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Mario Gachetegui Iriart

Matando e-nanos @ garrotazos

e-ignorantes @ mordiscones
Mario Gachetegui Iriart

Gachetegui Iriart, Mario Alberto

mgachetegui@gmail.com

Dibujo de portada: “Cavernícola” – Tabarez, Agustín.

Autorizada la reproducción, haciendo mención explícita del autor

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(Cuentos y relatos)

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Para ese bebé que está viniendo en camino,


a convertirme en padre, con la esperanza
de que todos estos textos formen parte de
mi legado hacía él.

Para Virginia, mi amor, la mamá más linda


del mundo, que me concedió el deseo de
ser padre.

Para el Abuelo Alfredo, in memoriam.


Que me contaba historias por las noches,
mientras comíamos caramelos de maní con
chocolate.

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El límite entre la realidad y la ficción lo


pone la estupidez.
Nada hay de diferente entre ambas. Son
la misma cosa, observada por el mismo
sujeto en diferentes instantes.
La poca profundidad de una mirada,
puede juzgar ficción aquello que es una
cruda realidad.
Negando esto, es como la industria
farmacéutica embolso millones por la
venta de psicofármacos.

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La dueña de mi desdicha

Aunque la noche pase


y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti.

Bien pudo ser que todo resultara distinto. Bien pudo, pero no fue

así. Entonces vos te mareas, pensando en lo lindo que hubiera sido, si

hubiese resultado de otro modo. ¿Y si aquella mujer, se hubiese

limitado a devolverte un sí cortés y en primera instancia? Hum... y

suspiras. ¿Por qué no pudo ser como yo lo había planeado? Aunque ya

sabemos que todo lamento es vano. Sobre todo cuando el día

comienza a hacer malabarismos entre su final y una agria tormenta que

avanza desde el Este. Disolviendo así toda esperanza. Como tus

sueños, también. Y es ahí cuando te das cuenta que la noche se te

está viniendo encima. Una vez más. Así es: El esmerilado mantel de

oscuridades perpetuas, se está desenrollando. Y más pronto que tarde,

como siempre ha sido, habrá cubierto todo el cielo por completo. Y las

decepciones siempre son más feas de noche. Pero no importa. El

mundo ha de continuar igual su rumbo... No estará éste, supeditado a

los deseos de una mujer pretenciosa, con aires de princesa que nunca

será. Y ya estás caminando serio. Tu rictus se ha endurecido al pensar

en esa mujer. Y tus ojos parecen crepitar en la introspección. Ni te

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acordas ya, que minutos antes encendiste un cigarrillo. Porque aún, no

lo has pitado una sola vez. Lo estás dejando consumir entre tus dedos.

Y casi ni importa, que éste sea de una marquilla importada. Y que ese

descuido concluya siendo, un tanto oneroso. No, no importa. Más se

perdió en la guerra. ¿Estuviste en guerra con esa mujer? Tampoco te

resulta importante definir eso, ahora. Es que, es tan fina la línea que

divide al amor del odio. Que en estos tiempos de inflación y bolsillos

flacos, un cigarrillo, la guerra, esa mujer, no dejan de ser dos caras de

una misma moneda: La indiferencia materializada. Porque después de

todo, quién sabe cuál es el lado de la ficha que uno arroja sobre el

paño, y que te conduce al amor o al odio. Cuando la bolilla se echa a

andar y el tomador, frena todo tipo de rectificación con su sarcástico no

va más. Mientras la maldita bolilla de marfil, se detiene en la casilla de

la indiferencia. Se acabó, compañero. Uno se termina jodiendo cuando

ciertos indicios aparecen a modo de preludio. Y además, cualquier

perdedor sabe que ha perdido de pleno a medio y adorno incluido,

cuando la suerte esquiva nuestras propuestas. Y encima de todo, se va

sonriente del brazo de nuestro adversario. ¡Qué va! Solo te faltan dos

cuadras y tus viejos zapatos te han de devolver a tu actual morada.

A otra cosa. Cómo decía Don Alfredo, que algunas cosas son

olvidos y otras son cosas nomás... Sin embargo, si hubiese dicho que

sí. ¡Ay Dios! Esa mujer, esa maldita mujer. Era solo un monosílabo.

¡Tan simple decir sí, como decir no!, pero dijo que no. Y a no

confundirse. Porque ese no, no era un no cualquiera. No. Ese no, era el

significante de un significado que rezaba algo como: despídete de tus

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sueños, ahora que estás bien jodido. ¡Esa maldita mujer! Todos tus

sueños rotos en mil pedazos. Todos al cesto de basura. A donde van

las cosas que no tienen sentido. ¿Era para tanto? ¡Oh... sí lo era!

Porque aquí, justamente, debiéramos tener en cuenta el aspecto

cronológico de la historia. Una pasión que tenía sus orígenes en la

infancia. En aquel barrio donde el vino a nacer bajo la calurosa luna de

Escorpio. Y entonces sí, la cosa era para tanto. Puesto que creció junto

a ella, por decirlo de algún modo. La contempló horas, días y años

enteros. Siempre con la misma obnubilación. Como quién ha visto a la

virgen bajar del cielo. (¡Nano!) ¡Todo el tiempo que pasé esperando

este momento! Todos los lamentos son vanos. Ah... el temporalizado

humano. Y el tiempo en definitiva, les pasó a los dos por igual. Pero a

vos, se te notaba mucho más. Esas canas… Ella, en cambio, parecía

lucir un tanto más impertérrita frente a Cronos. Aunque admitamos, que

lo que él consiguió, además de blanquearte las sienes, fue acrecentarte

tu amor ella. Cada día que de tu vida transcurría, era más y más fuerte

la pasión. ¡Tanto, que la terminó por convertir en la sucesión cíclica de

soles y de lunas, en la dueña de tu dicha personal! ¡Si no me quedo

con ella, nunca seré feliz!

Pero mira como son las cosas, eh… Fijate en que vino a

terminar todo. Y te parece un mal sueño. O desearías, que todo fuera

un mal sueño. No obstante, bien sabes que no es así. Y qué le vamos

a hacer. A veces sucede. ¿Y qué otra queda que apretar los dientes?

¡Oh l'amour! Pero no dejas de sentirte un imbécil. Sobre todo cuando

descubrís, que un par de lágrimas calientes ruedan por tus mejillas

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frías. ¡Qué bobo! Siempre es así el amor. Si no lo fuera, no tendría

mucho sentido. Y estás llegando a tu morada. Y también a una nueva

decepción. Y ya van... Y te mandas a tu habitación. Y comenzas a

quitarte la ropa. Y recordas pasajes de tu niñez. Cuando ibas a jugar en

su jardín. Para tenerla cerquita. Y mirarla con devoción. Tanto juntar

dinero. Tanto trabajar duro por días y noche. Todo para quedarme con

ella. Y tenerla como corresponde. ¿Y qué? Nada. ¡Esa maldita mujer

dijo que no!

Te parece un chiste. Porque hasta ayer mismo, todo parecía

distinto. ¡Sí señor! En sus ojos se lo veía así. Por eso mismo fue, que

hoy saliste de tu actual morada, todo arregladito. Perfumadito,

orgulloso y vencedor. A la espera de esa respuesta que presumías,

que fuera un simple sí. Sabías que iba a haber, seguramente, un

interludio. Una charla previa sobre algunas banalidades. Para romper el

hielo. Pero que finalmente, llegaría la aceptación que coronaría todos

tus sueños.

Sin embargo dijo que no. Que no. Y que no. Y que no. Entonces

quisiste insultarla. Sí señor. Tuviste deseos de aplicarle un golpe sobre

la nariz. ¡Sí señor! No se puede jugar así con los sueños de la gente.

Pero agachaste la mirada. Para quitarla de tus retinas. Guardaste las

manos en los bolsillos. Para no cometer un atropello. Lo que hubiese

sido imperdonable para vos. Porque un caballero no debe golpear a

una dama, ni con el pétalo de una rosa. Los golpes solo sellan una

frustración. ¿Y esto, no era acaso una frustración para vos? Sí, lo era.

Pero igualmente no. Había que guardar la compostura en todos los

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casos. Y los zapatos bien lustrados. Entonces diste media vuelta.

Apretaste los dientes para no llorar. Y te largaste a tu actual morada.

Todo hace apenas unos minutos. Tan pocos minutos, que todavía

rondan en tu cabeza febricienta, las palabras de aquella maldita mujer:

<<No señor mío. La casa no está en venta. ¡Ni por todo el oro

del mundo!>>

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Círculos viciosos

Está oscureciendo cuando él toma la decisión. Cuando él toma

la decisión casi es de noche. Casi es de noche, los gatos maúllan en

los techos de zinc. Los gatos maúllan en los techos de zinc, las viejas

se santiguan. Las viejas se santiguan, presagiando algo malo.

Presagiando algo malo, él se recuesta. Él se recuesta pensando en

ella. Pensando en ella por última vez. Por última vez, no habrá de verla

nunca más. No habrá de verla nunca más, ha roto todas sus cábalas.

Ha roto todas sus cábalas, quebrando la regla de lo lógico. Quebrando

las reglas de lo lógico, le ha dado escozor. Le ha dado escozor su

vanidad. Su vanidad, le da ahora dolor de estómago. Le da ahora dolor

de estómago, marcha al baño. Marcha al baño, se desahoga. Se

desahoga llorando. Llorando sobre el recuerdo de ella. Sobre el

recuerdo de ella, descubre un espejo. Descubre un espejo en el que se

ve débil. Se ve débil, desea ahora otra cosa. Desea ahora otra cosa

que no sea la muerte. Que no sea la muerte, premeditada así.

Premeditada así, asumida. Asumida, odiada. Odiada, necesaria.

Necesaria, inevitable. Inevitable, en estos momentos. En estos

momentos, en que toma la navaja. En que toma la navaja, pensando

en ella. Pensando en ella, como hoy. Como hoy, cuando trinó al

pensar. Trinó al pensar, cuando se dijo. Se dijo: Está oscureciendo.

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Viceversa

Dormía el verdugo, luego de su faena, soñando que era un

ángel. Y su almohada amaneció mojada.

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La carta

Hay entre el cielo y la tierra,


más cosas de las que puede soñar
tu pobre imaginación.

Hamlet

Ayer había escrito la carta. Entre lágrimas y una suerte de

esperanza pueril, le fue explicando sus penas. Sus ansias y sus ganas

de volverla a ver. No le resultó fácil: Su letra nunca había pertenecido a

esa clase aristócrata de signos, que se expresan virtualmente por sí

mismos. No. Su letra era enroscada. Confusa, más bien, temblorosa.

Era la típica grafología, de esos tipos que van por la vida convencidos

de su idea, pero de sobra inseguros para pasar a la acción. Es decir…

Un resuelto caos era su caligrafía. Y atento a esto, pero con

intenciones de que ella comprendiera el mensaje, hizo esfuerzos

sobrehumanos para mejorar el trazo. ¡Menuda tarea! O simple trabajo.

Como cuando mandaba cuentos para los certámenes. Y los escribía.

Los leía. Los reescribía. Los volvía a leer… Y a reescribir una vez más.

Como si por muchas vueltas, que uno le diera a la cuestión, las

palabras ya mareadas al fin, se consiguieran acomodar de modo que

pudieran expresar lo que uno piensa y siente. Nada más utópico. Y

más o menos así, era la situación actual. Solo que, en vez de cuento,

era una carta. ¡Ah… pero no era una carta cualquiera! De esas que uno

escribe para conseguir un trabajo. O para que le tapen un bache.

