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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

(CRÓNICA DEL COLEGIO SAN JOSÉ DEL PROVINCIAL DE


PAMPLONA, 200 AÑOS).

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

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PRESENTACIÓN
Como es del conocimiento general, estamos próximos a con-
memorar el Bicentenario de fundación, siendo uno de los tres co-
legios más antiguo de Colombia, toda vez que Monseñor Lasso de
la Vega, nos fundó como institución educativa hace 200 años y el
5 de Marzo de 1823 el General Francisco de Paula Santander, nos
dio la partida de nacimiento como “Colegio Santanderino”, cum-
pliendo los lineamientos de Ciencia, Honor y Virtud, los cuales
están de manifiesto en nuestros ilustres egresados y exalumnos que
han dado fruto en la creación de la vida institucional de esta noble
nación. Nadie podría imaginar que este sueño de lo impensable en
ese momento, como era la educación pública de calidad en el si-
glo XIX, esta esperanza de un mundo mejor para las clases menos
privilegiadas, viera certezas en la ciudad Fundadora de Ciudades,
con un nido de aguiluchos, que hoy tienen su reconocimiento por
el honor de ser “Discípulos de dos siglos”.

Es una historia que merece ser contada. Y hemos ahora teni-


do la oportunidad de hacerlo. Es una historia llena de tanteos y di-
ficultades, pero también de realizaciones y orgullos que en algunas
ocasiones amenazaba diluirse en el tiempo sin dejar rastro Por eso
legamos a los “aguiluchos” para que “tempora tempore tempera”,
el primer libro de historia de dos siglos del Colegio Provincial
“San José” de Pamplona, a manera de crónica y magistralmente
escrito por el Maestro Gabriel Pabón Villamizar.

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Conserve, amigo lector esta joya que está en sus manos como
un pedazo de memoria viva que siempre arderá en el corazón de
los egresados del Colegio Provincial “San José” de Pamplona.

El libro Discípulos de dos siglos, de carácter histórico, fue posi-


ble con el apoyo a todo nivel, en aras de la cultura nortesantande-
reana, de la voluntad decidida en la administración departamen-
tal. Agradecemos dicho esfuerzo a los siguientes hijos ilustres de
nuestro departamento:
Dr. Edgar Jesús Díaz Contreras, Gobernador de Norte de
Santander
Dr. Jhon Edison Ortega Jácome, Honorable diputado de la
Asamblea del norte de Santander
Dra Judith Matilde Ortega Pinto, Secretaría de Cultura De-
partamental, del Norte de Santander

Guillermo Acevedo
Rector

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INTRODUCCIÓN

A manera de advertencia

Dos siglos equivale a toda la historia del país, desde que dejó
de ser una colonia española para transformarse en un país inde-
pendiente.
Dos siglos equivalen a ocho generaciones. Es una noción difí-
cil de dimensionar por la mente de una persona, que escasamente
abarcar dos generaciones atrás, en el mejor de los casos, cuando
ha podido conocer a sus abuelos, y muy excepcionalmente a sus
bisabuelos. “Tatarabuelo” es un concepto que sólo sobrevive en los
árboles genealógicos, no en la memoria personal. De modo que
para enunciar en términos familiares a ocho generaciones habría
qué hablar de “los tatarabuelos de los tatarabuelos”, filiación que
se desvanece en la memoria de una persona o de una familia, para
convertirse en la historia de un pueblo entero.
Por eso a la historia de un colegio como el Provincial es casi
imposible separarla de la historia de la ciudad y de la región; mu-
cho más cuando Pamplona ha sostenido, por antonomasia, du-
rante dos siglos su carácter de “ciudad estudiantil”. A diferencia
de otras ciudades, y por diferentes circunstancias (topográficas,
políticas, socio-.económicas) Pamplona no ha podido expandirse
más allá de sus límites “naturales”, determinados por el cerco de
altas montañas cercanas que la cercan; pero ha contado con la for-
tuna de dedicarse al cultivo intensivo del espíritu, primero a través

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

de sus colegios, complementados con el nacimiento y desarrollo


de la Universidad.
Es por eso que en esta oportunidad hemos querido vincular
la historia del Colegio por una parte, a la memoria personal,y, por
otra al contexto situacional de la ciudad, la región y el país. Hemos
querido también que la forma de narrar no sea el discurso histó-
rico convencional, sino la crónica, que nos confería más libertad
para referir hechos históricos, pero también impresiones y sensa-
ciones personales. En algunas ocasiones ha sido necesario apelar a
la cita textual, pero procurando mantener el hilo narrativo.
El libro está dividido en dos partes: en la primera contamos
una historia; en la segunda, damos la palabra a otros narradores,
con su particular visión de lo que ha sido el Colegio para ellos,
para su generación y para el devenir de la ciudad. Quedaron por
fuera muchos testimonios, y seguramente algunos hechos signifi-
cativos. No es imposible que en un libro futuro, continuación de
este, podamos incluirlos.
Debo reconocer que tuvimos total libertad para escribir este
libro, sin presiones ni interferencias ni condicionamientos de nin-
guna clase; en ese sentido merece un reconocimiento especial el
rector Guillermo Acevedo, que, lejos de interferir en nuestro pro-
yecto, lo facilitó en toda la línea. Igualmente mi agradecimiento
a los esfuerzos del Coordinador Aquiles E. León Flórez por sus
esfuerzos para que este trabajo saliera a flote.
Para mí fue muy grato escribir esta historia; espero que tam-
bién lo sea para el lector conocer y rememorar los hechos que aquí
re-contamos.

El autor

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PRIMERA PARTE
De la memoria personal al registro histórico

DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS


Crónica del9Colegio San José del Provincial de Pamplona, 200 años
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UNA MEMORIA PERSONAL

Todos queríamos estudiar en el Provincial; los que no podía-


mos, aterrizábamos provisional o definitivamente en otros colegios,
que en esos años eran abundantes: La Normal, el Carmelitano de
los curas españoles, El Gimnasio del Rosario, el Afanador y Ca-
dena, el Instituto Piloto, el Seminario Menor. Era la época que el
colegio estaba repletos de internos de todas partes, lo que nos hacía
sentir un cosmopolitismo tal vez ingenuo y provinciano, pero lleno
de gratificación en una ciudad tan pequeña; la mitad de los compa-
ñeros de salón eran foráneos, especialmente venezolanos, que nos
hablaban de lugares que en esa época se nos antojaban remotos,
casi míticos: Puerto Cabello, Caracas, Ciudad Bolívar, Trujillo,
Carúpano, Manchiques, Puerto la Cruz. Contaban historias de pa-
dres o abuelos inmigrantes que habían llegado a Venezuela huyen-
do de la Segunda Guerra Mundial o de la Guerra Civil Española o
de los estragos y hambrunas de la posguerra; familias que venía de
Italia, de Portugal, de Canarias o de la España continental. Otros
compañeros descendían de familias norteamericanas asentadas en
los centros petroleros, o en las transnacionales: trabajadores de la
Ford, o Nestlé o Nabisco o enlatados Del Monte. Los veíamos en
los recreos leyendo en inglés las obras de Hemingway, y escuchan-
do en los altoparlantes del colegio las canciones de Joe Cocker o
Bob Dylan. Recibían cartas y encomiendas repletas de productos
que de otra manera nunca hubiéramos conocido. Los sábados y
los domingos inundaban el parque de Pamplona con inmensas ra-
diograbadoras bajo el brazo donde escuchaban a buen volumen las
emisoras de moda: “Radio ochocientos sesenta” y “Ecos del Torbe”,

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

de San Cristóbal, y “Radio Lara” y “Radio Barquisimeto”, que los


jóvenes pamploneses sintonizábamos en onda corta, y en donde
escuchábamos canciones de Jim Brown, Jimmy Hendrix o Carlos
Santana, con que nos transportábamos a otros lugares del mundo.
Los profesores contaban también con una nómina de extran-
jeros, algunos de ellos legendarios. En el provincial dictaba clase el
hermano Pierre Arnaud, un anciano alemán que, según la leyen-
da, había piloteado un avión en alguna de las dos guerras mundia-
les, y se había convertido en Hermano cristiano cuando salvó su
vida al tirarse en paracaídas en el momento en que impactaron su
avión. Lo cierto es que siempre dedicaba los diez minutos inicia-
les de cada clase a despotricar contra los aliados, para regocijo de
los estudiantes, pues empleaba términos fuertes. A Roosevelt los
llamaba “degenerado paralítico infantil”; a Churchill, “borracho
profesional”, y a los demás, los denigraba de las más diversas for-
mas; “el soldado norteamericano es cobarde; lo está demostrando
en la guerra de Viet-nam, guerra que está perdiendo porque le da
miedo combatir cuerpo a cuerpo”, decía.
El Carmelitano tenía su propia leyenda. Era el profesor Mario
Bernat …, un español fornido y elegante, algo solitario y medio
sordo, con visibles audífonos en sus oídos Se decía de él que había
sido un combatiente en las filas republicanas en la guerra civil es-
pañola, y que en los últimos días en el camión donde se trasladaba
había recibido el impacto de una granada, que le había producido
su sordera. Otra leyenda decía que había pertenecido alguna vez al
cuerpo técnico de la segunda división del mejor equipo de fútbol
de España: el Real Madrid.
Los internos del Provincial rivalizaban con los internos del
Carmelitano y del Gimnasio del rosario para atraer la atención de
la otra mitad estudiantil de la ciudad: las alumnas de Bethlemitas,
Terciarias, Santo Ángel, La Presentación, especialmente, con sus
internas deseosas de correspondencia romántica y citas sabatinas

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en la Fuente de Soda y más tarde en el Ruiqui-Riqui o en Las Ca-
vernas, si el asunto daba para ensayos de amor clandestino poco
recomendado por las Hermanas. Otra oportunidad de encuentro
era el cine para internos, una vez a la semana, en el teatro Ceci-
lia, o los campeonatos inter-colegiados de básket noctuno en las
canchas del Provincial, que casi siempre ganaba el Colegio, para
mayor orgullo de sus alumnos.
Otra oportunidad para ver las internas, aunque fuera de lejos,
eran los desfiles; el sacrificio implicaba vestirse de paño y corbata
y soportar sol durante horas; el beneficio, admirarse mutuamente;
y era cuando el colegio hacía retumbar las calles de Pamplona con
su muy vistosa y mus sonora banda de guerra, que competía con
la del Carmelitano tanto para marcar el paso de su colegio como
para hecerle perder el paso a los colegios rivales, que eran todos.
Era un orgullo pertenecer al colegio Provincial. Los expulsa-
dos del Provincial iban a parar al Carmelitano o al Gimnasio del
Rosario. En la Normal estudiaban futuros maestros de escuela (lo
que no era muy atractivo), y en el Instituto Piloto, jóvenes intere-
sados en hacer un bachillerato agrícola que los llevaría a trabajar
en el campo. En el Afanador y Cadena, estudiantes que hubieran
querido estudiar en el Provincial, pero no poseían los recursos o
disciplina o rendimiento académico para ingresar al colegio más
prestigioso de Pamplona.
El Colegio estaba regentado por la comunidad de los Her-
manos Cristianos y estaba antecedido nada menos que por una
tradición de ciento cincuenta años de existencia. De “Provincial”
no tenía sino el nombre, que bien hubiera podido ser “Departa-
mental”, “Nacional” o, en ese entonces, “Internacional”. Era ya
leyenda que por sus aulas habían pasado una buena colección de
gobernadores e, incluso, presidentes de Venezuela. Pero el pres-
tigio lo daba tal vez la confiable nómina de profesores que, año
tras año, conformaba la comunidad religiosa dándole estabilidad,

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

continuidad y una relativa calidad a la educación impartida. Los


“Hermanos”, como popularmente se les llamaba, se dedicaban
toda su vida a acumular una experiencia en la actividad docente,
y parecían contaban con una reserva de personal que garantizaba
el relevo generacional.
El Colegio combinaba lo que pocos planteles en el país pue-
den hacer: era confiable y satisfactorio para los padres de familia,
y atractivo para los estudiantes. Ser bachiller del Provincial en los
años setenta era un orgullo que alcanzaba a lucirse en muchas
partes del país, especialmente en el Oriente, desde donde llega-
ban estudiantes a Pamplona provenientes de diferentes pueblos y
ciudades de los Santanderes, Boyacá, los llanos, la Costa Atlántica
y el Magdalena Medio. Era tiempos en que la educación universi-
taria era muy escasa, y, para muchas familias, obtener el título de
bachiller era ya un logro encomiable luego del cual podría venir o
no un título universitario. Igual ocurría en Venezuela, donde las
familias, a la hora de presentar a sus hijos, daban el nombre, el
primer apellido, y luego el título, como un segundo apellido: “Le
presento a mi sobrino Pedro Pérez, bachiller”.
Cursar el bachillerato en el Provincial tranquilizaba a los pa-
dres de familia y animaba a los hijos. En el Colegio había mu-
chas cosas qué hacer, que no había en los demás planteles. A los
Hermanos Cristianos, todos internos y sin responsabilidades fa-
miliares qué atender, les sobraba tiempo para promover y soste-
ner iniciativas de toda clase. Los alumnos estaban todo el tiempo
ocupados preparando y entrenándose. La revista de gimnasia era
un acontecimiento para el que se involucraba todo el colegio, sin
excepción. También se organizaban jornadas de scouts, grupos li-
terarios, veladas, programas radiales, entre otras actividades.
El alma del colegio era un paisa hiperactivo, el Hermano
Martín. Estaba en todo y era un gran fanático del fútbol. Sabía
las andanzas de cada alumno. Cuando veía una cara que no le re-

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sultaba familiar, lo encerraba en la sala de la prefectura y le sacaba
información en tiempo relámpago, con preguntas tan directas que
no se hubiera atrevido a hacer el más osado de los confesores. Los
estudiantes le perdonaban esos quince minutos de tortura y gran
incomodidad, pues luego la relación con el Hermano Martín se
volvía de camaradería, como la que se tiene con un tío cómplice.
Asumía como cualquier alumno la rivalidad con el Carmelitano, y
gozaba con los triunfos que el colegio obtenía en los campeonatos
deportivos. Llegado el momento se alzaba la sotana para jugar fút-
bol, o se remangaba para desafiar a puños a quien fuera, a pesar de
su corta estatura. La relación de colegaje con los estudiantes, para-
dójicamente le reportaba al Hermano Martín un inmenso respeto
entre el alumnado. Indisponerse con él significaba perder prestigio
entre los compañeros.
Había entre los profesores otras figuras institucionales; estaba
el Hermano Gonzalo, profesor de Español y Literatura, con el
prestigio de haber publicado un libro de poemas a los cuarentaa-
ños, titulado Así de tarde… Cuando veíamos al Hermano Gonzalo
cabizbajo en sus paseos solitarios por el campus, suponíamos que,
siendo poeta, no podía estar dedicado a otra cosa distinta a medi-
tar profundamente en sus próximos poemas, tal vez de hondo con-
tenido existencial. Nos decepcionábamos un poco al leer algunos
de sus versos, dedicados a la virgen y a otros temas religiosos sin
mayor elaboración. Más repercusión tenían algunas ocurrencias
del otro profesor de Español, Armando Velandia, que era citado
con frecuencia por el mejor articulista de humor que tenía el país
en ese entonces, el periodista Alfonso Castillo Gómez, autor de
“Alka-Notas”, una de las columnas más leídas de “El Espectador”,
en ese tiempo el periódico de mayor circulación nacional.
El profesor Velandia era tal vez el personaje más elegante de
Pamplona, y uno de los más cultos en su ramo, que indudablemen-
te era la filología clásica. Salía siempre con el paraguas colgando

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

bajo el brazo derecho, muy bien acicalado rumbo a sus clases como
si fuera a sostener un debate en el congreso o, mejor, en la Acade-
mia de la Lengua. Pero los tiempos cambiaban y tanto el Hermano
Gonzalo como el profesor Velandia y el otro profesor de Español,
Marco Antonio Carvajal (más conocido como “Pecho de buque”
- otro personaje elegante de la época- eran vistos como profesores
renuentes a aceptar los nuevos vientos de renovación que soplaban
en el continente, incluida Pamplona. El Hermano Gonzalo se ha-
bía quedado anclado en los años cincuenta. En clases le hacía pro-
selitismo trasnochado al gobierno del general Gustavo Rojas Pini-
lla, que, según el Hermano, era lo mejor que le había podido pasar
al país desde la independencia; para él, la literatura parecía haberse
detenido en Goethe, pues nunca mencionaba siquiera a los autores
que nosotros leíamos bajo la tapa del pupitre mientras él dictaba
sus dictados, monótonos y soporíferos: Dostoievsky, Wilde, Poe,
Ortega y Gasett, Camus, Sartre. Para los profesores de Español la
literatura hispanoamericana se había detenido en el costumbrismo
y el piedracielismo, mientras que nosotros hacíamos circular, de
mano en mano, las obras de Vargas Llosa y García Márquez. En
una clase, el profesor de Español de otro curso intentaría ridiculi-
zar El Otoño del Patriarca, amenazando con tirarlo a la caneca de
la basura, por tener un capítulo donde no había ningún signo de
puntuación en veinte páginas.
El campus facilitaba muchas cosas. El Carmelitano –el com-
petidor más cercano del Provincial– tenía un edificio más o me-
nos vistoso en un extremo de la ciudad, pero sin campus. Los in-
ternos permanecían encerrados, deambulando su inquietud por
un intrincado laberinto de pasillos, sin mayor contacto con la
naturaleza, y se volvían nerviosos e inconformes. Los padres car-
melitas, en buena parte españoles, se veían a gatas para controlar
la indisciplina de sus alumnos, sometidos a una grave claustrofo-
bia que generaba constantes “voladas”. El Gimnasio del Rosario

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(cuyo dueño y rector era el renombrado Augusto Ramírez Villa-
mizar, un poeta místico) funcionaba en otro laberinto formado
por dos casas grandes al final de la calle real, cerca de la Plazuela.
Si el Carmelitano tenía una edificación de varios pisos y chanchas
internas, el Gimnasio del Rosario era el resultado del máximo
aprovechamiento de un espacio destinado a la vivienda, pero con
subdivisiones microscópicas de tal manera que una sala daba lugar
a dos aulas o en dormitorio para veinte internos. La Escuela Nor-
mal, por su parte, tenía un campus competitivo, pero quedaba
muy lejos; había que llegar en bus y muy poca gente se animaba a
asomar sus humanidades por esos parajes. El campus del Provin-
cial, en cambio, convocaba a la gente de la ciudad, mantenía las
puertas abiertas, y ofrecía un contacto con la naturaleza variado
y lleno de vida. El otro colegio que hacía pensar en el contacto
con el campo abierto, era el colegio El Salvador. Quedaba en las
afueras de Pamplonita. Era uno de esos colegios que hoy puede
ser catalogados como “campestres”; demasiado campestre era El
Salvador, pues los contactos con Pamplona se limitaban a una o
dos visitas semanal en bus, para que los estudiantes más aplicados
llegaran a dar un par de vueltas en el parque, y visitaran tiendas y
almacenes, estilo de vida poco atractivo para un joven de la épo-
ca. Veíamos a los estudiantes de El Salvador como “bichos raros”,
y los compadecíamos, como se compadece a los presos de una
cárcel o de un manicomio.
¿Y el Seminario Menor? Connotaba eso: un seminario. To-
davía iban a estudiar allí los jóvenes que cultivaban buena posi-
bilidad de continuar estudios en el Seminario Mayor o, al me-
nos, recibir una educación marcadamente religiosa. El edificio era
magnífico pero sub-utilizado. Todavía en ese tiempo estudiaban
en el Mayor una treintena de seminaristas. Su falta de aireación se
hacía patente cuando los seminaristas salían de paseo los sábados.
Silenciosos, cabizbajos y en devota formación, desfilaban por las

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

calles de Pamplona hasta el campus del Provincial, donde jugaban


uno o dos partidos y se devolvían a últimas horas de la tarde. Los
veíamos, nos acordábamos del poema y nos imaginábamos que en
alguna de las calles de Pamplona podía haber una salmantina de
rubio cabello que ilusionada veía pasar desde su ventana al pobre
y enfermizo seminarista de los ojos negros.
En esos años dorados, la Universidad de Pamplona estaba en
sus comienzos, afianzándose, aunque todavía recibía despectiva-
mente el apelativo de “La escuelita del cura Faría”. En realidad
sólo contaba con una carrera: la pedagogía, con licenciaturas en
varias especialidades. Muchos egresados del Provincial veían por
encima del hombro a la Universidad, pobre y pueblerina, pero la
mitad de egresados del colegio, aquellos que no podían estudiar en
las prestigiosas universidades de Bogotá, Medellín o Bucaraman-
ga, finalmente se resignaban, “mientras tanto”, a entrar a la Uni-
versidad; era un “mientras tanto” que, como algunos impuestos,
pasaba a ser de provisional a definitivo. Cuando la Universidad
suscribió convenio con la UIS para recibir los primíparos de in-
genierías, Pamplona comenzó vio llegar a universitarios de todas
partes del país. En Buena hora, pues con la crisis económica y las
caídas brutales del bolívar, las familias venezolanas comenzaban a
llevarse a sus hijos, renunciando al lujo de sostenerlos en colegios
más allá de las fronteras. Los venezolanos de los colegios fueron
reemplazados por jóvenes universitarios de ciudades colombianas:
Cúcuta, Bucaramanga, Barrancabermeja, la provincia de Ocaña.
Pamplona hizo el relevo a tiempo y se “colombianizó”, no sin trau-
ma para los colegios, que se quedaron sin venezolanos, es decir sin
internado, y fueron cerrando los colegios.
El primero en desaparecer fue el Gimnasio del Rosario; luego,
el colegio femenino Santo Ángel, casualmente situado en la casona
donde funcionaría en forma la Universidad, antes limitada a una
esquina de la calle cuarta con carrera tercera. Luego se fueron los

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Hermanos Cristianos, que ya veían diezmadas sus filas por falta de
vocación religiosa en los jóvenes. Los Hermanos decidieron con-
centrarse en centros urbanos donde la masa estudiantil estuviera
asegurada, y cerraron filas en sus propios planteles: los colegios de
La Salle en centros como Cúcuta, Bucaramanga y Bogotá, con su
correspondiente universidad.
La falta de un buen relevo generacional se notaba en las filas
de los Hermanos Cristianos. Todavía seguía de profesor el Herma-
no Pierre Arnaud, que dictaba clases de inglés a pesar de estar casi
ciego. Pero donde más notábamos la crisis era en la falta de reno-
vación en los métodos, en el anquilosamiento de hábitos docentes
y disciplinarios. Mientras el ministro de educación de ese tiempo,
el joven Luis Carlos Galán aclaraba que los colegios debían pre-
ocuparse más por lo que había dentro de las cabezas y no dentro
de ellas, y ordenaba a los rectores permitir el uso de melenas en los
estudiantes que así lo quisieran, en el colegio Provincial el rector
hacía caso omiso de esa orden, y devolvía a los estudiantes que no
estuvieran peluqueados a su gusto.
Para autoritarismo, teníamos al cuartel. Nuestros compañe-
ros eran soldados, también. Tenían que prestar servicio los fines
de semana. Los viernes en la tarde, al salir de clase, los estudiantes
de sexto atronaban los pasillos del Colegio con su canto “Gloria,
gloria al soldado! / Y que su fama corra/ por el solar nativo/ en cró-
nica y cantar/ y que solo a la recia/ medida de su pecho/ la patria
del mañana/ se pueda edificar”. Eran mirados con admiración,
temor y envidia por los cursos inferiores. Iban a prestar servicio
todo los sábados, y llegaban los lunes a hacer chistes de la torpeza
de sus compañeros para manejar las armas o la disciplina, pero
también de la incultura exhibida por los suboficiales instructores
para hablar.
Cuando hubo traslado de personal y trasladaron al Hermano
Martín a otra ciudad, en el colegio y en la ciudad hubo conmo-

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ción. Fue el primer signo de que la crisis iba en serio, de que


deberíamos estar preparados para otros cambios definitivos. Por
fortuna, el reemplazo constituyó una muy grata sorpresa. Llegó
José Vicente Henry Valbuena, el Hermano Henry, un sanandresa-
no raizal de un metro noventa, que trajo alegría e ideas nuevas, y
que seguramente se escandalizó con las ideas ultra-conservadoras
de algunos de sus colegas, pues se hacía el de la vista gorda con
nuestras primeras protestas contra la autoridad. “Si ustedes deci-
den no entrarle a clase al padre Gonzalo, y se retiran a la gruta,
yo no voy a castigar a nadie, sino que llamo al rector para que los
oiga”. Y así fue.
Eran tiempos de paro y protestas estudiantiles. Todo el país
estaba convulsionado con la crisis universitaria de 1971. Caían
estudiantes muertos en las Universidades Nacional, de Antioquia,
Valle y la Uis. Los nombres de Jaime Arenas, Marcelo Torres,
Amílkar Osorio eran los nuevos héroes de la juventud. El ambien-
te político se movía, y algunos ecos llegaban al colegio. Un buen
día el rector irrumpió en el salón de sexto B y sacó en dos minu-
tos al nuevo profesor de cooperativismo, Erick Kreutzer, un líder
estudiantil de la Universidad de Pamplona, acusándolo de estar
haciendo proselitismo político en las clases, a favor de la izquierda.
El día en que se fueron los Hermanos Cristianos, una buena
parte de las familias pamplonesas lo lamentó, pero algunos estu-
diantes y ex alumnos celebraron la posibilidad de relevo que podía
iniciarse en el colegio, abriendo paso a una nueva era marcada por
la educación laica, tal vez menos encorsetada y más libre a la dis-
cusión de ideas y a la renovación de métodos. Los más ecuánimes
reconocían que se había cumplido un ciclo, y que para bien o para
mal nada estaba quedando igual. Eran tiempos de cambio. Hasta
el punto de que un día, en sexto, el alumno encargado de abrir
la clase con un padrenuestro, inició la oración con las siguientes
palabras: “Señor, te pedimos que acompañes en la nueva etapa

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de su vida al sacerdote que fue nuestro consejero espiritual en los
recientes retiros del colegio en Bucaramanga, y quien ha decidido
ingresar a la guerrilla para continuar su misión. Padre nuestro que
estás en los cielos…”.
Pasaban las épocas en que el bolívar estaba encumbrado a
tope, y en Pamplona las familias convertían cualquier zaguán en
una boutique para quedarse con bolívares que cambiaban a die-
ciséis pesos. Pamplona ya no era la misma. Ya no es la misma. Ya
no es “La ciudad mitrada”, título adquirido en 1834 cuando, por
diligencias de Santander Pamplona fue diócesis con un amplia ju-
ridicción. Es una de las treinta ciudades mitradas de Colombia, si
se suman las diecisiete diócesis y trece arquidiócesis.

EN UN COMIENZO: NI COLEGIO,
NI PROVINCIAL NI SAN JOSÉ

Lo que mucho tiempo después llegaría a ser el afamado co-


legio Provincial de San José, en un comienzo fue una escuela de
pueblo con un total de alumnos con los que hoy en día proba-
blemente no se abriría siquiera un salón de clase: una veintena de
estudiantes, de los cuales la tercera parte eran becados.1
Los inicios de la Escuela fueron de una modestia conmove-
dora; los diferentes documentos de la época hablan de que al co-
mienzo sólo existía una sola asignatura y un solo profesor quien,
al mismo tiempo, para colmo, era el rector. 2El historiador Febres
Cordero recalca que ese fue el nacimiento de la ciudad estudian-
1 “Comuníquese a nuestro Vicario de Pamplona (…) a fin de que tenga su total
efecto el colegio Casa de Estudios de aquella ciudad (…) que por ahora se man-
tendrá siete niños a lo menos graciosamente mientras tanteamos más los fondos”.
2 El presbítero José Manuel Ramírez, fue el primer profesor y el primer rector
que tuvo el colegio.

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DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

til: sencillamente una cátedra de gramática3. Pero ni la cátedra ni


la escuela tuvieron duración. La mortandad infantil en esa época
afectaba no sólo a las personas, sino a las instituciones, y la escuela
murió en sus primeros meses de vida.
Belisario Matos Hurtado, otro historiador del colegio, reco-
noce la corta duración y la modestia de ese primer intento: “Mon-
señor Lasso de la Vega, a su paso por Pamplona, estableció una
escuelita de muy poca duración”4 (el resaltado es nuestro), y luego
refiere que el obispo reunió dineros e hizo un segundo intento;
cuando todo estaba listo pidió el apoyo institucional del estado, y
fue cuando emprendió las diligencias pertinentes para que el vice-
presidente de entonces, el general Santander, expidiera el decreto
reglamentario que daría lugar a la fundación formal del colegio.
De modo que al comienzo la institución no fue colegio, sino
Escuela de Estudios; no fue ni se llamó Provincial, pues sus alcan-
ces fueron puramente locales; y no tuvo en nombre propio de San
José, que aparecería más tarde. En el decreto de 1935 se hablaba
de “El colegio de Pamplona”, sin nombre propio. Eran tan pocos
los colegios, que bastaba, para distinguirlos hacer referencia a la
ciudad donde funcionaban. No había necesidad de distinguirlos
con nombre propio.
El nombre de Provincial, que ahora puede parecer algo “pro-
vinciano”, ´surgiría más tarde. En esa época se hablaba de provin-
cias y no de departamentos; es más: el concepto de provincia com-
prendía territorios que hoy podrían abarcar a varios departamentos.
“Provincial”, entonces, podría ser equivalente hoy a “supra-depar-

3 La intención del obispo fue establecer “…una cátedra de gramática, destinada,


según él, a ser embrión de una casa de estudios” CASTRO, Luis Gabriel. Hoy (9 de
junio de 1945), citado por Juvenal Ríos en Reseña histórica del Colegio Provincial
de San José de Pamplona 11816-1966, Cúcuta: Imprenta Departamental, 1966.
4 MATOS HURTADO, Belisario. Germinal, julio de 1943. Citado por RÍOS,
Ibid. , p. 20.

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tamental”. De hecho, Pamplona era la provincia más importante
de todo el oriente colombiano (importancia que luego declinaría
a favor de Cúcuta y Bucaramanga). Calificar a un colegio con el
término “Provincial”, era elevarlo a un status muy respetable.
Eso ocurriría más tarde. En 1923 el decreto de Santander que
refrendó el funcionamiento de la institución creada por el obispo
Lasso de La Vega, siguió hablando de una Casa de Educación, y
en ninguna parte hace alusión a los términos “colegio”, ni “Pro-
vincial” , ni mucho menos “San José”.
Doce años más tarde, en 1835, en decreto firmado por el presi-
dente (Bolívar había muerto y Santander ejercía la presidencia) que
reglamenta el funcionamiento de la institución, aparece el término
“colegio”. Había cumplido nueve añosinterrumpidos de vida.
Hasta bien entrado el siglo XX, en la década del treinta, los
documentos siguen hablando del Colegio San José a secas. Toda-
vía, al menos oficialmente, no aparece el término “Provincial”,
como se le conocería familiarmente.

¿FUNDACIÓN A DOS MANOS?

¿Quién fu el verdadero fundador del colegio (Escuela de Es-


tudios en aquel tiempo)? ¿El obispo venezolano Lasso de la Vega?
¿El general Santander? ¿ambos, a dos manos?
En aquel tiempo (1816) todo el país (con excepción de los
llanos orientales) estaba bajo el régimen de la reconquista españo-
la. Pero tres años después, a partir de la batalla de Boyacá, buena
parte de las instituciones creadas por los españoles cayó en la con-
dición de provisionalidad; el clero perdió poder, y las instituciones
que funcionaban con anterioridad tuvieron que ratificarse legal-
mente. Es por eso que el colegio tiene dos fundadores y dos fechas
de fundación: antes y después de la independencia.

23
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Antes de la independencia, Lasso de la Vega (en ese entonces


partidario de la política realista) un obispo panameño radicado en
Mérida, de paso por Pamplona, creó la Escuela de Estudios. Lasso
de la Vega se había educado en el Colegio Mayor del Rosario, en
Bogotá, y desde entonces se había aficionado a dos actividades.:
la academia y la política. En su paso por Pamplona, a finales de
1916, tuvo la excelente iniciativa de crear la Escuela de Estudios,
aun sin el necesario permiso de la autoridad real, que luego podría
llegar, con demora de meses o de años.
La Escuela, mal que bien, funcionó, pese al ambiente de guerra
e inestabilidad de la época, debido, primero, a la existencia de guerri-
llas independistas que merodeaban a Pamplona, y, luego, al cambio
radical del gobierno, con la creación del gobierno republicano ins-
taurado por Bolívar, y que debió comenzar desde cero, sin la deseable
experiencia para echar a andar el funcionamiento del nuevo país.
Cuatro años después de la independencia, el vice-presiedente
Santander (mientras Bolívar seguía haciendo la guerra en el Perú)
se dedicó a darle legitimidad a algunas instituciones que estaban
funcionando sin aprobación, sin reglamento y sin presupuesto. Fue
así que el 5 de marzo de 1823 expide el decreto que formalizaba el
funcionamiento de la ya fundada Casa de Estudios de Pamplona.
La formalización del Colegio significó un gran apoyo oficial,
pues, de otra manera, es probable que no hubiera sobrevivido, ya
que necesitaba fondos públicos y un respaldo estatal en diferentes
órdenes. De hecho, el gobernador de la época no quiso apoyar el
resurgimiento del colegio5, por antipatías políticas con el obispo,

5 “Las perturbaciones intermedias impidieron los progresos. Volví a tratar del


negocio en el año 21; y como aquel gobernador creyese no deber serme indulgente,
lo representé al Gobierno entonces en Cúcuta, y se me franqueó lisa y llanamente
la fundación”. “Establecimiento del colegio Casa de Estudios en Pamplona”, pág.
32, citado por RIOS, Juvenal. Reseña histórica del colegio Provincial de San José
de Pamplona, pág. 15.

24
que no se dejó desalentar y buscó respaldo por lo alto, con San-
tander. En este proceso influyó el colegaje entre Santander y el
obispo, pues compartieron curul en el Congreso de Cúcuta en
1821. El obispo había cambiado de bando (ahora era un “patrio-
ta” consumado) y con gran protagonismo político; se había con-
vertido en congresista, cargo que ocupó hasta 1826, reuniendo en
su haber dos poderes: el eclesiástico y el político, que, sumados en
ese tiempo, lo hacían una figura muy digna de tener en cuenta.
En resumen, el obispo creó el Colegio, y el vicepresidente
lo organizó, siete años después. Algo parecido a los papeles de
Bolívar y el mismo Santander en la organización de Colombia:
Bolívar fundó la república independiente, mientras que Santander
organizó su funcionamiento.

EL PRIMER FUNDADOR: UN OBISPO


“MUDO” Y TERCO

Rafael Lasso de la Vega, fundador real del colegio, estuvo


completamente mudo hasta los quince años, edad en la que re-
pentinamente comenzó a hablar para hacerle frente a los perma-
nentes hostigamientos de su hermano menor6. De ahí en adelante
pudo hablar, pero arrastrando algunas dificultades de dicción.

6 “Su educación no pudo comenzar tan pronto como lo hubieran deseado sus
padres por haberse mantenido en estado de completa mudez hasta la edad de quin-
ce años , y ya desesperaban porque adquiriese el uso de la palabra cuando el ado-
lescente, irritado, cierto día, por un hermano menor que lo fastidiaba, le reclamó
violento Déjame , por Dios ¡ , adquiriendo así de repente el uso del lenguaje articu-
lado Probablemente a causa de esta contingencia, le quedó por el resto de su vida
una manifiesta dificultad para pronunciar con claridad las palabras que incluían
la r “ OLIVARES, Alexander. “Monseñor Rafael Lasso de la Vega, obispo de la
diócesis de Mérida de Maracaibo y su adhesión a la independencia de Venezuela”,
en Tiempo y Espacio, vol. 22, No 57, Caracas, jun. 2012.

25
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Panameño de nacimiento, y miembro de una de las familias


más pudientes y cultivadas de la región (era pariente del famoso
cronista Garcilaso de La Vega), pronto se trasladó a Bogotá, don-
de estudió en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.
En esta institución universitaria (los colegios mayores eran una
mezcla de colegio y universidad) obtiene el título de doctor, e
inmediatamente, debido a sus méritos, la institución lo engancha
como profesor. El “mudo” se convierte en catedrático de latinidad,
sintaxis y prosodia, comprobando que su silencio durante tantos
años era producto de una política personal frente a determinadas
circunstancias, no de una deficiencia de tipo mental o intelectual.
Cuando es ordenado como presbítero por las autoridades
eclesiásticas, incompresiblemente lo envían en calidad de párroco
a la población de Funza, Cundinamarca, donde permanece trece
años; y hubiera permanecido otros trece si no se hubiera ganado,
por concurso, un cargo en la catedral de Santa Fe, que le permitió
regresar a la capital del virreinato.
Sin embargo, una muestra de hasta dónde podía llegar en sus
empecinadas posiciones intransigentes, llegó con ocasión del 20
de julio de 1810, cuando el país se declaró independiente. Lasso
de la Vega no estuvo de acuerdo con la independencia, y predicó
en su contra, por lo que fue expulsado de Bogotá y ubicado en
Panamá.
Al ser reinstaurado el régimen realista por las tropas de Mo-
rillo, Lasso de la Vega se instaló en Maracaibo; allí recibe la no-
ticia de su nombramiento como obispo; debe viajar por tierra a
Santa Fe a posicionarse de su cargo; es entonces cuando pasa por
Pamplona en noviembre de 19167 y funda la Escuela de Estudios.
7 Las diferentes referencias a la fecha de la fundación de la escuela de Estudios,
no son precisas, pues siempre hablan que se realizó “a finales de 1816”. La fecha
de noviembre la proponemos con base en que Lasso de la Vega se posesionó de
obispo el 11 de diciembre de 1816; la fundación del colegio no pudo ser antes de

26
Sigue su viaje, y el 11 de diciembre se posesiona de su cargo de
obispo, apadrinado por el virrey Samano8.
El nuevo obispo, al cual no le era ajena la política, vivió
una etapa de irrestricto apoyo a la causa realista, lo que lo llevó,
incluso (sólo cuatro meses después de haber fundado la Escuela
de Estudios en Pamplona) a perseguir a sus colegas, conducta de
la cual ha quedado constancia escrita: “Fiel a sus compromisos y
juramento, el 16 de marzo de 1817, Monseñor Lasso de la Vega,
publicó un edicto en el que solicitaba la apertura de un proceso
contra los eclesiásticos que estuvieran identificados con la insu-
rrección patriota, amenazando con pena de suspensión a quienes
permaneciesen en ella”9. Sus posiciones se radicalizan velozmente;
al poco tiempo parece más un gobernador español que un prelado
eclesiástico. “En enero de 1818 arrecia su acometida contra quie-
nes toman las armas contra el rey, y en carta pública señala que
a éstos no se le administrarán los sacramentos. Además instruye
a los curas para abandonar sus parroquias cuando los sediciosos
se acerquen a sus juridicciones. Les indica que su grey debe ser
exhortada a sumarse a las fuerzas realistas, y ordena fiestas a la Vir-
gen del Rosario por el triunfo militar del Monarca en América”10.
El contacto directo con Bolívar le transformó su ideario po-
lítico, al darse cuenta que El Libertador, en medio de la guerra,
respetaba a la iglesia católica y sus prelados. Entonces Lasso de la

esta fecha, al menos. El viaje de Pamplona a Bogotá duraba de dos a tres semanas,
en promedio. Es de suponer, entonces, que la estadía de Lasso de la Vega, de paso
a Bogotá., ocurrió en noviembre.
8 FERNÁNDEZ, N. Perfiles sacerdotales de la iglesia merideña. Mérida, Edi-
torial venezolana, 1994. Citado por OLIVARES, Idem.
9 OLIVARES. Idem.
10 MEDINA, Carlos Arturo y MORA QUEIPO, Ernesto. “El obispo Lasso de la
Vega en la confrontación de universos simbólicos de la época independentista” en
la revista Ágora, Trujillo, Venezuela, julio-diciembre 2002. P. 164.

27
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Vega se convirtió no solo en partidario de la lucha independista,


sino en un amigo personal de Bolívar; su participación política
en la formación del nuevo país, lo lleva a ser nada menos que
vicepresidente de la Convención de Cúcuta, que sentó las bases
de la Gran Colombia. Posteriormente El Libertador lo promovió
al nuevo cargo de obispo de Quito. Cuando murió Bolívar en di-
ciembre de 1830, Lasso de la Vega lo sobrevivió solo cuatro meses,
y murió en abril de 1831 en Quito, a la edad de 67 años.
Las posiciones políticas iniciales de Lasso de la Vega quedaron
explicadas (al respecto publicó en 1821 un documento llamado
“Conducta del obispo de Mérida”, donde daba cuenta de su trans-
formación ideológica en la guerra de la independencia) y, con el
tiempo, olvidadas; lo que quedó fue el producto de su misión em-
prendedora en Colombia, Venezuela, Panamá e, incluso Ecuador,
países por donde se movió como otro Bolívar; tan solo que sus
batallas definitivas las libró en favor de la educación y la salud de
estos pueblos.

