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Pensamiento de Sarmiento y Alberdi sobre la educación

Sarmiento

En 1849, Sarmiento manifiesta que el Estado tiene que hacerse cargo de una educación
pública, esto es, una educación que no solo abarque la clase gobernante, el sacerdocio o
la aristocracia, sino que sea capaz de llegar a todo el pueblo argentino. Es obligación del
Estado formar a las sociedades venideras para que sean capaces de desempeñar las
funciones políticas y sociales en las que se vean involucrado.

Sin un sistema de educación organizado, cualquier avance llevado a cabo se pierde y


termina siendo en vano. Por eso mismo, es necesario que el conocimiento y los ideales
de una sociedad se trasmitan sistemáticamente de generación en generación, y en este
“traspaso” de conocimientos, la educación despeña una rol determinante.

Para lograr esto, Sarmiento propone tomar como modelo a seguir las iniciativas
educativas iniciadas por la sociedad norteamericana, la cual, según él, había logrado
marcar una diferencia (idea de progreso) política y social no solo con el resto de los
países de América, sino, incluso, con Europa.

En el mismo sentido, señala que es de suma importancia que el Estado incentive las
capacidades técnicas y prácticas de la masa social, es decir, que sea capaz de instruirlos
a razón de la nueva industria moderna: sepan utilizar maquinarias y desempeñar trabajos
diversos dentro de las diferentes fábricas que arribaban en el país. Sarmiento indica que
solo a través de la industrialización moderna se logra acceder a un verdadero progreso,
y para poder llegar a ella, primero es necesario que se capacite a la población.

En este panorama educacional, plantea que las escuelas primarias desempañan un rol
fundamental en el desarrollo de toda cultura porque: 1) permite que los trabajadores
adquieran destreza práctica; 2) que los menos pudientes accedan a un conocimiento que
les permita gozar de ventajas laborales y salariales más provechosas.

Alberdi

Si bien Alberdi, en el campo de la educación, manifiesta ideas muy similares a las


postuladas por Sarmiento, por otro lado, deja en claro que no es correcto utilizar la
palabra “educación” como sinónimo de “instrucción”.

Esto lo justifica indicando que el pueblo argentino de mediados de siglo XIX se halla
aun atravesando un estado de desarrollo y, por lo tanto, no puede ser instruido sin
primero ser educado. La educación, entendida por Alberdi, fomenta y desarrolla los
preceptos culturales básicos de toda sociedad, mientras que la instrucción permite que
ese caudal de información cultural se mantenga vivo y logre trasmitirse de generación
en generación

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Por lo demás, mantiene una posición muy similar a la sarmientina ya que establece una
crítica a los programas educacionales de la época, indicando que muchos de ellos hacen
demasiado hincapié en la educación humanística mientras que dejan de lado la
educación técnica. Alberdi advierte que un país no se sostiene solo de abogados,
filósofos o políticos, sino que también es necesaria la presencia de un personal
capacitado para la industria moderna.

Insiste en que es de suma importancia que el Estado forme hombres capaces de


insertarse en el nuevo régimen industrial de trabajo ya que solo mediante el avance
industrial se logrará progresar a nivel nacional e internacional.

Constitución del Estado-Nación

Inicios del Estado-Nacional argentino

Tras la disolución de la Confederación Nacional Argentina (1853 en Capital Federal,


1861 resto del país), se inicia un proyecto para la instauración de un gobierno nacional.
Para ello fue necesario que el Estado intervenga y monopolice ámbitos que hasta el
momento se encontraban bajo el control particular de ciertas provincias o instituciones
privadas (por ejemplo: fuerzas armadas y educación).

En palabras de Oscar Oszlak, el Estado se vio en la obligación de apropiarse de


instrumentos de regulación social que hasta el momento se hallaban legados a
instituciones como la Iglesia, es decir, reducir el poder social de instituciones privadas
para poder tener un mayor poder a nivel nacional.

Para desempeñar esta tarea, el Estado se bastó de lo que Oszlak reconoce como tres
modalidades diferentes: 1) una modalidad represiva a través de la cual se apropiaba de
las fuerzas armadas para constituir un ejército nacional que intervenga en las guerrillas
internas entre provincias; 2) una modalidad cooptativa que le permitió entablar alianzas
con las fuerzas políticas predominantes de la época; 3) una modalidad material para
regular obras y servicios dentro de distintos territorios provinciales.

