como el mayor
coraje, la locura como el talento y la eficacia.
Todo depende del encuentro del kairos, de la cir­
cunstancia, así como del estado de la bilis negra
del individuo. Por ejemplo, si el anuncio de un
peligro (cuyo efecto es el enfriamiento), se en­
cuentra con la bilis negra en estado frío, el indi­
viduo se conduce como un ser cobarde, puesto
que la bilis negra ha abierto camino a la cobardía
(frío + frío = cobardía). E l autor escribe, 954b 34:
«Pues, cuando la mezcla resulta demasiado fría
para la ocasión, engendra dysthymías sin razón...»
El melancólico es el hombre del kairos, de la cir­
cunstancia.17

16. Así es como nosotros entendemos el texto; cf. nuestra


nota ad loe.
17. E l kairos es una noción específicamente griega, que
corresponde, para decirlo rápidamente, al ideal de la medida
Pedimos perdón por este calco griego, que nos
será de utilidad. ¿Cómo podríamos decirlo? ¿La
fabricación, la modelación de caracteres? No es
que me encante la traducción de ^dos por carác­
ter, pero me acomodo aquí al uso. La etimología
popular ya había establecido la relación entre
idos, costumbre, y fjdos, que designa una manera
de ser habitual, un comportamiento. Si uno sigue
a Aristóteles en la Poética (1454a 15), cuando re­
flexiona a propósito de lo que debe ser el ethos,
puede pensarse que lo que lo define es el parecido
de uno consigo mismo, la constancia, la regula­
ridad en su ser. La coherencia de un individuo
puede consistir además, tal y como subraya Aris­
tóteles, en una constante incoherencia. Y estos

de lo cualitativo. Todo el mundo conoce el primer Aforismo


de Hipócrates: «La vida es corta, el arte es largo, la ocasión
difícil.» El kairos es el momento en el que el técnico, ya sea
médico, orador o general, debe intervenir. E l kairos va liga­
do al tiempo, por la urgencia de la acción que precisa el esta­
do de las cosas; al conocimiento, por la necesidad de la ex­
periencia que un individuo debe poseer para actuar. Desde
el punto de vista del tiempo, se trata de un instante casi in­
temporal, sin duración. La eficacia del melancólico se basa
en el acuerdo entre el estado de la bilis negra y el kairos. Este
es el drama del melancólico tal y como nos lo presenta el Pro­
blema XXX.
caracteres, ¿qué son? Observemos por un mo­
mento la variedad de modificaciones, de maneras
de ser, de cualidades del individuo que nos pro­
pone nuestro texto. (Así hablaríamos con pruden­
cia para determinar el carácter.) Y a sea por efecto
del vino, o bien de la bilis negra, poco importa
aquí, los hombres se muestran coléricos, filan­
trópicos, piadosos, audaces, locos, violentos, em­
prendedores, seguros de sí mismos, charlatanes,
elocuentes, silenciosos, taciturnos, brutales, im­
pulsivos, abandonados a sus deseos, a las lágri­
mas, llenos de afecto por el otro, salvajes, co­
bardes, obsesionados por el sexo, bien dotados,
euthymicos, athymicos, dysthymicos, y aun es pro­
bable que me deje alguna cosa. La organización
de estos estados difiere en el curso de la exposi­
ción. Para empezar llamaremos la atención sobre
la curva que presenta el paradigma del vino y del
estado de embriaguez. Se parte del nivel frío y
silencioso, para pasar a uno más charlatán, elo­
cuente, seguro de sí mismo, emprendedor, violen­
to, loco; a continuación el individuo se desmoro­
na (se trata de la eklusis) para sumirse en un
estado de embrutecimiento. Nos hallamos, pues,
ante los grados, los estadios sucesivos de la em­
briaguez, susceptible de ser medida por la canti­
dad de vino. Y más tarde, conforme se avanza en
el texto, se amplía la paleta de los caracteres,
como si lo que interesara al autor fuera el aspecto
proteico del melancólico. Si uno observa estos
caracteres, puede poner en oposición las actitu­
des que implican; los comportamientos extrover­
tidos, si podemos atrevemos a decirlo de esta ma­
nera, que arrastran al individuo fuera de sí
mismo, y, por el contrario, aquellos que aíslan al
individuo en su soledad. Ebrio o melancólico,
uno se ve proyectado, más o menos progresiva­
mente, fuera de sí mismo, y hacia los demás. La
charlatanería, la piedad, el amor hacia el otro, el
afecto desbordante, incluso la agresividad y la
violencia, son comportamientos que implican una
relación con otra persona. Por supuesto, uno pue­
de atribuir mayor valor a unas actitudes en detri­
mento de las otras. Se puede opinar que la piedad
es preferible a la cólera. Pero, en la práctica, se
trata de dos pasiones. La piedad como tal, si es
excesiva, tampoco es buena. Y recuerdo aquí de
paso que Aristóteles define la tragedia, en la Poé­
tica, como «la representación de una acción [...]
que por medio de la piedad y el temor realiza
la purificación de tales pasiones». La piedad, lo
mismo que el temor, resultan pasiones nocivas,
a menos que sean reducidas a un estado de térmi­
no medio; comportan el riesgo de que la relación
que une un individuo a otro resulte desmesurada,
de que este individuo se pierda en el otro, o, por
el contrario, conceda excesivo valor a su per-
_ 18
sona.
Si uno hace un recuento rápido de los compor­
tamientos que implican una salida y de aquellos
otros que sugieren una reclusión en uno mismo,
se queda impresionado al comprobar que predo­
mina el aspecto de la extraversión. El silencio, la
taciturnidad oscura, por decirlo en palabras de
Pinel,19 la athymia son evocadas con menor fre­
cuencia que la exhuberancia de la cólera, de la pa­
labra, del amor, de la violencia. El melancólico es
presentado por encima de todo como un ser agi­
tado. Sin embargo, hay que matizar. Por ejemplo,
cuando es preciso demostrar que la bilis negra
puede ser fría y caliente, el autor nos dice que la
bilis negra, si se halla en exceso en las profundi­
dades del cuerpo, vuelve al individuo taciturno y
retraído. Pero con frecuencia este estado de hun­
dimiento se presenta como la recaída después de
un exceso. Así, curiosamente, se nos dice que
aquellos que son silenciosos son muy a menudo
extáticos (953b 13). Por lo tanto, las actitudes de
reclusión, la cobardía, el temor, el silencio no se
hallan ausentes, pero es indudable que se privile­
gia el aspecto positivo de la melancolía. Esto, evi­

18. Cf. Folie et cures de la fo lie ..., op. cit., pp. 163-188.
19. Nosograpbiephilosophique, 5“ ed., 1813, tomo III, p. 91.
dentemente, se explica en el marco de una refle­
xión sobre la creatividad. El individuo apartado
del mundo, sumido en su silencio, ¿qué sugiere a
una tal meditación? Pero el historiador de la me­
lancolía está igualmente interesado en ver cómo la
palabra filantropía caracteriza un estado del me­
lancólico, así como en no ver en él la misantropía,
que es su actitud típica. A ello se debe sin duda el
que la imagen de Belerofonte y su fuga al desierto,
de las que hablábamos antes, no sean después re­
tomadas para una reflexión sobre la misantropía.
Esto nos lleva a tomar en consideración otra
distinción en la obra que nos ocupa. A partir de
954a 24 aparece una terminología considerable­
mente incómoda, la de la familia de thymos. Salvo
error por mi parte, hay diecisiete apariciones de
estas palabras. Sin necesidad de ser un fanático de
los números, a uno puede sorprenderle una fre­
cuencia tan alta en un texto tan corto.10 Y a he ex-

20. Empleos de las palabras de la familia de thymos:


ádvfiía 954a 24 (unido a tfiáfiovs), 954b 16, 955a 15
ddVlLCüS'
ddvfiórepoL 955a 23, 955a 26
irpodújiüis' 9553 2
evdvpCa 954a 25, 955a 16
evdvjiovs' 9553
eudufiórepoL 955a 16
dviiós- 954a 33
plicado porqué en mis notas he intentado conser­
var el calco del griego en la medida de lo posible:
athymia, dysthymia, euthymia. Pero es preciso no­
tar también los compuestos del tipo epithymia, el
deseo; los adverbios: athymos, protbymos; los ad­
jetivos; el empleo del propio thymos, en el sentido
de deseo, de impulso.
Todo esto no es en absoluto producto del azar;
no cabe ninguna duda. Pero abandonemos la des­
cripción pintoresca de las pasiones, de los com­
portamientos, de las actitudes, para ocuparnos de
una determinación más profunda del ser. Me gus­
taría decir, si ello no resultara anacrónico, que
pasamos de la moral a la psicopatología.
El thymos designa un todo muy complejo. Para
darle un valor general, podría definirse como el
«sentirse uno mismo». Cabanis o Littré hablaban
de un sentido íntimo. El thymos es en Homero,
como señala Bruno Snell, el órgano de la emoción
y la base del dolor.11 La athymia, la euthymia, la
dysthymia son las maneras por medio de las cuales
el individuo aprehende su ser en el mundo, se

ém dv¡iía 954a 33
SvadvfXLa 954b 35, 955a 6
Svadv^órepoL 955a 17
21. B. Snell, The Discovery o f the Mind, trad. inglesa,
Nueva York, 1960, pp. 18 y ss.
siente ser, se siente vivir en la facilidad o en la an­
gustia. En Hipócrates, en el aforismo fundador
(.Aforismos VI, 23 = IV L 568), la dysthymia va li­
gada a la bilis negra: «Si el temor y la dysthymia
duran largo tiempo, este estado va ligado a la bilis
negra.» El Corpus hipocrático tampoco ignora las
alternativas de athymia y de euthymía. Lo de­
muestra el bello ejemplo de Epidemias V, 84 (V L
252), precisado en Epidemias V II, 89 (V L 446):
«Parmenisco se hallaba afectado [...] de athymia
y de un deseo de dejar la vida; y después, por el
contrario, de euthymia.» En Olimpia, prosigue el
texto, «él sufría de afonía, y permanecía inmóvil
[...], después convulsiones con la mano sobre los
hipocondrios, como si le doliesen». (Nada nos in­
dica que la bilis negra fuese la causa de aquello
que Littré define como una «afección mental».)
Pensemos, además, en aquella magnífica defini­
ción de Epidemias (V L 316): «De lo que proviene
del thymos tenemos: la oxythymia,2' que retrae el
corazón y los pulmones sobre sí mismos y atrae
hacia la cabeza el calor y la humedad; la euthymia,
por el contrario, relaja el corazón.»23 Aquí tampo­
co aparece la bilis negra. Pero se observa que el
médico hipocrático se ha interesado por la mane-

22. Estado de excitación del thymos.


23. Cf. La Maladie de l’ame, op. cit., p. 446.
ra en que el enfermo se percibe a sí mismo. El Pro­
blema X X X sistematiza las variaciones de thymos
para atribuirlas a la bilis negra. La manera de
comportarse, el nivel de energía, y, simplemente,
la capacidad de vivir dependen de esta bilis negra.
Porque al final de la dysthymia, es decir, del ma­
lestar de ser, al final de la athymia,14 es decir, de la
ausencia de las ganas de vivir, se halla la desespe­
ración, la muerte y el ahorcamiento. Tal es la sali­
da posible, si no frecuente, que nos indica el au­
tor. El Corpus hipocrático nos habla del suicidio
por ahorcamiento en dos casos interesantes. Para
empezar, una simple indicación, Lugares en el
hombre 39, 1: «A las personas afligidas, a los en­
fermos y a aquellos que sienten deseos de ahor­
carse, hacedles tomar por la mañana una infusión
de la raíz de la mandrágora.» Pero el pasaje más
interesante es aquel de la Enfermedad de las
muchachas, donde se nos dice que «la enferma
está loca a causa de la inflamación aguda; [...] te­
mores y pavores causados por la oscuridad, deseo
de estrangularse a causa de la presión en torno al
corazón. El thymos, afectado [...] y sumido en la
angustia [...] se pervierte a su vez. La enferma
menciona cosas terribles que le ordenan saltar,
arrojarse a los pozos, estrangularse, como si ello

24. Evitamos el término depresión, demasiado moderno.


fuera lo mejor [...] Cuando no son lo sphantasmas,
es un cierto placer que hace anhelar la muerte
como algo bueno» (VIII 2, 466-468). El autor pre­
cisa también que «como consecuencia de visiones
de este tipo, muchos se han estrangulado; pero más
mujeres que hombres». Es cierto que el suicidio
por ahorcamiento parece ser más bien femenino,15
mientras que la espada sería el instrumento de la
muerte masculina (véase la muerte de Áyax). Pero
puede señalarse que el Problema X X X habla del
suicidio de personas débiles, jóvenes y ancianos.
Nuestro Problema nos ofrece de paso lo que po­
dría darse en llamar una patología, y aun una psico-
patología, de la vida cotidiana. Pueden darse ac­
cesos de melancolía temporal: es el caso de la
embriaguez. Así, toda suerte de manifestaciones,
graves o menos graves, que abarcan desde la exal­
tación a las úlceras, pueden tener su origen en la
bilis negra (954a 25 y ss.); uno puede conocer el
desaliento, o las alegrías, sin razón aparente en la
vida cotidiana (954b 15); en una palabra, el humor
cotidiano en el sentido moderno. Pero este tipo
de malestar, si bien implica a la bilis negra, pro­
viene de la digestión. Se trata de la producción

25. Cf. N. Loraux, Fagons tragiques de tuer une femme


París, Hachette, 1985, sobre todo pp. 24-40. [Existe traduc­
ción española: Maneras trágicas de matar a una mujer, Ma­
drid, 1989]
espontánea, ligada a nuestra alimentación, de un
exceso de bilis negra. Se trata de un malestar, de
una enfermedad, pero no deja de ser un accidente
que para nada compromete la naturaleza del indi­
viduo. Este tipo de enfermedad no modela en ab­
soluto los caracteres. Y es que no todo enfermo
de la bilis negra resulta forzosamente melancóli­
co; al igual que no toda persona melancólica re­
sulta forzosamente enferma de la bilis negra. Se
trata de una aseveración que la alusión a la vida
cotidiana permite reafirmar, cosa que el autor no
deja de hacer. Es preciso decir que las enfermeda­
des de la bilis negra se ciernen sobre todo el mun­
do, pero de un modo especial sobre el melancóli­
co, evidentemente, puesto que éste tiene ya en sí
mismo una cantidad y una calidad de bilis negra
que hacen de él un melancólico.

LAS E N F E R M E D A D E S DE LA BILIS NEGRA

Contentémonos con dar una ojeada rápida a lo


que el texto nos indica como las enfermedades de
la bilis negra. La locura (ekstasis o mania), la es­
tupidez {morosis), ¿son síntomas o enfermedades?
Se nos puede objetar que el matiz es sutil. Ello no
resulta tan evidente cuando uno reflexiona preci­
samente sobre el concepto de manía, así como so­
bre su definición médica, a propósito de la cual
hemos demostrado que, sin duda, es bastante tar­
día.26 Volveremos luego sobre la locura. El autor
utiliza los sustantivos apoplejía y torpeza (uápKTj).
Por el contrario, habla de las manifestaciones epi­
lépticas { tú ¿WLÁTjTTTLicd). En verdad, estas afec­
ciones incluyen más que la epilepsia de los mo­
dernos. ¡Y aún hay que añadir las enfermedades
ventosas e hipocondriacas!
He optado por traducir, de una manera un tan­
to arcaica, enfermedades ventosas, porque es pre­
ciso poner de relieve el elemento mismo, que aquí
es el aire, en la naturaleza, en la bilis, en el vino,
en el intestino, en el cuerpo en general. El viento
y los vientos. «Es por ello por lo que las enfer­
medades ventosas e hipocondriacas son atribui­
das por los médicos a la bilis negra.» Los detalles
se verán en las notas; pero es preciso destacar
aquí que, si bien el autor no era probablemente
médico, sí que estaba al corriente, en cambio, de la
medicina de su tiempo. Respecto a la hipocondría
y las enfermedades ventosas, existe un nombre que
es necesario citar, el de Diocles de Caristo,27 quien

26. 2a mitad del siglo II a.C.; cf. Folie et cures de la fo ­


lie..., op. cit., pp. 67 y ss.
27. A propósito de Diocles, cf. W. Jaeger, Diokles von
Karystos. Die griechische Medizin und die Schule des Aristóte­
les, Berlín, 1938.
ha contribuido enormemente a la formación del
concepto de hipocondría. He aquí lo que dice G a­
leno, citando las palabras de Diocles: «Algunos
médicos llaman a la misma diathesis enfermedad
hipocondriaca y ventosa. Me bastará con transcri­
bir los síntomas que le han sido asignados por
Diocles en la obra titulada Afección, causa, tra­
tamiento. Estos son los términos empleados por
Diocles: “Existe otra especie [se sobreentiende
de melancolía] que afecta a.la región del estó­
mago [...]; unos la llaman melancólica, otros ven­
tosa. Va acompañada, tras las comidas [...] de ex­
pectoraciones húmedas abundantes, de eructos
agudos, de vientos, de calores en los hipocondrios
[...] En ocasiones sobrevienen también violen­
tos dolores de estómago que se extienden hasta
la espalda...” Diocles continúa: “Es preciso su­
poner que los individuos llamados ventosos
(physódeis) tienen más calor del que conviene en
las venas que reciben alimento del estómago, y
que su sangre es espesa.”»18 El paralelo con nues­
tro texto es suficientemente elocuente. Constitu­
ye un problema el saber si Diocles fue un contem­
poráneo estricto de Aristóteles, y aun, quizá,

28. Galeno, De los lugares afectados III, 10 (VIII K 185


ss.); cf. Ch. Daremberg, CEuvres de G alie, París, 1856, t. II,
pp. 567 y ss. Los fragmentos de Diocles están editados por M.
Wellmann, Die Fragmente der sikelischen Arzte, Berlín, 1901.
alumno de Platón, o bien si fue, como pretende
Jaeger, un discípulo de Aristóteles, que vivió en
los años 340-260 a.C.19
Algunos opinan que el propio Aristóteles fue
médico. Pero si bien Galeno le cita más de 600 ve­
ces en su obra, jamás le atribuye un escrito pro­
piamente médico. Y además está el famoso Me-
nón, tanto más famoso en cuanto que no sabemos
casi nada de él. Galeno se limita a decirnos que es
posible leer un resumen serio de las opiniones de
los médicos antiguos en una colección que es atri­
buida a Aristóteles, pero que, de acuerdo con la
opinión general, ha de ser adjudicada a su discí­
pulo Menón; «es por ello por lo que algunos lla­
man a estos escritos menonianos.»3° Y en lo que
respecta a Menón, evidentemente, poseemos el
papiro 137, llamado el Anónimo de Londres, que
presenta un florilegio de los escritos «menonia­
nos», así como de las opiniones de otros médi­
cos.3' Pero esta es otra historia, aún más compli­
cada que la del Problema X X X y que yo menciono

29. Contra F. Kudlien, Probleme um Diokles vori Karys-


tos, in Sudhoffs Archiv 47,1963.
30. X V K 25 (comentario a Naturaleza del hombre de H i­
pócrates).
31. Anottymi Londinensis ex Aristotelis iatricis Menoniis
et aliism eiicis eclogae. Este es el título de H. Diels en su edi­
ción de 1893.
aquí solamente por el nombre de Menón y por el
posible entorno de nuestro autor.
Volviendo a las enfermedades ventosas, se ob­
serva que no tienen nada que ver con una enferme­
dad de los pulmones, o incluso con el asma, como
pretenden ciertos traductores. Resulta muy impor­
tante ver que nosotros no podríamos distinguir en­
tre las enfermedades «mentales» y las enfermeda­
des somáticas. El texto es claro. Todo depende del
lugar del cuerpo donde se deposite la bilis negra. Si
lo hace cerca del lugar del pensamiento y de la es­
peranza (aquí hay que entender sin lugar a dudas la
kardia, cuyos lazos con el thymos hemos visto), se­
remos entonces melancólicos en el sentido de deli­
rantes, exhuberantes, athymicos y demás. Pero no
se podría definir una diferencia de naturaleza con
las ulceraciones. Las úlceras son una manifestación
localizada de la bilis negra en la superficie del cuer­
po. Se comprende en ese caso que no haya dificul­
tad alguna a la hora de explicar a un tiempo la lo­
cura de Heracles y sus úlceras.

