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MARX
(SIN ISMOS)
E l V iejo T opo
Francisco Fernández Buey
PARA LA TERCERA
CULTURA
Karl Marx
SOBRE EL SUICIDIO
Antonio Tello
DICCIONARIO POLÍTICO
Elmar Altvater
EL FIN DEL CAPITALISMO
TAL Y COMO LO
CONOCEMOS
FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY
Marx
(sin ismos)
El V iejo T opo
© Francisco Fernández Buey, 1998
Edición propiedad de El Viejo Topo /Ediciones de Intervención Cultural
Diseño de la cubierta: Miguel R. Cabot
ISBN: 978-84-95776-93-8
Depósito legal: B-38.423-98
Impreso por Ulzama
Impreso en España
Printed in Spain
En recuerdo de Manuel Sacristán
y Giulia Adinolfi,
comunistas,
a los que amamos
y de los que aprendimos
PRÓLOGO
Karl Marx ha sido, sin duda, uno de los faros intelectuales del
siglo X X . Muchos trabajadores llegaron a entender, a través de la
palabra de Marx, al menos una parte de sus sufrimientos cotidia
nos, aquella que tiene que ver con la vida social del asalariado. M u
chos obreros, que apenas sabían leer, le adoraron. En su nombre se
han hecho casi todas las revoluciones político-sociales de nuestro
siglo. En nombre de su doctrina se elevó también la barbarie del
estalinismo. Y contra la doctrina que se creó en su nombre se han
alzado casi todos los movimientos reaccionarios del siglo XX.
El siglo acaba. Prácticamente toda forma de poder que haya na
vegado durante estos cien años bajo la bandera del comunismo ha
muerto ya. No sabemos todavía lo que darán de sí las “revoluciones
pasivas” de este final del siglo X X , que han nacido del temor al
espectro del comunismo y del horror que produjo la conversión de
la doctrina comunista en Templo. Sería presuntuoso anticipar lo que
se dirá en el siglo XXI sobre esta parte de la historia del siglo X X .
Pero una cosa p a r e c e segura: en el siglo X X I, cuando se lea a Marx,
se le leerá como se lee a un clásico.
A veces se dice: los clásicos no envejecen. Pero eso es una imper
tinencia: los clásicos también envejecen. Aunque, ciertamente, de
otra manera. Un clásico es un autor cuya obra, al cabo del tiempo,
ha envejecido bien (incluso a pesar de sus devotos, de los templos
levantados en su nombre o de los embalsamamientos académicos).
Marx es un clásico. Un clásico interdisciplinario. Un clásico de la
filosofía mundanizada, del periodismo fuerte, de la historiografía
con ideas, de la sociología crítica, de la teoría política con punto de
vista. Y, sobre todo, un clásico de la economía que no se quiere sólo
crematística. Contra lo que se dice a veces, no fue Marx quien exal
tó el papel esencial de lo económico en el mundo moderno. Él to
mó nota de lo que estaba ocurriendo bajo sus ojos en el capitalismo
del siglo XIX. Fue él quien escribió que había que rebelarse contra
las determinaciones de lo económico. Fue él quien llamó la aten
ción de los contemporáneos sobre las alienaciones implicadas en la
mercantilización de todo lo humano. Leen a Marx al revés quienes
reducen sus obras a determinismo económico. Como leyeron a
Maquiavelo al revés quienes sólo vieron en su obra desprecio de la
ética en favor de la razón de Estado.
II
III
IV
VI
VII
Marx sin ismos, digo. Pero ¿es eso posible? Y ¿no será eso desvir
tuar la intención últim a de la obra de Marx? ¿Se puede separar a
Marx de lo que han sido el marxismo y el comunismo modernos?
¿Acaso se puede escribir sobre Marx sin tener en cuenta lo que han
sido los marxismos en este siglo? ¿No fue precisamente la inten
ción de Marx fundar un ismo, ese movimiento al que llamamos
comunismo? ¿Y no es precisamente esta intención, tan explícita
mente declarada, lo que ha diferenciado a Marx de otros científicos
sociales del siglo XIX ?
Para contestar a esas preguntas y justificar el título de este libro
hay que ir por partes. Marx fue crítico d el marxismo. Así lo dejó es
crito M axim ilien Rubel en el título de una obra importante aun
que no m uy leída. Rubel tenía razón. Que Marx haya pretendido
fundar una cosa llam ada marxismo es más que dudoso. Marx tenía
su ego, como todo hijo de vecino, pero no era Narciso. Es cierto,
en cambio, que mientras Marx vivió hubo algunos que le aprecia
ron tanto como para llamarse a sí mismos marxistas. Pero también
lo es que él mismo dijo aquello de “yo no soy m arxista”.
Con el paso del tiempo y la correspondiente descontextuali-
zación, esta frase, tantas veces citada, ha ido perdiendo el signifi
cado que tuvo en boca de quien la pronunció. Escribir sobre Marx
sin ismos es, pues, para empezar, restaurar el sentido originario de
aquel decir de Marx. Restaurar el sentido de una frase es como vol
ver a dar a la pintura los colores que originalm ente tuvo: leerla en
su contexto. Cuando Marx dijo a Engels, al parecer un par de veces,
entre 1880 y 1881, ya en su vejez, “yo no soy marxista”, estaba
protestando contra la lectura y aprovechamiento que por entonces
hacían de su obra económica y política gentes como los “posibilis-
tas” y guesdistas franceses, intelectuales y estudiantes del partido
obrero alemán y “am igos” rusos que interpretaban mecánicamente
El capital.
