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Bruno Latour

Vincent Antonin Lépinay

La economía,
ciencia de los intereses
apasionados
Tntmrlnrrión a la antropología
ca de Gabriel Tarde

MANANTIA!
B u e n o s A ires
Título original: L ’économ ie, science des intérêts passionnés.
Introduction à l ’anth ropologie économ ique de G ab riel Tarde
Éditions La D écouverte, Paris, 2 0 0 8
© Éditions L a D écouverte, Paris, 2 0 0 8

T R A D U C C IÓ N : H E B E R C A R D O S O

D iseño de tapa: E d uardo Ruiz

Cet ouvrage a bénéficié du soutien de C ulturesfrance opérateur du M inistère


Français des A ffaires Etrangères et Europénnes et du M inistère Français de
la C ulture et de la C om m unication.

Esta obra ha sido beneficiada con el ap o y o de C ulturesfrance, operador del


M inisterio Francés de A suntos E xtran jeros y E u ropeos y del M inisterio
Francés de la C ultura y de la C om unicación.

Latour, Bruno
La econom ía, ciencia de los intereses a p asio n ad o s : introducción a
la an tropología económ ica de G abriel T arde / Bruno L atou r y Vincent
Antonin Lépinay. - l a ed. - Buenos Aires : M an an tial, 2 0 0 9 .
128 p. ; 1 7 x12 cm.

ISB N 978-987-500-132-9

1. Econom ía. I. Lépinay, Vincent Antonin II. T ítulo


C D D 330

Flecho el depósito que m arca la ley 1 1 ./2 3


Im preso en la Argentina

© 2 0 0 9 , Ediciones M an an tial SR L
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índice

D a d o que la eco n o m ía es su b je tiv a, resu lta


c u an tificab le............................................................... 19

L a n atu rale za de la e c o n o m ía ................................ 53

L a eco n o m ía sin P ro v id e n c ia ................................. 99


1. D a d o que la economía es
subjetiva, resulta cuantificable

Para com prender la an tropología económ ica de


Tarde es preciso aceptar de entrada una inversión
com pleta de nuestras costum bres: n ada en la econo­
m ía es objetivo, todo es subjetivo o, m ás bien, inter­
subjetivo, y ésta es ju sta m en te la razón p o r la que se-
la p u ed e volver cu an tificable y cien tífica... Pero con
la condición de que se m odifique, asim ism o, lo que
se debe esperar de una ciencia y lo que se denomina
cuantificar. Esto m odificará un poco nuestros hábitos
de pensam iento.

VO LVER A LO S VALO RES

De m anera muy clásica, Tarde com ienza por defi­


nir el valor. Pero enseguida nos obliga a cam biar de
dirección. Porque el valor es una dimensión eminen­
temente psicológica que depende de la creencia y del
deseo; es cuantificable porque posee una cierta inten­
sidad:
20 L a econom ía, ciencia de los intereses apasion ados

[El v alo r] es una c u a lid a d qu e le a trib u im o s a las


c o sa s, c o m o el color, p e ro que en re a lid a d , al ig u a l
que el color, só lo ex iste en n o so tro s c o m o u na ver­
d ad to talm en te su b je tiv a . C o n siste en el a c u e rd o de
los ju ic io s c o le c tiv o s qu e a p lic a m o s a la a p titu d de
los o b je to s p a ra ser m á s o m en os c re íd o s, d e se a d o s
o d isfr u ta d o s p o r una m a y o r o m en o r c a n tid a d de
p e rso n a s. E sta c u a lid a d p erten ece, p u e s, a la especie
sin g u la r de a q u e lla s q u e, al d a r la im p re sió n de p re ­
se n tar n u m e ro so s g r a d o s y su b ir o b a ja r esta e sca la
sin c a m b ia r esen cialm en te de n a tu ra le z a , m erecen el
n om bre de c a n tid a d (P E -1, p á g . 6 3 ) .1

E l p u n t o r e s u lta fu n d a m e n t a l y T a r d e lo m a n tie n e
d e sd e el p r im e r a r t íc u lo q u e p u b lic ó c u a n d o e r a ju e z
en la p e q u e ñ a c iu d a d d e S a r la t : si se p r e te n d e hacer-
d e la s c ie n c ia s s o c ia le s v e r d a d e r a s c ie n c ia s , es p r e c i­
so a c c e d e r a lo q u e tie n e n d e c u a n tific a b le q u e , p a r a ­
d ó jic a m e n te , es interno a la s s u b je t iv id a d e s .2 P e r o si
bien e s a c o n s ig n a p u e d e r e c o r d a r la p o s ic ió n d e lo s

1. Todas las citas, salvo indicación en contrario, son de la ver­


sión original de Psychologie économique tal como figura en Galli-
ca. Las itálicas son siempre del autor. D ado que la edición original
fue publicada en dos volúmenes, indicaremos al final de cada cita
PE-1 para referirnos al primer volumen y PE-2 para el segundo.
2. Desde el artículo “ La croyance et le désir” en L a Revue phi­
losophique, que precede en un año su primera aplicación en “ La
psychologie en économie politique” , en la misma revista (tomo
XII, septiembre de 1881).
D ad o que la econom ía es subjetiva. 21

m arginalistas, cuyo punto de p artid a está sólid am en ­


te anclado en individuos m axim izad ores, no hay que
equivocarse acerca de la origin alidad de Tarde. En
efecto, éste nunca opone los adjetivos “ so c ia l” y “ p si­
co lóg ico ” . A pesar de las bien con ocid as críticas de
Durkheim en su contra, lo que T arde designa com o un
fenóm eno psicológico nunca rem ite a algo individual
o interno al sujeto - lo que denom ina entonces “ in tra-
psicológico, de lo que a m enudo afirm a que n ada se
puede decir-, sino siempre a lo que hay m ás de social
en nosotros, que por esta razón denom ina “ inter-
psico ló gico ” . En consecuencia, n ad a es m ás ajeno a
su an tropología que la idea de agentes económ icos
recortados del m undo social, cuyos cálcu los tendrían
fronteras bien delim itadas. L as p a la b ra s “ in tim id ad ”
y “ subjetividad” no deben inducirnos a error: en lo
m ás íntimo de nosotros siem pre reina el “ gran núm e­
r o ” . D espués de m ás de un siglo de sociologism o, lo
que hace que nos sea tan difícil com prender a Tarde
es que nunca opone la sociedad al individuo, sino
que, por el contrario, considera que una y otro sólo
son agregados provisorios, estabilizaciones parciales,
nudos en redes que escapan por entero a los concep­
tos de la sociología usual.3

3. Esto nos ha permitido ver en Tarde al fundador retros­


pectivo de la teoría del actor-red; sobre este punto, véase Bruno
Latour, Reassem bling the Social. An introdiiction to Actor-Net-
tuork Theory, O xford, O xford University Press, 2005 [trad. cast.:
22 L a econom ía, ciencia de los intereses apasion ados