BOLÍVAR, SANTANDER Y LOS AVATARES DE LA


“SEGUNDA” FUNDACIÓN

Santander fue, ante todo, un administrador que puso su inte-


rés legalista por encima del militarismo que campeaba en las dos
primeras décadas del siglo XIX, en las que la guerra tuvo tanto
protagonismo. La enemistad de Bolívar y Santander se debió bá-
sicamente a las diferencias surgidas por dos concepciones políticas
disímiles, una vez terminadas las hostilidades: Bolívar quería llevar
la guerra a todo el continente, sin reparar costos humanos y eco-
nómicos, mientras Santander quería ponerle freno a este proyecto
y, más bien dedicarse a organizar el funcionamiento de la zona
liberada, especialmente la antigua Nueva Granada.

28
En ese contexto es que Santander expide el decreto de funda-
ción oficial del Colegio; el general miraba con gran simpatía todo
lo que significara colegio o asociación civil; de hecho, en su en-
frentamiento con Bolívar, se apoyó básicamente en los estudiantes
y profesores del Colegio San Bartolomé. Cuando Bolívar, derro-
tado políticamente decide abandonar Colombia para irse a morir
a Europa, reconoce amargamente el papel de los estudiantes, tal
como refiere el historiador español Salvador de Madariaga:

Mientras se preparaban los champanes para embarcar en el


Magdalena, Bollívar se fue con Posada a ver las minas de plata
de Sana Ana. Descansando a la ribera del río entre dos jornadas
a caballo, Bolívar se incorporó de pronto y preguntó a Posada:
– ¿Por qué piensa usted, mi querido coronel que yo estoy
aquí?
– La fatalidad, mi general
– ¡Qué fatalidad! – replicó con vehemencia. - No. Yo estoy
aquí porque no quise entregar la República al colegio San
Bartolomé.

Tan pronto sucede el atentado contra Bolívar la “nefanda


noche septembrina”, Bolívar, presa de la ira, comete el error de
reprimir los proyectos educativos que había apoyado Santander,
es decir, casi todos, pues El Libertador había dejado en Santander
la función de organizar la vida académica del país. Sólo cuando
Santander ocupa la presidencia, luego de la muerte de Bolívar, la
educación vuelve a desarrollarse con relativa libertad. Esa circuns-
tancia favorece el despegue definitivo del Colegio en 1935.

29
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

¿ERA COLEGIO O SEMINARIO?

Eran épocas en que el gobierno colonial estaba íntimamente


ligado al poder religioso, y los establecimientos educativos tampo-
co tenían definidas sus fronteras. Los lindes sólo aparecerían años
más tarde, cuando algunos gobiernos republicanos separarían el
poder político del eclesiástico, y la educación civil de la educación
religiosa.
Cuando Lasso de la Vega pasó por Pamplona rumbo a Sana
Fe a tomar posesión de su cargo de obispo, inaguró una Escuela de
Estudios realmente con miras a que se convirtiera en el embrión de
un futuro seminario.11 Las actas y documentos que dan cuenta de
la fundación del seminario, asumen que la Escuela de Estudios y el
Seminario eran el mismo plantel12. Uno de los primeros historiado-
res del colegio, el padre Rochereaux precisa: “El colegio Seminario
de Pamplona, cuya historia se confunde del todo con la del Colegio
iniciado en 1816, con poco éxito y por poco tiempo, después de
otra tentativa en 1821, fue definitivamente aprobado en 1823 (5
de marzo) y reorganizado en el mismo año (30 de octubre)”13; otro
documento14 hace alusión a que el decreto de Santander “establece
un seminario o casa de educación en Pamplona”.
El modelo que quería replicar en Pamplona Lasso de la Vega
era el del Colegio Seminario de Mérida. Y así lo hizo, tan pronto

11 “…de paso por Pamplona dispuso la fundación de una Casa de Estudios que
al mismo tiempo sirviera de seminario”. RIOS, Juvenal. Op. Cit., p. 9.
12 El colegio Seminario de Pamplona debe su creación al Ilmo. Sr. Don Rafael
Lasso de la Vega, obispo de Mérida y Maracaibo, quien lo agregó al colegio na-
cional de esta ciudad…” ROCHERAUX . “El seminario de Nueva Pamplona”,
folleto de 1923, citado por RIOS, Op. Cit., p. 18.
13 ROCHEREAUX citado por RÍOS. OP. Cit., p. 18.
14 Revista de instrucción pública de Norte de Santander, No. 2, correspondiente
al 20 de agosto de 1934, citado por RIOS, Op. Cit., p. 18.

30
tuvo la oportunidad, en Coro y Barinas, además de Pamplona. El
modelo contemplaba instrucción básica para niños, y asignaturas
diferentes para los adultos que hacían parte del Seminario; dife-
rencias equiparables a los futuros Seminario Menor y Seminario
Mayor.
La Escuela de Estudios comenzó a funcionar en un gran ca-
serón situado en uno de los extremos de la plaza principal, donde
antes funcionaba un establecimiento de los jesuitas, conocido con
el nombre de “colegio” (que de colegio no tenía nada), y donde
después se construiría la plaza de mercado cubierto, que sobrevive
actualmente. En ese local, la Escuela de Estudios funcionó duran-
te 13 años.
En el año de 1835, y por propia iniciativa de la curia, se se-
paró el Seminario del Colegio. El historiador Juvenal Ríos refiere
con detalle los factores que acompañaron esta escisión: “El colegio
y el Seminario funcionaron reunidos hasta que se creó la Diócesis
de Pamplona, en 1935; el (…) Obispo de Nueva Pamplona (…)
ordenó la separación dándole por local el convento de los padres
franciscanos”15

PRIMERAS ASIGNATURAS. EL ESCALAFÓN.


PRIMERAS BECAS-TRABAJO

Recién fundada la Escuela de Estudios, la primera y única


asignatura que se dictó fue la gramática. Lo más urgente en ese
tiempo era enseñar a leer y escribir a los jóvenes, ya que el nivel de
analfabetismo era altísimo.
En 1823, el gobierno instituyó el nombramiento de dos pro-
fesores: un profesor a cargo de las cátedras Gramática castellana,

15 RIOS, Op. Cit., p. 38.

31
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Gramática latina y Retórica; y un segundo profesor a cargo de


Filosofía. El nombramiento especificaba que las clases se deberían
dictar en español, y no en latín.
El decreto de la fundación (5 de marzo de 1823) reconocía
los siguientes sueldos diferenciales. La cantidad se refiere a lo re-
cibido cada año:
– Maestro de primeras letras $ 300
– Maestro de filosofía $ 300
– Maestro de moral $ 250
– Maestro de gramática $ 200

En 1835, a los doce años de funcionamiento reconocido y re-


glamentado por el Estado colombiano (Venezuela y Ecuador ya se
habían separado de la Gran Colombia), el gobierno de Santander
formaliza (decreto de junio 15 de 1835) las cátedras que se dicta-
rán en el “colegio”, que ya había empezado a llamarse así (todavía
no tenía oficialmente nombre propio. Se llamaba “El colegio de
Pamplona”); el artículo 9 del decreto reconocía también una “es-
cuela de primaria de niños anexa al mismo establecimiento”. El
colegio quedó destinado sólo para estudiantes de secundaria.

Las cátedras reconocidas eran:


– Jurisprudencia civil
– Jurisprudencia canónica
– Ciencias filosóficas y morales
– Matemáticas
– Física
– Ciencias naturales
– Latinidad
– Gramática castellana
– Idiomas vivos (inglés y francés)

32
– Dibujo
– Elementos de agricultura
– Geografía
– Historia

Desde el mismo nacimiento de la Escuela de Estudios, en el


año de 1816, fueron creadas siete becas de estudio. Estas becas
estaban dirigidas a captar internos, por el estilo de un seminario.
Posteriormente, en 1835, ya formalizado el colegio, se crearon las
primeras becas de trabajo, así:
– Se seleccionaba a un alumno interno para que ejerciera las
funciones de secretario, con un sueldo equivalente a la tercera
parte de lo que se pagaba a un profesor.
– Se seleccionaba a otro alumno interno que quisiera ejercer las
funciones de bedel o portero, con sueldo equivalente a la cuar-
ta parte de lo devengado por un profesor.

EL AÑO ESCOLAR. LAS INTERRUPCIONES

Las clases no comenzaban en la última semana de enero,


como ha sido usual en el siglo XX (hasta el establecimiento dife-
renciado de los calendarios escolares de las modalidades A y B),
sino en fechas concordantes con la modalidad europea, en que el
año escolar comienza a comienzos de otoño (octubre), cuando la
altas temperaturas han cedido lo suficiente. En 1835, fecha de la
formalización del colegio como institución de secundaria (con 45
alumnos), las clases comenzaron el 27 de octubre.
En carta al Secretario del despacho del Interior, el rector del
colegio, Isidro Villamizar Gallardo relata que Pamplona estuvo de
fiesta durante varios días –desde el 18 de octubre– para celebrar el

33
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

comienzo en firme del Colegio, ya independiente del Seminario


y de las escuelas de primaria. En su carta, Villamizar rebosaba
de optimismo acerca del futuro del colegio (“lo hará memorable
en la historia literaria de la Nueva Granada”), y le auguraba una
nueva época, “lejos de sufrir la suerte desgraciada que tuvo en
años anteriores”16. Se refería a los primeros fracasos en la continui-
dad de labores de la Escuela de Estudios debido a los constantes
desplazamientos masivos de tropas que movilizaba Bolívar y a la
prioridad económica que tenía la guerra de entonces. Cada vez
que la tropa llegaba a una ciudad, los locales de los colegios y de
las comunidades religiosas servían de cuartel.

AÑOS DE DECADENCIA

A pesar de las proyecciones optimistas del rector Villamizar


Gallardo, el colegio caería en una profunda decadencia, según re-
conocería luego, en balance retrospectivo de Miguel Marciales,
Secretario Departamental de educación: “… el Colegio decayó vi-
siblemente y a mediados de siglo era un pequeño establecimiento
de mal latín y pero filosofía”17.
La decadencia no sólo hay que atribuírsela al Colegio; la ciu-
dad misma y, en general, el país mismo había entrado en deca-
dencia, en especial las ciudades aisladas de los grandes centros de
producción o comercio. En la radiografía de mitad de siglo que
hace el cronista Manuel de Ancízar, Pamplona y el Colegio mues-
tran un panorama desolador:

16 Ibid. p. 37
17 Citado por RIOS, Ibid., p. 39. La fuente inicial es el libro Geografía histórica
y económica del Norte de Santander.

34
La ciudad tiene el aspecto de los pueblos españoles de otro tiem-
po. Casas desairadas y pesadamente construidas con gruesos bal-
cones sin orden ni aseo exterior; iglesias por todas partes, colegio
de ciencias en ninguna, ni monumentos de arte, salvo algunos
cuadros antiguos que adornan las paredes de los templos; no hay
fábricas, y son muy contados los talleres de oficios; el propieta-
rio vegeta mano sobre mano, sufriendo estoicamente la miseria
y las enfermedades que nacen de ella y lo diezman después de
haberlo degradado hasta la humillación de la mendicidad. Para
las familias acomodadas no hay goces sociales ni existencia pa-
triótica; propóngaseles cualquier empresa digna de su provincia,
y contestarán los hombres subiéndose la ruana hasta la barba:
“¡Aquí no se puede hacer nada!” Las damas, bellas, modestas,
sentidoras, malgastan las preciosas dotes del alma en perpetuo
rezo y visitas de iglesia, porque no hallan otro medio de emplear
la genial actividad de su espíritu. Así viven 2.900 individuos
que contiene el recinto de Pamplona, y así pasan estériles sus
días marcados por la decadencia progresiva de lo que fue ciudad
importante. Veinticinco clérigos, dieciocho monjas y un obispo,
de cuyo corazón no ha brotado una sola obra de beneficencia
privada ni pública, completan el cuadro. ¡Cuán diverso del que
la espléndida naturaleza física presenta en los risueños valles y
nativos cerros de la comarca, eriales casi todos!18 

Cuando se refiere al Colegio provincial, Ancízar se muestra


dolido al constatar que las asignaturas dictadas ignoraban las nece-
sidades del entono, y amplía su crítica al poco empuje que recibe
la educación básica; este panorama desolador muestra la otra cara
de una ciudad considerada como “estudiantil”; por lo menos no lo
fue a mediados del siglo XIX, según sus cifras:

18 ANCÍZAR, Manuel. Peregrinación de Alpha, tomo II, Bogotá: Biblioteca


Banco Popular, 1984, p. 232

35
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Hay una casa de educación secundaria [se refiere al Colegio],


en que se intenta enseñar latín y metafísica, tal vez para instruir
jóvenes que en adelante descubran y hagan valer las ricas minas
de la provincia, o contribuyan a perfeccionar la agricultura,
o a trazar el camino mercantil hacia Casanare, ya explorado,
del cual depende en gran parte la futura prosperidad de los
pamploneses. Para los 2.450 niños de siete a catorce años que
cuenta el distrito, hay dos escuelas públicas en que aprenden
primeras letras 66 varones y 69 niñas, viniendo a ser el 5,5 por
100 de la generación nueva, proporción que aminora todavía
en los demás distritos y ofrece al demócrata bien desconsola-
doras deducciones. Recursos no faltan en Pamplona con qué
disminuir el número de ignorantes: lo que falta es voluntad. Es
tanta la inercia de los ánimos, que teniendo rentas para esta-
blecer el hospital de caridad no lo hacen, y los desvalidos su-
cumben abandonados sin hallar dónde reclinar su cabeza en la
última hora del dolor. ¿De qué sirven las oraciones murmura-
das diariamente en las iglesias por los que se llaman devotos, de
qué las genuflexiones ostentosas y las ricas vestiduras donadas a
las imágenes, cuando se deja morir en las calles al hermano des-
amparado? Ceñirse a las meras prácticas del culto, entendiendo
que en eso consiste la religión, equivale a una apostasía, pues se
apartan del espíritu cristiano y lo reducen lamentablemente a
“un ruido le campanas en el aire”19.

CAMBIO VA. EL NÚMERO DE ESTUDIANTES

Quince años después de la visita de Ancízar a Pamplona, el


Colegio no había crecido sustancialmente en el número de alum-
nos matriculados, que habían pasado de 45 matriculados en el

19 Ibid., p. 233.

36
año 1835, a sólo 64 en el año de 1865: un exiguo incremento de
veinte estudiantes en treinta años, lo que daría un promedio de
menos de un estudiante por año.
El Colegio demoró mucho tiempo en alcanzar el objetivo de
cien estudiantes matriculados; era una meta simbólica que se veía
lejanísima, y que solo se pudo lograr veinte años más tarde, hacia
1887. De ahí en adelante, hubo un buen repunte, pues en tres
años el número de estudiantes creció en un 50%; en 1890 el co-
legio contaba con 150 alumnos, de los cuales cien eran internos,
una cifra astronómica para entonces y con la que el Colegio hu-
biera soñado en la crisis del bolívar, ochenta años después.
El aumento (lento o veloz) en el número de estudiantes no
siempre era un índice del crecimiento o decadencia del Colegio,
pues existían otros factores determinantes, como la capacidad fí-
sica de los salones, y el número de aulas; el más importante de
los factores de crecimiento lo constituía la gran competencia de
entonces: el Seminario, que contaba con excelentes instalaciones y
personal, como que tenía a su favor nada menos que el poderoso
clero y la asistencia personalizada del obispo de Pamplona.
Igual ocurriría en el último tercio del siglo XX, con la compe-
tencia de otros establecimientos nuevos: el Carmelitano, la Nor-
mal, el Instituto Piloto y los colegios menores de carácter privado
que fueron surgiendo y desapareciendo con el paso de los años.

EQUIPOS Y LABORATORIOS PARA NUEVAS


ASIGNATURAS

Hasta el año en que Manuel Ancízar se quejaba justificada-


mente acerca del carácter proco práctico de las asignaturas que
se enseñaban en el colegio (latín, metafísica…), las instituciones
educativas de Pamplona estaban inspiradas en el énfasis de la fi-

37
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

lología románica y la preparación para los estudios superiores re-


ligiosos. Pero algo cambió a partir desde entonces, tal vez debido
al impulso dado a la educación transformadora por algunos go-
biernos progresistas como el de Hilario López, que contrataron a
personajes de la valía de Manuel de Ancízar para que hicieran un
diagnóstico de primera mano de las necesidades más apremiantes
del país.
Fue así que poco a poco se abrió paso a la necesidad de dar un
giro a la orientación de la enseñanza, y se propició la creación de
cátedras de ciencias aplicadas y artes que requerían ejercicios prác-
ticos y uso de instrumentos; así, en 1868 se incorporan las asig-
naturas de geometría elemental y práctica, trigonometría lineal y
esférica, y a finales de mayo llega el gabinete de Física (aunque,
cuando se abren las cajas se comprueba que algunos instrumentos
están totalmente destruidos por el “zarandeo” de una cajas que ha-
bía soportado un viaje interoceánico, y luego un viaje de varias se-
manas a lomo de mula). Dos años más tarde, en 1870, se incluían
las asignaturas de carpintería y música vocal e instrumental, lo que
hace suponer la existencia de equipos de carpintería, además de
pianos y armonios.
Para 1884 el Colegio contaba con laboratorios de física, quí-
mica e historia natural, además de pianos y una biblioteca digna
del nombre. En 1886 el currículo contemplaba las asignaturas de
botánica, contabilidad mercantil, trigonometría lineal y esférica,
botánica, mineralogía, análisis químico y zoología; a los tres años
(1889) los cursos alcanzaban un sorprendente alto grado de es-
pecialización, como el nuevo curso de física con especialización
en meteorología. Ya se pensaba en la gran importancia no sólo de
conocer la naturaleza en general, sino los fenómenos concernien-
tes al entorno natural inmediato, con una intencionalidad trans-
formadora.

38
¿COLEGIO O UNIVERSIDAD?

Desde sus comienzos, el colegio fluctuó entre tres tendencias:


a) Ser una institución dedicada a “bachillerato clásico” donde
se impartieran conocimientos básicos (saber leer y escribir, y
alguna profundización en gramática)
b) Inclinación por los estudios filológicos románicos necesarios
en la formación de los seminaristas (retórica, latín, prosodia,
metafísica, etc).
c) Una especie de universidad o centro de altos estudios, con
ciclos de formación especializada y rotativa.

En algunos momentos de su vida, el Colegio no sólo se con-


cibió así mismo como Universidad, sino que orientó su currículo
a lograr una especialización específica de sus conocimientos aso-
ciados a oficios y profesiones.
En 1867, las asignaturas examinadas ante un jurado externo,
eran más propias de una universidad que de un colegio: Economía
Política, Derecho Civil, Derecho Penal, entre otras. Dos años más
tarde, en 1869, ya se planteaba el problema de cómo manejar las
prácticas que debían hacer los alumnos de ingeniería; el rector
Eulogio Ramírez escribe acerca de la conveniencia de que el próxi-
mo año…

“…se establezca la clase de ingeniero civil o militar, para que


aquí mismo puedan terminar su carrera los jóvenes que se han
a dedicado a tan importante ramo (…) la vía carretera de esta
ciudad de Cúcuta sigue avanzando cada día y como pronto
debe venir el ingeniero nacional a dirigir estos trabajos, es claro
que aquí tendremos una clase práctica en donde una o dos
veces a la semana, irán a ejercitarse los alumnos de la clase de

39
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ingeniería poniéndose pronto en actitud de poder dirigir em-


presas semejantes”.20

Al año siguiente (1870), mediante decreto de Consiliatura,


se creaban, entre otras, las cátedras de Legislación civil y penal, y
economía política, más propias de una Facultad de Derecho que
de un colegio de secundaria.
En 1876, el Colegio ofrecía sus locales para la creación de la
Universidad de Santander, que reuniría también otras institucio-
nes como la escuela Normal de varones, de artes y oficios; el pro-
yecto se frustró debido a la guerra civil que estalló este año.
Por ese entonces los estudios especializados del Colegio se-
guían de cerca los impartidos por las universidades más presti-
giosas del país. En 1884, por ejemplo, el nuevo rector advertía al
público que las asignaturas “serán las mismas que en la Escuela de
Literatura y de Filosofía de la Universidad Nacional …y la ense-
ñanza de Contabilidad se completará con las de Economía Políti-
ca y Legislación Comercial”21
En 1890 se creóun nuevo programa de estudios práctico,
comprendido en los siguientes términos:
Programa: Agricultura teórica y práctica
Duración: cuatro años
Título: Diploma de Idoneidad en Agricultura
Asignaturas:
Física y meteorología
Principios de mecánica
Química mineral, analítica y agrícola

20 Citado por RIOS, Op. Cit., p. 43.


21 Ibid., p. 51.

40
Mineralogía
Geología
Medicina veterinaria
Agricultura
Horticultura
Silvicultura
Economía rural

En una época en que el diploma de bachiller habilitaba al


egresado para ejercer un sinfín de ocupaciones, sobre todo como
funcionario público, un diploma que calificaba también al ba-
chiller de “Idóneo en Agricultura”, era, en la práctica, equiva-
lente a un título universitario en el ramo. Un título de estos
habilitaba al egresado para trabajar como geólogo, veterinario, y
asesor agrícola.
La conciencia de que el Colegio estaba de hecho preparando
tecnólogos y cuasi-profesionales, abrió las posibilidades para dar
el salto a la condición de universidad. El secretario de educación
de ese entonces, puso manos a la obra en lo que correspondía a los
trámites legales, y dejó lista la base jurídica para la conversión en
universidad:
Uno de mis mayores empeños fue hacer reconocer al Colegio
su carácter universitario y dotarlo de los elementos necesarios
de vida. La ordenanza 45 (…) le reconoció ese carácter (…) y
en ella se apropiaron las sumas necesarias para el gabinete de
física y laboratorios de química Fue así como al cabo de más de
un siglo se legisló en el mismo sentido del general Santander,
se reanudó la tradición legal y se puso la piedra angular de la
Universidad de Pamplona22.
22 CAMARGO, José B. Breve memoria sobre el colegio San José de Pamplona.
Citado por RIOS. Ibid., p. 74.

41
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

¿Por qué no se concretó la inauguración de la Universidad,


pese a tener todos los auxilios necesarios y la cobertura legal para
comenzar su funcionamiento, expedida por el Congreso? Una de
las leyes en 1927 aprobaba cincuenta mil pesos de la época, duran-
te cinco años, para las adecuaciones y construcciones que fueran
necesarias con el fin de llevar a cabo esta iniciativa. El proyecto
naufragó en la indolencia de los futuros beneficiados, que no lo
supieron acoger, y quedó como letra muerta. El mismo secretario
de educación no se explicaba que Pamplona no hubiera tenido
una universidad hace 86 años: “La representación del Norte, sin
distingos políticos, hizo expedir magníficas leyes (…) y rodeaba
de tales seguridades la efectividad de ese auxilio, que yo no he vis-
to otra ley de auxilios semejante. No he llegado a explicarme por
qué esa ley quedó escrita”23

CONTACTO EN FRANCIA Y LA
“MISIÓN ALEMANA”

En septiembre de 1889, el gobierno quiso darle un impulso


especial a la dirección del Colegio, y pensó en nombrar un rec-
tor importado de Europa, con conocimientos y experiencias en
educación. El presidente Carlos Holguín encomendó al cónsul
José Triana para contactar en Francia a alguien que cumpliera esos
requisitos y quisiera trasladarse a Pamplona. Esa persona fue el
pedagogo francés Lucien Enfantin, quien implementaría el Di-
plomado de Idoneidad en Agricultura, asistido por su auxiliar y
especializado en el área, el también francés Justo Lessaigne.
La gestión de los franceses resultó un fracaso, y debieron re-
nunciar a los seis meses. El mismo Colegio tuvo que suspender

23 Idem.

42
sus tareas en junio de 1890. Al parecer, los factores del fracaso
tuvieron que ver con la indiferencia religiosa de Enfantin, su des-
conocimiento del español, y el choque cultural con un ambiente
académico acostumbrado al control, la disciplina y la religiosidad.
El colegio se quedó sin rector, y la junta administradora tuvo que
aceptar el cierre del establecimiento.
En el ambiente quedó flotando cierto recelo con las actitudes
laxas y chocantes de los extranjeros en la dirección del Colegio.
Sólo hasta cuarenta años más tarde vuelven a aparecer extranjeros
al mando del Colegio, cuando en 1929 se encomienda la orien-
tación del plantel a un grupo de alemanes encabezados por Fritz
Rühfel, rector, y los profesores Vad, Boufig y Deng, que confor-
maron el equipo encargado de entregar la dirección del Colegio a
los Hermanos Cristianos en 1930.
Con la llegada de los Hermanos Cristianos, sería frecuente,
durante más de cuarenta años, ver en el colegio a algunos extran-
jeros, pertenecientes a la comunidad.

LOS PRIMEROS TEXTOS ESCOLARES.


LAS METODOLOGÍAS

La primera especificación de los textos de enseñanza por los


que se regía el Colegio, aparece en 1988. Se componía de:
– Gramática inglesa de T. Robertson
– Trozos escogidos de Lovel
– Gramática francesa de Noilet Caspal

Usualmente, los profesores eran los únicos que disponían del


libro, por lo que buena parte de las clases consistían en que el do-
cente hacía dictados a los alumnos, quienes debían consignarlos

43
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

en sus cuadernos, memorizar los conceptos y hacer los ejercicios


correspondientes.
Sin embargo, el método para el aprendizaje de inglés, era re-
lativamente avanzado y práctico. T. Robertson, el autor del libro
guía, se inspiraba en enseñar a alumnos que quisieran estudiar “sin
profesor”. Veamos las principales características de su método:

Llama la atención sobre la importancia del inglés que es el idio-


ma de los negocios y de las naciones comerciales y lo necesario
que se hace para la negociación y el viajar.
El suyo es un método práctico que insiste en la repetición, en
el análisis y en la comparación. Lo importante es la práctica,
las reglas se aprenden sin apercibirse de ello. Se practica con
frases cortas en inglés y en español y lo hace traduciendo de un
idioma a otro de manera directa e indirecta.
[Algunas] características del método:
– La gramática se adquiere desde la 1ª lección.
– El alumno aprende el mayor número de palabras en el me-
nor espacio posible de tiempo.
– Enseña la pronunciación de las palabras mediante la repre-
sentación gráfica de los sonidos.
– Se aprende a construir las frases mediante la práctica ”24.

LOS PERIÓDICOS

“El Colegio Provincial se presenta hoy por primera vez en


público por medio de su heraldo y vocero, armado con toda su
armadura, para dar razón de su origen, personal, elementos, pro-

24 FERNÁNDEZ MENÉNDEZ, María Antonia. Métodos para la enseñanza del


inglés durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, en Revista electrónica
de estudios filológicos. Número XXI, julio de 2011.

44
gresos, y hasta de su futuro engrandecimiento”. De esta manera
comenzaban las primeras líneas de la primera columna de la pri-
mera página del primer periódico producido por el Colegio (año
1, número 1), el 15 de septiembre de 1887. Era El Institutor, un
periódico que podría competir, en su calidad y diseño, con los
principales periódicos el país. Estaba organizado en cuatro colum-
nas, y la redacción era impecable en cuanto a la carencia de errores
gramaticales o tipográficos.
Estaba dirigido al “público en general”, pero especialmente,
por sus contenidos, a los padres de familia, a los institutores de los
otros colegios de la provincia, y a los alumnos. Publicaba ensayos,
discursos, resultados de exámenes, programaciones, reglamentos,
disposiciones, acuerdos, proyectos, recomendaciones, noticias
académicas. En sus últimos años de existencia, abrió sus páginas a
la publicidad local, que nunca alcanzó mayor espacio (menos del
5% del espacio total del periódico).
La aparición del periódico se hizo posible debido a dos fac-
tores: la existencia de un buen equipo impresor (la imprenta del
Colegio) y el alto nivel académico de los profesores y el equipo di-
rectivo, conformado por las personas más preparadas de la ciudad
y de la provincia.
La imprentaformaba una oficina anexa a la de la junta admi-
nistrativa de las rentas del Colegio, y dependiente de ella. Estaba
a cargo de un Director cajista, jefe y responsable del estableci-
miento.
La imprenta también vendía libros: En 1888, anuncia, por
medio del periódico, que en sus instalaciones están a la venta
algunas publicaciones, entre los cuales estaban los Escritos escogi-
dos de D. José Caicedo Rojas, Artículos Literarios, de José María
Vergara y Vergara, Gramática Latina de Caro y Cuervo, Poesías de
Julio Arboleda, la novela Pedro Sánchez, del español José María
Pereda.

45
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

El periódico, que se inició en 1887, se seguía publicando en


1916, casi 30 años después, con ligeros cambios en el formato. Fue
suspendido durante la guerra de los Mil Días y los años siguientes.

CUANDO LLEGÓ LA “REGENERACIÓN” AL


COLEGIO. LA RELIGIÓN PRIMERO

Después de décadas de guerra civil, el país vivió un periodo de


relativa paz entre 1886 y el comienzo de la guerra de los Mil Días,
a finales de siglo; fueron 14 años de relativo alivio, presididos por
Rafael Nuñez, liberal en sus comienzos y conservador después de
haber concitado a su alrededor una especie de consenso con giro
hacia políticas de estabilidad política.
Una de las instituciones que con mayor entusiasmo se adhirió
a sus políticas, fue la iglesia católica, a la que otros gobiernos ha-
bían dejado a un lado en el momento de definir quién iba a estar
a cargo de la orientación educativa en los colegios.
Núñez devolvió a la iglesia católica su papel preponderante
en la educación. Este cambio fue recibido con alborozo en Pam-
plona, ciudad que se caracterizaba por una fuerte y tradicional
ascendencia religiosa en la dirección de los colegios. No en vano
era sede arzobispal y tenía en su haber uno de los Seminarios
más sólidos del país, con su innegable papel como germen de
educadores.
El retorno a la orientación católica coincidió con el auge de
la imprenta del Colegio y la posterior aparición del periódico,
que se cerró filas en favor del cambio impulsado por Núñez. Los
términos empleados por los redactores del periódico del Colegio
eran virulentos en contra de los rectores anteriores y sus políticas:
“¡Qué felices días los que nos esperan! ¡Qué tiempos de penosa
recordación los que pasaron, en que muchos establecimientos de

46
educción entre los cuales se contó éste, eran el foco de corrupción,
en donde el nombre de Dios no se oía sino para escarnecerlo, y en
los cuáles no se dictaban, como ahora con preferencia, las clases
de Moral y Religión”25
Las nuevas directivas del Colegio, que siempre se caracteri-
zaron por mantener la ponderación y el equilibrio e, incluso, la
elegancia en sus escritos, en aquella oportunidad se refirieron en
términos muy fuertes (tildaba de “asquerosos” los principios libe-
rales educativos) a lo que en materia educativa se había hecho en
Colombia en los últimos años, en una muestra de radicalización
propia de la época; se refería a la época reformista como “Aquel
abominable culto tributado a la razón, aquellos asquerosos prin-
cipios seudofilosóficos y morales de la pasada época, aquella cien-
cia bastarda, incoherente y defectuosa, y todo aquello con que se
nutrió Colombia en un largo periodo de veinte años cayó para no
volver, Dios mediante!”26
La nueva administración del Colegio no ahorraba alabanzas
a los nuevos decretos de Núñez,e insistía en presentarlo como la
salvación providencial del país (incluso, rompiendo un poco su es-
tilo, publicaba extensas poesías del Presidente) 27. Sabía que quien

25 El Institutor, Pamplona, No. 15, abril 15 de 1888.


26 Idem, junio 1 de 1888. No 13.
27 El periódico del Colegio reprodujo carta abierta del José Telésforo, arzobispo
de Bogotá, dirigida al periódico La Nación, en apoyo a las nuevas disposiciones
de Núñez en materia educativa, en que privilegiaba la presencia de la religión
católica. La prensa del país, en general, y de Pamplona en particular, desplegaba,
por todos los medios, entusiastas adhesiones a la política de Rafael Núñez, sin
precedentes en la historia política de Colombia desde los tiempos de Bolívar. Los
términos en que se presentaba a Núñez eran de este tenor:
Él es el adalid en Colombia de Cristo y de su iglesia. Por esto en mi corazón de
Arzobispo tiene un trono que hace tiempo le levantó mi gratitud; y estoy seguro
de que al hablar así, habla conmigo todo mi clero que lo admira y ama, y habla
también la juventud generosa y el pueblo fiel, como se ve en los sueltos por usted

47
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

tuviera en sus manos la educación podía, en cosa de cinco o diez


años modelar también a las familias. Por eso no se cansaba en
reiterar el apoyo a las nuevas orientaciones del Gobierno y de su
enormes repercusiones: “Repetimos que nos satisface el Decreto
del Gobierno por los altos principios morales y científicos en que
se sustenta, porque está basado en el cristianismo y porque sacu-
dió aquel humillante yugo utilitarista que se había apoderado de
todo en la Nación; de los colegios, de las escuelas elementales y
hasta del hogar de muchas familias…”.
Fue así como las diferencias ideológicas en la concepción
de la educación fueron llevadas al extremo y se convirtieron en
condena a lo que habían sido simples divergencias dignas de dis-
cusión. “Pero así se había educado hasta hace poco la juventud;
envenenando su alma, empañando su mente con los vapores del
sensualismo y acobardando su corazón persuadiéndole de que es
impotente para la virtud”, argumentaba la nueva dirección del
Colegio, sin reparar que en veinte años habían sido educados de
esa manera las personas que ahora podían ser padres de familia.
Fue una ocasión crítica en la que la dirección del Colegio
quiso hacer, hasta cierto punto, borrón y cuenta nueva; de alguna
manera contaba con que las cosas nunca volverían a ser como
antes, debido a la fortaleza que irradiaba el nuevo gobierno. Los
epítetos se distribuían claramente: los mejores calificativos para
Núñez, y los peores para lo anterior a su gobierno, no solo en
términos políticos sino morales. Un editorial del periódico loaba:
“Sea esta la ocasión para que el Colegio de San José presente por

publicados y leídos por mí con enternecimiento en el citado periódico. Si para Co-


lombia el señor D. Rafael Núñez es el hombre providencial que destronó y arrojó
de este suelo la anarquía demoledora y sacó del abismo la nave del Estado (…).
Más que en mármol o bronce que al fin lo inutiliza el tiempo, la gloria que se ha
conquistado quedará en la historia de América para ejemplo y estímulo que no
han de morir.

48
medio de su órgano oficial su tributo de respeto y sus aplausos
al Jefe de la Nación señor Dr. Núñez, quien con tanto acierto y
prudencia y abnegación estableció un verdadero Gobierno sobre
los escombros que dejaron veinte años de anarquía y prostitución
oficial”. Nunca el Colegio volvería a estar tan politizado como en-
tonces, ni a tomar partido como entonces, ni referirse a su pasado
en términos tan excluyentes y condenatorios.
Las directivas del Colegio se regocijaban, aduciendo que no
sólo literatura y poesía debían ser el alimento intelectual para
brindar a la juventud, sino algo “más sustancioso, más benéfico
para el desarrollo de la riqueza nacional”. Ese algo era, por su-
puesto, la enseñanza de la religión “enseñada de la misma manera
que se hace con la gramática o la geografía”. Aducía que esto era
indispensable para “regenerar el país y satisfacer nuestras aspira-
ciones nacionales” (la consigna de “regenerar”, había sido puesta
de moda por Rafael Núñez). En sus esfuerzos por asociar religión
a conocimiento, extremaba los argumentos: “si hay algo que satis-
faga más esa sed insaciable de conocer que nos domina y que más
en armonía esté con el entendimiento del hombre, son las verda-
des religiosas”. De paso, y de forma indirecta, defendía el método
memorístico implícito en el sistema de preguntas y respuestas del
padre Astete en su Catecismo, que los alumnos debería memorizar
de pasta a pasta, sin cambiar una sola palabra: “No basta que el
joven practique sus sacramentos, es preciso que la virtud se fortifi-
que con el raciocinio y que la memoria ponga también su contin-
gente diario como auxiliar poderoso de las demás facultades”. No
contentas con el apoyo oficial para darle carácter marcadamente
religioso al Colegio, las directivas propusieron al Gobierno (“para
que el perfeccionamiento en la piedad y en los deberes religiosos
sea más efectivo”), la creación del puesto de capellán y director
espiritual de los colegiales, especialmente de los internos. El ca-
pellán estaría encargado de celebrar todos los días misa para la

49
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

comunidad, dirigir los actos piadosos y hacer frecuente la práctica


de los sacramentos ´único modo de regenerar la juventud [otra vez
el verbo preferido de Núñez. Nota del Autor]28 y de llevarla por el
recto sendero de las virtudes”. El término de Núñez había hecho
tanta carrera, que fue incorporado por el rector y por el Inspector
de Instrucción.
Todos los alumnos estaban obligados a cumplir las prácticas
cristianas y “arreglar todos sus actos” según los preceptos de la
moral. Por la tarde se rezaba el Rosario, presidido por dos alumnos
y supervisados por un superior. Adicionalmente, según el decreto
del rector, de fecha de abril 1 de 1888, antes de iniciar cada clase,
los catedráticos obligatoriamente deberían rezar la siguiente ora-
ción con los alumnos:
Profesor: Spririti sancti gratia illuminet sensuset corda nostra
Grupo: Amen
Profesor: Maria mater sapientae, doce, illumine et dirige nos
Grupo: Amen
Profesor: Pater noster qui es in caelis, sanctificeturnomen tuum…

Ydebería continuar con el padre nuestro en latín, y luego el


Ave María.
Al toque de las doce y de las seis de la tarde, los alumnos de-
berían ponerse en pie y rezar conjuntamente con ellos el Angelus.
En latín.

28 “Penetrado el señor Rector de la grave necesidad que hay de proporcionar una


sólida instrucción religiosa, en sentido netamente católico, a la generación que se
levanta, por ser esta una esperanza para el porvenir y la única base sólida sobre la
que puede descansar la regeneración, propuso por medio de una nota que dirigió
a la Secretaría de I. P. , la creación del destino de Capellán, Director Espiritual y
catedrático de algunas clases, como las de Filosofía y Religión” . El Instructor, No
18, septiembre 1 de 1888.

50
Después de impulsar la religión, las directivas se proponían
darle una organización práctica a los estudios de ciencias natura-
les; era una meta que consideraba eventualmente fácil; aducía: “tal
cosa es fácilmente realizable teniendo en cuenta que ya el Colegio
ha puesto estos estudios sobre una base sólida y en camino de
producir mañana hombres no para los destinos, según el patrió-
tico pensamiento del General Don Leonardo Canal, sino para la
industria, la agricultura y para muchas artes ignoradas aún entre
nosotros”. Para ello solamente faltaba complementar los gabinetes
del Colegio con algunos equipos29, que se podían obtener con la
explotación o venta de los “bienes improductivos”; tales bienes
eran las ruinas situadas en la plaza principal de Pamplona y deno-
minadas “El Colegio Viejo”, de cuyo valor se podían destinar las
dos terceras partes para hacer las nuevas adquisiciones y reformas,
y lo demás podía entrar a aumentar el capital del Colegio.
Por resolución de Ministerio de Instrucción Pública (del 15 de
junio de 1888) se hizo obligatorio, para la enseñanza de la religión
en las escuelas elementales y medias, el Catecismo del Padre Astete.
Para las escuelas superiores, la Historia Sagrada, de José Joaquín
Ortiz. Para los Institutos universitarios y los colegios incorporados
en la Universidad Nacional, el Curso abreviado de religión, del padre
Schouppe, traducido al castellano por D. Manuel Pérez Villamil.

29 El equipo faltante consistía en:


1º Un banco de carpintería con sus accesorios
2º Un hornito de fundición para hierro y cobre
3º Una máquina de dividir y rentar ruedas de metal, para engranajes rectos y
oblicuos
4º Un torno de madera y metales con sierras pequeñas para trabajos delicados
5º Una máquina de vapor de dos caballos de fuerza
6º Un necesario de herramienta de carpintería
7º Una fragua movida a mano
8º Un yunque y necesario de herrería para forja
9º Una sierra de rodear y calar.

51
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Incluso los retiros espirituales fueron instaurados, con carác-


ter obligatorio, en las instituciones educativas, incluidas las de
nivel superior: “En el Colegio del Rosario y demás colegios uni-
versitarios, habrá cada año, en la primera o segunda semana de
cuaresma, retiro de cinco a ocho días, a juicio de los superiores
(…) en los demás establecimientos este retiro será de tres días, y
se verificará en la misma época”30.Según esta misma resolución,
los escolares no mayores de catorce años deberían confesarse por
lo menos tres veces al año en fechas de confesiones masivas, por
mutuo acuerdo entre directores y párrocos.
Los alumnos internos deberían rezar las oraciones de la ma-
ñana, el rosario antes del refresco de la noche; y antes de acostarse,
las “oraciones apropiadas”. El estudio y las clases siempre deberían
comenzar con la invocación “Trono de la sabiduría, rogad por
nosotros”, seguida de una Ave María31 (según resolución del 15 de
junio de 1888, redactada por el Ministro de Instrucción Pública J.
Casas Rojas, y firmada por el presidente Rafael Núñez).