Por lo que se sabe de ese momento, a través de Engels, Marx dijo
aquello riendo. Pero más allá de la broma queda un asunto serio: a
Marx no le gustaba nada lo que empezaba a navegar entre los pró
ximos con el nombre de marxismo. Por supuesto, no podemos sa
ber lo que hubiera pensado de otras navegaciones posteriores. Pero
lo que sabemos da pie a restaurar el cuadro de otra manera. No
querría engañar a nadie: hacer de restaurador tiene algunos peli
gros, el principal de los cuales es que, a veces, uno se inventa colo
res demasiado vivos que tal vez no eran los de la paleta del pintor,
sino los que aman nuestros ojos. Tratándose de texto escrito pasa
algo parecido. Pero afrontar ese riesgo vale la pena. Y afrontarlo no
tiene por qué im plicar necesariamente declararse marxista. Esa es
otra cuestión. No hay por qué entrar en ella aquí. De la seria broma
del viejo Marx sólo pueden deducirse razonablemente dos cosas.
Primera: que al decir “yo no soy m arxista” el autor de la frase no
pretendía descalificar a la totalidad de sus seguidores ni, menos
aún, renunciar a sus ideas o a influir en otros. Y segunda: que para
leer bien a Marx no hace falta ser marxista. Quien quiera serlo hoy
tendrá que serlo, como pretendía el dramaturgo alemán Heiner
Müller, necesariamente por comparación con otras cosas. Y con sus
propios argumentos.
VIII
IX
A sp ir a n t e a ju r is t a y ja r a n e r o
A m o r y filosofía
El verano y parte del otoño de 1836 los pasó Karl Marx en Tré
veris, donde se prometió en secreto con Jenny von Westphalen
(1814-1881). La fam ilia de los Von Westphalen pertenecía a la no
bleza prusiana, por lo que el inicio de la relación de Karl y Jenny
no fue precisamente fácil. Cuando Karl, siguiendo las reglas de so
ciedad de la época, pidió oficialmente la mano de Jenny, los padres
de ésta contestaron con una negativa categórica. Jenny cayó enfer
ma de depresión y necesitó tratamiento médico durante algún
tiempo. Ludwig von W estphalen, el padre de la novia, se hizo en
tonces más comprensivo; pero, luego, la muerte del padre de Marx,
en 1838, y la del padre de Jenny, en 1842, volvió a complicar las
cosas por las reticencias de las madres. La relación a distancia, hasta
la boda, duraría siete años. Durante ese tiempo Karl Marx estuvo
inquieto y a veces irascible. Por lo que sabemos, su estado de
ánimo oscilaba entre la añoranza, la melancolía, la desesperación y
la protesta frente a la conducta de los mayores. Todavía poco antes
de casarse, a los veinticuatro años, cuando era ya conocido como
“Doktor Marx”, escribía a un amigo:
E n B e r l ín
P a s ió n in t e l e c t u a l y p a s ió n a m o r o s a
Poco a poco el joven Marx parece haber ido perdiendo interés por
las clases universitarias. Ya en 1838 se siente más a gusto en las
discusiones sobre religión y política en el Club de los Doctores
(una asociación de universitarios posgtraduados, de la que formaba
parte con personas de más edad que él), o en las tertulias literarias
que se celebraban en el salón de Bettina von Arnim, en Unter den
Linden, que cumpliendo con los manuales y las clases universi
tarias. En el Club de los Doctores conoció y trató Marx a algunos
de los principales exponentes jóvenes de la cultura berlinesa de la
época: a J . F. Koppen, historiador, estudioso de la revolución fran
cesa, quien le dedicó, en prueba de am istad, un folleto sobre Fe
derico el Grande; a Bruno Bauer, el jefe de los jóvenes hegelianos,
que personificaba la crítica de entonces y que orientaría pronto su
tesis doctoral; y a Adolf Rutenberg, profesor y periodista, que le
introdujo en el mundo del publicismo. Para un joven de carácter
polémico, en cuya cabeza bullían constantemente ideas y pensa
mientos nuevos, el Club de los Doctores representaba ante todo la
libertad de crítica que no podía encontrar en la Universidad, la dis
cusión en torno a la recuperación del verdadero cristianismo desfi
gurado por la m itología, la protesta contra la religión oficial iden
tificada con el Estado, la configuración de un liberalismo cons
titucional opuesto al absolutismo prusiano.
Pero la pasión intelectual le resultaba al joven estudiante berlinés
insatisfactoria. A ella se superpone constantemente la pasión amo
rosa alim entada, como suele ocurrir, por las reticencias familiares y
por la distancia de la persona amada.
Poco después de llegar a Berlín, todavía en 1836, el joven Karl
escribe sobre el descubimiento de un mundo nuevo: “el mundo del
amor”. Y cuando Jenny von W estphalen, enamorada pero discreta,
le prohibe, en tono cortés y educado, que continúe una correspon
dencia que la hace llorar más de una vez, Marx describe el propio
estado de ánimo hablando de “ebriedad nostálgica” y ve su alma
llena de fantasmas. Eran seguramente los fantasmas de un nuevo
romanticismo, en el que la añoranza interior y la nostalgia, confe
sadas al padre, contrastan con la expresión grandilocuente de los
sentimientos en uno de los poemas dedicados a la amada:
R o m a n t i c i s m o y h e g e l ia n i s m o
[...I
De “Oulanem”:
H u m a n a so b e r b ia
E n el j a r d í n d e E p i c u r o
Los intentos prácticos, por muy peligrosos que lleguen a ser, inclu
so en gran escala, pueden contestarse con cañones. Pero las ideas con
cebidas por nuestra inteligencia, incorporadas a nuestra perspectiva y
forjadas en nuestra conciencia son cadenas que no podemos quebran
tar sin desgarrar nuestros corazones; son demonios que no podemos
vencer sino sometiéndonos a ellos.
