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SEMÁNTICA
MÓDULO EN REVISIÓN
CORPORACIÓN UNIVERSITARIA DEL CARIBE
“CECAR”
DIVISIÓN DE EDUCACIÓN ABIERTA Y A DISTANCIA
SEMÁNTICA
Compilador:
VÍCTOR ALFONSO MORENO PINEDA1
1
Licenciado en Educación Básica con Énfasis en Humanidades Lengua Castellana de la Universidad de Córdoba,
Colombia.
TABLA DE CONTENIDO
I. INTRODUCCIÓN
II. JUSTIFICACIÓN
III. INSTRUCCIONES DE MANEJO
IV. REFERENTES TEÓRICOS
Esa primera Semántica (la Estructural) no debe ser vista como un capítulo del pasado.
Sus aportaciones, como las hechas por la filosofía, la lógica y la psicología, nos han
posibilitado reconocer no solo el significado en las palabras, sino indagar por aspectos
ligados a la cognición del hombre. Es así como en la actualidad, el estudio semántico
ha ampliado sus fronteras de estudio y se ha incorporado a nuevas perspectivas
teóricas del lenguaje. El estudio semántico es fundamental en cualquier trabajo sobre el
lenguaje y la forma en que este opera en la sociedad.
Además de esto, no basta con la simple apropiación teórica de los contenidos que en
esta asignatura serán vistos, puesto que el significado es una construcción social y
cada grupo social le da a su realidad significados distintos. Por tanto, la asignatura de
Semántica se torna un campo fundamental para que el estudiante reconozca aquellos
principios teóricos desde los que se rigen las prácticas de significación de su realidad
inmediata. Decimos, en conclusión, que la Semántica, en tanto disciplina, tiene unos
principios más o menos universales, pero la significación es un proceso puramente
local que debe ser comprendido por el estudiante para aplicarlos en su contexto
inmediato.
INSTRUCCIONES DE MANEJO
Para asegurar que todos los fundamentos teóricos y actividades consignados en este
módulo sean aprovechados por usted de la mejor forma, recomendamos a los
estudiantes llevar a cabo las siguientes sugerencias:
INTRODUCCIÓN
A LA
SEMÁNTICA
PRESENTACIÓN
Para poder reconocer y comprender a plenitud cada una de las tendencias o corrientes
teóricas de que se hace mención en esta unidad es necesario que el estudiante haga
uso de sus presaberes, sobre todo en lo que respecta a la lingüística.
PROBLEMA
COMPETENCIAS ESPECÍFICAS
Explico con suficiencia los principios teóricos que sustentan a cada una de las
distintas perspectivas de estudio del significado.
TRABAJO EN GRUPO
¿Qué bello libro no se compondría contando la vida y las aventuras de una palabra?
Balzac.
Uno de los primeros momentos en el que se intentó hacer un análisis semántico nos
ubica en los diálogos platónicos. La discusión planteada en las páginas del Crátilo o del
Lenguaje, entre naturalistas y convencionalistas viene a ser la primera reflexión sobre
el significado de las palabras. El diálogo plantea una discusión entre Crátilo y
Hermógenes y versa sobre la exactitud de los nombres para referirse a las cosas, con
la diferencia de que para Crátilo los nombres son exactos por naturaleza, es decir, que
existe una relación entre el sonido de las palabras y su sentido, mientras que para
Hermógenes estos son exactos por ‘pacto y consenso’.
“El estudio al que invitamos al lector a seguirnos es de una especie tan nueva que ni siquiera ha
recibido nombre todavía. En efecto, es sobre el cuerpo y la forma de las palabras en donde la
mayoría de los lingüistas han ejercido su sagacidad: las leyes que rigen la transformación del
sentido, la elección de expresiones nuevas, el nacimiento y la muerte de las locuciones han
quedado en la sombra o no han sido indicadas más que de pasada. Como este estudio merece
tener un nombre, lo llamaremos la semántica, es decir, la ciencia de las significaciones” (Ullman,
1962, p. 8).
En las primeras tres décadas del siglo XX, la Semántica logró, gradualmente,
emanciparse de los principios de la Retórica y la Etimología para construir su propio
campo disciplinar y lograr la plena comprensión de los procesos de significación al
interior de las palabras. Para ello, se alimentó de disciplinas cercanas como la
Filosofía, la Psicología, la Sociología y la Historia de la Civilización. En 1913 K. Nyrop
en su obra Grammaire historique de la langue Française, incluyó, a pesar de que no
existían las herramientas y técnicas necesarias para identificar las tendencias de una
lengua en particular, un volumen sobre Semántica.
Este periodo termina en 1931 con la publicación de la obra del filólogo sueco, Gustav
Stern, llamada Meaning and Change Meaning with special references to the English
Language. En esta obra el autor hacía una clasificación puramente empírica de los
cambios semánticos y establecía la relación de la Semántica con los entonces
recientes avances en otros campos de la Lingüística y la Psicología.
Saussure fue el primero en definir el signo lingüístico como la unión del significante (el
representante) y el significado (lo representado). De esta forma, las relaciones de
significación 2 vienen mediadas por la unión entre ambos planos. El signo lingüístico,
desde la perspectiva saussureana, no relaciona un nombre con la cosa en sí, sino un
2
El concepto de significación también ha merecido debates al interior de la semántica. Saussure la define
como la relación de presuposición recíproca entre el significado y el significante. Esta relación se da al
interior del signo lingüístico, por lo que hace que significante y significado no se puedan separar y
mantengan una relación de interdependencia. Para Hjelmslev, la significación es la sustancia del
contenido, esto es, el referente extralingüístico o paradigma ideológico manifestado en la lengua. Ducrot
y Todorov (1974) definen la significación como la propiedad que poseen los signos con la cual pueden
mantener relaciones con otros signos para construir frases por medio de la articulación semánticamente
de los semas a partir de sus semejanzas.
concepto de la cosa (el significado) con la imagen acústica (el significante). Esta
imagen acústica no es el sonido material propiamente dicho, sino su huella psíquica.
Para Saussure, el signo lingüístico es arbitrario e inmotivado, puesto que no existe una
relación unívoca entre el significante y el significado. Así, por ejemplo, el significado
‘casa’ se puede expresar con distintos significantes, como ocurre en cada lengua
natural.
El valor de un signo es relativo a la existencia de otros signos que se oponen a él. Por
tanto, “los signos de una lengua se definen unos con relación a otros.” (Ducrot &
Todorov, 1974, p. 121). Un signo es tal, en la medida que es comprendido, aceptado y
utilizado por todos los miembros de una comunidad.
El signo lingüístico para Hjelmslev se entiende desde dos principios básicos que
provienen de Saussure: el primero de ellos, la lengua no es sustancia, sino forma; y el
segundo, toda lengua es a la vez expresión y contenido (Ducrot y Todorov, 1974).
Estos dos principios explican el signo lingüístico desde la Glosemática, como denominó
Hjelmslev su corriente lingüística.