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(Estas últimas, en este país, nunca se contestan. Ni con palabras, ni

con hechos) O cosas por el estilo. No. Era una carta para ella. Y eso no

era cualquier cosa. Que no se ande diciendo por ahí, cosas que no se

saben. De oído no, mi viejo. Aunque... <<si solo fuera la letra...>>

Pensó. Puesto que más complejo, le resultó justificar el por qué la

amaba tanto. Y ya se sabe: Que mucha filosofía, para el amor suele ser

contraproducente. ¡Cómo si fuera suficiente, explicar por qué se ama!

Como si alcanzara una explicación, para que el otro comprendiera. O lo

que es mejor, que correspondiera. Que es lo más complejo... Empero,

él tenía algo de certeza sobre el asunto. Y eso le daba confianza. Y fue

por esa seguridad, emanada de la ilusión, que se sentó y escribió la

carta. <<La va a leer. Comprenderá y vendrá a rescatarme de este

naufragio>> Se dijo. Por eso la escribió. Solo por eso.

Hoy, apenas el sol hubo desperezado sus rayos. En esta

mañana de Viernes de Agosto. Invernal, nostálgico y plagado de

soledades. (No de babel, precisamente) Él abrió los ojos y dibujó una

sonrisa en sus labios. Observó filtrarse la luz por las mirillas de la

persiana y se alegró. Contrariamente a lo que solía sucederle a diario.

Era escorpiano. Luna matinal a la orden del día. Entonces saltó de la

cama con inusitada vitalidad. Se miró de reojo al espejo mientras se

vestía. Y finalmente abrió la persiana. Sus ojos se achicaron al toparse

con la luz. Y su entrecejo se arrugó. Entonces recibió el aire matinal. Y

tembló. Pero no de frío. Pensar en ella, siempre lo hacía temblar.

Calentaba la pava para tomarse unos mates, mientras

organizaba la limpieza de su casa. Siempre había sido un tipo prolijo.

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Primero los muebles. Luego los pisos. Y... los vidrios también. Era de

carácter hiperactivo. Aunque a veces, la depre de los tiempos

menemistas, lo postraba días enteros en la cama. Le hacía crecer la

barba. Le cerraba el apetito. (Aunque había aprendido a despreciar el

consumo del alimento, por nutrirse con pedazos de sueños que por

doquier en su alma, se encontraban esparcidos gracias a los buenos

dirigentes de esta tierra) Y lo ponía en situación de suicidio virtual...

mente posible. Por suerte, heredó de los vascos la tonsura. Y logró

sobrevivir a la década del noventa. Casi intacto. Lo que no era poco

mérito. Limpiar los pisos con el líquido que compró el mes pasado,

lustrarlos luego...

Hoy era otra cosa. La carta que ayer le había escrito a Ella, le

había devuelto la sonrisa. La vitalidad. Y la esperanza también. Tomó

entonces, mates con tranquilidad. Escuchando continental y sus

noticias. <<Puras muertes, che, ¡Cuánta locura por aquí abajo!>> Se

dijo.

Entonces se encaminó a la tarea de limpieza autoimpuesta. Ya

cuando sacudía la colcha de pelusas y de migas de pan, pudo

imaginarse el rostro pálido de ella. Precisó los hermosos ojitos.

Punzantes, destellando brillitos, mientras corrían por los párrafos de la

carta. Es como si la estuviese viendo. Pensó. Y su mano atenuando el

ardor de su vientre, enredándose en su larga cabellera. Sus labios,

mojándose de estremecimiento... <<¡Qué linda es!>> Dijo.

Cuando hubo concluido con la cama, pasó a la biblioteca. Y

repasó los libros. Tenían bastante tierrita. Fue allí, junto a esos

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preciados, donde recobró la lucidez y se acordó que era escritor.

¿Cuánto hacía que no escribía una línea? Solo esa carta. Aunque

haber conseguido escribirla, le parecía más importante que obtener el

Planeta, tantas veces negado. O publicar alguna de sus novelas. En

estos tiempos de bolsillos constreñidos y de decepciones a la orden del

día. Todas esas posibilidades, eran propiedad exclusiva de Morfeo.

Pero esa carta... ¡Ah... la carta! Era un acto de escritura más brillante, y

más glorioso, que haber sido el creador de la saga de los Buendía. Y

eso que él siempre creyó ser ese maldito Coronel Aureliano Buendía.

Ese, que organizó treinta y dos guerras civiles y las perdió todas.

Entonces, decididos y raudos, él y el mediodía se pusieron cara

a cara. Y esquivó la comida una vez más. Y ya iban... So pretexto de

terminar el aseo de una vez por todas. Nada importaba hoy. Todo era

Ella. <<Vendrá... seguro que vendrá>> Se dijo. Pero acabó con la

limpieza. Y se tendió en la cama. Intentando dormir un rato. Para estar

fresco como una lechuguita, a la noche. Pero no lo consiguió. Un

asiduo visitante de sus noches y días. Un amigo personal de él. ¿O de

ella? Aunque lo mismo da. Se lo impidió. El insomnio lo atrapó. Y

tapado como estaba, de adrenalina, solo pudo mantener una vela

inquieta y plena de zozobra. ¡Quién duerme en esas condiciones! Que

mal no le hubiese venido. Pero... El hombre propone y Dios dispone.

Ya se sabe. De todas formas, él, le restó importancia a la traicionera

huida del sueño. Porque todo rondaba en torno a Ella. Ese viernes

tenía color y sabor a Ella. Era ella la depositaria de todas las acciones.

Núcleo del Sujeto.

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Sin embargo, la tarde avanzaba. Y en medio de la pulcra

soledad de la casa, se le vino en ganas escuchar al negro Heredia. Ese

que tanto le gustaba. Y zampó sin previa, el disco en el reproductor. El

negro lo cautivó desde aquel primer informe de situación. Pero este bar

de los fracasos, lo emocionaba hasta los huesos. ¡Sí señor! Aunque

también es cierto, que hay de esos momentos en la vida de las

personas, en que todas las canciones parecieran estar escritas para

uno. Este era uno de esos, para él. Ella lo había marcado tanto él. Con

el negro, como la banda sonora de esa película.

Y encendió el primer cigarrillo del día. Los detalles. La

preocupación. Y la tensión graciosa que lo embargaba, le habían hecho

olvidar que era un compulsivo fumador. Me miraste apenas y lloré...

¡Pero para qué se habrá acordado! Ahí va otro cigarrillo más... no sabía

entonces que el amor... y se fue relajando poco a poco, humo a humo...

abre puertas sin mirar atrás... y la tarde se fue desarrollando solitaria,

como siempre.

Habían pasado cinco minutos de las cinco, cuando el timbre de

la casa, tronó en la habitación. Despabilando esa tensión que lo

atormentaba. La sangre se le empezó a congelar y titubeante, marchó

hasta la puerta de ingreso. Dudo en abrir. Se restregó el rostro con

ambas manos. Temblaba. Sudaba frío. El gran momento había llegado.

¿Estaba preparado para recibir lo que había soñado? Quién lo sabe.

Quién lo está. Y de un golpe, para evitar el amedrentamiento

psicológico de la situación, abrió la puerta.

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El hola de ese cartero privado, lo desinfló, literalmente. ¿Se

desilusionó? Quizá. Pero también se tranquilizó. Uno se siente más

seguro en la rutina, aunque fuera esta, harto tediosa. Y esa soledad

que todo lo envolvía en su vida, era su rutina. Su forma de ser. Su

existencia. Tomo el sobre de una editorial que le traía aquel, agradeció

y cerró la puerta.

Ya vendrá, volvió a pensar, mientras caminaba con ese sobre en

la mano. Todo estaba listo, no quedaba mucho por hacer. Por ello se

autorizó a beberse un whisky manso. Subió el volumen del equipo.

Sacó un vaso ancho. Lo cargó con una generosa medida de Jacks

Daniels y dejando la carta sobre aquella mesita, se sentó a disfrutar de

la bebida. Ya vendrá. Se repitió mentalmente. Y encendió un nuevo

cigarrillo.

El esfuerzo de la limpieza, la tensión y el whisky, terminaron por

dormirlo sentado en ese sillón. Aquella carta de la editorial, también

parecía reposar a su lado. Y abajo de otro sobre. Que se erguía sobre

el pie de ese velador. Aguardando tieso, ser enviado a esa mujer, cuyo

nombre aparecía en el frente del sobre, junto a una dirección.

El timbre volvió a sonar cerca de las 20 hs. Pero esta vez nadie

se desplazó hasta la puerta. Él dormía arrellanado en el sillón, con una

sonrisa en los labios. Al otro lado de la puerta, una mujer joven y

pequeña, se empezaba a alejar por el pasillo pensando: No está. Quizá

sea mejor que le escriba una carta, para contarle lo que me está

pasando con él. Y entonces sea él, quién me venga a buscar.

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Una vida de perros

A Bettina que gustaba de


este relato en sus clases.
A Anselmo in memorian.

Harto de correr con el aliento de aquel ovejero tras su cola, el

gato trepó al pino y allí se dispuso a esperar. Lejos de darse por

vencido, el perro se echó a los pies de la planta. También a esperar.

La noche los atrapó en igual posición y ambos se durmieron.

Esa noche, el gato soñó que era un perro.

Y amaneció llorando.

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Esperanza muerta

Lanzó al irse su última sonrisa engatusadora y expiró. El mundo

ha sido librado finalmente, del peor de sus males.

La esperanza yace muerta entre las garras poderosas de la

realidad. Ahora... ¿quién nos librará de este mal sueño?

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La grasa

El almuerzo lo atrapa en la cabecera de la mesa, mientras

espera que la pava se ponga a punto para tomarse esos mates, ya ah

remojado la yerba porque tampoco es cuestión de quemarla, y mientras

espera, observa la hornalla en la que la pava empieza a desprender

vapor por su pico, muy pronto estará lista, entre tanto, con esa vista

entrecortada de platos que van, tenedores y vasos que vienen, el

piensa, seguro que está pensando, puesto que sus ojos parecen

crepitar y su rostro se ha quedado perplejo, dale pava de mierda,

consecuentemente de que el resto de los comensales, empieza a

arribar a la cita, como de costumbre, en medio de un amenazante

bullicio de tensión y afán de gresca, estos son como los perros, llega la

comida y comienzan a ladrar, seguro que ha pensado eso al verlos,

porque una chispa de hastío se le refleja en sus pupilas, Dios mío, qué

lejos que están unos de otros, y no es para menos, ya que la paz se

acaba de quebrar en apenas segundos, con el primer lío entre la

abuela que dice que no haces nada, y la nieta que replica con un

dejame de joder, mientras la abuela contraataca con un pone los platos

al menos en lugar de pelotudear, si los platos ya están puestos, y la

nieta que responde con que los platos ya están puestos, qué mierda

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voy a poner, o sos ciega, y... casi, entonces alguien grita que viene la

comida, llamen a fulano, que te podes de dejar de hinchar un poco, qué

claro, que me olvidé que vos no sos sirvienta de nadie, y dale que va,

esta vieja está loca del todo, bueno... todos bah... que yo si los sirvo y

los llamo y todo lo que haya que hacer, uf, que deja que voy yo, que

no, que voy yo, que anda al carajo y dejate de joder de una vez por

todas, que... ah... llegaste, que llegué… que menos mal que lo hice

porque si no me quedo sin comer, que no seas mentiroso que nunca te

quedaste sin comer, qué no… que bueno, que si lo hiciste fue porque

quisiste... que anda a la mierda, queres, dame ese tenedor que es mío,

que toma, metételo en el culo, viven para comer y pelear, que qué...

qué no comes ahora, y él les dice que mejor toma mate, y piensa,

seguro que está pensando, pensar que con esta agüita se mantienen

los genios en este país, ay Argentina… quién me mandó a ser escritor

en este bendito país, que está bien, hace lo que quieras, que no, si voy

a hacer lo que vos, que… che, (exclamación lógica), alguien lleno de

más el plato y la consiguiente recriminación de otro, que se vuelve

general, que si deje un montón en la fuente, que pero no te das cuenta

que falta venir... sultana todavía, que claro, y... menganito que todavía

está afuera, (ahora el sector opuesto a la reyerta), que el que sabe que

está la comida y no viene, que se joda, que se joda, claro, muy fácil, (la

abuela, quién sino), que porque no comen en paz, que váyanse a... (Y

claro, plato arrojado al centro de la mesa, que termina por desparramar

el estofado sobre la mesa), qué cuernos hago yo acá, la mierda...