EN LA NAVE DE LOS LOCOS
El m é t o d o de t r a b a jo
P e r f il a n d o el e st il o
M u n d a n i z a r l a f il o s o f ía
C o n t r a l a l ó g ic a del e g o ísm o
A n a t o m ía d e l a so c ie d a d
Si hay algo a lo que valga la pena llam ar marxismo ese algo nació
de este talante, como vió m uy bien, por cierto, el poeta y dra
maturgo Bertolt Brecht y como recordaba hace ya algunos años el
marxólogo M axim ilien Rubel.
DE LA CRÍTICA DE LA RELIGIÓN
A LA CRÍTICA DE LA POLÍTICA
E n P a rís
L a c u e st ió n j u d í a
E m a n c ip a c ió n p o l ít ic a y e m a n c ip a c ió n h u m a n a
S u p e r a r el e n f o q u e t e o l ó g i c o - r e l i g i o s o
¿F ue M a r x a n t ise m it a ?
De l a c r í t i c a d e l a r e l i g i ó n a l a c r í t i c a d e l a p o l í t i c a e st a t a l
D e sc r ip c ió n d e lo s M a n u s c r it o s de 1844
A l ie n a c ió n del t r a b a j o , a l ie n a c ió n h u m a n a
E m a n c ip a c ió n y c o m u n is m o
P r e c i s a n d o l o s s e n t i d o s d e l t é r m i n o “c r í t i c a ”
En B ru se la s
“N u n c a l a i g n o r a n c i a a y u d ó a n a d i e ”
De l a c r ít ic a de la id e o l o g ía a l a f o r m u l a c ió n del n u e v o
MATERIALISMO
M a t e r ia l ism o p r á c t ic o
M a t e r ia l is m o h is t ó r ic o
E c o n o m í a y é t ic a
U n TEXTO EXCEPCIONAL
U n c lá s ic o p a r a lo s d e a b a jo
En la t r a d ic ió n l ib e r a d o r a , m á s a l l á de l a u t o p ía
Eran, aquéllos, libros admirables que los de arriba, los que man
daban y los que mandan, pueden leer hoy casi siempre sin turba
ción. Pasado el tiempo en que fueron escritos, y limadas sus aristas
críticas, pueden ser leídos desde el Olimpo incluso con delectación
y placer estético. Los profesores pusieron al pie de sus páginas notas
cultas y convenientes, y ahora algunos de estos libros pueden ser
comprensiblemente entendidos incluso como lo contrario de lo que
sus autores pretendían decir a sus contemporáneos.
No así el M anifiesto comunista.
Este valora equilibradamente [OME 9, 164-169] lo que han sido
la literatura y las actividades de los primeros socialistas y comunistas
modernos, de Babeuf, Saint-Simon, Fourier y Owen, principal
mente. Se enclava de manera explícita en esa tradición liberadora que
ha surgido en Europa cuando todavía no se había desarrollado la
lucha entre el proletariado y la burguesía. Alaba la intención de
todos aquellos en su esfuerzo por buscar una ciencia social en la que
basar las condiciones ideales para la liberación de los de abajo, su
papel histórico en la ilustración y esclarecimiento de los obreros, el
carácter de su crítica al orden establecido y, sobre todo, los princi
pios positivos, alternativos, que han propugnado: la proclamación
de la armonía social, la abolición de la oposición entre ciudad y
campo, la abolición de la fam ilia tradicional y del beneficio priva
do, su idea de que el estado debe transformarse en una mera adm i
nistración de la producción.
Pero, una vez más, también en el M anifiesto, Marx se hace críti
co de los críticos que han fundado la propia tradición liberadora y,
sobre todo, de los principales discípulos de éstos, que son sus con
temporáneos. En el M anifiesto hay dos críticas distintas a la utopía
y a los utopistas. La primera, a la naturaleza fantasiosa o fantástica
de algunas de las construcciones teóricas de los utopistas y de algu-
ñas de las medidas que éstos propugnaron. La segunda, al anacro
nismo que representa seguir pidiendo a los de arriba que hagan
algo por cambiar la sociedad en una fase histórica en la que los de
abajo empiezan a tener voz propia, a organizarse políticamente. El
tono de estas dos críticas es también diferente. En el prim er caso se
disculpan las fantasías de los clásicos de la utopía atendiendo al
momento histórico en que fueron formuladas. En el segundo caso,
al referirse a cabetianos, owenistas y fourieristas contemporáneos,
se acentúa el distanciamiento con el sarcasmo: Icaria y los falanste-
rios son ya, para Marx, “un edición en dozavo de la nueva Jeru-
salén”. Aún así, al anunciar ese distanciamiento, el M anifiesto no ha
puesto el acento en la contraposición entre la “utopía” de los otros
y la “ciencia” propia, sino en la distinta valoración del momento
histórico y en la prim acía que, en éste, cobra el elemento político.
La superación de la utopía social, viene a decir Marx, pasa por la
elevación del proletariado a clase independiente y ésta im plica la
autonomía política de los trabajadores en la lucha social.
Un texto perturbardo r
M a n if ie st o , n o c a t e c ism o
D a r n o m br e a las c o sas
1848
P a r t id o
D e m o c r a c ia y r e v o l u c ió n
Las carnicerías sin resultado que se han producido desde los días de
junio y octubre, el aburrido festín de sacrificios que se ha desarrollado
desde febrero y marzo, el canibalismo de la propia contrarrevolución,
convencerá a los pueblos de que sólo hay un medio para abreviar, sim
plificar y concentrar los criminales estertores agónicos de la antigua
sociedad y los sangrientos dolores de parto de la nueva sociedad: el te-
rrorisno revolucionario.