Influencia de la educación

El ejemplo que mejor ilustra esta empresa estatal por constituir un estado nacional es la
apropiación de los regímenes educativos y su inmediato uso como instrumento de
organización social. Con la creación del Colegio Nacional, el Estado pudo penetrar
institucionalmente en las provincias (creando escuelas dentro de ellas) para luego
propagar un conjunto de saberes ideológicos y constituir una élite política local gracias
a los saberes que trasmitía mediante la educación.

De esta manera, la educación funcionaba como un instrumento para propagar una


ideología política dentro de cada provincia con la finalidad de disminuir, poco a poco,

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las diferencias sociales a nivel nacional. Claro está que la ideología que se difundía era
propia de una élite oligarca porteña que excluía los intereses de los sectores menos
pudientes.

Tal como los postula Juan Carlos Tedesco, la educación cumplió una función política,
ya que a través de los Colegios Nacionales, se tendió a formar una élite intelectual y
dirigente que acatara las demandas de un sector social determinado. ´

Gracias a un plan enciclopédico que englobaba mayoritariamente conocimientos


humanísticos, el mayor caudal de estudiantes (una élite restringida) se egresaba con
conocimientos políticos específicos e intentaba ocupar cargos públicos en el gobierno.

Formación del Sistema Educativo Nacional

Reforma educativa constitucional de 1853

Fernando Martínez Paz señala que cuando el Estado comenzó a interesarse por la
educación (gracias a las posibilidades políticas que le brindaba), todo el sistema
educativo se encontraba desamparado y falto de desarrollo.

Los principales motivos eran por un lado, la falta de maestros capacitados (había
maestros pero no poseían títulos que avalaran sus capacidades y, por lo tanto, no todos
se hallaban aptos para ejercer la profesión), por otro, una gran masa de inmigrantes que
arribaba en el país generaba un aumento de la población no-academizada al tiempo de
dificultar la enseñanza a nivel nacional.

Estos factores, sumandos a las precarias condiciones en las que se encontraban las
escuelas del momento, incentivaban cada vez más el analfabetismo.

Frente a esta situación, la primera medida que toma el Estado es establecer mediante la
Constitución nacional un marco jurídico-político que sirviese como base para las
medidas educativas que se tomaran en adelante. Es así que en 1853, se establece el
artículo 67° el cual puntualizaba que el Congreso de la Nación era responsable de la
prosperidad del país, del bienestar las provincias y de la instrucción general y
universitaria de los ciudadanos.

De esta forma, queda establecido constitucionalmente que la educación de la nación ha


de ser una responsabilidad del gobierno, reconociendo, así, su factor determinante en el
desarrollo de las capacidades del pueblo. La educación, bajo el comando exclusivo del
gobierno estatal, sería la encargada de brindar orden y progreso a la nación y alfabetizar
a sus ciudadanos.

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Ley de subvenciones

En la empresa por confeccionar una educación que estuviese al alcance de todos los
habitantes, el Estado decide comenzar a cooperar económicamente con las provincias.

Tal es así que establece un plan de subvenciones en donde estipula otorgarle a cada
provincia un monto económico específico para la edificación de escuela y el desarrollo
logístico de las mismas.

Sin embargo, la primera instancia de este plan no resulta tan eficaz como se esperaba
debido a dos motivos: 1) el Estado no estaba al tanto de las verdaderas necesidades de
cada provincia, por lo cual, los montos no llegaban a cubrir todas las demandas; 2) los
gobiernos de muchas provincias se apropiaban del dinero y lo destinaban a otras cosas.

Tras tales hechos, es en 1871 cuando se decide establecer la ley 463 (Ley de
subvenciones) la cual estipulaba para qué debía ser destinado el dinero que el Estado
enviaba a cada provincia. Al mismo tiempo, la ley brindaba a los acontecimientos un
marco legal respaldado por la Constitución nacional por lo que las provincias se veían
en la obligación de cumplir lo demandado por el Estado.

Colegio Nacional y Colegio Normal

Colegio Nacional

Hacía el año 1863, la República solo contaba con dos colegios que dependían
directamente del Estado pero ambas resultaban insuficientes para satisfacer las
necesidades de la enseñanza secundaria.

Es así que en el marco de las políticas educativas nacionales del momento, el Estado
(bajo la presidencia de Bartolomé Mitre), en 1863, crea el Colegio Nacional de Buenos
Aires, cuya principal función sería brindar una base de conocimientos útiles para
aquellos ciudadanos que estuviesen interesados en ingresar a la Universidad.