En efecto, cuando este autor establece, al igual que Saussure, que la lengua es forma
antes que contenido, tiene claro que las diferencias semánticas no son suficientes para
diferenciar una lengua de otra. Ejemplo de ello es que las formas ‘puerta’ y ‘door’ se
refieren a la misma imagen psíquica. El signo lingüístico para Hjelmslev se establece
por la relación entre el plano de la expresión (lo que Saussure denomina significante) y
el plano del contenido (el significado según Saussure). El signo para Hjelmslev es una
unidad de expresión a la que está ligado un contenido (Beristáin, 1995).
Figura N° 3. El signo lingüístico según Hjelmslev.
Para Peirce el signo representa algo que está en lugar de ese algo, no sustituyéndolo,
sino mediando entre los objetos del mundo y sus intérpretes. Ese algo representado
por el signo se llama objeto. Un signo es signo en la medida que exista un interpretante
que lo entienda como signo. Nada es un signo para sí solo. Contraria a la concepción
diádica de Saussure (significante/significado), Peirce entiende el signo como una
entidad de tres partes. La concepción triádica peirceana define el signo como aquello
determinado por otra cosa, el objeto, que crea un efecto (el interpretante) sobre un
objeto. Para Peirce, el proceso de significación está constituido por tres elementos
esenciales:
El estructuralismo como tal fue un sistema de pensamiento del siglo XX que influyó
sobre muchas disciplinas académicas. Estudios de corte estructuralista encontramos
en las Ciencias Sociales, la Lingüística, la Semiótica y la Crítica Literaria. Para Lyons
(1997), la Semántica Estructural es fundamentalmente la semántica lingüística
estructuralista, que conforma, junto con la fonología estructuralista y la sintaxis
estructuralista, el mayor campo de estudio de las Ciencias del Lenguaje durante el siglo
XX. Quiere decir ello, que la Semántica Estructural se vale de los principios del
estructuralismo, en tanto corriente de pensamiento, para estudiar el significado de,
fundamentalmente, las palabras.
Ahora bien, tal reduccionismo se debe, según Lyons, al hecho de que en sus primeros
años la Semántica como tal, se restringió al campo léxico. El estudio semántico de
cuestiones más amplias que la palabra, como el significado de la oración, era abordado
por la sintaxis y la morfología. De esta forma, el interés por el estudio semántico del
léxico fue abordado por la Semántica léxica estructural.
El sema se define como “el rasgo semántico pertinente, es decir, la unidad mínima de
significación” (Beristáin, 1995, p. 435). El sema representa en el plano del contenido lo
que el fema (rasgo fónico pertinente) representa en el plano de la expresión. Un sema
es un rasgo distintivo de un semema, es decir, el conjunto de semas conforman un
semema. Un ejemplo clásico de ello es el semema ‘silla’ que tiene cuatro semas
básicos: ‘con respaldo’, ‘tiene patas’, ‘para una persona’, ‘para sentarse’. “El semema
es una unidad de contenido que puede corresponder en un contexto dado, y para
producir un efecto de sentido, a un lexema” (Beristáin, 1995, p. 435), esto es a una
palabra. Más adelante ampliaremos estos conceptos, al tiempo que diferenciaremos
entre ellos. De igual forma veremos como de estos dos conceptos básicos se deprende
la teoría de los Campos semánticos.
De igual forma, Chomsky propuso una teoría del lenguaje en la que explicaba que la
facultad lingüística humana es netamente sintáctica, puesto que el hombre, a partir de
un número finito de elementos lingüísticos, las palabras, podía construir una infinidad
de enunciados. La Teoría Generativa de Chomsky proponía una gramática universal de
carácter mentalista.
• Por medio del significado podemos comprender nuestra realidad. “Una oración
se comprende si los significados son directamente significativos” (p. 14).
Cuando se trata del estudio del significado, los teóricos lo han hecho a partir de dos
perspectivas teóricas distintas: la Semántica y la Pragmática; la primera de mayor
tradición teórica que la segunda. La Pragmática nació como una colcha de retazos de
la Sintaxis y la Semántica; en un comienzo de le vio como una especie de basurero
donde se vertían los desechos teóricos de cuestiones que dentro de la Lingüística
Estructural y la Generativa estaban sin resolver.
La Pragmática surge a partir de los postulados de Austin y Searle sobre los actos de
habla y las máximas conversacionales de Grice. En un comienzo la línea entre
Semántica y Pragmática estaba claramente definida. La Semántica se encarga del
estudio del significado interno, esto es, el significado al margen de la información
contextual y de las intenciones de los hablantes; y la Pragmática abordaba el estudio
del significado acudiendo a estos elementos para explicar el significado de los actos
comunicativos. Sin embargo, tal como afirma Korta (2001-2002, p. 188), “los problemas
de demarcación entre Semántica y Pragmática surgen, pues, una vez se comienzan a
elaborar las teorías pragmáticas actuales, que penetran en parte del terreno ocupado
tradicionalmente por las teorías semánticas”.
Con todo, la Pragmática ha ido ganando espacio dentro de los estudios lingüísticos,
toda vez que los procesos comunicativos se han complejizado y ha surgido, desde
finales del siglo XX, un cambio en las perspectivas de estudio de la lengua donde los
factores extralingüístico son tan importantes como los eminentemente lingüísticos.
ACTIVIDAD
LA GUERRA ES LA PAZ
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA”
(1984, George Orwell)
El término Semántica, como disciplina lingüística encargada del estudio del significado
fue propuesto en 1883 por Michel Bréal en un artículo en donde también planteaba
algunas de las tereas que debía acometer la nueva disciplina. Desde entonces la
Semántica se ha convertido en una herramienta poderosa para explicar el significado
dentro del lenguaje. Aunque en un principio estuvo ligada a la retórica, a la etimología y
después a la lexicología, la Semántica ha logrado emanciparse de estas ciencias y ha
construido su propio campo disciplinar. Para ello, se ha valido de disciplinas cercanas
como la filosofía, la psicología, la sociología y la historia de la civilización.
Con los aportes de Ferdinand de Saussure, la Semántica logró por fin consolidarse
dentro de las Ciencias del Lenguaje; sin embargo, los primeros intentos de relacionar la
Lingüística Estructural con la Semántica se lo debemos a Trier, quien propuso la
denominada ‘teoría de los campos semánticos’.
3. Saussure propuso dos formas distintas para estudiar una lengua: una sincrónica
y otra diacrónica. ¿Cómo se relaciona este posicionamiento teórico con los
principios que orientaron a las Semántica Estructural?
SEMÁNTICA
LÉXICA
PRESENTACIÓN
Finalmente los apartados cinco y seis los dedicamos al estudio de la teoría de los
campos semánticos y las principales causas por las que se presenta el cambio
semántico.
Esta unidad se fortalece no solo por la riqueza teórica, sino por la utilización de
ejemplos que ilustran cada fenómeno del significado léxico. Con todo, consideramos
necesario que el estudiante indague con mayor profundidad cada uno de los conceptos
aquí esbozados y recoja ejemplos que pongan en contexto los fenómenos de la
Semántica Léxica.
