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Los dominicanos son personas creativas, algo que es especialmente

evidente en la forma en que hablamos – a menudo utilizando palabras


que no se encuentran en el diccionario.
La palabra de esta semana es “Bultero”. Quizás ha escuchado esta
palbra en multiples ocasiones refiriendose a una persona que siempre
quiere aparentar algo que no es frente a los demás, otra faceta del
“bultero” es que siempre anda prometiendo pero en la mayoría de los
casos nunca cumple con su palabra.
A continuación algunas definiciones de “Bultero”.

BULTERO
1 – “Bultero” se atribuye a una persona que siempre hace
planes pero nunca los hace realidad.
2 – Un “Bultero” puede ser un hombre que trata de
conquistar una mujerdiciendole que es rico y poderoso y
puede resolver todos sus problemas, pero son puras
mentiras.
Example 1:
Dominican 1: ¿Por qué no fueron a la playa?
Dominican 2: Porque el Bultero de Juan canceló todo/
Porque el Mentiroso de Juan canceló todo
Example 2:
Yo pense que eras rico y tu lo que eres un Bultero / Yo
pense que eras rico pero eres un Mentiroso

Quien esté libre de pecados, que tire la primera piedra. Todos hemos
tenido en alguna ocasión de nuestras vidas una etapa de “bultero”, sin
embargo algunas personas no pudieron rebasar esa etapa, y se han
dedicado a vivir la misma toda la vida, sin darse cuenta de que el bulto
los envolvió.

La palabra “bultero” no está en el diccionario, y fácilmente podríamos


definir con ella a la persona que se dedica a confeccionar bultos, sin
embargo más allá de ese tipo de definición se habla de un ente de la
sociedad que se dedica a “privar” de lo que no es y en algunos casos de
lo que sí es, es decir, a vender espejismos sobre su realidad económica
y/o social o a promocionar de manera agresiva o sutil su estatus,
posibilidades y calidad de vida, el bulto se puede tomar como una de las
múltiples facetas de la vanidad.

El “bultero” en nuestro país es sinónimo de “comparón”, ostentoso,


aparatoso, jactancioso y en ocasiones hasta pedante. A todo ”bultero” le
encanta que le reconozcan en público sus atributos, también le gusta
que reconozcan en él todo su potencial. Recuerdo que de niño conocí a
un joven que siempre andaba con un jeans, un t-shirt, unos tenis y una
gorra, para él era de gran significado que le dijeran que era un tipo
sencillo en su manera de vestir, sin embargo que su t-shir marca Tommy
costaba aproximadamente mil pesos, los jeans Calvin Klein costaban
quinientos y los tenis Nike o Lacoste costaban sobre los mil quinientos
pesos, es decir su “pinta” era cara, a eso podíamos agregarle el costo de
una gorra original de un equipo de grandes ligas, para aquellos tiempo
debía costar unos trescientos o cuatrocientos pesos. El nunca decía eso,
pero sonreía cuando se lo reconocían y le sacaban la cuenta de lo que
costaba su atuendo.

La vida del “bultero” es una presunción total, siempre entiende que lo


suyo es lo mejor y que por tal razón TODO el mundo tiene que verlo y
reconocerlo. Por lo regular vive en un mundo que se ha inventado para
hacer creer a los demás lo que abunda en su cabeza.

El “bultero” no sólo hace alarde de su atavío, sino que también lo hace


de sus posesiones y de sus seudoposeciones, siempre quiere ser el que
más luce, el que mejor se ve y el punto de referencia de todo el que lo
rodea, siempre quiere aparentar tener más dinero que todos los demás,
sin embargo a la hora de pagar las cuentas, se las arregla para no pagar
o pagar lo menos posible.

Hay muchos tipos de “bulteros”, y como dije en el primer párrafo, todos


hemos tenido algo de “bulteros”:

– El “bultero” aristócrata, tiene con que presumir, pero le gusta


humillar y hacerse sentir de los que no tienen, fácilmente se vuelve su
líder, cuando les provee la idea de que ellos pueden llegar a ser como él
si le hacen coro.

– El “bultero” por amor, es aquel que hace bulto para conseguirse


una novia que también es “bultera” o que le gusta que le hagan bulto.

– El “bultero” rastrero, es aquel que nunca ha tenido nada, que no


tiene nada, y que difícilmente tenga algo, pero presume de lo poco que
puede conseguir.