LA C U E S T I Ó N DE LA L O C U R A :
«EKSTASIS» Y «MANIA»

Yo he traducido indistintamente ekstasis y mania


por locura. ¿Tengo razón? A decir verdad, no lo
sé. Sé perfectamente que muchos gustan de elu­
cubrar, a propósito de este término de ek-stasis,
sobre la «salida de uno mismo». Esto permite dar
un pequeño tinte filológico a las reflexiones mo­
dernas sobre la locura. Pero en realidad se trata
de la locura y de una modalidad de la locura, de
una manera de estar loco. Y es esto lo que im­
porta. Se trata del ekstasis de Heracles (953a 17),
de Ayax en cuanto ekstatikos (953 a 22), de Maraco
el Siracusano, que experimentaba el ekstasis en
determinados momentos (954a 39). El texto tam­
bién nos habla de ekstatikoi (953b 15), así como de
las causas del ekstasis (954a 25). Pero se nos citan
los manikoi (953b 4), las enfermedades maníacas o
de entusiasmo (954a 31), las personas manikai y
bien dotadas (954a 32), expresión que comentare­
mos. A propósito de las designaciones de la lo­
cura, cinco son designadas por el ekstasis. Pero el
problema no es tan simple. Se trata de saber si nos
hallamos ante términos técnicos o no. ¿Es preciso
traducir manikos por loco, o bien por maníaco?
Este es un problema con el que nos hemos encon­
trado recientemente y nos hemos atenido a este
principio: traducimos mania por manía, término
consagrado por la tradición médica, cuando se
trata de un concepto médico definido.32 Ahora

32. Cf. Folie et cures de la fo lie ..., op. cit., pp. 7 y ss.
bien, el concepto de mania parece haber sido fija­
do en la segunda mitad del siglo II a.C., es decir,
después de la redacción del Problema X X X , sin
duda. En cambio, el término ekstasis no llegó
nunca a ser un concepto médico. Se quedó como
algo descriptivo; como un síntoma. Así, las Defi­
niciones médicas, atribuidas a Galeno, pero redac­
tadas un siglo antes de él, definen la manía como
un «extravío del pensamiento» (ekotolols tt
8La.voi.as).33 Señalemos que el Prorretico II, 9, del
Corpus hipocrático habla de «extravíos melancó­
licos» {jieXayxoXiKai... ¿Karácries' - IX L 28).34
Galeno, que pretende atribuir al vocabulario hi­
pocrático de la locura un valor muy preciso, habla
del ekstasis como del colmo del extravío del pen­
samiento.35 En nuestro texto no se utiliza el subs­
tantivo mania, aparece tan sólo el adjetivo tnani-
kos; y parece que ekstasis sea lo que designa a la
locura, al tiempo que el empleo de los adjetivos
manikos o ekstatikos resulta equivalente. En este
texto tan al cabo de problemas médicos, pero
que, ciertamente, no es en esencia de carácter mé­
dico, yo diría que el ekstasis es el concepto de la
locura. Que ello implique una salida del estado

33. Ibidem, pp. 67 y ss.


34. El ekstasis, en un sentido «psicológico», no tiene más
que seis empleos en el Corpus hipocrático.
35. X V I K 631.
normal es evidente. Pero, a mi parecer, al autor
no le resulta más destacable el término ekstasis
que el término ek-physis en referencia a las úlce­
ras de Heracles (953a 16), o, más aún, que el de ek-
zesis de este tipo de úlceras. La bilis negra reca­
lentada intenta salir. Puede hacerlo bajo la forma
de extravío del pensamiento. Ella constriñe al in­
dividuo a salir de sí mismo. Puede salir por la piel
y dar origen a las ulceraciones. Extasis es el térmi­
no elegido por el Problema X X X entre las posibles
determinaciones de la locura porque sin duda es el
que más se corresponde a su fisiología, así como
el que la ilustra mejor. Esta locura puede ser el re­
sultado de un surgir fortuito de la bilis negra, en­
fermedad resultante de un estado melancólico
temporal; o incluso de la enfermedad que acecha
a un temperamento melancólico. Es así, sin duda,
como hay que entender aquella frase tan difícil a
propósito de las Sibilas, Bacis y otros inspirados:
«Pero muchos, debido a que el calor se halla pró­
ximo al lugar del pensamiento, se ven afectados
por las enfermedades de la locura o del entusias­
mo. Cosa que explica la existencia de las Sibilas y
de los Bacis, así como de todos aquellos que están
inspirados, cuando no lo están por enfermedad,
sino por la mezcla que hay en su naturaleza.»
Podría parecer que aquí hay una contradicción,
puesto que es la misma palabra, nosema, enferme­
dad, la que es utilizada. La frase se comprende en
su movimiento. Las Sibilas y otros Bacis se vuel­
ven locos, extáticos, a causa de una enfermedad
del temperamento de la bilis negra, del mismo
modo que el poeta Maraco. La precisión «cuando
no lo están por enfermedad sino por la mezcla que
hay en su naturaleza» remite a la distinción entre
la enfermedad que puede apoderarse de cada
uno, debido a un exceso temporal de bilis negra,
como resultado de la digestión y que en nada re­
vela un natural melancólico, y las enfermedades
que se ciernen sobre el melancólico.

EL M E L A N C Ó L I C O , ¿ E N F E R M O O E N F E R M I Z O ?

Se podría afirmar que no es posible identificar la


melancolía con las enfermedades de la melancolía
en sentido estricto, es decir, de la bilis negra. Re­
sulta esencial para el propósito de nuestro autor
el señalar, como de hecho lo hace en su conclu­
sión, que el melancólico lo es por naturaleza y no
por enfermedad. Esta entra dentro del orden del
accidente, del azar, y no del dominio de la natura­
leza. La causa es, desde luego, la misma, la bilis
negra. Pero es preciso saber distinguir entre su
exceso fortuito y la presencia constante, en un in­
dividuo, de una cantidad de bilis negra que hace
de él un melancólico. Este último, pues, no está
necesariamente enfermo, si bien es necesario re­
conocer que existe una cierta propensión a la en­
fermedad. Se halla aquí ya la noción de aquello
que los latinos dieron en llamar la procliuitas, o la
decliuitas; la describieron los médicos, y, por ana­
logía, los filósofos moralistas para la enfermedad
del alma. Este es también el universo de aquello
que más tarde será definido como la TrporrádeLa,
la pre-enfermedad. La distinción entre el enfermo
y el enfermizo se halla repetida con regularidad
en nuestro texto (953a 31; 954b 28; 955a 35). Pero
existe una salud del melancólico, una correcta
mezcla de la inconstancia, una salud basada en la
regularidad de lo irregular, de la normalidad de lo
anómalo, situación precaria y frágil. Por lo tanto,
es necesario que el melancólico se vigile y se cui­
de. Resulta interesante reencontrar esta misma
idea en una obra de Aristóteles como la Etica a Ni-
cómaco: «Los melancólicos, por naturaleza, preci­
san siempre de la medicina.» (1154b n). Por otro
lado, estoy convencido de que este pasaje de la
Ética puede ayudarnos a comprender la persona­
lidad del melancólico. En efecto, Aristóteles con­
tinúa: «pues su cuerpo es lacerado sin cesar a cau­
sa de la mezcla, y se halla constantemente en un
estado de deseo violento. Pero el placer, que es
su opuesto, ahuyenta el dolor; cualquier placer,
siempre y cuando sea lo suficientemente fuerte, y
es por ello por lo que los melancólicos son in­
temperantes y viciosos.»
De modo que el melancólico se halla abocado
de antemano a la búsqueda de un placer que no es
sino una manera de calmar su dolor, fruto de la
mordedura de la bilis negra. Constantemente se
ve empujado a buscar distracción, lo que le lleva,
en la urgencia de encontrar la paz para su cuerpo,
a no ser demasiado escrupuloso en la elección de
su placer, y le incita al vicio. Por obra y gracia de
la bilis que le muerde, el melancólico no tolera la
sobriedad fría de la vida. Se ve constreñido a la di­
versión. Se trata del hombre de la Diversión. Por
idéntico motivo, es un ser de la violencia y el con­
traste, víctima de un cambio incesante; es inasi­
ble.36 El melancólico ha pasado ya más allá de la
otra orilla del vado donde uno le espera. «Puesto
que la bilis negra es inconstante», dice el Proble­
ma XXX, «los melancólicos son inconstantes.»
Midamos bien nuestras afirmaciones. Vemos que
no es posible distinguir entre la salud, la moral y

36. A propósito de la movilidad del melancólico, cf. por


ej. Problema X I, 9 0 3 b 38. ¿Por qué los tartamudos son me­
lancólicos? Porque la rápida persecución de la imagen
((fa v T a o ía ), el impulso (ópiifj) de la palabra sobrepasa su
capacidad; pues el espíritu sigue la imagen con demasiada
rapidez.
aquello que ahora aparece, y que podría llamarse
estética, la reflexión a propósito de la creatividad.
Se trata del mismo ser, de iguales comportamien­
tos. Es preciso, por lo tanto, darse cuenta de que
la intención de nuestro autor no es fundamental­
mente médica. Hemos visto que conocía la fisio­
logía de su tiempo y quizás de su escuela. Pero la
enfermedad y su descripción no son lo esencial en
su obra. Su interés principal se centra en ese ser
enfermizo y excepcional que es el melancólico.
Pero la cuestión que se nos plantea es la siguiente:
¿cómo la inconstancia, cómo la variabilidad,
cómo los avatares del melancólico pueden expli­
car el esplendor, la creatividad, el genio, tal y
como lo llamaríamos ahora?
Pienso que precisamente aquí radica el fondo
del problema, con todo lo que es preciso explici-
tar e interpretar, porque no está dicho todo, y aún
no se ha dicho nada, aunque todo ha sido sugeri­
do, en una reflexión profunda sobre la creativi­
dad. Pedimos perdón por la fealdad de este tér­
mino. ¿Dónde se halla el vínculo entre todos los
dominios de la cultura, del arte, de la actividad
del ciudadano y la poesía? ¿Dónde se halla el vín­
culo entre todos estos dominios y el polimorfismo
y la inconstancia del melancólico?
No es posible comprender este texto más que
desde dentro de un pensamiento de la mimesis, de
la representación. Se trata de una noción difícil
de definir, que regula una de las maneras que te­
nían los antiguos de examinar la creación. Crear
es imitar. De todos es conocida la manera en que
Platón, justamente, condena el arte y lo reduce a
la representación. Sin duda se trata de algo mu­
cho más complejo de lo que yo pueda explicar
aquí.37 El artista, el imitador, se limita de hecho a
fabricar ilusiones carentes de realidad. No tiene
conciencia de ello, ni controla lo que hace. No se
trata de un auténtico técnico. Pretende hacer to­
dos los muebles, todas las plantas, todos los seres
vivos y a sí mismo; la tierra, el cielo, los dioses y
todo cuanto existe en el cielo y en el Hades (596
c.d.).
El Problema X X X es una ensoñación a propósi­
to de la creación, o más bien, como se diría ahora,
de la creatividad, la capacidad de crear. Nos dice
que la creatividad consiste, en esencia, en una
pulsión a ser diferente, en una irreprimible incita­
ción a convertirse en otra persona, a convertirse
en todos los demás. Es preciso no perder de vista
aquel texto de la Poética donde se nos dice: «El
arte poética pertenece al ser bien dotado por na­

37. Cf. por ej. Platón, República X , 595a y ss. Sobre los
autores que hablan de la mimesis, cf. Goran SSrbom, Mime­
sis and art, Uppsala, 1966.
turaleza (euphyoüs) o al loco (manikoü) \ pues los
primeros se moldean fácilmente (euplastoi); los
otros se salen de sí mismos (ekstatikoi).» Dicho
de otro modo, se trata de dos maneras de con­
vertirse en otro. Uno puede estar dotado por na­
turaleza para moldearse a sí mismo y hacerse dis­
tinto; o bien será la locura, es decir la salida de sí
mismo, la que le permitirá acceder a lo que pro­
piamente es la alienación, el hecho de con­
vertirse en otro. El ser dotado puede imitar có­
modamente; el ser loco se proyecta fuera de sí
mismo y puede entonces adoptar todas las posi­
ciones de los demás, lo cual no es sino otra ma­
nera de imitar. De modo que el otro, aquel en el
que uno se convierte, no consiste precisamente
en la nada, sino en un personaje. En este sentido
puede decirse que el Problema X X X suprime la
alternativa entre el «bien dotado» y el loco. C o ­
loca a ambos exactamente sobre un mismo plano
cuando dice: «aquellos que la poseen— esta mez­
cla de la bilis negra— demasiado caliente y abun­
dante están bajo la amenaza de la locura (mani-
koi) y son dotados por naturaleza, propensos al
amor, fácilmente se dejan llevar por sus impulsos
y deseos.» (954a 320). Con mayor precisión, el
Problema nos dice que «el bien dotado» y el loco
revelan ser de un mismo talante natural, el
melancólico. Entre el ser bien dotado y el loco ya
no existe una oposición radical; la diferencia es
simplemente de grado.38
Así pues, no es posible ser uno mismo en pro­
fundidad y creador a la vez, más que siendo otro,
dejándose convertir en otro; de esta manera uno
puede imitar mejor a todos los personajes y a to­
dos los seres. Y o puedo convertirme en ciudada­
no, caudillo, estratega, legislador, poeta; pero
también, volviendo a Platón, en el universo ente­
ro, el pájaro que canta, el movimiento de las olas,
el murmullo del oleaje. Y es entonces cuando se
siente que la locura puede apoderarse de uno.
Pero es preciso comprender que, en un pensa­
miento de la mimesis, yo puedo explicar que el
poeta, el legislador y el estratega lo son por mími­
ca y representación. Desde este punto de vista, no
existe diferencia entre el poeta, mimo de mimos, y
el talento que un individuo cualquiera posee para
llegar a ser legislador, filósofo o poeta.

LA P O E S Í A

La poesía no es más que una de las actividades ci­


tadas en el Problema XXX, entre otras. Pero en
38. La Gran M oral II, 1203b, establece, por el contrario,
una oposición entre «los calientes y bien dotados» y «los frí­
os y melancólicos».
realidad, estoy persuadido de que la poesía se ha­
lla en el origen de esta meditación, y que es la
reflexión a propósito de la poesía y la tradición
de esta reflexión la que se convierte en uni-
versalízadora, en extensible a todas las activida­
des humanas. Para cualquier actividad, no impor­
ta cuál sea, el mejor es el melancólico. Esta
generalización constituye, por otro lado, uno de
los rasgos característicos de nuestro texto.
«Pues la poesía deriva de la inspiración» (eV&r
ou yáp r¡ noLT¡aLs)— Aristóteles, Retórica III,
1408 b 19.— 39 Podría afirmarse que esta breve fra­
se resume toda una concepción de la poesía. De-
mócrito y Platón, según nos transmiten Cicerón y
Clemente de Alejandría, habían afirmado que na­
die podría llegar a ser un buen poeta sin un alien­
to inspirado comparable a la locura.40 Hemos te­
nido ya ocasión de citar el Fed.ro y su distinción de
los delirios. La poesía implica inspiración, es de-
b

39. De hecho, Aristóteles al reflexionar a propósito de


ciertos efectos del lenguaje, dice que es así como hablan (en
prosa) los «entusiastas»; los oyentes reciben este lenguaje
cuando se hallan en el mismo estado. Por esta razón se ajusta
también a la poesía; pues la poesía es algo inspirado...
40. Diels-Kranz, B X V II, X V III, cf. Les Présocratiques, ed.
establecida por J. P. Dumont con la colaboración de D. Delat-
tre y J.-C. Poirier, París, Pléiade, (NRF), 1988, p. 855. Sobre
Demócrito, cf. A. Delatte, Les conceptions de l ’enthousiasme
chez les philosophes présocratiques, París, Belles Lettres, 1934.
cir, que una fuerza divina se apodere del poeta; da
lo mismo cuál sea, la Musa o Apolo, o bien un «sa­
lir de uno mismo» más o menos definido. Lo esen­
cial estriba en comprender que reflexionar sobre
la poesía exige pensar simultáneamente en algo
dado, en algo de lo que el individuo no es respon­
sable, y en un arte, esto es, en una técnica sabia,
así como en los géneros instituidos, que implican,
por el contrario, una educación y una maestría. Es
en esto en lo que se funda la crítica que Platón
hace de la poesía en su diálogo Ión, por ejemplo,
en el que Sócrates demuestra a Ión que la poesía
no podría ser considerada como una verdadera
técnica, puesto que el poeta no se halla en el ori­
gen de aquello que dice, que sus fuentes se hallan
fuera de él mismo, que no podría, por tanto, dar
razón de sus palabras, y que no es sino un eslabón
de la cadena imantada que va de las Musas a los
oyentes. Cosa que podría dar razón tanto del Ma­
raco de nuestro Problema XXX, del Filégida cita­
do por Aristóteles y clasificado con los locos {Adi­
vinación en el sueño, 4Ó4a-b), como también, en el
Ión de Platón, de aquel Tínico de Calcís del cual
nada se sabe a excepción de que no había com­
puesto nada digno de ser recordado «salvo aquel
famoso peán que todos cantan [...] y que, según
él mismo decía, era un hallazgo de las Musas»
(S34d)-
La poesía implica un regalo fortuito, como el
de las Musas a Hesíodo coronado en el monte He­
licón: la gracia de los dioses, o si se quiere, una
violencia que procede de fuera de uno mismo y
que lo convierte a uno en poeta, y sin la cual la po­
esía no existe. Este telón de fondo de la tradición,
rápidamente evocado, nos basta para mostrar
cuáles son las líneas maestras del Problema XXX.
Gracias a la causalidad física de la bilis, este texto
nos dice que lo que hace falta simplemente es una
violencia y un don natural, pero que el Otro está
en nosotros. Reemplaza la gratuidad de la elec­
ción divina por el azar de la mezcla que nos cons­
tituye. Y a no se trata de un problema de elección
divina, sino de un asunto de fisiología. Dios no
habla por nuestra boca, sino que son las condicio­
nes de nuestro cuerpo las que nos determinan a
hablar. Se trata de una respuesta a aquella cues­
tión de la Poética antigua que ilustra el tema de la
inspiración, palabra que para nosotros se ha con­
vertido en una simple convención y en una mane­
ra de despachar el problema que tanto excitaba a
los antiguos: ¿cómo consigue la inspiración pro­
ducir sentido a partir de la violencia? ¿Cómo se
las arregla para, a partir de la fuerza, desembocar
en la coherencia? ¿Cómo construir un ser a partir
de lo dado?
Aquello que hemos dado en denominar etho-
poiesis de la bilis negra, el modelado de los com­
portamientos y de los caracteres que produce en
nosotros este humor, puede explicar, como ya he­
mos visto, la aptitud de un individuo o individuos
para convertirse en tal o cual personaje. En lo que
respecta a la dinámica, la capacidad de ser un per­
sonaje, ya sea en la vida real, ya en la representa­
ción de la vida que supone la poesía, la bilis negra
la explica también por la exaltación necesaria que
puede llegar hasta la locura, y.que se manifiesta en
las cualidades particulares del sentido de uno mis­
mo, en las relaciones del individuo con su thymos.
Ello resulta comprensible en el seno de una
concepción de la creación como mimesis, como
reproducción. Pero, desde el punto de vista de la
poesía misma, y de las relaciones de las que veni­
mos hablando entre el don natural y la técnica, el
Problema X X X no dice nada. Se trata, sin em­
bargo, de una cuestión que, a nuestro parecer, fue
planteada por el aristotelismo; y ya hemos demos­
trado en otra ocasión que podrían tenderse puen­
tes entre tratados diversos y señalar un vínculo
posible entre la fisiología y la retórica, entre el hu­
mor y el tropo, la figura retórica.4’ Hemos de­