E n L o n d r e s : l a d e r r o t a y el d r a m a
Cariño mío:
Tengo delante de m í tu viva imagen, te acojo en mis brazos, te beso
desde la cabeza a los pies, caigo ante tí de rodillas y musito “Señora,
te amo”. Y te quiero mucho más de lo que el Moro de Venecia amó
nunca. El mundo falso y corrupto concibe los caracteres de todos los
hombres igual de falsos y corruptos. ¿Quién de mis muchos enemi
gos calumniadores y con lengua de serpiente pudo jamás acusarme de
poseer vocación para representar el principal papel de amante en un
teatro de segunda clase? Y, sin embargo, es verdad {...] El amor, no del
hombre feuerbachiano, ni de los metabolismos de Moleschott, ni del pro
letariado, sino el amor del cariño de uno, o sea, tú, convierte al hombre
de nuevo en hombre. De hecho, hay muchas mujeres en el mundo y algu
nas de ellas son hermosas. Mas ¿dónde encontrar otro rostro de cuyos ras
gos únicos, incluso pliegues, no vengan los más grandes y dulces recuerdos
de mi vida? Puedo incluso leer en tu dulce rostro mis infinitas tristezas,
mis irreemplazables pérdidas, y besando tu rostro alejo mis tristezas. “Se
pultado en tus brazos, despierto por tus besos.” Esto es: en tus brazos y por
tus besos. Y guarden los brahamanes y pitagóricos su doctrina de la reen
carnación y el cristianismo la de la resurrección.
El l a r g o a d ió s a l p a r t id o
P e r io d ism o y c r ó n ic a h is t ó r ic a
L
M anifiesto. Las características del “fantasma” no son aún definidas,
pero una cosa parece insinuarse: recorre algo más que Europa.
Analizadas las causas de la derrota de 1848-1849 y después de
adm itir que el nuevo ciclo restaurador iba a ser largo, Marx siguió
manteniendo, sin embargo, la perspectiva revolucionaria. En su
opinión, una cosa era la crítica de las ilusiones (del pasado y del
presente) y otra, m uy distinta, el mantenimiento de la previsión
revolucionaria. Las esperanzas de Marx, en este aspecto, fueron va
riables. Podría decirse que cada uno de los levantamientos, luchas
de liberación nacional, movimientos de rebeldía, insurrecciones de
los de abajo y guerras de ese período fue interpretado por él como
un aldabonazo, como una señal de la futura revolución europea. La
imbricación existente entre revolución y restauración era tal para
Marx que en aquellos años incluso en los movimientos reacciona
rios o contrarrevolucionarios llegó a ver anuncios de un cambio de
ciclo o de época. No por lo que eran en sí, sino por lo que podían
suscitar en la otra parte.
Hay, sin embargo, una variación importante respecto de lo que
había pensado durante el ciclo de 1848-1849: la revolución per
manente, que tenía que haber enlazado revolución democrática y
revolución proletaria, no era vista ya por Marx como un proceso
ininterrumpido y rápido, sin solución de continuidad, sino como
un horizonte, como un marco general definidor de todo un perío
do histórico. A comienzos de la década, Marx tenía sus esperanzas
puestas en la guerra de las que llam aba potencias de la civilización
(Alemania, Inglaterra y Francia) contra Rusia, siempre con la con
sideración de que el acabamiento por la fuerza de la barbarie abso
lutista que representaba el zarismo volvería a encender la chispa
revolucionaria en Europa. Hacia 1854 Marx había llegado al con
vencimiento de que Europa, la Europa de las instituciones ofi
ciales, la Europa diplom ática, estaba podrida. Y en esa fase Marx se
ha convertido en un rusófobo, obsesionado por las maniobras d i
plomáticas del zarismo, por el expansionismo ruso y por la conni
vencia de las cancillerías occidentales, en particular de Inglaterra,
con aquel absolutismo.
A partir de entonces, y hasta 1864, momento en que se crea la
Internacional, todo lo que se moviera en los márgenes del sistema
capitalista le pareció a Marx una buena noticia: los motines y pro
nunciamientos en España, por lo que podían tener de contagio en
Europa; las luchas de liberación en Italia, por lo que debilitaban a
las monarquías y por lo que podían significar para la revolución en
Alemania y en Austria; la resistencia irlandesa, por su carácter ten-
dencialmente proletario y por lo que podía significar en el soca-
vamiento de la estabilidad en Inglaterra; la resistencia polaca,
porque recuperaba los ideales democráticos contra el prusianismo
y el zarismo; la resistencia en la India, porque ponía de manifiesto
las contradicciones del capitalismo colonialista; el incipiente mo
vimiento en favor de la emancipación de los siervos en Rusia,
porque daba la señal de una nueva época en el bastión de la barba
rie; la mera existencia de la izquierda cartista en Inglaterra, porque
ponía de manifiesto que no se había perdido del todo el espíritu de
la transformación social en un sentido socialista. Y así sucesiva
mente.
Pero, insisto, para el Marx de la década de 1850 todo eso eran
meras señales, indicios o aldabonazos que suscitan esperanzas. Lo
verdaderamente nuevo en este período es la gestación de una pers
pectiva m undialista. Y en ella se incuban también algunas dudas.
Incluso en los momentos en que Marx ha pensado que el horizonte
revolucionario volvía a abrirse en Europa, esta nueva perspectiva
fue acompañada de dudas sobre su resolución. Véase si no el inte
rrogante con que Marx acaba una carta escrita a Engels en octubre
de 1858: “La tarea propiamente dicha de la sociedad burguesa es la
creación de un mercado m undial, al menos en sus líneas más gene
rales, y de un sistema de producción basado en él. Puesto que la
tierra es redonda, esa tarea parece finalizada con la colonización de
California y Australia y con la apertura de China y Japón. Para no
sotros el problema clave es el siguiente: la revolución parece inm i
nente en el Continente y ésta adquirirá enseguida un carácter
socialista, pero ¿no será aplastada necesariamente en este pequeño
espacio, teniendo en cuenta que, en un terreno mucho más amplio,
el movimiento de la sociedad burguesa es aún ascendente?”.
