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FACULTAD DE DERECHO
MONOGRAFÍA
Juicio público y oral: escenario apropiado para la contraposición legítima y
transparencia de las partes, estrategia y preparación del juicio y de los
testigos.
Docente:
Chávez Reyes Mario Vicente
Autores:
Ciclo y sección:
V- B.
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Juicio público y oral: escenario apropiado para la contraposición legítima
y transparencia de las partes, estrategia y preparación del juicio y de los
testigos.
INDICE GENERAL
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CAPITULO III: “PREPARACION DEL JUICIO Y DE LOS TESTIGOS” (CRISTINA)
3. Desarrollo de la audiencia …………………………………………………………………….29
3.1. Estrategia y preparación del juicio………………………………………………….29
3.2. La teoría del caso……………………………………………………………………………30
3.3. Los interrogatorios y contra interrogatorio de los testigos…………….31
3.3.1. Interrogatorio directo…………………………………………………………...31
3.3.2. El contra interrogatorio………………………………………………………….32
3.4. Las objeciones……………………………………………………………………………..…..32
3.5. Exámenes de peritos………………………………………………………………………..33
3.6. Prueba material, documentación, ilustrativa, y científica………………..33
3.7. Los alegatos finales……………………………………………………………………….….33
Conclusiones………………………………………………………………………………………………35
Referencias bibliográficas………………………………………………………………………....36
3
DEDICATORIA
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AGRADECIMEINTO
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INTRODUCCION
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CAPITULO I:
“JUICIO ORAL”
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1. JUICIO ORAL:
Normalmente se identifica la etapa del juzgamiento y del juicio oral, cuando éste es
comprendido dentro de aquél, y en todo caso, su momento más importante. Roxin
determina al juzgamiento como procedimiento principal que divide a su vez en dos
partes: la preparación del juicio oral y el juicio oral propiamente dicho. Ernest Beling
considera que se debe plantear una diferencia conceptual y funcional entre lo que es
el juicio oral y plenario, entendiendo este último como parte principal del primero, así
para llegar al plenario (juicio oral en estrictu sensu) y luego al periodo de decisión, se
debe pasar previamente por un periodo de preparación, formando la sub-fase del juicio
oral en sentido lato. Con respecto a la primera sub-fase, la preparación del debate,
está constituida, como bien lo decide Manzini, por actos dirigidos a “precisar el
tiempo… y lugar del debate” y procurar la presentación de las cosas y comparecencias
de las personas necesarias para realizarlo.
No cabe duda que la mayor expresión se centra en el juicio oral momento procesal en
el cual se examinan las pruebas tanto de acusación como de defensa por el órgano
jurisdiccional juzgador y se procede a culminar el proceso dictando la sentencia que
corresponda.
El juicio oral es la actividad procesal dirigida por el órgano jurisdiccional juzgador- sala
penal en el procedimiento ordinario y el juez penal en el sumario- de naturaleza
dinámica, preordenada por ley, con intervención de todos los sujetos procesales y que
tienen por objetivo específico el análisis de la prueba actuada y debatida en la
audiencia bajo los principios de oralidad, publicidad inmediación y contradicción,
principalmente, y que culmina con la expresión de la sentencia o resolución definitiva
correspondiente.
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Es el momento central del proceso, como lo señala Ramos Méndez, y donde se
desarrollan las actividades más típicas del enjuiciamiento penal y en donde se puede
dar lugar a la imposición de una pena. “esta fase es la referencia obligada de toda
estructura del proceso penal y el punto de mira de todas las garantías constitucionales
del debido proceso”.
El juicio oral es el centro mismo y eje del sistema punitivo, y en él han de practicarse,
contradictoriamente, todas las pruebas, salvo las que hayan podido ser verificadas de
manera anticipada con todas las garantías, y ante el propio tribunal juzgador, en
presencia de quienes acusan y de quienes defienden y de las partes que, en esas
circunstancias, son tan legítimas, y eficaces como las que celebren después, en las
sesiones ordinarias. En suma el proceso penal se hace realidad social jurídica en el
juicio oral, pues en tal solemne acto el juzgador alcanzará la convicción en conciencia
que le permitirá sustentar la sentencia, sea absolutoria o condenatoria.