41. Cf. nuestro artículo Une physiologie de l'inspiration


poétique: de l’humeur au trope, en Les Etudes Classiques,
tomo X L V I, 1,1978, pp. 23-31.
mostrado que la mezcla de la bilis negra, el tem­
peramento melancólico, es el temperamento me­
tafórico. Un pasaje difícil de Adivinación en el
sueño lo deja bien claro (4Ó4a-b). Allí el melancó­
lico es comparado a un arquero que, gracias a su
fuerza, dispara desde lejos y acierta en el blanco.
Es preciso notar aquí que, si bien la proposición
«hay que disparar desde lejos para dar en el blan­
co» no es una ley de la balística, puede muy bien
ser una ley de la Poética. Nos hallamos, escribía­
mos entonces, ante una idea íegia de la creación
poética. No existe un punto de vista desde el cual
contemplar el paisaje, desde el que apuntar a la
diana, desde el cual determinarla. Es preciso dis­
parar, y para ello hay que tener, antes que nada, la
fuerza necesaria para hacerlo. Para hablar como
los antiguos, no existe a priori un derecho de la
metáfora. El derecho viene después, para exami­
nar la legitimidad, que será lo que determinará si
la metáfora era buena. Aristóteles, en la Poética,
escribe que la poesía es más filosófica que la his­
toria, que su esencia consiste en crear metáforas,
y que hacer metáforas es contemplar lo parecido
(i4ib-i459a). La poesía consiste en desplazar los
nombres para poner así en evidencia el parecido
entre las cosas, en desvelar las relaciones, en reve­
lar el ser. Desde que el mundo es mundo, las cosas
han mantenido una relación entre ellas que hu­
biese podido, de no ser por el poeta, quedar ocul­
ta. La genialidad de la reflexión aristotélica estri­
ba en que ha sabido señalar el vínculo existente
entre un humor particular y un tropo específico,
la metáfora. Existen melancólicos que son esen­
cialmente poetas gracias a la fuerza de sus movi­
mientos. Se nos ofrece la posibilidad, dentro del
Corpus aristotélico, de enlazar una idea precisa de
la poesía con una concepción precisa de la fisiolo­
gía. El disparo de la metáfora es una función de la
fuerza del humor bilis negra.

¿DE DÓNDE VIENE NUESTRO TEXTO?

Esta pregunta carecía de sentido antes de haber


comentado la obra. ¿Se pueden aportar ahora ele­
mentos de respuesta?
Todo cuanto llevamos dicho, así como las refe­
rencias que hemos aportado, demuestran clara­
mente que nos hallamos inmersos en un universo
de pensamiento aristotélico. Hay quien ha creído
que podría evocarse al propio Aristóteles. En
efecto, de acuerdo con la más antigua de las listas
de sus obras, la de Diógenes Laercio,41 sería él
quien habría escrito los Problemas. Podríamos

42. Diógenes Laercio, Vida de los filósofos ilustres V, 23.


definir los Problemas como una forma pedagógica
de exposición rápida por medio de preguntas y
respuestas. Esto habrá de convertirse en un géne­
ro filosófico o «científico». También se ha consi­
derado que uno podría servirse del hecho de que
Cicerón en sus Tusculanas, o Séneca en su De
tranquilitate animi, claramente aluden a nuestro
texto, citándolo incluso, y lo atribuyen a Aristóte­
les.43 Pero Aristóteles puede designar lo mismo a
un discípulo que al maestro, y el conocimiento
que en esa época se tenía del Corpus aristotélico
no garantiza en absoluto una atribución tan preci­
sa. La otra hipótesis es la que implica a Teofrasto,
su gran discípulo. Se ha señalado, desde hace mu­
cho tiempo, que el Problema X X X hace alusión a
un escrito a propósito del fuego. Pues bien, la lista
de Diógenes cita entre las obras de Teofrasto un
tratado Del fuego en dos libros (V, 45). Conserva­
mos además un libelo Sobre el fuego que se acaba
con la promesa de volver sobre el tema de un
modo más preciso.44 Por otro lado, Teofrasto,
siempre según Diógenes, escribió numerosos li­
bros consagrados a Problemas (V, 45, 47, 48, 49)
que se ocupaban de la política, la moral, la física,

43. Cicerón, Tuse. Disp. I, 33; Séneca, De tranquilitate


animi, 15.
44. Cf. Theophrasti Eresii opera..., ed. Fridericus Wim-
mer, París, Didot, 1866, p. 364.
el amor. Es autor asimismo de un tratado sobre la
Melancolía (V, 44). Se interesó por cuestiones mé­
dicas al escribir sobre la epilepsia, el entusiasmo
(V, 43), los vértigos (V, 44),45 las enfermedades
«pestilentes» (V, 44), la embriaguez (ibidem), la
parálisis, el sofoco (V, 45), el delirio, el sueño y los
sueños (V, 45). Las cuestiones de poética no le son
ajenas. Diógenes menciona dos tratados suyos so­
bre la Poética (V, 47; VI, 48).
Queda algo por añadir aún. No podríamos en
modo alguno olvidar el testimonio de Diógenes
Laercio que nos transmite un juicio de Teofrasto
a propósito de Heráclito. «Teofrasto afirma que
es la melancolía la causa de que algunos de sus es­
critos estén inacabados, y los demás carezcan de
unidad.»46 Es importante destacar que aquí Teo­
frasto emite un juicio literario, estético, sobre la
obra de Heráclito, a quien precisamente se ha
dado en denominar «el oscuro» en razón de su es­
tilo, y que explica dicho estilo por la fisiología. Se
trata de una actitud perfectamente coherente con
el espíritu que anima el Problema XXX. De hecho,
nada impide que este comienzo del Problema
X X X no sea obra de Teofrasto. Es preciso obser­

45. Conservamos los fragmentos sobre la fatiga, el vérti­


go; cf. op. cit., pp. 398 y 401.
46. Vida de Heráclito, Diels-Kranz I, p. 140.
var también que «cada línea del texto revela una
perfecta concordancia de ideas y de forma con las
enseñanzas de Aristóteles».47 Este texto responde
a preocupaciones auténticamente peripatéticas y,
si he de dar mi opinión, yo creo que se remonta a
una época muy antigua.

EL E ST IL O DEL TEXTO

Este texto es extremadamente jovial y vivo en su


discurrir, en esa manera audaz de plantear los
problemas que nos deleita. Ha hablado a genera­
ciones enteras, y está por ver que no siga sedu­
ciendo todavía. Hemos intentado en lo posible
respetar la forma de la frase, su ritmo. Evidente­
mente, se trata de un texto escrito a vuelapluma,
una reflexión rápida, con una introducción bri­
llante, y una tentativa de demostración «riguro­
sa», donde convergen las evidencias de la «física»
contemporánea. En realidad las demostraciones
se hacen a base de intuiciones, de ejemplos, de
analogías, de «evidencias» que quieren pasar por
argumentos. La dificultad estriba en los saltos
que dan los razonamientos. Es decir, en el hipér­

47. Jeanne Croissant, Aristote et les Mystéres, Lieja, Pa­


rís, 1932, p. 78.
baton; pero no en el asíndeton. El salto se produ­
ce en el pensamiento; jamás en los encadenamien­
tos, que no faltan, pero que ciertamente nos sor­
prenden; evidentemente está falto de eslabones.
El pensamiento avanza con presteza. Es elíptico.
Si tuviésemos que definir este estilo de acuerdo
con el Problema XXX, diríamos que es el de un
melancólico... Esto hace que el texto no siempre
resulte fácil de entender.

EL L U G A R DEL «PROBLEMA XXX»


EN LA H I S T O R I A DE LAS IDEAS

Constituiría una inmersión extraordinaria en el


imaginario cultural trazar una historia sistemática
de la supervivencia del Problema XXX. Sería ade­
más una larga historia; y sería preciso no conten­
tarse simplemente con las citas del Problema
XXX , sino examinar de qué manera es, depen­
diendo de cada contexto, explotado e interpreta­
do.
Antes que nada, es preciso decir que constituye
uno de los componentes de la propia noción que
tenemos hoy de la melancolía. Creo que es preciso
no perder de vista el hecho de que nuestra melan­
colía occidental se ha formado a partir de la con­
fluencia de tres tradiciones que han sedimentado
y se han entremezclado de diversas maneras, pero
que es posible distinguir. En primer lugar encon­
tramos aquello que podríamos denominar el acta
de nacimiento de la melancolía como enferme­
dad. La tradición ha dado, en efecto, un estatuto
jurídico y fundador Aforismo 23o del libro V I de
los Aforismos de Hipócrates: «Si la tristeza
(,dysthymía) y el llanto duran largo tiempo, tal es­
tado es melancólico» (/leXayxoXLKÓu tó roeoír
t o u ); entendamos que un tal estado deriva del hu­
mor bilis negra o bien del carácter negro de la
bilis. He estudiado durante largo tiempo lo que
me parecía interesante de esta construcción para-
táctica de la definición, es decir, que no aclara si
lo uno es causa de lo otro, si los sentimientos de­
sencadenan la bilis negra, o bien es a la inversa; lo
cual permite lecturas diferentes según las prefe­
rencias.48
La segunda fuente la constituye nuestro propio
texto del Problema XXX. La tercera nos la pro­
porcionan las Cartas del pseudo-Hipócrates, esa
especie de novela epistolar que podría datarse en
la segunda mitad del siglo primero a.C. Las prin­
cipales cartas cuestionan el comportamiento de

48. ha Maladie de l'ame, op. cit., pp. 122 y ss. Cf. también
Prolégoménes a une histoire de la mélancolie, en Histoire,
Economie et Société, 3e année, 4e trimestre, 1984, pp. 501-510.
Demócrito, que inquieta a los habitantes de Ab-
dera. Se ha retirado al lugar más selvático de la
naturaleza, se dedica a disecar animales y se ríe de
todo.49 Se le consulta la opinión a Hipócrates. La
larga Carta 17 a Damageto ha sido continuamente
citada a lo largo de los siglos, como un testimonio
sobre el sentido de la locura, y en particular de la
melancolía. Recordemos que se recurre con fre­
cuencia a ella en el prefacio al lector de aquel que
se autodenomina precisamente «Democritus jú­
nior», alias R. Burton.50 El problema estriba en
distinguir al sabio del loco; pues ocurre que am­
bos tienen el mismo comportamiento. «A menudo
les ocurren a los melancólicos cosas de este tipo:
en ocasiones se muestran taciturnos, solitarios,
buscan los lugares desiertos; se apartan de los
hombres, miran a su semejante como a un ser ex­
traño; pero también aquellos que se consagran a
la sabiduría pierden todas las otras preocupacio­
nes a causa del estado de la sabiduría», escribe el
pseudo-Hipócrates.51 Y Rufo de Efeso, médico
griego contemporáneo de Trajano, se hace eco de
sus palabras: «Los melancólicos se entretienen en

49. A propósito de estas cartas, cf. La Maladie de l'áme,


op. cit., pp. 452 y ss. Están editadas por Littré, IX L 312-429.
50. Cf. J . Starobinski, Démocrite parle, en Le Débat n.° 29,
marzo 1984, pp. 49-72.
51. Carta a Filopemeno, IX L 320.
los lugares solitarios y huyen de los hombres sin
razón; lo mismo les ocurre a los hombres con bue­
na salud cuando quieren dedicarse a investigar
algo, que toman precauciones respecto a cosas
que valen la pena.»51
No es este el lugar para ver cómo se tejen y se
destejen todos estos temas, cómo se constituye un
discurso médico-filosófico en torno a la me­
lancolía, que sin duda es la noción en la que filó­
sofo y médico pueden encontrarse (desde el mo­
mento en que la melancolía implica la relación del
alma con el cuerpo y la relación del individuo con
el otro, con la sociedad). Pero es algo prodigioso
el ver con qué constancia, en el transcurso de los
siglos, vuelven una y otra vez estos textos, que
constituyen los cimientos de lo que yo llamo con
frecuencia nuestra ensoñación de cultura, la orga­
nización de nuestro imaginario cultural.
El Problema X X X no es el primer texto que
pone de relieve el nexo existente entre una física o
una fisiología y el estado del pensamiento. No hay
más que pensar en la Enfermedad Sagrada, o in­
cluso en el tratado de los Vientos del Corpus hipo-
crático, que proponen una relación entre un de­
terminado estado fisiológico y el pensamiento, el

52. Cf. Rufo de Efeso, De cogitatione melancólica, en


Opera, ed. Daremberg-Ruelle, París, 1879, p. 456.
sentido, o el buen sentido. Desde el punto de vis­
ta filosófico y médico (pues no hay que olvidar la
importancia de Platón en la tradición médica), es
preciso sin duda alguna citar la reflexión del 7 7 -
meo. Pero en lo que concierne a Platón, Marsilio
Ficino apunta un texto importante, puesto que en
él Sócrates, al describir a Teeteto, da las indica­
ciones sobre aquello que constituye el natural
habitual del hombre de talento. «Las personas
que tienen su rapidez, su vivacidad de espíritu, su
memoria, por regla general se dejan llevar por la
cólera en seguida; se precipitan y son llevados
como los barcos sin lastre; por el contrario, aque­
llos que son más ponderados se muestran lentos y
llenos de olvido al dedicarse a los estudios» (144a-
b). Teeteto, según Sócrates, es capaz de conciliar
estas dos naturalezas contradictorias. Ficino tiene
razón cuando cita el Teeteto y el Fedro como pre­
decesores del Problema XX X . «Aristóteles corro­
bora este punto: todos los hombres», afirma,
«que han sobresalido en algún terreno, han sido
melancólicos. Con ello, Aristóteles ha confirmado
una célebre fórmula de diálogo de la Ciencia de
Platón, según la cual los hombres de genio se de­
jan llevar por regla general fuera de sí mismos.
Demócrito también lo dice: no podrían existir los
genios más que entre los hombres afectados por
algún furor. Es esto lo que nuestro maestro Pla­
tón parece probar en su Fedro...»™ Este resumen
de Ficino resulta de enorme interés, en la medida
en que aúna las reflexiones sobre la fisiología,
entendida como una naturaleza particular, el talen­
to y la inspiración; pero es preciso no olvidarse
de la novedad que aporta el Problema X X X , es de­
cir, la caracterización de esta naturaleza particu­
lar como melancólica, la atribución a un humor
particular, la bilis negra, de esta extraordinaria
capacidad para modelar los seres. Sin duda es esta
simplificación del problema, así como esta deter­
minación del humor, lo que confiere a este texto
el aire soberbio y provocativo que le hará atrave­
sar los siglos. Lo hemos visto citado por Cicerón y
Séneca. Pero el médico Rufo de Efeso, gran espe­
cialista en la melancolía, también lo conoce. Esto
se percibe cuando dice que el deseo de coito en la
melancolía anuncia vientos melancólicos (pues el
movimiento de la bilis negra se acompaña de vien­
tos) y que aquellos dotados de un espíritu sutil y

53. Montaigne escribe: «Et comme Platón dict que pour


néant hurte á la porte de la poésie un homme rassis, aussi dit
Aristote que aucune ame excelente n’est pas exempte de
meslange de folie. Et a raison d’appeler folie tout eslance-
ment, tant louable soit-il, qui surpasse nostre propre juge-
ment et discours. D ’autant que la sagesse c’est un maniement
réglé de notre ame, et qu’elle conduit avec mesure et propor-
tion, et s’en respond.» (Les Essats II, 2, ed. Quadrige, París,
PUF, 1988, p. 347).
una gran inteligencia caen con frecuencia en la
melancolía, puesto que son rápidos de movimien­
tos, poseen una enorme facilidad para la anticipa­
ción (es así como traducimos el latín praemedita-
tio), y para imaginar {imaginatio).54 No se trata
aquí de hacer un inventario de las utilizaciones
del Problema X XX , pero entre todos aquellos que
lo citan y que se inspiran en él, quisiera hacer una
mención especial a Huarte de San Juan y su Exa­
men de ingenios para las ciencias. La primera ra­
zón es que el Problema X X X aparece citado allí
con frecuencia.55
El extraordinario éxito que alcanzó, en toda la
Europa de los siglos X V II y X V III, esta obra de
Huarte constituye un instrumento del conoci­
miento del Problema X X X y de su divulgación.
Los pasajes sobre las Sibilas, Maraco el Siracusa-
no, la afirmación de que el genio y la melancolía
van unidos, son citados con frecuencia a través de
él, como se ve en Moreau de Tours, el psiquiatra
francés del siglo X IX , a quien volveremos a refe­