En efecto, lo que a su juicio funda la ciencia social


es un tipo de contam inación que va siem pre, punto
p o r pu n to, de individuo a individuo, sin nunca dete­
nerse en ellos. L a subjetividad designa siem pre la
n atu raleza co n tagiosa de los deseos y las creencias
que saltan de un individuo a otro sin nunca p a sar
-éste es el pu n to esen cial- por la interm ediación de
un co n texto o de una estructura social. L as p a la b ra s
“ so c ia l” , “ p sico ló g ico ” , “ subjetivo” e “ intersubjeti­
v o ” son pu es, en líneas generales, equivalentes; to d as
ellas design an un m odo de recorrer, una tray ecto­
ria, que exige, para que se las pueda seguir, nunca
supon er la existencia previa de una so ciedad o de
una in fraestru ctu ra económ ica, de un plan de con ­
jun to diferente al pulular de sus integrantes. L a gran
ven taja de esos m odos de recorrido es que sitúan de
en trad a a plen a luz los m edios prácticos m ediante
los que se efectúa el con tagio, la contam inación de
un pu n to a o tro, lo que Tarde llam a “ rayos im itati­
v o s” en su libro L a s leyes de la im itación, obra que
lo h ará célebre.4

Reensam blar lo social. Una introducción a la teoría del actor-red,


Buenos Aires, M anantial, 2008].
4. Hoy en día sólo se encuentra la reedición de Gabriel Tarde
[1890], Les lois de l’imitation (prefacio de Jean-Philippe Antoine),
París, Les Empêcheurs de penser en rond, 2001. La reedición de
1993 tiene la ventaja de la excelente introducción de Bruno Kar-
,senti: G abriel Tarde [1890], Les lois de l’imitation (introducción
Dado que la economía es subjetiva... 23
•¿

E sta prim era definición del quantum propio de los


valores le perm itirá a Tarde desplegar, en lugar de la
econom ía, un tejido de relaciones cruzadas en el que
sobre todo no hay que precipitarse p ara reconocer las
que son literalmente económ icas y las que sólo llega­
rían a serlo m etafóricam ente. Por el contrario, Tarde
no dejará de m ostrar que la econom ía-disciplina corre
el riesgo de perder toda objetividad científica porque
se equivoca sim ultáneam ente acerca de sus límites
-d em asiad o restrictivos- y de sus am biciones -d e m a ­
siad o v astas-.

D O S E R R O R E S A EVITAR

P rocedam os lentamente para captar de form a ade­


cu ad a la originalidad de su posición. L a noción de
valor se explaya en primer térm ino a todas las evalua­
ciones de creencia y deseo:

E sta jcan tid ad a b stra c ta se divide en tres gran des


catego rías que son las'n o cio n es origin ales y capitales de
la vida en com ún : el valor-verdad, el valor-utilidad y el
valor-belleza (PE-1, pág. 63).
El carácter cu an titativo de to d o s los térm inos que
a c a b o de enum erar es tan real com o p o co visible; se

de Bruno Karsenti), París, Kimé, 1993 [trad, cast.: Las leyes de la


imitación: estudio sociológico, M adrid, Daniel Jo rro , 1907].
24 La economía, ciencia de los intereses apasionados

encuentra im plicado en tod os los juicios hum anos. N o


existe hom bre ni pueblo que no hayan bu scad o, com o
precio a sus d en od ados esfuerzos, un. cierto crecim iento
, de la riqueza o de la gloria o de la verdad o del poder
o de la perfección artística, y que no luchen contra el
peligro de una disminución de to d o s esos bienes. T od o s
hablam os y escribim os com o si existiera una escala de
esas diversas m agnitudes, en la que c o lo cam o s m ás
arriba o m ás a b a jo los d istin tos p ueblos e in dividuos,
haciéndolos su bir o b ajar continuam ente. Por lo tan to ,
todos estam os im plícita e íntim am ente p ersu ad id o s de
que to d as esas c o sas, y no só lo la prim era, en el fon d o
son verdaderas can tidades. D escon ocer ese carácter ver­
daderam ente cuan titativo, si no m en surable de hecho y
de derecho, del poder, de la glo ria, de la verd ad , de la
belleza, es ir, pues, contra el prim er sentim iento c o n s­
tante del género hum ano y darle una quim era com o
objetivo al esfuerzo universal (PE-1, p ág. 67).

Existe, pues, un fondo cuantitativo esencial en


todas nuestras evaluaciones, sean cuales fueren nues­
tros objetos, y la ciencia social debe considerarlas a
todas. Pero, desafortunadam ente -ag re g a de inm edia­
to-, la econom ía política ha confundido dos géneros
de cuantificación diferentes por com pleto: el que es
“ real y poco registrable” ,y el que es “ cóm odo y regis­
trable” sólo debido a la extensión de una pequeña
cantidad de instrum entos de cálculo entrecruzados
con las pasiones.
D ado que la econom ía es su b jetiva... 25

Sin em bargo, de to d as esas c an tid ad e s, una so la ,


la riqueza, ha sido ca p ta d a con c larid a d co m o tal y en
consecuencia ha p arecid o d ign a de ser o b jeto de una
ciencia especial: la E con om ía p o lítica. P ero, en efecto,
au n q ue ese o b jeto, a cau sa de su sign o m o n etario , se
preste a especulaciones de una p recisió n m ás m a tem á­
tica, a veces incluso ilu soria, c a d a uno de los o tro s tér­
m inos tam bién merecen ser e stu d iad o s p o r una ciencia
ap arte (PE-1, pág. 67).

Esta cuestión del “ signo m onetario” debe ser con­


siderada con el m ayor cuidado. En efecto, Tarde evita
aquí dos errores simétricos que a m enudo acostum bra­
m os cometer: tom ar la econom ía por una especie de
reducción que congelaría la subjetividad en objetivi­
dad ; o, a la inversa, extender esta prim era “ reducción”
a todas las actividades, incluso las m ás “ elevad as” , cre­
yendo dar muestras de un incisivo espíritu crítico.
A hora bien, ninguna vez en ese libro Tarde se queja
de que los econom istas, “ al ignorar la riqueza de la
hum ana subjetividad” , se esforzarían por “ cuantifi-
carlo to d o ” aun a riesgo de “ a m p u tar” así lo hum ano
de sus “ dim ensiones m oral, afectiva, estética y so c ia l” .
Su crítica es exactam ente contraria: los econom istas
no cuantifican lo suficiente tod as las evaluaciones a
las que tienen acceso. O , m ás bien, no se rem ontan lo
bastante lejos, de m anera con tin uada, hacia el entre-
cruzam iento de los tensores y los vectores de deseo
y creencia que caracterizan el fon d o, si así se puede
decir, de la m ateria social.
26 La economía, ciencia de los intereses apasionados

Pero el economista desdeña ver que tam poco exis­


te riqueza, agrícola, industrial u otra, que no se pueda
considerar desde el punto de vista de los conocimientos
que implica, o de los poderes que otorga, o de los dere­
chos de los que es fruto, o de su carácter más o menos
estético o antiestético (PE-1, pág. 67).