Si hemos de contar desde el prim er anuncio de su proyecto, en
los M anuscritos de P arís, hasta la aparición del libro primero de El
capital, en 1867, habría que decir que Marx trabajó durante vein
tidós o veintitrés años en la preparación y redacción de lo que a ve
ces llam aba su “Economía”. No pudo, sin embargo, dedicarse con
continuidad a ello. Entre 1845 y 1850 sólo pudo dedicar algunas
semanas, durante el viaje de Bruselas a Manchester y Londres, al
estudio de m aterial económico. Una vez establecido Marx en Lon
dres, desde 1850, este trabajo avanzó entre períodos de dedicación
casi exclusiva a la redacción de lo que sería El capital y nuevas
interrupciones motivadas por su intervención en asuntos políticos,
por las dificultades familiares, por diversas enfermedades y, desde
1864, por los compromisos adquiridos en la organización de la Pri
mera Internacional.
En cualquier caso, contando desde que se puso realmente a la
obra hasta que consiguió dar forma definitiva al libro primero de
El capital, Marx habrá dedicado a este proyecto catorce o quince
años. Y como no dejó de trabajar en la “Economía” hasta que le
abandonaron las fuerzas, en el verano de 1878, está justificado aña
dir que la suma de la Contribución a la crítica de la economíaapolítica
(1859) más los manuscritos de 1858-1859 conocidos con el nom
bre de G rundrisse más las Teorías de la p lu sva lía (redactadas en lo
esencial entre 1862 y 1863) más el m aterial reunido por Engels en
los libros segundo y tercero de El capital (en el que Marx trabajó
hasta 1878) constituye, en efecto, la obra de su vida. Una obra de
dimensiones más que notables aunque de redacción desigual y,
desde luego, inacabada.
Un trabajo de tales dimensiones parece que merece el nombre de
“investigación”, aunque muchos de los que hoy investigan durante
el cuatrimestre libre en nuestras facultades de economía tiendan
ahora a negar tal título al trabajo del viejo trueno. Schumpeter, que
era de otra estirpe, sabía más de eso y así lo dejó dicho en su histo
ria del análisis económico. Pero también es verdad que Marx con
sideró aquel trabajo científico suyo, aquella investigación de eco
nomista sobre el economizar realmente existente bajo el capitalis
mo, como la fundamentación de una práctica integralm ente social.
En el conjunto de materiales (definitivamente redactados, en curso
de redacción o sólo pergeñados) que constituye su Economía Marx
trató de hacer complementarias teoría y decisión político-moral,
proposiciones sobre lo que hay y valoraciones, juicios de hechos y
juicios de valor, probablemente porque, como él mismo dijo en
cierta ocasión que viene al caso, para entender los conflictos entre
capital y trabajo hace falta cierta penetración científica y algo de
am or a los hombres.
No subrayaría esto últim o si no fuera porque así como en lo de
la penetración científica para entender las manifestaciones sociales
hoy en día todos estamos de acuerdo, en cambio, en aquello otro
del “algo de amor a los hombres” no suelen fijarse mucho sus intér
pretes de ahora. Pues se ha ido extendiendo la tendencia a leer esta
parte de la obra de Marx, cuando se la lee, como si se tratara de un
científico amoralista, candidato a hacer de caricatura de la desvin
culación axiológica weberiana, el cual, de tarde en tarde, escribiera
panfletos incendiarios para librarse del malhumor que le producían
sus forúnculos. Como el propio Marx hizo alguna broma sobre esto
(“la burguesía no olvidará mis forúnculos”), en el pecado lleva la
penitencia. La conversión académica de Marx en esa caricatura y, de
otra parte, la particular noción de aquel “algo” de amor (y de odio)
a los hombres que tuvieron algunos de los ismos que navegaron
con el nombre de marxismo en el siglo X X han dado como resulta
do una situación intelectualmente catastrófica en lo que hace a la
recepción de la Economía de Marx.
Solo aduciré un dato a este respecto. En la fase de implantación
de la ideología conocida con el nombre de marxismo-leninismo se
ignoró casi por completo la mejor reconstrucción histórico-crítica
del proyecto científico de Marx, la llevada a cabo por Henryk
Grossmann en 1929- Cuando el marxismo se convirtió casi en una
moda intelectual, entre 1968 y 1977, se impuso la peor de las lec
turas de El capital, el Lire Le capital althusseriano (como hoy sabe
mos bien a partir de esa tremenda confesión que es L 'aven ir dure
longtemps) y apenas se prestó atención a los autores que de verdad
sabían de qué iba la cosa, a los autores que estaban estudiando a
Marx como a un clásico: a Otto Morf, a Román Rosdolsky, a Ma-
xim ilien Rubel y, entre nosotros, a Manuel Sacristán. Y cuando,
pasados los furores academicistas y politicistas, ya en los años
ochenta, parecía que, por fin, se iba a estar en disposición de poder
leer la obra científica de Marx con las garantías de una nueva edi
ción histórico-crítica de todos sus manuscritos [véase la nota edi
torial de Sacristán en OME 42, XIV-XV}, el mundo del marxismo
se vino abajo, un nuevo politicism o, de signo contrario, se impuso,
se perdieron hasta las huellas del trabajo crítico de los mentados y
el “siglo corto” quedó a la espera.
Aunque sólo sea por eso ya se puede decir que el Marx de la Eco
nomía (y el Marx de los estudios etnológicos y el Marx “tardío” de
los estudios sobre Rusia) será un descubrimiento para las personas
cultas del siglo XXI.