(portazo y un segundo de silencio), glu glu glu... tragate algo, y... está

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pensando otra vez, seguro, no piensan por un segundo lo que pasa en

el país, con tantos pibes que se mueren de hambre, no, engullen

nomás y camorrean un poco, no sé cómo pueden comer esa devoción,

con las cosas que están pasando, sin embargo, ahora sus ojos ya no

advierten la escena fatal que se desarrolla frente a él, (fatal, son los

tangos o su vida) que alcanzame el pan, que no tires maleducada,

(adivinen quién), y es que él ya reconoce esta escena, por eso la

suprime, es siempre la misma, repetida hasta el hartazgo, y piensa,

seguro que está pensando, (sí, adivinaron… la abuela…) que... vistes

que el vecino... qué callate, que ese hijo de p... qué… por qué hijo de

p..., que ya lo estás defendiendo, que... pero que te metes en la vida de

los demás, que clarooo... me olvidé que vos no hablas con chusmas,

(sí, la abuela, veo que van entendiendo), están todos locos, todos

locos, piensa, seguro, y se pone de pie ahora sin mirar lo que pasa a

su alrededor, y es que lo han aburrido, igual que a mí, bueno, estos

aburren a cualquiera, hasta el más mentado, toma un pedazo de carne

de la fuente y sale hacia el patio, bueno, que se vayan al diablo ahora,

que me está llamando desde allá, piensa mucho, tal vez es malo

pensar tanto en un lugar como este, pero él no es malo, es macanudo,

y siempre se acuerda de mí, y además, detesta como yo a esta jauría

de perros, y… cómo para no hacerlo… ahora me está arrojando la

carne, con él, señor, ser un gato tiene sus privilegios, gracias che, así

es como a mí me gusta la carne, sin grasa...

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Con los e-nanos te fue fácil. Un golpe seco en medio del

entrecejo y a cobrar. Ni siquiera tenías que agacharte, ellos solos

saltaban hasta el mazo. Los otros eran el problema. Había que

eliminarlos pronto, eran una verdadera plaga. Y sin embargo, aún no

encontrabas un método eficaz. Febril y alocado entonces, saliste en

procura del primer grupo. De inmediato fuiste rodeado, y comenzó la

carnicería: Reboleó su palo y muchos dieron de bruces contra el piso.

Pero perdió el garrote en el fragor de la contienda. Creyéndose

vencido, saltó hacía el primero y le clavó rabiosamente los dientes. El

otro asestó el golpe y cayo moribundo. ¡Esa es la manera! Pensó, pero

eran tantos... <<¡Ni comiéndolos se terminan!>> Exclamó y se dejó

caer vencido.

Alguien, desde atrás, había empezado a masticar su cuello.

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To be or not to be (cuestion eternity)

En la disputa que los caballos blancos mantuvieron con los

caballos negros, todo fue divido en dos. No quedó sector por partirse.

Para evitar una contienda atroz, se acertó en separar, una mitad para

los caballos blancos y la restante, para los negros. Todo iba en paz

hasta que un grupo de caballos blancos, se topó con una cebra.

Entonces surgió el dilema: ¿Sos o nos? ¿Estás o no estás con

nosotros? Y como jamás pudo definirse, fue expulsada del paraíso de

los equinos.

Sin embargo, aquí conformó una vasta prole. Raza que hasta

hoy perdura, y puebla la tierra.

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Olvidos

Después de estrellar el portarretrato contra la pared, se dio

cuenta que el amor seguía tan vivo como siempre.

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Crónica de un día agitado

En el pueblo donde nunca sucedía nada, un día pasó que se

pinchó un teléfono, y se armó un lío, fue que cerca de las nueve de la

mañana, de un día de semana, aunque nadie se acuerda ya cuál era,

pero seguro que era día de semana, y como primer protagonista

aparece un carterito del correo oficial, que iba cumpliendo con sus

labores, luego de dejar un par de sobres bajo una puerta, decidió

ansioso, hacer una llamada telefónica, y cuál náufrago a la botella, se

precipitó sobre un teléfono público, el que está aún hoy, plantado frente

a la central telefónica, (Fua... ¿no será mucho?) y puso la moneda de

cincuenta centavos con una mano y con la otra empezó a marcar,

apenas el metal hizo clac en el interior del aparato, cinco dígitos, pu pu

pu pu pu, que le vamos a hacer, a veces sucede que los teléfonos

están ocupados, repartir un par de sobres más, volver e intentar de

nuevo, eso mismo, ahí vamos, y montando en la bicicleta, desbordado

de impaciencia, sigue con el trabajo, la novia puede esperar un poco

más, después de todo, minutos más minutos menos, y un par de cartas

bajo otra puerta, un sobre grande por allí, <<tengo que saber que está

haciendo>>, otro sobre allá, y vuelve al teléfono, hay que saber hay

que saber, a ver si es una cabeza de vaca muerta, mejor corroborar, el

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Mario Gachetegui Iriart

pueblito es terrible si de infringir el octavo mandamiento se trata, (tener

los cuernos bien puestos y no darse ni cuenta) y sobre todo ahora, con

calorcito, el verano, las hormonas se excitan tanto que comienzan a

fermentar, las almas, y las promesas de amor también, un tipo lindo, o

no, y ¡chau loco!, aunque el juramento fuera para toda la vida, de

nuevo la monedita, aquí en el pueblito, toda la vida pueden ser quince

minutos, cinco dígitos, menos también, pu pu pu pu pu, <<¡y la

putísima madre!>>, otras cartas, como loco va el pibe, ¡cuidado!, que te

tira viejita, que no ve nada, ciego va el pibe, una sobrecito más allá,

otro más acá, y una espera larga que crece y demuele, de raje va, ¡epa

epa loquito!, y al teléfono otra vez, que si te agarro con otro te mato,

que si de veras te encuentro con las manos en la masa (de otro), y...

que se yo, que jurame que no lo vas a volver a hacer, que... ¡eso es

tener alma de cornudo!, (por aquí andan varios) y la moneda que se va

a descomponer de tanto pasar por ese tobogán, y... ¡sí!, pu pu pu pu

pu, <<¡pero me cago en satanás!>>, y otros sobres, ¿qué sino?, como

bola sin manija va, loco loco loco, aunque qué tendrá que ver el

teléfono con los cuernos, hum... como si pudiera ver a través del

micrófono, a parte que ella le va a contestar que todo está bien, subido

al potro de otro, en fin, dos cartitas más, y de raje al teléfono, cuatro

cuadras de ida ahora, cuatro de vuelta, cada vez se hace más largo

todo, y ahí, mira como viene... loco loco loco, no si... darse por vencido

no es para él, y otra vez el intento, monedita, dedos pegados al tablero,

a punto de empezar a marcar cuando... clac, tirin tirin tirin, clac, <<¿se

pinchó?>>, ¡sí, se pinchó!, pero no te digo yo, estos países... pasó de

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

largo esta vez la monedita, no no no, otro intento... y clac tirin tirin tirin

clac, y qué le vamos a hacer, a veces sucede, y perro callejero que

olfateaba y termina pateado por las costillas, <<perro de mierda>> y

montado a la bicicleta azul, que rompe el recorrido y se dirige a la casa

de la novia, (¿y por qué no empezó por ahí?) y se aleja, loco loco loco,

por esas calles, ¡guaaarda los coches!, mira cómo se suceden los

accidentes, debe ser lo que ha pensado el gordo ese que lo ve

alejarse, y sonríe (claro, quién le va a robar a él, el mamuts prehistórico

que tiene en casa), pero sonríe porque a adivinado el gordo bicho,

(pero bicho feo) y mete otra monedita de cincuenta centavos y clac tirin

tirin tirin clac, mete dedos a los números y tuuuu tuuuu tuuuu, (sí,

llama) porque él sabe que los teléfonos suelen pincharse, (como la

novia del cartero, es decir, que era especialista en pinchar teléfonos

con el cocodrilo y el alfiler) y a comunicarnos ya que estamos,

entonces, y es que unos nacen con estrellas y otros, ¡cuidado!, se

estrellan, allá a dos cuadras, el cartero, que ha ido ahora a dar bajo las

ruedas del repartidor de gaseosas, (no tiene perdón de Dios) ¡qué mala

suerte che!, chispas le sacaban las aspas contra el asfalto, y mientras

el gordo ha establecido comunicación con alguien a quién le dice que el

teléfono por donde habla está pinchado, el carterito se levanta,

sacudiéndose del revolcón, ¡qué suerte che, con lo caro que están los

pulsos!, si venite que es el que está acá frente a la central, dale... qué

bueno porque tendría que hacer un par de llamadas a la Capital, vistes,

¿dónde hay un teléfono pinchado papá?, enfrente a la central nena,

dejame hablar, sí, les tengo que avisar a las chicas, y dale si total lo va

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Mario Gachetegui Iriart

a pagar telefónica, (después no quieren que aumenten las tarifas los

gallegos/argentinos para ser tarados) y una amiga a una tía, una tía a

una sobrina, sobrina a un novio y para las cuatro de esa tarde, el

pinchazo de phone era vox populis, y ahí vamos entonces, dale que va,

clac tirin tirin tirin clac, y tuuuu tuuuu tuuuu, peregrinación disimulada

(claro está) al teléfono en cuestión, que abuela con nieta, nieta con

cuñado, cuñado con amante, amante con su fiel esposo y para las seis

de esa tarde, el decoro ya se había ido a parar... (ahí, donde termina

tanto el caviar como el guiso de mondongo) y había cola, y el tiempo

pasaba, y la impaciencia crecía, y llegaron las recriminaciones, ¡está

abusando de la llamada!, hora y media hablando esa yegua con el

machucón que tiene en Mar del Plata, esto no puede ser, sí que

larguen un poco, ¡dejate de joder!, tanto tiene que hablar esa vieja, y

convención, ¡basta, larguen y teléfono y reunámonos para debatir la

cuestión!, se suspendieron las llamadas hasta nuevo aviso, ¡ufa loco!,

qué le vamos a hacer, orden orden orden, y los más o menos noventa

que integraban la fila, se enroscaron en un círculo mal formado, para

darle un poco de orden a la cosa, el derecho de hablar debía ser igual

para todos, formemos turnos de un tiempo determinado, sí demos

números como en el súper, estoy de acuerdo con eso, así nos

organizamos mejor, digo me parece de pronto que, ¿quién va a

dedicarse a dar los números?, yo lo hago si no les parece mal (gordo

panza de vino), bien el señor impartirá los turnos, yo compro el

talonario en la librería de acá al lado, dale dale dale, ahí vamos, sí

vieron que organizados es mejor, y como que no, y se reanudaron las

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

llamadas entonces, con número en mano, pasaban y hablaban, quince

minutos cada turno, si queres más, hace cola y sacate otro turnito, y

ahí vamos, clac tirin tirin tirin clac, y tuuuu tuuuu tuuuu, ¿a quién le

toca?, a mí señor, a mí... bueno tome nomás, pase el que sigue, ¿tiene

numerito el caballero?, no deme uno, como que no, aquí tiene, muchas

gracias, no hay de que, el que sigue... ahí está todo ordenadito es

mejor, vamos vayan pasando vayan pasando, un numerito más por

aquí, ¿hey a dónde cree que va usted?, vamos vaya para atrás y haga

cola como todo el mundo, vamos, hágame el favor mire que sino... que

que que, que lo suspendo y no va a poder hablar, haga cola, que qué...