El error simétrico consistiría en creer que Tarde ex­


tiende las cuantificaciones de las riquezas usualmente
aceptadas en economía, para analizar metafóricamen­
te las verdades, las glorias, los poderes, las morales,
los derechos o las artes, al modo de Pierre Bourdieu,
multiplicando los términos de capital, interés, cál­
culo o beneficio, adornados o no con el calificativo
“ simbólico” .5 Una vez más se trata de lo inverso:
la raíz cuantificable que permitirá fundar una ver­
dadera ciencia económica se encuentra en primer
lugar en esos juegos complejos de confianza y des­
confianza, y solamente después, por comodidad y
simplificación, es trasladada al caso relativamente
simplificado del “ intercambio de bienes” . Casi se
podría decir que, en la economía generalizada que
propone, la economía política de las riquezas es la

5. Sobre este punto, véase la crítica de Olivier Favereau,


“ L’économie du sociologue ou penser (l’orthodoxie) à partir de
Pierre Bourdieu”, en Bernard Lahire (dir.), Le Travail sociologique
de Pierre Bourdieu. Dettes et critiques, edición revisada y aumen­
tada, Paris, La Découverte, 2001, págs. 255-314.
Dado que la economía es subjetiva. 27

que resulta su extensión metafórica o, más bien, su


restricción metonímica, donde la parte es tomada
por el todo. Por el contrario, Tarde propone, pues,
extender la economía a todas las evaluaciones, pero
sin limitarse a seguir la muy pequeña cantidad de
evaluaciones que, por comodidad, hemos aprendido
a contar en metálico.

D EJAR DE CO N FU N D IR
EL D ERECH O C O N EL REVÉS

Sólo si se entiende hasta qué punto evita esos dos


errores (la queja contra la cuantificación, por una
parte, la extensión metafórica de los cálculos de rique­
za a las demás formas de crédito, por la otra) se apre­
cia la audacia, la originalidad y la fecundidad de esta
declaración:

Es mi intención m ostrar que, por el contrario, si en


econom ía política se quiere llegar a leyes verdaderas y,
en consecuencia, verdaderam ente científicas, es preciso,
por así decirlo, dar vuelta el ropaje siempre útil pero algo
gastad o de las viejas escuelas, poner el revés del derecho,
poner de relieve lo que ocultan y pedirle a la cosa sig­
nificada la explicación del signo, a la mente humana la
explicación del m aterial social (PE-1, pág. 110).

¿Cómo se puede explicar que los economistas se


hayan equivocado hasta ese extremo acerca del dere­
28 La economía, ciencia de los intereses apasionados

cho y del revés de su cien cia? L a raz ó n que p r o p o ­


ne T arde se ju n ta con lo q u e los a n tro p ó lo g o s de los
m ercad o s n o h an d e ja d o de d e m o strar d esd e h ace una
d écad a: n in gu n a relació n es eco n ó m ica sin la ex ten ­
sión de las técn icas de c á lcu lo de los e c o n o m ista s, en
el sen tid o m ás am p lio de la e x p re sió n .6 L a d isc ip li­
na eco n ó m ica, in v en tad a en el sig lo X V III, n o d es­
cubre un con tin en te; lo fa b ric a en to d a s su s p arte s
o, m ás bien, lo o rg a n iza , lo c o n q u ista , lo co lo n iza.
P ara re to m ar la fuerte ex p resió n de M ich el C a lló n ,
la eco n o m ía c o m o d iscip lin a es la que p e rfo rm a y
fo rm ate a la eco n o m ía c o m o c o sa: “ Without econo-
mics, no econom y” 7 C o n trariam en te a las ro b in so -
n ad as del sig lo X V III, ta l c o m o lo h a b ía d e m o stra d o
bien K a rl P o la n y i,8 el h o m b re no n ace ec o n o m ista : se
vuelve eco n o m ista. Sin e m b a rg o , lo h ace con la c o n ­

6. Nicholas Thomas, Entangled Objects. Exchange, Material


Culture, and Colonialism in the Pacific, Cambridge (Mass.), Har­
vard University Press, 1991; Timothy Mitchell, Rule o f Experts:
Egypt, Techno-Politics, Modernity, Berkeley, University of Cali­
fornia Press, 2002; Julia Elyachar, Markets of Dispossession:
NGOs, Economic Development, and the State in Cairo, Durham
(NC), Duke University Press, 2005.
7. Michel Callón (dir.), The Laws o f the Markets, Oxford,
Blackwell, 1998.
8. Karl Polanyi, La Grande Transformation. Aux origines poli­
tiques et économiques de notre temps, Paris, Gallimard, 1983 [trad,
cast.: La gran transformación: los orígenes políticos y económicos de
nuestro tiempo, México D. E, Fondo de Cultura Económica, 2007],
Dado que la economía es subjetiva. 29

dición de que se encuentre lo suficientem ente r o d e a ­


d o de in stru m en to s, de m o d o s de cálcu lo que torn en
visibles y legibles diferencias sin ellos in a p re sab le s.
E co n o m izar no es revelar el fo n d o a n tro p o ló g ic o de
la h u m an id ad ; siem pre con siste en o rg a n iz a r de u na
cierta m an era u n a m ateria que se le e s c a p a .9 T a m p o c o
es, co m o verem o s, d escu b rir la v erd a d era n a tu ra le za
h u m an a.
P ara com pren d er en qué el' tr a b a jo de los e c o n o ­
m istas fo rm ate a relacion es que, sin ellos, te n d rían o tra
fo rm a , es p reciso c a p ta r bien el p eq u eñ o su p lem en to
qu e a p o rta la invención de d isp o sitiv o s de c á lcu lo y,
en p articu lar, p atro n es com o la m o n e d a .10

L a riqueza es algo mucho m ás sim ple y m ucho m ás


fácilmente m ensurable, pues implica grad os infinitos y
muy pocos tipos diferentes, cuya diferencia va borrán ­
dose. De m anera que la sustitución gradual de la noble­
za por la riqueza, de la aristocracia por la plutocracia,
tiende a volver al estado social m ás som etido al núm ero
y la m edida (PE-1, pág. 72).