ALGO HABÍA CAMBIADO EN CUARENTA AÑOS

Religión aparte, a los pamploneses les había dolido la descrip-


ción deprimente que el liberal Manuel Ancízar había hecho de la
ciudad en 1851: Pamplona, según Ancízar, era pobre, indolente,
descuidada, sin educación digna de ese nombre, sin proyectos ni
industria, etc.
El nuevo balance que se hacía desde el Colegio, le permitía
considerar que esa época había quedado superada; Pamplona ofre-
30 El Institutor, No 15, agosto 15 de 1888.
31 En las escuelas públicas primarias, en vez de la recitación del Rosario, los
alumnos, al empezar las tareas y al terminarlas, deberían cantar los himnos y rezar
las oraciones que oportunamente deberían ser distribuidas por los directores.

52
cía otra cara “redimidos ya de los humillantes cargos que en 1851
nos hacían los notables miembros de la Comisión Geográfica”, y
se ufanaba de poder, sin vergüenzas ni complejos, hacer la com-
paración favorable con esa época: “Cuan distinto aspecto presenta
hoy la ciudad! En 37 años ha mejorado de la manera más notable,
ya en lo material, ya en lo intelectual, dando lugar para establecer
muy favorable comparaciones”.
El periódico del Colegio retomaba cada una de las críticas de
Ancízar, y las respondía puntualmente. Ancízar decía en su libro
que en Pamplona había “Colegio de ciencias en ninguna”. El pe-
riódico hacía el nuevo balance: “Hoy se educan en los ocho estable-
cimientos, entre públicos y privados, con que se honra la ciudad,
ochocientos alumnos de ambos sexos”.La queja de Ancízar apun-
taba: “No hay fábricas y son muy contados los talleres de oficios”.
El periódico, al respecto, exaltaba la existencia de tres fábricas: una
de fósforos y dos de cervezas; encomiaba que “El patriótico espíritu
emprendedor de los señores Dr. Luis E. Villar, Higinio Trujillo y
Salvador Vargas E. ha logrado dotar a la ciudad con una magnífica
fábrica de fósforos debido al caballero primeramente nombrado
y con dos buenas cervecerías fundadas por los otros dos señores”.
Y añadía: “En el arte tipográfico también hemos mejorado gran-
demente con las buenas y bien dirigidas imprentas del Colegio de
San José y de la “Unidad Católica”. En relación con la carretera del
Sarare, que, según Ancízar no tenía doliente, el Colegio la daba
por inminente, gracias a la preparación que los ejecutores habían
tenido en las aulas del Colegio: “Únicamente en el Colegio de San
José se educaron y formaron los hombres que realizaron la comu-
nicación con las ricas comarcas casanareñas”.
Pero Manuel de Ancízar no era el único autor que se había
lamentado de la decadencia de Pamplona. Carlos Martínez Silva,
político y diplomático sangileño (que tiempo después sería rec-
tor de la Universidad del Rosario en Bogotá) en Para uso de los

53
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

colegios y escuelas, obra publicada en esos años, se había referido a


Pamplona en términos similares a los del autor de Peregrinación de
Alpha: “Pamplona, ciudad antigua, grande y muy importante, en
la época colonial, pero hoy en notable decadencia”. Al respecto,
Leopoldo Castellanos, a nombre de la Dirección del Colegio, res-
pondía en el periódico: “Nos juzga, pues, de la misma manera que
lo hizo Alpha ahora 37 años, porque en todo el País, no se ha leído
sino lo que este autor dijo en 1851”.
En otro número de El Institutor, El “informe del Prefecto de
la Provincia de Pamplona”, queriendo imitar el estilo (al mismo
tiempo que contrastar el balance negativo) que Manuel de Ancízar
había hecho de la existencia de los colegios en 1851, hacía, a través
de las páginas del periódico, un nuevo balance de la educación en
Pamplona; en él se privilegia al Colegio:

Cuenta la Provincia con cuatro establecimientos de educación


secundaria: 2 para varones y 2 para señoritas, el uno público
[el Colegio] y los tres privados. El primero es el Colegio de
San José de esta ciudad, que está bajo la inmediata protección
del Gobierno del Departamento (…), y los otros tres son: El
Seminario Conciliar, bajo la dirección del Illmo. señor obispo
de la Diócesis; el Colegio de la Presentación, regido por las
hermanas de la caridad, y el de La Merced, a cargo de las se-
ñoritas Briceños.
Hay además en la ciudad dos escuelas públicas superiores, en
donde reciben educación gratuita un gran número de niños de
ambos sexos; dos escuelas elementales y un Liceo Infantil de
carácter privado para varones. En los demás distritos hay en
cada uno de ellos escuelas elementales para ambos sexos con
excepción de Chopo [Pamplonita] en donde no hay sino una
escuela alternada, y en los caseríos de Bábega y Cupágá se han
establecido recientemente dos escuelas rurales (…).

54
Es del caso observar que tanto en esta ciudad como en los de-
más pueblos de la Provincia, el clero católico toma el mayor
interés por la educación de la juventud32.

En el cuadro complementario al Informe, se apreciaban unas


cifras esclarecedoras: en ese momento, el número de estudiantes
del Colegio eran 70, superado por los estudiantes del Seminario,
que eran 76. La edad de los alumnos del Colegio era de diez a
los veintidós años, mientras que en Seminario están matricula-
dos alumnos entre los diez a los treinta años (el colegio femenino
de La Presentación tenía 86 alumnas, y el de la Merced 82, con
alumnas de siete a los dieciocho años; en el resto de la provincia,
las escuelas albergaban alumnos y alumnas de educación primaria
cuyas edades fluctuaban entre los seis y los diecisiete años)33.
El informe del Prefecto remataba: “Es de ver cómo se esfuer-
zan allí todos a porfía porque los colegios y demás establecimien-
tos de educación prosperen y den frutos benéficos y cómo brilla
el interés y la constancia de los que se dedican allí a la tarea del
profesorado” (…), y en tercera persona daba crédito de que las
mejores esperanzas no eran infundadas: “[el prefecto]…estuvo en
la posibilidad de apercibirse del magnífico pie en que están los
colegios y de las grandes esperanzas que el Gobierno tiene motivos
para fundar en ellos”.
El balance positivo no era cuestión de un momento de eufo-
ria. Muchos años después, en pleno siglo XX, se seguía teniendo
la misma impresión. Aquellos años representaron un excelente re-
punte del Colegio: “Hacia la segunda parte del siglo pasado cono-

32 El Institutor. Idem.
33 El número de establecimientos de primaria existentes en 1888 en la Provincia
de Pamplona era: dos en Cucutilla 2, dos en Cácota, dos en Chitagá, dos en Chopo
(en ruina), dos en Labateca 2, tres en Mutiscua, cuatro en Pamplona, tres en Silos
y dos en Toledo.

55
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ció una época de rumboso esplendor. Sus cuantiosas rentas, la rica


dotación de su inmobiliario, su copiosa biblioteca, sus completos
gabinetes de física y química en una época en que todo ello era in-
usitado, y en que apenas sí se conocía un colegio de segunda ense-
ñanza en cincuenta leguas [250 kilómetros, aproximadamente. Un
radio que comprendía a Cúcuta, Bucaramanga, Ocaña, San Cristó-
bal y un gran número de poblaciones menores] le dieron aparatoso
renombre no sólo en la República sino también en Venezuela”34.

NUEVAS ORIENTACIONES, NUEVAS


ASIGNATURAS

La orientación académica del Colegio durante años se situaba


eclécticamente entre la filología románica y la ciencias aplicadas;
“como no todos los hombres serán latinos y metafísicos, tampoco
todos podrán ni deberán ser labradores, ganaderos o mineros,pero
a todos se les debe poner en la capacidad de crear y en el conoci-
miento de los hechos que estimulan la creación”35, reflexionaba,
y manifestaba su voluntad de “Salir del sendero del empirismo y
hacer que prevalezca en la dirección de la juventud no lo vulgar
y plazuelesco sino aquello fundado en algún sistema sabiamente
combinado”.Su misión específica era preparar semi-profesional-
mente a los jóvenes con el fin de capacitarlos, mediante su gra-
do de bachiller, para optar a puestos públicos, “y no andar como
andan los jóvenes de la ciudad pidiendo por misericordia o por
favor un puesto público.”36Con esa orientación, se equilibraba el
pensum, que para el años de 1887 estaba organizado así:

34 El institutor. Idem.
35 El institutor. Número 1, año 1, 15 de septiembre de 1887.
36 Idem.

56
Primer año
– Lengua castellana
– Lengua latina
– Religión
– Ortografía

Segundo año:
– Lengua castellana (curso superior)
– Lengua latina (curso superior)
– Religión (curso superior)
– Aritmética

Tercer año:
– Lengua francesa
– Geografía antigua y moderna
– Filosofía
– Álgebra

Cuarto año:
– Lengua francesa (curso superior)
– Cosmología y cronología
– Filosofía
– Geometría
– Trigonometría

Quinto año
– Historia Universal
– Retórica y Literatura Castellana
– Lengua inglesa
– Física experimental

Sexto año
– Historia de Colombia y de América

57
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

– Lengua inglesa
– Química general
– Botánica

Séptimo año
– Zoología
– Mineralogía y análisis químico
– Química orgánica y análisis orgánico
– Geología
– Panteología

Cursos suplementarios:
– Música
– Canto
– Escritura
– Lengua italiana
– Contabilidad
– Dibujo lineal

Los cursos suplementarios eran parecidos a los “cursos libres”


de algunas universidades contemporáneas: cursos voluntarios (al-
gunos pagos), y cuya existencia dependía de los alumnos matri-
culados.
La clase de piano se daba gratis para los alumnos internos que
la solicitaran, siempre y cuando pudieran conformar grupos de
más de cuatro interesados. Los externos deberían pagar dos pesos
mensuales a beneficio del profesor.
Los estudiantes sumaban 73, lo que arrojaba un promedio de
diez a quince estudiantes por curso, con el natural decrecimiento
en los cursos superiores, que podían tener escasamente cinco es-
tudiantes. Durante mucho tiempo este número se mantuvo (con
altibajos) debidos a los cierres del Colegio generados fundamen-

58
talmente por dos factores: las guerras civiles y los cambios en la
dirección del colegio, que obedecían a factores políticos y se refle-
jaban en improvisación de directrices académicas.
Entre todas las materias, la principal, y a la que se le daba una
enorme importancia, era la de religión; esta asignatura incluía una
introducción al mundo del símbolo y sus partes, seguida de las
nociones de mandamiento, virtud y pecado, para dar luego lugar
de un extensísimo contenido de dogmas e historias. Terminaba
con las diferentes oraciones (plegarias), que deberían ser memo-
rizadas. La práctica de la asignatura se mantenía todos los días
durante todo el año.
En la enseñanza de la literatura y de la oratoria, la orienta-
ción seguía los modelos clásicos: Aristóteles, Virgilio, Cicerón y
Horacio; “el joven que se repaste en estos antiguos modelos será
sobrio en el decir y elegante a la vez, enemigo de trivialidades y de
vana palabrería y de aquella literatura pampanosa y declamatoria
y fea”37. Más tarde se promocionaban los nuevos libros de texto: la
Gramática, de Enrique Álvarez, la Retórica, por Enrique Álvarez y
la Geografía de Colombia, de Lázaro Girón
El Colegio autoproclamaba a Pamplona a la vanguardia de
la educación del oriente colombiano, y trataba de justificar esta
posición a diversos factores: “Al frente del movimiento científico
e intelectual de Santander está Pamplona. Primacía que le da el
clima fresco y suave, los aires saludables, la ilustración de sus hi-
jos y la pureza y austeridad de las costumbres”. Estas razones eran
de inspiración puramente retóricas, pues las mismas condiciones
las podían reunir otras poblaciones, como Málaga y Zapatoca, por
ejemplo.

37 El Institutor, No 4, noviembre 1 de 1887.

59
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

LOS EXÁMENES

Los alumnos se examinaban, materia por materia, ante un


jurado interno y externo. Se les llamaba “conferencias”, y hacia
1887 se realizaban todos los primeros jueves de cada mes- Eran
exámenes orales y los resultados se publicaban el periódico del
Colegio, con sus respectivas calificaciones. Consistía en un cuadro
que mostraba las notas “buenas y malas” obtenidas por los alum-
nos cada mes. Las faltas comprendían tres columnas: puntualidad,
asistencia y orden; también se incluían las lecciones, las calificacio-
nes (sin especificar qué área), el total de lecciones calificadas: óp-
timas, buenas, regulares y malas; finalmente, una columna donde
se calificaba la conducta con los términos de Ejemplar, Intachable,
Buena, Mediana, Reprensible.
Los exámenes finales tenían lugar en la última quincena de
noviembre, y se destinaba quince minutos a examinar cada una de
las asignaturas. Los alumnos eran calificados in continenti.
Las “conferencias” o exámenes: se hacían sobre los temas del
mes, tomados indistintamente de los programas de cada curso;
concurrían el rector, los catedráticos, y todos los alumnos. Al prin-
cipiar, se sacaban a la suerte dos estudiantes de cada clase quienes
eran interrogados durante treinta minutos (quince minutos cada
uno)por el catedrático que designara el rector. Se podría hacer en
varias sesiones.
La tensión también era para los profesores: el rector estaba
facultado (capítulo 12, artículo 80) para cuando lo estimara con-
veniente, disponer que una o más clases fueran examinadas, con
el fin de averiguar si los alumnos aprovechaban y si los catedrático
habían cumplido con sus deberes.
Las juntas examinadoras en los exámenes finales se compo-
nían de un número impar de miembros. Las calificaciones se ma-
nejaban de acuerdo con la siguientes valores de equivalencia:

60
De 1 a 4: Reprobado
De 5 a 8: Apenas aprobado
De 9 a 11: Aprobado con plenitud
De 13 a 15: Notable
16: Sobresaliente

Los alumnos reprobados en el examen final podían ser admi-


tidos a un nuevo examen pasados dos meses. Los mejores alum-
nos, por su parte, se hacían acreedores a regalos, por lo general
libros o instrumentos científicos.
La Dirección del Colegio daba argumentos en favor de los
exámenes orales. Decía que ese tipo de pruebas representaba por
parte de los alumnos:
1º El esfuerzo mental para poner en un orden debido el conoci-
miento adquirido; y
2º El esfuerzo mental para exponerlo con claridad.

Estos dos ejercicios traían a su vez tres importantísimas con-


secuencias que se siguen una a otra:
1º La adaptación del conocimiento adquirido al uso práctico o,
como decía Payot, la resolución de las ideas organizadas en
hechos concretos.
2º El desarrollo del interés del alumno por su propia instrucción.

UNO DE LOS MEJORES COLEGIOS DEL PAÍS

El Colegio, a pesar de los vaivenes económicos y administrati-


vos, era considerado como uno de los más organizados y mejor del
país; así lo reconocía Roso Cala, Inspector General de Instrucción
Pública, en el acta de visita realizada en 1887, favorablemente im-

61
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

presionado por los equipos: “Merece especial atención: el salón de


actos públicos, de gran capacidad y con lámparas suficientes para
el alumbrado; el piano, que está colocado en el salón; el gabinete
de física y el laboratorio de química que tiene aparatos completos
y en buen estado; un surtido variado de cartas geográficas y glo-
bos; biblioteca; aparatos de cosmografía e instrumentos de agri-
mensura. En general el Colegio, tanto por el local, como por el
mobiliario, útiles y personal de alumnos como por el cuerpo de
profesores, será uno de los primeros establecimientos de instruc-
ción secundaria del país”38
El modelo a seguir no tenía dudas ni problemas. Ya que con
Núñez todo había quedado muy bien atado y se había impuesto
por decreto una infinidad de detalles, el Colegio no tenía pro-
blemas en acogerse a lo que se hiciera en Bogotá, y anunciar: “la
materias de la enseñanza serán todas aquellas de la Universidad
Nacional correspondientes a la Escuela de Literatura y Filosofía,
ciencias naturales y primer año de medicina”39

EL RÉGIMEN DISCIPLINARIO

El sistema disciplinario llegaba a niveles penitenciarios; se


hacía patente en las “penas correccionales”, cuando los estímulos
de honor no eran suficientes para “corregirlos”. Las opciones de
castigo eran:
1. Amonestación privada
2. Amonestación en público
3. Castigo doloroso no infame
4. Publicación de la falta en el periódico del Colegio
38 El Institutor, No. 3, octubre 15 de 1887.
39 El Institutor, No. 5, diciembre 1 de 1887,

62
5. Aislamiento, que consistía en mantener al alumno separado de
los demás en las horas de estudio y de recreación
6. Arresto
7. Arresto con privación de cama para los internos

El régimen carcelario también se manifestaba en las funciones


del portero-bedel, que vivía, noche y día en el colegio. Le esta-
ba absolutamente prohibido introducir cartas o papeles para los
alumnos internos, sin previo aviso a sus superiores. Ya no podía
ser –en ningún caso– estudiante.
Las últimas opciones consistían en pérdida de un curso, ex-
pulsión temporal o definitiva de una clase,y, finalmente, expulsión
temporal o definitiva del Colegio. La pena de expulsión de una
clase conllevaba que sería rebajado a la clase de grado inferior, en
caso de reintegrarse.
Entre las causales de expulsión definitiva estaba incluida una
razón ambigua, que podía relacionarse con cualquier queja o pro-
testa contra el régimen disciplinario: “cuando haya entrado en
maquinaciones para alterar el orden del Colegio”.
Al estudiante que dejara de asistir a clases durante más de
quince días, ya fuera por causas justificadas (enfermedad, por
ejemplo), se le cancelaba el año escolar; de igual manera, los alum-
nos que no asistían a los reíros espirituales y no presentaran excusa
convincente, eran expulsados del Colegio, se borraba su nombre
del libro de matrículas, y sus nombres se publicaban en la primera
página del periódico del Colegio.
Las amenazas de expulsión eran frecuentes, y sus repercusio-
nes graves. Se hablaba no sólo de una exclusión, sino de eliminar
la memoria misma de los estudiantes en la historia del Colegio, y
acentuar su culpabilidad, aun en los casos en que la conducta no
fuera reprensible, sino mediana:

63
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

…aquellos que no han querido corresponder a los deseos de


sus padres, a los esfuerzos del Gobierno y de los superiores y
catedráticos y al cumplimiento de sus deberes, se han hecho
indignos de formar parte del Colegio y su nombre será borrado
definitivamente de la honrosa lista de sus hijos. La educación
de cada alumno ha importado [significado] al Colegio más de
$100 pesos al año, fuera del deterioro consiguiente al uso de
los muebles y útiles de estudio y los daños causados por aque-
llos alumnos cuya conducta ha sido reprensible, y no sería jus-
to abrir de nuevo las puertas a aquellos jóvenes que en el curso
de un año han sido sordos a las amonestaciones, a las repetidas
lecciones de moral y buena educación y al ejemplo de la mayor
parte de sus compañeros de estudio.
La Junta Directiva ha determinado según estas consideraciones
que han quedado excluidos del Colegio los alumnos cuya con-
ducta ha sido mediana o reprensible en el presente año 40.

Y anticipándose a las posibles protestas de los padres de fami-


lia por las fuertes medidas disciplinarias, la Dirección del Colegio
sentaba posición. Puestos a escoger, la sociedad debía privilegiar a
los profesores y no a los padres. Los superiores en el Colegio tenían
ventajas claras sobre los padres: “es verdad que no hay aquí ni
los mimos de la madre, ni las contemplaciones del padre que tan
perjudiciales son para el adolescente; el superior reemplaza a los
padres con ventaja, pues no tolerará aquellos defectos que el amor
mal entendido de la familia deja pasar sin corrección…”41
El escarnio público llegaba hasta los mismos padres de fa-
milia: “La causa de que haya jóvenes que merezcan una mancha
negra en el aviso anterior, está en los padres de familia. Doble res-

40 El Institutor. No. 5, diciembre 1 de 1887.


41 El Institutor. No. 6, enero 15 de 1888.

64
ponsabilidad tienen ante Dios y los hombres, aquellos que hacen
caso omiso de los deberes imprescriptibles que la naturaleza les ha
dado al hacerlos padres”42, advertía un escrito de la rectoría.
Y, no contento con esas medidas, publicaba luego, en un
“Anuncio oficial”, en el periódico del Colegio, la siguiente ad-
vertencia: “El infrascrito rector del Colegio de San José, llama la
atención de los señores Directores de los establecimientos de edu-
cación pública y privada de la República hacia los jóvenes que
han sido expulsados de este Plantel en el presente año por su mala
conducta”.
Y, por último (casi sobra decirlo) se exaltaba el papel forma-
tivo del castigo físico, principio que perduró hasta bien entrado el
siglo XX, y que se heredaba como “una buena costumbre”, genera-
ción tras generación: aunque se lamentaba de la pérdida de viejas
disciplinas: “pero en esta materia estamos ya muy lejos de nuestros
abuelos que no sólo educaban con el buen ejemplo sino que des-
cargaron el palo y el rejo sobre sus hijos cuando fue necesario para
darle cuenta a Dios y dejar una generación honrada y laboriosa”.
En 1889 se añadía una nueva exigencia para la admisión de estu-
diantes: que el cura de la parroquia, o en su defecto dos personas
notables certificaran que tanto los jóvenes como sus padres o tuto-
res observaban una conducta intachable.
El horario de los internos estaba tan repleto de clases y horas
de estudio, que poco les quedaba para otra pensar en otras acti-
vidades que no estuvieran programadas. En 1889 se incluyó otra
disposición: los sábados, de cuatro a cinco de la tarde, el rector
dictaba la lección de Urbanidad a todos los alumnos. La salida
los domingos (luego fue cada quince días) que se le permitía a los
internos después de la misa, era sólo para permanecer en casa de
su familia o de su acudiente.

42 El Institutor. Idem.

65
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

En las horas de estudio los estudiantes estaban vigilados por


el Rector y el pasante-secretario. El Rector también hacía la vi-
gilancia general de las tareas. El recreo se hacía por los pequeños
en el patio principal del edificio, y por la sección de grandes en
el segundo patio; ambas vigiladas por un superior. Solo durante
las horas de recreo podían dirigirse la palabra los alumnos de cada
sección. En los demás casos les era absolutamente prohibido.
Al respecto, José Manuel Marroquín (por ese entonces rec-
tor del Colegio del Rosario) advertía a los estudiantes acerca de las
amistades que se contraían en los colegios: “En los primeros años se
experimenta propensión irresistible a contraer amistades íntimas y a
poner ilimitada confianza en cualquiera que sepa inspirar simpatías.
De aquí el que hasta el niño o joven de mejor índole y educación
está en peligro de dar con malas compañías”43. En esa misma carta
abierta reconfirmaba la existencia de otros distractores que desde
entonces (y durante mucho tiempo) conformaron posibles “peli-
gros” para los jóvenes estudiantes: la cerveza, el billar: “Y hay que te-
ner presente que los vicios que suelen perder a la juventud no tienen
en sus principios tal fealdad que por sí solos inspiren aversión o des-
confianza; un vaso de cerveza tomado un día de paseo; una partida
de billar en una fonda; una conversación decente sobre aquello que
es siempre asunto favorito de la gente joven, son cosas inocentes;
pero con la mayor frecuencia sirven de origen a un hábito de aque-
llos que al fin convierten al joven en un ser inútil y despreciable”44.
Los domingos tercero y cuarto de cada mes, de doce a dos
de la tarde, podían ser visitados los alumnos por las personas que
quisieran hacerlo. A los internos sólo les estaba permitido visitar
sus casas o las de sus acudientes cada cuatro festivos; tenían que ir

43 MARROQUIN, José Manuel. “Aviso a los padres de familia que envían sus
hijos a estudiar a Bogotá”, en El Institutor. Número 22, Diciembre 1 de 1888.
44 MARROQUIN. Ídem.

66
de a dos, después de almuerzo, y regresar antes de las cinco. Ade-
más, este permiso sólo lo tenían los que podían acreditar buena
aplicación y conducta.
El Pasante-Secretario dirimía las diferencias o disputas que
se suscitaban entre los alumnos, y daba cuenta al vice-rector de lo
que ocurriera, en caso de que los alumnos no se sometieran a sus
decisiones. También estaba encargado de impedir que los alumnos
salieran del local de noche o de día. Cuidaba que los alumnos se
presentaran en los actos públicos con la “decencia debida, el or-
den correspondiente y el uniforme reglamentario”. Dormía en la
misma pieza destinada a los internos para impedir que salieran de
ella una vez tocado el “silencio”. A los a los alumnos que pertur-
baran el orden o no atendieran sus amonestaciones, les imponía
inmediatamente “arresto durante la noche en la pieza destinada al
efecto”(inciso 19, Artículo 20, Capítulo 5o del Decreto del 19 de
abril de 1888 para la reorganización del Colegio)45

LA VIDA COTIDIANA EN EL COLEGIO.


OTRAS DISPOSICIONES

Para poder matricularse primera vez en el Colegio, el aspiran-


te debería someterse a un examen de admisión de veinte minutos,
en el que debería comprobar suficientes conocimientos elementa-
les en religión, gramática, aritmética y geografía.
Las clases comenzaban a las seis de la mañana. La hora de
entrada era la primera molestia que debían afrontar las directivas.
Constantemente se hacía un llamado a los padres de familia para
que levantara a sus hijos a una hora conveniente y que fuera siem-
pre la misma, pues se notaba un descuido notorio consistente en

45 El Institutor. No. 13, junio 15 de 1888.

67
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

que los alumnos externos llegaban después de las seis de la maña-


na y eso comprobaba que “no se levantaban a las cinco como lo
prescribe la higiene, el orden de la casa y el del Establecimiento”46.
Los internos debían levantarse a las cinco y cuarto de la ma-
ñana, para lo cual tocaba el portero la campana a las cinco. Pasa-
ban al baño, presididos por los inspectores; el tiempo para el baño
terminaba a las cinco y cuarenta y cinco. A las seis, el portero
tocaba la campana para la formación y el desayuno.
La jornada de la mañana terminaba a las diez, y a las diez
media llegaba la hora del almuerzo. Los internos pasaban a tomar
su almuerzo presididos de un superior quien oraba y bendecía la
mesa antes y después de tomar los alimentos.La segunda jornada
comenzaba a las once de la mañana y se extendía hasta las tres de
la tarde; combinaba clases y estudio. Había un descanso de me-
dia hora, entre una y media y dos de la tarde. Había nuevamente
descanso (de media hora) de las tres a las tres y media; terminado
el descanso, se servía la comida (¡A las tres y media de la tarde!), y
seguía el estudio hasta las cinco y media, hora en que los alumnos
entraban a la capilla a rezar el Rosario. Terminado el Rosario, sa-
lían los externos, y los internos entraban en actividades de recrea-
ción libre hasta las siete de la noche, en que se servía el refresco, y
al que seguía un estudio de hora y media. A las nueve de la noche
se daba el “Toque de silencio”, y los internos pasaban a sus dormi-
torios; a partir de ese momento, no podían salir del dormitorio sin
el permiso de su superior.
El estudio se hacía siempre con “voz moderada”, y el de la
noche se debía hacer mentalmente. Ningún alumno podía dirigir
a otros la palabra ni estudiar en compañía sin permiso del supe-
rior, ni ocuparse en lecturas o trabajos distintos del estudio de las
materias de clase.

46 El Institutor, No. 7, febrero 15 de 1888.

68
Para entrar a la capilla, al comedor, para salir a misa y paseo,
los alumnos debían ir en rigurosa formación, de a dos en dos,
en absoluto silencio, con un “andar moderado”, y conservando
todas las veces la misma colocación en la fila. En los domingos y
días de fiesta, se levantaban a las seis de la mañana, se preparaban
para asistir a la misa, a la que deberían ir con su devocionario en
mano (que podía ser en español o latín). Después de la misa y
del almuerzo salían a pasear con alguno de sus superiores hasta
la hora de la comida (mitad de la tarde); el resto del domingo
era de descanso hasta la noche, que debían hacer el estudio acos-
tumbrado.
No eran admitidos como alumnos externos alumnos aquellos
cuyos padres no vivieran permanentemente en la ciudad. Todos
los alumnos internos no becados deberían pagar por adelantado
la pensión semestral (ciento sesenta pesos al año, equivalentes a la
mitad del sueldo anual de un profesor). En ningún momento se
devolvía el dinero adelantado.
A cambio de este dinero, el Colegio daba a los alumnos in-
ternos alojamiento, alimentos y enseñanza. Todo lo demás que
necesitaran debería ser suministrado por la persona de quien de-
pendían. El interno debería llevar al Colegio su cama, mesa de no-
che, “avíos de limpieza”, servicio de mesa, un baúl con cerradura,
un pupitre, dos sacos marcados para la ropa, los libros de estudio
y un vestido negro de uniforme.
Las bolsas con la ropa sucia de los internos se entregaba al
bedel el lunes por la mañana, y la recibían, limpia, los sábados,
estrictamente en las horas de recreación. Cuando alguna persona
deseaba visitar a alguno de los alumnos internos, el portero los
introducía al locutorio, y allí se realizaba la conversación
En ningún caso ni por ningún motivo podían los estudian-
tes estar por fuera del Colegio después de las seis de la tarde. La
infracción a esta norma se consideraba como falta grave y era cas-

69
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

tigada con severidad. Los internos que no tuvieran sus padres en


la ciudad o cuyos acudientes no estuvieran expresamente autori-
zados por ellos para retenerlos en sus casas, deberían comer en el
Colegio en los días de salida.
Todos los estudiantes estaban divididos por edades, de suerte
que ni en los dormitorios, ni en el estudio se confundían los pe-
queños con los grandes, ni tampoco los internos con los externos.
Los alumnos internos deberían tener doce o más años de edad, y
solo podían salir del colegio en vacaciones. Después de la guerra se
puso límite a las edades: para ingresar al primer grado no se debía
tener más de 12 años, o 14 si era interno.
Los superiores nombraban con el título de bedeles, dentro de
los mejores alumnos, a los que debían ayudar a la vigilancia dentro
y fuera del Colegio; los bedeles anotaban las faltas de puntualidad
y orden.
Los alumnos tenían prohibido hacer entre sí negocios y ven-
derse los libros o partes del vestido; fumar también estaba prohi-
bido, dentro o fuera del Colegio.
Los alumnos externos debían obedecer a sus superiores tanto
dentro como fuera del establecimiento. Debían ceder el lado y
descubrirse cuando pasaran cerca de sus superiores. Tenían prohi-
bido el uso de naipes y juegos de suerte y azar. También celebrar
entre sí contratos de toda clase, para lo cual había que contar con
el permiso de sus superiores.
Los alumnos internos estaban siempre separados de los ex-
ternos, y no podían comunicarse unos con otros sin permiso de
los superiores. No podían tampoco formar grupos enla puerta del
Colegio o en sus inmediaciones. Para los actos solemnes debían
vestir vestido negro. Cualquier acto de insubordinación era casti-
gado con la expulsión. El Colegio no recibía alumnos expulsados
de otros establecimientos de educación.

70
A medida que pasaba el tiempo, había tendencia en formali-
zar el ingreso a clases, que se fijaba para el 31 de enero. Había dos
temporadas de vacaciones: unas muy cortas de mitad de año, que
comprendía sólo tres días: del 19 al 21 de julio; las segundas, de
mitad de año, más imprecisa, de comienzos de diciembre hasta el
31 de enero.
El pasante-secretario ganaba el 50% del sueldo del rector, y
casi igual que le vice-rector; el director de la imprenta 40%, y el
portero-bedel., 10%. Los profesores, por cada cátedra impartida,
recibían el 14%.

FUTURO OPTIMISTA

Hacia finales de siglo, antes de la guerra, la proyección de


Pamplona hacia la región, era optimista. Las páginas del periódico
del Colegio daban cabida a grandes proyectos. Y es que se pensa-
ba en grande; por ejemplo, se soñaba con la implantación de un
ferrocarril a corto plazo, que generaría una serie de beneficios en
todos los órdenes:

…si eso se verifica, dejaremos nuestra marcha progresiva que


llevamos sin velocidad hacia adelante, y la trocaremos en otra
que hará de esta Provincia en poco tiempo el paraíso de Co-
lombia para los poetas, la Nueva York andina para el comercio,
las artes y la industria, y la verdadera Atenas de una gran co-
marca de la cual ya es soberana y señora en el progreso intelec-
tual y en el cultivo del espíritu47

El Colegio se consideraba pionero y líder en la concepción


de estos planes transformadores, y dejaba constancia de ello: “El

47 El Institutor, Número 16, agosto 1 de 1888.

71
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

principio de todas estas industrias lo ha establecido el Colegio con


la organización que se le ha dado este año a los estudios prácticos
y teóricos de los principales ramos de las Ciencias Naturales”, de-
jaba constancia.
El Colegio no sólo se contentaba con soñar esas grandes
transformaciones, sino que planteaba una adecuación académica,
de tal manera que se ajustara a una posterior integración entre el
Colegio y la región, y buscaba por medio del periódico que sur-
giera un plan realmente piloto, al que se atrevía darle nombre pro-
pio: “Y a este respecto tenemos un pensamiento que lanzamos al
público para que germine y lo podamos ver realizado en beneficio
de la ciudad, y es este: transformar el Colegio San José en Escuela
Nacional de Ciencias Industriales”
El Colegio era propositivo en este sentido, y buscaba integrar
a la comunidad en este nuevo proyecto, que involucraría a toda la
comunidad pamplonesa:
Para esto sería suficiente dotar al Colegio con una pequeña
máquina de vapor y algunos modelos de aparatos industriales, los
que podrían conseguirse por medio de una suscripción levantada
entre los principales agricultores, padres de familia y amantes de
la juventud y del progreso de la patria. Esta suscripción no sería
muy costosa, y conseguidos estos elementos tendríamos un centro
industrial y científico para aprender muchas cosas, perfeccionar
otras y verificar ensayos de máquinas, análisis de minerales, de
vegetales y tierras de labor48.
Era una iniciativa de gran ambición, que hubiera hecho a An-
cízar quitarse el sombrero, y reconocer que los pamploneses sí eran
capaces de elaborar y sustentar proyectos en beneficio de toda la
comunidad, liderados por el Colegio. Pareciera que todo estaba al

48 Para esta y las demás citas del tema: Números de El institutor, correspondien-
tes a 1888.

72
alcance de la mano, en una seguidilla de realizaciones. “Facilísimo
sería entonces establecer clases populares de ciencias y conocimien-
tos útiles y para esto el Colegio no tendría inconveniente en costear
el profesor o profesores especiales sin menoscabo del espíritu del
decreto que reorganiza el Plantel en el presente año”, se proponía.
No había duda de que el espíritu de emprendimiento había
cambiado. El periódico del Colegio también difundía otras pro-
yecciones, como la propuesta de fijar la atención en las infinitas
posibilidades que podía ofrecer el contacto con el Sarare, que ha-
bía sugerido Ancízar. (Informe de Manuel F. Canal, Prefecto de la
Provincia de Pamplona), y hacía cuentas alegres con toda la serie
de consecuencias que traería: “pues al establecerse la navegación
por el río Meta, podrían traerse con facilidad por el camino del
Sarare muchos artículos de comercio procedentes de Europa y de
los Estados Unidos”49
Estos proyectos no les impedía a los planificadores ser críticos
con el estado de cosas, incluido el sistema educativo, en cuanto a
la preparación de sus bachilleres para asuntos prácticos. Pamplona
y el Colegio comenzaban, a finales del siglo XIX, a sacudirse del
marasmo y a tratar de integrarse en las corrientes de transforma-
ción que exigía el progreso:

“Preciso es confesar que por hoy no somos todavía ni agricul-


tores; pero debemos serlo y hacernos mañana manufactureros,
duplicar nuestra población, construir verdaderos caminos y
enriquecernos.
“Pero, lo repetimos, esto no sucederá mientras la enseñanza
secundaria no sea lo que debe ser.
“Es realmente lamentable el que un joven que ha cursado 3
ó más años en un colegio no tenga al salir de éste más hori-

49 El Institutor, No. 17, agosto 15 de 1888.

73
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

zonte sino el muy menguado que le brinda la esperanza de un


cambio de Gobierno para asaltar la alcaldía tal, o la plaza de
escribiente de más allá, etc. Entre tanto, todos los elementos de
riqueza y prosperidad nacional permanecen olvidados”.50

¿El Colegio tenía un modelo que quisiera imitar? ¿Se miraba


en un espejo, por remoto que fuera? Sí, y así lo verbalizaba. Elideal
era alcanzar el nivel de la Escuela de Artes y Oficios del Uruguay,
que contaba con seiscientos estudiantes con talleres en todos los
oficios, desde zapatería hasta fábrica de paños; desde carpintería
hasta molduras y mosaicos; y con clases que iban desde filosofía
hasta de esgrima.

LAS CELEBRACIONES. EL NACIMIENTO


DE LAS REVISTAS DE GIMNASIA

La mayor parte de las celebraciones, aun las de carácter “pa-


triótico”, tenían un fuerte componente religioso.
Las celebraciones del 20 de julio, por ejemplo, comenza-
ban con misa solemne en la catedral, seguida del Te Deum. Ve-
nía luego una larga disertación del prelado oficiante, recordando
los héroes de la independencia y los diferentes protagonistas de la
emancipación política, el papel del clero, la “impiedad” que había
reinado en los últimos veinte años en el país, y, los beneficios de
tener tenido y tener una “madre patria” como España.
A partir de la una de la tarde, solía haber un acto literario de
las escuelas oficiales y privadas (por ejemplo, el “Liceo Infantil”,
regentado por los pedagogos Sergio Álvarez y Rafael Colmenares)
en el salón de actos públicos del Colegio, que terminaba hacia las
tres y media. El programa comenzaba con la obertura, por parte
50 El Institutor, No. 19, octubre 1 de 1888.

74
de la orquesta; seguidamente se presentaban algunos exámenes de
historia patria, alternados con piezas musicales, danzas y cantos,
además de discursos y recitaciones por parte de los niños.
De cuatro de la tarde en adelante los alumnos del Colegio eje-
cutaban las llamadas “evoluciones militares” (que, haciéndole ho-
nor a su nombre “evolucionarían” hasta convertirse en “revistas de
gimnasia”) en el solar de la institución, y ante una numerosa con-
currencia que se apiñaba a verlos en los claustros del frente. Una
pequeña crónica de 1888 da cuenta de los pormenores de uno de
esos espectáculos: “Uniformados elegantemente los educandos y
dirigidos por el amable capitán Alejandro Vásquez, empezaron los
ejercicios de línea consistentes en diversas pruebas y el manejo del
arma, concluidas con la formación del cuadro en el que se hizo
una especie de fogueo. Todo con la mayor uniformidad y destreza
apetecibles, resaltando a la vez la disciplina militar”51.
De las siete de la noche en adelante, y ante una buena concu-
rrencia, tenía lugar el segundo acto literario a cargo de los alum-
nos de secundaria, del Colegio y del Seminario. A diferencia del
acto de la mañana, a cargo de niños, en el de la tarde, los jóvenes
montaban obras de teatro con motivos históricos (en 1888 se pre-
sentó “Diálogo entre Bolívar, Napoleón, Alejandro y un juez”, por
ejemplo) y era la oportunidad para dar muestras de sus avances en
las clases de piano y de canto recibidas durante el semestre.

¿ESCUELA MILITAR?

Antes de la guerra civil de fin de siglo, la Dirección del Co-


legio, por intermedio del periódico, comunicaba a la comunidad
pamplonesa su propósito de ser una especie de academia militar;

51 El Institutor, No. 16, agosto 16 de 1888.

75
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ya que Colombia era potencia cultural, no sobraba reforzar esa


posición con poderío militar: Y para eso estaba el Colegio:

Necesitando nuestra patria hacerse sentir en la balanza inter-


nacional americana, y no como se quiera sino de una manera
digna de nuestras tradiciones y de nuestra preponderancia li-
teraria, tanto que a Colombia se le ha concedido el título de
Grecia americana, es preciso que el colegio sea, a la vez que
centro moral y científico, la escuela militar que forme los futu-
ros defensores de los derechos americanos en el centro del nue-
vo continente. Y a esto hemos atendido con especial diligencia.
Hoy forma el establecimiento un lucido cuerpo de cadetes que
han adquirido en el año los conocimientos más precisos sobre
el ejercicio de línea de infantería. Con el tiempo ampliaremos
estos utilísimos estudios si Dios lo permite52

Las revistas militares del veinte de julio la habían presentado


los estudiantes vestidos militarmente, y el rector del Colegio, San-
tiago Cortés, había querido que el entrenamiento fuera realizado
en horas de recreo. Con esto, la dirección soñaba, por un lado,
crear poco a poco la academia militar y, de paso, crear las condi-
ciones para también fomentar la creación de un grupo de milicias
de “defensores de la fe”. En caso de una guerra civil, habría una
buena reserva de cadetes. “Podemos asegurar que al terminar el
año serán tan hábiles los alumnos en este ramo como un cuerpo
veterano”. Sobra decir de qué lado lucharían.
El asunto iba en serio. A las pocas semanas, el rector incluyó
la clase de Calisténica, y presentó una nueva revista al inspector
de instrucción. Aprovechó la ocasión para pedir al gobierno cin-
cuenta armas con correaje y mil cápsulas sin plomo “para poder
dar esta enseñanza con provecho”.
52 El Institutor. Idem.