Ec o n o m í a e h i s t o r i a e c o n ó m i c a
Sobre el f u n c io n a m ie n t o del c a p it a l is m o
M étodo, e st il o , p u n t o de v is t a
C r ít ic a del c a p it a l is m o y de l a c iv il iz a c ió n b u r g u e s a
O tra a m b iv a l e n c ia : o b r a a b ie r t a y sis t e m a
P r e c isio n e s so b r e f r a t e r n id a d e in t e r n a c io n a l is m o
P r e c isio n e s so b r e v io l e n c ia y r e v o l u c ió n
P r e c isio n e s s o b r e c o m u n is m o
Ú l t im a s p r e c isio n e s
I. O B R A S DE K A R L M A R X
El detalle es el siguiente:
III. INTERPRETACIONES DE LA O B R A DE M A R X
AIT: 158, 181, 182, 197, 198, Blanc, Louis, 68, 159
203, 204, 205, 206, 207, 208, Blanqui, 83, 86
2 1 0 , 2 1 1 , 2 1 6 , 232 Bloch, E., 97
Alemania, una leyenda in vern al, Bloom, Salomon F., 84
69, 127 Blumenberg, Werner, 84
Althusser, Louis, 138, 230 Born, Stephan, 120
Amelio, Gianni, 23 Brecht, Bertolt, 11, 20, 21,
Anales de la P atria, 220, 221 67, 145, 147, 168
Anales Franco-alem anes, 54, 72 B revísim a relación de la destrucción
Andreas, Bert, 158 de las Indias, 151
Angelopoulos, 22 Burns, Mary, 199
Annenkov, Pavel, 120, 121, 122
A nti-D ühring, 198, 204 Cabet, 61, 68, 96, 109
A pología de Sócrates, 151 Calvino, Italo, 132
Arendt, Hanna, 97 Canto a los tejedores, 70ss
Aristóteles, 42, 119 Cervantes, 30
Armin, Bettina v., 32, 40 Chernishevski, N ikolai G., 219,
Arru, A., 232 ch, B., 49 22 0 , 2 2 1
Cicerón, 46
Babeuf, 149 Claudín, F., 231
Bacon, Francis, 128 Clemente de Alejandría, 46
Bakunin, M ijail, 68, 70, 83, 86, Cohén, Gerald, 193, 232
120, 1 4 6 ,2 1 4 Comuna de París, 12
Balzac, 20, 94, 190 Considerant, 68
Bauer, Bruno, 32, 42, 43, 44, Contribuáón a la crítica de la economía
46, 48, 49, 51, 52, 57, 73, 74, política, 178,182,189,190,202,218
75, 77, 79, 1 0 0 ,1 1 3 Crítica de la economía política, 63,123
Bauer, H ., 165 C rítica de la filo so fía hegeliana del
Beaumont, 75, 76 Derecho, 87
Bentham, 139, 142 C rítica d el program a de G otha,
Bergamín, 72 198,212
Berger, John, 21, 23
Berlín, Isaiah, 18, 138, 230 Danielson, N ikolai F., 218
B iblia, 146, 151 Dante, 30, 45
Bignani, Enric, 213 Darwin, 190
D el socialism o utópico a l socialismo Enzensberger, H. M., 120, 121,
científico, 204 211, 229
Demócrito, 42, 46 Escorpion u n d Félix, 34
Demuth, Helene, 119, 173 Escritos de ju ven tu d, 27, 32, 55,
Derrida, Jacques, 230 57, 74
Diderot, 11, 25 Escritos sobre Epicuro, 48
Diógenes Laercio, 46 Escritos sobre R usia, 221
D ivina Comedia, 45 Escuela histórica del Derecho,
Dobb, M ., 232 3 1 ,8 9
Dostoievski, 46, 209, 217 Esencia d el cristianismo, 50, 51
Durand, P., 230 Estatismo y anarquía, 214
Dussel, Enrique, 230 Estética, 31, 40
Estobeo, 46
Educación estética, 27
Einstein, 176 Federico Guillermo IV, 40, 43, 62
El capital, 13, 16, 54, 84, 100, Fenomenología d el Espíritu, 34,
178, 179, 182ss, 185, 188, 96,110
189, 190, 191, 192, 194, 195, Feuerbach, Ludwig, 50, 51, 67,
197, 198, 199, 200, 202, 204, 68, 73, 95, 97, 100, 102, 114,
218, 219, 220, 221, 223, 224 115, 126, 133, 1 3 4 ,1 3 7
El 18 brumario de Luis Bonaparte, Fourier, 61, 83, 86, 96, 149
1 7 2 ,1 7 9 Freiligrath, Ferdinand, 120, 177
El M anifiesto en verso,\45 Fromm, E., 97
El origen de las especies, 190
El Príncipe, 151, 168 G aceta Renana, 43, 44, 46, 48,
Elíade, Mircea, 65 52, 5 5 ,6 1 ,6 2 , 6 3 ,8 9 , 96
Elster, Jon, 230 G alli, Giorgio, 19
Emilio, 27 Gans, Eduard, 31
Engels, 16, 52, 72, 85, 86, 94, Goethe, 11, 12, 27, 34, 35, 40,
100, 118, 120, 121, 122, 124, 5 0 ,2 1 9
125, 137, 138, 145, 146, 148, Goldsmith, 34
152, 153, 154, 156, 157, 158, Gramsci, Antonio, 131
159, 165, 172, 175, 178, 179, G randes ambiciones, 21, 23
181, 189, 190, 198, 199, 200, Graziani, Augusto, 187
202, 204, 205, 217, 218, 224, Grossmann, Henryk, 183, 232
2 2 5 ,2 2 6 G rundrisse, 182, 190, 195, 202
Epicuro, 42, 46ss, 48, 84 Guizot, 72, 118
Hamilton, 75, 76 La em ancipación, 146
Hartmann, Lev, 218 La guerra civ il en Francia, 213