Marcos Kusanovic, refiere que: Las exigencias que impone litigar en el nuevo proceso
penal obligan a los abogados, sean fiscales, querellantes, defensores o jueces, a
prepararse para responder adecuadamente a un ejercicio profesional distinto de lo
que, hasta ahora, ha sido tradicionalmente conocido en el trabajo de los tribunales en
nuestro país.
Alberto Binder señala que: El juicio oral y público que tan trabajosamente vamos
estableciendo y aceptando en América Latina no es un simple “artificio” procesal. Su
naturaleza y fuerza institucional proviene de su estrecha vinculación con la dinámica
del conflicto, con la ineludible
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Inserción social de ese conflicto y con las finalidades políticas de la administración de
justicia, vinculadas a la disminución de la violencia y el abuso de poder. Cuando
decimos, con fórmula sintética, que el “litigio es un conflicto formalizado” nos referimos
a este vínculo profundo entre las formas del juicio y la vida social. De ese vínculo
surge una} forma de transitar por el juicio oral que tampoco es artificial, sino que está
conectada a las mismas características del conflicto y las necesidades de
institucionalizarlo. A ese tránsito, que tiene sus reglas, sus habilidades, su saber, sus
compromisos políticos y su ética lo llamamos “litigar” y, posiblemente, junto con la
capacidad de darle formas seguras a las
Por su parte Juan Enrique Vargas señala que: Mucho se ha hablado de que reformas
procesales penales, como las que se han impulsado en los últimos años en
Latinoamérica, entrañan un profundo cambio cultural. Poco, sin embargo, se ha
avanzado en tratar de entender y explicar qué significa exactamente tal cambio cultural
y menos aún en poder influir en él. Sin dudas la cultura de los operadores legales es
algo complejo, integrado por elementos que juegan en diversos niveles. Están
primeramente presentes las creencias y valores más profundos que los animan, su
concepción del derecho y del rol que cada uno juega en él. Pero también integran esa
cultura elementos menos elevados, más profanos y menos glamorosos si se quiere,
tales como la forma en que realizan su trabajo cotidianamente esos operadores, como
se relacionan con sus colegas y superiores, en fin, la estructura de incentivos que
existe dentro de la institución o profesión que desempeñan. Para influir en tal
complejidad de factores se hace necesario también ejercer muy diversas acciones:
cambios en el diseño normativo, en la estructura institucional, en los procedimientos
de trabajo, en fin, hasta en las remuneraciones si se quiere, todo lo cual termina
incidiendo en esa cultura y su reproducción. Como se ve, cada una de esas medidas
afecta algunos de los elementos que gruesamente hemos descrito como constitutivos
de la cultura. Hay sin embargo un tipo de acción que tiene la virtud de incidir al
unísono en todos y cada uno de los niveles, aunque tradicionalmente no haya sido
utilizado como tal. Nos referimos obviamente a la capacitación.
El rescate del juzgamiento o juicio público y oral, al que los artículos I.2 del Título
Preliminar y 356 del NCPP le atribuyen la calidad de etapa determinante o decisiva del
proceso, esto es, su configuración como limpio campo de litigación entre las partes,
situación que en los distritos judiciales donde aún no rigen las nuevas normas rituales
(la mayoría del país) evidencia un estado de cosas malsano, generado por el
inconstitucional procedimiento sumario que, sin más, y bajo falsos argumentos de
abreviación, ha eliminado esta principal etapa y convertido los procesos en simples
instrucciones de las que salen fallos sin la práctica de auténtica prueba y
desconocimiento inaceptable del principio de contradictorio.