76
Al lado de la formación militar venían severas advertencias
de que se iba a ejercer un control muy riguroso mediante ins-
pecciones. Las nuevas políticas no se contentaron con establecer
la “regeneración” educativa, muy proclive a la formación católica
obligatoria, sino que advirtieron53un inminente control centrali-
zado al respecto: “Juzga este Ministerio que no debe omitir el in-
dicar a usted que una de las más importantes medidas para lograr
el progreso de la instrucción pública es la de hacer tan activa y
tan constante la inspección de las escuelas (…). La inspección de
usted relativamente a la enseñanza y prácticas religiosas debe ex-
tenderse a los colegios incorporados en la Universidad”.
Aparte de ese proyecto de escuela de carácter religioso-militar,
la dirección del Colegio planteaba la necesidad de continuar re-
forzando las otras áreas que consideraba básicas: la filosofía, como
base de todas las ciencias, la Retórica, que tenía por “objeto no-
bilísimo de hermosear las formas del pensamiento”, el latín con-
siderado “fundamento de la literatura castellano y de la historia”,
y, luego el inglés, la contabilidad y las demás áreas y asignaturas.

SOLIDARIDAD INTERNACIONAL DEL COLEGIO

En 1898 se encontraba en su fase final la guerra por la in-


dependencia de Cuba. El intento independista de Martí generó
una gran simpatía en Colombia, y especialmente en Pamplona.
El Colegio sorprendentemente se declaró abiertamente a favor de
la independencia del país antillano; las manifestaciones de solida-
ridad abundaron. En el periódico El Estudiante54, se publicó un
soneto en homenaje a la lucha de los cubanos.
53 Circular 1.434 del 9 de julio de 1888
54 El Estudiante. Órgano de los alumnos del Colegio San José. Director Rafael
Carvajal. Abril 16 de 1898.

77
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

A Cuba

En medio de borrasca tenebrosa


En que el océano su furor desata
Aparece en la negra catarata
Estrella solitaria, esplendorosa.

Sobre la densa nube, temblorosa


Parece que la antorcha se retrata,
Y su luz por el éter se dilata
De momento en momento presurosa

Así también en la lucha desmedida


En que ataca el derecho al despotismo
Y extirpar la ignominia aquel concibe;

Se ve sobre las playas encendida


En rayos de valor y patriotismo
La estrella americana del Caribe.

Lilí55.

Tan exaltados estaban los espíritus a favor de la gesta cubana,


que se aprovechaba cualquier oportunidad para expresar las sim-
patías y la solidaridad a favor de la nueva guerra contra España56.
55 Pseudónimo.
56 En el mismo ejemplar del periódico, el editorial, firmado por Arturo Omaña,
exaltaba: “A Cuba. Ya sonó para ti aquella hora que vino a despertarte del profun-
do sueño de la esclavitud! Ya llegó ese fausto momento que también a Colombia
saludó tan risueño y majestuoso y que, como a ti, le hizo reconocer sus derechos
y levantar su gloriosa bandera para combatir sin descanso y alcanzar de ese modo
el glorioso título de nación libre. ¡Combate sin tregua, oh Cuba hermana! Com-
bate hasta conseguir la libertad, derrama si es preciso hasta la última gota de la

78
En una visita del antiguo rector Zafra al colegio, los alumnos,
organizaron una retreta en la que se interpretaron cinco piezas.
Se comenzó con la exultante y emocionada Obertura de Nabuco-
donosor de Vedi (el nuevo himno a la lucha por la libertad de los
pueblos), y se cerró no con el himno nacional colombiano, sino
con el himno a Cuba. En aviso del 27 de abril de 1898 aparecía en
el periódico el aviso “¡Viva Cuba Libre!”, cuyo contenido rezaba:
“Marcha guerrera para piano por Celestino Villamizar G. Está de
venta esta nueva pieza musical recientemente editada en la tipo-
grafía de Samper Matiz”. La composición de Celestino Villamizar,
quien fue profesor de música del Colegio durante décadas, fue
noticia nacional, y una muestra del buen momento creativo por el
que pasaba Pamplona, ciudad donde sorprendentemente repercu-
tían las noticias internacionales y se convertían en piezas musicales
como la que este profesor, a los 23 años, había compuesto.
Con ocasión de la guerra de Cuba, comenzó a revivir en la
juventud un ambiente de lucha revolucionaria. Se hablaba de una
inminente guerra civil que estallaría en Santander. Cuando la revo-
lución estalló en Bucaramanga, nadie se sorprendió. Ni siquiera los
pamploneses, que parecían vivir en un remanso de paz conventual.

¿QUÉ LITERATURA SE LEÍA?

María, la novela de Jorge Isaacs publicada en el año de 1867


complacía a todos, tirios y troyanos. Era una novela con buena
recepción en los románticos, católicos, nacionalistas, pesimistas.
No había una sola palabra salida de tono, los protagonistas no
cometían ninguna indecencia, y se exaltaba la familia y la religión.
generosa sangre que corre por las venas de tus valiente hijos; no olvides que esa
sangre fecundiza tus selvas y tus campos y hará surgir titanes que sabrán romper
las cadenas con que te tiene esclavizada el orgullo ibero”. Abril 16 de 1898.

79
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

La novela de Isaacs producía algunas imitaciones aceptables,


como Ema o las Violetas, novela romántica publicada por Vargas
Vila en 1887. Las obras posteriores de este autor evolucionaron
hacia el ataque a casi todos los valores convencionales: la iglesia,
los gobiernos, la moral, el matrimonio, la “pureza”,etc; inmedia-
tamente fueron prohibidas por la iglesia, y su circulación podía
ser causal de expulsión del Colegio. La prohibición abarcaba toda
la obra de Vargas Vila, incluidas las novela como Emma o Flor de
Fango, que seguían la línea romántica.
Con preferencia se leía y se releía, hasta la memorización, las
colecciones de poesía que hacían parte de las antologías y precep-
tivas literarias, con autores clásicos y de orientación mística.
Cuando Rafael Núñez se reconcilió con la iglesia, el periódico
del Colegio exaltó su poesía. Hablaba de una especie de triángulo
sublime conformado por los “nuevos” escritores Miguel Antonio
Caro y Manuel Marroquín, que se promovían como modelos lite-
rarios; y, de paso, morales y políticos.
Hasta bien entrado el siglo XX, los profesores se inclinaron
por estudiar autores del canon literario. Los libros de texto y las an-
tologías, publicadas por editorial Stella, de la comunidad lasallista,
difundían autores que no se apartaran demasiado de los preceptos
cristianos. Durante mucho tiempo el libro texto del profesor fue Li-
teratura Colombiana escrito por el sacerdote José A. Núñez Segura.

UN RECTOR DE LUJO

Para el año 1866, el Colegio tuvo de rector (nombrado en


diciembre de 1885) a uno de los escritores colombianos más va-
liosos del siglo XIX: el bogotano Isidoro Laverde Amaya (1852-
1903). Laverde se distinguió por sus crónicas de viajes y por sus
detallados estudios sobre el estado de la literatura colombiana del

80
momento, (con registro de casi 600 autores), punto de referencia
para los historiadores de literatura. .
Laverde supo aprovechar sus experiencias, en especial los via-
jes. Al ser nombrado delegado para representar a Colombia en
Caracas, hizo el viaje de Barranquilla a Puerto Cabello y la Guaira,
del cual dejó testimonio en su libro titulado Viaje a Caracas (pu-
blicado en 1885, antes de su nombramiento como recto del Co-
legio). Posteriormente tuvo que hacer el mismo viaje, esta vez por
tierra vía Bogotá- Bucaramanga- Pamplona- Caracas, ya no de-
legado del gobierno sino huyendo de la situación política; de esa
experiencia surgió un segundo libro de 400 páginas titulado Viaje
a Venezuela (publicado por la Imprenta de la Nación en 1888). La
crítica especializada considera que “Sus dos crónicas de viaje por
Venezuela son sin duda, dentro de los viajeros aquí considerados,
de un inmenso interés tanto por su nivel de detalle en la informa-
ción como por la forma amena de la redacción”57
El famoso escritor y estudioso de la literatura colombiana Ra-
fael Maya, a propósito de este excecional rector del Colegio, habló
de la necesidad de…

“rescatar del olvido la simpática memoria de este escritor, tan


honesto, tan responsable, tan patriota, y, principalmente, tan
útil para quienes se hacen conocer pormenorizadamente épocas
notables de nuestra historia literaria, o recordar a algunos escri-
tores ya olvidados pero acerca de los cuales trazó Laverde Ama-
ya semblanzas e, honradas. Fue don Isidoro un hombre bueno y
desinteresado, en lucha siempre con la adversa fortuna, que no
pudo vencerlo. Esto demuestra el firme temple de su carácter,

57 RODRÍGUEZ GÓMEZ, Juan Camilo.“La literatura de viajes como fuente


histórica: Aproximación a las observaciones políticas de los viajeros Colombianos
en Venezuela”en Historia Crítica, Revista de la Universidad de los Andes, No, 16,
Diciembre 1999, páginas 61 - 80.

81
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ya que no se acobardó ante la realización de una obra literaria


que acaso solo puedo encomendar al tiempo y a la esperanza.
Pero ya estamos viendo que no fueron vanos sus votos”.58

No se poseen mayores datos biográficos que detallen la vida


de este valioso escritor, salvo que murió en el manicomio de Bogo-
tá, a los 51 años. Fue rector del Colegio sólo durante el año 1886.

EL COLEGIO EN LA GUERRA DE LOS MIL DÍAS

La de 1899 ha sido tal vez la Navidad más inquietante que


haya pasado Pamplona; el 23 de diciembre en la mañana las tro-
pas numerosas del general conservador Ramón González Valencia
abandonaron apresuradamente la ciudad, y en las horas de la tarde
las tropas más numerosas del general Rafael Uribe Uribe la ocu-
paron. Fue una navidad pasada por el miedo a que la soldadesca
descontrolada y estimulada por las damajuanas de aguardiente, se
desahogara con una ciudad con fama de “goda”.
Los liberales sólo se quedaron el 23 y el 24 de diciembre, pero
todos los claustros, especialmente los educativos, tuvieron que al-
bergar a la soldadesca, que según Uribe Uribe, sumaba seis mil
soldados59. Los daños fueron tremendos .Todo el material encon-
trado y que pudiera servir para reutilizarlo con fines de guerra, fue
saqueado, comenzando por el hierro de las ventanas. A Pamplona
le quedó la satisfacción de ser sede “capital” del gobierno provi-
sional de Colombia por un día, cuando Uribe Uribe proclamó, en
la plaza principal de la ciudad, a Vargas Santos como Presidente
Provisional de la República.
58 MAYA, Rafael. Isidoro Laverde Amaya. Biblioteca Virtual Luis Ángel Aran-
go. www.banrepcultural.org/blaavirtual/literatura.
59 SANTA, Eduardo. Rafael Uribe Uribe. Editorial Bedout, Medellín, 1973.

82
Tardíamente los entes gubernamentales reconocieron el tre-
mendo daño sufrido por el Colegio en la guerra. La Asamblea
del Departamento reconoció (en la Ordenanza del 20 de abril de
1923) “que durante las últimas guerras civiles que han azotado al
país, las fuerzas del Gobierno y de la Revolución ocuparon, alter-
nativamente, el local del Colegio, destruyendo completamente el
mueblaje y los gabinetes de Física e Historia Natural y el laborato-
rio de química, que eran tenidos en su tiempo como de los mejores
de la República”60, y ordenó, a título de indemnización, asumir el
valor de los sueldos, reconocer la entera propiedad del local, y or-
denar la reconstrucción y ensanche del establecimiento.
Si se comparara geográficamente a La guerra de los Mil Días
con un terremoto devastador, se podría decir con gran certeza que
el epicentro fue Pamplona, y que el radio de acción abarcó un pe-
rímetro de ciento cincuenta kilómetros, radio en el que se llevaron
a cabo las principales acciones de esta guerra: las batallas de Pe-
ralonso (cerca de Cúcuta), de Palonegro (ceca de Bucaramanga),
de Cúcuta y de Teherán. Pamplona fue tomada en varias oportu-
nidades por el grueso de los ejércitos, tanto de uno como de otro
bando. Cada ejército estaba conformado por miles de hombres, y
arrastraba enfermos y algunos heridos. Es de suponer que cuando
ocupaban a Pamplona, se resguardaban durante varios días en los
locales que mejor se prestaban para ello, debido a su amplitud:
colegios, hospitales, y, en algunas ocasiones, iglesias y conventos.
El Colegio Provincial fue especialmente damnificado. Tuvo
que cerrar desde el comienzo de la guerra, y dejar sus instalaciones
a merced de las tropas. Un rápido inventario de los daños físicos
directos resulta deprimente61: “ los muebles, las lámparas, los gabi-
60 Ordenanza número 27 del 20 de abril de 1923, citada por RIOS, P. 71.
61 El inventario del gabinete de física era cuantioso; entre otros elementos, can-
taba con: aparato de poleas, máquina a vapor, máquina neumática, hemisferios
de Magdeburgo, balanza hisdrostática, aerómetro de Nicholson, tornillo de Ar-

83
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

netes con multitud de instrumentos de física, todo el de química,


la librería de más de mil volúmenes, y los libros de consulta, y mu-
chos otros enseres de uso continuo del instituto, desaparecieron o
fueron terriblemente destrozados durante la revolución”62
El gabinete de química seguramente hizo las delicias de la
soldadesca, pues allí se encontraba una cantidad nada despreciable
de insumos muy útiles para la elaboración de armas, pertrechos y
explosivos: estufas de gas, sopletes de laboratorio, frascos de reac-
tivos, diez metros de tubos de caucho, palanganas de barro, mil
tapones de corcho, un alambique de cobre, cajas de papeles reac-
tivos y grandes cantidades de ácido sulfúrico, fósforo, parafina,
amoniaco, ácido acético, potasio, peróxido de manganeso, ácido
clorhídrico, ácido sulfídrico, sulfato de cobre, además de retortas,
estantes, mesones, lámparas, etc63.
Siete años después de finalizada la guerra de los Mil Días, to-
davía seguían algunos enseres del Colegio en poder de particulares
que los habían tomados “prestado” o saqueado. A finales de 1909
el periódico Ecos de Pamplona se preguntaba: “¿por qué en las casas
de habitación de varios pamploneses se hallan los taburetes que
pertenecen al Colegio San José?”.

químedes, prensa hidráulica, electrómetro, 18 pilas de Bunsen, electróforo, regu-


lador de luz eléctrica, disco de Newton, lente biconvexa, microscopio de Raspail
con accesorios, microscopio compuesto, microspcopio solar, anteojo terrestre,
cámara oscura, modelo de cabestante, modelo de rueda de cantera, modelo de
engranaje cónico, de hierro, matillo de agua, locomotora pequeña con su lámpara,
aerómetro de Farenheit, manómetro de aire comprimido, teléfono, micrófono,
estereocopio, eslabón de hidrógeno,telégrafo de cuadrante, etc. El Institutor, No
2, octubre 3 de 1887.
62 RIOS, Op. Cit., p. 62
63 El Institutor. No 3, 0ctubre 15 de 1887.

84
RESURGIMIENTO

El Colegio dejó de funcionar varios años, hasta comienzos


del 1908. La devastación había sido aplastante; donde antes había
funcionado un Colegio en trance de convertirse en Universidad,
quedó un local en ruinas y saqueado. Las puertas y ventanas ha-
bían sido desherrejadas, y luego continuó un saqueo indiscrimi-
nado, en que cada cual se sintió con el derecho de llevarse algo
para su casa u oficina, a veces para apropiárselo, y a veces para
incluirlo en su custodia; un informe oficial daba cuenta de este
hecho:“Nombrado el visitador oficial para que informara sobre el
extinto plantel que fue honra en la ciudad, encontró algunos de
los bienes del colegio en la Telegrafía, en la Alcaldía Municipal,
en el juzgado 1º del Circuito, en la penitenciaría, en el batallón
Cazadores, y en la sindicatura; el piano fue a parar a una casa
particular; examinada la imprenta, se encontró que podía seguir
prestando servicio. Se dijo que el rector no tuvo tiempo de po-
ner en seguro lo perteneciente al establecimiento cuando estalló
la guerra. El Sr. Jerónimo Jaimes, Síndico por entonces, dejó todo
bajo llave…”64 .
Una década después de la guerra de los Mil Días, y siete años
después de la separación de Panamá, poco a poco el país comen-
zó a alzar cabeza. Pamplona, que había padecido los pasos de los
distintos ejércitos como quien sufre el paso de las langostas, con-
tinuó lo que más sabía hacer: su paciente labor educativa. Incluso
hubo iniciativas exitosas para crear colegios particulares, sin apoyo
del Gobierno. Uno de esos casos fue el Liceo San José, fundado
en 1907, fundado en 1907 por Marcelino Vale Villar; pero el de
mayor éxito fue el del Liceo Católico, que llegó a contar con 150
estudiantes, superando al mismo Provincial en número de alum-

64 RIOS, Op. Cit., p. 62

85
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

nos. El director era Julio Pérez Ferrero; había sido combatiente en


las guerras civiles como oficial, y en la segunda parte de su vida
se había dedicado al periodismo, la educación y la política. En
esta última actividad había alcanzado el cargo de representante
a la Cámara. El 17 de junio de 1910 fue nombrado Director del
Colegio, cargo que desempeñó durante nueve años, con algún re-
ceso en 1912. Tanto en la guerra como en la paz, la tipografía y la
telegrafía habían sido importantes medios de comunicación; fue
por eso que Pérez Ferrero las instauró en el Colegio como cátedras,
y de esa manera formalizó un saber que era puramente empírico.
Durante un buen tiempo los empleados en tipografías y en ofici-
nas de telegrafía fueron egresados del Colegio.
Si básicamente el ejército había sido el primer responsable
de la ocupación y el saqueo, era “de suyo” que el mismo ejército
se encargara de la reconstrucción y el restablecimiento físico del
Colegio. Se apeló, entonces, al jefe del batallón Cazadores asen-
tado en Pamplona, quien accedió a “prestar” sólo diez soldados
zapadores durante algo más de tres meses, complementados por
tres reclusos de la penitenciaría , expertos en carpintería y alba-
ñilería.
Los trabajos se iniciaron a mediados de 1906. A comienzos
de 1907 funcionaba en el local, con la modalidad de “Escuela
Superior”, el Liceo San José. Viendo que sí podía funcionar el
Colegio de nuevo, el Departamento expidió el artículo por el
que restablecía por entero las funciones del Colegio a partir de
febrero de 1908. Fueron nueve años en los que el Colegio dejó
de funcionar.

86
SIGUE LA RECONSTRUCCIÓN. RESUCITA
EL NUEVO PERIÓDICO

Después de la guerra, en la
segunda década del siglo XX,
arranca la que puede considerar-
se la segunda etapa de El Institu-
tor65. Presentaba ligeros cambios:
básicamente la calidad del papel
y el cabezote. Ya no se publicaba
a nombre del Colegio, sino de la
Dirección general de Instrucción
Pública; no se imprimía en la ti-
pografía del Colegio (que había
sido liquidada por no ser rentable)
sino en la Imprenta del Departa-
mento, y no en Pamplona, sino en
Cúcuta.
A comienzo de siglo, los periódicos de Pamplona (El Insti-
tutor, El Estudiante66) daban entrada a una publicidad creciente
que todavía se movía a medio camino entre el anuncio comercial,
la noticia y el comentario. En octubre de 1916, por ejemplo, se
publicaba un mensaje donde es difícil establecer si era publicidad
paga o recomendación espontánea: “Felicitamos al Sr. Don Aure-
lio Parra por la cerveza negra de buena calidad que ha producido
en este año en su acreditada fábrica, y la recomendamos a los en-
fermos y personas debilitadas”.

65 Para entonces, hacía canje con periódicos de Bogotá, Barranquilla, Socorro,


Bucaramanga, Fusagasugá. Táriba y Mérida.
66 El Estudiante tuvo una vida muy corta, en comparación con El Institutor.

87
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

CUANDO EL PROVINCIAL COMPRABA COCA

Anuncio increíble. El Institutor, periódico del Colegio, anun-


ciaba compra de coca, en sus instalaciones, abiertamente. Decía el
anuncio:

“¿Quién quiere dinero? El que lo solicite ocurra donde el


doctor Santiago Cortés S. quien compra la semilla del
arbusto llamado coca a buen precio. Se hallará en el lo-
cal del Colegio de San José”67.

Se publicaban también, a comienzos de siglo XX, en el perió-


dico del Colegio, las primeras viñetas publicitarias cuyo contenido
iba desde amenazas públicas hasta el ofrecimiento de innovaciones
odontológicas; un aviso de la primera modalidad decía: “Más con-
tra los tramposos! Se avisa formalmente a los que tienen cuantas
atrasadas en las Bodega de Moreno y Llanés, que si no saldan sus
cuentas a más tardar dentro del término de un mes o se presentan
a dar su excusa legal, se publicarán sus nombres y apellidos y su
residencia conforme se está haciendo con otros establecimientos”.
Un anuncio de la segunda modalidad propagaba: “Heraclio La
Rotta. Cirujano Dentista. Acaba de recibir un rico y variadísimo
surtido de materiales relacionados con el arte dental (…). Com-
prende dicho surtido los mejores anestésicos usados hasta hoy que
la ciencia dental ha descubierto. Pamplona, agosto de 1899.” El
periódico del Colegio comenzaba a publicar la lista de precios del
Mercado de Pamplona Al lado de legumbres y hortalizas, también
publicaba precios del brandy Hennessy, el mil de cigarros recor-
tados, la docena de medias botellas de Cerveza Cuervo, el quintal
67 El Institutor, Pamplona, No. 16, agosto 1 de 1888.

88
de cueros, la arroba de fique, la manteca en tarros de cinco libras,
la carga de sal de piedra, la carga de tabaco, el vino seco.
Con tropiezos y dificultades y lentitudes, luego de la guerra
civil, la región y Pamplona entraron en proceso de recuperación.
El periódico independiente Ecos de Pamplona68, también le hacía
eco al nuevo ambiente69. Hubo un pequeño resurgimiento del pe-
riodismo en la ciudad. Circulaban El Institutor, El Estudiante, Ecos
de Pamplona, la revista Valkiria70. Desafortunadamente, “como la
imprenta no daba con qué pagar los gastos de servicio y conserva-
ción” en 1916, por decisión de la Consiliatura, se clausuró, repre-
sentando una de las mayores pérdidas del Colegio.
El régimen educativo, por su parte, se reorganizó. Pasaron las
pasiones y los intereses políticos menguaron, para profesionalizar
poco a poco el oficio docente. Hacia 1916 no cualquier persona
podría ser profesor: Los colegios no podían hacer nombramien-
to de profesor en ningún individuo que no poseyera al menos el
título de bachiller o no hubiera ganado la cátedra mediante un

68 Órganos de los intereses generales de Pamplona. Administrador propietario,


Pedro M. Parada.
69 ¿Quién no trabaja en momentosverdaderamente propicios por el encausamien-
to de toda corriente noble y generosa? Quedarnos atrás sería negar nuestro es-
caso pero sincero contingente a la obra magna de hacer entre los colombianos la
Patria (…).
Nada mejor puede presentarse hoy a la consideración de los hombres que aspiran
a trabajar por el engrandecimiento de Colombia: horizontes más amplios no se
han visto jamás. Todo sigue rumbos de positiva prosperidad. Los días de grandes
calamidades, de fabulosos desaciertos, han pasado con sus roídos sayales de per-
fidia y de baldón. Colombia despojada de sus arreos dictatoriales, viste la túnica
blanca del honor. Nada más digno y hermoso. Preciso es trabajar sin tregua ni
descanso por el orden de cosas implantado recientemente; él nos llevará a la meta
luminosa que há tiempo ansiábamos para estas regiones del norte de Sur- Améri-
ca; él nos hará progresar. (Septiembre 26 de 1909. Número 13).
70 Valkiria. Director: Luis F. Landazábal T. Redactor: Clemente M. Blanco G.
Circuló en 1907.

89
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

concurso promovido al efecto o no hubiera ejercido el profesora-


do con buen crédito o éxito durante cinco años por lo menos. El
grado de Maestro de Escuela Superior habilitaba, también. Había
dos clases de bachillerato, y, por lo tanto dos diplomas: Diploma
de bachiller en filosofía y letras y de Bachiller en Ciencias.
Con más lentitud avanzaban los textos didácticos. Además
del viejo e infaltable Catecismo del Padre español Gaspar Astete
(¡nacido en 1535 y muerto en 1601!), publicado en Colombia en
1836, en 1916 circulaban en el Colegio las cartillas de Baquero
(“Método Objetivo” para aprender a leer), los textos de historia
patria, de Soledad Acosta y Samper, y Henao y Arrubla, y la Can-
ciones escolares, series I y II.71
De todos modos, se ventilaban los diferentes métodos de en-
señanza. En ese tiempo se establecían diferencias conceptuales en-
tre instrucción y educación, como cien años más tarde se estable-
cerían entre educación y formación. “Es criterio dominante entre
nosotros el de que la instrucción es cosa distinta de la educación.
Para nosotros, en efecto, la instrucción da conocimientos; la edu-
cación pule las maneras y forma el carácter; la instrucción aclara;
la educación forma, perfecciona y ennoblece”. Por supuesto que
el Colegio optaba por la alternativa opción educadora. Pero luego
de hacer el “ejercicio” de jugar con los límites conceptuales, anu-
laba las diferencias en aras de una dialéctica integradora: “En sana
pedagogía, esta diferenciación es inadmisible; toda instrucción
debe ser educadora y toda educación, por su parte, requiere cierto
número de conocimientos. La instrucción, en fin, no es sino una
parte, tan solo, de la educación intelectual”.
¿De dónde surgían los profesores? ¿Qué educación tenían? En
el caso concreto de Pamplona y del Colegio Provincial, no cabe

71 El Institutor. Año VI, No. 125, octubre 21 de 1916. Número 125. Imprenta del
Departamento.

90
duda. Luis Ernesto Triana nos refiere: “fue el seminario diocesano
de Pamplona la cantera donde se formaron nuestros maestros”72. El
Seminario Mayor era el único “posgrado” que había en ese entonces.

HISTORIA DEPORTIVA

Las primeras referencias a prácticas deportivas hacen alusión


a los ejercicios de calistenia que hacia 1888 se hacían en el colegio,
a semejanza de los realizados por el ejército de la época, y a cargo
de militares activos o retirados.
El fútbol, por su parte, hizo una relativa aparición tempra-
nera en el Colegio. El Institutor del 21 de octubre de 1916, en
descripción de las actividades programadas por la rectoría hora
por hora, dice dedicar “una hora, por último, a los ejercicios de
Foot-Ball, que, por desgracia, no han podido iniciarse a causa de
que aún carecemos de los útiles necesarios para el efecto y que nos
proponemos obtener en el curso del mes de la fecha”.
Había duda de cómo afrontar y ejecutar las reglas de ese juego
exótico traído a Barranquilla por marineros ingleses en 1903, y
que se extendía lentamente por el interior del país. Los equipos
jugaban sin cambiarse a la camiseta y pantaloneta, que aparecerían
mucho tiempo después. Al fin y al cabo el tal fútbol era cosa de
ingleses y argentinos, y había que asimilarlo poco a poco.
El basketbol fue introducido por los hermanos cristianos en
193273 al introducir este deporte e los colegios San José de Pam-
plona y Sagrado Corazón de Jesús en Cúcuta.Al respecto, Luis
72 TRIANA. “Don Augusto Ramírez. Educador y poeta” en Un pasado ignorado
por los pamploneses de hoy. Producciones Literarias Luetrisanz. Pamplona: 2002.
73 Sin embargo, en una fotografía de 1919 se puede apreciar que en el patio de
juegos del Colegio, aunque de manera rústica y sin las distancias convencionales,
hay ya instaladas varias canchas de basket.

91
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

José Mendoza, refiriéndose a Gedeo Marie Monier (el mismo


Hermano Arturo, nombrado rector del Colegio el 17 de julio de
1931), refiere: “un día desembarcó de Francia trayendo entre su
bagaje educativo una pelota de basketball y en su cabeza las rudi-
mentarias reglas de un deporte que pronto echaría buena cimiente
en una ciudad como Cúcuta en el Colegio Sagrado Corazón y en
Pamplona en el Colegio Provincial donde logró impulsarlo como
deporte bandera y su insignia en las competiciones por lo que es
considerado como el pionero del baloncesto en Colombia”74
En 1933 se efectuaron en la ciudad los primeros juegos inter-
colegiales de fútbol y baloncesto, que en el Colegio eran facilita-
dos por el contacto entre las diferentes sedes de los HH CC. Para
1936, ya se realizaban los primeros partidos de fútbol en la cancha
del batallón García Rovira. El espectáculo era nuevo. Como en los
comienzos del cine, los primeros partidos eran acompañados por
la banda municipal, que interpretaba pasodobles en los momentos
más tediosos, para amenizar la “función”.
En octubre de 1936 se realizaron los primeros juegos inter-
colegiados departamentales. Y juegos amistosos en Tunja y Buca-
ramanga para foguear al equipo que iría a representar al Departa-
mento Norte de Santander en los juegos Nacionales de basket-ball
en 1937.
El Colegio conquistó el derecho de representar al Departa-
mento en los juegos nacionales, con sede en Cúcuta, en la cancha
del Sagrado Corazón de Jesús. Con incidentes que amenazaron
volverse violentos, ganó el Colegio contra el equipo Hispania, de
Bogotá, por 18 canastas contra 15. Los incidentes se debieron a
la parcialización del árbitro Giordanelli. El popularísimo cucu-
teño José Antonio Hernández, más tarde conocido como “Toto”

74 MENDOZA, ARAQUE, Luis José. Historia del Colegio Provincial de San


José. 189 años. s. p.

92
Hernández, estudiante del Colegio, fue la estrella aclamada. El
público lo sacó en hombros.
Otra fecha cumbre en el deporte fue 1960, fecha en que se
realizó una nueva versión de los Juegos Intercolegiados del Depar-
tamento, organizados por la Secretaría de Educación, en los que
El Provincial obtuvo el campeonato total, con más de 100 pre-
mios. Se convertía, así, en el Colegio con más prestigio deportivo
en el Departamento, por encima de Cúcuta, que a la sazón tenía
diez veces más estudiantes.
Los remembranza que hace Mendoza de los partidos de Bas-
ket, puede ser aplicable a los partidos que durante años hacía el
Colegio: “Los duelos basqueteros que presenciamos por la época
de los años 1959 y 1960 entre los dos colegios del Sagrado Co-
razón de Jesús y el Provincial eran de infarto y se convertían en
clásicos de nunca olvidar. En el equipo del Provincial recordamos
jugadores como Roque Peñaloza y al “Flecho” Álvaro Hernández
que eran de la selección norte y posteriormente de la selección
Colombia”75. Durante la permanencia de los HH CC, los partidos
se jugaban de noche, y se constituyeron en una buena alternativa
de diversión, que a veces competía con el cine. Igualmente refiere
Mendoza la importancia de los juegos en competencia con los es-
tudios: “En la parte deportiva el año 1962 el Colegio fue campeón
de los juegos intercolegiados departamentales. Aún recuerdo con
orgullo la medalla de oro que ganó el suscrito para el Colegio en
la carrera de 800 metros planos en el Estadio General Santander
de la ciudad de Cúcuta. Los triunfos o derrotas de los equipos de
basket ball o foot ball, nos deparaban alegrías o sufrimientos y
eran la diaria preocupación de nuestras mentes que combinába-
mos con el estudio”76.

75 Idem.
76 Idem.

93
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

EL DÍA EN QUE EL COLEGIO FUE CAMPEÓN


NACIONAL DE BASKETBOL (Testimonio)

Luis Ernesto Triana Sánchez

“En 1934 el Hermano Arturo, ciudadano francés de la comu-


nidad lasallista enseñó en Pamplona las técnicas del basket-ball
y en Cúcuta en el Colegio Sagrado Corazón de Jesús, donde se
construyó la primera cancha reglamentaria y esta se convirtió
en el semillero de tan apasionado deporte. Los jóvenes que estu-
diaban en estos colegios, como Toto Hernández, aprendieron a
jugar basket-ball, y pronto se vieron los resultados de éxito.

En los intercolegiales de 1936 se tituló campeón el equipo del


Colegio Provincial de Pamplona que representaría a nuestro De-
partamento en los juego nacionales de 1937, a realizarse en la
ciudad de Cúcuta. El autor de esta crónica estudiaba en Pam-
plona y se movilizó con fanáticos para respaldar a su equipo.

Todavía está en la retina de mis ojos el inolvidable partido en el


que se decidió el campeón nacional de basket-ball jugado en la
cancha del Colegio Sagrado Corazón de Jesús. Desde tempranas
horas del día 29 de junio de 1937, las tribunas de la cancha del
colegio estuvo adornada con la presencia de las más lindas mu-
jeres de Cúcuta. Fue el preludio de nuestro inolvidable triunfo.
Ese día se jugó el partido de basket-ball más emotivo y reñido
que he visto, y fue cundo se tituló campeón nacional el equipo
del Colegio Provincial de San José de Pamplona, en un juego con
incidentes violentos, dada la importancia del juego para hacerse
ese día acreedor del galardón nacional de basket- ball 1937.

94
Actuó como juez el italiano Giordanelli, parcializado en fa-
vor de Hispania, el equipo bogotano. Al terminar el partido, el
público embriagado de felicidad, invadió la cancha y alzó en
hombros a los campeones nacionales: Luis A. Mora, Lucio An-
drae, Carlos Arenas, Gustavo Castellanos, Alfonso Soto, Santia-
go Hernández Montaña, Luis Enrique San Juan Baptista y el
más destacado jugador de baloncesto en estos juegos, el cucuteño
José Antonio Hernández, más conocido como Toto Hernández
(…).

El equipo campeón nacional recibió la lujos copa Gobernación,


un trofeo de plata que entregó el doctor Francisco Lamus La-
mus, Gobernador del Departamento Norte de Santander.”

EL LOCAL DEL COLEGIO

El primer local ocupado por el Colegio fue el “Colegio” de


los Jesuitas, local abandonado años atrás, pues con ocasión del
terremoto de 1875, se había afectado notablemente la estructura
del edificio. La ocupación de ese local fue provisional, y volvió a
quedar en ruinas sin doliente durante mucho tiempo, una vez el
Colegio se trasladó a la carrera quinta.

El “nuevo” local donde funcionó el colegio hasta 1943, ocu-


paba la misma área que hasta 2012 hoy ocupa el edificio del Co-
legio del Rosario (Terciarias). O sea, un gran rectángulo de cien
metros por sesenta conformado por toda la cuadra correspondien-
te a la carrera quinta, y parte de las calles tercera y cuarta.

95
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

La fachada era de un solo piso, pero con grandes y numerosos


ventanales que daban a la carrera quinta; casi en la mitad, estaba
interrumpida por un estrecho pórtico, de más reciente construc-
ción, formado por dos puertas en forma de arcada, y tres pisos. El
pórtico se prolongaba hacia adentro en una construcción nueva de
dos pisos que dividía en dos mitades el local: hacia un lado la parte
correspondiente al “claustro”, con su respectivo patio central for-
mado por jardines y pequeños senderos, y al otro lado los dos pa-
tios de recreo, más amplios y descubiertos, donde se practicaban
deportes y se presentaban las revistas de gimnasia. Hacia 1930, los
dormitorios se ubicaban en el segundo piso. El local contaba con
diez aulas, con una capacidad total para doscientos ochenta estu-
diantes (28, en promedio, por aula), gabinetes de física, química e
historia natural, servicios completos de cocina y comedor, y piezas
para la servidumbre.
El local, internamente estaba formado por pesados y conti-
nuos techos de teja sostenidos por delgadas y rústica columnas
de madera; entre los patios y los salones, había un espacio ancho

96
que servía de corredor. El segundo piso, más reciente, estaba he-
cho con materiales “modernos”, de apariencia más sólida, y con
criterios arquitectónicos que permitían un mayor contacto con
el aire y con la luz, frente al cual el primer piso se veía como una
construcción campestre, oscura, húmeda y desvencijada con la
que fatigosamente podía Colegio

LAS INSTALACIONES. MEJORAS Y DETERIORO

En octubre de 1939 se aprobaba la construcción de un nuevo


local. El Colegio aportaba los terrenos, y el Gobierno se com-
prometía a construir los edificios necesarios. En nuevo colegio se
proyectaba para albergar mil estudiantes: 600 externos y 400 in-
ternos.
El Colegio podría tener mucho prestigio, pero el local estaba
ya en estado de apreciable deterioro; primero, por efecto del tiem-
po en una ciudad con un gran nivel de humedad ambiental; se-
gundo, por los estragos de la guerra de los Mil Días; y tercero por
los daños como consecuencia del incendio de 1933. En palabras
del propio Ministro de Educación, el Colegio “venía funcionando
en condiciones quizá inferiores a las que tuvo en 1834”.
El 26 de enero de 1943, los primeros locales fueron estrena-
dos por 16 hermanos, 6 profesores civiles y 405 alumnos. Dos
años después, el 15 de mayo de 1945, fue inagurada, con gran
pompa, la bilblioteca. Era usual en esa época referirse con gran-
dilocuencia a las pequeñas conquistas. Un ejemplo es la forma
como es saludada la inauguración de la pequeña biblioteca: “sur-
gió gloriosa y audaz, llena de auteridad y de sabiduría, en medio
de las tempestades del mundo (…) como un faro radiante de luz
y de ciencia””Entre 1950 y 1951se construiría la gruta de nuestra
señora de Lourdes.