9. Sobre esta controvertida cuestión de la performación, véase


Donald MacKenzie, Fabian Muniesa y Lucia Siu (dir.), Do Econo­
mists Make Markets? On the Performativity o f Economics, Prin­
ceton, Princeton University Press, 2007.
10. Sobre la noción de dispositivo de cálculo, véase Michel
Callón, Yuval Millo, Fabian Muniesa (dir.), Market Devices (Socio­
logical Review Monographs), Oxford, Wiley-Blackwell, 2007.
30 L a economía, ciencia de los intereses apasionados

Si bien es preciso toda la sutileza de Proust para


situar en una escala de valor las diferencias de rango
entre Swann y Madame Verdurin, esta atención a los
detalles ya no es necesaria para clasificar a los multimi­
llonarios del mundo -cualquier periodista de Fortune
lo logrará sin esfuerzo- cuando las medidas se hagan
bajo la forma de créditos y capitales. Pero cuidado, esto
no quiere decir que nos hayamos vuelto plutocráticos,
que el reino de la mercancía se haya ampliado, que
las cifras en cantidades monetarias muerdan lá infraes­
tructura real y material que sustenta la economía-cosa.
En absoluto: al volverse “más simple” la medida, el
“ estado social” se ha tornado reflexivamente más fácil
de identificar. Conviene, pues, distinguir con cuidado
dos tipos de medidas, la que captaría el estado real, que
podría llamarse la medida medida [mesure mesurée],
para distinguirla de la que formatea el mundo social,
que podría llamarse la medida mensurante [mesure
mesurante]. Esta distinción permite advertir que exis­
ten muchos otros instrumentos disponibles para hacer
verdaderamente cuantificable la economía.

Pues bien, la gloria de un hombre, no menos que su


crédito, no menos que su fortuna, es susceptible de au­
mentar o disminuir sin cambiar de naturaleza. Es, pues,
una especie de cantidad social (PE-1, págs. 70-71).

Los sacerdotes y los religiosos han estudiado los


factores de la producción (léase reproducción) de las
creencias, de las “ verdades” , con no menos cuidado
Dado que la economía es subjetiva... 31

que los economistas han estudiado la reproducción de


las riquezas. Podrían darnos lecciones sobre las prácti­
cas apropiadas para sembrar la fe (retiros, meditacio­
nes obligatorias, predicación) y sobre las lecturas, las
conversaciones, las clases de conductas que la debilitan
(PE-1, pág. 74, nota).

Introduzcamos la palabra valorímetro para califi­


car todos los dispositivos que permiten hacer visibles
y legibles los juicios de valor que forman el fondo de
lo que Tarde denominará economía. Es posible imagi­
nar sin esfuerzo su interés para la época actual, que ve
multiplicarse bajo las formas del índice de audiencia,
de los sondeos, las encuestas de marketing, las star
academy, los concursos, las clasificaciones, las subas­
tas, los espionajes, los clics en el mouse, etc., nuevas
“ tomas de datos” muy valiosos para “ volver el estado
social más sometido al número y la medida” . Casi se
podría decir que a Tarde le faltó suerte al anticipar en
todo un siglo el tipo de datos “ cuali-cuantitativos”
que las nuevas técnicas de información y comunica­
ción multiplican hoy. Se lo califica de “ literario” y
es cierto: quería que se cuantificaran deseos y creen­
cias cuando las estadísticas de su época -que conocía
bien, puesto que dirigía el Instituto de Estadísticas del
Ministerio de Justicia- eran excesivamente rudimen­
tarias para captarlos. La actual ola de digitalización
nos vuelve más atentos al argumento de Tarde.
32 La economía, ciencia de los intereses apasionados

CÓMO PRECISAR LAS CANTIDADES

Pero tengamos cuidado de comprender bien su pen­


samiento: todo es número, potencialmente, porque los
valorímetros sólo recogen, concentran, extraen y sim­
plifican pesos sutiles, innumerables “ duelos lógicos”
que ocurren constantemente en nosotros en ocasión de
nuestros encuentros con los seres con los que estamos
vinculados y a los que necesitamos para existir. Dicho
de otra manera, Tarde no pretende que los dispositi­
vos de cálculo puestos en acción por los economistas
performen lo social como un molde de gofre lo haría
con una pasta, en sí misma informe, que colarían con
cucharón. Existe de antemano, si se nos permite decir­
lo, en la pasta un tipo de quantum particular que sólo
tiene una relación indirecta con lo que los economis­
tas llaman lo cuantificable. Ese carácter indirecto es
justamente lo que explica por qué a menudo se han
equivocado al querer volver su disciplina más científi­
ca y por qué han tomado el revés por el derecho. Una
vez más, no se trata de quejarse de los economistas y
de su manía cuantificadora que aplicaría a todos los
temas los mismos estándares de comprensión. Por el
contrario, es preciso lamentar, afirma Tarde, que no
tengan el suficiente gusto por la cuantificación para
buscar en cada tipo de práctica los tensores que le son
particulares. Tarde pretende que los propios fallos en
la cuantificación por parte de los economistas reve­
lan un montón de cosas interesantes sobre los otros
FLACSO - Biblioteca

Dado que la economía es subjetiva... 33

tip os de cuan tificación que só lo d em an d an a p a rec er


a p len a luz, d a d o que existe algo de ren u en cia p a r a ir
a b u sc arlo s.
L a m ejo r p ru eba de que existe u n a v a sta reserv a
de cu an tificació n son to d o s los d em ás in stru m en to s
d isp o n ib les p a ra hacer verd ad eram en te cu an tificab le
la eco n o m ía.

Existen m uchos otros metros: cada especie de esta­


dística es uno. El aum ento o la baja de la po pu larid ad
de un hom bre público se miden con bastante exactitud
m ediante la estadística electoral (PE-1, pág. 77, nota).

L o que cu en ta, en sen tido p ro p io , es la in tercom -


p arac ió n de los ju icios. Ese p ro ceso n o se h alla de n in ­
g u n a m an era vin cu lado a la m o n ed a c o m o ta l; se lo
reen cuentra en to d o s los valorímetros o en to d o s los
gloriómetros. P or eso se puede seguir co n fa c ilid a d la
creciente in terco m p aració n en d os d o m in io s qu e un
eco n o m ista p ro b ab lem en te se p a ra ría , p ero qu e T ard e
p uede m an ten er jun tos sin d ificu ltad , p o r ejem p lo la
p ren sa y la m on ed a:

[...]■ el desarrollo de la prensa tiene com o efecto darle


a los valores morales un carácter de cantidad cada vez
más. acusado y propio para justificar cada vez m ejor su
com paración con el valor de cam bio. Este últim o, que
también debió ser muy confuso en los siglos anteriores
al uso corriente de la m oneda, se fue precisando a m edi­
da que la m oneda se expandió y unificó. Entonces pudo
34 La economía, ciencia de los intereses apasionados

dar nacimiento, por primera vez, a la economía políti­


ca. Asimismo, ante la prensa cotidiana, las nociones de
valor científico o literario de los escritos, de la ¿elebridad
y la reputación de las personas seguían siendo bastante
vagas, pues la sensación de sus aumentos y disminucio­
nes graduales apenas estaba naciendo; pero con el desa­
rrollo de la prensa, esas ideas se precisan, se acentúan, se
vuelven dignas para servir como objeto a especulaciones
filosóficas de un nuevo género (PE-1, pág. 76).