Con la creación de este primer Colegio Nacional se comenzó a perfilar una


institucionalización de la enseñanza secundaria pero, también, se inició la divulgación
de una doctrina académica elitista y oligarca.

Tal como los postula Juan Carlos Tedesco, la educación cumplió una función política,
ya que a través de los Colegios Nacionales, se tendió a formar una élite intelectual y
dirigente que acatara las demandas de un sector social determinado.

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Enciclopedismo

Gracias a un plan enciclopédico que englobaba mayoritariamente conocimientos


humanísticos, el mayor caudal de estudiantes (una élite restringida) se egresaba con
conocimientos políticos específicos e intentaba ocupar cargos públicos en el gobierno.
Por lo tanto, la principal tarea de los Colegios Nacionales era brindarle a sus egresados
las herramientas necesarias para que estos pudiesen ingresar en el gobierno y
desempeñar actividades asociadas a la ideología con la que eran adoctrinados
(particularmente, una ideología liberal propia de la hegemonía europea de siglo XIX).

La mayoría de sus egresado eran jóvenes vinculados a sectores sociales muy pudientes,
quienes ya de por sí contaban con los conocimientos que otorgaba el Colegio pero de
igual modo asistían para poder obtener una “legitimización estatal” de dichos saberes.

Esto generaba graves inconvenientes a niveles políticos y sociales ya que los egresados
de los Colegios Nacionales, en su mayoría abogados y filósofos vinculados a la vida de
ciudad moderna, poseían conocimientos políticos que se distanciaban de la auténtica
realidad de la República, realidad asociada a la vida rural y a un despeño práctico dentro
de una inminente industria moderna.

De este modo, la Nación se encontraba bajo la comandancia de un sector oligárquico


que gobernaba para el bienestar de su propio partido y no lograba respaldar las carencias
y necesidades del pueblo.

Colegio Normal

Uno de los principales obstáculos con los que se topó la educación nacional fue la falta
de un personal docente capacitado como así también la falta de una institución que se
encargara de formarlos académicamente. Esto lleva a que en 1870 se inicie el proceso
de institucionalización de la escuela normal nacional con la intensión de llevar a cabo
prácticas pedagógicas orientadas hacia la enseñanza primaria.

La primera Escuela Normal se funda en la ciudad de Paraná e imitando un modelo de


organización norteamericano ofrecía a los aspirantes no solo un sistema de
conocimientos acorde a las necesidades de la educación común de la República, sino,
también, una modalidad práctica la cual servía para que aprendiesen a trasmitir esos
conocimientos de manera pedagógica.

A diferencia de las Escuelas Nacionales, las Escuelas Normales tenían como objetivo
principal formar hombres científico-prácticos, esto es, individuos que sean capaces de
orientar sus conocimientos académicos de manera práctica a la sociedad que los
resguardaba. Además, contaban con una enseñanza específica (la docencia) y su
contenido no era una base preparatoria para la Universidad.

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Normalismo

La ideología que impregnaba los saberes que se enseñaban en las Escuela Normales se
conoció bajo la idea de normalismo: un movimiento liberal, laico, con influencia del
positivismo y cientificismo.

El proyecto normalista, al igual que el enciclopedismo que proyectaban los Colegios


Nacionales, fue una estrategia educacional profundamente política que buscó integrar en
la cultura sujetos que hasta el momento quedaban excluidos. Se buscó constituir una
segunda fuerza política que sirviese para rivalizar con la actual hegemonía
enciclopedista.

A su vez, el normalismo destacaba por adherir dos características propias a todos los
Colegios Normales: el carácter nacional y el carácter laico. El primero, estipulaba la
nacionalización de las doctrinas enseñadas, es decir, que los programas de todos los
Colegios Normales de la República se sustentaban de las misma bases normalistas. El
segundo, excluía la enseñanza religiosa de los programas.

Las Escuelas Normales funcionaron por un lado, como un lugar capaz de instruir a
individuos de clases menos pudientes y no solo a la elite oligarca; por otro lado,
habilitaron la posibilidad de que las mujeres también pudiesen participar de la
instrucción académica. De esta manera, las mujeres contaban con la posibilidad de
estudiar una carrera avalada por el Estado e insertarse en un ámbito laboral que contaba
con cierto prestigio social.