54. De cogitatione melancólica, op. cit., p. 457.


55. 15 veces, 16 si añadimos el capítulo V de la última edi­
ción. Cf. nuestro artículo Fatalisme des tempéraments et li­
berté spirituelle dans l ’Examen des Esprits de Huarte de San
Juan, en Lettérature, Médecine et Societé, Université de Nan-
tes, n.° 1, 1979, pp. 115-158. E l Problema X X X es citado en su
totalidad (6 veces en el pasaje que viene a continuación del
nuestro).
rirnos más adelante. La segunda razón es que la fi­
nalidad del libro de Huarte se corresponde com­
pletamente con la problemática del Problema
XX X . La obra viene a ser una ampliación y una
sistematización del mismo. ¿A qué temperamen­
to, a qué natural corresponde éste o aquel tipo de
estudios y determinado oficio, incluido el oficio
real? De modo que los educadores, los padres,
tendrían que adaptar el temperamento que desti­
nan a un determinado tipo de saber a este mismo
saber. Pero, en el fondo, lo que interesa a Huarte
es la creatividad en los diversos campos, la
productividad. Hace un momento hemos intenta­
do mostrar la importancia de la melancolía en el
pensamiento de Huarte. A las figuras de Empédo-
cles, Sócrates y Platón que encontramos citadas
en nuestro texto, Huarte añade la del santo predi­
cador, la de san Pablo, que él interpreta de acuer­
do con el Problema X X X . Cuando Dios quiso for­
mar un hombre «en el vientre de su madre», que
fuese hábil para descubrir al mundo la venida de
su hijo, «haciéndole de grande entendimiento y
mucha imaginativa, forzosamente— guardando el
orden natural— le sacó colérico adusto».56

56. Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las cien­


cias, primera edición 1575; cf. ahora la ed. de Esteban Torre,
Madrid 1977. E l texto fue traducido al francés por G . Chap-
puis ya en 1580. La mejor traducción francesa es la de Vion
EL «PROBLEMA XXX»,
O CÓMO LIBRARSE DE ÉL

Esta podría ser una manera de abordar uno de los


aspectos de la historia de la psiquiatría. En su ar­
tículo De la lypémanie ou tnélancolie de 1820, E s­
quirol adopta buenas decisiones. La melancolía es
una palabra gastada, una noción demasiado «lite­
raria», como se diría hoy, y muy vaga además. Es
preciso dar con una nueva denominación y con
una nueva definición. «Le mot mélancolie, consa-
cré dans la langage vulgaire, pour exprimer l’état
habituel de tristesse de quelques individus, doit
etre laissé aux moralistes et aux poetes qui, dans
leurs expressions, ne sont pas obligés á autant de
sévérité que les médecins.»57 La lipemanía «est
une maladie cérébrale caractérisée par le delire
partiel, chronique, sans fiévre, entretenu par une
passion triste, débilitante ou oppressive».’8 Es-

Dalibray, 1645. L a obra conoció 24 ediciones francesas entre


1580 y 1675, 7 ediciones italianas, 6 ediciones inglesas, 3 edi­
ciones latinas, una edición holandesa. Lessing tradujo a
Huarte en 1752. Cf. el libro de M. de Iriarte, E l doctor Huarte
de San Juan y su examen de ingenios. Contribución a la histo­
ria de la psicología diferencial, Madrid, 1948 (3a ed.).
57. Para mayor comodidad citamos el artículo de Esqui­
rol por la edición De la lypémanie ou mélancolie, présenta-
tion par F. Fédida et J . Postel, Toulouse, Privat, 1976.
58. O p.cit., p. 85.
quirol describe al individuo enfermo en su inmo­
vilidad, su inactividad, su torpeza, su pena. Las
secreciones ya no tienen lugar. Algunos melancó­
licos se niegan a comer. El pulso es débil, concen­
trado. «L ’immobilité du corps, la fixité des traits
de la face, le silence obstiné trahissent la conten-
tion douloureuse de Pintelligence et des affec-
tions. Ce n’est pas une douleur qui s’agite, qui
se plaint, qui crie, qui pleure, c’est une douleur
qui se tait, qui n’a pas de larmes, qui est impas-
sible.»'9 Un poco más adelante, Esquirol habla
de las ilusiones y de las alucinaciones de estos
enfermos. «lis associent les idéesles plusdispa­
rates, les plus bizarres...»; lo cualreclama aún
más nuestra atención.60 Pero la intuición se con­
vierte en certidumbre cuando leemos: «lis sont
tres propres á la culture des arts et des sciences;
ils ont peu de mémoire, mais leurs idées sont for­
tes, leurs conceptions vastes; ils sont capables de
profondes méditations [...] ces individus sont
essentiellement disposés á la lypémanie: ce qui a
fait dire á Aristote que les hommes de génie, les
grans législateurs sont ordinairement mélancoli-
ques. Mahomet, Luther, le Tasse, Catón, Pascal,
Chatterton, J.-J. Rousseau, Gilbert, Alfieri, Zim-

59. Op. cit., p. 93.


60. Op. cit., p. 94.
mermann, etc., confirment l’opinion d’Aristote
qu’il avait justifiée par son propre exemple...»61
Se ve que resulta bastante difícil dejar a un lado la
literatura, el mito. Pero es en Moreau de Tours
donde el Problema X X X recobra su sentido y co­
herencia, en torno a su reflexión sobre La
psychologie morbide dans ses rapports avec la phi-
losophie de l’histoire ou de l’influence des névro-
pathies sur le dynamisme intellectuel.6' Moreau,
en la elaboración del pensamiento mítico de su
obra, no se sirve del Problema X X X como lo haría
un filólogo o un historiador. Más bien reencuen­
tra la imaginación peripatética. El pseudo-Aristóte-
les, que Moreau cita a través de Huarte, propone,
según él, una teoría organicista inmediatamente
asimilable para la gente del siglo X IX , presentan­
do el pensamiento como una consecuencia del es­
tado del cuerpo. «L ’excitation maniaque prédis-
pose éminemment les facultes de l’esprit á une
association d’idées imprévues, á un rapproche-
ment singulier qui frappent l ’attention, éveillent
fortement les passions.»63 La poesía aclara las re­

61. O p.cit., p. 109.


62. París, Masson, 1859; cf. nuestro artículo L e génie et la
folie: Étude sur la «Psychologie morbide...» d e ], Moreau de
Tours, en Littérature, Médecine et Société, n.° 6, pp. 1-28,
reeditado en Evolution psychiatrique.
63. O p.cit., p. 389.
laciones que se establecen entre el genio y la locu­
ra. Y Nerval, incidentalmente, reencuentra a Ma­
raco el Siracusano. Pero existe además otra obra
de Moreau, donde, aunque no cita el Problema
XXX, opino que se refiere a él. Se trata del famo­
so Du haschich et de l’aliénation mentale.64' Según
Moreau, la experiencia del hachís da lugar a una
serie de sucesos que reproducen, de un modo ate­
nuado, todas las formas de la locura, empezando
por una sensación de bienestar (pp. 53 y ss.), des­
pués una excitación, seguida de una disociación
de las ideas, así como de una incapacidad para
mantener la atención sobre una idea (pp. 59 y ss.);
uno se equivoca a propósito del tiempo y del es­
pacio, la sensibilidad del oído se desarrolla, etc.
El hachís tiene la propiedad de proporcionar la
experiencia, limitada en el tiempo y sin daños ex­
cesivos, de todos los estados de la locura, sin la
cual uno no podría comprender al loco. No quie­
ro con ello decir que Moreau haya tomado en
préstamo el analogon del hachís al del vino; pero
como buen aficionado al Problema XXX, sin duda
debió alegrarse al reencontrarlo entre estas dos
experimentaciones «farmacodinámicas».

64. París, 1845.


El Problema X X X plantea de un modo insistente,
como hemos dicho, el problema de la relación en­
tre la fisiología y los comportamientos. En cierta
manera, podríamos aplicarle el título de una de
las obras de Galeno: Que las potencias del alma
son la consecuencia de las mezclas del cuerpo.65
Evidentemente se trata de un texto muy impor­
tante. Pero plantea la cuestión en los términos pa-
roxísticos, dramáticos, de la relación entre un hu­
mor particular y la creatividad del hombre. Pues
notemos de paso que se trata de los hombres
(dvSpes )-66 ¿Cómo es posible que este humor,
este residuo, pueda convertir a un hombre en ge­
nial y creativo? Precisamente por medio de su fa­
cultad de estar en un mismo instante muy frío y
muy caliente. Esta cualidad física confiere a aquel
que está invadido de bilis negra, accidentalmente,
debido a una enfermedad, o bien de por vida,
puesto que se trata de alguien de naturaleza
melancólica, unos comportamientos específicos.
Esto inaugura una ensoñación sobre la substancia
de la bilis negra que Galeno desarrollaría más tar­

65. IV K 767-822.
66 . La fuente lírica de la melancolía, Safo, permanece au­
sente.
de. Queda implícito en este breve texto del Pro­
blema X X X , y no constituye en absoluto su
propósito, el problema de la libertad y de la elec­
ción. Cabe decir que la inestabilidad del melancó­
lico, su facultad de ser todos los demás, puede pa­
liar el determinismo de su temperamento. La
inestabilidad, de algún modo, se transmuta en in­
determinación, al tiempo que aquella ocupa el lu­
gar de la libertad.
En cuanto a la creatividad, volvemos a repetir­
lo, porque pensamos que es importante, no se
comprende si no es en el marco de una teoría de
la creación como mimesis, como reproducción.
Pero quisiera dar un último vistazo a este melan­
cólico que nos describe el Problema XXX. Estoy
persuadido de que lo que se nos quiere decir, an­
tes que nada, es que la melancolía no es necesaria­
mente una enfermedad. Podría argumentarse,
desde luego, que si la dysthimía y el miedo van li­
gados a la bilis negra, tal y como afirma Hipócra­
tes, ello no representa, ni de lejos, todos los esta­
dos que van ligados a la bilis negra. La serenidad,
la exaltación, así como todos los demás compor­
tamientos descritos, tienen su origen en la bilis
negra. Pero es preciso distinguir esencialmente
entre el efecto patológico debido a la bilis negra y
la mezcla innata de la bilis negra que conforma la
naturaleza de un hombre: el hombre de la bilis ne­
gra, el melancólico. Éste, en mayor medida que el
resto, está amenazado por las enfermedades de la
bilis negra. Pero existe una regulación, un equili­
brio posible del melancólico. ¿Cómo? Por ejem­
plo, cuando espontáneamente se detiene un ata­
que de bilis negra (es así como nosotros hemos
entendido 954a 39); o cuando confluyen un estado
de bilis negra y determinadas circunstancias (si
un estado de exaltación coincide con una circuns­
tancia que enfría); por medio de un equilibrio en­
tre frío y calor que puede ser espontáneo, o bien
deberse a los cuidados, y una circunstancia deter­
minada. Así, el melancólico es un hombre frágil,
en cuanto que inestable. Pero esta inestabilidad le
confiere la posibilidad, como diríamos ahora, de
expresarse a través de comportamientos múlti­
ples. ¿Quiere esto decir que creación y locura han
de ser dos estados necesariamente ligados entre
sí? Desde luego que no, y ahí tenemos el texto
para demostrárnoslo. Existen por supuesto casos
extremos como Maraco el Siracusano que mere­
cen ser citados. Pero si la creación tiende a la mo­
vilidad del melancólico, el caso límite del ek-stasis
no es ciertamente una condición necesaria. La
tradición, surgida en parte a raíz del Problema
XX X, que hace de locura y genio una pareja fatal,
no constituye más que una lectura parcial de este
texto.
A ristotelis, quae feruntur Problemata Physica, ed. C.
R uelle, recognovit H . K nóllinger, ed itio n em ... cu-
ravit J . K leek, 1922
A ristotle, Problems II, books XXII-XXXVIII, w ith an
English translation by W .S . H ett, M .A ., L o eb Clas-
sical L ibrary, 1965, pp. 154-169.
Aristotele, La «melanconia» dell’uomo di genio, a cura di
C ario Angelino ed Enrica Salvaneschi, G enova, 1981.
H. Flashar, Problemata, Übersetzung und Kommentar
in Aristóteles, Gesamtausgabe, Bd XIX, Berlín,
Akademieverlag.
— Melancholie undMelancholiker, Berlín, W. de Gruy-
ter, 1966.
R. K libansky, E . Panofsky, F . Saxl, Saturn and Melan-
choly, C am bridge, 1964.
W . M üri, Melancholie und scbwarze Galle, in M useum
H elveticu m , 1953, fase. 1, pp. 21-38.
J. Pigeaud, La Maladie de l ’ame. Etude sur la relation
de l ’ame et du corps dans la tradition médico-philo-
sophique antique, París, Belles L ettres, 1981.
— Folie et cures de la fo lie chez les médecins de la Anti-
quité gréco-romaine. La manie, P arís, Belles L ettres,
1987.
— Une physiologie de l ’inspiration poétique: de l’hu-
meur au trope, en Les Etudes Classiques, tom o
X L V I , x, 1978, p p . 23-34.
— Prolégoménes a une histoire de la mélancolie, en His-
toire, Economie etSociété, 1984, pp. 501-510.
J. Starobinsky, Histoire du traitement de la mélancolie
des origines a 1900, Basilea, 1960.
— Trois Fureurs, París, Gallimard, 1974.
H. Tellenbach, La Mélancolie, trad. francesa, Presses
Universitaires de France, 1974.

ABREVIATURAS

L: Littré, (Euvres completes d’Hippocrate, París, Bai-


lliére, 1839-1861, citado I I L 35 = tomo II, p. 35.
K: Claudii Galeni opera omnia, ed. K ü h n , L e ip z ig , 1821-
1833, citado V K 322 = tom o V, p. 32.
ARISTOTELES
EL PROBLEMA XXX, i'
953aio A t á t í r r á v r e s ó o o l ir e p iT T o i y e y ó v a c n v
a v S p e g fj K a r á < piX oao(pLav fj rro X iriK -q v fj
ttol T jm v fj T éx v a S " 4> a ív o v r a i p e X a y x o X íK o i
d u r e s , K a i o í p é v o v tcü s' ¿ ie r r e K a i X a p ^ á u e c r
daL t o l s ' d ir á p e X a l v q s x o X fjs ' dpp< ±> oT r¡¡iaoLv,
o l o u X é y e r a i t ó jp r e fjpm K O úv r á w e p i r ó u
'H p a K X éa . K a i y á p ¿ K e l v o g é o i K e y e v é c r d a i
TaÚTTjS" t tjs ' (pvoecúS', S ló K a i r d á p p ú j a r f j p a r
15 r a t íS v ¿m X r¡iT T L K iüu d r r ’ é t c e í v o v irp o c rq y ó -
p e v o v o í á p x a lo L L e p á u u ó a o u . K a i f¡ rrep i
t o v s i r á i S a s e K a r a c n g K a i 77 u p ó r f j s - á /fia v í-
aecos' é v 0 l t t ¡ t w u éX K iSv eK <f>vcns y e u o p é u r j
t o v t o S t jX o l■ K a i y á p t o v t o y L v e r a i tto X X o ls'
a ir ó p .e X a ív r ¡g x ° ^ W - o ’v v é ^ r i S é K a i A v c r á i r
8pq> reo A ú k c ú u l n p ó r fjs ' T e X e v r fjs ' y e u é a d a i
20 r á íX k t] r a v r a . e n S é r á n e p i A i a v r a icai
B eX X ep o < j)ó v rr]v , cSu ó

N.B. : Reproducimos aquí, salvo en lugares señalados, el


texto de la edición Teubner: Aristotelis quae feruntur Pro-
blemata Physica, ed. C. Ae. Ruelle, recognovit H. Knollinger,
editionem..., curavit J. Kleek (1922). Hemos adoptado las si­
guientes modificaciones: supresión de oi (954a 10), desplaza­
miento de la coma de afiewvfiéuov a é^aL^vris (955a 11-12),
propuestas por Cario Angelino y Enrica Salvaneschi en Aris-
totele, La «melanconia» dell’uomo di genio, Genova, 11 melan-
golo, 1981, sin mantener las t que proponen estos editores.
¿ P o r qué razón todos aquellos que han sido 953a 10
hombres de excepción,1 bien en lo que respecta a
la filosofía, o bien a la ciencia del Estado, la poe­
sía o las artes, resultan ser claramente melancóli­
cos, y algunos hasta el punto de hallarse atrapa­
dos por las enfermedades provocadas por la bilis
negra,3 tal y como explican, de entre los relatos de
tema heroico, aquellos dedicados a Heracles? En
efecto, este héroe parece haber sido de esta natu­
raleza, puesto que los antiguos denominaban a los 15
males de los epilépticos, a partir de él, enfermedad
sagrada,4 El acceso de locura dirigido contra sus
hijos, así como la aparición de las úlceras justo an­
tes de su desaparición en el Eta, lo demuestran.5
Pues esto es algo que les sucede a muchos a causa
de la bilis negra.6 Le sucedió también a Lisandro
el Laconio,7 a quien se le manifestaron estas ulce­
raciones antes de su muerte. Por no hablar ya de
lo que concierne a Ayax8 y aun a Belerofonte;9 el
primero
l± é v é K < JT C L T L K á g é y é u e r o n a w T e X o J S ', ó Sé ra s-
é p T )¡j.L a s ' é S íc ú K e u , S ló o v tc ú s’ é T r o ír ¡ o e v "0 ¡ i r ¡-
pos~ "a v rá p é rre i ¡c a l x e lv o g á m jx d e T O nácn
d e o ía iv , fjro L ó K a ir n e S ío u tó A X ij lo v o t o s - á~
X a ro , ov d v[± ó v K a r é S c ú v , v á ro v á p O p c o n c ú i/ d~
25 X e e ív c jv . " ¡c a l á X X 01 Sé tto X X o í tú jv r ip a H ú v ó-
/lO L O T T a d e ls ' ( f ia ív o v T a i to ú to ls . t c ju Sé
v a re p o u ’E / iT r e S o K X f j s - Kai IT X á T C ú is Kai Eur
K p Ú T T \g K a i e re p o i ovxvoi t ó ju y v o ip íf ic o p 1. e n
Sé tüóp tre p i T f¡u t t o ít io l v o 'l ttX€L<j t o l . tto -

X X o ls " [ ié v yáp t c ju t o l o ú t o ji' y ív e T a i u o a r¡-


¡ ia r a d ir á rfjg t o í c i v t t ]^ Kp ácxecú S ' t ¿¡ a c ó f ia n ,
30 to ís ' Sé 77 (¡)V o ls S ij X r ¡ p é n o v a a ir p ó s ' r á TTdQr¡.
T iá v T e g 8 ’ ovv ág e iT r e lv án Xcúg e l a i, KaO d-
rre p é X é x d r i, to lo vto l tt¡v ( f r v a iv . Sel S f¡ Xar