¿qué número tenes pibe?, no vos tenes el 83, vas a tener que esperar,

para atrás que recién vamos por el 47, numerito numerito, ¡cómo que

tardan mucho!, todos tardan lo mismo porque yo los estoy controlando,

quince minutos por turno, no me protestes pibe... mira que... eh sí,

todos los pibes son así, se creen que se la saben toda, si se quieren

comer los chicos crudos, hum... pero acá van a mal puerto por leña, yo

les voy a enseñar cuantos pares son tres botas, ¡vaya atrás le digo!,

mire que lo dejo sin hablar eh, pórtense bien que todo va bien, ¿cómo?

que me avisan que está viniendo más gente che, sí desde los barrios

de las afueras vienen más, dicen que están poniendo colectivos para

traerlos y que en un rato están por acá, que los esperemos, eh... ¡qué

tal saliste en la foto!, está reeebueno, ahora... tiene una sola cosa

mala, ¿qué es lo malo?, y... la espera vio, sí en eso tiene usted razón,

porque a uno le agarra hambre y esas cosas y... no no no, quédese

tranquilo, vea, si usted me cuida el lugar, yo voy hasta mi casa a

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Mario Gachetegui Iriart

buscar una parrilla grande que tengo, de esas con rueditas vio, y nos

vamos a hacer unos choripanes que ni le cuento, uyyy si si si, vaya

nomás hombre, qué está esperando, ¡esto sí que se pone bueno!, y

qué le parece, vamos vamos, unos choricitos ahora, para chuparse los

dedos, los compramos aquí nomás, al carnicero de aquí a la vuelta, si

si si, ¡esto sí que se pone bueno!, y unos cuantos vinitos también, ¡y

como que no!, si pa' qué estamos sino, para comer, si la comida es lo

único que nos vamos a llevar, en eso tiene razón, vio, alguien también

podría hacerse un negocito y traerse unas reposeras para alquilar

¿no?, digo, para la gente mayor y eso, sobre todo ahora que están

viniendo más, si si si, total por unas monedas... ¡y claro!, yo las traigo,

ya vengo, si vaya nomás señora, vaya que yo me encargo de cuidarle

el lugar, vieron como organizados es mejor, y sí, la verdad que si lo

planeamos no nos sale, y sí, y variadito el asunto, esato, de todas las

edades y de todos los seso, si si si, miren miren, mamás con sus

hijitos, ¡qué bien esto es Argentina carajo!, yo quiero a mi bandera,

¿cómo dice señorita?, que quiere cuidar los nenes para que no se

lastimen, ¡y como no che!, vea usted vea usted, y después dicen que

los jóvenes no sirven para nada, eh... aprenda pa' no ser tan jetón,

¡buena idea piba!, dale nomás dale, señor le digo, en mi vida vi tanta

gente dispuesta a ayudar, le juro que me llena de emoción ver esto, si

si si, se me caen las lágrimas, ¡no te coles pibe no te coles!, anda hace

la cola como todos, y sí, ya sé que llevamos cuatro cuadras de cola,

que vamos a hacer... es lo que hay, también, un solo teléfono para

tantas personas, che, estos gallegos de mierda, adelante don, le toca

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

usted, pase pase, clac tirin tirin tirin clac, y tuuuu tuuuu tuuuu, uy uy uy,

¿no tendríamos que hacer algo con el tráfico de automotores?, digo

porque en cualquier momento va pasar un accidente, si le digo que sí,

es que vienen coches de todos lados, ni en la fiesta del pueblo eh visto

tantos coches, si le digo que sí, ijjjiiiiiii, uy uy uy, prrroooommm pum

pum, ¡y... se lo dije o no se le dije!, vea usted, diga que solo son los

foquitos del 147 ese, que imprundente el de la camioneta, no no no,

pobrecita, era la reina del pueblo, pobrecita, se abatató vio, y si, como

yo digo que fue una fatalidad nomás, que vamos a hacerle, si es que

todos tenemos cinco segundos de estupidez, además, el padre de la

reinita tiene mucha plata, no se va andar haciendo problemas por unos

faritos, no que va, hum... que va a hacer, un pequeño incidente, todo lo

demás marcha normal, vea como empiezan a humear los chori...

ujujuuu... esto se pone bueno vea, muy cómo no, un vinito para

aguantar, deme nomás deme, la semana que viene que cobro se lo

pago don, está bien está bien, pase señora, le toca a usted el dichoso

turnito, pase nomás pase, ¡que ¿qué?!, que llegó ¡la policía!, llegó la

policía vea, ¿cómo dice oficial?, pase señor, le toca a usted, ¿qué

número?, si si si, el 108, bueno bueno, que el oficial le dice que si

quiere que corte el tráfico para que no haya otro accidente, si si si,

decile que sí, que ya vienen los primeros chori, ujujuuu... esto se pone

bueno, ¡un aplauso para el asador!, che no sean amargos que este

vecino servicial lo hace por ustedes, y todo este manjar por solo unos

pesitos nomás, venga uno, la semana que viene se lo pago don, y le

digo que como siga la cosa, alguien tendrá que traer cobijas y bolsas

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Mario Gachetegui Iriart

de dormir para alquilar, ahí armaron un bailongo los pibes aquellos, vea

vea, le metieron musiquita y ahí che... ¡vamos señor que esto está

genial!, dale unas cumbitas pibe, bueno bueno, ahora sí que estamos

bien, ve como todo se va moviendo en orden, el orden es todo para

una sociedad, ¿qué número tenes pibe?, no el que sigue ¡el que sigue!,

¡109!, tenes que esperar un rato más, que le vamos a hacer, y podría

ser vea, para amenizar la espera, si si si, total juntamos una vaquita

entre los presentes, que somos, uy... mire a donde da la cola, haya

atrás pasando la estación, esto es increíble, míreme los ojos, fíjese la

emoción que tengo, si si si, un vinito más como que no, la semana que

viene se lo pago don, ¡che a ver si ayudan a la señora a subir el cordón

que no puede!, qué cosa che, uno trabajando acá para que todo salga

bien y ahí, que nadie quiere hacer nada, pobre vieja, ¿cómo dice

señor?, pero marco bien el número, ¡¡¡y la puta que los parió carajo!!!

no le digo yo con estos gallegos de mierda que agarraron la concesión

del teléfono, ¡cómo que qué paso!, que va a pasar, lo de siempre, que

nos cortaron el teléfono, no se puede llamar más, ¡nos cortaron el

teléfono los hijos de puta!, y ahora quién le explica esto a la gente, ah

no eh... que se encarguen los políticos, yo no tengo nada que ver, que

voy a tener que ver yo si en este país de mierda, ningún servicio

funciona como debiera.

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

Olvidos II

Al despertar no se acordaba si había jurado olvidarla.

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

Olvidos III

No sé si juré olvidarte.

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

Cuarenta y uno / Once - Munro

Hay de esas horas, en las que Buenos Aires es cubierto por una

atmosfera de misterio. Fantasmagóricas y omnipotentes, se vuelven

sus calles. Así de temerosa y cabildante, la gran ciudad de Argentina,

inicia su rodar cotidiano. Y todos los miedos y las ilusiones, comienzan

a brotar desde las entrañas de sus veredas gastadas. Inundándolo

todo. En esos momentos, todo es posible. O todo, parece posible. Esa

es la creencia que mueve a los porteños, cuando salen en la oscuridad,

rumbo a sus labores cotidianas.

Aquella primera vez no hacía frío. Era verano. Y el aire

templado, cargado de humedad, acompañaba la pesadez de mi cuerpo

recién amanecido. Yo salí a la calle y crucé Virrey Liniers. Tenía que

tomar Venezuela para llegar a la parada. Iban a dar las cinco. Aún

estaba de noche pero pronto amanecería. Y yo avancé por la calle

desnuda, esquivando eses de perro. De tanto en tanto, me restregaba

los ojos para quitarme las lagañas, que todavía resistían en mis ojos.

En esa semioscuridad de Venezuela, aumentada por la copa de los

árboles, el barrio parecía dormir. Una cuadra, dos, tres con la vista

clavada en las baldosas. Todavía faltaba para llegar a destino. Cuando

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Mario Gachetegui Iriart

alcé la vista, ya estaba a la altura del Hospital Ramos Mejía. <<Vamos

bien, dos y ya estamos>> Me dije.

Todo parecía tranquilo. Pero era fácil percibir la zozobra del sitio.

Crucé otra calle. La Octava parecía dormir, junto a unos autos

destruidos que la acompañaban desde la acera. Apuré el paso. Telo

aún funcionando y finalmente esquina La Rioja. Ya está, pensé

mientras doblaba. El último tramo del recorrido. La Rioja casi esquina

Belgrano, ahí iba yo. Pasó un 68 ligero de todo. Detrás, un 93 que

venía desde Avellaneda. Mientras tanto, yo iba llegando a la parada del

41. Que está solita, frente un restaurant español cerrado.

No había nadie ahí, así que me apresté a esperar. Otro 68 más.

Que buena frecuencia che, lástima que va por Luís María Campos. Yo

tenía que empezar un nuevo trabajo sobre Cabildo. Barrio de Belgrano,

caserón de tejas. Pero no tardó en hacerse ver, aquello que vine a

buscar. Ni bien cruzó Agrelo, pude divisar su figura saltando desde la

oscuridad. Su luneta blanca iluminada, hacía resaltar un 41 negro, que

era fácil de advertir en la distancia. Antes aún, que uno pueda detectar

su característica y llamativa, trompa de color amarillo huevo. Entonces

sentí alivio.

Lento avanzó, hasta que lo detuvo el semáforo de Venezuela.

Entonces me apresté a esperar el abordaje. Pero cuando di un paso

hacía el cordón de la vereda, a mi lado ya tenía dos personas más.

Una vieja gorda que parecía enfermera, llegó desde la avenida. Y

sobre la calle nomás, le hizo señas al chofer. Así fue como eludiendo la

cola de la parada, subió al micro primero que nadie. Ese día, recuerdo,

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

que no le di importancia a la actitud de aquella. <<Hasta Cabildo al

500>> Le dije al chofer y puse las monedas en la máquina. 5:05 hs.

decía el boleto. Y me senté.