PROBLEMA
COMPETENCIAS ESPECÍFICAS
TRABAJO EN GRUPO
En el ejemplo anterior, vemos como los cuatro lexemas están organizados dentro del
campo semántico Medios de transporte. Ahora bien, cuando nos encontramos con
expresiones más amplias que la palabra ¿Podemos proponer el mismo análisis? Por
ejemplo:
• ¿Cuáles son los semas de ‘Los niños están protegidos por la ley’?
• ¿A qué campo léxico pertenece la oración: ‘Estudiar no es una obligación, sino
un deber’?
Lo anterior fue lo llevó a los lingüistas a proponer dos formas distintas de análisis
semántico: la Semántica Léxica, es decir, aquella que se encarga del estudio
semántico de los lexemas (palabras) y la Semántica Composicional que se encarga de
estudiar el significado de morfemas cuando dan lugar a secuencias complejas
(oraciones, expresiones). En la Unidad N° 3 veremos cómo actuales perspectivas de
análisis semántico se han propuesto estudiar el significado discursivo, entendiendo la
noción de discurso como una unidad del lenguaje más amplia que la palabra y la
oración; por el momento abordamos brevemente algunos puntos esenciales de la
Semántica Composicional propuesta por Escandell Vidal (2004), para, posteriormente,
concentrarnos en los elementos esenciales de la Semántica Léxica, objetivo esencial
de esta unidad.
a. La casa *Casa la
b. Los gatos caminan los techos. *Perros los ladran la en noche.
Por medio de estos dos principios es factible comprender cómo opera el significado al
interior de las oraciones y las proposiciones. Un análisis desde la Semántica
Composicional recurre a cuestiones como los conectores, los verbos y la modalidad
para explicar la complejidad del significado al interior de las oraciones.
Antes de entrar a entender algunos fenómenos del significado lexical, nos permitimos
hacer una aclaración en cuanto a las diferencias conceptuales entre ‘palabra’ y
‘lexema’.
Hasta este punto hemos usado indistintamente la palabra ‘palabra’ y la palabra ‘lexema’
para hacer referencia a la unidad lingüística objeto de estudio de la Semántica Léxica;
no obstante, ambos términos no significan lo mismo y, por tanto, es deber en este
momento empezar a hacer la debida clarificación terminológica.
Lexema ≠ palabra
Cuando entramos en el terreno del significado de las palabras los teóricos han utilizado
históricamente distintas teorías que pretenden explicar cómo opera la significación en
la mente del individuo y cómo este logra dar significado a las palabras y a los objetos.
Estas teorías son, fundamentalmente, la teoría referencialista o denotacional y la teoría
ideacional o representacional. Veamos en qué consiste cada una de ellas con sus
respectivos pros y contras al momento de constatarlas con la realidad lingüística.
Cuando nos encontramos con palabras como ‘mesa’ o ‘carro’ el significado de estas se
puede explicar a partir de las teorías referencialistas, las cuales asocian el significado
de las palabras con un referente concreto, es decir, con los objetos, cualidades y
situaciones del mundo exterior. Las teorías referencialistas explican el significado de
las palabras de la siguiente forma:
Figura N° 5. El significado según la teoría referencialista
Sin embargo, esta teoría presenta grandes problemas cuando vemos que algunas
palabras no encuentran un referente ostensible dentro de la realidad. Tal es el caso de
sustantivos abstractos como ‘caridad’, ‘amor’; o de personajes ficticios como ‘Don
Quijote’, ‘Gregorio Samsa’ o ‘Aureliano Buendía’. Asimismo, se pueden encontrar
expresiones distintas que se refieren a un mismo objeto, pero cuyo significado es
distinto, como el clásico ejemplo de las expresiones ‘El manco de Lepanto’, ‘El autor del
Quijote’, cuyo referente es ‘Miguel de Cervantes’.
2.2.2. Teoría ideacional o representacional
Esta teoría también tiene sus detractores, toda vez que “las ideas por sí mismas,
constituyen un objeto inaccesible a la experimentación científica”. De igual forma,
“desde una perspectiva lingüística, se puede objetar que la identificación del significado
con las ideas (y fijar la primacía de estas sobre aquel) es salirse del marco de
referencia en el que se mueven los análisis lingüísticos” (Gutiérrez Ordóñez, 1981,
p.110).
Además de las mencionadas anteriormente, Lyons (1997, pp. 64-5) recoge otras
teorías que explican el significado, aunque advierte que ninguna de ellas es
satisfactoria como modelo amplio y empíricamente bien justificado de la Semántica
lingüística, no obstante, afirma este autor, cada una de ellas ha contribuido a explicar y
elaborar, de manera más o menos precisa, una teoría del significado. Dentro de estas
otras teorías tenemos:
Pasemos ahora a revisar dos conceptos clásicos dentro del estudio del significado
lexical: Denotación y connotación. La denotación se entiende como el significado
primario y objetivo de las palabras que es común a todos los hablantes de una lengua.
La denotación plantea la coincidencia entre el conjunto de semas de las palabras y su
referente, razón por la cual Lyons (1997) la asocia con las teorías referencialistas:
Ejemplos:
La ambigüedad se define como fenómeno del sentido que se ubica del lado del oyente.
Pertenece al nivel de la significación, no de la denotación ni de la designación. Una
palabra es ambigua cuando, fuera de todo contexto, puede tener dos o más
significados distintos. Toda ambigüedad supone una disyunción entre dos o más
comunicados (Gutiérrez Ordóñez, 1981). Lyons (1997) propone dos tipos de
ambigüedad: una léxica y otra gramatical. Para explicar sus diferencias, propone el
siguiente ejemplo:
2.3.1. Homonimia
Las condiciones para que se presente homonimia absoluta son las siguientes:
Podemos citar como ejemplos de homonimia absoluta los siguientes ejemplos clásicos:
Banco: m. Asiento con respaldo o sin él, en que pueden sentarse varias
personas.
Banco: Instutición financiera
Llama: f. Masa gaseosa en combustión, que se eleva de los cuerpos que arden y
despide luz de vario color.
Llama: f. Mamífero rumiante, variedad doméstica del guanaco, del cual solo se
diferencia en ser algo menor.
Banda: f. Cinta ancha o tafetán de colores determinados que se lleva atravesada
desde un hombro al costado opuesto.
Banda: f. Grupo de gente armada.
Las condiciones para que se presente la homonimia parcial son las siguientes (Moreno
Quibén, 2007):
Moreno Quibén (2007, p. 14) establece unas causas por las cuales se presenta la
polisemia, entre las que tenemos:
Partiendo de Taylor (1989), Gómez López (2002, p. 77) define la vaguedad como una
“propiedad referencial de todo signo, por lo tanto no se plantea solamente a la hora de
distinguir varios significados de un mismo signo, sino también para cada significado
particular y por lo tanto en los casos de monosemia”. La vaguedad consiste, entonces,
en la posibilidad que tiene un lexema de hacer referencia a una diversidad de
significados.