97
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

LA ERA DE LOS HERMANOS CRISTIANOS

Rvdo. Hno. Arturo. Rector del providencial des-


de 1931 hasta 1937

El Colegio estuvo en manos


de civiles durante sus primeros
ciento catorce años de existencia,
y a merced de los rápidos y violen-
tos cambios que se sucedían en el
alto y gobierno, y que se traducían
en giros radicales en la orientación
de políticas educativas y en la esco-
gencia de las personas que debían
estar a cargo de las rectorías de los colegios.
Por eso, cuando los Hermanos Cristianos llegaron a regentar
el colegio Sagrado Corazón de Cúcuta, el cambio experimentado
fue palpable, pues con ellos llegaba, por primera vez, un equi-
po amplio, experimentado en pedagogía, con personal dedicado
exclusivamente a la formación, y con nuevos métodos puestos a
prueba en diversas latitudes.
El éxito obtenido en el Sagrado Corazón de Cúcuta, movió al
gobernador y al obispo a ponerse de acuerdo para diligenciar que
la comunidad de los HH CC se hiciera cargo también del Cole-
gio San José. Pamplona seguía siendo una ciudad marcadamente
católica, tenía una gran tradición educativa, y ofrecía un ambiente
ideal para dar albergue a una comunidad religiosa especializada en
educación.
¿Qué factores incidieron en el cambio, según la versión de los
HH CC? Al respecto dice el Hermano Alfonso Norberto: “Mo-

98
tivos tendría la acción gubernamental cuando resolvió confiar a
los Hermanos Lasallistas la dirección del Colegio, en esperanza
de solucionar difíciles y delicados problemas disciplinarios y edu-
cativos. Se afirmaba, entre otras cosas, que la insubordinación en
masa y las expulsiones en la misma medida dizque eran de uso
común y corriente”77Sin embargo, y en aras de la verdad, el mis-
mo Hermano, en su versión, da las mejores referencias personales
y profesionales sobre lo cuatro alemanes, que tenían en su manos
la administración anterior: “Es muy difícil imaginar un equipo de
hombres más caballeros, cabales e intachables y un grupo de pro-
fesionales más preparados y competentes, como el integrado por
los doctores Rüffel, Bad, Derix y Bonfig. Rector el primero, auto-
ridad en filología, y profesores eximios de física, idiomas, química,
ciencias naturales y matemáticas los demás”78. De nuevo, como en
el caso del francés Enfantin, el factor principal del relativo fracaso
se debió al choque cultural que representó para los europeos y
pamploneses el manejo de mentalidad, cultura e idiomas diferen-
tes. En esto, el Hermano Alfonso Norberto, en un encomiable
gesto de honestidad, llega a reconocer autocríticamente que los
pamploneses tuvieron su parte: “intervino un factor psicológico
de toda importancia, cual fue la diferencia rotunda de mentalidad
y formación entre educandos y personal docente y lo difícil que
fue para estos ilustres catedráticos, producto de la más estricta dis-
ciplina en la nación más austera de Europa, adaptarse un poco a
la superficialidad y espíritu ligero de nuestro medio estudiantil y
a las incomodidades y limitaciones de nuestra vida provinciana”79.
Por lo demás, la colaboración y solidaridad de los alemanes con

77 NORBERTO ALONSO, HNO. “Cosas del pasado”, en El Aguilucho, No 31,


año XVII, 1951, p. 101.
78 Op. Cit., p. 102.
79 El Aguilucho, 1951…etc. P. 102

99
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

los Hermanos fue ejemplar, y se sometieron sin objeciones a la


nueva autoridad mientras se terminaban sus contratos.
La reacción de los pamploneses ante el cambio, fue favorable.
Tranquilizados por ser una comunidad religiosa la que entraba a
regir el Colegio, se volcaron a solicitar cupos para sus hijos. Los
Hermanos tuvieron que seleccionar el nuevo personal de estudian-
tes, pues algunos habían tenido serios problemas con el manejo
de los alemanes, riguroso y rígido. Al Hermano Fabián “cupo la
delicada cuanto difícil tarea de seleccionar el primer contingente
de alumnos, que se vino como una avalancha y no pocos de los
cuales tenían cuentas pendientes y muy serias con la administra-
ción anterior”80.
Los HH CC contaron con la suerte – y así lo reconoce el
Hermano Alfonso Norberto- de tener un informante excepcio-
nal (de la marcha de los asuntos del Colegio) en Patrocinio Var-
gas, un portero quien, como los empleados de aquella época, se
identificaba totalmente con sus patrones y asumía muchas más
funciones de las señaladas; “para tal efecto, allí estaba (…) viejo
Patro, incorruptible e insobornable, quien tomaba siempre como
cosa propia el más insignificante problema que tuviera que ver con
el Colegio y uno de cuyos recursos más temibles era el saber de
memoria la vida y milagros de todos y cada uno de los alumnos
del Provincial”81
Los trámites se cursaron con celeridad en 1929, y en menos
de seis meses se definió la presencia de los HH CC en Pamplona.
Apenas comenzó el año 1930, llegaron siete Hermanos a hacer-
se cargo del colegio, presididos por el nuevo rector, el Hermano
Blanchard Félix. La Consiliatura del Colegio dejó consignado en
el acta del 20 de enero su “júbilo patriótico” por la llegada del

80 RÍOS. 102
81 Ídem.

100
nuevo equipo de educadores. Los Hermanos fueron contratados
por el gobierno por un periodo de siete años, prorrogables otros
siete, y luego otros cuatro y otros cuatro…Y así permanecieron
más de cuarenta años.
Se inició así lo que podría considerarse una nueva era en la
historia del Colegio. Fue un año de cambios, pues el país también
experimentaba el más grande relevo político, luego de cuarenta y
cuatro años de hegemonía conservadora. Quedaba elegido presi-
dente el candidato liberal Enrique Olaya Herrera, un liberal con
cara de obispo bonachón, que no asustaba al clero y ni siquiera a
sus adversarios políticos, pues había sido Ministro de Relaciones
Exteriores durante gobiernos conservadores.
En la Pamplona que encontraron los HH CC había un banco
(Banco de Bogotá, que había reemplazado al Banco de Pamplona),
5 hoteles, 25 pensiones, 11 molinos, 4 platerías, 20 panaderías,
6 boticas, 50 almacenes y bodegas, y tres imprentas, entre otros
negocios82. Lo suficiente para atender una población de 21. 381
habitantes, según el censo realizado tres años antes. Desde cierto
punto de vista, era una ciudad ideal para impulsar una empresa
educativa de repercusión. Los HH CC tenían, entre otras mu-
chas, una gran ventaja: constituían una comunidad monolítica,
diseminada por todo el territorio nacional, y con actividades de
integración regional y nacional que, para otras administraciones
de civiles “sueltos” no hubiera sido posible; por eso, el primer acto
público organizado por los Hermanos fue espectacular (para la
época) , y se constituyó en una muestra de lo que sería su nuevo
estilo: una excursión de los estudiantes y profesores del Colegio a
Cúcuta, a visitar a sus “hermanos” del Colegio Sagrado Corazón.
Las repercusiones fueron emocionadas. La Asamblea Departa-

82 Datos tomados de PERALTA, Alberto. La ciudad de Ursúa. Monografía de


Pamplona. Edición conmemorativa de 1999. Editorial Ideas Litográficas.

101
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

mental aprobó una moción para hacerle público a los excursionis-


tas un saludo de bienvenida, digno de una visita presidencial, y el
Director de Educación Pública hizo lo propio en un comunicado
donde saludaba a los colegiales por “la importante excursión” rea-
lizada a Cúcuta.
La presentación “en sociedad” de los HH CC a Pamplona se
dio el 4 de junio, con ocasión de la inauguración del estadio del
Colegio, en terrenos en las afueras (comprados en 1927 al Dr.
Humberto Puccetti por ocho mil pesos), mediante una muy vis-
tosa revista de gimnasia. Actos parecidos se volvieron a presentar
con ocasión del 20 de julio y, especialmente, el 12 de octubre,
día en que la disciplina militar cultivada por la “misión alemana”
hizo posible que la revista de gimnasia fuera presentada de manera
conjunta por el Colegio y el Batallón García Rovira.
Actos como estos, que mostraban un nuevo talante en la
muestra del colegio hacia la sociedad, era muy bien recibidos por
las familias pamplonesas, felices de ver cómo los Hermanos Cris-
tianos hacían actividades para que sus hijos se “despercudieran”,
actividades sanas, que complacían también a los estudiantes, feli-
ces de lucir camisetas, formaciones y maniobras. El tener estadio
propio les permitía pensar que el Colegio no sólo era un claustro
vetusto sino también una institución amante del aire libre y el
cielo abierto, de la movilidad y la competencia, de la visibilidad y
la integración.
El resultado se hizo palpable al siguiente año, con una soli-
citud de matrículas que por primera vez sobrepasó con creces los
cupos máximos, que llegaron a 225 estudiantes (82 internos). A
los tres meses se fundó El Aguilucho, en correspondencia con la
nueva visibilidad local regional y nacional del Colegio que hacía
parte de la política implementada por los HH CC y que generaba
una nueva actitud de los estudiantes, ahora con un fuerte sentido
de pertenencia y trabajo en equipo.

102
Simultáneamente, la nueva dirección del Colegio proyectaba
una imagen de gran exigencia académica y responsabilidad al no
graduar como bachiller a ningún estudiante de sexto, al conside-
rar que no estaban preparados para ingresar a las universidades
del país. Para 1931 la “misión alemana” abandonó el colegio, que
quedó por entero en manos de los HH CC, con excepción del
profesor Juan Castillo Reyes, el único profesor civil.
La exigencia continuó durante los años siguientes; en 1932
sólo cuatro alumnos pudieron obtener el título de bachiller, y en
1933, doce, de los cuales ocho se presentaron a diferentes univer-
sidades y pasaron todos con notas sobresalientes. Al siguiente año,
egresaban del Colegio 10 bachilleres; todos pasaron los exáme-
nes de las universidades donde se presentaron. En 1935, los doce
egresados pasaron todos en las universidades. La cifra se repitió en
1936. Ese promedio se mantuvo de ahí en adelante. El Colegio
se posicionaba. Era garantía de excelencia académica en cualquier
universidad del país.
La comunidad seguía pensando en que el Colegio fuera la
base de una Universidad. El 1 de agosto de 1934, varios ex gober-
nadores y personajes prestantes del Departamento se unieron para
solicitar al Congreso el auxilio económico con el fin de reconstruir
el edificio (que había sufrido un incendio en la sala de teatro, y
consumido la máquina proyectora y cuarenta rollos de película
junto con parte del magnífico telón, en las vacaciones de final
de año de 1933) 83. En el mensaje enviado a los congresistas, se
hablaba de que esa reconstrucción sería la base de una “futura uni-
versidad en el Norte de la República”: por lo pronto, se necesitaba
un local que ampliara el cupo de 250 a 800 estudiantes.
Durante los años siguientes, el número de alumnos rechaza-
dos era grande, por lo que la comunidad comenzó a hacer presión

83 Reproducción de La Rendición de Breda, de Velásquez

103
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ante el Gobierno con el fin de ampliar el local y los cupos. Se apro-


vechó la fecha del centenario de la muerte de Santander para pro-
poner una solución, por lo alto, de la planta física, que implicara
no una remodelación más, sino una solución definitiva, es decir,
un campus nuevo con todos los requisitos de un colegio moderno,
acorde con el siglo XX y no con el siglo XIX.
Las primeras diligencias condujeron a que el Ministerio de
Educación enviara a Pamplona a Luis Ernesto Perdomo, uno de
sus ingenieros especializados, con el fin de que hiciera un estu-
dio in situ y propusiera soluciones de construcción. También el
Ministerio estaba interesado en no seguir invirtiendo más recons-
trucciones y remodelaciones, sino en un colegio nuevo en un local
nuevo y amplio. El ingeniero Perdomo conceptuó que, dadas las
características topográficas de Pamplona, el mejor lugar para el
nuevo colegio podría ser el que quedaba adjunto al estadio, en los
terrenos de la Quinta Miramar. .
En los meses de septiembre y octubre de 1939, mientras lle-
gaban las inquietantes noticias de que en Europa estallaba la Se-
gunda Guerra Mundial, en Pamplona se firmaba la compra de la
Quinta Miramar a Humberto Pucceti (quien iría vendiendo sus
terrenos poco a poco al Colegio) por cinco mil trescientos pesos,
se presupuestaban 350 mil para el inicio de las obras, y se fijaba el
presupuesto tentativo para la adquisición de dólares en el exterior.
Los nuevos edificios deberían tener capacidad para albergar mil
estudiantes en total: cuatrocientos internos y seiscientos externos.
El Colegio de la carrera quinta tenía 305 alumnos externos y 120
internos. Estaba repleto.
Tan pronto se aprobó el presupuesto, se inició la compra todas
las propiedades incluidas en el lote del futuro colegio: el terreno de
Puccetti, la casa de Ismael y Sara Mantilla, la de Mercedes Duar-
te, la de Secundino Lizcano y la faja de solar de Dominga Sierra.
Estas compras fueron hechas en tiempo récord, lo que pesó en el

104
momento de presentarlas como hechos realizados ante el alto Go-
bierno, pues se rumoraba que en el Consejo Ministros había voces
disonantes que se oponían a la construcción del nuevo colegio.
Pesó también, y mucho, la conmemoración de la muerte de
Santander, una fecha que merecía en el Departamento algo más
que actos simbólicos. La mejor conmemoración, para Pamplona,
era dejarle a la ciudad una nueva obra consolidada, precisamente
aquella que el primer vicepresidente, cien años antes, había proto-
colizado. De modo que quedó definido el inicio de las obras. Para
el diseño y la construcción el Gobierno había escogido al Dr. Luis
Ibáñez Peralta, con experiencia en la construcción de los cuarteles
de Barranquilla y Tunja. Tal vez por eso las construcciones del
Colegio se parecen en algo a las del batallón García Rovira. Tiene
un remoto aire de academia militar.
Para la colocación de la primera piedra, asistió el 31 de mayo
de 1940 el presidente Eduardo Santos, uno de los pocos presiden-
tes (luego de Bolívar) que pisaban las calles de Pamplona. Santos
era ex alumno lasallista en Bogotá. Al parecer quedó tan encantado
con Pamplona, que la hizo su ciudad preferida, y así lo manifestó en
varias oportunidades. Y es que, además, la ciudad, el Departamen-
to y el país vivían en esos años una situación excepcional. Mientras
en Europa los alemanes rompían la línea Maginot y llegaban hasta
París, el país, con el tercer gobierno liberal, se convencía que sí se
podía convivir con los liberales, que no eran los “comecuras” que
se habían imaginado algunos. Santos se llevaba bien con la iglesia,
y con las comunidades religiosas.Y con Pamplona.
Las obras comenzaron el 2 de septiembre de 1940, con el
enganche de 120 obreros. A veces llegaba el rumor de que las
obras debían suspenderse debido a la reducción del presupuesto
nacional. Pero el Presidente había dado la palabra, cosa que rati-
ficó en una segunda visita a Pamplona el 9 de abril de 1940, con
inspección personal de los edificios en construcción.

105
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

El 19 de abril , el Colegio volvió a recibir la visita del presiden-


te Santos, que visitó el Colegio de la carrera quinta, donde recibió
una gran ovación, e inspeccionó el estado de construcción del nue-
vo edificio en la Avenida Santander.Mientras tanto, la capacidad

106
del local de la carrera quinta estaba a reventar, y las solicitudes para
ingreso creaban gran insatisfacción en muchas familias que veían a
sus hijos rechazados por falta de cupos. En 1942 se habían recibido
350 alumnos, pero 320 se habían quedado por fuera.
La inauguración del nuevo edificio se realizó con toda la
pompa. No asistió el presidente Santos, pero sí, a su nombre, el
prestigiosísimo escritor Germán Arciniegas84, Ministro de Edu-
cación y Luis Buenahora, ministro de Comunicaciones, además
del Gobernador y el Contralor del Departamento, y el senador
Darío Hernández. Al mismo tiempo que se inaguraba el Colegio,
se hacía lo mismo con los nuevos edificios para el batallón García
Rovira, su vecino. Por eso la celebración incluyó baile de gala en el
casino de oficiales, inauguración de los cuarteles, recepción en el
Club del Comercio, y banquete en el Casino de Oficiales.
El edificio “viejo” de la carrera quinta, de todos modos, había
sido re-estructurado y adecuado, durante años, para fines educa-
tivos, trabajos que no se podía perder; por eso, se pensó que allí,
con ligeras reformas, podría funcionar un liceo femenino. Se les
propuso a las Hermanas Dominicas hacerse cargo del plantel. Su
respuesta fue positiva. Y así nació en Pamplona el Colegio de “las
terciarias”.
El traslado al nuevo edificio se realizó el 25 de enero de 1943
en horas de la tarde, y a día siguiente se iniciaron las matrículas,
que seguían, sin embargo, rebasando los cupos. Hubo 405 ma-
triculados (222 externos y 183 internos), y 350 rechazados. El
equipo de Hermanos llegaba a 16, y el de docentes civiles a seis.
En la celebración del centenario de la muerte del general
Santander, el Colegio inaguró su banda de guerra con diecisiete
alumnos, y creó el jardín botánico, además de exhibir una expo-
84 Germán Arciniegas llegó a afirmar, en la memoria de gestión presentada al
Congreso, que el nuevo Colegio se podía enseñar a los visitantes “como uno de los
mejores de América” RÍOS, Op. Cit. p. 142..

107
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

sición pedagógica. Recibió la visita de Eduardo Santos, en esta


ocasión como Presidente de Colombia. Se exhibió una revista de
gimnasia que luego se replicó en otros establecimientos, y, parte
de ella, en los teatros de la ciudad. El 9 de mayo, el presidente,
acompañado de su esposa, la popular Lorencita Villegas de San-
tos, colocó la primera piedra de lo que sería el nuevo local, en la
Avenida Santander. Los trabajos de construcción comenzaron el
2 de septiembre, a cargo de la casa “Trujillo Gómez y Martínez
Cárdenas”, de Bogotá.

CUANDO EL COLEGIO SE INCENDIÓ


(Crónica de la época)

Rafael Faría

“El día 24 de noviembre del presente año 1933 a eso de las dos de
la tarde se incendió con violencia el edificio del Colegio por causa
de la fortuita comburencia (sic) de una película de cine que se en-
sayaba con el fin de contribuir a la erección (sic) de los candelabros
eléctricos del parque Áqueda Gallardo de esta ciudad.

El fuego se propagó con caracteres alarmantes desde la casilla


donde funcionaba el aparato de proyecciones hasta el techo del
salón y al vecino cuarto. As voces de incendio y al clamor de
las campanas acudió la ciudadanía pamplonesa, el ejército y una
gran cantidad de alumnos, y con la mayor actividad rompieron
techos, abrieron puertas y ventanas, desocuparon salones en pe-
ligro, trasladaron, con un orden que no podía esperarse, un gran
número de objetos y aseguraron un servicio activo de agua, todo
lo cual permitió dominar rápidamente el fuego.

108
Los Hermanos, que se hallaban de paseo en la montaña vecina,
apenas se dieron cuenta de lo que ocurría, acudieron con toda la
presteza del caso a contribuir con todas sus fuerzas a la obra de
salvación y pudieron darse cuenta del celo con el que Pamplona
supo defender en esta hora de peligro el hogar espiritual de todos
sus hijos.
Quedaron totalmente destruidas la máquina de cine, propiedad
de la comunidad, y cuatro películas de consideración, con sus adi-
tamentos: todo el servicio de herramientas, lámparas y materiales
eléctricos que se hallaban en la consumida casilla; el fuego devo-
ró unos cuantos metros cuadrados del techo del salón de actos,
el cual fue preciso destejar casi todo, cosa de veinticinco metros,
para cortar el paso al fuego. Igualmente se desmontó el extremo
sur [costado de la calle cuarta] del edificio que daba al gabinete de
física, por donde se escapaba una densa columna de humo prove-
niente del incendio original; las piezas contiguas al salón, dormi-
torio y cuartos de la fachada fueron desmantelados más que todo
por medida de previsión.

109
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

No se registraron desgracias personales, salvo las quemaduras pa-


decidas por el Hermano que manejaba la máquina al momento
del incendio, las cuales, por otra parte, no son de mucha gravedad.
Las pérdidas, frecuentemente superiores en estos casos por la ra-
pacidad que por el fuego, no fueron por hurto sino de poca con-
sideración, y se limitaron a objetos usuales, principalmente los
destinados a la conducción del agua; en tanto que cosas de valor
fueron depositadas con mucha solicitud en piezas seguras y en la
casa del frente, donde prestaron sus moradores eficaz apoyo en
ocasión tan lamentable.
Relativamente pocos fueron los daños sufridos por el mobiliario
del salón, gracias al retiro rápido de todo, inclusive del magnífico
telón de boca, el cual apenas se descosió sin mayor detrimento.
Igual cosa puede afirmarse de los ornamentos sagrados y todo lo
relacionado con el culto porque una vez en seguro la Sagrada Eu-
caristía se procedió cuidadosamente al despojo (sic) de la capilla.
A las tres de la tarde, o poco más, quedó el incendio totalmente
dominado y se procedió inmediatamente, bajo la dirección del
Rector y los demás Hermanos a la colocación provisional de to-
das las cosas, con la cooperación de los alumnos actuales y anti-
guos, pues ni las vacaciones ni el tiempo han disminuido su amor
por su colegio.
Un sinnúmero de voces de consideración se hicieron oir por to-
das partes y el Director recibió las condolencias no solo de las
personas más ditinguidas de Pamplona, sino las que por teléfono
transmitían de todos los lugares donde se conocía el nefasto inci-
dente. La prensa local y la de diversos lugares, así como la radio-
difusora de Cúcuta, tuvieron en esta hora voces de simpatía para
el Colegio y para sus dirigentes.

110
LLEGADA DE LOS HERMANOS EN
VIAJE A CABALLO85
Hermano Alfonso Norberto

“Eso que pudiera ser un viaje de Capitanejo a Pamplona en enero


de 1930, y cuando la carretera del Norte se detenía, polvorien-
ta y calcinada por el ambiente infernal del Chicamocha, en el
Puente de la Palmera, nos lo ha narrado ya Ancízar en algunas
de las páginas más pintorescas de su Peregrinación de Alpha, pues
no parece que las condiciones hubieran cambiado mucho desde
mediados del siglo XIX.
Don Adolfo Ramírez
fue (…) el encargado
de suministrar las bes-
tias de silla y de carga
necesarias para el via-
je desde Capitanejo a
Santa Matilde, sitio no
lejos de Cácota, que si
mal no recuerdo, seña-
laba el terminal de la carretera que venía del Norte. Dos hijos de
don Adolfo, muy niños entonces y hoy ejemplares ciudadanos,
ayudaban a los encargados de lidiar con acémilas y equipajes por
esos caminos y posadas, donde las incomodidades y el cansancio

85 Las llegadas de los Hermanos, provenientes de Bogotá, se hacían por la vía


que hacían todos los viajeros, por Capitanejo-Chitagá. A partir de 1932, comenzó a
alternarse por la vía de Mutiscua. Los recibimientos a los Hermanos se hacían con
gran solemnidad y participación: “Unos 30 jóvenes fueron hasta Mutiscua a caba-
llo para acompañarlo: los demás del Colegio con los miembros de la Consiliatura
(…) fueron en carro hasta los Molinos del Zulia para formar el desfile de honor.
Dicho desfile recorrió la calle Real, pasó por la plaza a las 5 pm.”, registraba un
cronista de la época, refiriéndose a la llegada de un Hermano visitante.

111
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

apenas sí eran comparables con el continuo buen humor de los


viajeros y cuando las cabalgaduras no eran precisamente de lo
más suave ni considerado (…).

Me haría interminable si me propusiera describir una sola de las


noches pasadas en La Concepción (La Cuncia) o en El Cerrito,
al pie del temido páramo de El Almorzadero o en las afueras de
Chitagá, en la posada del señor Montañez, si la memoria quiere
ayudarme. De esta hospedería tengo recuerdos gratísimos por la
situación del inmueble, en el propio corazón de un paisaje que
es todo una fiesta para el espíritu y los sentidos por la amplitud
de sus servicios (no hablo de la comodidad), pues era (o es quizá)
una de esas construcciones a la antigua, que respondía exacta-
mente a eso que soñaron nuestros costumbristas cuando trataban
de acumular romanticismo en torno de una hospedería rural.

Solíamos llegar a este sitio a la caída de la tarde, cuando los arrie-


ros instalaban sus campamentos en pleno camino y en los potre-
ros aledaños, en torno de la casa. Conversando con ellos a la luz
de la fogata aprendí muchas cosas de esas que integran lo que se
ha llamado “filosofía de los caminos” y que no es otra cosa que un
nombre extraño para la dura prosa de la vida (…).

Así era el camino trajinado varias veces en viajes de ida y de regre-


so a Bogotá y las incomodidades y mucho del encanto de éstos,
fueron disminuyendo a medida que la carretera se habría paso en
ambas direcciones por entre peñascales, hondonadas y laderas.
En cuanto a nuestra llegada a Pamplona en enero de 1930, si el
mes no me falla, sería prolijo describir impresiones, reacciones,
temores y esperanzas”86.

86 ALFONSO NORBERTO, Hno. “Cosas del pasado” en El Aguilucho, 1954, pp


99 y siguientes.

112
LAS GUERRAS INTERNAS

El 25 de marzo de 1943 apareció en la prensa regional un


“Memorial de Agravios” firmado por los “elementos más prestan-
tes de la sociedad pamplonesa” en contra de la Consiliatura. El
memorial se quejaba de que la Consiliatura no estaba compuesta
por exalumnos, estaba inspirada en consideraciones políticas, ha-
cía manejos amañados en la contratación de alimentos, despilfa-
rraba los fondos, y calificaba nada menos que de sacrílega la refor-
ma de estatutos establecidos desde los tiempos de Santander. El
asunto quedó zanjado con el apoyo del rector a la Consiliatura,
salvo en el punto de reforma a los estatutos, y la correspondiente
carta conjunta a la Gobernación.La Consiliatura (o Junta Admi-
nistradora del Colegio), que había de estar en el centro de muchos
conflictos, no era de reciente data. Había sido fue creada nada
menos que el 3 de diciembre de 1854.
La dimensión internacional del Colegio quedó patentada con
la visita, el 18 de julio de 1943, del presidente de Venezuela, Ge-
neral Isaías Medina Angarita. Pero mientras la institución proyec-
taba hacia afuera una excelente imagen, por dentro seguían los
conflictos por algunas cuotas de poder que enfrentaron a la recto-
ría con la Consiliatura, pues el secretario general de la Consiliatu-
ra fungía también como Inspector. En ese ambiente caldeado se
produjo el traslado del rector Gonzalo Carlos, al que se opusieron
los estudiantes. El asunto trascendió en la prensa regional, hasta
el punto amenazar con volverse un problema departamental. Fue
necesaria la visita del Directo de Educación Pública para calmar
los ánimos; la situación fue superada con diálogos conciliatorios
entre las partes, pero el conflicto entre la Sindicatura y los HH
CC quedó latente. Otro conflicto se desató algunos pamploneses
contra rectoría y Consiliatura porque presentaban a Lasso de la
Vega y no a Santander como el fundador del Colegio.

113
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Mientras cerca de Berlín, en Postdam, lo vendedores de la Se-


gunda Guerra Mundial se reunían para definir cómo se repartían a
la Alemania Nazi derrotada, en la hacienda Palermo, cerca de Chi-
nácota, en nuevo rector, Hermano Gilberto Fabián y la Consiliatura
hicieron una cumbre para zanjar diferencias, pues la seguidila de
conflictos parecía no tener fin. El gobernador Lamus Girón había
nombrado consiliario a Luis Alejandro Bustos, persona que se había
distinguido por sus posiciones críticas contra la Dirección y que, por
lo tanto, no era de buen recibo. Los meses siguientes fueron unos
de los más críticos para el Colegio. Algunos sectores querían retirar
a los HH CC de la Dirección del Colegio, a veces echando mano a
formalismos burocráticos como que no se había presentado oportu-
no trámite al Contencioso Administrativo. El gobernador resolvió
sustituir a los HH CC por una “misión canadiense” contratada en
Bogotá. Hubo protestas, y luego, en las esferas del Gobierno, con-
sultas, órdenes y contraórdenes, autorizaciones y desautorizaciones
que involucraron al Gobernador, el Ministro y el propio Presidente
Alberto Lleras Camargo, quien finalmente decidió que la Comuni-
dad de los HH CC debía continuar, y punto.
Superada la guerra interna, el Colegio continuó la compra de
las casas adyacentes al local, y más terrenos a Humberto Pucceti.
Para 1948 se graduaban 34 bachilleres. Fue cuando rectoría pro-
puso escoger el mejor alumno del colegio cada año. El número de
estudiantes fue creciendo. Solo en 1959 se presentó un descenso,
atribuido al incremento en el costo de las matrículas.
En 1951, mientras Colombia se involucraba en la guerra de
Corea enviando un batallón de mil soldados a la península asiáti-
ca, en el Departamento estallaba una nueva guerra, esta vez entre
la Dirección del Colegio y el Contralor Departamental. La situa-
ción financiera era la responsable de tanta incertidumbre y con-
flicto, lo que condujo a que los HH CC mismos propusieran la
nacionalización, opción que nunca tendría eco en la Consiliatura.

114
Un nuevo conflicto se presentó en 1953, debido al alza de ma-
trículas en el Colegio, y que contravenía una circular del Gobierno
prohibiendo que las matrículas superara el precio de tres pesos. La
Consiliatura había aprobado que el costo fuera de cuarenta y cinco
pesos. Las quejas llegaron a Cúcuta. El Director de Educación del
Departamento se presentó a pedir cuentas. La Consiliatura le ex-
plicó que el Colegio tenía un régimen especial de autonomía. Sin
embargo, el Gobierno ordenó devolver a los padres de familia los
excedentes. Los términos de la nueva orden eran tajantes, según el
telegrama recibido: “Como el Colegio San José es Departamental
debe ceñirse decreto 979 año pasado. Como concesión especialísi-
ma puede pedir quince pesos concepto matrícula. Por consiguiente
se servirá ordenar a quince corresponda devolución treinta pesos
excedencia (…)”. En ese enfrentamiento, con mensajes de parte y
parte, en el que el Secretario de Educación sostenía que el Cole-
gio era departamental, y la rectoría reclamaba régimen especial, el
asunto terminó en tablas: el Colegio debió bajar las matrículas de
cuarenta y cinco a treinta pesos, devolver los excedentes, pero el
Departamento, a cambio, le compensaba ese dinero al Colegio.
En la rectoría del Hermano Carlos Justino (1961-1964), se
propuso a la Consiliatura, sin éxito, la nacionalización del Cole-
gio. Esto no significaba que los HH CC abandonaran el Colegio,
sino que la dependencia, los fondos y la vinculación de los profe-
sores no dependería del Departamento, sino del Gobierno central.
Para la Consiliatura, esto significaba perder poder y autonomía
para quedar a merced de decisiones tomadas desde Bogotá.
Eran cuatro las fuerzas y protagonistas del continuo conflicto:
la comunidad de los HH CC, la Consiliatura, el Gobierno Depar-
tamental y los padres de familia. Cuando los HH CC anunciaron
su retiro definitivo, fue la Consiliatura la que reaccionó con más
vehemencia. Las demás fuerzas, debilitadas, incluyendo a los mis-
mos HH CC, no reaccionaron.

115
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

UN BUEN COLEGIO

El prestigio del Colegio no obedecía a impresiones subjetivas.


Al menos, era el mejor colegio del país dentro de los regentados
por los HH CC. “En una serie de concursos abierta el año pasa-
do entre todos los establecimientos dirigidos por los Hermanos
en Colombia, nuestro Colegio obtuvo el primer puesto, por un
lujoso superávit de puntos”87, proclamaba el padre Faría en 195.
Pero, además, casi todos los bachilleres del Provincial que pre-
sentaban los temidos exámenes en las universidades, pasaban con
buenas notas; se podría calcular que, durante décadas, el índice de
admitidos podría ser de un noventa a noventa y cinco por cien-
to, contrastado con el cincuenta por ciento, promedio nacional.
“Diez bachilleres presentó el Colegio y los diez fueron aprobados,
y no de cualquier manera: obtuvieron la más alta calificación entre
los diversos establecimientos, y presentan sus composiciones escri-
tas con tanta solidez que todos fueron eximidos en los exámenes
orales”88 proclamaba orgulloso el padre Faría.

LA NUEVA IDEA DE UNIVERSIDAD PARA


EL COLEGIO

En la década de 50 se volvió a reactivar la iniciativa de fundar


la Universidad de Pamplona. El 23 de marzo de 195189, el Dr,
Rafael Azula Barrera, Ministro de Educación, visitó la ciudad para
sopesar estas posibilidades, pero su visita no se tradujo en ningún
adelanto al respecto. Más positivo fue el avance que significaron en
1954 las palabras del Gobernador Gonzalo Rivera Laguado cuando
87 FARÍA. Rafael. “Pamplona de Hoy”, en El Aguilucho, p. 111-112.
88 Idem.
89 La agenda de estas visitas implicaba siempre al Colegio Provincial..

116
le hizo al rector del Colegio, el nombramiento, por adelantado, de
la rectoría de la Universidad del Norte: “como esta [la Universidad]
y el Colegio Provincial deben funcionar estrechamente unidos, le
pido al Hermano Gilberto Fabián se encargue también de la rec-
toría de la Universidad. El Gobierno quiere acertar a toda costa en
esta obra de excepcional importancia para el Departamento”90. El
rector planteó la necesidad de que esa universidad podría comenzar
con facultades intermedias que no existían todavía en el país como
Topografía, Nivelación, Administración Pública, Servicio Social
Femenino, etc.91 Tanta dicha no podía ser cierta. El 7 de mayo cae-
ría el baldado de agua fría desde Roma, donde ordenaban al rector
del Colegio no aceptar la rectoría de la Universidad. Durante años
no se volvería hablar de la Universidad.
“En el año 1876 la Junta Administradora del Colegio San
José solicita facultades al poder ejecutivo para comprar un edi-
ficio para la Universidad de Santander y ofrece gratuiramente al
ciudadano presidente del Estado un local suficiente para albergar
la Universidad y la Escuela Normal de Varones, de Artes y Ofi-
cios”, fue un acuerdo de la época. “Pero la guerra civil iniciada en
el año de 1876 impidió los trámites que hubieran dado a Pam-
plona la gloria de iniciar los estudios universitarios. El gobierno
republicano de la época, no sólo impidió la gestión anterior, sino
que convirtió el colegio en cuartel y hospital de guerra; las fuerzas
gobiernistas violentaron las puertas y cerrduras consumando un
verdadero saqueo de los bienes allí depositados. El claustro y la
hacienda de su propiedad quedaron semidestruídos y el Colegio
debió ser cerrado por cinco años”92

90 Acta 312, tomada de RÍOS, p. 218.


91 Idem.
92 MENDOZA ARAQUE, Luis José. 189 añosde historia del Colegio Provincial
de San José. Pamplona, 2012, s. e.

117
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

La idea de crear una universidad a partir del Colegio, se man-


tuvo latente. Mucho tiempo después, el 22 de marzo de 1952,
el Ministro de Educación Nacional, doctor Rafael Azula Barrera,
visitó Pamplona con el fin de estudiar la posibilidad de fundar una
universidad. El Ministro visitó el Colegio, que le fue presentado
en formación general, visitó las instalaciones, y recibió discursos
de bienvenida. La visita terminó con copa de champaña, como
solían terminar todas las visitas al Colegio por parte de personali-
dades destacadas.
Había voluntad política para afrontar el reto de iniciar una
universidad, pero, como en otros asuntos, “faltaba cinco para el
peso”. Cuando el Hermano Fabian aceptaba, lo desautorizaban de
“arriba”.No cuajó el asunto. Tal vez porque faltaba una voluntad
que pusiera en marcha la universidad, sin espera de aprobaciones
y decretos.
Esa voluntad faltante la encarnaría el padre Faría, que echó a
andar su proyecto como algo personal. El 12 de octubre de 1960
comenzó la Universidad de Pamplona, con las Escuelas de Servi-
cio Social y la Escuela Técnica Superior de Secretariado Bilingüe.
Tres años más tarde la Universidad daría un paso clave en su for-
malización cuando, ya con 84 alumnos en las diferentes faculta-
des, se fundaría la Facultad de Ciencias de la educación con los
departamentos de Psicopedagogía y de Filología e Idiomas”
Mientras el excapellán del Colegio Rafael Faría hacía su
Universidad, el Colegio cumplía otro tipo de labor, en distinta
proyección a la comunidad. Bajo la rectoría del Hermano José
Arturo Penagos (1967-1969). El rector organizaba, con autori-
zación gubernamental, el “curso de capacitación para profesores
de enseñanza media”, con asistencia de 58 profesores de todos los
colegios, motivados por su respectivo ascenso en el escalafón.

118
JUGANDO DE LOCAL: LAS VISITAS

No fue sino hasta 1956 que, en negociación con la alcaldía,


el municipio construyó el muro de 170 metros de longitud que
existe actualmente; a cambio, el Colegio cedió una franja de terre-
no propio para que la Avenida Santander, colindante con el muro,
pudiera ser ampliada a 15 metros de extensión. En ese mismo año,
a la par que se terminaba el año académico, se sembraron 20 mil
árboles. De esa manera el Colegio iba configurando la extensión
y el carácter de su campus. La apariencia definitiva que hoy tiene
el Colegio sólo pudo lograrse en 1958, cuando por fin pudo lo-
grarse la pavimentación de la entrada. Las compras de los terrenos
adyacentes continuó hasta 1965, cuando se logró consolidar una
extensión de 40 hectáreas.
El Colegio, con su flamante nuevo campus, se convertía en
punto de referencia en la ciudad, para cualquier visitante ilustre,
que era recibido con desfiles y con los sonoros bombos y platillos
de la vistosa y sonora banda de guerra, que bajaba hasta la plazue-

119
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

la, y de ahí, por la calle real, hasta el parque, sede del palacio arzo-
bispal y de la alcaldía. Eran los cuatro grandes puntos de referen-
cia, junto con la catedral. En 1957, el presidente visitó la ciudad
y, como no, las instalaciones del nuevo Colegio. El saludo al rector
del Provincial era casi obligado. Los rectores del Colegio eran tan
tenidos en cuenta por la comunidad, que si salían de Pamplona
era a asumir grandes cargos, como el caso del Hermano Fabián.
Salió de la rectoría del Provincial a asumir en Roma el cargo de di-
rector del Instituto Jesus Magiser. Tal vez por eso le habían pedido
que no aceptara la rectoría de la futura Universidad.
Una de las visitas más importantesfue la de agosto de 1962,
dada la importancia y el prestigio de los visitantes: el presidente Al-
berto Lleras Camargo, primer presidente de la alianza entre libera-
les y conservadores, y el Gobernador del Departamento, Eduardo
Cote Lamus, uno de los mejores poetas del momento, y exalumno
del Colegio. La solemnidad con que fueron recibidas estas visitas,
se volvería a repetir en el acto de proclamación de bachilleres, con
asistencia de dos gobernadores venezolanos (Edilberto Escalante,
del Táchira, y Luciano Noguera, de Mérida) y Eduardo Cote La-
mus. El Colegio estaba en una de las etapas de máximo esplendor
internacional, y un buen número de ex alumnos ocupaban impor-
tantes cargos en la administración nacional y departamental.
El año de 1960 había sido de términos redondos: 500 ma-
triculados (cifra récord), de los cuales 300 eran externos y 200
internos. El Colegio se consolidaba en el número de estudiantes,
pero había otros números que no cuadraban, y eran los manejados
por la Sindicatura. Y la Consiliatura. El Colegio se había acostum-
brado a la “buena fe” de la Dirección, cuando era pequeño y las
dificultades eran otras; pero ahora que había crecido, necesitaba
esfuerzos nuevos encaminados a lo que luego se llamaría “gestión”,
y que exigía no sólo transparencia, sino orden y eficacia. La recto-
ría, cansada de lidiar con tantos intereses encontrados, insistía en

120
nacionalizar el plantel, para que fuera la Nación la que asumiera
gastos y presupuestos. Esta posibilidad contaba con la iniciativa
favorable por parte de algunos senadores. Se escuchaban voces a
favor y en contra. Pineda Ropero, consiliario, defendía la autono-
mía del Colegio, lo que, a sus ojos, representaba una ventaja al no
depender estatutariamente de nadie.

EL VIEJO LOCAL Y LA “PRIMAS”

Al local abandonado por el Colegio en la carrera quinta, lo


ocuparon seis Hermanas Terciaria Dominicas, llegadas de Bogotá,
que venían a hacerse cargo de la “sección femenina” del Colegio.
Durante un buen tiempo, el nuevo plantel llevó el nombre de

121
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Colegio San José, Sección Femenina. Luego cambiaría su nombre


por el de Nuestra Señora del Rosario. El crecimiento de la sec-
ción femenina fue lento; en 1945 había 150 alumna matriculadas,
mientras que el Colegio registraba 364.
Las instalaciones modernas comenzaron a construirse en
1958, y el primer bloque entró en funcionamiento en 1960. La
capilla nueva se terminó en 1964. En 1967 se terminó un nuevo
tramo en la edificación. Los cambios más visibles se realizaron en
el costado norte (calle tercera, entre carreras quinta y sexta), con
la construcción de un edificio de varios pisos, que en su tiempo
pudo pasar como el más lujoso de Pamplona.
El costado sur y occidental (la escuadra conformada por la
carrera quinta y calle 4) básicamente conservaron la apariencia del
siglo anterior, pero sin el pórtico original ni los ventanales.

CELEBRACIONES

122
Los primeros veinticinco años del “casamiento” de los HH
CC con el Colegio y con Pamplona se celebraron literalmente
con bombo y platillo, ya que la vistosa banda de guerra el Colegio
se hacía sentir en las calles de Pamplona en cuanta misa, cele-
bración, desfile o Te-Deum hubiera. La mayoría de los jóvenes
soportaba tanta pompa y tanta uniformada y encorbatada porque
era acompañada sabiamente con otro tipo de festejos; en ese caso,
el campeonato de básket “Bodas de Plata”, triangular entre los
equipos Provincial de Pamplona, La Salle de Cúcuta y Caribe de
Bucaramanga.

Otras bodas que celebraron los HH CC con mucho más boa-


to, fueron las bodas de diamante, con asistencia de 25 mil estu-
diantes y ex alumnos. En esta ocasión las bodas se celebraron En
Bogotá, en el Congreso Lasallista. El Colegio se hizo presente con
la modesta representación de dos Hermanos y 23 alumnos. En

123
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

todo caso, reuniones como ésta eran una muestra del gran poder
de convocatoria que tenía la comunidad, y de las posibilidades
de integración y de intercambio. Las inmensas ramificaciones que
había alcanzado el trabajo de la comunidad en Pamplona, quedó
demostrado en el agasajo que tuvieron los doce profesores que hi-
cieron un recorrido por Venezuela. Juvenal Ríos hace un recuento
de las manifestaciones de reconocimiento con que los profesores
fueron recibidos:

Con toda cordialidad fueron recibidos en el Colegio de La Sa-


lle, en San Cristóbal; en los colegios del mismo nombre, en
Barquisimeto, en Puerto Cabello y en Valencia; espléndida-
mente fueron atendidos en La Salle de La Colina, en Caracas, y
por todas partes los antiguos alumnos del Provincial se reunie-
ron para agasajar a sus antiguos profesores. En residencias par-
ticulares y en Círculo Militar de la capital venezolana, fueron
objetos de las más cálidas recepciones por los amigos íntimos
de la Comunidad y por los profesionales que un día cursaron
estudios en este centro cultural de Pamplona93.

En 1966 se celebró el sesquicentenario del Colegio Provin-


cial, que se abrió la noche el sábado 13 de agosto con marcha
de antorchas por las calles de la ciudad, seguida de espectáculos
pirotécnicos en el Estadio, con participación del Batallón García
y los colegios de la ciudad. La Direcciónechó la casa por la venta-
na; la celebración duró nueve días, con una amplia gama de actos
que incluyó festival folclórico, retreta de gala, misa campal, juegos
florales, conciertos, acto cultural con participación de todos los
colegios, revistas de gimnasia, etc. El comandante de la V Brigada,
Álvaro Valencia Tovar, fue invitado a dictar conferencia sobre Los
Comuneros.
93 RÍOS. Op. Cit., pp. 254-255.