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El juzgamiento es la etapa procesal que distingue al mecanismo de resolución de los
conflictos, surgidos ante el acaecimiento de hechos delictuosos, en forma equilibrada,
eficaz y garantizadora, que atiende tanto las necesidades de seguridad y tutela de la
sociedad, sus expectativas y reclamos de paz; de los agraviados o víctimas del delito,
interesadas en el esclarecimiento de la verdad y la indemnización del daño infligido por
el hecho punible; cuanto los derechos de los imputados, quienes no por estar sujetos o
sometidos a proceso pierden su dignidad humana o la condición de personas para
convertirse en simples objetos del drama procesal.
“El Juez Penal no podrá utilizar para la deliberación pruebas diferentes a aquellas
legítimamente incorporadas en el juicio”
Las constituciones de 1979 (artículo 233) y 1993 (artículo 139) e importantes tratados
internacionales como la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo 10), de
10 de diciembre de 1948, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
(artículo 14.1), de 16 de diciembre de 1966 (14.1) y la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, (artículo 8.1), de 22 de noviembre de 19693, cuerpos normativos
de obligatorio cumplimiento
La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el Poder Judicial
a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la Constitución y a las leyes”.
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Además, busca sentar las bases para salir de la crisis que agobia al sistema de justicia
penal, caracterizado por la falta de transparencia y control popular, frustración de las
expectativas comunitarias de paz, seguridad y tranquilidad, y las de los agraviados por
el delito, casi nunca resarcidos; así como por la insatisfacción de los incriminados que
sufren las consecuencias del incumplimiento del plazo razonable en la resolución de
su situación jurídica y el atropello de la presunción de inocencia que los favorece, en
tanto no sea desvirtuada y declarada judicialmente su responsabilidad, como es fácil
percatarse de esta ignominia al revisar la situación de los presos o internos
procesados, es decir, sin condena.
La oralidad es clave para que el drama procesal transcurra bajo las reglas de
publicidad, es decir, a la vista de todos, con completa transparencia, sin dobleces ni
manipulaciones, exhibiendo ante el público las calidades y capacidades de cada
operador en la función que le corresponda; sirve también para preservar la igualdad
entre los sujetos procesales que sostienen pretensiones enfrentadas y buscan
acreditarlas mediante la actuación de prueba, en condiciones de inmediación y
auténtico litigio o contradictorio, ante el órgano de decisión que, sin inmiscuirse en las
tareas de las partes, valora imparcialmente el resultado de la prueba y falla en
convicción. (RODRÍGUEZ M (2013) La implementación del nuevo proceso penal
peruano y las técnicas de litigación oral. P.1-2).
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moralidad, orden público o seguridad nacional, o cuando están de por medio intereses
de menores, o la vida privada de las partes, o cuando la publicidad menoscaba la recta
administración de justicia, pueden los tribunales disponer que el juicio o parte de él se
sustancie en privado. Los juicios por responsabilidad de funcionarios públicos, delitos
de prensa y los que se refieren a Derechos fundamentales garantizados por la
Constitución siempre son públicos”.
Lo propio ocurre con la vinculación que mantiene con los más importantes tratados
internacionales como la Declaración Universal de Derechos Humanos (artículo10), la
Convención Americana sobre Derechos Humanos (artículo 8.1) y el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos (artículo 14.1), cuerpos normativos de
obligatorio cumplimiento al haber sido debidamente aprobados y ratificados por el
Perú.
Así en el NCP, sobre todo cuando del juzgamiento se trata, según figura en las
previsiones de los artículos 357 y 361, se establece
Artículo 357:
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Delitos de prensa y los que se refieran a derechos fundamentales garantizados por la
Constitución son siempre públicos.