Gutiérrez Ordóñez (1981) afirma que términos comúnmente utilizados son vagos, toda
vez que no existe una escala para referirse a ellos. Tal es el caso de los pares nuevo –
viejo, rápido – lento, frío – caliente, en los cuales no hay límites establecidos para
diferenciar niveles entre ellos. Lo anterior se puede explicar con el siguiente ejemplo:
Una palabra como ‘perro’ se encuentra semánticamente relacionada como otras como
‘animal’, ‘galgo’, ‘canino’, ‘labrador’. Estas relaciones entre lexemas o expresiones
léxicas es lo que se conoce como relaciones de sentido. Dentro de las relaciones de
sentido tenemos, entre otras, la sinonimia y la hiponimia. Más adelante
profundizaremos en cada una de ellas. Por lo pronto sigamos profundizando en el
concepto de sentido.
2.4.1. Sinonimia
Los sinónimos no solo se dan en el plano de los lexemas, sino también en el plano de
las expresiones léxicas. Así, es posible que “expresiones léxicamente simples tengan
el mismo significado que expresiones léxicamente complejas” (Lyons, 1997, p. 87). La
sinonimia es un asunto tanto de identidad como de semejanza entre lexemas.
Así, ‘perro’ entraña ‘animal’. Dada una proposición p que contiene ‘perro’, la sustitución
de ‘perro’ por ‘animal’ en p dará otra proposición q entrañada por p. O sea:
una estructura paradigmática primaria del léxico; más aún: es, en este dominio, la estructura
paradigmática por excelencia. Puede definirse como ‘paradigma constituido por unidades léxicas
de contenido («lexemas») que se reparten una zona de significación continua común y se
encuentran en oposición inmediata unas con otras (Citado por Martínez, 2003, p. 114)
Dentro de la teoría de los campos semánticos han surgido algunos conceptos básicos
para el estudio del significado léxico. Veamos algunos, advirtiendo que ya los hemos
mencionado anteriormente:
Sillón + + + + -
Sofá + - + + -
Mecedora + + + + -
Banco - + + - +
En otro apartado de este trabajo dijimos que el signo lingüístico no es inmutable y que
pueden presentarse cambios en su significante o significado. En su momento pusimos
el ejemplo del lexema ‘caballero’ que se utilizaba como sinónimo de ‘jinete’, es decir,
aquel que ‘cabalga o va a caballo’. También en otro momento recurrimos a la palabra
‘pluma’, con la que se designaba inicialmente a las piezas que cubren a las aves y hoy
también se designa a la herramienta para escribir. El cambio semántico es la prueba
más contundente de que la lengua es un producto social.
Los cambios se pueden desarrollar de forma más o menos lenta en la medida en que
no exista una necesidad para nombrar realidades, así, cuando aparece un invento
tecnológico es muy fácil que el cambio se generalice.
Los cambios semánticos se dan por dintisntos motivos. Aquí los mencionamos
brevemente:
Dentro de las tareas propuestas por la Semántica Léxica tenemos: establecer las
distintas relaciones de significado de las palabras, estudiar las características de los
significados de las palabras y determinar las causas de los cambios semánticos, entre
otros. De esto se desprende una serie de fenómenos que estudian el significado de las
palabras.
A partir de la teoría de los campos semánticos, los lingüistas han desarrollado no solo
un método de estudio del significado lexical, sino una terminología propia del campo
lexical y semántico. La teoría de los campos semánticos es por antonomasia la
Semántica Lexical. Por medio de esta teoría se estudian las relaciones de oposición y
complementariedad entre los lexemas. Los conceptos de sema, semema y lexema son
básicos dentro de esta teoría.
AUTOEVALUACIÓN
4. Busque ejemplos ilustrativos sobre cada una de las causas del Cambio
Semántico.
SEMÁNTICA
DISCURSIVA
PRESENTACIÓN
Esta unidad se encuentra dividida en tres apartados claramente definidos en los que el
estudiante podrá reconocer los elementos teórico-prácticos más importante de la
Semántica Discursiva.
La segunda parte de esta unidad versará sobre las tareas y objetivos de la Semántica
Discursiva. Abordamos este momento de la unidad a partir de los postulados de Van
Dijk, como principal referente, el cual propone como tarea fundamental de la Semántica
Discursiva analizar la forma cómo se construye el significado a partir de las
proposiciones.
COMPETENCIAS ESPECÍFICAS
Reconozco las diferencias entre texto y discurso y los confronto con mis
conocimientos sobre Semántica Léxica y Semántica Composicional.
1. ¿Qué entiende usted por texto y discurso? ¿Cree usted son significan lo mismo?
Argumente su respuesta.
4. ¿De qué forma cree usted que lo visto en las unidades anteriores me sirven de
base para analizar el significado en el discurso?
TRABAJO EN GRUPO
Nuestro conocimiento del uso de la lengua nos dice también que un discurso no tiene
un solo tema o asunto sino posiblemente una secuencia de temas o asuntos, que se
expresan también en un resumen del discurso. Esto hace que sea posible tener temas
aún más "altos", de manera que se obtienen varios niveles de macroestructuras, cada
uno derivado del nivel inmediatamente inferior, por las mismas macrorreglas. De hecho,
entonces, es posible tener un tema de un párrafo, de una página, o de un capitulo, así
como de un libro entero, según el nivel de "globalidad" que se escoja para caracterizar
el contenido del discurso” (van Dijk, 1980, p. 47).
Quiere decir lo anterior que los métodos utilizados dentro de la Semántica Léxica y la
Semántica Composicional no son apropiados para aplicarlos dentro del discurso porque
“el significado global de un texto (o si se quiere la información que contiene) resulta
superior a la suma de las significaciones de las frases que lo componen” (Lozano et al,
2007, p. 36). En efecto, el análisis del discurso, ha encontrado nuevas posibilidades
analíticas para comprender cómo se produce el significado dentro del discurso.
Empecemos entonces a dilucidar los alcances conceptuales de dos términos
comúnmente utilizados como sinónimos, en los que subyacen claras diferencias.
En el uso no solo están presentes palabras, sino también todo un acervo de creencias,
sensaciones y pensamientos de los hablantes. Por ello, es que estos dos productos
puramente lingüísticos se explicarían mejor desde la noción de discurso propuesta por
la perspectiva de los Estudios del Discurso (o Análisis del Discurso).
Van Dijk (2000) reconoce que la noción de discurso puede resultar difícil de definir,
debido a que el término se ha usado comúnmente dentro de las ciencias humanas, las
ciencias sociales y hasta por los medios de comunicación. Estos últimos, por ejemplo,
han usado el término discurso de forma arbitraria. Tenemos entonces que es común
escuchar en la prensa, la expresión ‘discurso presidencial’ entendido, en este contexto,
como las prácticas orales del lenguaje. También es común encontrarse con
expresiones como ‘el discurso de la izquierda’, en referencia a la serie de principios
filosóficos e ideológicos que sustentan este sistema de pensamiento.