Hacia una educación positivista y laica (1880)

Fundamentos del nuevo gobierno oligárquico

Hacia 1880 se consolida en el mundo un régimen capitalista que se organiza a razón de


relaciones mercantiles que establecen los países entre ellos. Dentro de este contexto, la
Argentina logra insertase en el mercado mundial conforme al esquema de división
internacional de trabajo, el cual estipuló que nuestro país debía ser proveedor de materia
prima e importar productos manufacturados.

Las políticas llevadas a cabo por los gobernantes argentinos de la época (presidencia de
Julio Argentino Roca) adoptaron una posición asociada con el liberalismo europeo, lo
que asentó fuertemente la participación de tinte oligarca dentro del Congreso de la
Nación.

La presencia de estos elementos en nuestras sociedades influyó directamente en la


reorganización del sistema educativo. El Estado se veía en la necesidad de formar
hombres que estuviesen dispuestos a secundar el régimen liberal, cada vez más

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predominante. A su vez, también se vio obligado a neutralizar el poderío de ciertas
fuerzas, como por ejemplo, el de la iglesia.

Las medidas oligárquicas que el gobierno liberal se propuso propagar mediante la


educación nacional se sostenían, principalmente, de tres concepciones: 1) precisar el
concepto de “igualdad” ya que un estado oligárquico carece de dicha propiedad; 2)
difundir una doctrina positivista que encajase con el proyecto político-económico
propuesto por el Estado; 3) incitar una educación laica para, de esta manera, reducir el
poder de la iglesia a nivel nacional.

Ley 1420 de Educación Común: liberalismo vs religión

Las constantes confrontaciones políticas entre un régimen liberal, basado en una


enseñanza laica y positivista, y un régimen religioso, basado en una enseñanza católica
y humanística, tocaron un límite a finales de siglo XIX.

Dos cuestiones educativas se disputaban hacia entonces: por un lado, la integración de


conceptos científico-positivistas a los programas educacionales; por otro, la separación
de las doctrinas católicas dentro de la enseñanza pública. Ambas se plantearon
formalmente en un proyecto de ley en 1877, el cual se sancionaría recién en 1884 como
Ley 1420 de Educación Común.

La Ley 1420 fijaba los lineamientos básicos del aparato educativo nacional. Entre ellos:
la educación debería ser obligatoria, gratuita y laica; postulaba fundamentos elementales
para la organización del plantel docente y el mantenimiento estético, higiénico y legal
de la institución educativa; indicaba cómo regular la asistencia de los alumnos y qué
materias constituiría el plan educacional.

Sin embargo, más allá de que la Ley funcionó como una verdadera base constitucional
para el desempeño de la educación a nivel nacional, un buen conjunto de pedagogos e
historiadores (entre ellos Tedesco o Alliaud) sostiene que el verdadero interés de esta
ley se concentra en los debates políticos que antecedieron a su sanción. Una verdadera
lucha de poder entre el movimiento liberal y la religión católica.

Los partidarios liberales postulaban una educación laica en donde el Estado debía ser el
responsable de adoctrinar al pueblo sin posicionarse del lado de un credo en particular,
es decir, adoptar una posición neutral. Para ellos, la enseñanza religiosa debía darse de
manera particular ya sea dentro de la familia o a partir de instituciones que no
estuviesen relacionadas directamente con el Estado.

Los partidarios católicos señalaban que toda educación estatal no puede aislarse de la
religión cristiana, la cual sería la encargada de formar la moral de los ciudadanos. Para
ellos, el Estado debía encargarse de formar sujetos sociales y políticos, mientras que la
Iglesia debía encargase de formar las aptitudes básicas de todo hombre.

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Educación positivista

Más allá de la firme postura que mantuvo la iglesia durante los años de debate previo a
la sanción de la Ley 1420, el triunfo fue para los integrantes del movimiento liberal por
lo que en 1884 la educación nacional, además de obligatoria y gratuita, pasa a ser
completamente laica.

Con ello, comienza un período de restructuración de los programas académicos en


donde el Estado se ve en la obligación de reducir el distanciamiento entre una ideología
laica-positivista y la población.