Artículo 361:
Así ocurre, por ejemplo, cuando el artículo 8 del NCPP, al estipular las pautas para el
trámite de los incidentes, instituye como regla las audiencias, en las cuales el juez
escucha a las partes y resuelve de inmediato; lo mismo sucede con las audiencias
vinculadas a la imposición de medidas de coerción procesal como la de convalidación
de la detención preliminar (artículo 266) o determinación de la prisión preventiva
(artículo 271); igualmente, debe mencionarse la práctica de audiencias de control del
requerimiento fiscal de sobreseimiento (artículo 345) y de control de la acusación,
mediante audiencia preliminar (artículo 351).
que parten de reconocer, como indican los profesores Andrés C., Héctor Quiñónez
Vargas que, siendo la actividad probatoria el nervio mismo del proceso penal, hay que
afirmar que: (i) “la prueba no habla sola”, sino a través de los litigantes, de manera que
depende de ellos se despliegue plenamente o extravíe en detalles intrascendentes,
pase inadvertida o pierda credibilidad; y, (ii) la mejor forma de producir la mayor
cantidad de información de calidad (vía los interrogatorios), analizarla y depurarla, con
el propósito de establecer sólidas bases para juzgar y emitir fallo, solo se logra
promoviendo un “mecanismo que estimule la contienda entre las partes”, de modo que
cada un aporte información que la otra no invocó o dejó de mencionar y evidencie los
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defectos de la información allegada por su contraria, recurriendo al contra
interrogatorio, las objeciones y los alegatos, en un escenario de juego justo y limpio,
garantizado por el órgano jurisdiccional, bajo el imperio de los artículos 375 (orden y
modalidad del debate probatorio), 376.2. B, c, d, 3 (declaración del acusado);
378.2.4.5.8 (examen de testigos y peritos), 371.2 (alegatos preliminares o de entrada
del fiscal y de los abogados defensores) y 386 a 390 (alegatos finales o de clausura de
los sujetos procesales) del NCPP.
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1.3. PRINCIPOS DEL JUICIO ORAL:
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procesal); y tratándose de delitos sexuales, la audiencia
será privada.
Por último, cabe señalar que este principio exige que sea
el mismo órgano jurisdiccional juzgar el que inicie,
desarrolle y decida la situación jurídica del acusado.
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acusatorio del juicio para que el juez realizando labor de
valoración pueda dictar la sentencia que corresponda.
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lesiona el principio de que el juez que juzga debe ser
distinto al que investiga.
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CAPITULO II:
“LA AUDIENCIA”
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2. LA AUDIENCIA:
Nuestra ley de procedimientos penales establece que iniciado el juicio oral las
audiencias serán consecutivas hasta su conclusión. Esta continuidad del juicio obliga
la presencia de todos los sujetos procesales, pero tratándose específicamente de los
miembros de la sala penal se precisa que después de iniciado el juicio sólo uno de
ellos podrá ser remplazados (por causa de impedimento) por el llamado por ley; “sin
interrumpirse el juicio, a condiciones que el reemplazante continúe interviniendo con
los otros dos miembros”. (Art. 266°). Esta disposición conlleva tres aspectos: 1) juicio
oral no se interrumpe; 2) sólo uno de los tres vocales puede ser reemplazado; y 3) el
magistrado reemplazante continúa integrando la sala hasta finalizar el proceso. Así lo
ha reiterado la corte suprema cuando declaró la nulidad de una causa penal al
observar, entre otros aspectos, que el presidente del tribunal concurrió a las primeras
audiencias, pero solo fue reemplazado por un vocal suplente, y en la nueva y
siguientes sesiones interviene el magistrado ordinario, no dejándose constancias en
acta de los nombres de los vocales que conforman el tribunal, el del nuevo que lo
integra y la causa que lo motiva, incurriendo todo- dice la ejecutoria- en irregularidades
procesales. La corte suprema estimó en este caso, que se infringió lo dispuesto en el
art. 266° que preceptúa que el magistrado reemplazante seguirá interviniendo con
otros dos miembros hasta la terminación del juicio, porque “la observación del tracto
procesal es de orden público, por lo que su incumplimiento acarrea de vicio de nulidad.
Conforme dispone la constitución en su art. 139° inciso 4 el juicio oral es público. Esto
significa que la autoridad jurisdiccional que dirige esta etapa, debe disponer lo
concerniente para que el público tenga libre acceso a la sede judicial donde se realiza
el juicio; además la misma norma constitucional dispone que lo procesos judiciales por
responsabilidad de los funcionarios públicos, y por los delitos cometidos por medio de
la prensa y los que se refiere a los derechos fundamentales garantizados por la
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constitución, “siempre son públicos”. La misma ley procesal penal vigente establece
que las audiencias del juicio oral serán públicas, bajo sanción de nulidad (art. 215°).