Estas dos utilizaciones del término discurso, hechas desde el sentido común tienen en
cuenta el lenguaje desde el uso que hacen los hablantes. Desde aquí parten los
Estudios del Discurso, pero anexan otras preocupaciones como: quien utiliza el
lenguaje, cómo lo utiliza, por qué lo utiliza, cuándo lo utiliza.
Los Estudios del Discurso reconocen que las prácticas comunicativas cotidianas son
sucesos complejos donde prima la interacción. En palabras de van Dijk (2000, p. 24)
esta perspectiva se “encarga de estudiar el texto y la conversación en contexto”. El
discurso de entiende, entonces, desde tres dimensiones básicas: el uso del lenguaje, la
comunicación de creencias y la interacción social.
Figura N° 7. Estructuras del discurso en su contexto interaccional y social. (Adaptado de van Dijk, 2008, p. 217)
Decir que la Semántica Discursiva se encarga del significado en el seno del discurso es
una tautología. Aunque, en efecto, la Semántica Discursiva entiende cómo opera el
significado en el discurso. Ahora bien, puesto que definimos el discurso como una
instancia en la que entroncan tres dimensiones básicas –el lenguaje, la cognición y la
sociedad –la Semántica Discursiva entiende que el significado se encuentra presente
en el discurso a partir de estos tres elementos. De lo anterior tenemos que:
La Semántica Discursiva no se limita a estudiar el significado dentro del texto, sino que
acude a referentes o extensiones, para ello, se vale de elementos referenciales dentro
del discurso como los pronombres los cuales pueden hacer mención a elementos que
están fuera del discurso y que pueden ser reales o imaginarios. En ese sentido, la
Semántica del Discurso entronca directamente como la Pragmática y con la Cognición
Social.
Todo estudio del significado en el seno del discurso debe tener en cuenta la relación
entre la cognición individual y la cognición social, por lo que se dice que todo estudio
del significado discursivo acude a explicaciones mentalistas para comprender cómo
operan las estructuras lingüísticas en el proceso de significación, en tanto proceso que
ocurre en la mente. En ese sentido, “los objetos mentales, tales como los significados,
el conocimiento, las actitudes e ideologías pueden ser compartidas por miembros de
grupos, comunidades o culturas, y son por lo tanto sociales” (van Dijk, 2008, p. 219).
Por lo anterior, es que el mismo van Dijk (1980a) afirma que una de las tareas de la
semántica del discurso es indagar por la forma cómo se organiza la referencia entre las
frases. Así, en el discurso se puede presentar que las frases hagan referencia a uno o
varios referentes externos. “Las relaciones interclausales e intersentenciales no se
basan sólo en significados (intensionales), sino también en la referencia” (p. 82).
Según Van Dijk (1980b) un texto se puede sintetizar por medio del estudio de las
macroestructuras semánticas que representan globalmente los elementos más
importantes dentro del mismo. Una macroestructura, entendida como el tema principal,
siempre responde a la cuestión sobre el contenido general de un texto y constituye un
elemento fundamental en su comprensión. Van Dijk afirma que en un trabajo de
análisis discursivo es fundamental realizar inicialmente una clasificación de los temas
principales, puesto que así, no solo se delimita un corpus de trabajo, sino que se
controlan elementos del discurso y de su análisis.
Van Dijk entiende el texto como una estructura, por tanto, existen más allá de las
palabras y las oraciones formas susceptibles de análisis. Las macroestructuras
semánticas constituyen las instancias globales donde se incrustan las otras unidades
del texto. De esta forma, entre las palabras y oraciones encontramos una serie de
proposiciones y macroproposiciones las cuales resumen las distintas ideas propuestas
por el autor.
La forma en que los significados operan dentro del texto, se empieza a observar a partir
de un análisis de las macroestructuras y macroproposiciones. Un análisis de este tipo
también permite reconocer a los sujetos que entran en conflicto dentro de un discurso.
3
La noción de tópico-comento, como la define van Dijk, se utilizó para analizar la estructura informativa
de las oraciones. Dependiendo del autor, puede encontrase esta discusión bajo la denominación de tema-
rema, presuposición-foco, tópico-foco. Se entiende el primer elemento como ‘aquello delo que se dice
‘dada’ y la información ‘nueva’ en una oración respectivamente. El tópico se considera
aquella información que el lector-oyente ya conoce con anterioridad y el comento la
información nueva que se entiende en razón del tópico. En la Semántica Discursiva,
estas nociones se pueden definir en términos de proposiciones y conjunto de
proposiciones que se analizan en términos semánticos y pragmáticos, si bien se
formalizan en estructuras sintácticas.
Para van Dijk, las categorías de tópico-comento no pueden ser categorías sintácticas,
tales como sujeto y predicado, sino que deben tener una naturaleza semántica. “La
distinción tópico-comento es esencialmente una estructura que se relaciona con los
referentes de los sintagmas” (van Dijk, 1980, p. 188). Un sintagma de cualquier tipo
puede ser un tópico si se le ha identificado con un valor de expresiones dentro de
proposiciones precedentes, sean estas explícitas o implícitas.
algo’ o ‘punto de partida para el discurso ulterior’ y el segundo elemento como ‘lo que se dice de ello’.
Otros, como ya lo dijimos, entienden esta dicotomía como ‘información vieja/información nueva’.
Dentro del discurso, las relaciones de tópico-comento no siempre se dan de manera
explícita. Así, cuando leemos un texto o escuchamos una conversación, las frases
introductorias no siempre se considerarán un tópico, en la medida que es difícil que
nuestra mente pueda relacionar esta información con los conocimientos previos. En
ese sentido, van Dijk utiliza la noción de introducción de tópico, para definir aquella
información que nos presenta una situación general sobre un tema dentro de un
discurso. Esto es lo que suele ocurrir cuando, por ejemplo, leemos una pieza literaria
donde los personajes, el tiempo y las situaciones son planteadas como una novedad.
ACTIVIDAD
1. Lea con atención el texto ‘La utilidad de la luna’ del escritor colombiano William
Ospina y a partir de él realice un análisis de la macroestructura semántica y los
tópico y comentos que usted considere que existen en el texto. Utilice para este
análisis cuadros sinópticos, figuras o tablas para graficar la información.
LA UTILIDAD DE LA LUNA 4
Sabemos que al llegar a su exilio en la isla de Jersey, en 1852, Victor Hugo exclamó: “Miraré el
mar”, y que Francois su hijo le respondió: “Yo traduciré a Shakespeare”. Borges ha dicho que
en ese diálogo está implícita la vastedad del mar y la vastedad de Shakespeare. Sin saberlo,
ambos estaban formulando de nuevo la comparación audaz que está en el soneto “Al abrir por
primera vez el Homero de Chapman”, donde John Keats relaciona el descubrimiento de un libro
con el descubrimiento de un mar. Aunque el joven Keats, que no tuvo tiempo de leer mucho,
haya confundido en su poema a Balboa con Cortés, quizás porque pensaba menos en un
hombre que en un arquetipo del explorador de mundos, la humanidad le ha perdonado su error
y ha preferido recordar la metáfora: el hombre que se asoma por primera vez a un libro es
como el descubridor que ve aparecer el océano Pacífico, en silencio, desde una cumbre del
Darién.