( 3 e iv T r¡u a lr ía v npcdTov ¿n i n a p a S e [ y p .a ro s '


ir p o x e ip L u a p é v o v g . ó yáp o lv o g ó tto X v s ' ¡ id -
X io r a (p a tu e ra L napaaKevdCeLU to lo vto vs

o io v g Xéyopev to vs f ie X a y x o X iK o v s ' e lv a i, Kai


35 rrX e ie r r a TjQr¡ n o b e l u m v ó ¡ l e v o s , 0 1 o v ó p y lX o v g ,
t f iiX a v O p a m o v s ', é X e r ¡ i± o v a g , Ira p o v g •
se tornó totalmente loco, el otro vagaba en busca
de lugares solitarios, es por ello por lo que Home­
ro compuso estos versos :10
Pero cuando se atrajo el odio de todas las deida­
des, vagaba por los campos de Ale, royendo su áni­
mo y apartándose de los hombres.
De igual modo, otros muchos héroes parecen 2.5
haber sufrido claramente del mismo mal que éstos.
Y de entre los más próximos” a nosotros en el tiem­
po Empédocles,12 Platón ,13 Sócrates,14 así como mu­
chos otros personajes de renombre. Y preciso es
añadir también a la mayoría de los que se han ocu­
pado de la poesía .15 Pues en muchos de éstos se ma­
nifiestan enfermedades provocadas por una mez­
cla así en el cuerpo, mientras que en lo que
respecta a los demás, su naturaleza se muestra con 3°
claridad proclive 16 a las enfermedades.17 Pues, por
decirlo en una palabra, todos ellos, como ya se ha
indicado antes, parecen ser de este natural. Es pre­
ciso, por lo tanto, sirviéndonos de un ejemplo ,18
abordar en primer lugar la causa. Así pues, el vino
tomado en abundancia parece que predispone a los
hombres a caer en un estado semejante al de aque­
llos que hemos definido como melancólicos, y su
consumo crea una gran diversidad de caracteres,19
como por ejemplo los coléricos, los filantrópicos,10 35
los compasivos,21 los audaces.
áXX ’ ovx'l t ó fié Á i o v S é t ó yd X a o v S é t ó v S a p
o v S ’ aXXo tcüu to lo v tc ú u o vS éu . ’l S o l 8 ’ a v tl$-
ó t l TrauToSavovs' á irep y á C eT a L , Qeajpoju cíis' ¡ie -
Ta/3áXXet to vs" m u o i’Tas' e k n p o a a y cú y q s"
953b napaXa/ 3a)u y á p áTreifruy/iévovs' ¿ u tcS v t¡ 4>€lv
K ai GLúnnjXovs fiLKpw f.Lev 7tXelüíu TroQeis- Xar
X io r é p o v g n o te l, en Sé TrXeíwv pr¡TopLKovs-
K ai QappaXéovg, TrpoióvTag S é n p ó g t ó i r p á r
retu L T a ¡j.o v s e n Sé ¡íáX X ou Tnuó¡ieuos' ir
flpi.aTás', e i r e i r a ¡ía v iK o v s , XCau S é ttoXús' é~
5 k X vcl Kai -rroiei ¡ícúpovs', (Scrrrep to vs- ¿k
ttolLScúv émXfjiTTOvs' fj k o l é x o p é v o v s ' t o i $ ¡ie -
XayxoXiKOLS’ á y a u . clíarrep o v v ó els" ávQpunrog
/ie r a / 3áXXei t ó t¡6os' ttívúliv K ai x p r ífie i'o s ' tcS
oluu) Troacü t l v l , ovtcú K a d ’ éKacrTov t ó rjOog
e lc jí t i ve s' audpcúTTOL. o t o s y á p o vT o g [leQuonu
v v u é c rrív , áX X o? t l s ' t o lo v t o s ' (¡ivaei é c rr ív , o
10 p .é v XáXos', ó S é K eK ivr)iiévo s, ó S é ápL SaK pvg-
Trotel y á p T iv a g
Por el contrario, ni la miel, como tampoco la le­
che ni el agua, ni ninguna otra substancia de este
tipo, es capaz de nada semejante. Y cualquiera
podría observar que el vino obra toda suerte de
transformaciones, si se fija en cómo va cambian­
do gradualmente 21 a los que lo beben. Pues si se
apodera de aquellos que cuando no beben resul- 953b
tan fríos y silenciosos, al tomar una cantidad ma­
yor en poco tiempo, los convierte en charlatanes;
son un poco más elocuentes13 y confiados, y, caso
de seguir bebiendo, audaces en el obrar; si beben
aún un poco más se tornan violentos, después lo­
cos. Y una enorme cantidad los vuelve estúpi­
dos ,14 como aquellos que son epilépticos desde la 5
infancia, o los que se hallan afectados en grado
sumo por las enfermedades de la bilis negra.15 Así,
del mismo modo que un solo hombre cambia de
carácter cuando bebe y se sirve del vino en una
determinada cantidad, es posible también encon­
trar hombres que se corresponden a cada uno de
estos caracteres. Pues el estado en que se halla
aquel que ha bebido, en aquel momento, es el es­
tado en que se halla otro por naturaleza; uno es 1°
charlatán, otro emocional, otro propenso a las lá­
grimas. Pues el vino los sume
K ai to lo v to v s, S ló K a i t'0 ¡iT )p o s' é n o L T ] a e " K a i
¡ í é <¡)T¡u l S Ú K p v T r X ú e iv / 3 e ^ a p r ) p é u o u ol'ucü." K ai
yáp é X e r jp o u é s T rore y íu o u r a L K ai á y p io i K ai
CTL(úTrr¡Xoí ■ í u l o l yáp av án oaL an rcS aL , K ai p.á~
X ta ra tcou p eX ayxoX L K cS u ocroi ¿K aran K O L .
15 TT0L6L S é K ai (f>LXr¡TLKOVS' Ó 0LU 0S” <JT¡p£LOU S é
o tl T rp oáy eraL ó m u cou K ai tcú arápaT i <pL~
X e íu , o u s ' ufj<pü)u o v S ’ á u e ls (p iX fja e L e u fj S i á
tó e lS o s fj S l ó -rq u fjX iK Í a v . ó p éu ovu o lu o s
ov tto X ú u x p ó v o v TTO iel -rrepLT T Ó v, á X X ’ ó X L y o u ,
f¡ Sé (pvuL s- á e í , ec o s- tls áu i]- oí p éu yáp
Q p a u e lg , oí Sé a ic o T r r iX o í, o í Sé é X e r jp o u e s , oí
20 S é S e íX o i y íu o u ja i ( p ú a e t . ( l i a r e S fjX o u otl S iá
TÓ aV T Ó TT0L€L O T e OLUOS" KOÍ T¡ <j)VOl£ éKÚO~
tov tó r jd o s • náuT a yáp K a T ep y á(eT a i tt ¡

d ep p Ó T T jT L T ap L ev óp eu a. o re S i) X W ^ S K a i f¡
K páuLS t¡ r f j s p e X a íu r js X °^ ñ S ‘ ir u e v p a T L K á é c r
tlu ■ S ló K a i ra T ru e v p a T C ú S ij ir á d r j K a i rá
en estos estados; por esta razón dijo Homero en
sus versos :16

Y diga que yo derramo abundantes lágrimas por­


que estoy pesado por el vino.

Pues es cierto que en ocasiones se ponen tris­


tes, salvajes o taciturnos; mientras que, por el
contrario, algunos se quedan en silencio total, en
especial aquellos melancólicos que están locos. El
vino, por otro lado, hace también que los hom­
bres se muestren afectuosos. Un indicio de esto es 15
que el bebedor se ve incitado a besar incluso a
aquellos a quien nadie, de hallarse sobrio, besa­
ría, bien sea en razón de su apariencia, bien por su
edad. El vino, pues, hace al individuo excepcio­
nal, pero no por mucho tiempo, tan sólo por bre­
ves momentos, mientras que la naturaleza produ­
ce ese efecto continuamente, a lo largo de la vida
de un hombre. Así, algunos son audaces, otros ta­
citurnos, otros tristes, otros cobardes por natura­
leza. De modo que resulta evidente que es por los 20
mismos medios que tanto el vino como la natura­
leza modelan el carácter de cada uno. Pues todo
se lleva a cabo y es regido por el calor. Así, el hu­
mor de la viña17 y la mezcla de la bilis negra con­
tienen viento. Por esta razón tanto las enfermeda­
des ventosas18 como
25 v n o x ó v S p ia kcl p e X a y x o X iK á oí í a r p o l ¡p a a t v
e lv a t .. Kai ó o lv o s Sé T r v e v p a T ú jS r ¡s tt ) v Sú-
v a / iiv . S ló S rj éa n t t jv 4> v m v o p o ia o re
d iv o s K ai T) K p á a is S r ¡X o l Sé otl ir v e ir
li a T ( ú S r ¡s ' ó o lv ó s éa n v ó d (f> p ó s • t ó pév yáp
¿ X a io v deppóv ov ov n o i e í á t fip ó v , ó Sé o lv o s
ttoX v v , k ü 'l fiá X X o v ó péX as tov X evK ov, otl

30 9e p ¡ió r e p o s Kai a cú p a T C ú S éa rep o s■ Kai S iá


to vto o re o lv o s á < f> p o S icn a < T T L K O v s á ir e p y á -
(era L , Kai ó p d c 3s A ió v v c r o s K a i ’A ^ p o S Í T T ) X é -
yo vra i p e r ’ d X X fjX c o v e lv a i, Kai oí ¡jL e X a y x o -
X l k o 'l ol TrXetcrTO i X áyvoi e la ív . ó re yáp
d (/> p o S L a L a a p ó s n v e v p a T c ó S -q s ■ c n ) p e lo v Sé tó

a iS o to v , a is ¿k ¡íL K p o u T a x e ia v T T O ieiT aL vqv


35 a v g r/m v S ló tó e p ^ v a á c r d a i. K ai e n w p iv S &
vaadaL irp o tea d a L aw éppa, y lv e T a í tls r jS o v r j
é ir i v a L a iv o v a iv , o ra v éyyvs o vres tov 77-
(3 á v £ vcovT aL tú a íS o ia 8 1 ’ á K o X a o ía v y lv e ~
rai Sé S fjX o v S ló tó w vevpa S ie ^ ié v a i 8 iá
T(ÍJV Trópwv, 8 1 ’ (5 v V G T epO V TO VypOV < f> ép € T a i.
77 r e ík x v u l s tov a ir é p / ia T o s év T a is ó p iX í-
a is
las enfermedades hipocondriacas19 son atribuidas
por los médicos a la bilis negra. Y el vino es ven- 25
toso por su poder. Debido a ello, el vino y la mez­
cla [de la bilis negra] son de parecida30 naturale­
za. La espuma es lo que demuestra que el vino es
de naturaleza ventosa. Pues el aceite, cuando está
caliente, no hace espuma; en cambio el vino hace
espuma en abundancia, y mucha más el vino tinto
que el blanco, puesto que tiene más calor y más
cuerpo.31 Es por esta razón por lo que el vino inci- i°
ta a los hombres al amor, y con razón dicen que
Dioniso y Afrodita están ligados el uno al otro;31 y
los melancólicos, en su mayor parte, son lujurio­
sos. Pues el acto sexual es de naturaleza ventosa.
La prueba de esto es el pene, por la manera en que
pasa de ser pequeño a experimentar un rápido
crecimiento, pues se hincha. Y ya antes de que 35
puedan emitir esperma, se produce un cierto pla­
cer en aquellos que son todavía niños cuando,
cercanos ya a la edad de la pubertad, se abando­
nan33 a frotar su pene. Resulta evidente que ello se
produce porque el viento recorre los canales34 por
los que, más tarde, es transportado el líquido. La
emisión de esperma en las relaciones sexuales
954 a Kai 77 p li/jL S ' v i t ó to v T ru eí/fiaT O S" c ú Q o v v to s -
(p a u ep ó v y ív e a d a i. d ia r e Kai rcS u éSecrp á rco w
Kai tto tó ú u evÁ óycús- r a v r ’ é < JT Ív ácppoSLm acr
t lk ó , oaa TTuevfiaTCúST) tó v ir e p l rá a íS o ta
TT0L6L tó tto v . S ló Kai ó péX ag d iv o s ovSevóg
5 t\tto v t o io v t o v s ánepyáC eT aL, 0 10 1 K a i oí p c
Á ayxoÁ LK ol ir v e v [ia T (¿ S e L g . S f jX o t 8 ’ e la lu ¿ ir ’
é v lc ú v a K X r jp o l yáp oí ir X e ío u s ' t í S v ¡l e X a y x c r
A lk íü u , Kai ai (f> X é fie s é ^ é x o v o iv to ú to v 8 ’

a L T io v ov tó to v a íp a T o g T rX fjd o s', áXXá to v


T r u € v ¡i a T o s •- S ló tl Sé ovSé ir á u T e s " oí fie X a y -
10 j o Aí /coí u K X r ip o i o v S é [o í] ¡ í é X a v e s , áX X ’ o í p á ~
X X o u K a K Ó x v / io i, áX X o s' X ó y o s " nepi ov Sé é£
á p x f js ' T r p o e iX ó p e d a S ie X Q e iv , o tl év tíj ( f iv a e i
e iiQ v g ó t o lo v t o s " X W Q S' ó peX ayxoX ucóg ia r
p á v v v T a i■ d ep p o v yáp Kai ip v x p o v K p á a ís ' ¿ c r
t lv éK to vtc ú v yáp t ó jv S v o lv 77 <f)VOL$ c n r
v é o T T jK e v . S ló Kai 77 ¡íé X a iv a X 0 ^ 7! «al
!5 d e p fiÓ T a T o v Kai ip v x p Ó T a T o v yL veT a t. tó yáp
a í)T Ó T rá a x eL U T réévK e t o ü t ’ áp.<pü), o lo u Kai
TÓ v S c ú p OV
y la eyaculación tienen claramente su origen en el 954a
empuje del viento. De modo que, en cuestión de
comidas y bebidas, aquellas que hacen que la re­
gión vecina al sexo se vuelva ventosa, son consi­
deradas, en buena lógica, afrodisíacas. Lo que ex­
plica que el vino tinto, más que cualquier otra
cosa, torne a la gente ventosa, como lo son los me­ 5
lancólicos. Una serie de hechos lo demuestra; en
efecto, la mayoría de los melancólicos son secos y
tienen las venas saltonas. La causa de ello radica
no en un exceso de sangre, sino de viento. El por­
qué no todos los melancólicos son secos ni
negros, sino tan sólo aquellos cuyo humor es par­ 10
ticularmente maligno, es otra cuestión. Pero vol­
vamos al tema que de buen principio nos ha­
bíamos propuesto tratar, esto es, al hecho de que
en la naturaleza, de un modo espontáneo, existe
la mezcla de un tal humor, la bilis negra; pues se
trata de una mezcla de calor y de frío. Pues de es­
tos dos elementos está compuesta la naturaleza.35
Es por ello por lo que la bilis negra se pone tanto
muy caliente como muy fría. Pues una misma cosa
puede, por naturaleza, presentar ambos estados;
por ejemplo, el agua que es fría
tp v x p ó v , op to s é á v ík o v c S s d £ p p a v d fj, oL ov t ó
( é o v , t t j s qM oyos" a v T f j s 6e p p Ó T £ p 6v é g t l , K ai
X íQ os K a i a í S r j p o s S L á rrv p a y £ v ó p e v a páX X ov
d e p /iá y ív e T a L áv O p aK os, ipvXP& o v t c l (p íiu ei.
20 €Lpr¡TaL S é a a c fié u T e p o v n e p i to ú to jv é v to ls
ir e p i T rv p ós■ K a i fj x ° ^ t ) &£ f¡ p é X a i v a (pvoeL
i/jv x p á K ai ovk é m ir o X a íc ú s o v e ra , Ó T av ¡ i é v
o v t c ü s é'x i] á s elpT jT aL , é á v virep^dX X i] é v tó ¡
acopan, áiroT rX T }£ías fj v á p ic a s fj d d v p tas
v o ie i fj (fió p o v s , éáv Sé Ú T repdeppai'O fj, T ás
15 p e r ’ cú S fjs e v d v p í a s K a i é K O T á a e i s K a i £K£é~
< j£ ls £XkcSv K a i dX X a T o i a v T a . to ls p év ovv
TroXXois a i r ó tt]s K a d ’ fjp é p a v r p o t p fjs é y y i-
vopévT j o v S é v t ó rjO os rro L el S t a fp ó p o v s , áX X á
¡íó v o v v ó a ijp á t l p eX ay x o X L K Ó v á n € L p y á a a T o .
oaoL S Sé év tq (fv o £ i au v éan j K p a u is
TOLavTT], £ v d ú s o S t o l r á fjdr¡ y ív o v T a L rravTO-
30 S aiT o í, a X X o s k o t ’ aXXr¡v K p á a L V o lo v óaoL s
pév noXXi) K a i y’w x p á év v rT d p x £ t, v c jd p o i K a i
p.(ú poí,
resulta no obstante, si la calientas lo suficiente,
hasta que hierve, más caliente que la propia llama;
y lo mismo la piedra y el hierro cuando se calien­
tan lo suficiente, se ponen más calientes que el
carbón [ardiente], a pesar de que, por naturaleza,
son fríos. A propósito de este tema hay una discu- 10
sión más clara en la obra sobre el Fuego?6 La bilis
negra es fría por naturaleza, y no reside en la su­
perficie ;37 cuando se halla en este estado que aca­
bamos de describir, si se encuentra en exceso en
el cuerpo, produce apoplejías ,38 torpezas,39 athy-
mías,4° o miedos, pero, caso de estar demasiado
caliente, origina los estados de euthymía acompa­
ñados de canciones,4' los accesos de locura,4’
erupciones de úlceras y otros males semejantes.43 2.5
Así pues, en la mayor parte de las personas, na­
ciendo como nace de la alimentación cotidiana,
no modifica en absoluto su carácter, simplemente
provoca una enfermedad de la bilis negra.44 Pero
en lo que respecta a aquellos que poseen, ya de
natural, una tal mezcla, presentan espontánea­
mente caracteres de todo tipo, cada uno de acuer­
do con su mezcla. Por ejemplo, aquellos en los 30
que la mezcla se halla abundante y fría, son pro­
pensos a la torpeza y a la estupidez;
o g o i s S é X la v ttoXXt) kü'l d e p fiij, ¡la v L K o i K a i
e v ( p v e ls K ai ¿ p íü tik o í ic a i evKÍvrjTOL Trpóg
t o v s dvfiovs' K a i r á g é m d v /iía s ', í v l o l S é K ai
X dX oi p a X X o v . ttoXXoí Sé K ai Stá tó éy y v g
e lv a t tov voepov tó ito v tt¡v 8ep(iÓ TT)Ta
35 TaVTTjU V0<JT]lia<JLV áX ÍG KO V Tai ¡íaULKOLS' rj é i r
Q o v o L a o T iK o lg , o Q ev ZífivXXaL K a i B Ú K iS eg K a i
oí év d e o L y ív o u T a L T ra eres-, ó r a u /i?) v oor\ ¡ia-
t l yéucow TaL dX X á 4>vglkí] K p á a e t . M a p a K Ó g S é
ó H v p a K o ú o io s K a i d p e ív a iv fjv Troir¡Tfjs', ó t’
eKOTaÍT). o g o ls " 8 ’ á v é n a v d fj tt\ v d y a u 8ep~
954b ¡j.ÓTT]Ta irpós' tó p éG ou , ov to l p e X a y x o X iK o i
¡ jé is e ’iGL, (fipovLficúTepoL 8é, K ai t\ tto v p .é v
6KT0TT0L, TTpÓS' TTOÁÁá Sé SLa<pépOVT€S TCÜU
áXXcúu, oí p .é v -rrpós' T r a iS e la v , oí S é ir p ó g t¿x~
v a g , oí S é irpás' iro X n e ía v . TroXXf¡v S é k ü l e i g
5 T0V£ KLVSVVOVS TT0L6L S ia ^ O p á v T¡ TOLaÍJTTj
é'^LS" t o v é u ío T e ducú¡idXovs‘ e lu a t ¡íé u t o ls '
(pó¡3oLsk ttoXXovs' t ó jv á v S p á v . dis" y á p á v
TÚXCOGL TÓ GíSfia é'xOVTeS’ TTpÓS TT\V TOtaVTT)V
KpÓLGLV, Sta(f)épOVGLV
aquellos que la poseen demasiado caliente y
abundante son propensos a la locura (manikoi),
dotados por naturaleza,45 propensos al amor, fá­
cilmente se dejan arrastrar por los impulsos y de­
seos; otros se vuelven más charlatanes que de cos­
tumbre. Pero muchos, debido a que el calor se
halla próximo al lugar del pensamiento,46 se ven
afectados por las enfermedades de la locura o del
entusiasmo.47 Cosa que explica la existencia de las 35
Sibilas y de los Bacis,48 así como de todos aquellos
que están inspirados,49 cuando no lo están por en­
fermedad sino por la mezcla que hay en su natu­
raleza. Maraco el Siracusano50 resultaba aun me­
jor poeta cuando sufría uno de sus accesos de
locura. Pero aquellos en los que el calor excesivo
se desarrolla hasta llegar a un estado medio5' son,
sin duda, melancólicos pero más inteligentes, y 954b
menos excéntricos, al tiempo que en muchos as­
pectos se muestran superiores a los demás, unos
en lo que respecta a la cultura, otros en lo concer­
niente a las artes, y otros, en fin, en el gobierno de
la ciudad. En lo tocante a los peligros, un estado
de este tipo causa una gran variabilidad, ya que
muchos hombres no se muestran constantes ante 5
el miedo.51 Pues según sea la relación que tengan
sus cuerpos con una mezcla tal, los individuos di­
fieren respecto de sí mismos.53
avroi avTojv. r¡ Sé ¡íeXayxoXiKi) Kpaaig,
díairep Kai év ra ls vóctols" ávcopáXovs' ttol€l,
ovtüj Kai avTT) ávápaXóg éaTLv oré pév yáp
10 ipvXpá é<JTiv áíawep vScop, o ré Sé depfifj. cocrre
4Soflepóv tl OTav eicrayyeXdrj, éáv ¡léu i/jvxpcr
répasr ovor¡g Tfjs' icpdaecus" tvxtj, SeiXóv ttol€1-
TrpocúSoiT6TroLTjK£ yáp t(3 0d/3ai, Kai ó 4>ófios
KaTai/júxeL. 8t¡Xov(jl Sé oí Trep(<fio/3oi■ rpépoir
<jl yáp. éáv Sé ¡láXXov dep/iij, eísr tó ¡Lérpiov
KaTéGTT¡oev ó (¡)ó¡iog, Kai év avrco Kai árradfj.
!5 ópoícúS' Sé Kai Trpós' rásr KaQ’ rjpépav ádvpr
as" TroXXáias: yáp ovtcos' ¿xopev ajare Xir
TretadaL, é<f>’ otüi Sé, ovk áv exoijiev e ín e iv
oré Sé evBvpats, é<p’ (3 8 ’, ov SfjXov. rá Si)
Toiavra Trá6r¡ Kai rá iraXaiá* XexOévra Kará
¡íév tl [íLKpóv rráoi yLverai • nám yáp ¡±é~
20 {íLKTaí tl T-qs" Svvápecús" oaoLS' 8 ’ els fiá&os,