H egel, 1 1 ,3 1 ,3 4 ,4 2 ,4 3 ,4 6 ,4 9 , La ideología alemana, 41, 54,
50, 51, 73, 87, 90, 96, 99, 100, 100, 114, 122, 125, 126, 127,
1 0 1 ,1 0 2 ,1 1 3 ,1 2 6 ,1 8 9 , 190 134, 135, 137, 193, 199
Heidegger, M ., 97 La m irada de Ulises, 22
Heine, H., 12,34, 38,40, 50,51, La sagrada fa m ilia (o La crítica
6 6 ,6 7 ,6 8 ,6 9 ,7 0 ,7 1 ,7 3 ,1 2 7 de la crítica crítica ), 72, 73, 95,
Herwegh, Georg, 68, 69 99, 134, 143
Hess, Moses, 44, 49, 51, 55, 122 La situación de la clase obrera en
Heubel, Karoline, 30 Inglaterra, 120, 138
Hinkelammer, 230 La tierra de la gra n promesa, 21ss
Hirsch, H elm ut, 84 La voluntad d el Pueblo, 221
Hobbes, 148 Lafargue, Paul, 94, 200, 206, 230
Hoffmann, E.T.A., 34 Lamartine, 68
Holbach, 50 Lamennais, 68
Hdlderlin, 2 7 ,3 4 ,4 2 ,6 4 ,6 6 , 134 Lamerica, 23
Homero, 28, 29 Las Casas, Bartolomé de, 81, 151
Hume, 42 Las luchas de clases en Francia,
Hyperion, 27, 66, 67, 134 1 7 2 ,1 7 9
Lassalle, Ferdinand, 85,1 76,190,
Impresiones de viaje, 34 209
Introducción a la crítica ck la filosofía Lavrov, Pétr L., 218
hegeliana del derecho, 64, 66, 73, 87 Le Pesant Boisguillibert, Pierre,
100
Jesús de Nazaret, 17 Lecciones sobre la filo so fía de la his
Jruschef, 83 toria universal, 34
Lecciones sobre la historia de la
Kagi, Paul, 98, 231 filosofía , 46
Kant, 42 Leibniz, 42, 199
Kóppen, J.F., 32 Leigh, M ike, 21
Korsch, Karl, 18, 119, 131, 226, Lenin, 22, 23, 214
231 Leopardi, G., 33, 41, 90
Kovalevski, Maxim M., 216,218, Leroux, 68
222,223 Lessing, 11, 12, 25, 31, 50, 81
Krader, Lawrence, 223, 225, 232 Lessner, Friedrich, 121
Kugelmann, 193, 199, 202 Libro negro d el comunismo, 19
Kusturica, Emir, 22 Liebig, Justus, 195
Lifschitz, M ijail, 36, 40, 231
L 'avenir dure longtemps, 183 Liga de los Comunistas, 123,
124, 125, 158ss, 167, 171, 175, cismo, 33ss; tesis doctoral (Epi-
177,209 curo, Demócrito), 46ss; G aceta
Lincoln, 211 Renana, 49ss y 55ss; estilo lite
Lire Le C apital, 183, 230 rario juventud, 52ss; Introduc
Lógica, 190 ción a la crítica de la filo so fía he-
Longuet, Charles, 30 gelia n a d el derecho, 66ss y 87ss;
Lopatin, Germán A., 218,220,226 París, 68ss; La cuestión ju día,
Lorenzo de Médicis, 168 74ss; Manuscritos de 1844, 94ss;
Lowy, M., 231 Bruselas, 119ss;L¿z ideología ale
Lubbock, John, 223 mana, 125ss; crítica: 130; M ani
Luciano, 90 fiesto Comunista, l45ss; Londres,
Lucrecio, 46, 47 171ss; el Marx tardío, 197ss; pre
Luis de Baviera, 160 cisiones sobre el comunismo,
Luis Felipe, 72, 145, 163 212ss; sobre Rusia, 2l6ss; Marx
Lukács, G., 97 crepuscular, 219ss; nota biblio
Lutero, 91 gráfica, 227ss
Luxemburg, Rosa, 13 Marx, Laura, 119, 200
McLellan, David, 96, 122, 171,
Maenchun-Helfen, O., 229
1 7 3 ,1 9 9 ,2 2 9 ,2 3 1
Maine, Henry S., 223
Meneceo, 47
Mandel, E., 232
M anifiesto C om unista, 17, 19, M ehring, Franz, 36, 40, 229
125, I45ss, 177, 194, 198, 206, Meier, H.F., 229
2 0 8 ,2 1 3 ,2 1 9 , 220, 224 Merleau Ponty, 97
Mann, Thomas, 49 Michelet, 167
Manuscritos económico-filosóficos (o M ijailovski, N. K., 220
M anuscritos de París), 27, 54, 74, M ili, James, 95, 100, 112, 139,
94ss, 121, 127, 182, 198 142
Mao Tsé Tung, 83 M ili, J . S., 121
Maquiavelo, 10,144,148,151,168 Miseria de la Filosofía, 123, 125,
M ar d el Norte, 34 188
Marat, 169, 170
Molnar, M ., 232
Marx, Edgar, 119
Marx, Eleonor, 201 M olí, J ., 165
Marx, Hirschel, 25, 30 Montesquieu, 148
Marx, Jenny, 69, 200, 202 More, Thomas, 58, 148, 151
Marx, Karl, faro intelectual, 9; Morf, Otto, 184
clásico, lOss; hombre del Rena Morgan, Lewis H. 222, 223, 225
cimiento, 10; ilustrado, 12; in Morozov, N ikolai A., 218
fancia, juventud, 25ss; romanti Müller, Heiner, 16
Münzer, Thomas, 80, 81 Rossi, M., 231
Rousseau, 25, 27, 50
New York D aily Tribune, 178, 179 Rubel, Maximilien, 15, 18, 67,
N egri, Toni, 230 8 4 ,1 8 4 ,2 0 3 ,2 2 5 ,2 2 6 ,2 2 9 ,2 3 1 ,
Nicolaevsky, B., 229 232
Novalis, 36 Ruge, Arnold, 44, 51, 52, 54,
Nueva G aceta R enana, 86, 160, 55, 61, 64, 66, 67, 68, 69, 70,