124
En esta ocasión, como en otras, se presentaba la revista de
gimnasia, de tradición casi centenaria, y que atraía un abundante
público, para envidia de los demás colegios. El alma de las revistas
era el popular y exigente “Chepe” Flórez, que imponía disciplina
con “su pito lanzado como una bala que pasaba silbando sobre
nuestras cabezas par aponer en ritmo algún gimnasta distraído”.94

VIDAS Y TRAGEDIAS

El 18 de julio de 1952 murió el alumno Gregorio Román


Mendoza “no se sabe cómo cayó de las escaleras violentamente
y sólo sobrevivió algunas horas”.

El 4 de junio de 1961, el alumno César Guerrero Ramón


“se mató” (así se decía entonces) en un accidente ciclístico. En
el sepelio, estuvieron presentes todos los establecimientos de
educación de la ciudad, solidarizados con la familia y el Co-
legio.

Un mártir: Jaime Moure Ramírez

El 8 de junio de 1954, los estudiantes de la Universidad


Nacional salieron a protestar contra el gobierno del general
Gustavo Rojas Pinilla. Fueron reprimidos por la fuerza públi-
ca, lo que hizo que la movilización creciera. Cuando se dirigían
al Cementerio Central, la tropa disparó y mató al Uriel Gutié-
rrez Restrepo, estudiante de filosofía y medicina.

94 MEDOZA. Op. Cit.

125
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Al otro día se le suman a los manifestantes algunos es-


tudiantes de secundaria. Cuando la manifestación pasaba por
pleno centro de Bogotá, le salió al paso el batallón Colombia,
recién llegado de la guerra de Corea. Los soldados disparan
indiscriminadamente contra la masa de estudiantes. Mueren
13 estudiantes, entre ellos Jaime Moure Ramírez, egresado del
Provincial.
En el Aguilucho de ese año apareció, sin firma, y sin nin-
gún detalle de la causa de su muerte (el régimen militar de Ro-
jas Pinilla todavía ejercía el poder), una especie de nota mitad
necrológica mitad remembranza de quién era Jaime. Reprodu-
cimos parte de esas palabras, amanera de semblanza:
“En el laboratorio de la Facultad trabajaba apasionada-
mente. Tal vez se sentía dueño de todas las fuerzas y elementos.
Un tonante Júpiter de escasos un metro con sesenta. Quería
descubrir una fórmula para sacar el aluminio de la arcilla y
jugaba con pinturas fosforecentes. Pasaba una noche en claro
leyendo a Juan Ramón Jiménez y hacía versos. Odiaba todo lo
que fuera innoble, hipócrita e injusto; por eso, como a muchos
otros estudiantes, comunes y corrientes como él, la muerte le
salió al encuentro para apagar sus grandes ojos verdes y para
derribar su gran castillo”.

Homero Luna

En 1968 causó especial conmoción la muerte de Homero


Luna, uno de los estudiantes más populares del Provincial (y
más audaces). Era un atleta realmente temerario. En algunos
recreos alertaba a sus compañeros para que avisara la presencia
de algún Hermano, y procedía a pararse en las manos del canto

126
del último piso. Unos centímetros mal calculados, y Omero
podría caer al vacío y morir. Tal vez en una osadía nueva, fue a
cruzar la Autopista Norte en Bogotá, y murió atropellado por
un carro. Su talante y su semblanza fueron recordados por un
escrito de Juan Manuel Ramírez: “No me acostumbro a verte
como en tu entierro. Me gusta más tu hálito joven que resume
vida. Me quedé con tu alegría sincera lanzada al destino /Tu pe-
cho de atleta y tus espaldas anchas escudan mejor el corazón).
A veces pienso que es mejor morir así con los ojos abiertos a las
estrellas y las manos asidas firmemente a la esperanza”95

Dario Alexander Fernández Díaz

Al cierre de este libro tvimos la infausta noticia de que Da-


río Alexander murió accidentalmente en la piscina del Club
Cordillera, el día viernes 18 de septiembre de 2012 en paseo
organizado para agasajar la Banda de Guerra. Cursaba octavo
grado en el Colegio Privincial.

PAROS Y HUELGAS

La primera huelga de la que se tiene noticia en el siglo XX


en el Colegio se da el 14 y el 15 de julio de 1927. Los alumnos
abandonaron las aulas, al parecer porque no se les otorgó permiso
para asistir a una corrida de toros. La Junta Directiva combinó
la zanahoria y el garrote para afrontar rápidamente la insubordi-
nación: dio un ultimátum para que los alumnos se presentaran

95 RAMÍREZ, Juan Manuel. “Homero Luna Rojas” en El Aguilucho, 1968.

127
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

el 15 de julio a las 2 de la tarde, so pena de expulsión inmediata


y, al mismo tiempo, en el artículo tres de la resolución conmina-
toria, permitía la concurrencia de alumnos a la corrida de toros;
eso sí, de manera “reglamentaria”. En una especie de autocrítica,
la Dirección atribuía los desórdenes a que se habían juntado los
alumnos grandes y pequeños en un solo claustro.
En 1944 hubo huelga por ocho días para rechazar el trasla-
do del rector Gonzalo Carlos; cuatro años más tarde, a finales de
1948, se rumorea que algunos políticos quieren arrebatarles los
HH CC la conducción del Colegio. Los estudiantes, desafiando
las prohibiciones del el estado de sitio, hicieron una manifestación
de apoyo que recorrió las principales calles de la ciudad. La ten-
sión en esos momentos fue fuerte: “la comprensión y la habilidad
de los jefes militares de la Plaza y la acertada intervención de los
auténticos consiliarios pudieron evitar una catástrofe”96 Los estu-
diantes ocuparon el parque con sus libros durante horas.
El propósito del movimiento, según la versión oficial, fue
realizar “huelga contra mandatarios seccionales incomprensivos;
contra consiliarios nombrados ad hoc; huelga que lleva a los estu-
diantes con sus libros a pasar las horas en el parque central a la vis-
ta de la ciudadanía alarmada, única forma objetiva de expresión,
creen ellos, eficaz para triunfar contra la injusticia”. El trece de
octubre, “26 de las más ilustres damas de la ciudad” visitan, pri-
mero al rector y luego al Gobernador del Departamento. Llueven
telegramas y mensajes de todo género al gobierno central.
En julio de 1959, los alumnos, por propia iniciativa organi-
zaron una manifestación contra la Dirección del Colegio por las
calles de Pamplona, para que la ciudadanía se enterara de los con-
flictos generadosen la Consiliatura, por el desorden en el manejo
de cuentas.Al siguiente año, 1960,en mayo, se escucharon voces

96 Colombia vivía una tensión política especial en ese momento.

128
de protesta, por parte del personal interno, por la mala deficiente
preparación de las comidas. Luego hubo, de parte de todos los
estudiantes, nuevas manifestaciones de descontento, esta vez con
el apoyo de un profesor. Los estudiantes pedían el cambio del sín-
dico.
El 12 de agosto de 19XX se tiene noticia del comienzo de una
huelga nacional de estudiantes de secundaria, con participación
casi total de los colegios, protestando contra el año preparatorio
de la Facultad y los exámenes de revisión. El Provincial se man-
tiene al margen. Las razones: “El Colegio y sobre todo las clases
superiores tomaron la resolución inquebrantable de permanecer
al margen del movimiento no porque no simpatizáramos con al-
gunas peticiones de nuestros compañeros, sino porque la seriedad
tradicional del Colegio nos impedía lanzarnos a gritar en las ca-
lles a imitación del estudiantado capitalino y sobre todo porque
no conocíamos a fondo los motivos de la huelga, ya que el estu-
diantado nortesantandereano por circunstancias incomprensibles
y desconocidas no fue invitado a mandar delegación al congreso
estudiantil que entonces se reunía en Bogotá. A los 8 días se ter-
minó la huelga.
En noviembre de 1961 (?), se presentó la más escandalosa
protesta en toda la historia del Colegio, debido a un motivo relati-
vamente banal, como fue el que los profesores hubieran escogido
como mejor alumno de ese año al alumno Juan Manuel Cárdenas,
y no a uno de sexto. Los estudiantes hicieron manifestaciones ai-
radas y ruidosas, elevaron la protesta hasta la misma Gobernación,
y se advirtió el propósito de sabotear la sesión final, que final-
mente fue cancelada. El cuerpo de profesores se dividió: sólo dos
profesores apoyaron la protesta. La elección del mejor alumno se
mantuvo.
Los alumnos tuvieron oportunidad de hacer, por primera vez
un paro conjuntamente con todos los habitantes de Pamplona,

129
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

en el año 1962. Fue el famoso paro cívico del 21 de mayo. Se


solicitaba, por parte de los gobiernos Departamental y Nacional,
una mayor atención para la ciudad, que debía concretarse en reco-
brar el acueducto, extender la frontera comercial hasta Pamplona,
y auxilios para el hotel de turismo. Se lograron acuerdos para el
cumplimiento gradual de estos puntos.

LA VIDA EN EL COLEGIO A MITAD


DEL SIGLO XX

Había tres categorías de alumnos: internos, seminternos y ex-


ternos. Se dictaban, además de los seis cursos de bachillerato, el
quinto año elemental. Había límite de edad para el ingreso: para
quinto elemental, de 11 a 13 años; para primero de bachillerato,
de 12 a 14 años; para segundo, de 13 a 15 años.
Respecto al régimen heredado del siglo anterior, se habían
flexibilizado algunas normas; por ejemplo, los internos, además
de dos horas los domingos, podían recibir visitas en las horas de
recreo entre semana: a las 12:30 y a las 4:30 pm., pero seguían te-
niendo salida en la tarde sólo el primer domingo cada mes, o cada
domingo en que los padres vinieran directamente a sacar sus hijos.
Las clases de mecanografía eran obligatorias en tercer año de
bachillerato. Se debía pagar una mensualidad especial por estas
clases; si los alumnos no traían su propia máquina, el Colegio
ponía a disposición las suyas, pero el alumno debía pagar mensua-
lidad doble.
Seguía la censura con los libros. A los alumnos les estaba pro-
hibido introducir y conservar sin permiso libros, folletos y revistas
“extraños al plan de estudios”. Las causales de expulsión se habían
ampliado: al lado de las habituales (faltas contra la moral y las
buenas costumbres, y la insubordinación contra los superiores)

130
se añadían causales tan vagos e indeterminados como “la pereza
habitual” y “el mal espíritu”. Las faltas cometidas dentro del dor-
mitorio siempre eran consideradas como falta grave.
El nuevo régimen, por primera vez, establecía restricciones a
los profesores: no les estaba permitido aceptar ninguna especie de
regalo de los alumnos o de los padres.
Hacia mitad del siglo XX, los Hermanos estimulaban a los
alumnos mediante distribución de bonos, que se podían acumular
durante la semana, el mes o el año para convertirlos en especies de
“vales” para evitar castigos o malas notas en conducta y discipli-
na, o ganar permisos especiales. Desaparecieron cuando comenzó
el mercado negro de los bonos, comprados por los alumnos más
pudientes y/o indisciplinados, que de esa manera casi literalmente
ganaban indulgencias con avemarías ajenas. También se hacían
concursos (estos sí insobornables) semanales de redacción, orto-
grafía, declamación, lectura, improvisación, canto, mantenimien-
to de cuadernos y mantenimiento de pupitres.

AÑOS 60

El correlato del Provincial en primaria no era la escuela La


Salle, perteneciente a la misma comunidad, y colindante incluso
con el Colegio, sino la escuela privada de Luisa Cortés, célebre por
su disciplina, el internado para niños de primaria, y su vistosísima
banda de guerra. El Colegio estaba ubicado en la esquina de la ca-
rrera tercera con calle sexta, en una casa nueva, de amplios patios
y baldosín en el piso, al estilo de tierra caliente. La vinculación de
la escuela y el Colegio no surgía de la nada: con la directora, Luisa
Cortés, se casaría nada manos que el Hermano Daniel María, que
había sido rector del Colegio más de tres años: de octubre de 1957
a enero de 1961. El hecho, aun en la Pamplona de los años sesenta,

131
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

no era tan escandaloso como era de suponerse: “La comunidad


lasallista desde su fundación en el año 1725 había sido confor-
mada como una congregación de laicos sin votos perpetuos como
ocurre en el sacerdocio católico. Por esta razón muchos Herma-
nos Cristianos colgaban la sotana y se retiraban de la comunidad.
Fue el caso del hermano Daniel María, quien pocos años después
contrajo nupcias con la célebre educadora pamplonesa Doña Lui-
sa Cortés”97, hermana, a su vez, del canónigo Francisco de Paula
Cortés.

SALIDA DE LOS HERMANOS CRISTIANOS

Desde mediados del año 1971 se rumoraba que los HH CC


se ibande Pamplona por falta de por falta de personal. La reacción
de los estudiantes fue más de escepticismo que de alarma. En todo
caso, el retiro del Hermano Martín Mesa, figura emblemática del
Colegio, y su reemplazo por el jovencísimo sanandresano Herma-
no Henry Valbuena, había sido una especie de campanazo que
anunciaba la crisis: los Hermanos estaban echando mano de sus
cuadros más jóvenes para afrontar la crisis de falta de personal en
todo el país. Así lo reconocían en su primera carta a la Consiliatu-
ra: “La comunidad no tiene el personal suficiente para continuar
atendiendo con la responsabilidad que la caracteriza la Dirección
del Colegio San José de Pamplona, centro histórico y de recono-
cida trayectoria. La revisión que hemos hecho de nuestra obra y
de nuestro personal religioso, nos ha llevado a la conclusión de
tener que retirarnos de la Dirección de varios de nuestros centros
educativos”98.

97 MENDOZA. Op. Cit. S. p.


98 El Agullucho, 1971, p. 72 a 75

132
La reacción de la Consiliatura (y de buena parte de los padres
de familia) fue de una airada alarma. Anteriormente habían recibi-
do una visita evaluativa de Bogotá que había hablado de crisis, pero
no se imaginaron que fuera tan grave, ni que, mucho menos, fuera
en serio la determinación de retirarse. “En verdad no habíamos
pensado, ni siquiera imaginado, que para la solución de los proble-
mas internos de la Comunidad relacionados con la escasez de per-
sonal religioso, se mirara hacia Pamplona y se viera en nuestro Co-
legio la única alternativa para ustedes y como única solución para
sus problemas” 99. Los términos de la carta no eran exactamente
de conciliación, sino de reclamo y casi de reproche. Más que un
llamado amable para reconsiderar una decisión, era una exigencia
para que los Hermanos administraran de mejor manera su crisis,
y no adujeran razones inexactas: “Uno de los consiliarios estuvo
muy claro y enérgico al protestar ante usted por haberse tomado
este colegio como solución para sus problemas, existiendo, como
existen, otros colegios y compromisos recientemente adquiridos
por la Comunidad hacia donde deberían dirigirse sus decisiones y
no hacia este Colegio”, y remataban con una exigencia que sonaba
a amonestación: “…teniendo en consecuencia los Hermanos Cris-
tianos una obligación moral e intelectual con tanto o más ahínco,
tenacidad y decisión que la Consiliatura misma”. Otros términos
de la Consiliatura recordaban razones “para que no se tomara a
nuestro Colegio como la única víctima propiciatoria de sus graves
problemas”, y protestaba “una decisión unilateral de ustedes sin
que hubiera mediado la menor causa de nuestra parte”.
En medio de reclamos y llamados, fueron muy aclaratorios
para los pamploneses los términos aclaratorios con que se expresa-
ba públicamente el clero de Pamplona en carta al Visitador de los
HH CC: “Entendemos que la determinación obedece a proble-

99 Idem.

133
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

mas internos de la Comunidad que, casi sin personal para atender


sus propias obras en refuerzo de las mismas abandonaría las que
no le pertenecen”. Conclusión: Los HH CC estaban comprensi-
blemente más interesados en reforzar los Colegios de su comu-
nidad (planteles lasallistas) que sostener aquellos, que, como el
Provincial, eran propiamente suyos.
Adicionalmente, los estrechos vínculos de los estudiantes con
los HH CC, se habían debilitado notablemente. Algo había cam-
biado. Quince o veinte o años antes, la noticia hubiera movilizado
a todo el estudiantado, que tal vez se hubieran movilizado, unidos
a la Consiliatura y a los padres de familia y creado una especie de
movimiento cívico que se hubiera hecho sentir departamental y
nacionalmente, como en otras crisis. Pero en esta ocasión, a decir
verdad, hubo más bien indiferencia. No en vano soplaban aires
de renovación y agitación estudiantil en todo el país, pero a favor
de los cambios, no de la continuidad ni del status quo. Muchos
estudiantes veían en los HH CC una comunidad falta de reno-
vación, no solo en su personal sino en sus métodos. Lo cierto es
que la noticia del retiro no produjo ninguna conmoción entre los
estudiantes, ninguna adhesión a la Consiliatura (la mayoría de los
estudiantes ni siquiera se enteró del cruce de cartas), ningún co-
municado. Era como si, tanto los Hermanos como los estudiantes
de entonces hubieran aceptado que los HH CC había cumplido
cabalmente un ciclo de cuarenta y dos años, y que la situación
exigía nuevas oportunidades.

ÚLTIMOS 40 AÑOS

En enero de 2003 se establece la fusión de colegios escuelas.


Se crea la llamada Institución Educativa Colegio Provincial San
José, hoy compuesta por:

134
Escorial niñas
Escuela Santa Cruz
Escuela La Salle
Concentración Gabriela Mistral
Colegio Universitario Rafael Faría Bermúdez
Colegio Joaquín Faría
Instituto de Bachillerato ISER

IMPACTO EN LOS MEDIOS

En varias ocasiones, el Colegio se ha destacado nacional e


internacionalmente. En el año 2006, por ejemplo, Javier Esteban
González, de 17 años, estudiante de 11 grado, fue el único nor-
tesantandereano en el Congreso Mundial para el Talento de la
Niñez llevado a cabo en Cuenca (Ecuador). Perteneció al grupo
de ocho estudiantes seleccionados entre los concursantes de 32 de-
partamentos. “Nuestra sexualidad: juego de vida”, fue el proyec-
to presentado por González, con la asesoría de la psicóloga Dora
Elvira Rofríguez y el profesor Edgar Yezid Jaimes. El punto de
partida de la investigación giró alrededor de los mensajes y valores
recibidos por los jóvenes del Colegio a través de los medios de co-
municación. En un buen ejemplo de lo que debe ser la proyección
social y su impacto en los medios, cada ocho días se presentaban
los resultados de las encuestas, realizadas por los estudiantes de los
grados 9, 10 y 11.
Los docentes de sociales, por su parte, organizaron el video-ta-
ller “Encuentro de dos mundos. Redescubirmiento 1492- 2006”,
con la popular historiadora Diana Uribe. Luis Humberto Sierra,
coordinador de grupo de investigación, presentaba “La investiga-

135
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

ción pedagógica, un acto de reflexión”,evento con ponencias de


los docentes-investigadores del Colegio, en diferentes áreas.
En octubre de 2008,los estudiantes Franklin Esteban Guerre-
ro y Ederly García participaron en la final de la “Operación Éxito”,
que se realizó en el teatro La Castellana, de Bogotá, organizado
por el Ministerio de Educación. Los dos estudiantes fueron, por
sus altos puntajes obtenidos en el concurso donde participaron
3.500 estudiantes de todo el país, los encargados de representar al
Departamento Norte de Santander en esta final.

RECONOCIMIENTOS Y CONDECORACIONES

El 28 de enero de 1973, el Presidente de la República Misael


Pastrana Borrero le otorgó al Colegio la Orden de Boyacá en la
modalidad condecorativa “Cruz de Plata”.

136
137
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

EL PROVINCIAL EN LOS ÚLTIMOS


CINCUENTA AÑOS (1972-2012)

Por: ????????????????????

1972: Se integra el Colegio Rafael Afanador y Cadena con su


cuerpo docente, administrativo y alumnos al colegio Provin-
cial por un año.
La comunidad de los Hermanos cristianos que dirigía la insti-
tución, entregaron la administración del colegio a la nación,
después de 42 años, siendo su último rector el Hermano Joset
Martín 1969 – 1972 último hermano rector, fallecido el mar-
tes 12 de marzo de 2013, en Bogotá, iniciándose una nueva
etapa educativa en el colegio San José.
1973: Fue nombrado como primer rector laico al Doctor Cesar
Castellanos Mora, quien dirigió los destinos del colegio hasta
1975.
1976-1979: Rector del establecimiento el Magister Samuel Bene-
dicto Gélvez.
1980-1984: Rector el licenciado Raúl Rivera Vargas.
1985-1991: Rector Licenciado Galiano Villalobos, se firman
convenios de cooperación con la Universidad de Pamplona
(1990).
1992: Rector Licenciado Numael Cano Tamayo.
1993-1998: Primera administración como Rector el Magister
Guillermo Alfonso Acevedo Vargas, se realizaran las siguien-
tes obras:
• Construcción del Centro “CREM” clasificado entre los tres
mejores del país (1995).

138
• Pavimentación total de las vías internas de todo el colegio
(1996).
• Arreglo total del tercer bloque que estaba en ruinas y abando-
nado (1996).
• Rehabilitación total de la cafetería.
• Construcción del sauna y 2 salones adicionales.

EL NUEVO MILENIO
1998-2002: Administración bajo la rectoría del Especialista Víc-
tor Manuel Badillo Martínez. Los logros alcanzados durante
estos cinco años de su administración con la colaboración del
Ministerio de Educación Nacional, la Alcaldía Municipal y
los recursos de la Institución pudieron hacer realidad estos
anhelos de la comunidad educativa:
• Cerramiento de la cancha de fútbol y la planta física, que per-
mitió darle mayor seguridad a toda la infraestructura del Co-
legio.
• Adecuación y dotación del Aula de Informática Lasso de la
Vega, 1 servidor 30 computadores con sus mobiliarios, todos
conectados a Internet.
• Construcción de batería de baños nuevos para los alumnos.
• Adecuación de la cafetería de los alumnos con restauración de
un bloque de la planta física de la Institución.
• Dotación a la Oficina de Recursos Impresos con una Duplica-
dora, fotocopiadora, impresora y Fax.
• Compra de planta de sonido con sus respectivos bafles.
• Dotación a todas las oficinas de computadores e impresoras.
• Consecución de una camioneta donada por Ecopetrol.
• Aumento de cobertura a 2800 alumnos con todas las sedes y
sección nocturna.

139
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

2003: Rectoría en calidad de encargado del Magister Eduardo


Rodríguez Escobar, según Decreto 0128 de enero la Secre-
taria de Educación establece la fusión de colegios y escuelas,
quedando la institución constituida así: Escorial de Niñas,
Santa Cruz, Escuela la Salle, Concentración Gabriela Mistral,
Colegio Universitario José Rafael Faría Bermúdez y el Cole-
gio Joaquín Faría, adscritos a la sede Central Colegio Pro-
vincial San José. Posteriormente se recibió el bachillerato del
ISER.
2003-2013: Rector Magister Guillermo Alfonso Acevedo Vargas.
• Se continúa el proceso de fusión de establecimientos educati-
vos (2009).
• Recuperación y adecuación de espacios para el salón de mo-
distería, mecanografía y su respectiva dotación (2003).
• Construcción del segundo acceso a la Institución y adoquina-
das (2005).
• Construcción de la sala inteligente “Fernando Velandia” y su
respectiva dotación (2006).
• Institucionalización del Festival de Danza Moderna, Sede José
Rafael Faría Bermúdez (2003).
• Adaptación de la Sala Fundadores, “Hermano Daniel Figue-
roa” (2006).
• Construcción patio alterno frente a la cafetería (2006).
• Adecuación y dotación de la Sala Santanderina (2006).
• Recuperación de la Revista “El Aguilucho”.
• Celebración de los 190 años de la fundación del colegio, con
la presencia del General (r) Álvaro Valencia Tovar, quien
atendió la invitación del señor Rector. El General dictó sen-
das conferencias sobre la vida y obra del General Francisco

140
de Paula Santander y Omaña como uno de los hombres más
sobresalientes de este país, padre de la educación colombiana,
fundador de los colegios santanderinos. En el marco de estas
celebraciones, también se hizo honor y mérito a la Institución
a través de condecoraciones por el Congreso de la República.
Se realizaron actos culturales, cívicos y religiosos (2006).
• Habilitación total y puesta en marcha del servicio de cafetería
(2008) y del restaurante de la sede central.
• Construcción cancha de baloncesto, adjunta a la de microfút-
bol (2010).
• Instalación de la Sociedad Académica Santanderista de Co-
lombia, Capítulo Pamplona “SASCOP” evento realizado el
2 de julio del año 2010, en el marco de la celebración del Bi-
centenario de la Independencia de Pamplona; acto celebrado
en el Club del Comercio con la presencia de la doctora Ceci-
lia Fernández Pallini, descendiente en cuarta generación del
General Santander y presidenta de la Sociedad Santanderista
de Colombia. Asistieron a dicho acto el señor Klaus Faber
Mogollón Alcalde de Pamplona, además de personalidades
de la sociedad Santanderista, directivos, administrativos y do-
centes del Colegio Provincial.
• Participación en los actos llevados a cabo con motivo del Bi-
centenario de la Independencia de Colombia (2010)
• Remodelación de los servicios sanitarios, sede Gabriela Mis-
tral (2011).
• Remodelación de la Sede José Rafael Faría Bermúdez (2011).
• Se retomó la publicación de la revista: “El Aguilucho”, con
notas especiales sobre las actividades propias de la Institución
(2011).
• Institucionalización del día Santanderino, 6 de mayo (2011).

141
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

• Organización y realización de actividades especiales con mo-


tivo de la Fundación de Pamplona: Carnaval de la Alegría,
Acto Académico, Ofrenda Floral, Santa Misa y Gran Desfile
de Carrozas.(2011)
• Organización y realización de Carrozas Monumentales para
el desfile central en el marco de las fiestas del 4 de julio año
2102
• Adecuación cancha de microfútbol de la sede Santa Cruz, re-
construcción de patios y baños (2013).
• Reconstrucción total del sistema eléctrico, sede La Salle
(2013).
• Firma de Convenios de Articulación con el Instituto Superior
de Educación Rural ISER para alumnos con los grados déci-
mos y undécimos (2013).
• Ratificación de convenios de articulación con el ISER y con-
venios de Cooperación con la Universidad de Pamplona
(2013).

En la actualidad, el colegio ofrece la tecnología de punta en


informática, medios de comunicación, campos deportivos, pro-
gramas de investigación, formación micro empresarial, primaria,
emprenderismo, ofrece en cada sede una excelente perspectiva
proyectada a la modernidad, como lo prueba, la selección de sus
estudiantes a concursos nacionales, becas de Ecopetrol, y alto ín-
dice de resultados en Pruebas Saber.
Según el actual Rector, hoy se ofrecen los mejores servicios
educativos de la ciudad, pues su planta de profesores, cuenta con
toda la diversidad de áreas del conocimiento, apoyada en la tec-
nología para el desarrollo de las ciencias naturales, humanísticas,
las artes y los idiomas; su banda de Marchas, el teatro, los grupos
de danzas, los eventos deportivos, la revista El Aguilucho de edi-

142
ción departamental, los Proyectos de Investigación apoyados por
Colciencias-Ondas, y, en fin, los diferentes programas de interés
como el medio ambiental, el Proyecto de Vida, la Educación para
la Democracia, que son materia de enseñanza, unidos a la promo-
ción de los valores cristianos con la eucaristía de los domingos en
comunidad, hacen que estudiantes, padres de familia, maestros,
directivos y personal administrativo den testimonio de afianza-
miento en espiritualidad y el compromiso por ofrecer formación
integral de calidad.

143
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

144
SEGUNDA PARTE
Testimonios, entrevistas, biografías

DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS


Crónica 145
del Colegio San José del Provincial de Pamplona, 200 años
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

146
TESTIMONIOS

JUAN JOSÉ MENDOZA VEGA100


Mejor bachiller 1951

6 de febrero de 1951
El mismo espectáculo de siempre; seis años llevo presencián-
dolo en las aulas del San José, y sólo han cambiado las facciones
de los protagonistas. Desde la mañana se ven llegar los internos,
tímidos y azorados los nuevos, bullangueros los antiguos como
pericos recién salidos de retiro en silencio; arregladas las camas y
posesionados del sitio, bajan al patio, para comentar los “viejos”
la “gozadera” de vacaciones y los osibles cambios del profesorado,
mientras los nuevos lo miran todo con las pupilas escondidas tras
los recuerdos hogareños (…).
Empiezan las suposiciones:
– Yo creo que al Hermano Federico no lo cambian…
– Ni riesgo. Yo lo alcancé a ver hace un rato
– ¿Y quién será el titular?
– Mañana lo sabremos

100 Este diario apareció publicado en ocho páginas de la revista El Aguilucho de


1951. Henos editado algunos fragmentos.

147
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

7 de febrero
El externado se presenta a las 6:30 am. Para comenzar el curso
con el Santo Sacrificio. Aun no se extinguen en el oído el rumor
de los rezos, cuando las cuatro campanada de costumbre nos indi-
can que el periodo escolar de 1951 acaba de iniciarse…; salvo los
cambios anunciados por el Hermano Pedro, y la llegada del doctor
Rangel como profesor seglar, todo sigue en el mismo estado…

15 de febrero
El claustro está silencioso…Por los corredores, sonras ágiles
pasan calladamente a la capilla, al comedor, al pario; las postri-
merías tallan escenas tremendas en las mentes, al golpe de las plá-
ticas… Estamos en Retiro Espiritual…Así pasamos dos días de
recogimiento.

25 de febrero
Mucha falla nos estaba haciendo un proyector y un salón de
cine que viniera a juntarse con los billares y el café del Hermano
Prefecto; gracias a la actividad desplegada por los superiores, esta
tarde hemos asistido a la primera función con Saludos, amigos de
Walt Disney. En Sexto, la curiosidad se aglomera en torno a Ig-
nacio Burgos, español de cepa que viene a terminar el curso con
nosotros.

2 de marzo
El mes de nuestro santo patrono ha comenzado, trayendo
una serie de sustos en la repartición de notas y la magnífica noticia
de que será realidad el puente del primer viernes, que permitirá a
los internos que vivan cerca visitar a sus familias, y a los externos
dormir largo y tendido en la mañana del sábado.

148
11 de abril
Hoy sí que nos levantamos estruendosamente. Los cohetes o
voladores formaron a las seis de la mañana una batalla de bombas
atómicas, provocando la carrera de algunos asustadizos.
Comulgamos a las 6:35 am. Oímos a las 8 la santa misa so-
lemne, y salimos a ver filigranas futboleras. El equipo Provincial
se coloca sobre la cancha y obitiene una victoria rotunda sobre la
Normal, por la “ligera” diferencia de 7 goles a uno.
Luego entramos al salón de actos adonde nos acompañan
nuestras “estimadas” primas del Rosario y el Colegio de la Pre-
sentación…La murga pone a bailar …nuestra imaginación con
música folclórica; un tamal humano declama “A un tamal”.
A las siete de la noche el quinteto del Provincial vence a la
Normal por 63 a 29.

31 de mayo
La gruta se engalana con miles de antorchas y bombillas de
colores; a las 6y 45 de la noche nos dirigimos allí para colocar
nuestros corazones a pie de María.

1 de junio
El primer viernes más temible: los resultados del trimestre
son leídos, clase por clase; pasado el turno, agradecemos a Dios el
éxito, le pedimos remedio para los descalabros, ya trabajar se ha
dicho! Aquí no hay tiempo ni lugar para los remolones!

24 de junio
Mucho se habló de nuestros proyectos de bazar, pero parece
que nos varamos ahí. En cambio, hoy tuvo lugar un festival cívico,

149
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

una “karmesse” a favor del arreglo de las calles; mucha animación


en los tres kioscos, alegría por todas partes, y un saldo de dinero
que servirá para empezar a modernizar las calles de nuestra Bru-
mosa.

31 de junio
Viajamos el 29 rumbo a la acogedora Bucaramanga … el via-
je es magnífico… Llegamos al Instituto Dámaso Zapata, adonde
se nos atiende lo mejor que es posible en las circunstancias. Ju-
gamos basketball y fútball contra el Colegio San Pedro Claver, y
sea por la causa que sea somos derrotados en franca lid. El drama,
presentado por cuarta vez en este año, parece haber salido bastante
bien. Hoy domingo, aunque hubiéramos querido quedarnos más,
la disciplina nos vuelve a traer a nuestros lares.

16 de julio
Se celebra hoy la fiesta de Nuestra Señora del Carmen. El ba-
zar tiene lugar en los dos días que anteceden la fiesta, y el mismo
lunes nos preparamos a asistir a una procesión que promete ser la
más brillante de año, cuando … la lluvia, la bendita lluvia, que
no puede ver que el Colegio se pone su pantalón blanco, porque
inmediatamente lanza airada sus goternoes sobre la ciudad …

20 de julio
Cinco de la madrugada. Frío. Y en medio del frío la mucha-
chada del Colegio se dirige a Cúcuta para desfilar ante el señor
Gobernador del Departamento. Llegamos, presenciamos la entra-
da de los ciclistas de la prueba Pamplona- Cúcuta, y a las cuatro de
la tarde nos presentamos en riguroso uniforme de parada. Tambo-
res que marcan el paso, Clarines de guerra, varoniles, cerrando su
“cálido coro”, alrededor de nuestras banderas. Y en medio de los

150
aplausos, la juventud gallarda que desfila. Y como epílogo magní-
fico para nosotros, vacaciones!

ORLANDO VILLAMIZAR

Comienzos de clases

Miércoles, 5 de febrero de 1964


Una vez en clase el Hno. Francisco despachó las formalidades
y, sin más, nos dictó la primera clase de literatura; esto, y el trato
jovial pero correcto que, desde por la mañana, estableció con no-
sotros, le bastó para darnos una idea de su personalidad: juventud,
dinamismo, laboriosidad y mucha simpatía. El profesor Carvajal
también llegó con ganas de “entrar en materia” desde la puerta,
por lo que no acababa de entrar cuando ya nos estaba “echando”
la primera clase de inglés. A la tercera hora tuvimos tiempo libre
y pudimos “cambiar impresiones”. O sea que el salón se volvió
un mercado. Me tocó, como compañero de puesto, a Pedro Páez,
que lo había sido durante 1961 y mitad de 1962. En horas de la
tarde empezó lo feo: religión. Menos mal que enseguida “entrena-
mos” anatomía con el Dr. Mario Bernat, “graduado en medicina
y cirugía en la universidad de Madrid”. Nos dejó ver que es un
profesor práctico cien por cien “si venimos a aprender anatomía,
vamos a aprender anatomía, pero no de memoria sino mirando y
tocando”. Al oír esto, supongo que todos pensamos en un cuerpo
femenino. No pudimos recibir la primera clase de álgebra de par-
te del profesor Chávez, pues habían cerrado el salón y luego no
se pudo conseguir la llave. La verdad. Es que nadie se afanó por
encontrarla.

151
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Conversando con el el Doctor Bernat, supe que había sido alum-


no del histólogo español Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de
medicina en 1906.

Consejos a los profesores

Martes 2 de junio
No estudié hoy una lección de inglés para mañana, pues ni
siquiera tenemos idea de la pronunciación inglesa. El profesor es
una eminencia, pero su método de enseñanza, pésimo.

Miércoles, 3 de junio
Durante toda la clase de inglés, estuve distraído y ocupado
en otras cuestiones. En estas clases nadie aprende nada. La culpa
la tiene el texto (malísimo) y el profesor, que sabe mucho pero no
enseña. Páez lleva 9 años estudiando y aprendiendo inglés (desde
kínder): no sabe más de 30 palabras; no sabe construir una frase
sencilla correctamente; no entiende mayor cosa de verbos ni de
gramática. Yo estoy en el mismo caso y, aún, peor.

Conflictos y traslados

Miércoles, 10 de junio
Hoy estuvimos en la clase de “huelga”; el motivo era un con-
flicto con el profesor de álgebra, Sr. Camilo Chávez, por su modo
de dictar la clase, por su constante mal humor y otros motivos. Esta
mañana fue una comisión del curso y le expuso al Hermano Di-
rector Carlos Justino, el problema. Luego, el Hermano Francisco
nos alentó y apoyó en la empresa de pedir un cambio de profesor.
Fracasamos. El profesor conservó su puesto y nosotros perdimos
los esfuerzos. Para mí, el asunto fue más divertido que serio…

152
Lunes, 15 de junio
Recibimos, esta mañana, una dolorosa noticia: el Herma-
no Francisco León, nuestro titular, fue trasladado. La noticia fue
aplastante. instintivamente nos olió a represalia. Para que diéra-
mos crédito a la noticia, leyó un telegrama que recibió ayer de Bo-
gotá, en que lo citan allá para “recibir órdenes”. El telegrama fue
leído por el propio Hermano, después de misa, cuando nos llamó
al salón para entregar unos libros que le habían encargado Perico
y Homero, y para despedirse. Para todos, la novedad fue lamenta-
ble y triste; Era buen amigo, buen profesor. Todos estrechamos su
mano y le dimos las gracias. Me aguanté las ganas de llorar. Quien
solicitó el traslado fue el Hermano Director, posiblemente herido
por la solidaridad del Hermano Francisco con nosotros frente al
profesor Chávez. Mañana pensamos enviar a Bogotá una carta
protestando formalmente contra la maniobra.

Martes, 16 de junio
Los muchachos anduvieron todo el día con corbata negra en
señal de pena por el traslado del Hermano Francisco.

Los paseos

Viernes 12 de junio de 1964


Nos concedieron “tarde deportiva”. Algunos preferimos ca-
minata mientras otros se dedicaron a organizar un partido de fút-
bol. El Hno. Francisco nos organizó la caminata. Salimos 15. El
lugar señalado para meta de la excursión fue “Fontibón”, hermosa
llanura a 11 kilómetros de la ciudad, por la carretera central que
va a Bogotá. El paseo se inició a las dos de la tarde: salimos del
Colegio y a los minutos estábamos subiendo penosamente el ca-
mino de los Garabatos”. Fue agotador el ascenso por la rapidez

153
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

con que lo hicimos. Luego de otra cuesta y una cantidad enorme


de vericuetos llegamos a una casita situada en una colina, en la que
descansamos aproximadamente 20 minutos. El grupo llegó divi-
dido: primero el Hno. Y cinco de los nuestros; después Perico y el
resto. De esta primera escala, nos adelantamos seis. Por fin, cerca
de las 4 de la tarde avistamos la llanura y la carretera. En una mi-
crotienda que hay en la alcabala y en donde se bifurca la carretera
que va a La Bateca y Toledo, tomamos algunos refrescos y algunas
colaciones. El resto de excursionistas llegó al lugar como media
hora después. El Hno. Estaba con la idea de “pescar” en una toma
aledaña. Sierra mató un pájaro. A las 5,10 emprendimos el regre-
so. Nuevamente nos dividimos: en el grupo de vanguardia iba yo.
El segundo lo componían tres compañeros y el último, aquellos
que llegaron tarde a la casa de la colina. La marcha la hicimos por
carretera. Al unírsenos los segundos, iniciamos un trote, cantando
y gritándonos. Poco a poco se fue diseminando el conjunto: unos
tomaron la delantera, otros le siguieron; Caicedo, Jaimes, Perico y
yo nos quedamos rezagados, pues ya teníamos los pies realmente
molidos: debido a esto nos sorprendió la noche todavía lejos de
Pamplona. Llegamos “muertos” a Pamplona después de las 7 pm.
Lo que si lamentamos fue que no fuimos los últimos, pues dos de
nosotros se quedaron muy atrás y llegaron más tarde. A la llegada
a casa, mi papá me tenía una sorpresa: había comprado para mí
varios libros de Salvat por $633!!.

La muerte y el entierro de Eduardo Cote Lamus

Lunes 3 de agosto de 1964


Son las ocho y media de la noche. Acabo de escuchar por Radio
Pamplona parte de la multitud de mensajes y mociones de pésame
y dolor provenientes de las más diversas instituciones, autoridades

154
y personas, con motivo de la trágica muerte del gobernador Eduar-
do Cote Lamus, oriundo de Pamplona: pereció casi instantánea-
mente esta madrugada, al estrellarse el carro en que viajaba de aquí
a Cúcuta. Esta mañana supe la noticia. A las 10, el hermano direc-
tor nos complementó la información; no tendremos clase mañana,
ni posiblemente el miércoles, pues fueron decretados tres días de
duelo en la ciudad con supresión de clases en los establecimientos
docentes. La noticia ha causado conmoción. El cadáver del poe-
ta, luego de algunas ceremonias, fue traído a Pamplona. Todos los
planteles recibieron, aproximadamente a las 7:45 pm., los restos
del gobernador. De Bucaramanga vino una banda de guerra de un
colegio femenino que estuvo participando en el solemne recibi-
miento. Con Perico, después del recibimiento, fuimos a la alcaldía
donde fue arreglado elegantemente un salón para la exposición del
cadáver mañana. La exposición del cadáver será a las 11 am.