– El “bultero” miserable, es aquel que lo poco que consigue es para


hacer bulto.

– El “bultero” ocasional, es aquel que no presume constantemente,


sino que lo hace cuando se le presenta una oportunidad o una necesidad
según su perspectiva.
– El “bultero” por competencia, es aquel que solo presume cuando
alguien lo ha hecho primero.

– El “bultero” por chulería, es aquel que sólo hace bulto por amor al
arte, el bulto está en su sangre.

– El “bultero” por compromiso, es aquel que se siente desafiado por


sus iguales y tiene el fiel compromiso de hacerse igual a ellos.

– El “bultero hablador, es aquel que todo su bulto se concentra en sus


palabras, en muchos casos le dicen el yoyo, porque todas las frases que
salen de su boca, comienzan con YO…en este se cumple el refrán que
dice: “dime de que te jactas y te diré de que adoleces”

– El “bultero” ayudado, es aquel que hace bulto a costilla de los


demás, pues como no puede mantener el bulto con sus propiedades,
entonces comienza a tomar cosas prestadas.

– El “bultero” prestamista, no se conforma con hacer bulto, sino que


le presta a sus amigos para que también lo hagan.

– El “bultero” de remate, es aquel que siempre anda buscando los


remates y los baratillos, también en las pulgas las prendas de marcas
para surtirse.

– El “bultero” acomplejado, es aquel que hace bulto porque no se


siente aceptado por sus semejantes.

– El “bultero” oportunista, es aquel que siempre anda en busca de


una oportunidad para sobre salir y hacer creer que el es el mejor.

– El “bultero” músico, procura aprenderse las canciones de moda para


tararearlas con los demás y también trata de aprenderse las que nadie
escucha, para que cuando las suenen y todos se queden ajenos el sea el
único que las tararee.

– El “bultero” bailarín, es aquel que se dedica a aprender a bailar,


para así poder hacer alarde de lo que sabe en el momento de que
existan mujeres presetes.

– El “bultero” buena gente, es buena gente, pero es un bultero.

– El “bultero” especializado, es aquel que sabe hacer algo muy bien,


y lo usa como fuente de bulto para echarle vainas a los demás.
– El “bultero” profesionista, es aquel que vive haciendo alardes de lo
que es y de su profesión.

Como dice el celebre dominicano Felipe Polanco “el aguaje es la mitad


del pleito” el “bultero” es un simple aguajero de la fauna dominicana.
Como siempre, este post se hizo demasiado corto para poder ofrecer
una narrativa completa sobre este personaje, esperamos venir con una
segunda parte…