El niño recibió por primera vez el libro en la voz de un anciano. Había en ese relato tierras
fantásticas, ladrones, hombres que se transformaban en perros, mujeres que se convertían en
yeguas, polemistas capaces de encerrar en una alforja a todo Egipto con sus camellos, sus
pirámides y el inmenso desierto.
Eran tiempos de guerra y aquel libro oral de los atardeceres era un refugio contra la rudeza del
mundo, una prueba de que en la vida no sólo hay crueldad sino también belleza, milagro y
salvación. El anciano creía darle un cuento, pero el niño recibió una llave, con la que abriría
4
Tomado de ElEspectador.com, octubre, 24 de 2013.
después las bibliotecas. Para leer, lo primero que se requiere es la necesidad de escapar hacia
otros mundos, la necesidad de soñar despiertos.
Después un maestro con el que nunca había hablado puso en sus manos otro libro, hecho de
papel y de tinta, pero al cerrarlo el muchacho no recordaba haber visto renglones llenos de
letras sino un joven que intentaba volar desde un tejado, un hombre que jugaba a las cartas
con el diablo, unas montañas llenas de historias.
Aprendió que los libros son objetos mágicos. Basta abrir uno, y ya estamos en el tren de
Varsovia que se dirige a todo vapor a San Petersburgo, viendo cómo conversan unos
aristócratas empobrecidos; basta abrir otro y ya estamos a bordo de un barco perseguido por
un dios; o en un viaje hacia el centro de la tierra, o en un castillo que tiene la forma de una
calavera; o en una ciénaga donde hay un perro endemoniado.
Se preguntó por qué una de las primeras cosas que atrapan a los seres humanos son las
historias de terror. No ha de faltar Edgar Allan Poe en el camino. Pero es que el mundo es
esencialmente un sitio peligroso, y tal vez sea necesario vacunarse temprano contra el
espanto, aplicándose unas pequeñas dosis.
Cuando alguien dijo que no se les deben contar cuentos de hadas a los niños porque los
hacen sufrir, Chesterton respondió que lo que nos enseñan los cuentos no es que existe el
miedo sino que es posible triunfar sobre él, que los peligros unen a los seres humanos, que el
dolor despierta en nosotros la compasión, que los débiles pueden triunfar sobre los fuertes, que
los fuertes deben luchar contra su propia fortaleza, que si algo nos da libertad y capacidad de
resistir son las flores de la imaginación.
Hoy se piensa que los libros son mercancías: pero en realidad son lámparas en las que pueden
estar guardados unos genios imprevisibles. Y aunque no toda lámpara tiene genio, lo que brota
de ellos también depende de lo que hay en el alma del hombre que frota la lámpara. Porque
leer de verdad no es consumir sino crear, y a menudo son los lectores quienes les revelan a los
autores qué fue lo que en realidad escribieron.
El autor no es dueño del sentido de lo que ha escrito. Un creador escribe, no para comunicar
algo que ya sabía, sino para descubrir algo que ignoraba. Al acto de escribir lo llamamos
creación porque se espera que en ese proceso surjan cosas nuevas, que el autor sea el primer
sorprendido con ellas. Paul Valery dijo que el ser humano “es absurdo por lo que busca y es
grande por lo que encuentra”, y Franz Kafka dijo algo aún más perturbador: “El que busca no
halla, pero el que no busca es hallado”.
Un escritor no tiene que saber plenamente qué es lo que ha hecho, pero debe tener la certeza
de que lo hizo con rigor, con responsabilidad y con pasión. Cervantes podía creer que estaba
contando apenas la fábula divertida de un hombre que enloquece después de leer muchos
libros y que se lanza a vivir aventuras que sólo ocurren en su imaginación, pero no llevaríamos
cuatro siglos extrayendo de ese libro toda clase de enseñanzas, descubriendo en sus palabras
uno de los más complejos retratos de la humanidad, si Cervantes no hubiera puesto en el libro
toda su capacidad creadora, su energía vital, la necesidad de darle a su vida un rumbo y un
sentido.
Los editores saben que el que imprime un libro imprime un enigma. Acaso sea posible lograr
con ciertos libros un éxito inmediato, pero se necesita criterio y conocimiento profundo de la
humanidad para saber si un libro permanecerá entre los seres humanos porque es necesario.
Borges dijo que Cervantes, para huir de los reinos de la mitología, les opuso la seca realidad de
Castilla, pero que su libro convirtió la seca realidad de Castilla en mitología. La historia y el
mundo son de hierro y de piedra, pero, unas generaciones después, los hechos ya son otros y
el mundo también. La aplastante realidad, que parecía prometida a la duración y a lo eterno:
Carlomagno, Carlos V, Napoleón, Hitler, la Segunda Guerra Mundial, el Imperio Británico, la
Unión Soviética, las grandes revoluciones, todo se vuelve fantasmal e intangible. Si queremos
volver a tener noticias de su grandeza, tendremos que buscarla en los libros.
Hay libros que ayudan a ver hechos, libros que ayudan a entenderlos y libros que ayudan a
vivirlos. Crónicas periodísticas, relatos históricos, novelas: esta edad juega a disolver las
fronteras entre los géneros. Juega a concebir un libro que sea crónica, relato y novela, y que a
esa conjunción podamos llamarla poesía. Tal vez en ese sentido hablaba Eliot de las
diferencias entre la información, el conocimiento y la sabiduría.
Sabemos que todo libro es ficción, porque la realidad no es verbal. La realidad es infinita y
simultánea, y convertir esa complejidad en el hilo sucesivo de un relato parece una mera
simplificación. Pretender que toda Roma desplomándose está en el libro de Gibbon parecería
un delirio. Y sin embargo cuando leemos ese libro, tenemos la nítida impresión de que estamos
viendo a Roma, minuciosa y poderosa, viviendo y desplomándose. Entonces comprendemos
que la ficción no es lo contrario de la realidad sino que puede ser su síntesis.
Hay autores en los que todo parece nuevo y revelador, un continente apareciendo ante los ojos
de los exploradores, un volcán arrojando magmas desconocidos. Pero también dijo Borges que
todo lo nuevo arroja luz sobre sus precursores: cuando aparece Joyce descubrimos ciertas
aventuras de Dickens, cuando aparece Borges descubrimos ciertas audacias de Chatterton,
cuando aparece la Ilíada de Chapman descubrimos una metáfora nueva para la aventura de
Balboa.
Pero hay que saber que el que compra un libro todavía no es su dueño. Que un libro sea el
más vendido es buena noticia para el autor y los editores, pero todavía no es un triunfo para la
humanidad. Podría ser mejor noticia saber cuál es el libro más prestado.
Hubo edades en que los libros no eran en absoluto mercancías. Cuando el mítico Homero
moduló la Ilíada y la Odisea, no se les podía prohibir a los rapsodas que memorizaran los libros
y los recitaran ante los auditorios en las ciudades griegas.