Martes, 4 de agosto
A las 11 am., todos los colegios estábamos haciendo calle de
honor al cortejo fúnebre, que salió de la catedral dos horas des-
pués: a la 1 pm., luego de los oficios correspondientes celebrados
por el obispo de Ocaña, Sarmiento Peralta. Hubo asistencia de
una enorme cantidad de personalidades del gobierno.
Cuando llegué a casa, a las 2 pm., encontré a papá borracho.
Al rato me dirigí al Humilladero, donde pude escuchar, con Pe-
rico, la mayor parte de los discursos de despedida: el del ministro
de gobierno, el del senador Caicedo Ayerbe, el de un compañero
de estudios, y otros personajes. A las 3 de la tarde, todo estaba
concluido.
La muerte de un individuo destruye, muchas veces, el odio y
la antipatía de sus enemigos. Esto me acaba de suceder a mí. La
muerte de Cote Lamus despertó en mí, por su persona, respeto,

155
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

admiración (y hasta cariño!) que jamás le tuve mientras existió.


Algo igual me había sucedido con Simón Bolívar: no es para mí
el hombre dios que muchos pretenden. Pero la lectura de “sus úl-
timos días y su última enfermedad” escritos por el Dr. Alejandro
Próspero Revérend, ha hecho comprender mejor al Libertador y
sus ideales.

El sucesivo pasajero frustrado de la muerte que, tal vez, fue


Orlando Villamizar, tuvo tres talismanes máximos que, por lo
menos, cinco veces le hicieron llegar tarde
para el viaje definitivo: la ilusión de la mu-
jer, el cine y la escritura. Leyendo, como él,
las páginas de este Diario en el que trans-
formó su vida, es posible sentirlo, y hasta
dan ganas de acompañarlo, oponiéndole a
las ondas de las mil y una turbulencias y a
las circunstancias de una sociedad criminal
y egoísta, el salvavidas de un bolígrafo aga-
rrado apasionadamente.

JUAN MANUEL RAMÍREZ


Escritor

Uno de los recuerdos más vivos que tengo del Colegio Pro-
vincial es la emoción que nos causaba escuchar la Marcha Triunfal
de la Opera Aída por los enormes parlantes instalados en diversos
sitios, porque era el anuncio de que habíamos ganado la competen-
cia deportiva que se disputaba aquel día. El hermano Gabriel, que
era el encargado de la música y las transmisiones del plantel, había
tomado aquel himno como el emblema de la victoria. Siempre que
oigo esta marcha recuerdo los días gloriosos del bachillerato.

156
Cuando trato de hacer una evaluación de lo que recibí de
nuestro colegio, lo que más valoro es el sentido del pundonor que
nos inculcaron los profesores de esa época llena de novedades para
nuestras mentes ingenuas. Nos enorgullecían los buenos deportis-
tas que luchaban denodadamente los campeonatos escolares. En
los desfiles de las fiestas patrias, la banda del Provincial tenía que
ser la mejor. Las revistas de gimnasia que preparaba el profesor
Chepe Flórez eran un espectáculo difícil de igualar, y los actos
literarios y las sesiones solemnes eran sobrios, serios, interesantes.
Nos resultaba apenas natural que existiera un gran estadio de
fútbol para los encuentros oficiales, y numerosas canchas cortas
para los recreos de clase en los que siempre estábamos en com-
petencia. La cancha de basquetbol era la mejor de la ciudad y,
enmarcada por los corredores del segundo y del tercer piso consti-
tuía un soberbio escenario que se repletaba de estudiantes de toda
Pamplona cuando se jugaban los grandes partidos. El Colegio Pro-
vincial era el mejor y nosotros teníamos que ser los mejores. Las
jovencitas de toda la ciudad también se enorgullecían de nosotros,
que llevábamos vanidosamente en la solapa el escudo del colegio.
Hablo de una época en la que Colombia era demasiado ru-
ral y apenas se entreabrían las puertas del desarrollo que hoy ha
alcanzado. Había, entonces, una pobreza general, y el Estado era
un modesto aparato que apenas podía cubrir, a medias, los ser-
vicios más elementales de la sociedad. Por eso es tan destacable
lo que significaba el Colegio Provincial, dueño de unas soberbias
instalaciones que acogían a estudiantes de Colombia y Venezuela
venidos de muchas poblaciones, porque Pamplona era una de las
pocas que ofrecían educación secundaria y universitaria de buena
calidad.
El colegio tenía establecidos diversos actos para hacer conme-
moraciones y reconocimientos. Es el caso de la Izada de Banderas
de los primeros sábados de cada mes, en la que se rendía culto a los

157
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

pabellones y a los himnos de Colombia y Venezuela, y se exaltaba


a los mejores alumnos de cada curso por su rendimiento académi-
co y su comportamiento general.
Los profesores, casi en su totalidad, eran maestros por voca-
ción. Y, si puede criticarse a algunos por no tener una sobresalien-
te preparación intelectual, todos cumplían la labor de formación
de los alumnos, orientada por la comunidad de los Hermanos de
La Salle. El Colegio de aquellos años no era solamente un trans-
misor de conocimientos sino, principalmente, un formador de
voluntades.
Son bastantes los profesores inolvidables para aquella mucha-
chada que se asomaba, llena de ilusiones, a la vida. Entre ellos
recuerdo a uno por su personalidad singular y por algunos episo-
dios insólitos. Se apodaba Peparro, que era la dirección telegráfica
de su nombre, Pedro Pablo Rodríguez. De figura desgarbada, un
poco rechoncho y con estrabismo en uno de sus ojos, llegó como
titular de cuarto de bachillerato a dictarnos la primera clase de
anatomía, con algunas advertencias. Puso su viejo maletín sobre el
escritorio del profesor y afirmó: Hoy empezamos el curso, y varios
de ustedes van a perder la materia. Pero, a mí no me van a asustar
con sus papás, por bravos que sean. Aquí traigo –dijo señalando el
maletín– un arma para defenderme del que quiera amenazarme.
La verdad es que allí sólo guardaba los cuadernos en los que pre-
paraba sus clases.
Peparro era un hombre inteligente, capaz de dictar casi cual-
quier materia y, aunque no le ayudaba mucho su figura, era un
maestro sobresaliente. Cuando enseñaba alguna asignatura que no
era de su especialidad, decía que iba a aprenderla simultáneamen-
te con los alumnos. Y puedo asegurar que era el más aventajado
de los aprendices.
Durante los exámenes escritos, Rodríguez se encaramaba en
el borde de alguna ventana, y durante toda la prueba lanzaba frases

158
que causaban miedo o hilaridad: “El que ríe de último ríe mejor”
aullaba desde la ventana. O, “ahora sí quiero ver a los que se bur-
laban del Peparro”. Y, cuando creía que algún estudiante estaba
haciendo trampa, gritaba “¡quieto, fulano, allá voy a agarrarlo con
las manos en la maza” y pasando sobre los pupitres de los alumnos
llegaba hasta el puesto del sospechoso.
Peparro se jubiló después de muchísimos años de docencia,
y llegó a vivir a Chinácota, su pueblo natal. Con la ayuda de uno
de sus discípulos que era gerente de un banco logró adquirir un
pequeño crédito con el que compró una parcela en la que fue feliz
hasta su muerte. Murió como había vivido, con modestia pero
pulcramente; con apenas lo suficiente para subsistir pero a paz y
salvo con los suyos, sus amigos y sus acreedores. Es un ejemplo
para maestros y estudiantes porque actuó siempre con absoluta
honestidad, y ganó el sustento con su trabajo que cumplió cabal-
mente hasta el final de sus días.
En el Provincial se hacían frecuentes concursos bien fuera de
matemáticas, ortografía o geografía y no sé cuantas materias más,
para estimular, también, la sana competencia entre el alumnado.
Alguna vez, el Hermano Daniel María, a la sazón el rector del
colegio, programó un concurso de limpieza y ofreció varios pre-
mios para los cursos que mejor aseo mostraran durante la semana
del evento. De inmediato, en todos los salones comenzó una febril
actividad para barrer, limpiar vidrios, ordenar los pupitres y des-
manchar los pizarrones. En el salón del cuarto grado todo quedó
impecable y esperábamos afuera la llegada del hermano rector que
estaba inspeccionando los distintos cursos. Pero, cuando entra-
mos orgullosos detrás del director, con asombro vimos que todo
el piso estaba lleno de papeles arrugados. Era inconcebible que,
precisamente en la semana del aseo, nuestro salón estuviera más
desordenado que de costumbre, y empezó un severo interrogato-
rio para descubrir quiénes habían sido los causantes de tamaña

159
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

afrenta. Se amenazó con decretar matrícula condicional a todos


los estudiantes si no aparecían los culpables. Por fin, Maldonado
alzó la mano y dijo, “Hermano, yo fui pero sin culpa”. ¿”Cómo”?,
le preguntó el rector. “Es que yo estaba recogiendo los papeles,
pero por el afán de acabar se me iban cayendo sin darme cuenta”.
“Bueno” -le dijo- “demuéstremelo”. Por más esfuerzos que hizo
Maldonado para desparramar los papeles desde los bolsillos don-
de los metía, le fue imposible convencer al superior. Ese día, en
medio de las carcajadas de sus compañeros, recibió el anuncio de
un severo castigo.
Con los años he llegado a apreciar mejor aquellas enseñanzas
que nos indican que debemos cumplir unas normas de conviven-
cia, esforzarnos para mejorar y competir dentro del respeto por
los demás. Es posible que no hubiéramos logrado aprender todo
lo que necesitamos saber, pero estoy seguro de que en el fondo del
alma hay unas guías indelebles que apuntan hacia el bien.

GUSTAVO CASTELLANOS
Ex alumno

Hacer memoria del paso por el Colegio, trae episodios car-


gados de nostalgia. Hacemos un alto y nos encontramos con el
Salón Azul, los baños en la piscina, el trampolín…. Eran tiempos
de la cometa, cuando no se tenían tantas debilidades y no pue-
do recordar datos de compañero alguno que se enfermaran por
la fría temperatura del agua…, las mesas de billar que permitían
compartir momentos gratos y donde le oí decir a un defensor de
ese juego, cuya esencia consiste en dar infinidad de vueltas a una
mesa, que expresaba a la crítica fácil de esa labor, el cual comen-
taba con la propiedad y seguridad de su labor manifestar en voz
alta para amparar a todos los que jugaban, que ese juego era “

160
pura geometría plana aplicada”. Por Dios, ese comentario quedó
tatuado en mi memoria, porque llegar a ese grado de solvencia
académica, sin duda requerida mucha preparación. Hoy lo cito
y no lo cuestiono, confesando que aún no he podido resolver la
esencia y contundencia de esa severa afirmación.
Sobre la misma época, pero ya centrándonos en la promoción
del año de 1963 , es deber traer a colación algo de las esas rígidas
condiciones de entrega y proyección académica. Por entonces el
hombre no había llegado a la luna, la señal de televisión aún no
la habían extendido a Pamplona, las emisoras radiales estaban en
auge y se escuchaba mucho la emisora Nuevo Mundo de Caracol
y algo de las emisoras venezolanas se recepcionaban en los radios,
el río Pamplonita ya había dado testimonio de su agresividad, no
había llegado el carro del aseo, Helí Montañez no había corrido
aún su vuelta a Colombia, proeza que hoy debemos valorar en su
justa dimensión, con mas fuerza y corazón que espalda, logró lo
que ningún otro pamplonés ha conseguido, a punta de esfuerzo,
confianza, talento y sacrificio, participar en una competencia con
Cochise Rodríguez, para entonces el primer ciclista colombiano y
posteriormente campeón mundial en Varesse, Italia.

JESÚS MANUEL CONTRERAS


(Ex-alumno)

“…desfilaron por mi mente aquellos años de la década de los


sesenta que generaron en mi ser encuentros y desencuentros, de
momentos de angustias en mi corazón al verme separado por pri-
mera vez del seno de mi familia y entrar a un mundo totalmente
desconocido, con personas que nunca en mi vida había cruzado
palabra alguna, y que produjeron en mi primera noche de interno
tal desasosiego en mi espíritu que se me escaparon lágrimas de do-

161
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

lor, de soledad y de tristeza. Pero Dios y mis amantísimos padres


sabían lo que hacían en encomendarme en tutoría no sólo a los
Hermanos de las Escuelas Cristianas, sino también en quienes se-
rían mis profesores civiles y en quienes a la psotre de los años sería
mi más valioso tesoro: mis compañeros y amigos de toda la vida. Y
con el pasar del tiempo comprendí que las angustias y lágrimas no
solo eran mías, también eran las de mis padres y hermanas, quie-
nes con valentía y desprendimiento asumían ese reto por mi bien,
por mi educación, mi futuro, a pesar de lo difícil de la separación
del hogar familiar y comprendí que ese era mi nuevo mundo y que
debía asimilarlo como fruto solo del amor y no de mezquindad.
Tuvimos profesores que con su ejemplo de vida y sapiencia
abrieron el camino a muchos educandos como lo fueron nuestros
profesores Fernando Velandia y Chepe Flórez. El primero con su
enseñanza de la literatura colombiana y universal, y el segundo con
sus magistrales clases de dibujo. El profesor Velandia enseñó los
primeros pasos a los futuros humanistas y Chepe abrió el sendero
para muchos arquitectos e ingenieros. ¡Qué magníficos docentes
que sentían la docencia como una herramienta para hacer caminos!
Es necesario tener en cuenta otras consideraciones para com-
parar la educación en nuestra época y la actual. Ayer los docentes
contaban con el respaldo irrestricto de los padres de familia en
todo el proceso educativo de formación. El maestro era respeta-
do como el modelador del estudiante. La mayoría de las quejas
presentadas por el estudiante eran objetos de reprimendas y en
el mejor de los casos no eran tenidas en cuenta por los padres de
familia. Hoy en día la situación ha tenido un giro de 180 grados;
los maestros están a la defensiva al tomar una medida disciplinaria
porque hoy su autoridad es controvertida y están sujetos a proce-
sos disciplinarios internos y a tutelas por parte de los estudiantes
ante cualquier inconformidad. Los padres de familia ya no juegan
el rol de nuestra vida de estudiantes, su autoridad es permanente-

162
mente cuestionada. La participación del estudiante en el proceso
educativo ha sido un adelanto, pero en muchas ocasiones ha sido
mal enfocado”.

LUIS FERNANDO VELANDIA


(Profesor)

Celestino Villamizar fue un noble artista y caballero por ex-


celencia; vio la luz de la vida en un hogar noble y laborioso, el
día siguiente de la dantesca catástrofe que redujo a escombros la
próspera ciudad de Cúcuta [el 18 de mayo de 1875].
Dotado de excepcionales virtudes para el Divino Arte, tuvo la
invaluable fortuna de ser desde muy joven discípulo, igual que su
talentoso hermano Luis David Villamizar, quien más tarde triun-
faría en escenarios europeos como diestrísimo pianista pamplonés
Domingo Vera, doctorado en Italia con las más altas calificaciones.
Don Celestino, como cariñosa y respetuosamente se le lla-
maba, era de gallarde presencia, de singular distinción, realzada
por una frente amplia, por la nariz aguileña y por unos ojos claros
de suave mirar, que irradiaban su innata bondad y su cautivador
señorío. Dedicó su luminosa y larga existencia al cultivo de la mú-
sica para luego transmitirla con ejemplar distinción de apóstol a
los innumerables discípulos que supieron captar el estético men-
saje de sus sabias enseñanzas. Algunos de ellos alcanzarían lauros
inmarcesibles como los maestros José Rozo Contreras, cumbre
señera del arte nacional, (…) y otros que sería prolijo enumerar.
Durante los cincuenta años que fue Director de la Banda
Municipal de Pamplona, dio a conocer, con especial empeño, los
grandes clásicos en bien instrumentadas partituras. Bajo el ensal-
mo de su batuta los pacíficos y alegres moradores del Valle de Es-
píritu Santo oyeron gratamente en las retretas dominicales antaño
163
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

tan concurridas (…) los inspirados aires vernáculos en su variada


e iridiscente antología de bambucoso, pasillos, joropos, guabinas,
bundes y trobellinos. También organizó y dirigió Don Celestino
magníficos conjuntos orquestales que alcanzaron merecida fama
en los Santanderes y Venezuela.
Como final homenaje a Pamplona, ciudad nativa a la que
amó entrañablemente, compuso Don Celestino su incomparable
himno (…). Al crear tan expresivo conto regional, don Celestino
se inspiró en la letra que escribiera ese otro preclaro pamplonés
de espíritu selecto y aquilatado historiador, don Belisario Matos
Hurtado.
Ya en su venerable senectud, se veía a don Celestino concurrir
puntualmente a las clases que dictaba ¡con cuánta abnegación! en
los establecimientos educativos. Ni aun en la vejez con su ineludi-
ble carga de achaques y de amargas decepciones, dejó de practicar
la docencia con esa íntima satisfacción de los legítimos mentores
(…). Esta nobleza de ideales explica la fraterna e inalterable amis-
tad que profesó a su coetáneo y también consagrado institutor
don Isaac Flórez, a quien muchos (…) recuerdan afectuosamente
cuando evocan la lejana época de la niñez en que fueron sus in-
quietos pupilos en el histórico Liceo San Tarsicio.

JORGE ENRIQUE CABEZA

Imagen, recuerdo y huella de un maestro

La comunidad estudiantil del colegio Provincial estaba cla-


sificada en divisiones: Primera y Segunda. Estoy hablando de los
inicios de la década de los años cincuenta del siglo pasado. En la
primera división estaban los alumnos más grandes, de tercero de
bachillerato hasta sexto. Yo, recién llegado a esta división y al cur-

164
so tercero, antes de las ocho de la mañana de un lunes de inicio de
año escolar, estaba muy agitado, curioso y nervioso por mi nueva
experiencia. Todos los compañeros charlábamos, nos chanceába-
mos y hacíamos mucha bulla.
De pronto, pero a las ocho en punto de la mañana, llega un
profesor…, no nos saludó, se quedó momentáneamente en silen-
cio y al rato dice, “cállense vergajos”; todos quedamos estupefac-
tos, asustados y medio miedosos. Toma un libro que traía bajo el
brazo, lo abre y empieza a leer las aventuras de un caballo llama-
do Clavileño, que paseó a Don Quijote y Sancho Panza hasta las
proximidades del Sol. Leyó casi durante una hora sin cansarse,
con voz emocionada y resaltando en el acento de su lectura, algu-
nas ideas que quería que nosotros captáramos mejor. Cuando ter-
minó la lectura, cerró el libro sonoramente y nos preguntó ¿cómo
les quedó el ojo? Y se fue así como llegó. En el día y hora siguien-
tes, nos habló de Miguel de Cervantes Saavedra; nos dijo que nos
había leído el capítulo XLI, de la segunda parte de Don Quijote
De la venida de Clavileño, con el fin desta dilatada aventura y nos
leyó con mucha emoción el capítulo siguiente De los consejos
que dio don Quijote a Sancho Panza antes que fuese a gobernar la
ínsula, con otras cosas bien consideradas. Hoy me pregunto: ¿hay
mejor clase de literatura que la lectura de una buena obra?
Desde ahora, sin que se me haya curado el ojo, les cuento que
ni a mí, ni a mis otros compañeros como Constantino Portilla y al
extinto General del Ejército Jaime Gómez, etc., se nos ha curado
el ojo: seguimos leyendo toda la vida, admiramos el Quijote y
rememoramos al mejor profesor de castellano que hemos tenido
en la vida.
Luis Fernando Velandia, era un hombre discreto, solitario,
prudente, aseado, pulcro (vestía trajes Hermega), de buenas ma-
neras, bien hablado –lo clasifico así no obstante el saludito que
nos dio en primer día de clases- que nunca enseñó nada, solo per-

165
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

mitió que todos aprendiéramos mucho de su ejemplo, disciplina y


el amor por la lectura y la escritura.
¿Por qué afirmo lo anterior y reafirmo que es el mejor maestro
que he tenido? No solo eso, sino que él es el culpable de mi destino
profesional, pues tengo presentes sus lecturas, su emoción cuando
recitaba poemas, su cita de autores… inclusive tengo una imagen
muy viva de Fernando Fernandín de la Fernandera, seudónimo
que empleaba cuando escribía para El Aguilucho, nombre tomado
de una de las obras literarias del español José María Pereda, titula-
da Don Gonzalo González de la Gonzalera, 1878, que nos habla,
muy graciosamente, de amores pícaros, profundos y prohibidos.
A estas alturas de la vida, después de haber escrito varios tex-
tos escolares para todos los grados del área de Español y Litera-
tura, después de haber realizado mi labor docente en primaria,
secundaria y universidad, acá y en varios países, mi espíritu de
maestro no ha estado lejos de lo que aprendí del profesor Velan-
dia, de esa imborrable huella que me ha permitido vivir, material
intelectual y profesionalmente, pues él, sin saberlo y desde ese en-
tonces, ha dejado una atmósfera pedagógica y didáctica que algún
día, estarán disfrutando y gozando generaciones posteriores: ojalá
no demoremos mucho tiempo en reconocer estos postulados.

Sorpresa y estupor que no se aclaran:


Campo Elías Delgado

En los recovecos que tienen los caminos de la vida, uno no


sabe qué va a encontrar. Estaba yo haciendo una remembranza
del profesor Velandia, hombre que marcó positivamente la vida
de muchísimos estudiantes del colegio Provincial de San José, de
Pamplona, cuando me vino, me atacó, o me surgió la evocación y
el no grato recuerdo de Campo Elías Delgado, tal vez porque, se

166
dice, ambos habían nacido en Chinácota y el profesor era tío de
Campo Elías.
Sea lo que fuere, diré lo que recuerdo de Campo Elías y de la
precaria relación que tuvimos en el colegio y de algunas circuns-
tancias vividas con quien se hizo tristemente célebre en el mundo,
a raíz de los graves asesinatos que cometió en Bogotá, el 4 de di-
ciembre de 1986, en el denominado crimen del Pozzetto, donde
murieron 29 personas y resultaron heridas doce. Tales hechos que-
daron ampliamente reseñados por periódicos, algunos informes y
la novela Satanás de Mario Mendoza.
Corría, si mal no recuerdo, el año 1954, Campo Elías tendría
20 años de edad, pues había nacido en 1934; era muy dado a
las actividades grupales, a la organización de eventos para reco-
ger fondos o dineros, por lo cual estaban muy felices los Herma-
nos Cristianos: bazares, presentación de comedias, rifas, deportes
como el fútbol y el bolibol; además era enamoradizo, coquetón y
dado al piropeo con niñas de los colegios de la ciudad.
La hazaña, esa es la palabra apropiada, que llevó a cabo, ade-
más de la mejor organización de la banda de guerra del colegio, de
la cual era su tambor mayor, fue la de haber tenido la iniciativa y
organización, propiamente dicha, de algunas corridas de toros, en
una plaza de toros construida en la cancha de fútbol del Provin-
cial, para tan pasajero evento. Lo brillante y atractivo del espectá-
culo es que invitó como matador principal al más importante to-
rero de la época, que hacía poco, había obtenido su alternativa en
España, el matador, José Pulido, de quien se decía que era doctor
en toros. De todas maneras, este hecho fue el lanzamiento de José
Pulido para que la organización de las corridas de San Fermín, en
Pamplona, lo contratara una vez más.
De los flirteos, escarceos y asedios amorosos de Campo Elías,
supe, por un compañero suyo, actualmente prestigioso médico of-
talmólogo Gustavo Páez Gélvez, que Campo Elías trató de arras-

167
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

trarle el ala a su hermana, sin ningún resultado positivo para él; lo


cual lo llevó a una triste depresión de alivio rápido.

Mis ojos de hoy en el pasado

El autor de la presente obra, Profesor Gabriel Pabón Villa-


mizar, quiere que yo haga una mirada retrospectiva a mis expe-
riencias, que tengan relación con mi pertenencia, en calidad de
exalumno del colegio Provincial de Pamplona. Qué difícil tarea es
poder reducir esos instantes, pues cualquier instante de la vida es
toda la vida. Sin embargo, trataré de dejar ver esa pequeña histo-
ria, no muy secuenciada, de hechos, tiempo y circunstancias.
Soy de una época en que los niños teníamos uso de razón a los
siete años de edad, a los quince podíamos usar pantalón largo y a
los veintiuno ya podíamos votar. Así que comencé estudios a los
siete años. La educación primaria era de cinco años pero si uno se
presentaba antes y ya leía bien, sumaba, restaba, dividía y multi-
plicaba acertadamente, podía pasar a primero de bachillerato. Este
fue mi caso: Cuando terminé tercero de primaria, en la Escuela
Modelo, que después se denominó Escuela La Salle, mi papá me
llevó al Provincial, me hicieron las pruebas reglamentarias y las
pasé, las aprobé. Yo no quería ir a bachillerato, pero me obligaron
a matricularme, con los Hermanos Cristianos, en primero de ba-
chillerato. Ahí comenzó el despelote de mi vida académica, perdí
primero de bachillerato, no me recibieron porque no admitían
repitentes, me fui para el colegio San Juan Bosco, hice primero
y segundo de bachillerato; regresé a solicitar cupo, para tercero,
en el Provincial y no me recibieron porque el San Juan Bosco
no estaba aprobado, pero me recibieron, otra vez, en primero de
bachillerato. Resignado y todo, me recibieron, pero interno. No
tenía buenas notas, no estudiaba mucho y, a duras penas, pasé a

168
segundo de bachillerato, luego a tercero; en cuarto de bachillerato,
después de la mitad del año, me expulsaron del colegio porque
me robé las onces que eran para un Hermano Cristiano. No les
cuento a dónde fui a parar en ese despelote, pero, terminé bachi-
llerato, fui a la universidad, me especialicé, escribí y escribo libros
escolares de Español y Literatura, he sido investigador de una de
las instituciones más importantes de Colombia, el Instituto Caro
y Cuervo, y he viajado por casi todo el mundo, transmitiendo lo
que he aprendido.
Mi vida en el internado fue muy agradable aunque nunca
supe por qué estuve interno, siendo yo pamplonés y teniendo casa
allí. Conocí a muchos compañeros, un gran número de ellos eran
venezolanos; los Hermanos Cristianos eran, en general, muy sim-
páticos, algunos malgeniados, otros medio sicalípticos, otros muy
inteligentes y preparados como el Hermano Gilberto Fabián, el
Hermano Pierre Arnoul y el Hermano Silvano Jorge.
Las instalaciones locativas eran muy buenas, se estaba hacien-
do la piscina; de la cancha de fútbol decían que era reglamentaria;
había una mínima biblioteca y una “procuraduría” donde vendían
libros y útiles escolares, en general, y proveían de tiza y almohadi-
llas los salones.
El deporte en el Provincial tenía lugar preponderante; entre
las actividades de la institución se celebraban campeonatos de
basquetbol, intercolegiados e intermunicipales, con Cúcuta, Chi-
nácota, Bochalema, etc. El fútbol era un deporte muy llamativo y
siempre había competencias entre el Batallón de Infantería Gar-
cía Rovira, No. 13, el Deportivo Pamplona y el Colegio Provin-
cial; sus encuentros eran clásicos. Pero, para muchos de nosotros
no había mejor regocijo que ir frecuentemente a “la gruta”, a no
hacer nada.
Desde luego que la educación recibida en el Provincial era
confesional católica apostólica y romana, pues Pamplona hasta

169
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Obispo tenía, además de los Seminarios Mayor y Menor que eran


el semillero de sacerdotes para toda la región y el país. Existía en
el Provincial la Legión de María, una organización cuya devoción
era la Virgen María, hasta ahora no sé a cuál de las muchas Marías,
que han existido, se refería esta, dirigida por el Hermano José, que
Dios lo tenga en su eterno, ancho y abrigado seno, donde yo fui
miembro, no sé por qué. Allí ocurrieron, ciertos hechos que me
avergüenza ahora referirlos; pero, en aras de haber sido vivencias
mías en el Provincial, los voy a referir: En la calle Florián de Pam-
plona vivía, cerca de mi casa, una familia de apellido Matagira o
Matajira; eran protestantes y tenían una fábrica de dulces o ca-
ramelos. Algún día que estaba exacerbada y enervada la creencia
católica, nos mandaron, el comandante de la Legión de María
y sus súbditos, a echarle piedra; sacamos guijarros de la toma o
riachuelo que pasaba por la Plazuela de Almeida y, con ellos, rom-
pimos algunos vidrios de las ventanas de los protestantes. Hasta
ese colmo llegaba nuestra formación religiosa. Hay otro síntoma
más de tal preparación religiosa: En todas las páginas de nuestros
cuadernos, dentro del margen, debíamos escribir obligatoriamen-
te, para que no se nos olvidara, en mayúsculas las letras J.M.J,
que hacían referencia a Jesús, María y José. Pero, la culminación
ferviente de nuestro amor por Dios y Cristo, lo debíamos escribir
en la primera página en blanco, de cada uno de los libros, así: Sí
este libro se perdiere, como suele suceder, le suplico al que lo en-
cuentre que lo sepa devolver; no es de oro ni de plata ni tampoco
de comer, es de un pobre estudiante que desea aprender; Enrique
tengo por nombre, para la Virgen servir, Cabeza por apellido, para
por Cristo morir. ¡Hágame el favor!
Nunca supe, desde el punto de vista teórico, cuál era la didác-
tica o pedagogía de los Hermanos Cristianos; solo sé que algunas
actividades, costumbres, disciplinas y prácticas que aprendí con
ellos, han servido muy positivamente a mi vida y, algunas de ellas,

170
tal vez inconscientemente, he transmitido a mis hijos. Veamos
unos pocos ejemplos: me fascina escuchar música clásica, nunca
la estudié, pero creo que fue en el Provincial donde me inclinaron
el oído hacia ella; ¿cómo? Siempre, a la hora del recreo, escuchá-
bamos, si eso es escuchar, mientras gritábamos, peleábamos, jugá-
bamos, etc., un tipo de música que no era común como el pasillo,
guabina, bambuco y otros aires populares, sino lo que después me
enteré que era música clásica. Esa música quedó en mi inconscien-
te y, por ello, muchas gracias, Hermanos Cristianos. Lo mismo
sucedió con las lecturas que hacíamos en el comedor, a las horas
del almuerzo y la comida; todos estábamos comiendo, hablando,
riendo –cosas que no se deben hacer al mismo tiempo- pero nues-
tro inconsciente estaba leyendo, gracias, otra vez, Hermanos.
No quiero acordarme del día de entrega de notas mensuales,
¡Dios me ampare!
Todo lo que he dicho y hecho, y lo que mis profesores de
Provincial hicieron por mí, formaron, de alguna manera, mi vida
de escritor, investigador y docente.
Queda algo más por decir; y este crédito se lo endoso al Pro-
fesor Fernando Velandia quien me enseñó a tratar de hablar bien,
a escribir mejor y a leer mucho.

CARLOS LUIS IBÁÑEZ


Profesor actual

Eran las dos de la tarde de un jueves de Junio de 1973, cuan-


do mi padre y yo sentados en la rectoría del colegio esperábamos
al señor rector, amigo y condiscípulo de mi viejo a fin de solicitarle
mi ingreso al Provincial para terminar el grado quinto de bachille-
rato que había comenzado en la populosa Bogotá pero que ahora
interrumpía porque la ciudad se había vuelto insoportable.

171
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

“Te pido muy especialmente el favor de recibirme al mucha-


cho, este salió flojo para la ciudad, criado en las lomas de Cácota
y de Pamplona, extraña la tierra” dijo mi papá y el señor rector
asintió comprendiendo las razones y dijo: “La época no es apro-
piada y menos para quinto de bachillerato, pero tratándose de
mi compañero, amigo, paisano y copartidario no se hable más” y
dirigiéndose a mí: “Busca al señor Coordinador, él te aplicará un
examen y te hará una entrevista; tienes que aprobar las dos cosas”.
El lunes siguiente ya estaba en Quinto grado C, presentado
por el coordinador, recibido por mis condiscípulos y apodado el
rolo, asunto este último, que generó mi primera riña, tuve que
hacerle entender al gestor del mote, conocido como “Tao lamba”
que yo detestaba esa ciudad y que por ningún motivo permitiría
que se me popularizara con semejante alias, en verdad la riña fue
muy corta pues la ciudad me había enseñado algunos trucos de
defensa personal muy eficaces y de algún modo desconocidos en
el ámbito provincial, así que maté más de dos pájaros con una
patada, y de paso, ello me llevó de inmediato a las filas del equi-
po de futbol del curso que a la postre sería como la selección del
colegio, allí me gane a fuer de disciplina, buenas atajadas y estilo
particular el nuevo apodo con el que hasta hoy cuarenta años más
tarde algunos de mis compañeros y colegas maestros me recuerdan
“MENUTTI”. Pero la alegría del regreso duró poco pues si bien el
futbol marchaba bien, la academia no andaba, una tras otra como
las lunas rotas de la tarde noche cían hechas mínima expresión las
calificaciones, en especial las de química, con el negro Araque, la
física del Rápido, el inglés de Dn. Pedro Nel, y la filosofía con don
Marco Antonio Carvajal (qepd), no así las extraordinarias clases
de música de Dn Toño Reyes, que nos hacía soñar con su tiple
majestuoso, o los extraordinarios centros literarios, del profesor
Carvajal, el mismo pero diferente, y las amanecidas en el parque
estudiando física o química bajo la luz pública, literalmente di-

172
cho, entendidas al alba después de unos anisetes cantados y llora-
dos en el intermedio de velocidad igual a espacio sobre tiempo. La
adolescencia, la ausencia del control familiar, el ímpetu de la edad
temprana y el afán de vivir más allá de lo apropiado, me conduje-
ron de nuevo hacia Bogotá, mi falta de resultados recibió el castigo
merecido y allí de nuevo me encontré como los transeúntes del
poeta Rogelio Echeverría: “Todas las calles que conozco son un
largo monólogo mío llenas de gentes como árboles batidos por
oscura batahola”.
El tiempo siguió su curso y yo en él mi destino, allí termi-
né mi bachillerato y empecé a querer la ciudad, a descubrirla a
sentirla propia y las montañas azules donde los soles andinos me
enseñaron el valor de lo antepasado se difuminaron en una nos-
talgia que me hacia prever el regreso pero ahora en circunstancias
deferentes y así fue como mi amor por la música se desarrolló
profundamente, y mi pasión por la lectura por la literatura cre-
cieron desde el semillero que Toño en el colegio provincial había
sembrado, que el profesor Carvajal había forjado, que mis maes-
tros habían fundamentado en ese medio año que había estado en
las aulas del colegio y claro mi futbol que deje hace apenas una
docena de años.
La ciudad fue creciendo monstruosamente y de nuevo una
noche entre la bohemia y la conciencia, la llama de la añoranza se
encendió; apareció como un árbol frutecido dentro de mis sueños
el volver a Pamplona para quedarme hasta el final de los días; así
fue que terminada la Universidad tres días más tarde estaba en el
Departamento y dos años después en pamplona, en mi ciudad y
10 años después, el colegio provincial donde llevo 20 aprendiendo
a ser maestro, realizando sueños individuales y colectivos, rodea-
do de un extraordinario grupo de personas de la vieja y la nueva
guardia, recipiendario de una tradición invaluable, apoyados en la
mano de su historia hemos crecido con el Colegio y revivido para

173
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

la ciudad como trabajo colectivo las viejas tradiciones, impulsa-


do los valores culturales de las nuevas generaciones y hemos tam-
bién honrado en la medida de nuestra cotidianidad la memoria de
quienes han hecho posible ese viaje a las cumbres.

El colegio no se quedó varado en sus glorias de antaño, las


convirtió en glorias presentes, incorporando entre sus estudiantes
mujeres, dignas representantes de la ciudad y la provincia, por ello
también es líder en la ciudad, y, porque sus maestros y sus direc-
tivos, sus estudiantes y sus padres de familia llevan el sello de las
bellas y preclaras notas de su himno “Somos Promesa florecida,
orgullo nacional, honor ciencia y virtud.

174
ENTREVISTAS*

Entrevista con Juan Mendoza Vega, mejor bachiller de 1951

Es médico nerocirujano de la Universidad. Ha sido profe-


sor de la Universidad del Rosario, donde ha tenido a su cargo las
cátedras de Historia de la Medicina y Ética Médica. Es miembro
del Tribunal Nacional de Ética Médica. Pertenece a las Academias
Colombianas de Medicina, de la Lengua y de Historia. Ha trabajo
en El Espectador, primero como reportero, y luego como cronista
y columnista. Ha publicado varios centenares de artículos y los
libros
- Lecciones de Historia de la Medicina
- Cuarenta años de periodismo médico
- Por una medicina más humana
- Dolor, fisiopatología, clínica y tratamiento
- Cuento hasta ochenta
- Los mares interiores (poesía)
- Segunda bitácora (poesía)

* Todas las entrevistas (excepto la de Jean Monier) fueron realizadas por Gabriel
Pabón Villamizar.

175
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

¿Qué profesor recuerda especialmente?


Al profesor de historia y geografía Joaquín Faría, seglar her-
mano del padre Rafael Faría. Recuerdo que tenía una biblioteca
formidable. Parecía que el profesor Joaquín no tuviera una casa,
sino una biblioteca con casa. Los libros ocupaban tres habitacio-
nes, y una de ellas había una cama rodeada de libros. Recuerdo
especialmente sus clases de historia . No se trataba de aprender
de memoria fechas, batallas, personajes y hechos históricos, sino
de relacionarlos con el devenir de la humanidad; el profesor Fa-
ría procuraba establecer hasta que punto un hecho determinado
como Napoel descubrimiento de América, por ejemplo, había
transformado el mundo. Yo era un lector empedernido, y con el
profesor Faría tenía un gran apoyo. El no sólo recomendaba li-
bros, sino que los prestaba, y luego le gustaba comentarlos con los
estudiantes.

¿Recuerda algún libro en especial?


Un libro que leí con mucho agrado en ese tiempo fue el libro
Sobre el ser humano de Nicola Pende. Fue determinante para la
escogencia de mi carrera de medicina. El autor hablaba de las se-
mejanzas y diferencias del animal con el ser humano, enfatizando
en estas últimas.

Recordemos ahora algunos acontecimientos. Uno, muy doloroso,


fue la muerte de su hermano Román Mendoza en el colegio. ¿Cómo
ocurrió?
Yo estaba estudiando medicina en Bogotá. Pero, según supe,
tal vez quiso jugar deslizándose por el pasamanos; se fue de lado,
y cayó de cabeza por el vano de las escaleras, desde el tercer piso.
Fue una muerte lamentable. Era el mejor de nosotros.Su muerte
influyó en que luego yo me especializara en neurocirugía.

176
Otra muerte lamentable fue la de Jaime Moure Ramírez; ¿lo
conoció?
Fuimos amigos. Jaime era serio, gentil, decente, íntegro. En
ese día trágico, el 9 de junio de 1953, yo me salvé de morir, y
el murió. Yo era uno de los organizadores de esa manifestación;
cuando el ejército nos cerró el paso, los organizadores decidimos
no retirarnos. Alguien propuso la idea de sentarnos y permanecer
inmóviles. Entonces los organizadores nos devolvimos para de-
cirles a los de atrás que se sentaran. Yo me encontraba en la parte
de atrás cuando se inició el tiroteo. Pero Jaime murió de manera
diferente. Minutos después de la matanza, le reclamó airadamente
a un oficial el comportamiento de la tropa. El oficial le disparó a
quemarropa.

¿Qué recuerda de sus compañeros de promoción? ¿Qué hacen hoy?


Conmigo salieron 21 bachilleres graduados. Tres de ellos es-
cogieron la carrera militar, y llegaron a los máximos grados; Nel-
son Mejía y Nelson Romero llegaron a ser generales; Guillermo
Ruan alcanzó el grado de almirante. Pero la mayor parte de mis
compañeros están muertos.

¿Ser bachiller del Provincial lo preparó suficientemente para in-


gresar a la carrera de medicina?
Indudablemente. El Provincial nos generó una especie de exi-
gencia con nosotros mismos, al inculcarnos que el cumplimiento
de objetivos debía ocupar el primer lugar, por encima de recreos,
descansos o pasatiempos. Yo me sentí bien preparado en el mo-
mento de presentar el examen en la Universidad Nacional. Nos
presentamos 1.600 aspirantes, y sólo pasamos 116. En el segundo
año sólo éramos la mitad. Recuerdo que la Anatomía era un filtro
terriblemente exigente. Pero también el Provincial lo había sido.

177
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

¿Las lecturas influyeron en su carrera de médico?


No puedo concebir un médico sin formación integral. Un
médico que se limite a conocer su disciplina y a leer literatura mé-
dica, no puede El buen médico es el que tiene una actitud humana
para atender la enfermedad. El enfermo quiere que lo curen, pero
también que el médico lo acompañe, le dé el brazo. El médico,
además de curar, debe tratar al enfermo.

¿Alguien en su familia ha heredado su afición por el estudio de


la medicina?
Por el estudio sí, pero no por la medicina. Mi hija, periodista,
terminó dirigiendo una biblioteca en Suiza. Y mi hijo, músico, es
Director Artístico de la Escuela Superior de Música en Madrid.