Se advierte la originalidad de ese paralelismo: Tarde


no dice que la prensa esté sometida a “ la influencia
deletérea de los poderes del dinero” ; el vínculo de los
dos dominios no pasa por la etapa obligada de la bús­
queda de fuerzas ocultas en las infraestructuras; como
veremos, para Tarde no existe infraestructura alguna.
El vínculo entre ambos dominios es infinitamente más
íntimo. Tarde compara dos modos de trayectoria y
de contaminación en los que ambos, el primero desde
hace varios siglos, el segundo ante su vista, permiten
identificar mediante qué instrumentación, qué equi­
pos se pasa de una cuantificación local, individual e
incómoda a una cuantificación generalizada, rápida
y reflexiva. El crédito y la credibilidad necesitan ins­
trumentos de contabilidad o, para emplear un térmi­
no que no es de él, pero que define con exactitud el
movimiento de la intercomparación, necesitan metro­
logía. Los valorímetros componen poco a poco cade­
nas metrológicas que vuelven la intercomparación de
las subjetividades cada vez más “ precisa” , “ acentúa-
Dado que la economía es subjetiva... 35

d a” , “ digna de servir de objeto a especulaciones de


un nuevo género” . Y, entre esas especulaciones, Tarde
nunca omite colocar la sociología de las ciencias, caso
típico de una metrología de la literatura científica,
que se vuelve visible y legible por la propia extensión
de esta cuasimoneda que se denomina la credibilidad,
donde se juega, mejor que en cualquier otra parte, la
propia producción de los grados finamente diferen­
ciados de creencia.

¿Cóm o nace, cóm o crece el crédito de un hombre


bajo todas sus formas o su celebridad y su gloria? Bien
vale la pena interesarse en esas diversas formas de pro­
ducción, así com o en la producción de riquezas y en su
valor venal. [...] Si hay “ leyes naturales” que regulan la
fabricación de tales o cuales artículos en mayor o menor
cantidad y el aumento o la disminución de su valor
venal, ¿por qué no existirían las que regulen la apari­
ción, el crecimiento, el aumento o la disminución del
entusiasmo popular por tal o cual hombre, de la lealtad
monárquica de un pueblo, de su fe religiosa, de su con­
fianza en tales o cuales instituciones? (PE-1, pág. 73).

Si se quiere en verdad cuantificar, lo que es el


fondo de toda ciencia, entonces hay que buscar todos
los tipos disponibles de quantum, en vez de utilizar
uno solo para analizar todos los demás. La cuantifi-
cación de la gloria también es un buen analizador de
la riqueza, como la riqueza lo es de la fe o la fe, del
entusiasmo, y así sucesivamente.
36 La economía, ciencia de los intereses apasionados

CUANTIFICAR: SÍ, PERO CORRECTAM ENTE

Comprendemos ahora la confusión de los econo­


mistas tal como los entiende Tarde: si bien tuvieron
razón al querer cuantificar, situaron mal la fuente que
habría podido permitirles finalmente volver más segu­
ra su disciplina. Su error consistió en que tomaron
como una “ medida medida” la “ medida mensurante”
permitida por la extensión de las cadenas de intercom-
paración, extensión en sí misma debida a un fenóme­
no enteramente diferente del que creían observar. En
efecto, creyeron que el progreso de la economía debía
ser un progreso en la frialdad, en la distancia y en la
objetividad...

Ser tan objetivo y abstracto com o se pudiera: ése


era el m é to d o ... El ideal consistía en disimular perfec­
tam ente bajo abstraccion es tales com o crédito, servicio,
trabajo , las sensaciones y los sentim ientos ahí ocultos,
de m odo que nadie los percibiera en ese lugar, y tratar
esas abstracciones com o objetos, objetos reales y m ate­
riales, an álogo s a los objetos tratad o s por el quím ico y
el físico y, com o ellos, som etidos a la ley del núm ero y la
m edida. D e esa m anera, el capítulo de la m oneda y las
finanzas, donde ese doble ideal parece realizarse, donde
todo parece num erable y m ensurable, com o en la física
y la quím ica, fue en todo tiem po el cantero predilecto
del jardín de los econom istas (PE-1, pág. 109).

Como medida mensurante, la moneda es por supues­


Dado que la economía es subjetiva. 37

to excelen te, p ero lo que m ide o , m á s bien, re g istra


de m an era sim p lificad a p a ra facilitar su c a p ta c ió n ,
no tiene n in gu n a clase de relación con lo qu e in d ican
las cifras. N o , com o lo creen los se m p itern o s críti­
cos h u m an istas de la eco n o m ía, p o rq u e “ el c o ra z ó n
h u m an o n o p u e d a reducirse al c á lc u lo ” sin o a la inver­
sa, p o rq u e el co razó n h u m an o calcu la y c o m p a r a to d o
el tiem p o , p ero en otra balanza y m ed ian te o tr a s fo r­
m as de p esar, m en os legibles y c o n tr a sta d a s. P o r eso ,
T ard e c o n tin ú a la frase an terior y p ro p o n e q u e n u e s­
tra aten ció n se d esp lace h acia la v e rd a d e ra fuen te de
to d a s las m e d id as:

N o es m enos cierto que el valor, del cual la m on e­


da no es m ás que el. signo, no es n ada, absolutam en te
n ada, a no ser una com binación de co sas to d as ellas
subjetivas, de creencias y deseos, ideas y v olu n tad es, y
que los aum entos y las dism inuciones de los valores de
la Bolsa, a diferencia de las oscilaciones del b aróm etro,
no podrían explicarse sin la consideración de sus ca u ­
sas psicológicas, accesos de esperanza o de desaliento
del público, propagación de una buena o m ala noticia
que cause sensación en el espíritu de los especuladores
(PE-1, pág. 109).

H e ah í a h o ra e x p lic a d a esta in versión del d erech o


y el revés qu e p o d ía en ten derse, c u a n d o en su m o m e n ­
to la p re se n tam o s, c o m o un d esafío g ra tu ito p o r p a rte
de T ard e.
38 La economía, ciencia de los intereses apasionados

N o se trata en absoluto de que los economistas hayan


desconocido del todo ese aspecto subjetivo de su tema
[...], siempre se lo consideró como el revés y no com o el
derecho de la ciencia económica. Sus m aestros creyeron
equivocadamente, lo repito, que la preocupación dom i­
nante, si no exclusiva, por el lado exterior podía por sí
sola elevar sus observaciones a la dignidad de un cuerpo
científico. Aun cuando debieron considerar el lado psi­
cológico de los fenómenos que estudiaban, los móviles
del trabajador y las necesidades del consumidor, por
ejemplo, concibieron un corazón humano tan simplifi­
cado, tan esquemático, por así decirlo, un alma humana
tan mutilada que ese mínimo de psicología indispensa­
ble tenía el aspecto de un simple postulado destinado
a sostener el desarrollo geométrico de sus deducciones
(PE-1, págs. 109-110).