En tal virtud, el tribunal juzgador debe de crear las condiciones necesarias para que el
público así como la prensa tenga acceso a las sesiones de audiencia.
Sin embargo, la misma constitución y las leyes procesales prevén las excepciones. La
primera establece dicho principio de publicidad, “salvo disposición contraria de la ley”;
y la ley faculta al tribunal de resolver que las audiencias se realicen en privado o con la
concurrencia limitada de personas; e incluso, para excluir a la persona se requiere
acuerdo del colegiado (art. 215° citado). Tratándose de delitos de naturaleza sexual, la
audiencia se realizará siempre en privado, pues así lo dispone el art. 216° de la ley
procesal, y sólo podrán concurrir las personas a quienes, por razón de especialidad, lo
permita el presidente del tribunal. A esto debe agregarse que, de acuerdo con la
LOPJ, en las audiencias se prohíbe el ingreso de menores, salvo autorización especial
o se trate de estudiante de derecho (art. 137°).
La naturaleza de las actuaciones en el juicio oral hace de ésta una fase a veces
compleja por las distintas situaciones que pueden obstaculizar su debido desarrollo.
En este sentido, adquiere importancia el principio de continuidad, es decir, iniciado el
juicio oral, continuará con audiencias consecutivas hasta su conclusión.
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Sin embargo, en ocasiones, se puede suscitar circunstancias que se estiman
legalmente suficientes para paralizar el procedimiento del juicio oral. Esta paralización
puede presentarse en distintos momentos y con diferentes alcances. De allí que
pueda distinguirse entre la suspensión y la quiebra de la audiencia, que se regulan en
los art. 266° a 269°del C. de P.P.
La suspensión de la audiencia por fuerza mayor o por causas imprevistas puede ser
determinada por causas distintas a las señaladas y que afectan el normal desarrollo
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del juicio. Por ejemplo, falta intempestiva del fluido eléctrico; algún hecho catastrófico;
sismo; e incluso por falta de seguridad personal de los sujetos procesales. Puede
afirmarse que éstos casos de fuerza mayor material o fáctica debe afectar un
determinado número de audiencias, obstaculizándose la actividad regular por el
órgano jurisdiccional, es decir, el despacho; en este sentido, no puede aplicarse la
fuerza mayor a un solo proceso oral, sino a todos los de ese día. Así lo ha estimado la
fiscalía suprema cuando señala que la finalidad última del legislador es que el tracto
regular y sucesivo de audiencias o sesiones no se interrumpa tanto, que afecte en el
juzgador el conocimiento de la prueba o el análisis crítico de la misma, de tal modo
que vista una interrupción prolongada, aristas esenciales del juzgamiento sean
parciales o totalmente olvidadas, atentando contra el progresivo convencimiento o
convicción (criterio de conciencia) sobre la culpabilidad o inocencia del procesado. En
consecuencia, vencido el término previsto por la ley, no se puede continuar con la
audiencia y menos dictar sentencia, como ya lo han anotado la corte suprema.
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2.2.2. LA QUIEBRA: la audiencia se quiebra cuando por cualquiera de los supuestos
mencionados la suspensión es mayor de 8 días. Esta decisión judicial requiere de
resolución motivada y el efecto inmediato es la anulación de todos los actos
procesales realizados en el juicio; es decir, se dejan sin efecto las audiencias ya
realizadas y naturalmente todas las decisiones que en ella se han adoptado; es más,
no se puede utilizar lo dicho en el nuevo juicio oral pues deben tenerse como
inexistentes. La misma sala en el auto que la motiva debe señalar día y hora para un
nuevo juicio oral.