¿Qué libro quisiera escribir en el futuro?


Un libro que hable acerca de cómo ser un buen médico.

Entrevista con Luis Felipe Zana, mejor bachiller de 1951

Egresado de la Universidad Nacional, en Derecho, y de la


Universidad Jorge Tadeo Lozano en Diplomacia y Derecho In-
ternacional. En Londres cursó especialización en Comercio Inter-
nacional. Ha sido Subdirector del Incomex. Rector de la Univer-
sidad Francisco de Paula Santander en Cúcuta, durante los años
1978 a 1982. Catedrático de las Universidades Andes, Javeriana,
ESAP, Cental y Gran Colombia.

¿A qué profesores recuerda especialmente?


A los profesores Faría y Velandia. El profesor Faría tenía una
estupenda biblioteca que ponía al servicio de loss estudiantes.Se

178
destacaba en él su interés y exigencia por el buen manejo del idio-
ma. Escribía, además. Admiraba y procuraba imitar a Ramón Gó-
mez de la Serna. Editaba una publicación periódica llamada La
Melena Dorada. Murió en un hogar para ancianos en Cúcuta.

¿Se notaba la buena preparación en los profesores?


El profesor Velandia llegó a Pamplona en 1947. Venía con
una rica experiencia, como la de ser rector del colegio san Luis
Gonzaga, de Chinácota. El profesor Faría tenía estudios en Dere-
cho. El rector Gilberto Fabían era abogado y economista javeria-
no, y egresado en filosofía en Roma. El Hermano Alfonso Félix
tenía maestría en física.

Tenemos entendido que usted fue uno de los mejores estudiantes


de su tiempo ¿Cómo fue esa experiencia?
Cuando salí del Liceo en Pamplona y pasé al Provincial, pre-
senté la libreta con calificaciones de 5 en todas las asignaturas.
Las directivas del Provincial se mostraron escépticas, pues consi-
deraban que en el Colegio las cosas podrían ser distintas. Pero fue
igual. Comencé a obtener 5 en todas las materias. Los profesores
estaban aterrados. El caso no tenía antecedentes desde 1933, con
León Colmenares.

Con semejantes calificaciones, y al haber sido el mejor bachiller


del colegio, ¿Qué calificación obtuvo en los exámenes de admisión en
la universidad?
En ese tiempo los bachilleres recién egresados teníamos que
prestar el servicio militar durante un año; a cambio, salíamos con
el grado de subteniente de reserva y podíamos ingresar sin examen
a cualquier facultad o universidad. De modo que no tuve que pa-
sar por esa experiencia.

179
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

¿Qué lecturas recuerda? ¿En qué momento y dónde las hacía?


Las lecturas que más recuerdo las hice en la biblioteca muni-
cipal Pedro de Orsúa. Las hacía en vacaciones, todos los días, de
9 a 12 de la mañana. No era usual para la mayoría de los externos
salir fuera de Pamplona, como no fuera a Cúcuta, tal vez a visitar
algún familiar. Recuerdo las lecturas de El Quijote, La Divina Co-
media, Los Miserables.

Entrevista con el francés Jean Monier, rector de 1931

Esta entrevista101 fue hecha por el ex alumno Rafael Galvis


Manosalva el 20 de mayo de 1968, al rector de 1931, el francés
Jean Monier, conocido en la comunidad de los HH CC con el
nombre de Hermano Arturo. Rafael Galvis había egresado como
bachiller del Colegio treinta años antes, en 1938. Cinco días antes
de la entrevista, el doctor Eustorgio Colmenares Baptista, alcalde
mayor de Cúcuta, había condecorado a Monier con la medalla Al
Mérito Educativo.
Monier había nacido en Cistrieres, en la Auvernia, Alto Loi-
ra, en el centro- sur de Francia, en 1893. Llegó al Instituto de La
Salle en 1912, donde estuvo trabajando nueve años. Regresó a
Francia tres años, de 1929 1931, con el fin de completar sus estu-
dios superiores en pedagogía. En julio de 1931, al año y medio de
estar regentado por los HH CC.
Se podría afirmar que , la “misión alemana” hizo relevo con
los franceses, pues en 1931 el rector del Colegio era Jean Monier,
al que luego se le añadieron el Hermano Régis, y posteriormente
el Hermano Gerardo Poilu.

101 Tomada de El Aguilucho..

180
¿A qué achaca, la intensidad en los estudios bajo su cuidado y
dirección?
Eso se debió a un hecho simple: los concursos de aritmética
y ortografía entre los diferentes cursos. Era curioso: primer año
derrotaba a sexto (…), logramos un nivel cultural de primerísima
calidad. Recuerdo cómo palidecían muchos cuando irrumpía de
improviso para que sacaran los cuadernos de los concursos. Eduar-
do Rueda Clausen, el gran “Tochevidrio”, daba el campanazo, que
era la señal de combate.

La vida social y religiosa del Colegio ¿cómo se desarrollaba?


Los oficios de la Semana Santa eran aprovechados para sacar
la comunidad a darle realce a las procesiones. Las visitas, en las ho-
ras de la mañana a los monumentos que se levantaban en cada una
de las iglesias el jueves, eran motivos de emulación. Los alumnos
procuraban lucir para esas ocasiones sus mejores trajes. El inter-
cambio de relaciones entre alumnos y la sociedad de Pamplona, se
desenvolvía en forma esplendorosa.
Como existía la costumbre pagana de las borracheras entre los
alumnos mayores, de difícil erradicación, esto daba ocasión para
las expulsiones. Por todos los medios controlaba el asunto, hasta
que alcancé la moralidad en toda la línea. Esto acaecía así porque
el personal del Colegio no salía a vacaciones en Semana Santa sino
pasado el oficio del Viernes Santo. Hoy todo ha cambiado y no
queda sino el recuerdo borroso de los años que se han ido acumu-
lando sobre mi cabeza. ¿Esto que tengo sobre ella será ceniza?

¿El asuntico aquel de los diagramas y la entrega de libretas de


calificaciones cada primer viernes fue idea suya?
Jamás. Eso ha sido una práctica inventada en la comunidad.,
que le ha reportado óptimos resultados. En las filas que se iban

181
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

formando, a medida de la entrega de las libretas, cada cual reca-


pacitaba sobre el esfuerzo personal desarrollado durante el mes.
No menos provechosos fueron los sube y baja registrados en el
diagrama por cada uno de los alumnos del curso. Recalco sobre
la eficacia del sistema. Eso era un verdadero estímulo. Le quie-
ro afirmar que esa costumbre ha sido algo muy tradicional de la
congregación. Hemos sido plagiados por aquellos que buscan los
mismos objetivos por nosotros perseguidos. Aclaro: su implanta-
miento por esta región fue novedoso y curioso en su época.

¿Cuál fue su mayor satisfacción como rector?


El éxito de todos los bachilleres que se presentaron a la prueba
del examen de revisión. Sus triunfos fueron nada comunes. Las ca-
rreras por ellos escogidas, cada cual la llevó en particular a su tér-
mino final, muchas veces en medio de privaciones diversas. ¿Qué
más se puede desear cuando en las manos de uno está el fruto de
lo que se ha ambicionado toda la vida?

¿En qué fecha terminó su rectoría en el Colegio Provincial?


El 17 de julio de 1939, al ser llamado por mis superiores para el
mismo cargo en el Instituto de La Salle en Bogotá (…) Usted com-
prende que las órdenes superiores hay que acatarlas, por aquello de
las jerarquías. Con gran tristeza emprendí el viaje, y aquí me tiene
en Cúcuta quemando los pocos días de existencia que aún me que-
dan, respetado por todos mis compañeros de Colegio, y recibiendo
constantemente las visitas de mis muy amados ex colegiales.

¿Por qué en el año de 1938 nos fue entregado el cartón de ba-


chillerato en privado, rompiendo con ese proceder la costumbre tra-
dicional de aquella veladas literarias que tanto calaban en las gentes
de buen gusto?

182
Hubo cierta desavenencia que no puedo determinar en qué
consistió. Esto condujo a entregarles el cartón en privado, a los
diecinueve muchachos del 38.

Ludin Rosario Delgado Hurtado, secretaria de rectoría

Pocas personas que solicitan todos los


días sus servicios saben que Ludin Rosario
tiene una preparación que pocas secretarias
pueden exhibir, pues es Licenciada en Lin-
güística y Literatura por la Universidad de
Pamplona.
No fue fácil terminar sus estudios com-
pletos, debido a su matrimonio en mitad
de la carrera, que tuvo que suspender. Pero,
aun con las dificultades de atender su nueva
familia, finalmente obtuvo su título profesional el 20 de junio de
1990. Su tesis de grado versó alrededor del contraste entre el Bo-
lívar histórico y el Bolívar como personaje novelesco en El general
en su laberinto, de Gabriel García Márquez
Su ingreso al Colegio no fue fácil, pues debió partir desde
abajo; primero, al obtener el primer puesto en concurso para op-
tar al cargo de Auxiliar de Pagaduría, cargo en el que trabajó tres
años (1993 a 1996); luego ganó el concurso para ascenso, y así
llegó a ocupar la Secretaría de Rectoría, función que desempeña
hace 17 años. Trabajando como secretaria ha visto surgir satisfac-
toriamente sus tres hijos. Su hija mayor, de 24 años, es abogada
residente en Marsella (Francia).
Ludin Rosario aprecia y respeta el trabajo de los docentes, y
considera sus sacrificios; por ejemplo, el tener que salir del Colegio
con trabajos para calificar en casa, cosa que ella no ha tenido que

183
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

hacer nunca. Por eso no quiere cambiar sus funciones. Le gusta lo


que hace, en especial el contacto diario con la gente: estudiantes,
profesores, directivos, padres de familia.

Joel Silva Carrillo, un “empleado especial”

Quien ve a Joel diri-


giendo trabajos “varios” en el
Colegio, puede confundirlo
con un albañil o maestro de
obra, oficios que Joel no des-
precia, pero sus conocimien-
tos van mucho más allá; es
una de las personas más pre-
paradas y “estudiadas” del
Colegio; realmente es profesor de la Universidad de Pamplona,
dicta la cátedra de Filosofía Ambiental, en el programa de Hu-
manidades, y dirige el proyecto Jardín Botánico del Provincial, en
convenio con la Universidad.
Joel es egresado de la Universidad Pedagógica y Tecnológica
de Tunja (1975), donde cursó la carrera de Licenciatura en Cien-
cias Sociales. Se vinculó a la Universidad de Pamplona con las
cátedras de Geología Física, Climatología y Cartografía. Cuenta
con especialización (CIAF, Bogotá) en Geomorfología Aplicada,
posgrado en Evaluación del Impacto Ambiental en Málaga, Espa-
ña, y ha hecho cursos en Italia (1988) en extracción de mármoles
artesanales. Tiene en su haber la publicación Inevitables temblo-
res en la frontera colombo-venezolana, referenciado por el Instituto
Agustín Codazzi.
Su mayor compromiso ahora es con el Jardín Botánico, idea
que había surgido en el Colegio hacía 20 años, pero que hasta

184
ahora se pudo iniciar. Considera que la idea de implantarlo tiene
excelentes consecuencias para la investigación y rescate de especies
en vía de extinción, tanto vegetales como animales. Además, pue-
de generar empleos diversos.
Siente un gran afecto por su trabajo en el Colegio, trabajo
que nunca quisiera abandonar. El grado de compromiso es profe-
sional pero también afectivo, tal vez porque estudió en lo que pue-
de ser en un plantel hermano del Provincial: el Colegio Boyacá, de
Tunja, también fundado por Santander.
“El Jardín Botánico no es un proyecto que termine con un
informe y la ejecución de gastos”, nos aclara; “es algo que debe
durar toda la vida”. Y en verdad que en el Colegio, hay mucho
por hacer al respecto. El Jardín abarcará 8 hectáreas ampliadas a
15, con once zonas definidas que incluyen bosque y humedales.
Se ha comenzado poco a poco, y en varios frentes de recupera-
ción; el concepto incluye el reemplazo de cercados artificiales por
setos con especies naturales corta-vientos, por ejemplo, para ro-
dear de las mejores condiciones el trabajo deportivo en las recién
construidas canchas de tenis, y la siembra de 175 plantas de higo.
Estos proyectos de recuperación podrán brindar la oportunidad a
los estudiantes de las carreras de Ingeniería Ambiental, Ingeniería
Ecológica y Trabajo Social de la Universidad de Pamplona, para
hacer sus prácticas
A mediano plazo lo ideal es erigir un paseo eco-turístico no
sólo para los estudiantes sino para las familias pamplonesas, y
abrir el Colegio a la comunidad; para ello será necesario rescatar
tanques, desagües, canales, además de la piscina y la gruta, todo
esto abandonado y en visible deterioro. Pero al menos ya hay una
persona doliente y algo más: alguien que quiere transformar las
hectáreas en abandono en algo diametralmente opuesto: un cam-
pus que se convierta en el nuevo orgullo de la institución. Algo
que el Colegio y Pamplona se merecen.

185
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Entrevista con Édgar Tarazona, Coordinador Académico

Edgar Tarazona Álvarez es Licenciado en Química y Biología


(1981) por la Universidad de Pamplona, y cuenta con especializa-
ción en Computación para la Docencia, por la Universidad Anto-
nio Nariño. Fue profesor del colegio Afanador y Cadena durante
16 años, entre 1981 y 1997. Tuvo a su cargo el ingreso del Colegio
a las tecnologías de la información y la comunicación (TICs).
Asumió el cargo de Coordinador Académico desde el año de
2007. Lo ha asumido como un reto. Le costó esfuerzo al comien-
zo, pero es un trabajo que le ha gustado. Para él no es un problema
si sus funciones le exigen trasnochar y leer. Hace su trabajo más
llevadero al combinarlo con la fotografía, su gran afición. Entre
sus funciones está la coordinación de la evaluación del Colegio,
la evaluación de estudiantes, la implementación de horarios, el
proyecto educativo institucional, el sistema de notas, el funciona-
miento del Consejo Académico.

¿Cuál ha sido el principal obstáculo en su trabajo de coordina-


dor?
El principal obstáculo que me ha tocado afrontar está repre-
sentado por el choque generacional de los colegas. Estamos supe-
rando la tendencia a quedarnos estancados en el siglo pasado. Al
comienzo hubo una reacción natural contra las tecnologías. Está-
bamos acostumbrados a la comunicación mediante el papel. Los
correos virtuales constituían una novedad frente a la cual hubo
resistencia. Ahora es el medio más utilizado para comunicarnos.

¿Cómo ve la relación de los profesores con los alumnos?


En este aspecto, los problemas son de otra índole. Se hace ne-
cesario pensar en metodologías más adecuadas. Es necesario que el

186
alumno aprenda a pensar solo, que aprenda a indagar. Esto no es
fácil, pues depende también de nuevas actitudes por parte de los
alumnos y de los padres de familia.

¿Qué actitud recomienda a los padres de familia?


Más conocimiento crítico de sus hijos. Por parte de los padres
de familia hay demasiada permisividad. La tendencia del padre es
favorecer siempre a sus hijos en los conflictos, desautorizando al
profesor.

¿Una especie de matoneo al revés?


Algo así. Esto desmotiva enormemente a los maestros, que
sienten que su autoridad disminuye. No hay que permitir que el
péndulo se vaya al otro lado. Los padres deben saber que ha au-
mentado notablemente la agresividad en los alumnos. Tal vez el
problema de fondo es que se están criando niños solos.

¿Qué papel cumple en este estado de cosas el sistema educativo?


El decreto 230, que estuvo vigente hasta el 2010, tuvo conse-
cuencias nefastas al implementar la promoción automática. Creo
que el país no estaba ni está preparado para ese tipo de cambios.
Veníamos de un régimen estricto y hasta cierto punto autoritario,
y pasamos a un régimen demasiado permisivo, en que el alumno
no podía perder el año, pero se transfería al profesor todo el es-
fuerzo y la responsabilidad de la promoción automática. Con el
decreto 1290 del 2010, el alumno pude perder el año. Así las co-
sas, ahora se trata de crear un equilibrio de responsabilidades. No
todos los problemas son responsabilidad de los profesores.

¿Qué podríamos extrañar de las anteriores promociones?

187
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Indudablemente, el sentido de pertenencia. En esto, hay una


grandísima brecha. Lo noto en los actos de final de año, cuando
aparecen los graduados de veinticinco o cincuenta años antes. Se
sienten orgullosos de su colegio, y se les nota el aprecio que sen-
tían por sus profesores.

¿Hay alguna razón para ser optimistas de cara al futuro?


Claro que sí, pues mientras haya estudiantes, tenemos un reto
por cumplir. Y los estudiantes siempre van a estar. Ellos son el in-
grediente básico, la materia prima.

Carmen Gertrudis Parada. Cuarenta años de experiencia

Es Licenciada en Lingüística y
Literatura por la Universidad de Pam-
plona, con Especialización en Meto-
dología por la misma universidad.
La educación ha sido la pasión
de toda su vida. Desde niña jugaba
a ser maestra. Y a los diecisiete años
comenzó su oficio. Escasamente ha-
bía terminado cuarto de bachillerato
cuando asumió el cargo de profesora
rural en la escuela de Tierra Grata (sector más conocido con el
nombre de “Cielorroto”), a cuatro horas del corregimiento de El
Diamante (en la vía de Cúcuta a Pamplona), transportándose a
pie o en lomo de mula.
Esas dificultades las asumió con el impulso y la energía de
saber que estaba haciendo lo que quería; por eso buscó la forma
de superarse y fue así que pudo terminar sus estudios en la Normal

188
Superior de Pamplona, en el año 1978. Fue profesora en la vereda
de Tencalá. Una vez ubicada en Pamplona, tuvo la gran oportu-
nidad de prepararse profesionalmente en la Universidad. Terminó
Licenciatura con la tesis de grado “Las influencias dialectales en la
zona de frontera”. La investigación de posgrado se desarrolló alre-
dedor de un tema de gran aplicación práctica: suplir las falencias
ortográficas en los estudiantes de primaria.
Una de sus grandes satisfacciones profesionales ha sido la de
llegar a ser profesora en la Universidad de Pamplona, donde ha
dictado las cátedras de Habilidades Comunicativas, Fonética y
Fonología y Taller de Lengua.
Cuando le preguntamos sobre sus viscicitudes, nos refiere los
problemas de indisciplina que ha tenido qué manejar. “Aunque
la disciplina la hace el docente, hay que reconocer que el maes-
tro no tiene amparo. Incluso puede ser agredido”. Con todo, ha
sabido hacerse respetar con su dedicación. “Si es necesario, por
problemas disciplinarios, quedarme con los estudiantes después
del horario, me quedo con ellos. Es un sacrificio para mí, pero
asumo el costo”.
Le preguntamos a qué aspira ahora luego de cuarenta años de
trabajo. “A salir por la puerta grande”, nos contesta, señalando la
puerta del Colegio.

La más nueva:
Elisabeth Villamizar Cote

Licenciada por la Universidad


de Pamplona en Lengua Castellana y
Comunicación, con tesis en los sub-
géneros teatrales ( marionetas, títeres,
teatro infantil).

189
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Ha trabajado como profesora en una buena cantidad de lo-


calidades en las cercanías de Bogotá: Fontibón, Bosa, Usme. Y
también en los confines de Colombia, como Fortul, en Arauca.
Su vinculación al Colegio es de reciente data: el 30 de abril de
2013, en reemplazo temporal del profesor de español Carlos Luis
Ibáñez. Le hicimos algunas preguntas sobre su presente y sus pro-
yecciones.

¿Qué ha aprendido en el Colegio?


La experiencia como profesora en lugares tan disímiles me
ha enseñado más que la Universidad. Debo decir que la mayoría
de estudiantes universitarios no salen bien capacitados; es la ex-
periencia misma la que nos prepara para afrontar el oficio, muy
complejo. La Universidad no nos enseña a afrontar problemas
como la indisciplina y la desmotivación de los estudiantes.

¿A qué puede deberse el problema de la indisciplina?


Probablemente a la conformación de las nuevas familias. Am-
bos padres deben salir a trabajar y los hijos crecen sin su presencia
en casa, y entonces pierden contacto con lo que los hijos hacen y
piensan.

¿Qué diferencia o particularidad ha percibido en el estudiante


del Provincial?
Pamplona es una ciudad más culta, con más oportunidades
en un espacio relativamente pequeño. Los estudiantes quieren sa-
lir adelante, tienen buenas aspiraciones y oportunidades.

En un libro sobre la historia del Colegio, usted representa el fu-


turo. Háblenos de él
Ahora que estoy trabajando en mi ciudad de nacimiento,
donde tengo mi familia, me gustaría asentarme aquí, y capaci-

190
tarme más; tal vez hacer un posgrado en Español y Literatura.
Siempre he sido aficionada a la enseñanza. Desde que estudiaba
en el colegio Áqueda Gallardo, me sentí inclinada por la Normal,
donde también me gustaría enseñar. Más tarde me gustaría cono-
cer Roma. Soy católica y me llama poderosamente la atención el
Vaticano, que debe estar lleno de sugerencias y experiencias místi-
cas muy enriquecedoras.

191
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

192
BIOGRAFÍAS

Henrique Rocheraux

El Colegio Provincial tuvo entre sus docentes a un sargento de ca-


ballería participante en la Primera Guerra Mundial. Se trataba de Henri
Rocheraux, presente en las batallas del Marne y Verdun, dado por des-
aparecido, y posteriormente prisionero de guerra de los alemanes. En
las cárceles de Munster y Limburg organizó una especie de seminario
para prisioneros de guerra.
Nació en Issonudin, el centro de Francia, en 1880, y murió en
Bogotá, en 1967, a los 87 años, sesenta y dos años de los cuales los vivió
en Colombia, dedicado a la enseñanza, la antropología y la geología.
Llegó a Cartagena en 1905. Fue profesor de teología, trigonometría
y ciencias naturales. Durante muchos años exploró los alrededores de
Pamplona. Parte de su colección ola donó a la Casa de la Cultura de
Pamplona (“Casa Colonial”). Un ejemplo de La rigurosidad y el profe-
sionalismo con que abordaba sus estudios fue la convivencia dos años
con los tunebos y el aprendizaje de su idioma para estudiar a fondo su
cultura. Publicó numerosos artículos científicos en la Revista Colombia-
na de Ciencias Naturales y otras publicaciones periódicas.
• La lengua tuneba
• La vie intellectuale en la Colombie
• La lengua tuneba y sus dialectos: ensayo gramatical
• Memorias del Sarare

193
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Cuando trasmontaba sus ochenta años, las sombras corporales fue-


ron avanzando inexorables y rudas con una ceguera progresiva; en enton-
ces, lo que más lo afligió fue el pensar que tendría que molestar a otros;
antes de que esto ocurriera totalmente, comenzó a adiestrarse en subir y
bajar las escaleras en plena oscuridad para ver cómo lo haría cuando la ce-
guera fuera total como en efecto ocurrió desgraciadamente Y su ingenio le
señaló el camino para realizar otra de sus muchas inventivas al construirse
un curioso dispositivo para poder escribir así ciego como estaba”102.

El profesor Carvajal (“Pecho de buque”)

Se llamaba Marco Antonio Carvajal. Realizó sus estudios secun-


darios en el Colegio Provincial San José, donde obtuvo el título de
bachiller en 1942.
Viajó a Bogotá a continuar sus estudios en leyes en la Universidad
Externado de Colombia; allí permaneció hasta 1948; el asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán, lo obligó a abandonar sus estudios.
En la edad madura, y sintiéndose fuertemente atraído por la do-
cencia, inicia sus estudios de Licenciatura en filosofía y letras en la Uni-
versidad de la Sabana. Su tesis “Crítica de la razón pura y a la razón
crítica” del filósofo Kant fue laureada.
Fue corresponsal del periódico bogotano La República de los años
1971 a 1977. Su experiencia como docente transcurre en Cúcuta y
Pamplona. En Cúcuta, con algunos amigos fundó el Instituto Antonio
Nariño, y formó parte de la nómina de los colegios Gremios Unidos y
Municipal de Bachillerato.
En Pamplona, en los primeros años de la década dde los 60, funda
y dirige el Instituto Bolivarianao y el Antonio Nariño, luego de haber
trabajado en el años 1959 en la Normal Superior de Pamplona.
102 El agulicho, p. 121. 1971.La referencia para Rocheraux: “Henri Rochereau”.
Por el Hermano Daniel J. González P. en la pp 118 y s.

194
Fue profesor del Provincial del 1963 a 1964, y de 1971 a 1980.
Luego fue trasladado a Zipaquirá, donde obtuvo su pensión.
Nació en Pamplona en 1921, y murió en Bogotá, en una accidente
de tráfico, en el 2003.

Jorge Enrique Cabeza Barrios

Nació en Pamplona, 1936. Ex-estudiante del Provincial. Li-


cenciado de la Universidad Libre. Especializado en Metodología
de la enseñanza del español; Literatura Hispanoamericana; Lin-
güística y Dialectología Hispanoamericana en el Caro y Cuervo,
con esttudios de doctorado en la Filología en e Idiomas. Univer-
sidad Complutense de Madrid, España. Ha sido Decano en la
Universidad de Pamplona y en la Universidad Libre de Bogotá.
Investigador-Docente del Instituto Caro y Cuervo, en Lingüís-
tica. Consultor internacional, para Centro y Suramérica, África,
Cuba, Jamaica, Puerto Rico, República Dominicana, de la Acade-
my for Education of Development, Inc, Washington.
Obras publicadas:
El Lenguaje Total (serie) .
Abrapalabra
Taller de Ortografía Básica
Taller de Ortografía elemental y Caligrafía
Gramática Española
La Expedición Botánica
Lecturas para Soñar
Rumbo a la Convivencia

195
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Juan Manuel Ramírez Pérez

Nació en Pamplona en 1947. Se graduó de abogado en la


Universidad del Rosario de Bogotá e hizo una especialización en
la Universidad Nacional de Colombia y un diplomado en el Insti-
tuto de Seguridad Social de Madrid.
Ha sido profesor en varias universidades colombianas como la
Nacional, El Rosario, la Javeriana y la Gran Colombia, entre otras.
Se desempeñó como segundo secretario de la Embajada dy
Alcalde de Ce Colombia en España y Consejero Cultural de la
Embajada de Colombia en Venezuela. Ha sido senador de la Re-
pública, Diputado a la Asamblea del Norte de Santander y Allade
de Cúcuta, entre otros.
Es columnista del diario La Opinión de Cúcuta y ha escrito
artículos en periódicos de circulación nacional de Colombia y Ve-
nezuela. Entre sus libros publicados, se encuentra el compuesto
por 100 sonetos dedicados todos al tema de El Quijote.

Ha publicado los siguientes libros:


La tienda de los muertos (novela, 2012)
Ileso Albedrío (poesía)
El Ingenioso Hidalgo de la Mancha (100 sonetos)
La reforma electoral
Las encuestas de opinión política y electoral

Guillermo Acevedo Vargas. (Rector)

Bachiller del Colegio de 1969. Inició la carrera de Metalurgia


como alumno de la UIS, en convenio con la Universidad de Pam-
plona. Como sucedió con otros estudiantes, cambió de carrera
luego del primer año de estudios, y pasó a estudiar Licenciatura en

196
Química-biología en la Universidad de Pamplona, carrera donde
tuvo excención de matrícula por ser deportista destacado. Perte-
neció a la Selección Juvenil de Colombia de, equipo con el cual
representó a Colombia en el campeonato llevado a cabo en Arica,
Chile, en año?
En 1975 obtuvo el título de licenciado, e inició su carrera
como rector de varios colegios: Salazar, durante año y medio, Si-
los, durante seis años; y Pamplona, como rector de la Normal de
Varones dos años, antes de ser nombrado Coordinador de la Ofi-
cina de qué? en el Ministerio de educación Nacional. En 1986 es
nombrado rector del Colegio Afandor y Cadena y, finalmente, en
1994 (hace nueve años), rector de Provincial.

Aquiles E. León Florez (Asesor de proyectos Colegio Provincial)

Nacido en Pamplona (Norte de Santander). Gestor Cultural.


Ganador del Concurso de Fotografía “Ciudad y Monumentos”,
modalidad crítica, realizado en Pamplona y auspiciado por el Mi-
nisterio de Cultura en 2004. Finalista en Poesía del XII Certamen
Internacional de Poesía y Narrativa, organizado en el 2006 por la
Editorial Nuevo Ser de Buenos Aires, Argentina. Proyecto Anto-
lógico Mundial Poético Letras y Voces 2007 con la misma Edito-
rial. Trabajo Meritorio en Poesía de la Antología del 3° Certamen
Literario Internacional, organizado por las Ediciones Andrónico
en 2007, Argentina. Invitado al XXVIII Congreso Mundial de
Poetas en Acapulco en 2008. Obra Plástica preseleccionada en el
III Salón BAT (British American Tobacco) de Arte Popular en
2009. Donación del material Bibliográfico publicado a la Biblio-
teca Municipal de Pamplona en 2009 y Finalista del I° Concurso
de Cuento Breve Voz Hispana, organizado por la Editorial “Mar
en Proa” en 2010.

197
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Guillermo Cháves Cristancho

Organiza y realiza la primera feria empresarial del Colegio;


crea la sala de informatica; remodela la capilla y restaura edifica-
ciones antiguas de su planta física.
Considera Chavez Cristancho que el colegio San José del
Provincial es una de las instituciones educativas pioneras de esta
región en el hallazgo de la verdad que se describe con las palabras
del diccionario en la formacion holistica de propios y extraños.
Estima, además, que el provincial es dueño de un acerbo histórico
y cultural que caracteriza la identidad de nuestra ciudad, cuando
este es bondadoso en la ciencia, en las costumbres sanas, en las
vivencias de aquella cultura generada por la gente buena.
Cháves cursó su primaria Liceo Pamplona dirigido por el
señor Gonzalo Wilches; continua sus estudios secundarios en el
colegio San José Provincial, 1973-1974, luego en el seminario me-
nor santo tomas de Aquino.
Ha sido alcalde de Pamplona en dos ocasiones, diputado a la
asamblea, representante a la Cámara (1991) senador de la Repu-
blica en varios periodos,1994-2006. Impulsó la educación en el
Departamento Norte de Santander y en especial la de la ciudad de
Pamplona y por resonancia, el desarrollo de la institución educa-
tiva que ahora es motivo de plácemes.
Ruben Dario Jiménez

198
POETAS UNIVERSALES ALUMNOS DEL
COLEGIO PROVINCIAL

1. Eduardo Cote Lamus: Nació en Cúcuta, poeta universal fun-


dador de la revista Mito, su poesía viajo por Europa (España
y Alemania) donde fue cónsul (Frankfort) en España publico
Los Sueños, Ed. Ínsula de Madrid. Alumno del Colegio Pro-
vincial, fue gobernador del departamento.
2. Jorge Gaitán Durán: Nació en Pamplona. Poeta universal,
fundador de Mito con Cote Lamus, poeta de reconocido
nombre en Europa, intelectual colombiano, escribió uno de
los sonetos mas bellos en lengua castellana, su obra literaria
intensa y profunda, viajo por Europa en traducciones al fran-
cés y al Inglés, introdujo a América y a Colombia la poesía
Erótica. Alumno del Colegio Provincial.
3. Teodoro Gutiérrez Calderón: Escritor y poeta, autor del
himno del Norte de Santander, escribió poemas como a Cú-
cuta, la mujer de las manos cortadas, su poesía y su crea-
ción literaria lo hacen un digno represéntate del país literario.
Alumno del Colegio Provincial.
4. Aurelio Martínez Mutis: su poesía marcó para Colombia,
un hito por la profundidad musical y el sentir prodigo de la
tierra, La epopeya del cóndor, la epopeya de la espiga, son sin
duda su máxima muestra de identidad Americana. Alumno
del Colegio Provincial.
5. Jorge Hernando Cadavid: premio nacional de poesía, univer-
sidad de Antioquia; premio nacional Cote Lamus, su poesía
vuela por el mundo, por Europa, por América con su aceite
para golondrinas. Alumno del Colegio Provincial

199
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

6. Carlos Luis Ibáñez Torres: Su trabajo literario esta reseña-


do en las revistas puesto de combate, suplemento literario
de vanguardia liberal Bucaramanga, imágenes de la opinión,
revista de poesía Ulrika de Bogotá y Quien es Quien en la
poesía colombiana…, 6 libros inéditos, finalista del concurso
departamental de poesía, su palabra poética es breve e inten-
sa, evocadora y natural. Maestro actual del colegio Provincial.

200
AL FINAL, LOS NUEVOS SUEÑOS DE LOS
AGUILUCHOS

Si educar es cultivar a un tiempo el conocimiento de lo ver-


dadero, la voluntad de lo bueno y la sensibilidad de lo bello; Si es
también crecer, y de esa manera llegar a la capacidad de ver a todos
por igual y ser llenos de entendimiento, ¿no es lo más correcto de
manera ética, política, justa y legal, que las nuevas generaciones
tengan las mejores instalaciones posibles, las mejores oportuni-
dades para el desarrollo de sus potencialidades y talentos, nuevas
perspectivas en un mundo globalizado y tecnológico?
Claro que sí. Esto no sólo es un criterio a escala personal,
porque para nadie es un secreto que la ignorancia es la raíz de todo
mal. “Veritas in simplice”, luego, en nuestra condición de Institu-
ción Pública más antigua del país, el Colegio Provincial “San José”
de Pamplona, ha dado pasos de gigante antes del Bicentenario en
materia de infraestructura, dotando a la sede central por medio de
un proyecto ante OIM, de todas las cubiertas y techos de los edifi-
cios santanderinos ($1.500 millones de pesos) y como buena nue-
va, anunciamos la aprobación ante el Ministerio de Educación, de
recursos para el arreglo de las demás sedes ($440 millones), siendo
este el primer paso y el ejemplo para nuestros pares instituciona-
les, de lo que significa administrar un centro del conocimiento,
demostrando con tal obra, el respeto hacia las construcciones don-
de nacen los sueños de los niños y jóvenes a nuestro cargo.
Asimismo, gestionando desde lo público, con otro proyecto,
se priorizó el desarrollo del deporte a todo nivel, ampliándose la
oferta de servicios en el complejo deportivo del Colegio Provin-

201
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

cial, construyendo la primera cancha profesional reglamentada in-


ternacionalmente de “Fútbol sala” en Pamplona, que está al lado
de las canchas de tenis en polvo de ladrillo, siendo pioneros en este
deporte, a nivel de instituciones educativas de secundaria.
Por otra parte, se han afianzado las alianzas interinstituciona-
les con la Universidad de Pamplona y el ISER, en aras de articular
a nuestros aguiluchos con su destino y sus anhelos profesionales.
Para dicho fin, junto con el Rector, la coordinación en cabeza del
especialista Edgar Tarazona, se han dado a la tarea pedagógica de
implementar en los currículos las respectivas materias, para fa-
cilitar el ingreso de los egresados a los claustros superiores antes
mencionados y por qué no, soñar con que en un futuro no muy
lejano, seamos una fuerza pedagógica de educación superior.
Esto es apenas la punta del iceberg, el Colegio como ente vital
y social, desea cumplir su misión espiritual de Educar de manera
íntegra al ciudadano del nuevo milenio, sin importar su edad. Por
tanto, se incluyeron las necesidades ambientales como prioridad,
en el fenómeno del “calentamiento global”. Para ello, se confor-
mó un equipo interdisciplinario, para concretar el primer Jardín
Botánico de los santanderes, del cual se tiene la primera fase de
reforestación y senderos ecológicos en marcha, con la cooperación
de Corponor departamental y con la aspiración de competir en la
asignación de recursos de regalías, en el área de ciencia y tecnolo-
gía en 2014.
Al final, estos proyectos y las futuras propuestas, demuestran
que los aguiluchos nunca desisten de sus sueños, que creen en sus
ideales, que siguen las señales del éxito y que por ello es que llegan
“a las cumbres”.

Guillermo Alfonso Acevedo Vargas


Rector.

202
MEJORES BACHILLERES

1949 : RAFAEL MONDRAGÓN A. 1976: EDGAR A. VALERO M.


1950: WALTER VILLAMIZAR R. 1977: MARCO A. LUNA M.
1951: JUAN J. MENDOZA V. 1978: RICARDO A. CARVAJAL
1952: ALVARO CHAVES M. 1979: JORGE E. GUERRERO S.
1953: LUIS F. ZANA CONTRERAS 1980: FRANCISCO VALENZUELA
1954: JAIME PEÑARANDA P. 1981: JAIME A. RIVERA
1955: LUIS RAMÓN CASTAÑEDA 1982: GABRIEL O. GARCÍA G.
1956: CARLOS H. MARCIALES R. 1983: PEDRO ANTONIO VARGAS
1957: LUIS ANTONIO MENDOZA 1983: GILDARDO ROMERO
1958: JAIME ROJAS ARIAS 1984: GILDARDO ROMERO
1959: PABLO P. MOGOLLÓN SÁNCHEZ 1985: CARLOS M. LUNA M.
1960: ÁLVARO PEÑARANDA P. 1986: EDGAR PORTILLA
1961: JUAN MANUEL CÁRDENAS S. 1987: NELSON VALERO ORTEGA
1962: JORGE TORRES PAUL 1988: NELSON G. MOGOLLÓN
1963: JUAN MANUEL CÁRDENAS S. 1989: FERNANDO E. CASTELLANOS
1964: OMAR PARDO BANDERA 1990: JAIME E. NARANJO
1965: HERNÁN RAMÍREZ ACEVEDO 1991: STELLA PEÑALOZA
1966: ANTONIO M. RUGGIA 1992: EVER VELAZCO
1967: JORGE E. TÉLLEZ 1993: DIEGO MAURICIO GARCÍA
1968: CÉSAR A. MIJAREZ G. 1994: FRANCISCO M. ALVAR
1969: JORGE ENRIQUE FORERO 1995: EDISON MARTÍNEZ OVIEDO
1970: FRANCISCO JOSÉ ESPINEL 1996: JUAN PABLO SOLER
1971:RAMÓN VILLAMIZAR V. 1997: MIGUEL A. SANABRIA
1972: JORGE EDUARDO RANGEL 1998: ALEXANDER RODRÍGUEZ
1973: MARTÍN J. HERNÁNDEZ 1999: NELSON F. FLÓREZ V.
1974: JOSÉ M. GUERRERO 2000: YURY F. GÓMEZ.
1975: CÉSAR E JAIMES L.

203
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

204
ÍNDICE

PRESENTACIÓN

INTRODUCCIÓN

PRIMERA PARTE
De la memoria personal al registro histórico 9
Una memoria personal 11
En un comienzo: ni colegio, ni provincial ni san josé 21
¿Fundación a dos manos? 23
El primer fundador: un obispo “mudo” y terco 25
Bolívar, Santander y los avatares de la “segunda” fundación 28
¿Era colegio o seminario? 30
Primeras asignaturas. El escalafón. Primeras becas-trabajo 31
El año escolar. Las interrupciones 33
Años de decadencia 34
Cambio va. El número de estudiantes 36
Equipos y laboratorios para nuevas asignaturas 37
¿Colegio o universidad? 39
Contacto en Francia y la “Misión alemana” 42
Los primeros textos escolares. Las metodologías 43
Los periódicos 44
Cuando llegó la “regeneración” al Colegio.
La religión primero 46
Algo había cambiado en cuarenta años 52
Nuevas orientaciones, nuevas Asignaturas 56
Los exámenes 60

205
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

Uno de los mejores colegios del país 61


El régimen disciplinario 62
La vida cotidiana en el colegio. Otras disposiciones 67
Futuro optimista 71
Las celebraciones. El nacimiento de las revistas de gimnasia 74
¿Escuela militar? 75
Solidaridad internacional del colegio 77
¿Qué literatura se leía? 79
Un rector de lujo 80
El colegio en la guerra de los mil días 82
Resurgimiento 85
Sigue la reconstrucción. Resucita el nuevo periódico 87
Cuando el provincial compraba coca 88
Historia deportiva 91
El día en que el colegio fue campeón nacional de basketbol 94
El local del colegio 95
Las instalaciones. Mejoras y deterioro 97
La era de los hermanos cristianos 98
Cuando el colegio se incendió 108
Llegada de los hermanos en viaje a caballo 111
Las guerras internas 113
Un buen colegio 116
La nueva idea de universidad para el colegio 116
Jugando de local: las visitas 119
El viejo local y la “primas” 121
Celebraciones 122
Vidas y tragedias 125
Paros y huelgas 127
La vida en el colegio a mitad del siglo XX 130
Años 60 131
Salida de los hermanos cristianos 132

206
Últimos 40 años 134
Impacto en los medios 135
Reconocimientos y condecoraciones 137
El provincial en los últimos cincuenta años (1972-2012) 139

SEGUNDA PARTE
Testimonios, entrevistas, biografías 145
Testimonios
Entrevistas 175
Biografías 193
Al final, los nuevos sueños de los Aguiluchos 201

207
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

208
209
DISCÍPULOS DE DOS SIGLOS

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