Si lo hubiéramos citado al principio, ese parágrafo


habría pasado como la queja habitual contra la manía
cuantificadora de los economistas, cuando tenemos
que comprenderlo, por el contrario, como un llamado
a buscar en todas partes y sobre todo en otras partes
los valorímetros capaces de captar las “ almas huma­
n as” cuando evalúan sus bienes y sus males, cuando
creen, cuando desean, cuando rezan, cuando quieren,
cuando se entremezclan. Sobre esta nueva y desfasada
base, Tarde les propone a las diferentes ciencias socia­
les una especie de new deal:

[...] la Economía política así rodeada perdería, por


cierto, su misterioso aislamiento de bloque errático
Dado que la economía es subjetiva. 39

depositado en el desierto de la sociología aún por nacer


merced a los metafísicos a los lógicos, pero ganaría al
aparecer en su verdadero lugar com o ciencia social y
al ver sus nociones usuales, sus divisiones, sus teorías,
controladas por las ciencias hermanas que se ilumina­
rían con su luz y la iluminarían con la de ellas (PE-1,
pág. 68).

Es inútil señalar que la historia intelectual de nin­


guna manera tomó en serio ese pacto y que durante
un siglo más prevaleció la idea bastante estrafalaria
de que la economía-disciplina (economics) milagrosa­
mente habría descubierto en el subsuelo un continen­
te congelado, la economía-cosa (economy), regida por
leyes inflexibles, que tendría la inaudita capacidad de
congelar todas las superestructuras construidas por
encima de ella. La economía sería la única entre las
ciencias sociales en verdad científica, porque sólo ella
habría llegado al núcleo racional y objetivo del alma
humana.

UN ERROR DE TEMPERATURA

¿Cómo resumir la innovación de Tarde para que


aprendamos a recordar que se trata claramente de
cuantificar la economía, pero empujándola por entero
a la intersubjetividad, único medio, paradójicamente,
de volverla algo científica? Al evitar otro error epis­
temológico que es también, como veremos, un grave
40 La economía, ciencia de los intereses apasionados

error político: el de creer que, cuanto más se multipli­


can los valorímetros y las cadenas metrológicas, más
se desplaza la historia económica desde las pasiones
hacia la razón, de lo irracional a lo racional, del calor
de las negociaciones tradicionales al “ horror econó­
mico” de los mercados “ neoliberales” .

¿Se llegará a decir que el progreso de la razón, pre­


sunto acom p añ an te del pro greso de la civilización, se
encarga de realizar p o co a p o co la abstracción im agin a­
da por los econ om istas, a sí com o de d esp ojar al hom bre
concreto de to do s sus m óviles para la acción, excepto
el m óvil del interés personal? Pero nada perm ite esta
suposición y no hay un solo aspecto de la vida social en
el que no se vea crecer y desplegarse la pasión al m ism o
tiem po que la inteligencia. [...] A sí sucede en el m undo
económ ico y en ninguna parte, ni siquiera aquí, percibo
rastro s de una tran sform ación que congele al hom bre
en un sentido cad a vez m enos pasion al y cada vez m ás
racional [...] (PE-1, pág. 115).

La economía reciente, la que Tarde observa desde


su cátedra en el Collège de France, la de la lucha de
clases, de la primera gran globalización, de la migra­
ción masiva de la especie humana, la de las innovacio­
nes frenéticas puntuadas por las grandes exposiciones
universales, del recorte de los imperios coloniales, no
ofrece de manera alguna el espectáculo de un adveni­
miento de la razón. M ás bien ofrece el espectáculo:
Dado que la economía es subjetiva. 41

[...] de pasiones de una inaudita intensidad, de am bi­


ciones de conquistas prodigiosas, una especie de religión
nueva, el socialism o, y un fervor pro selitista d esco n o ­
cido desde la primitiva Iglesia. H e ah í los intereses, los
intereses ap asio n ad o s, a los que hay que hacer concor­
dar entre ellos y con los intereses, tam bién igualm ente
ap a sio n a d o s, de capitalistas m ultim illonarios c o a lig a ­
d os, no m enos que ellos em briagados p o r la esperanza
de vencer, por el orgullo de la vida, p o r la sed de poder
(P E - l,p á g . 116).

¿Qué es entonces la economía? Podemos definirla


ahora como la ciencia de los intereses apasionados.
N o nos confundamos. Tarde no viene a decirnos
que, lamentablemente, la razón económica calcula­
dora y capaz de raciocinar se encontraría deforma­
da, secuestrada, perturbada por pasiones, coalicio­
nes, contaminaciones, rumores que impedirían que
sus cálculos den justo; no dice que, si por un mila­
gro imposible llegáramos a deshacernos de todo ese
fárrago irracional, recobraríamos finalmente la razón
económica. ¡No!, todo en la economía es irracional,
todo en la economía es, si se quiere, extraeconómico
(en el sentido banalizado de ese térm ino)... porque
está hecha de esas pasiones cuyo pasm oso desarrollo
durante el siglo X IX no hizo más que amplificar el
entrecruzamiento.11 Ahora bien, ese entrecruzamien-

11. “ ¡Y ese mundo tumultuoso de la actividad económica, es


42 La economía, ciencia de los intereses apasionados

to fue al mismo tiempo entrevisto por los economis­


tas y, cosa sorprendente, de inmediato huyeron de él
con horror, como si hubieran visto la cabeza de la
Gorgona.

Al concebir al homo aeconomicus (sic ), los economis­


tas hicieron una doble abstracción. En primer término,
una de ellas, muy abusiva, es la de haber concebido a
un hombre sin nada de humano en el corazón y luego,
otra, representarse a ese individuo como despegado de
cualquier grupo, corporación, secta, partido, asociación,
sea cual fuere. Esta última simplificación no es menos
mutiladora que la otra, de la que deriva. Nunca, en nin­
guna época de la historia, un productor y un consumi-

decir, punzante y profundo, sufriente y laborioso, es el que será


regido por una deducción geométrica de fríos teoremas a la Ricar­
do, aplicables a ignoro cuál hombre de madera, esquemático o
mecánico! Le corresponde a la psicología económica reintegrar a
su verdadero lugar, el primero, todo el lado llamado sentimental de
la producción, del reparto, del consumo de las riquezas; le corres­
ponde estudiarlo en la vida de las antiguas corporaciones, donde
se manifiesta con tanta pintoresca originalidad, y en la vida de las
nuevas, donde estalla con mayor vigor aún. En Estados Unidos, en
el país más utilitario -se nos dice-, en el más avanzado én la vía
del progreso económico, es donde se han imaginado las huelgas
simpáticas, las huelgas hechas por obreros que no tienen ningún
interés en ellas, sino que las sufren, simplemente para solidarizarse
con camaradas cuya suerte les interesa. Y en ninguna parte como
en esa tierra de elección del interés bien entendido se han visto
tantos sacrificios pecuniarios consagrados a una idea, una cuestión
de principios, una simpatía” (PE-1, pág. 117).
Dado que la economía es subjetiva... 43

dor, un vendedor y un comprador, han estado frente a


frente sin antes haber estado unidos entre sí por alguna
relación enteramente sentimental, vecindad, conciudada-
nía, comunión religiosa, comunidad de civilización y, en
segundo lugar, sin estar escoltado cada uno por un invi­
sible cortejo de asociados, amigos, correligionarios, cuyo
pensamiento pesó sobre ellos en la discusión del precio
o del salario y finalmente lo impuso, muy a menudo en
detrimento de su interés estrictamente individual. En efec­
to, nunca, incluso durante la primera mitad del siglo X IX
-el-único período, sin embargo, de la historia del trabajo
en la que toda corporación obrera parecía aniquilada en
Francia-, el obrero se presentó libre de todo compromi­
so formal o moral con sus cam aradas, en presencia de
un patrón también por entero al margen de obligaciones
estrictas o de reglas de urbanidad frente a sus colegas o
incluso a sus rivales (PE-1, págs. 115-116).