* Hemos adoptado la corrección de Forster: é m ir ó X a L a

94
La mezcla de la bilis negra, del mismo modo que
en las enfermedades vuelve inconstantes a las per­
sonas, es en sí misma inconstante. Pues ora es fría 10
como el agua, ora caliente. De modo que ante el
anuncio de un peligro, si por azar se hallan en un
estado particularmente frío de la mezcla, se vuel­
ven cobardes. Pues resulta que ha mostrado el ca­
mino hacia el miedo, y el miedo enfría. Lo de­
muestran los que tienen miedo, puesto que
tiemblan. Pero si la mezcla es más caliente, el mie­
do sitúa al individuo en un estado medio, de
modo que conoce a un tiempo el miedo y la au­
sencia de temor.54 De igual modo ocurre con las 15
athymías de nuestra vida cotidiana. A menudo, en
efecto, nos hallamos sumidos en un estado de
aflicción; ¿por qué motivo? No sabríamos decir­
lo. Otras veces, por el contrario, nos sentimos
euthymicos, pero la razón no resulta clara. Segu­
ramente, aflicciones semejantes y aquellas llama­
das superficiales55 afectan en mayor o menor me­
dida a todo el mundo, pues en la mezcla de cada
cual se halla un poco del poder [de la bilis negra].
Pero a aquellos a quienes les afecta en lo profun- 20
do
o vto l 8 ’ fjS r i t t o lo l T L v é s e la L rá f ¡ 6 r¡. ¿ ía n e p
yáp tó e lSos erep o L y ív o v r a L ov tcú vpóaar
tto v e x e t u , á X X á t ¿ ¡ t t o ló v t l tó rrp ó a cú T ro v, o l
¡íé v k c lX ó v , oí Sé a la x p ó v , ol S é fir jd é v é 'x o v -
res nepLT T Ó u, o vto l Sé ¡íé a o L t t jv (feíiaLV,
25 o vtcú Kai ol fié v ¡í L K p á ¡le T é x o v r e s T fjs
T O L avT T /s' K p á a e c ú S ’ ¡ í é a o L e L a ív , o l S é n X fjd o v s
f ¡S r ¡ d u ó /io L O L t o ls t t o X X o ls - é á v i± é v y á p a(j>ó-
Spa K a r a K o p f¡s i] r¡ é^ L s, ¡le X a y x o X L K O L e im
X ía v , éáv Sé m o s K padcoaL, n e p L T T o í. p é n o v a L
8 ’, áv á ¡ie X w a L v , énl rá [ le X a y x o X L K á v o o r j-
fia T a , áX Xoi rre p t dXXo lié p o s ro v a có f i a r o s ’
Kai t o ls ¡- i é v é m X riT T T L K á Ú T r o a r ] fia L v e L , t o ls
30 S é á n o trX T ]K T L K á , á X X o L S S é á d v f iL a L la x v p a l r¡
4 >ó[3 o l , t o ls Sé d á p p r] X C av, o lo v K a i ’A p x e X á q i
a v v é fia L v e rcS M a K e S o v L a s f í a o L X e l . a ’Í T L o v S é
r r js r o L a v T T ¡s S v v á fie w s t¡ k p & o ls , o ttc ü s av
éx~Q ijjv ^ e ú s re Kai d e p fiá r r jr o s . ifs v x p o r é p a
¡íé v yáp ovaa ro v
de sí mismos, éstos ya son tales por carácter. En
efecto, de la misma manera que los individuos di­
fieren en su aspecto, no porque tengan rostro,
sino por el tipo de rostro—unos lo tienen hermo­
so, otros feo, otros carecen de todo rasgo excep­
cional; éstos últimos tienen una naturaleza me­
dia— , así también aquellos que no poseen más
que una pequeña parte de una mezcla tal son me- 25
dios, mientras que aquellos que poseen una gran
cantidad son ya diferentes a la mayoría. Si el esta­
do 56 de la mezcla es del todo concentrado, son ex­
tremadamente melancólicos; pero si la concentra­
ción se halla un poco atenuada da lugar a los seres
excepcionales. Pero son proclives, a nada que se
descuiden, a las enfermedades de la bilis negra, en
una u otra parte del cuerpo según los individuos.
En uno aparecen manifestaciones de epilepsia; en 30
otros de apoplejía; en otros fuertes athymías o te­
rrores, o incluso estados de confianza excesiva,
como le ocurrió a Arquelao, el rey de Macedo-
nia . 57 La causa de un poder tal58 es la mezcla, la
manera en que participa del frío y del calor. Pues,
cuando resulta demasiado fría para la ocasión,”
35 KctLpov S v a d v p ía s " ttol€l á X ó y o v g ■ S ló a i' r’
áyxóuaL ¡lá X ia r a tols~ véoLS", é v C o re S é Kai
TrpeaflvTépoLS’. rroXXoi S é K ai p e r a ras’p e d a ?
S i a 4>QeLpovoiv é a u r o ú s i v i o i Sé t¿úv peXay~
XoXlkúju ¿k tú ¡v ttótcüv áQvpcúg S L á y o v o iv
a f ié v v v a i y á p 77 t o v o lv o v OeppÓTTjS’ tt\v 4>xr
<JiKT)v d e p p ó r r jr a . t ó S é Q eppóv t ó n e p i t o v
tó tto u eS 4> p o vo vp ev K ai éX irLC opev n o L el e ir
955a d v p o vs\ K ai S iá to vto upó? tó n ív e iv e l?
p é 6 r ¡v n á v T e ? é 'x o v a i TrpoOvpcj?, o t l 7t ú v tü ?
ó o lv o ? ó ttoXíj? e v é X m S a ? noLeí, K adárrep f¡
v e ó r r j? t o v ? w a iS a ? - t ó p é v yáp y f jp a ? S ír
a eX m é < jt lv , 77 S é veÓTTj? é X m S o ? TrXijpri?. e r
5 ai Sé nve? ó X ly o i ov? m v o v T a ? S v a d v p la L
X a p ^ á vo vu L , S iá t i) v a v r r jv a i r l a v 8 1 ’ 77V Kai
p erá t o v ? t t ó t o v ? é v io v ? . ó a o i? p é v o v v p a r
p a iv o p é v o v t o v d e p p o v a i á d v p l a i y lv o v r a L ,
p áX X ov á ir á y x o v ra L . S ló Kai oí v é o i rj Kai oí
irpea^vTaL p á X X o v á r r á y x o v T a L • t ó pév yáp
10 y fjp a ? p a p a lv e i t ó d ep p ó v, t( 3 v S é t ó rrádo?
4>v<jlkóv o v K ai aÚTÓ tó papaLvópevov Qepr
póv. ó g o l? S é a¡3e v v v p é v o v
provoca dystbymías sin razón. Por ello los suici­
dios por ahorcamiento00 se dan sobre todo entre 35
los jóvenes, pero también a veces entre los viejos.
Muchos se suicidan después de haber bebido. Al­
gunos melancólicos continúan athymicos después
de haber bebido. Pues el calor del vino apaga el
calor natural.61 E l calor que afecta al lugar con el
que pensamos y tenemos esperanza le vuelve a
uno euthymico. Y por esto todos están dispuestos 955a
a beber hasta emborracharse, porque el vino to­
mado en abundancia llena a todo el mundo de
confianza, como la juventud a los niños. Pues si la
vejez desespera, la juventud, por el contrario, está
llena de esperanza. Pero existen también algunas 5
personas, pocas, a las que les asaltan las dysthimí-
as al beber, y ello por la misma razón que a otros
les sucede esto después de beber. Así, aquellos a
los que la dysthimía les sorprende cuando el calor
se extingue son los más propensos a ahorcarse.
Esta es la razón por la que los jóvenes, y a veces
los viejos, son los más propensos a ahorcarse.
Pues la vejez extingue el calor, mientras que, en lo
que respecta a los jóvenes, la afección que les es 10
propia es la extinción del calor por sí mismo .61
Aquellos en los que
é tja íc p v ris, oí u X e la r o L S ia x p & v r a L éavro vs,
d ía r e Q av/iáC eL v r r á u r a s S iá tó fir / d é v ttolt¡-
aa.L a r jiie t o u ir p ó r e p o v . ip v x p o r é p a ¡ í é u o w yr
i'op.éi'T] f) K p a a L S fi d ir á r r j s fieX a L u r/s x ° ^ ) S ,
d ía ire p eí'pT jT ai, iroL ei a d v / iL a s T ra vT o S a trd s,
15 d e p p o r é p a S é o v a a e v d v p iL a s . S ló K a i o í [ í é v
n a lS e s e v d v fió r e p o L , oí Sé yép o vres Svo~
d v fió r e p o L . o í ¡ í é v yáp d e p fio í, o í S é i/ jv x p o í'
tó yáp y fjp a s K a rá t/jv£ C s t ls - a v p .fia .lv e i Sé
a fié v v v a d a L é g a íifiv r is v ttó re tü v éKTÓs' a ’c
tlcúu, a)s K a i ir a p á (f>vaLU r á TTvpíüdévra, o l o v
20 áudpaK a v S c it o s én L xvdéu T o s- S ló K ai éK
f ié d r i s í v l o l é a v T o v s S ia x p & V T a L • f¡ y á p á iró
to v o lv o v 6epfiÓTT]S' é n e ía a K T Ó s éanu , r js
a f i e v v v iié v r is avfi/ 3aLveL tó vados- K ai ¡s e r á
rá d(f>poSíaLa o í uXeíaTO L d d u p ó rep o c y íi/ o ir
t ü l , oaoL S é TrepÍTTúJfia ttoXv ir p o ie v r a L f i e r á -
t o v a u é p i i a r o s , o v t o l e í/ d v / ió r e p o L ■ ko v4> l£o v-
25 ra L y á p TrepLTT(ú¡iaTÓs r e K a i n v e v / ia T o s K a i
6e p ¡i o v v n e p ¡ 3o X fjs. éK e Z v o i S é d d v fió r e p o L n a
X X áK LS' K a r a i/ jv x o v r a L yáp á t fip o S L a L á a a v r e s
SLá ró TCJU Í K a -
el calor se extingue repentinamente se suicidan en
su mayoría, de modo que todo el mundo se sor­
prende de que no hayan dado alguna señal previa.
Pues cuando la mezcla que proviene de la bilis ne­
gra es demasiado fría, como hemos dicho, produ­
ce athymías de todo tipo; y si es demasiado ca­
liente, euthymías. Es por esto por lo que los niños 15
son más euthyjnicos y los ancianos más disthymi-
cos. Los primeros son calientes, fríos los segun­
dos. La vejez, en efecto, supone un enfriamiento.
Pero el calor puede ser extinguido súbitamente
por causas externas, como sucede también, por
razones contra natura, con los elementos encendi­
dos; por ejemplo, cuando se vierte agua sobre car- 2°
bones [encendidos]. Es por ello por lo que algu­
nos se suicidan al salir de su embriaguez. Pues el
calor originado por el vino proviene de afuera;
cuando se extingue, sobreviene la afección. Des­
pués del acto sexual la mayoría de personas se
sienten más athymicas-, pero aquellos que, junto
con el esperma, arrojan mucha superfluidad ,63 se
sienten más euthymicos. Pues estos se deshacen 2 5
de lo que es superfluo, del viento y del calor exce­
sivo. En cambio, los otros son con frecuencia más
athymicos, pues se quedan fríos tras el acto sexual
al verse privados
v ú jv tl á<paLpedfjvaL ■ S tjXol S é to v to tó ¡jlt)
ttoXXt) v tt]v á n o p p o f¡v y e y o v é v a i. eos o v v év
K£(paXaía¡ e Í T r e l v , S iá p é v t ó á v ú p a X o v e lv a i
3° TTjV 8 v v a p .L v p e X a ív r js x ° ^ ñ S ‘ ávcópaXoL
tt¡s
e l o i v o í ¡leX ayxoÁ LK oí ■ K ai y á p ip vxp á atpóSpa
y í v e r a i Kai dep p ij. SLá S é t ó -qdonoLÓs e l v a i
{jjdoTroLÓly y á p t ó d e p p ó v K ai ip vx p ó v p á X ia T a
tü jv é v r¡p.Lv é a r ív ) día n ep ó d iv o s 1r X e ic ú v Kai
éXÓTTüJV K e p a v v v p e v o s t¿ 3 aúpan tto l€ l tó
35 i] d o s tío io v s ijp á s '■ d ¡l(p ú ) S é n v e v p a T L -
tlv ü s
k ó , K ai ó d iv o s K ai p é X a iv a J0A77. é ir e i 8 ’
ean K ai e m p a T o v e iv a i tt)v á v c o p a X ia v Kai
ko Xcíjs ttcú s ex^Lv, K ai o t t o v S e l O eppoT épav
e iv a i TTjv S iá Q e a iv K ai 1rá X iv ip vxp á v, fj t o i t
v a v T ío v S iá tó virepfioX-qv é'x^LV, T r e p iT T o i
p é v e ia L n á v T e s o í fieX ayxoX iK O Í, o v S iá v &
40 a o v, áXXá 8 iá (feúaiv.
de algo útil. Esto lo demuestra el hecho de que la
emisión sea poco abundante .6-1 En resumen, los
melancólicos son inconstantes debido a que la
fuerza de la bilis negra es inconstante. Y es que la 30
bilis negra es a un tiempo demasiado fría y dema­
siado caliente. Y puesto que ésta modela los ca­
racteres (pues, de lo que se halla en nosotros, son
el frío y el calor los que modelan el carácter), del
mismo modo que el vino mezclado en nuestro
cuerpo en mayor o menor cantidad modela nues­
tro carácter, nos hace ser de tal o cual manera.
Ambos, el vino y la bilis negra, contienen viento.
Pero, desde el momento en que es posible que 35
exista una buena mezcla de la inconstancia, y que
ésta sea, en cierto modo, buena, y ya que es posi­
ble, por fuerza, que la diathesis6i demasiado ca­
liente sea, al mismo tiempo, demasiado fría (o a la
inversa, a causa del exceso que presenta ) ,66 todos
los melancólicos son seres excepcionales, y no por
enfermedad, sino por naturaleza. 40
NOTAS

