: "Ya que vemos que cualquier ciudad... llamamos ciudad y comunidad
cívica". Aristóteles nos ofrece en este fragmento su definición de la ciudad a la que entiende como aquella comunidad que comprende a las demás (comunidades) y persigue el fin superior. Así pues, para él cualquier ciudad es una comunidad que se constituye con el fin de lograr el máximo bien para sus miembros. Vamos a ver de dónde obtiene esta definición, qué significa y qué implica: La definición que Aristóteles ofrece de la ciudad como el lugar que reúne a los hombres que quieren vivir en común para lograr el máximo bien procede de su concepción del hombre como un individuo social o político por naturaleza. Esto significa que, según él, el hombre no puede vivir aisladamente si pretende dar cumplimiento a su naturaleza y ser un auténtico hombre (nos dirá más tarde, en el cap. II que el hombre que no necesita la ciudad y prescinde de ella o es bestia o es un dios). Para Aristóteles la ciudad es una cosa natural. Como tal, tiene su propia naturaleza o esencia y tiende a un fin. Este fin es superior a otros fines porque por naturaleza la ciudad es superior a otras formas de asociación. Esta superioridad no reside en el hecho de que tenga mayor tamaño o mayor número de habitantes que aquellas sino en el hecho de que en la ciudad se da cumplimiento a las disposiciones naturales de los individuos particulares que la constituyen como tal y a la naturaleza de la ciudad en cuanto que totalidad que engloba a todos esos individuos particulares. La ciudad está orientada a la consecución de un bien superior. Ahora bien, no todos los fines, por muy superiores que sean son buenos. Para que un fin sea bueno, de acuerdo con Aristóteles es necesario que lleve emparejado el logro de la plenitud de la naturaleza que lo persigue: debe ser un fin en sí mismo y no un medio para conseguir otros bienes mayores. El bien mayor que, según este autor, busca el ser humano es aquel que consiste en facilitar la comunicación con otros seres humanos y hacer posible la convivencia con ellos pues sólo de este modo consigue su realización plena. En esta concepción el bien no es solamente un valor, tampoco coincide con el simple conocimiento racional de ese valor, es, sobre todo, la actividad que tiende a la consecución de ese valor o perfección. Cuando los seres humanos logran su perfección como tales alcanzan la felicidad. La felicidad, tal como la entiende Aristóteles no es, por tanto, un estado de las cosas sino un tipo de vida que exige adquirir ciertos hábitos de comportamiento o ciertas virtudes. Esto quiere decir que para que los hombres logren ser felices han de vivir de un determinado modo –en sociedad- y han de comportarse conforme a unas normas que, a diferencia de lo sostenido por los sofistas, no son convencionales sino naturalmente sociales en cuanto que surgen desde las entrañas mismas de la naturaleza humana -que es básicamente social-. De este modo la política aristotélica estaría subordinada en este sentido a la ética y sólo en este contexto se entiende que, para él, el fin de toda actividad…