Es preciso cuantifícar los vínculos; ¿cómo pudo


olvidarse esa tarea? Se podrá decir que la economía
institucional, que la economía de las convenciones,
acepta desde hace muchos años como una evidencia
tales imbroglios.ll ¡Por cierto, pero el libro de Tarde

12. Oliver E. Williamson, The Economie Institutions ofCapi-


talism. Firms, Markets, Relational Contracting, Nueva York, The
Free Press, 1985; Henry Payton Young, “ The Economies of Con­
vention” , en Journal o f Economie Perspectives, N ° 10,1996, págs.
105-122; Jean-Pierre Dupuy, François Eymard Duvernay, et al.,
“ L’économie des conventions” , en Revue Économique, número
especial 40, 1989, págs. 1-406.
44 La economía, ciencia de los intereses apasionados

data de 1902! ¿Por qué perdimos un siglo? M ás aún


cuando llega mucho más lejos que los prudentes
investigadores de hoy, que se conforman con corre­
gir el sistema ptolomeico del mercado puro y perfec­
to agregándole una multitud de epiciclos que giran
en todos los sentidos (los contratos, la confianza, la
información, las reglas, las normas, las coaliciones).
Pues bien, al igual que un Copérnico cuyo libro nadie
habría leído, Tarde ya ha colocado en otra parte el
foco cuantitativo. En ese “ invisible cortejo de asocia­
dos” no figura ninguna Providencia ni, en especial,
la de la razón armonizadora. La ambición de Tarde,
tanto más radical en la medida en que no se apoya en
ninguna escuela, consiste por cierto en hacer girar los
ciclos de intereses apasionados en torno de otro sol, y
éste ilumina y quema, ilumina porque quema.

A C ER CA R SE EN VEZ DE ALEJARSE

Pero, para captar ese punto, todavía es preciso


aceptar la renuncia a una última pretensión episte­
mológica, la de la distancia. Llegado a ese punto,
Tarde, siempre cortés, se permite una ligera ironía
ante las acrobacias de los economistas para alejarse
al máximo de los fenómenos que tienen justamente
la oportunidad de frecuentar de cerca y que deberían,
en consecuencia, saltarles a los ojos. La argumenta­
ción, completamente contraintuitiva, merece que nos
Dado que la economía es subjetiva. 45

detengamos en ella. Tarde comienza por distinguir


dos psicologías, no en función de la naturaleza de los
objetos a los que se las aplica, sino en función del
grado de proximidad que mantenemos con ellos.

La naturaleza eminentemente psicológica de las


ciencias sociales, de las que la economía política sólo es
una ram a, habría dado lugar a menos cuestionamientos
si se hubieran distinguido dos psicologías que se acos­
tumbra a confundir en una sola. [...] Conviene destacar
que los objetos del yo pueden ser o bien cosas naturales,
insondables a fondo en su fuero interno herm éticam ente
cerrado, o bien otros yoes, otras mentes donde el yo se
refleja exteriorizándose y aprende a conocerse mejor a
sí mismo al descubrir a los demás. Estos últimos objetos
del yo, que son al mismo tiempo sujetos al igual que
él, dan lugar a una relación entre ellos y el yo com ple­
tamente excepcional, que se diferencia clara, m arcada­
mente, respecto de las relaciones habituales del yo con
los seres de la naturaleza, minerales, plantas, e incluso
animales inferiores. [...] Resultan los únicos objetos que
son captados por su interior, puesto que la naturaleza
íntima es la misma de la que tiene conciencia el sujeto
que los mira. Pero, cuando el yo mira los minerales o los
astros, sustancias materiales cualesquiera, orgánicas o
inorgánicas, las fuerzas que han producido esas form as
sólo se pueden adivinar por hipótesis, y sólo es percibi­
do su signo exterior (PE-1, págs. 110-111).

En toda la obra de Tarde se vuelve a encontrar


esta sorprendente diferencia entre el mundo humano
46 La economía, ciencia de los intereses apasionados

y el natural, diferencia que no coincide en absoluto


con la distinción usual entre el mundo simbólico, por
un lado, y el mundo material, por el otro. En efecto,
recordemos que para Tarde “ todo es sociedad” : las
estrellas, las células, los cuerpos, los agregados políti­
cos, las tormentas dentro de las cabezas. Por lo tanto,
para él, “ material” quiere decir ante todo “ social” .13
¿Sería sociobiologista (o, como se decía en esa época,
bio-sociólogo)? ¿Habría cometido el pecado de; natu­
ralización? ¿O, peor aún, de darwinismo social? No,
porque existe una diferencia de captación y no de
naturaleza entre los objetos llamados materiales y los
sujetos de la sociedad: a los primeros los vemos de
lejos, a grandes rasgos y desde el exterior, mientras
que a los segundos los vemos de cerca, en poca canti­
dad y desde el interior. \

Se comprende, pues, muy bien que, cuando se trata


de estudiar las relaciones del yo con los seres naturales
y de fundar las ciencias físicas, incluida también la bio­
logía, el yo se esfuerza, con buen método, por olvidarse
de sí mismo lo máxino posible, por poner lo menos de
sí mismo y de las impresiones personales que recibe del
exterior en las nociones que se hace de la materia, de la
fuerza y de la vida, por resolver, siempre que sea posi­

13. Ése es el punto fundamental de este extraño libro de meta­


física inspirado en Leibniz: Gabriel Tarde (1895), Monadologie et
sociologie, París, Les Empêcheurs de penser en rond, 1999.
Dado que la economía es subjetiva. 47

ble, la naturaleza por entero en términos de extensión


y de puntos en movimiento, en nociones geométricas,
cuyo origen, también completamente psicológico, no se
revela más que a la mirada de analistas muy expertos y,
por otra parte, no implica en nada su naturaleza psico­
lógica (PE-1, pág. 111).