Dos pasajeros más, eran los que traía el coche. Una papa,

vacío, sentate donde quieras. Eso estaba muy bien, para comenzar un

primer día de trabajo. Y cruzó Belgrano. El Hospital Español. Y más

oscuridad rumbo al Once. Yo miré mis compañeros de viaje. Las

veredas estaban vacías. Un morocho petiso que tenía cara de peruano.

La vieja gorda colada. Y un flaco cara de piscuis. Todos los que habían

subido conmigo en la parada. Antes, habían subido dos mujeres. Pero

no pude focalizar, porque venían sentadas muy atrás.

El avance fue rápido. El coche recién se detuvo, una cuadra

antes de llegar a Plaza Miserere. Ahí subió un veterano cabello blanco,

casi rapado. Solo cuando se sentó, pude observar que tenía una coleta

larga, que sobresalía de su cabello ralo. De ahí en adelante fue melena

para todos. Plaza Once y ahí la cosa fue más impersonal entonces. Un

montón de desconocidos poblaron el micro. Creo que todos los que

veníamos en él, nos sentimos algo así como invadidos. Pero aquella

primera vez, no dijimos nada.

El coche siguió su marcha. Cruzó Pueyrredón y se metió en ese

laberinto de mercachifles que alguien llamó cariñosamente El Once.

(Porque está al lado de la Estación Once de Septiembre.) Vuelta para

acá, frenada allá. Otra vuelta más y avenida Corrientes. Derecho,

derecho y avenida Córdoba. Otra vuelta, rodear iglesia y avenida Las

Heras por fin. Cuidado... un poco de compostura que estamos en

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Mario Gachetegui Iriart

Recoleta che. Póngase coquetos. A esa altura ya había amanecido.

Semáforo y más marcha. Hospital Rivadavia. Ahí, mucha gente dejó el

coche. Seguir, Parque Las Heras, Palermo, Palermo.

En la Plaza se bajó melena. Una cuadra después, mi amigo el

peruano. Guarnición militar Buenos Aires. Más conocida como el

Regimiento 1 y 2 de Patricios. Y finalmente calzada circular. A mi

izquierda Jardín Botánico, a mi derecha Jardín Zoológico. No, la

Sociedad Rural esta allá enfrente. Plaza Italia y Santa Fe hasta el

viaducto Carranza. Me bajé en la parada que está junto al Instituto

Geográfico Militar. Y caminé hasta mi trabajo. Sin saber que aquel

viaje, marcaba el comienzo de una relación, que iba a estar plagada de

sensaciones sin igual.

El trabajo estaba bien. Por eso, al día siguiente, nuevamente

hice el mismo recorrido. Y entonces advertí que la gente que subió al

41, era la misma. Solo que creo que esa segunda vez, el coche traía

cuatro pasajeros. Este iniciaba el recorrido en la plazita Martín Fierro. A

pocas cuadras de donde yo iba a esperarlo. El trayecto, igual al de

ayer, claro está. Y del mismo modo fue todo el resto de la semana.

Peruano y piscuis en mi parada, junto a la vieja gorda que siguió

colándose. Antes de la plaza, subió melena y todo así. Solo varió el

domingo, donde los pasajeros fueron otros.

Así fue como al cabo de unas cuantas semanas, ya éramos

como de la familia. Cada uno llegaba a la parada y esperaba a que

llegaran los demás. Una mirada y saludos, comentarios sobre el clima.

Y esas cosas interesantes, que se dicen cuando se espera un micro. Al

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

llegar el 41 nos contábamos. Para saber si no estaba faltando alguien.

Y todo así. Íbamos poco a poco, conformando una cofradía interesante.

Éramos la familia del 41, de calle La Rioja. Así, nos fuimos abriendo

paso en el trayecto. Y en la Ciudad de Buenos Aires. Otra mirada y un

comentario sobre la política actual. Y todo era así.

Una mañana junto a piscuis, decidimos que había que hacerle

una trabada a la gorda colada. Para que se diera de hocico contra el

piso. No puede ser que siempre haga lo mismo, que le pasa, no

respeta a nadie, que nosotros estamos dibujados acá en la parada, no

señor, tiene que ajustarse a las reglas, sí señor, que no, que sí, que se

ajuste a las reglas. Sin embargo, no hizo falta que hiciéramos nada.

Aunque fue como si lo hubiésemos hecho. Porque cuando llego el 41

esa mañana, la gorda encaró para la puerta del bondi, como de

costumbre pero tropezó. Y se dio la cabeza, contra el soporte del

espejo del colectivo. Los demás, subimos mientras por arriba de

nuestros hombros, la mirábamos tomarse la frente para aliviar el dolor

del golpe. ¡Se hizo justicia! Sí, toma para que tengas. Abusadora de la

confianza de los demás pasajeros. ¡Atrevida! Eso sí, ninguno de

nosotros se echó a reír, que debiera haber sido lo correcto. Pero

tratándose de caballeros que éramos, no lo hicimos. Pero lo mejor fue,

que nunca más volvió a colarse. Había entendido el mensaje.

Y así se iba desarrollando nuestras vidas. Que qué tal que como

le va, que bien que como anda. Hasta que un buen día, empezamos a

notar que hacía varios días que melena, no subía en la parada suya. Y

nos empezamos a preocupar. ¿Estaría enfermo? Es posible, ya había

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Mario Gachetegui Iriart

pasado el verano y también el otoño. Quizá tenía gripe. No dijimos

mucho, pero en todos se nos notó la preocupación en el rostro. Y

desde ese día, empezamos a prestar más atención a esa parada. Sin

embargo, melena seguía sin aparecer. Dos días, tres, cuatro, cinco y a

la semana y media, ya la preocupación de que algo malo le hubiese

sucedido, nos inundó a todos. Melena no era un pibe, tenía sus años.

Quizá se enfermó y se le complicó el cuadro médico. ¿Puta che, como

estará melena? Y el pánico ya estaba rondándonos. Hasta que a las

dos semanas clavadas nos dimos cuenta de lo que realmente había

sucedido con melena. Fue en la parada, con piscuis, el peruano y la

gorda, que ahora esperaba atrás de nosotros como corresponde,

cuando comprendimos la suerte de melena. Esa mañana cuando el 41

avanzó cruzando Venezuela, nos hizo comprender la triste verdad.

Venía lento y esta vez en lugar de lucir su traje de amarillo huevo,

venía vestido todo de color negro y con una corona de flores en su

trompa. ¡Pero la puta madre che! Falleció melena, de esa manera, justo

que nos empezábamos a llevar tan bien, que cosa es la vida, eh… nos

somos nada, vio, si no somos nada…

Una semana estuvo el colectivo pintado de negro en forma de

respeto por el deceso de melena. Nosotros pasábamos por la parada e

inclinábamos la cabeza en señal de despedida. Finalmente y como

nada es eterno, el luto terminó una mañana que vimos al 41 vestido

con su tradicional amarillo huevo. Y nos dimos cuenta que la vida

continua, a pesar de todo. Y para levantarnos el ánimo, el Jefe de

Gobierno porteño, nos aliviano el trayecto. Cosa que nos gustó. Fue un

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

gesto muy interesante para con nuestro dolor. Él decidió que la avenida

Pueyrredón fuera doble mano, reconduciendo además, al trayecto del

41 por esa arteria desde Belgrano. Ahora era Avenida Belgrano, hasta

Jujuy. Y por Jujuy hasta la continuación en Plaza Miserere, que es

donde se hace Pueyrredón. De ahí, derecho hasta Las Heras,

retomando luego el recorrido habitual. Cuando nos dimos cuenta, nos

emocionamos mucho. Recuerdo bien que piscuis no podía dejar de

moquear. Fue peruano quién le alcanzó su poncho para sonarse

aquella tremenda zanahoria. Todo era para que no volviéramos nunca

más a pasar por la parada de melena. Y no era poca, la emoción que

nos embargó. La parada había sido retirada en homenaje a melena.

Nadie más volvería a tomar el 41 en ese lugar. Un gesto digno de

destacar por parte del Gobierno porteño. Que además nos aliviano la

congoja de pasar por ahí, sin que melena subiera. Y nos acortó la

distancia y el tiempo de viaje también, pero eso fue lo de menos.

Finalmente un viejito empezó a subir en Pueyrredón y Mitre

acompañado siempre de una joven. Y al cabo de un tiempo nos

terminamos haciendo amigos de ellos también. Piscuis por ejemplo, no

paraba de cortejar a la joven. Y nosotros con Perú y la gorda, que

desde que se dio el golpe en la frente, hacía la cola y ya era una amiga

más, decidimos hablar con piscuis. Hombre que el viejo se puede

enojar, si y usted es una persona grande, no me ande haciendo

papelones de niño adolescente piscuis, por favor… Pero no entendió y

se nos enojó mal. Hasta cambió la parada. Y se iba a tomar el 41 a la

plazita Martin Fierro. Qué cosa che… las cosas que puede hacer una

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Mario Gachetegui Iriart

mujer, sí señor, mire usted como son las cosas, sí y mire que hemos

pasado cosas juntos eh, si pero parece que la muchacha es más

importante para él que nosotros, si es verdad. Y desde entonces,

dejamos de dirigirle la mirada. No nos fue fácil. Habíamos perdido un

amigo más. Eso no es algo fácil de digerir. Y todo por nada. Así que

volvimos a nuestra rutina, un poco descorazonados. De tanto en tanto,

observábamos con peruano, que piscuis nos miraba desde el fondo del

micro. Pero nosotros nada. Ni un gesto le hacíamos.

Hasta que un día nos sorprendió. Regreso a la parada. ´Con

peruano nos cruzamos la vista unos segundos y sonreímos. Yo vi que

peruano meneaba la cabeza asintiendo mientras sonreía. Por fin,

Piscuis había atendido nuestras demandas. El regreso de un amigo.

Sano y salvo. Y los tres nos abrazamos en una mirada socarrona de

complicidad.

Pero ese no el único retorno. Hubo otro más la semana

siguiente. Y me duele contar esto. Porque la historia hubiese quedado

buena si yo lo hubiese omitido. Aunque en honor a la verdad, no puedo

dejar de hacerlo. Así que queda el lector advertido. Puede dejar este

relato en el párrafo anterior y suponer que la vida es una cosa dura

pero con final siempre feliz. O bien leer el párrafo que sigue. Y

encomendarse a Nietszche.

Esa mañana inefable, para todos, arrancó como siempre en la

parada de La Rioja y Belgrano. Llego el micro como siempre y

doblamos por Belgrano hasta Jujuy. Ya dijimos que había cambiado el

recorrido. Para en Moreno, parada en Hipólito Yrigoyen y parada en

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

Rivadavia. Todo normal, nosotros siempre en nuestras conversaciones

mudas. Veníamos en la nuestra como siempre, ya lo dije, hasta que

llegó el final. Inocentes, miramos a la puerta para ver quién subía en la

parada, frente a la estación 11 de Septiembre, y ¡para qué lo habremos

hecho! Ahí estaba esperando el turno para sacar el boleto. No se juega

así con los sentimientos de una comunidad. No sé por qué lo habrá

hecho. Lo único que sé, es que desde aquella mañana en la que

melena subió en esa parada nueva, nosotros nunca más volvimos a

tomar el 41.

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Mario Gachetegui Iriart

La gesta del olvido

Tras su manto de neblina,


no las hemos de olvidar.

Marcha de Las Malvinas.