Los libros se trasmitían de un modo oral, y era un triunfo que mucha gente se apropiara de
ellos. Ello nos lleva a pensar que el proceso de apropiación de un libro es complejo: el
verdadero dueño de un libro no es el que lo compra sino el que lo lee, y el verdadero poseedor
de los libros no es el que más libros lee sino el que los lee mejor.
En esta época en que nos tiraniza la estadística: quién vende más libros, quién lee más libros,
quién tiene más libros, quién lee más rápido, no sólo conviene hallar respuestas sino cambiar
de preguntas.
Sin duda ha de ser difícil empezar a leer, cuando vivimos en esto que ahora llaman la sociedad
de la información. Porque hay que contrariar al menos tres males conjugados: la telaraña de las
desdichas cósmicas que vierten sobre nosotros día y noche los informativos, la avalancha de
datos que circulan sin contexto, y la sensación de que los hechos no tienen causa, una
sensación nacida del puro frenesí de la actualidad, de una suerte de síndrome del presente
puro.
Nuestra época nos crea la ilusión de que hay que saberlo todo, pero igual nos impone el deber
inmediato de olvidarlo: nos contagia la alarma ante el presente y la irresponsabilidad ante el
pasado. Esta época multicultural es Babel por el hormigueo de sus textos y sus
muchedumbres, pero es Alejandría por esa doble tendencia de acumulación y de olvido.
También fue Kafka quien dijo en su clásico tono sombrío que no estamos construyendo la torre
sino el pozo de Babel.
Hay un ritmo de la lectura que parece condicionado por las urgencias de la época, pero es
preciso recordar que hay otro ritmo que depende del texto mismo, y otro ritmo que depende de
la atención del lector. Es cierto que hay libros cuya lectura casi no nos permite detenernos,
porque los gobiernan la intriga, el encadenamiento de los hechos, la sospecha, la curiosidad, la
necesidad de un desenlace; pero hay textos cuyo secreto se libera lentamente, como esos
sabores que se expanden y se demoran en el paladar, como esos licores que tardan en obrar
su efecto.
Y en cuanto a la velocidad, que es uno de los dioses más crueles de la época, más vale
desconfiar. Montaigne decía que el brío de un potro no se mide por su velocidad sino por su
capacidad de parar en seco. También podemos decir que la sabiduría de un lector no sólo está
en saber avanzar sino en saber detenerse.
Leer es como viajar. Una de las ineptitudes del turismo consiste en que sus protagonistas
aspiran a regresar siendo los mismos que eran al partir. El viaje es otra cosa, y Derek Walcott
tiene razón en su discurso de Estocolmo, cuando dice que el viajero, a diferencia del turista, es
el que entra en contacto con el mundo al que visita, que no busca sólo una presurosa fotografía
para su colección, o un recuerdo pintoresco, sino que se atreve a vivir ese mundo, y hasta
corre el riesgo de llegar a pertenecerle.
En su poema El viaje, Baudelaire afirmó que los verdaderos viajeros son aquellos que parten
por partir. También dice que son una fortuna esos viajes en los que el objetivo se desplaza y se
aleja. Y en otro poema, Puesta de sol romántica, declara: “Pero persigo en vano a un dios que
se retira”. Esa idea de una isla que se aleja a medida que avanzamos hacia ella, de un objetivo
que se desplaza, la idea de que lo que busca el viajero es algo que también va de viaje, puede
corresponder a una idea de la lectura distinta de la que suele proponernos nuestra costumbre.
La lectura ha tenido muchas veces en las iglesias y en los estados enemigos feroces. Pero
sentimos el temor de que los dos más cordiales enemigos de la lectura terminen siendo la
industria editorial y la academia. Cordiales, porque no hay duda de que están muy interesados
en que la gente entre en contacto con los libros, pero enemigos, porque no se dan cuenta de
que su interés primordial no es siempre la aventura de leer.
La industria editorial en nuestras sociedades, al mismo tiempo que pone el énfasis en la venta
de libros, debería ponerlo también en la multiplicación de las experiencias de lectura. A
diferencia de las sociedades opulentas, donde los peligros son otros, ¿no está contribuyendo
aquí la sociedad de consumo a dificultar ese ejercicio mágico de apropiación del libro por los
lectores? Quiero decir que en ninguna parte es tan urgente poner los libros al alcance de los
seres humanos, como prioridad de un modelo de civilización.
Cuando acceder al libro es sobre todo una dificultad, ¿por qué quejarnos de que la gente esté
leyendo menos? Si en países como España la caída en la venta, y quizás en la lectura de
libros, coincide con la crisis económica y social, con la disminución de los recursos, es fácil
entender lo que ocurre en sociedades donde lo normal es la crisis. Y ello debería sugerir
nuevas estrategias de publicación y divulgación.
Sería absurdo, además de inútil, pretender que la industria editorial renuncie al orden comercial
que la define, que se dedique a subsidiar a los que no tienen recursos: pero no sobraría que
situándose en el contexto de sociedades pobres o empobrecidas, no se limitara a ofrecer libros
sólo a quienes pueden comprarlos, y se ingeniara la manera de hacerlos accesibles para
muchos que los desean y los necesitan.
Sé que tengo, como todos los escritores, el deber de rechazar la piratería de libros, aunque en
el fondo no veo a la industria editorial tan alarmada con ese fenómeno. Acaso sabe que los que
compran libros piratas no son los mismos que compran libros legales, que el target, como lo
llaman los publicistas, es distinto, y que no hay en realidad competencia.
Pero la piratería sólo se acabará cuando los libros se hagan para todos, pensando en la
capacidad adquisitiva de todos. No podemos hacer libros costosísimos y censurar a las
comunidades pobres ansiosas de leer, que se resignan a réplicas defectuosas, a versiones
degradadas del original.
También he hablado de la academia. Nadie duda del desvelo de los maestros por lograr que
sus alumnos lean. Pero muy a menudo utilizan unos mecanismos que pueden ser fatales:
volver la lectura obligatoria, o imponerle una finalidad demasiado precisa. Yo no creo ser un
gran lector: soy un lector que disfruta con ciertos libros, y que no puede vivir sin leer, y sobre
todo sin releer, lo que le gusta. Pertenezco al curioso género del lector que no siempre logra
terminar los libros, pero que no puede dejar de leer todo el día toda clase de cosas.
Y para ser ese lector desordenado pero apasionado, caprichoso pero laborioso, nada me ayudó
tanto como no haber considerado nunca la lectura una obligación. Nunca he leído un libro sólo
porque fuera importante, nunca lo terminé porque fuera un deber hacerlo. Al comienzo leía los
libros que llegaban a mis manos: con los años he aprendido a buscarlos. Incluso tengo una
teoría un poco estrafalaria acerca de que ciertos libros se las ingenian para llegar a ciertos
lectores. Los libros de Hermann Hesse, por ejemplo, tenían en otro tiempo, y quizás la
conservan, la curiosa capacidad de caer siempre en las manos de los muchachos de catorce
años y perturbarles la vida.