Cabe señalar que dada la importancia que tiene un juicio oral, llegar a la quiebra de la
audiencia por acto u omisión distinta a los casos de suspensión aludidos, merece la
adopción de las medidas disciplinarias y correctivas necesarias por las instancias
judiciales pertinentes o el foro, si se origina en la defensa.
Las facultades del órgano jurisdiccional se encuentran en relación con lo dispuesto por
la LOPJ y las normas de procedimientos penales. Podemos distinguir entre facultades
de dirección del juzgamiento y facultades de control y disciplinario.
Sánchez Velarde P. (2004), establece que las facultades del órgano jurisdiccional se
encuentran en relación con lo dispuesto por la LOPJ y las normas del código de
procedimientos penales. Podemos distinguir entre facultades de dirección del
juzgamiento y facultades de control y disciplinario.
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2.4.1. FACULTAD DE DIRECCION DEL JUZGAMIENTO; de acuerdo a lo previsto por
las normas de procedimientos, la sala penal dirige la fase del juzgamiento desde su
inicio hasta su decisión final o sentencia. En tal sentido, la responsabilidad recae en el
presidente de la sala y como tal le corresponde:
Son aquellas vinculadas a la actuación propia de los demás órganos judiciales y las
partes en el juicio, así como la de regularidad del procedimiento. En este sentido:
Ejerce control y puede imponer sanción disciplinaria durante el desarrollo del juicio
oral.
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2.5. ASPECTOS PREVIOS A LA AUDIENCIA:
Durante el juicio oral el acusado debe concurrir sin ligaduras ni prisiones, debiendo ser
acompañado de los miembros de la policía por motivos de seguridad, cuando se
encontrare en prisión. (Art. 212° del C. de P.P).
Toda la concurrencia en el juicio oral constará en actas que serán suscritas por los
sujetos procesales intervinientes.
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CAPITULO III:
“PREPARACION
DEL JUICIO Y DE
LOS TESTIGOS”
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3. DESARROLLO DE LA AUDIENCIA:
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familiarice con el escenario y sistema forenses, conozca las funciones de los otros
sujetos procesales y el sentido del contra interrogatorio del abogado adverso,
encaminado a restar credibilidad a su versión. (BAYTELMAN, A y otros. Material de
destrezas de litigación en juicio oral. P. 13 y 14.)
No está demás insistir que el sujeto procesal al que le toque impulsar una pretensión
quedará en completa orfandad e imposibilidad de actuar siquiera aceptablemente en el
juicio, si no cuenta con una teoría del caso o la que tiene es deficiente. Nadie debe
atreverse a trajinar los exigentes caminos del juzgamiento sin una brújula, ruta de
camino o mapa claro que le diga qué hacer en cada momento de las fases de esta
etapa principal del proceso común.
La teoría del caso, según Baytelman y Duce, es siempre un punto de vista, el ángulo
desde el cual ver toda la prueba, la posición que ofrecemos al juzgador para que
valore la información que el juicio arroja, de manera tal que si la adopta o asume
llegará a las conclusiones que le ofrecemos. Se trata de proveer al juez de un punto de
vista convincente, pues si no lo hacemos o nos entrampamos en algo ininteligible,
nuestro contrario lo hará. “Una vez que tengo definida mi teoría del caso la regla es
que ella domina todo mi actuar dentro del proceso, no hago nada que la contradiga,
pues cada vez que me alejo la teoría estipulada pierdo credibilidad”. No resulta difícil
entender por qué en un proceso a cada parte solo le es posible defender una teoría del
caso, lo contrario es fatal por los graves daños que suscita en la credibilidad de lo
afirmado. Así, por ejemplo, pierde todo crédito el abogado que defendiendo a su
cliente sostiene, a la vez: “Mi patrocinado no estuvo en el lugar de los hechos cuando
la víctima fue herida de bala. Sin embargo, si se acredita que estuvo ahí, no fue él
quien disparó. Finalmente, si se prueba que disparó, entonces lo hizo en legítima
defensa”. Nadie, ni el juez más novel o ingenuo, acogería tan zigzagueante e
incoherente estrategia defensiva.
