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ESTADO, GOBIERNO Y SOCIEDAD EN AMÉRICA LATINA
Ahora bien, si hacemos una breve revisión sobre la consolidación del Estado
(en el sentido de un sistema institucionalizado de control político) en muchos
países latinoamericanos, podemos afirmar que éste vino de la mano de
soluciones políticas de ‘tipo cesarista’ bastante alejadas del idealismo liberal;
sus expresiones más acabadas fueron, por ejemplo, Porfirio Díaz; Latorre;
Balmaceda o Roca 1.
1
No entraré aquí en el desarrollo acerca del origen del estado en América Latina pero es
interesante la tesis de Quiroga (1985: 50) ésta sostiene que el estado se consolidó por las
exigencias del mercado mundial y, en este sentido, a diferencia de Europa, por ejemplo ‘la
burguesía no creaba al estado con sus propias manos’. Es decir, que el estado no fue impulsado
por la burguesía de base agraria sino que fue el estado el que creó a la burguesía que por su
intermedio se fue constituyendo como clase dirigente.
Kalmanovitz (1977: 186) en consonancia con este argumento, sostiene la
tesis respecto a que el Estado en América latina, al momento de su
consolidación, adopto la forma bismarkiana: “…la configuración del Estado
alemán fruto del desarrollo capitalista, conservando los privilegios de los
terratenientes, que aplasta al campesinado y establece la opresión política
sobre las masas, es el verdadero paradigma de la formación del Estado
nacional en América latina”.
Y esto es así, por que esas “multitudes” que llegaban, a las que el médico
argentino Ramos Mejía interpretaba siguiendo la línea de Le Bon, eran el
principal problema a resolver para abrir el camino del ‘progreso’ ya que, para
que una sociedad de mercado pueda funcionar (esto ya lo había advertido
Marx), el capitalismo debe bloquear las salidas que conduzcan a la revuelta
social o a la organización del delito, sobretodo el bandidismo; problemas
éstos, que fueron comunes en aquella época. Asimismo, el régimen
latifundista de tenencia de la tierra arrojaba “…a una porción considerable de
esas multitudes hacia un mercado de trabajo libre, más esa condición
resultaba tan necesaria como insuficiente…” (Terán, 1987: 17) y, por ello, era
preciso disciplinarlos.
Tal como argumenta Botana (1984) se produjo una escisión entre individuo y
ciudadano y, sobre ella se estructuró un modelo que garantizaba la movilidad
del primero dentro de la sociedad civil pero, al mismo tiempo, reservaba para
unos pocos la posibilidad de operar en la política.
Éste modelo se había comenzado a gestar desde la primera parte del siglo
XX en América Latina. Así, por ejemplo, en Uruguay con Batlle, asistimos a
una mayor conciencia de las necesidades sociales; en Argentina, la Ley
Saenz Peña, daba lugar a la presencia de las masas inmigrantes en la arena
política y luego de 1918 pondrían dentro de la agenda cuestiones sociales; en
México la revolución iniciaba un nuevo proceso.
Por esto, los estudios sobre las relaciones Estado /sociedad no sólo han de
establecer las formas de intervención del estado sino que también tienen que
dar cuenta acerca de cómo se fue trasformando el sistema de representación
de intereses, es decir, el modo como se fue desarrollando la relación entre
estado-mercado-sociedad.
Esta nueva forma hegemónica fue viable en la medida que se asoció a una
hipótesis de crecimiento económico permanente y cuyo sostén principal fue la
corporativización de los intereses sociales en la formación de las políticas
públicas. Es decir, el estado reguló el proceso de intercambio político entre los
diversos actores por medio de construir un consenso democrático basado en el
control del ciclo económico apoyado en el estado. Para los países Latinos, el
esquema entró en crisis una vez agotadas la ‘etapas fáciles de industrialización’
debido al agotamiento de la capacidad de producir bienes materiales
intercambiables y la consecuente dificultad de los sindicatos para mantener en
aumento las presiones.
En los países centrales, la crisis estalló hacia finales de los 60 y fue acompañada
por las crisis de los modelos desarrollistas y distribucionistas. La crisis petrolera
del 73 acentuó el proceso cuyos actores principales pasaron a ser los grupos
marginados del esquema corporativo de bienestar: desocupados, inmigrantes,
mujeres, jóvenes, etc. En éstos, de fortaleció el proceso de politización de lo
social dando lugar a reivindicaciones sociales y políticas por fuera del esquema de
gestión institucionalizado ya que, por las características mismas del esquema
corporativo, éstos grupos se encuentran segregados por lo que la movilización fue
y es un factor fundamental debido a que sus demandas logran ocupar el centro de
atención en la medida que alcanzan a ser manifestaciones de masas importantes.
BIBLIOGRAFÍA