Me gusta más que sean los libros los que encuentren a los lectores y los lectores los que
encuentren los libros, como en un juego de azar ligeramente dirigido, y no que se imponga
toscamente la obligación. Todo requiere sutileza, todo requiere una pequeña fracción de
misterio: y las pesadas obligaciones no suelen tener lo uno ni lo otro. Más eficaz es el contagio,
más poderosa es la tentación. Más sutil era el padre de Emily Dickinson que le regalaba libros
a su hija con la recomendación de que no los leyera, para que no perturbaran su espíritu. Y tal
vez más misteriosa era la iglesia católica que volvió tan populares a Voltaire y a Vargas Vila por
el curioso camino de prohibir su lectura.
Cervantes decía que su voracidad de lector lo hacía leer hasta los papeles que encontraba en
las calles, y no deja de ser conmovedor tratar de imaginar qué clase de papeles podían ser los
que se encontraban por las calles en un mundo como la España del siglo XVI, tan escasa en
papel comparada con nuestra época, y con una imprenta tan recientemente inventada. Igual
tenemos la anécdota de Chesterton, quien una vez subió a un tren para viajar de Londres a
alguna ciudad de provincia, y sólo cuando el tren echó a andar comprendió trágicamente que
no llevaba nada qué leer. Se entretuvo un rato leyendo en las paredes del vagón las placas que
informaban sobre la locomotora, los talleres y las fechas de fabricación. Finalmente, por suerte,
encontró en sus bolsillos, que tienen fama de haber sido vastos y hospitalarios, el prospecto de
una medicina, y tuvo suficiente material de lectura para no enloquecer hasta la siguiente
parada. Los entiendo, porque la lectura, siendo tantas cosas tan altas y tan profundas, es
también un vicio, y es acaso, en esta tremenda edad de adicciones, la más noble y salvadora
de las adicciones humanas.
Ya he dicho que hoy hay muchas cosas que conspiran contra la lectura; la manía superficial de
la información, el espacio saturado de textos imperativos, ciertas pantallas en las que el
fantasma del mundo irrumpe a cada rato proponiéndonos cambiar de ocupación. Y los
maestros saben como nadie de esa dificultad contemporánea, porque aprender a leer es
aprender a estar solo, a menudo aprender a estar quieto, aprender a dialogar consigo mismo,
aprender a abandonar la multiplicidad de las inquietudes de la mente, la divagación
fragmentaria, y acceder a concentrarse, a seguir el curso de una idea, de una trama, de una
intriga, de una argumentación, de una fantasía.
Leer, como viajar, es desprenderse de la orilla habitual a la que se pertenece, y que se cree
conocer, y avanzar hacia un objetivo que se desplaza, que cambia a medida que avanzamos,
es caminar hacia un dios que se retira. Con ello quiero decir que no podemos saber de
antemano lo que buscamos; que es un mal maestro el que cree saber todo lo que va a
encontrar una persona en un libro, y también el que cree que en un libro todas las personas
encuentran lo mismo.
Una vida de fragmentarias pero intensas lecturas me ha enseñado que leer en realidad es
leerse, que lo que se encuentra en los libros, no sólo de ficción sino en textos que
aparentemente contienen verdades más objetivas, depende mucho del lector. El autor nos
ofrece una partitura; el lector es un intérprete, que pone la ejecución, la manera y la música.
Creo que cuando terminamos de leer un libro no sólo hemos conocido al autor sino que nos
conocemos un poco más a nosotros mismos.
Creo que es importante que no sepamos de antemano lo que vamos a hallar, y se equivoca el
jurado que piensa que es posible saber enseguida qué aprendió el lector. Porque memorizar
los textos no siempre supone un aprendizaje. Hay lecturas que sólo liberan sus consecuencias
mucho tiempo después del momento en que cerramos el libro. Una lectura verdadera no es un
momento de la vida: es algo que permanece, cuyo sabor no nos abandona, cuyas revelaciones
son graduales o tardías, algo que sigue en nosotros, creciendo y transformándose.
Por eso es grave y estéril que se pretenda imponerle a la lectura unas finalidades demasiado
limitadas. Deberíamos ser capaces con frecuencia, como decía Baudelaire, de partir sólo por
partir, de leer sólo por leer. Responder al utilitarismo y a la manía de instrumentalizarlo todo,
atendiendo al sentido del verso de Lugones:
Y la luna servía para mirarla mucho.
No tenemos que preguntarnos siempre para qué leemos. Tampoco tenemos que saber siempre
para qué vivimos, para qué amamos. Leer debería ser una de esas cosas que se justifican por
sí mismas. Eso no significa que no nos dé grandes frutos, significa que no deberíamos
subordinar el placer de las músicas verbales, de las fábulas, de las tramas, de los conjuros, de
los pensamientos, a una finalidad, a un propósito siempre consciente; más bien deberíamos
permitir que la lectura obre en nosotros su trabajo secreto.
RESUMEN DE LA UNIDAD
La lengua, entonces, se explica mejor en razón del uso que hacen los hablantes de
ella. Es por lo anterior que los Estudios del Discurso (también llamado Análisis del
Discurso), como perspectiva de estudio, tienen su lugar ganado dentro de las ciencias
que se encargan de estudiar la comunicación y el discurso.
El estudio del significado discursivo parte de la concepción del discurso como totalidad
lingüística desglosable en frases entre las cuales se tiende una solidaridad que permite
que el significado actúe en el plano global. Para el estudio del significado discursivo se
deben tener en cuenta las estructuras más allá de las frases y las relaciones entre
palabras, frases y clausulas.
Van Dijk propone una serie de estructuras dentro del discurso que pueden servir para
reconocer el significado discursivo. Nosotros hemos seleccionado las dos que pueden
resultar más importantes: las macroestructuras semánticas y los tópicos y comentos.
Las macroestructuras semánticas siempre responden a la cuestión sobre el contenido
general de un texto y constituye un elemento fundamental en su comprensión. El tópico
y comento se relacionan con la dimensión cognitiva de los hablantes y permiten
reconocer cómo estos estructuran la información en el discurso semántica y
pragmáticamente.
AUTOEVALUACIÓN
3. ¿En qué consisten las macroestructuras semánticas y diga qué función cumplen
en un estudio del significado discursivo?
Lozano J. et al. (2007). Análisis del Discurso. Hacia una semiótica de la interacción
textual. Madrid: Cátedra.
Van Dijk, T. (1980b). Estructura y funciones del discurso. México: Siglo Veintiuno.
Van Dijk, T. (2000). “El estudio del discurso”. El discurso como estructura y proceso.
Barcelona: Gedisa. p. 23.
Van Dijk, T. (2008). Semántica del discurso e ideología. Discurso y Sociedad, Vol.
2(1), pp. 201-261.
DIRECCIÓN DE EDUCACIÓN ABIERTA Y A DISTANCIA Y VIRTUALIDAD
SEMÁNTICA