1. La traducción que presentamos es tan sólo la del prin­


cipio del Problema X X X , que concierne al problema de la
«genialidad», es decir 953a io-955b 40.
2. Es así como traducimos irepLTTOÍ. TTepicraós- «que so­
brepasa la normalidad», de donde excesivo, extraordinario,
abundante, superfluo (Hes., Tb. 399). (P. Chantraine, Dic-
tionnaire étymologique de la langue grecque, París, Klinck-
sieck, 1974). Este empleo está bien atestiguado en Aristóteles
para calificar a los individuos excepcionales, cf., por ejem­
plo, Metafísica A 2, 983a 62, donde habla de aquellos que so­
bresalen en el saber poético {jravrás t o v s nepLTTOvsj.
3. Esta distinción entre el melancólico y aquel que padece
las enfermedades provocadas por la bilis negra se explicará a
continuación. El melancólico no es necesariamente un enfer­
mo. Es un enfermo virtual.
4. La Colección Hipocrática conoce la definición «enfer­
medad de Heracles» (Enfermedades de las mujeres 1,7 = V III
L 32). Nada prueba, a juicio de Temkin, que dicha enferme­
dad deba identificarse con la epilepsia (The Falling Sickness,
Baltimore, 1945, 2a ed. 1971, p. 21). E l texto dice solamente:
«Cuando la matriz está en el hígado y en los hipocondrios, y
produce la sofocación, los ojos se le ponen en blanco, la mu­
jer se pone fría, y a veces lívida. Rechina los dientes, la saliva
afluye a su boca, y su estado es semejante al de los enfermos
afectados por la enfermedad de Heracles.» Temkin afirma
también que no se puede, en nuestro pasaje del Problema
X X X , confundir la locura de Heracles con la epilepsia (ibi-
dem, p. 21). Es preciso señalar que la enfermedad sagrada de
los antiguos engloba, además de la epilepsia de los moder­
nos, otros síntomas (cf. M. Grmek, Les maladies a l’aube de la
civilisation occidentale, París, Payot, 1983, p. 70; J . Pigeaud,
Folie et cures de la fo lie..., París, Belles Lettres, 1987, p. 48).
Véase Corpus hipocrático: cf. Epidemias VI, 8, 31 = V L 354,
que dice que «los melancólicos se tornan de ordinario epi­
lépticos, y los epilépticos melancólicos... Si la enfermedad
afecta al cuerpo, se trata de epilepsia, si al pensamiento, me­
lancolía». Por el contrario, Enfermedad sagrada 5 observa
que la epilepsia afecta a los individuos flemáticos y no a los
biliosos. Resulta difícil, en nuestro pasaje, dejar de identifi­
car la crisis de locura de Heracles con uno de los males de los
epilépticos, de acuerdo con lo que precede. La expresión en­
ferm edad sagrada es antigua. Heródoto habla de la enferme­
dad de Cambises «que algunos llaman sagrada». (Historias
III, 33). La creencia popular pretende que la enfermedad de
Heracles se debe a la fatiga ocasionada por sus trabajos. «En­
ferm edad de Heracles: de aquellos que, como consecuencia
de un gran esfuerzo, caen enfermos. Pues Heracles, tras una
acumulación de fatigas, contrajo la enfermedad sagrada.»
Corpus Paroemiograpborum Graecorum, M, IV, 56.
5. La patología de Heracles es compleja. De hecho, exis­
ten tres grandes acontecimientos patológicos ligados a tres
errores (cf. G . Dumézil, Heur et }?2alheur du guerrier, París,
P U F, 1969, pp. 89-98). Los dos que nos interesan aquí son: 1)
■el asesinato de sus hijos, que él traspasa con una flecha, en un
acceso de tnania. Ese es el tema del Heracles de Eurípides. En
la tragedia de Eurípides mata también a su mujer, z) Deyani-
ra, esposa legítima de Heracles, unta la túnica de Heracles
con la sangre del Centauro Nesos, quien le había dicho que
se trataba de un filtro amoroso. Heracles es presa de un su­
frimiento intolerable. Trasladado al monte Eta, se le cons­
truye una pira. Este es el tema de Las Traquinias de Sófocles,
y será el tema de la tragedia de Séneca Hércules en el Eta
(cf., entre otros, Jackie Pigeaud, La Maladie de l'áme, París,
Belles Lettres, 1981, pp. 407-435). La tradición que pone en
relación la deposición sobre la pira y la apoteosis de Heracles
es sin duda alguna muy antigua. La tradición popular (Cor­
pus Paroemiograpborum Graecorum, M, IV , 57) habla de una
«sarna» de Heracles ( 'HpátcÁei.os' tpúpa).
6. La melancolía, es decir, aquí el humor bilis negra, se
halla en el origen de numerosas enfermedades, y no sólo de la
locura.
7. Lisandro, general lacedemonio, muerto en 395 a.C.
Plutarco se refiere a nuestro pasaje en la Vida de Lisandro
(cap. 2): «Aristóteles, en el pasaje donde dice que los grandes
ingenios son melancólicos, como Sócrates, Platón o Hér­
cules, refiere que Lisandro también cayó en la enfermedad
de la melancolía, pero no de buen principio, sino anciano
ya...» Vencedor en Egospótamos (en 405 a.C.), estableció
el dominio espartiata y la oligarquía en todo el Egeo. Los po­
etas celebran sus proezas. Su estatua es erigida en los santua­
rios de Delfos, Olimpia, Efeso. Samos le consagra altares y
substituye la fiesta de Hera por la del nuevo dios (Glotz, His-
tore grecque, t. III, p. 29). « Lisandro, con los despojos, erigió
en Delfos una estatua suya de bronce [...] en aquel tiempo
era tan poderoso como nunca antes lo había sido ningún
griego, y al parecer su arrogancia y orgullo eran superiores
incluso a su poder. Pues, según explica el historiador Duris,
fue el primero de los griegos a quien las ciudades levantaron
altares y ofrecieron sacrificios como a un dios, así como el
primero en cuyo honor se cantaron peanes.» (Plutarco, L i­
sandro 18, 2; cf. también Pausanias III, 17, 4 ss.; VI, 3, 5 y 14;
X , 9 , 7 ,)
8. Ayax, hijo de Telamón, general de los Salaminios (lita­
da II, 557-558), el más valeroso de los Aqueos después de
Aquiles (litada II, 768-769); dotado de una fuerza extraordi­
naria (Iliada III, 225-228); rival de Ulises por la posesión de
las armas de Aquiles (Odisea X I, 543-564). Sin duda este epi­
sodio fue llevado a escena por Esquilo. Se nos ha conservado
la tragedia de Sófocles, quien escenifica la «locura» y el sui­
cidio de Ayax; (léase J. Starobinski, Trois Fureurs, París, Ga-
llimard, 1974, pp. 11-71).
9. Nuestro autor se refiere a la historia que nos explica el
propio Homero (Iliada VI, 152 y ss.) acerca de Belerofonte,
hijo de Glauco (según otros de Poseidón), nieto de Sísifo.
Buscó refugio en casa de Preto, cuya mujer, Antea, se enamo­
ró de Belerofonte, pero fue rechazada por éste. Belerofonte
partió hacia Licia con un mensaje sellado donde se le pedía al
rey de ese país, suegro de Preto, que le diese muerte. Final­
mente, tuvo que matar a la invencible Quimera. Después de
no pocas pruebas más, se hizo odioso a los dioses. (Pues pre­
tendía llegar hasta el Olimpo a lomos de Pegaso.) Es a este pe­
riodo amargo al que hacen referencia los versos antes citados.
Ares mata a su hijo Isandro y Artemisa hace perecer a su hija.
10. Ilíada V I, 201-202. Cicerón traduce estos versos en sus
Tusculanas (Disp. III, 26, 23):

Qui miser in campis maerens errabat Aléis,


Ipse suum cor edens hominum uestigia uitans.

CAléis es la feliz conjetura de Beroaldo, mientras que en to­


dos los manuscritos se lee alienis). La llanura Aleion, en Cili-
cia, es citada por Heródoto V I, 95. Se extendía desde el Eú-
frates hasta Tarso, cf. Arriano,¿ 4?/. II, 5; Estrabón X IV , 5,17.
Un escolio a Homero ofrece una etimología hermosa pero
falsa. «La llanura Aleion de Cilicia, así llamada a causa del
extravío (aÁr¡) de Belerofonte.»
11. E l texto opone los «modernos» a los «antiguos», que
se confunden con los héroes míticos, tanto de la epopeya
como de la tragedia.
12. No es seguro que Empédocles, autor de dos poemas
titulados Purificaciones y De la naturaleza, uno de los más
grandes poetas griegos para nosotros, sea citado aquí para
ilustrar la poesía. L a frase que viene a continuación permite
dudar de ello. Cf. el juicio de Aristóteles en la Poética, 1447b:
«No hay nada en común entre Homero y Empédocles a ex­
cepción del metro; es por ello por lo que al primero se le pue­
de llamar poeta, y al otro, por el contrario, especialista en la
naturaleza (physiologos), antes que poeta.» En lo que respec­
ta a la «melancolía» de Empédocles, podemos evocar una de
las tradiciones de su muerte. Según ésta, se habría arrojado al
Etna «para confirmar la reputación que tenía de ser un dios»,
(cf. Díógenes Laercio V III, 69).
13. ¿Por qué Platón? La explicación de la presencia del
Filósofo habría que buscarla no tanto en una «psicología» de
Platón, como en las relaciones que se establecen entre la lo­
cura y la «inspiración», tal y como las encontramos expues­
tas, por ejemplo, en el Fed.ro (244-245; 265b); cf. nuestra in­
troducción.
14. Algunos autores, como A. Willing, De Socratis dae-
monis quae antiquis temporibus fuerint opiniones. Commen-
tationes Philol. Jenenses V III, 2, 1909, p. 149, nota 1, piensan
que podría tratarse de una interpretación del demon socráti­
co. Más adelante, la historia «patológica» de Sócrates mos­
trará una contaminación del demon y del episodio «catalépti-
co» de la batalla de Potidea, cuando Sócrates permaneció
inmóvil durante algunas horas (Platón, Banquete, 202b.c.).
Cf. F. Lélut, Le Démon de Socrate, París, 1836, así como nues­
tro prefacio en la reimpresión de este libro, en Collection In­
sania. Les introuvables de la psychiatrie, Frénésie éditions,
dir. por M. Collée y O. Husson, en prensa.
15. Acerca de la relación particular entre la melancolía y
la poesía, cf. nuestra introducción.
16. Esta metáfora de la propensión de la naturaleza hacia
la enfermedad se encuentra ya en la Colección Hipocrdtica; cf.
por ejemplo: Humores 8, 5 = V L 488: «Saber [...] hacia qué
enfermedad se inclina más la naturaleza» (és" o t l ¡íáX iara
vóarifia f] 4>voi$ péirei). Esta noción resultará importante
para la medicina del alma y del cuerpo. Cf. nuestro análisis
de las nociones dsprocliuitas y de decliuitas en La Maladie de
l ’áme, op. cit., pp. 291 y ss.
17. No veo otra razón que no sea puramente retórica
para los empleos diversos de appaíanj/ia, i/ó<rr¡fia, vócros',
irádos con el significado de enfermedad. Aquí se trata, sin
duda, de las enfermedades que tienen su origen en la bilis
negra.
18. La corrección de Th. Gaza (adoptada en los Clásicos
Loeb), que añade las palabras ovk arórrov ¿ k tov oíVow: el
ejemplo [totalmente natural del vino], nos parece inútil.
19. Acerca déla traducción de 77005- por carácter, cf. nues­
tra introducción.
20. Philanthropos, cf. Aristóteles, Etica a 'Hicómaco, 1155a
20: «Nosotros alabamos a quienes son “ amigos de los hom­
bres” (philanthropous).» Acerca de la historia de esta pala­
bra, cf. Gauthier-Jolif, Ethique a Nicomaque, tomo II, co­
mentario, 2a parte, pp. 661 y ss. Aparece por vez primera a
mediados del siglo V a.C. en el Prometeo de Esquilo. Cf. tam­
bién el empleo, en la Poética, del adjetivo philanthropos
(1452b 38, 1453a 2, 1456a 21), cuyo significado más general se­
ría «qui satisfait au sens de l’humáin» [que da satisfacción al
sentimiento de lo humano] (Aristóteles, La Poétique, texte,
traduction, notes parR.D upont-Roc et J. Lallot, París, Seuil,
1980, pp. 242-243).
21. Preferimos traducir compasivo antes que digno de
compasión. En todo este contexto la misma palabra puede
designar tanto al individuo presa de un ataque de cólera
como al colérico, al ser predispuesto en ese instante a actos
de audacia o a la piedad o bien al audaz y al digno de compa­
sión. El vino provoca, en el instante, niveles del ser, que
constituyen el equivalente de los caracteres establecidos.
22. Se trata del sentido técnico de ése irpocraywyijs', que
encontramos por ejemplo en Metereológicas 1, 43, 22.
23. Son más que charlatanes, pues conservan el control de
su lenguaje.
24. Mcúpós', estúpido, lelo. La pLÚpaims', estado de estupi­
dez, será definida más tarde por Rufo de Efeso como pérdida
de la memoria y de la capacidad de razonar.
25 . T ols ¡íeXayxoXLKOLS’ es neutro para nosotros. T<z l i e
XayxoXLKÚ representa todas las enfermedades que es capaz
de suscitar la bilis negra.
26. Odisea X IX , 122. E l verso exacto es:

4>\j Sé SaKpvTrXéeiv f3e/3apr]ÓTa p e <f>pévac olisco.