Elegí no formar parte del cortejo ese, que se fue alejando por la

calle empedrada, porque sabía bien que no iba a soportar las

instancias finales del acto, (nunca me gustaron las despedidas), y elegí

quedarme mientras este se alejaba con su desgano ritual, entre las

brumas del atardecer, en medio de un acompañamiento que a duras

apenas llegó a contar con tres autos, dos que había puesto la cochería,

carroza uno de ellos, portando tres coronas, y un tercero, que era un

remis venido con unos parientes de no sé qué parte, y que se

esfumaron de mi vista con su ralenta cadencia, en la primer esquina a

su paso, acto que usé finalmente para suspirar, puesto que no dejaba

de ser un alivio, tener la certeza de él ya estuviese camino del campo

santo, y me sentía liberado de cierta congoja forzada, que traía desde

el resto del día, entonces, mis ojos se cerraron como intentando

guardar esa imagen en la cinemateca de mis penares, para siempre,

mientras le daba el último adiós al querido rosita, hum... ¡rosita!, ¡qué

mote le vinimos a poner al pobre!, ahora recuerdo bien cuando fue, si...

fue por la turca (estaba muy bien la guacha), que va, eran otros años

aquellos, de plata en los bolsillos, ella tenía los ojos claros (verdes), se

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

podía tomar cerveza con dos mangos, y... un culo de la puta madre,

nos juntábamos a guitarrear, por lo demás... era piola la loca, y nos

cagábamos de risa de cualquier boludez, ¿qué te parece si le regalo

unas rosas?, y si te copa... metele nomás, ¿te parece que ira a quedar

bien?, y... yo estoy empezando a convencerme de que sí... que las

mujeres mueren por unas rosas y una poesía, ¿no será que te estás

poniendo viejo?, no lo vaya a creer... vea, ¡vos metele y no le hagas

caso a este salame!, ¡si mandale unas rosas, si... ¡dale con las rosas!,

hum... rosita rosita, rosita rosita, ¡lindo culo el de la turca, vistes!, si... te

lo imaginas en la cama con rositas, porque no es lo mismo una cama

turca que una turca en la cama rosita, ¡delen, jodanme pelotudos!,

bueno rosita, y... rosita rosita, y le quedó rosita nomás, unas rositas

para caer bien... vistes, si... rositas, la turca rosita, el cuuulooo rosita,

los ojitos rositas, rosita rosita, y nunca supo el rosita que ese fue el

principio de su fin, sí, rosita, que teníamos diecisiete y la turquita

Juliana andaba recaliente con él... rosita, ¡pobrecito rosita!, y no porque

la turca no le fuera a dar pelota, si fue con el rosita, con quien se

terminó casando, pero pobrecito rosita, por la vida de mierda que tuvo

que llevar el rosita, para nada de color rosita, y ¡mierda en lugar de

rositas se tuvo que llevar!, un final para nada rosita, pero eso sí eh...

hecho a la medida del rosita, ¡lo único que le hicieron a medida al

pobre rosita!, la turca, el rosita, el rosita, la turca, turca turca, rosita

rosita, y cuando abro los ojos, me doy cuenta que los tengo llenos de

lágrimas, entonces decido regresar a casa, ¡qué otra cosa pudiera

hacer por ahora!, lento, como el cortejo aquel en medio de este otoño

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Mario Gachetegui Iriart

gris de desolación y de frío como todos los días, como el cortejo, como

la muerte, como toda mi vida, bah... como la vida de todos nosotros

que alguna vez nos quisimos tanto... hum, parte de una generación de

otoños, fríos y cortejos fúnebres, ¡la puta carajo!, ¡qué inevitables son

los recuerdos!, pero... los años aquellos, antes de que se hicieran años,

los años de la niñez, los de los picaditos en el potrero de la Embajada

que todavía era la casa de los Sánchez Tiscornia, porque todavía no

era la Embajada que al final, nunca construyeron, predio que nosotros

usábamos para potrear como chivos, al rosita lo cagó la vida, sí flaco,

tenes razón, y después de decir eso, se prendió un pucho como era su

costumbre y se rajó del velorio, con razón, ya que después de todo, los

velorios son una porquería asquerosa, a donde uno va por el muerto y

pronto terminas enterándote que es el único que no está presente,

entonces, te encontras con los vivos, ¡de yapa!, los vivos esos que vos

no queres ver ni muertos, y todo así, por eso el flaco se rajó y no volvió

ni al cierre del cajón, ¡para qué iba a venir!, habíamos vivido tantas

cosas juntos, el flaco, siempre juntos, el rosita, y nunca le aflojamos, el

enano, ¡ni debajo del agua!, yo, no arrugamos jamás, bueno, hasta que

el rosita finalmente cedió y ahí la rueda empezó a girar invertida...

Así fue que contaron que llegó a eso de las siete a su casa, él

había andado buscando trabajo por la zona de Quilmes (o no sé bien

dónde), y se encontró con esa nota arriba de la mesa, luego, un ropero

vacío y aunque aquella no tenía firma, él no la necesitó para saber que

los trazos de aquellas letras, le pertenecían a la turca, entonces,

sobrevino el final, que va, la quería con el alma, era ella quien lo había

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

ayudado a la vuelta, el final bien marcadito, sí, fue gracias a su apoyo

que se pudo recomponer de los penares aquellos, el inevitable final, el

final de todos los finales de la vida final de los días finales del final del

finalmente malogrado existir del rosita, hum, y me acuerdo como si

fuera hoy, el día que lo fuimos a buscar al puerto, y no llegaba nunca,

no llegaba nunca, hasta que por ahí, la turca avistó la trompa (se dice

proa, turca bruta) del General Irizar, y sí, venía partiendo el río en dos

con su filosa nariz, pero tardaba igual, aunque venía acercándose a

nosotros, parecía que no llegaba nunca, y muchos de los pibes

salieron a la cubierta para saludar, y no llegaba nunca, y las lágrimas

de los que los habíamos venido a recibir, y no llegaba nunca,

desesperación en los que esperábamos, y no llegaba nunca, deseos en

aquellos que venían tras dos meses de guerra, y no llegaba nunca, un

nudo en el estómago de los que estábamos en el puerto (¿vendría lo

que esperábamos en pie o en ataúd?), y no llegaba nunca, y la turca

que empezó a putear desesperada, y no llegaba nunca, y el enano y yo

que empezamos a empujar para estar más cerca de la escalerilla, y no

llegaba nunca, y la turca que ahora se agarra a trompadas con una

vieja, y no llega nunca, y... ¡enano, agarra a la turca porque amasija a

la vieja!, y no llega nunca, y patadas en el culo a un viejo por parte de

la turca, y no llega nunca, y yo separando a un montón de negros que

aprovechando la ocasión, meten mano en el... de la turca (¡y no era

para despreciar!), y no llega nunca, y dale que te dale, y no llega

nunca, y no llega nunca, ¡y no llega más, carajo!