161, 1 6 8 ,1 7 9 73, 84, 89, 90, 115, 134
Ruñes, Dagobert D., 82
Operete morali, 41 Rutenberg, Adolf, 32
Oulanem, 34, 41
Ovidio, 31, 34 Sacristán, M., 11, 18, 25, 184,
Owen, 61, 109, 121, 149 1 9 1 ,2 0 3 , 227, 231
Saint-Simon, 96, 149
Peters, H. F., 229 Sartre, J.P., 97
Petty, W ., 121 Savigny, F.K., 31
Phear, John B., 223 Savonarola, Girolamo, 81
Plutarco, 46 Say, Jean-Baptiste, 95, 100
Poggio, P. P., 233 Schapper, K., 165
Pottier, Eugéne, 209 Schiller, 27, 36
Pra, M. dal, 232 Schlegel, August W., 28
Prawer, S.S., 231 Schumpeter, 182
Pressburg, Henriette, 25 Séneca, 46
Primera Internacional: véase AIT Sexto Empírico, 46
Prometeo, m ito de, 47ss Shakespeare, 11, 30, 34
Propercio, 28 Shanin, Teodor, 197,223, 225, 233
Proudhon, 61, 68, 70, 86, 96, Sieber, N ikolai I., 218
101, 107, 113, 114, 121, 122, Silberner, E., 84
123, 125, 126, 142, 188 Sismondi, Jean-Charles-Léonard,
9 5 ,1 0 1 ,1 2 1 , 122
Quesnay, F., 121 Smith, Adam, 95, 100, 101, 112
Sobre la cuestión ju d ía , 73, 74
Ramsay Mac Culloch, John, 100 Solger, 31
Revelations ofth e Diplomatic History Sterne, 34
ofth e Eigtheent Century, 217 Szymborska, 149
Ricardo, David, 95, 100, 101,
112, 126, 139, 142, 143 Tácito, 31
Robespierre, 169, 170 Teorías de la p lu sva lía , 182
Rosdolsky, Román, 84, 85, 86, Tesis sobre Feuerbach, 100, 114,
1 8 4 ,2 3 2 1 2 2 ,1 2 5 ,1 2 7 ,1 3 3
Thompson, W ., 121 W eerth, George, 120, 122
Tito, 83 W eitling, W ilhelm , 120, 123
Tocqueville, 75, 76, 148 Welcker, F.G., 28
Tolstoi, 20 W estphalen, Ferdinand v., 30,
Torquemada, 83 63, 64
Tristam Shandy, 34 Westphalen, Jenny v., 28ss, 32,
Tristán, Flora, 207 33, 35, 36, 37, 38, 40, 48, 50,
Turgueniev, 46 6 1 ,6 3 ,6 8 ,6 9 ,7 3 ,9 4 ,1 1 9 ,1 2 0 ,
173, 174, 175, 198, 201, 202
Unamuno, 225 W estphalen, Ludwig v., 28ss,
U nderground, 22 48, 49, 63
Utopía, 58 W eydemeyer, 173
W ilhelm M eister, 27
Venturi, Franco, 226, 233 W inckelm ann, 31, 34
Vico, 138 W olff, W ilh elm , 120, 122,
Vilar, Pierre, 232 165, 198
Villegarde, 109 W orwarts, 66, 72
Voltaire, 25, 50
Zasulich, Vera I, 1 1 0 ,2 1 8 ,2 2 2 ,
Wackenroder, 36 223, 2 2 4 ,2 2 5 ,2 2 6
W ajda, 22 Zinoviev, Alexander, 19
INDICE ANALÍTICO
Prólogo 9
Manuel Monereo
DE LA CRISIS A LA
REVOLUCIÓN DEMOCRÁTICA
Samir Amin
EL CAPITALISMO
CONTEMPORÁNEO
Andrés Piqueras y
Wim Diercksens
EL COLAPSO DE
LA GLOBALIZACIÓN
La humanidad frente
a la Gran Transición
Lucio Magri
EL SASTRE DE ULM
El comunismo del siglo XX
Sándor Kopácsi
EN NOMBRE DE LA
CLASE OBRERA
Serge Latouche
DECRECIMIENTO
Y POSDESARROLLO
Domenico Losurdo
CONTRAHISTORIA
DEL LIBERALISMO
Lin Chun
LA TRANSFORMACIÓN
DEL SOCIALISMO CHINO
MARX (sin ismos) es una biografía intelectual de Marx que
pretende atender por igual a lo que escribió y a lo que hizo.
MARX (sin ismos) es una lectura de la obra de Karl Marx en
su conjunto, en su evolución y en su contexto.
MARX (sin ismos) es una sugerencia de lectura de Marx co
mo se lee a un clásico.
MARX (sin ismos) es una propuesta de recuperación del
Marx crítico en el marco de una tradición liberadora de los
de abajo.
MARX (sin ismos) es un ensayo que analiza la vida y la obra
de Marx para lectores que no se dan por satisfechos con lo
que han oído sobre él y su herencia política e intelectual.
MARX (sin ismos) es un diálogo intelectual con Marx, en el
que su autor no ha pretendido cargar al clásico con nues
tras preocupaciones de hoy sino entender por qué las preo
cupaciones del clásico fueron las que fueron.
MARX (sin ismos) no es una hagiografía, ni un libro para
beatos, ni una nueva aportación a la historia de los arrepen
timientos. Es un libro para personas que dan importancia a
las tradiciones y que no tienen miedo de las revisiones.
MARX (sin ismos) no es un libro marxista ni antimarxista. Es
una aportación a la interpretación de un capítulo esencial de
la historia de las ideas y de los movimientos sociales.
MARX (sin ismos) presenta un Marx problemático, ambiva
lente, contradictorio. Es un libro que explica.