27. Chymos, se trata del zumo, del jugo, del líquido. Pero
al mismo tiempo se trata también de la misma palabra que
puede designar los líquidos que irrigan el cuerpo, los humo­
res. Por medio de esta traducción curiosa intento recoger lo
que es casi un juego de palabras: del humor-vino al humor-
bilis negra.
28. Las enfermedades «ventosas», o enfermedades «flatu-
lentas». Ciertamente no se trata (como traduce W. S. Hett),
de enfermedades de los pulmones. Esto no tiene nada que
ver con la respiración. Aristóteles, Sueños, 461 a 24, resulta
interesante en este punto. Su texto nos habla de las visiones
espantosas y de los sueños malsanos que tienen por ejemplo
«los melancólicos, los que se hallan en un estado febril y los
que están borrachos. En efecto, todas las afecciones de este
tipo, que son ventosas, suscitan un movimiento abundante,
así como temor». (Cf. nuestra introducción).
29. La historia de la hipocondría (enfermedad que afecta
a los hipocondrios, partes musculosas situadas por debajo de
los condrios y por encima del ombligo) va unida a la de la me­
lancolía. Es preciso traer a colación aquí el nombre de Dio­
cles de Caristo, médico influenciado por Aristóteles, según
W. Jaeger (Diokles von Karystos, Berlín, 1938). Galeno discu­
te el concepto de hipocondría, invención quizá de Diocles,
como enfermedad (Lugares afectados 3, X = V III K 186):
«Existe otra afección del estómago, diferente a las preceden­
tes: unos la llaman melancólica, otros flatulenta (oí [iév fie-
ÁayxoÁLKÓv, oí Sé 4>vaüi8es) ■Va acompañada, después de
las comidas— sobre todo cuando los alimentos son de diges­
tión difícil y por naturaleza tienden a causar ardores— de
expectoraciones abundantes, de eructos líquidos, de ventosi­
dades, de calores en los hipocondrios... En ocasiones sobre­
vienen también violentos dolores de estómago que se propa­
gan hasta la espalda.» (Cf. Ch. Daremberg, en CEuvres
choisies de Galien, París, 1856, tomo 2, p. 567). Galeno repro­
cha a Diocles el que haya prescindido, al tratar de la hipo­
condría, de toda una serie de síntomas que nosotros denomi­
naríamos «psicológicos», y sobre todo de aquellos dos que,
según Hipócrates, son característicos de la melancolía, el
llanto y la tristeza (Aforismos VI, 23); cf. nuestro libro La Ma-
ladie de l ’atne, op. cit., pp. 127 y ss. (cf. nuestra introducción).
30. El vino, al igual que la bilis negra, es ventoso. Eso es
lo que afirma el tratado aristotélico Del sueño y de la vigilia,
457a: «El vino es ventoso {pneumatodes), y muy en particular
el vino tinto.»
31. Plinio, Historia natural X IV, 80: Colores uinis quat-
tuor: albus, fuluus, sanguineus, niger («Cuatro son los colores
del vino: blanco, amarillo, rojo, negro.») Los vinos tintos
(épudpoí) se parecen a los vinos negros, por el color, pero son
diferentes; cf. Oribasio I, 347 (dependiente de Galeno). El
vino negro tiene «más cuerpo». No hubiéramos sabido resis­
tirnos a esta traducción literal que funciona en nuestra len­
gua con una connotación «enológica» que, ocioso es decirlo,
no se halla en el texto.
32. Afrodita y Dioniso van juntos. La razón profunda es
que el esperma también es ventoso; es de la misma naturale­
za que la espuma. Y Afrodita nace de la espuma... Es evi­
dente, dice P. Chantraine (Dictionnaire étymologique du
grec, op. cit.) que la derivación del nombre a partir de aphros
(la espuma) no es sino una etimología popular (cf. Platón,
Crátilo 406 c). «En cuanto a la razón de la blancura del es­
perma, esto se debe a que el líquido es algo blanco... Por lo
demás, parece claro que la naturaleza del esperma es la mis­
ma que la de la espuma. Sea como fuere, es de esta fuerza (dy-
nameós) de donde procede el nombre de la diosa que preside
la unión de los sexos», según afirma Aristóteles en De gene-
rationis animalium, 736a. Cf., ya antes, Diógenes de Apolo-
nia. Clemente de Alejandría escribe: «Algunos piensan que
el semen del animal es, en cuanto a su sustancia, espuma de
la sangre; la cual, inflamada con el calor innato del macho,
y agitada durante los coitos, se hace espuma y se coloca en
las venas espermáticas. Diógenes de Apolonia pretende que
de aquí los placeres de Afrodita han recibido el nombre de
aphrodisia.» (Diels-Kranz, Fragmente der Vorsokratiker,
tomo II, p. 57; la traducción se ha tomado—ligeramente mo­
dificada— de Los Filósofos Presocráticos III, Madrid, 1980).
Aristóteles, Historia animalium III, 511b, nos transmite un
largo fragmento de Diógenes donde se dice que «la sangre
más espesa es absorbida por las [partes] carnosas; y la que se
desborda hacia los genitales se vuelve ligera, caliente y espu­
mosa» (trad. A. Poratti, op. cit. p. 73). Tal es la física que se­
ñala el viento como elemento común al vino, a la mezcla de la
bilis negra y al esperma.
33. ’ÁKoXaoía-. «intemperancia». Se trata del defecto de
aquello que aún no ha sido corregido (cf. Aristóteles, Etica a
Nicómaco, 1119a 34-bi, y la comparación entre el intemperan­
te y el niño), el «dejar hacer».
34. Se trata de los canales por donde pasa el fluido esper-
mático después de la pubertad.
35. Aristóteles, De partibus animalium, 646a 7, dice que
«lo húmedo, lo seco, el calor, el frío, son la materia de los
cuerpos compuestos»; cf. también Metereológicas, 378b 13,
donde precisa que dos elementos son activos, el calor y el
frío, y dos son pasivos, lo seco y lo húmedo (cf. también 384b
28, y Generación y corrupción, 329b 24).
Pienso que la frase: «la naturaleza está compuesta...» cons­
tituye una reflexión sobre la naturaleza en general, de la cual
la bilis negra constituye un caso particular (valor adverbial
del primer Kai)-, cosa que permite la comparación con otros
elementos, como el agua. No es preciso pues traducir: «la na­
turaleza de la bilis negra...» Un pasaje de Magna moralia II,
6 , 1203, obra peripatética, contemporánea sin duda de Teo-
frasto, y quizá de nuestro texto, opone las personas «frías y
melancólicas» (¡pvxpoi Kai pieXayxoXLKOÍ) a las personas
«calientes y de buen natural» (dep/ioi Kai eixpvels).
36. Es sabido que el propio Teofrasto compuso una obra
sobre el Fuego en dos libros. Nos lo dice Diógenes Laercio
(V, 45). Se ha conservado un pequeño tratado sobre el Fuego
{Theopbrasti Eresii opera quae supersunt, Didot, 1866, pp.
350-364) qu e rem itiría quizá, in fin e , a una ob ra m ayor: « P e ro
b asta ya de este tem a; m ás ad elan te vo lverem o s so b re él de
un m od o m ás se rio .»
37. El sentido de émrroXaíu^ es difícil, (em noXaíos—
Sylburg). Este adverbio significa en la superficie, o, de modo
metafórico, superficialmente. ¿Es preciso entender que la bi­
lis negra es fría por naturaleza y que no lo es de un modo su­
perficial, sino fundamentalmente? ¿O es que quiere esto de­
cir que lo es no en la superficie, sino en el fondo del cuerpo?
Uno puede inclinarse por la ambigüedad, cf. Saturn and Me-
lancholy, p. 2.3: «Now, i f black bile, being coid by nature and
not superficially so...». La traducción Loeb toma partido:
«....anddoes not reside on the surface:..». En mi opinión se tra­
ta de la superficie del cuerpo. El pequeño tratado D el sueño
y de la vigilia de Aristóteles, (456b—457a) examina las causas
del sueño (la principal es la evaporación debida a la alimen­
tación, seguida del exceso de humedad y de calor); y el texto
dice: «los melancólicos no duermen más; pues el interior de
su cuerpo está enfriado» (KaTéi/ivKTCtL yáp ó etoai tóttos■).
Cuando la bilis se halla en su estado natural y en el interior
del cuerpo, estando como está fría, enfría y nos provoca las
afecciones del enfriamiento (apoplejía, embotamientos,
etc.). Cuando está demasiado caliente hace que el individuo
salga de su estado normal, al tiempo que ella misma tiende a
salir de este estado. Sale hacia el exterior. Es por ello por lo
que la bilis es la causa del ek-lstasis (locura), y de la ek-/tesis
(erupción) de las úlceras, que se hallan en la superficie del
cuerpo. Idéntico juego de palabras, de traducción imposible,
se hallaba un poco antes (953a) a propósito del ek-/stasis de
Heracles y su ek-/physis de úlceras.
38. La apoplejía no es aún la enfermedad constituida
como concepto y definida, que la Antigüedad conoció pos­
teriormente, cf. Caelio Aureliano, Enfennedades acuosas III,
V , 48. «La apoplejía es llamada así porque provoca un hun­
dimiento repentino, como si fuese consecuencia de un golpe
mortal [...] Se trata de una opresión brutal, amenudo sinfie-
bre, que priva al cuerpo de cualquier sensación.» Cf. tam­
bién la cura de la apoplejía en Areteo de Capadocia, ed.
Hude, p. 102. Areteo incluye la apoplejía en el género de la
parálisis (Hude, p. 44}. A propósito de este género de deba­
te, cf. Caelio Aureliano, op. cit. E l Corpus hipocrático cono­
ce la apoplejía, cf. D el sistema de las glándulas 12, 2: «En oca­
siones el paciente no habla, se ahoga; esta afección recibe el
nombre de apoplejía.» (Hipócrates, tomo X III, texto estable­
cido y traducido por R. Joly, París, Belles Lettres, 1978).
Apopléxia forma parte de estos conceptos que cubren «par­
cialmente el sentido moderno y que, en cierto sentido, difie­
ren profundamente de él». (M.D. Grmek, op. cit., p. 20).
39. Nápicq. Problema II, 867b, 29, dice que esta afección
constituye una especie de enfriamiento y que procede de una
compresión o de un golpe. (Cf. también Problema VI, 886a
11). Se trata de un síntoma importante que encontramos en el
Corpus hipocrático.
40. Contrariamente a lo que hemos hecho con la inania, o
el ekstasis, y de un modo discutible quizás, hemos decidido
conservar el calco griego de euthymía, athymía, dysthimía.
Por lo pronto porque no hallamos palabras mejores. Tradu­
cir athymía por depresión, por ejemplo, constituye un ana­
cronismo brutal. Euthymía, dysthymía son nociones que os­
cilan entre la medicina, la moral, la filosofía, como ya
demostramos en su momento {La Maladie de l ’ame, pp. 446 y
ss.). Cf. en el Corpus hipocrático, Epidemias VI, 5a sección (V
L 316): «En lo que se refiere a lo que proviene del thymos, te­
nemos: la oxythymía retrae el corazón y los pulmones sobre sí
mismos e impulsa el calor y el frío hacia la cabeza, mientras
que la euthymía, por el contrario, afloja la kardia.» (Término
que sirve para designar bien la entrada del estómago, bien el
propio corazón). La euthymía se opone a la oxythymía, es de­
cir, a un estado de exaltación febril del thymos, que sería
aquel lugar bastante indeterminado en el que radica el sen­
tirse uno mismo, el centro de las emociones, de las pasiones,
de aquello que en el siglo X IX se llama el sentido íntimo. La
euthymía va ligada a un estado fisiológico. Consiste en el he­
cho de sentirse reconciliado con uno mismo y apaciguado.
La athymía o la dysthymía son su contrario. El origen filosó­
fico del término es sin duda democríteo. No se trata de un
concepto platónico. Se encuentra en la tradición aristotélica,
pero no en Aristóteles. La euthymía aparece de nuevo en la
taxonomía estoica de las pasiones. Andrónico la define de la
siguiente manera: «La euthyjnía consiste en la alegría en el
tiempo que transcurre, y la ausencia de preocupaciones con
respecto a cualquier cosa.» Se trata de sabiduría empírica. Es
a causa de la plasticidad de estos términos, que aparecen
también en los dominios de la filosofía y de la medicina, por
lo que nosotros hemos preferido conservarlos en su aspecto
técnico. No resulta sorprendente encontrar estas nociones
en la psico-fisiología del Problej?ia X X X .
41. Estado de sobreexcitación, en el límite de lo patológi­
co.
42. Cf. el juego de palabras que hemos señalado antes:
é K U T á a e iS ’ K a i é K C é c r e i s ' é X /c c S f.
43. Obsérvese que la lista no es restrictiva.
44. La enfermedad se caracteriza por su aspecto acciden­
tal y no determinante.
45. A propósito del encuentro entre ¡íaviKol Kai eir
4>velg (locos y dotados por naturaleza), cf. nuestra introduc­
ción y la relación que establecemos con Poética 1455a 32.
46. Esta parte del cuerpo «en relación con el noüs», a fin
de conservar la vaguedad del texto, es, sin lugar a dudas, el
corazón. E l noüs, en Aristóteles, es una parte del alma (psy-
che). La cuestión de las relaciones entre el alma y el cuerpo
en Aristóteles y su evolución es muy difícil; cf. F. Nuyens,
Uévolution de la psychologie d ’Aristote, Lovaina, 1973, que
escribe, p. 161: «En maints passages le Stagirite se montre in-
certain et hésitant. Ainsi diverses formules limitent á l’áme
sensible la localisation de l ’áme dans le coeur sans que cette
“ división” de l ’áme soit expliquée davantage.» (Cf. las Parua
naturalia, y sobre todo De respiratione, 474a 25-b 3). Esto
forma parte de lo que Nuyens denomina el periodo de la con­
cepción instrumentista o mecanicista del alma en Aristóteles.
Lamentablemente nuestro texto no resulta mucho más preci­
so. Los 13 fragmentos conservados sobre la «psicología» de
Teofrasto no permiten aclarar el asunto (cf. Aristotle, De ani­
ma, with transí., introd. and notes by R.D. Hicks, Cambrid­
ge, 1907, que publica estos fragmentos en apéndice; cf. tam­
bién P. Moraux, Alexandre d’Aphrodise exégete de la
noétique d’Aristote, Lieja, París, 1942). E l fragmento 1 nos
dice que el noús es a la vez congenital y procedente del exte­
rior.
47. A propósito del entusiasmo en Aristóteles, cf. el texto
importante de Política, 1340a 10, que habla de las enferme­
dades que vuelven «entusiastas» a las almas, siendo el entu­
siasmo una pasión que afecta al carácter del alma; cf. tam­
bién 1342a 4: «Pues la pasión que sacude vigorosamente a
ciertas almas, preexiste en todas las almas, pero difiere por
su mayor o menor intensidad, como la piedad o el temor, a
las que hay que añadir el entusiasmo; en efecto, ciertos indi­
viduos están poseídos por esta conmoción (Kiisijaecús).» Cf.
Folie et cures de la fo lie..., op. cit., pp. 170 y ss.
48. Las Sibilas, los Bacis... A veces se recurre al plural de
estos pasajes para afirmar que se trata de nombres genéricos,
más que de apelaciones particulares. La Sibila es menciona­
da por vez primera en Heráclito (cf. Plutarco, De Pyth. Orac.
6), y su nombre da toda la sensación, al principio, de ser un
nombre propio. Se la localiza en diversos lugares, sobre todo
en Eritrea. La pluralidad de Sibilas hará su aparición prime­
ra en Heráclides Póntico (cf. Bouché-Leclercq, Histoire de la
divination dans 1‘Antiquité, tomo II, r88o, pp. 136-137). El
problema en el caso de Bacis, es el mismo (cf. Bouché-Le-
clercq, op. cit.-, éste último deriva el término de ¡3áCaj, ha­
blar). Cicerón, De divinatione I, 34, menciona a ciertos per­
sonajes que profetizan en estado de locura, como Bacis el
Beocio, Epiménides de Creta, la Sibila de Eritrea (ut Bacis
Boeotius, et Epimenides Cres, ut Sibylla Erythrea). Clemente
de Alejandría (Stromat. I, 2.1) tiene noticia de dos Bacis, uno
beodo y el otro arcadio. Otros autores citan a un Bacis ático.
49. Entbeos «significa siempre que el cuerpo tiene un
dios dentro, así como empsychos significa que tiene una psy-
ché dentro de él», afirma Dodds (Los griegos y lo irracional,
Madrid, 1980, p. 91, nota 41).
50. Maraco es, por lo demás, desconocido.
51. Resulta bastante difícil dar sentido al texto que trans­
miten los manuscritos: octoís' 8 ’ á v élTavdfj n ju a y a v Qepr
p.ÓTT\Ta wpós tó ¡léaov. E l verbo ém u d elu (florecer por
encima) no puede ser entendido más que en sentido metafó­
rico, y carece además de sujeto. Se ha propuesto (Bywater)
leer ¿navedrj (de éiTavÍT)i±i, aflojar, disminuir), de modo que
TTju á y a v deppLÓTT¡Ta sería un acusativo de relación. La edi­
ción Loeb adopta una corrección más drástica aún con un
nominativo-sujeto: érravedij t¡ a y a v dep¡iÓTr¡s’. En mi opi­
nión es preciso conservar ém vdfj, que, metafóricamente, sig­
nifica manifestarse, mostrarse. En el Problema X X III, 932b, a
propósito del líquido graso del mar, el autor escribe, «cuan­
do el mar está en calma y más caliente, en la superficie, a cau­
sa de su ligereza, aparece un líquido de este tipo {éiravdel
ávü.) ó tolovtos- x^ ó s")» . Es, desde luego, de la subida, de
la manifestación de calor hasta un cierto punto, de lo que se
trata aquí. Se trata de un crecimiento, de una subida que se
detiene. (No hay más que pensar, por ejemplo, en el exanthe-
ma, la erupción sobre la piel.) Chantraine, Dictionnaire éty-
mologique du grec, op. cit., escribe: «¿ir ávdéw “fleurir” ,
souvent au figuré (notamment en parlant d’ulcéres).» La co­
rrección énavedfj sugiere justamente la idea contraria, de un
debilitamiento. Recuérdese también el Problema 1, 860b 24,
que habla de casos de manías en personas en las que se en­
cuentra la bilis negra por naturaleza, pues ésta sube a la su­
perficie (émmXáCeL), mientras que los humores contrarios
se desecan.
52. E l ó/iaAoV designa la constancia, la perseverancia en
el propio ser. Así, en el ejemplo que pone Aristóteles en la
Poética, 1454a 27, de una Ifigenia en Aúlide suplicante, que,
más tarde, ya no se manifiesta así. Es preciso hacer referencia
a esta determinación del rjdos'. El duúfiaXop es evidentemen­
te lo contrario. Existe también un ó/iaXóf del duú¡j.aXoi', un
carácter cuya constancia consiste precisamente en ser in­
constante.
53. La diferencia de tino respecto de sí mismo. La expre­
sión es muy interesante. Remite a la constancia, no hay duda;
pero también hace pensar en una definición de la salud, que
puede derivarse del Pronóstico de Hipócrates, como el pare­
cido de uno mismo consigo mismo; cf. nuestro artículo Ecri-
ture et médecine hippocratique, en Textes et Langages 1,1978,
Publication de l’Université de Nantes, especialmente pp. 144
y ss. Cf. también la expresión de Vientos X IX , 3 (ed. J. Jouan-
na, París, Belles Lettres, 1988): o rav ovu é k tov s I uíQótos
iQeos lieraaTéaifiei>, dwóXXuTaL r¡ (ppóvrjms-, «Así
pues, cuando salimos de nuestro estado habitual, nuestro
pensamiento desaparece.» Phrónesis designa a un tiempo el
sentido y el buen sentido.
54. Y no, como en la edición Loeb: «and makes a man
self-controlled and unmoved» « év avriS se refiere a ó 4>ó~
¡3os'»; cf. la excelente traducción latina de Didot: atque ip-
sius metus tempore intrepidum reddit («y en el momento del
mismo temor, convierte en intrépido»). Es preciso com­
prender que el miedo que enfría lleva el calor de la mezcla
hasta un grado cero. Pero el miedo, por lo tanto, no es in­
existente. El individuo siente miedo, y, sin embargo, no se
siente turbado.
55. Los manuscritos tienen: rá tráXaía XexSévra. No
hay necesidad de corregir en iráXai (Sylburg), para entender:
las afecciones de las que se ha hablado antes (superius: Th.
Gaza). Pero la corrección de Forster: émiráXata: «superfi­
ciales», es interesante. Permite marcar una oposición con las
enfermedades que afectan el£■ fiádos". en lo profundo del in­
dividuo. Esto no es más que una corrección que nosotros
adoptamos como la edición Loeb, pero que no puede, des­
graciadamente, aclarar de manera segura el sentido de ém~
TroÁaíüJS', en 954a 22, cuya dificultad ya hemos indicado.
56. Diferencia entre hexis (estado) y diathesis (disposi­
ción). Se trata de cualidades. «El estado difiere de la disposi­
ción en que el primero tiene una mayor duración y estabili­
dad [...] Por el contrario, se denomina disposición a aquellas
cualidades que fácilmente pueden mudar y cambiar con ra­
pidez, como el calor o el frío, la enfermedad y la salud...»
(Aristóteles, Categorías, 8, y Metafísica A, 14).
57. Arquelao subió al trono de Macedonia en el año 413
a.C. Atrajo, al igual que su predecesor Perdicas, a gran nú­
mero de artistas y escritores, entre los que se contaba Eurípi­
des. (A propósito de la estancia de Eurípides en la corte de
Arquelao, cf. R. Goossens, Euripide et Athénes, Bruselas,
1962, pp. 660-672). Pretendía ser descendiente de Heracles.
«Le roi de Macédonie Archélaos était intelligent et cruel
[...] Mais ce régne de criminel est un grand régne.» (Marie
Delcourt).
«Arquelao, el hijo de Perdicas, al subir al trono, hizo cons­
truir las fortalezas que hay ahora, abrió caminos rectos y, en­
tre otras cosas, organizó todo lo relativo a la guerra: caballe­
ría, armamento y bagajes en general más poderosos que los
de los otros ocho reyes que le precedieron juntos», escribe
Tucídides, II, 100. Sería interesante saber más cosas sobre
este personaje brillante y brutal, que es preciso añadir a la
galería de melancólicos «modernos» que nos presenta el tex­
to. A propósito de la confianza que proporciona la embria­
guez, cf. Vientos X IV , 31: «Y también en el estado de em­
briaguez, puesto que la sangre se vuelve de repente más
abundante, el alma [...] cambia del mismo modo que los
pensamientos del alma; deviene olvidadiza respecto a los pro­
blemas presentes y llena de confianza (evéXmSes) en la feli­
cidad venidera.» (Jouanna, op. cit.).
58. Dynamis = fuerza, poder, virtud.
59. Con respecto a kairos, cf. nuestra introducción.
60. ’Ayxóvr/: el hecho de estrangularse con un lazo o de
colgarse; cf. Eurípides, Helena, zoo y 299. Enfermedades de
las jóvenes, texto del Corpus hipocrático (VIII L 467-469):
«Después de [estas] visiones, muchas personas se han es­
trangulado (dTn}yxovLadT¡aav), pero en mayor número muje­
res que hombres [...] La enferma dice cosas terribles. Las vi­
siones le ordenan saltar, arrojarse a los pozos, estrangularse
(áyxeoQai)»; cf. Folie et cures de la folie, op. cit., pp. 118-120.
Cf. nuestra introducción.
61. Existen dos modos de extinción del fuego:
Upicn-s (la extinción): destrucción violenta, rápida, pro­
ducida por los contrarios, cf. Aristóteles, De vita et morte 5,
469b 23, y De respiratione 8 , 474b 14-15.
Mápavois- (la consumición, la sofocación) = una destruc­
ción más lenta, producida por el propio calor; cf. De vita et
morte 5, 469b 22, y De cáelo, 305a 11: «El fuego llega a apagar­
se cuando el calor se acumula en un grado excesivo [...] un
fuego más débil se apaga ante un fuego más fuerte [...] la lla­
ma de una lámpara colocada en una llama mayor es consumi­
da como cualquier otro combustible.»
62. El texto es muy difícil aquí y ciertos editores han re­
nunciado a darle un sentido. A nosotros nos parece entender
en esta frase, que es como un inciso rápido en el curso del ra­
zonamiento, una oposición sistemática entre la vejez y la ju­
ventud. La vejez, que es enfriamiento, ahoga el calor innato.
En los jóvenes, la pérdida de calor no podría explicarse por
el frío exterior, como en la vejez; se trata de una pérdida es­
pontánea, una autodestrucción del calor que provoca el en­
friamiento y la desesperación.
63. Quedan aliviados aquellos que tienen demasiada su­
perfluidad y que se deshacen de ella mediante la emisión de
esperma.
64. E l esperma emitido habitualmente en cantidad poco
abundante. Cosa que demuestra que el individuo no tiene
que perder demasiada de esta substancia preciosa. E l hom­
bre se queda triste por naturaleza después del coito, porque
se halla privado de algo esencial. Se trata de un lugar común.
65- Cf. nota 56.
66. Tampoco aquí resulta fácil nuestro texto. Se trata,
para el autor, de volver a la afirmación esencial para él: en esa
mezcla anormal que es la bilis negra existe una regulación; el
exceso de calor puede ser atemperado por el frío o viceversa,
según el exceso que presenta el estado de la bilis negra. Exis­
te, pues, una constancia de la inconstancia; una salud del me­
lancólico.
CLARISSIMOVIRO
MARIANO DE LACRUZTOVAR
RERUM MEDICARUM OPTIMO MAGISTRO
HOMINUM PERITOANIMARUM
PROPTER SAPIENTIAM, AMICITIAM, HUMANITATEMQUE
VERSIONIS AUCTRIX, HUIUS LIBELLI CASTIGATORATQUE
IMPENSAE FAUTOR

D. D. D.

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