La escuela comienza a desempeñar una función “civilizadora” orientada a un sector


social “desajustado” a la demandas de un mundo orientado a la industria capitalista.
Todo el campo educativo se estructura a razón de una “Religión de la Ciencia” en donde
se busca acrecentar la fe en la ciencia y la industria moderna

Si bien la religión no queda prohibida, el Estado deja de hacerse cargo de la instrucción


religiosa para poder enfocarse en una instrucción cientificista, orientada a las demandas
de un capitalismo industrial asentado, principalmente, en corrientes económicas y
prácticas, no humanísticas.

Ley 934: Libertad de Enseñanza (1879)


Ley 1597: Ley Avellaneda. Estatuto de las Universidades Nacionales (1885)
Ley 4874: Ley Laínez. Escuelas Nacionales en las Provincias (1905)

El marco previo y la sanción de la Ley 1420 trajeron consigo ciertas modificaciones a


niveles constitucionales, los cuales se reflejaron en diferentes leyes:

Ley 934 de Libertad de Enseñanza

Durante pleno debate sobre la sanción de la Ley 1420, en 1879, el Estado estipula una
ley que se encargaría de unificar los sistemas de enseñanza (púbicos y privados): la Ley
Libertad de Enseñanza.

Previa a esta ley no existía ningún decreto constitucional que estableciera las bases para
que los alumnos de escuelas privadas pudiesen rendir exámenes en escuelas nacionales
y quedar así una aval estatal de su pertinente educación.

Por tanto, esta ley indica que los alumnos pertenecientes a escuelas particulares tendrán
derecho a realizar exámenes dentro de un colegio nacional, siempre y cuando presenten
un certificado firmado por el director del colegio particular del que procedan.

A su vez, el colegio particular deberá de cumplir ciertos requisitos que la Ley estipula
en cinco incisos de su primer artículo.

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Ley 1597: Ley Avellaneda. Estatuto de las Universidades Nacionales

En 1883, el rector de la Universidad de Buenos Aires, Nicolás Avellaneda, presenta un


proyecto de ley con la finalidad de acrecentar la autonomía de las universidades
públicas.

De esta manera, Avellaneda buscaba reducir el poder que el Estado ejercía sobre la
enseñanza pública dentro del grado universitario. Sus principales puntos se sostenían de
establecer un sistema de concurso para la selección de docentes (en lugar de ser elegidos
por el Estado) y la posibilidad de que los docentes participen activamente en la
constitución de su cátedra (formular programas y metodologías de enseñanza).

Si bien muchos funcionarios estatales se posicionaron en contra del proyecto, alegando


que una universidad no podía mantearse por sí misma sin una contribución por parte del
Estado, en 1885, terminaron por sancionar una parte de los presupuesto solicitados por
Avellaneda.

Permitieron que una parte del grupo docente participe en la constitución de las cátedras
y que sea la Universidad la encargada del orden policial dentro de la institución, pero no
sucedió lo mismo con la elección del personal, el cual seguiría estando bajo el
nombramiento del Estado. La manipulación del plantel docente era una manera de
mantener el control en las universidades.

Ley 4874: Ley Laínez. Escuelas Nacionales en las Provincias

La Ley Laínez se sanciona en el año 1905 y complementaba la Ley 1420, estipulando


que el Estado sería el único encargado de propagar la enseñanza pública en las
diferentes provincias de la Nación.

El objetivo principal era crear escuelas primarias y rurales en las provincias que las
solicitasen. De esta manera, el Estado no solo aseguraba la instrucción de gran parte de
la población, sino que, además, aseguraba instruirlos acorde a los propósitos laicos y
positivistas previamente estipulados con la Ley 1420.

La ley se propone a partir de diferentes revueltas que había comenzado a surgir dentro
de las provincias de la Nación. Las quejas se debían, principalmente, a que el Estado
generaba posibilidades educativas solo en la capital y dejaba de lado al resto de los
habitantes.

Los fondos destinados a la educación se repartirían a lo largo de toda la República con


la finalidad de incentivar el crecimiento académico.

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Reformas educacionales de principios de siglo XX

Ramos Mejía y su política médica

La idea de utilizar la educación como instrumento de dominación social, en Argentina,


termina por consolidarse hacia principios de siglo XX. Desde el sistema escolar, los
positivistas elaboraron diferentes estrategias que les fueron de utilidad para manipular
pedagógicamente la población.

Entre los “estrategas sociales” de dicho período, Adriana Puiggrós destaca la labor de
José María Ramos Mejía, médico de renombre y fundador del Circulo Médico
Argentino, quien durante 1908 logró hacerse con el cargo de presidente del Consejo
Nacional de Educación y llevar a cabo una serie de extrañas políticas reformadoras.