La exposición de la teoría del caso se materializa en los alegatos, así, en los
preliminares cuando el fiscal manifiesta resumidamente los hechos objeto de la
acusación, la calificación jurídica y los medios probatorios pruebas que ofreció y fueron
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admitidos en la etapa intermedia; y, también, cuando, entre otros, el defensor del
acusado expone sus argumentos de defensa y las pruebas de descargo (artículo 371.2
del NCPP). Estas exposiciones breves y concisas tienen la virtud de ser la primera
información que sobre el asunto llega al juez, la versión o relato que cada parte
sostiene. Causar una inicial impresión favorable a este relato y sus argumentos es
importante para los propósitos estratégicos del fiscal o del abogado del acusado.
Aportar una versión amena, realista, ordenada cronológicamente, mostrar al juzgador
convencimiento en la eficacia de la prueba ofrecida, poner sobre la mesa alguna
debilidad o laguna, adelantando el impacto que podría surgir si en debate quien ventila
ello es la contraparte, criticar las alegaciones o posibles defensas de esta y terminar la
exposición apelando, sin exagerar, a lo emotivo, son componentes válidos de los
alegatos. (ANDRÉS A Y DUCE J (2004). COLECCIÓN DERECHO: Litigación penal,
Juicio oral y prueba.P.12-14)
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3.3.2. EL CONTRAINTERROGATORIO
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misma ante el juez, en ese instante, una equivocación al respecto bien puede trabar la
fluidez del juicio y desacreditar al que hace valer la objeción.
Los alegatos finales (artículos 386-390 del NCPP), conforme enseña Quiñones
Vargas, constituyen el episodio más interesante del proceso, porque integran el último
piso del edificio que esforzadamente se fue construyendo durante el íter procesal. Es
la última oportunidad que tienen las partes para dirigirse al juzgador e intentar
persuadirlo que tienen razón, de ahí que este profesor recomiende prepararlos con
gran pulcritud para:
1. Captar la atención del órgano jurisdiccional;
2. Insuflarlos de persuasión y sinceridad;
3. Transmitir emoción, sentimiento y vehemencia, sin caer en exageraciones
chocantes, reveladoras de falta de sinceridad;
4. Puntualizar los argumentos de derecho;
5. Emplear el lenguaje apropiado, repeliendo el improperio y alambicamiento;
6. Organizar meticulosamente cada idea y afirmación, respaldándola en la
información producida durante el juicio; y,
7. Rendir tributo a la brevedad y concisión, recordando que estas son los
manjares de los jueces.
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Admitido que la reforma procesal penal instituye el juzgamiento como la etapa medular
del proceso, que tal opción responde a exigencias constitucionales y requerimientos
de la propia realidad social del país, y que la implementación del nuevo modelo
depende en gran medida de que los operadores asuman con diligencia y convicción la
herramienta de la oralidad, desbrozando el camino obstruido por la cultura inquisitiva y
el estilo de trabajo sustentado en la escrituración y el culto al expediente, resta afirmar
la lógica conclusión consistente en que tal principio no basta para asegurar
automáticamente las metas reformistas, si los operadores no adquieren las habilidades
y destrezas de la litigación oral.
Andrés Baytelman sostiene que, si retrocedemos ante el reto de conocer, aprender y
utilizar las técnicas de litigación oral, tanto más necesarias cuando cada vez está más
cerca la fecha de inicio de aplicación progresiva del NCPP, según el calendario oficial
aprobado por Decreto Supremo 013-2005-JUS, publicado el 8 de octubre de 2005,
conforme al cual los primeros pasos habrán de darse en los distritos judiciales de
Huaura y La Libertad, el 1 de febrero y 1 de agosto de 2006. (RODRÍGUEZ M (2013)
La implementación del nuevo proceso penal peruano y las técnicas de litigación oral.
P.1-8)
34
CONCLUSIONES
.
3. La importancia del juicio público y oral no solo es destacada por la
Constitución vigente sino también en tratados internacionales de los que el
Perú es parte.
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REFERENCIAS
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