El dominicano ostenta virtudes imponderables, como la calidez, la


solidaridad y la hospitalidad. Esas condiciones, propias de su
idiosincrasia, le abonan entusiastas simpatías extranjeras. Nuestra
cultura atrae por su rica diversidad, pero se sostiene en una identidad
maleable.
Nuestra cosmovisión se ha formado en un entorno de accidentados
condicionamientos, en su mayoría derivados de la situación de país
insular, pobre y sometido. En su construcción, la sumisión descuella
como una de las actitudes distintivas del carácter dominicano: somos
dóciles, fatalistas y nihilistas. Mientras nuestra xenofilia nos provoca a
presumir lo extranjero como algo bueno, valioso y admirable, solemos
desechar lo autóctono. Cuando algo funciona bien, entonces nos
preguntamos si es o parece extranjero. Ese mismo complejo nos lleva a
considerar como “de nivel internacional” cualquier creación o producción
hecha con estándares de calidad. Por eso somos tan vulnerables a las
corrientes esnobistas foráneas, que validamos y reproducimos sin
reproches.
La inferioridad dominicana es una condición vivida y sentida, pero pocas
veces admitida, al menos expresamente. Subyace en la actitud
derrotista de nuestras confesiones, en el irrespeto a la palabra
empeñada, en las necias suspicacias a las informaciones, en la
informalidad de nuestras maneras o en el desprecio al orden y al
protocolo.
Una sociedad dependiente, importadora y consumista ha impuesto lo
extranjero como símbolo de excelencia, referencia y elitismo. La
apertura a la globalidad, a través de la tecnología y el comercio, nos ha
hecho aun más “conscientes” de nuestras carencias, las que
pretendemos disimular a través de artificiosas conductas y eufemismos
retóricos. Algunas de ellas son el “bulto”, el “allante” y el “aguaje”.
Según el Diccionario del Español Dominicano de la Academia
Dominicana de la Lengua (Editora Judicial, Santo Domingo, 2013) el
bultero es el “que quiere aparentar lo que no es”; el allantoso “el que
convence a otra gracias a un engaño o a una falsa amabilidad”; el
aguajero “el que se compromete a algo y no cumple”.
Somos una sociedad bultera que presume vivir de acuerdo a estándares
inconsistentes con su realidad, donde cerca del 42 % de su población
vive en la pobreza y alrededor del 21 % se sitúa en la franja de la
indigencia. Esa manifestación aturde a todo extranjero que visita el país:
yipetas del año aparcadas en marquesinas de casitas maltrechas;
jóvenes con tenis de doscientos dólares y sueldos de indignidad; bares
metropolitanos concurridos por profesionales asalariados tres veces por
semana, en tanto jovencitas de buena apariencia ponen a rugir los
motores de costosos carros deportivos en las avenidas del Polígono
Central. Basta ver en las ferias bancarias de vehículos, cómo personas
de ingresos tasados comprometen partidas sustanciales para el pago de
onerosas mensualidades mientras sacrifican atenciones básicas. Esta
cultura del consumo plástico ha convertido a dos millones y medio de
dominicanos en tarjetahabientes. De acuerdo a la Asociación de Bancos
Comerciales de la República Dominicana, Inc., solo en el año 2013 el
consumo con tarjetas de crédito totalizó casi los 145,000 millones de
pesos y el año pasado el 46 % de ellas tenía un límite de consumo de 20
mil pesos.
El allante es otra de las maniobras para acreditar notoriedad, simpatía o
admiración. En una sociedad de baja autoestima la ostentación
engañosa suele ser un recurso socorrido para esconder carencias o inflar
condiciones. El allantoso presume con el apellido, las relaciones, el
trabajo, con lo que hace, tiene o donde vive. Cuando alguien quiere
vender un proyecto, servicio o producto, suele referir, como técnica de
mercadeo, los apellidos de los que compraron. Hay gente que visita
lugares solo porque ahí suele ir don fulano. El allante tiene en la
República Dominicana su momento de gloria a través de la industria de
la imagen personal y corporativa. Me río con las lujosas revistas “de
negocios” que proyectan estándares de éxito de personas y empresas
según tarifas. Hace poco tuve a la mano la lista Forbes de los
dominicanos más ricos; obviamente no dudo de que los que aparecen en
ella sean grandes millonarios —aunque no tanto según sus
declaraciones a la DGII—, lo que me pareció simpático fue imaginar los
patrones de medición o la técnica de cuantificación de esas fortunas en
una economía opaca y de nula apertura fiscal. Forbestiene que
reinventarse en un ejercicio que se suele hacer de forma empíricamente
deductiva, según las apariencias. En mercados abiertos es una tarea
fácil porque las fortunas personales derivan de las corporaciones que
cotizan en mercados bursátiles regulados por normas de transparencia,
pero en este mundillo cerrado, de dobleces contables y secreto fiscal,
hay que apelar a la clarividencia financiera para dar con algún acierto.
La palabra se ha devaluado en la sociedad dominicana. La gente suele
comprometerse aun consciente de que no puede cumplir. Nos hemos
acostumbrado al “ya veremos”, “déjame eso a mí”, “llámame el lunes”,
“el día 15, sin falta te lo devuelvo”. Cuando el sentido del compromiso
se relaja de forma tan destemplada, las relaciones se pierden. Es difícil
desarraigar el aguaje de nuestro sistema de vida. La gente, con tal de
quedar bien o salir del paso, miente culturalmente. Esa conducta corroe
la confianza y la credibilidad de las relaciones, los negocios y la
institucionalidad. Vivimos la mentira como norma de vida, excusa de
urbanidad, razón política, actitud existencial, imperativo de subsistencia
y base de nuestro sistema. Las leyes nos desmienten, la realidad impone
su verdad. Todo es relativo, manejable y transable. Las cosas son pero
no son… depende. En el plano axiomático esa lógica es destructiva: no
se hace lo que se debe sino lo que conviene. Los valores están atados a
las circunstancias: lo que era malo en la oposición no lo es en el
gobierno. La mentira y el engaño han arruinado la moral pública más
allá de lo que lo ha hecho la depredación del erario. ¡Lo que hay que
hacer para “ponerle precio” a la vida en una sociedad fachosa!

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