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Mario Gachetegui Iriart

Y llegó el rosita cojeando, la turca que lloraba y seguía

empujando, ¡para turca de mierda, carajo, que vamos a ir todos en

cana!, y él si apenas podía bajar con unas muletas, y nosotros lo vimos

ahí y empezamos a empujar también, ¡qué se pudra todo!, y él que nos

buscaba entre la multitud con los ojos perdidos, ¡acá estamos che!, y la

turca que seguía empujando y llorando, ¡acaaaá... no nos ves!, Y él

que no nos encontraba, y nosotros meta empujar, ¡qué va!, hum, ¡qué

alegría hermano!, cuando lo veíamos bajar despacito, pero bajaba,

como podía, pero solito, ¡estaba vivo, hijos de puta!, ¡vivo y la puta que

los parió!, ¡milicos e ingleses por igual!, ¡¡¡estaba vivo!!!, ¡acá rosita!,

¡¡¡accaaá... rosa que te reparió carajo!!!, ahí estábamos todos, ahí nos

vio, hasta ahí llegó, solito y rengueando, pero vivo, el rostro

desfigurado por la tensión, pero vivo, y la turca lo abrazó, te amo, lo

abrazó el flaco, ¿cómo vamos viejo?, yo lo abrasé, pibe vamos pibe, lo

abrazó el enano, ¿le diste duro a los piratas?, y él, pobrecito, bajó la

vista y se quedó pensativo, como en memoria de los muertos que

estaban bajando en ataúdes tras su espalda, o el sufrimiento de los

heridos, allá, como recordando gritos de aquellos que eran

despedazados por las bombas, o el miedo de los bisoños cuando los

oficiales caían a su lado en las trincheras, porque entonces debían ser

ellos mismos los encargados de dictar las órdenes para rechazar las

ofensivas de aquellos soldados profesionales, bien pagos, bien

comidos, entrenados para matar, combates a muerte, resistencia

ilógica, paracaidistas en San Carlos, Gurkas que te miraban con esos

ojos de gatos salvajes y malditos, degollando heridos, ¡qué mierda le

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

iba a responder al enano!, e hicimos un silencio respetuoso, todos

nosotros, y cuando por fin levantó la mirada, la tenía llena de lágrimas,

entonces, recuerdo que amagó una sonrisa como para festejarle el

chiste del enano, pero se quedó a la mitad, después, empezó a pasar

mucho tiempo solo, la pierna le fue sanando, aunque terminó no

quedándole muy bien, quedó cojo nomás, y no quería ni salir a la calle,

apenas si algunas veces venía con nosotros al Bar del viejo Pedro, fue

terrible, se lo pasaba enchufado en la pieza curtiendo Baglietto al

mango, con estas manos de acariciarte la espalda, o leyendo a la

náusea de Sartre, llevare un fusil, o el extranjero de Camus, tal vez

mañana, pero eso sí, ¿eh?, la turca lo siguió, fiel como perrito faldero, y

con los mismos ojos de mirarte, siempre ahí... al ladito, apuntaré al

corazón del que me ataca, ella, creo, fue la única que lo entendió bien

al rosita, y este cuerpo que también es nuestro cuerpo, claro, que

entender todo eso no era cosa fácil, se hundirá en la tierra, hacía falta

tener mucho corazón para conseguirlo, si me matan... y ella lo tenía y

de sobra, lo demás, es siempre lo de menos, aunque fuera en esta

historia lo de menos, lo demás, puesto que los que se tuvieron que

hacer cargo de la cosa, se desentendieron olímpicamente del tema,

pero la turca no, tampoco lo hicimos nosotros que estuvimos siempre

ahí, al pie del cañón, mientras ella le bancaba las lunas, los reproches

injustificados, lo bancaba cuando discutían por nada, cuando la echaba

al carajo porque sí nomás, lo bancaba... como aquel día, ¡ay que

diítaaa aquel!, todos tuvimos que intervenir, antes de que le sanara la

pierna por completo, casi quince días después de haber llegado, pobre,

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Mario Gachetegui Iriart

la turca ese día se tuvo que rajar de la habitación como pudo, porque el

loco, había entrado a revolear todo lo que tenía en mano, fue el catorce

de Junio del '82, el mismo día en que Mario Benjamín Menéndez

entregó la Guarnición militar Malvinas al Brigadier General Jeremy

Moore, el día que por fin cayó Puerto Argentino, y todos los soldados

nuestros se entregaron a los pendejos de la Reina Isabel II, sí, era

catorce, ¡qué locura le agarró al cristiano ese!, tuvimos que meternos

todos para que no terminara haciendo algo jodido en serio, era catorce,

aquella mirada me quedó grabada en las retinas hasta el día de hoy,

era catorce, nunca me la voy a olvidar, sí señor, y eso que ya pasaron

quince años... y toda la vida del rosita, era catorce, ¡después que casi

pierdo una pierna, que nos cagamos bien de frío, de hambre, de miedo

y de que muchos ya no van a regresar nunca más de allá!, era catorce,

¡después de nuestros propios oficiales nos cagaban a patadas, o nos

estaqueaban si hacíamos algo mal!, era catorce, ¡y ahora resulta que

todo lo que hicimos no sirvió de nada, todo lo que hemos sufrido, todo

todo, ¿para qué?, para que venga un pelotudo, que lo único que hizo

en toda la guerra, fue chupar café, y se tiré a los pies de estos otros

hijos de puta, piratas de mierda!, era catorce, ¡toda la sangre

derramada, no ha servido para un carajo!, era catorce, ese maldito

catorce de Junio del '82, y razones para el desquicio, le sobraban al

rosita, sin embargo, nosotros tratamos de explicarle la otra parte de las

razones que él, por haber sido un participante activo, no había podido

comprender, las que decían que si Menéndez no se rendía, muchos

más iban a morir aun, pese a todo, los ingleses nos iban a ganar la

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

guerra de igual modo, lo ilógico no fue rendirse luego de lo hecho, sino

haber hecho lo que se hizo, esa guerra nunca debió existir, pero que

iba a entender el pobre, si había estado bajo fuego enemigo mientras

nosotros dormíamos calentitos, ellos dormían abrazados con las

muerte, mientras nosotros lo hacíamos con nuestras novias, ellos

comían mierda, nosotros milanesas, ellos vestían harapos, mientras

nosotros nos arreglábamos todos los sábados para salir, ellos nos

llevaban en su mente o en una foto, nosotros mirábamos la guerra por

televisión, ellos solo pensaban en hacer el trabajo forzado y volver,

nosotros, ¡cuántos no volvieron!, y así todo, y así continuó la vida,

como todo, y si algo ganaron los pibes de la guerra, fue la democracia,

y apenas un año después de aquel sacrilegio, estábamos votando

nuestras autoridades, por primera vez luego de una larga noche, y otra

guerra, más salvaje y más desleal, fue cubriendo de olvido aquella otra,

entonces el rosita pareció ir renovándose con los nuevos vientos y se

consiguió un laburo en una fábrica de zapatillas, ¡lindo laburito!, y

comenzó a ganar buena guita, y se casó, por fin, con la turca, y se

fueron a vivir a Villa Urquiza, y tuvieron tres pibes machitos, y todo al

repelo, y cuando todo iba viento en popa, el viejo y único enemigo del

rosita, hizo su irrupción en escena nuevamente, sí, el gobierno

nacional, su gobierno, nuestro gobierno, el gobierno de todos los

argentinos, ese mismo que le obligó a escolarizarse, el que una buena

mañana, sin mediar otra cosa que una orden, lo mando a morir al sur,

ese mismo que votamos todos porque con él, íbamos a poder comer,

educarnos y curarnos, ¡ese innombrable!, y esta vez no lo venía a

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Mario Gachetegui Iriart

buscar para matar por él, sino a lo contrario, esta vez, había que morir

por su desidia, morir de hambre, y en su propia tierra, no en el

oscurantismo del medioevo, ¡hiperinflación alfonsinista!, y el rosita y

tantos más se fueron poco a poco quedando sin trabajo, por lo tanto,

sin pan que poner sobre la mesa con que alimentar a sus hijos,

entonces todo volvió a parecerle un regreso al rosita, ¡un triste sueño!,

y cuando menos quiso acordarse el pobre, sonamos todos porque llegó

la década de los noventa con su auge primermundista, entregacionista

y asesino, para confirmarnos que no era un artilugio de Morfeo, sino

una triste realidad, y lo dijo Simón, jamás seremos dichosos, y así fue

que todos un poco nos fuimos quedando sin ánimos de lucha, y el

rosita, sin casa y sin nada, con unas changuitas para ir tironeando,

pero como tironear con unos pocos pesos, cuando se hablaba de

tantos millones, y de pronto, toda aquella familia que había logrado

armar, el olvido que había ido consiguiendo, se fue todo a parar al

diablo, todo su mundo se le derrumbo como castillo de naipes al viento,

o con los vientos, renovadores y devoradores del Mercosur y la madre

que lo inventó, ¡y claro!, era lógico, se volvió a tarar, y lo único que

lamento es que no sea hasta el día de hoy, hasta que es su velorio,

que vengo a enterarme de estas cosas, el fue siempre tan reservado,

quizá si yo hubiese sabido que andaba un poquito tarado, un poquito

repodrido de toda esta vida, a la que hemos sido condenados sin

solución de final feliz, todos los argentinos, de que se lo pasaba

protestando por todo y contra todo, y también, de que había terminado,

y no una sola vez, en cana por culpa de camorrear en la cancha

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

cuando iba a ver el Atlanta de su corazón, de haberlo sabido...

últimamente se había puesto muy malo, él no era así, era buen pibe,

servicial y siempre atento a los problemas de los demás para poder

ayudar en lo que sea, si... fue gracias a él, que en el barrio se puso el

gas natural, porque sea como sea, hay que decir lo que es, que nadie

hizo nada y fue él, quién se puso las pilas y movió cielo y tierra hasta

que el Intendente decidió hacer la extensión de la red, y después de

todo ,parecía recordarlo con cariño esa gorda vecina, tenía cara de

buena persona y había recordado aquellos sucesos con cierta congoja,

y algo debía sentir por el rosita, porque había sido vecina del él en los

años de hiperinflación, cuando vivía allá por José León Suarez, de

esto hace unos cuantos años, tres o cuatro desde que se vino hasta

acá, donde tuvo su última morada y quizá, su última sonrisa, en el

populoso barrio de la Paternal, también pudo haber sido un lavado de

culpas, una descarga de conciencia de aquella señora, después de

todo, para qué sirven los velorios sino para eso, y además, para

enterarse de un montón de chusmeríos que mientras estás vivo,

siempre permanecen ocultos, pero ahí... no señor, ahí salen todos los

trapitos al sol, y así fue como me enteré que en estos últimos tiempos

se le había empezado a ir un poquito la mano con la turca, (palabras

textuales de un actual vecino), y se taraba por alguna cosa y enseguida

se la agarraba a trompadas con la pobre turca, y lo peor es que

después se la agarraba con los chicos, seguía diciendo aquel vecino y

nosotros que nos habíamos criado con el rosita, no lo podíamos creer,

porque teníamos en claro una sola cosa, que él tenía el corazón de oro

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Mario Gachetegui Iriart

y que era incapaz de matar una mosca, sin embargo, nadie tuvo en

cuenta que el hombre se arma en las circunstancias adversas, y con

las que había tenido que pasar el pobre... ¡qué podía salir de bueno!, y

no solo en la guerra, sino en la llamada paz, qué se yo, fueron muchas

cosas juntas, unas tras otras como trompadas de loco y así mi viejo, no

hay quién aguante, él andaba desde algún tiempo, con los trámites de

la pensión de guerra, había quedado cojo, no conseguía laburo, era

justo, se estaba cagando de hambre, tenía familia, pero como siempre

pasa en este bendito país, la justicia no es cosa de todos los días, y tal

vez, si hubiese recibido esos apestosos mangos, quizá hubiera limado

un poco su locura, le hubiesen servido para aliviar un poco las

tensiones de estos tiempos, y no es por echarle la culpa a nada ni a

nadie, pero por ahí... al menos hubiese considerado que aquel esfuerzo

en el Atlántico Sur no había sido del todo en vano, quién te dice, por

ahí, con una entradita fija, la turca quizá hubiese aguantado un poco

más, después de todo, quién hace treinta, hace treinta y uno, pero

quién lo puede saber ahora, por ahí, quien te dice que el muy tarado,

con la pensioncita, digo, tal vez no hubiese hecho esto que terminó

haciendo, arrojarse a las garras de la muerte sin ningún tipo de

miramientos, pero ya sabemos que son vanas todas estas hipótesis,

porque nada resultó así, y dicen los últimos que lo vieron, que llegó

anteayer a la noche, dejó la nota de la turca, después de leerla, sobre

la mesa y se fue a dormir sin cena, (no tenía qué), y que ayer por la

mañana, se levantó temprano, se fue al kiosco de la cuadra y le sacó a

cuenta (de Dios), un paquete de yerba y uno de cigarros, y regresó a

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

matear, nada hacía presumir el desenlace, dijo el kiosquero con el que

no tenía drama, porque hacía tiempo que lo conocía y además, el rosita

le había hecho unos laburitos de plomería y esas cosas, el guacho se

daba maña para esas cosas, y además el tipo este siempre le

conseguía una que otra changuita en esas cuestiones y le fiaba porque

el rosita siempre le pagaba cuando hacía unos mangos, buena onda,

eso era, y dicen que mateo y salió para la estación de Retiro, y allí se

sentó en la puerta a pedir limosna, vestido con el uniforme de fajina del

ejército y un cartel hecho en cartón que decía que era un

excombatiente de Malvinas, dicen, y dicen también, que apenas si junto

para reponer el atado de puchos que se había fumado, entonces ya iba

cayendo la noche, compró un paquete de puchos, y se paró a fumar al

borde del andén, esperó que le tren comenzara a marchar, la marcha

de un tren en marcha no se detiene así como así y arrasa con lo que

en sus ruedas encuentra, luego gritó un ¡viva la patria! y se largó bajo

las estas, ... , lo que sigue ya se sabe, un maquinista intentando evitar

lo inevitable, haciendo chirriar las ruedas contra los rieles, queriendo

frenarlo, y finalmente, un tren detenido, pedazos de carne y huesos por

doquier y un silencio sepulcral en la estación, que va, de algo hay que

morir, solía repetir el rosita hasta el hartazgo, algunas veces, uno se

cansa, y él, no soportó enfrentar la vida sin la turca, sin sus hijos, y son

muy al pedo, cualquier conjetura que podamos hacer ahora, pero sí...

en lugar de haberle llevado flores a la turca, se las hubiera mandado a

Mercedes (que también estaba recaliente con él y le llevaba alfajorcitos

en los recreos), o se hubiese salvado de la Colimba en aquella mañana

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Mario Gachetegui Iriart

de Mayo, por número bajo y, no haber salido beneficiado el número de

orden 395 (el suyo), con el número 756, o tal vez, si en lugar de haber

sido destinado a Regimiento de Infantería 12, le hubiese tocado el

Regimiento 1 de Patricios, ¡qué sé yo!, porqué no... que en lugar de

que el R.I.12 le tocara defender el istmo de Darwin, hubiese sido

destinado al cerco de Puerto Argentino, o hubiese sido apostado como

reserva en Caleta, y los piratas desembarcaran en otro lado y no en

San Carlos, o quizá si la hiperinflación no hubiese sucedido, Alfonsín

hubiese terminado su mandato y Menem hubiera concretado nomás, la

revolución productiva y no nos hubiese defraudado, y este loco hubiera

conservado la cabeza fría, tal vez si la turca hubiese aguantado un

poco más, y si aquel tren, se hubiera detenido roto una estación antes,

tal vez estaríamos todos juntos chupándonos una cerveza en lo del

viejo Pedro, y no en el velorio del rosita, pero el mundo y la vida, son

como son, no siempre como quisiéramos que fuera, y un par de

conjeturas, no ayuda siquiera para mitigar el dolor que nos rebalsa

todos los límites por estos días feos, después de todo, él tenía que

tener un final acorde a lo que había sido su vida, y él fue un

combatiente, un combatiente más, como tantos de nosotros, en esta

lucha desigual y despiadada contra el tiempo y el lugar, y después de

todo, parece que la noche va a caer nomás, y sería bueno hilvanar un

epitafio para la lápida del rosita, que diga algo como... aquí yace

Gabriel Cosentino, un combatiente de la vida en Argentina, uno más de

los tantos millones que luchan todos los días por sobrevivir aquí, en el

Sur del planeta, en el culo del mundo, en el final del pensamiento

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

humano... ¡sí señor!, eso es lo que fue, uno más de los aquellos mil

que dieron la vida en las islas aquellas, en el Otoño del '82, en la

campaña de Malvinas, la verdadera gesta del olvido.