Ramos Mejía insistía en trabajar las problemáticas sociales a través de un discurso


médico. A grande rasgos, clasifica a los sujetos sociales en dos tipos: sanos (aquellos
que sí logran acatar las responsabilidades que el Estado impone) y enfermos (aquellos
que no logran encajar en el sistema pospuesto por el Estado, ya sea por alguna
discapacidad física o, simplemente, por pertenecer a una clase menos pudiente).

Muchas de las políticas tomadas por Ramos Mejía se asociaban, ya sea directa o
indirectamente, con la higiene y la sanidad. A su vez, la propuesta reformadora de
Ramos Mejía se centró en la acentuación de la nacionalidad argentina, principalmente,
“argentinizando” a los inmigrantes. A principios de siglo XX, el papel del inmigrante se
invierte: deja de ser un modelo a seguir y pasa a constituirse como un individuo que
perjudica el bienestar de la Nación.

Por lo tanto, era necesario que el inmigrante comenzara a respetar y asimilar la cultura
argentina y dejara de propagar su propia cultura dentro de la República. Para logra esto,
los días patrióticos se declaran días festivos o de rememoración, a la par de integrar el
saludo a la binadera en las escuelas.

Víctor Mercante y la psicopedagogía social

Los intentos por controlar la masa social iban en aumento a medida que avanzaba el
siglo XX. El interés estaba puesto en una metodología que permitiese aunar los
intereses de la población con los del Estado.

El intento más elaborado de establecer parámetros sociales sobre bases experimentales,


Puiggrós se lo adjudica al pedagogo Víctor Mercante quien intentó aplicar la psicología
para clasificar los grandes grupos humanos. Siempre desde una posición fuertemente
positivista y oligarca.

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La empresa de Mercante iba mucho más allá de una simple clasificación, ya que su
verdadero propósito no era otro que “descubrir” elementos que le permitiesen a los
gobernantes controlar los intereses de cada grupo social.

Puiggrós indica que Mercante llega a una conclusión racista y elitista en donde postula
que en toda sociedad existen dos tipos de grupos de individuos: en primer lugar, un
grupo superior destinado a la comandancia y la organización del Estado; en un segundo
lugar, un grupo inferior cuya función sería acatar las normas impuestas por el grupo
superior y, cuando se lo solicite, cooperar con la organización estatal.

A razón de estos postulados, señala que es necesario que se establezcan dos tipos de
enseñanzas diferentes, orientadas a cada grupo en particular con la finalidad de acentuar
las características sociales, supuestamente innatas, de cada ciudadano.

Proyecto Saavedra Lamas (proyecto socialista)

A lo largo de su trayectoria, unos de los hitos más destacados de Víctor Mercante fue el
proyecto educativo que llevó a cabo junto al ministró Saavedra Lamas.

El Proyecto Saavedra Lamas se desarrolló durante 1916 y solo se mantuvo vigente dos
años. En él se estipulaba que la enseñanza secundaria no estaba correlacionada con la
primaria y no preparaba de manera eficiente el ingreso a la vida universitaria.

Propusieron alterar no solo los programas de enseñanza, sino, además, reorganizar todo
el sistema educativo. Se proponía crear una escuela intermedia entre la primaria y la
secundaria. La enseñanza de la escuela intermedia brindaba conocimientos prácticos
orientados a la formación de profesionales de diferentes oficios.

El objetivo era que los estudiantes, una vez terminada la escuela primaria y la escuela
intermedia, sea capases de desempeñarse en áreas específicas de trabajo y contribuir con
el desarrollo del Estado. Para lograr esto, el programa estudiantil agrupaba una gran
cantidad de actividades prácticas y talleres de diferentes tipos.

Si bien la escuela intermedia presentaba fines prácticos para la sociedad generado


ciudadanos especializados en áreas de trabajo, las bases sobre las que se sedimentaron
sus principios nunca terminaron de ser bien recibidas por diferentes integrantes del
gobierno. Además de ser altamente oligarcas, los verdaderos fines del proyecto
apuntaban más a la experimentación que a la propagación de una verdadera generación
de profesionales.

En 1917, el Poder Ejecutivo, bajo estamento del presidente Hipólito Yrigoyen, da de


baja al Proyecto Saavedra Lamas y vuelve a restablecer el sistema educativo.

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