Tarde no pretende que los economistas estén equi­


vocados al tratar las cosas humanas como a las cosas
naturales con el pretexto de que lo humano “ esca­
paría a la naturaleza y la objetividad” , como se dice
tan a menudo. Reconoce de buen grado que hay
excelentes razones, en física, en química, en biología,
para considerar las asociaciones de seres a la manera
de nubes estadísticas sometidas a fuerzas exteriores
que las rigen. Pero si adoptamos esta perspectiva en
muchos casos es porque no podemos captarlos desde
una cercanía suficiente, a falta de poder penetrar en
su intimidad. Aunque su “ origen” , como el de todas
las mónadas, sea psicológico y esté hecho de relacio­
nes, su “ naturaleza” , vista desde lejos y en bloque, no
parece serlo. En todo caso, no habría ninguna venta­
ja, ninguna ganancia epistemológica, en suponerlo. Y
sin embargo extrae esta conclusión que produce estu­
pefacción:

Pero, ¿hay alguna razón para que, llegado el momen­


to de estudiar las relaciones recíprocas de los yoes, es
decir, de fundar las ciencias sociales, el yo continúe tra­
tando de huir de sí mismo y adopte com o modelo de sus
48 La economía, ciencia de los intereses apasionados

nuevas ciencias las ciencias de la naturaleza? M ediante


el más excepcional privilegio, ocurre en el mundo social
que se puede ver con claridad en el fondo mismo de
los seres cuyas relaciones estudia, que se pueden cono­
cer los mecanism os ocultos de los actores, y ¡se privaría
graciosamente de esa ventaja, para modelarse al m odo
del físico o del naturalista, quienes, al no poseerla, están
obligados a prescindir de ella y suplantarla com o pue­
dan! (PE-1, pág. 111).

“ ¿Huir de sí m ismo?” Se entiende el horror que


sintió Durkheim cuando tomó conocimiento de los
trabajos de su antecesor... Si existe para Tarde un
error que se debe evitar, es el de tomar “ los hechos
sociales como cosas” , mientras que si, en las otras
ciencias, tomamos las cosas “ como cosas” es a falta
de algo mejor. ¿Cómo los sociólogos y, más sorpren­
dentemente aún, los economistas cayeron en la locura
de querer imitar a los físicos y los biologistas mediante
un esfuerzo de distanciamiento totalmente artificial,
mientras los sabios que imitan venderían al padre y
la madre por encontrarse finalmente cercanos a las
partículas, las células, las ranas, los órganos, en cuya
íntima asociación procuran mezclarse con ayuda de
sus instrumentos? ¿Por qué los economistas escapan,
tomando una distancia que cualquier investigador
quisiera abolir, aun a riesgo de perder la soñada oca­
sión de comprender lo social, mientras que los otros,
los verdaderos sabios, procuran, por el contrario, a
cualquier precio, mediante la invención de toda clase
D ado que la economía es subjetiva. 49

de instrumentos, acercarse a lo que está alejado de


ellos?:
Ahí está el núcleo duro, el punto difícil, técnico,
siempre tan nuevo de la proposición de Tarde: si en
un agregado cualquiera distinguimos asociados, por
una parte, y por la otra, leyes, estructuras, reglas, es
porque estamos obligados a ignorar lo que los modela
desde el interior mediante la pululación de las eva­
luaciones y de los duelos lógicos. Para decirlo sin
vueltas, la noción de estructura es un remedio de últi­
mo recurso, un artefacto de nuestra ignorancia, ella
misma debida a nuestra distancia demasiado gran­
de... Expondremos más adelante qué sorprendentes
consecuencias políticas Tarde deducirá de ese punto
que para la mayoría de las ciencias sociales sigue sien­
do, cien años después, una paradoja incomprensible.
Por el momento, comprendemos que, a la inversa de
los economistas, extraerá todo el partido posible de
“ ese excepcional privilegio” que permite captar los
“ mecanismos ocultos” que nos apegan a los bienes,
sin tener que suponer “ leyes naturales” que vendrían,
por añadidura, a dar forma a esos apegos. Gracias a
ese privilegio, inventará una sociología y una econo­
mía que podrán prescindir de cualquier trascenden­
cia. La cabeza de Gorgona quiere ser mirada de fren­
te. Ante la economía, él no huirá...
Pero -se podrá preguntar-, si los economistas no
son ¡tontos, ¿por qué procuraron imitar, pues, una
epistemología que los alejaba tanto de su proyecto
50 L a economía, ciencia de los intereses apasionados

de cuantificacíón, creyendo imitar las ciencias exac­


tas, cuando de hecho invertían el movimiento de libi­
do sciendi de éstas? La respuesta de Tarde se acerca
mucho a la de Karl Polanyi y, por otra parte, abreva
en la misma fuente mediante una cita de Sísmondi.14
Se necesitan poderosas razones políticas para que se
suspenda todo sentido común y se inviertan así todos
los principios metodológicos.

¿Por qué los economistas consideraron el objeto de


la ciencia por el lado más material? Sismondi respon­
derá: “ De la ciencia de las finanzas, dice, nació la de la
economía política, por un orden inverso al de la marcha
natural de las ideas. Los filósofos querían poner a salvo
al pueblo de las expoliaciones del poder absoluto; sin­
tieron que, para hacerse escuchar, era preciso hablar a
los príncipes de su interés y no de la justicia y defdeber;
procuraron hacerles ver cuáles eran la naturaleza y las
causas de la riqueza de las naciones, para enseñarles a
com partirla sin destruirla” . He ahí una de las razones
por las que, desde sus comienzos, la economía política
tom ó un color tan positivo e hizo, por prejuicio, abs­
tracción de cualquier consideración de orden psicológi­
co y moral (PE-1, pág. 136).

14. Karl Polanyi [1945], La Grande Transformation. Aux ori­


gines politiques et économiques de notre temps, Paris, Gallimard,
1983.
Dado que la economía es subjetiva... 51

¿Toda una disciplina, millares de departamentos,


centenares de millones de M aster in Business Admi-
nistration (MBA) para protegerse de la expoliación
del “ poder absoluto” ? ¿Todo eso para resguardar
las propiedades? ¿La invención de toda una ciencia
impersonal para evitar que se haga distinción entre
las personas? ¿Una ciencia desinteresada en el inte­
rés, enteramente basada en la defensa de los intere­
ses? Se entiende el motivo, pero, por piedad, recla­
ma Tarde, que no se confunda esta solución cómoda
con las exigencias de una ciencia que merecería algo
mejor. Ahora es necesario invertir la inversión, volver
a poner la economía sobre sus pies y finalmente ha­
cer que camine sobre sus dos piernas: las ideas que
conducen al mundo (y en particular las de los econo­
mistas que implementan las pasiones y los intereses) y
los valorím etros que reflexionan sobre su movimiento
para acentuar su legibilidad. Que se deje de confun­
dir la econom ía-disciplina -nunca esa expresión fue
más justa- con la economía-cosa. Hay que elegir entre
la economics y la economy. La segunda sigue siendo
siempre un continente desconocido, puesto que la pri­
mera, ocupada en performarla, no ha dejado de huir
de su verdadera composición.

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