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Mario Gachetegui Iriart

Atracón

La muerte estaba al asecho. Sabía que iba a tener almuerzo, se

lo habían anticipado. Y no iban a fallarle. Contenta, como toda gorda,

se restregó las manos y se sentó a la mesa en espera del banquete.

Solo cuando me vio aparecer, supo que se había olvidado de las

buscapinas.

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

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Mario Gachetegui Iriart

Río Púrpura

El metal destello con la rapidez de un silbato. Luego, fue ese

líquido rojo que se esparcía en la alfombra. Finalmente hubo paz. Si

esa impostora es la quietud disfrazada. ¿Silencio? Silencio hubo en

todo momento. Y una ecuación fatal:

Tu ausencia más tú recuerdo, igual a mi amor menos mi vida.

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

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Mario Gachetegui Iriart

Cría cuervos...

El primer tiro le rozó la oreja. Giménez acusó el golpe con

tranquilidad, dadas las circunstancias. Pero cayó en la cuenta que era

un disparo, cuando algo caliente, comenzó a correrle por el cuello.

<<¿Sangre?>> Se habría preguntado, de no haber sido que su mano

derecha, fue más rápida que su pensamiento. Puro instinto. Entonces

vio sus dedos teñidos de ese rojo furia. Y montó en cólera.

<<¡Sangre!>> Dijo. Corroborando también, que ésta era más oscura

de lo que siempre había creído. Pero ya está bueno, che. ¿Qué es

esto, al final? Y la cosa daba para ponerse a pensar. En lo que iba de

la jornada, había recibido cuatro cascotazos. Uno de ellos, (el más

potente) le estalló en forma de cuarto de ladrillo, sobre la crisma. Debió

pasar casi media hora, sentado, mientras le sobaban la zona del

contacto. Unas cuantas corridas, amenazas... Pero un disparo, mi viejo,

eso es otra historia.

<<¿Quién tiró?>> Preguntó, cómo reaccionando de un sueño, a

quienes lo habían venido a rodear. Simples curiosos. Compañeros de

bando, que aunque no los conociera, se le habían arrimado intrigados.

En el centro del estupor, (aquellos que se limitaban a observarlo, más

que a socorrerlo) no supieron qué responderle. En silencio, miraban su

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

lóbulo derecho, con temor. <<¡Qué miran, ¿quién tiró?!>> Volvió a

decir. Más enardecido por la curiosidad de aquellos, que el dolor.

Sensación que casi no advertía, aunque empezaba a presumir. Pero

volvió a quedarse sin respuesta. Y pensó que la cosa no andaba bien.

Como si hubiese algo que si anduviera, desde que despuntó el día.

Solo que él no había llegado a tomar, conciencia de lo que estaba

sucediendo. El disparo lo despertó. Y pudo ver que todo era un gran

lío. Esas calles de barrio, que alguna vez fueron transitadas por gente

tranquila, ahora se habían transformado en un campo de batalla. Tierra

de nadie. Y procedió a una rápida requisa ocular. Pero no pudo divisar

nada con la claridad que hubiese querido. Todo se resumía en una

turba huérfana, que corría enloquecida, llena de ansiedad y

desesperación. Eso era. Las angostas calles de tierra que lindaban al

asfalto, cada tanto y con cierta regularidad, se encapotaban de piedras

que volaban desde todos los sectores. Una multitud multicolor, iba y

venía con tanta celeridad, que era difícil precisar qué cosa atacaba, de

qué cosa se defendía. Fue en ese momento, que volvió a escuchar otro

silbido cerca de sus oídos. Luego, un estampido de lata. Tieso en su

sitio, pensó mientras miraba los acontecimientos pasar a su lado. ¡Otro

tiro!

Era el segundo disparo. Como en un film, sin música de fondo.

Todavía aturdido, a causa del balazo que le había roto la oreja, se

limitaba a observar las siluetas esas. Figuras que se recortaban en el

mediodía, deambulando como en un sueño. La oreja seguía sin dolerle.

Pero era otra cosa, lo que le molestaba. Su manoseado orgullo de

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Mario Gachetegui Iriart

macho argentino, de nativo de Bella vista, le molestaba. Eso era. Que

un cobarde le hubiese agujereado el lóbulo derecho y no se diera a

conocer. Eso era. Y se sabe que la sangre requiere de sangre, para ser

lavada. Eso era. <<¡Quién carajo tiró!>> Arremetió entonces, aunque

esta vez la pregunta no era para los lo rodeaban. Era para sí mismo.

Buscaba una razón, un justificativo que le permitiera comprender

porque, alguien había usado deliberadamente un arma de esa forma.

Porque le habían pegado un tiro en la oreja. Porque no podía localizar

a su agresor. Mira si me mata el muy hijoeputa. Siguió pensando,

mientras empezaba a escuchar de modo creciente, una voz polifónica.

Entonces dirigió su mirada hacía el frente. A la terraza de un pequeño

supermercado. <<De ahí está tirando el muy puto>> Decía esa voz. Y

Giménez focalizó. Pero supo al instante, (sin ser un experto en armas)

que quién ahora aparecía vigilando la azotea de aquel comercio de

barrio, no era su objetivo. <<Ese es, ese es>> Denunciaban.

<<Bajémoslo a cascotazos>> Decía exaltada la multitud. Pero Giménez

los contuvo. Ese hombre alto y moreno, de bigote cano, que se

incorporaba del techo del local, saliendo como de una trinchera, como

si hubiese estado combatiendo, (aun con un arma en las manos) no era

quién le había pegado un tiro en la oreja. Se dio cuenta enseguida.

<<¿Y cómo lo sabe?>> dijo alguien. <<Tiene una escopeta>>

Respondió él. Y agregó:

<<¡Una Ítaca! Si me hubiese tirado con eso, no me hubiera

lastimado la oreja. Me hubiera arrancado la cabeza. El que tiró tiene

un revolver, o una carabina común>> Pero el tumulto social, no

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

permitió que continuara. Un grupo de muchachos, atropelló al herido y

a quienes lo rodeaban. En feroz empellón, fueron desplazados por una

pequeña calaña que huía, llevando mercadería en las manos.

<<¡Métanle que hay pa' todos. Ya entramos y todos se están llevando

algo>> Gritó uno de los saqueadores al pasar. Y su voz se fue

perdiendo en el espacio, hasta ser tragada por otros gritos. Gemidos

que confusos, mezcla de cierta algarabía e ira antigua, ahora desatada

de sus amarras. Era la muestra de lo que puede hacer, la impotencia

revertida. ¡Ese era el nomenclador! Sin embargo, Giménez no sabía

nada de eso. Y por tales motivos, se limitó a esquivar al primero de una

nueva banda, que avanzaba directo a su posición. Pasó entonces a su

lado, el de los paquetes de fideos de sémola, que se le iban

desparramando en su alocado trote. Luego vino uno con unos

paquetes de harina. El de las botellas de coca cola y el de los paquetes

de chisitos. O aquel con los salamines enroscados en el cuello, que se

llevaba el gancia para el domingo. Luego pasó el que arrastraba un

chango cargado de cosas. Ese fue más difícil de eludir. Y finalmente el

vacío, a su frente, cargado de adrenalina. Ahora la visión estaba

intacta. Y la oreja agujereada. Un oído le empezaba a silbar, pero el

otro, ahora percibía mejor el sonido del entorno. Justo cuando casi no

había entorno. Vio una señora, viejita, tratando de juntar unos fideos

tallarines del piso. Sus ajadas y lentas manos, iban rescatándolos de

las pisadas de unos jóvenes, que todo se llevaban por delante. Todo.

Sin saber por qué, sin mirar a qué. Y se acordó del disparo y la sangre

que le chorreaba. Entonces contraatacó. Vasco parece. <<Otro tiró,

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Mario Gachetegui Iriart

fíjense bien quién tiro>> Dijo. Pero esta vez, la respuesta le llegó sola.

Apenas hubieron desvalijado el mercado ese, y despejado la calle en

su huida, Giménez pudo ver a dos agentes de la bonaerense, llegar

hasta la puerta del mercadito agredido. Uno de ellos, el más gordo,

pistola en mano, se plantó en la puerta, mientras el otro ingresaba.

El agente hizo un movimiento sigiloso con su cabeza, como si el

atracador fuera él, y luego, apuntando a la altura de un hombre, dejó

escapar un furtivo balazo hacía esa multitud que se dispersaba en la

distancia. <<¡El muy cagón!>> Dijo enfurecido, tocándose la oreja.

<<Me pegó un tiro en la oreja por cagón>> Una patrulla le cruzó la

visión, entonces, y le quitó de las retinas, la imagen del agente. Siete

hombres armados, bajaron aprisa del coche y se introdujeron en el

comercio. <<Linda protección, armados hasta los dientes, así es como

defienden el mercado del ataque del hambre>> Dijo alguien, pero él,

consternado y lleno de ira, estalló: <<¡Sí, lástima que llegan medio

tarde! ¿No?>> Y se salió como despedido, impulsado por la impotencia

que había estallado en bronca. Alguien le debe haber preguntado a

donde iba, porque Giménez dijo algo como que lo iba a reventar.

<<Ese cagón hijo de puta fue el que me agujereó la oreja>> Agregó

mientras esquivaba el patrullero detenido allí y se introducía en el local.

<<¿Qué hace mi viejo?>> Dijo entonces un joven, rostro a medio cubrir

y carabina en mano. <<¿Qué haces vos con ese rifle, no ves que está

la policía?>> <<Nada, la fui a buscar porque el tipo del negocio estaba

armado, le tiré dos tiros. El primero no sé dónde fue, pero en el

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

segundo casi le di, pegó en el cartel, ¿no vistes que el flaco se tiró en

de panza en el techo y ahí se quedó agachado?>>

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Mario Gachetegui Iriart

Olvidos IV

¿Juré olvidarte?

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

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Mario Gachetegui Iriart

Índice

1. Dedicatorias. 5

2. La dueña de mi desdicha. 9

3. Círculos viciosos. 15

4. Viceversa. 17

5. La carta. 19

6. Una vida de perros. 25

7. Esperanza muerta. 27

8. La grasa. 29

9. Matando E-nanos@garrotazos E-ignorantes@mordiscones. 33

10.To be or not to be. (Cuestion eternity) 35

11. Olvidos. 37

12. Crónica de un día agitado. 39

13. Olvidos II. 47

14. Olvidos III. 49

15. Cuarenta y uno / Once – Munro. 51

16. La gesta del olvido. 60

17. Atracón. 74

18. Río purpura. 76

19. Cría cuervos. 78

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Matando e-nanos @ garrotazos e-ignorantes @ mordiscones

20. Olvidos IV. 84

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